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Universidad Salesiana de Bolivia
FORMACIÓN HUMANO CRISTIANA
INGENIERÍA DE SISTEMAS
Lic. María Felicidad Vargas Serrudo IDS
GESTIÓN: 1 – 2012
DOSSIER: Iglesia y Sacramentos
INDICE
Índice
Págs.
1
PRESENTACIÓN…………………………………………………………………………..
I.1 OBJETIVOS……………………………………………………………………… 2
I.1.1 GENERAL………………………………………………………………………2
I.1.2 ESPECÍFICOS………………………………………………………………….2
2
I.1.3 ADICIONAL………………………………………………………………………
I.2 COMPETENCIAS…………………………………………………………………3
I.3 INDICADORES………………………………………………………………….. 3
3
I.4 ESTRUCTURA………………………………………………………………………
9
I.5 ORGANIZACIÓN…………………………………………………………………….
II. CONTENIDO O CUERPO DEL DOSSIER……………………………………. 10
Unidad 1
EL ORIGEN DE LA IGLESIA………………………………………….10
1.1. EL ORIGEN DE LA IGLESIA…………………………………………………10
18
1.2. DESARROLLO DE LA IGLESIA APOSTÓLICA………………………………
22
1.3. LAS COMUNIDADES APOSTÓLICAS: RASGOS……………………………
24
Lectura Complementaria……………………………………………………………….
30
Prácticas…………………………………………………………………………………
Unidad 2
31
EL SER DE LA IGLESIA……………………………………………….
31
2.1. EL MISTERIO DE LA IGLESIA………………………………………………..
33
2.2. IMÁGENES DE LA IGLESIA…………………………………………………..
2.3. LAS NOTAS DE LA IGLESIA…………………………………………………37
45
Lectura Complementaria……………………………………………………………….
46
Prácticas…………………………………………………………………………………
Unidad 3
LOS FIELES DE CRISTO……………………………………………..47
47
II.3.1. LA MISMA LLAMADA VIVIDA EN LA DIVERSIDAD…………………………
49
II.3.2. LOS LAICOS………………………………………….…………………………
II.3.3. LOS MINISTROS ORDENADOS…………………………………………….83
99
II.3.4. LOS CARISMAS………………………………………………………………..
103
Lectura Complementaria……………………………………………………………….
104
Prácticas…………………………………………………………………………………
ágs.
ii
DOSSIER: Iglesia y Sacramentos
INDICE
Págs.
Unidad 4
105
LA MISION DE LA IGLESIA………………………………………………
II.4.1. LA TAREA DE LA IGLESIA.………………………………………………….105
109
II.4.2. LA EVANGELIZACIÓN.…………………………………………………………
132
Lectura Complementaria……………………………………………………………….
132
Prácticas…………………………………………………………………………………
Unidad 5
133
LA ACCION PASTORAL DE LA IGLESIA………………………………
133
II.5.1. EL SIGNIFICADO DE LA PASTORAL DE LA IGLESIA………………………
134
II.5.2. EL PROCESO EVANGELIZADOR………………………………………………
II.5.3. LA ACCIÓN PASTORAL………………………………………………………149
153
Lectura Complementaria……………………………………………………………….
153
Prácticas…………………………………………………………………………………
Unidad 6
154
EL BOSQUE DE LOS SIMBOLOS………………………………………
II.6.1. LOS SIGNOS EXTERNOS……………………………………………………154
154
II.6.2. EL SIMBOLO EN GENERAL………………………………………………….
156
II.6.3. SIMBOLO SACRAMENTAL……………………………………………………
156
II.6.4. CRISTO Y LOS SÍMBOLOS SACRAMENTALES………………………………
159
Lectura Complementaria……………………………………………………………….
159
Prácticas…………………………………………………………………………………
Unidad 7
160
LA IGLESIA CELEBRA SU FE…………………………………………
160
II.7.1. LA LITURGIA CRISTIANA. ……………………………………………………
II.7.2. LA ORACIÓN CRISTIANA.………………………………………………….166
170
II.7.3. EL AÑO LITÚRGICO. ……………………………………………………………
212
Lectura Complementaria……………………………………………………………….
213
Prácticas…………………………………………………………………………………
Unidad 8
214
LOS SACRAMENTOS DE LA IGLESIA…………………………………
214
II.8.1. LOS SACRAMENTOS CRISTIANOS…………………………………………
II.8.2. GRACIA DIVINA……………………………………………………………….246
II.8.3. SACRAMENTALES……………………………………………………………246
247
II.8.4. SACRAMENTOS DE INICIACIÓN CRISTIANA………………………………
248
II.8.5. DIMENSIONES DE LOS SACRAMENTOS……………………………………
252
Lectura Complementaria……………………………………………………………….
252
Prácticas…………………………………………………………………………………
iii
DOSSIER: Iglesia y Sacramentos
INDICE
Págs.
Unidad 9
LOS SACRAMENTOS DE LA INICIACION CRISTIANA (1)……….253
II.9.1. EL BAUTISMO……………………………………………………………………
253
II.9.2. LA CONFIRMACIÓN……………………………………………………………
261
Lectura Complementaria……………………………………………………………….
267
Prácticas…………………………………………………………………………………267
Unidad 10 LOS SACRAMENTOS DE LA INICIACION CRISTIANA (2)
268
II.10.1.
EL HECHO DE LA EUCARISTÍA…………………………………… 268
II.10.2.
EL SIGNIFICADO DE LA EUCARISTÍA………………………………
271
II.10.3.
LA INSTITUCIÓN DE LA EUCARISTÍA………………………………
276
II.10.4.
LA COMUNIÓN……………………………………………………………
278
II.10.5.
LA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA……………………………………
279
Lectura Complementaria……………………………………………………………….
281
Prácticas…………………………………………………………………………………282
Unidad 11 LOS SACRAMENTOS DE CURACION: LA PENITENCIA
Y LA UNCION
283
II.11.1.
SACRAMENTO DE PENITENCIA Y DE LA RECONCILIACIÓN…283
II.11.2.
LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS……………………………………
293
Lectura Complementaria……………………………………………………………….
300
Prácticas…………………………………………………………………………………300
Unidad 12 LOS SACRAMENTOS DE SERVICIO…………………………………
301
II.12.1.
EL ORDEN SACERDOTAL………………………………………………
301
II.12.2.
MATRIMONIO……………………………………………………………
306
Lectura Complementaria……………………………………………………………….
312
Prácticas…………………………………………………………………………………312
BIBLIOGRAFÍA………………………………………………………………………..313
GLOSARIO...…………………………………………………………………………..316
iv
DOSSIER: Iglesia y Sacramentos
PRESENTACIÓN
Presentación
Las seis asignaturas de Formación Humano Cristiana que son parte de los pensum
académicos de todas las carreras que ofrece la Universidad Salesiana responden a
su Visión y Misión que busca preparar profesionales integrales, útiles a la sociedad.
De entre éstas, La asignatura de Iglesia y Sacramentos, por su carácter práctico, es
de trascendental importancia ya que constituye un pilar de orientación para su futura
vida social y laboral. En un mundo con una creciente confusión y conflicto de
creencias, ideologías y opiniones, la asignatura de Iglesia y sacramentos dota a
cada estudiante de un bagaje formativo que hace la diferencia a la hora de
desempeñarse en la vida social.
Las palabras del Rvdo. P. Juan Pablo Zavala, Inspector de Bolivia, son significativas
en este sentido: ¿Estamos formando a los futuros líderes que impulsarán el
desarrollo de nuestro País o a los futuros dictadores, funcionarios o ciudadanos
corruptos? El compromiso con la sociedad surge de una identificación con los
valores más nobles que posee el ser humano y que son imagen de la dignidad que
ha recibido de Dios.
El contexto humano actual-contemporáneo ha venido experimentando cambios
vertiginosos y globalizantes, especialmente en los aspectos económicos, políticos,
sociales, científico-tecnológicos, religiosos y culturales. Estos cambios que siguen
ocurriendo en una escala global, conllevan consecuencias positivas y negativas que
afectan, de alguna manera, a todas las personas, familias, pueblos y comunidades
del planeta tierra. Asimismo plantean retos y desafíos a la educación superior, en el
sentido de que esta última debe responder a las necesidades y demandas de la
sociedad actual. A este respecto, la Iglesia Católica exhorta: “en la nueva educación
se trata de hacer crecer y madurar la persona según la exigencia de los nuevos
valores” (Santo Domingo, n 266).
Las palabras de los Obispos en el documento de Santo Domingo son un programa
de acción, tanto para las Instituciones encargadas de formar a los futuros
profesionales como para los educadores de las personas. Programa de acción para
nuestra institución, en sentido de que debe asumir el compromiso de emprender una
tarea educativa de los futuros profesionales, en torno a los valores fundamentales de
la vida como el respeto, la verdad, la justicia, la tolerancia, la solidaridad, la
responsabilidad, etc. (cf. Santo Domingo, n 169).
Para que los futuros profesionales construyan una personalidad madura, equilibrada
y éticamente sana, necesitan educarse y crecer en un marco positivo de formación;
es decir, en un ambiente de respeto, armonía y tolerancia al que debe colaborar la
enseñanza de las asignaturas de Formación Humano Cristiana. De aquí el papel
preponderante de la asignatura de Iglesia y Sacramentos, cuyos aspectos centrales
se recogen en el presente dossier.
1
DOSSIER: Iglesia y Sacramentos
PRESENTACIÓN
El objetivo de este dossier es el de Iniciar a los estudiantes en el conocimiento del
ser de la Iglesia de Jesús y los Sacramentos, a fin de que los mismos comprendan
como una realidad que responde al designio de Dios que ya fue prefigurada en la
creación, preparada en la Antigua Alianza, fundada por las palabras y las obras de
Jesucristo, realizada por su Cruz redentora y su Resurrección, que se manifiesta
como misterio de salvación por la efusión del Espíritu Santo y que aguarda su
consumación en la Gloria del cielo.
1.1 OBJETIVOS
1.1.1 GENERAL
Conocer el ser y la misión de la Iglesia para asumir su compromiso apostólico, de
ésta manera valorar su condición y misión como miembros de la Iglesia “Sacramento
de Salvación”, formando grupos de aprendizaje cooperativo al estilo salesiano.
1.1.2 ESPECÍFICOS
ˆ Introducir al alumno en los conceptos básicos de signo, símbolo y sacramento
ˆ Provocar en los estudiantes el ideal de compartir su vida cristiana con sus
hermanos, los hombres.
ˆ Profundizar el sentido de cada uno de los sacramentos.
ˆ Crear grupos de aprendizaje cooperativo para que comprendan el sentido de
la Iglesia.
ˆ Descubrir a Cristo “Sacramento del Padre” hecho carne como sacramento
primordial del que derivan los demás sacramentos.
ˆ Reconocer a la Iglesia “Sacramento de Salvación” como la continuadora de la
misión de Jesús a la que nosotros estamos llamados.
ˆ Descubrir los siete sacramentos, símbolo, proceso histórico y sus problemas
pastorales.
ˆ Motivar al compromiso apostólico a través del conocimiento y la valoración de
los sacramentos como fuente y culmen de su pertenencia a la Iglesia
sacramento de salvación..
1.1.3 ADICIONAL
El método del sistema preventivo bajo el estilo salesiano no se puede separar de los
contenidos, unos de otros son inseparables de la persona del educador. Lo que se
ha de presentar al joven es la “Unidad de Vida” en el contexto de una relación
personal basados en la RAZON, AFECTO Y RELIGIÓN”, todos estos constituyen el
mérito y la originalidad de Don Bosco y su pedagogía para “formar buenos cristianos
y honestos ciudadanos”
2
DOSSIER: Iglesia y Sacramentos
PRESENTACIÓN
1.2 COMPETENCIAS
ˆ Comprende y explica críticamente el proceso de la institución y el desarrollo
de la Iglesia de Jesús describiendo su origen, su ser, sus elementos
constitutivos, su historia y su misión en el mundo, con el fin de
comprometerse a colaborar con su causa.
ˆ Reconoce y comprende el significado cristiano de los Sacramentos como
expresión de la comunión con Dios y con la Comunidad cristiana,
interpretando sus signos y símbolos y reconociendo sus implicaciones en la
vida cotidiana.
1.3 INDICADORES
ˆ Describe los orígenes de la Iglesia de Jesús a partir de las narraciones de los
Evangelios y del testimonio de los primeros cristianos.
ˆ Identifica actitudes de servicio, oración y opción por la justicia y la paz como
propios de la Iglesia de Jesús.
ˆ Identifica semejanzas y diferencias entre las primeras comunidades cristianas
y las comunidades cristianas actuales.
ˆ Explica algunos aspectos de la organización jerárquica, ministerial y
carismática de la Iglesia católica.
ˆ Reconoce y valora la misión evangelizadora de la Iglesia en el mundo actual,
examinando los relatos bíblicos.
ˆ Identifica y valora las obras de la Iglesia católica que caracterizan su acción
misiones a favor de la promoción humana, analizando críticamente las ‘luces
y sombras’ de la tarea misiones de los seguidores de Jesús en América Latina
y Bolivia.
ˆ Identifica y explica textos bíblicos que fundamentan el origen y la práctica de
los Sacramentos de la Iglesia.
ˆ Reconoce, analiza y valora el significado de las celebraciones litúrgicas de la
Iglesia, su estructura, su contenido, sus signos y símbolos y sus implicaciones
para la comunidad cristiana.
ˆ Describe el significado de los elementos que componen los ritos y
Sacramentos de la Iglesia.
ˆ Explica el compromiso que conlleva participar en la celebración de la liturgia
cristiana
1.4 ESTRUCTURA
El Contenido del presente Dossier esta constituida por doce Unidades Didácticas,
cuya estructura es la siguiente:
3
DOSSIER: Iglesia y Sacramentos
Unidad 1
PRESENTACIÓN
EL ORIGEN DE LA IGLESIA
1.1. El Origen de la Iglesia
1.1.1. Definición de Iglesia
1.1.2. El Proyecto Salvador de Dios
1.1.3. La Muerte y Resurrección de Jesús
1.1.4. Pentecostés
1.1.5. Autocomprensión de la Iglesia
1.2. Desarrollo de la Iglesia Apostólica.
1.2.1. La Comunidad de Jerusalén
1.2.2. La Comunidad Cristiana de Antioquia
1.2.3. La Fundación de la Comunidad Cristiana de Roma
1.3. Las Comunidades Apostólicas: Rasgos
Lectura Complementaria
Prácticas
Unidad 2
EL SER DE LA IGLESIA
2.1.
2.2.
2.2.1.
2.2.2.
2.2.3.
2.2.4.
El Misterio de la Iglesia
Imágenes de la Iglesia
La Iglesia, Pueblo de Dios de la Nueva Alianza
La Iglesia: Cuerpo Místico de Cristo
La Iglesia, Templo de Dios en el Espíritu Santo
Otras Imágenes Bíblicas que nos hacen entender un poco lo que es la
Iglesia
2.3. Las Notas de la Iglesia
2.3.1. La Iglesia es Una
2.3.2. La Iglesia es Santa
2.3.3. La Iglesia es Católica
2.3.4. La Iglesia es Apostólica
2.3.5. Fuera de la Iglesia no hay Salvación
Lectura Complementaria
Prácticas
Unidad 3
3.1.
3.1.1.
3.1.2.
3.2.
3.2.1.
3.2.2.
3.2.3.
3.2.4.
3.2.5.
3.2.6.
3.2.7.
LOS FIELES DE CRISTO
La misma llamada vivida en la diversidad
Todos los bautizados son Iglesia
Diversidad de Carismas, Servicios y Ministerios
Los Laicos
La Vocación de los Laicos
La participación de los Laicos en la misión Sacerdotal de Cristo
Su participación en la misión Profética de Cristo
Su participación en la misión Real de Cristo
La participación de los fieles Laicos en la vida de la Iglesia
Formas de participación en la vida de la Iglesia
Criterios de eclesialidad para las Asociaciones Laicales
4
DOSSIER: Iglesia y Sacramentos
PRESENTACIÓN
3.2.8. El servicio de los pastores a la Comunión
3.2.9. Comunión Misionera
3.2.10.
Anunciar El Evangelio
3.2.11.
Vivir el evangelio sirviendo a la persona y a la sociedad
3.3. Los Ministros Ordenados
3.3.1. Los Obispos
3.3.2. Los Presbiteros
3.3.3. Los Diaconos
3.4. Los Carismas
3.4.1. Estilos de vida religiosa y carismas
3.4.2. La vida consagrada
3.4.3. La vida religiosa
3.4.4. Los institutos seculares
3.4.5. Las sociedades de vida apostólica o de vida en común
Lectura Complementaria
Prácticas
Unidad 4
LA MISION DE LA IGLESIA
4.1. La tarea de la Iglesia.
4.1.1. La Iglesia del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo
4.1.2. La Iglesia de Jesucristo
4.1.3. Sacramento universal de Salvación
4.1.4. Las tareas que comprende esta misión
4.1.5. Nuestra misión en la Iglesia
4.1.6. María
4.2. La Evangelización
4.2.1. El gran proceso de la Evangelización
4.2.2. Comprometidos en la Nueva Evangelización
Lectura Complementaria
Prácticas
Unidad 5
LA ACCION PASTORAL DE LA IGLESIA
5.1. El significado de la Pastoral de la Iglesia
5.2. El proceso Evangelizador
5.2.1. La Evangelizacion.
5.2.2. Proceso de elaboracion del documento de Santo Domingo
5.2.3. Etapas del proceso Evangelizador
5.3. La Acción Pastoral
5.3.1. La Pastoral Orgánica
5.3.2. Pastoral Catequética
5.3.3. Pastoral Social
5.3.4. Pastoral Litúrgica
5.3.5. Otras acciones pastorales
Lectura Complementaria
Prácticas
5
DOSSIER: Iglesia y Sacramentos
Unidad 6
PRESENTACIÓN
EL BOSQUE DE LOS SIMBOLOS
6.1. Los Signos Externos
6.2. El Símbolo en General
6.3. Símbolo Sacramental
6.4. Cristo y los Símbolos Sacramentales
Lectura Complementaria
Prácticas
Unidad 7
LA IGLESIA CELEBRA SU FE
7.1. La Liturgia Cristiana
7.1.1. La Liturgia, celebra la Fe
7.1.2. La Liturgia realiza y continúa la obra sacerdotal de Cristo.
7.1.3. La Liturgia es acción de la Iglesia y en la Iglesia
7.1.4. La Liturgia se expresa a través de signos
7.1.5. Los Sacramentos Cristianos
7.2.
La Oración Cristiana.
7.2.1. Fuentes de la Oración
7.2.2. Modalidades de Oración
7.2.3. Actitudes de la Oración
7.3. El Año Litúrgico.
7.3.1. Definición.
7.3.2. Los tiempos del año Litúrgico
7.3.3. Tiempos Fuertes
7.3.4. Otras fiestas
7.3.5. Proceso Histórico
7.3.6. Esquema del año Litúrgico
7.3.6.1.
Adviento
7.3.6.2.
Navidad
7.3.6.3.
La Epifania del Señor
7.3.6.4.
Tiempo Ordinario
7.3.6.5.
Cuaresma
7.3.6.6.
Pascua
7.3.6.7.
Pentecostés
7.3.6.8.
Cristo Rey
Lectura Complementaria
Prácticas
Unidad 8
8.1.
8.1.1.
8.1.2.
8.1.3.
8.1.4.
LOS SACRAMENTOS DE LA IGLESIA
Los Sacramentos Cristianos
El término Sacramento
Origen (Causa) de los Sacramentos
Numero de los Sacramentos
División y comparación de los Sacramentos
6
DOSSIER: Iglesia y Sacramentos
PRESENTACIÓN
8.1.5. Necesidad y Naturaleza
8.1.6. Naturaleza de los Sacramentos de la Nueva Ley
8.1.7. Efectos de los Sacramentos
8.1.8. Ministro de los Sacramentos
8.1.9. El recipiente de los Sacramentos
8.1.10.
Cristo, Sacramento del Padre
8.2. Gracia Divina
8.3. Sacramentales
8.4. Sacramentos de iniciación cristiana
8.5. Dimensiones de los Sacramentos
8.5.1. Dimensión Cósmico - Biológica
8.5.2. Dimensión Histórica
8.5.3. Dimensión Antropológica
8.5.4. Dimensión Pascual, Neumatológica y de Fe
8.5.5. Dimensión Eclesial y Comunitaria
8.5.6. Dimensión Ético-Profética-Escatológica
8.5.7. Dimensión Salvadora y festiva de los Sacramentos
8.5.8. Dimensión Doxológica y Estética
Lectura Complementaria
Prácticas
Unidad 9
LOS SACRAMENTOS DE LA INICIACION CRISTIANA (1)
9.1. El Bautismo
9.1.1. El Hecho del Bautismo
9.1.1.1.
El Bautismo Cristiano
9.1.2. El significado del Bautismo
9.1.3. La Celebración del Bautismo
9.2. La Confirmación
9.2.1. El Hecho de la Confirmación
9.2.2. Significado de la Confirmación
9.2.3. Efectos de la Confirmación
9.2.4. La Confirmación en la economía de la Salvación
9.2.5. Dones del Espíritu Santo
9.2.6. ¿Quién puede recibir este Sacramento?
9.2.7. Celebración de la Confirmación
Lectura Complementaria
Prácticas
Unidad 10 LOS SACRAMENTOS DE LA INICIACION CRISTIANA (2)
10.1. El hecho de la Eucaristía
10.1.1.
El origen de la Eucaristía
10.1.2.
La Comunidad Cristiana, Comunidad Eucarística
10.2. El significado de la Eucaristía
10.2.1.
La Nueva Pascua
10.2.2.
Actualización del sacrificio de Jesús
7
DOSSIER: Iglesia y Sacramentos
PRESENTACIÓN
10.2.3.
La Nueva Alianza
10.2.4.
La presencia Real de Cristo
10.3. La Institución de la Eucaristía
10.4. La Comunión
10.5. La Celebración Eucarística
Lectura Complementaria
Prácticas
Unidad 11 LOS SACRAMENTOS DE CURACION: LA PENITENCIA Y LA
UNCION
11.1. Sacramento de Penitencia y de la Reconciliación
11.1.1.
El hecho del Sacramento de la Penitencia
11.1.1.1.
El nombre de este Sacramento
11.1.2.
Significado del Sacramento de la Penitencia
11.1.3.
Efectos de este Sacramento
11.1.4.
Celebración
11.1.5.
Indulgencias
11.2. La Unción de los Enfermos
11.2.1.
El hecho del Sacramento de la Unción
11.2.2.
Significado de la Unción de los Enfermos
11.2.2.1.
La Enfermedad y la Salvación de Dios
11.2.2.2.
Signos del Sacramento de la Unción
11.2.3.
Efectos de este Sacramento
11.2.4.
Celebración de la Unción de los Enfermos
Lectura Complementaria
Prácticas
Unidad 12 LOS SACRAMENTOS DE SERVICIO
12.1. El Orden Sacerdotal
12.1.1.
El hecho del Sacramento del Orden
12.1.2.
Sentido del Sacramento del Orden
12.1.3.
Grados del Sacerdocio.
12.1.4.
La celebración del Sacramento del Orden
12.2. Matrimonio
12.2.1.
El hecho y el significado del Matrimonio
12.2.2.
La concepción cristiana del Matrimonio
12.2.2.1.
El Matrimonio es signo de Cristo
12.2.2.2.
El Matrimonio es Sacramento de la Iglesia
12.2.2.3.
El Matrimonio es Signo Escatológico
12.2.3.
Propiedades del Matrimonio Cristiano
Lectura Complementaria
Prácticas
Donde cada una de las Unidades presenta el siguiente esquema: Un breve resumen
de la Unidad, a continuación los puntos a desarrollarse. Al final de cada Unidad
8
DOSSIER: Iglesia y Sacramentos
PRESENTACIÓN
tenemos: para profundizar el contenido de las unidades se adjuntan las Lecturas
Complementarias, necesarias; y por ultimo; con la finalidad de que los alumnos
refuerce sus conocimientos en clase se plantea diferentes Prácticas, a llevarse, a
cabo en forma individual o grupal.
1.5 ORGANIZACIÓN
El Cuerpo del Dossier esta organizada en dos secciones la primera que hace
referencia a “El misterio de la persona de Jesús” y la segunda a “La vida del
discípulo de Jesucristo”.
La Organización del Dossier está conformada por dos partes:
I.
PRESENTACIÓN GENERAL DEL DOSSIER:
I.1. Carátula
I.2. Índice del Dossier
I.3. Presentación del Dossier:
I.3.1. Presentación
I.3.2. Objetivos
I.3.3. Competencias
I.3.4. Indicadores
I.3.5. Estructura
I.3.6. Organización
II.
CONTENIDO O CUERPO DEL DOSSIER
II.1.
Unidades: Conformada por once Unidades, donde cada una de ellas
contiene los Temas a profundizar, las Lecturas Complementarias y Prácticas.
II.2.
Bibliografía
II.3.
Glosario
9
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 1
UNIDAD
1
EL ORIGEN DE LA IGLESIA
La Iglesia, Pueblo de Dios, tiene como identidad, la dignidad de los hijos de Dios
en cuyos corazones habita el Espíritu Santo; Como ley, el mandamiento nuevo de
amar como el mismo Cristo nos ha amado; como misión, acoger la salvación y
llevarla a los hombres y como destino, el Reino definitivo de Dios, del que ya es
germen.
En esta unidad se profundizaran los siguientes puntos:
El origen de la Iglesia
Desarrollo de la Iglesia apostólica
Las comunidades apostólicas rasgos
II.1.1. EL ORIGEN DE LA IGLESIA
II.1.1.1.
DEFINICIÓN DE IGLESIA
Iglesia, viene del griego Ekkesia, significa "asamblea", "convocación". Designa a
la asamblea del pueblo, en general de carácter religioso. En el lenguaje cristiano,
la palabra Iglesia designa no sólo la asamblea litúrgica, sino también a la
comunidad local, a toda la comunidad universal de los creyentes.
La Iglesia es el Pueblo que Dios reúne en el mundo entero.
"Y ahora yo te digo: Tú eres Pedro, o sea 'Piedra' y
sobre esta piedra edificaré mi Iglesia que los
poderes del Infierno no podrán vencer. Yo te daré
las llaves del Reino de los Cielos: todo lo que ates
en la tierra será atado en el cielo, y lo que desates
en la tierra será desatado en los cielos". (Mt 16, 1819)
10
Dossier: Iglesia y Sacramentos
II.1.1.2.
UNIDAD 1
EL PROYECTO SALVADOR DE DIOS
"El Padre eterno creó el mundo por una decisión totalmente libre y misteriosa de
su sabiduría y bondad. Decidió elevar a los hombres a la participación de la vida
divina" a la cual llama a todos los hombres en su Hijo: "Dispuso convocar a los
creyentes en Cristo en la santa Iglesia". Esta "familia de Dios" se constituye y se
realiza gradualmente a lo largo de las etapas de la historia humana, según las
disposiciones del Padre: en efecto, la Iglesia ha sido "prefigurada ya desde el
origen del mundo y preparada maravillosamente en la historia del pueblo de Israel
y en la Antigua Alianza; se constituyó en los últimos tiempos, se manifestó por la
efusión del Espíritu y llegará gloriosamente a su plenitud al final de los siglos".
La reunión del pueblo de Dios comienza en el instante en que el pecado destruye
la comunión de los hombres con Dios y la de los hombres entre sí. La reunión de
la Iglesia es por así decirlo la reacción de Dios al caos provocado por el pecado.
Esta reunificación se realiza secretamente en el seno de todos los pueblos: "En
cualquier nación el que le teme [a Dios] y practica la justicia le es grato" (Hch 10,
35; cf LG 9; 13; 16).
762 La preparación lejana de la reunión del pueblo de Dios comienza con la
vocación de Abraham, a quien Dios promete que llegará a ser Padre de un gran
pueblo (cf Gn 12, 2; 15, 5-6). La preparación inmediata comienza con la elección
de Israel como pueblo de Dios (cf Ex 19, 5-6; Dt 7, 6). Por su elección, Israel debe
ser el signo de la reunión futura de todas las naciones (cf Is 2, 2-5; Mi 4, 1-4).
Pero ya los profetas acusan a Israel de haber roto la alianza y haberse
comportado como una prostituta (cf Os 1; Is 1, 2-4; Jr 2; etc.). Anuncian, pues,
una Alianza nueva y eterna (cf. Jr 31, 31-34; Is 55, 3). "Jesús instituyó esta nueva
alianza" (LG 9).
La Iglesia ha sido prefigurada ya desde el origen del mundo y preparada
maravillosamente en la historia del pueblo de Israel y en la Antigua Alianza, se
constituyó en los últimos tiempos, se manifestó por la efusión del Espíritu y llegará
gloriosamente a su plenitud al final de los siglos.
El ser humano sufre una profunda ruptura, tiene una profunda herida. Esta herida
es la que hace que percibamos la distancia que existe entre el bien que
deseamos hacer y el mal que realizamos; esta herida es la que torna dolorosa la
relación con los demás, aun cuando se sienta como necesaria; esta herida es la
que desdibuja a Dios y lo hace aparecer como un ser lejano, difuso, ausente de la
historia.
Sin embargo, Dios se vuelve hacia el hombre para salvarlo, para curar esa herida
que le provoca la ansiedad y le sume en la desgracia. Esta mano tendida del
Padre hacia su criatura se realiza en la historia, a través de la convocación de un
pueblo.
11
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 1
Porque Dios no ha querido llamar a los hombres dispersos, sino que congregó a
un pueblo que tiene su inicio en la llamada a Abrahán y en la respuesta de éste. A
través de ese pequeño grupo de pastores nómadas, Dios comienza a realizar su
proyecto de reunir a toda la humanidad en su Reino.
Este proyecto salvador de Dios respeta la naturaleza humana y, por eso, se
realiza a través de etapas que se desarrollan en un espacio y tiempo concretos.
Dios elige a un pueblo, Israel, para que sea semilla o germen, signo de la
congregación final de todos los pueblos (Isaías 2,1 5; Miqueas 4,1 4). Más Israel
se apropió del regalo. Hizo de él argumento de orgullo y de soberbia, en vez de
instrumento a través del cual Dios se hace presente en el mundo y en la historia
de los hombres.
El pueblo de Dios rompe la Alianza y cierra sus oídos a la voz de los profetas. Es
en esta situación cuando Jeremías va a proclamar la Nueva Alianza que Dios va a
establecer con un pueblo nuevo. Una Alianza que no está esculpida sobre
piedras, sino que está inscrita en los corazones (Jeremías 31,31 34).
II.1.1.3.
LA MUERTE Y RESURECCIÓN DE JESÚS
Corresponde al Hijo realizar el plan de Salvación de su Padre, en la plenitud de los
tiempos; ese es el motivo de su "misión" (cf. LG 3; AG 3). "El Señor Jesús
comenzó su Iglesia con el anuncio de la Buena Noticia, es decir, de la llegada del
Reino de Dios prometido desde hacía siglos en las Escrituras" (LG 5). Para
cumplir la voluntad del Padre, Cristo inauguró el Reino de los cielos en la tierra. La
Iglesia es el Reino de Cristo "presente ya en misterio" (LG 3).
La Nueva Alianza se inicia con Jesús, el Cristo. Él va a proclamar la llegada del
Reino de Dios mediante su palabra y sus signos, convocando a su alrededor un
amplio número de discípulos que forman su comunidad. Una comunidad que sufre
una dura prueba cuando ve a su maestro colgado de un madero, ajusticiado por
las autoridades judías y romanas. Parece que Dios le ha abandonado y que su
pretensión haya quedado ahogada ante la realidad de los poderes de la tierra.
Sin embargo, una experiencia singular va a transformar la comunidad
desesperanzada y temerosa. Este acontecimiento es la Resurrección del Señor.
La más antigua tradición apostólica la refiere así:
“Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras, y que fue sepultado; que
resucitó al tercer día según las Escrituras; y que se apareció a Pedro y luego a los
Doce. Después se apareció a más de quinientos hermanos a la vez; de los que la
mayor parte viven todavía, aunque algunos ya han muerto. Luego se apareció a
Santiago, más tarde a todos los apóstoles” (1 Corintios 15,3-7).
12
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 1
Por la resurrección, los discípulos experimentan la profundidad del Misterio de
Jesús: Jesús vive, Dios lo ha rehabilitado, es el Mesías, el Ungido de Dios, el
mediador de la Salvación, el Señor. Toda esta realidad que ahora comprenden,
les abre los ojos ante la misión que Jesús les encomienda: la nueva situación es
continuación de la que vivieron antes de la muerte de Jesús. No ha habido ruptura
entre los antiguos y los actuales discípulos, pero es indudable que la confesión de
fe en Jesús vivo y glorificado les convoca de una forma renovada para seguir el
camino, comenzando desde Galilea (Marcos 16,7).
Después de ser crucificado Jesús, los apóstoles se volvieron a la ciudad de
Jerusalén y allí permanecieron <<en una casa con las puertas atrancadas por
miedo a los judíos>> (Jn 20,19).
Cuando se encontraban defraudados, sin esperanza, con un fuerte sentimiento de
fracaso, el primer día de la semana, al anochecer <<Jesús entró, se puso en
medio y les dijo: Paz con vosotros>> (Jn 20,19).
Los apóstoles fueron testigos del acontecimiento más importante de la historia
humana: <<Cristo ha resucitado. Hemos visto al Señor>>.
La Resurrección de Jesucristo marca el momento crucial del origen de la Iglesia. Sin la
experiencia de la acción poderosa de Dios que resucitó a Jesús de entre los muertos,
jamás hubiera nacido la iglesia. Esa experiencia configuró al grupo de los apóstoles
como el que confesaba que Jesús es el Señor, el Salvador del mundo, y lo convirtió en
el grupo que <<daba testimonio con gran fuerza de la resurrección del Señor Jesús>>
(Hch 4,33).
II.1.1.4.
PENTECOSTÉS
“Cuando el Hijo terminó la obra que el Padre le encargó realizar en la tierra, fue
enviado el Espíritu Santo el día de Pentecostés para que santificara continuamente a
la Iglesia" (LG 4). Es entonces cuando "la Iglesia se manifestó públicamente ante la
multitud; se inició la difusión del evangelio entre los pueblos mediante la predicación"
(AG 4). Como ella es "convocatoria" de salvación para todos los hombres, la Iglesia,
por su misma naturaleza, misionera enviada por Cristo a todas las naciones para hacer
de ellas discípulos suyos (cf. Mt 28, 19-20; AG 2,5-6).
Para realizar su misión, el Espíritu Santo "la construye y dirige con diversos dones
jerárquicos y carismáticos" LG 4). "La Iglesia, enriquecida con los dones de su
Fundador y guardando fielmente sus mandamientos del amor, la humildad y la
renuncia, recibe la misión de anunciar y establecer en todos los pueblos el Reino
de Cristo y de Dios. Ella constituye el germen y el comienzo de este Reino en la
tierra" (LG 5).
13
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 1
La presencia del Espíritu en la comunidad de los discípulos:
Abre los ojos de los que estaban temerosos y aturdidos para descubrir la
realidad de la Resurrección y proclamar la Buena Noticia;
Fortalece a los miembros de la comunidad para que sean capaces de comunicar la
VIDA que mana de la fuente abierta en el costado del
Crucificado;
Les capacita para comprender el mensaje de Jesús Juan 16,13 y para vivir
las actitudes que les enseñó Hechos 2,42 47; 4,32 35;
Es defensa en los momentos difíciles, porque suscita siempre la palabra
oportuna en los discípulos para responder a las agresiones, provocaciones
y preguntas de sus perseguidores.
El Espíritu de Dios, presente ya en la primera creación (Génesis 1,2) y que
convierte al hombre en ser vivo (Génesis 2,7), levanta a Jesús de la muerte,
llenándole de vida divina e iniciando en él la Nueva Creación; este mismo Espíritu
es el que, derramado sobre la comunidad reunida el día de Pentecostés la origina
como Iglesia, comunidad santa.
Tras la subida del Señor a los cielos el germen de la Iglesia, los once Apóstoles
que quedaron tras la traición de Judas, realizaron un primer acto eligiendo al
sustituto del traidor. Cincuenta días después de Pascua, el día en que se
celebraba la fiesta de Pentecostés, los Doce Apóstoles se encuentran meditando
su destino, tratando de asumir lo mejor posible la gigantesca responsabilidad que
han de cargar sobre sus espaldas. En ese momento, Dios envía al Espíritu Santo
para que les cubra con su cálido aliento divino, acorazando su Fe y mostrándoles
el Divino Camino a seguir. Junto a ellos se encuentra la Virgen María, a la que
Dios llena de Espíritu Santo reconociendo en ella todas las virtudes humanas que
acercan al hombre a su Creador. Pentecostés es el inicio de la misión evangélica
de la nueva Iglesia que Dios envía para salvar al hombre de su propio mal: la
Iglesia constituida por Cristo y abierta a los hombres por el Espíritu Santo.
Aquella Iglesia primitiva constituida por doce hombres y una mujer tiene hoy su
continuación en nuestra Iglesia, con miles y miles de hombres y mujeres que,
repartidos por todo el mundo, viven el Evangelio transmitiéndolo enseñando en
facultades o curando enfermedades en la selva, oficiando la Misa o repartiendo
ayuda a las víctimas de una catástrofe. La Iglesia, nuestra Iglesia, inspirada por el
Espíritu Santo, es sin embargo obra de hombres que cometen errores. Esos
hombres concretos que han cometido esos errores concretos y que todos los
cristianos debemos aceptar y asumir con humildad, no desmerecen la obra de
nuestra Iglesia, una obra inspirada por Dios que durante dos mil años ha
transmitido incansablemente la Buena Nueva. Con los errores propios de una
obra de hombres, pero también con los aciertos propios de la Inspiración de Dios.
La Iglesia de los primeros tiempos es la Iglesia de Pedro y Pablo, de la
evangelización y de la persecución. La Iglesia de los primeros mártires. En esos
14
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 1
momentos de gestación se produjo un conflicto entre los cristianos de origen
griego y los cristianos de origen judío. Los cristianos helenos no querían tener que
someterse a la Ley mosaica antes de ser bautizados ya que ello les imponía una
serie de pesadas normas y rituales que ellos consideraban anacrónicos, como la
circuncisión. Los apóstoles y cristianos notables se reunieron en el llamado
concilio de Jerusalén, el primer concilio que gracias a los buenos oficios de Pablo
consigue sacar la Buena Nueva del ámbito judío e inicia la evangelización de toda
el Asia Menor y Grecia, abriéndose a toda la Humanidad, a todas las razas
porque entiende que el Mensaje de Cristo es un mensaje universal, un mensaje
católico. Pablo continuará la evangelización del ámbito griego mientras Pedro
viaja a Roma. El año 64 el demente Nerón probablemente provocó el incendio de
Roma para llevar a cabo sus absurdos proyectos urbanísticos sobre las cenizas
de la Urbe, pero el pueblo se le echó encima sospechando la verdad y él no tuvo
otra ocurrencia que echarles las culpas encima a los cristianos, considerados
entonces una pequeña escisión del judaísmo. En esa primera persecución
centenares de cristianos fueron martirizados, entre ellos Pedro y Pablo. La
presencia de los dos apóstoles en Roma habrá de ser decisiva para la creación
de una Iglesia que pasará a ser la más vigorosa y fuerte... y la más perseguida.
El año 66 estalla la rebelión de los judíos que terminará el año 73 con la toma de
Masada y entre medias, el año 70, con la destrucción del Templo de Jerusalén.
Los cristianos judíos son excluidos del nuevo judaísmo propugnado por los
fariseos, con lo que la Iglesia de Roma pasa a ser el punto de referencia absoluto.
Sin embargo, durante el siglo I aparecen las primeras herejías o desviaciones de
la doctrina que causan un grave conflicto en el seno de la Iglesia, una Iglesia que
aún no se ha estructurado. Estos movimientos provocaron que a principios del
siglo II se estableciera el canon (norma) del Nuevo Testamento, introduciendo en
él los textos que conocemos: Evangelios, Hechos, Cartas y Apocalipsis y
excluyendo otros. Además, la figura del obispo adquiera cada vez mayor
importancia al ser reconocido como el guía de la comunidad y autoridad en
materia doctrinal. Así se gesta la Iglesia como institución jerarquizada que dicta
los dogmas, lo que provoca tensiones, pues hay grupos de cristianos que no
creen en la jerarquización del cristianismo y propugnan la vuelta a los orígenes
más puros del cristianismo, pero este movimiento será aprovechado por los
grupos heréticos para tratar de imponer sus teorías, lo que causará el recelo de la
mayoría de los cristianos.
En el año 132 estalla la segunda rebelión de los judíos que terminará con la
destrucción de Jerusalén en 135 y la deportación masiva de los judíos fuera de
Palestina. Al igual que en el año 70, todo el odio del Imperio contra el judaísmo se
vuelve también contra el cristianismo que no sólo tiene que luchar contra sus
enemigos externos sino también contra la proliferación de herejías.
Es por esta causa que la Iglesia, ya organizada y jerarquizada, dicta los dogmas
de Fe apartando de su lado a todo el que los discute. Evidentemente, en medio de
15
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 1
una persecución que busca su aniquilación, el ponerse a discutir sobre asuntos
dogmáticos era hacerle fácil el trabajo al verdugo imperial.
Las continuas persecuciones a las que el poder imperial de Roma somete a la
Iglesia sólo contribuyen a reforzar la Fe de los cristianos y a que la población
pagana empiece a verlos con simpatía ante las atrocidades que sufren. Las
persecuciones diezman a la Iglesia, pero la Fe de los cristianos hace que tras
cada asalto surja nueva y renovada, más fuerte y más sólida mientras el poder
imperial se desangra en luchas civiles. Tras la gran persecución de Diocleciano, la
guerra civil estalla en Roma por el control del trono imperial y tras larga lucha
Constantino se alza con la victoria en Puente Milvio gracias al apoyo de los
cristianos, hartos de crueldades y guerras. Así, la Iglesia es finalmente reconocida
como una religión de derecho por el emperador Constantino y su edicto de Milán
del año 313 de nuestra era.
Con Constantino la Iglesia Católica se convierte en el puntal ideológico del
Imperio Romano. Atrás quedan ya, afortunadamente, las terribles persecuciones,
las deportaciones, los destierros, las ejecuciones
La caída del Imperio Romano convierte Europa y el norte de África en un solar, y
la única institución visible entre todo ese caos es la Iglesia. Una Iglesia que,
conforme nos adentramos en la Edad Media se va jerarquizando más y más.
Surgen los monasterios que serán los únicos centros de cultura medievales y las
órdenes religiosas que, en su mayoría, tratarán de dar a la Iglesia un rostro más
evangélico, pero la contaminación medieval alcanza a todo y a todos. Ante las
herejías surge la Inquisición que pasará de la simple amonestación a la ejecución
en la hoguera. La Edad Media supuso un retroceso a la Humanidad de diez siglos
y la Iglesia, obra inspirada por Dios pero en manos de hombres, sufre la
contaminación de esta época oscura y terrible. La expansión del Islam y la ruptura
definitiva con la Iglesia Oriental de Constantinopla no contribuyen precisamente a
mejorar el negro panorama. Pero por encima de todos estos gigantescos
problemas en medio de un mundo que no sabe a dónde va, la Fe es mantenida
por hombres inspirados por Dios que le dan a la Iglesia proyección universal.
Hombres como San Francisco de Asís que hace suyas las más grandes virtudes
de los primeros apóstoles: la fortaleza de Pedro y la disponibilidad de Pablo. Su
ejemplo enerva los corazones de los hombres y mantiene viva la llama de la Fe.
El fin de la Edad Media nos trae una triste ruptura: la protagonizada por Lutero,
Calvino y Enrique VIII que se montan unas iglesias a su medida, al servicio de sus
intereses personales. Si a Lutero podemos reconocerle su equivocación motivada
más por presiones políticas que religiosas (la nobleza alemana deseaba el control
de la Iglesia y al no conseguirlo se produce el cisma), a Enrique VIII sólo podemos
reconocerle su vileza en crearse una iglesia para él solo porque Roma no le
concedía el divorcio y al fanático Calvino nada más que sus millares de
asesinatos. Y, evidentemente, la Iglesia Católica, frente a esta situación también
se radicaliza. Una triste época sin duda que nos ha dejado posos aún dolorosos.
16
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 1
A partir del Concilio de Trento en el que la Iglesia Católica se acoraza frente a los
peligros externos, asistimos a la pérdida del poder temporal de la Iglesia, lo que
es malo para los eclesiásticos que lo detentaban pero muy bueno para la propia
Iglesia ya que la acercó más y más al mundo al que debía servir y del que no
debe separarse.
El Concilio Vaticano II, iniciado a mediados del siglo XX por Juan XXIII, "el Papa
bueno" y concluido por su sucesor Pablo VI, ajusta el papel de la Iglesia que no
sólo está formada por los sacerdotes, los religiosos, los obispo, los cardenales y
el Papa, sino por el conjunto del PUEBLO DE DIOS, que somos todos los
católicos por igual. Todos juntos, todos unidos en una misma Fe en una misma
Iglesia.
II.1.1.5.
AUTOCOMPRENSIÓN DE LA IGLESIA
En los escritos de la literatura helénica antigua, el término ekklesia designa a la
asamblea que convoca la autoridad civil para tratar problemas ciudadanos; al
traducirse la Biblia al griego, ekklesia tradujo la palabra hebrea qahal, que en la
Escritura designaba la asamblea santa convocada por Dios Deuteronomio 23,2 9.
De esta manera, una palabra que tenía en su origen un sentido civil, pasa a
determinar una realidad de carácter religioso.
Tras Pentecostés, los discípulos de Jesús se descubren como la comunidad
reunida por Dios en Jesucristo, asamblea santa del Pueblo de Dios, qahal o
ekklesia Hechos 8,1; 13,1; 18,22. Esta Iglesia se localiza inicialmente en
Jerusalén, pero en virtud de la persecución por parte de las autoridades judías y
del estilo misionero de los primeros cristianos, nuevas iglesias surgen en Samaria,
la Cesarea, Antioquía, Efeso, etc. Cada una de ellas se descubre como la
asamblea santa de Dios, reunida por Jesucristo, en aquella ciudad 1 Corintios 1,2;
2 Corintios 1,1.
La Iglesia se reúne en Jerusalén La Iglesia que se reúne en Jerusalén es la
misma que se reúne en Corinto, Filipos o Tesalónica, porque es el mismo Señor
Jesucristo quien las convoca.
En cada comunidad local:
Se celebra la Eucaristía
Se participa de la oración
Se comparten la vida, los dones y los bienes
Son acogidos marginados y oprimidos
Se vive en el amor Hechos 2,42-47
Quien se incorpora a una de ellas se incorpora a la Iglesia Universal que el Nuevo
Testamento dibuja con las imágenes de:
17
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 1
Pueblo de Dios Hechos 15,14; 1 Pedro 2,4 10
Cuerpo de Cristo 1 Corintios 12,12-31
Templo del Espíritu Efesios 2, 11-22; 1 Corintios 3,16-17; Lumen Gentium I,
6, 7, 9
De esta manera, partiendo de la Iglesia como comunidad local que celebra la
Eucaristía, se pasa a una concepción en la que es toda la Iglesia el Cuerpo de
Cristo.
II.1.2. DESARROLLO DE LA IGLESIA APOSTÓLICA.
II.1.2.1.
LA COMUNIDAD DE JERUSALÉN (Hechos 2,42-47; 4,32-35)
La comunidad de Jerusalén El origen de todo el movimiento cristiano se sitúa en
Jerusalén. Esto no extraña si se tiene presente que para el pueblo judío la
salvación parte de Jerusalén. Los sucesos escatológicos que inician el Reino de
Dios acontecen en Sión, ciudad del gran rey, hacia la que convergen pueblos
numerosos Isaías 2,1-5; 60; 66,20; Zacarías 14,16; Salmo 122 [121].
Con la efusión del Espíritu el día de Pentecostés, una nueva vida surge en la
comunidad de Jerusalén. Esto queda señalado de forma idealizada en el libro de
los Hechos de los Apóstoles 2,42-47 y 4,32-35. Ciertamente que en la comunidad
existen tensiones y sombras Hechos 5,1-11; 6,1-6, pero en estos textos se
vislumbran las líneas maestras que configuran toda comunidad cristiana.
La comunidad de Jerusalén está compuesta, inicialmente, por el grupo de
personas que siguieron a Jesús desde Galilea: pescadores, así como algunas
mujeres. A este grupo inicial se agregaron judíos de Jerusalén, así como judíos
helenistas.
En las reuniones que celebraban en sus casas, escuchaban la enseñanza de los
apóstoles, practicaban la comunidad de bienes y celebraban la fracción del pan o
Eucaristía. Pedro ocupaba un lugar preferente en la comunidad, siendo llamado
junto con Santiago y Juan, columnas de la Iglesia Gálatas 2,2-6. Parece evidente
la importancia que tuvo el grupo de los Doce según se puede deducir de la
elección de Matías para sustituir a Judas Hechos 1,15-26.
En una ciudad que constaba de unos 30.000 habitantes, el grupo cristiano era
minoritario. Se situaba en los barrios pobres y, debido a la diversidad de
procedencia de sus componentes, con el paso del tiempo surgieron los conflictos
tanto a la hora de compartir los bienes Hechos 5,1-10; 6, como a la hora de poner
en común el Evangelio.
Debido a la procedencia galilea de parte de sus miembros, las autoridades judías
relacionaron el núcleo cristiano con los grupos de galileos insurrectos,
desatándose la persecución. La intervención de los fariseos, encabezados por
18
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 1
Gamaliel, va a ser decisiva para que vuelva la paz a la Iglesia Hechos 5,38. Sin
embargo, poco después, una nueva persecución se abatirá sobre los cristianos de
procedencia helenista por su interpretación de la Ley desde el acontecimiento de
Jesucristo. Esta violencia que llega al martirio de Esteban Hechos 6,8-8,3 obliga a
huir de Jerusalén a los cristianos helenistas que se van a dispersar.
Una nueva persecución sangrienta va a tener lugar en Jerusalén entre los años
42 y 43. Herodes Agripa, a fin de complacer a los judíos, manda ajusticiar a
Santiago, hermano de Juan. Pedro se libra milagrosamente y se marcha a otro
lugar Hechos 12,17.
La comunidad cristiana de Jerusalén va a gozar de paz hasta el año 62, en el que
se vuelve a desatar la persecución. Poco tiempo después, hacia el año 66,
comienza la guerra judía contra los romanos, que terminaría con la destrucción de
Jerusalén en el año 70. Los cristianos van a huir.
Judíos de Jerusalén
Aquellos judíos de Jerusalén que se unieron a la comunidad cristiana, hablaban
arameo, eran de mentalidad semita, leían la Biblia en hebreo y cumplían la Ley
Mosaica. Su conducta apenas se diferenciaba de la de otros judíos. De cultura
rural, su situación económica era baja. Los judeo-cristianos (así se les suele
denominar) eran bien vistos por el pueblo y fueron detenidos por los fariseos en
más de una ocasión -Pedro-.
Judíos helenistas
También llamados judíos de la diáspora o de la dispersión, porque vivían fuera
de Palestina, a lo largo del imperio romano, en medio de los gentiles. Por el
tiempo en que surge el cristianismo son unos tres millones, y a pesar de que eran
observantes e irradiaban en torno suyo su religión, su mentalidad era helenista u
occidental. Leían la Biblia en griego y tenían menos apego a la Ley Mosaica que
los judíos palestinenses. Pagaban un impuesto anual para el sostenimiento del
Templo y debían ir a Jerusalén en diversas ocasiones.
Su género de vida era urbano, estando en una posición económica desahogada.
Pese a que algunos de ellos se instalan en Jerusalén de nuevo, conservaron sus
particularidades culturales y religiosas.
El grupo de judíos helenistas que se convirtieron al cristianismo y pasaron a
formar parte de la primitiva comunidad fueron los que hicieron salir el
Evangelio de las fronteras palestinenses. Aunque inicialmente se dirigieron a las
sinagogas judías de las ciudades por las que pasaban, también anunciaban el
Evangelio a los paganos, abriendo a los no judíos la comunidad cristiana Pablo- Hechos 11,19-21.
19
Dossier: Iglesia y Sacramentos
II.1.2.2.
UNIDAD 1
LA COMUNIDAD CRISTIANA DE ANTIOQUIA (Hechos 11,19-30)
En su huida, los cristianos helenistas fueron evangelizando los lugares por donde
pasaban. Así, el Evangelio llegó a Samaria y Transjordania, dentro de Palestina, y
a Damasco y Antioquía, fuera de ella.
De la comunidad de Damasco conocemos por Hechos 9 que era una comunidad
floreciente. Fue allí donde Pablo se convierte al cristianismo a través de un
cristiano llamado Ananías, que le introduce en la comunidad cristiana.
Sin embargo, de todas estas nuevas comunidades, la más importante es la de
Antioquía. Va a ser allí donde, por vez primera, se va a evangelizar a los paganos
Hechos 11,20.
Por el año 42 la comunidad es tan numerosa que los Apóstoles envían a Bernabé
para que organice aquella Iglesia. Bernabé llama a Pablo y los dos trabajan allí
durante un año. Muestra de la expansión de esta comunidad es que los discípulos
de Jesús comienzan a ser designados como cristianos.
Parece que en Antioquía existían dos grupos paralelos de cristianos: los
procedentes del paganismo y los judeocristianos. Estos últimos permanecían aún
fieles a las prescripciones de Moisés que prohibían sentarse a la mesa con los
paganos. Como la Eucaristía se celebraba con ocasión de una comida, Ios
judeocristianos no se mezclaban con los cristianos helenistas.
La situación de división va a dar origen a la disputa entre Pedro y Pablo que se
nos narra en Gálatas 2,1-14. Sin embargo, parece que va a prevalecer una cierta
tensión que no impedirá que sea la comunidad antioquena el centro de irradiación
del cristianismo por todo el Occidente.
Esta comunidad cristiana será la cuna del Evangelio según San Mateo, en el que
cabe destacar la preeminencia de Pedro así como el intento de conjugar el
cumplimiento de la Ley con la apertura a la gentilidad.
20
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 1
Los viajes de san Pablo Hechos 13-28
Pablo aparece por vez primera en la Escritura con ocasión de la muerte de
Esteban, en la que participaba guardando la ropa de los que apedreaban al
primer mártir cristiano, cuya lapidación aprobaba.
Tras su conversión, va a ser el más activo apóstol cristiano de los primeros
tiempos. Conocemos de él tres grandes viajes apostólicos:
Primer viaje: partiendo de Antioquía, comunidad que les envía, parten
Bernabé y Pablo acompañados por Juan Marcos. Se embarcan para
Chipre, donde encuentran ya una comunidad cristiana fundada por los
cristianos helenistas. Pasan al continente en Perge de Panfilia, donde
les abandona Juan Marcos. Recorren Pisidia, Iconio, Listra, Derbe,
Licaonia y regresan por el mismo camino, embarcándose en Atalía para
ir a Antioquía.
Segundo viaje: Pablo es acompañado por Silas; comienzan visitando
las iglesias fundadas en el primer viaje: Licaonia Pisidia, Listra. Aquí
toma por compañero a Timoteo, cruzó la Frigia, la Galacia. Llegando a
Tróade se les une Lucas, el médico. Pasa a Macedonia fundando las
iglesias de Filipos, Tesalónica y Bereas. En Atenas no logra una gran
audiencia, pasando a Corinto, donde predicó por año y medio. Allí
conoce a Aquila y Priscila, que le acompañaron en su viaje a Cesarea,
pasando por Éfeso. Visita Jerusalén y vuelve a Antioquía.
Tercer viaje, que comienza siguiendo el itinerario del segundo,
deteniéndose en Éfeso por espacio de dos años. Expulsado de allí, pasa
por Macedonia, llegando hasta Grecia, deteniéndose tres meses en
Corinto. Más tarde se dirige de nuevo por Macedonia hasta Mileto, se
embarca a Palestina, siendo detenido en Jerusalén, de donde partirá a
realizar el viaje de la cautividad hasta Roma.
II.1.2.3.
LA FUNDACIÓN DE LA COMUNIDAD CRISTIANA DE ROMA
La fundación de la iglesia romana hay que remontarla a pocos años después de la
muerte del Señor. En tiempos del Emperador Claudio (41-54) había
judeocristianos en Roma, ya que por el año 47 desterró a los judíos de la ciudad
debido a los tumultos que se producían a causa de un tal "Cresto" ("impulsore
Cresto"). De entre los expulsados conocemos a Aquila y Priscila, a quienes Pablo
encuentra en Corinto en torno al año 50.
21
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 1
Según la tradición que toma en consideración S. Jerónimo, Pedro pontificó en
Roma por espacio de 25 años. Lo más probable respecto a la estancia de Pedro
en Roma es que llegara allí por el año 43-44. Permaneció en la ciudad hasta la
expulsión de Claudio, regresando en el año 56 cuando Nerón permitió el regreso
de los judíos a Roma. Allí permaneció hasta su muerte, acaecida, según la
tradición, en la persecución de Nerón.
II.1.3. LAS COMUNIDADES APOSTÓLICAS: RASGOS
Cada una de las comunidades surgidas a lo largo del Mediterráneo mantiene viva
la huella que dejó el apóstol que la evangelizo, ya fuera Pablo, Juan, personas
vinculadas a los autores de los diferentes evangelios, etc. Así mismo, cada una de
ellas esta formada por miembros de extracción social, económica cultural y
diferente, al tiempo en que se localizan en diversos marcos geograficos y
económicos.
Podemos señalar cinco rasgos generales que a todas identifican: toman
conciencia de ser la iglesia de Cristo, se reconocen como fraternidades, acogen a
todos desde los pobres, tienen conflictos internos y sufren persecuciones.
Las comunidades toman conciencia de ser Iglesia de Cristo
Aquellas que constituyen las comunidades profesan la misma fe,
sintiéndose llamados a la misma fe, regidos por sucesión apostólica,
como servicio de garantía en la fe y eficacia en los sacramentos.
Las comunidades se reconocen como fraternidades
Sus miembros son hermanos porque se reconocen hijos de un mismo
Padre. Por eso la familia de hermanos se constituye en torno al Hijo,
Jesús, el Cristo y Señor. Su amor, su Espíritu, envuelve, santifica e
incorpora a los hermanos.
Las Comunidades, desde los pobres, acogen a todos
Las comunidades están enclavadas en el mundo de los pobres, siendo
los pobres sus componentes en una gran proporción. Desde ahí, desde
abajo, acogen a los pobres, porque el encuentro con el señor hace que
todas las barreras económicas, políticas, racionales o culturales queden
relativizadas. Por ello las fraternices son católicas, universales.
22
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 1
Las comunidades sufren el conflicto interno
La acogida del Señor y de su voluntad no se realiza plenamente. Por esto,
en las comunidades sufren conflictos debido a que el seguimiento del
Señor trata de hacerse compatible con la situación que ocupan los
hermanos en las relaciones políticas, económicas y culturales. Hay
tensiones entre los hermanos y sus grupos: ricos y pobres, fuertes y
débiles, judíos y gentiles, sabios e ignorantes.
Pese a ello, el conflicto asumido desde el Señor se convierte en
camino hacia la unidad consumida.
Las comunidades sufren la persecución
Cuando las fraternices proyectan su vida fuera de ella, se alarman los que
dirigen la sociedad. Pese a que son minúsculos puntos de luz en el
conjunto del imperio Romano, los poderes del orden establecido temen
ser derribados de su situación.
La persecución rápida y declarada a estos pequeños núcleos que
pretenden transformar la historia desde el reconocimiento de un solo Padre
que a todos convierte en hermanos, es la señal que nos muestra que son
aguijón que desestabiliza el mundo. Realmente le están arrancando su
cimiento (poder, cultura, dinero) ofreciendo uno nuevo: el mismo Señor.
La persecución y el gran cambio
Durante los tres primeros siglos, las diversas comunidades cristianas
debieron sufrir en sus carnes la persecución. Esta se realizó de diversas
formas, desde la marginación y el desprecio hasta la tortura y el asesinato.
Sin embargo, a lo largo del siglo IV la situación va a cambiar de forma
sorprendente.
En el año 311 Galeno concede la tolerancia al cristianismo, pudiendo ya
vivir los cristianos sin inquietud. Con el Edicto de Milán, del año 313, los
emperadores Constantino y Licino dan libertad para seguir "la religión que
uno quiera... sin preocupación ni molestias". En el año 324, el emperador
expresa su preferencia por el cristianismo, aconsejando que todos se
conviertan. Sin embargo, prohíbe que se moleste a quien no lo haga.
Será Teodosio quien, en el año 380, ordene que todos los miembros del
Imperio abracen la "fe de Pedro". Posteriormente, en año 392, se decreta
que el cristianismo es la única y exclusiva religión, siendo perseguidos los
fieles de otras religiones.
23
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 1
Lectura
Complementaria
Fichas de lectura:
á
á
á
á
Hch 2,42-47; 4,32-35; 5,12-16
Jn 16,13
1 Cor 1,2; 2 Cor 1,1
Is 2,1-5; 60; 66,20; Za 14,16; Sal
122[121]
IGLESIA PRIMITIVA
Se denomina Cristianismo primitivo o Paleocristianismo al periodo del
cristianismo que va desde su origen, hacia el año 30, hasta el Concilio de Nicea
(siglo IV).
Podría decirse que este periodo inicia desde que Juan el Bautista comienza a
anunciar el arrepentimiento para que recibiesen al que vendría después de él, en
referencia a Jesucristo (aproximadamente en el año 30, que es cuando Jesucristo
baja al Río Jordan para ser bautizado por Juan Bautista) y termina este periodo
de 40 a 70 años después.
Etapas
Comunidades palestinas
Las comunidades palestinas del cristianismo surgen como una secta del
judaísmo. Acuden a las sinagogas. Su proclama (Kerigma) es de tipo profético y
anuncian que al Jesús de Nazaret al que las autoridades judías han matado, Dios
lo ha resucitado. Nace a partir de aquí la religión cristiana.
Comunidades paulinas
Aunque la evangelización de las regiones paganas se había iniciado antes de la
conversión de Pablo de Tarso en el año 36, es éste quien propaga el cristianismo,
comenzando por Arabia y Damasco.
24
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 1
Año 50
La tensión entre las tendencias judaizantes provenientes de las comunidades
palestinas y las tendencias paulinas, llega a su momento de crisis y resolución en
el primer Concilio de Jerusalén
Año 51
Según la Primera Carta a los Tesalonicenses escrita a la comunidad de
Tesalónica, fundada en el año 50:
Este es el texto más antiguo del Nuevo Testamento. Ya se definen por escrito
algunos de los dogmas más importantes del cristianismo.
Pablo, Silvano y Timoteo, a la iglesia de los Tesalonicenses, en Dios Padre y en
el Señor Jesucristo. A vosotros gracia y paz. (1 Tes 1, 1)
Y vosotros seguisteis nuestro ejemplo y el del Señor, acogiendo la Palabra entre
tanta lucha con la alegría del Espíritu Santo. (1 Tes 1, 6)
... cómo abandonando los ídolos, os volvisteis al Dios vivo y verdadero, y vivir
guardando la vuelta de su Hijo Jesús desde el cielo, a quien ha resucitado de
entre los muertos y que nos libra del castigo futuro. (1 Tes 1, 9b-10)
No se nombra en todo el Nuevo Testamento a la Santísima Trinidad. Sin
embargo, en esta carta se habla del Espíritu Santo, de Dios Padre y de su Hijo.
De la afirmación monoteísta de un sólo Dios vivo y verdadero. De la esperanza en
la segunda venida de Jesucristo, y de su papel redentor.
Se da a Jesús el título de Señor, que era habitualmente utilizado para dirigirse al
dios nacional en los países del entorno de Judea (Egipto, Mesopotamia, etc.).
Hermanos, no queremos que ignoréis la suerte de los difuntos para que no os
aflijáis como los hombres sin esperanza. Pues si creemos que Jesús ha muerto y
resucitado, del mismo modo a los que han muerto, Dios, por medio de Jesús, los
llevará con Él. (1 Tes 4, 13-14)
Se afirma la creencia en la resurrección de los muertos.
Creían en esos momentos que la segunda venida de Cristo era inminente. Se
preocupaban y entristecían porque algunos seres queridos morían sin haber visto
llegar a Jesucristo en la gloria del final de los tiempos. Por esta razón, Pablo
continúa:
Esto es lo que os decimos como Palabra del Señor: Nosotros, los que vivimos y
quedamos para cuando venga el Señor, no aventajaremos a los difuntos. Pues Él
mismo, el Señor, cuando se dé la orden, a la voz del arcángel y al son de la
trompeta divina, descenderá del cielo, y los muertos en Cristo resucitarán en
25
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 1
primer lugar. Después nosotros, los que aún vivimos, seremos arrebatados con
ellos en la nube, al encuentro del Señor, en el aire. Y así estaremos siempre con
el Señor. (1 Tes 4, 15-17)
Año 54
Según las Cartas a los Corintios, dirigidas a la comunidad allí fundada hacia el
año 50, y motivadas por los conflictos surgidos en el año 52.
Año 56
Según la Carta a los Gálatas:
Año 57
Según la Carta a los Filipenses, dirigida a la comunidad de Filipo, fundada hacia
el año 49.
Año 58
Según la Carta a los Romanos, a la comunidad creada en los años 40.
Año 61
Según la Carta a Filemón, escrita durante la cautividad en Roma
Años 70-100. Redacción de los evangelios
Diversos relatos originados entre los años 28-30 y los años 70, se transmiten de
forma oral o escrita. Son recopilados y reelaborados por los evangelistas, que los
insertan en un marco geográfico y cronológico ficticio con bases también
históricas, dando lugar a los Evangelios
Años 70: Evangelio de Marcos
El estudio crítico del Evangelio según san Marcos ha aportado en los últimos
años, datos acerca de las características de las primitivas comunidades cristianas.
Años 80: Evangelios de Mateo y Lucas
En el Evangelio según san Mateo se observa la relación conflictiva de la primitiva
comunidad cristiana con los fariseos que habían escapado a la destrucción de
Jerusalén.
El Evangelio según san Lucas muestra ciertas características de las comunidades
cristianas procedentes del paganismo.
26
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 1
Final del siglo I
El Evangelio según san Juan, las cartas y el libro del Apocalipsis aportan algunos
datos del final del siglo I y principios del siglo II, que estuvo marcado por las
persecuciones romanas.
El contenido de este artículo incorpora material de una entrada de la
Enciclopedia Libre Universal, publicada en castellano bajo la licencia GFDL.
Obtenido de "http://es.wikipedia.org/wiki/Cristianismo_primitivo"
Comunidades Apostólicas - Rasgos
Los primitivos cristianos se reunían diariamente en el templo y escuchaban los
sermones de los Apóstoles, y en los días del Señor (domingos) se juntaban en
casas particulares para oficiar la Santa Eucaristía (Liturgia) y con el fin de
comulgar de los Santos Cuerpo y Sangre de Cristo.
Asimismo, tenían caridad mutua, de suerte que parecía que tenían un sólo
corazón y una sola alma. Muchos cristianos vendían sus haciendas, y el dinero
recibido lo entregaban a los Apóstoles y a los pobres.
Un hombre llamado Ananías con su esposa Safira habían vendido su hacienda y
trajeron el dinero recibido a los Apóstoles, pero escondieron una parte del mismo.
Lo hicieron por dos razones. Por un lado, querían glorificarse entre los cristianos
como abnegados y buenos, ya que toda su posesión la dieron a los pobres, y por
otro, clandestinamente querían vivir para su propio placer teniendo suficiente
plata. Con el fin de cortar de raíz este espíritu nada cristiano, el Apóstol Pedro
explicó que la propiedad pertenecía a Ananías y Safira, encontrándose
completamente bajo su poder, pero el acto cometido fue un gran pecado. Pedro
dijo: "Ananías, ¿por qué permitiste a Satanás introducir en tu corazón el
pensamiento de mentir al Espíritu Santo? No mentiste a los hombres, sino a
Dios." Al instante, Ananías y luego Safira cayeron muertos.
Los Apóstoles realizaban muchos milagros, y aun la sombra del Apóstol Pedro
sanaba a los enfermos. La abundancia de los dones del Espíritu Santo regocijaba
a los creyentes y convertía al cristianismo a numerosos incrédulos. Sin embargo,
los envidiosos jefes judíos odiaban a los Apóstoles.
Cristianos de Antioquía
En Antioquía aparecieron muchos cristianos; los Apóstoles fundaron ahí la Iglesia,
en la cual brilló la gracia de Dios. Ahí por primera vez los discípulos de los
Apóstoles comenzaron a llamarse cristianos.
27
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 1
Conversión de Saulo
Predicación para judíos y gentiles: Los Apóstoles predicaban el cristianismo
particularmente a los judíos en Palestina. Para predicar a los gentiles, el Señor
Jesucristo eligió y predestinó llamando de un modo especial al gran Apóstol
Saulo, que posteriormente recibió el nombre de Pablo.
Su odio a los cristianos: Educado en su ciudad natal Tarsis (Asia Menor) y
luego en Jerusalén en la escuela del famoso y piadoso miembro del Sanedrín, el
fariseo Gamaliel. Saulo fue un convencido adversario de los cristianos, porque
creyó que ellos infringían las antiguas tradiciones patriarcales. Tomó parte en el
asesinato del santo archidiácono Esteban, y aun después de matarlo no cesó en
su persecución de los cristianos en Jerusalén.
Su maravillosa llamada en el camino de Damasco: Después de enterarse que
había cristianos en Damasco, se dirigió hacia allí; pero en el camino lo alumbró
una luz que lo encegueció, y oyó la misteriosa voz que decía: "Saulo, Saulo, ¿por
qué me estás persiguiendo?" Y Saulo preguntó: "¿Quién eres, oh Señor?" Recibió
la respuesta: "Soy Jesús, a quien estás persiguiendo. Será difícil para ti ir contra
el aguijón." Luego Saulo exclamó: "Señor, ¿qué me ordenas que haga?" Fue
instruido para que vaya a Damasco. Sus acompañantes, que también escucharon
la voz, le llevaron a Damasco. En Damasco, por la orden de Dios, el apóstol
Ananías bautizó a Saulo, quien al mismo tiempo recobró la vista y comenzó a
predicar a Cristo.
Escape de Damasco. Aparición del Señor: Luego, los judíos decidieron matar a
Pablo, y le acechaban cerca del portón de la ciudad. Pero los cristianos lo bajaron
desde una ventana de la muralla, de noche en una espuerta. De ahí Saulo se
dirigió a Arabia, donde permaneció en un yermo tres años. Allí, de acuerdo con su
propio testimonio, le apareció el Señor Jesucristo, Quien le instruía en la doctrina
cristiana, y luego le envió para predicar a los gentiles, acerca de los cuales ya
había recibido antes la revelación de no despreciarlos.
Viajes de predicación del Apóstol Pablo. El Apóstol Pablo llevó a cabo tres
grandes viajes de evangelización por los países de los gentiles de Asia Menor y
Balcanes. Visitó la actual Grecia y Bulgaria (Filipos - nombre antiguo de la actual
Sofía), y posteriormente conoció Roma, donde predicaba con éxito. Antes que
Saulo hubiese partido a su viaje, los Apóstoles por orden del Espíritu Santo
impusieron sobre él las manos (quirotonía) al elegirlo como obispo (Hech. Ap.
cap. 13). En el transcurso de sus viajes, el Apóstol Pablo tomó consigo para que
le ayudasen también a otros apóstoles (Bernabé y Silas de los 70) y tuvo mucho
éxito en su predicación, fundando en diversas localidades comunidades
eclesiásticas, a las cuales dirigía sus epístolas, que hoy en día se leen en la
iglesia, ya que tienen suma importancia dogmática y moral (son las epístolas
dirigidas a los Romanos, Corintios, Gálatas, Efesios, Filipenses, Tesalonicenses y
diversas personas particulares).
28
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 1
Persecuciones y sufrimientos.
Durante sus tres viajes y la subsiguiente evangelización el Apóstol Pablo padeció
terribles persecuciones y graves pruebas. En su epístola a los Corintios (2 Cor.
11:23 y sig.) relata de si mismo: "Tuve más trabajos, muchas presiones, muchos
azotes, frecuentes peligros de muerte, Cinco veces recibí de los judíos cuarenta
azotes menos uno (40 azotes recibían sólo los esclavos).
Tres veces fui azotado con varas, una vez apedreado, tres veces naufragué, un
día y una noche pasé en los abismos del mar; muchas veces en viaje me vi en
peligro de ríos, peligros de ladrones, peligros de los de mi linaje, peligros de los
gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros
de los falsos hermanos, peligros y miserias, en prolongadas vigilias en hambre y
sed, en ayunos frecuentes, en frío y en desnudez; esto sin hablar de otras cosas,
de mis cuidados de cada día, de la preocupación por todas las iglesias. ¿Quién
desfallece que no desfallezca yo? ¿Quién se escandaliza que yo no me abrase?
Si es menester gloriarse, me gloriaré en lo que es mi flaqueza. Dios y Padre del
Señor Jesucristo, el bendito por los siglos, sabe que no miento.
En Damasco el etnarca del rey Aretas puso guardia en la ciudad para prenderme,
y por la ventana, en una espuerta, fui descolgado por el muro, y escapé de sus
manos." También en 2 Cor. 1:8-11 dice: "No queremos, hermanos, que ignoréis la
tribulación que nos sobrevino en Asia, pues fue muy sobre nuestras fuerzas, tanto
que desesperábamos ya de salir con vida. Aún más, temimos como cierta la
sentencia de muerte, para que no confiásemos en nosotros mismos, sino en Dios
que resucita a los muertos, que nos sacó de tan mortal peligro y nos socorrió. En
Él tenemos puesta la esperanza de que seguirá socorriéndonos, cooperando
vosotros con la oración a favor nuestro, a fin de que la gracia que por las
plegarias de muchos se nos concedió sea de muchos agradecida por nosotros."
29
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 1
Prácticas
Después de haber leído la unidad 1 EL ORIGEN DE LA IGLESIA, cumple con
las siguientes acciones:
2
Realiza un comentario
con tus compañeros de
curso acerca de este tema,
luego de tal acción elabora
tu propio comentario en
una media plana y
presenta a tu docente.
1
Desarrolla un análisis
descriptivo de todas las
connotaciones importantes y significativas a
cerca del origen
de la Iglesia.
3
4
Presenta un informe referente a la acción trascendental de las primeras comunidades en la historia de la Iglesia:
La comunidad de Jerusalén,
La comunidad cristiana de
Antioquia y la Comunidad cristiana de
Roma.
Nombra y describe
cada uno de los rasgos
de las primeras
comunidades
apostólicas.
30
5
Elabora una reflexión
acerca de la vida, acción y rasgos de tu
comunidad apostólicas.
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 2
UNIDAD
2
EL SER DE LA IGLESIA
A lo largo de la historia, la presencia de la Iglesia ha adoptado formas diferentes.
Esta presencia tan cambiante nos provoca preguntas: ¿Qué es la Iglesia? ¿Cuál
es su naturaleza? ¿Cuál es la realidad permanente que mantiene su identidad en
medio de tanto cambio? A resolver estos interrogantes vamos a dedicar esta
Unidad Didáctica.
El misterio de la Iglesia
Imágenes de la Iglesia
Las notas de la Iglesia
II.2.1. EL MISTERIO DE LA IGLESIA
La Iglesia es un misterio relacionado con la Trinidad y en el que confluye el plan
salvador de Dios, manifestado en la voluntad de salvación universal del Padre,
que envía a su Hijo unigénito al mundo para que los hombres reunidos en una
comunidad a la que da vida el Espíritu, tengan vida eterna.
La Iglesia es una realidad compleja. Si sólo nos preocupáramos de recabar
información sobre su historia, organización y estructura, administración, etc.
Conoceríamos, con más o menos profundidad, una sociedad, pero no a la Iglesia,
ya que ésta tiene un componente trascendente que sólo se manifiesta a quien la
mira con los ojos de la fe.
Por detrás de sus errores históricos, su pobreza externa o las limitaciones de sus
miembros, se encuentra el Espíritu Santo, que llena y anima a la Iglesia y la
convierte en medio que presencializa y transmite la salvación de Dios a los
hombres.
Toda esta complejidad se expresa con términos como la Iglesia, sacramento de
salvación o al hablar de la Iglesia como misterio. Vamos a detenernos brevemente
en el significado de estas palabras.
31
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 2
El nombre de la Iglesia
Iglesia proviene del término griego "ekklesia", que significa asamblea
(convocada). Y en el Antiguo Testamento se usaba para designar a la comunidad
del pueblo elegido, especialmente en el desierto (cfr. Dt. 4,10; Hch 7,38). También
Jesús usa este término para hablar de "su comunidad mesiánica", la nueva
asamblea convocada por la alianza en su sangre, alianza anunciada en el
Cenáculo.
Misterio y sacramento
La palabra "misterio" sugiere algo escondido, oculto, inaccesible a la explicación
científica. Cuando la palabra griega "mysterion" aparece en la Sagrada Escritura,
designa la voluntad salvadora de Dios que quiere liberar al ser humano de todo lo
que le causa mal e impide su felicidad. Este deseo divino se lleva a cabo a través
de un plan salvador, que va progresando a lo largo de la historia hasta llegar a
Cristo, y que aguarda a partir de Él su plena consumación.
Cuando el término griego "mysterion" se traduce al latín, se emplea la palabra
"sacramentum", de donde proviene "sacramento". Por tanto, podemos afirmar
que, inicialmente, sacramento y misterio eran palabras sinónimas. Pero con el
paso del tiempo estos términos han ido desplazando su significado, de forma que
al hablar de misterio nos referimos concretamente al plan salvador de Dios,
mientras que si empleamos sacramento, hablamos de las realidades que nos
hacen presentes el misterio, el plan de salvación.
Así, al afirmar que Jesucristo es el "sacramento primordial" se está afirmando que
es la realidad que manifiesta de forma privilegiada y única la voluntad salvadora
de Dios
Concluyamos resumiendo lo hasta aquí dicho por medio de dos definiciones:
Misterio: es el término que designa el plan por el que Dios quiere salvar a
la humanidad
Sacramento: es la realidad que manifiesta y hace presente la salvación de
Dios entre los hombres
La Iglesia, sacramento universal de salvación
El Concilio Vaticano II (1962-1965) enseña que la Iglesia es, en Jesucristo, el
sacramento, es decir, el signo y el instrumento, de la salvación universal del
hombre.
32
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 2
"De ahí que la Iglesia haya recibido la misión de anunciar e instaurar el Reino en
todos los pueblos. Ella es su signo. En ella se manifiesta, de modo visible, lo que
está llevando a cabo silenciosamente en el mundo entero. Es el lugar donde se
concentra el máximo la acción del Padre, que en la fuerza del Espíritu de Amor
busca solicito a los hombres, para compartir con ellos -en gesto de indecible
ternura- su propia vida trinitaria. La Iglesia es también el instrumento que
introduce el Reino entre los hombres para impulsarlos hacia su meta definitiva"
Puebla, 227
Esto significa que:
La Iglesia es fruto de la obra salvífica de Jesucristo y que su función es manifestar
y hacer presente la salvación de Dios a todos los hombres.
La realidad profunda de la Iglesia ha de estar inspirando constantemente sus
manifestaciones externas para poder ser expresión de
El acontecimiento de la salvación se trata de vivir en la Iglesia a "la unidad íntima
con Dios y la de todo el género humano "a través de la comunión de vida, la
oración, el compartir los bienes, la escucha constante de la Palabra y la
celebración de los Sacramentos, especialmente la Eucaristía.
Por esto, la Iglesia es consciente de que su visibilización, es decir, sus
estructuras, su organización, la forma de administrarse, la manera de hacerse
presente en la sociedad de su tiempo, no debe enturbiar el contenido que trata de
transmitir haciendo propias las palabras del Apóstol Pablo: "Este tesoro lo
llevamos en vasijas de barro, para que se vea que esa fuerza tan extraordinaria
es de Dios y no viene de nosotros" 2 Cor 4,7.
II.2.2. IMÁGENES DE LA IGLESIA
Toda la realidad de la Iglesia no es posible reducirla a un solo concepto, puesto
que serían silenciados elementos y dimensiones que la constituyen. De ahí que la
Iglesia se haya descrito, a lo largo de la historia, con múltiples imágenes que se
complementan entre sí y expresan aspectos diferentes de su esencia.
Así se habla de pueblo de Dios, plantación de Dios, grey, edificio, casa de Dios,
familia de Dios, cuerpo de Jesucristo, esposa de Jesucristo, Templo del Espíritu
Santo. Los Santos Padres definieron la Iglesia como comunidad de creyentes y
comunión de los Santos, es decir, de los santificados por los sacramentos.
Fijémonos ahora en las tres imágenes que Pablo empleó para describir la Iglesia,
y que ya conocemos por la unidad anterior: Pueblo de Dios, Cuerpo de Cristo,
Templo del Espíritu Santo.
33
Dossier: Iglesia y Sacramentos
II.2.2.1.
UNIDAD 2
LA IGLESIA, PUEBLO DE DIOS DE LA NUEVA ALIANZA
La Iglesia es el pueblo que Dios elige y llama entre los pueblos, con el que
establece una Alianza, pueblo de su propiedad:
Abierto a todos los hombres y mujeres, sin importar la raza, nación, o clase
social a la que pertenezcan.
Al que se nace por la Fe y el Bautismo
Que se reúne para escuchar la Palabra de Dios y darle gracias por sus
obras de salvación
Enviado al mundo para dar testimonio del Evangelio con obras y palabras
Este Pueblo de la Nueva Alianza cuenta con:
Una dimensión histórica, pues se vincula al antiguo Pueblo de Dios, elegido
en la servidumbre de Egipto, y al que Dios le dice "Yo soy vuestro Dios y
vosotros, mi pueblo" (Lv 26,11-12; Ez 37,27) Esta historia de salvación
alcanza su punto culminante en Cristo y se prolonga en la historia humana,
pues la Iglesia es un pueblo en camino, una realidad dinámica, un signo de
esperanza abierto a la meta definitiva que proclama.
Una dimensión comunitaria, ya que como pueblo es una comunidad de
personas en la que todos participan de la misma dignidad y donde se tiene
conciencia de la igualdad fundamental de todos sus miembros.
Una dimensión ministerial, ya que la común pertenencia se vive en una
diversidad de funciones que se orientan al servicio
Una dimensión salvífica, en el sentido de salvación plena, definitiva,
escatológica que revela el Nuevo Testamento y que asume la experiencia
de salvación que tuvo Israel al ser liberado de la esclavitud. De aquí se
sigue la misión que tiene la Iglesia a favor de la liberación de la opresión y
de la injusticia, expresando así la salvación integral que anuncia.
Una dimensión cultual. Como pueblo sacerdotal que es, al rendir culto a
Dios "en Espíritu y Verdad"
II.2.2.2.
LA IGLESIA: CUERPO MÍSTICO DE CRISTO
El Hijo de Dios encarnado en la naturaleza humana, redimió al hombre y lo
transformó en una nueva criatura (Cfr. Gal. 6,15), superando la muerte con su
muerte y resurrección. A sus hermanos convocados de entre todas las gentes, los
constituyó místicamente como su cuerpo comunicándoles su Espíritu.
34
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 2
"La vida de Cristo se comunica a los creyentes por medio de los Sacramentos."
(Conc.Vat. II LG 7) En la antigüedad era conocida la comparación entre el
organismo humano y la sociedad: como un miembro no puede subsistir separado
del cuerpo, así un individuo no puede permanecer aislado de la sociedad.
Pablo recoge esta comparación y la aplica a la Iglesia: La Iglesia es un cuerpo
con muchos miembros distintos que se necesitan mutuamente, que deben
mantenerse unidos y actuar en estrecha armonía (Cfr. Rm 12, 4-9), compartiendo
sufrimientos y honores ( Cfr.1 Cor 12,26 ) y protegiendo a los más débiles y
pobres ( Cfr.1 Cor 12, 22-25 ).
Así como en el cuerpo si un miembro sufre, también sufre el todo. Estamos mal
cuando padecemos en algún miembro. Todo el Cuerpo está mejor, cuando todos
los miembros están bien. Así también la Iglesia: sufre cuando un miembro sufre y
el bien de la Iglesia está en el bien de todos sus miembros.
Sin embargo, Pablo corrige esta imagen. Al hacer la comparación, el segundo
término de ésta no es la Iglesia, sino Cristo. Así, a semejanza del cuerpo, Cristo
esta formado por diversos miembros:
"Es un hecho que el cuerpo, siendo uno, tiene muchos miembros, pero los
miembros, aun siendo muchos, forman entre todos un solo cuerpo. Pues también
Cristo es así, porque también a todos nosotros, ya seamos judíos o griegos,
esclavos o libres, nos bautizaron con el único Espíritu para formar un solo
cuerpo".
Cuando se dice que la Iglesia es el Cuerpo de Cristo, se quiere afirmar que:
Todos los creyentes forman un solo cuerpo, lo que significa que la Iglesia
es una comunión donde:
o Han quedado superadas todas las diferencias y distancias (Cfr. Gal
3,28)
o Se comparte la vida y todos viven poniendo en común las
preocupaciones y alegrías, haciendo realidad la atención y mutua
entrega
Jesucristo, como "cabeza del cuerpo de la Iglesia", imagen del Dios
invisible (Cfr. Ef 1,22-12; 4,15-16; Col 1,18; 2,19 ) distribuye su vida divina
a todos sus miembros, capacitándoles para que sean presencia actual de
su amor en el mundo (Jn 15, 1-5)
La Iglesia está sometida a los criterios, escala de valores y la Palabra
exigente de Jesucristo, su Cabeza, en quien reside la plenitud (Cfr. Col.
1,18; 2,10)
35
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 2
Un cuerpo necesita del alma para ser un cuerpo vivo. Nosotros tenemos un solo
Espíritu, que distribuye sus variados dones para el bien de la Iglesia según su
riqueza y la diversidad de los ministerios.
Este es el sentido de esta imagen bíblica para que entendamos un poco lo que es
la Iglesia. En realidad todos los cristianos en la Iglesia fundada por Cristo
formamos con Él lo que San Agustín llamaba EL CRISTO TOTAL, Cabeza y
miembros.
II.2.2.3.
LA IGLESIA, TEMPLO DE DIOS EN EL ESPÍRITU SANTO
En el mundo antiguo, el Templo es el lugar privilegiado de la presencia de Dios en
el mundo. Israel se caracterizó durante largo tiempo por no tener templo alguno;
Dios estaba en medio de su pueblo en el camino por el desierto.
Así el Nuevo Testamento también puede describir a la Iglesia - o en su caso a la
comunidad concreta - Como Templo, lugar de la presencia de Dios y de
Jesucristo.
"Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de
ellos" (Mt 18,20)
El edificio que es la Iglesia está constituido por piedras vivas y su piedra angular
es Jesucristo ( Cfr. 1 Pe 2, 4-5). Dios se hace presente en ella por el Espíritu.
"Habéis olvidado que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en
vosotros"
Este Espíritu le da vida a la Iglesia, la renueva, rejuvenece y fecunda; la mantiene
misionera y la hace santa. Es el mismo Espíritu quien derrama sus diferentes
dones sobre ella para enriquecerla, haciéndola el lugar de la presencia activa de
Dios en el mundo.
II.2.2.4.
OTRAS IMÁGENES BÍBLICAS QUE NOS HACEN ENTENDER UN
POCO LO QUE ES LA IGLESIA
Un redil
"Así la Iglesia es un Redil, cuya única y obligada puerta es Cristo (Cfr. Jn
10, 1-10), es también una grey, de la que el mismo Dios se profetizó Pastor
(Cfr. Is 40,11; Ez 34,11ss) y cuyas ovejas, aunque conducidas ciertamente
por pastores humanos, son, no obstante, guiadas y alimentadas por el
mismo Cristo, buen Pastor y Príncipe de pastores que dio su vida por las
ovejas"
36
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 2
Campo Cultivado
"La Iglesia es campo cultivado... El agricultor celestial la plantó como viña
escogida. La verdadera vid es Cristo, que comunica vida y fecundidad a los
sarmientos, que somos nosotros, que permanecemos en Él por medio de la
Iglesia, y sin El nada podemos hacer."
Edificación de Dios
A veces también la Iglesia es designada como edificación de Dios. El
mismo Señor se comparó a la piedra que rechazaron los constructores,
pero que fue puesta como piedra angular. Sobre este fundamente los
Apóstoles levantan la Iglesia y de él recibe esta firmeza y cohesión. Esta
edificación recibe diversos nombres: Casa de Dios, habitación de Dios en
el Espíritu, Tienda de Dios entre los hombres y sobre todo Templo Santo.
La Iglesia será siempre Génesis
en ella se continúa y se cumple admirablemente la primera creación
La Iglesia es un continuo Éxodo
enviada al mundo para hacer caminar al mundo hacia el Reino
La Iglesia se revela Crónicas
porque los acontecimientos que vive continúan la historia de la salvación
La Iglesia es como el Qohelet
mide la vanidad de las vanidades, para hacer desparecer toda mentira
La Iglesia llora sus Lamentaciones
invita a Dios a hacer justicia de la sangre de los justos maltratados
La Iglesia recibe la Sabiduría
para discernir en el mundo lo que es bueno, puro, verdadero
La Iglesia es Profecía
porque anticipa en el signo la historia del universo
La Iglesia es un Cántico de amor a su Esposo
nadie como Él ha sido amado con tanta determinación
Desde el principio hasta el fin, testimoniando, meditando, gimiendo
profetizando, amando. La Iglesia es Evangelio de la Muerte y Resurrección de Jesús
Y la Iglesia es Apocalipsis, principio del Reino,
que se revela más allá de este mundo enfermo hasta que el misterio
no sea completado en su carne"
II.2.3. LAS NOTAS DE LA IGLESIA
II.2.3.1.
LA IGLESIA ES UNA
La Iglesia es Una debido a su origen. "El modelo y principio supremo de
este misterio es la unidad de un solo Dios Padre e Hijo en el Espíritu Santo,
en la Trinidad de personas".
La Iglesia es Una debido a su fundador. "Pues el mismo Hijo encarnado por
su cruz reconcilió a todos los hombres con Dios, restituyendo la unidad de
todos en un solo pueblo y en un solo cuerpo"
37
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 2
La Iglesia es Una debido a su "alma": "El Espíritu Santo que habita en los
creyentes y llena y gobierna a toda la Iglesia, realiza esa admirable
comunión de fieles y une a todos en Cristo tan íntimamente que es el
Principio de la unidad de la Iglesia". Por tanto, pertenece a la esencia
misma de la Iglesia ser una. (CIC, 813)
La Iglesia es Una. Cristo no fundó muchas, sino UNA Iglesia, dijo que quería
formar un solo rebaño bajo la guía de un solo pastor (Cfr.Jn. 10)
La única Iglesia de Cristo, Nuestro Salvador, después de su resurrección, la
entregó a Pedro para que la pastoreara. Le encargó a él y a los demás Apóstoles
que la extendieran la gobernaran. Esta Iglesia, constituida y ordenada en este
mundo como una sociedad, subsiste en la Iglesia católica, gobernada por el
sucesor de Pedro y por los obispos en comunión con él.
