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1
Mons. José Manuel Garita Herrera
Obispo de Ciudad Quesada
E-mail: [email protected]
CUARESMA: CAMINO DE MISERICORDIA
HACIA LA ALEGRIA PASCUAL.
Mensaje dirigido a los sacerdotes y fieles de la Diócesis de Ciudad Quesada, con
motivo de la Cuaresma 2016, en el Año de la Misericordia.
"Hombre, sé para ti mismo la medida de la misericordia; de este modo, alcanzarás
misericordia del modo que quieras, en la medida que quieras, con la presteza que quieras;
tan solo es necesario que en tu te compadezcas de los demás con la misma presteza y del
mismo modo".
(San Pedro Crisólogo, Sermón 43)
1. - La experiencia de la alegría pascual es la meta del camino que la Iglesia nos regala con el
santo tiempo de la Cuaresma. El cristiano debe estar siempre alegre: "Tengan siempre la
alegría del Señor; se lo repito, estén alegres." (Filp. 4,4), y esta alegría desbortante no es
sino fruto del misterio central de la fe, que es la Resurrección del Señor, tal y como lo apunta
el apóstol San Pablo: "si Cristo no ha resucitado, es vana nuestra proclamación, es vana
nuestra fe ."(1 Cor. 15, 14). La alegría es don pascual y fruto vivo de la misericordia de Dios.
2. - Pero debemos ser concientes de que, hoy en día, al dar una mirada a nuestra vida
personal, familiar, social,.. eclesial, nos encontramos con muchos rostros de tristeza,
semblantes deprimidos, agobiados, sin sentido claro de sus vidas, sin motivaciones para
continuar y hasta sin esperanza alguna. Por ello, estamos llamados a abrirnos a la
misericordia de Dios para dar misericordia a los demás. El lema del Año Santo, inspirado en
el evangelio, nos pone como gran reto ser misericordiosos como el Padre (Le. 6,36).
3. - Como lo mencioné en el número 5 del Mensaje de Navidad 2015, hay muchas situaciones
que propician estos rostros de tristeza existencial como lo son la violencia -tanto ¡ntrafamiliar
como social-, la inseguridad, la desigualdad, el desempleo, la corrupción, el creciente
narcotráfico y el egoísmo que nos vuelve indiferentes. Por ello, como discípulos-misioneros
de Jesucristo, es decir, como personas que vivimos de la fe, la esperanza y el amor, el ser
misericordiosos es una exigencia para evitar lo que nos dice el Papa "no caigamos en la
indiferencia que humilla, en la habitualidad que anestesia el ánimo e impide descubrir la
novedad, en el cinismo que destruye. Abramos nuestros ojos para mirar las miserias del
mundo (...) Que nuestras manos estrechen sus manos, y acerquémoslos a nosotros para
que sientan el calor de nuestra presencia, de nuestra amistad y de la fraternidad". (Bula El
Rostro de la Misericordia, n. 15).
4. - Por eso, queridos sacerdotes y fieles que peregrinan en esta Iglesia Particular de Ciudad
Quesada, es mi deseo como su Pastor que esta Cuaresma 2016, en el contexto del Año
Jubilar de la Misericordia, sea un tiempo propicio para hacer una revisión de vida, personal,
familiar, comunitaria, social y eclesial, de tal manera que podamos llegar a la noche de la
“Mi gracia te basta, porque mi fuerza se muestra perfecta en la debilidad” (2 Cor 12,9)
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Pascua con la alegría de haber experimentado que la gracia del Padre Misericordioso sigue
actuando y transformando nuestras debilidades y pecados en fortaleza, frutos de amor y
bien. La misericordia transforma y cambia nuestras vidas, nos permite hacer experiencia
profunda de la pascua que colma de gozo y alegría nuestra existencia.
