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Edoén y el dragón Cuentos para aprendedores- alberto.biz EDOÉN Y EL DRAGÓN La tarde tocaba a su fin. El cielo se iba apagando poco a poco y una ligera brisa anunciaba la llegada del ocaso. Edoén, sentado en lo alto de un pequeño montículo, observaba a las gentes de la aldea. Todo parecía igual que cualquier otro día. Edoén sabía que se acercaba el día decisivo. Tan sólo con pensarlo, su estómago se encogía como si quisiera esconderse en lo más profundo de su cuerpo. Llevaba años pensando en ese momento y ahora que se acercaba, todo su ser le empujaba a aplcazarlo. Pero Edoén sabía que el momento adecuado nunca se revela con anticipación. Mañana sería tan buen día como cualquier otro. Aquella tarde quiso dedicarla a recordar a su amigo Aldair, el pastor. Todavía recordaba como jugaba con él cuando Edoén era apenas un niño y como era capaz de dejar boquiabiertos a todos los niños de la aldea con sus leyendas y sus cuentos increíbles. Edoén también recordó el último día en que Aldair y él se encontraron. Aquel día Edoén corrió a advertir a su amigo de la llegada del dragón a la aldea. Tan pronto como le dio la noticia, vio algo extraño en los ojos de Aldair. Aldair miraba sin ver. Aldair hablaba de enfrentarse al dragón. Edoén quiso detenerle, pero Aldair no escuchaba. Edoén no era más que un niño. Edoén recordó que aquel día salió corriendo y, al llegar a casa, estuvo llorando hasta que no pudo más. No necesitó oír las noticias funestas que llegarían más tarde para saber que aquella sería la última vez que vería al pastor. Los años habían pasado y los mayores de la aldea todavía contaban a los niños la historia de Aldair para advertirles de lo que les ocurriría si se encontraban con el dragón. Hacía años que la aldea vivía atemorizada, tantos años que el miedo se volvió algo normal. Ocasionalmente, alguien de la aldea desaparecía. Cada vez se acercaban -1- Edoén y el dragón Cuentos para aprendedores- alberto.biz menos comerciantes a la aldea por temor. Nadie pensaba en enfrentarse al dragón y la aldea languidecía. Lo que pocos sabían es que Edoén, al día siguiente de ver a Aldair por última vez, decidió que algún día vengaría la muerte de su amigo. Nunca se lo había contado a nadie porque sabía que lo tomarían por loco. "Es igual" – pensó - "mañana lo descubrirán de todas formas". Con ese pensamiento, Edoén regresó a casa. Esa noche era importante descansar. Todavía no había salido el sol cuando Edoén salió a la calle. Hacía frío. Abrió la puerta del taller de su padre, el herrero, donde había estado trabajando desde que podía recordar. Durante esos años forjó su fuerza y su determinación. También forjó la espada que había escondido bajo uno de los tablones y que nadie más que él y la luna habían visto. Durante años, Edoén había practicado en la oscuridad y, aunque nunca había visto a un caballero y nadie le había enseñado el arte de la espada, algo le decía que se había entrenado bien. Edoén, se dirigió al montículo cercano. Allí tenía un pequeño escondite de donde extrajo un escudo de metal con agarraderas de madera de roble que debería protegerle del fuego del dragón. Después, se dispuso a recorrer las calles de la aldea pensando que quizá sería la última vez que lo hiciera. Mientras caminaba, le sorprendió una voz: "Edoén, hijo mío, ¿qué haces despierto a estas horas? ¿Qué significa esa espada? ¿Y ese escudo?". Era Egún, la abuela de Edoén y la misma mujer que había advertido a Aldair años atrás. Egún miró a los ojos de Edoén y entonces comprendió. "¿Vas a enfrentarte al dragón? Es eso ¿verdad?" dijo Egún mientras su semblante se teñía de tristeza. -2- Edoén y el dragón Cuentos para aprendedores- alberto.biz Edoén