Download HOMILÍA en la celebración del Miércoles de Ceniza. Santa Iglesia

Document related concepts
no text concepts found
Transcript
HOMILÍA en la celebración del Miércoles de Ceniza. Santa Iglesia Catedral
(18 de febrero de 2015)
Queridos Sr. Deán; queridos hermanos sacerdotes; queridos hermanos todos en el Señor:
Hoy comenzamos la Cuaresma, tiempo de gracia y de santificación que la Iglesia nos invitas
a vivir como preparación para la celebración del Triduo Pascual de la Pasión y Muerte y
Resurrección de nuestro Señor Jesucristo.
Vemos que el Señor Jesús con sus apóstoles emprendió una subida a Jerusalén, donde le
esperaba su Pasión y Muerte. La vida de la Iglesia es la vida de Cristo, por eso, en la liturgia, el
pueblo de Dios celebra y vive la Cuaresma como peregrinación espiritual de subir con Cristo a
Jerusalén, y al igual que los apóstoles aprender a poner la mirada en el Monte Calvario, lugar de la
Redención, y a donde todos los discípulos tienen que llegar cargando con su cruz de cada día para
así entrar también con Él en su Resurrección gloriosa.
Y como entrada a este tiempo litúrgico la Iglesia celebra el rito de la imposición de la
ceniza, expresando con él la esencia de la Cuaresma, esto es conversión, fortalecimiento y
renovación.
Conversión
La Cuaresma nos trae algo que mundo, demonio y carne están empeñados en
arrebatarnos: el sentido del pecado. En la medida en que se ha eclipsado a Dios en nuestra
sociedad, también se ha diluido la idea de pecado, pero, en la medida en que dejemos entrar en
nosotros la luz de Cristo, podremos ver con su claridad nuestra miseria y falta de gratitud ante la
misericordia infinita de nuestro Dios. Entonces sabremos que somos pecadores necesitados de
redención.
Pues bien es ese querer entrar en conversión lo que expresamos poniéndonos la ceniza. Y
ese querer lógicamente surge de una necesidad, la de sentirse pecador y el deseo de curar esos
males del alma. Por tanto la cuaresma es una invitación a hacernos un buen chequeo médico para
acudir al médico de las almas Cristo que tiene poder de curar toda dolencia incluso de resucitar a
los muertos. Ya Benedicto XVI nos hablaba que la fe se enferma y hay que tener cuidado pues bien
este tiempo de cuaresma podemos decir que es un tiempo buenísimo para diagnosticar y valorar
el estado de la fe para poder renovar con fuerza nuestras promesa bautismales en la Vigilia
Pascual.
Fortalecimiento y Renovación
En el mensaje de este año del Papa Francisco nos invita a fortalecer los corazones,
afirmando que la cuaresma es un tiempo de renovación del pueblo de Dios necesario para no ser
indiferente y no encerrarse en sí mismo. Y para ello es necesario robustecer y vivificar nuestra
1
relación con el Señor. Podemos decir que la cuaresma es un tiempo para intimar con más fuerza
con el esposo. Y para ello nada mejor que el camino que nos invita a recorrer la Iglesia de ayuno,
limosna y oración.
Sobre el ayuno o la abstinencia observamos que El mismo Señor se retiró para orar y
ayunar durante cuarenta días. Hoy se ayuna buscando efectos puramente terrenales; es decir, se
realizan una serie de prácticas (a base de dietas adelgazantes, caminatas, o asiduos ejercicios en
gimnasios sofisticados y de ordinario de alto precio) para ser así aceptado y querido por un mundo
que idolatra la salud y el cuerpo.
Pues bien, frente a esa motivación meramente estética, nosotros ayunamos para tener
siempre presente que “no sólo de pan vive el hombre”. Ayunemos para descubrir que a pesar de
nuestra fragilidad con la gracia de Dios podremos resistir a la tentación diabólica que nos hace
creer que nosotros solos podemos salvar al mundo y a nosotros mismos, de tal forma que el ayuno
nos lleva a caminar por los senderos de la oración y la limosna.
La oración La oración no es para engrandecer nuestro “ego” creyéndonos mejores, sino
para buscar esa relación personal con el Señor, que tanto necesitamos; ese diálogo de tú a Tú, que
no excluye la oración comunitaria, fundamental en la Eucaristía, sino que se apoya en ella y la
complementa. Es decir, cambia tu corazón seducido por ser tú el centro de todo... -que era, en
definitiva, lo que buscaba el fariseo en todos sus actos piadosos- y sitúate como criatura ante
Aquel que te ha llamado a la vida y ha dado su vida por ti. La oración nos ayuda a recorrer el
camino inverso de la soberbia y nos introduce en el camino de la necesidad de ser agradecidos. La
oración nos abre las puertas del cielo y nos introduce en la intimidad con el Señor.
La limosna que nos ayuda a vivir la Cuaresma como un tiempo propicio para mostrar
interés por el otro, con un signo concreto, aunque sea pequeño, de nuestra participación en la
misma humanidad. Y, la limosna nos introduce como afirma el Papa Francisco en su mensaje de
cuaresma en la participación de la Iglesia del cielo en comunión con los santos que no le dieron la
espalda a los sufrimientos del mundo, sino que vencieron la indiferencia, la dureza de corazón y el
odio. También nosotros participamos de los méritos y de la alegría de los santos, así como ellos
participan de nuestra lucha y nuestro deseo de paz y reconciliación. Su alegría por la victoria de
Cristo resucitado es para nosotros motivo de fuerza para superar tantas formas de indiferencia y
de dureza de corazón. Y en este sentido la limosna no sólo es la atención material a los más
necesitados y la atención a los pobres, sino también la evangelización, es decir llevar el tesoro de
Cristo a tantos corazones empobrecidos.
Por último permitidme concluir con las palabras del Papa: “Por esto, queridos hermanos y
hermanas, deseo orar con ustedes a Cristo en esta Cuaresma: “Fac cor nostrum secundum Cor
tuum” (Haz nuestro corazón semejante al tuyo). De ese modo tendremos un corazón fuerte y
misericordioso, vigilante y generoso, que no se deje encerrar en sí mismo y no caiga en el vértigo
de la globalización de la indiferencia. Que así sea.
+ José Mazuelos Pérez
Obispo de Asidonia-Jerez
2