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Cuando Dios habla
– debemos escuchar
Transcripción de una conferencia del Padre Paul Kramer,
B.Ph, S.T.B., M. Div., S.T.L. (Cand.)
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Cuantas veces en su vida se le ha aproximado un supuesto misionero y él o ella quiso
explicarle, “lo que usted debe creer para ser salvo.” A mi me ocurrió eso una vez y le dije, “bien,
dígame”. La joven me dijo, “usted debe creer que Jesucristo es su Salvador personal, y entonces
usted será salvo”.
Mi respuesta a eso fue, “¿donde dice eso en la Biblia?”. No recibí respuesta. Si nosotros
examinamos la Sagrada Escritura muy cuidadosamente, antes que nada debemos tener Fe.
Nosotros estamos hablando aquí sobre la virtud, la virtud teológica de la Fe.
Ante todo, debemos creer todo lo que Dios ha revelado, todo eso está contenido en la
Sagrada Escritura y en la sagrada tradición, y lo que ha sido expuesto por el Magisterio de la
Iglesia, por el oficio magisterial infalible de la Iglesia, y expresado definitivamente como
revelado por Dios. Esas son las verdades de la Fe y de las virtudes. Eso es, ante todo, lo que
nosotros debemos creer.
Sin Fe es imposible agradar a Dios, como dice San Pablo, “si rechazamos siquiera tanto
como un solo artículo de la Fe, no podemos ser salvos.” Como dice la Profesión de Fe,
“quienquiera ser salvo debe aferrarse a la Fe Católica íntegra e inviolada.”
Pero, ¿eso es todo? ¿Debemos creer solo eso y nada más? ¿Nos es permitido decir “yo no
acepto revelaciones privadas”?
Escuché eso muchas veces. La gente diría, “creo lo que está definido en la Iglesia, creo lo
que está explicado en el catecismo, pero por favor, no me confunda con revelaciones privadas.
Nosotros no debemos creerlas para salvarnos. La Iglesia nos enseña lo que debemos creer, y lo
que debemos creer es el Depósito de la Fe, lo que ha sido definido por la enseñanza magisterial
infalible de la Iglesia”.
Esa es una media verdad muy engañosa porque hay una distinción que debe hacerse. Lo
que nosotros creemos por Fe Divina, la virtud teológica de la Fe, son las verdades divinas – que
Dios ha revelado.
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http://www.fatima.org/span/crusader/cr78/cr78pg17.pdf
El Papa Inocencio III escuchó
Sin embargo, cuando el Papa Inocencio III fue visitado por San Francisco, en su primera
impresión, él no pensó muy favorablemente del joven de Asis. Pero luego, cuando él tuvo un
sueño y vió que la Iglesia se estaba cayendo y el joven de Asis la estaba sosteniendo, supo que
esa había sido una revelación de Dios.
¿Que hubiera ocurrido si el Papa Inocencio III hubiera dicho que esa era una revelación
privada, y la hubiera rechazado por no haber estado enunciada en el Depósito de la Fe?
Es una cuestión de sentido común, más que de mero sentido común, porque todo aquel
que es bendecido con el uso de la razón, comprende el primer principio básico de la moralidad,
cual es hacer hacer el bien y evitar el mal. Y el corolario de eso es que debemos aferrarnos a lo
que es verdadero, no solo a lo que Dios ha revelado en el Depósito de la Fe, sino que debemos
aferrarnos a lo que es verdadero.
Por lo tanto, si Dios ha hablado, aún si no es parte del Depósito de la Fe, tenemos la
obligación de creerlo.
El Papa Inocencio III comprendió que tenía la obligación de creer. Que le estaba siendo
dada una gracia especial, la ilustración de Dios para comprender que era la voluntad de Dios que
autorizara la Orden Franciscana. La historia de la Iglesia atestigua el hecho que su decisión de
autorizar al joven de Asis a establecer esa orden fue esencial para la supervicencia de la Iglesia
en aquel tiempo.
La idea de que somos libres de rechazar una revelación privada está basada en una media
verdad. Es un engaño. Lo que nosotros creemos por la virtud teológica de la Fe es lo que Dios ha
enunciado y propuesto por el Magisterio de la Iglesia. Esas son las verdades esenciales que
nosotros debemos creer para ser salvos.
Todo lo que ha sido enunciado por el Magisterio de la Iglesia Católica como revelado por
Dios, las verdades de la Fe, las verdades de las costumbres, a las que debemos adherir
absolutamente en orden a ser salvos.
Pero más allá de eso, está la obligación moral, no la obligación de la Fe Divina, sino la
obligación de adherir a lo que es verdadero.
Esa no debería ser una cuestión difícil de contestar, pero a algunos los pone muy
perplejos. San Alfonso María de Ligorio, el más grande maestro de Teología Moral, Doctor de la
Iglesia, específicamente en Teología Moral, explica que si uno recibe una revelación profética de
Dios, está vinculado y obligado moralmente a creer y a obedecer lo que Dios ha revelado.
San Patricio escuchó
Nosotros vemos eso en la vida de los santos. Uno de los ejemplos más ilustrativos es el
de San Patricio. Pelodio fue enviado por el Papa para evangelizar Irlanda. El fue expulsado. Pero
San Patricio fue llamado, no por el Papa sino por Jesucristo personalmene, y contra la voluntad
de muchos de la jerarquía. El siguió el llamado de Jesucristo, quien, El mismo, le habló y le
ordenó ir a Irlanda.