sintió una terrible vergüenza, bajó la vista al suelo y suspiró. Tras un instante de silencio, miró a su abuela a los ojos y contestó "Así es abuela. Sé que es una locura. Sé que posiblemente no regresaré. No soy un caballero. Pero me he preparado durante años para este momento. Sé que alguien tiene que acabar con el dragón. Pero todo el mundo tiene tanto miedo..." - Hijo mío- replicó Egún- hace años perdimos a un joven alegre y valiente por culpa del dragón. No creo que mi corazón fuese capaz de perderte a ti también. - Abuela, yo tampoco deseo perderos. Pero es por vosotros que me enfrento al dragón: por ti, por mis padres, por mis hermanos y por mis vecinos. Sé muy bien que puedo morir intentándolo pero también sé que no sabré vivir una vida de cobardía. Egún fijó sus pupilas en las de su nieto, miró al cielo y luego suspiró: - Edoén, tu determinación es fuerte. Pero te pido con mi alma que esperes unos días y reflexiones. - Abuela, - contestó Edoén- es el tiempo quien me ha traído hasta este día. Cada uno de los días que me he enfrendado a la dureza del yunque y al aliento del fuego, pensaba en la piel y el aliento del dragón. Es por eso que temo que si no recorro este camino hoy, nunca más tendré corazón para emprenderlo. Tras un instante que pareció eterno, Egún replicó: “Edoén, nadie sabe lo que te depara este día. Cuando te miro, todavía veo al niño de rizos dorados que corría a esconderse tras los árboles. Pero hoy veo también a un joven valiente. Has tomado una decisión así que la edad me aconseja que te ayude. Escucha bien: -3- Edoén y el dragón Cuentos para aprendedores- alberto.biz Ya sabes que el único punto débil de un dragón, es su corazón. Sin embargo, recuerda mis palabras. La clave de tu victoria no se encuentra en el corazón del dragón, sino en el tuyo. Ahora ve. Las despedidas son muy duras y la gente del pueblo pronto se despertará. Las decisiones difíciles quieren pocas justificaciones. Buena suerte en tu lucha, Edoén." Diciendo esto, Egún besó a Edoén en la frente y se marchó dejándolo sólo y confuso en medio de la calle. Edoén empezó a caminar, llegó a la última casa de la aldea y se detuvo. Ese fue el paso más difícil. Tras un momento de duda, se obligó a avanzar. Al cabo de unos minutos, se sorprendió al descubrir que había olvidado completamente el dragón. En su mente bullían miles de imágenes y pensamientos. Pero pronto oyó un aleteo y en su cabeza se hizo el silencio. - Bien, bien, bien - dijo el dragón, que se había posado a la espalda de Edoén. - ¿Qué tenemos aquí? ¿Un guerrero parece? Casi no me lo puedo creer. Ya empezaba a pensar en jubilarme de aburrimiento. Edoén se giró hasta quedar cara a cara con el dragón. Sentía una mezcla extraña de pánico y serenidad. Miró a los ojos del dragón y pudo ver su reflejo en ellos. - Vaya, vaya. Un guerrero pequeñito y silencioso. Mejor así. Por lo que sé, los guerreros siempre dicen lo mismo. Y total para nada, porque todos acaban bien asaditos a la brasa y sirviéndome de cena. Así que ¿estás listo? Edoén casi sin darse cuenta, clavó sus pies en el suelo y, sin dejar de mirar fijamente a los ojos del dragón asintió lentamente. -4- Edoén y el dragón Cuentos para aprendedores- alberto.biz - Uy, un guerrero valiente y parco en palabras. Esto promete ser divertido. Entonces, basta de cháchara y a jugar. Prácticamente no había acabado de pronunciar estas palabras cuando el dragón lanzó una llamarada enorme. Edoén apenas tuvo tiempo de protegerse tras su escudo. Sin dar tiempo a Edoén a reaccionar, el dragón se lanzó hacia adelante y de un zarpazo le arrebató el escudo. Edoén saltó instintivamente rodando por el suelo hacia su izquierda justo a tiempo para evitar una nueva llamarada. Tenía que pensar