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DIÁLOGO DE FE - SÁBADO, 8 DE AGOSTO DE 2009
Comentarios del Señor Cardenal Juan Luis Cipriani Thorne
Hoy es un día de fiesta grande para la Orden Dominica y para toda la Iglesia,
porque Santo Domingo de Guzmán fundó esta Orden que, en la historia del Perú, tuvo
presencia, desde el primer día de la conquista, por todo el país, con obras de catequesis
maravillosas en la selva, sierra y costa. Realmente ha sido un aporte en la historia de la
Iglesia, sobre todo en esa doctrina extraordinaria, de aquel famoso teólogo Santo Tomás
de Aquino, quien hizo el sistema teológico más completo. Por eso, y por muchos
detalles de cariño, mi felicitación y cercanía con todos los dominicos, para que sigan
siendo fieles a ese carisma que Santo Domingo quiso darles; fue un gran predicador, un
gran amante de la Iglesia, con una formación teológica muy seria.
También quisiera decir que el día de ayer ha cumplido 21 años –pero de obispo,
porque ya es un poco mayor- el Arzobispo de Trujillo, Mons. Miguel Cabrejos,
Presidente de la CEP. Desde aquí mi saludo por sus 21 años. Ya es mayor de edad en el
obispado. Yo los cumplí un mes antes. Nos ordenamos casi al mismo tiempo. También
mi oración, mi saludo fraterno y el deseo de que el Señor lo bendiga con muchos años
más de vida.
El periodista conductor del programa pregunta sobre la intervención del
ministro de Justicia en un Comité de la ONU, en relación a recientes sucesos de
violencia callejera en la región de Bagua, en la que han intervenido algunos
sacerdotes: ¿Cuál es la participación de los sacerdotes en la vida pública?
En primer lugar, yo he recibido una aclaración bastante transparente del Señor
Ministro de Justicia, Aurelio Pastor, en la que claramente explica como la agencia de
noticias ha tergiversado la declaración que hizo él en Europa. Por lo tanto, lo primero de
todo es que queda muy claro que él no ha querido en ningún momento involucrar a la
Iglesia católica como tal, en los acontecimientos de la violencia de Bagua.
La verdad ayuda a todos. He visto lo que dice el pronunciamiento del Presidente
de la Conferencia Episcopal Peruana, hecho a título personal. Ese informe reconoce que
hubo un sacerdote que, de alguna manera, creó una confusión. Sabemos que otra
persona, también de la Iglesia, tuvo unas declaraciones imprudentes y equivocadas, en
el momento de ocurrir los sucesos. Se ha dirigido una disculpa clara y abierta al Señor
Presidente de la República, por lo que la situación se ha normalizado plenamente.
Por eso, me parece que, con un poco más de calma, las cuestiones se serenan y
se conocen mejor. Yo veo en esta situación de Bagua, circunstancias muy lamentables y
dolorosas, con desencuentros de diferentes actores –locales, políticos y eclesiásticospero no podemos generalizar, porque se ha tratado de individuos concretos. Hay en el
pronunciamiento de Mons. Cabrejos la afirmación de que hubo un sacerdote que,
después de los hechos, dio una opinión hablando de una fosa común –cosa que es falsa-;
y también sabemos de algún otro sacerdote –que tal vez, llevado de una fuerte emoción
y de un deseo de buscar una solución más pacífica-, pudo exaltar los ánimos. Creo que
volver a escarbar este asunto no es buena cosa. El ministro de Justicia me ha
manifestado con claridad por escrito -y con documentos- que su declaración fue
tergiversada. Por lo tanto, no hay que abrir una nueva brecha, sino más bien buscar
juntos el camino del progreso y del bien común para todos.