Y así, sin la autorización de Roma, pero con la orden personal de Jesucristo, San Patricio
fue a Irlanda e hizo lo imposible – una nación hostil, pagana, recibió el Evangelio. Y él fue de
pueblo en pueblo, consagró 350 obispos y ordenó 3.000 sacerdotes.
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http://www.fatima.org/span/crusader/cr78/cr78pg17.pdf
En un período de 30 años, la Irlanda pagana se convirtió en la Irlanda católica y eso fue
porque un hombre creyó y comprendió que estaba obligado por Jesucristo mismo a obedecer la
palabra que había recibido en una supuesta revelación privada.
San Alfonso María de Ligorio sostiene ese principio. Si Dios habló, usted debe creer.
Nuestra Señora de Fátima habló a los tres niños, y la objeción modernista que nosotros
escuchamos a menudo es “Nuestra Señora solo habló a ellos tres, así, ellos son los únicos que
necesitan creer”.
Hay un problema enorme que ellos pasaron por alto. Cuando Nuestra Señora reveló las
tres partes del todo del Secreto de Fátima el 13 de julio de 1917, la mayor de los videntes, Lucía,
no estaba formada en teología, pero ella comprendió por sentido básico común, que es la
comprensión de los principios primeros del conocimiento y los primeros principios de la moral.
Un milagro para que nosotros pudieramos creer
Lucía comprendió que tal vez la gente pudiera no estar inclinada a creer que la Madre de
Dios le había revelado cuestiones de tanta importancia. Ella pidió un milagro para que la gente
pudiera creer. Esa frase que nosotros tenemos que recordar – para que ellos crean.
Nuestra Señora de Fátima le dijo que obraría un gran milagro el 13 de octubre para que
todos pudieran creer. Si Dios obra un milagro para convencer a la gente que el Cielo habló – tal
como San Alfonso María de Ligorio explica que una vez que usted comprendió que el Cielo
habló, usted ha recibido una revelación Celestial divina – una vez que usted comprende que fue
cierto que Dios habló, usted tiene la obligación de creer. No con Fe divina, esa no es una
cuestión de dogma, sino hay una obligación moral de creer que Dios habló.
Qué hubiera ocurrido con San Patricio si él hubiera dicho simplemente, “no veo en la
Escritura o en la tradición que yo personalmente tenga la obligación de obedecer la voz que
escuché”?
Pero fue Nuestro Divino Salvador, Jesucristo, quien le habló. ¿Somos libres de rechazarlo
cuando El habla directamente o cuando obra milagros, porque no se trata de algo que fuera
revelado antes de la muerte del último apóstol?
Aquí nosotros hacemos una distinción. ¿Que debo creer como cuestión de Fe en virtud de
la Fe? Y también, ¿Que debo creer hablando en general? El principio universal de la ley
ordenada es que nosotros debemos adherir a lo que es cierto:
Dios es el autor de la Fe. Para aplicar los mismos principios revelados que se encuentran
en el Depósito de la Fe, en todos los Artículos de la Fe, nosotros debemos ponerlos en práctica.
Nosotros estamos a menudo en necesidad de ayuda divina para cumplir, en casos particulares, los
dictados de la ley divina que nos son revelados en general, y necesitan ser aplicados en
particular, para que el gobierno de Dios sobre el mundo sea llevado a cabo a través de Sus
instrumentos humanos designados.
Y esa es la razón por la cual hay profecías. Si no hay obligación de creer en las profecías,
si no hay obligación de creer en ninguna revelación Celestial que tenga lugar después de la
muerte del último apóstol, si no hay ninguna necesidad, entonces Dios no nos las estaría dando.
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Dios no habla innecesariamente. Si Dios habla, El habla por alguna razón. El es
Todopoderoso, El es Omnisapiente. Cuando El habla, nosotros, meras criaturas, tenemos la
obligación de escuchar y obedecer.
Ese es el principio moral. Nosotros debemos, como el Profeta Samuel, decir: “habla,
Señor, Tu siervo escucha”.
La obligación de obedecer el Mensaje de Fátima es la obligación moral que el Cielo ha
expresado. Dios envió a Su Santísima Madre con un Mensaje – la supervivencia de la raza
humana y la salvación de multitud de almas – para que los pecadores puedan ser convertidos y
las almas salvadas.
El Mensaje fue dado para la salvación de las almas
Si nosotros consideramos solo eso – la salvación de las almas está en juego, comprada al
precio de la Sangre de Jesús, las almas que El ama con Su infinito amor.
Para alcanzar la salvación de las almas, Dios quiere establecer en el mundo la devoción al
Inmaculado Corazón de María. Es a través del Mensaje de Fátima, es a través de la devoción de
los Cinco Primeros Sábados, es a través del acto de Consagración al Inmaculado Corazón de
María, que Rusia será salvada, el mundo será salvado, un número incalculable de almas será
salvado – por el cumplimiento de lo que Dios ha ordenado.
El Milagro del Sol fue obrado, como dijo Nuestra Señora, para que nosotros podamos
creer.
Si Dios obra el milagro para que todos nosotros podamos creer, nosotros estamos
obligados a creer. Estando obligados a creer, estamos obligados a obedecer y a ponerlo en
prácticia y a no desistir de perseverar hasta que lo que Dios ha ordenado a través de Su Santísima
Madre sea cumplido.
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