rápido. Antes de que el dragón cargase de nuevo, Edoén corrió para protegerse tras unas rocas. Justo a tiempo porque vio pasar de nuevo las llamas por encima de su cabeza. Edoén esperaba un nuevo ataque pero no sucedió nada. Miró entre una pequeña brecha entre las rocas. El dragón se había quedado quieto y miraba altivamente hacia su posición. En ese momento, Edoén habría jurado que el dragón esbozaba una sonrisa. - ¡Eh guerrero! - gritó - el dragón. Eres rápido pero no podrás correr todo el día. Puedes intentar esconderte todo lo que quieras pero no hay escondite que detenga a un dragón. Inmediatamente, el dragón empezó a batir sus alas y se elevó. Edoén desconcertado, lo perdió de vista un segundo. Cuando lo vio de nuevo, el dragón se abalanzaba sobre él desde el cielo. En un acto reflejo, Edoén se encogió y se cubrió con su espada. Inmediatamente notó un dolor agudo. Mientras el dragón se elevaba de nuevo, Edoén vio que su hombro derecho sangraba abundantemente. Intentando superar el dolor, Edoén apenas consiguió esquivar los siguientes dos ataques. Se sentía cansado y dolorido y no veía forma de atacar al dragón. Antes de atacar otra vez, el dragón se detuvo suspendido en el aire y Edoén tuvo la incómoda sensación de que el dragón jugaba con él. -5- Edoén y el dragón Cuentos para aprendedores- alberto.biz La herida dolía cada vez más y Edoén empezó a notar el latido de su corazón en su hombro. Entonces recordó la frase de su abuela: “la clave de tu victoria no se encuentra en el corazón del dragón, sino en el tuyo”. Con este pensamiento, el latido de su corazón se hizo más claro y el compás empezó a invadirlo todo. De repente, Edoén descubrió que el ritmo de sus latidos coincidía extrañamente con el aleteo del dragón. Justo en ese momento, todo pareció volverse más lento. Cada segundo se estiraba hasta el infinito y los pensamientos de Edoén cobraron una gran claridad. En ese instante, Edoén lo vio. Vio como las rocas describían un camino hacia el cielo y supo qué tenía que hacer. Sus piernas empezaron a correr hasta el punto más alto y saltó poniendo su vida detrás del esfuerzo, justo cuando el dragón había iniciado el descenso para un nuevo ataque. El dragón, sorprendido por la acción de Edoén, no pudo reaccionar. Cuando los cuerpos chocaron en el aire, la espada de Edoén se hundió completamente en el corazón del dragón. Edoén habría jurado en ese momento que podía oír el corazón del dragón y que latía al mismo compás que el suyo. Edoén y el dragón se desplomaron cayendo sobre las rocas y dejando un rastro de sangre hasta llegar al suelo. Edoén estaba exhausto. Sin poder moverse e intentando recuperar el aliento, miraba el cielo que resplandecía de azul sobre su cabeza. A su lado, escuchaba la respiración pesada del dragón, debatiéndose en su agonía. Sabía que estaba muy cerca y que podía lanzar un último ataque desesperado. Pero a Edoén ya no le quedaban más fuerzas. “Guerrero” escuchó Edoén sorprendido. “Mi vida y mi aliento se escapan así que escúchame atentamente porque debo...” - La voz del dragón se quebró en una tos dolorosa. - “Guerrero, debo darte las gracias”. -6- Edoén y el dragón Cuentos para aprendedores- alberto.biz “Sé que mis palabras te sorprenderán. Todos los dragones somos víctimas de una maldición. Debemos convertirnos en amenazas y peligros, asediar a los hombres. Nuestro único camino a la redención es encontrar a un guerrero valeroso que sea capaz de entregar su vida y su corazón. Ese guerrero eres tú.” “Mi tiempo toca a su fin. Permite que recompense tu valentía con un consejo. Cuando muera, arráncame un colmillo y cuélgalo en tu pecho, cerca de tu corazón. Así, recordará que es un corazón valiente y traerá por siempre prosperidad a todos los que se