La unidad de la Iglesia consiste en una unidad en la fe, en la caridad y en la
liturgia, bajo el gobierno de los apóstoles y sus sucesores. Algo que aparece
expresado en los Hechos de los Apóstoles: "Eran constantes en escuchar la
enseñanza de los apóstoles y en la comunidad de vida, en el partir el pan y en las
oraciones" (Hch 2,42)
En este sentido, el Concilio Vaticano II ha hablado del triple vínculo de la unidad:
La profesión de fe, los sacramentos y el gobierno y comunión eclesial.
Esta unidad no debe ser confundida con uniformidad, ya que la Iglesia no podría
unir a hombres de todos los pueblos, razas y culturas, con muy diferentes
mentalidades y costumbres, si no se diera en su seno una diversidad que
enriquece la unidad.
Sin embargo, esta diversidad tiene unas fronteras que, si se traspasan anulan la
unidad. Así aparecen los cismas y las herejías. Cuando se rompe la comunión
vital, especialmente en la comunión en el culto, estamos hablando de un cisma. Si
la ruptura se produce en el ámbito de la unidad de la fe, que a su vez provoca una
separación en el culto, nos encontramos ante una herejía.
Las separaciones y escisiones sufridas por la Iglesia a través de la historia, se
han debido a disensiones en el ámbito de la fe, que se han profundizado al incidir
también factores no religiosos (tensiones nacionales, políticas, culturales, etc.) y
disposiciones personales (espíritu de contradicción, rivalidad, orgullo...) sin
embargo, tras estas escisiones había también un sincero afán de mantener la
autenticidad del mensaje cristiano, por lo que el camino hacia la unidad se debe
realizar mediante el esfuerzo común por entender rectamente el Evangelio.
38
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 2
Las dos separaciones más importantes se produjeron en 1054, al escindirse la
Iglesia Oriental y Occidental tras un largo período de disensiones y
enfrentamientos, y la ruptura que la Reforma introdujo en la Iglesia Occidental, y
que a su vez originaría nuevas rupturas.
Estamos buscando la unidad
Así como notamos la diversidad de comunidades cristianas, también constatamos
que la mayor parte de lo que somos y de lo que anunciamos es lo mismo. Más
son los aspectos que nos unen que los puntos diversos. Y la Iglesia busca la
unidad, porque siempre le han dolido las divisiones por ser contrarias al
pensamiento del fundador.
Un esfuerzo muy notable por encontrar la unidad de los cristianos comenzó con el
Concilio Vaticano II. La Iglesia quiere la unidad, la busca y se revisa a sí misma
para quitar todo lo que por culpa humana impide llegar a esa unidad. En las
denominaciones no católicas también se ha emprendido esta búsqueda.
Los cristianos de las diferentes Iglesias y comunidades eclesiales, sienten la
necesidad de la unidad que Jesús expresa en su oración al Padre. "Que sean
todos uno, como tu, Padre, estás conmigo y yo contigo que también ellos estén
con nosotros, para que el mundo crea que tu me enviaste". Este movimiento por
la unidad de todas las Iglesias se llama "ECUMENISMO", antes a los no católicos
los solíamos llamar protestantes, calvinistas, anglicanos.... Hoy ya se ha hecho
común llamarlos mejor "hermanos separados", porque en verdad son hermanos
nuestros y están separados de nuestra fe católica.
El deseo de volver a encontrar la unidad de todos los cristianos es un don de
Cristo y un llamamiento del Espíritu Santo. Para responder adecuadamente a este
llamamiento se exige:
Una renovación permanente de la Iglesia en una fidelidad mayor a su
vocación. Esta renovación es el alma del movimiento hacia la unidad.
La conversión del corazón para llevar una vida más pura según el
Evangelio. Porque la infidelidad de los miembros al don de Cristo, es la
causa de las divisiones.
La oración en común, porque esta conversión del corazón y santidad de
vida, junto con las oraciones privadas y públicas por la unidad de los
cristianos, deben considerarse como el alma de todo el movimiento
ecuménico, y pueden llamarse con razón ecumenismo espiritual.
El fraterno conocimiento recíproco.
La formación ecuménica de los fieles y especialmente de los sacerdotes.
39
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 2
El diálogo entre los teólogos y los encuentros entre los cristianos de
diferentes Iglesias y comunidades.
La colaboración entre cristianos en los diferentes campos de servicio a los
hombres.
Es muy difícil lograr en un futuro próximo la unidad de todos los cristianos, tener
una sola Iglesia, porque las divisiones han perdurado siglos. Pero la tarea no es
imposible. Si somos de veras cristianos que deseamos permanecer fieles al
Evangelio, debemos poner de nuestra parte lo que podamos, poner toda la
esperanza "en la oración de Cristo por la Iglesia, en el amor del Padre para con
nosotros, y en el poder del Espíritu Santo."
II.2.3.2.
LA IGLESIA ES SANTA
La Iglesia es Santa, porque Cristo "la amó y dio su vida por ella". Esto lo hizo para
consagrarla. En Ella dejó el Señor todo el tesoro de su santidad adquirido por su
muerte y resurrección y así la Iglesia es dispensadora de santidad y santifica a
todos sus miembros desde el bautismo hasta la última despedida, luchando
siempre por purificarla del pecado
Esta propiedad de la Iglesia parece contradecir la experiencia concreta, que nos
manifiesta una comunidad con deficiencias en las actuaciones de sus miembros, y
en sus propias acciones comunitarias. Sin embargo, podemos afirmar su santidad
desde el misterio de su ser.
Cuando la Sagrada Escritura habla de santidad, está haciendo mención a algo
que es propiedad y pertenece a Dios, al solo Santo. Por tanto, la santidad no
expresa en la Biblia una actitud ética primordialmente, sino una apropiación por
parte de Dios que santifica una realidad profana. De ahí que podamos afirmar que
la Iglesia es santa porque:
Es de Dios y para Dios. Él la elige y crea un pueblo santo, al que es
incondicionalmente fiel y no abandona a los poderes de la muerte y de la
contingencia del mundo (Mt 16,18)
Jesucristo, el Hijo amado de Dios, se entregó por la Iglesia para hacerla
santa e inmaculada (Cfr. Ef 5,27), uniéndose con ella de forma indisoluble
(Cfr. Mt 28,20)
El Espíritu Santo, prometido por Jesucristo (Jn 14,26; 16,7-9), está
presente en ella, actuando con poder y haciéndola depositaria de los
bienes de la salvación que debe transmitir; la verdad de la fe, los
sacramentos de la nueva vida, los ministerios.
40
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 2
Sin embargo, al acoger a hombres y mujeres pecadores, la propia Iglesia es
pecadora, necesitando convertirse al Evangelio para manifestar con su vida lo que
es su ser mas profundo.
El Apóstol Pablo nos recuerda a los cristianos que, por el Bautismo, hemos nacido
a una nueva vida que transforma nuestro modo de obrar y que hace de nuestra
existencia cotidiana un servicio a Dios. Esta conversión de actitudes, valores y
comportamientos no es fruto de un empeño personal, sino efecto del
Espíritu Santo que actúa en nosotros si somos capaces de dejarnos
transformar por Él.
Por todo lo anterior, podemos concluir que la Iglesia es Santa en su ser más
profundo, pero pecadora y en constante conversión en su visibilización en el
mundo.
Al canonizar a ciertos fieles, es decir, al proclamar solemnemente que esos fieles
han practicado heroicamente las virtudes y han vivido en la fidelidad a la gracia de
Dios, la Iglesia reconoce el poder del Espíritu de Santidad, que está en ella, y
sostiene la esperanza de los fieles proponiendo a los santos como modelos e
intercesores. Los santos y las santas han sido siempre fuente y origen de la
renovación en las circunstancias más difíciles de la historia de la Iglesia. En
efecto, "La santidad de la Iglesia es el secreto manantial y la medida infalible de
su laboriosidad apostólica y de su ímpetu misionero" (CIC, 828)
La Iglesia en la Santísima Virgen llegó ya a la perfección, sin mancha ni arrugo.
En cambio, los fieles cristianos se esfuerzan todavía en vencer el pecado para
crecer en la santidad. Por eso dirigen sus ojos a María. En ella, la Iglesia es ya
enteramente santa.
II.2.3.3.
LA IGLESIA ES CATÓLICA
Porque la salvación que Cristo nos trajo se dirige a todos los hombres sin
excepción. Es Universal. Por esto la Iglesia es Católica. A partir de la Ascensión
del Señor, se rompieron las fronteras de Israel para "ir por todo el mundo y
anunciar el Evangelio a todas las gentes" Y en orden histórico los apóstoles
serían los testigos de Jesús en Jerusalén en Judea y Samaria y hasta las
regiones más lejanas de la tierra" (Hch 1,8)
La palabra "Católico" no se encuentra en el Nuevo Testamento. Será Ignacio de
Antioquia quien, hacia el año 110, aplique por vez primera este calificativo a la
Iglesia (Carta a los de Esmirna 8,2). Originalmente significaba "la que expresa
todo", "la plenitud de la fe", pero con el tiempo ha pasado también a denominar su
extensión por todo el mundo.
41
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 2
Consecuentemente, al reconocerse la Iglesia como católica, dice de sí misma que
predica la Fe en su integridad a todo hombre, cualquiera que sea su raza, nación
o clase social. La catolicidad de la Iglesia se realiza de forma concreta por:
a) La misión que ha recibido del Señor para anunciar la Buena Noticia a todos
los hombres (Mc 16,15; Mt 28, 19-20); esta tarea la realiza enriqueciendo
las diversas culturas, llevándolas a su plena humanización, al tiempo que
ella misma se enriquece con las riquezas de todos.
b) Su enraizamiento en un pueblo, localidad o ambiente, donde hace presente
la plenitud de la Iglesia de Jesús que es al mismo tiempo Iglesia Universal,
extendida por todo el mundo.
c) La abundancia de grupos que realizan la existencia cristiana de un modo
diferente, ya sea como religiosos, laicos, célibes, casados o clérigos.
La catolicidad de la Iglesia es un don de Dios, pero al mismo tiempo es una labor
permanente, no exenta de tensiones y dificultades, debido a la diversidad de
culturas, costumbres, formas de vida y vocaciones.
El Concilio Vaticano II en la Lumen Gentium 13 dice: "Todos los hombres están
invitados al nuevo Pueblo de Dios. Por eso este pueblo, uno y único, ha de
extenderse por todo el mundo a través de todos los siglos, para que así cumpla el
designio de Dios, que en el principio creó una única naturaleza humana y decidió
reunir a sus hijos dispersos...Este carácter de universalidad, que distingue al
pueblo de Dios, es un don del mismo Señor. Gracias a este carácter, la Iglesia
Católica tiende siempre y eficazmente a reunir a la humanidad entera con todos
sus valores bajo Cristo como Cabeza, en la unidad de su Espíritu".
II.2.3.4.
LA IGLESIA ES APOSTÓLICA
Apóstol quiere decir enviado. Los cuatro evangelios señalan que Dios, el Padre,
ha enviado a Jesús, su hijo como Salvador del mundo. A su vez, Jesucristo confió
a los apóstoles la misión que había recibido del Padre, encargándoles predicar en
su lugar el Evangelio a todos los pueblos, con el poder del Espíritu Santo, hasta la
consumación del uno:
"Se me ha dado plena autoridad en el cielo y en la tierra, Id y haced discípulos de
todas las naciones, bautizadlos y consagrárselos al Padre y al Hijo y al Espíritu
Santo, y enseñadles a guardar todo lo que os he mandado, mirad que yo estoy
con vosotros cada día hasta el fin del mundo" ( Mt 28, 18-20; Mc 16, 15-20; Lc.
24, 47-48; Hch 1,8).
Su función apostólica intransferible, consistió precisamente en ser:
Testigos inmediatos de la Resurrección del Señor
Fundamentos de la Iglesia
42
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 2
Hoy como ayer y siempre, el Espíritu Santo mantiene a la Iglesia en comunión con
los Apóstoles y, gracias a esta comunión, en comunión con el Padre y con su Hijo
Jesucristo. El Espíritu Santo es el principio de la comunión de todos los miembros
de la Iglesia en la fe y en el testimonio de vida de los Apóstoles.
En este sentido toda la Iglesia es apostólica, manteniéndose en ella la vitalidad
del Evangelio.
Al servicio de la apostolicidad de todos los miembros de la Iglesia está la sucesión
apostólica de los Obispos que garantiza en cada momento que esta Iglesia
nuestra es la Iglesia misma de los apóstoles. La verdadera Iglesia de Jesucristo
está allí donde los creyentes son fieles a la fe de los apóstoles, al mismo tiempo
que se adhieren a la sucesión apostólica de los obispos.
En el Nuevo Testamento hay indicios claros de cómo la misión apostólica, en los
tiempos inmediatamente posteriores a los Apóstoles, se transmitió a otros
discípulos. En efecto: Los Apóstoles no sólo tuvieron en vida diversos
colaboradores en su ministerio, sino que:
Confiaron a algunos el encargo de continuar, llevar a término y consolidar la obra
que ellos habían comenzado. Establecieron colaboradores al frente de las
comunidades cristianas y les encomendaron que proveyesen para que otros
hombres probados se hiciesen cargo, mas tarde, del ministerio apostólico.
La misión de los apóstoles se ha transmitido hasta nuestros días a través de los
obispos y del Papa, sucesor del apóstol Pedro. Los obispos son sucesores de los
Apóstoles no en lo que a éstos les fue propio y exclusivo: ser testigos de Cristo
Resucitado y ser fundamentos de la Iglesia. Los obispos suceden a los Apóstoles
en su función de Pastores de la Iglesia; a través de ellos se manifiesta y se
conserva en el mundo entero la Tradición Apostólica.
No es necesario que cada obispo, en particular, sea sucesor de un determinado
Apóstol. Para garantizar la sucesión apostólica, basta con que el Colegio (o
conjunto) de los obispos suceda al Colegio (o conjunto) de los Apóstoles. Cada
obispo, como miembro de todo el Colegio Episcopal, ocupa un puesto en la
sucesión apostólica. Esto es lo que quiere decir el hecho de que, para ordenar a
un presbítero como obispo, está establecido que le ordenen, por lo menos, tres
obispos, como señal de que se admite al candidato en el Colegio de los obispos.
Desde los orígenes de la Iglesia hasta hoy, y así sucederá hasta siempre, la Fe y
la misión de los Apóstoles se han mantenido íntegras y vivas mediante la
sucesión apostólica de los obispos, asistida por el Espíritu Santo.
43
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 2
Un antiguo texto de la Tradición de la Iglesia resume esta realidad diciendo: "Los
apóstoles salieron al orbe entero a predicar la misma doctrina de la misma fe a
todas las naciones. En cada ciudad fundaron Iglesias, que vinieron a ser como
retoños o semillas de la fe y de la doctrina para las demás iglesias de entonces y
ahora. Por eso, nuestras Iglesias deben ser consideradas como brotes de las
Iglesias apostólicas. Aún siendo tantas Iglesias, no forman más que una sola".
Tertuliano, siglo III
¿Por qué decimos que la Iglesia es Romana?
Un hecho histórico vino a poner esta nota en la Iglesia de Cristo: San Pedro, el
primero entre los Apóstoles, fue a Roma y ahí murió.
En los Evangelios aparece San Pedro con un lugar muy importante entre sus
compañeros apóstoles, esta primacía es confirmada por Cristo resucitado. En los
Hechos es quien tiene la dirección principal de la Iglesia naciente. Así se le
consideró como signo de ser la Iglesia de Cristo el estar en comunión con Pedro.
San Pablo mismo que tiene una parte tan importante en la propagación del
cristianismo primitivo, confiesa que después de su conversión fue a estar unos 15
días con Pedro, no fuera a suceder que su mensaje no estuviera de acuerdo con
él.
Este puesto importante de Pedro en toda la Iglesia lo sigue teniendo el sucesor de
Él en Roma, porque ahí murió en el año 67 dando su vida por Cristo como
testimonio final de su amor al Maestro. Conocemos los nombres de todos los
sucesores de Pedro hasta el presente. Hoy también los cristianos conservamos la
comunión con la Iglesia de Roma. Por eso decimos que la Iglesia es Romana.
II.2.3.5.
FUERA DE LA IGLESIA NO HAY SALVACIÓN
¿Cómo entender esta afirmación tantas veces repetida por los Padres de la
Iglesia? Formulada de modo positivo significa que toda salvación viene de CristoCabeza por la Iglesia que es su cuerpo:
El Concilio Vaticano II Sínodo "basado en la sagrada Escritura y en la Tradición,
enseña que esta Iglesia peregrina es necesaria para la salvación. Cristo, en
efecto, es el Único Mediador y Camino de Salvación que se nos hace presente en
su Cuerpo, en la Iglesia. Él, al inculcar con palabras bien explícitas, la necesidad
de la fe y del Bautismo, confirmó al mismo tiempo la necesidad de la Iglesia, en la
que entran los hombres por el Bautismo como por una puerta. Por eso, no podrían
salvarse los que, sabiendo que Dios fundó por medio de Jesucristo la Iglesia
católica como necesaria para la salvación, sin embargo, no hubiesen querido
entrar o perseverar en ella". (Conc. Vat. II Lumen Gentium 14)
44
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 2
Esta afirmación no se refiere a los que, sin culpa suya, no conocen a Cristo y a su
Iglesia: "Los que sin culpa suya no conocen el Evangelio de Cristo y su Iglesia,
pero buscan a Dios con sincero corazón e intentan en su vida, con la ayuda de la
gracia, hacer la voluntad de Dios, conocida a través de lo que les dice su
conciencia, pueden conseguir la salvación eterna". (L.G. 16)
Lectura
Complementaria
Fichas de lectura:
á Catecismo de la Iglesia Católica, n. 781
á 1 Cor 12,12-13
á Ef 1,22-23; 4,15-16; Col 1,18; 2,19
á Catecismo de la Iglesia Católica, n. 789
á 1 Cor 3,16; cf. 2 Cor 6,16; Ef 2,11
á LG 8; cf CCE, 827; 21, 22, 23
45
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 2
Prácticas
Luego de haber realizado un estudio de la unidad 2
cumple con las siguientes instrucciones:
EL SER DE LA IGLESIA,
3
2
Nombra cuales son las imágenes de la Iglesia y desarrolla cada una haciendo referencia de su
identidad, sus características y
que acción manifestó el Padre, el
Hijo y el Espíritu Santo en cada una de ellas. Presenta el
informe a tu docente.
1
Desarrolla un comentario a cerca de. EL
MISTERIO DE LA
IGLESIA.
46
Según las notas de la Iglesia:
LA IGLESIA ES UNA, LA IGLESIA ES SANTA, LA IGLESIA ES
CATÓLICA, LA IGLESIA ES APOSTÓLICA. Después de hacer
un análisis de cada una de
ellas, explica por que se define cada nota. Y elabora
un informe.
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 3
UNIDAD
3
LOS FIELES DE CRISTO
En la presente unidad didáctica vamos a pasar al estudio de quienes componen la
iglesia, cómo se incorporan, cuáles son sus tareas. Todos los que formamos parte
de la iglesia hemos recibido la llamada del señor, pero esa llamada se vive en la
diversidad.
La misma llamada, vivida en la diversidad
Los laicos
Los ministros ordenados
Los carismas
II.3.1. LA MISMA LLAMADA VIVIDA EN LA DIVERSIDAD
II.3.1.1.
TODOS LOS BAUTIZADOS SON IGLESIA
La verdad de que todos los bautizados son
Iglesia ha permanecido olvidada durante mucho
tiempo, por lo que se ha tendido a identificar
erróneamente a la Iglesia con los presbíteros,
los obispos y el Papa.
Es necesario, pues, renovar la conciencia de que
todos los que han recibido la gracia de creer en Cristo y están bautizados, forman
parte del Nuevo Pueblo de Dios en el que todos tienen la misma dignidad y
participan de idéntica libertad de hijos de Dios, el amor se vive como ley suprema,
la misión evangelizadora es realizada como tarea y todos reciben la llamada a la
santidad, es decir, a vivir en unión con Dios.
Este Pueblo, unido a Jesús, el Mesías, que es su Cabeza, ejerce en este mundo
sus funciones de profeta, sacerdote y rey. Los cristianos, en virtud de los
sacramentos de la iniciación (Bautismo, Confirmación y Eucaristía) participan de:
La función profética de Jesucristo, cuando anuncian, dan testimonio y
proclaman la Palabra de Dios que han acogido en su interior.
47
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 3
El sacerdocio de Cristo, cuando ofrecen toda su vida, con sus alegrías y
tristezas, gozos y trabajos, unidos en la oblación de Cristo en el
sacramento de la Eucaristía.
La realeza del Señor Jesús, al promover los valores y actitudes del Reino
de Dios, esforzándose por hacer presentes la justicia, la paz y el amor
mediante el servicio a los pobres, desvalidos y marginados.
Los miembros del Pueblo de Dios son todos los que "incorporados a Cristo por el
bautismo, se integran en el Pueblo de Dios y, hechos partícipes a su modo por
esta razón de la función sacerdotal, profética y real de Cristo, cada uno según su
propia condición, son llamados a desempeñar la misión que Dios encomendó
cumplir a la Iglesia en el mundo" (CIC ca. 204,1; cf. LG 31; CCE 871).
II.3.1.2.
DIVERSIDAD DE CARISMAS, SERVICIOS Y MINISTERIOS
El Espíritu derramado sobre todos los cristianos en el sacramento del Bautismo,
suscita diferentes estados de vida, múltiples formas de servicio, diversas maneras
de realizar la común pertenencia a la Iglesia.
Los dones que el Espíritu otorga son para la edificación de la comunidad cristiana,
por lo que nadie puede apropiarse de la gracia recibida, sino que debe ponerla al
servicio de la Iglesia para que fructifique en ella.
Para expresar toda esta realidad neumática y comunitaria se emplean tres
términos: carisma, servicio y ministerio. Precisemos su significado.
Carisma
Es el don gratuito que el Espíritu de Dios otorga a una persona para llevar a cabo
una actividad o realizar una forma de vida, que sirva para la edificación de la
Iglesia y el bien de la sociedad.
Servicio
Es la acción que, fundamentada en el carisma recibido, se desarrolla en favor de
la comunidad .cristiana y de las personas con las que se comparte la vida. Este
servicio puede realizarse de forma ocasional, espontáneamente, o de una manera
más institucionalizada y estable.
Ministerio
Es el servicio que, debido a su importancia en la vida de la comunidad cristiana, y
la estabilidad que requiere su ejercicio, precisa que sea el responsable de la
Iglesia particular quien envíe en un acto público a las personas que han de
desempeñarlo. Existe dos tipos de ministerios:
48
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 3
Los laicales o instituidos, que actualmente se reducen a dos: acolitado y lectorado;
Los ordenados, que profundizaremos posteriormente, e incluyen al
episcopado, presbiterado y diaconado.
Catecismo de la Iglesia Católica, n. 873
"Las mismas diferencias que el Señor quiso poner entre los miembros de su
Cuerpo sirven a su unidad y a su misión. Porque "hay en la Iglesia diversidad
de ministerios, H pero unidad de misión. A los apóstoles y sus sucesores les
confirió Cristo la función de enseñar, santificar y gobernar en su propio
nombre y autoridad. Pero también los laicos, partícipes de la función
sacerdotal, profética y real de Cristo, cumplen en la Iglesia y en el mundo la
parte que les corresponde en la misión de todo el Pueblo de Dios" (AA 2). En
fin "en esos dos grupos (jerarquía y laicos) hay fieles que por la profesión de
los consejo evangélicos... se consagran a Dios y contribuyen a la misión
salvífica de la Iglesia según la manera peculiar que les es propia" (CIC ca.
207,2). "
II.3.2. LOS LAICOS
¿Qué es el laico?
Enseña el Concilio Vaticano II: Los laicos son <<los fieles cristianos que, por estar
incorporados a Cristo mediante el Bautismo, constituidos en pueblo de Dios y
hechos partícipes a su manera de la función sacerdotal, profética y real de
Jesucristo ejercen, por su parte, la misión de todo el pueblo cristiano en la Iglesia
y en el mundo>> (LG 31).
Con el nombre de laicos (así los describe la Constitución Lumen Gentium) se
designan a todos los fieles cristianos a excepción de los miembros del orden
sagrado y los del estado religioso sancionado por la Iglesia; es decir, los fieles
que, en cuanto incorporados a Cristo por el Bautismo, integrados al Pueblo de
Dios y hechos partícipes a su modo del oficio sacerdotal, profético y real de
Cristo, ejercen en la Iglesia y en el mundo la misión de todo el pueblo cristiano en
la parte que a ellos les corresponde. En efecto, los fieles laicos, son llamados por
Dios para contribuir, desde dentro a modo de fermento, a la santificación del
mundo mediante el ejercicio de sus propias tareas, guiados por el espíritu
evangélico, y así manifiestan a Cristo ante los demás, principalmente con el
testimonio de su vida y con el fulgor de su fe, esperanza y caridad.
"Por laicos se entiende aquí a todos los cristianos, excepto los miembros del
orden sagrado y del estado religioso reconocido en la Iglesia. Son, pues, los
cristianos que están incorporados a Cristo por el bautismo, que forman el Pueblo
de Dios y que participan de las funciones de Cristo. Sacerdote, Profeta y Rey.
49
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 3
Ellos realizan, según su condición, la misión de todo el pueblo cristiano en la
Iglesia y en el mundo" (LG 31).
II.3.2.1.
LA VOCACIÓN DE LOS LAICOS
"Los laicos tienen como vocación propia el buscar el Reino de Dios ocupándose
de las realidades temporales y ordenándolas según Dios... A ellos de manera
especial les corresponde iluminar y ordenar todas las realidades temporales, a las
que están estrechamente unidos, de tal manera que éstas lleguen a ser según
Cristo, se desarrollen y sean para alabanza del Creador y Redentor" (LG 31).
La iniciativa de los cristianos laicos es particularmente necesaria cuando se trata
de descubrir o de idear los medios para que las exigencias de la doctrina y de la
vida cristiana impregnen las realidades sociales, políticas y económicas. Esta
iniciativa es un elemento normal de la vida de la Iglesia:
Los fieles laicos se encuentran en la línea más avanzada de la vida de la Iglesia;
por ellos la Iglesia es el principio vital de la sociedad. Por tanto ellos,
especialmente, deben tener conciencia, cada vez más clara, no sólo de
pertenecer a la Iglesia, sino de ser la Iglesia; es decir, la comunidad de los fieles
sobre la tierra bajo la guía del Jefe común, el Papa, y de los Obispos en comunión
con él. Ellos son la Iglesia (Pío XII, discurso 20 Febrero 1946; citado por Juan
Pablo II, CL 9).
Como todos los fieles, los laicos están encargados por Dios del apostolado en
virtud del bautismo y de la confirmación y por eso tienen la obligación y gozan del
derecho, individualmente o agrupados en asociaciones, de trabajar para que el
mensaje divino de salvación sea conocido y recibido por todos los hombres y en
toda la tierra; esta obligación es tanto más apremiante cuando sólo por medio de
ellos los demás hombres pueden oír el Evangelio y conocer a Cristo. En las
comunidades eclesiales, su acción es tan necesaria que, sin ella, el apostolado de
los pastores no puede obtener en la mayoría de las veces su plena eficacia (cf.
LG 33).
II.3.2.2.
LA PARTICIPACIÓN
SACERDOTAL DE CRISTO
DE
LOS
LAICOS
EN
LA
MISIÓN
"Los laicos, consagrados a Cristo y ungidos por el Espíritu Santo, están
maravillosamente llamados y preparados para producir siempre los frutos más
abundantes del Espíritu. En efecto, todas sus obras, oraciones, tareas
apostólicas, la vida conyugal y familiar, el trabajo diario, el descanso espiritual y
corporal, si se realizan en el Espíritu, incluso las molestias de la vida, si se llevan
con paciencia, todo ello se convierte en sacrificios espirituales agradables a Dios
por Jesucristo, que ellos ofrecen con toda piedad a Dios Padre en la celebración
de la Eucaristía uniéndolos a la ofrenda del cuerpo del Señor. De esta manera,
50
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 3
también los laicos, como adoradores que en todas partes llevan una conducta
sana, consagran el mundo mismo a Dios" (LG 34; cf. LG 10).
De manera particular, los padres participan de la misión de santificación
"impregnando de espíritu cristiano la vida conyugal y procurando la educación
cristiana de los hijos" (CIC, can. 835, 4).
Los laicos, si tienen las cualidades requeridas, pueden ser admitidos de manera
estable a los ministerios de lectores y de acólito (cf. CIC, can. 230, 1). "Donde lo
aconseje la necesidad de la Iglesia y no haya ministros, pueden también los
laicos, aunque no sean lectores ni acólitos, suplirles en algunas de sus funciones,
es decir, ejercitar el ministerio de la palabra, presidir las oraciones litúrgicas,
administrar el bautismo y dar la sagrada Comunión, según las prescripciones del
derecho" (CIC, can. 230, 3).
II.3.2.3.
SU PARTICIPACIÓN EN LA MISIÓN PROFÉTICA DE CRISTO
"Cristo,... realiza su función profética... no sólo a través de la jerarquía... sino
también por medio de los laicos. El los hace sus testigos y les da el sentido de la
fe y la gracia de la palabra" (LG 35).
Enseñar a alguien para traerlo a la fe es tarea de todo predicador e incluso de
todo creyente (Sto. Tomás de A., STh III, 71. 4 ad 3).
Los laicos cumplen también su misión profética evangelizando, con "el anuncio de
Cristo comunicado con el testimonio de la vida y de la palabra". En los laicos, esta
evangelización "adquiere una nota específica y una eficacia particular por el
hecho de que se realiza en las condiciones generales de nuestro mundo" (LG 35):
Este apostolado no consiste sólo en el testimonio de vida; el verdadero
apostolado busca ocasiones para anunciar a Cristo con su palabra, tanto a los no
creyentes... como a los fieles (AA 6; cf. AG 15).
Los fieles laicos que sean capaces de ello y que se formen para ello también
pueden prestar su colaboración en la formación catequética (cf. CIC, can. 774,
776, 780), en la enseñanza de las ciencias sagradas (cf. CIC,can. 229), en los
medios de comunicación social (cf. CIC, can 823, 1).
"Tienen el derecho, y a veces incluso el deber, en razón de su propio
conocimiento, competencia y prestigio, de manifestar a los Pastores sagrados su
opinión sobre aquello que pertenece al bien de la Iglesia y de manifestarla a los
demás fieles, salvando siempre la integridad de la fe y de las costumbres y la
reverencia hacia los Pastores, habida cuenta de la utilidad común y de la dignidad
de las personas" (CIC, can. 212, 3).
51
Dossier: Iglesia y Sacramentos
II.3.2.4.
UNIDAD 3
SU PARTICIPACIÓN EN LA MISIÓN REAL DE CRISTO
Por su obediencia hasta la muerte (cf. Flp 2, 8-9), Cristo ha comunicado a sus
discípulos el don de la libertad regia, "para que vencieran en sí mismos, con la
apropia renuncia y una vida santa, al reino del pecado" (LG 36).
El que somete su propio cuerpo y domina su alma, sin dejarse llevar por las
pasiones es dueño de sí mismo: Se puede llamar rey porque es capaz de
gobernar su propia persona; Es libre e independiente y no se deja cautivar por
una esclavitud culpable (San Ambrosio, Psal. 118, 14, 30: PL 15, 1403A).
"Los laicos, además, juntando también sus fuerzas, han de sanear las estructuras
y las condiciones del mundo, de tal forma que, si algunas de sus costumbres
incitan al pecado, todas ellas sean conformes con las normas de la justicia y
favorezcan en vez de impedir la práctica de las virtudes. Obrando así,
impregnarán de valores morales toda la cultura y las realizaciones humanas" (LG
36).
"Los seglares también pueden sentirse llamados o ser llamados a colaborar con
sus Pastores en el servicio de la comunidad eclesial, para el crecimiento y la vida
de ésta, ejerciendo ministerios muy diversos según la gracia y los carismas que el
Señor quiera concederles" (EN 73).
En la Iglesia, "los fieles laicos pueden cooperar a tenor del derecho en el ejercicio
de la potestad de gobierno" (CIC, can. 129, 2). Así, con su presencia en los
Concilios particulares (can. 443, 4), los Sínodos diocesanos (can. 463, 1 y 2), los
Consejos pastorales (can. 511; 536); en el ejercicio de la tarea pastoral de una
parroquia (can. 517, 2); la colaboración en los Consejos de los asuntos
económicos (can. 492, 1; 536); la participación en los tribunales eclesiásticos
(can. 1421, 2), etc.
Los fieles han de "aprender a distinguir cuidadosamente entre los derechos y
deberes que tienen como miembros de la Iglesia y los que les corresponden como
miembros de la sociedad humana. Deben esforzarse en integrarlos en buena
armonía, recordando que en cualquier cuestión temporal han de guiarse por la
conciencia cristiana. En efecto, ninguna actividad humana, ni siquiera en los
asuntos temporales, puede sustraerse a la soberanía de Dios" (LG 36).
"Así, todo laico, por el simple hecho de haber recibido sus dones, es a la vez
testigo e instrumento vivo de la misión de la Iglesia misma `según la medida del
don de Cristo'" (LG 33).
52
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 3
II.3.2.5.
LA PARTICIPACIÓN DE LOS FIELES LAICOS EN LA VIDA DE
LA IGLESIA
Los fieles laicos participan en la vida de la Iglesia no sólo llevando a cabo sus
funciones y ejercitando sus carismas, sino también de otros muchos modos.
Tal participación encuentra su primera y necesaria expresión en la vida y misión
de las Iglesias particulares, de las diócesis, en las que "verdaderamente está
presente y actúa la Iglesia de Cristo, una, santa, católica y apostólica".
a) Iglesias particulares e Iglesia universal
Para poder participar adecuadamente en la vida eclesial es del todo urgente que
los fieles laicos posean una visión clara y precisa de la Iglesia particular en su
relación originaria con la Iglesia universal. La Iglesia particular no nace a partir de
una especie de fragmentación de la Iglesia universal, ni la Iglesia universal se
constituye con la simple agregación de las Iglesias particulares; sino que hay un
vínculo vivo, esencial y constante que las une entre sí, en cuanto que la Iglesia
universal existe y se manifiesta en las Iglesias particulares. Por esto dice el
Concilio que las Iglesias particulares están "formadas a imagen de la Iglesia
universal, en las cuales y a partir de las cuales existe una sola y única Iglesia
católica".
El mismo Concilio anima a los fieles laicos para que vivan activamente su
pertenencia a la Iglesia particular, asumiendo al mismo tiempo una amplitud de
miras cada vez más "católica". "Cultiven constantemente -leemos en el Decreto
sobre el apostolado de los laicos- el sentido de la diócesis, de la cual es la
parroquia como una cédula, siempre dispuestos, cuando sean invitados por su
Pastor, a unir sus propias fuerzas a las iniciativas diocesanas. Es más, para
responder a las necesidades de la ciudad y de las zonas rurales, no deben limitar
su cooperación a los confines de la parroquia o de la diócesis, sino que han de
procurar ampliarla al ámbito interparroquial, interdiocesano, nacional o
internacional; tanto más cuando los crecientes desplazamientos demográficos, el
desarrollo de las mutuas relaciones y la facilidad de las comunicaciones no
consienten ya a ningún sector de la sociedad permanecer cerrado en sí mismo.
Tengan así presente las necesidades del Pueblo de Dios esparcido por toda la
tierra".
En este sentido, el reciente Sínodo ha solicitado que se favorezca la creación de
los Consejos Pastorales diocesanos, a los que se pueda recurrir según las
ocasiones. Ellos son la principal forma de colaboración y de diálogo, como
también de discernimiento, a nivel diocesano. La participación de los fieles laicos
en estos Consejos podrá ampliar el recurso a la consultación, y hará que el
53
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 3
principio de colaboración -que en determinados casos es también de decisiónsea aplicado de un modo más fuerte y extenso.
Está prevista en el Código de Derecho Canónico la participación de los fieles
laicos en los Sínodos diocesanos y en los Concilios particulares, provinciales o
plenarios. Esta participación podrá contribuir a la comunión y misión eclesial de la
Iglesia particular, tanto en su ámbito propio, como en relación con las demás
Iglesias particulares de la provincia eclesiástica o de la Conferencia Episcopal.
Las Conferencias Episcopales quedan invitadas a estudiar el modo más oportuno
de desarrollar, a nivel nacional o regional, la consultación y colaboración de los
fieles laicos, hombres y mujeres. Así, los problemas comunes podrán ser bien
sopesados y se manifestará mejor la comunión eclesial de todos.
b) La parroquia
La comunión eclesial, aún conservando siempre su dimensión universal,
encuentra su expresión más visible e inmediata en la parroquia. Ella es la última
localización de la Iglesia; es, en cierto sentido, la misma Iglesia que vive entre las
casas de sus hijos y de sus hijas.
Es necesario que todos volvamos a descubrir, por la fe, el verdadero rostro de la
parroquia; o sea, el "misterio" mismo de la Iglesia presente y operante en ella.
Aunque a veces le falten las personas y los medios necesarios, aunque otras
veces se encuentre desperdigada en dilatados territorios o casi perdida en medio
de populosos y caóticos barrios modernos, la parroquia no es principalmente una
estructura, un territorio, un edificio; ella es "la familia de Dios, como una
fraternidad animada por el Espíritu de unidad", es "una casa de familia, fraterna y
acogedora", es la "comunidad de los fieles". En definitiva, la parroquia está
fundada sobre una realidad teológica, porque ella es una comunidad eucarística.
Esto significa que es una comunidad idónea para celebrar la Eucaristía, en la que
se encuentran la raíz viva de su edificación y el vínculo sacramental de su existir
en plena comunión con toda la Iglesia. Tal idoneidad radica en el hecho de ser la
parroquia una comunidad de fe y una comunidad orgánica, es decir, constituida
por los ministros ordenados y por los demás cristianos, en la que el párroco -que
representa al Obispo diocesano - es el vínculo jerárquico con toda la Iglesia
particular.
Ciertamente es inmensa la tarea que ha de realizar la Iglesia en nuestros días; y
para llevarla a cabo no basta la parroquia sola. Por esto, el Código de Derecho
Canónico prevé formas de colaboración entre parroquias en el ámbito del territorio
y recomienda al Obispo el cuidado pastoral de todas las categorías de fieles,
también de aquéllas a las que no llega la cura pastoral ordinaria. En efecto, son
necesarios muchos lugares y formas de presencia y de acción, para poder llevar
la palabra y la gracia del Evangelio a las múltiples y variadas condiciones de vida
de los hombres de hoy. Igualmente, otras muchas funciones de irradiación
54
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 3
religiosa y de apostolado de ambiente en el campo cultural, social, educativo,
profesional, etc. no pueden tener como centro o punto de partida la parroquia.
Y sin embargo, también en nuestros días la parroquia está conociendo una época
nueva y prometedora. Como decía Pablo VI, al inicio de su pontificado,
dirigiéndose al Clero romano: "Creemos simplemente que la antigua y venerada
estructura de la Parroquia tiene una misión indispensable y de gran actualidad; a
ella corresponde crear la primera comunidad del pueblo cristiano; iniciar y
congregar al pueblo en la normal expresión de la vida litúrgica; conservar y
reavivar la fe en la gente de hoy; suministrarle la doctrina salvadora de Cristo;
practicar en el sentimiento y en las obras la caridad sencilla de las obras buenas y
fraternas".
Por su parte, los Padres sinodales han considerado atentamente la situación
actual de muchas parroquias, solicitando una decidida renovación de las mismas:
"Muchas parroquias, sea en regiones urbanas, sea en tierras de misión, no
pueden funcionar con plenitud efectiva debido a la falta de medios materiales o de
ministros ordenados, o también a causa de la excesiva extensión geográfica y por
la condición especial de algunos cristianos (como, por ejemplo, los exiliados y los
emigrantes). Para que todas estas parroquias sean verdaderamente comunidades
cristianas, las autoridades locales deben favorecer:
a) la adaptación de las estructuras parroquiales con la amplia flexibilidad que
concede el Derecho Canónico, sobre todo promoviendo la participación de los
laicos en las responsabilidades pastorales;
b) las pequeñas comunidades eclesiales de base, también llamadas comunidades
vivas, donde los fieles pueden comunicarse mutuamente la Palabra de Dios y
manifestarse en el recíproco servicio y en el amor; estas comunidades son
verdaderas expresiones de la comunión eclesial y centros de evangelización, en
comunión con sus Pastores". Para la renovación de las parroquias y para
asegurar mejor su eficacia operativa, también se deben favorecer formas
institucionales de cooperación entre las diversas parroquias de un mismo
territorio.
c) El compromiso apostólico en la parroquia
Ahora es necesario considerar más de cerca la comunión y la participación de los
fieles laicos en la vida de la parroquia. En este sentido, se debe llamar la atención
de todos los fieles laicos, hombres y mujeres, sobre una expresión muy cierta,
significativa y estimulante del Concilio: "Dentro de las comunidades de la Iglesia leemos en el Decreto sobre el apostolado de los laicos- su acción es tan
necesaria, que sin ella, el mismo apostolado de los Pastores no podría alcanzar,
la mayor parte de las veces, su plena eficacia". Esta afirmación radical se debe
entender, evidentemente, a la luz de la "eclesiología de comunión": siendo
55
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 3
distintos y complementarios, los ministerios y los carismas son necesarios para el
crecimiento de la Iglesia, cada uno según su propia modalidad.
Los fieles laicos deben estar cada vez más convencidos del particular significado
que asume el compromiso apostólico en su parroquia. Es de nuevo el Concilio
quien lo pone de relieve autorizadamente: "La parroquia ofrece un ejemplo
luminoso de apostolado comunitario, fundiendo en la unidad todas las diferencias
humanas que allí se dan e insertándolas en la universalidad de la Iglesia. Los
laicos han de habituarse a trabajar en la parroquia en íntima unión con sus
sacerdotes, a exponer a la comunidad eclesial sus problemas y los del mundo y
las cuestiones que se refieren a la salvación de los hombres, para que sean
examinados y resueltos con la colaboración de todos; a dar, según sus propias
posibilidades, su personal contribución en las iniciativas apostólicas y misioneras
de su propia familia eclesiástica".
La indicación conciliar respecto al examen y solución de los problemas pastorales
"con la colaboración de todos", debe encontrar un desarrollo adecuado y
estructurado en la valorización más convencida, amplia y decidida de los
Consejos pastorales parroquiales, en los que han insistido, con justa razón, los
Padres sinodales. En las circunstancias actuales, los fieles laicos pueden y deben
prestar una gran ayuda al crecimiento de una auténtica comunión eclesial en sus
respectivas parroquias, y en el dar nueva vida al afán misionero dirigido hacia los
no creyentes y hacia los mismos creyentes que han abandonado o limitado la
práctica de la vida cristiana.
Si la parroquia es la Iglesia que se encuentra entre las casas de los hombres, ella
vive y obra entonces profundamente injertada en la sociedad humana e
íntimamente solidaria con sus aspiraciones y dramas. A menudo el contexto
social, sobre todo en ciertos países y ambientes, está sacudido violentamente por
fuerzas de disgregación y deshumanización. El hombre se encuentra perdido y
desorientado; pero en su corazón permanece siempre el deseo de poder
experimentar y cultivar unas relaciones más fraternas y humanas. La respuesta a
este deseo puede encontrarse en la parroquia, cuando ésta, con la participación
viva de los fieles laicos, permanece fiel a su originaria vocación y misión: ser en el
mundo el "lugar" de la comunión de los creyentes y, a la vez, "signo e
instrumento" de la común vocación a la comunión; en una palabra ser la casa
abierta a todos y al servicio de todos, o, como prefería llamarla el Papa Juan
XXIII, ser la fuente de la aldea, a la que todos acuden para calmar su sed.
II.3.2.6.
FORMAS DE PARTICIPACION EN LA VIDA DE LA IGLESIA
Los fieles laicos, juntamente con los sacerdotes, religiosos y religiosas,
constituyen el único Pueblo de Dios y Cuerpo de Cristo. El ser miembros de la
Iglesia no suprime el hecho de que cada cristiano sea un ser "único e irrepetible",
sino que garantiza y promueve el sentido más profundo de su unicidad e
irrepetibilidad, en cuanto fuente de variedad y de riqueza para toda la Iglesia.
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Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 3
En tal sentido, Dios llama a cada uno en Cristo por su nombre propio e
inconfundible. El llamamiento del Señor: "Id también vosotros a mi viña", se dirige
a cada uno personalmente; y entonces resuena de este modo en la conciencia: "
Ven también tú a mi viña!".
De esta manera cada uno, en su unicidad e irrepetibilidad, con su ser y con su
obrar, se pone al servicio del crecimiento de la comunión eclesial; así como, por
otra parte, recibe personalmente y hace suya la riqueza común de toda la Iglesia.
Esta es la "Comunión de los Santos" que profesamos en el Credo; el bien de
todos se convierte en el bien de cada uno, y el bien de cada uno se convierte en
el bien de todos. "En la Santa Iglesia -escribe San Gregorio Magno- cada uno
sostiene a los demás y los demás le sostienen a él".
Formas personales de participación
Es absolutamente necesario que cada fiel laico tenga siempre una viva conciencia
de ser un "miembro de la Iglesia", a quien se le ha confiado una tarea original,
insustituible e indelegable, que debe llevar a cabo para el bien de todos. En esta
perspectiva asume todo su significado la afirmación del Concilio sobre la absoluta
necesidad del apostolado de cada persona singular: "El apostolado que cada uno
debe realizar, y que fluye con abundancia de la fuente de una vida auténticamente
cristiana (cf. Jn. 4, 14), es la forma primordial y la condición de todo el apostolado
de los laicos, incluso del asociado, y nada puede sustituirlo. A este apostolado,
siempre y en todas partes provechoso, y en ciertas circunstancias el único apto y
posible, están llamados y obligados todos los laicos, cualquiera que sea su
condición, aunque no tengan ocasión o posibilidad de colaborar en las
asociaciones".
En el apostolado personal existen grandes riquezas que reclaman ser
descubiertas, en vista de una intensificación del dinamismo misionero de cada
uno de los fieles laicos. A través de esta forma de apostolado, la irradiación del
Evangelio puede hacerse extremadamente capilar, llegando a tantos lugares y
ambientes como son aquellos ligados a la vida cotidiana y concreta de los laicos.
Se trata, además, de una irradiación constante, pues es inseparable de la
continua coherencia de la vida personal con la fe; y se configura también como
una forma de apostolado particularmente incisiva, ya que al compartir plenamente
las condiciones de vida y de trabajo, las dificultades y esperanzas de sus
hermanos, los fieles laicos pueden llegar al corazón de sus vecinos, amigos o
colegas, abriéndolo al horizonte total, al sentido pleno de la existencia humana: la
comunión con Dios y entre los hombres.
57
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 3
Formas agregativas de participación
La comunión eclesial, ya presente y operante en la acción personal de cada uno,
encuentra una manifestación específica en el actuar asociado de los fieles laicos;
es decir, en la acción solidaria que ellos llevan a cabo participando
responsablemente en la vida y misión de la Iglesia.
En estos últimos años, el fenómeno asociativo laical se ha caracterizado por una
particular variedad y vivacidad. La asociación de los fieles siempre ha
representado una línea de cierto modo constante en la historia de la Iglesia, como
lo testifican, hasta nuestros días, las variadas confraternidades, las terceras
órdenes y los diversos sodalicios. Sin embargo, en los tiempos modernos este
fenómeno ha experimentado un singular impulso, y se han visto nacer y difundirse
múltiples formas agregativas: asociaciones, grupos, comunidades, movimientos.
Podemos hablar de una nueva época asociativa de los fieles laicos. En efecto,
"junto al asociacionismo tradicional, y a veces desde sus mismas raíces, han
germinado movimientos y asociaciones nuevas, con fisonomías y finalidades
específicas. Tanta es la riqueza y versatilidad de los recursos que el Espíritu
alimenta en el tejido eclesial; y tanta es la capacidad de iniciativa y la generosidad
de nuestro laicado".
Estas asociaciones de laicos se presentan a menudo muy diferenciadas unas de
otras en diversos aspectos, como en su configuración externa, en los caminos y
métodos educativos y en los campos operativos. Sin embargo, se puede
encontrar una amplia y profunda convergencia en la finalidad que las anima: la de
participar responsablemente en la misión que tiene la Iglesia de llevar a todos el
Evangelio de Cristo como manantial de esperanza para el hombre y de
renovación para la sociedad.
El asociarse de los fieles laicos por razones espirituales y apostólicas nace de
diversas fuentes y responde a variadas exigencias. Expresa, efectivamente, la
naturaleza social de la persona, y obedece a instancias de una más dilatada e
incisiva eficacia operativa. En realidad, la incidencia "cultural", que es frente y
estímulo, pero también fruto y signo de cualquier transformación del ambiente y
de la sociedad, puede realizarse, no tanto con la labor de un individuo, cuanto con
la de un "sujeto social", o sea, de un grupo, de una comunidad, de una
asociación, de un movimiento. Esto resulta particularmente cierto en el contexto
de una sociedad pluralista y fraccionada -como es la actual en tantas partes del
mundo-, y cuando se está frente a problemas enormemente complejos y difíciles.
Por otra parte, sobre todo en un mundo secularizado, las diversas formas
asociadas pueden representar, para muchos, una preciosa ayuda para llevar una
vida cristiana coherente con las exigencias del Evangelio y para comprometerse
en una acción misionera y apostólica.
58
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 3
Más allá de estos motivos, la razón profunda que justifica y exige la asociación de
los fieles laicos es de orden teológico, es una razón eclesiológica, como
abiertamente reconoce el Concilio Vaticano II, cuando ve en el apostolado
asociado un "signo de la comunión y de la unidad de la Iglesia en Cristo".
Es un "signo" que debe manifestarse en las relaciones de "comunión", tanto
dentro como fuera de las diversas formas asociativas, en el contexto más amplio
de la comunidad cristiana. Precisamente la razón eclesiológica indicada explica,
por una parte, el "derecho" de asociación que es propio de los fieles laicos; y, por
otra, la necesidad de unos "criterios" de discernimiento acerca de la autenticidad
eclesial de esas formas de asociarse.
Ante todo debe reconocerse la libertad de asociación de los fieles laicos en la
Iglesia. Tal libertad es un verdadero y propio derecho que no proviene de una
especie de "concesión" de la autoridad, sino que deriva del Bautismo, en cuanto
sacramento que llama a todos los fieles laicos a participar activamente en la
comunión y misión de la Iglesia. El Concilio es del todo claro a este respecto:
"Guardada la debida relación con la autoridad eclesiástica, los laicos tienen el
derecho de fundar y dirigir asociaciones y de inscribirse en aquellas fundadas". Y
el reciente Código afirma textualmente: "Los fieles tienen derecho a fundar y dirigir
libremente asociaciones para fines de caridad o piedad, o para fomentar la
vocación cristiana en el mundo; y también a reunirse para procurar en común
esos mismos fines".
Se trata de una libertad reconocida y garantizada por la autoridad eclesiástica y
que debe ser ejercida siempre y sólo en la comunión de la Iglesia. En este
sentido, el derecho a asociarse de los fieles laicos es algo esencialmente relativo
a la vida de comunión y a la misión de la misma Iglesia.
II.3.2.7.
CRITERIOS DE ECLESIALIDAD PARA LAS ASOCIACIONES
LAICALES
La necesidad de unos criterios claros y precisos de discernimiento
reconocimiento de las asociaciones laicales, también llamados "criterios
eclesialidad", es algo que se comprende siempre en la perspectiva de
comunión y misión de la Iglesia, y no, por tanto, en contraste con la libertad
asociación.
y
de
la
de
Como criterios fundamentales para el discernimiento de todas y cada una de las
asociaciones de fieles laicos en la Iglesia se pueden considerar, unitariamente, los
siguientes:
El primado que se da a la vocación de cada cristiano a la santidad, y que se manifiesta "en los frutos de gracia que el Espíritu
Santo produce en los fieles" como crecimiento hacia la plenitud de la vida cristiana y a la perfección en la caridad.
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Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 3
En este sentido, todas las asociaciones de fieles laicos, y cada una de
ellas, están llamadas a ser -cada vez más- instrumento de santidad en
la Iglesia, favoreciendo y alentando "una unidad más íntima entre la
vida práctica y la fe de sus miembros".
La responsabilidad de confesar la fe católica, acogiendo y proclamando
la verdad sobre Cristo, sobre la Iglesia y sobre el hombre, en la
obediencia al Magisterio de la Iglesia, que la interpreta auténticamente.
Por esta razón, cada asociación de fieles laicos debe ser un lugar en el
que se anuncia y se propone la fe, y en el que se educa para practicarla
en todo su contenido.
El testimonio de una comunión firme y convencida en filial relación con
el Papa, centro perpetuo y visible de unidad en la Iglesia universal, y
con el Obispo "principio y fundamento visible de unidad" en la Iglesia
particular, y en la "mutua estima entre todas las formas de apostolado
en la Iglesia".
La comunión con el Papa y con el Obispo está llamada a expresarse en
la leal disponibilidad para acoger sus enseñanzas doctrinales y sus
orientaciones pastorales. La comunión eclesial exige, además, el
reconocimieto de la legítima pluralidad de las diversas formas
asociadas de los fieles laicos en la Iglesia, y, al mismo tiempo, la
disponibilidad a la recíproca colaboración.
La conformidad y la participación en el "fin apostólico de la Iglesia", que
es la evangelización y santificación de los hombres y la formación
cristiana de su conciencia, de modo que consigan impregnar con el
espíritu evangélico las diversas comunidades y ambientes".
Desde este punto de vista, a todas las formas asociadas de fieles
laicos, y a cada una de ellas, se les pide un decidido ímpetu misionero
que les lleve a ser, cada vez más, sujetos de una nueva evangelización.
El comprometerse en una presencia en la sociedad humana, que, a la
luz de la doctrina social de la Iglesia, se ponga al servicio de la dignidad
integral del hombre.
En este sentido, las asociaciones de los fieles laicos deben ser corrientes vivas de
participación y de solidaridad, para crear unas condiciones más justas y fraternas
en la sociedad.
60
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 3
Los criterios fundamentales que han sido enumerados, se comprueban en los
frutos concretos que acompañan la vida y las obras de las diversas formas
asociadas; como son el renovado gusto por la oración, la contemplación, la vida
litúrgica y sacramental; el estímulo para que florezcan vocaciones al matrimonio
cristiano, al sacerdocio ministerial y a la vida consagrada; la disponibilidad a
participar en los programas y actividades de la Iglesia sea a nivel local, sea a nivel
nacional o internacional; el empeño catequético y la capacidad pedagógica para
formar a los cristianos; el impulsar a una presencia cristiana en los diversos
ambientes de la vida social, y el crear y animar obras caritativas, culturales y
espirituales; el espíritu de desprendimiento y de pobreza evangélica que lleva a
desarrollar una generosa caridad para con todos; la conversión a la vida cristiana
y el retorno a la comunión de los bautizados "alejados".
II.3.2.8.
EL SERVICIO DE LOS PASTORES A LA COMUNIÓN
Los Padres en la Iglesia no pueden renunciar al servicio de su autoridad, incluso
ante posibles y comprensibles dificultades de algunas formas asociativas y ante el
afianzamiento de otras nuevas, no sólo por el bien de la Iglesia, sino además por
el bien de las mismas asociaciones laicales. Así, habrán de acompañar la labor de
discernimiento con la guía y, sobre todo, con el estímulo a un crecimiento de las
asociaciones de los fieles laicos en la comunión y misión de la Iglesia.
Es del todo oportuno que algunas nuevas asociaciones y movimientos, por su
difusión nacional e incluso internacional, tengan a bien recibir un reconocimiento
oficial, una aprobación explícita de la autoridad eclesiástica competente. El
Concilio ya había afirmado lo siguiente en este sentido: "El apostolado de los
laicos admite varios tipos de relaciones con la Jerarquía, según las diferentes
formas y objetos de dicho apostolado (...). La Jerarquía reconoce explícitamente,
de distintas maneras, algunas formas de apostolado laical. Puede, además, la
autoridad eclesiástica, por exigencias del bien común de la Iglesia, elegir de entre
las asociaciones y obras apostólicas que tienden inmediatamente a un fin
espiritual, algunas de ellas, y promoverlas de modo peculiar, asumiendo respecto
de ellas una responsabilidad especial".
Entre las diversas formas apostólicas de los laicos que tienen una particular
relación con la Jerarquía, los Padres sinodales han recordado explícitamente
diversos movimientos y asociaciones de Acción Católica, en los cuales "los laicos
se asocian libremente de modo orgánico y estable, bajo el impulso del Espíritu
Santo, en comunión con el Obispo y con los sacerdotes, para poder servir, con
fidelidad y laboriosidad, según el modo que es propio a su vocación y con un
método particular, al incremento de toda la comunidad cristiana, a los proyectos
pastorales y a la animación evangélica de todos los ámbitos de la vida".
61
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 3
El Pontificio Consejo para los Laicos está encargado de preparar un elenco de las
asociaciones que tienen la aprobación oficial de la Santa Sede, y de definir,
juntamente con el Pontificio Consejo para la Unión de los Cristianos, las
condiciones en base a las cuales puede ser aprobada una asociación ecuménica
con mayoría católica y minoría no católica, estableciendo también los casos en los
que no podrá llegarse a un juicio positivo.
Todos, Pastores y fieles, estamos obligados a favorecer y alimentar
continuamente vínculos y relaciones fraternas de estima, cordialidad y
colaboración entre las diversas formas asociativas de los laicos. Solamente así
las riquezas de los dones y carismas que el Señor nos ofrece puede dar su
fecunda y armónica contribución a la edificación de la casa común. "Para edificar
solidariamente la casa común es necesario, además, que sea depuesto todo
espíritu de antagonismo y de contienda y que se compita más bien en la
estimación mutua (cf. Rm. 12, 10), en el adelantarse en el recíproco afecto y en la
voluntad de colaborar, con la paciencia, la clarividencia y la disponibilidad al
sacrificio que esto a veces pueda comportar".
Volvemos una vez más a las palabras de Jesús: "Yo soy la vid, vosotros los
sarmientos" (Jn. 15, 5), para dar gracias a Dios por el gran don de la comunión
eclesial, reflejo en el tiempo de la eterna e inefable comunión de amor de Dios
Uno y Trino. La conciencia de este don debe ir acompañada de un fuerte sentido
de responsabilidad. Es, en efecto, un don que, como el talento evangélico, exige
ser negociado en una vida de creciente comunión.
Ser responsables del don de la comunión significa, antes que nada, estar
decididos a vencer toda tentación de división y de contraposición que insidie la
vida y el empeño apostólico de los cristianos. El lamento de dolor y de
desconcierto del apóstol Pablo: <<Me refiero a que cada uno de vosotros dice:
"Yo soy de Pablo", "yo en cambio de Apolo", "yo de Cefas", "yo de Cristo"! ¿Está
acaso dividido Cristo?>> (1 Co. 1, 12-13), continúa oyéndose hoy como reproche
por las "laceraciones al Cuerpo de Cristo". Resuenen, en cambio, como
persuasiva llamada, estas otras palabras del apóstol: "Os conjuro, hermanos, por
el nombre de nuestro Señor Jesucristo, a que tengáis todos un mismo sentir, y no
haya entre vosotros disensiones; antes bien, viváis bien unidos en un mismo
pensar y en un mismo sentir" (1 Co. 1, 10).
La vida de comunión eclesial será así un signo para el mundo y una fuerza
atractiva que conduce a creer en Cristo: "Como tú Padre, en mí y yo en ti, que
ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has
enviado" (Jn. 17, 21). De este modo la comunión se abre a la misión, haciéndose
ella misma misión.
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Dossier: Iglesia y Sacramentos
II.3.2.9.
UNIDAD 3
COMUNION MISIONERA
Volvamos una vez más a la imagen bíblica de la vid y los sarmientos. Ella nos
introduce, de modo inmediato y natural, a la consideración de la fecundidad y de
la vida. Enraizados y vivificados por la vid, los sarmientos son llamados a dar
fruto: "Yo soy la vid, vosotros, los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él,
ése da mucho fruto" (Jn. 15, 5). Dar fruto es una exigencia esencial de la vida
cristiana y eclesial. El que no da fruto no permanece en la comunión: "Todo
sarmiento que en mí no da fruto, (mi Padre) lo corta" (Jn. 15, 2).
La comunión con Jesús, de la cual deriva la comunión de los cristianos entre sí,
es condición absolutamente indispensable para dar fruto: "Separados de mí no
podéis hacer nada" (Jn. 15, 5). Y la comunión con los otros es el fruto más
hermoso que los sarmientos pueden dar: es don de Cristo y de su Espíritu.
Ahora bien, la comunión genera comunión, y esencialmente se configura como
comunión misionera. En efecto, Jesús dice a sus discípulos: "No me habéis
elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado a
que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca" (Jn. 15, 16).
La comunión y la misión están profundamente unidas entre sí, se compenetran y
se implican mutuamente, hasta tal punto que la comunión representa a la vez la
fuente y el fruto de la misión: la comunión es misionera y la misión es para la
comunión. Siempre es el único e idéntico Espíritu el que convoca y une la Iglesia
y el que la envía a predicar el Evangelio "hasta los confines de la tierra" (Hch. 1,
8). Por su parte, la Iglesia sabe que la comunión, que le ha sido entregada como
don, tiene una destinación universal. De esta manera la Iglesia se siente deudora,
respecto de la humanidad entera y de cada hombre, del don recibido del Espíritu
que derrama en los corazones de los creyentes la caridad de Jesucristo, fuerza
prodigiosa de cohesión interna y, a la vez, de expansión externa. La misión de la
Iglesia deriva de su misma naturaleza, tal como Cristo la ha querido: la de ser
"signo e instrumento (...) de unidad de todo el género humano". Tal misión tiene
como finalidad dar a conocer a todos y llevarles a vivir la "nueva" comunión que
en el Hijo de Dios hecho hombre ha entrado en la historia del mundo. En tal
sentido, el testimonio del evangelista Juan define -y ahora de modo irrevocableese fin que llena de gozo, y al que se dirige la entera misión de la Iglesia: "Lo que
hemos visto y oído, os lo anunciamos, para que también vosotros estéis en
comunión con nosotros. Y nosotros estamos en comunión con el Padre y con su
Hijo, Jesucristo" (1 Jn. 1, 3).
En el contexto de la misión de la Iglesia el Señor confía a los fieles laicos, en
comunión con todos los demás miembros del Pueblo de Dios, una gran parte de
responsabilidad. Los Padres del Concilio Vaticano II eran plenamente conscientes
de esta realidad:
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UNIDAD 3
"Los sagrados Pastores saben muy bien cuánto contribuyen los laicos al bien de
toda la Iglesia. Saben que no han sido constituidos por Cristo para asumir ellos
solos toda la misión de salvación que la Iglesia ha recibido con respecto al
mundo, sino que su magnífico encargo consiste en apacentar los fieles y
reconocer sus servicios y carismas, de modo que todos, en la medida de sus
posibilidades, cooperen de manera concorde en la obra común".
Esa misma convicción se ha hecho después presente, con renovada claridad y
acrecentado vigor, en todos los trabajos del Sínodo.
II.3.2.10.
ANUNCIAR EL EVANGELIO
Los fieles laicos, precisamente por ser miembros de la Iglesia, tienen la vocación
y misión de ser anunciadores del Evangelio: son habilitados y comprometidos en
esta tarea por los sacramentos de la iniciación cristiana y por los dones del
Espíritu Santo.
Leemos en un texto límpido y denso de significado del Concilio Vaticano II: "Como
partícipes del oficio de Cristo sacerdote, profeta y rey, los laicos tienen su parte
activa en la vida y en la acción de la Iglesia (...). Alimentados por la activa
participación en la vida litúrgica de la propia comunidad, participan con diligencia
en las obras apostólicas de la misma; conducen a la Iglesia a los hombres que
quizás viven alejados de Ella; cooperan con empeño en comunicar la palabra de
Dios, especialmente mediante la enseñanza del catecismo; poniendo a
disposición su competencia, hacen más eficaz la cura de almas y también la
administración de los bienes de la Iglesia".
Es en la evangelización donde se concentra y se despliega la entera misión de la
Iglesia, cuyo caminar en la historia avanza movido por la gracia y el mandato de
Jesucristo: "Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación"
(Mc. 16, 15); "Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del
mundo" (Mt. 28, 20). "Evangelizar -ha escrito Pablo VI- es la gracia y la vocación
propia de la Iglesia, su identidad más profunda".
Por la evangelización la Iglesia es construida y plasmada como comunidad de fe;
más precisamente, como comunidad de una fe confesada en la adhesión a la
Palabra de Dios, celebrada en los sacramentos, vivida en la caridad como alma
de la existencia moral cristiana. En efecto, la "buena nueva" tiende a suscitar en el
corazón y en la vida del hombre la conversión y la adhesión personal a Jesucristo
Salvador y Señor; dispone al Bautismo y a la Eucaristía y se consolida en el
propósito y en la realización de la nueva vida según el Espíritu.
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UNIDAD 3
En verdad, el imperativo de Jesús: "Id y predicad el Evangelio" mantiene siempre
vivo su valor, y está cargado de una urgencia que no puede decaer. Sin embargo,
la actual situación, no sólo del mundo, sino también de tantas partes de la Iglesia,
exige absolutamente que la palabra de Cristo reciba una obediencia más rápida y
generosa. Cada discípulo es llamado en primera persona; ningún discípulo puede
escamotear su propia respuesta: "Ay de mí si no predicara el Evangelio!" (1 Co. 9,
16).
Ha llegado la hora de emprender una nueva evangelización
Enteros países y naciones, en los que en un tiempo la religión y la vida cristiana
fueron florecientes y capaces de dar origen a comunidades de fe viva y operativa,
están ahora sometidos a dura prueba e incluso alguna que otra vez son
radicalmente transformados por el continuo difundirse del indiferentismo, del
secularismo y del ateísmo. Se trata, en concreto, de países y naciones del
llamado Primer Mundo, en el que el bienestar económico y el consumismo -si bien
entremezclado con espantosas situaciones de pobreza y miseria- inspiran y
sostienen una existencia vivida "como si no hubiera Dios". Ahora bien, el
indiferentismo religioso y la total irrelevancia práctica de Dios para resolver los
problemas, incluso graves, de la vida, no son menos preocupantes y desoladores
que el ateísmo declarado. Y también la fe cristiana -aunque sobrevive en algunas
manifestaciones tradicionales y ceremoniales- tiende a ser arrancada de cuajo de
los momentos más significativos de la existencia humana, como son los
momentos del nacer, del sufrir y del morir. De ahí proviene el afianzarse de
interrogantes y de grandes enigmas, que, al quedar sin respuesta, exponen al
hombre contemporáneo a inconsolables decepciones, o a la tentación de suprimir
la misma vida humana que plantea esos problemas.
En cambio, en otras regiones o naciones todavía se conservan muy vivas las
tradiciones de piedad y de religiosidad popular cristiana; pero este patrimonio
moral y espiritual corre hoy el riesgo de ser desperdigado bajo el impacto de
múltiples procesos, entre los que destacan la secularización y la difusión de las
sectas. Sólo una nueva evangelización puede asegurar el crecimiento de una fe
límpida y profunda, capaz de hacer de estas tradiciones una fuerza de auténtica
libertad.
Ciertamente urge en todas partes rehacer el entramado cristiano de la sociedad
humana. Pero la condición es que se rehaga la cristiana trabazón de las mismas
comunidades eclesiales que viven en estos países o naciones.
Los fieles laicos -debido a su participación en el oficio profético de Cristo- están
plenamente implicados en esta tarea de la Iglesia. En concreto, les corresponde
testificar cómo la fe cristiana -más o menos conscientemente percibida e invocada
por todos- constituye la única respuesta plenamente válida a los problemas y
expectativas que la vida plantea a cada hombre y a cada sociedad.
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UNIDAD 3
Esto será posible si los fieles laicos saben superar en ellos mismos la fractura
entre el Evangelio y la vida, recomponiendo en su vida familiar cotidiana, en el
trabajo y en la sociedad, esa unidad de vida que en el Evangelio encuentra
inspiración y fuerza para realizarse en plenitud.
Repito, una vez más, a todos los hombres contemporáneos el grito apasionado
con el que inicié mi servicio pastoral: "No tengáis miedo! Abrid, abrid de par en par
las puertas a Cristo! Abrid a su potestad salvadora los confines de los Estados,
los sistemas tanto económicos como políticos, los dilatados campos de la cultura,
de la civilización, del desarrollo. No tengáis miedo! Cristo sabe lo que hay dentro
del hombre. Sólo El lo sabe! Tantas veces hoy el hombre no sabe qué lleva
dentro, en lo profundo de su alma, de su corazón. Tan a menudo se muestra
incierto ante el sentido de su vida sobre esta tierra. Está invadido por la duda que
se convierte en desesperación. Permitid, por tanto -os ruego, os imploro con
humildad y con confianza- permitid a Cristo que hable al hombre. Sólo El tiene
palabras de vida, sí! de vida eterna"[124].
Abrir de par en par las puertas a Cristo, acogerlo en el ámbito de la propia
humanidad no es en absoluto una amenaza para el hombre, sino que es, más
bien, el único camino a recorrer si se quiere reconocer al hombre en su entera
verdad y exaltarlo en sus valores.
La síntesis vital entre el Evangelio y los deberes cotidianos de la vida que los
fieles laicos sabrán plasmar, será el más espléndido y convincente testimonio de
que, no el miedo, sino la búsqueda y la adhesión a Cristo son el factor
determinante para que el hombre viva y crezca, y para que se configuren nuevos
modos de vida más conformes a la dignidad humana.
El hombre es amado por Dios! Este es el simplicísimo y sorprendente anuncio del
que la Iglesia es deudora respecto del hombre. La palabra y la vida de cada
cristiano pueden y deben hacer resonar este anuncio: Dios te ama, Cristo ha
venido por ti; para ti Cristo es "el Camino, la Verdad, y la Vida!" (Jn. 14, 6).
Esta nueva evangelización -dirigida no sólo a cada una de las personas, sino
también a enteros grupos de poblaciones en sus más variadas situaciones,
ambientes y culturas- está destinada a la formación de comunidades eclesiales
maduras, en las cuales la fe consiga liberar y realizar todo su originario significado
de adhesión a la persona de Cristo y a su Evangelio, de encuentro y de comunión
sacramental con El, de existencia vivida en la caridad y en el servicio.
Los fieles laicos tienen su parte que cumplir en la formación de tales comunidades
eclesiales, no sólo con una participación activa y responsable en la vida
comunitaria y, por tanto, con su insustituible testimonio, sino también con el
empuje y la acción misionera entre quienes todavía no creen o ya no viven la fe
recibida con el Bautismo.
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UNIDAD 3
En relación con las nuevas generaciones, los fieles laicos deben ofrecer una
preciosa contribución, más necesaria que nunca, con una sistemática labor de
catequesis. Los Padres sinodales han acogido con gratitud el trabajo de los
catequistas, reconociendo que éstos "tienen una tarea de gran peso en la
animación de las comunidades eclesiales"[125]. Los padres cristianos son, desde
luego, los primeros e insustituibles catequistas de sus hijos, habilitados para ello
por el sacramento del Matrimonio; pero, al mismo tiempo, todos debemos ser
conscientes del "derecho" que todo bautizado tiene de ser instruido, educado,
acompañado en la fe y en la vida cristiana.
Id por todo el mundo
La Iglesia, mientras advierte y vive la actual urgencia de una nueva
evangelización, no puede sustraerse a la perenne misión de llevar el Evangelio a
cuantos -y son millones y millones de hombres y mujeres- no conocen todavía a
Cristo Redentor del hombre. Esta es la responsabilidad más específicamente
misionera que Jesús ha confiado y diariamente vuelve a confiar a su Iglesia.
La acción de los fieles laicos -que, por otra parte, nunca ha faltado en este
ámbito- se revela hoy cada vez más necesaria y valiosa. En realidad, el mandato
del Señor "Id por todo el mundo" sigue encontrando muchos laicos generosos,
dispuestos a abandonar su ambiente de vida, su trabajo, su región o patria, para
trasladarse, al menos por un determinado tiempo, en zona de misiones. Se dan
también matrimonios cristianos que, a imitación de Aquila y Priscila (cf. Hch. 18;
Rm. 16, 3 s.), están ofreciendo un confortante testimonio de amor apasionado a
Cristo y a la Iglesia, mediante su presencia activa en tierras de misión. Auténtica
presencia misionera es también la de quienes, viviendo por diversos motivos en
países o ambientes donde aún no está establecida la Iglesia, dan testimonio de su
fe.
Pero el problema misionero se presenta actualmente a la Iglesia con una amplitud
y con una gravedad tales, que sólo una solidaria asunción de responsabilidades
por parte de todos los miembros de la Iglesia -tanto personal como
comunitariamente- puede hacer esperar una respuesta más eficaz.
La invitación que el Concilio Vaticano II ha dirigido a las Iglesias particulares
conserva todo su valor; es más, exige hoy una acogida más generalizada y más
decidida: "La Iglesia particular, debiendo representar en el modo más perfecto la
Iglesia universal, ha de tener la plena conciencia de haber sido también enviada a
los que no creen en Cristo".
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UNIDAD 3
La Iglesia tiene que dar hoy un gran paso adelante en su evangelización; debe
entrar en una nueva etapa histórica de su dinamismo misionero. En un mundo
que, con la desaparición de las distancias, se hace cada vez más pequeño, las
comunidades eclesiales deben relacionarse entre sí, intercambiarse energías y
medios, comprometerse a una en la única y común misión de anunciar y de vivir
el Evangelio.
"Las llamadas Iglesias más jóvenes -han dicho los Padres sinodales- necesitan la
fuerza de las antiguas, mientras que éstas tienen necesidad del testimonio y del
empuje de las más jóvenes, de tal modo que cada Iglesia se beneficie de las
riquezas de las otras Iglesias".
En esta nueva etapa, la formación no sólo del clero local, sino también de un
laicado maduro y responsable, se presenta en las jóvenes Iglesias como elemento
esencial e irrenunciable de la plantatio Ecclesiae. De este modo, las mismas
comunidades evangelizadas se lanzan hacia nuevos rincones del mundo, para
responder ellas también a la misión de anunciar y testificar el Evangelio de Cristo.
Los fieles laicos, con el ejemplo de su vida y con la propia acción, pueden
favorecer la mejora de las relaciones entre los seguidores de las diversas
religiones, como oportunamente han subrayado los Padres sinodales: "Hoy la
Iglesia vive por todas partes en medio de hombres de distintas religiones (...).
Todos los fieles, especialmente los laicos que viven en medio de pueblos de otras
religiones, tanto en las regione de origen como en tierras de emigración, han de
ser para éstos un signo del Señor y de su Iglesia, en modo adecuado a las
circunstancias de vida de cada lugar.
El diálogo entre las religiones tiene una importancia preeminente, porque conduce
al amor y al respeto recíprocos, elimina, o al menos disminuye, prejuicios entre los
seguidores de las distintas religiones, y promueve la unidad y amistad entre los
pueblos".
Para la evangelización del mundo hacen falta, sobre todo, evangelizadores. Por
eso, todos, comenzando desde las familias cristianas, debemos sentir la
responsabilidad de favorecer el surgir y madurar de vocaciones específicamente
misioneras, ya sacerdotales y religiosas, ya laicales, recurriendo a todo medio
oportuno, sin abandonar jamás el medio privilegiado de la oración, según las
mismas palabras del Señor Jesús: "La mies es mucha y los obreros pocos. Pues,
rogad al dueño de la mies que envíe obreros a su mies!" (Mt. 9, 37-38).
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UNIDAD 3
II.3.2.11.
VIVIR EL EVANGELIO SIRVIENDO A LA PERSONA Y A LA
SOCIEDAD
Acogiendo y anunciando el Evangelio con la fuerza del Espíritu, la Iglesia se
constituye en comunidad evangelizada y evangelizadora y, precisamente por esto,
se hace sierva de los hombres. En ella los fieles laicos participan en la misión de
servir a las personas y a la sociedad. Es cierto que la Iglesia tiene como fin
supremo el Reino de Dios, del que "constituye en la tierra el germen e inicio"[130],
y está, por tanto, totalmente consagrada a la glorificación del Padre. Pero el Reino
es fuente de plena liberación y de salvación total para los hombres: con éstos,
pues, la Iglesia camina y vive, realmente y enteramente solidaria con su historia.
Habiendo recibido el encargo de manifestar al mundo el misterio de Dios que
resplandece en Cristo Jesús, al mismo tiempo la Iglesia revela el hombre al
hombre, le hace conocer el sentido de su existencia, le abre a la entera verdad
sobre él y sobre su destino. Desde esta perspectiva la Iglesia está llamada, a
causa de su misma misión evangelizadora, a servir al hombre. Tal servicio se
enraiza primariamente en el hecho prodigioso y sorprendente de que, "con la
encarnación, el Hijo de Dios se ha unido en cierto modo a cada hombre".
Por eso el hombre "es el primer camino que la Iglesia debe recorrer en el
cumplimiento de su misión: él es la primera vía fundamental de la Iglesia, vía
trazada por el mismo Cristo, vía que inalterablemente pasa a través de la
Encarnación y de la Redención".
Precisamente en este sentido se había expresado, repetidamente y con singular
claridad y fuerza, el Concilio Vaticano II en sus diversos documentos. Volvamos a
leer un texto -especialmente clarificador- de la Constitución Gaudium et spes:
"Ciertamente la Iglesia, persiguiendo su propio fin salvífico, no sólo comunica al
hombre la vida divina, sino que, en cierto modo, también difunde el reflejo de su
luz sobre el universo mundo, sobre todo por el hecho de que sana y eleva la
dignidad humana, consolida la cohesión de la sociedad, y llena de más profundo
sentido la actividad cotidiana de los hombres. Cree la Iglesia que de esta manera,
por medio de sus hijos y por medio de su entera comunidad, puede ofrecer una
gran ayuda para hacer más humana la familia de los hombres y su historia".
En esta contribución a la familia humana de la que es responsable la Iglesia
entera, los fieles laicos ocupan un puesto concreto, a causa de su "índole
secular", que les compromete, con modos propios e insustituibles, en la animación
cristiana del orden temporal.
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UNIDAD 3
Promover la dignidad de la persona
Redescubrir y hacer redescubrir la dignidad inviolable de cada persona humana
constituye una tarea esencial; es más, en cierto sentido es la tarea central y
unificante del servicio que la Iglesia, y en ella los fieles laicos, están llamados a
prestar a la familia humana.
Entre todas las criaturas de la tierra, sólo el hombre es "persona", sujeto
consciente y libre y, precisamente por eso, "centro y vértice" de todo lo que existe
sobre la tierra.
La dignidad personal es el bien más precioso que el hombre posee, gracias al
cual supera en valor a todo el mundo material. Las palabras de Jesús: "¿De qué
le sirve al hombre ganar el mundo entero, si después pierde su alma?" (Mc. 8, 36)
contienen una luminosa y estimulante afirmación antropológica: el hombre vale no
por lo que "tiene" -aunque poseyera el mundo entero!-, sino por lo que "es". No
cuentan tanto los bienes de la tierra, cuanto el bien de la persona, el bien que es
la persona misma.
La dignidad de la persona manifiesta todo su fulgor cuando se consideran su
origen y su destino. Creado por Dios a su imagen y semejanza, y redimido por la
preciosísima sangre de Cristo, el hombre está llamado a ser "hijo en el Hijo" y
templo vivo del Espíritu; y está destinado a esa eterna vida de comunión con Dios,
que le llena de gozo. Por eso toda violación de la dignidad personal del ser
humano grita venganza delante de Dios, y se configura como ofensa al Creador
del hombre.
A causa de su dignidad personal, el ser humano es siempre un valor en sí mismo
y por sí mismo y como tal exige ser considerado y tratado. Y al contrario, jamás
puede ser tratado y considerado como un objeto utilizable, un instrumento, una
cosa.
La dignidad personal constituye el fundamento de la igualdad de todos los
hombres entre sí. De aquí que sean absolutamente inaceptables las más variadas
formas de discriminación que, por desgracia, continúan dividiendo y humillando la
familia humana: desde las raciales y económicas a las sociales y culturales,
desde las políticas a las geográficas, etc. Toda discriminación constituye una
injusticia completamente intolerable, no tanto por las tensiones y conflictos que
puede acarrear a la sociedad, cuanto por el deshonor que se inflige a la dignidad
de la persona; y no sólo a la dignidad de quien es víctima de la injusticia, sino
todavía más a la de quien comete la injusticia.
Fundamento de la igualdad de todos los hombres, la dignidad personal es
también el fundamento de la participación y la solidaridad de los hombres entre sí:
el diálogo y la comunión radican, en última instancia, en lo que los hombres "son",
antes y mucho más que en lo que ellos "tienen".
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UNIDAD 3
La dignidad personal es propiedad indestructible de todo ser humano. Es
fundamental captar todo el penetrante vigor de esta afirmación, que se basa en la
unicidad y en la irrepetibilidad de cada persona. En consecuencia, el individuo
nunca puede quedar reducido a todo aquello que lo querría aplastar y anular en el
anonimato de la colectividad, de las instituciones, de las estructuras, del sistema.
En su individualidad, la persona no es un número, no es un eslabón más de una
cadena, ni un engranaje del sistema. La afirmación que exalta más radicalmente
el valor de todo ser humano la ha hecho el Hijo de Dios encarnándose en el seno
de una mujer. También de esto continúa hablándonos la Navidad cristiana.
Venerar el inviolable derecho a la vida
El efectivo reconocimiento de la dignidad personal de todo ser humano exige el
respeto, la defensa y la promoción de los derechos de la persona humana. Se
trata de derechos naturales, universales, e inviolables. Nadie, ni la persona
singular, ni el grupo, ni la autoridad, ni el Estado pueden modificarlos y mucho
menos eliminarlos, porque tales derechos provienen de Dios mismo.
La inviolabilidad de la persona, reflejo de la absoluta inviolabilidad del mismo
Dios, encuentra su primera y fundamental expresión en la inviolabilidad de la vida
humana. Se ha hecho habitual hablar, y con razón, sobre los derechos humanos;
como por ejemplo sobre el derecho a la salud, a la casa, al trabajo, a la familia y a
la cultura. De todos modos, esa preocupación resulta falsa e ilusoria si no se
defiende con la máxima determinación el derecho a la vida como el derecho
primero y fontal, condición de todos los otros derechos de la persona.
La Iglesia no se ha dado nunca por vencida frente a todas las violaciones que el
derecho a la vida, propio de todo ser humano, ha recibido y continúa recibiendo
por parte tanto de los individuos como de las mismas autoridades. El titular de tal
derecho es el ser humano, en cada fase de su desarrollo, desde el momento de la
concepción hasta la muerte natural; y cualquiera que sea su condición, ya sea de
salud que de enfermedad, de integridad física o de minusvalidez, de riqueza o de
miseria. El Concilio Vaticano II proclama abiertamente: "Cuanto atenta contra la
vida -homicidios de cualquier clase, genocidios, aborto, eutanasia y el mismo
suicidio deliberado-; cuanto viola la integridad de la persona humana, como, por
ejemplo, las mutilaciones, las torturas morales o físicas, los conatos sistemáticos
para dominar la mente ajena; cuanto ofende a la dignidad humana, como son las
condiciones infrahumanas de vida, las detenciones arbitrarias, las deportaciones,
la esclavitud, la prostitución, la trata de blancas y de jóvenes; o las condiciones
laborales degradantes, que reducen al operario al rango de mero instrumento de
lucro, sin respeto a la libertad y a la responsabilidad de la persona humana: todas
estas prácticas y otras parecidas son en sí mismas infamantes, degradan la
civilización humana, deshonran más a sus autores que a sus víctimas y son
totalmente contrarias al honor debido al Creador".
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UNIDAD 3
Si bien la misión y la responsabilidad de reconocer la dignidad personal de todo
ser humano y de defender el derecho a la vida es tarea de todos, algunos fieles
laicos son llamados a ello por un motivo particular. Se trata de los padres, los
educadores, los que trabajan en el campo de la medicina y de la salud, y los que
detentan el poder económico y político.
En la aceptación amorosa y generosa de toda vida humana, sobre todo si es débil
o enferma, la Iglesia vive hoy un momento fundamental de su misión, tanto más
necesaria cuanto más dominante se hace una "cultura de muerte". En efecto, "la
Iglesia cree firmemente que la vida humana, aunque débil y enferma, es siempre
un don espléndido del Dios de la bondad. Contra el pesimismo y el egoísmo, que
ofuscan el mundo, la Iglesia está en favor de la vida: y en cada vida humana sabe
descubrir el esplendor de aquel "Sí", de aquel "Amén" que es Cristo mismo (cf. 2
Co. 1, 19; Ap. 3, 14). Frente al "no" que invade y aflige al mundo, pone este "Sí"
viviente, defendiendo de este modo al hombre y al mundo de cuantos acechan y
rebajan la vida"[138]. Corresponde a los fieles laicos que más directamente o por
vocación o profesión están implicados en acoger la vida, el hacer concreto y
eficaz el "sí" de la Iglesia a la vida humana.
Con el enorme desarrollo de las ciencias biológicas y médicas, junto al
sorprendente poder tecnológico, se han abierto en nuestros días nuevas
posibilidades y responsabilidades en la frontera de la vida humana. En efecto, el
hombre se ha hecho capaz no sólo de "observar", sino también de "manipular" la
vida humana en su mismo inicio o en sus primeras etapas de desarrollo.
La conciencia moral de la humanidad no puede permanecer extraña o indiferente
frente a los pasos gigantescos realizados por una potencia tecnológica, que
adquiere un dominio cada vez más dilatado y profundo sobre los dinamismos que
rigen la procreación y las primeras fases de desarrollo de la vida humana. En este
campo y quizás nunca como hoy, la sabiduría se presenta como la única tabla de
salvación, para que el hombre, tanto en la investigación científica teórica como en
la aplicada, pueda actuar siempre con inteligencia y con amor; es decir,
respetando, todavía más, venerando la inviolable dignidad personal de todo ser
humano, desde el primer momento de su existencia. Esto ocurre cuando la
ciencia y la técnica se comprometen, con medios lícitos, en la defensa de la vida y
en la curación de las enfermedades desde los comienzos, rechazando en cambio
-por la dignidad misma de la investigación- intervenciones que resultan
alteradoras del patrimonio genético del individuo y de la generación humana.
Los fieles laicos, comprometidos por motivos varios y a diverso nivel en el campo
de la ciencia y de la técnica, como también en el ámbito médico, social, legislativo
y económico deben aceptar valientemente los "desafíos" planteados por los
nuevos problemas de la bioética. Como han dicho los Padres sinodales, "Los
cristianos han de ejercitar su responsabilidad como dueños de la ciencia y de la
tecnología, no como siervos de ella (...).
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UNIDAD 3
Ante la perspectiva de esos "desafíos" morales, que están a punto de ser
provocados por la nueva e inmensa potencia tecnológica, y que ponen en peligro
no sólo los derechos fundamentales de los hombres sino la misma esencia
biológica de la especie humana, es de máxima importancia que los laicos
cristianos -con la ayuda de toda la Iglesia- asuman la responsabilidad de hacer
volver la cultura a los principios de un auténtico humanismo, con el fin de que la
promoción y la defensa de los derechos humanos puedan encontrar fundamento
dinámico y seguro en la misma esencia del hombre, aquella esencia que la
predicación evangélica ha revelado a los hombres".
Urge hoy la máxima vigilancia por parte de todos ante el fenómeno de la
concentración del poder, y en primer lugar del poder tecnológico. Tal
concentración, en efecto, tiende a manipular no sólo la esencia biológica, sino
también el contenido de la misma conciencia de los hombres y sus modelos de
vida, agravando así la discriminación y la marginación de pueblos enteros.
Libres para invocar el Nombre del Señor
El respeto de la dignidad persona, que comporta la defensa y promoción de los
derechos humanos, exige el reconocimiento de la dimensión religiosa del hombre.
No es ésta una exigencia simplemente "confesional", sino más bien una exigencia
que encuentra su raíz inextirpable en la realidad misma del hombre. En efecto, la
relación con Dios es elemento constitutivo del mismo "ser" y "existir" del hombre:
es en Dios donde nosotros "vivimos, nos movemos y existimos" (Hch. 17, 28). Si
no todos creen en esa verdad, los que están convencidos de ella tienen el
derecho a ser respetados en la fe y en la elección de vida, individual o
comunitaria, que de ella derivan. Esto es el derecho a la libertad de conciencia y a
la libertad religiosa, cuyo reconocimiento efectivo está entre los bienes más altos
y los deberes más graves de todo pueblo que verdaderamente quiera asegurar el
bien de la persona y de la sociedad.
"La libertad religiosa, exigencia insuprimible de la dignidad de todo hombre, es
piedra angular del edificio de los derechos humanos y, por tanto, es un factor
insustituible del bien de la persona y de toda la sociedad, así como de la propia
realización de cada uno. De ello resulta que la libertad, de los individuos y de las
comunidades, de profesar y practicar la propia religión es un elemento esencial de
la pacífica convivencia de los hombres (...). El derecho civil y social a la libertad
religiosa, en cuanto alcanza la esfera más íntima del espíritu, se revela punto de
referencia y, en cierto modo, se convierte en medida de los otros derechos
fundamentales".
El Sínodo no ha olvidado a tantos hermanos y hermanas que todavía no gozan de
tal derecho y que deben afrontar contradicciones, marginación, sufrimientos,
persecuciones, y tal vez la muerte a causa de la confesión de la fe. En su mayoría
son hermanos y hermanas del laicado cristiano.
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UNIDAD 3
El anuncio del Evangelio y el testimonio cristiano de la vida en el sufrimiento y en
el martirio constituyen el ápice del apostolado de los discípulos de Cristo, de
modo análogo a como el amor a Jesucristo hasta la entrega de la propia vida
constituye un manantial de extraordinaria fecundidad para la edificación de la
Iglesia. La mística vid corrobora así su lozanía, tal como ya hacía notar San
Agustín: "Pero aquella vid, como había sido preanunciado por los Profetas y por el
mismo Señor, que esparcía por todo el mundo sus fructuosos sarmientos, tanto
más se hacía lozana cuanto más era irrigada por la mucha sangre de los
mártires".
Toda la Iglesia está profundamente agradecida por este ejemplo y por este don.
En estos hijos suyos encuentra motivo para renovar su brío de vida santa y
apostólica. En este sentido los Padres sinodales han considerado como un
especial deber "dar las gracias a los laicos que viven como incansables testigos
de la fe, en fiel unión con la Sede Apostólica, a pesar de las restricciones de la
libertad y de estar privados de ministros sagrados. Ellos se lo juegan todo, incluso
la vida. De este modo, los laicos testifican una propiedad esencial de la Iglesia: la
Iglesia de Dios nace de la gracia de Dios, y esto se manifiesta del modo más
sublime en el martirio".
Todo lo que hemos dicho hasta ahora sobre el respeto a la dignidad personal y
sobre el reconocimiento de los derechos humanos afecta sin duda a la
responsabilidad de cada cristiano, de cada hombre. Pero inmediatamente hemos
de hacer notar cómo este problema reviste hoy una dimensión mundial. En efecto,
es una cuestión que ahora atañe a enteros grupos humanos; más aún, a pueblos
enteros que son violentamente vilipendiados en sus derechos fundamentales. De
aquí la existencia de esas formas de desigualdad de desarrollo entre los diversos
Mundos, que han sido abiertamente denunciados en la reciente Encíclica
Sollicitudo rei socialis.
