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EL AÑO DE LA FE CON FRANCISCO
Agostino Molteni
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LA CATOLICIDAD DE LA FE
El 9 de octubre el Papa ha hablado de la catolicidad de la Iglesia y de la fe: “La Iglesia es
católica porque es la «Casa de la armonía» donde unidad y diversidad saben conjugarse juntas
para ser riqueza. Pensemos en la imagen de la sinfonía, que quiere decir acorde, y armonía,
diversos instrumentos suenan juntos; cada uno mantiene su timbre inconfundible y sus
características de sonido armonizan sobre algo en común. Además está quien guía, el director,
y en la sinfonía que se interpreta todos tocan juntos en «armonía», pero no se suprime el
timbre de cada instrumento; la peculiaridad de cada uno, más todavía, se valoriza al máximo.
Es una bella imagen que nos dice que la Iglesia es como una gran orquesta en la que existe
variedad. No somos todos iguales ni debemos ser todos iguales. Todos somos distintos,
diferentes, cada uno con las propias cualidades. Y esto es lo bello de la Iglesia: cada uno trae lo
suyo, lo que Dios le ha dado, para enriquecer a los demás. Y entre los componentes existe esta
diversidad, pero es una diversidad que no entra en conflicto, no se contrapone; es una variedad
que se deja fundir en armonía por el Espíritu Santo; es Él el verdadero «Maestro», Él mismo es
armonía”.
Esto significa que la catolicidad de la iglesia está lejos de cualquier clericalismo que con su
autorité de commandament (Péguy: “autoridad de imposición-comando”) pretende imponer a todas
las historia de gracias presentes en ella, una uniformidad, estratégicamente establecida en oficinas
pastorales. Péguy definía perfectamente este clericalismo que atenta a la catolicidad de la
Iglesia: “Se mueven como elefantes en los jardines de la gracia”.
Que la Iglesia (y la fe) sea católica, significa, por un lado, que el encuentro con Cristo es fácil
para todos (¡es encuentro!), pequeños o adultos, ricos o pobres, eruditos o analfabetos, cada uno
con su historia de gracia que no puede ser organizada, uniformada.
Por otro lado, afirma que el encuentro con Cristo es adecuado-conveniente-correspondiente para todo
hombre, es decir, que es fácil dar un juicio de con-veniencia acerca de Cristo y de sus frutos,
pues el encuentro con Él es conveniente-adecuado al “principio de placer” y de con-veniencia
de cada individuo, es decir, del hombre que tiene como ley de movimiento del cuerpo el
“principio de placer-satisfacción”. El encuentro con Cristo es así adecuado (la adaequatio de que
habla santo Tomás de Aquino) a todos los hombres, de todos los tiempos. Sertillanges escribe:
“Que la Iglesia sea católica significa que es adecuada a todos los hombres, hecha para todos los
hombres. (...) La Iglesia es toda para todos”.
En este sentido, “catolicidad” no significa uniformidad monótona. Es significativo que la
catolicidad de la Iglesia haya sido comparada por los Padres a la túnica multicolor (Gn 37,3) del
patriarca José, al manto maravillosamente adornado de la esposa de Salomón, circumdata varietate
(Sal 44,9). (Cf. Lumen Gentium, 13).