El periodista conductor pregunta: ¿Dónde empieza y donde termina la función
de un sacerdote como pastor y ciudadano? Porque el sacerdote goza de confianza…
Sí. Creo que, como bien dices, muchas veces el sacerdote es la persona de más
confianza en una comunidad. Yo lo experimenté en Ayacucho más de diez años. Lo que
ocurre es que hay ocasiones en que se manipula la persona de ese sacerdote al servicio
algunas veces de ONG´s y otras, más graves, al de causas políticas. ¡Qué difícil es que
el sacerdote tenga la prudencia y el criterio necesarios; y nosotros, los obispos, la
responsabilidad para poder darnos cuenta como, en un determinado momento, ese deseo
sano, transparente y bueno, de ayudar a la población, puede estar siendo usado como
una causa política, como una causa de violencia. Nosotros –obispos y sacerdotes- no
estamos ni para la violencia, ni para las causas políticas. Entonces, hay que estar
atentos, porque es muy cierto que tenemos el deber de ayudar a la población y de
marcar con claridad el camino del bien común, de la justicia, etc. Pero hay que saber
parar a tiempo.
El periodista conductor interviene: Si un sacerdote ve injusticias, y siente la
necesidad de denunciarlas….
Sí, pero sabiendo que el peso de la confianza no es por su sabiduría sino por su
rol de sacerdote. No es uno cualquiera, que dice lo que quiere y se expone a denuncias y
enjuiciamientos. Un sacerdote lidera una comunidad en el campo de la formación
espiritual, para llevar a los hombres a Dios; en el campo de ese sembrar el camino de la
fe; y, por lo tanto, sí usa ese liderazgo, en el campo, fundamentalmente, de la formación
de los criterios de veracidad y justicia.
Si ese liderazgo lo pone al servicio de un planteamiento, vamos a decir, técnico:
los impuestos deben ser del 14% y no el 18%, entonces se expone a que un economista
le diga: señor sacerdote: yo discrepo con todo derecho. Si el sacerdote dice: hay que
darles 50 mil hectáreas y no 80 mil hectáreas para sembrar árboles. Un especialista
agrario puede replicarle: no señor, mejor son 15 millones de hectáreas. Si el sacerdote
afirma que hay que poner tal nutriente en la comida, un chef le dirá que no porque no
queda bien. Si el sacerdote entra en una discusión técnica, la respuesta va a ser técnica.
Creo que hay que saber detenerse a tiempo, porque esa es nuestra tarea: Exhortar; y,
luego, es tarea de los laicos que, con su capacidad profesional, con su responsabilidad
personal, plantean soluciones concretas a los problemas.
Un sacerdote no puede revestirse de su autoridad sacerdotal para tener opciones
opinables. Por ejemplo, como el Padre Arana. El padre Arana, en el momento en el que
quiera dar un paso hacia la política, que deje su sacerdocio. Pero que no confunda la
obligación que asumió como sacerdote para llevar a la gente a una cosa completamente
ajena a su ministerio, a un planteamiento político. Creo que ahí hay que hablar claro y
distinguir claro. Porque si se sale del plano pastoral, que esté preparado para las críticas,
que no se queje. ¡Si uno sale de su lugar, que esté preparado!
Me dirán: Oiga, Cardenal a Usted le está pasando lo mismo. No, porque no estoy
entrando a detalles prácticos y concretos, sino que estoy exhortando a una prudencia
para saber detenernos a tiempo; y no estoy diciendo que estemos callados frente a una
serie de abusos o injusticias. El cómo lo dices y en qué momento lo dices es
fundamental en un buen mensaje, para orientar a la población, y lo reciba como un
planteamiento de la Iglesia y no como una opinión personal.
El periodista conductor cambia de tema: Usted viene de dar un curso de retiro
a sacerdotes. ¿Por qué es importante detenernos a pensar en nosotros mismos…?
Al empezar el retiro que he predicado a 44 sacerdotes de Lima, en el que hemos
pasado cinco días en silencio, les decía: Vamos a dedicarnos a tres grandes temas: A
mirar a Dios, a mirar a nosotros mismos, y a mirar a la humanidad que hoy nos
circunda: Tu parroquia, tu familia, tu país, etc. Veamos estos tres grandes mundos y de
ahí saquemos conclusiones para nuestra vida diaria.
¿Por qué la necesidad de un retiro? ¿Por qué ese apartarse del trabajo unos días?