El respeto a la persona humana va más allá de la exigencia de una moral
individual y se coloca como criterio base, como pilar fundamental para la
estructuración de la misma sociedad, estando la sociedad enteramente dirigida
hacia la persona. Así, íntimamente unida a la responsabilidad de servir a la
persona, está la responsabilidad de servir a la sociedad como responsabilidad
general de aquella animación cristiana del orden temporal, a la que son llamados
los fieles laicos según sus propias y específicas modalidades.
La familia, primer campo en el compromiso social
La persona humana tiene una nativa y estructural dimensión social en cuanto que
es llamada, desde lo más íntimo de sí, a la comunión con los demás y a la
entrega a los demás: "Dios, que cuida de todos con paterna solicitud, ha querido
que los hombres constituyan una sola familia y se traten entre sí con espíritu de
hermanos". Y así, la sociedad, fruto y señal de la sociabilidad del hombre, revela
su plena verdad en el ser una comunidad de personas.
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UNIDAD 3
Se da así una interdependencia y reciprocidad entre las personas y la sociedad:
todo lo que se realiza en favor de la persona es también un servicio prestado a la
sociedad, y todo lo que se realiza en favor de la sociedad acaba siendo en
beneficio de la persona. Por eso, el trabajo apostólico de los fieles laicos en el
orden temporal reviste siempre e inseparablemente el significado del servicio al
individuo en su unicidad e irrepetibilidad, y del servicio a todos los hombres.
Ahora bien, la expresión primera y originaria de la dimensión social de la persona
es el matrimonio y la familia: "Pero Dios no creó al hombre en solitario. Desde el
principio "los hizo hombre y mujer" (Gn. 1, 27), y esta sociedad de hombre y mujer
es la expresión primera de la comunión entre personas humanas". Jesús se ha
preocupado de restituir al matrimonio su entera dignidad y a la familia su solidez
(cf. Mt. 19, 3-9); y San Pablo ha mostrado la profunda relación del matrimonio con
el misterio de Cristo y de la Iglesia (cf. Ef. 5, 22 - 6, 4; Col. 3, 18-21; 1 P. 3, 1-7).
El matrimonio y la familia constituyen el primer campo para el compromiso social
de los fieles laicos. Es un compromiso que sólo puede llevarse a cabo
adecuadamente teniendo la convicción del valor único e insustituible de la familia
para el desarrollo de la sociedad y de la misma Iglesia.
La familia es la célula fundamental de la sociedad, cuna de la vida y del amor en
la que el hombre "nace" y "crece". Se ha de reservar a esta comunidad una
solicitud privilegiada, sobre todo cada vez que el egoísmo humano, las campañas
antinatalistas, las políticas totalitarias, y también las situaciones de pobreza y de
miseria física, cultural y moral, además de la mentalidad hedonista y consumista,
hacen cegar las fuentes de la vida, mientras las ideologías y los diversos
sistemas, junto a formas de desinterés y desamor, atentan contra la función
educativa propia de la familia.
Urge, por tanto, una labor amplia, profunda y sistemática, sostenida no sólo por la
cultura sino también por medios económicos e instrumentos legislativos, dirigida a
asegurar a la familia su papel de lugar primario de "humanización" de la persona y
de la sociedad.
El compromiso apostólico de los fieles laicos con la familia es ante todo el de
convencer a la misma familia de su identidad de primer número social de base y
de su original papel en la sociedad, para que se convierta cada vez más en
protagonista activa y responsable del propio crecimiento y de la propia
participación en la vida social. De este modo, la familia podrá y deberá exigir a
todos -comenzando por las autoridades públicas- el respeto a los derechos que,
salvando la familia, salvan la misma sociedad.
75
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 3
Todo lo que está escrito en la Exhortación Familiaris consortio sobre la
participación de la familia en el desarrollo de la sociedad y todo lo que la Santa
Sede, a invitación del Sínodo de los Obispos de 1980, ha formulado con la "Carta
de los Derechos de la Familia", representa un programa operativo, completo y
orgánico para todos aquellos fieles laicos que, por distintos motivos, están
implicados en la promoción de los valores y exigencias de la familia; un programa
cuya ejecución ha de urgirse con tanto mayor sentido de oportunidad y decisión,
cuanto más graves se hacen las amenazas a la estabilidad y fecundidad de la
familia, y cuanto más presiona y más sistemático se hace el intento de marginar la
familia y de quitar importancia a su peso social.
Como demuestra la experiencia, la civilización y la cohesión de los pueblos
depende sobre todo de la calidad humana de sus familias. Por eso, el
compromiso apostólico orientado en favor de la familia adquiere un incomparable
valor social. Por su parte, la Iglesia está profundamente convencida de ello,
sabiendo perfectamente que "el futuro de la humanidad pasa a través de la
familia".
La caridad, alma y apoyo de la solidaridad
El servicio a la sociedad se manifiesta y se realiza de modos diversos: desde los
libres e informales hasta los institucionales, desde la ayuda ofrecida al individuo a
la dirigida a grupos diversos y comunidades de personas.
Toda la Iglesia como tal está directamente llamada al servicio de la caridad: <<La
Santa Iglesia, como en sus orígenes, uniendo el "ágape" con la Cena Eucarística
se manifestaba unida con el vínculo de la caridad en torno a Cristo, así, en
nuestros días, se reconoce por este distintivo de la caridad y, mientras goza con
las iniciativas de los demás, reivindica las obras de caridad como su deber y
derecho inalienable. Por eso la misericordia con los pobres y enfermos, así como
las llamadas obras de caridad y de ayuda mutua, dirigidas a aliviar las
necesidades humanas de todo género, la Iglesia las considera un especial
honor>>. La caridad con el prójimo, en las formas antiguas y siempre nuevas de
las obras de misericordia corporal y espiritual, representa el contenido más
inmediato, común y habitual de aquella animación cristiana del orden temporal,
que constituye el compromiso específico de los fieles laicos.
Con la caridad hacia el prójimo, los fieles laicos viven y manifiestan su
participación en la realeza de Jesucristo, esto es, en el poder del Hijo del hombre
que "no ha venido a ser servido, sino a servir" (Mc. 10, 45). Ellos viven y
manifiestan tal realeza del modo más simple, posible a todos y siempre, y a la vez
del modo más engrandecedor, porque la caridad es el más alto don que el
Espíritu ofrece para la edificación de la Iglesia (cf. 1 Co. 13, 13) y para el bien de
la humanidad. La caridad, en efecto, anima y sostiene una activa solidaridad,
atenta a todas las necesidades del ser humano.
76
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 3
Tal caridad, ejercitada no sólo por las personas en singular sino también
solidariamente por los grupos y comunidades, es y será siempre necesaria. Nada
ni nadie la puede ni podrá sustituir; ni siquiera las múltiples instituciones e
iniciativas públicas, que también se esfuerzan en dar respuesta a las necesidades
-a menudo, tan graves y difundidas en nuestros días- de una población.
Paradójicamente esta caridad se hace más necesaria, cuanto más las
instituciones, volviéndose complejas en su organización y pretendiendo gestionar
toda área a disposición, terminan por ser abatidas por el funcionalismo
impersonal, por la exagerada burocracia, por los injustos intereses privados, por el
fácil y generalizado encogerse de hombres.
Precisamente en este contexto continúan surgiendo y difundiéndose, en concreto
en las sociedades organizadas, distintas formas de voluntariado, que actúan en
una multiplicidad de servicios y obras. El voluntariado, si se vive en su verdad de
servicio desinteresado al bien de las personas, especialmente de las más
necesitadas y las más olvidadas por los mismos servicios sociales, debe
considerarse una importante manifestación de apostolado, en el que los fieles
laicos, hombres y mujeres, desempeñan un papel de primera importancia.
Todos destinatarios y protagonistas de la política
La caridad que ama y sirve a la persona no puede jamás ser separada de la
justicia: una y otra, cada una a su modo, exigen el efectivo reconocimiento pleno
de los derechos de la persona, a la que está ordenada la sociedad con todas sus
estructuras e instituciones.
Para animar cristianamente el orden temporal -en el sentido señalado de servir a
la persona y a la sociedad- los fieles laicos de ningún modo pueden abdicar de la
participación en la "política"; es decir, de la multiforme y variada acción
económica, social, legislativa, administrativa y cultural, destinada a promover
orgánica e institucionalmente el bien común. Como repetidamente han afirmado
los Padres sinodales, todos y cada uno tienen el derecho y el deber de participar
en la política, si bien con diversidad y complementariedad de formas, niveles,
tareas y responsabilidades. Las acusaciones de arribismo, de idolatría del poder,
de egoísmo y corrupción que con frecuencia son dirigidas a los hombres del
gobierno, del parlamento, de la clase dominante, del partido político, como
también la difundida opinión de que la política sea un lugar de necesario peligro
moral, no justifican lo más mínimo ni la ausencia ni el escepticismo de los
cristianos en relación con la cosa pública.
Son, en cambio, más que significativas estas palabras del Concilio Vaticano II: "La
Iglesia alaba y estima la labor de quienes, al servicio del hombre, se consagran al
bien de la cosa pública y aceptan el peso de las correspondientes
responsabilidades".
77
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 3
Una política para la persona y para la sociedad encuentra su criterio básico en la
consecución del bien común, como bien de todos los hombres y de todo el
hombre, correctamente ofrecido y garantizado a la libre y responsable aceptación
de las personas, individualmente o asociadas. "La comunidad política -leemos en
la Constitución Gaudium et spes- existe precisamente en función de ese bien
común, en el que encuentra su justificación plena y su sentido, y del que deriva su
legitimidad primigenia y propia. El bien común abarca el conjunto de aquellas
condiciones de vida social con las cuales los hombres, las familias y las
asociaciones pueden lograr con mayor plenitud y facilidad su propia perfección".
Además, una política para la persona y para la sociedad encuentra su rumbo
constante de camino en la defensa y promoción de la justicia entendida como
"virtud" a la que todos deben ser educados, y como "fuerza" moral que sostiene el
empeño por favorecer los derechos y deberes de todos y cada uno, sobre la base
de la dignidad personal del ser humano.
En el ejercicio del poder político es fundamental aquel espíritu de servicio, que,
unido a la necesaria competencia y eficiencia, es el único capaz de hacer
"transparente" o "limpia" la actividad de los hombres políticos, como justamente,
además, la gente exige. Esto urge la lucha abierta y la decidida superación de
algunas tentaciones, como el recurso a la deslealtad y a la mentira, el despilfarro
de la hacienda pública para que redunde en provecho de unos pocos y con
intención de crear una masa de gente dependiente, el uso de medios equívocos o
ilícitos para conquistar, mantener y aumentar el poder a cualquier precio.
Los fieles laicos que trabajan en la política, han de respetar, desde luego, la
autonomía de las realidades terrenas rectamente entendida. Tal como leemos en
la Constitución Gaudium et spes, "es de suma importancia, sobre todo allí donde
existe una sociedad pluralística, tener un recto concepto de las relaciones entre la
comunidad política y la Iglesia y distinguir netamente entre la acción que los
cristianos, aislada o asociadamente, llevan a cabo a título personal, como
ciudadanos de acuerdo con su conciencia cristiana, y la acción que realizan, en
nombre de la Iglesia, en comunión con sus pastores. La Iglesia, que por razón de
su misión y de su competencia no se confunde en modo alguno con la comunidad
política ni está ligada a sistema político alguno, es a la vez signo y salvaguardia
del carácter trascendente de la persona humana".
Al mismo tiempo -y éstos se advierte hoy como una urgencia y una
responsabilidad- los fieles laicos han de testificar aquellos valores humanos y
evangélicos, que están íntimamente relacionados con la misma actividad política;
como son la libertad y la justicia, la solidaridad, la dedicación leal y desinteresada
al bien de todos, el sencillo estilo de vida, el amor preferencial por los pobres y los
últimos. Esto exige que los fieles laicos estén cada vez más animados de una real
participación en la vida de la Iglesia e iluminados por su doctrina social. En esto
podrán ser acompañados y ayudados por el afecto y la comprensión de la
comunidad cristiana y de sus Pastores.
78
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 3
La solidaridad es el estilo y el medio para la realización de una política que quiera
mirar al verdadero desarrollo humano. Esta reclama la participación activa y
responsable de todos en la vida política, desde cada uno de los ciudadanos a los
diversos grupos, desde los sindicatos a los partidos. Juntamente, todos y cada
uno, somos destinatarios y protagonistas de la política. En este ámbito, como he
escrito en la Encíclica Sollicitudo rei socialis, la solidaridad "no es un sentimiento
de vaga compasión o de superficial enternecimiento por los males de tantas
personas, cercanas o lejanas. Al contrario, es la determinación firme y
perseverante de empeñarse por el bien común; es decir, por el bien de todos y
cada uno, para que todos seamos verdaderamente responsables de todos".
La solidaridad política exige hoy un horizonte de actuación que, superando la
nación o el bloque de naciones, se configure como continental y mundial.
El fruto de la actividad política solidaria -tan deseado por todos y, sin embargo,
siempre tan inmaduro- es la paz. Los fieles laicos no pueden permanecer
indiferentes, extraños o perezosos ante todo lo que es negación o puesta en
peligro de la paz: violencia y guerra, tortura y terrorismo, campos de
concentración, militarización de la política, carrera de armamentos, amenaza
nuclear. Al contrario, como discípulos de Jesucristo "Príncipe de la paz" (Is. 9, 5) y
"Nuestra paz" (Ef. 2, 14), los fieles laicos han de asumir la tarea de ser
"sembradores de paz" (Mt. 5, 9), tanto mediante la conversión del "corazón", como
mediante la acción en favor de la verdad, de la libertad, de la justicia y de la
caridad, que son los fundamentos irrenunciables de la paz.
Colaborando con todos aquellos que verdaderamente buscan la paz y sirviéndose
de los específicos organismos e instituciones nacionales e internacionales, los
fieles laicos deben promover una labor educativa capilar, destinada a derrotar la
imperante cultura del egoísmo, del odio, de la venganza y de la enemistad, y a
desarrollar a todos los niveles la cultura de la solidaridad. Efectivamente, tal
solidaridad "es camino hacia la paz y, a la vez, hacia el desarrollo". Desde esta
perspectiva, los Padres sinodales han invitado a los cristianos a rechazar formas
inaceptables de violencia, a promover actitudes de diálogo y de paz, y a
comprometerse en instaurar un justo orden social e internacional.
Situar al hombre en el centro de la vida económica-social
El servicio a la sociedad por parte de los fieles laicos encuentra su momento
esencial en la cuestión económico-social, que tiene por clave la organización del
trabajo.
La gravedad actual de los problemas que implica tal cuestión, considerada bajo el
punto de vista del desarrollo y según la solución propuesta por la doctrina social
de la Iglesia, ha sido recordada recientemente en la Encíclica Sollicitudo rei
socialis, a la que remito encarecidamente a todos, especialmente a los fieles
laicos.
79
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 3
Entre los baluartes de la doctrina social de la Iglesia está el principio de la
destinación universal de los bienes. Los bienes de la tierra se ofrecen, en el
designio divino, a todos los hombres y a cada hombre como medio para el
desarrollo de una vida auténticamente humana. Al servicio de esta destinación se
encuentra la propiedad privada, que -precisamente por esto- posee una intrínseca
función social. Concretamente el trabajo del hombre y de la mujer representa el
instrumento más común e inmediato para el desarrollo de la vida económica,
instrumento, que, al mismo tiempo, constituye un derecho y un deber de cada
hombre.
Todo este campo viene a formar parte, en modo particular, de la misión de los
fieles laicos. El fin y el criterio de su presencia y de su acción han sido formulados
en términos generales por el Concilio Vaticano II: "También en la vida económicosocial deben respetarse y promoverse la dignidad de la persona humana, su
entera vocación y el bien de toda la sociedad. Porque el hombre es el autor, el
centro y el fin de toda la vida económico-social".
En el contexto de las perturbadoras transformaciones que hoy se dan en el
mundo de la economía y del trabajo, los fieles laicos han de comprometerse, en
primera fila, a resolver los gravísimos problemas de la creciente desocupación, a
pelear por la más tempestiva superación de numerosas injusticias provenientes
de deformadas organizaciones del trabajo, a convertir el lugar de trabajo en una
comunidad de personas respetadas en su subjetividad y en su derecho a la
participación, a desarrollar nuevas formas de solidaridad entre quienes participan
en el trabajo común, a suscitar nuevas formas de iniciativa empresarial y a revisar
los sistemas de comercio, de financiación y de intercambios tecnológicos.
Con ese fin, los fieles laicos han de cumplir su trabajo con competencia
profesional, con honestidad humana, con espíritu cristiano, como camino de la
propia santificación, según la explícita invitación del Concilio: "Con el trabajo, el
hombre provee ordinariamente a la propia vida y a la de sus familiares; se une a
sus hermanos los hombres y les hace un servicio; puede practicar la verdadera
caridad y cooperar con la propia actividad al perfeccionamiento de la creación
divina. No sólo esto. Sabemos que, con la oblación de su trabajo a Dios, los
hombres se asocian a la propia obra redentora de Jesucristo, quien dio al trabajo
una dignidad sobreeminente, laborando con sus propias manos en Nazaret".
En relación con la vida económico-social y con el trabajo, se plantea hoy, de
modo cada vez más agudo, la llamada cuestión "ecológica". Es cierto que el
hombre ha recibido de Dios mismo el encargo de "dominar" las cosas creadas y
de "cultivar el jardín" del mundo; pero ésta es una tarea que el hombre ha de
llevar a cabo respetando la imagen divina recibida, y, por tanto, con inteligencia y
amor: debe sentirse responsable de los dones que Dios le ha concedido y
continuamente le concede. El hombre tiene en sus manos un don que debe pasar
-y, si fuera posible, incluso mejorado- a las futuras generaciones, que también son
destinatarias de los dones del Señor.
80
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 3
"El dominio confiado al hombre por el Creador (...) no es un poder absoluto, ni se
puede hablar de libertad de "usar y abusar", o de disponer de las cosas como
mejor parezca. La limitación impuesta por el mismo Creador desde el principio, y
expresada simbólicamente con la prohibición de "comer del fruto del árbol" (cf.
Gn. 2, 16-17), muestra claramente que, ante la naturaleza visible (...), estamos
sometidos a las leyes no sólo biológicas sino también morales, cuya trasgresión
no queda impune. Una justa concepción del desarrollo no puede prescindir de
estas consideraciones, relativas al uso de los elementos de la naturaleza, a la
renovabilidad de los recursos y a las consecuencias de una industrialización
desordenada; las cuales ponen ante nuestra conciencia la dimensión moral, que
debe distinguir el desarrollo".
Evangelizar la cultura y las culturas del hombre
El servicio a la persona y a la sociedad humana se manifiesta y se actúa a través
de la creación y la transmisión de la cultura, que especialmente en nuestros días
constituye una de las más graves responsabilidades de la convivencia humana y
de la evolución social. A la luz del Concilio, entendemos por "cultura" todos
aquellos "medios con los que el hombre afina y desarrolla sus innumerables
cualidades espirituales y corporales; procura someter el mismo orbe terrestre con
su conocimiento y trabajo; hace más humana la vida social, tanto en la familia
como en la sociedad civil, mediante el progreso de las costumbres e instituciones;
finalmente, a lo largo del tiempo, expresa, comunica y conserva en sus obras
grandes experiencias espirituales y aspiraciones, para que sirvan al progreso de
muchos, e incluso de todo el género humano". En este sentido, la cultura debe
considerarse como el bien común de cada pueblo, la expresión de su dignidad,
libertad y creatividad, el testimonio de su camino histórico. En concreto, sólo
desde dentro y a través de la cultura, la fe cristiana llega a hacerse histórica y
creadora de historia.
Frente al desarrollo de una cultura que se configura como escindida, no sólo de la
fe cristiana, sino incluso de los mismos valores humanos, como también frente a
una cierta cultura científica y tecnológica, impotente para dar respuesta a la
apremiante exigencia de verdad y de bien que arde en el corazón de los hombres,
la Iglesia es plenamente consciente de la urgencia pastoral de reservar a la
cultura una especialísima atención.
Por eso la Iglesia pide que los fieles laicos estén presentes, con la insignia de la
valentía y de la creatividad intelectual, en los puestos privilegiados de la cultura,
como son el mundo de la escuela y de la universidad, los ambientes de
investigación científica y técnica, los lugares de la creación artística y de la
reflexión humanista.
81
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 3
Tal presencia está destinada no sólo al reconocimiento y a la eventual purificación
de los elementos de la cultura existente críticamente ponderados, sino también a
su elevación mediante las riquezas originales del Evangelio y de la fe cristiana. Lo
que el Concilio Vaticano II escribe sobre las relaciones entre el Evangelio y la
cultura representa un hecho histórico constante y, a la vez, un ideal práctico de
singular actualidad y urgencia; es un programa exigente consignado a la
responsabilidad pastoral de la Iglesia entera y, dentro de ella, a la específica
responsabilidad de los fieles laicos: "La grata noticia de Cristo renueva
constantemente la vida y la cultura del hombre caído, combate y elimina los
errores y males que provienen de la seducción permanente del pecado. Purifica y
eleva incesantemente la moral de los pueblos (...). Así, la Iglesia, cumpliendo su
misión propia, contribuye, por este mismo hecho, a la cultura humana y la
impulsa, y con su actividad -incluso litúrgica- educa al hombre en la libertad
interior".
Merecen volver a ser consideradas aquí algunas frases particularmente
significativas de la Exhortación Evangelii nuntiandi de Pablo VI: "La Iglesia
evangeliza siempre que, en virtud de la sola potencia divina del Mensaje que
proclama (cf. Rm. 1, 16; 1 Co. 1, 18, 2, 4), intenta convertir la conciencia personal
y a la vez colectiva de los hombres, las actividades en las que trabajan, su vida y
ambiente concreto. Estratos de la sociedad que se transforman: para la Iglesia no
se trata sólo de predicar el Evangelio en zonas geográficas siempre más amplias
o a poblaciones cada vez más extendidas, sino también de alcanzar y casi
trastornar mediante la fuerza del Evangelio los criterios de juicio, los valores
determinantes, los puntos de interés, la línea de pensamiento, las fuentes
inspiradoras y los modelos de vida de la humanidad que están en contraste con la
Palabra de Dios y con su plan de salvación. Se podría expresar todo esto del
siguiente modo: es necesario evangelizar -no decorativamente, a manera de un
barniz superficial, sino en modo vital, en profundidad y hasta las raíces- la cultura
y las culturas del hombre (...). La ruptura entre Evangelio y cultura es sin duda el
drama de nuestra época, como también lo fue de otras. Es necesario, por tanto,
hacer todos los esfuerzos en pro de una generosa evangelización de la cultura,
más exactamente, de las culturas".
Actualmente el camino privilegiado para la creación y para la transmisión de la
cultura son los instrumentos de comunicación social. También el mundo de los
mass-media, como consecuencia del acelerado desarrollo innovador y del influjo,
a la vez planetario y capilar, sobre la formación de la mentalidad y de las
costumbres, representa una nueva frontera de la misión de la Iglesia. En
particular, la responsabilidad profesional de los fieles laicos en este campo,
ejercitada bien a título personal bien mediante iniciativas e instituciones
comunitarias, exige ser reconocida en todo su valor y sostenida con los más
adecuados recursos materiales, intelectuales y pastorales.
82
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 3
En el uso y recepción de los instrumentos de comunicación urge tanto una labor
educativa del sentido crítico animado por la pasión por la verdad, como una labor
de defensa de la libertad, del respeto a la dignidad personal, de la elevación de la
auténtica cultura de los pueblos, mediante el rechazo firme y valiente de toda
forma de monopolización y manipulación.
Tampoco en esta acción de defensa termina la responsabilidad apostólica de los
fieles laicos. En todos los caminos del mundo, también en aquellos principales de
la prensa, del cine, de la radio, de la televisión y del teatro, debe ser anunciado el
Evangelio que salva.
II.3.3. LOS MINISTROS ORDENADOS
Los ministros ordenados son llamados por Dios a un
liderazgo de servicio por vida en ministerios especializados
entre el pueblo de Dios. Los ministros ordenados son
llamados a interpretar a la iglesia las necesidades,
intereses y esperanzas del mundo, así como la promesa de
Dios para la creación. Dentro de estos ministerios
especializados, los diáconos son llamados a ministerios de
palabra y servicio, y los presbíteros son llamados a
ministerios de servicio, palabra, sacramento y orden 323),
así como al oficio y responsabilidades de diácono. Por
medio de estas funciones distintivas, los ministros
ordenados se dedican completamente al trabajo de la
iglesia y a la edificación del ministerio de todos los
cristianos. Hacen esto por medio del estudio cuidadoso de las Escrituras y su fiel
interpretación de éstas; por medio de la proclamación efectiva del evangelio y la
administración responsable de los sacramentos; por medio de un liderazgo
pastoral diligente de sus congregaciones para un discipulado fructífero; y al seguir
la guía del Espíritu Santo al testificar más allá de la congregación en la comunidad
local y hasta los fines de la tierra. El ministerio ordenado se define por su fiel
compromiso al liderazgo de servicio, siguiendo el ejemplo de Cristo Jesús, por su
pasión por la santificación de la vida, y por su interés en conectar todos los
ministerios locales con los linderos más amplios de la comunidad cristiana.
Los ministros ordenados son también responsables de la formación en la oración
de sus hermanos y hermanas en Cristo. Servidores del buen Pastor, han sido
ordenados para guiar al pueblo de Dios a las fuentes vivas de la oración: la
Palabra de Dios, la liturgia, la vida teologal, el hoy de Dios en las situaciones
concretas (cf PO 4-6).
II.3.3.1.
LOS OBISPOS
Un obispo es un sacerdote que recibe por el sacramento del orden sacerdotal el
grado del episcopado (del griego επισκοπος epískopos, 'vigilante').
83
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 3
El obispo tiene la plenitud del sacerdocio, con potestad total, que gobierna una
iglesia local o particular en comunión con el Papa en la Iglesia católica. El obispo
en cada diócesis ocupa el centro de la iglesia local, con autoridad máxima en
materia de magisterio, santificación y gobierno. Sucesor de los apóstoles y por
tanto con autoridad apostólica, el obispo tiene la responsabilidad de la pastoral de
la diócesis. El obispo que está a cargo de una diócesis se le conoce también
como obispo ordinario u obispo diocesano.
Para la idoneidad de los candidatos al episcopalado se requiere que el interesado
sea: insigne por la firmeza de su fe, buenas costumbres, piedad, celo por las
almas, sabiduría, prudencia y virtudes humanas, y dotado de las demás
cualidades que le hacen apto para ejercer el oficio de que se trata; de buena
fama; de al menos treinta y cinco años; ordenado de presbítero desde hace al
menos cinco años; doctor o al menos licenciado en sagrada Escritura, teología o
derecho canónico, por un instituto de estudios superiores aprobado por la Sede
Apostólica, o al menos verdaderamente experto en esas disciplinas. El juicio
definitivo sobre la idoneidad del candidato corresponde a la Sede Apostólica.
Hay obispos que no tienen responsabilidad territorial y se les designa para ayudar
a algún obispo ordinario. Estos son los obispos auxiliares o también llamados
Titulares, ya que tienen el título de una antigua diócesis hoy desaparecida.
Los obispos forman parte del episcopado.
El Canon 378 del Código de Derecho Canónico de 1983 dice que para la
idoneidad de los candidatos al Episcopado se requiere que el interesado sea:
Insigne por la firmeza de su fe, buenas costumbres, piedad, celo por las
almas, sabiduría, prudencia y virtudes humanas, y dotado de las demás
cualidades que le hacen apto para ejercer el oficio de que se trata;
De buena fama;
De al menos treinta y cinco años;
Ordenado de presbítero desde hace al menos cinco años;
Doctor o al menos licenciado en sagrada Escritura, teología o derecho
canónico, por un instituto de estudios superiores aprobado por la Sede
Apostólica, o al menos verdaderamente experto en esas disciplinas.
El juicio definitivo sobre la idoneidad del candidato corresponde a la Sede
Apostólica.
En cuanto a las funciones del obispo son las siguientes: 1.-Relativas al orden: a)
La consagración del óleo y del crisma b) La erección, consagración y
reconciliación de iglesias y altares. c) La administración del sacramento del orden
d) la deposición de los prebisterios
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Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 3
El tratamiento tradicional en España era de "Ilustrísima". Así se decía, por
ejemplo, el Ilustrísimo y reverendísimo monseñor Doctor José Guerra Campos,
obispo de Cuenca (abreviado Ilmo. y Rvdmo. Mons. Dr.). En el trato ordinario,
"Ilustrísima" o "monseñor". Dirigiéndose a él por escrito "Ilustrísimo y
Reverendísimo monseñor doctor, obispo de" (en abreviatura Ilmo. y Rvdmo.
Mons. Dr.) Sólo los obispos que tenían una Gran Cruz tenían tratamiento de
Excelencia, pero por la costumbre italiana actualmente se trata a todos los
obispos de Excelencia. En la firma ponen sólo el nombre y la sede. Por ejemplo:
José, obispo de Cuenca. Nótese la diferencia con los cardenales para los que la
palabra cardenal pasa a formar parte de su apellido.
Los signos Episcopales
La Iglesia es rica en tradiciones y simbolismos; el obispo porta varios signos que
expresan la dignidad de su ministerio.
Anillo: Representa el compromiso del
Obispo con su diócesis. En la tradición cristiana y
en las Sagradas Escrituras, se habla del amor
esponsal que Cristo tiene por su Iglesia; es este
amor el que el obispo debe tener a la Iglesia que
se le ha encomendado.
Mitra: Representa la dignidad episcopal, y
es signo de las virtudes que deben resplandecer
en este ministerio.
Báculo: Simboliza el pastoreo que realiza entre
los fieles.
Pectoral: Es la manifestación externa de la consagración a Cristo y a su
Iglesia.
El ministerio Episcopal
Los obispos tienen un triple ministerio:
Enseñar: La misión primordial del obispo es la de “enseñar”. Jesucristo
antes de subir a los Cielos envió a sus apóstoles a “predicar el Evangelio y
a bautizar a toda criatura. De aquí nace el deber de enseñar el Evangelio a
las criaturas. El obispo predica y enseña a través de la homilía, por medio
de las cartas pastorales, por el contacto con los diversos sectores de la
diócesis. En este sentido, el obispo se hace responsable de la doctrina y
evangelización de sus fieles.
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Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 3
Santificar: La misión que el obispo tiene de “santificar” al pueblo de Dios la
ejerce representando a Cristo Sacramento. El Lineamento enviado por el
Papa, señala que “es inherente al obispo la administración de los
Sacramentos que miran a la perfección del individuo y de la comunidad”.
Es el obispo el principal administrador de los misterios de Dios en entre los
fieles.
Regir: El obispo debe guiar a los fieles en la caridad. El documento
anteriormente señalado habla en el número 67 que la función principal del
obispo es la de “guiar” al pueblo de Dios teniendo en cuenta dos
realidades: la primera, la figura del pastor, que da su vida por las ovejas y
las conduce a pastizales abundantes y, la figura de siervo, “el que quiera
ser el primero, que sea el último y el servidor de todos”. El obispo puede
decidir, en comunión con la doctrina de la Iglesia, sobre la vida de su propia
diócesis, ya sea en cuestiones de liturgia, de formas de evangelización,
entre otras.
II.3.3.2.
LOS PRESBITEROS
a) La identidad del presbítero
La identidad del sacerdote debe meditarse en el contexto de la voluntad divina a
favor de la salvación, puesto que es fruto de la acción sacramental del Espíritu
Santo, participación de la acción salvífica de Cristo, y puesto que se orienta
plenamente al servicio de tal acción en la Iglesia, en su continuo desarrollo a lo
largo de la historia. Se trata de una identidad tridimensional: pneumatológica,
cristológica y eclesiólogica. No ha de perderse de vista esta arquitectura teológica
primordial en el misterio del sacerdote, llamado a ser ministro de la salvación,
para poder aclarar después, de modo adecuado, el significado de su concreto
ministerio pastoral en la parroquia . Él es el siervo de Cristo, para ser, a partir de
él, por él y con él, siervo de los hombres. Su ser ontológicamente asimilado a
Cristo constituye el fundamento de ser ordenado para servicio de la comunidad.
La total pertenencia a Cristo, convenientemente potenciada y hecha visible por el
sagrado celibato, hace que el sacerdote esté al servicio de todos. El don
admirable del celibato , de hecho, recibe luz y sentido por la asimilación a la
donación nupcial del Hijo de Dios, crucificado y resucitado, a una humanidad
redimida y renovada.
El ser y el actuar del sacerdote - su persona consagrada y su ministerio - son
realidades teológicamente inseparables, y tienen como finalidad servir al
desarrollo de la misión de la Iglesia : la salvación eterna de todos los hombres. En
el misterio de la Iglesia - revelada como Cuerpo Místico de Cristo y Pueblo de
Dios que camina en la historia, y establecida como sacramento universal de
salvación -, se encuentra y se descubre la razón profunda del sacerdocio
ministerial, «de manera que la comunidad eclesial tiene absoluta necesidad del
sacerdocio ministerial para que Cristo, cabeza y pastor, esté presente en ella» .
86
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 3
El sacerdocio común o bautismal de los cristianos, como participación real en el
sacerdocio de Cristo, constituye una propiedad esencial del Nuevo Pueblo de
Dios . «Vosotros sois linaje escogido, sacerdocio real, nación santa, pueblo
adquirido en propiedad...» (1 Pe 2,9); «Nos ha hecho estirpe real, sacerdotes para
su Dios y Padre» (Ap 1,6); «Los hiciste un reino de sacerdotes para nuestro Dios
(Ap 5,10)... serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él» (Ap 20,6).
Estos pasajes recuerdan lo que había sido dicho en el Éxodo, aplicando al Nuevo
Israel lo que allí se decía del Antiguo: «Entre todos los pueblos... vosotros seréis
para mí un reino de sacerdotes y una nación santa» (Ex 19,5-6); y recuerdan
todavía más lo dicho en el Deuteronomio: «Tú eres un Pueblo consagrado al
Señor tu Dios; el Señor tu Dios te ha elegido para ser su Pueblo privilegiado entre
todos los pueblos que están sobre la tierra» (Dt 7,6).
«Si el sacerdocio común es consecuencia de que el pueblo cristiano ha sido
elegido por Dios como puente con la humanidad y pertenece a todo creyente en
cuanto injertado en este pueblo, el sacerdocio ministerial, en cambio, es fruto de
una elección, de una vocación específica: "Jesús llamó a sus discípulos, y eligió
doce de entre ellos" (Lc 6, 13). Gracias al sacerdocio ministerial los fieles son
conscientes de su sacerdocio común y lo actualizan (cfr. Ef 4,11-12), pues el
sacerdote les recuerda que son pueblo de Dios y los capacita para "ofrecer
sacrificios espirituales" (cfr. 1 Pe 2, 5), mediante los cuales Cristo mismo hace de
nosotros un don eterno al Padre (cfr. 1 Pe 3,18). Sin la presencia de Cristo
representado por el presbítero, guía sacramental de la comunidad, ésta no sería
plenamente una comunidad eclesial» .
En el seno de este pueblo sacerdotal el Señor ha instituido por tanto un
sacerdocio ministerial, al cual son llamados algunos fieles para servir, por medio
de la sagrada potestad, a todos los demás con caridad pastoral. El sacerdocio
común y el sacerdocio ministerial se distinguen esencialmente y no sólo en grado
: no se trata de una mayor o menor intensidad de participación en el único
sacerdocio de Cristo, sino de participaciones esencialmente diversas. El
sacerdocio común se funda en el carácter bautismal, que es el sello espiritual de
pertenencia a Cristo que «capacita y compromete a los cristianos para servir a
Dios mediante una participación viva en la santa Liturgia de la Iglesia y a ejercer
su sacerdocio bautismal mediante el testimonio de una vida santa y de una
caridad eficaz».
El sacerdocio ministerial, en cambio, se funda en el carácter impreso por el
sacramento del Orden, que configura a Cristo sacerdote, y le permite, con la
sagrada potestad, actuar en la persona de Cristo Cabeza - in persona Christi
Capitis -, para ofrecer el Sacrificio y para perdonar los pecados.
87
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 3
A los bautizados que han recibido en un segundo momento el don del sacerdocio
ministerial, les es conferida sacramentalmente una nueva y específica misión:
impersonar en el seno del pueblo de Dios la triple función – profética, cultual y real
– del mismo Cristo, en cuanto Cabeza y Pastor de la Iglesia . Por tanto, en el
ejercicio de sus específicas funciones actúan in persona Christi Capitis e
igualmente, en consecuencia, in nomine Ecclesiae.
«Nuestro sacerdocio sacramental, pues, es sacerdocio “jerárquico” y al mismo
tiempo “ministerial”. Constituye un ministerium particular, es decir, es “servicio”
respecto a la comunidad de los creyentes. Sin embargo, no tiene su origen en
esta comunidad, como si fuera ella la que “llama” o “delega”. Éste es, en efecto,
don para la comunidad y procede de Cristo mismo, de la plenitud de su
sacerdocio (...) Conscientes de esta realidad comprendemos de qué modo
nuestro sacerdocio es “jerárquico”, es decir, relacionado con la potestad de formar
y dirigir el pueblo sacerdotal (cfr.. Ivi) y precisamente por esto “ministerial”.
Realizamos esta función mediante la cual Cristo mismo “sirve” incesantemente al
Padre en la obra de nuestra salvación. Toda nuestra existencia sacerdotal está y
debe estar impregnada profundamente por este servicio, si queremos realizar de
manera real y adecuada el Sacrificio eucarístico in persona Christi».
En los últimos decenios la Iglesia ha conocido problemas de «identidad
sacerdotal», derivados, en algunas ocasiones, de una visión teológica que no
distingue claramente entre los dos modos de participación en el sacerdocio de
Cristo. En algunos ambientes se ha llegado a romper aquel profundo equilibrio
eclesiológico, tan propio del Magisterio auténtico y perenne.
Hoy se dan todas las condiciones para superar el peligro tanto de la
«clericalización» de los laicos como de la «secularización» de los ministros
sagrados. El generoso empeño de los laicos en los ámbitos del culto, de la
transmisión de la fe y de la pastoral, en un momento además de escasez de
presbíteros, ha inducido en ocasiones a algunos ministros sagrados y a algunos
laicos a ir más allá de lo que consiente la Iglesia, e incluso de lo que supera su
ontológica capacidad sacramental. De aquí se deriva también una
minusvaloración teórica y práctica de la específica misión laical, que consiste en
santificar desde dentro las estructuras de la sociedad.
De otra parte, en esta crisis de identidad, se produce también la «secularización»
de algunos ministros sagrados, por un oscurecimiento de su específico papel,
absolutamente insustituible, en la comunión eclesial.
El sacerdote, alter Christus, es en la Iglesia el ministro de las acciones salvíficas
esenciales . Por su poder de ofrecer el Sacrificio del Cuerpo y la Sangre del
Redentor, por su potestad de anunciar con autoridad el Evangelio, de vencer el
mal del pecado mediante el perdón sacramental, él – in persona Christi Capitis –
es fuente de vida y de vitalidad en la Iglesia y en su parroquia.
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Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 3
El sacerdote no es la fuente de esta vida espiritual, sino el hombre que la
distribuye a todo el pueblo de Dios. Es el siervo que, con la unción del espíritu,
accede al santuario sacramental: Cristo Crucificado (Cfr. Jn 19, 31-37) y
Resucitado (cfr. Jn 20,20-23), del cual emana la salvación.
En María, Madre del Sumo y Eterno Sacerdote, el sacerdote toma conciencia de
ser con Ella, «instrumento de comunicación salvífica entre Dios y los hombres»,
aunque de modo diferente: la Santísima Virgen mediante la Encarnación, el
sacerdote mediante el poder del Orden . La relación del sacerdote con María no
se reduce sólo a la necesidad de protección y ayuda; se trata ante todo de tomar
conciencia de un dato objetivo: «la cercanía de la Señora», como «presencia
operante junto a la cual la Iglesia quiere vivir el misterio de Cristo» .
En cuanto partícipe de la acción directiva de Cristo Cabeza y Pastor sobre su
Cuerpo , el sacerdote está específicamente capacitado para ser, en el plano
pastoral, el «hombre de la comunión» , de la guía y del servicio a todos. Él está
llamado a promover y a mantener la unidad de los miembros con la cabeza, y de
todos entre sí. Por vocación, él une y sirve a la doble dimensión que la misma
función pastoral de Cristo posee (Cfr. Mt 20,28; Mc 10,45; Lc 22,27).
La vida de la Iglesia requiere, para su desarrollo, energías que sólo este
ministerio de la comunión, de la guía y del servicio puede ofrecer. Exige
sacerdotes que, totalmente asimilados al Maestro, depositarios de una vocación
originaria a la plena identificación con Cristo, vivan ,“con” Él y “en” Él, todo el
conjunto de las virtudes manifestadas en Cristo Pastor, y que, entre otras cosas,
recibe luz y sentido de la asimilación a la donación nupcial del Hijo de Dios,
crucificado y resucitado, a una humanidad redimida y renovada. Exige que haya
sacerdotes que quieran ser fuente de unidad y de donación fraterna a todos –
especialmente a los más necesitados–, hombres que reconozcan su identidad
sacerdotal en el Buen Pastor , y que esa imagen sea vivida internamente y
manifestada externamente de modo que todos puedan reconocerla, en cualquier
lugar y tiempo .
El sacerdote hace presente a Cristo Cabeza de la Iglesia mediante el ministerio
de la Palabra, participación en su función profética . In persona et in nomine
Christi, el sacerdote es ministro de la palabra evangelizadora, que invita a todos a
la conversión y a la santidad; es ministro de la palabra cultual, que ensalza la
grandeza de Dios y da gracias por su misericordia; es ministro de la palabra
sacramental, que es fuente eficaz de gracia. Según esta múltiple modalidad el
sacerdote, con la fuerza del Paráclito, prolonga la enseñanza del divino Maestro
en el interior de su Iglesia.
89
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 3
b) La unidad de vida
La configuración sacramental con Jesucristo impone al sacerdote un nuevo
motivo para alcanzar la santidad , a causa del ministerio que le ha sido confiado,
que es en sí mismo santo. Esto no significa que la santidad, a la cual son
llamados los sacerdotes, sea subjetivamente mayor que la santidad a la que son
llamados todos los fieles cristianos por motivo del bautismo. La santidad es
siempre la misma , si bien con diversas expresiones , pero el sacerdote debe
tender a ella por un nuevo motivo: corresponder a la nueva gracia que le ha
conformado para representar a la persona de Cristo, Cabeza y Pastor, como
instrumento vivo en la obra de la salvación . En el cumplimiento de su ministerio,
por tanto, aquel que es “sacerdos in aeternum”, debe esforzarse por seguir en
todo el ejemplo del Señor, uniéndose a Él «en el conocimiento de la voluntad del
Padre, y en el don de sí mismos por el rebaño» . Sobre este fundamento de amor
a la voluntad divina y de caridad pastoral se construye la unidad de vida , es decir,
la unidad interior entre la vida espiritual y la actividad ministerial. El crecimiento de
esta unidad de vida se fundamente en la caridad pastoral nutrida por una sólida
vida de oración, de manera que el presbítero ha de ser inseparablemente
testimonio vivo de caridad y maestro de vida interior.
La entera historia de la Iglesia se encuentra iluminada por espléndidos modelos
de donación pastoral verdaderamente radical. Existe ciertamente un numeroso
batallón de santos sacerdotes que, como el Cura de Ars, patrono de los párrocos,
han llegado a una eximia santidad a través de la generosa e incansable
dedicación a la cura de almas, acompañada de una profunda ascesis y de una
gran vida interior. Estos pastores, inflamados por el amor de Cristo y por la
consiguiente caridad pastoral, constituyen un Evangelio vivo.
Algunas corrientes culturales contemporáneas confunden la virtud interior, la
mortificación y la espiritualidad con una forma de intimismo, de alienación y, por
tanto, de egoísmo incapaz de comprender los problemas del mundo y de la gente.
Se ha desarrollado también, en algunos lugares, una tipología multiforme de
presbíteros: desde el sociólogo al terapeuta, del obrero al político, al “manager”...
hasta llegar al sacerdote “jubilado”. A este propósito se debe recordar que el
presbítero es portador de una consagración ontológica que se extiende a tiempo
completo. Su identidad de fondo hay que buscarla en el carácter conferido por el
sacramento del Orden, por el cual se desarrolla fecundamente la gracia pastoral.
Por tanto, el presbítero debería saber actuar siempre en cuanto sacerdote. Él,
como decía San Juan Bosco, es sacerdote tanto en el altar y en el confesionario
como en la escuela o por la calle: en cualquier sitio. Alguna vez los mismos
sacerdotes son inducidos, por circunstancias actuales, a pensar que su ministerio
se encuentra en la periferia de la vida, cuando en realidad se encuentra en el
corazón mismo de ella, puesto que tiene la capacidad de iluminar, reconciliar y
renovar todas las cosas.
90
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 3
Puede suceder también que algunos sacerdotes, tras haber comenzado su
ministerio con un entusiasmo cargado de ideales, experimenten el desinterés y la
desilusión, e incluso el fracaso. Muchas son las causas: desde la deficiente
formación hasta la falta de fraternidad en el presbiterio diocesano, desde el
aislamiento personal hasta la ausencia de interés y apoyo por parte del Obispo
mismo y de la comunidad, desde los problemas personales, incluso de salud,
hasta la amargura de no encontrar respuestas y soluciones, desde la
desconfianza por la ascesis y el abandono de la vida interior hasta la falta de fe.
De hecho el dinamismo ministerial exento de una sólida espiritualidad sacerdotal
se traduciría en un activismo vacío y privado de valor profético. Resulta claro que
la ruptura de la unidad interior en el sacerdote es consecuencia, sobre todo, del
enfriamiento de su caridad pastoral, o sea, del descuido a la hora de «custodiar
con amor vigilante el misterio del que es portador para el bien de la Iglesia y de la
humanidad» .
Entretenerse en coloquio íntimo de adoración frente al Buen Pastor, presente en
el Santísimo Sacramento del altar, constituye una prioridad pastoral superior con
mucho a cualquier otra. El sacerdote, guía de una comunidad, debe poner en
práctica esta prioridad para no caer en la aridez interior y convertirse en canal
seco, que a nadie puede ofrecer cosa alguna.
La obra pastoral de mayor relevancia es, sin duda alguna, la espiritualidad.
Cualquier plan pastoral, cualquier proyecto misionero, cualquier dinamismo en la
evangelización, que prescindiese del primado de la espiritualidad y del culto divino
estaría destinado al fracaso.
c) Un camino específico hacia la santidad
El sacerdocio ministerial, en la medida en que configura con el ser y el obrar
sacerdotal de Cristo, introduce una novedad en la vida espiritual de quien ha
recibido este don. Es una vida espiritual conformada por la participación en la
capitalidad de Cristo en su Iglesia, y que madura en el servicio ministerial a ella:
una santidad en el ministerio y para el ministerio.
La profundización en la «conciencia de ser ministro» es, por tanto, de gran
importancia para la vida espiritual del sacerdote y para la eficacia de su ministerio
mismo.
La relación ministerial con Jesucristo «instaura y exige en el sacerdote una
posterior relación que procede de la “intención”, es decir, de la voluntad
consciente y libre de hacer, mediante los gestos ministeriales, lo que quiere hacer
la Iglesia» . La expresión «tener la intención de hacer lo que hace la Iglesia»
ilumina la vida espiritual del ministro sagrado, invitándole a reconocer la personal
instrumentalidad al servicio de Cristo y de su Esposa, y a ponerla en práctica en
las concretas acciones ministeriales.
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Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 3
La «intención», en este sentido, contiene necesariamente una relación con el
actuar de Cristo Cabeza en y a través de la Iglesia, adecuación a su voluntad,
fidelidad a sus disposiciones, docilidad a sus gestos: el quehacer ministerial es
instrumento del obrar de Cristo y de la Iglesia, que es su Cuerpo. Se trata de una
voluntad personal permanente: «Semejante relación tiende, por su propia
naturaleza, a hacerse lo más profunda posible, implicando la mente, los
sentimientos, la vida, o sea, una serie de disposiciones morales y espirituales
correspondientes a los gestos ministeriales que el sacerdote realiza».
La espiritualidad sacerdotal exige respirar un clima de cercanía al Señor Jesús, de
amistad y de encuentro personal, de misión ministerial «compartida», de amor y
servicio a su Persona en la «persona» de la Iglesia, su Cuerpo, su Esposa. Amar
a la Iglesia y entregarse a ella en el servicio ministerial requiere amar
profundamente al Señor Jesús. «Esta caridad pastoral fluye, sobre todo, del
Sacrificio Eucarístico, que se manifiesta por ello como centro y raíz de toda la vida
del presbítero, de suerte que lo que se efectúa en el altar lo procure reproducir en
sí el alma del sacerdote. Cosa que no puede conseguirse si los mismos
sacerdotes no penetran más íntimamente cada vez, por la oración, en el misterio
de Cristo».
En la penetración de este misterio viene en nuestra ayuda la Virgen Santísima,
asociada al Redentor, porque «cuando celebramos la Santa Misa, en medio de
nosotros está la Madre del Hijo de Dios y nos introduce en el misterio de su
ofrenda de redención. De este modo, se convierte en mediadora de las gracias
que brotan de esta ofrenda para la Iglesia y para todos los fieles» . De hecho,
«María fue asociada de modo único al sacrificio sacerdotal de Cristo,
compartiendo su voluntad de salvar el mundo mediante la cruz. Ella fue la primera
persona y la que con más perfección participó espiritualmente en su oblación de
Sacerdos et Hostia. Como tal, a los que participan ¾ en el plano ministerial ¾ del
sacerdocio de su Hijo puede obtenerles y darles la gracia del impulso para
responder cada vez mejor a las exigencias de la oblación espiritual que el
sacerdocio implica: sobre todo, la gracia de la fe, de la esperanza y de la
perseverancia en las pruebas, reconocidas como estímulos para una participación
más generosa en la ofrenda redentora» .
La Eucaristía debe ocupar para el sacerdote «el lugar verdaderamente central de
su ministerio» , porque en ella está contenido todo el bien espiritual de la Iglesia y
es de por sí fuente y culmen de toda la evangelización . ¡De aquí la posición tan
relevante que ocupa dentro de la jornada la preparación a la Santa Misa, su
celebración cotidiana , la acción de gracias y la visita a Jesús Sacramentado!
El sacerdote, además del Sacrificio eucarístico, celebra diariamente la sagrada
Liturgia de las Horas, a la que se ha comprometido libremente con obligación
grave. Por la inmolación incruenta de Cristo sobre el altar, por la celebración del
Oficio divino junto con toda la Iglesia, el corazón del sacerdote intensifica su amor
al divino Pastor, haciéndolo visible a los fieles.
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Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 3
El sacerdote ha recibido el privilegio de “hablar a Dios en nombre de todos”, de
hacerse “como la boca de toda la Iglesia” ; completa con el oficio divino lo que
falta a la alabanza de Cristo, y en cuanto embajador acreditado, su intercesión
está entre las más eficaces para la salvación del mundo .
d) La fidelidad del sacerdote a la disciplina eclesiástica
La «conciencia de ser ministro» comporta también la conciencia del actuar
orgánico del cuerpo de Cristo. De hecho, la vida y la misión de la Iglesia, para
poder desarrollarse, exigen un ordenamiento, unas reglas y unas leyes de
conducta, es decir, un orden disciplinar. Es preciso superar cualquier prejuicio
frente a la disciplina eclesiástica, comenzando por la expresión misma, y superar
también cualquier temor o complejo a la hora de referirse a ella o de solicitar
oportunamente su cumplimiento.
Cuando se observan las normas y los criterios que constituyen la disciplina
eclesiástica, se evitan las tensiones que, de otro modo, comprometerían el
esfuerzo pastoral unitario del cual la Iglesia tiene necesidad para cumplir
eficazmente su misión evangelizadora. La asunción madura del propio empeño
ministerial comprende la certeza de que la Iglesia «necesita unas normas que
pongan de manifiesto su estructura jerárquica y orgánica, y que ordenen
debidamente el ejercicio de los poderes confiados a ella por Dios, especialmente
el de la potestad sagrada y el de la administración de los sacramentos».
Además, la conciencia de ser ministro de Cristo y de su Cuerpo místico implica el
empeño por cumplir fielmente la voluntad de la Iglesia, que se expresa
concretamente en las normas. La legislación de la Iglesia tiene como fin una
mayor perfección de la vida cristiana, para un mejor cumplimiento de la misión
salvífica, y por tanto, es preciso vivirla con ánimo sincero y buena voluntad.
Entre todos los aspectos, merece particular atención el de la docilidad a las leyes
y a las disposiciones litúrgicas de la Iglesia, es decir, el amor fiel a una normativa
que tiene el fin de ordenar el culto de acuerdo con la voluntad del Sumo y Eterno
Sacerdote y de su Cuerpo místico. La sagrada Liturgia es considerada como el
ejercicio del sacerdocio de Jesucristo , acción sagrada por excelencia, «cumbre a
la cual tiende la actividad de la Iglesia y al mismo tiempo la fuente de donde mana
toda su fuerza» . Por consiguiente, éste es el ámbito donde mayor debe ser la
conciencia de ser ministro, y de actuar en conformidad con los compromisos libre
y solemnemente asumidos ante Dios y la comunidad. «La reglamentación de la
sagrada liturgia es de la competencia exclusiva de la autoridad eclesiástica; ésta
reside en la Sede Apostólica y, en la medida que determine la ley, en el Obispo.
(...)
93
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 3
Por lo mismo, que nadie, aunque sea sacerdote, añada, quite o cambie cosa
alguna por iniciativa propia en la liturgia» . Arbitrariedades, expresiones
subjetivistas, improvisaciones y desobediencia en la celebración eucarística
constituyen otras tantas evidentes contradicciones con la esencia misma de la
Santísima Eucaristía, que es el sacrificio de Cristo. Lo mismo vale para la
celebración de los otros sacramentos, sobre todo para el Sacramento de la
Penitencia, mediante el cual se perdonan los pecados y se reconcilia uno con la
Iglesia.
Una atención análoga han de prestar los presbíteros a la participación auténtica y
consciente de los fieles en la sagrada Liturgia, que la Iglesia no deja de promover.
En la sagrada Liturgia existen funciones que pueden ser desempeñadas por fieles
que no han recibido el Sacramento del Orden; otras, en cambio, son propias y
absolutamente exclusivas de los ministros ordenados . El respeto por las distintas
identidades del estado de vida, su mutua complementariedad para la misión,
exigen evitar cualquier confusión en esta materia.
e) El sacerdote en la comunión eclesial
Para servir a la Iglesia —comunidad orgánicamente estructurada por fieles
dotados de la misma dignidad bautismal, pero con carismas y funciones
diversos— es necesario conocerla y amarla, no como la querrían efímeras
corrientes de pensamiento o ideologías diversas, sino como ha sido querida por
Jesucristo, que la ha fundado. La función ministerial de servicio a la comunión, a
partir de la configuración con Cristo Cabeza, exige conocer y respetar la
especifidad del papel del fiel laico, promoviendo de todas las formas posibles la
asunción por parte de cada uno de la propia responsabilidad. El sacerdote está al
servicio de la comunidad, pero a su vez se encuentra sostenido por la comunidad.
Éste tiene necesidad de la aportación del laicado, no sólo para la organización y
la administración de su comunidad, sino también para la fe y la caridad; existe una
especie de ósmosis entre la fe del presbítero y la fe de los otros fieles. Las
familias cristianas y las comunidades de gran fervor religioso a menudo han
ayudado a los sacerdotes en los momentos de crisis. Es también importante, por
este motivo, que los presbíteros conozcan, estimen y respeten las características
del seguimiento de Cristo propio de la vida consagrada, tesoro preciosísimo de la
Iglesia, y testimonio de la fecunda labor del Espíritu Santo en ella.
En la medida en que los presbíteros son signos vivos y al mismo tiempo
servidores de la comunión eclesial, se integran en la unidad viviente de la Iglesia
prolongada en el tiempo, que es la sagrada Tradición, de la que el Magisterio es
custodio y garante. La fecunda referencia a la Tradición concede al ministerio del
presbítero la solidez y la objetividad del testimonio de la Verdad, que en Cristo se
ha revelado en la historia. Esto le ayuda a huir del prurito de novedad, que daña la
comunión y vacía de profundidad y de credibilidad el ejercicio del ministerio
sacerdotal.
94
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 3
De modo especial el párroco debe promover pacientemente la comunión de la
propia parroquia con su Iglesia particular y con la Iglesia universal. Por lo mismo,
debe ser también verdadero modelo de adhesión al Magisterio perenne de la
Iglesia y a su disciplina.
f) Sentido de lo universal en lo particular
«Es necesario que el sacerdote tenga la conciencia de que su “estar en una
Iglesia particular” constituye, por su propia naturaleza, un elemento calificativo
para vivir una espiritualidad cristiana. Por ello, el presbítero encuentra,
precisamente en su pertenencia y dedicación a la Iglesia particular, una fuente de
significados, de criterios de discernimiento y de acción, que configuran tanto su
misión pastoral, como su vida espiritual» . Se trata de una materia importante, de
la que se debe adquirir una visión amplia, que tenga en cuenta cómo «la
pertenencia y dedicación a una Iglesia particular no circunscriben la actividad y la
vida del presbítero, pues, dada la misma naturaleza de la Iglesia particular y del
ministerio sacerdotal, aquellas no pueden reducirse a estrechos límites» .
El concepto de incardinación, modificado por el Concilio Vaticano II y expresado
en el Código , permite superar el peligro de encerrar el ministerio de los
presbíteros dentro de límites estrechos, no tanto geográficos como psicológicos o
incluso teológicos. La pertenencia a una Iglesia particular y el servicio pastoral a
la comunión dentro de ella —elementos de orden eclesiológico— encuadran
también existencialmente la vida y la actividad de los presbíteros, y les dan una
fisonomía constituida por orientaciones pastorales específicas, metas, dedicación
personal a tareas determinadas, encuentros pastorales, e intereses compartidos.
Para comprender y amar efectivamente a la Iglesia particular, así como la
pertenencia y la dedicación a ella, sirviéndola y sacrificándose por ella hasta la
entrega de la propia vida, es necesario que el ministro sagrado sea cada vez más
consciente de que la Iglesia universal «es una realidad ontológica y
temporalmente previa a cada concreta Iglesia particular» . De hecho, no es la
suma de las Iglesias particulares lo que constituye la Iglesia universal. Las
Iglesias particulares, en y desde la Iglesia universal, deben estar abiertas a una
realidad de verdadera comunión de personas, de carismas, de tradiciones
espirituales, más allá de cualquier frontera geográfica, intelectual o psicológica .
¡El presbítero ha de tener claro que una sola es la Iglesia! La universalidad, es
decir, la catolicidad, debe llenar con su propia sustancia la particularidad. El
profundo, verdadero y vital vínculo de comunión con la Sede de Pedro constituye
la garantía y la condición necesaria de todo esto. La misma acogida motivada,
difusión y aplicación fiel de los documentos papales y de aquellos que emanan los
Dicasterios de la Curia Romana es una expresión de ello.
Hemos considerado el ser y la acción de todo sacerdote en cuanto tal. Ahora
nuestra reflexión se dirige de modo específico al sacerdote constituido en el oficio
de párroco.
95
Dossier: Iglesia y Sacramentos
II.3.3.3.
UNIDAD 3
LOS DIACONOS
Los diáconos son una parte importante en el programa de trabajo de la iglesia
neotestamentaria. Es vital una comprensión adecuada de sus responsabilidades
para que la iglesia crezca con éxito. Aunque la Biblia no expresa mucho acerca de
los diáconos, se da suficiente información y se definen pautas adecuadas para
que produzcamos las conclusiones lógicas concernientes a la autoridad de los
diáconos, sus calificaciones, el proceso de selección, los deberes que les son
asignados, y la realización de esos deberes. La aplicación de esos principios
ayudará a evitar ambos extremos, ya sea poner a los diáconos al mismo nivel de
los ancianos o supervisores, o dejarlos ser diáconos solamente de nombre, sin
llevar a cabo gran cosa.
El significadote la esa Palabra
El término que se traduce como "diácono" viene de la palabra original que
significa "siervo". Se define como "alguien que ejecuta los mandatos de otro ... un
sirviente, ayudante o ministro" (Thayer). La palabra original, tanto en forma de
nombre como de verbo, aparece más de 90 veces; no obstante, la interpretación
específica de "diácono" se encuentra sólo cinco veces en los textos ingleses
básicos (Filipenses 1:1; 1 Tim. 3:8; 10, 12, 13). En los demás sitios el término es
traducido como ministro, siervo, ministrando, ministración, ministrar, sirviendo,
servicio, dar servicio, relevo, administración, cuidando a, administrando, y servir.
En cada sitio donde se usa la palabra, sin importar en qué forma, la idea de
"servicio" es presentada. (Ejemplo: En Rom. 16:1 el servicio de la hermana Febe,
en Cencrea, será presentado en algunas traducciones como el de una diaconisa.)
Autoridad dada a los Diáconos
Se puede ver con facilidad que Dios ha autorizado diáconos en la iglesia. El "oficio
de diácono" es específicamente identificado (1 Tim. 3:10, 13). Una reseña de
calificaciones para instruir a la iglesia sobre la clase de hombres que se
necesitaban se ofrece en Hechos 6:3 y 1 Tim. 3:8-10. Los doce apóstoles
ordenaron a la iglesia seleccionar y designar hombres para servir en esa
capacidad (Hechos 6:2-3). Y algunos que servían a la iglesia en Filipos fueron
incluidos en el saludo de la carta de Pablo a esa iglesia (Filipenses 1:1).
Sus calificaciones
A pesar de que las calificaciones para diáconos no resultan tan estrictas como las
de los ancianos, son, sin embargo, muy importantes. La palabra "igualmente" (1
Tim. 3:8) indica que es tan necesario para los diáconos poseer las cualidades
especificadas para el oficio de servicio como lo es para los ancianos poseer las
cualidades de liderazgo. Los rasgos requeridos que se detallan en dos pasajes de
la Escritura (Hechos 6:3; 1 Tim. 3:8) tienen que ver con tres conceptos: carácter,
abilidad y trato con los demás.
96
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 3
Cuatro son los rasgos de carácter:
Seriedad. Debe tener un alto grado de madurez que produzca un pensar
balanceado y serio.
Sin doblez de palabra. Integridad es la clave. Debe ser honesto con todos
en todo tiempo, sin hipocresía.
No dado al mucho vino. En una época en que no se usaba mucho el agua
porque era insalubre, se acostumbraba tomar vino. Es por eso la
advertencia sobre el no tomar vino en exceso. Como a cualquier otro
cristiano, al diácono se le advierte el evitar las malas consecuencias del
exceso de vino.
No codicioso de ganancias deshonestas. No debe ser avaricioso o amante
del dinero.
Tres rasgos enfatizan la abilidad o aptitud:
Guardar el misterio de la fe con pura conciencia. Era necesario tener una
comprensión clara de la Palabra de Dios para estar firmes en la verdad y
laborar dentro de sus límites.
Llenos del Espíritu Santo. Ya que el Espíritu Santo mora en nosotros por la
fe (Gálatas 3:14) y que la fe viene por el oír la palabra (Romanos 10:17), el
hombre necesitaría ser guiado por la palabra inspirada.
Lleno de sabiduría. Los diáconos deben saber usar el sentido común y
buen juicio al llevar a cabo las tareas que les han sido asignadas.
Tres rasgos tienen que ver con su relación hacia otros:
Marido de una sola mujer. Para servir como diácono, un hombre debe tener
únicamente una mujer.
Debe saber gobernar bien su casa. El control de su familia es indicativo de
su habilidad para funcionar en otras áreas.
De buena reputación e irreprensibles. La reputación puede ayudar o
estorbar, dependiendo de lo que se piense de esa persona por la
comunidad y por la iglesia.
97
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 3
Selección de los Diáconos
No se da mucha explicación en cuanto a la forma de selección de diáconos. Se
les pidió a los hermanos: "...buscad de entre vosotros a hombres ... a quienes
nosotros (los apóstoles) encarguemos ..." (Hechos 6:3). Sin importar el método
usado, los líderes de la iglesia deben contar con todos los miembros en cuanto a
sugerencias y aprobación de los hombres que hayan de servir como diáconos. El
contexto de Hechos 6 nos dice que las circunstancias y necesidades de una
situación específica determinarían cuándo deben designarse diáconos y cuántos
serían necesarios.
Deberes asignados a los Diáconos
Toda el trabajo de la iglesia, incluyendo el de los diáconos, es supervisado por los
ancianos (Hechos 20:28; Hebreos 13:7, 17). La única autoridad que poseen los
diáconos es aquélla que se les asigna "sobre" alguna "tarea" específica (Hechos
6:3). Las responsabilidades que se delegan a cada diácono deben ser claramente
comprendidas por él, por los ancianos y por la congregación. Los diáconos
pueden ayudar a los ancianos en el cumplimiento de todas las tareas escriturales,
sobre todo de las materiales, físicas, de benevolencia, y en las áreas misioneras.
Ejecución de las tareas
Muchas congregaciones son afectadas porque los diáconos, lo mismo que otros
miembros de la iglesia, no hacen su labor. No se logra nada o poco en programas
importantes de trabajo si quedan sólo escritas en papel o en la memoria de una
conversación. Un diácono no puede funcionar hasta que se le asigna una tarea;
no obstante, cuando se le da la comisión, debe moverse para que la tarea sea
completada. Trabajando de acuerdo a las instrucciones y deseos de los ancianos,
el diácono debe estar dispuesto a tomar decisiones y hacer esfuerzos inmediatos
para comenzar y completar su tarea.
Observaciones
La labor del diácono es importante. No es un anciano y puede que nunca llegue a
calificar como anciano, y no necesita utilizar su oficio como escalafón para llegar a
ser anciano. Puede servir como diácono reconociendo el valor de ese servicio.
Debe servir regularmente y ser reconocido por su labor. Cuando los diáconos han
servido bien, "obtienen para sí una posición honrosa, y mucha confianza en la
fe..." (1 Tim. 3:13).
Los diáconos aptos son una bendición. En Hechos 6, cuando hicieron su labor los
que fueron designados, se terminaron las quejas, se llenaron las necesidades,
aumentó la Palabra, los discípulos se multiplicaron, y los diáconos crecieron en fe
y servicio (Hechos 6:7-8). De la misma manera que la iglesia hoy necesita buenos
ancianos para dirigir, también necesita diáconos competentes deseosos de servir.
98
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 3
II.3.4. LOS CARISMAS
El Espíritu Santo no sólo confía diversos ministerios a la Iglesia-Comunión, sino
que también la enriquece con otros dones e impulsos particulares, llamados
carismas. Estos pueden asumir las más diversas formas, sea en cuanto a
expresiones de la absoluta libertad del Espíritu que los dona, sea como respuesta
a las múltiples exigencias de la historia de la Iglesia. La descripción y clasificación
que los textos neotestamentarios hacen de estos dones, es una muestra de su
gran variedad: "A cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para la
utilidad común. Porque a uno le es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a
otro, palabra de ciencia por medio del mismo Espíritu; a otro, fe, en el mismo
Espíritu; a otro, carisma de curaciones, en el único Espíritu; a otro, poder de
milagros; a otro el don de profecía; a otro, el don de discernir los espíritus; a otro,
diversidad de lenguas; a otro, finalmente, el don de interpretarlas" (1 Co. 12, 7-10;
cf. 1 Co. 12, 4-6.28-31; Rm. 12, 6-8; 1 P. 4, 10-11).
Sean extraordinarios, sean simples y sencillos, los carismas son siempre gracias
del Espíritu Santo que tienen, directa o indirectamente, una utilidad eclesial, ya
que están ordenados a la edificación de la Iglesia, al bien de los hombres y a las
necesidades del mundo.
Incluso en nuestros días, no falta el florecimiento de diversos carismas entre los
fieles laicos, hombres y mujeres. Los carismas se conceden a la persona
concreta; pero pueden ser participados también por otros y, de este modo, se
continúan en el tiempo como viva y preciosa herencia, que genera una particular
afinidad espiritual entre las personas. Refiriéndose precisamente al apostolado de
los laicos, el Concilio Vaticano II escribe:
"Para el ejercicio de este apostolado el Espíritu Santo, que obra la santificación
del Pueblo de Dios por medio del ministerio y de los sacramentos, otorga también
a los fieles dones particulares (cf. 1 Co. 12, 7), "distribuyendo a cada uno según
quiere" (cf. 1 Co. 12, 11), para que "poniendo cada uno la gracia recibida al
servicio de los demás", contribuyan también ellos "como buenos dispensadores
de la multiforme gracia recibida de Dios" (1 P. 4, 10), a la edificación de todo el
cuerpo en la caridad (cf. Ef. 4, 16)".
Los dones del Espíritu Santo exigen -según la lógica de la originaria donación de
la que proceden- que cuantos los han recibido, los ejerzan para el crecimiento de
toda la Iglesia, como lo recuerda el Concilio.
Los carismas han de ser acogidos con gratitud, tanto por parte de quien los
recibe, como por parte de todos en la Iglesia. Son, en efecto, una singular riqueza
de gracia para la vitalidad apostólica y para la santidad del entero Cuerpo de
Cristo, con tal que sean dones que verdaderamente provengan del Espíritu, y
sean ejercidos en plena conformidad con los auténticos impulsos del Espíritu.
99
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 3
En este sentido siempre es necesario el discernimiento de los carismas. En
realidad, como han dicho los Padres sinodales, "la acción del Espíritu Santo, que
sopla donde quiere, no siempre es fácil de reconocer y de acoger. Sabemos que
Dios actúa en todos los fieles cristianos y somos conscientes de los beneficios
que provienen de los carismas, tanto para los individuos como para toda la
comunidad cristiana. Sin embargo, somos también conscientes de la potencia del
pecado y de su esfuerzos tendientes a turbar y confundir la vida de los fieles y de
la comunidad".
Por tanto, ningún carisma dispensa de la relación y sumisión a los Pastores de la
Iglesia. El Concilio dice claramente: "El juicio sobre su autenticidad (de los
carismas) y sobre su ordenado ejercicio pertenece a aquellos que presiden en la
Iglesia, a quienes especialmente corresponde no extinguir el Espíritu, sino
examinarlo todo y retener lo que es bueno (cf. 1 Ts. 5, 12.19-21)"[82], con el fin de
que todos los carismas cooperen, en su diversidad y complementariedad, al bien
común.
II.3.4.1.
ESTILOS DE VIDA RELIGIOSA Y CARISMAS
La Virgen María es modelo de vida para los Consagrados por su respuesta
incondicional al llamado de Dios para cumplir su misión específica de ser Virgen y
Madre, colaborando activamente en el Plan de Salvación. A ejemplo de María, la
Vida Religiosa como don del Espíritu Santo, es manifestada por el testimonio
heroico de muchas religiosas y religiosos que a partir de su singular alianza con
Dios hacen presente en todas las situaciones, hasta las más difíciles, la fuerza del
Evangelio. (Cfr. S.D. No. 85)
Los Religiosos y Religiosas aunque realizan tareas diferentes persiguen un mismo
fin: el Seguimiento de Cristo a través de los Votos Religiosos de castidad, pobreza
y obediencia, en diferentes estilos de vida;
a) La Vida Contemplativa, cuya primera finalidad es permanecer junto al
Señor en la oración, para ser signos de ese Dios Absoluto en la existencia
del hombre. (Cfr. S.D. 86)
b) La Vida Activa o Apostólica, que se caracteriza por armonizar la oración y
la acción apostólica, descubriendo a Dios en las necesidades de los
hombres. (Cfr. S. D. 90)
100
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 3
Diferentes Carismas
A lo largo de la historia de la Iglesia el Espíritu Santo ha inspirado a distintas
personas con carismas muy especiales para que funden familias religiosas, estos
son los Fundadores, como San Francisco, Santa Clara, etc. Pero ¿qué es un
carisma? Es un modo específico de imitar un rasgo o aspecto de Dios o de la
Virgen María y proyectado en acciones concretas como respuesta a necesidades
históricas de la Iglesia o del mundo: curar a los enfermos, educar a la niñez y
juventud, promoción humana de los pobres, presos, etc.
II.3.4.2.
LA VIDA CONSAGRADA (CF CCE 914-933)
De entre todos los miembros del Pueblo de Dios, tanto ministros de la Iglesia
como laicos, el Espíritu Santo invita a algunos para que profesen los tres consejos
evangélicos de castidad, pobreza y obediencia. Esos cristianos, sacerdotes o
seglares, dan testimonio, ante toda la Iglesia, de su especial consagración a Dios
(cf. LG 44-47; PC).
II.3.4.3.
LA VIDA RELIGIOSA
Nacida en Oriente en los primeros siglos del cristianismo (cf. UR 15) y vivida en
los institutos canónicamente erigidos por la Iglesia (cf. CIC, can. 573), la vida
religiosa se distingue de las otras formas de vida consagrada por el aspecto
cultual, la profesión pública de los consejos evangélicos, la vida fraterna llevada
en común, y por el testimonio dado de la unión de Cristo y de la Iglesia (cf. CIC,
can. 607).
La vida religiosa nace del misterio de la Iglesia. Es un don que la Iglesia recibe de
su Señor y que ofrece como un estado de vida estable al fiel llamado por Dios a la
profesión de los consejos. Así la Iglesia puede a la vez manifestar a Cristo y
reconocerse como Esposa del Salvador. La vida religiosa está invitada a
significar, bajo estas diversas formas, la caridad misma de Dios, en el lenguaje de
nuestro tiempo.
Todos los religiosos, exentos o no (cf. CIC, can. 591), se encuentran entre los
colaboradores del obispo diocesano en su misión pastoral (cf. CD 33-35). La
implantación y la expansión misionera de la Iglesia requieren la presencia de la
vida religiosa en todas sus formas "desde el período de implantación de la Iglesia"
(AG 18, 40). "La historia da testimonio de los grandes méritos de las familias
religiosas en la propagación de la fe y en la formación de las nuevas iglesias:
desde las antiguas Instituciones monásticas, las Ordenes medievales y hasta las
Congregaciones modernas" (Juan Pablo II, RM 69).
Desde los principios de la Iglesia hubo hombres y mujeres que se propusieron
seguir a Cristo con mayor libertad y radicalidad.
101
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 3
Estos son actualmente los Religiosos y las Religiosas que viviendo la
consagración bautismal en la Profesión Pública de los Consejos Evangélicos se
comprometen a reproducir los rasgos de Cristo.
Intentan por ello ser POBRES como Cristo, que escogió este camino para sí: Mt
8,18-22; quieren ser CASTOS por amor al Reino de los cielos: Mt 19,10-12; y
acogen la OBEDIENCIA a semejanza de Cristo; Jn 6, 38-39.
Otra característica de esta vocación es la vida comunitaria:
A semejanza de las primeras comunidades cristianas la comunidad religiosa,
como verdadera familia goza de la presencia del Señor a través de su Espíritu.
La vida monástica y los institutos de vida contemplativa
Este género de vida arranca de los primeros siglos de la Iglesia. Lo realizan
varones y mujeres entregados totalmente a la contemplación para testimoniar el
señorío de Dios sobre la historia y anticipar la primacía de la gloria futura.
A través de los siglos, personas auténticamente espirituales han sabido fecundar
de modo secreto y escondido la historia humana con una vida de alabanza e
intercesión continua, con una vida de ascetismo y caridad.
La vida religiosa apostólica
Se configura a través de la profesión pública de los consejos evangélicos según un
carisma específico y en una forma de vida comunitaria estable.
En este grupo hay que incluir las diversas familias de canónigos regulares, las
órdenes mendicantes y, en general, las congregaciones entregadas a la actividad
apostólica en general, y de modo más concreto a la acción caritativa, a la
enseñanza y a la misión ad gentes.
II.3.4.4.
LOS INSTITUTOS SECULARES
Algunos cristianos, sacerdotes y seglares, profesan los tres consejos evangélicos castidad, pobreza y obediencia- pero obligándose a vivirlos en el mundo. Esto los
caracteriza y distingue de los cristianos que profesan en la vida religiosa.
Su modo propio de consagrarse enteramente a Dios es reconocido por la Iglesia.
Los miembros de estos Institutos han de permanecer en el mundo y, a partir de su
inserción en el mundo, llevan a cabo su apostolado peculiar.
102
Dossier: Iglesia y Sacramentos
II.3.4.5.
COMÚN
UNIDAD 3
LAS SOCIEDADES DE VIDA APOSTÓLICA O DE VIDA EN
Pretenden un fin específico del apostolado de la Iglesia. En ocasiones el objetivo
específico que persiguen es de carácter misionero, es decir, del desarrollo de la
misión de la Iglesia en todas sus dimensiones.
Lectura
Complementaria
Fichas de lectura:
á CIC ca. 204,1; cf. LG 31; CCE 871
á LG 22; 18,23,25
á AG 38; Cf CCE 880-881
á Mt 16,18-19;
á Jn 21,15 ss;
á DS 3050, 3064, 3074;
103
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 3
Prácticas
Al realizar el estudio de la unidad 3 LOS FIELES DE CRISTO. Debes
comprender quienes componen la Iglesia, como se incorporan, cuales son sus
tareas, y cual es la llamada del Señor. Realiza las siguientes acciones:
2
Luego identificar la identidad en la Iglesia de los
laicos y descubre como se
incorporan, cuales son
sus tareas y cual es la
llamada del Señor
para los mismos.
3
Explica cual es su
tarea, misión, quienes
son y cual es la llamada del Señor para
ellos.
1
4
Reunido en equipo de trabajo con tus compañeros
realiza un análisis de tu estudio alrededor del tema y descubre cual es la misma llamada vivida en la diversidad.
Establece una conclusión
y socializa en el
curso.
Identifica los carismas
de los ministros ordenados, religiosos,
religiosas y los
laicos.
104
.
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 4
UNIDAD
4
LA MISION DE LA IGLESIA
Vamos a dedicar esta Unidad Didáctica a estudiar cuál es la misión de la Iglesia.
Veremos que la evangelización es su tarea fundamental, por lo que parece
necesario desarrollar la conciencia misionera de todos los que formamos la
comunidad cristiana.
La tarea de la Iglesia
La evangelización
II.4.1. LA TAREA DE LA IGLESIA
Cuando el Hijo terminó la obra que el Padre le
encargó realizar en la Tierra, fue enviado el
Espíritu Santo el día de Pentecostés para que
santificara continuamente a la Iglesia. La Iglesia es
por su misma naturaleza, misionera enviada por
Cristo a todas las naciones para hacer de ellas
discípulos suyos (Cf. Mt 28,19-20)
Para realizar su misión el Espíritu Santo la
construye y dirige con diversos dones jerárquicos y
carismáticos. La Iglesia recibe la misión de
anunciar y establecer en todos los pueblos el Reino de Cristo y de Dios. Ella
constituye el germen y el comienzo de este Reino en la Tierra.
Hasta el día que Cristo vuelva glorioso, la Iglesia avanza en su peregrinación a
través de las persecuciones del mundo y de los consuelos de Dios. Aquí en el
mundo, ella se sabe en exilio, lejos del Señor. (Cf. 2Cor. 5,6; LG 6).
Buscamos comprender mejor cuál es la misión de la Iglesia y cuál nuestra propia
misión en la Iglesia. Comprender cómo realizarla en y desde la Iglesia. Como
referencias, tomaremos lo que Jesús mismo nos ha dicho sobre la Iglesia y sobre
nuestra misión; lo que la Iglesia misma ha dicho sobre su misión en el mundo; y lo
que nosotros mismos sentimos respecto de nuestra propia misión ( cf. misión y
respuesta del apóstol: Mt 28, 19).
105
Dossier: Iglesia y Sacramentos
II.4.1.1.
UNIDAD 4
LA IGLESIA DEL PADRE, DEL HIJO Y DEL ESPIRITU SANTO
La comunión trinitaria es la fuente, el motor, el fin de la vida y de la misión de la
Iglesia. ·
Ella vive y obra en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; nos
conduce al Padre por el Hijo en el Espíritu; da gloria al Padre por Cristo en
el Espíritu. ·
Todo su ser y misión depende del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
II.4.1.2.
LA IGLESIA DE JESUCRISTO
Jesucristo es: enviado - mediador; revelador - guía; Dios hecho hombre –
salvador. El vive en la Iglesia, es su esposo, la hace crecer por el Espíritu Santo y
a través de ella cumple su misión. ·
La Iglesia responde a la misión de Jesucristo mediante la "comunión y
participación" en su plan de salvación. (RM 9b, 5c, 6a) ·
La Iglesia ha sido convocada y congregada por Jesucristo, en el Espíritu, para el
Padre (LG. 1- 3; RM 46c; 47b y d)
La Iglesia es:
Cuerpo de Cristo
Pueblo de Dios
Familia de Dios
Templo de Dios
Sacramento universal de salvación · Iglesia (RM 9a, 9b y 11c)
La misión de la Iglesia: comunión y participación
Comunión:
Llevar hacia el Padre, por Jesucristo, en el Espíritu Santo; ·
Unir a los hombres con Dios, para vivir su vida, su amor y su verdad; ·
Transformarse y transformar en El (ya no vivo yo, es Cristo quien vive en
mí...)
Participación:
Recibir la vida nueva y los demás dones de Dios;
106
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 4
Unirse a su acción salvadora: dar lo recibido y ser signo e instrumento suyo.
II.4.1.3.
SACRAMENTO UNIVERSAL DE SALVACIÓN
1. Iglesia - misterio: Signo e instrumento de Jesucristo. Signo de su
presencia y de su acción salvadora:
El vive en ella, ella es la primera que ha participado en la salvación y la que
muestra la presencia y la obra del Salvador;
Instrumento de Jesucristo mediante el cual El sigue realizando su misión
salvadora;
Jesucristo realiza la voluntad del Padre, por el Espíritu Santo, mediante la
Iglesia para el mundo entero.
2. Iglesia - comunión:
Ella vive la comunión con su Salvador y congrega a la humanidad para que
entre en comunión con el Dios Salvador; ·
Ante todo con la vida y el testimonio, anuncia la vida nueva que se recibe
en la comunión con Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo; ·
Ella congrega en torno a Jesucristo para que se viva en "comunidades",
con un solo corazón y una sola alma;
La Iglesia da impulso a la evangelización se da a través de la vivencia
concreta de "comunidades eclesiales vivas, dinámicas y misioneras" (RM
26; Santo Domingo 54).
3. Iglesia - misión: Iglesia "misionera":
Ella ha recibido la misión de ir a evangelizar y, así, está puesta para
colaborar a Jesucristo en este servicio salvador al mundo entero; ·
En el envío a los Apóstoles, fuimos enviados todos a evangelizar; ·
La misión de la Iglesia es universal: hacia todas las gentes, en todos los
tiempos, hasta las raíces, para todos y con todo el poder de Dios.
II.4.1.4.
LAS TAREAS QUE COMPRENDE ESTA MISION
107
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 4
1. el anuncio de Jesucristo y su Evangelio (RM 12a y 20a);
2. la formación y maduración de comunidades eclesiales (RM 26b y 20c).
3. la promoción humana y la encarnación de los valores evangélicos (RM 43 b
y 20d)
II.4.1.5.
NUESTRA MISION EN LA IGLESIA
1. Para la Iglesia y para cada uno es un derecho-deber de la Iglesia evangelizar
(RM 86)
2. Todos y cada uno estamos enviados a evangelizar, a todas las gentes y
siempre. Estamos llamados a vivir la comunión y participación en diversos
niveles eclesiales (RM 48 y SS):
La Iglesia Particular
La parroquia
Las comunidades eclesiales locales: la familia, la comunidad eclesial de
base, otras comunidades eclesiales.
3. Dentro de la misión única y universal de la Iglesia (RM 39a), todos y cada uno
tenemos nuestra propia misión:
Dentro del cuerpo somos partes; dentro del pueblo de Dios somos
miembros; dentro del Templo de Dios somos piedras vivas; dentro de la
Familia Eclesial somos hijos; dentro de la Iglesia tenemos el derecho-deber
de evangelizar a todas las gentes.
Somos signo de la presencia y de la acción del Salvador.
Vivimos en comunidades eclesiales vivas, dinámicas y misioneras.
Somos instrumentos, misioneros, de Jesucristo para comunicar su verdad,
amor y vida nueva.
Dentro de los diversos ministerios y servicios eclesiales, somos
evangelizadores y animadores misioneros.
Estamos llamados a dar un especial impulso a la misión Ad gentes y a la
nueva evangelización
Hemos de vivir y promover intensamente la comunión y participación en
comunidades eclesiales vivas, dinámicas y misioneras. Nos
comprometernos en la evangelización universal dando prioridad a la
evangelización de los no cristianos, tanto de nuestro ambiente como del
mundo entero.
II.4.1.6.
MARÍA
108
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 4
Madre de Dios
Nuestra madre en la Iglesia
Nuestra modelo, pedagoga y compañera en nuestra misión.
La misión de la Iglesia y nuestra propia misión se fundamentan en la comunión y
participación de la Verdad, el Amor y la Vida de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Recibimos nuestra misión en la Iglesia, la cumplimos en comunión y participación
de Iglesia y desde ella vamos como enviados a evangelizar a todas las gentes en
el mundo entero. ·
La misión es la que renueva nuestra identidad cristiana, nos devuelve nuestro
entusiasmo, nos ayuda a superar las dificultades en nuestra comunidad y nos
hace participar en la salvación de Jesucristo (RM 2).
Nuestra principal perspectiva de vida y servicio es realizar la propia misión en y
desde comunidades eclesiales vivas, dinámicas y misioneras.
II.4.2. LA EVANGELIZACIÓN
La Misión de la Evangelización, comenzó con Jesús
mismo, y el cumplimiento de ésta fue su razón de ser
en cuanto Cristo. Conforme a sus divinas palabras, lo
mismo que él había sido enviado por el Padre, envía
a
sus
discípulos
y
a
toda
la
Iglesia,
comprometiéndoles en el movimiento mismo de esa
misión, para que continúe el ofrecimiento de la Buena
Nueva en el corazón de los hombres y de cara a la
edificación progresiva del Reino de Dios.
Aunque esta misión concierna, a toda la Iglesia y a
cada uno de sus miembros, el Señor escogió a algunos para que fueran
evangelizadores enteramente dedicados a esta misión y a título permanente. Es
decir, la vida misma de esos enviados estará marcada con esta misión hasta el
punto de que no podrán realizarla más que a expensas de sí mismos y
sacrificando su vida terrestre hasta la muerte.
No se trata, sin embargo, de repetir lo que a 500 años atrás ya se había
sembrado, tampoco es una misión de propaganda, ni de simple misión de
enseñanza que pudiera realizarse mediante actividades definidas y limitadas, sino
que consiste en la transmisión de un testimonio de vida y de palabra, de todo
cuanto la Palabra de Dios ha revelado y realizado en el mundo.
Se trata, de una renovación integral: "nuevos hombres y nueva Iglesia para una
Nueva Evangelización". Porque no es conveniente "echar vino nuevo en odre
viejo" (Mt 9,17).
109
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 4
Vamos a reflexionar sucesivamente sobre diversos temas de la Nueva
Evangelización, todos según la óptica de Santo Domingo. Y lo vamos a hacer
teniendo en cuenta en el tratamiento de cada tema el contenido del otro. Y en
primer lugar, hablaremos sobre la evangelización propiamente dicha, atendiendo
el concepto escriturístico y magisterial, para posteriormente abordar el tema del
proceso de elaboración de la Cuarta Conferencia Episcopal celebrada en Santo
Domingo. En un segundo momento, reflexionaremos sobre las condiciones
imprescindibles para que haya una nueva evangelización y propondremos como
ya habíamos dichos más atrás: "un nuevo modelo de hombre y un nuevo modelo
de Iglesia para una Nueva Evangelización".
Somos concientes de que la Evangelización es un tema mayor de la reflexión y de
la preocupación de la Iglesia latinoamericana. Ella es objeto de atención, de
estudio y, de cuidado para los sectores más concientes y dinámicos de la Iglesia.
Hoy debido a la presencia y a la relevancia de la cultura adveniente, se está
convirtiendo en la prioridad pastoral que merece toda la atención, en el objetivo
fundamental de las comunidades cristianas. Para todas ellas parece haber
sonado la hora de la Evangelización, pero que se ha de realizar con un nuevo
ardor, un nuevo método y con una expresión nueva (SD 28).
Nuestras reflexiones, surgidas en parte del contacto con las preocupaciones de
diferentes grupos eclesiales, se hacen eco de ellas y pretenden ofrecer elementos
que ayuden a clarificar la situación y colaboren en la tarea de poner a los
hermanos evangelizadores en estado de Evangelización y de suscitar en ella
instrumentos y cauces para el desarrollo de la tarea misionera.
Por otra parte, somos concientes de lo precario de nuestra condición de
creyentes. Deseamos sinceramente serlo, sabemos que sólo lo somos de forma
muy imperfecta. Pero sabemos también que somos agraciados con la llamada del
Señor. Somos nada más que instrumentos que queremos hacer presente en el
mundo de hoy la Buena Noticia, con palabras y obras, a todos los que quieran
escucharnos. Y lo haremos con la modestia y con la audacia de quien sabe que
comunica algo, que no procede de él, sino del Señor, pero que justamente por
eso tiene una eficacia inigualable.
Van pasando ya casi cuatro años de la proclamación de la Nueva Evangelización
en América Latina. Y hay un hecho que nos preocupa a saber, la distancia
enorme entre la claridad de las formulaciones doctrinales del magisterio de la
Iglesia sobre la necesidad y la urgencia de la Evangelización y la lentitud, la
torpeza, por no decir el desánimo de esa misma Iglesia, a la hora de transformar
unas estructuras que obstaculizan el desarrollo de esa tarea y promover otras
nuevas al servicio de la misión.
El trabajo que presentamos, pretende suscitar en los corazones de los hermanos
evangelizadores mucho ánimo y, mucha entrega para la gran tarea que apenas
110
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 4
comienza y que necesita más fuerza, más ardor y más vida, en estos tiempos
difíciles que atraviesa nuestro País.
II.4.2.1.
EL GRAN PROCESO DE LA EVANGELIZACIÓN
Hemos afirmado que la evangelización es la tarea fundamental de la Iglesia.
Ahora vamos a dar un paso más, preguntándonos qué significa evangelizar y
cuáles son los elementos básicos de esta tarea evangelizadora.
En síntesis, podemos decir que evangelizar consiste en anunciar la Buena Nueva
del Evangelio, por medio del testimonio cristiano, a los hombres situados
históricamente, para que se conviertan y sean liberados.
A continuación desarrollamos brevemente cada una de estas afirmaciones.
Anunciar la buena noticia del evangelio
La palabra "evangelio" significa en los escritos del Nuevo Testamento anuncio de
una buena noticia. San Pablo nos expresa muy bien en qué consiste esta buena
noticia, cuando afirma:
"Pues no me avergüenzo del Evangelio, que esfuerza de Dios para que se salve
todo el que cree, tanto si es judío como si no lo es. Porque en él se manifiesta la
fuerza salvadora de Dios a través de una fe en continuo crecimiento, como dice la
Escritura: Quien alcance la salvación por la fe, ese vivirá." (Rom 1,16-17)
La Buena Noticia no consiste puramente en un mensaje intelectual, sino que es
un acontecimiento salvífico: fuerza de Dios para salvar a todo el que cree. Es,
pues, una Buena Noticia que afecta a lo más profundo de la vida y produce
salvación.
