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Junio 11, 2016
Arzobispo Mensaje del Arzobispo Blase Cupich con motivo de la Convención 2016.
Queridos amigos
“Bienaventurados los misericordiosos porque alcanzarán misericordia” (Mt5,7)
es una de las bienaventuranzas que Jesús proclamó a sus oyentes en el conocido sermón
de la montaña. Esta era una invitación, que Jesús desde el profundo de su corazón, hacia a
sus seguidores y oyentes: ser misericordioso como el Padre es misericordioso.
Inspirado en este sermón, el Santo padre, Papá Francisco, en modo particular,
establece este año de la misericordia como un tiempo especial para experimentar la
misericordia de Dios a nivel personal, familiar eclesial, ministerial, pastoral, etc.,
invitándonos a creer que este "es el tiempo para que la Iglesia descubra el sentido de la
misión que el Señor le ha confiado el día de la Pascua: ser signo instrumento de la
misericordia del padre" (Homilía en las primeras vísperas del domingo de la Divina Misericordia, 11
de abril de 2015).
Como bien sabemos el lema de este jubileo extraordinario es: "Misericordiosos es
como el Padre" (Cfr Misericordiae Vultus, 13). Con lo cual el Santo Padre nos invita a
redescubrir lo concreto del amor de Dios que es fiel, es gratuito y que sabe amar. El amor
misericordioso del padre, es tan poderoso que sabe arrancar del profundo del corazón del
hijo equivocado y perdido el deseo de la conversión y el arrepentimiento, para volver a casa
y recibir el perdón.
El amor de Dios que es verdadero, real y concreto, produce perdón y el perdón nos
trae la alegría: "Era necesario hacer fiesta" dice el padre "porque este hijo estaba
muerto, se había perdido y ha vuelto a la vida" (Lc 15, 32).
En la exhortación apostólica: La Alegría del Evangelio, el Santo padre inicia con
una declaración profunda, que sin duda él mismo experimentó en su corazón y que hora
quiere motivarnos a que la experimentemos nosotros también: "La Alegría del Evangelio"
nuestro corazón y en la vida entera de los que se encuentran con Jesús. "Quienes se
dejan salvar por él son liberados del pecado de la tristeza del vacío interior del
aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría" (EG, 1)
Éste año santo, queridos amigos, es un tiempo especial de gracia para dejarse
encontrar por Jesús, dejarse tocar por su ternura, por su amor misericordioso, dejarse
abrazar, dejarse contemplar, dejarse querer, en definitiva, dejarse amar. Si permitimos que
él nos abrace, nos perdone, nos llene de su ternura y nos libere de todo mal, entonces
habrá una alegría inmensa, tan similar a la alegría que experimentó María después del
encuentro con el Arcángel Gabriel y por lo cual salió presurosa a llevar la noticia a su prima
Isabel, noticia que produjo un efecto profunda de alegría de trasformación y jubilo en quien
fuera privilegia de recibir a la portadora de tal noticia en su casa: “Feliz la que ha creído
que se cumplirán las cosas que le fueron dichas de parte del Señor” (Lc 1,45).
Creo firmemente, qué eventos como este de la Convención Católica, y otros
similares, son un espacio para escuchar a Jesús, para dejarse encontrar por El, para
invitarlo a pasar a casa y cenar con él y luego salir a contarlo a otros como lo hiciera
también el paralitico sanado quien saltaba de gozo por haber experimentado la compasión
y la ternura del Señor.
El año de la misericordia, está demarcado particularmente dentro el contexto del
'encuentro personal'. Un encuentro personal con Jesús, con el prójimo, el hermano, el
que sufre, el que necesita, el que quiere ser orientado, el que quiere ser perdonado, el que
quiere y busca una ayuda. Por eso el Santo padre ha propuesto que entre las obras
principales para experimentar este año de la misericordia sea la vivencia y la práctica de
las obras de misericordia material y espiritual, vividas en un modo real, y concreto donde la
sensibilidad de la ternura se expresa en una mirada, en el saludo, en el abrazo, en la visita
al enfermo, al encarcelado, dándose a plenitud, ahí donde encuentras la alegría de saber
que más alegría en dar que en recibir (cfr. Hch 20, 35)
Es igualmente importante, recordar que eventos particulares en este año de la
misericordia como leer- conocer el texto del documento del rostro de la misericordia,
meditar en la palabra del Padre misericordioso, pasar la Puerta Santa como signo de
conversión para volver a la casa de Dios y celebrar cada domingo el encuentro con Jesús
alimentándonos de su cuerpo de su sangre, etc., todos estos, son signos o pruebas
concretas de un corazón que ha encontrado la alegría de ser perdonados y trasformados
por la misericordia del corazón amoroso del hijo de Dios.
Vivir el año de la misericordia es también ayudar a cuidar de 'nuestra casa común',
de nuestra propia familia biológica y espiritual. Cuidar y amar la Iglesia, descubriendo y
cuidado de la carísimas que Dios, por su misericordia, derrama en ella para que sean para
provecho común según nos enseña el apóstol Pablo (Cfr, 1 Cor 12, 3 - 7, 12 – 13).
Queridos amigos, esta es nuestra misión como evangelizadores, como testigos,
como discúlpalos misioneros, como evangelizadores con espíritu y poder, como afirma
Pedro: “Y ustedes son las piedras vivas con las cuales Dios edifica su templo
espiritual” (2Pe 2,5), Por tanto, ninguno, se sienta excluido ni se excluya o se
desentienda de la misión de la iglesia, cada uno de nosotros es misión viva de Jesús
sobre la tierra. Afirma el Papa: “Yo soy una misión en esta tierra, y para eso
estoy en este mundo. Hay que reconocerse a sí mismo como marcado a fuego por
esa misión de iluminar, bendecir, vivificar, levantar, sanar, liberar” (EG, 273).
Acudamos también a la intercesión de la Madre de Dios y madre nuestra en
la advocación de Nuestra Señora de Guadalupe, Patrona de las Américas que nos
participe de su alegría, de su júbilo, de su capacidad de silencio, de oración y
obediencia al Padre para vivir hace indo según Su Palabra.
Les Felicito por arriesgarse, por aventurase y confiarse al Dios providente y
salir de sus parroquias y lugares de culto para ir afuera a las periferias, a los
lugares públicos para hacer escuchar, como Juan en el desierto, el poder de la
Palabra de Dios.
En mi oración de Pastor y Padre espiritual les tengo y mantendré siempre y
les pido oren mucho por sus pastores: El Papa, Obispos, (oren por mí), por mis/sus
sacerdotes y diáconos. Oren por al vocaciones sacerdotales y religiosas y
consagradas; oren por sus familias, por la unidad de las familias, por sus niños y
por los jóvenes que tanta ternura necesitan y no olvidemos nuestra oración por los
enfermos y por las más necesitados.
Gracias a todos los organizadores de este extraordinario evento de gracia, a
todos ustedes por su presencia, Gracias a todos.
Les dejo con mi bendición de Pastor,
En el nombre del Padre……