Parecería que debería ser al revés: una reunión, un seminario, ponencias. Te lo digo por
algo muy sencillo. Hay una profundidad en tu propia persona a la que no llegas, sino
después de un buen rato de meditación. Por ejemplo, un enfermo cuando se pasa buenos
ratos en un hospital –en ese silencio del hospital- con un problema de salud, empieza a
conocer su propia vida, como nunca antes la había conocido, porque está obligado a
estar en una cama aislado y en silencio. Entonces, si no lo duermen, el Espíritu Santo,
su propia conciencia –eso no ocurre en cinco segundos- empieza a traerle recuerdos, a
traerle experiencias, a animarlo a ser un tipo más alegre, más generoso, a cambiar su
vida: ¡cuantas veces lo hemos visto!
Yo recuerdo a los rehenes en la embajada de Japón durante cuatro meses.
¡Cuántos me decían: he descubierto que tengo que dedicar más tiempo a mi mujer y a
mis hijos! En ese encierro obligatorio descubrían que tal vez tenían un montón de
dificultades, problemas, negocios, pero en el fondo lo que permanecía en ellos era el
enorme amor a sus hijos, el enorme amor a su madre y a su esposa. Reconocían que no
les habían dedicado el tiempo que debían. Si me matan…me quedo con la tarea sin
cumplir.
Por eso, quiero decirte a ti que me escuchas en cualquier rincón: en Chiclayo, en
Motupe; por estos días es la fiesta de la cruz de Motupe; en Abancay –donde hoy está
tomando posesión el nuevo obispo a quien saludo desde aquí, Mons. Gilberto Gómez-;
en Iquitos, donde está mi amigo Mons. Julián García….en tantos rincones. En todos los
lugares que estemos: jóvenes, ricos, pobres, mayores, piensa un poquito….No vaya a
ser que vives una vida con un extraño adentro…Es decir, que no te conoces, sino que
simplemente te das cuenta de tu estado de ánimo: “estoy de mal humor”, “tengo un
problema”, “por qué no me entienden”, “a veces grito”, “a veces me desanimo” o estoy
de un lado para otro.
Oye, y ¿cuándo tengo un rato para preguntarme a dónde voy o qué pasa con mi
vida? Y también meditar sobre ese Dios que me ha dado la vida, que me ha dado a mi
hijo, a mi familia y que me ofrece su perdón, que está conmigo ¿Por qué no volteo a
saludar a ese o aquel compañero de trabajo? ¿Por qué no le hablo? ¿Por qué ese mal
humor? ¿Por qué hablo así a esta gente? O, ¿por qué tengo dentro de mi alma una
cólera, un odio, una envidia? Uno descubre muchas cosas en ese silencio del retiro. Yo
los animo a que hagan a un curso de retiro. Vale la pena y si no -por lo menos- en el
silencio del trabajo buscar cada día aunque sea –cinco minutos- respuestas a preguntas
como: ¿quién soy? ¿cómo voy? ¿qué quiere Dios de mí?
Sin embargo, da la impresión que uno huye de eso….que no quiere saber
quien es, cuáles son sus errores, etc.…tenemos miedo a estar solos.
El ejemplo que has puesto es muy claro. Es tu sombra…si quieres anda a tomar
cervezas, llama a tus amigos, pero tu sombra te sigue. Si uno pudiera decir: todo esto lo
quiero dejar y ser otro. Bueno, cambia. Pero, ese simplemente, huir. Porque es verdad
exactamente lo que has dicho, es lo que nos ocurre a todos. Ese querer huir –casi
siempre- de aquello que nos va mal o no nos gusta. Si, pero es parte de ti mismo, como
tu sombra. Así puedas apagarla, te sigue. Pero, más bien, si uno tiene la sombra de Dios.
Creo que ahí podemos entrar en el Evangelio de mañana que es tan bonito.
“Nadie puede venir a mi si Dios lo atrae.. y yo lo resucitaré.”
Pienso que la proximidad de Dios es más grande de la que nosotros creemos.
Podríamos decir un ejemplo, imagínate que en un momento dado podríamos decirle a
Dios: Quiero saber donde estás ahora… y me diría, ¿cómo que donde estoy? Estoy a
diez centímetros tuyo, estoy en este amigo tuyo, en esta dificultad, estoy mirándote cada
cinco minutos. Vale la pena que nos demos cuenta de este planteamiento.