Esta fuerza de Dios se manifiesta en Jesús de Nazaret, en sus palabras y signos,
en su muerte y resurrección: el Evangelio es la persona misma de Jesucristo. La
persona de Jesús se identifica con el Reino. La Buena Noticia de su Evangelio se
relaciona siempre con la presencia de Dios en este Reino, presencia
misericordiosa, salvífica y liberadora de todo el hombre y de todos los hombres.
Por tanto, podríamos decir que evangelizar es:
El anuncio de Jesucristo, de su vida, de su muerte y su resurrección.
El anuncio del Evangelio que es gracia y salvación de Dios para todos los
hombres y Buena Noticia porque libera de todas las esclavitudes humanas.
El anuncio del Evangelio hecho con palabras y signos. Las palabras
anuncian lo que los signos realizan.
111
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 4
La evangelización no consiste en la transmisión de una serie de verdades
abstractas, sino en la realización de un proyecto salvífico: el de Jesús de Nazaret.
Por medio del testimonio cristiano
La evangelización consiste en comunicar a otros la Buena Nueva del Evangelio.
La comunicación de esta Buena Noticia se realiza no sólo mediante explicaciones
y conocimientos teóricos, sino especialmente por el testimonio de vida
transformada por Cristo (CCE 905).
El testimonio cristiano es el medio fundamental para proclamar el Evangelio. Sin
él, puede haber "propaganda religiosa", pero no verdadera evangelización.
Un texto de la 1 Carta de San Juan (1,1-3) nos ayuda a comprender en lo que
consiste el testimonio cristiano:
"Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con
nuestros ojos, lo que hemos contemplado y han tocado nuestras manos, acerca
de la palabra de vida, - pues la vida se manifestó y nosotros la hemos visto, y
damos testimonio y os anunciamos la vida eterna, que estaba junto al Padre y se
ríos manifestó-, lo que hemos visto y oído os lo anunciamos para que también
vosotros estéis en comunión con nosotros. Nosotros estamos en comunión con el
Padre y con su Hijo, Jesucristo."
El testimonio cristiano tiene las características siguientes:
El testigo se reconoce enviado de Dios para testimoniar algo.
El testimonio incluye la proclamación de lo que se ha visto y oído: la acción
de Dios manifestada en Cristo;
El testimonio del cristiano se realiza a través de palabras y signos.
El testigo se compromete en su testimonio: la vida del testigo es la mejor
prueba de lo que se quiere comunicar.
La evangelización, basada en el testimonio cristiano, exige la existencia de
verdaderos testigos. Jesús no formó sabios, sino discípulos testigos. La existencia
personal transformada por Cristo es un elemento básico en todo proceso
evangelizador.
Los hombres situados históricamente
Cada persona, además de estar inserta en una u otra cultura, viviendo en un
ámbito rural o urbano, desarrollando un trabajo manual o intelectual, está rodeada
de unas circunstancias diferentes que la configuran como ser único e irrepetible.
112
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 4
De ahí que la evangelización deba tener presente a las personas concretas a las
que se dirige, sus necesidades y aspiraciones.
Por tanto, al evangelizar se debe tener presente que el destinatario de la
evangelización es un hombre concreto: sólo teniendo en cuenta sus necesidades
y aspiraciones, la evangelización podrá ser liberadora y salvífica.
La acción evangelizadora, al dirigirse a creyentes y no creyentes, debe realizarse
de diferente manera según la situación personal y las posibilidades reales de
acogida y desarrollo de la fe.
Para que se conviertan y sean liberados
Los objetivos básicos de la evangelización son dos: la conversión y la liberación.
La conversión se refiere a la respuesta que debe suscitar la acción
evangelizadora en la persona. La liberación expresa la transformación que esta
respuesta ha operado en su vida.
II.4.2.2.
COMPROMETIDOS EN LA NUEVA EVANGELIZACIÓN
"Si hay hombres que proclaman en el mundo el Evangelio de salvación, lo hacen
por mandato divino, en nombre y con la gracia de Cristo Salvador"(EN 59). Este
mandato divino en realidad, alcanza a toda la Iglesia, "la Iglesia entera es
misionera, la obra de evangelización es un deber fundamental del Pueblo de
Dios"(AG 35). Estas palabras nos llenan de satisfacción, pero por otro lado nos
dejan en un estado muy comprometedor. ¿Qué va a pasar con la humanidad, si la
Iglesia no cumple su misión, o si no la cumple bien? Este grave compromiso es
profundamente eclesial, desde el más humilde predicador, catequista o pastor,
hasta la persona más importante de la jerarquía eclesial están convocados para
participar de esta misión.
Para que haya un trabajo llevado a cabo con cierta armonía deberá existir un
"nexo íntimo entre Cristo, la Iglesia y la Evangelización"(EN 16). Además cada
agente evangelizador debe estar plenamente convencido de su misión y todo lo
que realice debe brotar de una profunda fe y conversión interior. Hoy más que
nunca se necesita que el evangelizador reúna estas condiciones para que su
trabajo realmente produzca frutos en abundancia.
A. NUEVO MODELO DE HOMBRE PARA LA NUEVA EVANGELIZACION
1) Hombres de Dios.
La Iglesia y también el mundo, quieren ver en los consagrados a "hombres de
Dios", que abrevan en la fuente del amor del Padre. "Como la cierva sedienta
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busca las fuentes de agua, así mi Dios, te busca a Ti"(Sl 42,2). Así viven los
hombres de Dios y responden siempre a la invitación de Cristo que dice: "si
alguno tiene sed que venga a mi y beba. El que crea en mi sentirá llegarle ríos
de agua viva" (Jn 7,37).
Muchas veces nosotros los agentes principales de la evangelización nos
convertimos en "académicos de la fe", y descuidamos la simplicidad de
hombres de fe, que caracteriza al hombre que alaba al Señor. No podemos
negar que el mundo está cansado de escuchar que Cristo resucitó, que liberó,
porque nunca ve a los hombres resucitados y liberados por El.
Decir "hombres de Dios", es una frase que indica pertenencia. Es un acto de
confianza. Es una historia y un compromiso. Es una gran responsabilidad,
porque estamos proclamando que hemos salido de la mano de Dios; que
somos obra y fruto de su amor. Somos por tanto y en primer lugar, hombres de
Dios, porque él nos creó. Somos su pertenencia, porque Dios nos ha pensado,
nos ha querido, nos ha amado y nos ha escogido. La condición de criatura es
común con todos los hombres, pero, nuestra conciencia de agentes
consagrados, nos hace más exigentes que los demás en el reconocimiento del
amor de nuestro Creador y de la gratitud ante el don inestimable que nos ha
otorgado. Además esta conciencia ha de hacernos celosos guardianes de la
propia y de la ajena dignidad humana. De esta manera estamos reconociendo
el señorío de Cristo.
Hoy contemplamos a la humanidad que ha olvidado a su Señor. Ejemplos
claros tenemos en las ciencias actuales: la Biogenética se acerca a los más
profundos misterios del ser humano, manipula la vida, juega con los
cromosomas, experimenta sin respeto con los embriones humanos, se siente
fascinada por la clonación, reemplaza el útero por la probeta, y se siente
Señor de la vida. Legisla sobre ella su arbitrio. Por otro lado, vemos que las
leyes abortivas se multiplican en el mundo; sexo y vida se separan y asistimos
perplejos a la prostitución del derecho que concede estatuto marital a los
homosexuales y a las lesbianas. Todos estos niegan totalmente a Cristo como
el Kyrios, Señor del hombre, Señor nuestro y Señor de nuestros hermanos.
Hombres de Dios también significa que se abre la posibilidad de un diálogo
franco y sincero entre Dios y el hombre. Es la capacidad para conversar con
El, sin importar la calidad ética, ni el grado de santidad. Porque El entabla
diálogo igual con pecadores que con santos, igual con místicos que con
descarriados, y lo que es más, él mismo toma la iniciativa.
No cabe duda, que ser hombres de Dios, implica una gran responsabilidad de
servicio a los hermanos. Somos portadores de la gracia redentora de Cristo y
del don santificador del Espíritu Santo. Y por último debemos destacar que, el
hombre de Dios es un hombre fiel: "la fidelidad para él es testimonio, vida, y
hasta entrega de la misma vida".
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2) Testigos de Cristo
"El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ungió para evangelizar a los
pobres" (Lc 4,18).
"Jesús fue enviado para anunciar la Buena Nueva, desde la Encarnación, los
milagros, las enseñanzas, la convocación de sus discípulos, el envío de los
doce, la cruz y la resurrección, la continuidad de su presencia en medio de los
suyos, forman parte de su actividad evangelizadora"(EN 6).
El testimonio de Jesús tiene calidad de sangre, y en ese sentido es el
verdadero ejemplo para cualquier evangelizador.
El testigo de Cristo está irremediablemente destinado a soportar grandes
dificultades. Está inserto en un mundo que vive a espaldas de Dios, en un
mundo donde muchos hombres ya no tienen el sentimiento de la piedad. Han
ahogado en su corazón, casi hasta hacerlo desaparecer, el sentido del
misterio de Dios. ¡Oh Dios! defiende mi causa contra gente sin piedad,
sálvame del hombre traidor y malvado"( Sl 43). Pero el hombre de Dios, por su
misma vocación, siente que su llamada es una renuncia y una despedida de
las cosas que más preocupan el corazón del hombre moderno; mas, la luz de
Dios nos hace comprender el inmenso don de nuestra vocación y sentimos
que la amargura se nos volvió paz.
El testigo del Evangelio está dentro de la categoría de los que se configuran
con Cristo en el ministerio sacerdotal alcanzado por medio del bautismo. Por
ello tiene la exigencia especial de una cercanía mayor, y un ritmo más
acompasado y constante tras los pasos del Maestro. Tiene la altísima
responsabilidad de servir al Pueblo de Dios, obrando en la persona de Cristo
Cabeza. Este tipo de testigo es lo que se necesita, porque como decíamos
antes, "el pueblo de Dios y el mundo necesitan hombres santos", este es el
clamor de la Nueva Evangelización.
El apóstol encontró fortaleza en la experiencia de la Resurrección y seguridad
de su misión en la experiencia de Pentecostés. Una nueva Evangelización
entraña una recuperación del sentido pascual. De esta manera el
evangelizador cobrará valor frente a la cobardía que pueda invadir el ambiente
ante la presencia agresiva de una cultura químico-matemática, sin Dios. La
efectiva certeza de la Resurrección cambia en profundidad nuestra vida y da a
nuestro ministerio el sello que los hombres de hoy reclaman.
Ser testigo del Evangelio, es ser el don vivo de Dios. Es por eso que se debe
asumir con radical profundidad la vocación de profeta, sacerdote y rey, según
el esquema de Camilo Maccise.
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Profeta: somos servidores de la Palabra, por eso abrimos las puertas de
nuestro corazón al mensaje divino. Así se cumple en nosotros el mensaje
de San Pablo que dice: "Medita estas cosas, ocúpate de ellas, para que
todos aprovechen. Atiende a las enseñanzas, porque te salvarás tú y los
que te oyen"(1Tm 4,15). Cada evangelizador debe ser un buen
administrador de la Palabra (Cf PO 13).
Sacerdote: revestidos de la plenitud del sacramento del orden somos
administradores de la gracia del supremo sacerdocio, sobre todo en la
Eucaristía, que celebramos o procuramos que sea celebrada, "mediante la
cual la Iglesia vive y crece continuamente"(Cf LG 26). Así celebramos con
alegría la gloria de Dios y agradecemos por todas sus obras buenas.
Rey: compete a los obispos como sucesores de los apóstoles, apacentar la
grey del Señor (Cf 1Pe 5,2), educar a los fieles como a hijos queridos en
Cristo (Cf 1Cor 4,14-15), y regir a la Iglesia de Dios (Cf Hh 20,28). El
obispo que es el que ocupa el lugar más alto, debe hacerse como el menor,
como servidor de todos (Cf Lc 22,26-27). Esta potestad la ejercen
personalmente en nombre de Cristo. Tanto el obispo como sus presbíteros
tienen el poder de señalización, de elección atado al poder de Cristo.
Nuestro poder es redentor, es servicio, es configuración con el Maestro que
es al mismo tiempo Señor y siervo. Es un poder, fruto del amor salvífico,
que se ejerce igualmente con mucho amor.
Ser evangelizador del mundo actual es una tarea sumamente difícil, porque
cada uno de nosotros no somos ajenos al influjo invasor de los cambios
culturales. Pero lo importante debe ser para nosotros vivir en la luz, debemos
ser hombres que aman la verdad y que saben conjugar el poder y la riqueza
con la sabiduría en la gloria de Dios. Y todo esto se logrará únicamente por
Cristo Jesús, por la justicia de Dios, en la medida en que abramos nuestro
corazón y nuestra inteligencia.
3) Hombres de la Verdad, de la Iglesia y de la Cruz
"El Evangelio que nos ha sido encomendado es también Palabra de Verdad.
Una verdad que libera y que es la única que procura la paz de corazón: esto
es lo que busca la gente"(EN 78).
El evangelizador es una persona que debe caracterizarse por ser hombre de la
verdad. Porque, "la verdad que él profundiza y comunica es verdad revelada y
por lo tanto, más que ninguna otra forma, parte de la verdad primera: Dios" (Cf
EN 78).
Estas palabras del Magisterio son tan bellas, tan nobles, pero, ¡qué difíciles
son para cumplirlas a la hora de la verdad!, porque: en esta hora de la historia
en que el hombre fabrica sus dioses, en que se levantan altares al ídolo del
poder, al ídolo del placer, encontramos 'sacerdotes' de estas idolatrías y,
dolorosamente, no faltan en nuestra propia Iglesia.
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La lucha es candente entre el bien y el mal en el mundo y en el Pueblo de
Dios. ¡Cuánta lucha tenemos que sobrellevar por la pureza, por la castidad en
nuestra juventud! Pero aparece el fabricante de la verdad para destruir lo que
la Iglesia enseña sobre pureza y castidad; ¡cuánto tenemos que luchar por la
unidad matrimonial! Pero aparece el fabricante de la verdad propia para el
ídolo del placer por encima de la ley de Dios; ¡cuánto tenemos que luchar para
defender el señorío de Dios sobre la vida! Pero aparece el fabricante de la
verdad abierta al aborto; ¡Cuánto debemos luchar por la unidad de la Iglesia
fundada por Cristo! Y aparece el fabricante de sectas para dividir a los
cristianos. Y hay confusión y tropiezan los débiles en las piedras de esos
altares levantados a los ídolos. Pero a pesar de todo, si tenemos una fe
grande en el Señor, "nadie nos puede separar de El" (Rm 9,35).
Por otro lado, el agente evangelizador debe ser un "hombre de Iglesia", un
hombre capaz de unir más día a día a la Iglesia y amarla profundamente.
Porque dividir una Iglesia, dividir una comunidad o dividir un hogar es
relativamente fácil. El que se empeña en romper siempre lo bello, lo bueno y lo
noble, no alcanza méritos importantes en la vida. No tiene ningún valor lo que
realiza. Por eso, el obispo, el sacerdote, la religiosa, el laico y cualquier agente
comprometido, deben luchar por la unidad y la fidelidad demostrando así el
amor invencible que tienen por la Iglesia.
Hombres de la Iglesia es ser hombre de la unidad. "La fuerza de la
Evangelización quedará muy debilitada si los que anuncian el Evangelio están
divididos entre sí por tantas clases de rupturas"(EN 77). ¿Cómo vamos a
evangelizar al pueblo, si mostramos una imagen de gentes divididas? De esta
manera sólo vamos a sembrar escándalos y cizañas en el mundo.
"Evangelizadores: nosotros debemos ofrecer a los fieles de Cristo, la imagen
de hombres adultos en la fe, capaces de encontrarse más allá de las tensiones
reales gracias a la búsqueda común, sincera y desinteresada de la verdad"
(EN 77).
Concluyamos esta sección recordando una condición importante para el buen
desempeño del evangelizador en la tarea misionera. Esta es la de ser
"hombres de la cruz". Esta es una situación no muy ambicionada por los
hombres del mundo actual, inclusive por los obispos y sacerdotes. Todo el
mundo busca lo más fácil, rápido y cómodo. Ser hombres de la cruz es una
praxis nacida del encuentro con Cristo Salvador, que se situó en un lugar
concreto de la historia, abajo, optando por los pobres, para abrirlos a la
esperanza. Ese es su Evangelio, por ello sufrió violencia y conoció la muerte.
Hoy la Nueva Evangelización ve la necesidad cada vez más urgente de la
proclamación vigorosa del anuncio de Jesús muerto y resucitado para nuestra
salvación, buscando suscitar la adhesión a Jesucristo y a su Iglesia de tantos
bautizados que viven sin energías, su cristianismo, alejados de la Iglesia. Pero
hasta ahora no hay respuesta satisfactoria. Se hace necesario regar con más
frecuencia la semilla sembrada, con aguas puras del testimonio de cada
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evangelizador."Los hombres de la cruz", son agentes que creen en la
resurrección de Cristo, por eso luchan, sufren, sudan sangre proclamando que
¡Jesús vive! y a pesar de que el mundo les responde con su dolorosa
indiferencia, son alegres y tienen mucha esperanza. "Pablo plantó la semilla y
Apolo regó, Dios le dió el crecimiento"(1Cor 3,5-6). Esta es nuestra esperanza
y esta es la que nos conforta y fortalece en la fe como evangelizador.
B. NUEVO MODELO DE IGLESIA PARA LA NUEVA EVANGELIZACION
La Evangelización se concretiza siempre en la Iglesia local. Ella se implanta en
el corazón de cada comunidad como signo e instrumento del Reino de Dios.
Por eso, la Iglesia local es la que más sufre las diversas circunstancias
anticristianas que amenazan a las personas y a las comunidades: la
increencia, disfrazada de corrientes de pensamientos, modas o costumbres y,
por otro lado, "el desconocimiento de la verdad sobre Jesucristo y de las
verdades fundamentales de la fe de parte de los mismos cristiano"(SD 39).
Muchos no sólo han perdido la fe, sino también, el sentido de pecado. En fin,
se nota una abrumadora incoherencia entre la fe y la vida, que constituye un
feroz desafío para la labor evangelizadora de la Iglesia.
Creemos que una de las preocupaciones más prioritarias que desafía a la
Iglesia, es la falta de credibilidad de la gente hacia la actividad que ella
emprende. Hoy se escucha decir:"Jesús sí, la Iglesia no". Algunos pretenden
vivir su fe en independencia de cualquier comunidad cristiana, negando así la
comunión que debe existir entre "Cristo, la Iglesia y la Evangelización" (EN
16).
1. Increencia y Evangelización
a) La increencia.
El fenómeno de la increencia se ha dado en todas las épocas de la historia,
incluso en las situaciones más decididamente sacrales y hasta teocráticas,
como la que refleja el Antiguo Testamento. Aparecen restos de polémicas con
los no creyentes, por ejemplo, el insensato dice: -"no hay Dios" (Sl 13); o como
el escándalo que se produce cuando al impío le va bien, mientras al justo le
llegan apremiantes situaciones de sufrimientos (Cf Sl 73,12-13).
Quizás en América Latina, no vamos a encontrar una masa grande que
radicalmente sea incrédula. Pero la gran incoherencia que existe entre la fe y
la vida de muchas gentes, nos hace pensar un poco más allá: ¿será que no
hay un carácter masivo, de la increencia? Masivo no significa, sin embargo,
mayoritario, ya que en todos los países latinoamericanos de tradición cristiana,
los creyentes en Dios siguen constituyendo una mayoría muy importante de la
población. Aquí sólo queremos indicar que el número de los creyentes
comprometidos disminuye en gran escala con relación a los no creyentes. Por
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UNIDAD 4
otro lado, existe una extensión numérica que ha adquirido la presencia de los
no creyentes en todos los estratos sociales y su correspondiente
reconocimiento social, cultural y político. Todo esto nos da la tentación de
hablar de una cultura de increencia, como el mayor desafío para la Iglesia
local.
Algunos afirman que la Iglesia poco interesa y convence. Por eso, le resultará
difícil lograr una síntesis entre la fe y la cultura. Este juicio es muy rápido y
poco profundo. Analizando con más seriedad la situación, vamos a constatar
que "hemos sido transferido de una cultura oficialmente confesante a una
cultura devotamente increyente". Antes, nuestro pueblo estaba envuelto en
una cultura oficialmente confesante por dos razones: a) había un clima
cultural, unos presupuestos mentales y valorativos que influían en el conjunto
de la vida, se transmitían en los símbolos y hasta en el lenguaje en que se
expresaban y condicionaban la organización social y política, y b) el
cristianismo establecía los sistemas de pensamientos, las valoraciones éticas,
las creaciones y las formas de realización de lo humano.
Ahora, del monopolio de la situación anterior se ha pasado al pluralismo, con
una tendencia más o menos manifiesta a eliminar las presencias socialmente
relevantes, para reducir la fe al terreno de las convicciones personales y de la
conciencia individual: "yo vivo mi fe como se me antoja". Con esto el edificio
de la comunidad se ve violentamente derribado.
La increencia es un fenómeno que a su vez tiene su consecuencia en
ascendente evolución. Así vamos a notar que hay una difusión de una nueva
forma de ser hombre con una nueva forma de pensar, que se difunde a través
de los medios de comunicación social; hay una nueva escala de valores; un
nuevo ethos, nuevas justificaciones de las conductas y nuevas mores.
G. Ebeling, afirma que la fuente del ateísmo está relacionada estrechamente
con la fe cristiana. "Solo donde Dios es creído y proclamado tan radicalmente,
puede ser negado radicalmente". Aparentemente estas afirmaciones van en
contra de lo que el Documento de Santo Domingo confiesa: "Jesucristo ayer,
hoy y siempre". Aunque parece que no. Lo que se pretende es dar por agotado
y asimilado el cristianismo y trata (la increencia) de cumplir con otros medios
las mismas funciones que el cristianismo desempeñaba en beneficio de las
personas y de la sociedad. De ahí que en bastantes de sus formas al menos,
la increencia actual no sólo intenta eliminar la fe, sino además, matar el nervio
religioso, arrancar la misma raíz para evitar cualquier rebrote. Por ejemplo,
rechaza la institución religiosa y critica los trabajos realizados por ella.
En fin, para concluir esta parte, vamos a decir que la ruptura o la incoherencia
entre la fe y la vida no es un problema sencillo, al contrario, es muy complejo,
detrás hay todo un movimiento cultural que los evangelizadores deberán saber
cómo llegar a encontrar las fuentes.
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b) Tipos de increencias.
Existen muchas formas de increencias, según Juan Martín Velasco, tantas
como las personas no creyentes, porque cada una pone en ella el sello de su
carácter, de las circunstancias de su mundo y de los acontecimientos de su
vida.
Para clasificar los tipos de increencias, voy a observar que, la relación entre fe
e increencia no se debe plantear en términos de dicotomía y de ruptura total,
sino más bien, en los de "continuum" en el que resulta difícil establecer
fronteras. por otro lado, se puede afirmar que en un mismo hombre pueden
coincidir el justo y el pecador -simul justus et peccator- y que en cada creyente
puede haber a la vez un no creyente y un hombre fiel.
*La increencia dentro de la religión: si decimos que la increencia está
solamente en las gentes del mundo, fuera de las instituciones religiosas,
estaríamos cometiendo un error inconciente. Porque existen, radicales
perversiones dentro de la institución en la que necesariamente se encarna la
fe, manifestada sobre todo en la radical perversión de la actitud creyente de
los principales responsables. Muchas veces critican nuestras debilidades y
nuestras fallas. Pero debemos reconocer también que hay radicales
degeneraciones en algunos miembros de la institución sacerdotal, o en
algunas de las autoridades, que al final se convierten en fuerzas al servicio de
la incredulidad o de la idolatría.
"¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos! ...Así dice el
Señor Yahvé, aquí estoy yo contra los pastores...yo arrancaré mis ovejas de
su boca y no serán más su presa" (Ez 34).
Con frecuencia los propios pastores incentivamos a nuestros fieles a creer en
mitos y adorar imágenes, o manipulamos idolátricamente alguna verdad de fe.
De esta manera, ¿cómo vamos a pretender evangelizar a nuestras gentes?, si
en el interior de nuestra comunidad eclesial o en la vida consagrada
demostramos falta de confianza en el Señor. Así no vamos a poder revitalizar
la fe de los demás. No podemos dar la sensación de que confiamos más en
otros poderes que en el mismo Dios.
Por ejemplo, priorizamos el dogmatismo, el clericalismo, absolutizamos la
Iglesia, ambicionamos realidades mundanas tales como: el dinero, cosas
materiales etc. Esta es una triste realidad y con esto estamos muy próximo a
lo que dijo Jesús aludiendo a los fariseos: "hagan y cumplan todo lo que dicen,
pero no los imiten, ya que ellos enseñan y no cumplen"(Mt 23,2-4).
*La indiferencia religiosa: la cifra de los indiferentes es realmente muy elevada.
Por lo menos existen tres niveles de la indiferencia: primero, están los que se
caracterizan por una notable frialdad religiosa, que no toman partido con
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ninguna actividad religiosa. Leibniz, la califica de "monstruo horroroso y estéril,
de sistema devorador, de fanatismo filosófico, de tumba de la inteligencia,
sepulcro vacío, de desfallecimiento moral y hasta de plaga desesperada de la
Iglesia". En el segundo nivel están aquellas personas que viven en completa
insensibilidad hacia las cuestiones fundamentales de la vida, es un desinterés
absoluto. Y en tercer lugar, está la indiferencia vivida como experiencia del
vacío que genera resignación al presente, conformismo con lo pasajero y lo
efímero, fatalismo y, en los casos extremos, en el nihilismo, etc.
*El agnosticismo: aquí describiremos solamente la actitud del agnóstico. Esta
actitud consiste fundamentalmente en instalarse en el horizonte de la finitud.
Vive tranquilo en la finitud, sin ninguna fe, ni pretende tenerla, no está
perturbado en sus relaciones con la finitud. Poco o nada le interesa la
existencia de Dios, porque no puede verificarlo y por lo tanto, prescinde de El.
Para los agentes evangelizadores esta postura humana, parece un caso
perdido, sin embargo, se abre la posibilidad de dialogar con el agnóstico. El no
renuncia a algunos de los lados inefables de la experiencia como
determinadas formas de experiencia estética y de valor ético. Por ejemplo, él
demuestra preocupación por los sufrimientos de los demás, lucha contra la
injusticia y contra la muerte. Incentivando estos valores sublimemente
humanos, quizás se pueda "recuperar en ellos el sabor trascendente del
totalmente otro".
*La increencia de signo humanista: este tipo de increencia es un enorme
malentendido, según el cual la afirmación de Dios sólo puede hacerse a costa
del hombre, de la autonomía de su razón, e incluso, de su libertad. Uno de los
representantes más calificados es Fuerbach. Según él, "el hombre es Dios
para el hombre" (homo hominis Deus). Solamente negándole a Dios el hombre
va a adquirir su realización absoluta.
Como decíamos, esta postura está terriblemente equivocada, porque Dios de
ninguna manera quiere la perdición del hombre, al contrario, ha realizado el
mayor sacrificio para levantar al hombre del polvo de la miseria, para darle una
condición digna de ser hijo de Dios.
c) Líneas de acción.
Muchos de los que han perdido la fe o se alejaron de la Iglesia son bautizados,
son hermanos nuestros, "por ello sin descuidar la atención de los cercanos,
todos los pastores deben salir al encuentro de los que están alejados" (SD
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Las líneas pastorales del Documento de Santo Domingo son muy alentadoras
y si se las toma con seriedad muchos frutos podemos lograr. Hoy en día se
hace necesario salir al encuentro de los fieles. La Iglesia no puede
permanecer tranquila con los que la aceptan y siguen con mayor facilidad. A
ellos se les debe predicar en forma viva y alegre el kerigma. Por medio de las
visitas domiciliarias y de las misiones populares se les puede descubrir la
novedad siempre actual de Jesucristo. Además se debe aprovechar todos los
medios con los cuales se cuenta, hasta con los acontecimientos más
oportunos de la vida del cristiano.
La Iglesia más que nunca debe comenzar a preocuparse de la situación de
increencia de los tantos bautizados que no viven su condición de tal. Por eso
necesita realizar una nueva forma de presencia pública. Porque el modelo
antiguo de la cristiandad, es decir, la impregnación aparente por el cristianismo
de una sociedad y una cultura que se imponga a todos, es inviable y no
corresponde a los principios de la libertad y la personalización que supone el
ejercicio de la fe, la absoluta gratuidad, y la generosidad que caracteriza a la
revelación de Dios en Jesucristo.
La Iglesia para poder recuperar su credibilidad necesita ser testigo. Este
testimonio trasciende las ideas o doctrinas, éstas siempre podrán ser
discutidas, hasta la existencia del mismo Dios o de Jesús. Lo único irrefutable
es cuando se presenta vivencias de salvación de Dios y cómo El ha cambiado
nuestra vida. Esta es una luz amarilla para todos los evangelizadores ya que
no se puede comunicar nada sobre Dios, si no se tiene la experiencia personal
de El; nadie ya nos va a creer, si no vivimos lo que anunciamos. Es bueno
pues, comenzar por nuestra propia conversión porque es cada vez más
urgente la proclamación vigorosa del anuncio de Jesús muerto y resucitado
para nuestra salvación. "Busquemos suscitar la adhesión a Jesucristo y a su
Iglesia de los tantos bautizados que viven sin energías su fe y que se
encuentran alejados "(SD 131).
2. La unidad de los fieles cristianos
"Padre, que todos sean uno, como tú, Padre, en mi y yo en Ti, que ellos sean
uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado" (Jn 17,21).
Esta súplica de Cristo justifica la denuncia del Concilio Vaticano II, al señalar el
escándalo de la división de los cristianos (Cf UR 1), y nos exige encontrar los
caminos más eficaces para alcanzar la unidad en la verdad (Cf SD 132).
Evidentemente el problema de la división en el pueblo cristiano, sigue siendo
un grave obstáculo para la evangelización. Porque nuestro testimonio queda
muy debilitado al anunciar el Evangelio, además no impartimos la seguridad
de que somos hombres adultos en la fe. La imagen de división entre los
mismos cristianos crea un ambiente bastante oscura, y "a los que se dirige
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nuestra predicación se muestran perturbados, desorientados y hasta
escandalizados"(EN 77).
Además de luchar por la unidad, nosotros los agentes de la pastoral debemos
saber descubrir las posibles causas de la división en el pueblo cristiano.
Algunas de las raíces más comunes podrían ser: querellas doctrinales,
polarizaciones ideológicas, condenas recíprocas entre cristianos, problemas
en las instituciones humanas y la invasión de las sectas, etc. (Cf 77).
a) La división es obra humana.
El Señor Jesús ha fundado la Iglesia por puro amor. Así el quería comunicar a
los hombres su riqueza y los misterios escondidos desde siglos en Dios. Nos
enseñó y nos dio los elementos necesarios para conservar la comunión entre
los hermanos (el amor, el perdón, la comprensión, la paciencia, el diálogo,
etc.), pero nosotros los hemos ignorado y preferimos entrar en conflictos,
creando la división en la Iglesia. "Esta división contradice abiertamente a la
voluntad de Cristo, es un escándalo para el mundo y daña a la causa
santísima de la predicación del Evangelio a todos los hombres"(UR 1). Es
prioridad para nosotros buscar la unidad, utilizando los medios más adecuados
tales como la comprensión y el diálogo.
b) La unidad es obra divina.
"Existe un nexo íntimo entre Cristo, la Iglesia y la Evangelización "(EN 16).
Este principio es imprescindible en la conciencia evangelizadora del agente
pastoral. Porque no se puede olvidar que fue Cristo resucitado es el que
convocó a los apóstoles para formar su Iglesia. Por eso, el Papa, los obispos,
los sacerdotes y los fieles, tenemos la categoría de ser fieles seguidores de los
apóstoles. Por lo tanto, es nuestra responsabilidad vivir en comunión todos los
cristianos, porque de la fuente de la unidad abreva la suerte de la
Evangelización.
En cuanto a nuestro encuentro o reencuentro con los hermanos alejados,
merece una especial atención. "Con una gran sensación de esperanza vemos
los esfuerzos que se realizan en el mundo cristiano, en orden al
establecimiento de la unidad"(EN 77). Este esfuerzo debe ser cada vez más
continuo y más vehemente. Porque, en cierto sentido, hay más personas que
buscan la división que la unidad.
Seguidamente vamos a presentar una propuesta que según nuestro parecer
puede ser eficaz para entrar en diálogo con los hermanos dispersos por el
mundo. Esta es:"la comunión en la pluralidad", siguiendo el pensamiento de
K.Müller.
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Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 4
El pluralismo es ciertamente uno de los aspectos de la situación social y
cultural que más repercute sobre la situación religiosa, originando también un
pluralismo religioso e incluso un pluralismo eclesial. Todas estas variantes del
pluralismo repercuten sobre el desarrollo de la misión evangelizadora.
Nuestra sociedad latinoamericana, atraviesa por una situación paradójica, por
un lado es pobre y por otro, es una sociedad que ha absorbido la evolución
cultural de las sociedades desarrolladas. Observamos un pluralismo de
cosmovisiones, valoraciones de la realidad y formas de vidas que caracterizan
a otras sociedades desarrolladas en la mentalidad de nuestros pueblos. A
veces sin darnos cuenta, las personas plantean desde perspectivas y
posiciones diferentes los problemas relativos al sentido de la vida, al valor y a
la totalidad; originando respuestas distintas, algunas de las cuales están en
contradicción con el planteamiento y la respuesta cristiana.
Admitir la posibilidad de pluralismo puede poner en peligro la unidad de la
misión evangelizadora, pero podemos admitir también que puede conducir al
descubrimiento del carácter de la opción personal de la fe y a la consiguiente
personalización de la adhesión religiosa. Para ello será necesario realizar una
correcta formación de las personas que las lleve al cultivo de criterios por los
valores más altos, en lugar de dejarse llevar por el influjo de las modas, la
presión social o los medios de comunicación social. Una situación de
pluralismo puede constituir el mejor medio para vivir la fe de forma personal,
pero debe ir acompañado de un esfuerzo mayor de formación de la conciencia
y del conocimiento y la justificación de la fe. La pluralidad de ofertas religiosas
y cosmovisionales exige de los cristianos un esfuerzo mayor de
fundamentación de la propia fe, por los caminos siempre necesarios de la
razón, pero sobre todo por el camino del testimonio de vida.
La tarea evangelizadora requiere que se tenga en cuenta la pluralidad de
situaciones y proponga y exija en cada momento y en cada caso, aquello para
lo que se está dispuesto y que puede ser acogido en cada caso. Aquí se
necesita la actitud muy valiente del evangelizador, porque él debe saber cómo
hacer llegar el mensaje evangélico a su oyente en cada situación, momentos y
culturas que muchas veces suelen ser muy propicias:
"En verdad, que el contenido de la Evangelización no lo inventa el
evangelizador, ni dispone de él, sino que viene dado en su integridad por la
revelación. Pero no olvidemos el principio de la jerarquía de verdades y
tengámosla en cuenta a la hora de presentarla a sus destinatarios" (UR 11).
Es decir, si percibimos que hay interés de parte de alguna persona sobre
cuestiones religiosas, la respuesta pastoral debe ser ofrecida de una manera
pedagógica.
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Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 4
Para aclarar más esta parte, vamos a decir que, hoy día en la Iglesia, el
problema de la unidad no consiste solamente en las relaciones de la jerarquía.
Quizás sea lo que menos le interese a la gente y a la sociedad actual. La
Iglesia se halla habitada por estos tipos de personas que de alguna u otra
forma influyen en la unidad evangelizadora. Por ejemplo tenemos: a los
asustados por los cambios, que buscan sobre todo seguridad en la doctrina, la
práctica ritual y moral, lo más fija y clara posible; están los que necesitan unos
símbolos vivos conectados con la propia tradición cultural, que encuentran en
los gestos de la religiosidad popular tradicional; están los desorientados e
inseguros hasta llegar al borde de la crisis psíquica, que buscan en la Iglesia
un lugar de relaciones personales cálidas y un abrigo donde poder vivir; están
los entusiasmados con las tareas de transformación del mundo, que insisten
en la capacidad revolucionaria de la fe; están los críticos y los dóciles; y tantos
otros que no caben en una enumeración por larga que la hagamos. Bueno,
¿qué podemos hacer pastoralmente con estas personas? Al parecer la
ansiada unidad dentro de la Iglesia, para ser realidad, necesita del tacto y la
sabiduría pastoral del evangelizador. Para dar equilibrio dinámico, que parte
de la aceptación cordial de las diferentes tendencias, que no identifique a la
Iglesia con ninguna de ellas y que promueva la convergencia de todas hacia
una cada vez más perfecta realización del cristianismo, en la que terminarán
por confluir siendo fieles a sus mejores valores y superando sus limitaciones y
fallas.
Pensamos que si un pastor realiza en el interior de su comunidad este prodigio
de equilibrio, estaría en las mejores condiciones para responder
evangelizadoramente al pluralismo social, cultural y religioso. Pero este tacto y
sabiduría, es también obra divina, porque mientras trabajamos para obtener la
plena unidad de los cristianos, sentimos en nuestras obras correr como
torrentes de aguas vivas la ayuda y la gracia del Señor, "que es nuestra
esperanza y esta esperanza no quedará fundida" ( Rom 5,5).
3. Opción por un modelo de Iglesia pobre y solidaria.
Evangelizar es hacer lo que hizo Jesucristo, cuando en la sinagoga mostró
que vino a evangelizar a los pueblos (Cf Lc 4,18-19). El siendo rico se hizo
pobre para enriquecernos con su pobreza (Cf 2Cor 8.9). "El nos desafía a dar
un testimonio auténtico de pobreza evangélica en nuestro estilo de vida y en
nuestras estructuras eclesiales, tal cual como el lo hizo"(SD 178). Este desafío
implica una opción, que consiste en la decisión voluntaria que conduce a
encarnarse en el mundo de los pobres para asumir con realismo histórico su
causa de liberación integral.
Para que sea efectiva y eficiente esta opción, todos los creyentes, cualquiera
que sea nuestra condición socio-económica, debemos participar en su
realización. Inclusive el pobre debe realizarla, aunque a él ya no le afecta la
exigencia de encarnación sociológica o de identificación con el mundo de los
125
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 4
pobres, porque ya la realiza de antemano. Lo importante será que el pobre
asuma conciente y activamente la causa de los pobres.
Los agentes de la nueva evangelización debemos, ser concientes de esta
exigencia, que a la vez es una condición necesaria para realizar una auténtica
evangelización. Debemos ser parte activa de la opción que la Iglesia hace
para defender y apoyar inequívocamente el derecho que el pueblo oprimido y
pobre tiene a organizarse para luchar al servicio de su causa.
a) Destinatarios de la opción.
La opción es por los pobres reales, los injustamente empobrecidos y
desposeídos, pero no aislada, sino colectiva y dialécticamente considerados.
"Se trata de los pobres reales tal como existen y son creados por los
mecanismos opresores"(Gutierrez). Con ellos la Iglesia busca una relación
directa e inmediata.
Nuestro mejor modelo seguirá siendo Jesús. El organizó un pequeño
movimiento con la intención de influir la vida de las aldeas que subsistían en
Galilea, Betsaida, Cafarnaún, Nazaret y Caná. Generalmente no entró en
ciudades grandes. El campo de acción de Jesús era aquella parte del pueblo
en donde vivían los pobres, los oprimidos, los huérfanos, la viudas, etc. Por
eso Jesús es modelo para nosotros. Para El los pobres están en su misma
concepción de Dios (Dios elige a un pueblo pobre). Y, paralelamente a eso, los
pobres están presentes en lo más fundamental de su misión. "He venido para
anunciar el Reino de Dios a los pobres"(Lc 4,18).
Es oportuno aclarar, que los pobres a quienes se dirige Jesús, son pobres
socio-económicos, es decir, aquellos para quienes la casa, el hogar, el
símbolo de lo que es el mínimo de vida, no está asegurado. Estos pobres
viven con mucha dificultad: la vida (sin seguro social), los huérfanos (vivir es
duro para ellos), los enfermos (no tienen acceso a la salud), el desnudo (que
ha perdido su dignidad más profunda) y, todos aquellos para quienes vivir es
una pesada carga.
b) Contenidos esenciales
Algunos de los elementos fundamentales de la opción por los pobres, según
Antonio Hortelano, son:
1) La ruptura: cambio de lugar físico o social. Se trata de una ruptura que
corresponde lógicamente a los que, sin ser inicialmente pobres, optan por
serlo, para un servicio mejor a la causa del pobre.
2) Encarnación o identificación: se expresa en ir a la periferia salir al encuentro
del otro, entrar en el mundo del pobre, y asumirlo como propio. Se trata de una
126
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 4
conversión inicial y tiene carácter continuo, y va del vivir con los pobres, para
los pobres hasta el vivir como pobre.
3) Asunción conciente y activa de la causa de los pobres: solidaridad activa
con las luchas y prácticas populares, defensa activa de los derechos de los
pobres, compromiso con su liberación integral, afirmación incondicional de la
vida y rechazo incondicional de la injusticia...hasta que se haga realidad la
praxis histórica de liberación.
4) Asunción del destino propio de los pobres: es muy fácil corregir los errores
desde afuera en un partido de fútbol, entrar adentro, integrarse a los
compañeros y luchar desde allí, es una cosa distinta. Para que una
encarnación sea auténtica en el mundo de los pobres y de la defensa de su
causa se debe asumir también el destino propio de los pobres. Si se ha de
llegar al martirio, pues, que se llegue. A Jesús la causa de los pobres le llevó
hasta la muerte, y muerte de cruz. Por eso, el evangelizador vive la cruz en la
vida cristiana en conexión conciente y explícita con el seguimiento de Jesús.
De este modo, la cruz lleva una a comunión y solidaridad con los que sufren y
propicia una actitud de superación personal y social para que desaparezcan: la
injusticia, el hambre, la opresión estructuralizada, la violación de los derechos
humanos, etc.
c) Característica de la opción por los pobres.
La Evangelización debe tener siempre carácter universal, pero cuando la
Iglesia realiza una opción, todos los evangelizadores debemos asumirla con
mucha responsabilidad. La opción por los pobres tiene dos características
fundamentales que ahora vamos a presentar y posteriormente vamos a hablar
en forma más detenida sobre la segunda.
Preferencial: decíamos que el mensaje cristiano tiene un carácter universal,
pero destacamos al mismo tiempo que tal universalidad sólo se puede afirmar
y realizar evangélicamente desde la particularidad de los pobres."Quiere decir
que nadie debe sentirse excluido de una Iglesia con esa opción, pero que
nadie puede pretender ser incluido en la Iglesia sin esa opción".
Los obispos de Latinoamérica tomaron muy en serio esta línea y presentan la
opción por los pobres, como algo esencial al cristianismo, mostrándola como
elemento que "no es extraño a la Evangelización"(EN 30). Por eso desde la
Conferencia Medellín viene evolucionando cada día más la entrega de toda la
Iglesia hacia la consecución de esa opción. Y en la Conferencia de Puebla
aparece con mucha más fuerza, ya que no sólo encontramos la opción por los
127
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 4
pobres a lo largo del documento, sino que le ha dedicado un capítulo con el
título de "opción preferencial"(DP 1134ss). Y llegamos hasta la Conferencia de
Santo Domingo, para "descubrir en los rostros sufrientes de los pobres el
rostro del Señor (Mt 25,31-46) como algo que desafía a todos los cristianos a
una profunda conversión personal y eclesial" (SD 178). Esta es una
preocupación que nunca podía estar ausente en una conferencia
auténticamente latinoamericana. En el mismo número podemos encontrar otra
afirmación que tiene más fuerza todavía: "en continuidad con Medellín y
Puebla, la Iglesia reafirma la opción preferencial en favor de los pobres. Una
opción no exclusiva ni excluyente...basada en la Palabra de Dios" (SD 178).
Así vemos también que en el Documento de Santo Domingo la opción es firme
e irrevocable.
¿Qué es lo que se pretende con la opción en favor de los pobres? A nuestro
parecer, lo que se pretende es tener en cuenta, el modo cómo Jesús asumió
su misión evangelizadora. Sin buscar una imitación literal de Jesús, que vivió
en otras épocas y en otras circunstancias; se busca trabajar por lo que El
trabajó, dispuesto a pasar por lo que El pasó: incomprensión, persecución,
muerte, que desembocan en la resurrección. El seguimiento de Jesús es
esencial al cristianismo, y este esfuerzo de seguimiento del Jesús de la
historia desde nuestra historia, en un compromiso liberador como el suyo, lleva
a un encuentro con Jesús a quien se siente cercano y presente, "en el corazón
de América Latina" (DP 9).
Solidaria: este término deslinda el sentido de la opción, quitándole posibles
ambigüedades y el sabor de inclinación paternal al pobre que algunos
pudieran atribuirle. De este modo, se acentúa más bien, un compromiso real
con los sufrimientos y las alegrías, las luchas contra la injusticia y los anhelos
de liberación de los pobres.
Durante mucho tiempo, la Iglesia se juntó con los poderosos para brindar una
atención o asistencia a los pobres desde arriba, sin considerar su situación
integral. Hasta ahora muchos católicos realizan este acto de caridad,
pretendiendo así cumplir con los compromisos cristianos. Este es un desafío
para nosotros. Porque abrirse a los pobres significa algo más que servirles,
atender sus necesidades y tratar de remediarlos, aunque ciertamente lo
suponga. La Iglesia debe hacerse habitable para los pobres, apreciando los
valores personales que poseen y estimando en lo mucho lo que valen sus
culturas injustamente marginadas del concierto del mundo.
El evangelizador debe ser pues, solidario con el pobre, sólo así amará al
hermano en la realidad en que él vive. Sólo así ayudará al hermano de un
modo eficiente. La solidaridad significa llevar una situación hasta las últimas
consecuencias. Jesús es nuestro modelo de siempre. El es la solidaridad de
Dios en persona, la solidaridad que llevó su misión hasta el final.
128
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 4
El Documento de Santo Domingo nos invita a:
"asumir con decisión renovada la opción evangélica y preferencial por los
pobres, siguiendo el ejemplo y las palabras del Señor Jesús, con plena
confianza en Dios, austeridad de vida y participación de bienes" (SD 180).
4) Un modelo de Iglesia: la Iglesia de la Solidaridad.
Para que la Iglesia pueda hacer de verdad habitable para los pobres deberá
aún realizar notables renuncias.
Para los agentes evangelizadores latinoamericanos la presentación de una
Iglesia solidaria para los creyentes es crucial. Porque la Iglesia debe absorber
a los hombres, no los hombres sometérsele. Debemos dejar un poco de lado
la frialdad de la Iglesia intelectual, para construir el nuevo modelo de la Iglesia
de la Nueva Evangelización: "La Iglesia de la solidaridad".
a) Una Iglesia con un nuevo rostro
En época de Juan XXIII, se hablaba del agiornamento de la Iglesia y llegó a
penetrar en la comunidad eclesial .Y Pablo VI afirmaba que era urgente
"limpiar y rejuvenecer el rostro de la Iglesia... para infundir nuevo vigor
espiritual en el Cuerpo místico de Cristo en cuanto sociedad visible" (ES 39).
Medellín aborda este tema proponiendo:
"el rostro de una Iglesia auténticamente pobre, misionera y pascual, desligada
de todo poder temporal y audazmente comprometida en la liberación de todo
el hombre y de todos los hombres" (DM Juventud 15).
Puebla por su parte, insiste en que:
"cada comunidad eclesial debería esforzarse por constituir para el continente
un ejemplo de modo de convivencia donde logren aunarse la libertad y la
solidaridad. Donde la autoridad se ejerce con el espíritu del Buen Pastor" (DP
273)
Este es el modelo adecuado que la Iglesia Latinoamericana nos propone para
la promoción de un nuevo tipo de sociedad más humana.
Juan Pablo II, en la misma línea vuelve a insistir en el mismo tema al proponer
el proyecto de la Nueva Evangelización. Habla del nuevo modelo de la Iglesia
simultáneamente como condición y como objetivo de la Nueva Evangelización:
"Esta nueva evangelización, está destinada a la formación de comunidades
eclesiales maduras, en las cuales la fe consiga liberar y realizar todo su
129
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 4
originario significado de adhesión a la persona de Cristo y a su Evangelio, de
encuentro y de comunión sacramental con El, de existencia vivida en la
caridad y en el servicio" (CH 34).
¿Por qué estamos insistiendo tanto en el nuevo modelo de la Iglesia? Porque
una Iglesia que se propone ser evangelizadora de una cultura, en la que
presida el valor de una solidaridad, promotora de liberación y de fraternidad,
por exigencias testimoniales y pedagógicas ha de ser un modelo de
solidaridad.
Por otro lado, el nuevo modelo de la Iglesia exige tener en cuenta algunos
puntos de referencias: primero, precisar el objetivo específico pretendido por la
Iglesia en el contexto de su misión evangelizadora, en este caso es la
solidaridad; en segundo lugar, es preciso revisar las instituciones y las
estructuras modificables de la Iglesia. A estos puntos es preciso añadir un
principal punto de referencia que es el de "infundir nuevo vigor espiritual en el
cuerpo místico de Cristo" (ES 39),"el de promover mayor fervor en las
comunidades y mayores niveles de santidad, abierta a nuevas expresiones"
(EN 80).
Creo que el principal desafío de este nuevo modelo eclesial recae
directamente sobre cada uno de los evangelizadores. Es evidente que la
Iglesia es objetivamente Santa por la presencia continua del Espíritu Santo,
pero ha de tener como preocupación primordial la santidad subjetiva. No
puede haber Iglesia solidaria sin miembros solidarios. Si los evangelizadores
no son solidarios, estamos ante una Iglesia enferma, pero si hay solidaridad, la
Iglesia se encuentra evangélicamente sana. Con esto queremos decir que,
desde el horizonte de la solidaridad podemos alcanzar una comprensión más
evangélica y profunda de la realidad esencial de la Iglesia y de sus estructuras
fundamentales, que nos ayuden a impulsar la solidaridad de la Iglesia, exigida
e impulsada por la caridad, a niveles de testimonio admirable ante el mundo.
b) Una Iglesia inculturada
Otro aspecto de la solidaridad de la Iglesia con las culturas y los pueblos, es la
"inculturación" Pablo VI insistió sobre esta exigencia, adecuada al
pensamiento de Cristo y a la sensibilidad del hombre de hoy. Juan Pablo II
fortalece este movimiento conectándolo con la dinámica del misterio de la
Encarnación: "el término inculturación expresa muy bien uno de los
componentes del gran misterio de la Encarnación"(CT 53; AG 22).
Desde la Conferencia de Santo Domingo se habla de este tema de una forma
clara y profunda:
"A una crisis cultural... se presenta a la Iglesia un desafío gigantesco para una
Nueva Evangelización, al cual se propone responder con el esfuerzo de la
130
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 4
inculturación del Evangelio, a la luz de los tres grandes misterios de salvación:
Navidad, Pascua y, Pentecostés" (SD 220).
La Iglesia pretende realizar la inculturación con sumo cuidado, atendiendo a
uno de los derechos fundamentales del hombre, que es la libertad religiosa.
De esta manera está dando gran paso y está borrando aquella imagen de las
épocas de cristiandad en que aparecía como una autoridad que imponía a la
sociedad su poder coactivante.
Otro aspecto que la Iglesia cuida para inculturar el Evangelio es el diálogo
entre las culturas, es decir, entre los pueblos entre sí. Se habla inclusive de la
posibilidad de hacer un diálogo entre las iglesias inculturadas de los diferentes
pueblos: "Por la inculturación la Iglesia encarna el Evangelio en las diversas
culturas, transmitiendo a las mismas sus propios valores, asumiendo lo bueno,
y renovándolo desde dentro"(SD 22o). Además, se habla de la posibilidad de
realizar un auténtico diálogo intercultural, por medio de un respetuoso
encuentro entre la Iglesia y las culturas autóctonas.
La exigencia de la inculturación implica sembrar en las propias culturas de los
pueblos la Palabra de Dios como una semilla que "al germinar, absorbe el jugo
de la tierra buena, regada con el rocío celestial, transformada y asimilada para
dar al fin fruto abundante" (AG 22). En fin, son muchas las exigencias para el
evangelizador. Y una cosa que nunca debemos olvidar es la exigencia máxima
de la inculturación que es: la asunción de la historia de los pueblos, esto es
asumir la pobreza del pueblo y amar incondicionalmente a cada uno de sus
miembros.
La importancia primordial del testimonio para la Evangelización es indudable.
Insistimos que en gran medida la gran tarea de la Nueva Evangelización será
llevada a cabo, gracias al esfuerzo de toda la Iglesia. Pero se necesita que los
evangelizadores estemos unidos y ofrezcamos testimonios de esa unidad. El
mundo está colmado de divisiones, de culturas corrompidas, de ambiciones
desmedidas y por la competitividad del poder. Allí la Iglesia y desde sus
propias comunidades ha de ofrecer el testimonio gozoso de una convivencia
en la que sobresale la solidaridad, la alegría de la generosidad, de la pobreza
evangélica y, la actitud del servicio, como fruto de la fe comprometida en
Jesucristo.
Ser promotor de la Nueva Evangelización además del testimonio de vida,
exige que se abra espacio a la participación en las actividades a ser
desarrolladas. Hoy el sacerdote no puede ya contar con una Iglesia
benefactora que sólo brinda asistencia a los pobres, que reparte los
sacramentos. Hoy se necesita de una Iglesia que educa a la gente a liberarse
de su pobreza, para que se haga sujeto de su propia liberación. La gente tiene
que aprender a ser Iglesia, sujeto que ama la Iglesia y participa de todas las
actividades posibles. Para ello es necesario que el evangelizador realice
131
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 4
renuncias insospechadas, se despoje de su condición de persona privilegiada
en la sociedad para comenzar a empuñar la lucha por los derechos en favor
de los campesinos, para comenzar a conocer mejor la realidad de los jóvenes,
a pasar horas con el moribundo y por sobre todas las cosas, amar
infinitamente su trabajo, "es decir, estar con ellos".
El contenido de la Nueva Evangelización es siempre Jesucristo, pero hoy se
hace necesario anunciar el mensaje de salvación con un nuevo fervor, con un
método participativo y con una expresión nueva. En definitiva, el evangelizador
debe hacer un esfuerzo de encarnación, un esfuerzo para darse a entender
por todos los medios que tiene a su alcance, adaptarse continuamente a sus
oyentes, ha de meterse en la piel de los otros para poder llegar, a sentir y a
ser como ellos. Y no olvidar que Jesucristo está con nosotros desde ayer,
permanece hoy y nos acompañará por siempre.
Lectura
Complementaria
Fichas de lectura:
á Juan Pablo II, Discurso inaugural, Sto. Domingo, 6
á cf. Sto. Domingo, 26
á cf. Hech 5,28-29; cf. Redemptoris missio, 45
á Mt 5,13-16; Cf CCE 425
Prácticas
1
Explica, que es la
evangelización, como
se evangeliza y
quienes deben
evangelizar.
2
Presenta un informe
a tu docente a cerca
de la tarea de la
Iglesia.
.
132
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 5
UNIDAD
5
LA ACCION PASTORAL DE LA IGLESIA
En las unidades anteriores hemos ido conociendo el origen de la Iglesia, su
identidad más profunda, y la misión que ha recibido del mismo Señor:
evangelizar. En esta Unidad vamos a estudiar las etapas del proceso
evangelizador y las diferentes mediaciones con que cuenta la Iglesia para
evangelizar.
EL significado de la pastoral de la iglesia
El proceso evangelizador
La acción pastoral
II.5.1. EL SIGNIFICADO DE LA PASTORAL DE LA IGLESIA
La iglesia tiene una especial predilección por el término y oficio de pastor. Entre
los protestantes éste es el nombre genérico de todos los clérigos. En la iglesia
católica el de pastores no es en ningún caso nombre, sino sobrenombre que se
atribuye más bien al episcopado. Visita pastoral es la que hace el obispo a las
parroquias de su diócesis. Carta pastoral es la que escribe el obispo con
contenido pastoral, dirigida a todos los cristianos de su jurisdicción. Y se
denomina pastoral como sustantivo al conjunto de actuaciones de la iglesia sobre
los fieles, que abarcan todas sus áreas de actuación, con especial incidencia en la
doctrinal.
Contemplado desde la perspectiva de la estética del lenguaje, y asumiendo que el
nombre procede de la parábola del buen pastor, está claro que mejora mucho el
de obispo, que al fin y al cabo no significa nada más y nada menos que
"inspector": Heli-skopov (epí - scopos) es el que mira desde arriba, el que
inspecciona. Pero si pasamos del valor simbólico al valor real, es decir si
analizamos por qué ha caído tan bien este reparto de papeles pastor / rebaño,
llegaremos a ocultos recovecos del alma humana. Una vez más, como si las
palabras tuvieran vida propia y dijeran por su cuenta y riesgo lo que los hablantes
no nos atrevemos a decir claramente, la parábola se hace palabra, ofreciéndonos
el nombre oculto que encierra en sí el corazón de la realidad.
133
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 5
El cristianismo no vino a cambiar la condición humana, sino a sublimarla. Asumió
totalmente la esclavitud, pero la sublimó poniendo a dios como amo y señor del
amo y del esclavo, de manera que gracias a la penetración de estas doctrinas, sin
haber abjurado los dominadores de su empeño por seguir siendo nuestros
dueños, y sin haber conseguido los dominados sacudirnos el yugo de la
esclavitud, un yugo que hoy tiene la forma deslumbrante del trabajo por el trabajo,
del dinero por el dinero, y del consumo por el consumo, somos una nueva casta
de esclavos que tiene ocupada la vida en producir y consumir estúpidamente en
provecho del sistema de dominación. Dorada y brillante esclavitud, amada hoy por
sí misma cuando cristo tuvo que predicarnos que la amásemos por amor a él. Los
esclavos nos hemos salvado en la esclavitud: por eso la amamos y la veneramos.
cristo nos enseñó a amar la cruz a cambio del cielo. Hemos trocado la cruz por el
trabajo, y lo amamos, olvidados del amor a la libertad, a cambio de sus brillantes
oropeles. Y tras la parábola del buen pastor hemos asumido nuestra condición
ancestral de rebaño humano. Puesto que no nos podemos librar de nuestra
condición de reses destinadas al consumo de los dueños del rebaño y de los
demás miembros del mismo, aceptamos encantados nuestro papel: un papel tan
sumamente mejorado, que ya ni nos damos cuenta de que estamos siendo
sacrificados día a día (no ya como antiguamente de un tajo). Redimimos cada día
nuestra carne y nuestra sangre, redimimos nuestra vida con el trabajo del que
viven nuestros amos y nos dan de vivir a nosotros y a las otras reses de su
rebaño. Y para que se nos hiciese amable esta condición, nuestros pastores nos
ofrecen su cara más afable.
II.5.2. EL PROCESO EVANGELIZADOR
Acción Misionera
Se realiza a través de dos elementos básicos:
-
el testimonio de vida del cristiano, o grupo de cristianos, que
suscita la pregunta de aquellos que lo contemplan;
el primer anuncio del Evangelio, que da razón de las actitudes y
fundamenta los valores de aquellos que dan testimonio de vida.
Esta fase va dirigida a personas que no son creyentes o que, estando bautizadas,
se encuentran alejadas de la vida cristiana.
Acción Catecumenal
Comprende la iniciación y profundización en la vida y fe de la Iglesia. Se realiza a
través de:
El catecumenado o catequesis sistemática de carácter
catecumenal, que consiste en un período de formación básica
134
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 5
a través del que se pretende iniciar en la vida cristiana
mediante una presentación e iniciación a:
• la Sagrada Escritura y a la fe de la Iglesia;
• los valores y actitudes cristianas;
• la oración personal y en la celebración litúrgica de la
Iglesia;
• la acción misionera de la Iglesia.
La catequesis ocasional, surgida a consecuencia de
determinados acontecimientos en la vida personal o familiar
(catequesis presacramentales), social (situaciones como el
paro, la violencia, el aborto...) o eclesial (Concilio, Sínodo,
encíclicas, etc.).
Acción Pastoral
Se entiende como la vida entera de la comunidad cristiana, y que se podría
sistematizar en torno a cuatro mediaciones fundamentales:
-
La Palabra, que proclama el mensaje liberador y significante del
Evangelio y da testimonio del mismo;
La Comunión (Koinonia), expresión del nuevo estilo de vida de
los miembros de la Iglesia basado en la fraternidad y el amor;
El Servicio (Diakonia) que presta la comunidad cristiana al
mundo para contribuir a la liberación integral de los hombres y de
los pueblos;
La Liturgia que celebra la nueva vida que surge del Evangelio a
través de los signos festivos y liberadores.
Estos tres momentos, acción misionera, catecumenal y pastoral, que parecen
sucederse con toda lógica temporalmente, quedan difuminados en sociedades
donde hay un alto porcentaje de bautizados, la mayoría de los cuales no han
vivido un auténtico proceso de conversión e iniciación en la fe. De ahí que, si bien
pueden establecerse tres etapas en el proceso evangelizador, no deben
considerarse necesariamente sucesivas, sino más bien en constante interacción.
La gran tarea de la Iglesia en la actualidad está volcada a la Nueva
Evangelización: promoción humana y cultura cristiana. Este desafío es grave y
profundo, amplio y comprometedor. Con ella se quiere apuntar directamente a la
situación delicada que padece el hombre de nuestro mundo y de nuestro tiempo:
por un lado la descristianización o el ateísmo práctico que pretende desvirtuar sin
más la fuerza liberadora, salvadora y redentora de la Palabra de Dios, del misterio
de Cristo, para los cristianos en particular y para todos los hombres en general,
que no pueden encontrar salidas válidas para los problemas más acuciantes que
los preocupan, los oprimen y esclavizan por todos lados; y por otro lado, la falta
de coherencia entre la fe y la vida que imposibilita la fecundación del Evangelio.
135
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 5
El Documento de Santo Domingo de una manera llamativa insiste en la necesidad
de proclamar de una manera viva y alegre el kerigma, al que califica como "raíz
de toda evangelización, fundamento de toda promoción humana y principio de
una auténtica cultura cristiana"(SD 33).
Esta tarea a su vez es un desafío particularmente urgente para los agentes
pastorales y para todo el pueblo santo de Dios.
Para adentrarnos sin más al tema, vamos a preguntarnos en qué consiste
exactamente la Nueva Evangelización.
II.5.2.1.
LA EVANGELIZACION.
1. En la Escritura
La Evangelización es en primer lugar, el anuncio del kerigma: "es la buena
noticia de que Jesús vive, que ha resucitado". Había muerto, pero ha vencido
a la muerte. Jesús es el único hombre que, a lo largo de la historia, ha
conseguido él mismo, realizar esta hazaña. "Lo hemos visto", dicen las
mujeres (Cf Lc 24,43), Pedro, los doce y hasta 500 personas de una vez. El
último en constatarlo fue Pablo (Cf lCor 15,3-8).
En el capítulo 28,16-20 de San Mateo, nos encontramos con el llamado
testamento misionero de Jesús:
"A mi se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra -dice Jesús a sus
discípulos- Id pues, a las gentes de todas las naciones y hacedlas mis
discípulos, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo y enseñadles a poner en práctica lo que yo he dicho. Y tened por cierto
que yo estaré con vosotros todos los días hasta el final del mundo".
Con el anuncio del kerigma los apóstoles perseguían el objetivo de ofrecer la
salvación, realizada por Jesús, alcanzada mediante la fe y la conversión,
confirmada por el don del Espíritu Santo y vivida en la comunidad cristiana, a
todos los hombres de buena voluntad. Atendiendo para que el hombre íntegro,
y todos los hombres, experimenten la acción salvífica de Jesús.
El evangelizador es vínculo del amor de Dios, acompañando al evangelizado
para llegar a la presencia de Dios, para que el mismo le declare: "Tú eres mi
hijo amado en quien yo tengo todas mis complacencias" (Mt 3,17). Así el
evangelizado podrá confesar que Jesucristo es en verdad el centro del
designio amoroso de Dios, diciendo:
136
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 5
"Bendito sea Dios, Padre de Nuestro Señor Jesucristo que nos ha bendecido
con toda clase de bienes ... para que seamos santos e inmaculados en su
presencia en el amor, eligiéndonos de antemano para ser sus hijos adoptivos
por medio de Jesucristo"( Ef l,3-5).
2. Evangelización en el magisterio
Los apóstoles afectados en lo más profundo de su ser por el acontecimiento
trascendental, salen al mundo a anunciar la buena noticia. Ellos son los
antiguos pregoneros que con seguridad y convicción cumplían su misión.
La Evangelización es una tarea decisiva para la Iglesia, así lo ha entendido
siempre. Y sabe muy bien que el Evangelio es un mensaje de salvación y
también que debe ser una respuesta a las exigencias profundas de los
hombres. Por ello en sus documentos vamos a encontrar múltiples alusiones
sobre el tema.
La misión que descuella entre las principales aparece la Evangelización para
la Iglesia que "como rebaño único de Dios... peregrina hacia la meta final,
comunicando el Evangelio de la paz a todo el género humano"(UR 2). Y esta
misión de manera más particular le compete a los evangelizadores
consagrados: "Jesucristo quiere que por medio de los apóstoles y de sus
sucesores, crezca su pueblo por la fiel predicación del Evangelio"(UR2). Esta
misión esencial de la Iglesia le viene encomendada del mismo Padre: "Así
como Cristo fue enviado por el Padre, El a su vez envió a los apóstoles, llenos
del Espíritu Santo. Los envió a predicar el Evangelio a todo el mundo"(SC6).
Ahora bien, entendemos que la misión de Evangelizar es tarea de todos, pero
de manera particular, el Señor dio un mandato a la Iglesia organizada: "el
cuidado de anunciar el Evangelio en el mundo pertenece al cuerpo de los
pastores, ya que a todos ellos, dio Cristo el mandato, de evangelizar en
común" (LG 23).
La Iglesia al ser conciente de esta tarea que le urge, descubre grandes
beneficios y bendiciones que son frutos de la predicación del Evangelio: "El
Evangelio fecunda desde sus entrañas las cualidades espirituales y las
tradiciones de cada pueblo y de cada edad, las consolida, perfecciona y
restaura en Cristo"(GS 58). Y lo más importante, contribuye para "combatir y
eliminar los errores y males que provienen de la seducción permanente del
pecado"(GS 58), además, anuncia y proclama la libertad de los hijos de Dios,
rechaza todas las esclavitudes que deriven, en última instancia del pecado. El
Evangelio lejos de ser una alienación para el hombre, "garantiza, como
ninguna ley humana, la dignidad personal y la libertad del hombre... respeta
santamente la dignidad de la conciencia y su libre decisión"(GS 41).
137
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 5
En fin, la Iglesia en su actividad evangelizadora no realiza ninguna presión a la
comunidad humana para someterla al Evangelio. Sino, siempre comienza
realizando una cordial invitación, inclusive a los ateos, "de manera que lo
consideren sin prejuicios y pueda despertar en sus corazones una irrefrenable
exigencia de dignidad"(GS 21.26). Y cuando los hombres hayan aceptado y
asumido el Evangelio de Cristo quedarán iluminados por su luz". Todo esto se
realizará gracias a la predicación y testimonio de los obispos y sacerdotes"(GS
43). "Así todas las familias humanas y cristianas darán al mundo testimonio
valiosísimo de Cristo"(AA 11), anunciando a su vez la Buena Nueva, en un
clima de fiesta. Fiesta realizada por medio de la liturgia, porque por medio de
ella, "Dios habla a su pueblo, Cristo sigue anunciando su Evangelio, y el
pueblo responde a Dios con el canto y la oración"(SC 33).
Para la Iglesia la misión de los laicos comprometidos se ubica en un lugar muy
destacado, juntos a la de los obispos y sacerdotes. Cristo, el gran profeta, que
proclamó el Reino del Padre con el testimonio de la vida y con el poder de la
Palabra, cumple su misión profética hasta la plena manifestación de la gloria...
por medio de los laicos, a quienes, constituye en testigos y les dota del sentido
de la fe y de la gracia de la palabra (Cf Hec 2,17-18; Ap 19,10), para que la
virtud del Evangelio brille en la vida diaria, familiar y social.
3. ¿Por qué una Nueva Evangelización?
Hablar de una Nueva Evangelización no significa que la anterior haya sido
inválida, infructuosa o de poca duración. En realidad significa que," hoy se
presentan desafíos nuevos, nuevas interpelaciones que se hacen a los
cristianos y a los cuales es urgente responder"(SD24). Sabemos que hay un
solo y único Evangelio para todas las épocas, pero también sabemos que hay
deficiencias anteriores en la evangelización que necesitan ser corregidas.
Para ver con más claridad estas deficiencias vamos a realizar un recorrido por
la antigua evangelización (según el Padre Pedro Chinaglia).
La primera evangelización se realizó bajo la convicción teológica de la
Iglesia como único 'ámbito de salvación'.
Los descubridores y conquistadores de América, creyeron que para
evangelizar tenían que destruir la cultura pagana o diabólica, como ellos
creían, de los amerindios y sustituirla por la ibero-lusitana.
No asumieron lo positivo y válido de la cultura ya existente en América
(exhorcismo cultural).
Se le obligaba a la gente a convertirse a la fe (reducción a la fe).
Se acentuaba en demasía la dimensión sacramental de la vida cristiana,
mientras se descuidaba la previa evangelización y aceptación personal de
la fe.
138
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 5
Se daba mucha primacía a la ortodoxia, a la fe como contenido o conjunto
de verdades reveladas por Dios que el cristiano tenía que creer sin poder
entender. El pensar correctamente la verdadera fe (ortodoxia) según las
enseñanzas de la Iglesia, la adhesión íntima del corazón y la unión entre fe
y vida, no constituían el aspecto más importante; casi se suponía como
natural.
Se acentuaba demasiado la función del magisterio de la Iglesia: del Papa y
los obispos. Sólo ellos podían leer e interpretar la Biblia, pero lo que es
peor, casi se sentían superiores a la misma Escritura y la utilizaban como
prueba de las verdades que proponían a los fieles.
Por otro lado, la Iglesia en América Latina ya nació alienada. Desde el
comienzo y a pesar de esfuerzos valientes y excepcionales, no fue la dueña
de su destino." Las decisiones eran tomadas fuera del continente: en Madrid,
más que en Roma, en virtud del Patronato".
Había preocupación principalmente de salvar las almas. No se consideraba la
idea de formar comunidades, sino de la salvación individual. Se escaparon las
dimensiones tales como: el hombre ser corpóreo y, las estructuras sociales; la
salvación del cosmos y de toda la naturaleza, fueron dimensiones
desconocidas prácticamente.
La primera evangelización había realizado una alianza con el trono y el altar,
entre misión y conquista. Esto había oscurecido un tanto el verdadero rostro
de la Iglesia. Muchas veces los indígenas relacionaban los maltratos que
recibían como esclavos, al dios de los blancos: "tienen la opinión de que
nuestro Dios es el más inícuo y el más malvado de todos los
dioses"(Bartolomé de las Casas). Es evidente que en nombre del Evangelio se
cometieron muchos abusos, atropellos y violación de la sagrada dignidad de la
persona humana. Antes que testimoniar a Cristo a veces sembraban odio y
rencor entre los nativos: "¡Ay... entristezcámonos porque llegaron, nos
enseñaron el miedo, vinieron a marchitar las flores. Para que su flor viviese,
dañaron y sorbieron nuestra flor".
Como respuesta a estas herencias deficientes, el Documento de Puebla
plantea lo siguiente:
"Recordar las deficiencias no debe tener como objetivo crear un malestar u
odio por los que sembraron el Evangelio, sino tenerlas en cuenta para plantear
una evangelización mejor cimentada. Porque, el mejor servicio que se puede
brindar al hermano es la evangelización, que lo dispone a realizarse como hijo
de Dios, que lo libera de las injusticias, y lo promueve igualmente" (DP 1145).
139
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 5
Concluyamos esta parte diciendo que, la siembra de la fe se realizó en un
ambiente súmamente difícil, y a pesar de todo, creció. Por ello debemos dar
gracias a Dios, porque esa fe es lo que nos une hoy en América Latina y lo
que nos une es mayor que lo que nos puede separar: ¡Cristo nuestro primer y
último evangelizador, que El mismo nos ayude en este caminar!
4. Nueva comprensión de la Nueva Evangelización.
Hemos dicho que toda evangelización parte del mandato de Cristo a sus
apóstoles y sucesores (Cf Mt 28,19), "este se desarrolla en una comunidad
formada por los hijos de Dios que comparten su amor y su fe" (SD 24). Ahora
bien, hablar de una nueva evangelización presupone que hubo una primera
evangelización. Hoy sin borrar aquella, se quiere dar unas respuestas nuevas
a los desafíos nuevos del mundo, a los problemas que presenta la realidad del
continente latinoamericano donde "existe divorcio entre la fe y la vida, que a su
vez crea situaciones de injusticias, desigualdad social y violencia" (SD 24).
Se apunta directamente a la grave situación que sufre el hombre de hoy: la
descristianización (ateismo práctico), y el divorcio entre la fe y la vida. Estas
situaciones como ya hemos dicho, quieren desvirtuar sin más la fuerza
liberadora, salvadora y redentora de la Palabra de Dios, del Misterio de Cristo,
para todos los cristianos y para todos los hombres en general que corren por
el mundo buscando encontrar salidas válidas para sus problemas más
acuciantes, que los preocupan, los oprimen y esclavizan por todos los lados.
El trabajo es arduo principalmente para los agentes más comprometidos con la
causa de Cristo, pues deben lograr "conjugar de nuevo, conciente y
sistemáticamente, la fe con la vida, la razón con la religión, y la mente con el
corazón". Y ellos también deben lograr que esta evangelización sea realmente
"nueva en su ardor, en sus métodos y en su expresión"(SD 28).
II.5.2.2.
DOMINGO
PROCESO DE ELABORACION DEL DOCUMENTO DE SANTO
1. Antecedentes a la IV Conferencia Episcopal.
Para llegar a la idea de una nueva evangelización la Iglesia ha venido
caminando y trabajando durante dos largas décadas. Ella entendió que para
alcanzar este objetivo era necesario realizar en primer lugar, una radicalísma
opción. Así la Iglesia como nunca optó por identificarse con su pueblo,
compartiendo sus angustiosos problemas, especialmente los de los sectores
más empobrecidos, todo esto a la luz y en comunión con las orientaciones
pastorales propuestas por el Vaticano II y por la Santa Sede.
140
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 5
Sin duda alguna, Medellín (l968) fue uno de los signos más claros del
encuentro entre la Iglesia y el Pueblo. Fue realmente un ponerse al día con
toda la problemática latinoamericana, porque durante muchos tiempos, Ella se
mantuvo del lado de los poderosos, mientras la masa mayoritaria católica era
sometida a una esclavitud (en su amplio sentido), insoportable. Lo que la
Iglesia hizo entonces, fue únicamente lo que debía hacer, en orden a su
misión esencial: configurarse con un rostro auténticamente pobre, misionero y
pascual, desligado de todo poder temporal para poder comprometerse
audazmente en la liberación del hombre y de todos los hombres.
"Un sordo clamor brota de millones de hombres, pidiendo liberación que no les
llega de ninguna parte... No podemos dejar de descubrir en esta voluntad cada
día más tenaz las huellas de la imagen de Dios en el hombre. Que se presente
cada vez más nítido en América Latina el rostro de una Iglesia auténticamente
pobre, misionera comprometida con la evangelización y liberación de todo el
hombre y de todos los hombres".
Posteriormente, se realizó la III Conferencia Episcopal latinoamericana,
llevada a cabo en Puebla en 1979. En esta reunión se tomó como proyecto
fundamental de trabajo, la "evangelización liberadora". Puebla a su vez estaba
iluminada con las luces proyectadas desde Pablo VI con sus documentos:
Octogesima Adveniens 1971 (carta apostólica), y la Evangelii Nuntiandi 1975
(Exhortación apostólica).
De esta manera se vino trazando el camino largo y difícil, de la nueva
evangelización hasta llegar a Santo Domingo en donde hay ya la mayor
claridad y definición sobre el tema.
Otros acontecimientos importantes, considerados básicos para la proclama de
la Nueva Evangelización son:
a) La visita del Papa a Haití en 1983, ocasión en la que se realizó la XIX
asamblea ordinaria del CELAM. En alguna parte de su discurso el Papa
afirmó:"...es compromiso vuestro como obispos, junto con vuestro
presbiterio y fieles la tarea de la Nueva Evangelización. Nueva en su ardor,
en sus métodos y en su expresión";
b) En Santo Domingo, el 12 de octubre de l984 el Papa decía a los obispos
de América Latina: "El próximo centenario del descubrimiento y de la
primera Evangelización nos convoca pues a una nueva Evangelización". El
Papa realmente se mostró preocupado por la situación actual de América
Latina. Y en esa ocasión también propuso el plan de un futuro de
esperanza, que se llama Civilización del Amor. Y enfatizó que es una
enorme tarea y responsabilidad de los obispos.
141
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 5
2. Algunos documentos sobre la Nueva Evangelización
Existen importantes documentos que subyacen el proyecto de la Nueva
Evangelización. Para llegar hasta Santo Domingo, hubo una larga y progresiva
gestación que iba concretando el proyecto. Después de la proclamación oficial,
aparecieron numerosos otros documentos para estructurar y perfilar esta
enorme misión.
a) Concilio Vaticano II
El eje principal sobre el cual gira todo el proyecto de la Nueva Evangelización
es la Exhortación apostólica Evangelii Nuntiandi de Pablo VI. Este documento
ha abordado amplios y novedosos temas pastorales que ha dinamizado en
gran medida la labor evangelizadora de la Iglesia. Veámos algunos aspectos
esenciales de esta exhortación apostólica, según el esquema de trabajo
realizado por el Padre Antonio González Dorado, S.J.
El documento nos recuerda que la misión esencial de la Iglesia es
evangelizar,"...es la vocación e identidad de la Iglesia"(EN 14). Ella existe para
evangelizar, "...para continuar la misión de Jesús"(EN 7)." Y la misión de Jesús
es ante que nada, el anuncio del Reino de Dios, el cual es Absoluto"(EN 8).
Para construir el Reino de Dios era necesario salvar al hombre en su
integridad, salvación que es liberación de todo lo que pueda oprimir al hombre,
"especialmente liberación del pecado, en un clima de alegría, conociendo a
Dios, siendo conocido por El"(EN9)."La Iglesia existe para evangelizar"(EN
14)," pero no olvida que para ser evangelizadora, Ella debe comenzar
evangelizándose a sí misma"(EN 13).
En otra parte el documento habla del drama de nuestro tiempo, la rotura entre
el Evangelio y la cultura. Y atendiendo a esta situación, propone "una
evangelización liberadora, que promueva la justicia, la paz y el verdadero
crecimiento del hombre"(EN 29).
Pablo VI, nos recuerda que, "una evangelización renovada y adaptada al
contexto cultural de nuestro mundo moderno, es deber de todos los fieles
cristianos"(EN 82), y propone a la Virgen María como "Estrella de la siempre
renovada Evangelización" (EN 80).
b) Documentos más importantes antes de 1983.
En forma sucinta presentaremos algunos documentos de estos tiempos:
Mater et Magistra (1961) y Pacem in Terris (1963) de Juan XXIII. Nos
proponen un mundo solidario y, califican a la Iglesia como la Iglesia de
los pobres.
142
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 5
Eclesiam Suam (1964), Populorum Progressio (l967) y Octogesima
Adveniens (1971) de Pablo VI. Estos documentos serán de suma
importancia para las conferencias de Medellín y Puebla.
Redemptor Hominis (1979), Laborem exercens (1981) de Juan Pablo II.
Siguiendo las líneas del Vaticano II, se orientan hacia la misión
evangelizadora de la Iglesia y hacia la redención integral del hombre,
además de la preocupación por las injusticias que aquejan a varios
sectores de la humanidad.
c) Documentos más importantes después de 1983.
Aquí vamos a presentar algunos documentos importantes para América
Latina, y que en su mayoría son frutos de las visitas del Papa a nuestro
continente.
Discursos del Papa en sus viajes: Centro América y Haití (1983); Santo
Domingo y Puerto Rico (1984); Venezuela, Ecuador y Perú (1985);
Colombia y Santa Lucía (1986); Uruguay, Chile y Argentina (1987);
Uruguay, Bolivia, Perú y Paraguay (l988).
Discurso al CELAM en Puerto Príncipe (1983), allí hace oficialmente el
lanzamiento de la Nueva Evangelización.
Homilía en Viedma, Argentina (1987) y Salto, Uruguay (1988).
Instrucciones sobre la Teología de la Liberación publicadas por la
Congregación para la Doctrina de la Fe (1984,1986).
Enciclica Sollicitudo Rei Socialis (1987), y la Exhortación Apostólica
Christifideles Laici (1988).
3. Comprensión del Documento de Santo Domingo
a) Dificultades en la elaboración del documento.
El Documento de Santo Domingo fue elaborado en solamente quince días de
trabajo intensivo, inclusive podemos decir, a ritmo forzado. Pero antes de la
Conferencia se tuvo una larga y profunda preparación sinodal y para-sinodal.
Ciertamente es un documento reducido, pero tiene una importancia sustancial,
porque es un documento oficial, que responde a las situaciones históricas
actuales de la Iglesia latinoamericana.
143
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 5
El Padre Joaquín Alliende Luco, cuenta paso por paso cómo fue viviendo el
acontecimiento: "Santo Domingo." El dice que la Conferencia resultó ser un
entrevero y una simultaneidad de lo humano y lo divino.¡ Qué mejor testimonio
que este sacerdote! El ha venido acompañando los trabajos de la Iglesia de
América Latina en la Conferencia General del Episcopado en Puebla (1979)
como secretario de la Comisión de Evangelización de la cultura y religiosidad
popular, trabajando en la redacción de textos de esa materia y en los de otras
comisiones. En la Conferencia General de Santo Domingo (1992), como perito
adscrito a la Comisión de Coordinación general y a la Comisión de redacción.
b) La presencia del Espíritu Santo en S. Domingo
El Padre Joaquín Alliende, cuenta que para él fue un privilegio y un regalo
participar desde la entraña misma en una Conferencia General del Episcopado
latinoamericano.
El mismo comenta que el Espíritu Santo actúo en medio de la realidad
sicológica y social de los asistentes. De lo contrario jamás se hubiera llegado a
una conclusión interesante, porque todos ellos son deudores de una cultura
determinada, de escuelas de pensamiento, que se mueven por motivaciones
de complejos registros. Hubo realmente personas nobles evangélicamente,
pero también hubo mucho miedo, pasiones no purificadas, resquemores
nacionales, debilidades que no están a la altura de las vocaciones de esos
hombres. En fin parece que hubo de todo, mas lo grande es que Dios actuó
allí y así. De esa manera se experimentó la victoria del Espíritu sobre las
miserias humanas.
En fin, podemos decir con alegría, que las conclusiones del Documento de
Santo Domingo son una voz de Dios, una moción del Espíritu en la conducción
de la Iglesia en América Latina.
c) Calificación magisterial del documento
El Santo Papa en su carta a los obispos de América Latina del 10 de
noviembre de 1992 decía: "los textos conclusivos de dicha Conferencia, cuya
difusión he autorizado, podrán orientar ahora la acción pastoral de cada obispo
diocesano de América Latina". Y la responsabilidad del obispo es grande,
debe ser el primero en informarse adecuadamente sobre el documento y
después compartir con sus hermanos sacerdotes la tarea de la
Evangelización. Esta misión está contenida en forma muy clara en los
documentos de la Iglesia:
"Cada pastor diocesano, junto con los presbíteros sus cooperadores y con los
demás miembros de la Iglesia particular que se le ha confiado, hará el
necesario discernimiento, para ver lo que sea más útil y urgente en la situación
particular de su diócesis" (LG28).
144
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 5
A partir de estos elementos podemos decir que, el documento tiene calidad de
magisterio ordinario de los obispos. Pero más allá de cualquier calificación
magisterial lo más importante para nosotros deberá ser el de atender al
Documento de Santo Domingo, como acontecimiento y como texto, a la luz de
la fe.
d) Santo Domingo conduce la pastoral de América Latina
El documento de S. Domingo no es el catecismo de la Iglesia, avalado por la
Constitución Fidei Depositum. No obstante sin tener esa calidad pide adhesión
creyente de parte de nosotros a palabras legítimamente destinadas a conducir
la pastoral de A.L. Es importante que cada creyente se adhiera con espíritu de
obediencia a las orientaciones de nuestros obispos, como si fuera un eco de
las enseñanzas del Buen Pastor. El mismo texto reclama un obsequio de
nuestra fe. Por el trabajo aquí presentado no pretende analizar su contenido
teológico o en revisar el documento para ver cuáles elementos sirven o no.
Esta actitud estaría a la altura de un estudiante que está leyendo el trabajo de
algún colega e incluso de un alumno en un seminario, al cual se le debe
indicar cómo hacer mejor su tarea. Tampoco se debe utilizar palabra de índole
pesimista, tal como: "se hubiese hecho así". Esta actitud no es muy
conveniente, pues, crea una relación de desagrado al lector con el texto, y
debilita en él su ánimo creyente necesario. La idea primordial es que se
favorezca la apertura fundamental, y permitir así a los fieles recibir, con una
benevolencia obsequiosa, las palabras orientadoras del Documento de Santo
Domingo, y que los evangelizadores se dispongan con más ardor para cumplir
el trabajo de evangelizar.
En definitiva, el futuro de las conclusiones de Santo Domingo se juega en si el
magisterio de los obispos encuentra o no una respuesta creyente,
especialmente de los que tienen responsabilidades pastorales y pedagógicas
en el Pueblo de Dios. No podemos aceptar que en tan sólo tres años, se haya
quedado en el olvido la propuesta evangelizadora de nuestros obispos. El
proceso tiene que seguir, se debe acoger con alegría el programa de la Nueva
Evangelización, que se centra en la persona de Nuestro Señor Jesucristo,
como obra del Espíritu Santo y, de la voluntad del Padre.
II.5.2.3.
ETAPAS DEL PROCESO EVANGELIZADOR
La forma de esquematizar el proceso evangelizador, en nuestra práctica pastoral,
es:
Etapa Misionera
Kerigma
o
Primer Anuncio
Etapa
Catequética
Formación
permanente
de la fe
Reiniciación
Cristiana
145
Etapa
Apostólica
Construcción
del
Reino de
Dios
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 5
Breve explicación de las etapas:
Etapa Misionera: que tiene como finalidad poner los cimientos de la fe,
está constituida por:
o el primer anuncio o kerigma,
o y la reiniciación cristiana,
Etapa Catequética: cuyo objetivo es ofrecer un camino de crecimiento
integral, gradual y sistemático de la fe, encaminado a que el bautizado
pueda dar razón de su fe y vivir el seguimiento de Jesús al interior de
una comunidad menor;
Etapa Apostólica: que nace de la alegría de haber encontrado a Cristo
y que impulsa al discípulo a poner todo lo que es y lo que tiene al
servicio del Reino.
Descripción del sentido de cada una de estas etapas:
A. Primer Anuncio o Kerigma, se acepta a Jesús como Señor y Salvador
1. Es el anuncio fundamental de la salvación: "que Cristo murió por nuestros
pecados, según las Escrituras; y que fue sepultado; y que resucitó al tercer
día" (1 Cor 15, 3-4). "El amor no consiste en que nosotros hayamos amado a
Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo como víctima por
nuestros pecados. Hermanos queridos, si Dios nos amó así, también nosotros
debemos amarnos unos a otros" (1 Jn 4,1 0-1 1).
2. Esta proclamación conlleva una interpelación para aceptar a Jesús como
Salvador y Señor, cuyo fruto será la conversión inicial que continuará
profundizándose y haciéndose más consciente y comprometedora a lo largo
de la vida, meditando y asimilando el mensaje central de la fe. El testimonio
personal y el de la comunidad eclesial es su fundamento (EN 21.41.76.80; Rm
42-43).
3. Este anuncio es indispensable tanto en las tierras de misión, como en los
países católicos donde los niños son bautizados pequeños y se ha vuelto
urgente la Nueva Evangelización, en razón de que la fe de la mayoría de los
bautizados no se ha desarrollado.
4. Los medios para realizarlo son variados en su forma y su adaptación para
los diversos ambientes y clases de personas. Todas requieren el contacto
personal y el testimonio (MP 52-55).
146
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 5
B. Reiniciación Cristiana, la fe se personaliza
1. Es un proceso intensivo de evangelización que a través del conocimiento y
experiencia de las exigencias fundamentales de la vida cristiana, quiere
impulsar en los adultos su conversión y adhesión a Cristo, para que decidan
insertarse en la Comunidad Eclesial como miembros comprometidos.
2. La Reiniciación Cristiana se ubica en el proceso evangelizador entre el
anuncio del Kerigma, y la catequesis permanente. Es una propuesta de la
buena nueva en orden a una opción sólida de fe (DGC n. 62). Se pretende dar
una fundamentación y profundidad a la primera respuesta o adhesión
provocada por el kerigma. Este cimiento es vital para el crecimiento de la fe,
pues toma en cuenta: la profesión de fe, la celebración de los misterios, la
vivencia de los valores evangélicos, la experiencia y compromiso comunitarios.
3. Está constituida por la experiencia eclesial mediante la cual los principios
teológicos del Bautismo, Confirmación y Eucaristía, son percibidos y asumidos
vitalmente. Supone recorrer el camino de la conversión a través de la escucha
y meditación de la Palabra, la oportunidad de un cambio de vida. La Iglesia
ofrece a sus hijos que quieren tomar conciencia de las implicaciones de su
bautismo un itinerario hecho de instrucción, liturgia, oración, orientación, y
práctica de la caridad, hasta verlos convertidos en miembros conscientes y
comprometidos de la Iglesia (MP 61).
C. Catequesis permanente, crecimiento de la fe
1. Dentro de una comunidad menor, es la explicitación cada vez más
sistemática de la primera evangelización; es la iniciación en la vida de la
Iglesia y en el testimonio concreto de la caridad; es la acción eclesial que
conduce a las comunidades y a cada cristiano a la madurez en Cristo.
2. Es una etapa del "proceso de formación en la fe, la esperanza y la caridad
que informa la mente y toca el corazón, llevando a la persona a abrazar a
Cristo de modo pleno y completo. Introduce más plenamente al creyente en la
experiencia de la vida cristiana que incluye la celebración litúrgica del misterio
de la redención y el servicio cristiano a los otros" (MP 63-64).
Presenta lo más básico y lo más completo posible el mensaje de Jesús.
Favorece la amistad, la intimidad, la unión viva con Jesús.
Fomenta el conocimiento sapiencial del mensaje de Jesús.
Educa para celebrar la fe.
Forma en los criterios morales del Evangelio.
Ejercita en la oración personal.
147
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 5
Capacita para vivir en comunidad.
Sensibiliza y capacita para estar activamente presentes en la sociedad,
testimoniando a Jesús de obra y de palabra.
3. En este tiempo se va formando al nuevo creyente para:
Vivir según el Evangelio.
Ser Iglesia y vivir en comunidad.
Participar de forma comprometida en la misión de la Iglesia.
D. Apostolado, Construyendo el Reino de Dios
1. La Iglesia cumple su misión cuando sus comunidades y personas se
convierten, por su estilo de vida y de servicio, en signos de la presencia del
Reino, en testigos de la acción y presencia del Resucitado. Es una forma
intensa y sumamente creíble de misión. El testimonio de lo que se cree y se
vive es la maduración de la vocación bautismal en el cristiano. El servicio es la
expresión natural de su fe. Por esto podemos decir que el testimonio de la
caridad forma parte primera y principal del trabajo evangelizador de la Iglesia
(MP 75).