acerquen a él.” Esas fueron las últimas palabras del dragón y con ellas el cielo se cubrió de silencio. Edoén necesitó mucho tiempo para reunir fuerzas para levantarse. Cuando lo hizo, siguió el consejo del dragón. Tomó uno de sus colmillos, lo ató a un cordel y se lo colgó al cuello. Después reemprendió el camino de regreso a la aldea. Cuando las casas de la aldea empezaron a dibujarse en el horizonte, el sol se posaba sobre los hombros de Edoén. Él no sabía cuanto tiempo había caminado. Tampoco era capaz de pensar claramente. Tan sólo podía escuchir el crujir de la tierra bajo sus pies con cada uno de sus pasos. El grito de un niño lo sacó de su ensoñación. “¡Edoén ha vuelto! ¡Edoén ha regresado!”. Edoén levantó la cabeza y vio la sombra de un niño que corría alejándose de él en dirección al pueblo. Sin saber cómo, Edoén se encontró aturdido en medio de una multitud. Alguien gritó. “¡Mirad! Edoén lleva colgado sobre su pecho el colmillo del dragón. ¡Edoén ha matado al dragón!”. Un rumor de júbilo se elevó lentamente, como una ola en el mar, a medida que la noticia recorría la multitud, convirtiéndose en gritos, en clamor y, finalmente en un estallido de júbilo. Todos querían felicitar al héroe y Edoén caminaba sin sentido recibiendo los abrazos y -7- Edoén y el dragón Cuentos para aprendedores- alberto.biz felicitaciones de sus vecinos. Entonces, levantó la cabeza y vio a su padres, a sus hermanos y, a su abuela Egún. Una gran sonrisa se dibujó en el rostro de Edoén que corrió a abrazar a su familia. Parecía una eternidad desde que los había visto por última vez. Se dio cuenta entonces de que algo dentro suyo, algo profundo, había cambiado. Edoén supo entonces exactamente lo que debía hacer. Con paso firme, se dirigió hacía el montículo donde su amigo Aldair, el pastor que se enfrentó al dragón, había fascinado a los niños con sus historias. Se detuvo en el punto más alto y al girarse pudo ver a todos sus vecinos que le habían seguido expectantes. Se hizo el silencio, apenas turbado por una leve ráfaga de aire que agitó las hojas de los árboles cercanos. “Amigos, hoy es el día más feliz y el día más triste de mi vida. Hemos acabado con el dragón y somos libres.” Los habitantes de Ingarth le miraban desconcertados. “Amigos, ahora me me alabáis a mí como antes os burlastéis de Aldair. Sin embargo, yo os digo que de él extraje el coraje. Él me dio fuerzas y me mostró el camino hacia el dragón. Si ahora os traigo esta victoria, es porque él dio su vida por nosotros. Por eso, os pido que celebremos la muerte del dragón y que honremos la memoria de Aldair.” El nombre de Aldair resonó por encima de las cabezas de los habitantes de Ingarth. Aquellos que se habían burlado de Aldair ahora inclinaban sus cabezas. Fue Egún, la abuela de Edoén, quien quebró el silencio. “Edoén, todos te agradecemos tu valentía. Hoy es un día feliz. Ingarth es de nuevo un pueblo libre, así que celebrémoslo. ¡Viva Edoén!”. -8- Edoén y el dragón Cuentos para aprendedores- alberto.biz El grito de Egún fue pronto correspondido y un clamor se extendió en el montículo. El silencio dio paso a la alegría. Los habitantes de la aldea corrieron a buscar las mejores viandas y el vino más sabroso empezó a flluir de copa en copa. Ingarth celebró su libertad durante tres días y tres noches. Pronto, las noticias se extendieron por toda la comarca. Todos querían conocer al valiente héroe que había vencido al dragón. Con la gente, llegaron también los e Ingarth se convirtió en una ciudad próspera que encontró en Edoén un alcalde sabio y justo. Y así transcurrieron muchos años felices para Ingarth. Sus habitantes honraron para siempre a Edoén como un héroe. Y Edoén, en toda su vida, nunca olvidó a su amigo Aldair. -9-