5. - En esta dinámica de revisión de vida, a nivel personal hemos de pedir a Dios nos conceda
la humildad necesaria para reconocer aquellas situaciones y realidades de nuestra vida en
las que no vivimos con fidelidad el seguimiento de Jesucristo. Convertir y renovar aquellas
actitudes con las que no hemos transparentado el rostro misericordioso de nuestro Padre
celestial, quizá siendo duros y jueces de los demás, tal vez siendo indiferentes con
exigencias evidentes que claman misericordia. A nivel comunitario, hemos de pensar cómo
ha estado nuestro compromiso con la Iglesia y el cumplimiento de nuestras exigencias en el
ámbito social en el que nos desenvolvemos. Para renovar y convertir nuestra vida personal,
eclesial y temporal, busquemos siempre, pero sobre todo en este tiempo de gracia y
misericordia, el sacramento de la Reconciliación por el cual "obtenemos de la misericordia de
Dios el perdón de los pecados cometidos contra Él y, al mismo tiempo, se reconcilian con la
Iglesia". (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1422). Esto es abrirse a la misercordia que
todos necesitamos.
6. - Exhorto a mis queridos presbíteros para que, en primer lugar, experimenten ellos la
dulzura del perdón y de la misericordia en este sacramento, pues antes de ser ministros de la
misericordia, son sujeto y objeto, a la vez, de la misericordia de Dios. Sólo así estarán
capacitados y bien dispuestos para ser y actuar como instrumentos fieles de la misericordia
divina para quienes busquen reconciliarse. De este modo, se harán realidad las palabras del
Papa Francisco: "Nunca me cansaré de insistir en que los confesores sean un verdadero
signo de la misericordia del Padre. Ser confesores no se improvisa. Se llega a serlo cuando,
ante todo, nos hacemos nosotros penitentes en busca de perdón (...) Cada uno de nosotros
ha recibido el don del Espíritu Santo para el perdón de los pecados, de esto somos
responsables. Ninguno de nosotros es dueño del Sacramento (...) Cada confesor deberá
acoger a los fieles como el padre en la parábola del hijo pródigo: un padre que corre al
encuentro del hijo no obstante hubiese dilapidado sus bienes. Los confesores están llamados
a abrazar ese hijo arrepentido que vuelve a casa y a manifestar la alegría por haberlo
encontrado (...) En fin, los confesores están llamados a ser siempre, en todas partes, en
cada situación y a pesar de todo, el signo del primado de la misericordia". (Bula El Rostro de
la Misericordia, n. 17).
“Mi gracia te basta, porque mi fuerza se muestra perfecta en la debilidad (2 Cor 12,9)
”
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7. Dios, rico en misericordia, nos permita, en esta Santa Cuaresma, hacer un esfuerzo por
perdonar y recomponer nuestras relaciones con los hermanos con quienes compartimos en
los distintos ámbitos, sobre todo si hay algún resentimiento, rencor, conflicto o problema no
superados. Sin embargo, esta experiencia debe darse, sobre todo, en la vida de la familia,
que como nos lo indica el Catecismo de la Iglesia, en el numeral 2205: "es una comunión de
personas, reflejo e imagen de la comunión del Padre y del Hijo en el Espíritu Santo”. La
misericordia es necesaria en todos los ambientes y realidades de la vida, pero debe empezar
a practicarse en la familia, núcleo fundamental de la sociedad y de la Iglesia. Una familia en
la que se viva la misericordia es luz e inspiración para las demás personas y ambientes. Esto
es dar y practicar misericordia. Estamos llamados a perdonar siempre (cfr. Mt. 18,22), porque
el Dios misericordia siempre nos perdona y, justamente, su omnipotencia se manifiesta de
manera admirable con la misericordia y el perdón (Bula El Rostro de la Misericordia, n. 6).
8.- El Dios que nos colma de su misericordia infinita y gratuita nos pide constantemente ser
misericordiosos para alcanzar misericordia (cfr. Le. 6,36-38). Para ello, que nos ayuden, en
este tiempo de gracia y reconciliación, las tres prácticas cuaresmales por excelencia y que
hemos de vivir con mayor intensidad en este Año Jubilar como lo son la oración, el ayuno y la
caridad. Que nos inspiren las siguientes palabras de San Pedro Crisólogo: "Tres cosas hay,
hermanos, por las que se mantiene la fe, se conserva firme la devoción y persevera la virtud.