2. La primera responsabilidad de los laicos es la transformación del orden
temporal. Su tarea primera e inmediata no es la institución y el desarrollo de la
comunidad eclesial -esa es la función específica de los pastores-, sino la
animación cristiana del orden temporal (EN 70).
3. Significa ser un agente de cambio, un factor de transformación de la
sociedad en que vivimos. Es buscar que los valores del evangelio se vivan en
todas las estructuras humanas: familia, trabajo, colonia, ciudad, país, etc.
4. A su vez, los laicos pueden sentirse llamados o ser llamados a colaborar
con sus pastores en el servicio de la comunidad eclesial, para el crecimiento y
la vida de ésta, ejerciendo ministerios muy diversos. Estos ministerios
adquirirán un verdadero valor pastoral y serán constructivos en la medida en
que se realicen con un respeto absoluto a la unidad y a los artífices de la
unidad de la Iglesia. Laicos que dedican parte de su tiempo, de sus energías y
a veces, la vida entera al servicio de la misión (EN 73).
148
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 5
II.5.3. LA ACCIÓN PASTORAL
En el Antiguo Testamento
Yahvé es el Pastor de su pueblo (Cfr. Sal 23). A través de sus mediadores y
representantes (profetas, reyes y sacerdotes) realiza tres acciones pastorales:
Acción profética, que custodiaba la fidelidad a la Alianza y mantenía la
vinculación interna del pueblo.
Acción regia, realizada por los reyes para conservar la unidad y vinculación
externa y visible del pueblo mediante la práctica de la justicia-misericordia
Acción cultual, que vinculaba la vida del pueblo con Dios y celebraba los
acontecimientos liberadores de Yahvé
En el Nuevo Testamento
El Señor Jesús ha venido al mundo como el Buen Pastor (Jn10,1-28), aunque es
San Juan que presenta esta bella imagen del ministerio salvífico de Cristo, los
evangelios sinópticos ofrecen numerosos rasgos y actitudes que anuncian esta
alegoría (Cfr. Lc 15,4-7; Mt 18,12-14; 25,31-46)
Cristo es el Profeta de los tiempos nuevos (Mt 16,14; Jn 1,21), es la Palabra
misma de Dios hecha carne (Jn 1,14), es la realización de lo anunciado por los
profetas (Mt 4,13; Lc. 24,27)
Cristo es el Sacerdote que establece el culto de la Nueva alianza mediante el
ofrecimiento de sí mismo (Mt 26-27; Heb 9, 1-14)
Cristo es el Rey de los siglos ( 1Tim 1,17; Ap 17,14). Él es la verdadera autoridad
de la comunidad cristiana. Su autoridad la ejerce en el tiempo como diaconía
(servicio) y como acción del Buen Pastor.
Antes de subir al cielo confiere su función pastoral a la Iglesia a través del
ministerio apostólico de San Pedro (Jn 21,15-17)
La Iglesia encontrará en su seno la presencia de la función profética (Hch 11,27s;
13,1). La realizará conforme al encargo del Señor Jesús a través del servicio de la
Palabra.
La Iglesia realiza también la función sacerdotal, partiendo de la dimensión común
de este sacerdocio en todos los bautizados (1 Pe 2,5.9; Ap 1,6); pero
consolidándose progresivamente en el sacerdocio ministerial. El Nuevo
Testamento es testigo de los sucesores de los Apóstoles.
149
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 5
Finalmente la función regia es también ejercida por la Iglesia (Rm 5,17),
principalmente en el servicio (Mt 20,27s).
En la Iglesia: La Pastoral
Definición: Es la serie de realizaciones prácticas que los miembros de la Iglesia,
bajo la dirección de los pastores, van llevando a cabo para extender el Reino de
Dios. Son los Obispos los que "ejercen su gobierno pastoral sobre la porción del
pueblo de Dios que le ha sido confiada". (Lumen Gentium 23)
La Iglesia hace visible la acción redentora de Jesús y sus acciones pastorales
deben parecerse a las de Jesús Buen Pastor.
II.5.3.1.
LA PASTORAL ORGÁNICA
La Pastoral orgánica es la acción ordenada de todo el pueblo de Dios para
realizar la misión de la Iglesia: la evangelización integral, liberadora y promotora
de toda la persona, de todas las personas y de las culturas; en situaciones
históricas y sociales concretas que condicionan la comprensión y la realización
del propósito salvífico de Dios.
Las exigencias de la pastoral orgánica son:
El conocimiento de la realidad,
La planificación pastoral que racionalice las tareas de la evangelización
La descentralización pastoral que requiere de una precisa sectorización.
Las estructuras de la pastoral orgánica se basan en un plan global de pastoral, y
distintos niveles de acción pastoral. Estos son:
La Diócesis,
La Zona Pastoral,
El Decanato,
La Parroquia,
Las Comunidades Eclesiales de Base
La Familia.
El Consejo de Pastoral arroquial es otra estructura necesaria para la pastoral
orgánica.
La correcta y eclesial relación entre grupos, asociaciones, movimientos y
comunidades eclesiales garantizan el buen funcionamiento de estas estructuras.
150
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 5
Anuncio (Palabra), sacramento y testimonio están así omnipresentes en todo
el dinamismo de la evangelización. Anuncio, sacramento y testimonio, al igual que
son causa eficiente instrumental de la evangelización, también son, en otros
aspectos, causa ejemplar-formal y causa final. De la anterior práctica se
desprende la triple expresión pastoral de la Iglesia: Catequética, Litúrgica y
Social
Tareas de la Pastoral Orgánica
Las tres áreas son inseparables aún a pesar de que hacia afuera y hacia dentro
de la Iglesia haya esfuerzos de separar este trinomio del ser y quehacer eclesial.
"Nunca quizá como en nuestros días, había sido tan fuerte la tensión entre acción
pastoral y actividades temporales. Hay quienes exigen a la Iglesia que se dedique
sólo a la misión de predicar el Evangelio y administrar los sacramentos, al margen
de toda injerencia en los problemas sociales, económicos y políticos que agobian
al mundo. En contraposición, hay quienes le exigen que se olvide de su función
pastoral y se ocupe en una actividad puramente social, económica y política, por
la que se comprometa con las acciones de algunos grupos" (Conf. Episcopado
Mexicano Vol. 1 No. 966)
II.5.3.2.
PASTORAL CATEQUÉTICA
Es la acción con que la Iglesia transmite la Palabra en orden a despertar,
alimentar, desarrollar y madurar la fe. Anuncia el Reino de Dios, la Verdad, la Paz,
la Justicia, el Amor. Y denuncia la presencia del reino del mal: mentira, violencia,
injusticia, opresión, odio.
Comienza con el kerigma "porque la situación de los jóvenes y de los adultos
requiere una catequesis más kerigmática y más orgánica en su presentación de
los contenidos de la fe. Es el primer anuncio del Reino para motivar su aceptación
y la conversión a Cristo. Continúa con la catequesis, como proceso de formación
en la fe, la esperanza y la caridad que informa la mente y toca el corazón,
llevando a la persona a abrazar a Cristo de modo pleno y completo". (Ecclesia in
América, 64; Santo Domingo 41 y 49)
II.5.3.3.
PASTORAL SOCIAL
Es la acción de la Iglesia para hacer que vivamos la Verdad, la Justicia, la
Caridad…, en toda nuestra vida: en la economía, la política, la educación, la
familia, la recreación, la religión.
Proyecta las exigencias sociales de la fe y del Reino a las relaciones concretas y
estructuras sociales.
151
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 5
"Se trata no sólo de aliviar las necesidades más graves y urgentes mediante
acciones individuales y esporádicas, sino de poner de relieve las raíces del mal,
proponiendo intervenciones que den a las estructuras sociales, políticas y
económicas una configuración mas justa y solidaria". (Ecclesia in América, 18)
La Pastoral Social tiene su base en la Sagrada Escritura, en donde se inspira, al
mismo tiempo la doctrina social de la Iglesia donde el católico puede encontrar la
respuesta de la cual partir para buscar soluciones concretas. Difundir esta
doctrina constituye pues, una verdadera prioridad pastoral.
El objetivo de la Pastoral Social es:
Que el Reino de Dios se inicie aquí en la tierra.
Que se comprenda que la fe no es privada sino comunitaria.
Que se respete la dignidad de todos.
Que se haga realidad la opción preferencial por los más necesitados.
Que se respete el medio ambiente.
II.5.3.4.
PASTORAL LITÚRGICA
Con la acción litúrgica, Cristo y su Cuerpo que es la Iglesia, realiza la máxima
glorificación de Dios y la máxima santificación del hombre. Es el ejercicio del
Sacerdocio de Jesucristo en el que se celebran los misterios de la vida del
Salvador y de los cristianos conforme a la justicia, caridad y demás exigencias del
Reino. Su centro es el misterio pascual de Cristo celebrado en la Eucaristía y los
Sacramentos.
La íntima unión de la pastoral litúrgica con el anuncio del Evangelio y con la
práctica de la vida cristiana, logrará que los cristianos sean "luz del mundo" y que
por el testimonio de ellos todos los hombres den gloria a Dios. (Mt 5, 14-16)
II.5.3.5.
OTRAS ACCIONES PASTORALES
Pastoral Familiar
Pretende que el matrimonio se viva como "alianza de amor" y la familia sea
"Iglesia doméstica", "santuario del amor y de la vida", formadora de
personas, educadora en la fe, promotora del desarrollo integral. (Ecclesia in
América, 46)
Pastoral Juvenil
Busca lograr un encuentro consciente de los jóvenes con Cristo y su
maduración en la Fe, que los convierta en evangelizadores de los demás
jóvenes.
152
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 5
Otras Pastorales
Para atender a grupos o situaciones especiales existen otras pastorales
específicas de la salud, de la movilidad humana, penitenciaria, vocacional, de los
medios de comunicación, de la cultura, misionera…., las cuales es necesario
implementar de acuerdo a las urgencias de nuestra Iglesia particular.
Lectura
Complementaria
Fichas de lectura:
á Catecismo de la Iglesia Católica,
n.2654; 948; 2446
á CCE 1069-1072
á 1 Cor 10,17
Prácticas
2
Has un comentario
en el curso a cerca de
la acción pastoral: La
palabra, la comunión,
el servicio y la
liturgia.
1
Difunde en el curso
cual es el proceso de:
la acción misionera,
catecumenal.
.
153
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 6
UNIDAD
6
EL BOSQUE DE LOS SIMBOLOS
En las Unidades anteriores hemos visto qué es la comunidad cristiana en
sus elementos fundamentales: origen, naturaleza, misión, ministerios y
acciones de la comunidad. En esta unidad vamos a estudiar los símbolos,
¿qué son los símbolos?, su significado e importancia dentro de la iglesia y
su relación con Cristo; para tal efecto profundizaremos los siguientes
puntos:
Los signos externos
El símbolo en general
Símbolo sacramental
Cristo y los símbolos sacramentales
II.6.1. LOS SIGNOS EXTERNOS
A todo sacramento corresponde un signo simple y un contenido invisible, sobre
natural, espiritual. Vamos a explicar ahora lo visible y lo in visible de los
sacramentos y su relación recíproca. Lo perceptible de los sacramentos tiene a la
vez significación simbólico-demostrativa e instrumental-causadora.
II.6.2. EL SIMBOLO EN GENERAL
1. La palabra símbolo deriva de la griega “symballein” (reunir) y literalmente
significaba una señal convenida entre huéspedes amigos o entre las partes
de un contrato para reconocer; solía consistir en un objeto que se partía en
dos, por ejemplo, un bastón o un anillo, de forma que un extremo quebrado
podía demostrar su pertenencia a la otra parte y así justificar una
exigencia. En realidad se entiende por símbolo una expresión figurada y
visible de un proceso interno y espiritual o la presentación sensible de una
realidad invisible. El valor de un símbolo estriba no en lo que él es por sí o
en esencia inmanente, sino en su función indicadora y demostrativa que
trasciende su propio ser. La significación del símbolo tiene su origen en el
hecho de que toda la creación tiene valor simbólico, por ser la forma
expresiva del Dios invisible. Dios se ha representado en el mundo
analógicamente y en modo finito, de forma que pueda ser visto en su
poder y divinidad (Rom. 1, 20). Como el ser creado está construido por
154
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 6
grados que llegan desde la materia hasta los ángeles pasando por las
plantas, animales y hombres, su simbólica está también graduada.
El grado inferior sirve de expresión al superior respectivo. Así, por ejemplo,
el tender la mano es un símbolo de unión inferior y a la ves un medio de
que el yo del hombre se ofrezca al tú. En la palabra puede expresarse
formalmente esa unión: en el símbolo es representada. A la virtud simbólica
del mundo total y de las cosas en particular hay que añadir el simbolismo
sagrado-histórico, que no pertenece a la esencia de las cosas, sino que fue
instituido por Dios y concedido a la esencia de esas cosas. En ese sentido
San Justino vio en las instituciones viejo testamentarias símbolos de la
Nueva Alianza, ya que el AT representa anticipadamente al Nuevo y apunta
hacia él. Estas consideraciones demuestran que el símbolo pueda ser
entendido tanto en el sentido estático-óntico como en sentido dinámicofáctico. La eficacia y efectividad del símbolo es más amplia y profunda que
la de la palabra, porque el hombre capta el símbolo con todos los sentidos.
2. El símbolo se distingue de la alegoría porque es ésta el contenido espiritual
que corresponde al signo y objeto visible se determina caprichosamente y
por convención; por tanto, su significación no se comprende
inmediatamente (por ejemplo, la lechuza es alegoría de la sabiduría, de la
violenta de la humildad, la balanza de la justicia…); el símbolo, en cambio,
es por esencia la expresión natural, inmediata dentro de una determinada
comunidad y fácilmente comprensible de una realidad invisible que se
aparece y revela en él. Así las formas humanas de trato y cortesía son la
expresión natural, inmediata dentro de una determinada comunidad y
fácilmente comprensible de una realidad invisible que se aparece y revela
en él. Así las formas humanas de trato y cortesía son la expresión natural
del principio comunitario humano. El cuerpo con sus gestos y palabras es
la figura expresiva del espíritu. La virtud simbólica concedida por Dios a la
vez le trasciende. La teología dialéctica, sobre todo Karl Barth, no admite
ese simbolismo natural.
3. El simbolismo del cuerpo humano y de sus gestos puede ser corroborado y
aclarado cuando se refiere a un objeto extrahumano, que significa una
ampliación de la virtud simbólica del cuerpo hasta más allá de la propia
personalidad. Levantamos, por ejemplo, las manos hacia Dios. Pero
podemos subrayar este movimiento propio quemando incienso a la vez.
Juntamos las manos para simbolizar nuestro estar dispuestos a dejarnos
atar por Dios. Pero podemos también representar nuestra entrega por
medio de la vela que arde y se consume. Nos santiguamos para simbolizar
nuestra fe en Cristo crucificado y nuestra participación en su sacrificio de sí
155
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 6
mismo. Pero también nos hacemos imágenes de Cristo crucificado como
símbolo de nuestra comunidad con El. Cfr. R. Guardini, Von reiligen
Zeichen.
II.6.3. SIMBOLO SACRAMENTAL
Los símbolos sacramentales de la Iglesia cumplen el sentido de los símbolos
profanos. Pero se distinguen esencialmente de ellos en que no son sólo expresión
apropiada al objeto y determinada por él de una realidad invisible, intramundana,
sino que son además símbolos profanos en que están llenos de la realidad
invisible que se revela en ellos no son símbolos. No son símbolos vacíos, sino
saturados de realidad.
El simbolismo de los sacramentos no puede entenderse apoyándose en su ser y
sentido naturales; por ejemplo, el bautismo no puede entenderse perfectamente y
en toda su hondura por la naturaleza del agua como medio de limpieza, ni la
Eucaristía por la propiedad de alimento del pan y del vino. Los sacramentos
tienen más bien la virtud y fuerza de apuntar a la vida celestial hecha accesible
para nosotros en Cristo, no por razón de su propia naturaleza, sino en razón de
las palabras dichas sobre ellos por Jesucristo, que es lo que les presta una
significación celeste que supera esencialmente su sentido natural . Sólo en razón
de este contenido simbólico, creado en ellos por la palabra de Cristo, son capaces
de apuntar a la vida celestial. Sin la palabra de Cristo no podrían distinguirse de
los ritos de los mitos paganos que apuntan hacia la vida que transcurre en el ritmo
de la naturaleza. La palabra de Cristo, pronunciada sobre los elementos de este
mundo, es, por tanto, la norma primera y determinante según la cual debe ser
entendido el simbolismo de los sacramentos. Y como la palabra de Cristo sólo
puede ser vida en la fe y en la luz encendida por el Espíritu Santo, el simbolismo
de los sacramentos sólo puede ser entendido correctamente dentro de la fe.
II.6.4. CRISTO Y LOS SÍMBOLOS SACRAMENTALES
1. Los símbolos sacramentales son símbolos de Cristo y en consecuencia
signos de la fe.
No hay que olvidar, pues, que Cristo escogió para símbolos de la realidad
sobrenatural sólo las cosas que tienen una interna propiedad o afinidad
para ello. No fue casualidad el hecho de que escogiera para los
sacramentos sólo determinados elementos y no otros; agua, óleo, pan y
vino; tienen la aptitud de designar lo que deben designar según la voluntad
de Cristo. Santo Tomás de Aquino dice (Suma Teológica III, q. 64, art. 2):
“Las cosas sensibles tienen por naturaleza cierta aptitud para significar los
efectos espirituales; pero esa aptitud propia y natural es determinada a
significar algo concreto por institución divina. Esto es lo que dice Hugo de
San Víctor: “Los sacramentos significan algo por institución divina.” Y en
otro lugar añade: “Por donde así el Espíritu Santo determina que metáforas
156
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 6
han de emplear en ciertos lugares de la Escritura para significar cosas
espirituales, de igual modo se debe determinar por institución divina qué
cosas deberán emplearse para la significación en este o aquel
sacramento.”
Puede decirse que los elementos de este mundo están ordenados a a priori
y desde el principio a su función de símbolos sacramentales en virtud de la
voluntad creadora de Dios, ya que el proyecto divino del mundo es a priori
cristológico. Lo que significan las cosas visibles de la tierra se cumple en
Cristo en el pleno y definitivo sentido; Él es el verdadero pan, luz, la vida, la
vid de verdadera. Lo que es el para la vida natural, según su natural
significación, es Cristo para la vida sobrenatural. Las cosas en este mundo
son, pues, símbolos de Jesucristo; están ordenadas a Él y sólo logran su
plenitud de sentido cuando se hacen portadoras de una bendición sagrada.
Este hecho contradice la opinión de Karl Barth y de la teología dialéctica,
según la cual entre la naturaleza y la revelación hay una relación de
oposición y no de correspondencia. En realidad existe la relación de
analogía.
Tal relación es descubierta no por la razón natural, sino por la Revelación,
ya que aunque las cosas se ordenan a Cristo ocultan a la pura razón
natural su inmanente propiedad fundada e instaurada por Dios. Por tanto,
inmediatamente sólo podemos escudriñar el misterio del mundo y en él
vislumbrar la gloria de Dios; pero como por el pecado entró en el mundo la
confusión, puede ocurrir también que las cosas engañen y sugestionen al
hombre hasta dominarle con su poder de magia y hacerle creer que su
gloria es la gloria de Dios.
A las cosas ordenadas a Cristo en su dinámica sagrada y en su destinación
para signos y medios de la obra salvífica de Cristo les adviene la plenitud
real no por razón de su ser natural, sino por la poderosa palabra de Cristo,
que confió tal plenitud a su Iglesia. Solo la palabra de la fe puede llevar a
las cosas más allá de su naturalidad y de su simbólica natural; sólo esa
palabra las presta fuerza y virtud auténticamente trascendente. Cfr. San
Agustín, Sermón sobre el evangelio de San Juan, 26,17.
Si la fe es la medida para entender el signo visible, no puede ser
interpretado a capricho por la comprensión de los elementos naturales. No
se puede, por ejemplo, traspasar al ámbito de lo sobrenatural
2. Cristo podía escoger algunas de entre las cosas naturales para de
portadoras de salud, por es la Cabeza de la Creación, el señor y heredero
de los cosmos, su modelo; y escogió para portadoras y signos de vida
divina cosas decisivas. Son objetos en que se representa en cierto modo
resumidamente el sentido y la fuerza del cosmos. Tales cosas elegidas
tienen una relación con Cristo más íntima y viva que la tienen las demás;
157
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 6
son acogidas en el simbolismo e instrumentalidad de su naturaleza
humana de Cristo es, como ya dijimos, símbolo y medio de la gloria de
Dios operante en ella; la naturaleza humana de Cristo, sus gestos
acciones, las obras en ella realizadas revelan al creyente la gloria del amor
celeste.
En la naturaleza humana de Cristo podía verse la gloria del Hijo de Dios.
En el rostro de Cristo brillaba el esplendor de Dios. La naturaleza humana
sirvió al Hijo de Dios para sus obras salvadoras.
Ya durante su vida terrena incluyó Cristo en su obra salvadora ciertos
objetos distintos de su cuerpo, por ejemplo, en la curación de ciego de
nacimiento; subrayan y acentúan la significación simbólica de sus gestos
corporales; eran en cierto modo continuaciones y ampliaciones del
simbolismo salvador realizado en su naturaleza humana. Cristo determinó
algunos objetos como símbolos y medios de su voluntad salvífica ya para
siempre; y quedarán hasta el fin de los tiempos como portadores y
reveladores visibles del Cristo invisible; les toma en sus manos y mediante
ellos obra la salud; en ellos la voluntad salvífica de Dios toma su cuerpo en
figuras concretas en cuanto que la encarnación del amor de Dios ocurrida
en Cristo la actualiza dentro de la historia en determinadas
transformaciones. También en este sentido son los sacramentos signos de
Cristo.
3. Estos objetos que revelan el amor de Dios están bajo ley de toda la
Revelación: revela a Cristo velado y encubierto y solo los creyentes pueden
entenderlos como revelación de su amor; para los que no creen son
incomprensibles. Para quién no se entrega a Cristo, piedra de tropiezo y de
escándalo. El hombre autónomo e independiente se irrita y cree que es una
contradicción el que su salud eterna deba decidirse por cosas tan
insignificantes como el agua, el pan o el vino, que deba constituirse en un
aquí y un ahora, en un momento histórico. Ese unir la salvación a objetos
de la vida diaria le parece extraño, increíble e insoportable.
158
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 6
Lectura
Complementaria
Fichas de lectura:
á Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2419
á CCE 2284-2317; 2488-2503
á cf. LG 32; RM 71
á GS 23,1
Prácticas
Realiza las siguientes acciones:
2
Explica cuales son
las diferentes formas de presencia
pública de la
Iglesia.
3
Identifica cuales
son los espacios
sociales de la
misma.
1
4
Prepara tu informe
acerca de: La
presencia pública
como exigencia de
evangelización.
Elabora un documento
sobre los símbolos que
identificas en tu vida
diaria y presenta a
tu docente.
.
159
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 7
UNIDAD
7
LA IGLESIA CELEBRA SU FE
Con esta Unidad Didáctica entrarnos en el estudio de la segunda parte de este
texto, dedicada a la celebración cristiana y a los sacramentos. La celebración es
un elemento fundamental en la vida del hombre. También los hombres religiosos
han celebrado su fe con múltiples expresiones, para dar sentido profundo a su
vida. Esta acción celebrativa se llama liturgia.
La liturgia cristiana
La oración cristiana
El año litúrgico
II.7.1. LA LITURGIA CRISTIANA.
La celebración es un elemento fundamental en la vida del
hombre. Continuamente expresamos nuestros sentimientos
con gestos, símbolos y ritos. En algunas ocasiones de la vida,
la celebración reviste una solemnidad especial. También los
hombres religiosos de todos los tempos han celebrado su fe
con múltiples expresiones, para dar sentido profundo a su vida.
Esta acción celebrativa se llama liturgia.
II.7.1.1.
LA LITURGIA, CELEBRA LA FE
Todas las religiones de la tierra tienen su patrimonio litúrgico. En todas se celebra
la fe mediante ritos, como expresión del sentimiento religioso vivido y celebrado
en comunión con otros hombres.
Las religiones naturales, por ejemplo, celebran en su culto la grandeza del
cosmos, los ciclos de la naturaleza, la pequeñez del hombre ante la bóveda del
cielo, etc. Los ritos, en los que se desarrolla el culto de estas religiones, expresan
los sentimientos religiosos de gozo, estupor o dependencia que estas realidades
naturales provocan en los hombres.
160
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 7
La religión judía también celebra su fe, pero con un matiz muy peculiar. No
celebra como otras religiones, la manifestación divina en las realidades y
acontecimientos de la naturaleza. Para Israel su culto tiene una referencia
histórica. Celebra los grandes acontecimientos de su historia viendo en ellos la
intervención salvadora de Dios. Una intervención salvífica que se actualiza en la
celebración presente del acontecimiento pasado, transformándose así de
recuerdo en "memorial".
Es aquella que hace referencia a un acontecimiento histórico pasado, lo actualiza
en el presente y lo orienta hacia una realización plena en el futuro. Por ello la
Pascua judía (celebración religiosa más significativa de los judíos) es memorial de
un acontecimiento sucedido en el pasado, pero que se realiza en la actualidad de
la celebración: no sólo fueron liberados los hebreos que salieron de Egipto, sino
que Dios libera constantemente a los que celebran la Pascua aguardando al
Mesías esperado.
La Pascua, por ejemplo, es la celebración religiosa más significativa de los judíos.
En ella se expresa el gozo del pueblo por haber sido liberado de la tierra de
esclavitud, y haber sido conducido "con mano poderosa y brazo extendido" por un
inmenso desierto en el que es constituido como pueblo elegido (Ex 12,1-14). Israel,
al celebrar la fiesta de la Pascua, afirma que ese mismo Dios que actuó en el
pasado en favor suyo, sigue haciéndose presente en su pueblo de forma
salvadora.
Los escritos del Nuevo Testamento nos presentan a las primeras comunidades
reunidas celebrando su experiencia de encuentro con Jesucristo resucitado.
Como nos cuenta Hch 2, 42-45, en sus asambleas los cristianos escuchan las
enseñanzas de los Apóstoles, parten el pan, comparten los bienes y elevan a Dios
súplicas y oraciones.
Estas asambleas comunitarias se repiten donde quiera que surge un grupo de
creyentes en Jesús Resucitado. Antioquia (Hch 13, 2-3), Tróada (Hch 20,7), etc.
En todas ellas se celebra la presencia de Cristo entre los suyos, otorgándoles la
victoria sobre todo mal, dolor y muerte, mediante la vida de la Resurrección.
Memorial
Una acción memorial es aquella que hace referencia a un acontecimiento
histórico pasado, lo actualiza en el presente y lo orienta hacia una realización
plena en el futuro. Por ello, la Pascua judía es memorial de un acontecimiento
sucedido en el pasado, pero que se realiza en la actualidad de la celebración: no
solo fueron liberados los hebreos que salieron de Egipto, sino que Dios libera
constantemente a los que celebran la Pascua aguardando al Mesías esperado.
161
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 7
Cristo es el cumplimiento realizado en la Historia de Salvación y la liturgia
cristiana no puede hacer un memorial de alguien distinto de Cristo y de su obra,
es decir la Nueva y Eterna Alianza. Por tanto, el memorial que la acción litúrgica
realiza, hace presente la salvación en medio de los hombres de todos los
tiempos, en espera de su plenitud definitiva (escatológica).
Con el transcurso del tiempo, estas reuniones han mantenido su sentido
fundamental, aun cuando algunas formas se han modificado. Estos encuentros
celebrativos de la comunidad cristiana, en los que se agradece a Dios la salvación
otorgada en Cristo, son los que constituyen la Liturgia.
II.7.1.2.
LA LITURGIA REALIZA Y CONTINÚA LA OBRA SACERDOTAL
DE CRISTO.
La liturgia cristiana es continuación y actualización del culto perfecto que
Jesucristo tributó al Padre. Un culto que no se limita a un conjunto de acciones
piadosas, sino que es un ofrecimiento radical de todo lo que es su vida.
Jesús convierte toda su existencia en ofrenda, sacrificio, acción sagrada, al unir
su voluntad a la voluntad de su Padre del cielo. Por esto, podemos afirmar que en
la persona de Jesucristo se unen de manera singular el sacerdocio y la víctima, el
mediador y la ofrenda.
La comunidad cristiana reconoce a Jesucristo como el único y eterno sacerdote
que ofrece como sacrificio su cuerpo entregado y su sangre derramada, y cuya
oblación total se actualiza en la liturgia de la Iglesia.
II.7.1.3.
LA LITURGIA ES ACCIÓN DE LA IGLESIA Y EN LA IGLESIA
La entrega incondicional y absoluta de Jesús culmina en la Resurrección; por ella
el Padre acepta la vida ofrecida de su Hijo y le glorifica por encima de todo poder
y reino. La Iglesia cuerpo de Cristo, participa de la victoria de su Cabeza; el Hijo
comunica al nuevo pueblo de Dios su propia vida, por medio del Espíritu Santo.
De esta manera, toda la vida de la Iglesia se transforma por medio de Cristo en
ofrenda, en culto. Los miembros de la comunidad cristiana, por el bautismo se
integran en el pueblo sacerdotal, participando así del sacerdocio de Cristo y
ofreciendo por Él, con Él y en Él su propia vida al Padre.
162
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 7
El culto cristiano, pues, no queda reducido a un entramado de actos litúrgicos,
sino que abarca toda la vida de la Iglesia que, en Cristo se ofrece al Padre, fin de
la liturgia y que se expresa a través de los símbolos litúrgicos.
II.7.1.4.
LA LITURGIA SE EXPRESA A TRAVÉS DE SIGNOS
La liturgia cristiana se expresa por medio de un conjunto de signos-simbólicos con
diferentes naturalezas y significados: personas, gestos, objetos, lugares, tiempos,
etc. Estos signos- simbólicos expresan la presencia de Dios en la vida del
hombre, así como la respuesta que éste da a la acción de Dios en su vida. Son
mediaciones del encuentro de Dios con el hombre y del hombre con Dios, por
Cristo en el Espíritu.
Los signos de la liturgia pertenecen a la categoría de los símbolos, pues nos
hacen participar de la salvación realizada en Jesucristo.
No son simples actos mágicos, sino que su celebración carece de sentido cuando
no se experimenta en la existencia personal y comunitaria la salvación otorgada
por Jesucristo a todos los hombres y que es hecha presente actualmente por la
Iglesia. Ahora se comprende la necesidad que tiene todo aquel que quiere
celebrar un sacramento de ser iniciado en el lenguaje de los símbolos que
celebran y expresan nuestra fe. Esta paulatina introducción debe realizarse
mediante los procesos catequéticos y catecumenales.
¿Qué es un signo?
Las personas expresamos a través de signos nuestros sentimientos: lloramos
cuando estamos tristes, sonreímos para expresar la alegría, abrazamos para
mostrar el cariño, etc. Muchos signos surgen de la convención o el acuerdo entre
las personas: los colores que identifican la bandera de una nación, el logotipo de
una empresa, señales de circulación...
En esta relación evidente entre significante y significado se fundamenta el signo
que podemos definir como toda la realidad que nos lleva al conocimiento de otra.
A esta definición de signo de carácter más general, conviene aportarle un par de
precisiones:
Muchos signos surgen de la convención o el acuerdo entre las personas:
los colores que identifican la bandera de una nación, el logotipo de una
empresa, señales de circulación...
Otros signos, tienen en su misma naturaleza una referencia a otra realidad,
sentimiento o experiencia: el agua evoca limpieza, vida, anegamiento... A
estos últimos les llamamos símbolos.
Significado de símbolo
163
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 7
Todo gesto acción humana o realidad que expresa y hace presente una
experiencia profunda, un sentimiento, una situación. Su especificidad hace que
todo símbolo tenga las siguientes características:
Los signos de la liturgia pertenecen a la categoría de símbolos, pues nos hacen
participar de la salvación realizada en Jesucristo.
No son simples actos mágicos, sino que su celebración carece de sentido cuando
no se experimenta en la existencia personal y comunitaria la salvación otorgada
por Jesucristo a todos los hombres y que es hecha presenta actualmente por la
Iglesia.
Estos símbolos que expresan la vida cristiana tienen cuatro cualidades
fundamentales:
Hacen presente el amor inquebrantable de Dios, que se manifiesta de forma
salvadora en la historia de los hombres
Son memorial de Jesús de Nazaret, el Cristo, de sus hechos y palabras,
a través de quien el Absoluto se hizo "Dios con nosotros"
Son primicias del Espíritu, anticipo de la plenitud que nos aguarda,
hecha presenta en la glorificación de Jesús de Nazaret.
Son acciones de la Iglesia que conducen a cada cristiana y a toda
comunidad a ser coherentes con lo que celebran, tratando de vivir las
actitudes del Reino.
II.7.1.5.
LOS SACRAMENTOS CRISTIANOS
El término sacramento ha tenido, en el transcurso de la historia de la Iglesia,
diferentes acepciones. Esto hace que se haya convertido en un término equívoco
que conviene precisar con cuidad. En general, en un sentido amplio, podemos
decir que sacramento incluye toda realidad visible por la que Dios comunica su
vida, que es salvación, a los hombres.
Cristo, Sacramento del Padre
Conviene recordar que el término sacramento (sacramentum en latín) es la
traducción de la palabra griega mysterion (misterio). San Pablo emplea este
término griego para designar el proyecto salvador de Dios. Un proyecto que va a
realizarse primordialmente a través de Cristo, y cuyo desarrollo se mantuvo oculto
en Dios durante largo tiempo (Col 2, 2-3,25)
164
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 7
Toda la acción de Dios para salvar a los hombres llega a su culminación cuando
el hijo es rechazado y hecho pecado y maldición en el árbol de la cruz. A través
de esta muerte, el Padre otorga a su Hijo la vida, y por él, con él y en él, comunica
la salvación a todo el género humano.
El momento final será la restauración definitiva del universo, la nueva Creación en
la que Cristo someterá todo a los pies del Padre, una vez aniquilada la muerte.
"En Cristo, el Dios invisible e inaccesible se hace cercano "El que me ve a mí,
está viendo al Padre" (Jn 14,9); es la única realidad que expresa cabalmente lo
que Dios es (Jn 1,18) y la que asume en plenitud la experiencia que de Dios
puede tener el hombre. De ahí que podamos afirmar que Jesucristo es el
sacramento por excelencia, el sacramento primordial, del que beben todas las
demás realidades sacramentales"
La Iglesia, Sacramento de Cristo
Cuando Jesús pasa de este mundo al Padre, se hace necesario otro lugar de
encuentro con Dios, donde el hombre pueda participar de su salvación. Ese lugar
lo va a ocupar la comunidad, el grupo de los que creen en Él (Jn 17, 18-19). Él se
irá, pero nos enviará su Espíritu (Jn 16,7ss) que nos lo hará presente hasta el final
de los tiempos (Mt 28,20).
En el espacio de tiempo comprendido entre la ausencia física de Jesús y su
venida al final de los tiempos, la Iglesia continúa haciendo presente entre los
hombres la acción salvífica de Dios en Cristo. La Iglesia cuerpo de Cristo a quien
alcanza en su totalidad la vida divina: todos los bautizados y los que participamos
en la misma mesa somos miembros de un cuerpo cuya cabeza es Cristo.
La Iglesia es, por lo tanto, la presencia salvífica de Cristo en la historia, la
comunidad escatológica de la salvación. Así se auto comprendió en sus
comienzos, como aparece a lo largo del libro de los Hechos de los apóstoles. Y
por eso, el Concilio Vaticano II la describe como sacramento o signo. Hasta que
Jesús vuelva, la Iglesia es, en el mundo, Sacramento Universal de Salvación.
Esto hace que lo visible de la Iglesia, es decir, sus estructuras, sus instituciones,
su palabra, su presencia en el mundo, etc. ha de transparentar la vida de la que
es portadora.
Todo sacramento debe ser comprendido desde la sacramentalidad de la Iglesia.
Si la Iglesia es esencialmente un pueblo unido, una comunidad de creyentes, todo
sacramento tiene una dimensión comunitaria y su celebración ha de significar una
experiencia comunitaria.
165
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 7
Los sacramentos de la Iglesia son acciones simbólicas del acontecimiento
salvador de Jesucristo: Él, que es sacramento del Padre, comunica a la Iglesia su
propia vida en el Espíritu, convirtiéndola en sacramento suyo en la historia.
Los siete Sacramentos de la Iglesia
Jesús anuncia con palabras y gestos la llegada del Reino de Dios, y así algunas
mujeres y hombres de su tiempo perciben en Él al Mesías prometido, al Ungido
de Dios que trae la salvación a todos los pueblos.
Los gestos y palabras de Jesús persisten en los sacramentos que la Iglesia
celebra y con los que se nutre y alimenta. Estos siete sacramentos fueron
instituidos por Cristo y son: Bautismo, confirmación, Eucaristía, Penitencia, Unción
de los enfermos, Orden sacerdotal y Matrimonio.
Los siete sacramentos corresponden a todas las etapas y todos los momentos
importantes de la vida del cristiano: dan nacimiento y crecimiento, curación y
misión a la vida de fe de los cristianos. Hay aquí una cierta semejanza entre las
etapas de la vida natural y las etapas de la vida espiritual.
II.7.2.
LA ORACIÓN CRISTIANA.
La oración es algo común a todas las religiones; en ella se expresa de una forma
clara la conciencia que tiene el hombre de limitación y finitud y de dependencia
del Absoluto.
Aunque la oración bien puede surgir desde el sentimiento de temor, ansiedad ante
un peligro, o deseo de alcanzar determinado bien material, sería reduccionista
encuadrar en esta perspectiva toda la oración no cristiana. Por el contrario,
parece honesto señalar que toda actitud orante conlleva un deseo de unión con el
Absoluto, un deseo de comunión con la divinidad a la que el ser humano se siente
remitido.
Israel podría definirse con la expresión, ya clásica, de ser "un pueblo que sabía
orar". Esta profunda experiencia orante se refleja de manera singular en los
salmos y en los diferentes cánticos e himnos que aparecen en la Biblia.
El pueblo judío dirige su oración al Dios de la creación, pero insiste de una forma
preponderante en el Dios que se hace presente en su historia y que actúa
166
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 7
salvando. La relación entre Dios y su pueblo se expresa de maneras diferentes:
ofrendas, sacrificios, invocaciones, gestos corporales, etc.
Todo momento es apto para dirigirse al Dios y Señor de Israel, aunque hay
lugares y tiempos sagrados por excelencia. Las fiestas judías siempre tienen el
carácter de memorial, es decir, de actualización de una acción salvadora de Dios
en favor de su pueblo.
Jesús nació en el seno de este pueblo y bebió de su tradición orante. Al leer con
atención el Nuevo Testamento descubrimos con sorpresa cómo los cánticos y
expresiones de las primeras comunidades cristianas evocan la oración y las
expresiones del Antiguo Testamento.
Los evangelios presentan a Jesús como el orante por excelencia, que enseña a
sus discípulos a orar con perseverancia, humildad y constancia, en lo oculto,
confiadamente, al Padre. Culmen de esta enseñanza de Jesús, y culminación
también de la oración del Antiguo Testamento, es el Padre Nuestro, en el que se
marca la profunda relación que el cristiano tiene con el Absoluto a quien se dirige
como Padre.
Los cristianos, cuando se reúnen en oración, tienen conciencia de que no es su
corazón o sus deseos, su propio interior, el que se dirige a Dios, sino que es el
mismo Espíritu de Jesús quien realiza en medio de ellos el milagro de la oración.
II.7.2.1.
FUENTES DE LA ORACIÓN
La fuente principal de la oración cristiana es la Biblia. En ella se contiene la
Palabra de Dios, de la que los cristianos se alimentan por una lectura asidua y
continuada.
La Palabra de Dios habla al corazón de cada cristiano y cada comunidad,
interpelando y provocando una actitud de respuesta. En la Biblia existen
diferentes textos oracionales; de entre ellos debemos destacar los salmos y el
Padre Nuestro:
Los salmos: compuestos por fieles israelitas inspirados por Dios, son la
expresión de una oración, unas veces personal y otras comunitarias, que
brota de la experiencia de Dios del Pueblo de Israel. Los salmos expresan
los sentimientos del hombre que se dirige a Dios con angustia,
arrepentimiento, confianza, gozo, etc. en circunstancias fundamentales de
su vida, expresando sus actitudes básicas ante Dios (adoración, súplica,
acción de gracias...)
167
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 7
Los cristianos continúan orando con los salmos y descubren en ellos
la voz de Cristo, su Señor, entremezclada en su propia experiencia de
hombres.
Padre Nuestro: es la cima de la oración bíblica. Profundamente ligada a
ella y desde ella, Jesús enseña la oración del Padre Nuestro a sus
discípulos. En ella se concreta lo mejor de la experiencia cristiana, siendo
oración normativa para todas la Iglesia.
II.7.2.2.
MODALIDADES DE ORACIÓN
La oración cristiana se puede realizar, fundamentalmente de dos maneras: en
privado y públicamente. Es preciso señalar que en ambas modalidades se
salvaguarda el ámbito comunitario, ya que nunca un cristiano ora solo, sino en el
seno de la comunidad cristiana.
La oración privada e individual que el cristiano eleva a Dios en el campo o en la
calle, cuando trabaja o descansa, en el templo o en su habitación, es una oración
hecha a Dios por Jesucristo, impulsado por el Espíritu, como miembro vivo de la
Iglesia.
Los cristianos comenzaron muy pronto a orar juntos a Dios en comunidad. La
expresión más importante de esta oración pública y litúrgica es la Liturgia de las
Horas. A través de ella, la iglesia se dirige a dios todos los días, en su inicio,
alabando a Dios(Laudes) y cuando termina (Vísperas), dándole gracias.
Liturgia de las Horas: (antes llamada Oficio Divino o Brevario), es una celebración
litúrgica que se realiza en diversos momentos de la jornada, destacando por su
importancia las Laudes y las Vísperas, oraciones de la mañana y de la tarde
respectivamente. Su estructura es como sigue:
Se canta un himno
La salmodia: compuesta por dos salmos y un cántico (del Antiguo
Testamento por la mañana, y del Nuevo por la tarde.
Lectura breve de la Palabra de Dios
Cántico evangélico: en Laudes, el cántico de Zacarías (Lc 1, 67-79), en
Vísperas, el Magnificat (Lc 1, 46-55)
Preces, Padre Nuestro y oración.
168
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 7
La oración litúrgica es considerada como la oración de la Iglesia, realizada en
nombre de la Iglesia y con la Iglesia.
II.7.2.3.
ACTITUDES DE LA ORACIÓN
No todo lo que llamamos oración lo es realmente: fantasías, deseos,
ilusiones, proyecciones psicológicas pueden tomarse por auténtica oración.
A la oración cristiana la identifican las siguientes actitudes:
Escucha de la Palabra de Dios: Dios inicia el diálogo con el hombre. Lo
establece, revelando su ser y dando sentido a la historia. Por ello es
preciso que el ser humano acoja la Palabra que Dios le ofrece y responda
en consecuencia. No tiene sentido dirigir a Dios nuestra oración sin haber
escuchado antes su palabra.
La Liturgia de las Horas (antes llamada Oficio Divino o Breviario), es una
celebración litúrgica en la que Cristo asocia a la Iglesia en su coloquio con
el Padre. Fundamentada en el consejo de Jesús y de los apóstoles,
"conviene orar siempre", contribuye a santificar la existencia, tanto
personal como eclesial, haciendo presente en la historia el misterio de la
salvación.
Se realiza en diversos momentos de la jornada, destacando por su
importancia las Laudes y las Vísperas, oraciones de la mañana y de la
tarde respectivamente.
El significado de las Laudes es doble:
- por un lado santifican el día
- y por otro, hacen memoria de la resurrección de Cristo.
Las Vísperas tienen lugar cuando se pone el sol, y son tres sus
motivaciones:
- la acción de gracias por la jornada;
- la memoria de la redención;
- la esperanza de la vida eterna.
La estructura de Laudes y Vísperas es como sigue:
- Apertura de la celebración mediante la frase "Dios mío ven en mi auxilio",
a la que se responde con "Señor date prisa en socorrerme " y el Gloria.
- A continuación se canta un himno.
- La salmodia: compuesta por dos salmos y un cántico (del Antiguo
Testamento por la mañana y del Nuevo Testamento por la tarde).
- Lectura breve de la Palabra de Dios.
- Cántico evangélico: en Laudes, el cántico de Zacarías (Le 1,67-79), en
Vísperas, el Magníficat (Le 1,46-55).
- Preces, Padre Nuestro y oración conclusiva..
169
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 7
No tiene sentido dirigir a Dios nuestra oración sin haber escuchado antes
su Palabra. Por esto, en todo momento de oración la Iglesia se reserva un
espacio privilegiado para la escucha y la meditación de la Palabra. No hay
auténtica oración cristiana si no se toma como punto de referencia la
Palabra de Dios.
Agradecimiento y adoración. Actitud de agradecimiento y adoración por
todo lo que Dios es y realiza. Esto se descubre a la luz de su Palabra,
provocando un sentimiento de alegría y libertad que se plasma en la
adoración extasiada y agradecida.
Súplica: El ser humano se dirige a Dios suplicando, pidiendo, invocando.
Aquí sigue el ejemplo de Jesús que suplica a Dios en la angustia y propone
que sus discípulos pidan con confianza al Padre del cielo.
Arrepentimiento y ofrecimiento: actitud de arrepentimiento y de ofrecimiento
que supone la condición pecadora del orante y su deseo de transformación.
Por eso, desde los salmos e invocaciones de perdón ("Señor ten piedad")
resalta la santidad divina y la propia fragilidad. Al tiempo, ofrece su vida
para que en ella se realice la voluntad de Dios, actitud que se expresa
verbalmente a través del Amén (ciertamente, con toda seguridad)
Intercesión: La intercesión u oración por los otros, es otra actitud presente
en la oración cristiana. La súplica por los otros hace de la comunidad en
oración sacramento de la humanidad y la compromete en relación con las
personas y situaciones por las que intercede.
II.7.3. EL AÑO LITÚRGICO.
Cada día es para el cristiano motivo de fiesta ya que en él se realiza la liberación
obtenida por Jesucristo, sin embargo, los seres humanos estamos sujetos al
espacio y al tiempo y precisamos momentos privilegiados que nos hagan apreciar
el valor profundo de la existencia cotidiana. Aquí se encuentra la razón de ser del
año litúrgico.
"Mediante el año litúrgico, la Iglesia quiere que cada cristiano, personalmente, y
toda la comunidad, eclesialmente, vayan penetrando lenta, constantemente en los
diferentes aspectos del Misterio Pascual de Cristo."
Para el Vaticano II, el Misterio Pascual ocupa el centro del año litúrgico cristiano, y
el domingo, como celebración semanal de la Pascua, es la fiesta primordial.
El año litúrgico tiene un valor pedagógico indudable en la medida que permite
penetrar sucesivamente en los diferentes aspectos de la salvación cristiana. Sin
embargo, tampoco puede negarse que es difícil que su presencia sea asumida en
las comunidades cristianas en medio de un cierto ambiente secularista.
170
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 7
Por todo esto, parece importante recuperar el año litúrgico mediante una mayor
incorporación de toda la comunidad cristiana a su celebración a través de
momentos que sean subrayados; por ejemplo, celebraciones comunitarias de la
penitencia tanto en Adviento como en Cuaresma, vigilias que subrayen
Pentecostés, o el cuidado y preparación de las celebraciones pascuales o
navideñas.
Así mismo, cada vez parece más necesario vincular la celebración de los
sacramentos de la iniciación cristiana (Bautismo, Confirmación y Eucaristía) a los
tiempos litúrgicos de Cuaresma (preparación) y Pascua (celebración).
II.7.3.1.
DEFINICIÓN.
La Liturgia es el culto ofrecido a Dios, por medio de Cristo y su Iglesia. La
celebración del misterio cristiano, se realiza a través del tiempo, cada año se
conmemoran los principales acontecimientos de la intervención de Dios y su
salvación en la historia del hombre.
Dios ha entrado en la historia humana para realizar un plan de salvación que
culmina en la Muerte y Resurrección de Cristo; Dios --Jesucristo-- ha entrado en
el tiempo del hombre y lo ha santificado. El hombre, por tanto, celebra cada año,
los acontecimientos de la salvación que trajo Jesucristo.
El Año Litúrgico es la celebración - actualización del misterio de Cristo en el
Tiempo; es decir, la celebración y actualización de las etapas más importantes del
desarrollo del plan de salvación de Dios para el hombre. Es un camino de fe que
nos mete progresivamente en el misterio de la salvación; que los cristianos
recorremos para realizar en nosotros este plan divino de amor que apunta a que
todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad (1 Tm
2,4). Quien ha estudiado la historia de salvación, comprenderá la importancia del
Año Litúrgico en su caminar hacia el Padre.
El eje sobre el cual se mueve el Año Litúrgico es la Pascua. Por lo tanto la
principal finalidad consiste en acompañar gradualmente al hombre hacia una
conformación auténtica de Cristo, muerto y resucitado.
El Año Litúrgico no puede ser un calendario de fechas que se recuerdan con
cierta solemnidad, sino un camino de fe; camino que se ha de recorren como en
"espiral", creciendo en la fe cada año, con cada acontecimiento celebrado;
creciendo en el amor a Dios y a los hermanos; creciendo en seguir y parecerse
cada vez más a Cristo hasta llegar a configurarse con Él, -el hombre perfecto-.
171
Dossier: Iglesia y Sacramentos
II.7.3.2.
UNIDAD 7
LOS TIEMPOS DEL AÑO LITÚRGICO
El tiempo de Adviento:
Cubre las cuatro semanas que preceden a la celebración de la Navidad. El
adviento contiene un mensaje de esperanza en el Señor que viene, así
como una llamada a la vigilancia para ir acogiendo el Reino de Dios en
nuestra vida, en la espera de su plenitud escatológica. El color litúrgico es
el morado.
El tiempo de Navidad:
Se extiende desde el 25 de diciembre (Nacimiento del Señor) hasta el
domingo después del 6 de enero, día en que se celebra la fiesta del
Bautismo del Señor. El 6 de enero se celebra la solemnidad de la Epifanía.
Tanto la Navidad como la Epifanía conmemoran el acercamiento decisivo
de Dios a los hombres en Jesús, el Emmanuel (Dios con nosotros). A lo
largo de este tiempo el color litúrgico es el blanco.
El tiempo de Cuaresma:
Prepara la celebración de la Pascua de Resurrección. Comienza el
Miércoles de Ceniza y termina en el Triduo Pascual. Es un período de
purificación y rectificación de la conducta que ha de vivirse desde una
perspectiva bautismal y un objetivo penitencial. El morado es el color
predominante, aunque el rojo se emplea en el Domingo de Ramos.
El Triduo Pascua:
Es la culminación de todo el año litúrgico. Comienza con la Misa vespertina
de Jueves Santo, en que se conmemora la Institución de la Eucaristía y del
Sacerdocio en la Ultima Cena de Jesús. Su color es el blanco. El Viernes
Santo, la Iglesia celebra la pasión y muerte del Señor; el color litúrgico es el
rojo. Tras la meditación de estos misterios el Sábado Santo junto al
sepulcro de Jesús, la Iglesia concluye el Triduo Pascual en la Noche Santa
del sábado al domingo, con la celebración de la Vigilia Pascual y la
solemnidad del domingo de Resurrección. La alegría del triunfo de Cristo
se expresa con el color blanco.
El tiempo de Pascua:
Es el período de cincuenta días que se inicia con la Octava de Pascua y
termina el domingo de Pentecostés, que conmemora el envío del Espíritu
Santo a la Iglesia. Desde antiguo, los cristianos celebraron estos cincuenta
días como si fuera un gran domingo. Se caracteriza por el color blanco de
los vestidos litúrgicos y por la presencia del cirio pascual encendido en
172
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 7
todas las celebraciones. En el domingo de Pentecostés el color litúrgico es
el rojo.
El tiempo ordinario:
Cubre el resto del año litúrgico y es el período mas largo del mismo. Las
semanas de este tiempo se orientan, sobre todo, a la celebración del
domingo. La celebración dominical del Resucitado sirve al cristiano para
hacerse cargo de que el Señor está con su iglesia siempre hasta el fin de
los tiempos. En el último domingo de este tiempo tiene lugar la solemnidad
de Jesucristo, Rey del Universo. A lo largo de este tiempo, el color que
predomina es el verde.
II.7.3.3.
TIEMPOS FUERTES
Este itinerario de fe, que acompaña en forma progresiva al cristiano hacia la
vivencia auténtica de Cristo, tiene varias etapas:
1. Una preparación en el Adviento, como tiempo de despertar en la fe en
vista del encuentro con el Señor.
2. Una aceptación de Jesús Salvador en la Navidad y mayor conocimiento de
Él, mediante el estudio y la meditación.
3. Una purificación personal durante la Cuaresma para llegar a la vivencia
pascual de Cristo Muerto y Resucitado.
El vértice de todo es la Pascua, con el gran triduo de la Vigilia Pascual, que mete
al hombre en el misterio principal de nuestra Redención: la Resurrección de
Jesús.
La celebración de la Pascua dura cincuenta días, precedida por cuarenta días de
preparación, -cuaresma- terminando con la efusión del Espíritu Santo en la fiesta
de Pentecostés.
Estos son los llamados "tiempos fuertes" del Año Litúrgico. Además hay otras
treinta y cuatro semanas que constituyen el llamado Tiempo Ordinario o Común.
En este tiempo no se celebra ningún aspecto concreto del misterio de Cristo, sino
que se procura profundizar el sentido del conjunto de la Historia de Salvación,
sobre todo a través de una contemplación continua y fundamentalmente
cronológica del mensaje bíblico vivido en su desarrollo progresivo.
II.7.3.4.
OTRAS FIESTAS
En el Año Litúrgico existen otras celebraciones mucho más conocidas por el
pueblo y que tienen su importancia aunque en forma secundaria respecto de las
173
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 7
anteriores. Son fiestas en las que se celebra a la Virgen María y a algunos santos;
están íntimamente relacionadas al misterio pascual: la Virgen María es el fruto
más espléndido de la Redención, y de los demás santos la Iglesia proclama el
misterio pascual cumplido en ellos.
No son fiestas ajenas a Cristo o que distorsionan la religiosidad del pueblo, sino
que son de ayuda para comprender y vivir el misterio pascual de Cristo, por el
cual ha llegado a nosotros la salvación.
Cristo, al fundar la Iglesia, la entregó a los apóstoles y a sus descendientes para
que se ocuparan de su crecimiento, dándoles los mismos poderes que el Padre le
había otorgado a él: "Como el Padre me envió, también yo os envío" (Jn
20,21). Por eso, las celebraciones litúrgicas que ahora tenemos en el transcurso
de un año, no son de institución inmediata de Cristo, sino fruto de su actuación
por medio de la Iglesia.
Desde un principio la Iglesia empezó a honrar la memoria de los cristianos que
habían ofrecido la vida para testimoniar su fidelidad a Cristo. Teológicamente el
culto a los mártires está relacionado con el Misterio Pascual de Cristo. San
Jerónimo, en el año 404 escribía: "Honramos las reliquias de los mártires para
adorar a Aquel de quien son mártires".
II.7.3.5.
PROCESO HISTÓRICO
Hubo un proceso histórico para que el Año Litúrgico quedara formado como ahora
lo conocemos.
Cuando los Apóstoles comenzaron su predicación, lo hicieron en torno a la
Resurrección del Señor –la Pascua- este acontecimiento histórico y trascendente:
"Cristo, quien fue entregado por nuestros pecados, y fue resucitado para nuestra
justificación" (Rom 4,25); era lo que los apóstoles anunciaban a la gente, junto
con las enseñanzas y vida de Jesús. La Pascua para los cristianos es fiesta no de
un día de la semana, sino de toda la vida.
Según datos históricos, la celebración de la "Cena del Señor", que es la
actualización del Sacrificio de Cristo, era cotidiana para los primeros cristianos
(Cf. Hch 2,42-46; 5,42), aunque también era semanal, que no coincide con el
sábado de los judíos, sino con el primer día de la semana, día de la Resurrección
del Señor (Cf. 1Cor 16,2; Hc 20,7).
Lo que antes se le denominó "Primer Día de la Semana", luego se le llamó "Día
del Señor" o "Domingo" (Cf. Ap 1,10) En otros idiomas se le llama "Día del Sol",
esto es histórico también, pues se encuentra en el año 165, que le llamaban así
porque en la Creación, con el Sol se disipan las tinieblas, igual que con la
Resurrección de Jesús se disipan las tinieblas de la muerte.
174
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 7
La tercera etapa consiste en la celebración anual de la Pascua. La primera
pascua anual se celebró en Jerusalén hacia el año 135. En Roma se inició esta
celebración solemne unos treinta años después.
Al final del siglo III, el día de Pascua se prolonga con un período de cincuenta
días. Como una fiesta tan grande exigía una preparación, así como el Domingo
tuvo una preparación en las vísperas (vigilia), también la celebración grande de la
Pascua tuvo su tiempo de preparación en la Cuaresma.
Anunciar y exaltar la Resurrección del Señor, llevó a los primeros cristianos a una
mejor comprensión del misterio de la salvación. Comprendieron que para llegar a
la Pascua, fue necesario toda una vida que tuvo un inicio en el tiempo. Por lo que
se comenzó a conmemorar en torno a la Pascua, la fiesta de la Navidad –el
nacimiento de Jesús-.
Las celebraciones de las fiestas de Navidad y Epifanía, tuvieron sus orígenes en
el siglo IV. Y, como sucedió para la Pascua, se sintió la necesidad de un tiempo
de preparación que se llamó Adviento. Este período anterior a la fiesta de
Navidad, aparece en Roma a mediados del siglo VI. Más adelante este tiempo de
preparación se perfiló como un tiempo de espera, como una celebración solemne
a la esperanza cristiana abierta hacia el Adviento último del Señor, al final de los
tiempos.
II.7.3.6.
ESQUEMA DEL AÑO LITURGICO
NAVIDAD
Adviento
4 domingos
25 diciembre – 6 enero
Domingo siguiente al 6 enero
Lunes siguiente
Navidad
Epifanía
Tiempo Ordinario
2 domingos
1 domingo
5 a 9 semanas
Miércoles de Ceniza
Cuaresma
40 días
Vigilia Pascual
3 días
Centro del Año Litúrgico
Domingo de Resurrección
PASCUA
50 días
Siguiente domingo
Pentecostés
1 semana
Siguiente domingo
Tiempo Ordinario
21
a
semanas
Último Domingo Ordinario
Cristo Rey
Término del
Año Litúrgico
Jueves
Santo
Santo
a
Sábado
EPIFANIA
CRISTO REY
Inicio del Año Litúrgico
ADVIENTO
TIEMPO
ORDINARIO
TIEMPO
ORDINARIO
CUARESMA
175
PASCUA
25
PENTECOSTES
VIGILIA PASCUAL
Dossier: Iglesia y Sacramentos
II.7.3.6.1.
UNIDAD 7
ADVIENTO
1. SIGNIFICADO DEL ADVIENTO:
Al celebrar la Iglesia el Adviento, te invita a meditar en la
venida del Señor. Esta venida se nos presenta en tres
dimensiones:
Adviento Histórico. Es la espera en que vivieron los pueblos que
ansiaban la venida del Salvador. Va desde Adán hasta la encarnación, abarca
todo el Antiguo Testamento. Escuchar en las lecturas a los Profetas, nos deja
una enseñanza importante para preparar los corazones a la llegada del
Señor. Acercarse a esta historia es identificarse con aquellos hombres que
deseaban con vehemencia la llegada del Mesías y la liberación que
esperaban de él.
Adviento Místico. Es la preparación moral del hombre de hoy a la venida
del Señor. Es un Adviento actual. Es tiempo propicio para la evangelización
y la oración que dispone al hombre, como persona, y a la comunidad
humana, como sociedad, a aceptar la salvación que viene del Señor. Jesús
es el Señor que viene constantemente al hombre. Es necesario que el
hombre se percate de esta realidad, para estar con el corazón abierto, listo
para que entre el Señor. El Adviento, entendido así, es de suma actualidad
e importancia.
Adviento Escatológico. Es la preparación a la llegada definitiva del Señor,
al final de los tiempos, cuando vendrá para coronar definitivamente su obra
redentora, dando a cada uno según sus obras. La Iglesia invita al hombre a
no esperar este tiempo con temor y angustia, sino con la esperanza de
que, cuando esto ocurra, será para la felicidad eterna del hombre que
aceptó a Jesús como su salvador.
Esta celebración manifiesta cómo todo el tiempo gira alrededor de Cristo, el
mismo ayer, hoy y siempre; Cristo el Señor del tiempo y de la Historia.
2. ESQUEMA DEL ADVIENTO:
Inicia con las vísperas del domingo más cercano al 30 de Noviembre y
termina antes de las vísperas de la Navidad. Los domingos de este tiempo
176
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 7
se llaman 1°, 2°, 3° y 4° de Adviento. Los días del 16 al 24 de diciembre (la
Novena de Navidad) tienden a preparar más específicamente las fiestas de
la Navidad.
El color de los ornamentos del altar y la vestidura del sacerdote es el
morado, igual que en Cuaresma, que simboliza austeridad y penitencia. Son
cuatro los temas que se presentan durante el Adviento:
I Domingo, la vigilancia en espera de la venida del Señor.
Durante esta primer semana las lecturas bíblicas y la
predicación son una invitación con las palabras del Evangelio:
"Velen y estén preparados, que no saben cuándo llegará el
momento".
Es importante que, como familia nos hagamos un propósito
que nos permita avanzar en el camino hacia la Navidad; ¿qué
te parece si nos proponemos revisar nuestras relaciones
familiares? Como resultado deberemos buscar el perdón de
quienes hemos ofendido y darlo a quienes nos hayan ofendido
para comenzar el Adviento viviendo en un ambiente de
armonía y amor familiar. Desde luego, esto deberá ser
extensivo también a los demás grupos de personas con los que
nos relacionamos diariamente, como la escuela, el trabajo, los
vecinos, etc. Esta semana, en familia al igual que en cada
comunidad parroquial, encenderemos la primera vela de la
Corona de Adviento, color morada, como signo de vigilancia y
deseos de conversión.
II Domingo, la conversión, nota
predominante de la predicación de Juan
Bautista.
Durante la segunda semana, la liturgia nos invita a reflexionar
con la exhortación del profeta Juan Bautista: "Preparen el
camino, Jesús llega" y, ¿qué mejor manera de prepararlo que
buscando ahora la reconciliación con Dios? En la semana
anterior nos reconciliamos con las personas que nos rodean;
como siguiente paso, la Iglesia nos invita a acudir al
Sacramento de la Reconciliación (Confesión) que nos devuelve
la amistad con Dios que habíamos perdido por el pecado.
Encenderemos la segunda vela morada de la Corona de
Adviento, como signo del proceso de conversión que estamos
viviendo.
Durante esta semana puedes buscar en los diferentes templos
que tienes cerca, los horarios de confesiones disponibles, para
que cuando llegue la Navidad, estés bien preparado
177
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 7
interiormente, uniéndote a Jesús y a los hermanos en la
Eucaristía.
III Domingo, el testimonio, que María, la Madre del Señor,
vive, sirviendo y ayudando al prójimo.
Coincide este domingo con la celebración de la Virgen de
Guadalupe, y precisamente la liturgia de Adviento nos invita a
recordar la figura de María, que se prepara para ser la Madre
de Jesús y que además está dispuesta a ayudar y servir a
quien la necesita. El evangelio nos relata la visita de la Virgen a
su prima Isabel y nos invita a repetir como ella: "Quién soy yo
para que la madre de mi Señor venga a verme?.
Sabemos que María está siempre acompañando a sus hijos en
la Iglesia, por lo que nos disponemos a vivir esta tercera
semana de Adviento, meditando acerca del papel que la Virgen
María desempeñó. Te proponemos que fomentes la devoción a
María, rezando el Rosario en familia, uno de los elementos de
las tradicionales posadas, que inician el próximo día 16.
Encendemos como signo de espera gozosa, la tercera vela,
color rosa, de la Corona de Adviento.
IV Domingo, el anuncio del nacimiento de Jesús hecho a
José y a María.
Las lecturas bíblicas y la predicación, dirigen su mirada a la
disposición de la Virgen María, ante el anuncio del nacimiento
de su Hijo y nos invitan a "Aprender de María y aceptar a Cristo
que es la Luz del Mundo". Como ya está tan próxima la
Navidad, nos hemos reconciliado con Dios y con nuestros
hermanos; ahora nos queda solamente esperar la gran fiesta.
Como familia debemos vivir la armonía, la fraternidad y la
alegría que esta cercana celebración representa. Todos los
preparativos para la fiesta debieran vivirse en este ambiente,
con el firme propósito de aceptar a Jesús en los corazones, las
familias y las comunidades. Encendemos la cuarta vela color
morada, de la Corona de Adviento.
3. CORONA DE ADVIENTO:
Origen. La Corona de Adviento con sus cuatro velas es un símbolo t
radicional de Alemania difundido por todo el mundo. Representaba el
ruego para que el dios-sol regresara con su luz y calor durante el invierno.
Los cristianos luteranos, al ver en Jesucristo el origen de la vida y luz
178
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 7
espiritual, adoptaron este símbolo para expresar y vivir su fe en torno a la
persona del Mesías.
Significado. El círculo de follaje verde, recuerda la eternidad de Dios
Adán hasta su nacimiento y, en la actual espera de la segunda venido
de Cristo. El color verde significa la esperanza de la vida.
Las cuatro velas que se colocan alrededor, significan la luz que
disipan las tinieblas del pecado, son tres de color morado, que
hablan del deseo de conversión y una rosa que habla de la alegría
vivida con María, por la inminente llegada de Jesús.
La vela blanca del centro es la Luz de Jesús que con su
nacimiento, viene a iluminar definitivamente la vida del hombre.
Celebración. Es una costumbre que reúne a la familia, pues es allí en
donde se sugiere la celebración. La familia unida hace una oración en
torno a la corona, con alguna meditación alusiva a las lecturas
dominicales; se enciende una vela cada semana cantando algo que
hable de la espera del Salvador. La noche del 24 de diciembre con las
cuatro velas encendidas, se enciende por último la vela blanca
cantando villancicos y se "acuesta al niño Jesús" en el nacimiento,
como de costumbre, desde luego después de haber leído el Evangelio
del relato del Nacimiento en Belén y de haber hecho una reflexión y
oración todos juntos. Generalmente en los templos se reparten hojas
con oraciones sugeridas para esta celebración.
4. NUESTRA PREPARACIÓN:
Nuestra preparación no tiene que ser sólo litúrgica, sino también espiritual y
moral. Llama a la conversión del corazón y a la renovación de vida.
El tiempo de Adviento no es un tiempo de penitencia al estilo de la
cuaresma, que busca la conversión por el hecho de conocer el sacrificio de
Jesús por nosotros en la cruz. El Adviento es el tiempo favorable para
emprender un cambio del corazón y para dar un nuevo y decisivo paso en
nuestro caminar espiritual, es conversión como preparación por la espera
de Jesús.
La figura de San Juan Bautista destaca de manera especial en adviento. Es
un compañero ideal, austero y gozoso a la vez. Su vida fue penitente en
grado sumo, pero no resuena en ella nota alguna de tristeza. Como heraldo
y precursor del Señor, se regocijo al escuchar la voz de Jesús. Este es el
único capaz de sacarnos de nuestra propia complacencia. "¡Arrepentíos, el
reino de los cielos está cerca!", gritaba.
179
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 7
5. LA VENIDA ESPIRITUAL
En Cristo, el Hijo eterno, Dios ha aparecido entre nosotros en forma humana.
E intenta entrar en lo más íntimo de nuestras vidas, a fin de compartir su
vida con nosotros. Él está a la puerta y llama, pero jamás forzará la entrada.
La puerta que da acceso a nuestros corazones sólo puede ser abierta desde
dentro.
Fue San Bernardo quien conectó esta venida espiritual de Cristo con el
Adviento. En sus sermones para este tiempo habla de tres venidas de
Nuestro Señor: su venida que tuvo lugar ya en el nacimiento, su futura
venida en la gloria y su venida espiritual, que pertenece al presente. De esta
última dice: "Esta venida intermedia es como la senda por la que pasa de la
primera a la última: en la primera, Cristo fue nuestra redención; en la última,
aparecerá como nuestra vida; en ésta es nuestro descanso y nuestro
consuelo".
6. DOS VENIDAS ENTRELAZADAS
En Navidad celebramos la venida en un momento concreto. Esto no plantea
una dificultad especial. Pero hay otra perspectiva, la del futuro, la del retorno
de Cristo en gloria al final de los tiempos. Y aquí pude asaltarnos la
dificultad. ¿Cómo hay que armonizar estos diversos aspectos? Tal vez nos
sorprenda y nos preguntemos por la conexión existente entre la venida de
Cristo que aconteció hace más de dos mil años y su retorno futuro, en una
fecha conocida sólo por el Padre. Pero si reflexionamos, descubrimos que
estas dos "venidas" están relacionadas entre sí y se complementan
recíprocamente. Se las puede ver como dos fases o aspectos del único
misterio de salvación.
Los padres de la Iglesia, fieles a la Escritura, no disociaron estas dos
venidas, sino que las consideraron conjuntamente y hablaron de ellas sin
separar una de la otra. San Cirilo de Jerusalén decía: "Anunciamos la venida
de Cristo, pero no una sola -dice-, sino también una segunda, mucho más
magnífica que la anterior". Y continúa con la contraposición de estas dos
venidas: "En la primera venida fue envuelto con pajas en el pesebre; en la
segunda se revestirá de luz como vestidura. En la primera soportó la cruz,
sin mido a la ignominia; en la otra vendrá glorificado y escoltado por un
ejército de ángeles".
El término mismo "adviento" admite una doble significación. Puede significar
tanto una venida que ha tenido ya lugar como otra que es esperada aún:
presencia y espera. En el Nuevo Testamento, la palabra griega equivalente
es "parousia", que puede traducirse por venida o llegada, pero que se refiere
más frecuentemente a la segunda venida de Cristo, al día del Señor.
180
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 7
No podemos proyectarnos a los tiempos del AT, como si esperásemos
todavía un Mesías y un salvador. La prolongada noche de la espera ha
pasado ya. Nos encontramos en la plenitud de los tiempos. La Palabra se
hizo carne y habitó entre nosotros. Es Emmanuel, "Dios con nosotros". Pero
a pesar de todo esto, la Iglesia continúa aguardando y esperando. Ella
espera y ansía la plenitud de la venida de Cristo. El mundo ha sido redimido,
pero la historia de la redención continúa. Y continuará hasta que Cristo, el
Señor, termine su tarea. El reino de Dios no ha sido establecido aún de
manera plena, y la obra de extender el reino de Cristo en la tierra tiene que
continuar.
7. TIEMPO DE ESPERANZA
La Iglesia es más consciente de que su esperanza descansa en el futuro.
Ella mira hacia delante, hacia la restauración de todas las cosas en Cristo, a
unos nuevos cielos y una nueva tierra. Sólo entonces alcanzará ella su
perfección plena.
Ciertamente, es muy difícil practicar la esperanza en los tiempos que
vivimos. Muchísimas son las cosas que militan en su contra: las críticas y
ataques a la fe, los valores morales en declive, el materialismo, la
secularización se vienen a la alza. Hablando humanamente, hay poquísimos
motivos para la esperanza; pro la esperanza cristiana no se basa en meras
consideraciones humanas, sino en la bondad y el poder de Dios.
Como pueblo de Dios, tenemos que poner lo que está de nuestra parte para
la construcción de un mundo mejor y para preparar un camino al Señor.
Ambas tareas son inseparables.
8. "VIGILAR Y ORAR"
La vigilancia es una virtud importante, pero bastante descuidada. Vigilar
significa vivir en el pensamiento de la segunda venida de Cristo. Debería ser
una actitud de mente constante, que gobernará toda nuestra conducta. Una
virtud para todo momento, pero especialmente apropiada durante el
Adviento.
Si estamos dispuestos y preparados en todo momento para servir a nuestros
prójimos y a Dios, entonces estamos practicando la vigilancia; estamos al
acecho de Cristo.
Esta actitud de vigilancia no es algo ansiosa, sino paciente y pacífica; pero
es, al mismo tiempo, una postura de alerta.
"Somos más fuertes cuando esperamos que cuando poseemos. Cuando
poseemos a Dios (o creemos poseerlo), lo reducimos a aquella pequeña
cosa que conocemos y captamos de él, y lo convertimos en un ídolo... pero
181
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 7
si sabemos que no le conocemos y si esperamos que él se nos dé a
conocer, entonces somos captados, conocidos y poseídos por Él" Paul Tilich
II.7.3.6.2.
NAVIDAD
Una vez preparados los corazones nos disponemos a
celebrar el Nacimiento de Jesús. ¿Te gustaría saber
un poco más a cerca de esta fiesta? Desde cuándo
se celebra, cuál es su significado profundo, a qué se
deben las costumbres y tradiciones que giran
alrededor de ella...
Te invitamos entonces a continuar buscando, es
posible que al conocer más lo que es realmente la
Navidad, puedas disfrutarla y vivirla mejor y te sirva
para fortalecer tu fe en Jesús que, siendo Dios, se
hizo hombre por amor a ti.
1. SIGNIFICADO DE LA NAVIDAD:
Esta fiesta tiene una doble proyección:
Recordar el inicio de la redención con el Nacimiento del Salvador, el
misterio central de nuestra fe es la Resurrección de Cristo –la Pascuacomo este suceso abarca toda la vida de Jesús, celebrar la Navidad es
solemnizar el proceso inicial de nuestra salvación, de nuestra Pascua.
Acoger ahora al Señor que quiere nacer en el corazón del hombre. La
fiesta de Navidad invita a reflexionar sobre el amor de Dios que viene a los
hombres. El Cristo que tomó parte en la historia de los hombres, hace dos
mil años, vive y continúa su misión salvadora dentro de la misma historia
humana. Navidad es un acontecimiento divino y humano, que será siempre
actual, mientras haya un hombre en la tierra.
La Navidad enriquece la visión del plan salvífico de Dios y lo hace más
humano y, en cierto sentido, más hogareño. Aunque esta fiesta apunta
también a la celebración de la Pascua, la preparación para vivirla –el
Adviento- tiene un tono muy diferente, sin dejar de invitarnos al
arrepentimiento y a la conversión, el ambiente que se vive en estos días,
es en general, festivo y lleno de esperanza y alegría.
La Navidad es la fiesta más celebrada por los hombres. Hasta los ateos y
los enemigos de la Iglesia se detienen y celebran, a su manera, este
acontecimiento de salvación. Es el recuerdo más universal y más gustado
que el mundo tiene de Jesucristo. Pero, además de ser un recuerdo, la
fiesta de Navidad es una acción salvadora para el hombre actual. Es el
Dios inmenso y eterno que desciende a tomar la condición humana e
182
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 7
irrumpe en el tiempo del hombre para que éste pueda alcanzarlo. Nadie,
aunque quiera, puede permanecer al margen de este misterio. El mundo
entero acepta el acontecimiento del nacimiento del Señor, como la fecha
central de la historia de la humanidad: antes de Cristo, o después de
Cristo.
2. HISTORIA:
¿Por qué el 25 de diciembre? La fecha del nacimiento del Señor es del todo
desconocida, en Oriente se celebra la misma fiesta, el día 6 de enero. Tanto
en oriente como en occidente, la fecha fue sugerida por celebraciones
paganas dedicadas al culto al sol. La Iglesia, en su afán de evangelización,
igual que transformó algunos templos paganos en cristianos, cambió la fiesta
dedicada al dios Helios (sol) en fiesta del Nacimiento de Cristo –auténtico
Sol- que viene al mundo para iluminar al hombre. La intensión fue
transformar una fiesta pagana en cristiana, dándole mayor contenido e
importancia.
Ya desde el año 380, la Iglesia española celebraba la Navidad el 25 de
diciembre y la Epifanía el 6 de enero. La primera, como en Roma, para
conmemorar el nacimiento de Cristo; la segunda, para recordar la
manifestación del Señor a los magos de oriente, es decir a todos los
pueblos.
Para reflexionar: al principio de la evangelización lo pagano se transformaba
en cristiano, ahora, ¿no será que lo cristiano se está "vaciando" cada vez
más de Cristo? ¿eres cristiano?, entonces… ¿cómo celebras la Navidad? ¿a
quién festejas realmente?
3. CELEBRACIÓN LITÚRGICA:
La celebración del misterio de Navidad comienza desde la tarde del 24 de
diciembre, hasta la noche del día 25. En menos de 24 horas, la Iglesia
proporciona a quienes quieren celebrar la venida del Señor, 12 lecturas
bíblicas llenas de mensaje para una vida comprometida.
El día de Navidad para los católicos es día de precepto, es decir, se debe
asistir a Misa aunque no sea domingo, pudiendo cumplirse este precepto si
se asiste el 24 de diciembre por la tarde o a cualquier Misa del día 25.
Con la Misa vespertina del día 24 termina el tiempo de Adviento y se entra
en la celebración del misterio navideño. Se leen textos del Profeta Isaías,
anunciando con alegría la llegada del Salvador a celebrar sus bodas con la
humanidad; de los Hechos de los Apóstoles, con el primer discurso de San
Pablo, que da testimonio de Cristo, hijo de David, que viene a salvar a su
183
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 7
pueblo; y desde luego, del Evangelio, con el relato del nacimiento de Jesús
en Belén.
Hay tres Misas diferentes más durante el día siguiente, –25 de diciembrecon lecturas que enriquecen la meditación sobre el Misterio de la
Encarnación. Los católicos asistimos regularmente solo a una de ellas, sin
embargo, la Iglesia aconseja que los textos bíblicos de las cuatro
celebraciones sean leídos durante esos dos días en los hogares católicos,
aprovechando que las familias enteras acostumbran reunirse alrededor de la
mesa. Con esta práctica se crea un ambiente propicio para la meditación y
aceptación de Jesús Salvador en la vida de cada uno, motivando así a un
cambio positivo en la vida.
4. COSTUMBRES Y TRADICIONES NAVIDEÑAS:
Posadas: Son una tradición religiosa muy mexicana. Se trata de una novena
que nos prepara a la celebración de la Navidad. Durante estos nueve días se
reúnen las personas siguiendo un itinerario de oración y reflexión sobre lo
que José y María vivieron durante los últimos días de la espera gozosa de su
Hijo, cuando tuvieron que ir a Belén a empadronarse por disposición del
emperador romano.
Hoy, se le llama posada a cualquier fiesta que se hace con motivo de
las fiestas navideñas; pero muchas veces están muy lejos de tener un
matiz religioso, que desde luego, no tiene por qué ser triste o aburrido, al
contrario, las auténticas posadas deben de distinguirse por la alegría y la
convivencia familiar y de amigos que celebran y comparten con gusto en
torno al misterio de la Encarnación del Señor. Si tu eres cristiano, puedes
ayudar a mantener vivo y auténtico el sentido de estas fiestas, por lo que te
proporcionamos los elementos necesarios para que organices unas posadas
de las que todos puedan disfrutar y aprender.
Origen: Los primeros misioneros españoles, transformaron las fiestas
prehispánicas paganas en fiestas cristianas. Durante el mes de diciembre,
del 6 al 26, los antiguos mexicanos celebraban fiestas en honor de
Huitzilopochtli. Sus fiestas consistían en ayunos para prepararse,
coronación de su dios, adornar con banderas en los árboles, prender
fogatas con maderas perfumadas, para terminar los días 24 al 26 con
convites en donde se obsequiaban suculentas comidas y estatuas
pequeñas de su dios, hechas con pasta comestible de maíz y miel.
Los misioneros aprovecharon la coincidencia de las fechas
introduciendo la celebración del nacimiento de Jesús y eliminando el
festejo a Huitzilopochtli. En lugar de las banderas y estandartes de ese
dios, pusieron algunos estandartes de la fe cristiana que empezaba a
tomar conciencia en los indígenas.
184
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 7
En lugar de la preparación a aquella fiesta, introdujeron el novenario de
José y María, utilizando para esto la representación de su peregrinar de
Nazaret a Belén. Se escogieron los últimos 9 días anteriores a la
Navidad.
En ese tiempo las posadas se realizaban en el atrio o patio del templo o
de los conventos, y concluían con las llamadas "misas de aguinaldo",
en las que se hacían representaciones de pasajes de la Navidad para
hacerlas más atractivas y amenas. Se agregaron luces, cohetes y
villancicos y finalmente la piñata.
Poco a poco esta práctica se fue extendiendo hacia los barrios y
vecindades, añadiéndose la costumbre de ofrecer al final el típico
ponche de frutas. Lo que en un principio fue una celebración religiosa
para el templo, se convirtió en una fiesta familiar y popular.
Significado. Las posadas son fiestas próximas a la Navidad que nos hacen
recordar las dificultades que pasaron José y María antes de que Jesús
naciera, este recuerdo nos debe llevar a reflexionar a cerca de nuestra
preparación personal para recibir al Niño Jesús, el sentido de la novena es
prepararnos para ser mejores personas y abrirle las puertas de nuestro
corazón al Salvador. El caminar por la calle rezando y cantando, nos hace
recordar nuestro peregrinar por la vida para evangelizarnos en familia y
evangelizar a nuestro paso. La comida y los dulces que se ofrecen hablan
del gusto de compartir con los demás la alegría de estar esperando a Jesús
que viene a nosotros. Romper la piñata significa el deseo de romper con la
vida de pecado y dejarse inundar con los dones de Dios, representados por
los dulces o frutas que salen de ella.
Celebración. Las posadas son del 16 al 24 de diciembre, nueve días antes
de la Navidad. Generalmente los anfitriones se preparan con figuras que
representan a José y a María buscando en dónde nacerá su Hijo, con hojas
con los cantos para pedir posada, las oraciones necesarias y villancicos,
para que todos puedan participar. Como es una fiesta de origen religioso,
para celebrar un acontecimiento religioso, es pues lógico pensar que en
ellas no puede faltar la oración, la lectura bíblica y la reflexión, además de
los cantos y la alegría que nos ayudan a vivir mejor estas fiestas. Se
acostumbra iniciar con el rezo del Rosario, intercalando los cantos para
"pedir posada" entre cada misterio, así como villancicos, mientras los
asistentes van caminando de una puerta a otra; se termina con la lectura
correspondiente a ese día de la novena de Navidad y por último con la
fiesta, para celebrar y compartir.
La Novena de Navidad. Durante los nueve días (del 16 al 24 de diciembre), se
reúnen los participantes iniciando: "En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu
185
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 7
Santo". Se reza enseguida el Santo Rosario, pidiendo posada entre cada uno de los
misterios.
Al final, entran en la casa anfitriona para reflexionar sobre una lectura
bíblica.
Pastorelas
Origen. Durante la Colonia, los misioneros españoles aprovecharon la
fuerte tradición teatral de la cultura náhuatl para propagar de forma
didáctica la evangelización. Los jesuitas, llegados a la Nueva España en
1572, ejercieron una amplia influencia en la educación del pueblo, fueron
los principales impulsores de las pastorelas.
La primera representación que se recuerda se ubica en Zapotitlán
Jalisco, donde se presencia la primera batalla entre San Miguel
Arcángel y Lucifer, en lengua indígena. Eran entonces, las pastorelas,
importantes elementos de comunicación y participación social. Pronto
salieron de los atrios de las iglesias para escenificarse en las plazas y
calles de los distintos pueblos, donde recogen las costumbres y
prácticas de cada región. Así, para fines del siglo XVI, se encuentran
referencias de una pastorela propiamente mexicana, con adaptaciones
de esta cultura.
Definición. Las Pastorelas son recreaciones de las peripecias que
enfrentan los pastores para llegar a adorar al Niño Jesús, que ha nacido en
Belén. En el camino tienen que luchar con los demonios, que
representando los siete pecados capitales, les imponen todo tipo de
trampas, obstáculos y tentaciones para hacerlos desistir. El Arcángel San
Miguel libra una intensa batalla con Lucifer y finalmente triunfa sobre él. Se
trata de una confrontación entre el bien y el mal de la que se desprenden
ciertas lecciones. Se caracterizan por su lenguaje rudo y esencial propio de
pastores; están impregnadas de cierto humorismo involuntario y son
ingenuas y picarescas.
Significado. Hoy, las pastorelas conservan su contenido y estructura más o
menos permanente, cuyo tema central sigue siendo el nacimiento y la
adoración del Niño Jesús, e incorporando algunos personajes y situaciones
nuevos. Son muy útiles para hacer reflexionar de manera amena a cerca
de cuáles son los obstáculos que tiene el hombre para adorar a Jesús
Niño, para aceptar su mensaje y vivir de acuerdo a su voluntad.
186
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 7
Nacimiento:
Origen. Se atribuye a San Francisco de Asís, quien, en 1223 en vísperas
de la Navidad, montó en el bosque de Greccio, el primer nacimiento de que
se tenga noticia, con hombres y animales vivos. Su deseo era celebrar una
hermosa nochebuena de Navidad, para vivir el recuerdo del Niño Jesús
que nació en Belén en un establo. Una vez montada la escena, reunidos
los habitantes de la aldea, se celebró la Eucaristía con algunos cánticos de
la Natividad del Señor. Los asistentes llevaban antorchas y velas a fin de
"iluminar aquella noche que debería de alumbrar a los siglos como una
estrella refulgente". Al año siguiente repitió la representación con éxito y
desde entonces la costumbre se extendió a todos los pueblos cercanos.
Con el paso del tiempo la falta de espacio obligó a sustituir a las personas y
animales por figuras de madera o de barro.
Significado. Colocar un nacimiento en la casa es para recordar el escenario
en el que Dios se hizo hombre en Belén. En los hogares en donde se
acostumbra poner adornos navideños, éste debe ser el más importante, el
que está al centro de todo, pues lo que celebramos en Navidad es
precisamente el Nacimiento de Jesús. Es una forma muy atractiva para
hablar a los niños de la Historia de la Salvación. Es un medio didáctico
visual que difícilmente pasará desapercibido. En la celebración familiar de
la Nochebuena, la reunión es en torno al Nacimiento de Jesús y si éste
puede ser representado de algún modo, la celebración será más emotiva,
disponiendo a los asistentes a recibir en su interior a Jesús que nos trae la
Salvación.
Árbol de Navidad:
Origen. La costumbre de adornar árboles o ramas en los últimos días de
diciembre tuvo su origen en el norte de Europa, muchos siglos antes de
Cristo. El follaje verde y las luces que los adornaban estaban asociados
con el solsticio de invierno, cuando la naturaleza parece muerta. Se pedía
entonces al dios-sol que volviera revistiendo de luz y color los campos. Los
escandinavos consideraban al árbol como símbolo de duración y
renovación de vida. Los Egipcios usaban hojas de palma con 12 brotes
como expresión sagrada de la terminación del año y del triunfo sobre la
muerte. Los romanos celebraban sus fiestas decorando las casas con
follaje verde, signo de fertilidad. Los judíos celebraban en invierno la Fiesta
de las Luces, encendiendo durante 8 días velas que ardían
constantemente.
187
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 7
El cristianismo conocía todas estas tradiciones, pues muchos cristianos
eran paganos convertidos. Comprendieron que era imposible arrancar las
tradiciones y prefirieron darles un sentido cristiano. Así el árbol y las luces
se utilizaron para evocar a Jesús, Árbol de la Vida, Luz del Mundo. Se cree
que las primeras veces que se utilizó el árbol adornado con luces para
celebrar la Navidad fue al norte de Europa, quizá en Alemania. A cada
elemento se le dio un significado cristiano que hasta la fecha conservamos.
Significado. El árbol con sus ramas verdes, simboliza la vida eterna que
trajo Cristo al mundo, la perpetua primavera de esperanza. Las velas
encendidas –ahora focos de colores- y los objetos brillantes colgados,
simbolizan el advenimiento de la luz y la gloria de Dios que se refleja a
todas partes. La estrella que se pone en la cúspide, es recuerdo de la
Estrella de Belén que atrajo a los hombres desde lejos. Los regalos que se
colocan debajo de él, simbolizan la cantidad de dones que Dios nos trae
con su Encarnación y que hemos de compartir unos con otros.
II.7.3.6.3.
LA EPIFANIA DEL SEÑOR
Es una tradición muy arraigada en nuestro país,
sobre todo en los estados del centro y sur,
celebrar el 6 de enero a los "Reyes Magos",
recordando aquel episodio del Evangelio en el
que unos Magos de Oriente llegaron a adorar y
dar regalos a Jesús "Rey de los Judíos", según
la manifestación de una gran estrella. (Cf. Mt 2,
1-12) Esta fiesta es una tradición cargada de significado. En realidad celebramos
la Manifestación del Señor a todo el mundo, es decir la Epifanía. Dios se les
revela, no sólo a los pastores, no sólo a los judíos, también a aquellos hombres
de ciencia, ricos y poderosos que se ponen en camino desde tierras lejanas, en
busca de la estrella que interpretan como una manifestación de la presencia de
Dios; significa que el Hijo de Dios debe ser reconocido por todos los hombres, de
todos los lugares, de todos los tiempos.
Los Magos de Oriente se postran ante Jesús Niño y lo adoran, con sus regalos
hablan de lo que ellos encuentran en Él: El oro se le ofrece sólo a los reyes, por lo
que reconocen en Jesús al Rey; el incienso se le ofrece sólo a Dios, por lo que
revelan que Jesús es Dios; y la mirra es un perfume que reconoce en Jesús Rey,
Hijo de Dios, también a un Hombre.
Es una bella historia que merece nuestra reflexión. Además de que es una
oportunidad para continuar meditando en el gran Misterio de la Encarnación, y
para compartir en familia las bendiciones y gracias que este milagro nos trajo.
188
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 7
2. TRADICION
La tradición mexicana nos invita a compartir la "Rosca de Reyes", costumbre
también llena de significados importantes: el pan en forma de rosca evoca a
Dios Eterno, que no tiene principio ni fin; las frutas dulces con que se decora
nos recuerdan la gracia que Jesús nos trae; el muñequito escondido entre la
masa representa al Niño Jesús que todos debemos buscar, quien lo
encuentra se llena de tanto gozo que desea compartirlo con todos, por lo
que promete una fiesta el próximo día dos de febrero, día de la "Candelaria"
(luz) o Presentación del Señor. Jesús es la "Luz para iluminar a todos los
pueblos" (Lc 2, 32). Y los bautizados hemos sido iluminados con esa Luz de
Cristo.
Los cristianos siempre tenemos el compromiso de buscar, encontrar y
compartir a Jesús con los demás.
3. HISTORIA
La fiesta de la Epifanía es de origen Oriental y surgió en forma similar a la
Navidad
de
Occidente.
Los paganos celebraban en Oriente, sobre todo en Egipto, la fiesta del
solsticio invernal el 25 de diciembre y el 6 de enero el aumento de la luz. En
este aumento de la luz los cristianos vieron un símbolo evangélico. Después
de 13 días del 25 de diciembre, cuando el aumento de la luz era evidente,
celebraban el nacimiento de Jesús, para presentarlo con mayor luz que el
dios Sol. La palabra epifanía es de origen griego y quiere decir
manifestación, revelación o aparición. Cuando la fiesta oriental llegó a
Occidente, por celebrarse ya la fiesta de Navidad, se le dio un significado
diferente del original: se solemnizó la revelación de Jesús al mundo pagano,
significada en la adoración de los "magos de oriente" que menciona el
Evangelio.