Dios es mucho más cercano a ti mismo que tú mismo. ¿Me entiendes? Yo soy
Juan Luis Cipriani, pues Dios está más cerca de Juan Luis Cipriani, que el mismo Juan
Luis Cipriani. No le entiendo. Bueno, es un misterio. Pero, la cercanía de Dios con
nosotros es de tal fuerza que a veces lo estamos buscando en el cielo, cuando se enferma
un amigo, cuando se muere un pariente, cuando no tengo trabajo. ¡Oye, Dios mío!,
decimos como si Él fuera un bodeguero, cuando es tu Padre. El nos dice: estoy contigo
siempre, estoy a tu lado ¡ahora! Dios está conmigo siempre.
“Yo soy el Pan de Vida”
Esta fe en Dios, hermanos, la encontramos en el Evangelio. Ya no solamente
está conmigo, sino que su vida es mi vida. “El que come mi pan, habita en mí”, dice
Jesús. O sea, yo estoy en Él. ¿Cómo es esto de Él? Mira, lo más cercano es cuando una
mamá ama a su criatura, un esposo a su esposa, un papá a su hijo. Cuando el amor es
tan grande, uno quisiera comérselo, estar con Él. Es una frase, “te comería a besos”, “Te
abrazaría sin fin”, “Estaría siempre a tu lado”. No podemos más. Dios me dice. Yo te
ofrezco algo más, yo te doy mi cuerpo, mi carne, la Eucaristía, te doy la comunión para
que tu estés en mí y yo esté en ti, para que ese amor sea de una calidad y de un amor
operativo, porque ese amor te debe de llevar luego a lo que hemos hablado antes: A dar
ejemplo, a ayudar a la gente, a los más pobres.
Pero no me debe llevar a hacer política. No me debe llevar a decir “me están
amenazando de muerte”. Pero cuando uno se mete en política y es amenazado, cuando
uno se mete en un partido de fútbol y es expulsado, bueno, hay tribunales para ver qué
ha hecho y, si es culpable, ver si lo sancionan.
¡Sacerdotes! La gente nos espera con ansiedad con una palabra de ánimo, con
una palabra de entusiasmo, con una palabra que nos confirme que Dios está a su lado.
Y, por supuesto, en ningún momento encontramos que nosotros, como Iglesia Católica,
vamos a proponer una propuesta para decir que el “Reino de los cielos y de Dios es así”.
¡No! Ya lo dijo Jesús “Mi reino no es de este mundo” “Dad al César lo que es del César
y a Dios lo que es de Dios”.
Por supuesto, que la Doctrina Social de la Iglesia –que la conozco muy bien- nos
da unos principios –muchos de ellos- para que los apliquen los laicos: con su
responsabilidad, con su libertad de opción. A nosotros, los sacerdotes y más a los
obispos: principios de enseñanza, principios de reflexión. Pero, cuando yo voy a entrar a
discusiones particulares, la gente puede sentirse como engañada. Creo que debemos
salir de esa posible discusión o manipulación.
Yo sé que muchas veces quieren presentar que la Iglesia está dividida. No. En lo
opinable, no opinamos igual. Pero, en las cosas de fe, magisterio y costumbres estamos
completamente unidos. Por eso, creo yo que el país nos exige y más en estos tiempos
donde hay dolor y desánimo, que esperanza, responsabilidad social, participación
responsable, pero todo desde ese mandato evangélico: “Yo soy el Pan de vida”. Acude a
la Eucaristía con el alma limpia y verás como, de esa manera, la Iglesia estará en esa
primavera que ya se ve venir.
Para mí, basta seguir de cerca al Santo Padre Benedicto XVI, para ver cómo nos
lleva a Dios. Claro que todos podemos encontrar una frase y utilizarla a nuestro
provecho. Pero seamos más honestos. La Iglesia es el Cuerpo de Cristo, una presencia
de Cristo y tenemos una gran responsabilidad –obispos y sacerdotes- de no recortar
pasajes de aquí, de este documento, de este otro documento, para utilizarlos en provecho
propio. La tarea de opinar y trabajar en los temas opinables es tarea de los laicos.
Tenemos que terminar el programa…
Nos vamos, hermanos, impartiéndoles la bendición a todos ustedes, a todos los
rincones del país, para que en paz, con tranquilidad, mañana domingo nos encontremos
en la Santa Misa. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.