Estas tres cosas son la oración, el ayuno y la misericordia. Lo que pide la oración lo alcanza
el ayuno y lo recibe la misericordia. Oración, misericordia y ayuno: tres cosas que son una
sola, que se vivifican una a otra. El ayuno es el alma de la oración, la misericordia es lo que
da la vida al ayuno. Nadie intente separar estas cosas, pues son inseparables (...) Por tanto,
el que ora que ayune también, el que ayuna que practique asimismo la misericordia. Quien
desea ser escuchado en sus oraciones que escuche él también a quien le pide, pues el que
no cierra sus oídos a las peticiones del que suplica abre los de Dios a sus propias
peticiones." (Sermón 43).
9.- Para dar y practicar misericordia, el Santo Padre Francisco ha centrado nuestra atención
en las obras de misericordia, las cuales deben ser siempre expresión viva de la fe del
cristiano, pero que cobran más actualidad y exigencia en esta Cuaresma del Año Jubilar. Al
respecto, nos dice el Papa: "Redescubramos las obras de misericordia corporales: dar de
comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, acoger al forastero, asistir
los enfermos, visitar a los presos, enterrar a los muertos. Y no olvidemos las obras de
misericordia espirituales: dar consejo al que lo necesita, enseñar al que no sabe, corregir al
que yerra, consolar al triste, perdonar las ofensas, soportar con paciencia las personas
molestas, rogara Dios por los vivos y por los difuntos". (Bula El Rostro de la Misericordia, n.
15).
10.- Tan importantes y necesarias son las obras de misericordia, que también el Santo Padre
enfatiza este tema en su Mensaje para esta Cuaresma del Año Jubilar, el cual ha titulado
“Quiero Misericordia y no sacrificio”, para darnos a entender que hay que concretizar. En
verdad, nos abrimos al amor de Dios para clamar misericordia y perdón porque lo
necesitamos, dada nuestra condición débil y precaria. Pero, la misericordia que recibimos
gratuitamente y sin mérito alguno, hay que compartirla y hacerla vida con los demás. Aquí
entra la práctica y la vivencia de las obras de misericordia como expresión de una oración
sincera, de una conversión auténtica y de una fe que se traduce en obras. En este sentido, el
Papa, en su Mensaje para la Cuaresma 2016, nos dice: “La misericordia de Dios transforma
“Mi gracia te basta, porque mi fuerza se muestra perfecta en la debilidad” (2 Cor 12,9)
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el corazón del hombre haciéndole experimentar un amor fiel, y lo hace a su vez capaz de
misericordia (...) Las obras de misericordia nos recuerdan que nuestra fe se traduce en
gestos concretos y cotidianos, destinados a ayudar a nuestro prójimo en el cuerpo y en el
espíritu, y sobre los cuales seremos juzgados” (cfr. n. 3). Estas palabras del Papa nos
recuerdan al apóstol Santiago, en el sentido de que la fe la debemos demostrar en obras, al
punto de que no hay fe sin obras (cfr. 2-17-26), y también nos evocan el capítulo 25 de
Mateo que nos enseña que cada vez que hicimos cosas buenas con el prójimo, con el Señor
las hicimos. Y cada vez que no las hicimos con el hermano, tampoco con el Señor las
hicimos.
11.- Por tanto, hermanos y hermanas, entremos y recorramos el camino de la Cuaresma con
alegría y esperanza, con confianza en la infinita misericordia de Dios, para que renovados
por el misterio pascual, que es nuestra meta cuaresmal, podamos ser más misericordiosos
como el Padre del cielo, más compasivos y humildes como Jesús. Que Santa María de
Guadalupe, Madre de Misericordia, nos acompañe en este itinerario y peregrinación
cuaresmal hacia la alegría de la Resurrección. Ella misma experimentó esta alegría inmensa,
junto a los apóstoles, cuando sus ojos contemplaron a su Hijo, el Rostro de la Misericordia,
Resucitado y glorioso de entre los muertos, el cual nos ha dado vida nueva por su gran
misericordia.
Con mi especial plegaria y los mejores deseos de una santa y fructuosa Cuaresma, les
saluda y bendice cordialmente,
MONS. JOSÉ MANUEL GARITA HERRERA.
Obispo de Ciudad Quesada.
3 de febrero del 2016,
en el Jubileo y Año Santo Extraordinario de la Misericordia
“Mi gracia te basta, porque mi fuerza se muestra perfecta en la debilidad” (2 Cor 12,9)
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