4. SIGNIFICADO
Hoy la Iglesia celebra la Epifanía para recordar la Manifestación del Señor a
todos los hombres con el relato de los Magos de Oriente que nos narra el
Evangelio (Mt 2, 1-12). Aquellos hombres que buscaban ansiosamente
simbolizan la sed que tienen los pueblos que todavía no conocen a Jesús.
La Epifanía, en este sentido, además de ser un recuerdo, es sobre todo un
misterio actual, que viene a sacudir la conciencia de los cristianos dormidos.
Para la Iglesia la Epifanía constituye un reto misional: o trabaja generosa e
inteligentemente para manifestar a Cristo al mundo, o traiciona su misión. La
tarea esencial e ineludible de la Iglesia es trabajar para llevar a Cristo a
todos aquellos que no lo conocen.
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Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 7
La llegada de los magos, que no pertenecen al pueblo elegido, nos revela la
vocación universal de la fe. Todos los pueblos son llamados a reconocer al
Señor para vivir conforme a su mensaje y alcanzar la salvación.
La descripción que hace el Evangelio de la llegada de los magos a Jerusalén
y luego a Belén, la reacción de Herodes y la actuación de los doctores de la
ley, encierra una carga impresionante de enseñanza.
Unos hombres extranjeros que siguen el camino indicado por la estrella,
para adorar al recién nacido Rey de los judíos.
Los conocedores de las Escrituras en Jerusalén que quedan indiferentes
ante aquella luz del cielo, que anuncia el acontecimiento esperado por
siglos.
La envidia del rey Herodes ante el temor de que surja un rey "mayor" que
él.
Ante este relato tan cargado de significado, nos queda reflexionar
seriamente:
¿Somos como aquella Jerusalén, "conocedora de las Escrituras", pero
incapaz de reconocer y menos de seguir el camino de la Luz de Cristo?
O ¿somos como los magos de oriente, en búsqueda siempre de la verdad y
dispuestos a ponerse en camino hacia Jesús, Rey y Señor de la historia?
5. - 2 DE FEBRERO - "LA CANDELARIA". LA PRESENTACIÓN DEL
SEÑOR
Si encontraste el "muñequito" de la Rosca de Reyes, que representa al Niño
Jesús, en este día 2 de febrero, haces una fiesta para compartir con los
demás esa gran alegría. Jesús, la "Luz del Mundo", participa de esa luz a
cada bautizado por lo que el cristiano tiene el deber de "iluminar" a los
demás con la luz de Cristo.
Simeón dijo de Jesús que es "Luz para iluminar a todos los pueblos" (Lc 2,
32). En el siglo V se comenzaron a usar las veladoras para subrayar esas
palabras del profeta, dándole más colorido a la celebración, por esto la
tradición llama a la fiesta de la Presentación del Señor "día de la
Candelaria".
A esta fiesta se le llamó también de la Purificación de María, se celebra 40
días después del nacimiento de Jesús, cuando María y José, cumpliendo
190
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 7
con la doble prescripción de Moisés, acuden al templo a presentar al Niño
Jesús, para ofrecerlo a Dios y llevar ofrendas por la purificación de la Madre.
Cada fiesta que los cristianos celebramos nos debe llevar a un compromiso,
en este caso, hemos de recordar las palabras de Jesús:
"Ustedes son luz para el mundo. No se puede esconder una ciudad edificada
sobre un cerro. No se enciende una lámpara para esconderla en un tiesto,
sino para ponerla en un candelero a fin de que alumbre a todos los de la
casa Así pues, debe brillar su luz ante los hombres, para que vean sus
buenas obras y glorifiquen al Padre de ustedes que está en los cielos". (Mt.
5, 14-16)
II.7.3.6.4.
TIEMPO ORDINARIO
En el año litúrgico, llamamos tiempo ordinario al tiempo que no coincide ni con la
Pascua y su Cuaresma, ni con la Navidad y su Adviento.
Son treinta y tres o treinta y cuatro semanas en
el transcurso del año, en las que no se celebra
ningún aspecto particular del misterio de Cristo.
Es el tiempo más largo, cuando la comunidad de
bautizados es llamada a profundizar en el
Misterio Pascual y a vivirlo en el desarrollo de la
vida de todos los días. Por eso las lecturas
bíblicas de las misas son de gran importancia
para la formación cristiana de la comunidad.
Esas lecturas no se hacen para cumplir con un
ceremonial, sino para conocer y meditar el
mensaje de salvación apropiado a todas las
circunstancias de la vida.
El Tiempo Ordinario del año comienza con el lunes que sigue del domingo
después del 6 de enero y se prolonga hasta el martes anterior a la Cuaresma;
vuelve a reanudarse el lunes después del domingo de Pentecostés y finaliza
antes del Domingo Primero de Adviento.
Las fechas varían cada año, pues se toma en cuenta los calendarios antiguos que
estaban determinados por las fases lunares, sobre todo para fijar la fecha del
Viernes Santo, día de la Crucifixión de Jesús, a partir de ahí se estructura todo el
año litúrgico.
II.7.3.6.5.
CUARESMA
191
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 7
Es un tiempo de preparación intensiva a la Pascua; es un
itinerario que lleva al cristiano a celebrar y vivir la Pascua
del Señor.
No se trata de una celebración independiente,
sino que se ordena a la preparación de la celebración de la
Pascua. La Cuaresma hay que verla a la luz del Misterio
Pascual.
Es tiempo fuerte de evangelización para llevar al
Bautismo a los no cristianos y a la superación evangélica a
los bautizados.
Son cuarenta días, recordando los muchos acontecimientos bíblicos que
nos hablan de este número: los cuarenta días de ayuno de Jesús en el
desierto; los cuarenta años que el Pueblo de Dios pasó en el desierto; los
cuarenta días que Moisés transcurrió en el Monte Sinaí; los cuarenta días
de marcha de Elías para llegar al Monte Horeb.
Se cuentan a partir del Miércoles de Ceniza hasta antes de la Misa
vespertina del Jueves Santo. Durante este tiempo no se canta el Aleluya ni
el Gloria en las Misas. Se dividen en 1° al 5° domingo de Cuaresma y el 6°
se llama Domingo de Ramos o de la Pasión del Señor.
Los ornamentos del altar y la vestidura del sacerdote son color morado.
1. HISTORIA Y FINALIDAD
En las primeras comunidades cristianas la preparación prebautismal
(catecumenal), era intensiva y se dirigía también a los otros sacramentos
de iniciación -Confirmación y Eucaristía-, que se acostumbraba recibir
durante la Vigilia Pascual. Esa preparación pretendía todo un proceso de
transformación integral y profunda de la persona a la luz de la palabra de
Dios. Era durante el tiempo anterior a la celebración de la Pascua que se
inscribían y seleccionaban los candidatos a recibir el Bautismo, que habían
estado estudiando ya fuertemente la doctrina cristiana y que se sometían a
escrutinios para purificarse y protegerse contra las tentaciones y para
rectificar la intención y mover la voluntad. Con estos fines el sacerdote
oraba sobre los catecúmenos*.
(*) Se les llama catecúmenos a las personas que están recibiendo
preparación para recibir el bautismo y la confirmación.
La disciplina penitencial, se ejercía, naturalmente para los bautizados. Se
trataba, en la mayoría de los casos de una disciplina muy rigurosa que se
imponía a los que habían caído en pecado, con el fin de recuperarlos,
192
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 7
mediante actos de purificación, que los preparaban a la reconciliación con
Dios y con la Iglesia.
El Miércoles de Ceniza, señalaba el inicio de la penitencia pública
correspondiente a cada tipo de pecado, la penitencia continuaba por
cuarenta días y consistía en ayunos, abstinencias, limosnas, hábito
penitencial.
Se pedía mayor oración, sacrificios y ejercicio de la caridad. Igual que hoy,
el tiempo de la Cuaresma era un tiempo fuerte de oración, penitencia y
ayuno.
Hoy, la Cuaresma es básicamente lo mismo, sólo se ha profundizado más
en su sentido. La Cuaresma se ve como un camino que conduce a la
Pascua, a través de:
Un llamado a la conversión, que llena el espacio de las primeras dos
semanas, en las que las lecturas dominicales propician la respuesta
del hombre, para que revise su vida y busque la forma de cambiarla,
viviendo según el criterio del Evangelio de Cristo.
Nos invita a profundizar nuestra fe, escuchando la Palabra de Dios.
Es tiempo privilegiado para la instrucción de los cristianos, mediante
la meditación, ejercicios espirituales y cursos especiales de
evangelización. En nuestra parroquia se ofrecen varias tandas de
Ejercicios Espirituales de acuerdo a la edad y situación de las
personas, te invitamos a checar el calendario.
Nos invita a una particular purificación e iluminación, mediante la
práctica del sacramento de la Reconciliación (Confesión) y la mayor
frecuencia al sacramento de la Eucaristía.
2. MIÉRCOLES DE CENIZA
Marca el inicio de la semana santa. Los católicos tenemos una tradición
que recuerda las antiguas costumbres del pueblo hebreo. Cuando se
sabían en pecado o cuando se querían preparar para una fiesta importante
en la que debían de estar purificados, se llenaban el cuerpo de ceniza y se
vestían con un saco de tela áspera. Esto era, por un lado, para recordar la
pequeñez del hombre que procede del polvo y al polvo volverá; y también
para hacer sacrificio (mortificando al cuerpo) en señal de que se
reconocían pecadores y que deseaban, por medio de esa penitencia
externa, manifestar su deseo de arrepentimiento y perdón de parte de Dios.
Ahora, acudimos al templo para que se nos imponga un poco de ceniza en
la frente al iniciar la cuaresma -tiempo de preparación para la más grande
193
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 7
fiesta que es la Pascua- . Los significados son básicamente los mismos:
reconocernos pequeños, pecadores y con necesidad del perdón de Dios.
Esto es solamente un signo que debe expresar lo más importante, que es
la actitud interior de arrepentimiento y deseo de convertirnos a Dios,
viviendo según su voluntad. Vivimos otros signos de penitencia a lo largo
de toda la cuaresma, como son el ayuno y la abstinencia, con el mismo
deseo de que Dios nos dé su gracia para lograr la conversión y vivir
plenamente la gran fiesta de los cristianos, que es la Pascua.
El Miércoles de Ceniza es un llamado a la conversión; Juan Bautista
predicaba al Pueblo, hablando del bautismo y de la conversión para
alcanzar el Perdón de los pecados (Marcos 1, 1-4). Jesús predica: El plazo
se ha cumplido. El Reino de Dios se ha acercado. Tomen otro camino y
crean en la Buena Nueva (Marcos 1,15).
Conviértete y cree en el Evangelio: llamado a convertirnos cada uno, a
nivel familiar, a nivel de grupo de amigos, a nivel de comunidad.
La Celebración de la Ceniza, no es algo meramente individual, sino que es
una celebración comunitaria y eclesial. Es un llamado a convertirnos como
Comunidad cristiana y como Iglesia.
Convertirse es volverse a Dios, reconocer nuestros pecados y querer
cumplir la Voluntad de Dios y comprometernos.
El Miércoles de Ceniza es una celebración de Fe. Pero la Fe no
solamente consiste en creer con la cabeza sino en entregarse con el
corazón y con la vida.
3. NORMAS SOBRE EL AYUNO Y LA ABSTINENCIA
Originalmente, ayunar se refiere a no comer alimentos sólidos,
ordinariamente se prescribe el ayuno para un día completo y la abstinencia
se refiere a dejar de comer cualquier tipo de carnes.
1) El Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo, son días de ayuno y
abstinencia.
2) Todos los viernes de Cuaresma son días de abstinencia de carne.
Pero el Episcopado Mexicano ha dispuesto que: "se puede suplir la
abstinencia de carne, excepto la del Miércoles de Ceniza y Viernes
Santo, por:
194
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 7
a) la abstinencia de aquellos alimentos que para cada uno
significa especial agrado, sea por la materia o por el modo de
preparación;
b) o por una especial obra de caridad;
c) o por una especial obra de piedad;
d) o por otro significativo sacrificio voluntario"
3) Sujeto de la ley del ayuno y la abstinencia:
Abstinencia de carne: todos los que han cumplido 14 años. La
ancianidad, por sí sola, no exime de esta ley de abstinencia.
Ayuno: todos los que han cumplido 18 años, hasta el comienzo
de los sesenta.
Lo más importante al hacer este tipo de prácticas es darle su sentido
verdadero: por una parte someter la voluntad para fortalecerla con virtudes
como la templanza, la sobriedad y la humildad y por otra, favorecer el
ejercicio de la caridad, pues todos los sacrificios que se hacen deben
apuntar a hacer un bien o un servicio al prójimo y a toda la Iglesia. Hacer
sacrificios y penitencia por costumbre o porque todos lo hacen, no tiene
sentido y no favorecen el crecimiento del hombre, que en conclusión es lo
que se pretende.
4. SEMANA SANTA: DOMINGO DE RAMOS
Con el Domingo de Ramos se inicia la Semana Mayor. En este día la
Iglesia hace memoria de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, para
llevar a cabo su misterio Pascual. En la liturgia se nos presentan los dos
aspectos fundamentales de la Pascua:
La entrada triunfal de Jesús a Jerusalén como anuncio e imagen del
triunfo de su Resurrección.
El recuerdo de su Pasión (el evangelio), que marcará la liberación de
la humanidad del pecado y de la muerte.
Las lecturas bíblicas nos invitan a vivir en ese día los acontecimientos de
entonces: aceptar a Cristo como el Señor y entrar vivencialmente al drama
de la pasión.
5. LUNES A MIÉRCOLES SANTO
Son días propicios para la reflexión profunda, la Iglesia nos invita como en
una "última llamada" a acercarnos al Sacramento de la Confesión con el fin
195
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 7
de estar preparados para vivir la vigilia pascual y el gran acontecimiento de
la Pascua. El cristiano debidamente preparado estará en gracia de Dios
para participar con toda la Iglesia del gran banquete de la Eucaristía en la
Misa más importante del año.
6. JUEVES SANTO
Hay dos celebraciones importantes:
La Misa Crismal: se celebra durante la mañana en la Catedral.
Todos los presbíteros (sacerdotes) de la diócesis se unen al Obispo
que preside la celebración eucarística y bendice los Santos Oleos
(aceites o crismas) que se usan en los sacramentos durante todo el
año. Esta celebración es como una fiesta de todos los sacerdotes,
que se alegran por su propia consagración y que ven en Cristo, cuyo
nombre significa consagrado por medio de la unción, su modelo y su
guía. Durante esta Misa se hace la renovación de las promesas
sacerdotales, para renovar su compromiso de fidelidad para el
servicio del Pueblo de Dios. Los Oleos que se bendicen son: el Oleo
de los Catecúmenos con el que los cristianos reciben su primera
unción en el Bautismo; el Oleo de los Enfermos, para el sacramento
de la Unción; y el Santo Crisma, utilizado también en el Bautismo, en
la Confirmación y en la unción en el Orden Sacerdotal.
La Misa Vespertina: con la que se inicia el Triduo Pascual (se le
llama víspera). En esta misa se celebra la Institución de la
Eucaristía, del Sacerdocio y el Mandato del Señor sobre la caridad
fraterna. Es la conmemoración solemne de la "Ultima Cena" de
Jesús con sus Apóstoles, cuando Jesús:
o "Da instrucciones" de cómo los cristianos hemos de recordar
y actualizar su Sacrificio -la Eucaristía- "…hagan esto en
memoria mía.." (Lc 22, 18-19)
o Instituye formalmente el Ministerio de los Sacerdotes y pide
por la unidad de su Iglesia "…que todos sean uno…" "Así
como tú me enviaste al mundo, así yo también los envío al
mundo….." (Jn 17, 11. 18)
o Habla de lo más importante de la vida del cristiano: el amor
"Ley doy este mandamiento nuevo. Que se amen unos a
otros… como yo los he amado". (Jn 13,34.35)
7. VIERNES SANTO
196
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 7
Es el primer día del Triduo Pascual. La Iglesia no celebra un funeral, sino la
muerte victoriosa del Señor. Es un día de amorosa contemplación del
Sacrificio de Cristo.
Es el único día del año en el que no se celebra la Eucaristía, es decir, no
hay Misa, ni Consagración del pan y el vino, recordando que en estos días
(viernes y sábado) los Apóstoles estuvieron escondidos y sumergidos en la
tristeza por miedo a los judíos y por la pena de ver preso y condenado a su
Maestro. Hay, sin embargo, celebraciones solemnes que convocan a todos
los fieles para:
La Liturgia de la Palabra. Son lecturas Bíblicas del profeta Isaías (Antiguo
Testamento), que anuncia detallando de manera sorprendente la pasión del
Mesías, y del Nuevo Testamento, el relato de la Pasión de Cristo narrada
por San Juan y de la exaltación de Jesús Crucificado como "sumo
sacerdote que penetró en los cielos" (Hb 4, 14). En estas lecturas se
subraya el aspecto glorioso de la Pasión, para manifestar a Cristo como
Rey y como Dios. Se concluye con una solemne oración de los fieles por
las grandes intenciones de la Iglesia y del mundo, poniéndolas al pie de la
Cruz, sobre la cual muere Cristo por todos los hombres.
La Adoración de la Cruz. Es más bien la Adoración de la persona de Cristo
Crucificado y el misterio significado por esta muerte por todos los hombres.
No es el material de la cruz, sino lo que la cruz significa para nosotros lo
que los cristianos adoramos. La Iglesia levanta el signo de la victoria del
Señor para manifestar el cumplimiento de lo que Jesús había dicho: "Y yo
cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí" (Jn 12,32). Al
contemplar a Cristo Crucificado, vienen a la mente sus palabras. "Nadie
tiene mayor amor, que el que da su vida por sus amigos" (Jn 15,13).
La Comunión. Aunque durante el viernes y sábado santos no se celebra
ningún sacramento, se reparte entre los fieles la comunión, consagrada
desde el día anterior, para permitir una mayor unión con el Cristo que nos
salva con su muerte.
8. SÁBADO SANTO
Durante este día la Iglesia está en actitud de silencio, propicio para
la reflexión y oración, esperando la hora de la víspera para dar inicio
a la Vigilia Pascual esa noche.
II.7.3.6.6.
PASCUA
Primera y Principal VERDAD DE NUESTRA FE
197
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 7
Los apóstoles de Jesús comenzaron su predicación anunciando este hecho
indiscutible: Jesús de Nazaret, quien fue clavado en una cruz y sepultado
RESUCITÓ. Todo su mensaje giró en torno de esta
noticia; hoy la Iglesia también centra todo su trabajo
apostólico en JESÚS RESUCITADO. A partir de esta
VERDAD, se realiza la evangelización, hace dos mil
años y hasta nuestros días. La resurrección de
Jesús es el hecho más importante de toda la Historia
de la Salvación. Es un asunto fundante -en él esta
fundada nuestra fe- y fundamental -sin Resurrección
sería absurda, y no tendría razón de ser nuestra fe-.
Si Cristo no hubiera resucitado, la Iglesia no podría
anunciar ninguna Buena Noticia de salvación para
nadie. San Pablo lo afirma claramente: "Si Cristo no
fue resucitado, nuestra predicación ya no contiene
nada ni queda nada de lo que creen ustedes…. Y… ustedes no pueden esperar
nada de su fe…. Pero no, Cristo resucitó de entre los muertos…" (1Co 15, 14; 17;
20). La Resurrección de Jesús es una VERDAD, a la que de ninguna manera
debemos renunciar si nos llamamos cristianos.
1. Pruebas de la Resurrección.
La máxima obra de Dios, la Resurrección de su Hijo, no tuvo testigos. Sin
embargo sí se puede comprobar; hay "evidencias":
El sepulcro vacío.- Los cuatro evangelistas lo mencionan. Lo reconocen
incluso los soldados, los sacerdotes y las autoridades romanas. Aunque no
es una prueba directa, es un signo especial, es el primer paso para el
reconocimiento de la Resurrección. Juan dice: "vió y creyó (20,8).
Las apariciones del Resucitado.- En ellas se basa el argumento definitivo
para afirmar la Resurrección. NO FUERON VISIONES subjetivas, sino
HECHOS OBJETIVOS, HISTÓRICOS. Se describen (en los últimos
capítulos de los evangelios), como presencia real y hasta carnal de Jesús;
come, camina, deja que lo toquen, platica con ellos. Son una base sólida
de la fe en la Resurrección.
El testimonio de los que creemos.- Aunque no hubo testigos de la
resurrección, sí los hay del Resucitado. Quienes lo vieron comenzaron a
decir que el "Crucificado estaba vivo" y así es como surge la Iglesia.
Nuestra fe procede de los primeros que creyeron y continuamos hoy
transmitiendo esa misma fe en Jesús de Nazaret que murió por nosotros, y
198
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 7
que RESUCITÓ como primicia de lo que será nuestra propia resurrección.
¡desde hace dos mil años, hombres y mujeres han dado testimonio de la fe
en la Resurrección y así seguirá ocurriendo hasta el fin de los tiempos! .
2. ¿Qué se entiende por Resurrección de Jesús?.
La Resurrección de Jesús es un HECHO REAL, HISTÓRICO -como todo lo
que dicen los Evangelios sobre Jesús de Nazaret- y META HISTÓRICO, vá más allá, pues anticipa nuestra propia resurrección-. Cuando pienses en
esta VERDAD DE FE, toma en cuenta estas cuatro afirmaciones:
1) La resurrección de Jesús no es una vuelta a su vida anterior, para
volver a morir de nuevo. Jesús entra en la vida definitiva de Dios; es
"exaltado" por Dios (Hch 2,23); es una vida diferente a la nuestra.
(Rm 6, 9-10)
2) Jesús resucitado no es una "alma inmortal", ni un fantasma. Es un
hombre completo, con cuerpo, vivo, concreto, que ha sido liberado
de la muerte, del dolor, de las limitaciones materiales, con todo lo
que constituye su personalidad.
3) Dios interviene, no para volver a unir el cuerpo y el alma de Jesús,
sino que ocurre un nuevo prodigio, una intervención creadora de
Dios. El Padre actúa con su fuerza creadora y poderosa, levantando
al muerto Jesús a la vida definitiva y plena.
4) No se trata de que Jesús resucitó "en la fe" de sus discípulos, o "en
su recuerdo". Es algo que aconteció verdaderamente en el muerto
Jesús y no en la mente o en la imaginación. Jesús realmente ha sido
liberado de la muerte y ha alcanzado la vida definitiva de Dios.
3. Significado de la Resurrección
Con la Resurrección de Jesús, Dios afirma cosas muy importantes:
Dios estaba de parte de Jesús, le da la razón en todo lo que hizo y
dijo y se la quita a quienes estaban en su contra.
Rehabilita su causa y su persona: Jesús es su Hijo, el Cristo, el
Mesías esperado.
Dice a la Iglesia naciente que su misión está fundada no solamente
en el hecho histórico, sino en la experiencia pascual, en el encuentro
de cada cristiano con Jesús Resucitado.
Es la anticipación de la meta de la historia; hace surgir una fuerza
dinámica e invita a un programa de vida para cada hombre.
Hay un nuevo horizonte para la vida y nuevo sentido para la muerte.
La vida es un camino que se puede andar con esperanza, pues la
199
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 7
muerte no es el fin del hombre, sino el medio para volver a su
destino final: Dios Padre.
4. El encuentro del hombre con el Resucitado
En los evangelios se describen varios "encuentros" de Jesús Resucitado
con varios de sus discípulos; hay cosas en común en estas experiencias:
1) Jesús se "deja ver", para que salgan de su incredulidad y de su
desconcierto.
2) El encuentro afecta a la totalidad de sus personas: transforma el
miedo en celo por el evangelio; la ignorancia por sabiduría; la
debilidad por fortaleza; la tristeza por alegría. (Gal 1,23)
3) Les descubre los enigmas de la fe: "se les abren los ojos" "ven y
creen".
4) Los encuentros siempre conducen a una llamada a la
evangelización "vayan y digan" (Mt 28, 18-20; Mc 16,15; Lc 24,28;
Jn 20,21).
5) Comprenden que deben vivir su vida cotidiana con otro sentido y
otra profundidad, el encuentro con el Resucitado es una experiencia
prolongada en la vida. (2Cor 4,10).
5. Se buscan testigos del Resucitado
Jesús dijo a Tomas: "Tu crees porque has visto. Felices los que creen sin
haber visto" (Jn 20, 29)
Estas palabras de Jesús: "Felices los que creen sin haber visto", se refieren
a nosotros, a los cristianos de hoy que seguimos encontrando a Cristo
Resucitado, aunque "no lo veamos" con los ojos del cuerpo, los efectos
que se producen son exactamente los mismos: somos "felices", porque
tenemos la certeza de que creemos en algo real; porque tenemos una
esperanza diferente a quienes no creen; porque vamos por la vida
luchando por hacer realidad el sueño de Jesús: vivir el Reino de Dios entre
los hombres.
Piensa, a quién le debes tu fe: ¿a tus padres?, ¿a un sacerdote?, ¿a un
catequista?, ¿a algún amigo?. La fe es un don de Dios que recibimos en el
bautismo, pero también es consecuencia del testimonio de alguien que ya
se encontró con Jesús Resucitado. Quizá tú has sido la causa de la fe de
alguna persona. ¡felicidades!, esa es la tarea de todos los cristianos.
Pero…. si tu eres alguien que siente que su fe no es firme, es
probablemente porque no has hallado a alguien que te de testimonio de su
encuentro con Jesús Resucitado, ¿o no lo has querido ver? ¡no te
desanimes!. Vale la pena que busques entre las personas que conoces;
200
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 7
busca a alguien que ya lo haya encontrado, desde luego tienes que entrar
en el "ambiente" donde están estas personas: es gente común, pero se
distingue en que vive los valores cristianos: la verdad, la justicia, el amor y
la paz; seguramente están entre tus compañeros de trabajo o de escuela;
quizá entre tus vecinos; ven a Misa los domingos, o acércate a algún grupo
parroquial; puedes encontrar aquí a esos testigos de la Resurrección que
viven inmersos en el mundo transmitiendo el amor de Jesús de Nazaret.
Cada vez que veas a alguien que vive esos valores del Reino de Dios, es
porque es un Testigo del Resucitado; obsérvalo, pregúntale por qué cree y
por qué vive de tal manera. Con toda seguridad su testimonio de
contagiará y tú también serás un testigo más, ayudando a Jesús a
transformar al mundo.
II.7.3.6.7.
PENTECOSTES
Historia
La palabra Pentecostés viene del griego y significa el día quincuagésimo. A los 50
días de la Pascua, los judíos celebraban la fiesta de las siete semanas (Ex 34,22),
esta fiesta en un principio fue agrícola, pero se convirtió después en recuerdo de
la Alianza del Sinaí.
Al principio los cristianos no celebraban esta fiesta. Las primeras alusiones a su
celebración se encuentran en escritos de San Irineo, Tertuliano y Orígenes, a fin
del siglo II y principio del III. Ya en el siglo IV hay testimonios de que en las
grandes Iglesias de Constantinopla, Roma y Milán, así como en la Península
Ibérica, se festejaba el último día de la cincuentena pascual.
Con el tiempo se le fue dando mayor importancia a este día, teniendo presente el
acontecimiento histórico de la venida del Espíritu Santo sobre María y los
Apóstoles (Cf. Hch 2). Gradualmente, se fue formando una fiesta, para la que se
preparaban con ayuno y una vigilia solemne, algo parecido a la Pascua. Se utiliza
el color rojo para el altar y las vestiduras del sacerdote; simboliza el fuego del
Espíritu Santo.
Significado
Los cincuenta días pascuales y las fiestas de la Ascensión y Pentecostés, forman
una unidad. No son fiestas aisladas de acontecimientos ocurridos en el tiempo,
son parte de un solo y único misterio.
Pentecostés es fiesta pascual y fiesta del Espíritu Santo. La Iglesia sabe que nace
en la Resurrección de Cristo, pero se confirma con la venida del Espíritu Santo.
Es hasta entonces, que los Apóstoles acaban de comprender para qué fueron
201
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 7
convocados por Jesús; para qué fueron preparados durante esos tres años de
convivencia íntima con Él.
La Fiesta de Pentecostés es como el "aniversario" de la Iglesia. El Espíritu Santo
desciende sobre aquella comunidad naciente y temerosa, infundiendo sobre ella
sus siete dones, dándoles el valor necesario para anunciar la Buena Nueva de
Jesús; para preservarlos en la verdad, como Jesús lo había prometido (Jn 14.15);
para disponerlos a ser sus testigos; para ir, bautizar y enseñar a todas las
naciones.
Es el mismo Espíritu Santo que, desde hace dos mil años hasta ahora, sigue
descendiendo sobre quienes creemos que Cristo vino, murió y resucitó por
nosotros; sobre quienes sabemos que somos parte y continuación de aquella
pequeña comunidad ahora extendida por tantos lugares; sobre quienes sabemos
que somos responsables de seguir extendiendo su Reino de Amor, Justicia,
Verdad y Paz entre los hombres.
¿Quién es el Espíritu Santo?
"Nadie puede decir: ¡Jesús es el Señor! sino por influjo del Espíritu Santo" (1Co
12,3)
Muchas veces hemos escuchado hablar de Él; muchas veces quizá también lo
hemos mencionado y lo hemos invocado. Piensa cuántas veces has sentido su
acción sobre ti: cuando sin saber cómo, soportas y superas una situación, una
relación personal difícil y sales adelante, te reconcilias, toleras, aceptas,
perdonas, amas y hasta haces algo por el otro…. Esa fuerza interior que no sabes
de dónde sale, es nada menos que la acción del Espíritu Santo que, desde tu
bautismo, habita dentro de ti.
El Espíritu Santo ha actuado durante toda la historia del hombre. En la Biblia se
menciona desde el principio, aunque de manera velada. Y es Jesús quien lo
presenta oficialmente:
"SI ustedes me aman, guardarán mis mandamientos, y yo rogaré al Padre y les
dará otro Defensor que permanecerá siempre con ustedes. Este es el Espíritu de
Verdad…. En adelante el Espíritu Santo Defensor, que el Padre les enviará en mi
nombre, les va a enseñar todas las cosas y les va a recordar todas mis palabras.
… En verdad, les conviene que yo me vaya, porque si no me voy, el Defensor no
vendrá a ustedes. Pero si me voy se lo mandaré. Cuando él venga, rebatirá las
mentiras del mundo…. Tengo muchas cosas más que decirles, pero ustedes no
pueden entenderlas ahora. Pero cuando Él venga, el Espíritu de la Verdad, los
introducirá en la verdad total".
202
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 7
Estos son fragmentos del Evangelio de San Juan, capítulos 14, 15 y 16. Si
quieres saber más sobre las últimas promesas y más profundas revelaciones de
Jesús, lee con atención y mucha fe, esta parte del evangelio.
Desde que éramos niños, en el catecismo aprendimos que "el Espíritu Santo es la
Tercera Persona de la Santísima Trinidad". Es esta la más profunda de las
verdades de fe: habiendo un solo Dios, existen en Él tres personas distintas,
Padre, Hijo y Espíritu Santo. Verdad que Jesús nos ha revelado en su Evangelio.
El Espíritu Santo coopera con el Padre y el Hijo desde el comienzo de la historia
hasta su consumación, pero es en los últimos tiempos, inaugurados con la
Encarnación, cuando el Espíritu se revela y nos es dado, cuando es reconocido y
acogido como persona. Jesús nos lo presenta y se refiere a Él no como una
potencia impersonal, sino como una Persona diferente, con un obrar propio y un
carácter personal .
Formas de llamar al Espíritu Santo
"Espíritu Santo" es el nombre propio de la Tercera Persona de la Santísima
Trinidad, a quien también adoramos y glorificamos, junto con el Padre y el Hijo.
Pero Jesús lo nombra de diferentes maneras:
EL PARÁCLITO: Palabra del griego "parakletos", que literalmente significa "aquel
que es invocado", es por tanto el abogado, el mediador, el defensor, el
consolador. Jesús nos presenta al Espíritu Santo diciendo: "El Padre os dará otro
Paráclito" (Jn 14,16). El abogado defensor es aquel que, poniéndose de parte de
los que son culpables debido a sus pecados, los defiende del castigo merecido,
los salva del peligro de perder la vida y la salvación eterna. Esto es lo que ha
realizado Cristo, y el Espíritu Santo es llamado "otro paráclito" porque continúa
haciendo operante la redención con la que Cristo nos ha librado del pecado y de
la muerte eterna.
EL ESPÍRITU DE LA VERDAD: Jesús afirma de sí mismo: "Yo soy el camino, la
verdad y la vida"
(Jn 14,6). Y al prometer al Espíritu Santo en aquel "discurso de despedida" con
sus apóstoles en la Última Cena, dice que será quien después de su partida,
mantendrá entre los discípulos la misma verdad que Él ha anunciado y revelado.
El Paráclito, es la verdad, como lo es Cristo. Los campos de acción en que actúa
el Espíritu Santo, son el espíritu humano y la historia del mundo. La distinción
entre la verdad y el error es el primer momento de dicha actuación.
Permanecer y obrar en la verdad es el problema esencial para los Apóstoles y
para los discípulos de Cristo, desde los primeros años de la Iglesia hasta el final
de los tiempos, y es el Espíritu Santo quien hace posible que la verdad a cerca de
Dios, del hombre y de su destino, llegue hasta nuestros días sin alteraciones.
203
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 7
Cada vez que rezamos el Credo, llamamos al Espíritu Santo:
SEÑOR Y DADOR DE VIDA: El término hebreo utilizado por el Antiguo
Testamento para designar al Espíritu es "ruah", este término se utiliza también
para hablar de "soplo", "aliento", "respiración". El soplo de Dios aparece en el
Génesis, como la fuerza que hace vivir a las criaturas, como una realidad íntima
de Dios, que obra en la intimidad del hombre. Desde el Antiguo Testamento se
puede vislumbrar la preparación a la revelación del misterio de la Santísima
Trinidad: Dios Padre es principio de la Creación; que la realiza por medio de su
Palabra, su Hijo; y mediante el Soplo de Vida, el Espíritu Santo.
La existencia de las criaturas depende de la acción del soplo - espíritu de Dios,
que no solo crea, sino que también conserva y renueva continuamente la faz de la
tierra. (Cf. Sal 103/104; Is 63, 17; Gal 6,15; Ez 37, 1-14). Es Señor y Dador de
Vida porque será autor también de la resurrección de nuestros cuerpos:
"Si el Espíritu de Aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en
ustedes, Aquel que resucitó a Cristo de entre los muertos dará también la vida a
sus cuerpos mortales por su Espíritu que habita en ustedes" (Rom 8,11).
La Iglesia también reconoce al Espíritu Santo como:
SANTIFICADOR: El Espíritu Santo es fuerza que santifica porque Él mismo es
"espíritu de santidad".
(Cf. Is. 63, 10-11) En el Bautismo se nos da el Espíritu Santo como "don" o regalo,
con su presencia santificadora. Desde ese momento el corazón del bautizado se
convierte en Templo del Espíritu Santo, y si Dios Santo habita en el hombre, éste
queda consagrado y santificado.
El hecho de que el Espíritu Santo habite en el hombre, alma y cuerpo, da una
dignidad superior a la persona humana que adquiere una relación particular con
Dios, y da nuevo valor a las relaciones interpersonales. (Cf. 1Cor 6,19) .
Los símbolos del Espíritu Santo
Al Espíritu Santo se le representa de diferentes formas:
El Agua: El simbolismo del agua es significativo de la acción del Espíritu
Santo en el Bautismo, ya que el agua se convierte en el signo sacramental
del nuevo nacimiento.
La Unción: Simboliza la fuerza. La unción con el óleo es sinónima del
Espíritu Santo. En el sacramento de la Confirmación se unge al confirmado
para prepararlo a ser testigo de Cristo.
204
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 7
El Fuego: Simboliza la energía transformadora de los actos del Espíritu.
La Nube y la Luz: Símbolos inseparables en las manifestaciones del
Espíritu Santo. Así desciende sobre la Virgen María para "cubrirla con su
sombra". En el Monte Tabor, en la Transfiguración, el día de la Ascensión;
aparece una sombra y una nube.
El Sello: Es un símbolo cercano al de la unción. Indica el carácter indeleble
de la unción del Espíritu en los sacramentos y hablan de la consagración
del cristiano.
La Mano: Mediante la imposición de manos los Apóstoles y ahora los
Obispos, trasmiten el "don del Espíritu".
La Paloma: En el Bautismo de Jesús, el Espíritu Santo aparece en forma
de paloma y se posa sobre Él.
El Espíritu Santo y la Iglesia
La Iglesia nacida con la Resurrección de Cristo, se manifiesta al mundo por el
Espíritu Santo el día de Pentecostés. Por eso aquel hecho de que "se pusieron a
hablar en idiomas distintos" , (Hch 2,4) para que todo el mundo conozca y
entienda la Verdad anunciada por Cristo en su Evangelio.
La Iglesia no es una sociedad como cualquiera; no nace porque los apóstoles
hayan sido afines; ni porque hayan convivido juntos por tres años; ni siquiera por
su deseo de continuar la obra de Jesús. Lo que hace y constituye como Iglesia a
todos aquellos que "estaban juntos en el mismo lugar" (Hch 2,1), es que "todos
quedaron llenos del Espíritu Santo" (Hch 2,4).
Una semana antes, Jesús se había "ido al Cielo", y todos los que creemos en Él
esperamos su segunda y definitiva venida, mientras tanto, es el Espíritu Santo
quien da vida a la Iglesia, quien la guía y la conduce hacia la verdad completa.
Todo lo que la Iglesia anuncia, testimonia y celebra es siempre gracias al Espíritu
Santo. Son dos mil años de trabajo apostólico, con tropiezos y logros; aciertos y
errores, toda una historia de lucha por hacer presente el Reino de Dios entre los
hombres, que no terminará hasta el fin del mundo, pues Jesús antes de partir nos
lo prometió: "…yo estaré con ustedes, todos los días hasta el fin del mundo" (Mt.
28,20)
El Espíritu Santo y la vida cristiana
A partir del Bautismo, el Espíritu divino habita en el cristiano como en su templo
(Cf. Rom 8,9.11;
205
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 7
1Cor 3,16; Rom 8,9). Gracias a la fuerza del Espíritu que habita en nosotros, el
Padre y el Hijo vienen también a habitar en cada uno de nosotros.
El don del Espíritu Santo es el que:
Nos eleva y asimila a Dios en nuestro ser y en nuestro obrar;
Nos permite conocerlo y amarlo;
Hace que nos abramos a las divinas personas y que se queden en
nosotros.
La vida del cristiano es una existencia espiritual, una vida animada y guiada por el
Espíritu hacia la santidad o perfección de la caridad. Gracias al Espíritu Santo y
guiado por Él, el cristiano tiene la fuerza necesaria para luchar contra todo lo que
se opone a la voluntad de Dios. (Cf. Gal 5,13-18; Rom 8,5-17).
Para que el cristiano pueda luchar, el Espíritu Santo le regala sus siete dones,
que son disposiciones permanentes que hacen al hombre dócil para seguir los
impulsos del Espíritu, estos dones son:
ð Sabiduría: nos comunica el gusto por las cosas de Dios.
ð Ciencia: nos enseña a darle a las cosas terrenas su verdadero valor.
ð Consejo: nos ayuda a resolver con criterios cristianos los conflictos de la vida.
ð Piedad: nos enseña a relacionarnos con Dios como nuestro Padre y con
nuestros hermanos.
ð Temor de Dios: nos impulsa a apartarnos de cualquier cosa que pueda ofender
a Dios.
ð Entendimiento: nos da un conocimiento más profundo de las verdades de la fe.
ð Fortaleza: despierta en nosotros la audacia que nos impulsa al apostolado y nos
ayuda a superar el miedo de defender los derechos de Dios y de los demás.
Experiencias del Espíritu Santo en la vida concreta
Cuando se da una esperanza total que prevalece sobre todas las demás
esperanzas particulares, que abarca con su suavidad y con su silenciosa
promesa todos los cimientos y todas las caídas;
Cuando se acepta y se lleva libremente una responsabilidad donde no se
tienen claras perspectivas de éxito y de utilidad;
206
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 7
Cuando se da como buena la suma de todas las cuentas de la vida que
uno mismo no puede calcular pero que Otro ha dado por buenas, aunque no
se puedan probar;
Cuando la experiencia fragmentada del amor, la belleza y la alegría se
viven sencillamente y se captan como promesa del amor, la belleza y la
alegría, sin dudar a un escepticismo cínico como consuelo barato del último
desconsuelo;
Cuando el vivir diario, amargo, decepcionante y aniquilador se vive con
serenidad y perseverancia hasta el final, aceptado por una fuerza cuyo origen
no podemos abarcar ni dominar;
Cuando se corre el riesgo de orar en medio de tinieblas silenciosas
sabiendo que siempre somos escuchados, aunque no percibamos una
respuesta que se pueda razonar y disputar;
Cuando uno se entrega sin condiciones y esta capitulación se vive como
una victoria;
Cuando se experimenta la desesperación, y misteriosamente se siente uno
consolado sin consuelo fácil: Allí está Dios y su gracia liberadora, allí
conocemos a quien nosotros, cristianos, llamamos Espíritu Santo de Dios".
Oraciones al Espíritu Santo
El hombre prudente, sabe que necesita luz en su inteligencia y fuerza en su
voluntad para pensar y hacer lo que Dios quiere. Esa luz y esa fuerza solamente
vienen de lo alto; es el Espíritu Santo quien provee al cristiano de todo lo que
necesita para su caminar en la vida. Por eso, todos los días nos conviene
invocarlo.
Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo. Padre amoroso del pobre; don,
en tus dones espléndido, luz que penetras las almas, fuente de mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo; tregua en el duro
trabajo, brisa en las horas de fuego; gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en
los duelos.
Entra hasta el fondo del alma, Divina Luz, y enriquécenos. Mira el vacío del
hombre si tu le faltas por dentro, mira el poder del pecado cuando no envías tu
aliento.
Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo, lava las manchas, infunde
calor de vida en el hielo. Doma el espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero.
207
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 7
Reparte tus siete dones según la fe de tus siervos. Por tu bondad y tu gracia, dale
al esfuerzo su mérito; salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno. AMÉN.
II.7.3.6.8.
CRISTO REY
“Por eso Dios lo engrandeció y le concedió el Nombre que está
sobre todo nombre, para que, ante el nombre de Jesús, todos se
arrodillen, en los cielos, en la tierra y entre los muertos. Y toda
lengua proclame que Cristo Jesús es el Señor, para Gloria de
Dios Padre."
Fil. 2, 9 -11
1. CRISTO REY DEL UNIVERSO
La fiesta de Cristo Rey fue instituida en 1925 por el papa Pío XI, que la fijó
en el domingo anterior a la solemnidad de todos los santos. La Iglesia,
ciertamente, no había esperado dicha fecha para celebrar el soberano
señorío de Cristo: Epifanía, Pascua, Ascensión, son también fiestas de
Cristo Rey. Si Pío XI estableció esa fiesta, fue como él mismo dijo
explícitamente en la encíclica Quas primas, con una finalidad de pedagogía
espiritual. Ante los avances del ateísmo y de la secularización de la
sociedad quería afirmar la soberana autoridad de Cristo sobre los hombres
y las instituciones. Ciertos textos del oficio dejan entrever un último sueño
de cristiandad.
En 1970 se quiso destacar más el carácter cósmico y escatológico del
reinado de Cristo. La fiesta se convirtió en la de Cristo "Rey del Universo" y
se fijó en el último domingo per annum. Con ella apunta ya el tiempo de
adviento en la perspectiva de la venida gloriosa del Señor.
La transformación de la segunda parte de la colecta revela claramente el
cambio introducido en el tema de la fiesta. La oración de 1925 pedía a Dios
"que todos los pueblos disgregados por la herida del pecado, se sometan al
suavísimo imperio" del reino de Cristo. El texto modificado pide a Dios "que
toda la creación, liberada de la esclavitud del pecado, sirva a tu majestad y
te glorifique sin fin".
208
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 7
2. CRISTO, PIEDRA ANGULAR.
El año litúrgico llega a su fin. Desde que lo comenzamos, hemos ido
recorriendo el círculo que describe la celebración de los diversos misterios
que componen el único misterio de Cristo: desde el anuncio de su venida
(Adviento), hasta su muerte y resurrección (Ciclo Pascual), pasando por su
nacimiento (Navidad), presentación al mundo (Epifanía) y la cadencia
semanal del domingo. Con cada uno de ellos, hemos ido construyendo un
arco, al que hoy ponemos la piedra angular. Este es el sentido profundo de
la solemnidad de Cristo – Rey del Universo, es decir, de Cristo – Glorioso
que es el centro de la creación, de la historia y del mundo. “Todos perciben
en sus almas una alegría inmensa, al considerar la santa Humanidad de
Nuestro Señor: un Rey con corazón de carne, como el nuestro; que es
autor del universo y de cada una de las criaturas, y que no se impone
dominando: mendiga un poco de amor, mostrándonos, en silencio, sus
manos llagadas”. (San Josemaría Escrivá de Balaguer)
Pío XI, al establecer esta fiesta, quiso centrar la atención de todos en la
imagen de Cristo, Rey divino, tal como la representaba la primitiva Iglesia,
sentado a la derecha del Padre en el ábside de las basílicas cristianas,
aparece rodeado de gloria y majestad. La cruz nos indica que de ella
arranca la grandeza imponente de Jesucristo, Rey de vivos y de muertos.
(P. Morales, I. L.)
La Iglesia anuncia hoy alborozada que “el Cordero degollado”, al entregar
su vida “en el altar de la Cruz”, reconquistó con su sangre preciosa toda la
creación y se la entregó a su Padre, aunque sólo al final de los tiempos esa
“entrega” será plena y definitiva. Al anunciar y celebrar hoy el triunfo de
Cristo, nos llenamos de alegría y esperanza, sabiendo que Él nos llevará a
su reino eterno, si ahora damos de comer al hambriento, y de beber al
sediento, vestir al desnudo, visitar a los enfermos y enterrar a los muertos
(Evangelio.)
3. “YO SOY REY”
Esta fue la respuesta rotunda de Jesús a Pilato. Aunque la respuesta
completa fue ésta: “Pero mi reino no es de aquí”.
Pero si el reino de Jesucristo no es de este mundo, se inicia y realiza
germinalmente ya en este mundo. Es verdad que sólo al final de los
tiempos y tras el juicio final alcanzará su plenitud definitiva, pues sólo
entonces triunfará definitivamente del demonio, el pecado, el dolor y la
muerte.
209
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 7
Pero ya ahora, “el reino instaurado por Jesucristo actúa como fermento y
signo de salvación para construir un mundo más justo, más fraterno, más
solidario, inspirado en los valores evangélicos de la esperanza y de la
bienaventuranza, a la que todos estamos llamados” (JUAN PABLO II.) Los
santos –únicos que se han tomado en serio su reinado- han sido grandes
sembradores de comprensión, justicia, amor y la paz siempre y en todas
partes. ¡Pobre tierra esta nuestra sin su acción y la de los demás
seguidores de Jesús!. A pesar de sus debilidades y pecados.
“Jesucristo es Rey que hace reyes a sus seguidores coronándolos en el
cielo.” (San Buenaventura)
La historia de los mártires de Cristo Rey se ha reproducido siempre que el
amor de Dios se apodera de un alma.
4. OPOSICIÓN AL SEÑOR.
¿Por qué, entonces, tantos se oponen al reino de Jesucristo? Porque es
evidente que son muchos los políticos, escritores, artistas, creadores de
opinión, detentadores del dinero y del poder, gente de a pie, que gritan –
con el más cruel y eficaz de los lenguajes: el de las obras- “¡No queremos
que Él reine sobre nosotros!”. Ese es el grito que se esconde tras tantos
diseños de la familia, de la educación, de la moda, de la cultura, de la
sociedad actual (cf. San JOSEMARIA ESCRIVÁ, Es Cristo que pasa, n.
179). Cierto que es un grito que no pocas veces es un eco del “no saben lo
que hacen”. Pero no por eso menos real y doloroso.
Nosotros hemos de empeñarnos en lo contrario. Dejarle reinar en nuestra
inteligencia, en nuestra voluntad, corazón, cuerpo, familia. Y hacer que
reine en nuestros familiares, amigos, compañeros de trabajo y gente que
se cruce en nuestro caminar. (José Antonio Abad, Comentarios Litúrgicos,
Rev. Palabra)
5. CRISTO
Viene de la traducción griega del término hebreo “Mesías” que quiere decir
“ungido”. No pasa a ser nombre propio de Jesús sino porque Él cumple
perfectamente la misión divina que esa palabra significa. En efecto, en
Israel eran ungidos en el nombre de Dios los que le eran consagrados para
una misión que habían recibido de Él. Jesús cumplió la esperanza
mesiánica de Israel en su triple función de sacerdote, profeta y rey. (C.I.C
436)
210
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 7
Como Hijo de Dios, le correspondía por naturaleza un absoluto dominio
sobre todas las cosas salidas de sus manos creadoras. “Todas han sido
creadas por y en Él. En el cielo y en la tierra, todas las cosas subsisten por
Él, las visibles y las invisibles”. Pero además es Rey nuestro por derecho
de conquista. Él nos rescató del pecado, de la muerte eterna.
6. CRISTO REINA YA MEDIANTE LA IGLESIA
“Cristo murió y volvió a la vida para eso, para ser Señor de muertos y
vivos” (Rm 14,9). La Ascensión de Cristo al Cielo significa su participación,
en su humanidad, en el poder y en la autoridad de Dios mismo. Jesucristo
es Señor: posee todo poder en los cielos, y en la tierra. Él está “por encima
de todo principado, Potestad, Virtud, Dominación” porque el Padre “bajo
sus pies sometió todas las cosas”. (Ef 1, 20-22). Cristo es el Señor del
cosmos (cf Ef 4, 10; 1 Co 15, 24.27-28) y de la historia. En él, la historia de
la humanidad e incluso toda la Creación encuentran su recapitulación (Ef
1,10), su cumplimiento trascendente. (C.I.C 668)
Como Señor, Cristo es también la cabeza de la Iglesia que es su Cuerpo
(cf Ef 1, 22). Elevado al cielo y glorificado, habiendo cumplido así su
misión, permanece en la tierra en su Iglesia. La Redención es la fuente de
la autoridad que Cristo, en virtud del Espíritu Santo, ejerce sobre la Iglesia.
(cf Ef 4, 11-13). C.I.C 669
Cristo es Señor de la vida eterna. El pleno derecho de juzgar
definitivamente las obras y los corazones de los hombres pertenece a
Cristo como Redentor del mundo. “Adquirió” este derecho por la Cruz.
Profundicemos llenos de agradecimiento, como aquellos colosenses a
quienes Pablo dirige su carta, en el misterio de amor que es para nosotros
Cristo Rey redimiéndonos: “Demos gracias a Dios Padre, que nos libró del
poder de las tinieblas y nos hizo dignos de la herencia de los santos en la
luz, introduciéndonos en el Reino del Hijo de su amor, en el cual tenemos
redención por su sangre, perdón de los pecados”. (Col. 1. 12)
Él se ofreció en la cruz, como hostia inmaculada pacífica para que todos
los hombres se sujetasen a su dominio. Y así poder entregar al Padre ese
Reino eterno y universal formado con las almas que con Él y en Él se
salvan siempre. Reino de verdad y de vida, Reino de Santidad y gracia,
Reino de justicia, amor y paz.
211
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 7
“El Señor me ha empujado a repetir, desde hace mucho tiempo, un grito
callado: serviré. Que El nos aumente esos afanes de entrega, de fidelidad,
a su divina llamada –con naturalidad, sin aparato, sin ruido-, en medio de la
calle. Démosle gracias desde el fondo del corazón. Dirijámosle una oración
de súbditos, ¡de hijos!, y la lengua y el paladar se nos llenaran de leche y
de miel, nos sabrá a panal tratar del reino de Dios, que es un Reino de
libertad, de la libertad que El nos ganó”. (San Josemaría Escrivá de
Balaguer)
Lectura
Complementaria
Fichas de lectura:
á Mt 5,13; 13,31.33.47; 28,19
á Me 3,14;
á Hch 2,14-16, 3,12-26; 5,12-16
á Evangelii Nuntiandii 1975
á cf. Discurso a los Obispos del CELAM, 9 de marzo de 1983
212
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 7
Prácticas
Cumple con las siguientes instrucciones:
1
2
Conforma otro grupo cooperativo de aprendizaje. Para
comprender : cuales son las
fuentes de oración, modalidades de oración y las actitudes de oración. Socializa
con tus compañeros
de curso.
3
Organiza otro grupo
cooperativo de aprendizaje.
Para identificar cuales son los
tiempos del año litúrgico desde la cronología y sequencia del tiempo. Socializa
con tus compañeros
de curso.
213
Integra un grupo
cooperativo de aprendizaje.
Para descubrir, cual es la
celebración de: La liturgia
cristiana. Socializa con tus
compañeros de curso.
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 8
UNIDAD
8
LOS SACRAMENTOS DE LA IGLESIA
La celebración es un elemento fundamental en la vida del hombre. Continuamente
expresamos nuestros sentimientos con gestos, símbolos y ritos. En algunas
ocasiones de la vida, la celebración reviste una solemnidad especial. En los
sacramentos, la comunidad cristiana celebra la vida y la historia de los hombres
como lugar donde la realidad del Reino de Dios se hace presente. Vamos a
introducirnos en lo que son y significan los sacramentos.
Los sacramentos cristianos
Gracia divina
Sacramentales
Sacramentos de iniciación cristiana
Dimensiones de los sacramentos
II.8.1. LOS SACRAMENTOS CRISTIANOS
Sacramentos: ¿por qué y para qué?
"Los sacramentos están ordenados a la santificación de los
hombres, a la edificación del Cuerpo de Cristo, y en definitiva,
a dar culto a Dios; pero en cuando signos, también tienen un
fin pedagógico. No sólo suponen la fe, sino que a la vez la
alimentan, la robustecen y la expresan por medio de palabras
y cosas; por esto se llaman sacramentos de la fe. Confieren
ciertamente la gracia, pero también su celebración prepara
perfectamente a los fieles para recibir con fruto la misma
gracia, rendir culto a Dios y practicar la caridad" (Conc.
Vaticano II. Sacrosanctum Concilium, 59)
Si buscamos en la Biblia la palabra "sacramento" no la encontraremos, por lo
menos en el sentido que hoy le damos. Pero esto no quiere decir que no tengan
fundamento bíblico. De hecho todos ellos fueron instituidos por Nuestro Señor
Jesucristo.
214
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 8
La palabra sacramento es de origen latino, los cristianos la usaron desde los
primeros años para significar lo que se refería a los signos litúrgicos,
celebraciones eclesiales y a los hechos sacros. Es decir, a los actos de culto.
Pero con el correr del tiempo, esta palabra se dejó para referirse exclusivamente
a los signos sagrados instituidos por Jesucristo. San Agustín, que vivió en el siglo
IV, fue quien más contribuyó a la clarificación del concepto de "sacramento" y no
fue hasta el siglo XII, que se fijó el número de sacramentos como siete.
Los sacramentos, como hoy los presenta la Iglesia son: Actos salvadores de
Cristo, que la Iglesia comunica al hombre mediante signos sensibles.
¿Y qué quiere decir "signo sensible"?. Un signo sensible es un símbolo. Y un
símbolo es una expresión figurada y visible o representación sensible, de una
realidad invisible. El valor de un símbolo no está en lo que él es de por sí, sino en
lo que indica, en lo que representa.
No son simples ceremonias. Ordenados a la santificación de los hombres, a la
edificación del cuerpo de Cristo y a dar culto a Dios, los sacramentos no solo
suponen la fe, sino que también la fortalecen, la alimentan y la expresan con
palabras y acciones; por eso se llaman sacramentos de la fe. Los sacramentos
nos dan o aumentan la Gracia Divina.
a) Decimos que son actos salvadores, porque son acciones que salvan al
hombre de situaciones concretas, llenándolo de la fuerza del amor, fruto de
la muerte y resurrección de Cristo. Abarcan toda la vida del hombre en sus
puntos más significativos.
En su nacimiento: Bautismo
En su crecimiento: Confirmación
En las heridas del pecado: Reconciliación
En su alimentación: Eucaristía
En la formación de un hogar: Matrimonio
En la consagración al servicio de la comunidad: Orden Sacerdotal
En la enfermedad: Unción de los enfermos
b) Son actos salvadores de Cristo porque Él es el verdadero autor, he aquí el
valor del sacramento. Es Cristo quien bautiza, perdona los pecados o
comunica el Espíritu Santo. Recibir un sacramento es encontrarse
personalmente con Cristo que salva.
215
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 8
c) c). Son actos que la Iglesia comunica porque fueron entregados a la Iglesia
por Cristo para que los administrara a los hombres. Por lo que el
sacramento debe administrarse conforme a lo establecido por la Iglesia y
según sus intenciones.
d) Son signos sensibles, porque el hombre necesita algo material para
convencerse, darse cuenta, sentir la presencia de Dios. San Pablo nos lo
recuerda " Si bien no se puede ver a Dios, podemos, sin embargo desde
que él hizo el mundo, contemplarlo a través de sus obras y entender por
ellas que él es eterno, poderoso y que es Dios" (Rm 1,20) Jesucristo al
instituir los sacramentos, tuvo presente esta necesidad que tiene el hombre
de llegar a lo invisible a través de lo sensible.
Para realizar estos sacramentos se necesitan dos cosas:
La forma: oración o palabras que se pronuncian al administrar el sacramento
La materia: lo que se usa para el sacramento: el agua, el pan, el vino, el
aceite, la imposición de manos, la confesión de una culpa.
No es igual que aceptar una medalla o hacer algo bueno " que se acostumbra",
sino que cada sacramento es un encuentro libre y personal con Cristo resucitado.
Por lo tanto es necesario:
Tener fe
Conocer lo que se comunica
Quererlo recibir
Es necesario estar bautizado para recibir cualquier otro sacramento. Es
indispensable estar en Gracia de Dios. Sólo el Bautismo y la Reconciliación dan
de por sí la Gracia, para cualquier otro sacramento es necesario arrepentirse de
los pecados y confesarse antes.
Algunos sacramentos se pueden recibir una sola vez en la vida porque imprimen
carácter indeleble, estos son: Bautismo, Confirmación y Orden.
EL TÉRMINO SACRAMENTO
El término sacramento* ha tenido, en el transcurso de la historia de la iglesia,
diferentes acepciones. Esto hace que se haya convertido en un término equívoco
que conviene precisar con cuidado.
216
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 8
En general, con un sentido muy amplio y abarcante, podemos decir que
sacramento incluye toda realidad visible por la que dios comunica su vida, que es
salvación a los hombres.
Sin embargo, la iglesia distingue entre diferentes formas de ser sacramento: no es
el mismo sentido el empleado al hablar de cristo como sacramento del padre que
del bautismo como sacramento de la iniciación cristiana. Pasamos acto seguido a
desarrollar brevemente estas precisiones.
Definición de Sacramento
Los sacramentos considerados hasta este momento eran simplemente signos de
cosas sagradas. Según la enseñanza de la Iglesia católica, aceptada hoy día por
muchos episcopalianos, los sacramentos de la divina economía no son meros
signos; no simplemente significan la gracia divina, sino que la causan en las
almas de los hombres, por virtud de su institución divina. "Signum sacrosanctum
efficax gratiae"- un signo sacrosanto que produce la gracia- es una definición
breve y sucinta de los sacramentos de la Nueva Ley. Sacramento, en su acepción
más amplia, puede ser definido como un signo externo de algo sagrado.
En el siglo XII, Pedro Lombardo (m. en 1164), conocido como el Maestro de las
Sentencias, autor de un manual de teología sistemática, nos dio una acertada
definición de los sacramentos de la Nueva Ley. Un sacramento es un signo
externo tal de la gracia interna que lleva su imagen (i.e. lo significa y representa) y
es su causa—"Sacramentum proprie dicitur quod ita signum est gratiae Dei, ei
invisibilis gratiae forma, ut ipsius imaginem gerat et causa existat" (IV Sent., d.I,
n.2). Esta definición fue adoptada y perfeccionada por los escolásticos
medievales. Santo Tomás nos ha legado esta breve pero expresiva definición: El
signo de una cosa sagrada en cuanto que ésta santifica al hombre- "Signum rei
sacrae in quantum est sanctificans homines" (III:60:2).
Todas las criaturas del universo proclaman algo sagrado, en particular la
sabiduría y la bondad de Dios, en cuanto son sagradas en si mismas y no en
cuanto que son cosas sagradas que santifican al hombre. Por tanto no pueden ser
llamadas sacramentos en el mismo sentido en que hablamos de los sacramentos
(ibid.,ad lum). El Concilio de Trento incluye lo substancial de de esas dos
definiciones en la siguiente: "Symbolum rei sacrae, et invisibilis gratiae forma
visibilis, sanctificandi vim habens"— Un símbolo de algo sagrado, una forma
visible de la gracia invisible, con poder para santificar (Ses. XIII, cap.3). El
"Catecismo del Concilio de Trento" da una definición más completa: Algo
perceptible por los sentidos que, por institución divina, tiene el poder tanto de
significar y de efectuar la santidad y la justicia (II,n.2). Los catecismos católicos en
217
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 8
inglés dan generalmente la siguiente: Un signo externo de la gracia interna, un
signo o ceremonia sagrado y misterioso, ordenado por Cristo, por la que la gracia
es dada a nuestras almas. Las teologías anglicana y episcopaliana dan
definiciones que los católicos pueden aceptar.
Hay tres cosas que son necesarias en todo sacramento: el signo exterior, la
gracia interior y su institución divina. Un signo representa algo diferente a si
mismo, ya naturalmente, como el humo representa al fuego, ya por decisión de un
ser inteligente, como la cruz roja representa una ambulancia. Los sacramentos no
significan la gracia naturalmente.
Lo hacen porque han sido escogidos por Dios para significar efectos misteriosos.
No son, sin embargo, arbitrarios, ya que en la mayor parte de los casos, si no en
todos, las ceremonias que se llevan a cabo tienen una relación casi natural con el
efecto que debía ser producido. Por ejemplo, el verter agua en la cabeza de un
niño fácilmente trae a la mente la purificación interior del alma.
La palabra "sacramento" (sacramentum), aún cuando usada por los escritores
profanos latinos, significa algo sagrado, vgr., el juramento por el que se
comprometían los soldados, o el dinero depositado por los litigantes en un
concurso. En los escritos de los Padres de la Iglesia la palabra se utilizaba para
significar algo sagrado y misterioso, y donde los latinos usaban sacramentum los
griegos usaban mysterion (misterio). Ese algo sagrado y misterioso significado por
el sacramento es la gracia divina, que es la causa formal de nuestra justificación,
pero con ella debemos asociar la resurrección de Cristo (causa eficiente y
meritoria) y el fin (causa final) de nuestra santificación, o sea, la vida eterna. El
sentido de los sacramentos según los teólogos (e.g. ST III:60:3) y del catecismo
Romano (II, n.13) se extiende a esas tres cosas sagradas de las que una es
pasada, otra presente y otra futura. Las tres han sido apropiadamente expresdas
en la bella antífona de la Eucaristía: "O sacrum convivium, in quo Christus
sumitur, recolitur memoria passionis ejus, mens impletur gratia, et futurae gloriae
nobis pignus datur—Oh banquete sagrado, en el que se recibe a Cristo, se
recuerda la pasión, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda de la vida
futura".
ORIGEN (CAUSA) DE LOS SACRAMENTOS
Cabría aquí preguntar: ¿hasta qué punto era necesario que Cristo determinara la
materia y la forma de los sacramentos?
(1) Poder de Dios
El Concilio de Trento definió que los siete sacramentos de la Nueva Ley habían
sido instituidos por Cristo (Sess. VII, can.i). Esto soluciona la cuestión de hecho
218
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 8
para todos los católicos. La razón nos dice que todos los sacramentos deben
venir originalmente de Dios. Puesto que son signos de cosas sagradas en cuanto
que los hombres son santificados por esas cosas sagradas (ST III:60:2); puesto
que el rito externo (materia y forma) por si mismo no puede dar la gracia, es
evidente que todos los sacramentos que merezcan ese nombre deben originarse
en la decisión divina. "Ya que la santificación del hombre radica en la fuerza de
Dios que santifica", escribe Santo Tomás (ST III:60:2), "no es de la competencia
de los hombres escoger las cosas por las que han de ser santificados, sino que
esto debe ser determinado por institución divina". Hay que añadir a ello que la
gracia es, en cierto sentido, participación de la naturaleza divina y nuestra
doctrina es inimpugnable: Solamente Dios puede dictar que el hombre participe
de su naturaleza a través de ceremonias exteriores.
(2) Poder de Cristo
Sólo Dios es la causa principal de los sacramentos. Sólo Él puede con autoridad y
por su poder innato dar a los ritos externos materiales la fuerza para conferir
gracia a los hombres. En cuanto Dios, Cristo, igualmente que el Padre, posee tal
poder innato, lleno de autoridad y principal. En cuanto hombre, Él tenía otro poder
al que Santo Tomás llama "poder del ministerio principal" o "poder de excelencia"
(III:64:3). "Cristo produjo los efectos interiores del sacramento por medio de
merecerlos y efectuarlos... La pasión de Cristo es la causa de nuestra justificación
meritoria y efectivamente, no como agente principal y con autoridad, sino como
instrumento, en tanto que su humanidad fue el instrumento de su divinidad
(III:64:3; cf. III:13:1, III:13:3). Hay verdad teológica y piedad en la vieja máxima:
"De la sangre de Cristo agonizante en la cruz fluyeron los sacramentos por los
que fue salvada la Iglesia" (Gloss. Ord. in Rom.5: ST III:62:5). La causa eficiente
principal de la gracia es Dios, con quien la humanidad de Cristo forma una
especie de instrumento adjunto, no siendo los sacramentos instrumentos adjuntos
a la divinidad (por la unión hipostática): así pues, la fuerza salvífica de los
sacramentos pasa de la divinidad de Cristo, a través de su humanidad, a los
sacramentos (ST III:62:5). Quien pese bien esas palabras entenderá porqué los
católicos muestran tanta reverencia hacia los sacramentos. El poder de
excelencia de Cristo consiste en cuatro cosas: (1) Los sacramentos reciben su
eficacia de sus méritos y sufrimientos; (2) son santificados y santifican en su
nombre; (3) Él podía instituir los sacramentos y de hecho lo hizo; (4) Él podía
producir los efectos de los sacramentos sin recurrir a ceremonias (ST III:64:3).
Cristo podría haber comunicado su poder de excelencia a los hombres; ello no era
absolutamente imposible (III:64:4). Pero, (1) si lo hubiese hecho así los hombres
no hubiesen obtenido tal poder con la misma perfección que Cristo: "Él hubiera
permanecido como cabeza de la Iglesia en forma principal, y otros en forma
secudaria" (III:64:3). (2) Cristo no comunicó esa fuerza, y no lo hizo por el bien de
los fieles: (a) para que ellos pudieran poner su esperanza en Dios y no en los
hombres; (b) para que no hubiese diferentes tipos de sacramentos que dieran
origen a divisiones en la Iglesia (III:64:1). La segunda razón es mencionada por
san Pablo (I Cor., i,12,13): " cada uno de ustedes dice: yo soy de Pablo, yo de
219
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 8
Apolo, y yo de Cefas, y yo de Cristo. ¿Está acaso dividido Cristo? ¿Fue Pablo
crucificado por ustedes? O ¿fueron ustedes bautizados en el nombre de Pablo?
(3) Institución inmediata y mediata
El Concilio de Trento no definió explícita ni formalmente que todos los
sacramentos fueron instituidos inmediatamente por Cristo. Antes del Concilio
grandes teólogos como Pedro Lombardo (IV Sent., d.xxiii), Hugo de San Víctor
(De sac. II,ii), Alejandro de Hales (Summa, IV, Q.xxiv,1) sostuvieron que algunos
sacramentos habían sido instituidos por los apóstoles, utilizando el poder que
para ello les había otorgado Jesucristo. Especialemente se presentaron dudas
respecto a la Confirmación y a la Extremaunción. Santo Tomás rechaza la noción
de que la Confirmación haya sido instituida por los apóstoles.
Fue instituida por Cristo, afirma, cuando Él prometió al Paráclito, aunque nunca
fue administrada mientras Él estuvo en la Tierra, porque la plenitud del Espíritu
Santo no les fue concedida hasta después de la ascención. "Christus instituit hoc
sacramentum, non exhibendo, sed promittendo" (III. Q.lxii, a.1, ad 1um). El
Concilio de Trento definió que el sacramento de la Extremaunción fue instituido
por Cristo y promulgado por Santiago (Sess. XIV, can.i). Algunos teólogos, e.g.,
Becanus, Belarmino, Vázquez, Gonet, etc., pensaron que las palabras del concilio
(Ses. VII, can.i) fueron bastante explícitas como para hacer de la inmediatez de la
institución de todos los sacramentos por Cristo un asunto de fe definida. Ellos se
oponían a Soto (un teólogo del concilio), Estius, Gotti, Tournely, Berti, y a muchos
más, de tal modo que hoy casi todos los teólogos se unen para afirmar: es
teológicamente cierto, aunque no definido (de fide) que Cristo instituyo
inmediatamente todos los sacramentos de la Nueva Ley. En el decreto
"Lamentabili", del 3 de julio de 1907, Pio X condenó doce proposiciones de los
modernistas, quiene atribuían el origen de los sacramentos a una especie de
evolución o desarrollo. La primera proposición, impactante, es la siguiente: "Los
sacramentos tuvieron su origen en el hecho que los apóstoles, persuadidos y
movidos por las circunstancias y acontecimientos, interpretaron algunas ideas e
intenciones de Cristo", (Demzinger-Bannwart, 2040). Luego siguen once
proposiciones que se relacionan ordenadamente a cada uno de los sacramentos
(ibid., 2041-51). Estas proposiciones niegan que Cristo instituyó los sacramentos
algunas parecen negar aún su institución mediata por el Salvador.
(4) ¿Qué implica la institución inmediata? El poder de la Iglesia
Concediendo que Cristo haya instituido los sacramentos inmediatamente, no se
sigue de ello necesariamente que Él personalmente haya determinado todos los
detalles de las ceremonias sagradas, prescribiendo minuciosamente cada iota
relacionada con la materia y la forma que se deban utilizar. Basta (aún para el
caso de la institución inmediata) decir que Cristo determinó qué gracias debían
ser conferidas por medio de los ritos externos. Para algunos sacramentos (e.g., el
Bautismo, la Eucaristía) Él determinó minuciosamente (in specie) la materia y la
220
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 8
forma. Para otros solamente determinó en forma general (in genere) el que debía
haber una ceremonia externa, por la que se habían de conferir gracias especiales,
dejando a los apóstoles o a la Iglesia el poder de determinar lo que Él no hubiese
determinado, e.g., prescribir la materia y la forma de los sacramentos de la
Confirmación y de la Órdenes Sagradas. El Concilio de Trento (Sess. XXI, cap. ii)
declaró que la Iglesia tiene el poder de modificar la "substancia" de los
sacramentos. No podría la Iglesia declarar como propio tal poder para alterar la
substancia de los sacramentos, utilizando la autoridad que le fue dada por Dios
para determinar con mayor precisión la materia y forma, si los sacramentos no
hubieran sido determinados por Cristo. Esta teoría (que no es moderna) había
sido aceptada por los teólogos, por su utilidad al resolver problemas históricos
relacionados principalmente con la Confirmación y Órdenes Sagradas.
(5) ¿Podemos afirmar entonces que Cristo instituyó algunos sacramentos
en forma implícita?
¿Podemos decir que Cristo quedó satisfecho con dejar claros los principios
esenciales a partir de los cuales, luego de un desarrollo más o menos lento,
emergerían los sacramentos plenamente desarrollados? Según Pourrat (op.cit.,
p.300), esta es una aplicación de la teoría de Newman sobre el desarrollo, quien
propone otras dos fórmulas: Cristo instituyó todos los sacramentos
inmediatamente pero no los entregó a la Iglesia totalmente constituidos; o Jesús
instituyó inmediata y explícitamente el baustismo y la Eucaristía, mas sólo
imediata aunque implícitamente los otros cinco (loc.cit., p.301). El mismo Pourrat
piensa que la última fórmula es demasiado absoluta. Los teólogos probablemente
la lleguen a considerar un poco peligrosa, o por lo menos "male sonans". Si llega
a interpretarse como algo distinto de la vieja expresión, o sea que Cristo
determinó sólo in genere la materia y la forma de algunos sacramentos, da pie
para un desarrollo demasiadoamplio. Si no significa nada más que lo que la
expresión ha significado hasta hoy ¿en qué ayuda admitir una fórmula que puede
fácilmente ser malentendida?
NUMERO DE LOS SACRAMENTOS
(1) Doctrina Católica: Iglesias oriental y occidental
El Concilio de Trento definió solemnemente que, verdaderamente y así llamados
con propiedad, hay siete sacramentos de la Nueva Ley, a saber: Bautismo,
Confirmación, Santa Eucaristía, Penitencia, Extremaunción, Órdenes y
Matrimonio. La misma enumeración se había hecho en el Decreto para los
Armenios del Concilio de Florencia (1439), en la Profesión de Fe de Miguel el
Paleólogo, ofrecida por Gregorio X en el Concilio de Lyon (1274) y en el concilio
realizado en Londres, en 1237, bajo Otto, legado de la Santa Sede. Según
algunos escritores, fue Otto de Bamberg, el Apóstol de Pomerania, quien por
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primera vez adoptó el número siete. Lo más probable es que el honor pertenezca
a Pedro Lombardo (m. 1164) quien en su cuarto Libro de las Sentencias (d. i, n, 2)
define un sacramento como un signo sagrado que no sólo significa sino que
también produce la gracia y luego (d. I, n1) enumera los siete sacramentos.
Probablemente sea bueno notar que, aunque los grandes escolásticos rechazaron
muchas de sus opiniones teológicas (la lista aparece en el apéndice de la edición
Migne, Paris, 1841), esta definición y enumeración fue inmediata y universalmente
aceptada, lo que constituye prueba positiva de que él no introdujo una nueva
doctrina, sino que simplemente expresó en una fórmula conveniente y precisa lo
que siempre había sido defendido en la Iglesia.
Del mismo modo como muchas doctrinas fueron aceptadas por la fe, pero no
siempre expresadas apropiadamente, hasta que la condenación de alguna herejía
o el desarrollo de algún conocimiento religioso exigía una fórmula precisa y clara,
así también los sacramentos fueron aceptados y utilizados por la Iglesia durante
siglos antes que la filosofía aristotélica, aplicada a la explicación sistemática de la
doctrina cristiana, proveyera la definición certera y la enumeración de Pedro
Lombardo. Los primeros cristianos estaban más interesados en el uso de los ritos
sagrados que en las fórmulas científicas, tal como el piadoso autor de la
"Imitación de Cristo", quien escribió: "Yo prefiero sentir la compunción que saber
su definición" (I,i).
Se requirió de tiempo, no para que se desarrollaran los sacramentos- excepto en
aquellas cosas en las que la Iglesia determinó lo que Jesucristo había dejado bajo
su control- sino para el crecimiento y conocimiento de los sacramentos. Durante
siglos a todo signo de algo sagrado se le llamó sacramento y su enumeración fue
algo arbitraria. Nuestros siete sacramentos están todos mencionados en las
Sagradas Escrituras y los encontramos a todos mencionados aquí y allá por los
Padres. Después del siglo noveno los escritores comenzaron a señalar una
distinción entre los sacramentos en sentido general y sacramentos en sentido
apropiado. El desafortunado Abelardo ("Intro. ad Theol.", I, i, y en el "Sic et Non")
y Hugo de San Víctor (De sacr., I, part 9, cap. viii; cf. Pourrat, op.cit., pp.34, 35)
prepararon el camino a Pedro Lombardo, quien propuso la fórmula precisa que
fue aceptada por la Iglesia.
De entonces hasta la época de la así llamada Reforma, la Iglesia Oriental se unió
a la Iglesia Latina al afirmar que por sacramentos nosotros entendemos signos
sagrados eficaces, i.e., ceremonias que por la sabiduría divina significan, contiene
y confieren la gracia, y que son siete en número. En la historia de las conferencias
y los concilios celebrados para lograr la reunión de los griegos con la Iglesia
Latina no se encuentra ningún registro de alguna objeción levantada en contra de
la doctrina de los siete sacramentos. Todo lo contrario, cerca del año 1576,
cuando los reformadores de Wittenberg, ansiosos de hacer caer a las iglesias
orientales en sus errores, enviaron una traducción griega de la Confesión de
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Augsburgo a Jeremías, Patriarca de Constantinopla. El contestó: "Los misterios
recibidos en esta misma Iglesia Católica de los cristianos ortodoxos, y las
ceremonias sagradas, son siete en número- sólo siete y no más" (Pourrat, op.cit.,
p.289) . El consenso de las iglesias oriental y latina en este asunto queda claro en
las obras de Arcadio, "De con. ecc. occident. et orient. in sept. sacr. administr."
(1619); de Goar (q.v.), "Euchologion"; de Martene (q.v.), "De antiquis ecclesiae
ritibus"; de Renaudot, "Perpetuite de la foi sur sacrements" (1711), y este acuerdo
de las dos iglesias provee a los escritores recientes (episcopales) de un
argumento muy fuerte para apoyar su llamado a aceptar los siete sacramentos.
(2) Errores protestantes
Los errores capitales de Lutero, o sea, la interpretación privada de las escrituras y
la justificación por la sola fe, le llevaron lógicamente al rechazo de la doctrina
católica sobre los sacramentos. El los hubiera desechado todos con gusto, pero
las palabras de la escritura fueron demasiado convincentes y las Confesiones de
Augsburgo mantuvieron tres que "tenían el mandato de Dios y la promesa de la
gracia del Nuevo Testamento". Estos tres, el Bautismo, la Cena del Señor y la
Penitencia, fueron admitidos por Lutero y también por Cranmer en su
"Catecismo". Enrique VIII protestó contra las innovaciones de Lutero y recibió el
título de "Defensor de la fe" como recompensa por la publicación de su "Assertio
septem sacramentorum" (reeditado por el P. Louis O'Donovan, New York, 1908).
Los seguidores de los principios de Lutero sobrepasaron a su líder en su
oposición a los sacramentos. Una vez que aceptaron que éstos meramente son
"signos y testimonios de la buena voluntad de Dios hacia nosotros", se
desvaneció cualquier motivo para reverenciarlos. Algunos rechazaron todos los
sacramentos, ya que la buena voluntad de Dios podía manifestarse sin esos
signos externos.
La confesión (Penitencia) no tardó en ser sacada también de la lista de los
sacramentos aceptados. Los anabautistas rechazaron el Bautismo de infantes ya
que la ceremonia no podía encender la fe en los niños. En general, los
protestantes mantuvieron dos sacramentos: el Bautismo y la Cena del Señor,
aunque ésta quedó después reducida a un simple servicio conmemorativo al ser
negada la presencia real. En seguida del primer fervor destructivo se dio una
reacción. Los luteranos mantuvieron la ceremonia de Confirmación y ordenación,
Cranmer mantuvo tres sacramentos, aunque encontramos en la Confesión de
Westminster: "Hay dos sacramentos ordenados por Cristo Nuestro Señor en el
Evangelio, a saber, el Bautismo y la Cena del Señor.
Los otros cinco comúnmente llamados sacramentos, a saber, Confirmación,
Penitencia, Ordenes, Matrimonio, y Extremaunción, no deben ser contados como
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sacramentos del Evangelio, nacidos como son, en parte, del seguimiento corrupto
de los Apóstoles, en parte como estados de vida permitidos en las escrituras, que
sin embargo no tienen la misma naturaleza de los sacramentos como el Bautismo
y la Cena del Señor, dado que no son señales visibles o ceremonias ordenadas
por Dios" (art.XXV). Los teólogos de Wittenberg, a modo de negociación, habían
mostrado algunas señales de querer hacer tal distinción, en la segunda carta al
Patriarca de Constantinopla, pero los griegos no quisieron aceptarlo. (Pourrat,
loc.cit., 290). Por más de dos siglos la Iglesia de Inglaterra teóricamente
reconoció sólo dos "sacramentos del Evangelio", empero permitió o toleró, otros
cinco ritos. En la práctica, estos cinco "sacramentos menores" fueron
desdeñados, especialmente la Penitencia y la Extremaunción.
Los anglicanos del siglo XIX hubieran gustosamente alterado o abrogado el
artículo veinticinco. Existía un fuerte deseo, que databa principalmente del
movimiento tractario y de los días de Pusey, Newman, Lyddon, etc., para
reintroducir todos los sacramentos. Muchos episcopalianos y anglicanos hoy día
hacen esfuerzos heroicos para mostrar que el artículo veinticinco repudiaba los
sacramentos menores solamente en cuanto "habían nacido del corrupto
seguimiento de los Apóstoles y eran administrados 'more romamensium', al modo
romano. De ese modo, Morgan Dix recordó a sus contemporáneos que el primer
libro de Eduardo VI permitía "confesión auricular y secreta al sacerdote", quien
podía dar absolución y "consejo espiritual y confortar", pero no hizo tal práctica
obligatoria. Por lo tanto, el sacramento de la absolución no debe "ser impuesto
sobre la conciencia de los hombres como si fuese necesario para la salvación"
(op.cit., p.99, 101, 102, 103). Él cita autoridades que afirman que "uno no puede
dudar que el uso sacramental de ungir a los enfermos ha existido desde el
principio", y añade, "No faltan quienes, entre los obispos de la Iglesia Americana,
están de acuerdo en lamentar la pérdida de esta primitiva ordenanza y en predecir
su restauración entre nosotros en un tiempo más propicio" (ibid., p.105). En una
convención episcopaliana que tuvo lugar en Cincinnati en 1910, se trabajó
infructuosamente para obtener el permiso de practicar la unción de los enfermos.
Párrocos y vicarios de la Iglesia Alta, especialmente en Inglaterra, entran en
frecuente conflicto con sus obispos porque aquellos utilizan los ritos antiguos.
Añadamos a ello la aseveración hecha por Mortimer (op.cit., I, 122) de que todos
los sacramentos producen la gracia ex opere operato y podremos ver que los
anglicanos "avanzados" están volviendo a la doctrina y a las prácticas de la
Antigua Iglesia. Deben ser ellos quienes solucionen el problema de si su posición
puede reconciliarse con el artículo veinticinco, y en qué medida. De seguro que
sus vacilaciones en busca de la verdad prueban la necesidad de tener en la Tierra
un intérprete infalible de la Palabra de Dios.
DIVISION Y COMPARACIÓN DE LOS SACRAMENTOS
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(a) Todos los sacramentos fueron instituidos para el bien espiritual de quienes los
reciben. Sin embargo, cinco de ellos, a saber, Bautismo, Confirmación,
Penitencia, Eucaristía y Extrema unción, benefician primariamente a la persona
en su carácter privado, mientras que los otros dos, las Órdenes y el Matrimonio,
afectan primariamente al hombre como ser social, y lo santifican para el
cumplimiento de sus obligaciones hacia la Iglesia y hacia la sociedad. Por el
Bautismo nosotros nacemos de nuevo; la Confirmación nos hace cristianos
fuertes y perfectos; soldados. La Eucaristía nos provee de nuestra diaria comida
espiritual. La Penitencia sana nuestra alma herida por el pecado. La
Extremaunción quita los últimos restos de la fragilidad humana y prepara nuestra
alma para la vida eterna. Las Órdenes proveen los ministros de la Iglesia. El
Matrimonio da la gracia necesaria a aquellos que deben educar hijos en el amor y
temor de Dios, como miembros de la Iglesia militante y futuros ciudadanos del
Cielo.
Esta es la explicación de Santo Tomás acerca de la pertinencia del número siete
(III:55:1). Él transmite otras explicaciones aportadas por los escolásticos, pero no
se ata a ninguna de ellas. De hecho, la única razón suficiente de la existencia de
los siete sacramentos es la voluntad de Cristo. No hay más. Son siete
sacramentos porque Él instituyó siete. Las explicaciones y adaptaciones de los
teólogos únicamente sirven para motivar nuestra admiración y gratitud a base de
mostrarnos cuán sabia y beneficiosamente Dios proveyó a nuestras necesidades
espirituales en estos siete signos eficaces de la gracia.
(b) El Bautismo y la Penitencia son llamados "sacramentos de muertos" porque
dan vida, a quien estaba muerto a causa del pecado original o actual, a través de
la gracia santificante que, en ese caso, se llama "gracia primera". Los otros cinco
son "sacramentos de vivos" porque su recepción exige que quien los reciba esté,
al menos ordinariamente, en estado de gracia y, entonces, se dice que otorgan
"gracia segunda", o sea un aumento de la gracia santificante (q.v.). No obstante,
ya que, cuando no hay obstáculo en quien los recibe, los sacramentos siempre
otorgan alguna gracia, puede suceder en algunos casos explicados por los
teólogos que una "gracia segunda" se concede también a través de los
sacramentos de muertos, e.g., cuando la persona sólo tiene pecados veniales que
confesar, recibe la absolución y la "gracia primera" es otorgada por un
sacramento de vivos. En lo que respecta a la Extremaunción, Santiago
explicitamente afirma que quien la recibe puede quedar libre de sus pecados: "Si
está en pecado, le será perdonado" (Santiago, v. 15).
Comparación en dignidad y necesidad. El Concilio de Trento declaró que
los sacramentos no tienen igual dignidad. Igualmente, que ninguno es
superfluo aunque no todos son necesarios para todos (Sess. VII, can.3, 4).
La Eucaristía es el primero en dignidad pues contiene a Cristo en persona,
mientras que en el caso de los demás la gracia es otorgada por una virtud
instrumental derivada de Cristo (ST III:56:3). A esto, Santo Tomás añade
otra razón, a saber, que la Eucaristía es el fin al que todos los demás
sacramentos tienden, un centro alrededor del cual giran todos los otros (ST
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UNIDAD 8
III:56:3). El Bautismo es siempre el primero en necesidad; las Órdenes
Sagradas siguen a la Eucaristía en orden de dignidad, estando la
Confirmación en medio de esos dos.
La Penitencia y la Extremaunción no pueden ser el primer lugar porque
presuponen nuestros defectos (pecados). De estos dos, la Penitencia es el
primero en necesidad. La Extremaunción completa el trabajo de la
Penitencia y prepara las almas para el cielo. El Matrimonio no tiene una
función social tan importante como las Órdenes Sagradas (ST III:56:3, ad
1).
Si se considera solamente la necesidad- excluyendo a la Eucaristía que es
nuestro pan de cada día y el regalo más sublime de Dios- sólo tres son
estrictamente necesarios: el Bautismo, para todos; la Penitencia, para
aquellos que hayan caído en pecado mortal después del Bautismo; y las
Sagradas Órdenes para la Iglesia. Los demás no son tan estrictamente
necesarios.
La Confirmación completa la tarea del Bautismo; la Extremaunción
completa la de la Penitencia; el Matrimonio santifica la procreación y
educación de los hijos, que no son tan importantes ni tan necesarias como
la santificación de los ministros de la Iglesia (ST III:56:3, ad 4).
(c) Los episcopalianos y anglicanos distinguen dos sacramentos mayores y cinco
sacramentos menores porque estos últimos "no tienen ningún signo visible o
ceremonia ordenada por Dios" (art. XXXV). En tal caso, deben clasificarse entre
los sacramentales , ya que sólo Dios puede ser el autor de los sacramentos. En
este punto, el lenguaje del artículo veinticinco ("comúnmente llamados
sacramentos") es más lógico y sencillo que la terminología de autores anglicanos
recientes. El catecismo anglicano llama a los sacramentos del Bautismo y la
Eucaristía "generalmente (i.e. universalmente) necesarios para la salvación".
Mortimer hace notar con toda razón que esa expresión no es "enteramente
acertada", puesto que la Eucaristía no es generalmente necesaria para la
salvación del mismo modo que lo es el Bautismo (op.cit., I, 127). Añade él mismo
que los otros cinco están en una clase inferior porque "no son necesarios para la
salvación del mismo modo que los otros dos sacramentos, ya que no son
necesarios para todos" (loc.cit., 128). Esta interpretación es verdaderamente
extraordinaria. Sin embargo, debemos estar agradecidos ya que es mucho más
respetuosa que decir que esos cinco son tales "porque han nacido parcialmente
del seguimiento corrupto de los apóstoles, parcialmente son estados de vida
permitidos por la Escritura" (art. XXV). Toda confusión e incertidumbre se evitarán
si se acepta la declaración del Concilio de Trento.
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UNIDAD 8
NECESIDAD Y NATURALEZA
En qué sentido son necesarios
Dios todopoderoso puede otorgar, y de hecho otorga, la gracia a los hombres en
respuesta a sus aspiraciones internas y a sus oraciones sin utilizar signos
externos o ceremonias. Esto siempre será posible porque Dios, la gracia y el alma
son seres espirituales. Dios no está constreñido a usar símbolos materiales,
visibles, en sus tratos con los hombres. Los sacramentos no son necesarios en el
sentido de que sean indispensables. Pero si Dios ha decidido que las señales
externas, las ceremonias visibles, sean los medios por los que ciertas gracias van
a otorgarse a los hombres, entonces será necesario que, para obtener esas
gracias, los hombres hagan uso de esos medios divinamente determinados.
Los teólogos explican esta verdad diciendo que los sacramentos no son aboluta
sino hipotéticamente necesarios. Eso significa que si queremos obtener un fin
sobrenatural, debemos utilizar los medios sobrenaturales diseñados para
obtenerlo. En este sentido, el Concilio de Trento (Ses. VII, can.4) declaró herejes
a aquellos que afirman que los sacramentos de la Nueva Ley son superfluos e
innecesarios, aunque no todos son necesarios para todos los individuos.
La enseñanza de la Iglesia, y de los cristianos en general, sostiene que, aunque
Dios no está forzado a utilizar ceremonias externas como símbolos de las
realidades espirituales y sagradas, a Él le place hacerlo así, y ello constituye su
modo ordinario y más adecuado de tratar con los seres humanos. Los escritores
que versan sobre los sacramentos llaman a esto una necessitas convenientiae, la
necesidad de adaptación. No es una necesidad en realidad, sino la forma más
apropiada de tratar con seres que son, a la vez, corporales y espirituales. Todos
los cristianos están acordes en esta afirmación. Es únicamente al considerar la
naturaleza de los signos sacramentales que los Protestantes (exceptuados
algunos anglicanos) difieren de los católicos. "No hay objeción a considerar los
sacramentos meramente como formas externas, representaciones pictóricas o
actos simbólicos", escribió el Dr. Morgan Dix ("El sistema sacramental", Nueva
York, 1902, p. 16).
"Se puede decir que la doctrina sacramental es coextensiva con el cristianismo
histórico. De ello no cabe duda razonable, como lo atestiguan los días más
remotos, de los cuales son documentos característicos el tratado de San
Crisóstomo acerca del sacerdocio y las lecciones catequéticas de San Cirilo. Ni
tampoco es distinto en los cuerpos más conservadores de la reforma en el siglo
dieciséis. El Catecismo de Martín Lutero, el Augsburgo, y luego las Confesiones
de Westminster, tienen un tono muy sacramental, avergonzando a los
degenerados seguidores de quienes las compilaron" (ibid., p. 7, 8).
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Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 8
Por qué el Sistema Sacramental es el más apropiado
Las razones que subyacen un sistema sacramental son las siguientes:
Si tomamos la palabra "sacramento" en su sentido más amplio, como el
signo de algo sagrado y oculto (la palabra griega es "misterio"), podemos
decir que el mundo en su totalidad es un vasto sistema sacramental, en el
que las cosas materiales son para el hombre señales de las cosas
espirituales y sagradas, aún de la divinidad. "Los cielos muestran la gloria
de Dios, y el firmamento la obra de sus manos" (Sal. xviii, 2). "Lo invisible
de Él (Dios) es claramente visible a partir de la creación del mundo;
comprendido a través de las cosas creadas. También su poder eterno y su
divinidad" (Rom, 1, 20).
La redención del hombre no se realizó de modo invisible. A través de los
patriarcas y de los profetas Dios renovó la promesa de salvación hecha al
primer hombre; se utilizaron símbolos externos para expresar la fe en el
redentor prometido. "Todas esas cosas les acontecieron (a los israelitas) en
figura (I Cor, x, 11; Heb. X,i). "También nosotros, cuando eramos niños,
servíamos bajo los elementos del mundo. Pero cuando hubo llegado la
plenitud del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer" (Gal. Iv,
3,4). La encarnación tuvo lugar porque Dios trató con los hombres del
modo más adecuado a su naturaleza.
La iglesia establecida por el Salvador debe ser una institución visible.
Consecuentemente, ella debe tener ceremonias y símbolos de las cosas
sagradas.
La principal razón del sistema sacramental se encuentra en el hombre
mismo. Es propio de la naturaleza humana -escribe Santo Tomás- ser
atraído por cosas corpóreas y sensibles; perceptible de las cosas
espirituales e inteligibles. Ahora bien, la Providencia Divina provee a todo
de acuerdo a la naturaleza de cada cosa (secundum modum suae
conditionis). Es por tanto congruente con la Sabiduría Divina proporcionar
al hombre medios de salvación en la forma de ciertos signos corpóreos y
sensibles, que son llamados sacramentos.
Existencia de Símbolos Sagrados
a. No hay sacramentos en el estado de inocencia. Según Santo Tomás (III:61:2) y
los teólogos en general, no había sacramentos antes de que Adán pecara, i.e., en
el estado de justicia original. La dignidad del hombre era de tal grandeza que
estaba por encima de la condición natural de la naturaleza humana. Su mente
estaba subordinada a Dios; su facultades inferiores subordinadas a la parte más
elevada de su mente; su cuerpo estaba subordinado a su alma. Hubiese sido algo
contrario a la dignidad de ese estado el haber tenido que depender, para obtener
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Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 8
el conocimiento, o la gracia divina, de algo inferior a él, i.e., las cosas corpóreas.
Por esa razón la mayoría de los teólogos sostienen que ningún sacramento pudo
haber sido instituido aún si ese estado hubiera durado largo tiempo.
b. Sacramentos de la ley de la naturaleza. Aparte de lo que fue o pudo haber sido
en ese estado extraordinario, el uso de símbolos sagrados es universal. San
Agustín dice que toda religión, verdadera o falsa, tiene sus propios símbolos o
sacramentos. "In nullum nomen religionis, seu verum seu falsum, coadunari
homines possunt, nisi aliquo signaculorum seu sacramentorum visibilium consortio
colligantur" (Cont. Faust., XIX, xi). Los comentaristas de la Escritura y los teólogos
casi unánimemente afirman que hubo sacramentos bajo la ley natural y bajo la ley
mosaica, del mismo modo como existen los sacramentos de mayor dignidad bajo
la Ley de Cristo.
Bajo la ley de la naturaleza- así llamada no para excluir la revelación sobrenatural
sino porque en ese tiempo no existía la ley sobrenatural escrita- la salvación se
otorgaba a través de la fe en el redentor prometido, y los hombres expresaban su
fe por medio de algunas señales externas. Dios no determinaba cuáles debían ser
esos signos; lo dejaba al pueblo, más probablemente a los líderes o jefes de
familia, que eran guiados en su elección por una inspiración interior del Espíritu
Santo.
Esta es la concepción de Santo Tomás, quien dice que, tal como bajo la ley de la
naturaleza (cuando no había ley escrita) los hombres eran guiados por
inspiraciones interiores para que adoraran a Dios, del mismo modo determinaban
ellos qué signos debían ser usados en sus actos externos de culto (III:60:5, ad 3).
Sin embargo, como después fue necesario promulgar una ley escrita: (a) porque
la ley natural había sido obscurecida por el pecado, y (b) porque ya era hora de
proporcionar un conocimiento más explícito de la gracia de Cristo, entonces
también se hizo necesario determinar qué signos externos deberían ser usados
como sacramentos (III:60:5, ad 3; III:61:3, ad 2). Ello no fue necesario
inmediatamente después de la caída, gracias a la plenitud de fe y conocimiento
otorgado a Adán. Pero ya para el tiempo de Abraham, cuando la fe se había
debilitado, muchos habían caído en la idolatría y la luz de la razón se había
obscurecido a fuerza de ser indulgentes con las pasiones, incluso al grado de
cometer pecados contra la naturaleza, Dios intervino y escogió la circuncisión
como signo de la fe (Gen, xvii; ST III:70:2,ad 1)
La gran mayoría de los teólogos enseña que esa ceremonia era un sacramento
que fue instituido como remedio del pecado original. Consecuentemente, que
confería la gracia, no por si mismo (ex opere operato), sino por razón de la fe en
Cristo, a la cual servía de expresión. "In circumcisione conferebatur gratia, non ex
virtute circumcisionis, sed ex virtute fidei passionis Christi futurae, cujus signum
erat circumcisio—quia scilicet justitia erat ex fide significata, non ex circumcisione
significante" (ST III:70:4). Una cosa es cierta: era al menos el signo de algo
sagrado, y había sido escogido y determinado por el mismo Dios como signo de
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UNIDAD 8
fe y como una señal por la que sus fieles se distinguían de los no creyentes. Pero
no fue el único signo de fe utilizado bajo la ley natural.
Escribe San Agustín que es es increíble que antes de la circuncisión no hubiese
ningún sacramento para el alivio (justificación) de los niños, aunque por alguna
razón la Escritura no nos diga cuál haya sido ese sacramento (Cont. Jul., III, xi). El
sacrificio de Melquisedec, el sacrificio de los amigos de Job, la varias limosnas y
oblaciones para el servicio de Dios son mencionados por Santo Tomás (III:61:3,
ad 3; III:65:1, ad 7) como observancias externas que pueden ser consideradas
como los signos sagrados de aquel tiempo, que prefiguraban las sagradas
instituciones futuras y- añade él- que pueden ser llamadas sacramentos de la ley
de la naturaleza.
c. Sacramentos de la ley mosaica. Como se acercaba el tiempo de la venida de
Cristo, y para que los israelitas pudiesen estar mejor instruidos, Dios habló a
Moisés, revelándole en detalle los signos sagrados y las ceremonias por los que
ellos debían manifestar explícitamente su fe en el futuro redentor. Esos signos y
ceremonias fueron los sacramentos de la ley mosaica, "los cuales se comparaban
con los sacramentos que existían antes de la ley como algo determinado se
compara a lo indeterminado, ya que antes de la ley no se había determinado qué
signos deberían usar los hombres" (ST III:61:3, ad 2). Los teólogos, junto con el
Doctor Angélico (I-II:102:5), generalmente dividen los sacramentos de este
período en tres clases:
Las ceremonias por las que los hombres eran hechos y marcados como
dadores de culto o ministros de Dios. De ese modo tenemos (a) la
circuncisión, instituida en tiempo de Abraham (Gen, xvii), y renovada en
tiempo de Moisés (Lev.,xii,3) para todo el pueblo; y (b) los ritos sagrados
por los que se consagraba a los sacerdotes levítas.
Las ceremonias consistentes en el uso de cosas pertenecientes al servicio
de Dios, i.e. (a) el cordero pascual para todo el pueblo, y (b) los panes de la
preposición para los ministros.
Las ceremonias de purificación de la contaminación legal, i.e. (a) varias
expiaciones, orientadas al pueblo (b) el lavado de manos y pies, el afeitado
de la cabeza, etc., para los sacerdotes. San Agustín dice que los
sacramentos de la antigua ley fueron abolidos porque ya habían sido
llevados a plenitud (cf. Mt, v.17), y se habían instituido otros de mayor
eficacia, mayor utilidad, de más fácil administración y recepción, menores
en número ("virtute majora, utilitate meliora, actu faciliora, numero
pauciora", Cont. Faus., XIX,xiii).
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Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 8
El Concilio de Trento condena a aquellos que dicen que no existe otra
diferencia entre los sacramentos de la antigua y de la Nueva Ley que no
sea la del rito exterior (Ses. VII, can. ii). El Decreto para los Armenios,
publicado por orden del Concilio de Florencia, dice que los sacramentos de
la antigua ley no conferían la gracia, sino que sólo prefiguraban la que iba a
ser otorgada por la pasión de Cristo. Esto significa que ellos no daban la
gracia por si mismos (i.e. ex opere operato), sino únicamente en razón de
la fe en Cristo que ellos representaban- "ex fide significata, non ex
circuncisione significante" (ST I-II:102:5)
NATURALEZA DE LOS SACRAMENTOS DE LA NUEVA LEY
Errores Protestantes
Los protestantes generalmente mantienen que los sacramentos son signos de
algo sagrado (gracia, fe) pero niegan que realmente causen la gracia divina. Sin
embargo los episcopalianos y los anglicanos, especialmente los ritualistas,
sostienen con los católicos que los sacramentos son "signos efectivos" de la
gracia. En el artículo XXV de la Confesión de Westminster se lee:
"Los sacramentos ordenados por Dios no son sólo etiquetas o señales de la
profesión del hombre cristiano, sino más bien son testimonios seguros y signos
efectivos de la gracia y de la buena voluntad de Dios hacia nosotros, por la que Él
trabaja invisiblemente en nosotros y no sólo apresura sino que también fortalece y
confirma nuestra fe en Él" (cf. art. XXVII).
"La Teoría de Zwinglio", escribe Morgan Dix (op.cit., p.73), "de que los
sacramentos no son otra cosa que recuerdos de Cristo y señales de la profesión
cristiana, es tal que ningún juego con la lengua inglesa puede reconciliarla con las
fórmulas de nuestra iglesia." Mortimer adopta y explica la fórmula católica "ex
opere operato" (loc. cit. p. 122) Lutero y sus primeros seguidores rechazaron este
concepto de los sacramentos. Estos no causan la gracia, sino que son "meros
signos y testimonios de la buena voluntad de Dios hacia nosotros" (Confesiones
de Augsburgo); alientan la fe y la fe (fiduciaria) causa la justificación. Los
calvinistas y los presbiterianos sostienen básicamente la misma doctrina. Zwinglio
bajó aún más la dignidad de los sacramentos al hacerlos signos no de la fidelidad
de Dios sino de nuestra fidelidad. Al recibir los sacramentos manifestamos
nuestra fe en Cristo; son sencillamente los votos de nuestra fidelidad. Todos esos
errores nacen fundamentalmente de la recién inventada teoría luterana de la
justicia, i.e., la doctrina de la justificación por la fe sola. Si el hombre ha de ser
santificado no por una renovación interior que le borre los pecados, sino por una
imputación extrínseca a través de los méritos de Cristo, que cubrirán su alma
231
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 8
como una capa, no hace falta ningún signo que cause gracia y los que están en
uso no tienen otro fin que animar la fe en el Salvador. La conveniente doctrina de
Lutero acerca de la justificación no fue adoptada por todos sus seguidores ni es
enseñada por todos los protestantes hoy día. No obstante, aceptan sus
consecuencias que afectan la verdadera noción de los sacramentos.
Doctrina Católica
El Concilio de Trento declaró, en contra de todos los innovadores: "Si alguien dice
que los sacramentos de la Nueva Ley no contienen la gracia que significan, o que
no confieren la gracia a aquellos que no la obstaculizan, sea anatema" (Ses. viii,
can.vi). "Si alguien dice que la gracia no se confiere por los sacramentos ex opere
operato sino que la fe en las promesas de Dios basta para obtener la gracia, sea
anatema" (ibid., can. viii; cf. can.iv, v, vii).
La frase "ex opere operato", para la cual no existe equivalente en inglés, fue
probablemente usada por primera vez por Pedro de Poitiers (D.1205), y
posteriormente por Inocencio III (d. 1216; de myst. Missae, III,v) y por Santo
Tomás (d.1274; IV Sent., dist.1,Q.i,a.5). Fue felizmente inventada para expresar
una verdad que había sido enseñada e introducida sin objeción alguna. No es una
fórmula muy elegante pero, como hace notar San Agustín (In Ps. cxxxviii): Es
mejor que los gramáticos objeten y no que la gente no entienda. "Ex opere
operato", i.e. por virtud de la acción, significa que la eficacia de la acción de los
sacramentos no depende de nada humano, sino solamente de la voluntad de
Dios, según lo expresan la institución y la promesa de Cristo. "Ex opere
operantis", i.e. por razón del agente, significa que la acción del sacramento
depende de la dignidad ya del ministro o del recipiente. Los protestantes no
pueden de buena fe objetar la frase, como si significara que la mera ceremonia
exterior causa la gracia, separada de la acción de Dios. Es bien sabido que los
católicos enseñan que los sacramentos son únicamente causas instrumentales,
no principales, de la gracia. Tampoco se puede afirmar que la frase adoptada por
el Concilio cancele cualquier disposición necesaria de parte del recipiente, como
si los sacramentos fueran encantamientos inefables que causaran la gracia aún
en aquellos que no tienen correcta disposición o en pecado. Los padres
conciliares tuvieron cuidado de hacer notar que no debe haber obstáculo a la
gracia de parte del recipiente, quien debe recibirla rite, i.e., correcta y dignamente.
Declaran además, que es una calumnia afirmar que los sacramentos no requieren
disposición previa (Ses. XIV, de poenit., cap.4). Las disposiciones son requeridas
para preparar al sujeto, pero no dejan de ser una condición (conditio sine quea
non), y no las causas, de la gracia que se da. En este sentido los sacramentos
difieren de los sacramentales, que pueden causar la gracia ex opere operantis,
i.e. por razón de las oraciones de la Iglesia o los sentimientos buenos, piadosos
de los que los utilizan.
Pruebas de la Doctrina Católica
232
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 8
Al examinar las pruebas de la doctrina católica debe guardarse en mente que
nuestra regla de fe no es simplemente la Escritura, sino la Escritura y la Tradición.
(a) En las Sagradas Escrituras encontramos expresiones que claramente nos
indican que los sacramentos son mucho más que signos de gracia y de fe: "A
menos que el hombre nazca de nuevo del agua y del Espíritu Santo, no puede
entrar al reino de Dios" (Jn. iii,5); "Nos salvó por el lavado de la regeneración y la
renovación del Espíritu Santo" (Tit.,iii,5); "Después les impusieron las manos y
recibieron ellos al Espíritu Santo" (Hechos, viii,17); "Quien come mi carne y bebe
mi sangre tiene vida eterna... Porque mi carne es verdadera carne y mi sangre es
verdadera bebida" (Jn., vi,55,56). Estas y otras expresiones semejantes son, por
lo menos, exagerados si no significan que la ceremonia sacramental es en cierto
sentido la causa de la gracia conferida.
(b) La Tradición indica claramente el sentido en el los sacramentos siempre han
sido interpretados por la Iglesia. De las numerosas expresiones usadas por los
Padres seleccionamos las siguientes: "El Espíritu Santo baja del cielo y se cierne
sobre las aguas, santificándolas personalmente, de tal modo que ellas se
empapan del poder para santificar" (Tertuliano, De bapt.,c.iv). "El Bautismo es la
expiación de los pecados, la remisión de los crímenes, la causa de la
regeneración y renovación" (Sn. Gregorio de Niza, "Orat. in Bapt."). "Explíquenme
la manera del nacimiento de la carne y yo les explicaré la regeneración del alma...
Es incomprensible absolutamente, por el poder divino y su eficacia: es
incomprensible. Ningún razonamiento, ningún arte puede explicarla" (ibid.) "Quien
pasa a través de la fuente [el Bautismo] no morirá sino que se levantará a una
nueva vida" (Sn. Ambrosio, De sacr., I,iv) "¿De dónde este gran poder del agua",
exclama San Agustín,"que toca el cuerpo y lava el alma?" (Tr. 80 in Joann). "El
Bautismo", escribe el mismo Padre, "no consiste en los méritos de aquellos a
quienes es administrado, sino en su propia santidad y verdad, a cuenta de aquel
que lo instituyó" (Cont. Cres., IV). La doctrina solemnemente definida por el
Concilio de Trento había sido previamente anunciada en concilios anteriores,
especialmente en Constantinopla (381; Symb. Fid.), en Mileve (416; can.ii), en el
segundo Concilio de Orange (529; can. xy) y en el Concilio de Florencia. La
primera Iglesia Anglicana se mantuvo firme ante la verdadera doctrina: "El
Bautismo no es sólo un signo de una profesión y una señal de diferencia por la
que los bautizados se distinguen de los no bautizados, sino que es también el
signo de la regeneración o nuevo nacimiento, por el que, a modo de instrumento,
quienes reciben el Bautismo son apropiadamente incorporados a la Iglesia"
(Art.XXVII)
(c) Argumento teológico.- La confesión de Westminster añade: "El Bautismo de
los niños debe ser mantenido en la Iglesia a toda costa, en cuanto que es
totalmente congruente con la institución de Cristo". Si el Bautismo no confiere la
gracia ex opere operato, sino que sencillamente despierta la fe, entonces nos
preguntamos: (1) ¿De qué serviría que el lenguaje no pudiese ser entendido por
quien lo escucha, i.e. un infante o adulto que no entienda latín? En esos casos es
más útil a los testigos que a quien es bautizado. (2) ¿En qué es superior el
233
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 8
Bautismo de Cristo al Bautismo de Juan, siendo que éste también puede
despertar la fe? ¿Porqué fueron bautizados de nuevo con el Bautismo de Cristo
quienes ya habían recibido el Bautismo de Juan? (Hechos, xix). ¿Porqué se dice
que el Bautismo es estrictamente necesario para la salvación cuando la fe puede
ser despertada y expresada en tantas otras formas? Finalmente, los
episcopalianos y anglicanos de hoy día no volverán a la doctrina de la gracia ex
opere operato a menos que se les convenza de que la antigua fe queda
garantizada por la Escritura y la Tradición.
Materia y forma de los Sacramentos
Los escritores escolásticos del siglo XIII introdujeron en sus explicaciones de los
sacramentos algunos términos que derivaban de la filosofía de Aristóteles.
Guillermo de Auxerre (d.1223) fue el primero en aplicarles las palabras materia y
forma. Tal como en los cuerpos físicos, también en el rito sacramental
encontramos dos elementos, uno, indeterminado, que se llama materia, y otro,
determinante, llamado forma. Por ejemplo, el agua puede ser utilizada para beber
o para refrescarse o para lavar el cuerpo, pero las palabras pronunciadas por el
ministro cuando derrama agua sobre la cabeza de un niño, con la intención de
hacer lo que la Iglesia hace, determina el significado del acto, significando la
purificación del alma por la gracia. La materia y la forma (res et verba) conforman
el rito externo, que tiene un especial significado y efectividad desde su institución
por Cristo. Las palabras son el elemento más importante en la composición,
puesto que los hombres expresan sus pensamientos e intenciones principalmente
a través de palabras. "Verba inter homines obtinuerunt principatum significandi"
(Sn. Agustín, De doct. christ.", II, iii; ST III:60:6). No se debe suponer, dice Santo
Tomás (ST III:60:6, ad 2), que las cosas utilizadas para llevar a cabo los actos no
tienen significado, dado que ellas quedan incluidas en la res. También ellas
pueden ser simbólicas, e.g., ungir el cuerpo con aceite se relaciona con la salud,
pero su significado queda definitivamente determinado por las palabras. "En toda
composición de materia y forma el elemento determinante es la forma: (ST
III:60:7).
La terminología era algo nuevo, la doctrina era antigua; la misma verdad había
sido expresada en tiempos pasados en diversas palabras. A veces la forma del
sacramento significaba todo el rito externo (San Agustín, "De pecc. et mer.", xxxiv;
Conc. Milev., De bapt.). A lo que llamamos la materia y la forma se le conocía
como "símbolos místicos", "el signo y la cosa invisible", "la palabra y el elemento"
(Sn. Agustín, tr. 80 in Joann.). La nueva terminología pronto encontró acogida.
Fue solemnemente ratificada al ser usada en el Decreto para los Armenios, que
fue luego añadido al Decreto del Concilio de Florencia, por más que no tiene valor
de definición conciliar. El Concilio de Trento usó las palabras materia y forma
234
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 8
(Sess. XIV, cap. ii, iii, can. iv), pero no definió que el rito sacramental estaba
compuesto de esos dos elementos. León XIII, en la "Apostolicae Curae" (13 sept.
1896) hizo de la teoría escolástica la base de su declaración, y afirmó que las
ordenaciones realizadas según el antiguo rito anglicano eran inválidos, debido al
defecto de la forma utilizada y por la carencia de la necesaria intención de parte
de los ministros. La teoría hilemorfista provee una muy apta comparación e
ilumina mucho nuestro concepto de la ceremonia externa. A pesar de ello, nuestro
conocimiento de los sacramentos no depende de la terminología, y no se debe
llevar la comparación a los extremos. El intento de verificar la comparación (de los
sacramentos a un cuerpo) en todos los detalles del rito sacramental puede
conducir a la confusión de los matices o a opiniones singulares, e.g., la opinión de
Melchor Cano (De locis theol., VIII,v.3) respecto al ministro del matrimonio.
EFECTOS DE LOS SACRAMENTOS
Doctrina Católica
(a) El principal efecto de los sacramentos es una gracia doble: (1) la gracia del
sacramento o "gracia primera", producida por los sacramentos de muertos, y la
"gracia segunda" producida por los sacramentos de vivos (supra, IV, 3, b); (2) La
gracia sacramental, i.e., la gracia especial necesaria para alcanzar el fin de cada
sacramento. Muy probablemente dicha gracia no es un don habitual, sino una
fuerza o eficacia especial contenida en la gracia santificante otorgada, que
incluye, de parte de Dios, una promesa, y de parte del hombre, un derecho
permanente a ser asistido convenientemente para actuar de acuerdo con las
obligaciones contraídas, e.g., vivir como buen cristiano, buen sacerdote, buen
esposo o esposa. (cf. ST III:62:2).
(b) Tres sacramentos: el Bautismo, la Confirmación y el Orden Sagrado, producen
en el alma, además de la gracia, un carácter, i.e., una señal espiritual indeleble
por la que algunos son consagrados como servidores de Dios, algunos como
soldados, algunos como ministros. Dado que se trata de una marca indeleble, los
sacramentos que imprimen carácter no pueden ser recibidos más de una vez
(Conc. Trid., sess. VII, can.9).
En qué forma producen la gracia los sacramentos: controversia teológica
Pocas cuestiones han sido tan discutidas como esta relativa a la manera como los
sacramentos causan la gracia (ST IV, Sent., d.1, Q.4, a.1.).
a) Todos admiten que los sacramentos de la Nueva Ley producen la gracia ex
opere operato y no ex opere operantis. (b) Todos admiten que únicamente Dios
puede ser la causa principal de la gracia.
(b) Todos admiten que Cristo, en cuanto hombre, tuvo una fuerza especial sobre
los sacramentos. (d)Todos admiten que los sacramentos son, en cierto modo, las
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Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 8
causas instrumentales ya de la gracia misma, ya de algo más que sería "un título
exigente de la gracia" (infra e). La causa principal es la que produce un efecto
gracias a un poder que posee por su propia naturaleza o por una facultad
inherente. Una causa instrumental produce un efecto, no por su propio poder, sino
por un poder que recibe de la causa principal. Cuando un carpintero hace una
mesa, él es la causa principal; sus utensilios son las causas instrumentales.
Solamente Dios puede producir la gracia como causa principal; los sacramentos
no pueden ser más que sus instrumentos "ya que son aplicados a los hombres
por la divina providencia para producir gracia en ellos" (ST III:62:1). Ningún
teólogo podría hoy defender el ocasionalismo i.e., el sistema que enseñó que los
sacramentos producían la gracia por una cierta clase de concomitancia, sin ser
causas reales sino causae sine quibus non:
Su recepción era meramente la ocasión de otorgar la gracia. Tal opinión, según
Pourrat (op.cit., 167), fue defendida por San Buenaventura, Duns Scoto, Durando,
Ockam y los nominalistas, y "disfrutó de un éxito verdadero hasta el tiempo del
Concilio de Trento, cuando se transformó en el sistema moderno de causalidad
moral". Santo Tomás (III:62:1, III:62:4), los "Quodlibeta", 12, a, 14) y otros la
rechazaron basados en que eso reducía los sacramentos a la condicón de
simples signos.
(c) El siguiente paso en la solución del problema fue la introducción del sistema
de la causalidad instrumental dispositiva, explicada por Alejandro de Hales
(Summa theol., IV, Q. v, membr. 4), adoptada y perfeccionada por Santo Tomás
(IV Sent., d. 1, Q. i, a. 4), defendida por muchos teólogos hasta el siglo XVI, y
revivida después por el Padre Billot, S.J. ("De eccl. sacram.", I, Roma, 1900).
Según esta teoría, los sacramentos no producen la gracia en si misma eficiente e
inmediatamente, sino que ex opere operato e instrumentalmente producen algoel carácter (en algunos casos) o un cierto adorno o forma espiritual- que se
convertirá en "disposición" abilitando al alma para la gracia ("dispositio exigitiva
gratiae"; "titulus exigitivus gratiae", Billot, loc.cit.). Hay que reconocer que esta
teoría es muy conveniente para explicar la "reviviscencia" de los sacramentos
(infra, VII, c). Contra ella se levantan las siguientes objeciones:
Poco se ha oído de tal sistema desde el Concilio de Trento a fechas
recientes.
El "ornamento" o "disposición"que abilita al alma no queda bien explicado.
No es útil.
Ya que tal "disposición" debe ser algo espiritual y de orden sobrenatural, de
modo que puede ser causado por los sacramentos, ¿porqué entonces no
pueden ellos causar la gracia misma?
236
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 8
En su "Summa theologica" Santo Tomás no menciona esta causalidad
dispositiva, de donde podemos razonablemente concluir que él la
abandonó.
(d) Desde el tiempo del Concilio de Trento los teólogos casi unánimemente han
enseñado que los sacramentos son causa instrumental eficiente de la gracia. La
definición dada por el Concilio de Trento de que los sacramentos "contienen la
gracia que significan"; que "confieren la gracia ex opere operato" (Sess. VII, can.6,
8), parecería justificar su aseveración, que no fue puesta en duda hasta
recientemente. Sin embargo, no ha finalizado aún la controversia. ¿Cuál es la
naturaleza de esa causalidad? ¿Pertenece al orden físico o al moral? Una causa
física produce su efecto real e inmediatamente, ya como agente principal, ya
como instrumento, como cuando un escultor utiliza un cincel para labrar una
estatua. Una causa moral es la que mueve a una causa física para actuar.
También puede ser principal o instrumental, e.g., un obispo que personalmente
suplica y logra la libertad de un prisionero es una causa moral principal; una carta
enviada por él sería una causa moral instrumental de la libertad obtenida. Las
expresiones que utiliza Santo Tomás parecen indicar claramente que los
sacramentos actúan según el modo de las causas físicas. Él dice que existe en
los sacramentos una virtud productora de gracia (III:62:4) y a quien objeta la
atribución de tal virtud a un instrumento corpóreo responde afirmando
simplemente que tal fuerza no es inherente a ellos permanentemente, sino sólo
mientras sirven como instrumentos en las manos de Dios (loc.cit., ad 2um et 3
um). Cayetano, Suárez, y un ejército de otros grandes teólogos defienden este
sistema, generalmente llamado tomista. El lenguaje de las Escrituras, las
expresiones de los Padres, los decretos de los concilios, dicen ellos, son tan
claros que nada, excepto una imposibilidad, podría justificar la negación de esta
dignidad a los sacramentos de la Nueva Ley. Hay muchos hechos que deben ser
admitidos sin que podamos explicarlos totalmente. El cuerpo humano actúa en su
alma espiritual; el fuego actúa, de algún modo, en las almas y en los ángeles.
Cayetan hace notar (In III, Q.lxii) que las cuerdas del arpa, si las toca una mano
poco diestra, producen sólo sonidos; tocadas por las manos de un músico diestro
producen hermosas melodías. ¿Porqué no pueden los sacramentos, como
instrumentos en las manos de Dios, producir la gracia?Muchos teólogos serios no
quedaron convencidos por estos argumentos y otra escuela, impropiamente
llamada escotista, encabezada por Melchor Cano, De Lugo y Vázquez, y que
luego incluyó a Henno, Tournely, Franzelin, y otros, adoptó el sistema de la
causalidad moral instrumental. La causa moral principal de la gracia es la pasión
de Cristo. Los sacramentos son instrumentos que mueven efectiva e
infaliblemente a Dios para que dé su gracia a quienes los reciben con las
disposiciones apropiadas. Dice Melchor Cano que eso sucede porque "el precio
de la sangre de Jesucristo les es comunicada". Este sistema fue posteriormente
desarrollado por Franzelin, quien vió los sacramentos como si fueran moralmente
un acto de Cristo (loc.cit., p.194). Los tomistas y Suárez presentan las siguientes
objeciones:
237
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 8
Según esta explicación, dado que los sacramentos (i.e. los ritos externos)
no tienen valor intrínseco, no pueden ejercer ninguna causalidad genuina.
No causan realmente la gracia; sólo Dios la causa. Los sacramentos no
operan para producirla; son sólo signos u ocasiones de otorgarla.
Los Padres vieron algo misterioso e inexplicable en los sacramentos. En
este sistema, las maravillas dejan de existir, o por lo menos quedan tan
reducidas que las expresiones de los Padres se ven fuera de lugar.
Esta teoría no distingue claramente entre los sacramentos del Evangelio y
los de la antigua ley. No obstante, ya que evita ciertas vaguedades y
dificultades de la teoría de la causalidad física, el sistema de la causalidad
moral ha encontrado muchos defensores y hoy día, si consideramos los
números, tiene de su parte la autoridad.
Recientemente esos dos sistemas han sido vigorosamente atacados por el Padre
Billot (op.cit., 107 sq.), quien propone una nueva explicación. Él revive la nueva
teoría de que lo que los sacramentos producen inmediatamente no es la gracia,
sino una disposición o título a la gracia (arriba e). Tal disposición no es producida
por los sacramentos ni física ni moralmente sino imperativamente. Los
sacramentos son signos prácticos de un orden intencional: manifiestan la voluntad
de Dios de otorgar beneficios espirituales. Esta manifestación de la intención
divina es un título que exige la gracia (op.cit., 59 sq., 123 sq.; Pourrat, op.cit., 194;
Cronin en reseñas, sup. cit.). El Padre Billot defiende sus opiniones con una
profundidad notable. Quienes patrocinan la causalidad física agradecen su ataque
a la causalidad moral, pero ponen objeciones a la nueva explicación de la
causalidad imperativa o intencional, porque como distinta de la acción de los
signos, de los instrumentos y de las ocasiones morales, (a) es difícil de entender y
(b) no hace a los sacramentos (i.e., ceremonias determinadas por Dios) la causa
real de la gracia. Los teólogos son totalmente libres de discutir y diferir respecto a
la forma de la causalidad instrumental. Lis est adhuc sub judice.
MINISTRO DE LOS SACRAMENTOS
(1) Hombres, no ángeles
Es totalmente congruente que la administración de los sacramentos no haya sido
confiada a los ángeles sino a los hombres. La eficacia de los sacramentos viene
de la Pasión de Cristo, o sea, de Cristo en cuanto hombre. No son los ángeles,
sino los hombres, quienes son parecidos a Cristo en su naturaleza humana. Dios,
sin embargo, puede, por un milagro, enviar a un ángel para que administre un
sacramento. (ST III:64:7).
(2) Requerimientos para la ordenación de los ministros de cada sacramento
238
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 8
Para la administración válida del Bautismo no se requiere una ordenación
especial. Cualquier persona, incluso un pagano, puede bautizar, con tal que use
la materia apropiada y pronuncie las palabras de la forma esencial, con la
intención de hacer lo que hace la Iglesia (Decr. pro Armen., Denzinger-Bannwart,
696). Pero el Bautismo solemne solamente puede ser administrado por los
obispos, presbíteros y, e algunas ocasiones, diáconos. Hoy día se sostiene como
algo cierto que en el Matrimonio los ministros del sacramento son los
contrayentes, porque ellos son quienes hacen el contrato y el sacramento es un
contrato elevado por Cristo a la dignidad de sacramento (cf. Leo XIII, Encycl.
"Arcanum", 10 Febr., 1880). Para la validez de los otros cinco sacramentos el
ministro debe ser debidamente ordenado. El Concilio de Trento anatematizó a
aquellos que dicen que cualquier cristiano debería poder administrar todos los
sacramentos (Sess. VII, can.10). Únicamente los obispos pueden conferir las
Órdenes Sagradas (Concilio de Trento, ses. XXIII, can.7).
Ordinariamente sólo el obispo puede conferir la Confirmación. El Orden
Sacerdotal es requerido para la válida administración de la Penitencia y de la
Extremaunción (Conc. Trid., sess. XIV, can.10, can.4). En cuanto a la Eucaristía,
únicamente aquellos que cuentan con el Orden Sacerdotal pueden consagrar, i.e.,
transformar el pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Presupuesta la
consagración, quienquiera puede distribuir las especies eucarísticas, pero,
excepto por circunstancias muy extraordinarias, ello sólo puede ser legalmente
hecho por los obispos, sacerdotes y (en algunos casos) los diáconos.
(3) Ministros heréticos o cismáticos
A la Iglesia de Cristo se le ha confiado el cuidado de todos los ritos sagrados. Los
ministros heréticos o cismáticos pueden administrar válidamente los sacramentos
si es que han sido válidamente ordenados, aunque su administración se
considera pecaminosa. La buena fe excusaría de pecado a quienes reciban un
sacramento de tales ministros, y en casos de necesidad la Iglesia concede
jurisdicción necesaria para la Penitencia y la Extremaunción.
(4) Estado del alma del ministro
La reverencia debida a los sacramentos requiere que el ministro esté en estado
de gracia. Un ministro que, estando en pecado mortal, administra solemne y
oficialmente un sacramento, se hace culpable de sacrilegio (cf. ST III:64:6).
Algunos opinan que tal sacrilegio se comete aún cuando el ministro no actúa
oficialmente ni confiere el sacramento solemnemente. Pero a partir de la
controversia entre San Agustín y los donatistas en el siglo cuarto, y especialmente
por la controversia entre San Esteban y San Cipriano (q.v.) en el siglo tercero,
sabemos que la santidad o el estado de gracia en el ministro no es prerequisito
para la administración válida de un sacramento. Esto ha sido definido
solemnemente en varios concilios generales, incluyendo el de Trento (Sess VII,
can.12, ibid., de bapt., can.4). La razón estriba en que los sacramentos reciben su
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Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 8
eficacia de su institución divina y por los méritos de Cristo. Un ministro indigno
que confiere válidamente los sacramentos, no puede impedir la eficacia de los
signos ordenados por Cristo para que produjeran la gracia ex opere operato (cf.
Santo Tomás, III:64:5, III:64:9). El conocimiento de esta verdad, que sigue
naturalmente al concepto auténtico del sacramento, da tranquilidad a los fieles, y
debería incrementar, más que disminuir, su reverencia hacia esos ritos sagrados y
su confianza en su eficacia. Nadie puede dar, en nombre propio, aquello que no
posee. Pero un cajero de banco, que no tiene a su nombre ni una cuenta con
valor de 2,000 dólares, puede escribir un cheque con valor de 200,000 dólares en
razón de la riqueza del banco al que él representa autorizadamente. Cristo dejó a
su Iglesia un vasto tesoro adquirido por sus méritos y sufrimientos.
Los sacramentos son las credenciales que garantizan a sus poseedores a
participar de ese tesoro. Los anglicanos han mantenido la verdadera doctrina a
este respecto, según se prueba claramente en el artículo XXVI de la Confesión de
Westminster: "A pesar de que en la iglesia visible a veces se mezcla el mal con el
bien, y de que a veces el mal tiene la autoridad máxima en la administración de la
Palabra y de los Sacramentos, sin embargo, en cuanto no lo hacen en nombre
propio, sino en el de Cristo, y administran por mandato y autoridad suyos,
podemos utilizar su ministerio para escuchar la Palabra y recibir los Sacramentos.
Ni el efecto ordenado por Cristo es anulado por su maldad, ni la gracia de los
dones de Dios, administrada en ellos por la fe, apropiadamente. Ella es efectiva a
causa de la institución y promesa de Cristo, aunque sea administrada por
hombres malos" (cf. Billuart, de sacram., d.5, a.3, sol.obj.)
(5) Intención del ministro
(a) Para ser ministro de los sacramentos con y bajo Cristo, el hombre debe actuar
como hombre, i.e., un ser racional. De ahí que es absolutamente necesario que
tenga la intención de hacer lo que la Iglesia hace. Esto fue declarado por Eugenio
IV en 1439 (Denzinger-Bannwart, 695) y fue solemnemente definido en el Concilio
de Trento (Sess.VII, can.II). El anatema de Trento estaba dirigido a las
innovaciones del siglo XVI. De su error fundamental de que los sacramentos son
signos de fe, o signos que motivan la fe, se seguía lógicamente que su efecto no
depende de nada de la intención del ministro. Los hombres deben ser "ministros
de Cristo y dispensadores de los misterios de Dios" (I Cor., iv, 1). No pueden ser
tales si no tienen esa intención, pues es precisamente por la intención, como
afirma Santo Tomás (III:64:8, ad 1) que el hombre se sujeta y se une a al agente
principal (Cristo). Más aún, al pronunciar racionalmente las palabras de la forma,
el ministro debe determinar lo que no queda suficientemente determinado o
expresado en la materia que se aplica, e.g., el significado de derramar agua sobre
la cabeza del niño (ST III:64:8). Una persona demente, ebria, dormida o en un
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Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 8
estado de estupor que le impida actuar racionalmente, o alguien que desarrolla la
ceremonia para burlarse, imitar, o como parte de una obra teatral, no actúa como
ministro racional y por ello no puede administrar un sacramento.
(b) El objeto necesario y las cualidades de la atención exigidas al ministro de los
sacramentos se explican en el artículo INTENCIÓN. Pourrat (op.cit., cap.7) da una
relación de todas las controversias surgidas a este respecto. A pesar de se diga
especulativamente acerca de la opinión de Ambrosio Caterino quien defendió la
suficiencia de la intención exterior del ministro, ésta no puede ser llevada a la
práctica, dado que fuera de casos de necesidad, cuando se trata de algo
requerido para la validez de un sacramento, nadie sigue una opinión probable
frente a una que es más segura. (Innoc. XI, 1679; Denzinger-Bannwart, 1151).
(6) La atención del ministro
La atención es un acto del intelecto, o sea, de la aplicación de la mente a aquello
que se hace. Una distracción voluntaria de parte de quien administra un
sacramento podría ser pecaminosa. No sería, claro, un pecado grave sino cuando
(a) hubiera peligro de cometer errores serios, o (b) según la opinión común,
cuando la distracción fuera aceptada durante la consagración de las especies
eucarísticas. La atención de parte del ministro no es necesaria para la
administración válida de un sacramento, pues en virtud de la intención, que se
presupone, él puede actuar racionalmente a pesar de la distracción.
EL RECIPIENTE DE LOS SACRAMENTOS
Cuando se han cumplido todas las condiciones requeridas por la ley divina y
eclesiástica, entonces se recibe el sacramento válida y legalmente. Si, en lo que
toca al ministro, a la forma y materia, y al recipiente, se observan todas las
condiciones requeridas para el rito esencial, pero deja de cumplirse una condición
no esencial de parte de quien recibe el sacramento, el sacramento se recibe
válida pero ilícitamente. Si la condición que se ignoró voluntariamente es grave,
entonces la ceremonia no produce la gracia. Por ejemplo, si personas bautizadas
contraen matrimonio en estado de pecado mortal, quedarían válidamente (i.e.,
realmente) casadas, pero no recibirían la gracia santificante.
(1) Condiciones para la recepción válida
(a) La previa recepción del Bautismo (por agua) es una condición esencial para la
recepción válida de cualquier otro sacramento. Solamente los ciudadanos y
miembros de la Iglesia pueden ponerse bajo su influencia. El Bautismo es la
puerta a través de la cual entramos en la Iglesia y nos convertimos por ello en
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Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 8
miembros de un cuerpo místico unido a Cristo, nuestra cabeza. (Catech. Trid., de
bapt., nn.5, 52).
(b) En el caso de los adultos, para recibir válidamente cualquier sacramento,
excepto la Eucaristía, es necesario que tengan la intención de recibirlo. Los
sacramentos confieren gracia e imponen obligaciones. Cristo no desea imponer
esas obligaciones sin el consentimiento de los hombres. La Eucaristía es una
excepción porque, sin importar el estado en que se encuentre quien la recibe,
siempre es el Cuerpo y la sangre de Cristo.
(c) Respecto a la atención. A través de la intención la persona se somete a la
operación de los sacramentos, los cuales producen su efecto ex opere operato, y
ello hace que la atención no sea necesaria para la válida recepción de los
sacramentos. Alguien que esté distraído, incluso voluntariamente, durante la
celebración de, digamos, el bautismo, recibiría válidamente el sacramento. Debe
notarse, empero, que en el caso del Matrimonio los contrayentes son tanto
ministros como recipientes del sacramento.
Y en el sacramento de la Penitencia, los actos del penitente: contrición, confesión
y voluntad de aceptar una penitencia en satisfacción, constituyen la materia
próxima de los sacramentos, según la opinión más común. En esos casos se
requiere tanta atención como sea necesaria para la válida aplicación de la materia
y la forma.
(2) Condiciones para la recepción lícita
(a) Para la recepción lícita en los adultos, además de la intención y la atención, se
requiere:
Para los sacramentos de muertos: atrición sobrenatural, la cual presupone
actos de fe, de esperanza y arrepentimiento
Para los sacramentos de vivos: el estado de gracia. Sería un sacrilegio
recibir un sacramento de vivos sabiendo que uno se encuentra en estado
de pecado mortal.
(b) Para la recepción lícita también se requiere que se observe todo lo que está
prescrito en la ley divina o eclesiástica, e.g., en lo tocante al tiempo, lugar,
ministro, etc. Puesto que la Iglesia es la única que tiene a su cargo los
sacramentos y solamente los ministros debidamente elegidos tienen el derecho
de administrarlos, excepto algunos casos de Bautismo y Matrimonio (supra VI, 2),
es ley general que la solicitud de sacramentos se debe hacer a ministros dignos y
debidamente nombrados.
(3) Revivicencia de los sacramentos
242
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 8
Los teólogos le han concedido muchísima atención a la revitalización de los
efectos que estaban impedidos en el momento en que se recibió un sacramento.
Este asunto resurge cada vez que alguien recibe un sacramento válida pero
indignamente, i.e., con algún obstáculo que impide la infusión de la gracia divina.
El obstáculo (el pecado mortal) es positivo cuando es conocido y voluntario;
negativo, cuando es involuntario por causa de la ignorancia o buena fe. De quien
así recibe un sacramento, se dice que lo hace fingidamente, o falsamente (ficte),
porque por el mismo hecho de recibirlo pretende estar bien dispuesto, y del
sacramento se dice que es validum sed informe- válido pero carente de su forma
apropiada, i.e., gracia o caridad. ¿Puede tal persona recuperar o recibir los
efectos de los sacramentos? El término revivicencia (reviviscentia) no es usado
por Santo Tomás en referencia a los sacramentos. Su uso tampoco es correcto,
en sentido estricto, ya que los efectos en cuestión, que fueron impedidos por el
obstáculo, no estuvieron "vivos" alguna vez (cf. Billot, op.cit., 98, nota). La
expresión que él utiliza (III:69:10), o sea, obtener los efectos una vez que se ha
quitado el obstáculo, es más acertada aunque no tan conveniente como el término
más nuevo.
(a) Los teólogos mantienen generalmente que la cuestión no se aplica a la
Penitencia y a la Santa Eucaristía. Si el penitente no está suficientemente
dispuesto a recibir la gracia al momento de confesar sus pecados, el sacramento
no se recibe válidamente porque los actos del penitente son parte necesaria de la
materia de este sacramento o una condición necesaria para su recepción. Alguien
que reciba la Eucaristía indignamente no puede obtener de ella ningún beneficio,
excepto, quizás, si se arrepiente de sus pecados y del sacrilegio antes de que las
especies sagradas hayan sido destruidas. Otros casos que pueden ocurrir están
relacionados con los otros cinco sacramentos.
(b) Es cierto y admitido por todos que, si el bautismo es recibido por un adulto que
se encuentra en estado de pecado mortal él puede recibir las gracias del
sacramento posteriormente, o sea, cuando se haya quitado el obstáculo a través
de la contrición o por el sacramento de la Penitencia. Por un lado, los
sacramentos siempre producen la gracia a menos que haya un obstáculo. Por
otro lado, esas gracias son necesarias y, sin embargo, los sacramentos no
pueden repetirse. Santo Tomás (III:69:10) y los teólogos encuentran una razón
especial para otorgar los efectos del Bautismo (cuando la "ficción" ha sido
retirada) en el carácter permanente que se imprime por la administración válida
del sacramento Razonando analógicamente, ellos mantienen la misma opinión
respecto a la Confirmación y las Órdenes Sagradas, haciendo notar, empero, que
las gracias que esos sacramentos otorgan no son tan necesarias como las que
confiere el Bautismo.
(c) Esta doctrina no se ve tan clara cuando se aplica al Matrimonio y a la
Extermaunción. Aunque las gracias que quedan impedidas son muy importantes,
si bien no tan estrictamente necesarias, y dado que el Matrimonio no puede ser
recibido de nuevo mientras vivan ambos contrayentes, y la Extremaunción no se
puede repetir mientras dure el mismo peligro de muerte, los teólogos adoptan
243
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 8
como más probable la opinión que sostiene que Dios otorgará las gracias de esos
sacramentos una vez que se quite el obstáculo. La "revivicencia" de los efectos de
los sacramentos recibidos válidamente pero con un obstáculo a la gracia al
momento de su recepción, se presenta como un argumento fuerte contra el
sistema de la causalidad física de la gracia (supra, V, 2), especialmente por Billot
(op.cit., thesis, VII, 116, 126). Por su propio sistema él reclama el mérito de
establecer un modo invariable de causalidad, a saber, que el sacramento
válidamente recibido siempre confiere un "título exigente de gracia". Si no existe
obstáculo alguno, la gracia es otorgada en ese mismo momento. Si existe
obstáculo, el "título" permanece llamando a la gracia que será conferida tan
pronto como el obstáculo sea quitado (op.cit., th.VI, VII). Sus oponentes
responden a eso diciendo que casos de excepción pueden necesitar métodos
excepcionales de causalidad. En el caso de tres sacramentos la revivicencia
queda perfectamente explicada por el carácter (cf. ST III:66:1, III:69:9, III:69:10).
La doctrina, según se aplica a la Extremaunción y al Matrimonio, no es aún tan
clara como para proveer un argumento suficientemente fuerte en pro o en contra
de los diversos sistemas.
Los esfuerzos futuros de los teólogos podrán desvanecer la obscuridad e
incertidumbre que privan hoy día en este interesante capítulo.
CRISTO, SACRAMENTO DEL PADRE
Toda la acción de Dios para salvar a los hombres llega a su plenitud en la
encarnación, muerte y resurrección del Hijo. A través de su entrega, el Padre
otorga al Hijo la Vida, y por él, con él y en él, comunica la salvación a todo el
género humano.
El momento final será la restauración definitiva del universo, la Nueva Creación
en la que Cristo someterá todo a los pies del Padre, una vez aniquilada la
muerte.
En Cristo, el Dios invisible e inaccesible se hace cercano: "el que me ve a
mí, está viendo al Padre" (Jn 14,9); es la única realidad que expresa
cabalmente lo que Dios es (Jn 1,18) y la que asume en plenitud la
experiencia que de Dios puede tener el hombre. De ahí que podamos
afirmar que Jesucristo es el sacramento por excelencia, el sacramento
primordial, del que beben todas las demás realidades sacramentales.
Consecuentemente, toda otra realidad denominada "sacramento" debe
transparentar la salvación que Dios ha realizado por Jesucristo, y en todo
"sacramento" quien actúa es el mismo Cristo salvando a los hombres y mujeres
que lo celebran (cf. CCE 1084 y 1088).
La Iglesia, Sacramento de Cristo
244
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 8
La encarnación del Hijo de Dios es el hecho fundamental que nos desvela el
misterio o plan de salvación de Dios y el que nos descubre el significado
profundo del sacramento.
Cuando Jesús pasa de este mundo al Padre, se hace necesario otro lugar
de encuentro con Dios donde el hombre pueda participar de su salvación.
Ese lugar lo va a ocupar la comunidad, el grupo de los que creen en él (Jn
17,18-19). Él se irá, pero nos enviará su Espíritu (Jn 16,7ss) que nos lo
hará presente hasta el final de los tiempos (Mt 28,20).
En el espacio de tiempo comprendido entre la ausencia física de Jesús y su
venida al final de los tiempos, la Iglesia continúa haciendo presente entre
los hombres la acción salvífica de Dios en Cristo. La Iglesia es el cuerpo
de Cristo a quien alcanza en su totalidad la vida divina: todos los
bautizados (1 Cor 12,13; Rom 8,11) y los que participamos en la misma mesa
(1 Cor 10,16ss) somos miembros de un cuerpo (1 Cor 12,27) cuya cabeza es
Cristo (Ef 1,22; Col 1,18-24).
La Iglesia es, por tanto, la presencia salvífica de Cristo en la historia,
la comunidad escatológica de la salvación. Así se autocomprendió en
sus comienzos, como aparece a lo largo del libro de los Hechos de los
apóstoles. Y, por eso, el Concilio Vaticano II la describe como
sacramento ó signo. Hasta que Jesús vuelva, la Iglesia es, en el
mundo, sacramento universal de salvación.
Esto hace que lo visible de la Iglesia, es decir, sus estructuras, sus
instituciones, su palabra, su presencia en el mundo, etc., ha de transparentar
la vida de la que es portadora. No puede separarse la sacramentalidad
general de la Iglesia, de la sacramentalidad de los ritos litúrgicos. Cuando
esta separación aparece, automáticamente trae consigo el vaciamiento y el
desprestigio de los sacramentos.
Todo sacramento debe ser comprendido desde la sacramentalidad de la
Iglesia. Si la Iglesia es esencialmente un pueblo unido, una comunidad de
creyentes, todo sacramento tiene una dimensión comunitaria y su celebración
ha de significar una experiencia comunitaria.
La unidad y comunión de la Iglesia, Pueblo de Dios, la realiza el Espíritu
Santo (cf. CCE 1097) que prepara los corazones de sus miembros para
celebrar bien la liturgia, en la que se encuentran con el Señor (cf. CCE 1098).
Los sacramentos de la Iglesia son acciones simbólicas del acontecimiento
salvador de Jesucristo: Él, que es sacramento del Padre, comunica a la
Iglesia su propia vida en el
Espíritu, convirtiéndola en sacramento suyo en la historia.
Esta comunidad de creyentes en Jesús, sujetos a las limitaciones del espacio
y el tiempo, actualizan en su existencia la Buena Noticia de la salvación y
245
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 8
"pregustan" y participan en la liturgia celestial, que se celebra en la ciudad
santa, hacia la que se dirigen, por medio de la celebración de lo sacramentos y
la liturgia de aquí abajo (cf CCE 1090).
II.8.2. GRACIA DIVINA
Cuando el hombre pecó, se alejó de Dios y desterró de él la posibilidad de
responder a su vocación que es la comunicación con su Creador para llegar a su
destino que es la eternidad. Desde el primer pecado, el hombre está inclinado al
mal, condenado a la concupiscencia.
Dios en su infinita misericordia, no podía dejar al hombre abandonado y sabiendo
que con sus solas fuerzas no podría conseguir su destino eterno, envía a su Hijo,
para que con su muerte y resurrección restaure la comunicación que el hombre
había perdido con Dios.
Jesucristo nos trae la Gracia Divina, la Gracia del Espíritu Santo, que tiene el
poder de santificarnos, es decir, de lavarnos de nuestros pecados y darnos la
posibilidad de responder a nuestra vocación y destino.
Contra la inclinación al mal que resultó del pecado, La Gracia Divina nos permite
obrar el bien. Es una participación de la vida de Dios. Es un favor, un regalo, un
auxilio gratuito, que Dios nos da para responder a su llamada: llegar a ser hijos de
Dios, participes de la naturaleza de la vida eterna.
Esta vocación a la vida eterna es sobrenatural, depende enteramente de la
iniciativa gratuita de Dios. Sobrepasa las capacidades de la inteligencia y las
fuerzas de la voluntad humana. El hombre sólo debe estar dispuesto a que la
Gracia actúe en él y seguir la voz de su conciencia, para obrar según la voluntad
de Dios.
La Gracia de Dios nos introduce en la intimidad de la vida trinitaria:
† Por el Bautismo, participamos de la gracia de Cristo
† Como hijos adoptivos, podemos llamar Padre a Dios
† Recibimos la vida del Espíritu Santo que infunde la caridad y que forma la
Iglesia
II.8.3. SACRAMENTALES
Son signos sagrados instituidos por la Iglesia, creados según el modelo de los
sacramentos, por medio de los cuales se expresan efectos, sobre todo de
carácter espiritual, obtenidos por la intercesión de la Iglesia. Por ellos los hombres
246
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 8
se disponen a recibir el efecto principal de los sacramentos y se santifican las
diversas circunstancias de la vida.
Se aplican a necesidades y a situaciones menos importantes que los
sacramentos, no obtienen de por sí la gracia santificante. Van en orden a la
santificación de ciertos ministerios eclesiales, de ciertos estados de circunstancias
muy variadas de la vida cristiana, así como del uso de cosas útiles al hombre.
Algunos sacramentales son las bendiciones o consagraciones de objetos
religiosos, el uso de agua bendita o velas bendecidas, la ceniza del miércoles de
cuaresma, etc. Los sacramentales proceden del sacerdocio bautismal: todo
bautizado es llamado a ser una "bendición" y a bendecir.
Se abusa de estos sacramentales cuando se toman como cosas mágicas y no se
usan con fe, o si en la práctica se les da más importancia que a los mismos
sacramentos.
Los sacramentales son parte de la religiosidad popular, expresiones en formas
variadas de piedad tales como la veneración a reliquias, visitas a santuarios,
peregrinaciones, etc., agradables a Dios cuando ayudan a aumentar la piedad y la
caridad fraterna.
Estas expresiones prolongan la vida litúrgica de la Iglesia, pero no la sustituyen,
por lo que conviene que estos ejercicios se organicen teniendo en cuenta los
tiempos litúrgicos para que conduzcan al pueblo a la celebración y actualización
del misterio pascual de Cristo.
II.8.4. SACRAMENTOS DE INICIACIÓN CRISTIANA
Mediante los sacramentos de la iniciación cristiana, el Bautismo, la Confirmación,
y la Eucaristía, se ponen los fundamentos de toda vida cristiana:
"La participación en la naturaleza divina, que los hombres reciben como don
mediante la gracia de Cristo, tiene cierta analogía con el origen, el crecimiento y el
sustento de la vida natural. Los fieles renacidos en el Bautismo se fortalecen con
el sacramento de la Confirmación y finalmente, son alimentados en la Eucaristía
con el manjar de la vida eterna, y así, por medio de estos sacramentos de la
iniciación cristiana, reciben cada vez con mas abundancia los tesoros de la vida
divina y avanzan hacia la perfección de la caridad"
(Pablo VI const. Apost. "Divinae consortium naturae" ).
Puestos al comienzo de la vida cristiana, los sacramentos de iniciación son la
condición necesaria para el pleno desarrollo de esa vida futura y marcan todo el
itinerario cristiano:
247
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 8
El Bautismo consagra en la Santísima Trinidad al nuevo cristiano, incorporándolo
a la comunidad de la Iglesia
La Confirmación le capacita para obrar el bien, como criatura nueva, aumentando
su relación con Dios, que se reflejan en la comunión de la Iglesia y en su servicio
a los hombres.
La Eucaristía actualiza la Salvación que Cristo alcanzó al hombre y le permite vivir
mejor su ser cristiano, hasta alcanzar la plenitud en la vida eterna.
II.8.5. DIMENSIONES DE LOS SACRAMENTOS
DIMENSIÓN CÓSMICO - BIOLÓGICA
Los sacramentos cristianos se realizan siempre a través de acciones y gestos,
que utilizan realidades materiales: lavarse con agua, comer pan, ungir con
aceite, las manos, etc.
Toda realidad material nos remite a la naturaleza de la que ha sido tomada y al
trabajo humano que se ha precisado para su elaboración. Así mismo, los
gestos nos evocan la vida privada y social de los hombres que los utilizan en su
comunicación.
En resumen, que los signos sacramentales están radicados en el orden
cósmico-biológico y de él son tomados.
DIMENSIÓN HISTÓRICA
La salvación de Dios acontece en la historia humana. Es en la misma historia
de los hombres donde Dios ha querido actuar para salvarnos. Los
sacramentos, que se desarrollan en el tiempo y el espacio, actualizan de forma
permanente el encuentro salvador del hombre con Dios en Cristo
DIMENSIÓN ANTROPOLÓGICA
En los sacramentos, la Iglesia celebra la acción de Cristo resucitado
iluminando las situaciones humanas significativas y momentos importantes de
la vida del hombre: enfermedad, nacimiento, amor, pecado, etc.
El sacramento cristiano confiere así un nuevo sentido a la vida del hombre,
para que pueda asumirla y expresarla a la luz de Cristo.
DIMENSIÓN PASCUAL, NEUMATOLÓGICA Y DE FE
En todos los sacramentos se simboliza, se significa y se hace presente el
Misterio de Cristo, de su Pascua; misterio que purifica, renueva, transforma,
diviniza. Además, se significa y se actualiza la acción y efusión del
248
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 8
Espíritu. Los sacramentos son, simultáneamente, de Cristo y del Espíritu
Santo.
Las diferentes expresiones que se suceden en una celebración
sacramental (palabra, gestos, canto, posición corporal, etc.) nos remiten a la
fe en la que encuentran los símbolos sacramentales su significación específica
(cf. CCE 1122-1126).
Los sacramentos siempre son sellos de la fe que ha sido educada en el
lenguaje de la Iglesia, a través de la evangelización y la catequesis.
Expresan la fe de la Iglesia, suponen y exigen la fe de la persona que
celebra el sacramento, y alimentan y nutren el crecimiento de la fe de
quienes los celebran.
DIMENSIÓN ECLESIAL Y COMUNITARIA
La presencia de Jesucristo en la celebración sacramental se realiza de
diferentes formas. Aquí destacamos dos que atañen directamente a la
comunidad constituida como asamblea celebrativa: la asamblea litúrgica y
quien la preside.
La propia asamblea hace presente a Cristo, recordando sus palabras: "donde
dos o tres están reunidos en mi nombre, yo estoy en medio de ellos".
El sacerdote presidente de la celebración, que representa a Jesucristo Cabeza
de la Iglesia, esposo fiel de la Iglesia, único pastor y sacerdote.
Así mismo, toda comunidad que se reúne a celebrar los sacramentos
remite a la Iglesia universal de quien recibe la Tradición y a quien está
unida para que esos sacramentos sean lo que representan.
DIMENSIÓN ÉTICO-PROFÉTICA-ESCATOLÓGICA
A través de los sacramentos, los cristianos anticipan el mundo nuevo, la
Nueva Creación que ha sido inaugurada por Cristo. Esta realidad les hace
traducir en toda su vida las actitudes que han celebrado, anticipando de forma
efectiva esa plenitud de amor que aguardan en la esperanza.
DOCUMENTOS
Por esta razón, así como Cristo fue enviado por el Padre, Él a su vez envió
a los Apóstoles, llenos del Espíritu Santo. No sólo los envió a predicar el
Evangelio a toda criatura y a anunciar que el Hijo de Dios, con su muerte y
resurrección, nos libró del poder de Satanás y de la muerte y nos condujo
al reino del Padre, sino también a realizar la obra de la salvación que
proclamaban mediante el sacrificio y los sacramentos, en torno a los cuales
gira toda la vida litúrgica. Y así, por el bautismo los hombres son injertados
en el misterio pascual de Jesucristo: mueren con El, son sepultados con Él y
249
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 8
resucitan con Él; reciben el espíritu de adopción de hijos, por el que
clamamos: ¡Abba! ¡Padre! (Rom 8,15), y se convierten así en los verdaderos
adoradores que buscan el Padre. Asimismo, cuantas veces comen la cena del
Señor, proclaman su muerte hasta que vuelva. Por eso, el día mismo de
Pentecostés, en que la Iglesia se manifestó al mundo, los que recibieron la
palabra de Pedro fueron bautizados. Con perseverancia escucharon la
enseñanza de los Apóstoles, se reunían en la fracción del pan y en la
oración..., alababan a Dios, gozando de la estima general del pueblo (Hech
2,41-42.47).
Desde entonces, la iglesia nunca ha dejado de reunirse para celebrar el
misterio pascual: leyendo cuanto a él se refiere en toda la Escritura (Le
24,27), celebrando la Eucaristía, en la cual "se hacen de nuevo presentes
la victoria y el triunfo de su muerte", y dando gracias al mismo tiempo a
Dios por el don inefable (2 Cor 9,15) en Cristo Jesús, para alabar su gloria
(Ef 1,12) por la fuerza del Espíritu Santo.
Para realizar esta obra tan grande, Cristo está siempre presente a su
Iglesia, sobre todo en la acción litúrgica. Está presente en el sacrificio de
la Misa, sea en la persona del ministro, "ofreciéndose ahora por
ministerio de los sacerdotes el mismo que entonces se ofreció en la
cruz", sea sobre todo bajo las especies eucarísticas. Está presente con su
virtud en los sacramentos, de modo que, cuando alguien bautiza, es Cristo
quien bautiza. Está presente en su palabra, pues cuando se lee en la Iglesia
la Sagrada Escritura, es El quien habla. Está presente, por último, cuando
la Iglesia suplica y canta salmos, el mismo que prometió: donde están dos o
tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos (Mt 18,20).
DIMENSIÓN SALVADORA Y FESTIVA DE LOS SACRAMENTOS
Para la mentalidad clásica preconciliar era decisiva la confesión en el lecho de
muerte para decidir el destino eterno. Hoy no preocupa tanto el tema. Recuerdo
cómo un santo varón profesor mío de colegio se refería al “negocio “ de la vida
eterna: bastaba cumplir con los nueve primeros viernes y negocio hecho. En esos
tiempos toda la pastoral y la predicación misionera giraba en torno al tema.
Hoy la salvación se descubre como la realidad no sólo del más allá, sino también
del más acá, en el tiempo, en la historia. Afecta al alma y también al cuerpo, es
decir, la dimensión sensible del hombre y de la comunidad. Hoy se interpreta la
salvación con una imagen más adecuada de Dios: el Dios del amor, de la
compasión y también de la justicia, pero ejerciendo un juicio más para la
redención que para la condenación.
A partir del Vaticano II, el sacramento empieza a ser considerado no como medio,
sino como fin, ciertamente relativo, no absoluto. Ya no es un “medio para”, sino es
la salvación de Dios en Cristo anticipada aquí y ahora a través de la palabra y el
250
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 8
signo. Es el encuentro con el Señor y la acogida de su don. Es la celebración de
ese don que se concentra en la muerte y resurrección de Cristo.
Ahora bien, una celebración, una fiesta no es nunca un medio, sino un fin. Si se
vive la fiesta como un medio o como un instrumento, se la desvirtúa. Ciertamente
de la celebración sacramental salimos renovados, regenerados y con nueva
fuerza para actuar en la vida cotidiana en forma distinta. Pero éste es un efecto
que se recibe cuando no se busca en lo inmediato, y es algo que se da por
añadidura.
Lo propio, lo inmediato de la celebración es esa realidad festiva de realizar
acciones desinteresadas, gratuitas, en que nos abrimos a la compañía del Señor
y de los hermanos, agradeciendo, elogiando, disfrutando esa vida nueva que de
un modo imperfecto pero real se nos manifiesta y comunica a través del gesto
sacramental.
“La teología llamada festiva y la reflexión de algunos liturgistas sobre el sentido
lúdico de la liturgia (Romano Guardini, El espíritu de la liturgia), han contribuido
decisivamente a este cambio de mentalidad y a este redescubrimiento de la
gratuidad sacramental que significa no sólo...” lo que no nos hemos ganado
(recibir algo sobrenatural), sino lo que no persigue fines utilitarios (hacer cosas
no-útiles).
“El centro de la celebración sacramental sigue siendo algo tan dramático como la
muerte, el asesinato de Cristo. Pero junto a este hecho, celebra la resurrección,
es decir, la intervención del Espíritu del Padre para liberar al Hijo del sepulcro,
para realizar el nuevo éxodo (Rm 8, 1-4)”.
Se va entonces superando la idea del sacramento como “medio de” o ”medio
para” y recuperando su sentido de gratuidad. En el lenguaje pastoral se está
reflejando este cambio de actitud. Se está abandonando la antigua expresión de
“administrar los sacramentos”, expresión cargada de connotaciones cosistas e
instrumentalistas. Se la reemplaza cada vez más por la de “celebrar los
sacramentos”. En vez de “medio” deberíamos llamar al signo “mediación”
sacramental.
DIMENSIÓN DOXOLÓGICA Y ESTÉTICA
La finalidad de los sacramentos es la “gloria de Dios”. Es ésta su última razón de
ser. En el encuentro sacramental hay una dimensión descendente, por la que
Dios sale al encuentro del hombre movido únicamente por el amor.
Hay también otra dimensión ascendente por la cual, en Cristo, la Iglesia y el
hombre pueden retornar a Dios como su fin y meta. Los sacramentos tienen como
fin último la glorificación de Dios, rendirle el culto que se merece. Esta es la
dimensión doxológica (doxa, gloria) de la sacramentalidad. Los sacramentos no
251
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 8
son sólo símbolos eficaces, sino también son momentos contemplativos, de
adoración, de culto y glorificación a Dios. Esta dimensión contemplativa y
doxológica es precisamente una de las características en el encuentro con el
misterio.
La dimensión estética se refiere a la intención de la Iglesia de facilitar el encuentro
del hombre con Dios en un ambiente de dignidad y belleza como expresión de la
infinita hermosura de Dios y signo de las realidades que se celebran en la liturgia.
“Por eso el arte cristiano en general y el arte litúrgico en concreto han buscado
siempre el equilibrio entre el misterio y la forma, o entre la verdad y la belleza, de
tal manera que la forma esté siempre al servicio del misterio celebrado y la
belleza se convierta en el rostro visible de la verdad”.
Lectura
Complementaria
Fichas de lectura:
á Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1153
á Conc. Vaticano II. Sacrosanctum Concilium, 59
á Mt 18,20
á Hech 2,41-42.47
Prácticas
1
Estudia la unidad LOS
SACRAMENTOS DE LA
IGLESIA. Elabora un documento acerca de: Los
sacramentos cristianos e
informa a tus compañeros de clase.
2
Prepara otro documento
acerca de: las dimensiones de los sacramentos.
E informa a tus compañeros de clase.
.
252
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 9
UNIDAD
9
LOS SACRAMENTOS DE LA INICIACION CRISTIANA (1)
Mediante los sacramentos de la iniciación cristiana, el Bautismo, la
Confirmación y la Eucaristía, se ponen los fundamentos de toda la vida
cristiana. En esta Unidad Didáctica nos centraremos en el Bautismo y la
Confirmación, dejando para la siguiente la Eucaristía.
El Bautismo
La Confirmación
II.9.1. EL BAUTISMO
El que no renace del Agua y del Espíritu, no puede
entrar en el Reino de Dios (Jn 3,5)
El Bautismo ha sido llamado "puerta de la Iglesia"
expresando así su importancia singular en la comunidad
cristiana. Sin embargo, podemos constatar en el
ambiente de las sociedades llamadas cristianas que el
Bautismo se ha convertido para muchos en un hecho de
carácter sociológico que ha perdido su trascendencia
eclesial.
II.9.1.1.
EL HECHO DEL BAUTISMO
El término Bautismo procede del verbo griego baptizein, que significa sumergir,
lavar. El simbolismo de los efectos del agua como signo de purificación es muy
común en la historia de las religiones. Sabemos que Juan Bautista daba el
bautismo a todos aquellos que aceptaban su predicación como cambio de vida.
Son numerosas las religiones no bíblicas que emplean el rito del baño como signo
de purificación, y en el mismo judaísmo contemporáneo a Jesús existían diversas
abluciones con carácter penitencial tanto en los movimientos bautistas, como
entre los esenios de Qumram.
253
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 9
Jesucristo enseñó a los apóstoles un bautismo diferente del conocido por los
judíos. No era sólo un símbolo, sino una verdadera purificación y un llenarse del
Espíritu Santo. Juan Bautista lo había anunciado: "Yo bautizo con agua, pero
pronto va a venir el que es más poderoso que yo, al que yo no soy digno de
soltarle los cordones de sus zapatos; él los bautizará en el Espíritu Santo y en el
fuego". (Lc 3,16)
El hecho más importante para interpretar el Bautismo cristiano es el Bautismo de
Jesús, en el que culminan las prefiguraciones del Antiguo Testamento sobre este
sacramento.
Los cuatro evangelios cuentan el Bautismo que recibió Jesús (Mc 1, 9-11; Mt 3,
13-17; Lc 3, 21-22; Jn 1, 32-34) y los cuatro conceden excepcional importancia a
este hecho porque representa el punto de partida y el comienzo del ministerio
público de Jesús (Hch 1,22; 10,37; 1 Jn 5.6). Todos los evangelistas coinciden en
narrar dos cosas:
El descenso del Espíritu
La proclamación divina asociada a la venida del Espíritu Santo
Según el judaísmo antiguo, la comunicación del Espíritu significa la inspiración
profética. La persona que recibe el Espíritu es llamada por Dios para ser su
mensajero (Eclo 48,24; Dn 13,45). Por lo tanto, en el momento del bautismo,
Jesús recibió del Padre la vocación y el destino que marcó y orientó su vida.
La proclamación divina "Tú eres mi hijo amado, en ti me complazco" (Mc 1,11; Mt
3,17; Lc 3,22), acompañó la venida del Espíritu. Estas palabras evocan el texto de
Isaías que da inicio a los cantos del Siervo de Yahvé (Is 42,1); este Siervo es el
hombre solidario con el pueblo pecador, al que libera y salva a través de su
sufrimiento y muerte. (Is 53, 1-12).
Con ocasión de su Bautismo, Jesús experimentó su vocación, aceptando la
misión y el destino que le llevarían a su muerte violenta. Así se explica que las
dos únicas veces que Jesús utiliza el verbo bautizar (Mc 10,38; Lc 12,50) sea
para referirse a su propia muerte.
El bautismo par Jesús tiene un sentido concreto: es el acto y el momento en que
el hombre asume conscientemente una vocación y un destino en la vida, la
vocación y el destino de la solidaridad incondicional con los hombres,
especialmente los más pobres, hasta llegar a la misma muerte.
Juan bautizaba en vistas al juicio último de Dios; el Bautismo cristiano es la
participación en la muerte y resurrección de Jesucristo; es decir, el bautizado ha
muerto a una forma de existencia, para nacer a otra nueva que no acabará jamás.
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Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 9
La Iglesia bautiza porque así realiza el mandato de Jesús resucitado y porque
está llena del Espíritu Santo para comunicar la salvación a través de este
sacramento.
El Bautismo es el sacramento de la fe (Mc 16,16). Pero la fe tiene necesidad de la
comunidad de creyentes. Solo en la fe de la Iglesia puede creer cada uno de los
cristianos. La fe que se requiere para el Bautismo no es una fe perfecta y madura,
sino un comienzo que está llamado a desarrollarse. En todos los bautizados,
niños o adultos, la fe debe crecer después del Bautismo. Cuando se trata del
Bautismo de niños, para su crecimiento en la fe es necesaria la ayuda de los
padres y padrinos (CIC 1253-1255)
Puerta de Entrada
El día de Pentecostés, tras la venida del Espíritu Santo, Pedro predicaba a
Jesucristo crucificado como el Mesías y el Señor por su Resurrección. Sus
oyentes preguntaban: "¿Qué tenemos que hacer, hermanos?". Pedro les
contestó: "Arrepentios y bautizaos cada uno de vosotros en el nombre de
Jesucristo" (Hech 2,37-38).
Por este texto de los Hechos de los Apóstoles podemos ver cómo la escucha
de la Palabra, la conversión y el Bautismo están estrechamente vinculados
entre sí. El Bautismo ha sido desde siempre la puerta de entrada de toda vida
cristiana, y junto con la Confirmación y la Eucaristía, forma la triada de
sacramentos llamados de "iniciación cristiana".
Prefigurado en el Antiguo Testamento
La primitiva Iglesia, al leer el Antiguo Testamento, descubría en él diversos
arquetipos y símbolos, "prefiguraciones" del Bautismo cristiano:
-
la imagen del espíritu aleteando sobre las aguas primordiales (Gn
1,2), así como la del diluvio (Gn 7,17-24; 8,1-22), hacían presente al
hombre nuevo que nacía de la fuente bautismal.
los arquetipos de las aguas como camino hacia la libertad, en el mar
Rojo (Ex 14,15-31), o puerta para adquirir la Tierra prometida,
aludiendo al paso del Jordán (Jos 3,14-17), van a ser utilizados por
los Padres de la Iglesia de los primeros siglos para ilustrar la
experiencia bautismal (cf CCE 1217-1222).
El Bautismo de Jesús
Sin embargo, el hecho más importante para interpretar el Bautismo cristiano
es el Bautismo de Jesús, en el que culminan las prefiguraciones del A.
Testamento sobre este sacramento (cf CCE 1223).
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UNIDAD 9
Los cuatro evangelios cuentan el Bautismo que recibió Jesús (Me 1,9-11; Mt
3,13-17; Le 3,21-22; Jn 1,32-34) y los cuatro conceden excepcional
importancia a este hecho, porque representa el punto de partida y el comienzo
del ministerio público de Jesús (Hch 1,22; 10,37; 1 Jn 5,6). Coinciden en narrar
dos cosas: el descenso del Espíritu y la proclamación divina asociada a la
venida del Espíritu.
Agua: funciones simbólicas
Las funciones simbólicas del agua pueden distribuirse en cuatro grupos:
El agua da la vida: donde hay agua, hay vida y donde falta, sobreviene a
muerte. Todo ser vivo precisa del agua para ser, y el agua, está en el
origen de toda la vida, por eso ellaes símbolo de fertilidad, de fecundidad,
de vida (Is 55,10; Ez 47).
\
El agua lava, por lo que muchas religiones utilizan estos lavatorios para
representar el perdón de los pecados y la santidad interior. En el Levítico,
los capítulos 11 al 16 establecen varias abluciones con cierto carácter
cultual, ya que tienen un significado de purificación moral
primordialmente. Ezequiel anuncia que en los tiempos mesiánicos Dios
va a saciar al pueblo con un agua pura que le va a purificar (Ez 36,25).
El agua apaga la sed, la cual ilustra, también, el deseo profundo del ser
humano de felicidad, amor, libertad, verdad. Moisés en el desierto (Ex 17)
hizo brotar agua de la roca en el Horeb, saciando al pueblo sediento, pero
esta sed puede representar también sentimientos más profundos: "como
busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a t, Dios mío"
(Sal 42 [41]). Isaías anuncia que "sacaréis aguas con gozo de las fuentes
de la salvación" (Is 12,3). El evangelio de Juan describe a Jesús como el
que da el agua que apacigua la sed (4,11-14, 6,35) y que genera una
fuente en nuestro interior (7,37-38). El Apocalipsis insiste en este
simbolismo en 7,17; 21,6 y 22,1.
El agua que mata, que destruye, es el simbolismo más frecuente en la
Biblia. Los grandes símbolos del agua en el Antiguo Testamento son el
Diluvio (Gn 7) y el paso del Mar Rojo (Ex 14) en los que algo muere para
dar origen a una nueva historia. Estos dos símbolos van a ser aplicados al
bautismo cristiano en I Pe 3,20s, y I Cor 10, Is. El agua evoca, en diversos
lugares del Nuevo Testamento, el Sacramento del Bautismo (Jn 3,5; 19,34)
que nos hace nacer a una nueva vida.
Según el judaísmo antiguo, la comunicación del Espíritu significa la inspiración
profética. La persona que recibe el Espíritu es llamada por Dios para ser su
mensajero (Eclo 48,24; Dn 13,45). Por lo tanto, en el momento del bautismo,
Jesús recibió del Padre la vocación y el destino que marcó y orientó su vida.
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UNIDAD 9
La proclamación divina, "Tú eres mi hijo amado, en tí me complazco" (Me 1,11; Mt
3,17; Le 3,22), acompañó la venida del Espíritu. Estas palabras evocan el texto de
Isaías que da inicio a los cantos del Siervo de Yahvé (Is 42,1); este Siervo es el
hombre solidario con el pueblo pecador, al que libera y salva a través de su
sufrimiento y muerte (Is 53,1-12).
Con ocasión de su bautismo, Jesús experimentó su vocación, aceptando la misión
y el destino que le llevarían a su muerte violenta. Así se explica que las dos
únicas veces que Jesús utiliza el verbo bautizar (Me 10,38; Le 12,50) sea para
referirse a su propia muerte.
El bautismo para Jesús tiene un sentido concreto: es el acto y el momento en que
el hombre asume conscientemente una vocación y un destino en la vida, la
vocación y el destino de la solidaridad incondicional con los hombres,
especialmente los más pobres, hasta llegar a la misma muerte.
II.9.1.1.1.
EL BAUTISMO CRISTIANO
Juan bautiza en vistas al juicio último de Dios; el Bautismo cristiano es
participación en la muerte y resurrección de Jesucristo; es decir, el bautizado ha
muerto a una forma de existencia, para nacer a otra nueva que no acabará jamás.
De esa nueva vida es testigo entre los hombres, y de su comunión con el Padre,
serán sus actitudes los mejores signos (Ef 4,2-6).
La fuerza del Bautismo cristiano brota de la muerte y resurrección de Jesucristo y
del envío del Espíritu Santo, acontecimientos en los que culminó la misión
mesiánica de Jesús,, iniciada públicamente en su bautismo (cf CCE 1223-1225).
La Iglesia bautiza porque así realiza el mandato de Jesús resucitado (cf. Mt
28,18-19), y porque está llena del Espíritu Santo para comunicar la salvación a
través de este sacramento (cf CCE 1226).
El Bautismo es el sacramento de la fe (Me 16,16). Pero la fe tiene necesidad de la
comunidad de creyentes. Sólo en la fe de la Iglesia puede creer cada uno de los
cristianos y en dicha fe se es bautizado. La fe que se requiere para el Bautismo
no es una fe perfecta y madura, sino un comienzo que está llamado a
desarrollarse. En todos los bautizados, niños o adultos, la fe debe crecer después
del Bautismo. Cuando se trata del Bautismo de niños, para su crecimiento en la fe
es necesaria la ayuda de los padres, padrinos y comunidad cristiana (cf CCE
1253-1255).
El bautismo cristiano primitivo
Según la Tradición Apostólica de Hipólito de Roma, s. ni
"Que baje al agua y que el que le bautiza le imponga la mano sobre la cabeza
diciendo: ¿ Crees en Dios Padre Todopoderoso ? Y el que es bautizado
responda: Creo. Que le sumerja en el agua una vez, teniendo la mano puesta
sobre su cabeza. Que después de esto diga:
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UNIDAD 9
¿Crees en Jesucristo, el Hijo de Dios, que nació por el Espíritu Santo de la Virgen
María, que fue crucificado en los días de Poncio Pilato, murió y fue sepultado,
resucitó al tercer día vivo de entre los muertos, subió a los cielos, está sentado a
la diestra del Padre, vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos? Y cuando él
haya dicho: Creo, que le sumerja en el agua por segunda vez. Que diga otra vez
¿ Crees en el Espíritu Santo y en la santa iglesia y en la resurrección de la carne?
Que el que es bautizado diga: Creo. Y que le sumerja por tercera vez. Después
de esto, cuando sube del agua, que sea ungido por un presbítero con el óleo que
ha sido santificado, diciendo: Yo te unjo con óleo santo en el nombre de
Jesucristo. Y luego cada cual se enjuga con una toalla y se ponen sus vestidos, y
hecho esto, que entren a la Iglesia. "
II.9.1.2.
EL SIGNIFICADO DEL BAUTISMO
El Bautismo, por ser un sacramento de iniciación, tiene unos efectos de
regeneración e incorporación muy especiales:
"Al bautizado le son perdonados los pecados y recibe una vida nueva, se une a la
muerte y resurrección de Jesucristo, participa de su misión sacerdotal, profética y
real y es incorporado a la Iglesia"
Perdona los pecados y da una vida nueva
El paso del mar Rojo fue para los israelitas el paso de la esclavitud a la libertad.
Por eso el Bautismo, que vinculó a aquellos hombres al destino de Moisés ( 1 Cor
10,2), fue el bautismo de la liberación.
Así mismo, el Bautismo cristiano comporta una experiencia de liberación: de la
misma forma que el paso del mar Rojo fue para los israelitas la experiencia
fundamental de su liberación, así el paso por el agua bautismal comporta para los
cristianos la experiencia de su propia libertad.
Por el bautismo, el cristiano se separa del destino colectivo de una humanidad
fatalmente sometida a la esclavitud del pecado, liberándose del pecado original
que corrompe y desgarra al hombre y al mundo. La persona que ha vivido la
experiencia del Bautismo, ha vivido la experiencia de la liberación del pecado. El
pecado ya no tiene dominio sobre los cristianos ( 1 Jn 3, 5-6)
Para el bautizado no existe más ley que la del amor, a eso re refiere Pablo en Rm
13, 8-10 y en Gal 5, 14. Luego la experiencia fundamental del creyente en el
Bautismo es la experiencia del amor, no sólo del amor a Dios, sino también del
amor al prójimo.
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UNIDAD 9
Une al bautizado a la Muerte y Resurrección de Jesucristo.
De la misma manera que Jesús pasó por la muerte, para llegar a una vida sin
límites, igualmente el cristiano tiene que pasar por una muerte (el Bautismo), para
empezar una nueva vida, la vida de la fe, la vida propia del cristiano. Esto es lo
que dice san Pablo en su carta a los Romanos:
"¿Ignoráis acaso que todos a quienes el bautismo ha vinculado a Cristo hemos
sido vinculados a su muerte?. En efecto, por el bautismo hemos sido sepultados
con Cristo quedando vinculados a su muerte, para que así como Cristo ha
resucitado de entre los muertos por el poder del Padre, así también nosotros
llevemos una vida nueva. Porque si hemos sido injertados en Cristo a través de
una muerte semejante a la suya, también compartiremos su resurrección" (Rm 6,
3-5)
"Morir con Cristo" significa morir al mundo, al orden establecido, como
fundamento de la vida del hombre (Gal 6,14) o a los poderes del mundo que
esclavizan (Col 2,20), a la esclavitud de la ley (Rom 7,6), a la vida en pecado
(Rom 6,6) o a la vida para sí mismo ( 2 Cor 5, 14-15).
Hace participar al bautizado de la misión sacerdotal, profética y real de
Jesucristo
Quien recibe el Bautismo queda revestido de Jesús el Mesías, lo que significa que
la misma vida de Cristo está presente y actúa en el que ha recibido el Bautismo.
El bautizado, unido a Cristo en la Iglesia, es como Cristo Sacerdote, Profeta y
Rey, y está llamado a dar testimonio del Señor en este mundo. El Concilio
Vaticano II ha enseñado que "los bautizados son consagrados como casa
espiritual y sacerdocio santo por la regeneración y la unción del Espíritu Santo"
( LG 10; cfr. 1 Pe 2, 9-10).
El Bautismo imprime en el cristiano, un sello espiritual indeleble de su pertenencia
a Cristo. Este sello no es borrado por ningún pecado, aunque el pecado impida al
Bautismo dar frutos de salvación. Dado una vez por todas, el Bautismo no puede
ser reiterado.
Incorpora al bautizado a la Iglesia
La Iglesia es la comunidad de los bautizados, pues el efecto fundamental del
Bautismo es incorporar al hombre a la comunidad de la Iglesia. La Iglesia es la
comunidad de los que libre y conscientemente han asumido como destino en la
vida sufrir y morir por los demás, es decir, la Iglesia es la comunidad de los que
viven para los demás; es así mismo, la comunidad de los que se han revestido de
Cristo, reproduciendo en su vida lo que fue la vida de Jesús el Mesías.
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UNIDAD 9
La costumbre de bautizar a los niños desde pequeños data desde los primeros
siglos de la Iglesia, pues no es posible privarlos de los efectos que el sacramento
produce. El hombre nace con una naturaleza humana caída y manchada por el
pecado original, por lo que necesita el nuevo nacimiento en el Bautismo para
recibir la Gracia Divina.
II.9.1.3.
LA CELEBRACIÓN DEL BAUTISMO
¿Quién puede recibir el Bautismo y quién lo puede administrar?
Todo ser humano, aún no bautizado, y sólo el, es capaz de recibir el Bautismo.
El ministro ordinario del Bautismo es el obispo y el presbítero y, en la Iglesia
latina, también el diácono.
En caso de necesidad, cualquier persona, incluso no bautizada, si tiene la
intención de hacer lo que hace la Iglesia al bautizar y emplea la fórmula
bautismal trinitaria.
Celebración:
El Bautismo cristiano se celebra bañando en agua al que lo recibe (bautismo por
inmersión) o derramando agua por la cabeza (bautismo por infusión), mientras el
ministro invoca a la Santísima Trinidad.
El rito completo consta de tres momentos:
Preparación:
Consiste en la bendición del agua, en la renuncia de los padres y padrinos al
pecado, en la profesión de fe y en una pregunta a los padres y padrinos sobre si
desean que el niño sea bautizado.
Ablución o bautismo:
Mientras el ministro baña con agua a quien se bautiza, dice: "Yo te bautizo en el
nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo"
Ritos complementarios:
Son la crismación, la vestidura blanca y la entrega de la luz.
La crismación por la que el ministro unge la cabeza a cada bautizado con el santo
crisma, como señal de incorporación al pueblo creyente;
La vestidura blanca, signo de la nueva vida y dignidad del cristiano.
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UNIDAD 9
La entrega de la luz de Cristo expresada por una velita cuya llama ha sido
tomada del cirio pascual.
II.9.2. LA CONFIRMACIÓN
El Nuevo Testamento no habla del sacramento de la
Confirmación como tal. Está claro que Jesucristo lo
instituyó pero no lo administró por sí mismo, puesto que
era algo pensado para cuando El se fuera. Cristo
anunció la venida del Paráclito -El Espíritu Santo- una
vez que El se marchara de este mundo.
El nombre de este sacramento proviene del latín "
confirmatio" , que significa fortalecimiento. Sin
embargo, a lo largo de la historia, ha sido denominado
de diversas maneras, como, por ejemplo, consignatio ?
(señal de la cruz hecha con la mano), chrismatio (unción
con aceite perfumado y consagrado) manus impositio (imposición de manos). En
Oriente recibe el nombre de sello (a^payio, sfragis) o crisma (|i\|/pov, mi/ron).
II.9.2.1.
EL HECHO DE LA CONFIRMACIÓN
El nombre de este sacramento proviene del latín confirmación = fortalecimiento.
Sin embargo, a lo largo de la historia ha sido denominado de diversas maneras:
crismación (unción de aceite perfumado y consagrado), imposición de manos,
crisma.
El Nuevo Testamento no habla del sacramento de la confirmación como tal.
Aunque se ha querido ver unos precedentes en dos textos de los Hechos de
los Apóstoles:
- Cuando Pedro y Juan van a imponer las manos a los recién bautizados
de Samaría para que reciban así el Espíritu Santo (Hch 8,14-17)
- Y cuando Pablo bautiza e impone las manos a unas cuantas personas
en Éfeso, con lo que reciben el Espíritu Santo (Hch 19,5-7). a
Está claro que Jesucristo lo instituyó pero no lo administró por sí mismo, puesto
que era algo pensado para cuando El se fuera. Cristo anunció la venida del
Paráclito -El Espíritu Santo- una vez que El se marchara de este mundo.
Hoy podemos afirmar que en ninguno de estos casos estamos ante el
sacramento de la Confirmación. Sin embargo, en ellos se enseña algo que va a
tener una cierta analogía con el sacramento: los nuevos cristianos se van a
incorporar de una forma más efectiva a la unidad y a la comunión con la
Iglesia.
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UNIDAD 9
De lo que sí hay clara constancia es de la administración de los Apóstoles -con la
imposición de manos- Así puede leerse en los Hechos de los Apóstoles cuando
Pedro y Juan van a imponer las manos a los recién bautizados de Samaría para
que reciban así el Espíritu Santo (Hch 8,14-17) y cuando Pablo bautiza e impone
las manos a unas cuantas personas en Efeso, con lo que reciben el Espíritu
Santo. (Hch 19, 5-7).
Desde los primeros tiempos de la Iglesia, cuando se administraba el Bautismo, se
tenía la costumbre de que el obispo utilizara un gesto o ritual de bendición "la
imposición de manos" sobre la cabeza del bautizado, así se recordaba lo que
hicieron los apóstoles. Igualmente existía la costumbre de ungir con aceite en la
cabeza o en el pecho a los recién bautizados, este aceite había sido previamente
bendecido por el obispo.
Esta costumbre se mantuvo hasta el siglo V, no existía un rito religioso separado
del Bautismo, todo se realizaba en la misma celebración. Cuando se imponen los
bautismos masivos de niños recién nacidos, se ve la necesidad de que los
presbíteros y diáconos administren el Bautismo, mientras que la imposición de
manos y la unción se retardaba para cuando el obispo pudiera.
II.9.2.2.
SIGNIFICADO DE LA CONFIRMACIÓN
El Concilio Vaticano II dice: "por el sacramento de la Confirmación se vinculan (los
cristianos) más estrechamente a la Iglesia, se enriquecen con una fuerza especial
del Espíritu Santo y con ello quedan obligados más estrictamente a difundir y
defender la fe como verdaderos testigos de Cristo, por la palabra juntamente con
las obras" (Lumen Gentium, 11)
Lo primero que conviene reafirmar es que el sacramento por el cual recibimos el
Espíritu Santo, el Sacramento del Espíritu, es el Bautismo. Con él nacemos
espiritualmente y nos hacemos partícipes de la vida de la Santísima Trinidad y
comenzamos a vivir una vida sobrenatural. La Confirmación es el robustecimiento
de la Gracia Bautismal. Es un crecimiento espiritual, en este sacramento se van a
renovar las promesas del Bautismo que otros hicieron por nosotros si es que se
recibió al poco tiempo de nacer. Su fin es perfeccionar lo que el Bautismo
comenzó en nosotros. Podríamos decir en cierto modo que nos bautizamos para
ser confirmados.
Lo que caracteriza el símbolo de la Confirmación es la imposición de manos y la
unción con el crisma. Esta unción ilustra el nombre de cristiano que significa
"ungido" y que tiene origen en el nombre de Cristo, al que Dios ungió con el
Espíritu Santo.
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UNIDAD 9
Imposición de manos:
La imposición de manos no tiene especial relevancia en la tradición del Antiguo
Testamento. Algunas veces es mencionada como gesto de bendición (Gen 48,18;
Is 44,3) y otras como gesto que expresa la transmisión de un poder, un oficio o
una tarea (Num 27,12ss; Dt 34,9). En este sentido se puede decir que en la
Confirmación el obispo, en nombre de la Iglesia, bendice a los bautizados para
que el Espíritu Santo los fortalezca y lleve a plenitud la gracia del Bautismo, los
haga testigos de Cristo (cf CCE 1285) en el mundo extendiendo y defendiendo la
fe con sus palabras y sus obras (cf CCE 1285 y 1303).
En este sentido se puede decir que en la Confirmación el obispo, en nombre de la
Iglesia, bendice a los bautizados para que el Espíritu Santo los fortalezca y lleve a
plenitud la gracia del Bautismo, los haga testigos de Cristo en el mundo
extendiendo y defendiendo la fe con sus palabras y sus obras.
Con la imposición de manos se hace la inserción plena de las personas
bautizadas en la comunidad apostólica, esta inserción es una verdadera
participación en el profetismo de Cristo, que los cristianos tendrán que realizar
asumiendo, anunciando y confesando la fe en Cristo, testimoniando con palabras
y obras, la verdad evangélica, a través del espacio y del tiempo y siendo fermento
de santidad en el mundo.
Unción con el Crisma:
En el Antiguo Testamento tiene una significación importante el gesto de ungir a
los reyes (1Sam 10,1; 16,13; 1 Re 1,39). Mediante la unción, se otorgaba al rey el
poder para ejercer su función que estaba estrechamente relacionada con la
defensa de la justicia. Que consistía especialmente en la defensa de los pobres y
desvalidos, los huérfanos y las viudas, es decir, de los que por si mismos no
podían defenderse.
Para el Nuevo Testamento. Jesús es el Ungido por excelencia. Así lo manifiesta el
evangelio de Lucas al narrar el suceso acaecido en la sinagoga de Nazaret,
donde se lee el texto del profeta Isaías haciendo referencia a Jesús.
"El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar la buena
noticia a los pobres, me ha enviado a proclamar la liberación de los cautivos a dar
vista a los ciegos, a libertar a los oprimidos y a proclamar el año de gracia del
Señor" (Lc 4, 18-19).
El cristiano, al recibir la Confirmación, queda ungido y enviado para la misión de
anunciar la fe, testimoniar la verdad, comprometerse en la implantación en el
mundo de la justicia, la libertad y la paz, para ser fermento de santidad y edificar
la iglesia por medio de sus carismas y servicios de caridad.
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UNIDAD 9
La Confirmación, como el Bautismo, se da una sola vez en la vida, porque
imprime en el alma una marca indeleble, el carácter que es el signo de que
Jesucristo ha marcado al cristiano con el sello de su Espíritu, revistiéndolo de la
fuerza de lo alto para que sea su testigo. Cristo mismo se declara marcado con el
sello de su Padre (Jn 6,27). El cristiano también está marcado con un sello, este
sello marca la pertenencia total a Cristo, la puesta a su servicio para siempre.
La confirmación debe ser preparada con una catcquesis adecuada sobre su
significado y sus "efectos" en los confirmandos, y ha de recibirse en estado de
gracia (cf CCE 1309-1310).
II.9.2.3.
EFECTOS DE LA CONFIRMACIÓN
El mayor efecto del sacramento de la Confirmación es la efusión plena del Espíritu
Santo, y sus siete dones: Sabiduría, Entendimiento, Consejo, Ciencia, Piedad,
Fortaleza y Temor de Dios, como fue concedida a los apóstoles el día de
Pentecostés.
Si el Bautismo hace al cristiano Hijo de Dios, la Confirmación le enriquece
con una fuerza nueva y singular del Espíritu Santo, que le hace capaz de
dar testimonio de su existencia y de irradiar la fe que la presencia y acción
de Dios ha creado y mantiene en él.
Si el Bautismo une al cristiano con Jesucristo, la Confirmación le hace
testigo del Señor en plenitud, activando y profundizando continuamente la
nueva vida que reside en él.
Si el Bautismo llena al cristiano con los dones del Espíritu Santo y le ha
incorporado a la Iglesia, la Confirmación, le estimula para hacer fructificar
en el servicio esos dones recibidos y para estar plenamente unido a toda la
Iglesia en su consagración y misión.
II.9.2.4.
LA CONFIRMACIÓN EN LA ECONOMÍA DE LA SALVACIÓN
En el Antiguo Testamento los profetas anunciaron que el Espíritu del Señor
reposaría sobre el Mesías esperado para realizar su misión salvífica (Cfr. Is 11,2;
61,1). El descenso del Espíritu Santo sobre Jesús en su Bautismo por Juan fue el
signo de que Él era el que debía venir, el Mesías, el Hijo de Dios.
Habiendo sido concebido por obra del Espíritu Santo, toda su vida y toda su
misión se realizan en una comunión total con el Espíritu Santo que el Padre le da
sin medida (CIC, 1286). Esta plenitud del Espíritu no debió permanecer
únicamente en el Mesías, sino que debía ser comunicada a todo el pueblo de
Dios.
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UNIDAD 9
Muchas veces Jesús prometió el envío del Espíritu, promesa que realizó primero
el día de Pascua y luego de manera mas manifestada en Pentecostés. Llenos del
Espíritu Santo los Apóstoles comienzan a proclamar "las maravillas de Dios" (Hch
2,11), los que creyeron en la predicación apostólica y se hicieron bautizar
recibieron a su vez el don del Espíritu Santo. (Hch 2,38).
II.9.2.5.
DONES DEL ESPÍRITU SANTO
Para que el cristiano pueda luchar, el Espíritu Santo le regala sus siete dones,
que son disposiciones permanentes que hacen al hombre dócil para seguir los
impulsos del Espíritu, estos dones son:
Sabiduría: Nos da la capacidad especial para juzgar las cosas humanas según la
medida de Dios. Iluminado por este don, el cristiano sabe ver interiormente las
realidades de este mundo; nadie mejor que él es capaz de apreciar los valores
auténticos de la creación, mirándolos con los mismos ojos de Dios.
Ciencia: El hombre iluminado por el don de la ciencia, conoce el verdadero valor
de las criaturas en su relación con el Creador. Y no estima las criaturas más de lo
que valen y no pone en ellas, sino en Dios, el fin de su propia vida.
Consejo: Este don actúa como un soplo nuevo en la conciencia, sugiriéndole lo
que es lícito, lo que corresponde, lo que conviene más al alma. El cristiano
ayudado con este don, penetra en el verdadero sentido de los valores
evangélicos, en especial de los que manifiesta el sermón de la montaña
Piedad: Mediante éste don, el Espíritu sana nuestro corazón de todo tipo de
dureza y lo abre a la ternura para con Dios y para con los hermanos. El don de la
piedad orienta y alimenta la necesidad de recurrir a Dios para obtener gracia
ayuda y perdón. Además extingue en el corazón aquellos focos de tensión y de
división como son la amargura, la cólera, la impaciencia, y lo alimenta con
sentimientos de comprensión, de tolerancia, de perdón.
Temor de Dios: Con este don, el Espíritu Santo infunde en el alma sobre todo el
temor filial, que es el amor a Dios, el alma se preocupa entonces de no disgustar
a Dios, amado como Padre, de no ofenderlo en nada, de permanecer y de crecer
en la caridad.
Entendimiento: Mediante este don el Espíritu Santo, que "escruta las
profundidades de Dios" ( 1 Cor 2,10), comunica al creyente una chispa de esa
capacidad penetrante que le abre el corazón a la gozosa percepción del designio
amoroso de Dios, al mismo tiempo hace también más límpida y penetrante la
mirada sobre las cosas humanas. Gracias a ella se ven mejor los numerosos
signos de Dios que están inscritos en la creación.
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Fortaleza: el don de la fortaleza es un impulso sobrenatural, que da vigor al alma
en las habituales condiciones de dificultad: en la lucha por permanecer
coherentes con los propios principios, en el soportar ofensas y ataques injustos;
en la perseverancia valiente, incluso entre incomprensiones y hostilidades, en el
camino de la verdad y de la honradez. Es decir, tenemos que invocar del Espíritu
Santo el don de la fortaleza para permanecer firmes y decididos en el camino del
bien. Entonces podremos repetir con San Pablo: "Me complazco en mis
flaquezas, en las injurias, en las necesidades, en las persecuciones y las
angustias sufridas por Cristo; pues, cuando estoy débil, entonces es cuando soy
fuerte" (2 Cor 12,10).
II.9.2.6.
¿QUIÉN PUEDE RECIBIR ESTE SACRAMENTO?
Todo bautizado puede recibir el sacramento de la Confirmación. Aunque se
recomienda que se reciba cuando se tenga pleno uso de razón, pues este
sacramento se considera como "el sacramento de la madurez cristiana". Es
necesaria una preparación previa para que el confirmado pueda asumir mejor las
responsabilidades apostólicas de la vida cristiana.
Como se ha explicado anteriormente la especial gracia de este sacramento es el
fortalecimiento de la fe, aumento de la gracia santificante. Dios no puede
aumentar lo que no esta presente, de ahí que el que lo recibe deba hacerlo en
estado de Gracia, es decir arrepentirse y confesar los pecados antes de
confirmarse. Recibirla en pecado mortal sería un abuso del sacramento, un grave
pecado de sacrilegio.
El ministro ordinario de la Confirmación es el obispo, aunque éste puede en caso
de necesidad, conceder a presbíteros la facultad de administrar el sacramento,
conviene que lo confiera el mismo, sin olvidar que por esta razón la celebración
de la Confirmación fue temporalmente separada del Bautismo. Los obispos son
los sucesores de los apóstoles y han recibido la plenitud del sacramento del
Orden. Por esta razón, la administración de este sacramento por ellos mismos
pone de relieve que la Confirmación tiene como efecto unir a los que le reciben
más estrechamente a la Iglesia, a sus orígenes apostólicos y a su misión de dar
testimonio de Cristo. (CIC, 1290)
II.9.2.7.
CELEBRACIÓN DE LA CONFIRMACIÓN
En la celebración litúrgica de este sacramento concurren tres elementos que
deben ser señalados:
La renovación de las promesas del Bautismo, por la que el confirmando
hace expresión y compromiso explícito de vivir a la manera de Cristo.
La imposición de manos que el obispo hace sobre los confirmandos.
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Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 9
El momento culminante de la Confirmación por el que el Obispo impone su
mano sobre la cabeza del confirmando y le unge la frente con el santo Crisma
mientras pronuncia estas palabras: "recibe por esta señal el don del Espíritu
Santo"
El saludo de la paz concluye el rito, significa y manifiesta la comunión eclesial con
el obispo y con todos los fieles.
Lectura
Complementaria
Fichas de lectura:
á 1 Cor 12,13; Gal 3,27
á Hch 10,47; 1 Cor 12,13
á Rm 8,17
á Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1265
á Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1302
á cf CCE 1309-1310
Prácticas
Después del avance del tema, con el docente. LOS SACRAMENTOS DE LA
INICIACIÓN CRISTIANA (I) BAUTISMO Y CONFIRMACIÓN.
1
En equipo de trabajo realiza
un estudio alrededor del tema
y amanera de complementación, para profundizar elabora
con tus compañeros diapositivas ilustradas en PowerPoint
con objeto de socializar
en el curso.
267
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 10
UNIDAD
10
LOS SACRAMENTOS DE LA INICIACION CRISTIANA (2)
La Eucaristía, junto con el Bautismo, son los "sacramentos mayores" de la Iglesia.
En la Eucaristía tenemos los cristianos la fuente y el culmen de nuestra vida
personal y comunitaria. Ofrecemos en esta U.D. una síntesis de los aspectos
esenciales del sacramento de la Eucaristía.
El hecho de la Eucaristía
Significado de la Eucaristía
La celebración de la Eucaristía
II.10.1.
EL HECHO DE LA EUCARISTÍA
Jesús dijo: "yo soy el pan vivo, bajado del cielo, si uno
come de este pan, vivirá para siempre...el que como mi
carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna...permanece
en mí y yo en él" (jn 6, 51. 54. 56)
La eucaristía junto con el bautismo, son los "sacramentos
mayores" de la iglesia. en la eucaristía tenemos los
cristianos la fuente y el culmen de nuestra vida personal
y comunitaria. el comer la carne de cristo y el beber su
sangre nos hace participar en su vida y nos constituye en
la comunidad de hermanos que es la iglesia.
Pese a todo eso, son muchos los cristianos que acuden a la celebración
eucarística para cumplir con una "obligación, rutina o puro convencionalismo
social", y que participan en ella ignorando la fraternidad y el amor que en ella se
significan.
La riqueza inagotable de este sacramento se expresa mediante distintos
nombres que se le da. Cada uno de estos nombres evoca alguno de sus
aspectos. Se le llama: Eucaristía, Banquete del Señor, Fracción del pan,
Asamblea eucarística, Memorial de la pasión y de la resurrección del Señor,
Santo Sacrificio, Santa y divina liturgia, Comunión, Santa Misa (cf. CCE
1328-1332). Explicitamos uno de estos nombres, Eucaristía, y nos detenemos
a considerar su significación.
268
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 10
"Eucaristía" procede de la palabra griega e\)(pocpiaT£iv (eujaristein) que
significa agradecer, expresar agradecimiento. En realidad, este término es el
utilizado para traducir el hebreo "berakah" que manifiesta la alabanza, la
bendición que el pueblo dirige a Dios recordando sus intervenciones
salvadoras. Y es que parece que la comida festiva, el banquete, es un
momento privilegiado de reunión, de celebración, de expresión de gozo y
alegría.
Los judíos celebran anualmente su liberación de la esclavitud de Egipto
en una cena pascual. En ella, el niño más pequeño de la casa sigue
preguntando al anciano de cada familia el porqué de la celebración, y éste le
narra con detalle las hazañas que Dios ha hecho para sacarlos de la
esclavitud.
Jesús también compartió su alimento y alegría en comidas de diversos tipos,
con diferentes motivos y circunstancias. Tan es así, que el hecho de compartir
el pan con otras personas aparece como constitutivo de la experiencia que
tuvieron las primeras comunidades de la Eucaristía.
La riqueza inagotable de este sacramento se expresa en los distintos nombres
que se le da:
Eucaristía: de origen griego "Eukharistia", significa "acción de gracias".
Esta palabra recuerda las bendiciones judías que proclaman las obras de
Dios: la creación, la redención, la santificación. (cfr. Lc. 22,19; 1 Co 11,24;
Mt 26,26; Mc 14,22).
Banquete del Señor: porque se trata de la Cena que el Señor celebró con
sus discípulos la víspera de su pasión ( 1 Co 11,20).
Fracción del Pan: porque este rito fue utilizado por Jesús cuando bendecía
y distribuía el pan como cabeza de familia. Con esta expresión los primeros
cristianos designaron sus asambleas eucarísticas. Con él quiere significar
que todos los que comen de este único pan partido, que es Cristo, entran
en comunión con Él y forman un solo cuerpo en Él ( cfr. Mt 14,19; 15,36;
Mc 8, 6-19; Hch 2,42.46; 20, 7.11; 1 Co 10, 16-17).
Asamblea Eucarística: porque la Eucaristía es celebrada en la asamblea
de los fieles, expresión visible de la Iglesia. ( Cf 1 Co 11, 17-3)
à Santo Sacrificio: porque actualiza el único sacrificio de Cristo Salvador e
incluye la ofrenda de la Iglesia (Cfr. Hch 13,15; Sal 116, 13.17; 1 Pe 2,5)
Comunión: porque por este sacramento nos unimos a Cristo que nos hace
partícipes de su Cuerpo y de su Sangre para formar un solo cuerpo (Cfr. 1
Co 16-17).
269
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 10
Santa Misa: porque cuando la Eucaristía se celebraba n latín se despedía
a la gente diciendo "Ite Missa est", que habla del envío a cumplir con la
voluntad de Dios en su vida.
La Sagrada Eucaristía culmina la iniciación cristiana. Los que han sido elevados a
la dignidad del sacerdocio real por el Bautismo y configurados más
profundamente con Cristo en la Confirmación, participan por medio de la
Eucaristía con toda la comunidad en el sacrificio mismo del Señor. Cristo instituyó
en la Ultima Cena, el sacrificio eucarístico de su cuerpo y su Sangre para
perpetuar por los siglos el sacrificio de la cruz y confiar el memorial de su muerte
y resurrección a la Iglesia. Es signo de unidad, vínculo de amor, banquete pascual
en el que se recibe a Cristo.
II.10.1.1.
EL ORIGEN DE LA EUCARISTÍA
Hoy es una opinión generalmente admitida vincular el origen de la celebración de la
Eucaristía a las comidas que Jesús celebraba con la gente de su tiempo, a la cena
que precedió a su muerte en la cruz y a las comidas del Resucitado evocadas en
el Nuevo Testamento.
Las Comidas De Jesús
Para un oriental, incluso en nuestros días, acoger a una persona e invitarla
a la mesa representa una muestra de respeto. Además, significa una oferta
de paz, confianza, fraternidad y perdón. La comunión de mesa expresa la
comunión de vida. En este horizonte hay que situar las comidas de Jesús
que nos narran los evangelios y, también, las parábolas de banquetes y
bodas que Jesús utiliza para expresar la realidad del Reino.
Jesús acoge a pecadores y a otras gentes marginadas y come con ellos.
Esta actitud de Jesús fue motivo de escándalo: la bondad y el amor de Dios
tropiezan en este mundo viejo con mucha incomprensión y mucha resistencia
(cf Me 2,15 ss; Le 7,34-50; 15; 19,1-10). Mediante sus comidas, Jesús anticipa
el Reino definitivo con un gesto profético en el que Dios ofrece el perdón
y llama a unirse a Él a todos los seres humanos.
Sentados en torno a la misma mesa, compartiendo el mismo pan, los
comensales se convierten en familia de hermanos, prefigurando la
fraternidad a la que la historia está destinada por voluntad de Dios.
270
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 10
La Última Cena
En los textos de la institución de la Eucaristía, la cena de Jesús con sus
discípulos está referida a su muerte en favor de los hombres (Le 22,14-21 y par.; 1
Cor 11,23-27).
Por esta referencia que tiene el banquete eucarístico, el partir el pan y beber
de la misma copa son dos gestos que han de estar siempre en el corazón de la
comunidad cristiana. Con estos gestos, Jesús expresa la actitud de servicio con
que se presentó entre los hombres. Un servicio que fue una constante en su
vida (Mt 20,28; Flp 2,7) y que tiene en la entrega de la propia vida (Jn 13,1;
15,13-15) la mejor garantía de seriedad y autenticidad.
El evangelio de Juan se ocupa largamente de la Eucaristía (Jn 6), pero no nos
narra su institución. Sin embargo, deja en su lugar dos hechos que nos ponen
en contacto con su significación fundamental:
Jesús toma una jofaina y, en actitud de siervo, se pone a lavar los pies de
sus discípulos. Es el gesto anticipado de su muerte como servicio a la
humanidad (Jn 10,11).
Jesús proclama un único mandamiento: el del amor mutuo, pero al estilo
de su amor, es decir, hasta el sacrificio de la propia vida (Jn 13,34-35) (cf.
CCE 1337-1344).
Las comidas de Jesús Resucitado
Precisamente fueron la cruz y la resurrección de Jesús la ratificación de sus
palabras en la última cena. Tras la Pascua, Jesús se aparece a sus discípulos
comiendo con ellos. Camino de Emaús (Le 24,13-35) Jesús explica la Palabra,
iluminando los acontecimientos que cegaban la esperanza de los dos
discípulos entristecidos. Al partir el pan, ellos le reconocen, se les abren los
ojos, y este gesto adquiere, ya para siempre, el sello de la alegría escatológica,
definitiva.
Por todo lo dicho se comprende que tanto las comidas del Jesús histórico,
como la última cena y las comidas del Señor resucitado, están bajo el signo del
Reino futuro de Dios.
II.10.1.2.
LA COMUNIDAD CRISTIANA, COMUNIDAD EUCARÍSTICA
Nacida del Espíritu, la comunidad cristiana se configura esencialmente como
comunidad eucarística. Es el dinamismo del Espíritu el que la conduce a ese
término. Todo ello aparece expresado en el resumen de la vida comunitaria de
la Iglesia de Jerusalén narrada en Hechos de los Apóstoles 2, 42-47:
271
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 10
"Los que habían sido bautizados perseveraban en la enseñanza de los apóstoles \j en
la unión fraterna, en la fracción del pan y en las oraciones. Todos estaban
impresionados, porque eran muchos los prodigios y señales realizados por los
apóstoles. Todos los creyentes vivían unidos y lo tenían todo en común. Vendían sus
posesiones y haciendas y las distribuían entre todos, según las necesidades de
cada uno. Unánimes y constantes, acudían diariamente al Templo, partían el pan en
las casas y compartían los alimentos con alegría y sencillez de corazón; alababan
a Dios y se ganaban el favor de todo el pueblo. Por su parte, el Señor agregaba cada
día los que se iban salvando al grupo de los creyentes."
En este texto observamos que la celebración eucarística forma parte de la vida
de la comunidad, estableciendo con ella una estrecha relación. La celebración ^
lleva a la vida y la vida, en la que todo se comparte, se celebra y cobra sentido
en el gesto de "partir el pan".
La comunidad cristiana es eucarística porque comparte un mismo pan y,
también, porque comparte sentimientos y bienes entre los hermanos. A esto se
siente conducida por el hecho de comer de un mismo pan: Cristo, asimilado,
unifica a todos los miembros hasta el punto de que "los creí/entes pensaban y
sentían lo mismo, y nadie consideraba como propio nada de lo que poseía, sino que
tenían en común todas las cosas." (Hch 4,32).
La significación profunda de la Eucaristía está estrechamente vinculada a la
experiencia de la comunidad, de la nueva familia, de la fraternidad, nacida del
sacrificio de Cristo.
Pablo tiene esta vivencia de la Eucaristía y la expresa con la imagen del cuerpo:
"El cáliz de bendición que bendecimos, ¿no nos hace entrar en comunión con
la sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no nos hace entrar en comunión con
el cuerpo de Cristo? Pues si el pan es uno sólo y todos participamos de ese único
pan, todos formamos un sólo cuerpo." (1 Cor 10,16-17)
Aquí nos dice Pablo que "el pan que compartimos" es participar y estar en el
cuerpo de Cristo. La Eucaristía comporta, por tanto, el hecho y la experiencia
consiguiente de lo que es "el cuerpo de Cristo", la puesta en práctica del amor
mutuo expresado en el servicio y en la disponibilidad hacia los demás.
Precisamente por eso, Pablo recrimina a la comunidad de Corinto por sus
divisiones y diferencias que están invalidando la cena del Señor (1 Cor 11,1734). Con su advertencia les viene a decir que no basta con hacer el rito de partir
el pan, sino que es preciso vivir con la unidad y solidaridad que el gesto
eucarístico significa (cf. CCE 1368-1372 y 1396-1398).
272
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 10
II.10.2.EL SIGNIFICADO DE LA EUCARISTÍA
II.10.2.1.
LA NUEVA PASCUA
En los Evangelios se establece una estrecha conexión entre la cena eucarística y
la fiesta de la Pascua (Mt 26, 2.17. 18-19; Jn 6,4; 11,56; 1 Cor 5,7). Esto nos
indica que para los evangelios la Eucaristía es la nueva Pascua de los cristianos.
Sabemos que, en la tradición del Antiguo Testamento, el acontecimiento de la
Pascua se pone en estrecha relación con la salida de Egipto (Ex 12, 21-23). La
celebración de la Pascua estaba dedicada a conmemorar lo que Dios hizo con su
pueblo al liberarlo de la esclavitud. (Dt 16,1; Ex 12, 11-14).
Los milagros de la multiplicación de los panes, cuando el Señor dijo la bendición,
partió y distribuyó los panes por medio de sus discípulos para alimentar a la
multitud, prefiguran la sobreabundancia de este único pan de su Eucaristía. El
signo del agua convertida en vino en Caná, anuncia ya la hora de la glorificación
de Jesús, manifiesta el cumplimiento del banquete de bodas en el Reino del
Padre, donde los fieles beberán el vino nuevo, convertido en Sangre de Cristo.
En la Pascua de Jesús se vence la esclavitud de la muerte y el pecado,
abriéndose el camino a la salvación. Si la Eucaristía viene a sustituir para los
cristianos lo que era la antigua Pascua para los judíos, el sentido de la Eucaristía
es también el de celebrar la liberación integral que nos consigue Jesús.
II.10.2.2.
ACTUALIZACIÓN DEL SACRIFICIO DE JESÚS
La cena pascual consistía, además, en el sacrificio de un cordero (Ex 12, 1-14.
43-45). El Paralelismo que existe entre Jesús y el cordero pascual (Mc 12, 22-24;
Lc 22,19s; Jn 19,36; 1 Cor 5,7) nos hace ver que la Eucaristía es la actualización
del auténtico sacrificio, en el que Jesús se entrega por los demás.
El carácter de sacrificio de la Eucaristía se halla claramente indicado en las
palabras que Jesús pronunció sobre el cáliz, según el evangelio de Mateo: "Esta
es mi sangre, la sangre de la alianza, que se derrama por todos para el perdón de
los pecados" (Mt 26,28).
Esta frase evoca el relato en el que Moisés rocía con sangre del sacrificio del
Sinaí al pueblo, al tiempo que dice: "Esta es la sangre de la Alianza que el Señor
ha hecho con vosotros" (Ex 24,8)
Los profetas del Antiguo Testamento fueron profundizando en el sentido del
sacrificio, desvinculándolo de las meras ofrendas exteriores y conectándolo con
una vida coherente con la Alianza (Is 1,10-16; Os 6,6; Mi 6,5-8). En este
sentido es en el que la carta a los Hebreos pone en boca de Cristo las palabras
del salmo 40:
273
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 10
"No has querido sacrificio ni ofrenda, pero me has formado un cuerpo; no has
aceptado holocaustos ni sacrificios expiatorios. Entonces yo dije: Aquí vengo, oh
Dios, para hacer tu voluntad. Así está escrito de mí en un capítulo del libro." (Heb
10,5-7)
Por consiguiente, la ofrenda de Jesús, de su persona, no es algo exterior a él,
sino que ofrece su cuerpo entregado y su sangre derramada. Siguiendo el
encargo del Señor, "haced esto en memoria mía" (Le 22,19; 1 Cor 11,24),
cuando la Iglesia celebra la Eucaristía actualiza el sacrificio único de
Jesucristo. Por la palabra y los signos eucarísticos, se hace presente el
sacrificio de la cruz, de un modo incruento (cf. DS 1738-41, 1743; cf. CCE 13621367).
II.10.2.3.
LA NUEVA ALIANZA
La carta a los Hebreos, para explicar la novedad de la Alianza que se
establece con la muerte de Cristo, cita textualmente un pasaje de Jeremías
"(31,31-34), en el que Dios anuncia una Nueva Alianza:
"Vienen días, dice el Señor, en que yo concluiré con el pueblo de Israel y de Judá
una alianza nueva; no como la alianza que hice con sus antepasados cuando
los tomé de la mano para sacarlos de Egipto. Ellos no fueron fieles a mi alianza, y
por eso los deseché, dice el Señor. Pero ésta es la alianza que yo haré con el
pueblo de Israel, después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en su
mente y las escribiré en su corazón; yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo.
Nadie tendrá ya que instruir a su conciudadano ni a su hermano diciendo: Conoce
al Señor, porque todos me conocerán, del menor al mayor. Pues yo perdonaré su
maldad \j no me acordaré más de sus pecados." (Heb 8,8-12)
Los años de la Alianza sellada en el Sinaí han concluido. La relación con Dios
seguirá siendo básica: "Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo". Pero esa
relación es ya radicalmente distinta. La Alianza antigua estaba basada en la
Ley escrita, exterior al hombre. Por el contrario, la Alianza Nueva se basa en
una ley inscrita en el corazón del hombre, es decir, en lo más íntimo de su
ser.
Esto quiere decir que la nueva relación con Dios tiene como fundamento
una experiencia profunda, directa e inmediata, que vive el creyente en su
intimidad. Al no existir ya una ley exterior, sino la ley que Dios mete en el
corazón, la novedad de esta situación se define por la grandeza y la
generosidad del corazón.
274
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 10
Frente a la norma desde el exterior a la persona, que caracterizaba a la
antigua situación, Dios dispone que los hombres se entiendan con él desde la
propia experiencia interior. No será una experiencia caprichosa y arbitraria,
sino la experiencia de la generosidad, nacida en uno al sentirse perdonado y
querido (Jer 31,34).
Por consiguiente, la Eucaristía es el sacramento que marca la nueva situación
de los creyentes: la situación que consiste en el amor y en la libertad. Si la
Eucaristía es la Nueva Alianza, quiere decir que en la Eucaristía se da la
experiencia del amor, de la autonomía y de la libertad.
II.10.2.4.
LA PRESENCIA REAL DE CRISTO
Cuando Jesús instituyó la Eucaristía, tomó un pan, pronunció la bendición, lo
partió y se lo dio a los discípulos diciendo: "Tomad, comed; esto es mi cuerpo" (Mt
26,26 y par.). En esta frase sorprende el realismo con que se identifica al sujeto
"esto" (el pan) con el predicado "mi cuerpo" (la persona de Jesús). Las palabras
de Jesús no dejan lugar a dudas. No se trata de una comparación: esto es como
mi cuerpo, sino de una afirmación real: esto es mi cuerpo.
La Iglesia ha afirmado siempre esta presencia singular de Jesucristo, al tiempo
que la definía como misterio de fe (cf. DS 1636,1651, 1652; SC 7). Por ello, la fe en
la presencia real í de Jesucristo en la Eucaristía no tiene relación con el substrato
accesible al estudio científico, sino a un ámbito no accesible a la experiencia
humana sensible.
El pan y el vino pierden en la Eucaristía su sentido natural como alimento
corporal y reciben un nuevo ser y un nuevo sentido. Son signos simbólicos
reales de la presencia real y de la entrega personal de Jesucristo. En los
signos sensibles de pan y de vino, se hace presente realmente Jesucristo, que
se entrega por nosotros (cf. CCE 1373-1381).
Prenda de la gloria futura
La Eucaristía es prenda de la gloria que esperamos. En la ultima Cena, el Señor
mismo atrajo la atención de sus discípulos hacia el cumplimiento de la Pascua
en el Reino de Dios:
"Os digo que ya no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día en que lo beba con
vosotros, nuevo, en el Reino de mi Padre". (Mt 26,29; cf. Le 22, 18; Me 14, 25)
Cada vez que la Iglesia celebra la Eucaristía recuerda esta promesa, la recibe
como prenda y su mirada se dirige hacia "el que viene" (Ap 1,4). En su oración,
implora su venida: "Marana tha" (1 Co 16, 22), "Ven, Señor Jesús" (Ap 22, 20),
"que tu gracia venga y que este mundo pase" (Didache 10, 6) (cf. CCE 1402-1405).
275
Dossier: Iglesia y Sacramentos
II.10.3.
UNIDAD 10
LA INSTITUCIÓN DE LA EUCARISTÍA
El Señor, habiendo amado a los suyos, los amó hasta el fin. Sabiendo que había
llegado la hora de partir de este mundo para retornar a su Padre, en el transcurso
de una cena, les lavó los pies y les dio el mandamiento del amor, para dejarles
una prenda de este amor, para no alejarse nunca de los suyos y hacerles
partícipes de su Pascua, instituyó la Eucaristía como memorial de su muerte y de
su resurrección y ordenó a sus los apóstoles celebrarlo hasta su retorno,
"constituyéndoles entonces sacerdotes del Nuevo Testamento"
"Yo soy el pan e vida. Sus padres comieron el maná en el desierto, pero murieron,
aquí está el pan que baja del cielo para comerlo y no morir. Yo soy el pan vivo
bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Pero además, el
pan que voy a dar es mi carne, para que el mundo viva... el que come mi carne y
bebe mi sangre, vive de vida eterna y yo lo resucitaré en el último día." (Jn 6, 4860).
Los que escucharon este discurso de Jesús en la sinagoga de Cafarnaúm, no
pudieron entender como era posible comer su carne y beber su sangre. Incluso
los escandalizó: "es duro este lenguaje, ¿quién puede escucharlo?". La Eucaristía
y la cruz son piedras de escándalo. Es el mismo misterio y no cesa de ser ocasión
de división. "También vosotros queréis marcharos?" (Jn 6,67) esta pregunta del
Señor resuena a través de las edades, como invitación de su amor a descubrir
que sólo Él tiene "palabras de vida eterna" (Jn 6,68) y que acoger en la fe el don
de su Eucaristía es acogerlo a El mismo.
Los apóstoles para entender la manera de cómo realizar esta comida celestial,
tuvieron que esperar hasta la Ultima Cena, más aún, la venida del Espíritu Santo.
Cuatro veces encontramos narrada la institución de la Eucaristía, tres en los
evangelios: Mt 26, 26-29; Mc 14, 22-23; Lc 22, 19-20 y una vez en la primera
carta a los Corintios 11, 23-25. Las cuatro narraciones coinciden en lo esencial:
Cristo ofreciendo el pan y el vino a sus apóstoles, les dice que coman de su
cuerpo y beban de su sangre. Los apóstoles y las primeras comunidades
cristianas aceptaron este hecho.
Cristo dice "hagan esto en memoria mía".
Jesús habla de la Nueva Alianza
Jesús escogió el tiempo de la Pascua para realizar lo que había anunciado en
Cafarnaúm: dar a sus discípulos su Cuerpo y su Sangre:
"Llegó el día de los Azimos, en el que se había de inmolar el cordero de Pascua;
Jesús envió a Pedro y a Juan diciendo: "Id y preparadnos la Pascua para que la
276
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 10
comamos"... fueron y prepararon la Pascua. Llegada la hora, se puso a la mesa
con los Apóstoles y les dijo; "Con ansía he deseado comer esta Pascua con
vosotros antes de padecer, porque os digo que ya no la comeré más hasta que
halle su cumplimiento en el Reino de Dios.... Y tomó pan, dio gracias, lo partió y
se los dio diciendo: "Esto es mi cuerpo que va a ser entregado por vosotros;
haced esto en recuerdo mío. De igual modo, después de cenar, tomó el cáliz,
diciendo: Este es el cáliz de la Nueva Alianza en mi sangre, que va a ser
derramada por vosotros" (Lc 22, 7-20)
La presencia real de Cristo
Cuando Jesús instituyó la Eucaristía tomó un pan, pronunció la bendición, lo
partió y se lo dio a los discípulos diciendo: "Tomad, comed, esto es mi cuerpo" (Mt
26,26). En esta frase sorprende el realismo con que se identifica al sujeto "esto"
(el pan) con el predicado "mi cuerpo" (la persona de Jesús). Las palabras de
Jesús no dejan lugar a dudas. No se trata de una comparación: esto es como mi
cuerpo, sino de una afirmación real esto es mi cuerpo. El pan y el vino pierden en
la Eucaristía su sentido natural como alimento corporal y reciben un nuevo ser y
un nuevo sentido. Son signos- simbólicos reales de la presencia real y de la
entrega personal de Jesucristo. En los signos sensibles de pan y de vino, se hace
presente realmente Jesucristo, que se entrega por nosotros (CIC 1373-1381)
"Haced esto en memoria mía"
El mandamiento de Jesús de repetir sus gestos y sus palabras "hasta que venga",
no exige solamente acordarse de Jesús y de lo que hizo. Requiere la celebración
litúrgica por los apóstoles y sus sucesores del memorial de Cristo, de su vida, de
su muerte, de su resurrección y de su intercesión junto al Padre.
"Cristo se sacrificó una sola vez para borrar los pecados de todos los hombres"
(Heb 9,28). Las misas que se celebran continuamente en todo el mundo no son
repeticiones del sacrificio de Cristo, sino celebraciones en las cuales se vuelve a
hacer presente. Participar en la Eucaristía, es unirse al culto más grande que el
hombre pueda realizar, porque no es el ofrecimiento de oraciones y obras buenas
lo que se hace, sino el mismo ofrecimiento de Cristo, al cual el hombre se une
mediante la aceptación de la Palabra de Dios, la oblación de sí mismo, y la
recepción del Cuerpo y la Sangre del Señor.
Desde el comienzo la Iglesia fue fiel a la orden del Señor. De la Iglesia de
Jesucristo se dice: "Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, fieles
a la comunión fraterna, a la fracción del pan y a las oraciones.. Acudían al Templo
todos los días con perseverancia y con un mismo espíritu partían el pan por las
casas y tomaban el alimento con alegría y con sencillez de corazón" (Hch 2, 42.
46)).
277
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 10
Era sobre todo "el primer día de la semana", es decir, el domingo, el día de la
resurrección de Jesús, cuando los cristianos se reunían para partir el pan. Desde
entonces hasta nuestros días, la celebración de la Eucaristía se ha perpetuado.
II.10.4.
LA COMUNIÓN
El Señor nos dirige una invitación urgente a recibirle en el sacramento de la
Eucaristía "En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carde del Hijo del
hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros" (Jn 6,53).
Para responder a esta invitación, debemos prepararnos para este momento tan
grande y santo. San Pablo exhorta a un examen de conciencia: "Quien coma el
pan o beba el cáliz del Señor indignamente, será reo del Cuerpo y de la Sangre
del Señor. Examínese, pues cada cual, y coma entonces del pan y beba del cáliz.
Pues quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propio castigo"(
1 Cor 11, 27-29) Quien tiene conciencia de estar en pecado grave debe recibir el
sacramento de la Reconciliación antes de acercarse a comulgar.
Ante la grandeza de este sacramento, el fiel solo puede repetir humildemente y
con fe ardiente las palabras del Centurión "Señor, no soy digno de que entres en
mi casa, pero una palabra tuya bastara para sanarme".
La Iglesia obliga a los fieles a participar los domingos y días de fiesta en la divina
liturgia y a recibir al menos una vez al año la Eucaristía, si es posible en tiempo
pascual. Pero la Iglesia recomienda vivamente a los fieles a recibir la santa
Eucaristía los domingos y los días de fiesta, o con más frecuencia aún, incluso
todos los días.
Frutos de la Comunión
† Acrecienta la unión con Cristo: "quién come mi Carne y bebe mi
Sangre, habita en mí y yo en él" (Jn 6,56).
† Fortalece el Espíritu: Lo que el alimento material produce en la vida
corporal, la comunión lo realiza de manera admirable en la vida espiritual.
La comunión conserva, acrecienta y renueva la vida de gracia recibida en
el Bautismo.
† Separa del pecado: como el alimento sirve para restaurar la pérdida de
fuerzas, la Eucaristía fortalece la caridad, que en la vida cotidiana, tiene a
debilitarse, y esta caridad vivificada borra los pecados veniales. Cuanto
más se participa en la vida de Cristo y más se progresa en su amista, tanto
más difícil será romper con él por el pecado mortal.
278
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 10
† Entraña un compromiso a favor de los demás: para recibir en la
verdad el Cuerpo y la Sangre de Cristo entregado por nosotros, debemos
reconocer a Cristo en el prójimo, sobre todo en los más pobres y
necesitados.
† Fortalece la unidad del Cuerpo místico. La Eucaristía hace a la Iglesia.
Los que reciben la Eucaristía se unen más estrechamente a Cristo, por ello
mismo, Cristo los une a todos los fieles en un solo cuerpo que es la iglesia.
La Comunión renueva, fortifica y profundiza la incorporación a la Iglesia
realizada ya por el Bautismo.
II.10.5.
LA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA
La Eucaristía o Misa consta de dos grandes partes:
Liturgia de la Palabra dividida en:
Rito de entrada: los cristianos acuden a un mismo lugar para la asamblea
eucarística alabando y dando gracias a Dios. A su cabeza está Cristo
mismo que es el Sumo Sacerdote, su representante es el sacerdote quien
preside la celebración y actúa en su nombre. Se comienza con el saludo
invocando a la Santísima Trinidad
Acto penitencial: es reconocerse pecadores y pedir perdón a Dios para
disponerse a escuchar su Palabra y a celebrar dignamente la Eucaristía
constituidos en una comunidad. Incluye el Señor ten piedad y el Gloria,
además de la Oración Colecta que expresa generalmente la índole de la
celebración con una súplica a Dios Padre, por Cristo en el Espíritu Santo.
Liturgia de la Palabra: consta de las lecturas de la Sagrada Escritura,
seguidas de la homilía que es una reflexión y explicación de la Palabra de
Dios. Se recita el Credo o Profesión de Fe y se hace la Oración de los
fieles.
Liturgia de la Eucaristía, dividida en:
Ofertorio: o presentación de las ofrendas que se ponen sobre el altar,
éstas son el pan y el vino que, junto con la vida del hombre se ofrecen a
Dios.
Plegaria Eucarística: se da gracias a Dios por la obra de la salvación y por
sus dones, el pan y el vino. Se pide la presencia del Espíritu Santo para
que las convierta en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, repitiendo las mismas
palabras que Jesús pronunció en la Ultima Cena.
Fracción del Pan y el Rito de Comunión: que manifiesta la unidad de los
fieles. Se recita el Padre Nuestro y los fieles reciben el Cuerpo y la Sangre
del Señor, del mismo modo que los Apóstoles los recibieron de manos de
Jesús.
279
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 10
Rito de despedida: saludo y bendición sacerdotal, para terminar con la
despedida en donde se invita al pueblo a que vuelva a sus quehaceres
haciendo vida el Evangelio.
Por lo tanto, debemos considerar la Eucaristía como:
Acción de gracias y alabanza al Padre
Memorial del Sacrificio de Cristo y de su Cuerpo
Presencia de Cristo por el poder de su Padre y de su Espíritu
Los cristianos nos congregamos para celebrar la Eucaristía, presididos por los
sacerdotes, es decir, por los obispos o los presbíteros. Los sacerdotes son
signos de Jesucristo, supremo y único sacerdote, que es quien realmente
preside.
En otras fuentes tenemos que la celebración de la Eucaristía consta
esencialmente de las siguientes partes:
RITOS INICIALES
En ellos, presentándonos ante Dios, como Padre, Hijo y Espíritu Santo, se
realiza el acto penitencial y se proclama un himno de alabanza a Dios
(Gloria), que se omite en los tiempos de Adviento y Cuaresma.
o LITURGIA DE LA PALABRA
En la Liturgia de la Palabra se leen textos del Antiguo
Testamento y del Nuevo Testamento, seleccionados por la
Iglesia, que nos recuerdan las maravillas del Señor a favor de los
hombres de todos los tiempos. La proclamación de los textos
bíblicos actualiza el misterio de nuestra salvación, que se celebra en
el transcurso del año litúrgico. Termina la Liturgia de la Palabra con
la Oración Universal.
o LITURGIA EUCARÍSTICA
Se inicia con la ofrenda del pan y del vino, que el sacerdote
presenta a Dios Padre y pone sobre el altar. Después, el sacerdote
recita la Plegaria Eucarística, que es una oración de acción de
gracias y de alabanza que se dirige a Dios Padre. También es una
oración de consagración por la que el Señor Jesucristo se hace
presente en el pan y en el vino eucarísticos. La Plegaria Eucarística
se completa con unas súplicas e intercesiones a Dios Padre, por
medio de Jesucristo.
280
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 10
o LA COMUNIÓN EUCARÍSTICA
La recitación de la Plegaria Eucarística, unida a la comunión del
pan y del vino consagrados, constituyen el momento culminante de
la Eucaristía. El cuerpo y la sangre de Cristo están destinados a ser
recibidos por los cristianos como comida y bebida espirituales.
RITOS DE DESPEDIDA
o La bendición y la despedida concluyen la celebración.
"Jesús se esconde en el Santísimo Sacramento del altar, para que nos atrevamos
a tratarle, para ser el sustento nuestro, con el fin de que nos hagamos una sola
cosa con Él. Al decir sin mí no podéis nada, no condenó al cristiano a la ineficacia,
ni le obligó a una búsqueda ardua y difícil de su Persona. Se ha quedado entre
nosotros con una disponibilidad total".
Cuando nos reunimos ante el altar mientras se celebra el Santo Sacrificio de la
Misa, cuando contemplamos la Sagrada Hostia expuesta en la custodia o la
adoramos escondida en el Sagrario, debemos reavivar nuestra fe, pensar en esa
existencia nueva, que viene a nosotros, y conmovernos ante el cariño y la ternura
de Dios" (J. Escrivá de Balaguer, Es Cristo que pasa No. 153).
La Iglesia sabe que, ya ahora, el Señor viene en su Eucaristía y que está ahí en
medio de nosotros. Sin embargo, esta presencia está velada. Por eso celebramos
la Eucaristía "mientras esperamos la gloriosa venida de Nuestro Señor Jesucristo"
Lectura
Complementaria
Fichas de lectura:
á Jn 13,1; 15,13-15
á 1 Cor 11,23-27
á 1 Cor 10,16-17
á Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1335, 1407; 1409
á cf. CCE 1368-1372 y 1396-1398
281
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 10
Prácticas
Después del avance del tema, con el docente.
INICIACIÓN CRISTIANA (II): EUCARISTÍA.
LOS SACRAMENTOS DE
2
Navega en la página web:
www.mercaba.org, en el
buscador de tal sitio busca el
tema: EL SACRAMENTO DE LA
EUCARISTÍA. De esta forma
complementa tu conocimiento
alrededor del tema y presenta tu informe ilustrado al docente.
282
1
Con el fin de comprender
mejor el tema por su
importancia. Solicita a tu
docente la reproducción de
un video con el tema de
estudio, luego genera un
espacio de comentario
en la sala.
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 11
UNIDAD
11
LOS SACRAMENTOS DE CURACION: LA PENITENCIA Y
LA UNCION
Llamamos sacramentos de curación a la penitencia y a la unción. Dios sabe que
el ser humano es débil y a través de estos dos sacramentos procura darle fuerzas
y perdonarle: " el señor Jesucristo, médico de nuestras almas y nuestros
cuerpos...quiso que su iglesia continuase, con la fuerza del espíritu santo, su obra
de curación y salvación, incluso en sus propios miembros." (cce 1421).vamos a
dedicar el contenido de esta u.d. A su estudio y conocimiento.
Sacramento de la penitencia y de la reconciliación
La unción de los enfermos
II.11.1.
SACRAMENTO DE PENITENCIA Y DE LA RECONCILIACIÓN
"Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: Recibid el
Espíritu Santo: A quienes les perdonéis los pecados, les
quedarán perdonados, a quienes se los retengáis, les
quedarán retenidos" (Jn 20, 22-23)
II.11.1.1.
EL HECHO DEL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA
Este sacramento recibe diversos nombres: sacramento de conversión,
sacramento de la Penitencia, sacramento de la confesión, sacramento del
perdón, sacramento de la reconciliación (cf. CCE 1423-1424).
283
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 11
Las primeras comunidades cristianas contemplaron con estupor la fuerza
sugerente que tenía el espíritu del mundo. Aun después del bautismo, este
espíritu y la tradicionalmente llamada concupiscencia -inclinación al mal-, que
permanece en los bautizados (cf CCE 1426), tentaban a los hermanos y les hacían
separarse del camino cristiano emprendido.
Partiendo de esta realidad, la naciente Iglesia se plantea la necesidad de un
segundo bautismo laborioso o segunda tabla de salvación, como denominaban los
Santos Padres al sacramento de la Penitencia. Esta segunda oportunidad que se
ofrecía a los que se habían alejado del proyecto cristiano de una forma notoria,
encontraba su apoyo en la actitud de Jesús con los pecadores (Me 2,5.17; Jn 8,1-11;
Le 7,37-50 etc).
La autoridad que Jesús posee para librar del pecado j, la va a transmitir a la Iglesia
(Jn 20,22-23), haciéndola portadora de reconciliación:
"A continuación sopló sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo: a quienes les
perdonéis los pecados, les quedarán perdonados; a quienes se los imputéis, les
quedarán imputados".
Esta reconciliación o acogida a los que han pecado se ejerce en la comunidad
cristiana a través de una praxis curativa. Aquél que se ha alejado del camino de
Jesús debe realizar un esfuerzo manifiesto de conversión para que la reconciliación
sea efectiva. Esto es lo que expresan textos como 1 Cor 5,1-11 ó Mt 18,15-18:
"Si tu hermano te ofende, ve y házselo ver, a solas entre los dos. Si te hace caso, has
ganado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que toda la
cuestión quede zanjada apoyándose en dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo
a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un
pagano o un recaudador."
El sacramento de la Penitencia tiene un puesto relevante en la vida de
la Iglesia. Esta es consciente de que Jesucristo le ha confiado, en los
Apóstoles y en sus sucesores, el poder de perdonar los pecados. Por
consiguiente, ha visto siempre en este sacramento el signo del perdón de
Dios confiado a la propia Iglesia. Esta dimensión eclesial de la Penitencia se
expresa sobre todo en las palabras de Jesús a Pedro:
"Te daré las llaves del Reino de los Cielos; lo que ates en la tierra, quedará atado en el
cielo, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo". (Mt 16,19)
Las palabras atar y desatar significan: al que excluyáis de vuestra comunión (atar
= excomulgar), está también excluido de la comunión con Dios; al que, a su vez,
284
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 11
aceptéis de nuevo en vuestra comunión (= levantar la excomunión), también Dios
le acepta en su comunión.
La reconciliación con la Iglesia es el camino de la reconciliación con Dios.
Este aspecto se expresaba perfectamente con la penitencia pública de la Iglesia
antigua. Por esta razón, en la absolución sacramental, obligatoria desde el año
1975, se dice:
"Dios Padre misericordioso,... te conceda, por el ministerio de la Iglesia, el perdón y la
paz." (cf. CCE 1443-1445)
El sacramento de la penitencia tiene una historia * larga y complicada, en la que
se han dado múltiples cambios y formas diversas de celebración (cf. CCE 1447).
Bajo cualquiera de ellas, la Iglesia ha tenido la certeza de que esa acción
sacramental es la principal manifestación de que Jesús, el Señor, le ha confiado
el poder de perdonar los pecados cometidos después del Bautismo (cf. DS
1701). Como estructura esencial, el sacramento de la Penitencia ha conservado dos
principios básicos (cf. Catecismo católico para adultos, Conf. Ep. alemana, pp. 405-406):
Por una parte, en actos humanos de conversión, posibilitados por la
gracia: el arrepentimiento, la confesión y la satisfacción;
Y, por otra, en la acción de la iglesia, o sea, en que la comunión
eclesial, bajo la dirección del obispo y del sacerdote, en nombre de
jesucristo, otorga el perdón de los pecados, fija las formas necesarias de
la satisfacción, reza por los pecadores y hace penitencia con ellos en
virtud de su función vicaria, para concederles finalmente, la plena
comunión eclesial y el perdón de los pecados (cf cce 1448-1449 y 14611467).
De este modo, el sacramento de la penitencia es al mismo tiempo un acto
totalmente personal, y una celebración eclesial y litúrgica.
II.11.1.1.1.
EL NOMBRE DE ESTE SACRAMENTO
Sacramento de conversión: Porque realiza sacramentalmente el llamado
de Jesús a la conversión, y el volver hacia el Padre del que el hombre se
había alejado por el pecado.
Sacramento de la penitencia: porque consagra un proceso personal y
eclesial de conversión, de arrepentimiento y de reparación por parte del
cristiano pecador.
285
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 11
Sacramento de la confesión: porque la declaración o manifestación, la
confesión de los pecados ante el sacerdote, es un elemento esencial de
este sacramento.
Sacramento del perdón: porque otorga al pecador el amor de Dios que
reconcilia "Dejaos reconciliar con Dios" (2 Co 5,20). El que vive del amor
misericordioso de Dios, está pronto a responder a la llamada del Señor "Ve
primero a reconciliarte con tu hermano" (Mt 5,24).
El sacramento de la Penitencia tiene un lugar relevante en la vida de la Iglesia.
Esta es consciente de que Jesucristo le ha confiado, en los Apóstoles y en sus
sucesores, el poder de perdonar los pecados. Por consiguiente, ha visto siempre
en este sacramento el signo del perdón de Dios confiado a la propia Iglesia.
"Te daré las llaves del Reino de los Cielos; lo que ates en la tierra, quedará atado
en el cielo, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo" (Mt 16,19)
El Bautismo, el Cuerpo y la Sangre de Cristo y el don del Espíritu Santo, nos han
hecho "santos e inmaculados ante Él" (Ef 1,4), pero no eliminan la fragilidad y la
debilidad de la naturaleza humana - la inclinación al pecado - . La lucha diaria del
cristiano contra el pecado y la tentación es la conversión con miras a la santidad a
la cual nos llama Dios.
El Pecado
La realidad del mal es algo evidente para todo aquel que no quiera estar ciego
ante lo que ocurre cotidianamente. Este mal es visto por el creyente como la
expresión ante lo que ocurre cotidianamente. Este mal es visto por el creyente
como la expresión de la ruptura que existe entre Dios y el ser humano, esa grieta
que nace del corazón de cada persona y que separa a los hombres, oprime a los
débiles, olvida a los pequeños e ineficaces. Esa ruptura es a lo que llamamos
pecado.
El pecado conlleva tres dimensiones que están en relación continua, pero que al
tiempo pueden diferenciarse:
El pecado como rechazo de sí mismo. Como fractura entre lo que
realmente soy y lo que estoy llamado a ser, entre lo que realizo y aquello
que, en virtud de mi capacidad, podría realizar.
El pecado como rechazo a los demás. Notablemente unida a la anterior,
pues mis opciones por acaparar, conservar o utilizar mis cualidades y
dones para mi propio beneficio y disfrute, privan a otros de posibilidades y
esperanzas.
286
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 11
El pecado como rechazo a Dios. Detrás de las dos dimensiones
anteriores, mas profundo que ellas mismas, está el rechazo de un Hacedor,
de un Señor, del que recibo el don y la cualidad. Al afirmarme a mi mismo,
niego al otro como humano, pero niego al Otro como Dios.
Gradualidad del pecado
El pecado tiene una gradualidad. No todo es igual ni toda opción compromete de
igual manera a la persona. Por ello, podemos establecer tres situaciones
diferentes:
Pecado mortal. Es una opción libre, premeditada, consciente, que implica
una ruptura radical con Dios y con los demás.
Podemos encontrar, también, situaciones en las que, pese a que la acción
es grave en sí misma, las circunstancias que la rodean se orientan a
dibujar una realidad en la que no hay pleno consentimiento ni libertado
total. Se manifiesta todo ello en la inmediata reacción de la persona para
repararlo, para evitar las circunstancias que lo facilitaron, etc.
Pecado venial. Que hace referencia a las faltas cotidianas, son signos de
nuestra debilidad y limitación, de nuestra falta de amor a los demás y a
Dios.
La Conversión
Jesús llama a la conversión. Esta llamada es una parte esencial del anuncio del
Reino "Hablaba de esta forma: "El plazo está vencido, el Reino de Dios se ha
acercado. Tomen otro camino y crean en la Buena Nueva" (Mc 1, 15)
En la predicación de la Iglesia, esta llamada se dirige primeramente a los que no
conocen todavía a Cristo y su Evangelio. Así el Bautismo es el lugar principal de
la conversión primera y fundamental.
Ahora bien, la llamada de Cristo a la conversión sigue resonando en la vida de los
cristianos. Esta segunda conversión es una tarea ininterrumpida para toda la
Iglesia que "recibe en su propio seno a los pecadores".
De ello da testimonio la conversión de San Pedro tras la triple negación de su
Maestro. La mirada de infinita misericordia de Jesús provoca las lágrimas del
arrepentimiento y , tras la resurrección del Señor, la triple afirmación de su amor
hacia él. La segunda conversión tiene también una dimensión comunitaria. Esto
aparece en la llamada del Señor a toda la Iglesia: "¡Arrepiéntete!". (Ap 2,5.16).
San Ambrosio dice acerca de las dos conversiones que, "en la Iglesia, existen el
agua y las lágrimas: el agua del Bautismo y las lágrimas de la Penitencia".
287
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 11
Breve síntesis histórica del sacramento de la Penitencia
En el siglo III aparecerá la llamada penitencia canónica. Consta de tres momentos
sucesivos: reconocimiento ante la comunidad del pecado, cumplimiento de la
penitencia impuesta y reincorporación a la comunidad. Estaba dirigida a todo aquel
que contravenía las actitudes cristianas con gravedad. Principalmente reconciliaba
a aquellos que cometían adulterio, homicidio o apostataban (es decir, renegaban de
la fe ofreciendo culto a los ídolos paganos). Esta penitencia suponía el ingreso en el
grupo de los penitentes que estaban situados en un lugar especial en las
celebraciones litúrgicas y solían vestir de una forma que les identificaba. Su
incorporación plena a la comunidad no se daba sin un proceso largo, durante el que
debían someterse a ayunos, continencia perfecta, abandono de negocios, etc.
Cierto que toda la comunidad acompañaba al penitente con la oración y la
acogida, pero la situación era tremendamente dura para el arrepentido. Si a esto
añadimos que sólo una vez, en la vida podía recibirse, podemos comprender que
algunos no quisieran recibir el bautismo hasta poco tiempo antes de morir.
A partir del siglo VII comenzó a extenderse la llamada penitencia tarifada. En esta
nueva modalidad del sacramento de la reconciliación se mantienen los tres
momentos que la práctica penitencial tenía: confesión o reconocimiento de los
pecados, el cumplimiento de la penitencia y, una vez que se ha completado el
segundo momento, la reconciliación final v la absolución. Sin embargo, esta forma de
celebrar el sacramento va a tener como característica la catalogación de los pecados,
a los que se asignan unas penitencias concretas en los catálogos, "tarifándose", la
falta. Por otra parte, se pierde el carácter comunitario y visible de la penitencia, que
puede recibirse en más de una ocasión. El rigor de algunos de sus actos de
satisfacción o la utilización de personas que, previo pago, realizaban las acciones
penitenciales en nombre del pecador, van a ocasionar un progresivo deterioro en la
celebración de esta forma de penitencia.
Si a lo anterior unimos la insistencia que la teología comienza a hacer en el poder del
sacerdote para perdonar los pecados a quien, con humillación y vergüenza, se
presenta ante él, comprenderemos la razón de la práctica de la penitencia de
confesión. En ella, el penitente recibe la absolución tras haber confesado los
pecados, quedando relegada a un momento posterior la satisfacción de la
penitencia. Esta nueva modalidad va a generalizarse en el siglo XIII. El Concilio de
Trento enseña que los actos del penitente -contrición, confesión y satisfacciónconstituyen "en cieno modo la materia de este sacramento", mientras que las
palabras de la absolución pronunciadas por el sacerdote representan la forma (cf. DS
1673). El fruto de este sacramento consiste en la reconciliación con Dios y con la
Iglesia. Frecuentemente produce paz y alegría de conciencia y un gran consuelo del
alma (cf, DS 1674-1675).
288
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 11
Desde el Concilio Vaticano II se ha realizado una profunda renovación de todo el
proceso penitencial. El sacramento no queda reducido a la "confesión " de los
pecados, sino que ésta es una fase dentro de un proceso de conversión. Se insiste
en presentar el sacramento de la penitencia o reconciliación como una celebración
eclesial, en la que toda la Iglesia se encuentra afectada.
A esto han colaborado de forma decisiva las tres fórmulas por las que puede
desarrollarse la celebración del sacramento, que detallaremos posteriormente. En esta
renovación conciliar, se procede a dar una importancia grande a la Palabra de Dios,
así como a la expresión de acción de gracias, que es un elemento integrante de la
celebración y del que no se debe prescindir.
Conviene añadir además que existen diferentes formas de penitencia no
sacramental: por ejemplo, al inicio de toda Eucaristía, la lectura de la Palabra de
Dios, el acompañamiento espiritual, etc (cfCCE,1434-1439).
II.11.1.2.
SIGNIFICADO DEL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA
El sacramento de la penitencia es un encuentro gozoso de reconciliación. En él
intervienen siempre tres sujetos que lo configuran como sacramento: Dios, que
busca, salva y renueva a la persona; la Iglesia, que hace visible en su seno el
encuentro de reconciliación y la persona, que acoge en su propia vida el don de la
reconciliación.
La Misericordia Entrañable De Dios
La reconciliación es, fundamentalmente, una obra de Dios. Una obra en
la que interviene tal como es:
-
Padre que busca a sus hijos perdidos, que sale a su encuentro
constantemente. Este es el significado profundo de toda la Historia
de la Salvación: un padre que busca a sus hijos de formas
diversas para otorgarles su propio hogar, su propia alegría, su
propia vida.
-
Hijo que, en su Muerte y Resurrección, manifiesta lo que es la
reconciliación: un proceso de lucha contra el mal, una entrega al
servicio de los demás, un camino de dolor (via crucis) hacia una
situación nueva de amor.
-
Espíritu que es la misma vida de Dios derramada sobre los
creyentes, que nos mueve a la conversión, nos transforma y nos
renueva en la fe.
289
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 11
La Iglesia, hace visible el sacramento de la Penitencia
La Iglesia, familia de los que siguen a Jesús, participan de su Espíritu y se
reconocen hijos del mismo Padre, se interesa por la situación de cada uno de sus
miembros. No puede quedar indiferente ante el pecado de uno de sus
componentes que necesariamente afecta a la comunidad entera.
Los asuntos de la familia, que repercuten en toda ella, no pueden ser
solucionados individualmente. Por eso la reconciliación no es nunca un asunto
privado, sino comunitario, eclesial.
La Iglesia, hace visible el sacramento de la Penitencia. La Iglesia, familia de los
que siguen a Jesús, participan de su Espíritu y se reconocen hijos del mismo
Padre, se interesa por la situación de cada uno de sus miembros. No puede
quedar indiferente ante el pecado de uno de sus componentes que
necesariamente afecta a la comunidad entera.
Todo esto se manifiesta mediante:
La presencia de la Iglesia, a través de la Palabra de Dios que a todos invita
a la conversión, los signos litúrgicos que para todos expresan el perdón y el
servicio ministerial del sacerdote que simboliza la presencia de Cristo, la
apostolicidad y el envío de Jesús.
La absolución del ministro ordenado que hace presente a Cristo y a la
Iglesia, no es sólo una expresión de la buena noticia del perdón de los
pecados o una mera declaración de que Dios lo ha perdonado; gracias a
ella, somos readmitidos a la plena comunión eclesial. El sacramento de la
penitencia es un tribunal de gracia, en el que Dios, Padre misericordioso,
vuelve justo al pecador por la muerte y resurrección de Jesucristo en el
Espíritu Santo (CIC 1461-1467)
La ayuda y acompañamiento de la comunidad particular. La intervención de
la Iglesia en el proceso penitencial se concreta en el perdón mutuo y la
corrección fraterna, la palabra de ánimo y la propia celebración del
sacramento. El hombre al encuentro con Dios misericordioso.
El ser humano al encuentro con Dios Misericordioso
Sin embargo, todo lo hasta aquí dicho no puede realizarse si el hombre no
acoge el don que el Padre le ofrece; Dios no puede reconciliar a quien no quiere
reconciliarse. El riesgo del Padre es la libertad del hijo. Por eso, los actos del
penitente son de la máxima importancia y pueden reducirse a tres: conversión,
confesión y satisfacción.
Conversión: llamada también contrición. Puede ser perfecta, cuando brota
del amor de Dios amado sobre todas las cosas y obtiene el perdón de los
290
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 11
pecados veniales y también de los mortales, siempre que haya firme
resolución de confesar tan pronto sea posible. Es imperfecta, cuando,
movidos por la gracia de Dios y bajo el impulso del Espíritu Santo, brota de
la consideración de la fealdad del pecado o del temor de la condenación
eterna y de las demás penas con que es amenazado el pecador. (CIC
1451-1453)
Confesión de los pecados: La Iglesia reconoce que hay diferentes
maneras de expresar externamente esta confesión. Todas ellas son válidas
y suficientes siempre que no se trate de pecados que supongan una
ruptura con Dios y la Iglesia. Cuando se trata de un pecado mortal, donde
queda comprometida esta relación la Iglesia estima la confesión oral de ese
pecado.
La confesión de los pecados hecha al sacerdote constituye una parte
esencial del sacramento de la Penitencia. "En la confesión, los penitentes
deben enumerar todos los pecados mortales de que tienen conciencia tras
haberse examinado seriamente, incluso si estos pecados son muy secretos
y si han sido cometidos solamente contra los dos últimos mandamientos
del Decálogo, pues a veces, estos pecados hieren más gravemente el alma
y son más peligrosos que los qua han sido cometidos a la vista de todos".
"Cuando los fieles de Cristo se esfuerzan por confesar todos los pecados
que recuerdan, no se puede dudar que están presentando ante la
misericordia divina para su perdón todos los pecados que han cometido.
Quienes actúan de otro modo y callan conscientemente algunos pecados,
no están presentando ante la bondad divina nada que pueda ser
perdonado por mediación del sacerdote. Porque si el enfermo se
avergüenza de descubrir su llaga al médico, la medicina no cura lo que
ignora" (Concilio de Trento "doctrina sobre el Sacramento de la Penitencia)
La satisfacción: Muchos pecados causan daño al prójimo. Es preciso
hacer lo posible para repararlo (por ejemplo restituir las cosas robadas,
restablecer la reputación del que ha sido calumniado, compensar las
heridas). La simple justicia exige esto. Pero además el pecado hiere y
debilita al pecador mismo, así como sus relaciones con Dios y con el
prójimo. La absolución quita el pecado, pero no remedia todos los
desórdenes que el pecado causó.
La penitencia que el confesor impone debe tener en cuanta la situación
personal del penitente y buscar su bien espiritual. Puede constituir en la
oración, en ofrendas, en obras de misericordia, servicios al prójimo,
privaciones voluntarias, sacrificios y sobre todo, la aceptación paciente de
la cruz que debemos llevar.
"En el sacramento de la Penitencia, Dios, Padre misericordioso, que reconcilió
consigo al mundo por la muerte y resurrección de su Hijo, y derramó el Espíritu
291
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 11
Santo, para el perdón de los pecados, por el ministerio de la Iglesia, perdona al
cristiano los pecados cometidos después del Bautismo"
II.11.1.3.
EFECTOS DE ESTE SACRAMENTO
Nos restituye la Gracia de Dios para estar en condiciones de enfrentar la
tentación y el pecado.
Nos reconcilia con Dios, uniéndonos nuevamente en profunda amistad con
Él y dando como resultado la paz y la tranquilidad de la conciencia
Nos reconcilia con la Iglesia, pues el pecado menoscaba o rompe la
comunión fraterna. Como la Iglesia es un solo Cuerpo, el Cuerpo de Cristo,
el pecado cometido por uno de sus miembros daña a todo el cuerpo. La
reconciliación tiene un efecto vivificante, fortaleciendo al Cuerpo de Cristo
por el intercambio de los bienes espirituales entre sus miembros.
Se anticipa en cierta manera el juicio al que seremos sometidos al fin de la
vida terrena, pues sólo por el camino de la conversión podemos entrar en
el Reino de Dios.
II.11.1.4.
CELEBRACIÓN
Como Todos los sacramentos, la reconciliación es una acción litúrgica.
Básicamente este sacramento está constituido por tres actos realizados por el
penitente y por la absolución del sacerdote.
Arrepentimiento o contrición, dolor del alma y un rechazo al pecado
cometido con la resolución de no volver a pecar.
Confesión de los pecados.
Satisfacción o penitencia
La Absolución que el sacerdote da en nombre de Dios.
II.11.1.5.
INDULGENCIAS
El pecado tiene una doble consecuencia. El pecado mortal nos priva de la
comunión con Dios y nos hace incapaces de la vida eterna, nos hace
merecedores de la pena eterna. El sacramento de la Reconciliación nos perdona
el pecado mortal, pero no nos libera de la necesidad de purificación, que debemos
cumplir durante la vida terrena o después de la muerte, en lo que se llama
purgatorio. También necesitamos purificarnos de los pecados veniales, aun
cuando estemos arrepentidos. Esta purificación libera de lo que se llama la pena
temporal del pecado. Estas dos penas no deben ser concebidas como castigo de
Dios, sino como una consecuencia del pecado.
Ante la presencia de Dios Padre el hombre debe llegar sin mancha alguna. El
sacramento de la Reconciliación, perdona los pecados y nos libra de la pena
292
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 11
eterna, pero no de la temporal, es decir, no nos purifica completamente, quedan
en nuestra alma las huellas de los pecados cometidos y de los apegos
desordenados a las cosas terrenas. La conversión que se manifiesta en un
verdadero amor al prójimo, puede lograr en el hombre una total purificación. El
esfuerzo del cristiano por soportar pacientemente los sufrimientos y las pruebas
de la vida ayudan también a esa purificación.
La indulgencia es la remisión ante Dios de la pena temporal de los pecados ya
perdonados y cumpliendo determinadas condiciones consigue, por medio de la
Iglesia, la purificación parcial o plena de las almas. Por eso se llaman
indulgencias parciales o plenarias. La Iglesia otorga estas indulgencias en virtud
del poder de atar y desatar que le fue concedido por Cristo Jesús.
Las indulgencias pueden ser ganadas por los fieles para sí mismos, o pueden
aplicarse por los difuntos. No pueden en cambio aplicarse a otra persona viva.
Para ganar indulgencias es necesario estar en estado de gracia, tener intención
de ganarla, realizar la acción estipulada por la Iglesia y tener un corazón
arrepentido. Las indulgencias parciales se ganan con acciones simples y
cotidianas como el deber cumplido con alegría, oraciones y obras de misericordia.
Las indulgencias plenarias se ganan con ejercicios piadosos como la visita y
adoración al Santísimo, el rezo del Rosario, del Vía-crucis, asistir a ejercicios
espirituales en cuaresma, etc. La Iglesia continuamente informa de las ocasiones
propicias para ganar indulgencias.
II.11.2.
LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS
¿Está enfermo alguno entre vosotros?. Llame a los presbíteros de la Iglesia, que
oren sobre él y le unjan con óleo en el nombre del Señor: Y la oración de la fe
salvará al enfermo y el Señor hará que se levante y si hubiera cometido pecados,
les serán perdonados" (St 5, 14-15)
"Cristo con su sufrimiento en la Cruz ha tocado las raíces
mismas del mal: las del pecado y las de la muerte. Ha
vencido al artífice del mal, que es Satanás, aunque su
rebelión permanece contra el Creador. Ante el hermano
o la hermana que sufren, Cristo abre y despliega
gradualmente los horizontes del Reino de Dios, de un
mundo convertido al Creador, de un mundo liberado del
pecado, que se está edificando sobre el poder salvífico
del amor. Y, de una forma lenta, pero eficaz, Cristo
introduce en el mundo, en este Reino del Padre, al
hombre que sufre, en cierto modo a través de lo íntimo
de su sufrimiento"
(Juan Pablo II, Carta Apostólica sobre el sentido cristiano del sufrimiento)
293
Dossier: Iglesia y Sacramentos
II.11.2.1.
UNIDAD 11
EL HECHO DEL SACRAMENTO DE LA UNCIÓN
La enfermedad es algo que incide en todo hombre y le afecta en lo mas profundo
de su ser. El hombre experimenta en ella su limitación y descubre la soledad, el
abatimiento, la preocupación, la angustia e incluso la desesperación. Por otro
lado, la enfermedad pone en evidencia todo aquello que es transitorio, apariencia,
circunstancial y muestra lo que es verdadero y perdura.
La escritura ve en la enfermedad un efecto del pecado, un indicio del mal y el
dolor que hacen realidad las palabras del apóstol Pablo en su carta a los
Romanos (Rm 8,22-24), cuando señala que toda la Creación gime por la plena
manifestación de los hijos de Dios, incluso nosotros mismos, que tenemos el
Espíritu como anticipo, participamos del universal dolor de parto aguardando la
plenitud de la Nueva Creación.
Juan Pablo II decía en una de sus alocuciones: El sufrimiento es también una
realidad misteriosa y desconcertante. Pero nosotros -cristianos- mirando a Jesús
crucificado encontramos la fuerza para aceptar este misterio. El Cristiano sabe
que, tras el pecado original, la historia humana es siempre un riesgo; pero sabe
también que Dios mismo ha querido entrar en nuestro dolor, experimentar nuestra
alegría, pasar por la agonía del espíritu y desgarramiento del cuerpo. La fe en
Cristo no suprime el sufrimiento, pero lo ilumina, lo eleva, lo purifica, lo sublima, lo
vuelve válido para lograr la eternidad"
Jesús aparece en los Evangelios como el gran adversario y el vencedor de la
enfermedad. Debido a esta actuación de Jesús, la Iglesia siempre se ha sentido
llamada a una especial solicitud hacia los enfermos, procurándoles el alivio y
fortaleza. Por medio de esta sacramento se nos manifiesta que Dios no olvida a
las personas gravemente enfermas, ni a los ancianos, ni aquellos que se
encuentran en un momento difícil. Al contrario como Padre lleno de bondad, ha
preparado un apoyo para aquellos hijos suyos.
Este gesto sacramental que realiza la comunidad cristiana se basa en la conducta
de Jesús, insinuándose en el relato de la misión de los apóstoles:
"Ellos se fueron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con
aceite a muchos enfermos y los curaban" (Mc 6, 12-13)
Más adelante, en la carta de Santiago, se nos testimonia la práctica de la Iglesia
primitiva:
"¿Hay alguno enfermo? Llame a los responsables de la comunidad, que recen por él y lo
unjan con aceite invocando al Señor. La oración hecha con fe dará la salud al enfermo y el
Señor hará que se levante; si, además, tiene pecados, se le perdonarán." (St 5,14-15)(cf.
CCE 1510)
294
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 11
También Jesús resucitado se acerca hoy al que padece enfermedad a
través del sacramento de la unción de enfermos. Con Jesús, la comunidad
cristiana ora por el enfermo y muestra su interés por el que sufre,
haciéndole compañía, cuidando de él, confortándole.
II.11.2.2.
SIGNIFICADO DE LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS
El sacramento de la Unción es el sacramento de la esperanza teologal, de la
esperanza de entrar en la Gloria; de la entrega tranquila del espíritu en los brazos
amorosos del Padre-Dios; en los brazos en los que Cristo entregó el suyo desde
la Cruz. No de una esperanza que fija su meta en el bien físico de la salud
corporal, sino de una esperanza teologal que tiene puesta la vista en la
resurrección de ese cuerpo dolorido que ahora está ungido con el óleo, y en su
destino final que es la Gloria.
No es un remedio terapéutico de la enfermedad del cuerpo, pero al infundirle fe y
esperanza al enfermo, bien puede aliviarle suavizándole la enfermedad,
haciéndola mucho más llevadera..., e incluso sanándola, si ello ha de redundar en
bien del alma. (Esta doctrina está recogida en el Concilio de Trento, de acuerdo
con la Tradición de la Iglesia)
En el sacramento de la Unción de los Enfermos se realizan dos gestos o signos
que tienen un profundo sentido: la imposición de manos y la unción con aceite.
El mismo Jesús practicó el gesto de la imposición de manos sobre los enfermos
(Mc 6,5; Mt 8,3; Lc 4,40) y lo encargó a sus discípulos (Mc 6,18), que lo
practicaron habitualmente (Hch 9, 12.17; 28,8) Es un signo de la bendición que
este sacramento confiere.
Jesús aparece en los evangelios como el gran adversario y el vencedor de la
enfermedad. En sus curaciones aparece la proximidad del Reino que hace
presente en su persona, y cuya llegada significa la salvación del hombre, su
liberación en alma y cuerpo (cf. CCE 1503).
Debido a esta actuación de Jesús, la Iglesia se ha sentido llamada a una especial
solicitud hacia los enfermos, procurándoles el alivio y fortaleza. El medio más
excelente es el sacramento de la Unción que manifiesta que Dios no olvida a las
personas gravemente enfermas, ni a los ancianos, ni a aquellos que se
encuentran en un momento difícil. Al contrario, como Padre lleno de bondad, ha
preparado un apoyo para aquellos hijos suyos.
Este gesto sacramental que realiza la comunidad cristiana se basa en la conducta
de Jesús, insinuándose en el relato de la misión de los apóstoles:
"Ellos se fueron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con
aceite a muchos enfermos y los curaban."(Me 6,12-13) (cf. CCE 1506)
295
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 11
Más adelante, en la carta de Santiago, se nos testimonia la práctica de la Iglesia
primitiva:
"¿Hay alguno enfermo? Llame a los responsables de la comunidad, que recen por
él y lo unjan con aceite invocando al Señor. La oración hecha con fe dará la salud
al enfermo y el Señor hará que se levante; si, además, tiene pecados, se le
perdonarán."(St 5,14-15)(cf. CCE 1510)
Respecto a la unción, los seguidores de Jesús, aún cuando estaban con él,
ungieron a los enfermos (Mc 6,13) y el mismo Jesús utilizará otros símbolos como
la saliva (Mc 7,32-33; 8,23; Jn 9,6) para devolver la salud. Esta unción con aceite
simboliza la unción del Espíritu que conforta y auxilia en la enfermedad,
identificando al cristiano con Jesucristo resucitado.
El sentido fundamental de este sacramento lo podemos concretar en estas
afirmaciones:
A través del sacramento de la Unción, la Iglesia se dirige al Señor para
pedir la salvación y el alivio de sus miembros enfermos, así como la
fortaleza para aquellos que afrontan la debilidad de la vejez.
Por la Unción, el enfermo y el anciano se ven fortalecidos en su fe porque
se hace patente la relación profunda que su situación guarda con la muerte
y resurrección de Jesucristo.
Este sacramento perdona los pecados de aquel que lo recibe, haciendo
presente la misericordia de Dios
La solidaridad y el servicio de la Iglesia para con sus enfermos y ancianos
se concentran litúrgicamente en los gestos que se realizan en este
sacramento.
Son receptores del sacramento:
Los fieles que por enfermedad grave o a causa de su avanzada edad se
encuentran en peligro de muerte. El sacramento puede repetirse si el
enfermo recupera de nuevo sus fuerzas después de recibir la Unción de los
Enfermos o si durante la misma enfermedad se presenta una nueva
recaída.
Los que vayan a someterse a una intervención quirúrgica como
consecuencia de una enfermedad peligrosa.
296
Dossier: Iglesia y Sacramentos
II.11.2.2.1.
UNIDAD 11
LA ENFERMEDAD Y LA SALVACIÓN DE DlOS
En el Antiguo Testamento existe una larga tradición de oraciones que se
refieren a la enfermedad: Salmos 6, 22, 38, etc. Jesús mismo, antes de la
Pasión, oró a Aquél que sabía podía librarlo de esa hora amarga (Me 14,36 y
par.). Jesús, además, enseñó a sus discípulos a orar con espíritu humilde y
corazón confiado en todas las dificultades.
La situación difícil y dolorosa de la enfermedad, es también lugar en el que
se realiza la salvación de Dios, momento en que Dios manifiesta al hombre
su amor y su acogida. La encarnación de Cristo, su existencia en la fragilidad,
nos lleva a comprender que, como él, también nosotros debemos aceptar
libremente las limitaciones de nuestra existencia.
Jesús, presentado por Pilatos como el hombre, tras ser azotado, vejado, y
suspendido en la cruz, nos muestra como se vence el dolor desde la entrega
libre y gratuita de la vida en favor de todos, confiando de forma absoluta en la
victoria que su Padre le va a otorgar.
Todo cristiano participa de la muerte y resurrección de Cristo desde su
bautismo, pero este misterio pascual se hace presente de forma especial en el
hermano enfermo (cf. CCE 1521).
II.11.2.2.2.
SIGNOS DEL SACRAMENTO DE LA UNCIÓN
En el sacramento de la Unción de los enfermos se realizan dos gestos o
signos que tienen un profundo sentido: la imposición de manos y la unción
con aceite.
La imposición de las manos y la unción con el óleo santo han sido gestos
que aparecen en las Escrituras y que significan la bendición de Dios y la
presencia del Espíritu que impregna toda la persona.
Cuando estos dos gestos se realizan en la enfermedad, transparentan un
nuevo significado que hace referencia de una forma más plena al misterio de
la cruz y a la esperanza de la resurrección.
El mismo Jesús practicó el gesto de la imposición de manos sobre los
enfermos (Me 6,5; Mt8,3; Le 4,40) y lo encargó a sus discípulos (Me 6,18), que
lo practicaron habitualmente (Hch 9,12.17; 28,8). Es un signo de la bendición
que este sacramento confiere.
297
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 11
Respecto a la unción, los seguidores de Jesús, aun cuando estaban con él,
ungieron a los enfermos (Me 6,13), y el mismo Jesús utilizará otros símbolos como
la saliva (Me 7,32-33; 8,23; Jn 9,6) para devolver la salud. Esta unción con
aceite simboliza la unción del Espíritu, que conforta y auxilia en la enfermedad,
identificando al cristiano con Jesucristo resucitado.
Sabemos que en la antigüedad era un medio muy extendido de curación el
ungir con aceite y diversos elementos medicinales las partes del cuerpo
afectadas por la enfermedad. No hemos de olvidar que hoy en día la mayor
parte de nuestras cremas dermatológicas y analgésicas llevan en su
composición un alto porcentaje de grasa.
II.11.2.3.
EFECTOS DE ESTE SACRAMENTO
Un don particular del Espíritu Santo. La primera gracia es de consuelo, paz
y ánimo para vencer las dificultades propias de la enfermedad o la
fragilidad de l vejez. Es un don del Espíritu Santo que renueva la confianza
y la fe en Dios y fortalece contra las tentaciones del maligno, como el
desaliento y la desesperación.
El perdón de los pecados. Pues se requiere además el arrepentimiento y
confesión de la persona que recibe el sacramento.
La unión a la Pasión de Cristo. Se recibe la fuerza y el don para unirse con
Cristo en su Pasión y alcanzar los frutos redentores del Salvador.
Una gracia eclesial. Los enfermos que reciben este sacramento, uniéndose
libremente a la Pasión y Muerte de Jesús, contribuyen al bien del Pueblo
de Dios y a su santificación.
Una preparación para el paso a la vida eterna. Este sacramento acaba por
conformarnos con la muerte y resurrección de Cristo como el bautismo
había comenzado a hacerlo. La Unción del Bautismo sella en nosotros la
vida nueva, la de la Confirmación nos fortalece para el combate de la vida.
Esta última unción, ofrece un escudo para defenderse de los últimos
combates y entrar en la Casa del Padre. Se ofrece a los que están
próximos a morir, junto con la Eucaristía como un "viático" para el último
viaje del hombre.
II.11.2.4.
CELEBRACIÓN DE LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS
El sacramento como tal, se administra dentro de una celebración litúrgica y solo
los sacerdotes obispos y presbíteros, pueden administrarlo. La liturgia
sacramental, en su forma renovada, concuerda con lo que dice la Carta de
Santiago. Comienza con la imposición de manos del sacerdote en silencio y con
una alabanza del aceite consagrado, que en su forma básica se remonta al siglo
IV.
298
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 11
El signo sacramental quedó fijado en la Constitución apostólica del Pablo VI del
modo siguiente: "El sacramento de la Unción de los enfermos se administra a
aquellos cuyo estado de salud implica un peligro de muerte, ungiéndoles en la
frente y en las manos con aceite de oliva consagrado en la forma reglamentaria...
y pronunciando las siguientes palabras: Por esta santa unción y por su bondadosa
misericordia, te ayude el Señor con la gracia del Espíritu Santo. Amén"
Usualmente, el aceite utilizado en este sacramento ha sido bendecido por el
Obispo en la misa crismal del Jueves Santo, en la que se bendicen también los
óleos sagrados que a lo largo de todo el año se van a utilizar para el Bautismo, la
Confirmación y el Orden Sacramental.
Siempre que sea posible, la unción debe ofrecerse pronto al enfermo y se le debe
administrar en una celebración en la que esté presente la comunidad local, por lo
menos mediante los familiares, amigos y algunas de las personas que lo asisten.
La celebración litúrgica consta de las siguientes partes:
Saludo y preparación
Liturgia de la Palabra
Liturgia sacramental, que a su vez se compone de: imposición de manos
por parte del sacerdote, alabanza del aceite consagrado, signo sacramental
por el que se unge la frente y las manos del enfermo al tiempo que se dice
" Por esta santa unción y por su bondadosa misericordia te ayude el Señor
con la gracia del Espíritu Santo. Amén"
Además, puede participar el enfermo de la comunión del Cuerpo de Cristo que, en
peligro de muerte, se llama viático, es decir, alimento para el último viaje.
299
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 11
Lectura
Complementaria
Fichas de lectura:
á Me 2,5.17; Jn 8,1-11; Le 7,37-50
á Mt 18,15-18
á cf CCE 1448-1449 y 1461-1467
á Catecismo de la Iglesia Católica, n, 1432
á Catecismo de la Iglesia Católica, n.1532
Prácticas
Después del avance del tema, con el docente. LOS SACRAMENTOS DE
CURACIÓN: PENITENCIA Y UNCIÓN.
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Navega en la página web:
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LOS SACRAMENTOS DE
CURACIÓN. De esta forma
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estudio, luego genera un
espacio de comentario
en la sala
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 12
UNIDAD
12
LOS SACRAMENTOS DE SERVICIO
Quienes reciben los sacramentos del Orden y del Matrimonio se unen a la
comunidad de creyentes de una forma especial, construyéndola y colaborando en
su crecimiento interno y en su expansión (CCE 1534). Por eso, se consideran los
sacramentos al servicio de la comunión y misión de los fieles.
El sacramento del Orden
El Matrimonio
II.12.1.
EL ORDEN SACERDOTAL
San Pablo dice a su discípulo Timoteo:
"Te recomiendo que reavives el carisma de Dios que
está en ti por la imposición de mis manos" (2 Tm 1,6), "y
si alguno aspira al cargo de obispo, desea una noble
función" (1 Tm 3,1). A Tito decía: "El motivo de haberte
dejado en Creta, fue para que acabaras de organizar lo
que faltaba y establecieras presbíteros en cada ciudad,
como yo te ordené" ( Tt 1,5)
En estos sacramentos, los que fueron ya consagrados por el Bautismo y la
Confirmación para el sacerdocio común de todos los fieles, pueden recibir
consagraciones particulares. Los que reciben el sacramento del Orden son
consagrados para "En el nombre de Cristo ser los pastores de la Iglesia con la
palabra y la gracia de Dios. Por su parte, los cónyuges cristianos, son fortalecidos
y como consagrados para los deberes y dignidad por este sacramento especial".
II.12.1.4.
EL HECHO DEL SACRAMENTO DEL ORDEN.
La palabra "Ordinatio" = ordenación, se utilizaba en el Imperio romano para
designar la entrada en el escalafón de los funcionarios imperiales. A partir de este
momento el funcionario pertenecía a un orden diferente del resto del pueblo.
301
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 12
A partir del siglo tercero se comenzó a utilizar en algunos lugares esta expresión
para designar una dignidad o estado en la Iglesia. Esta denominación se
extendería a toda la Iglesia con el paso del tiempo, dando nombre al sacramento
por el que son constituidos: Obispos, Presbíteros y Diáconos ciertos cristianos.
Una referencia válida que explica la existencia de unos ministerios ordenados
concretos dentro de la comunidad cristiana, la encontramos en Mc 3, 13-19. En
este texto Jesús elige de forma solemne, "designó" a Doce de entre sus
discípulos para que "fueran sus compañeros y para enviarlos a predicar con poder
de expulsar los demonios". Así se crea, se constituye el grupo de los Doce,
decisivo en el cristianismo.
Esto resulta tan evidente que, con el fin de suplantar a Judas y restituir el número,
se incorpora Matías como sustituto. (Hch 1,15-26)
Las denominaciones varían ampliamente según las diversas comunidades, por lo
que podemos encontrar Apóstoles, Profetas, Doctores ( 1Cor 12,28; Ef 2,20; 3,5;
4,11), Presbíteros (Hch 11,30; 14,22); Diáconos ( 1 Tim 3,8-13; Flp 1,1), Pastores
(Ef 4,11; 1 Pe 5, 2-4) etc.
Todos estos términos no designan una misma función, pero podríamos afirmar
que, de diferentes maneras, todas ellas tienen una orientación hacia la
predicación del Evangelio y la edificación y santificación de la Iglesia.
La comunidad cristiana, en su liturgia, ve al sacerdocio y los sacerdotes del
Antiguo Testamento como prefiguraciones que encuentran su cumplimiento en
Cristo Jesús, Sumo y Eterno Sacerdote, que incorpora a su Único sacerdocio a
los Apóstoles y sus sucesores sacerdotes.
Durante los siglos II y III se va a dar una consolidación de nombre y contenidos
del ministerio apostólico bajo las denominaciones de: Diácono, Presbítero y
Obispo, configurándose como ministerio de santificación, gobierno y enseñanza
en la comunidad cristiana.
Esta situación se verá perturbada en los siglos venideros debido al cambio de
situación que se opera en el Imperio: La Iglesia de ser perseguida, pasa a ser
religión oficial y sus ministros devienen personajes importantes cuya
responsabilidad y autoridad comienza a desbordar los límites eclesiales.
La Reforma protestante va a arremeter contra esta situación, afirmando que no
hay más sacerdote que Cristo, quedando todo cristiano constituido sacerdote por
la fe y el bautismo. Lutero declara que por ello no podía considerarse el Orden
como sacramento y sólo reconoce como ministerio el de la predicación.
El Concilio de Trento 1545, por el contrario, reafirma y declara que "El
Sacramento del Orden es un sacramento instituido por Cristo, que comunica
302
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 12
poder y gracia y no puede entenderse sólo con relación al ministerio de predicar el
Evangelio".
II.12.1.5.
SENTIDO DEL SACRAMENTO DEL ORDEN
El Concilio Vaticano II afirma la común dignidad y la igualdad fundamental de
todos los miembros del Pueblo de Dios, junto con la existencia de diferentes
servicios y ministerios para el bien común de todos los bautizados. ( Cf. LG 9, 10,
18).
Entre estos servicios y ministerios existe uno llamado Ministerio Ordenado, que no
se sitúa aparte ni por encima del Pueblo de Dios, sino dentro y al frente de él.
Quienes lo reciben en el Sacramento del Orden, participan de la autoridad y
misión de Cristo Sacerdote, Cabeza y Pastor de la Iglesia, para que puedan servir
a todo el Pueblo de Dios. (LG 18)
Notas que caracterizan el ministerio ordenado:
El Sacramento del Orden es una incorporación al ministerio apostólico, por lo que
su misión entra en relación con la misión de Cristo y los Apóstoles tanto en los tipos de
actividad que desarrolla como en la apostolicidad del marco geográfico al que está
dirigido.
Los cristianos que reciben el sacramento del Orden quedan configurados
para siempre a Cristo Cabeza, Pastor y Servidor de su Iglesia, con el fin de
enseñar, santificar, guiar y servir, en nombre suyo, al Pueblo de Dios, cada
uno según el grado del orden recibido.
El Espíritu Santo es el agente principal de la ordenación, siendo la fuente
de donde brota el carisma ministerial de enseñanza, santificación y
dirección. Mediante el gesto de la imposición de manos se significa que los
ministros ejercen su misión en el Espíritu de Jesús.
Dios suscita los ministerios en la comunidad y para la comunidad ( 1 Cor
12,7: 14, 3-12; Ef 4,12): Por eso, desde el Nuevo Testamento los
ministerios no se conciben sin la comunidad.
El ministerio a lo largo de todo el Nuevo Testamento se concibe como un
servicio. Tomando como punto de apoyo (Mt 20, 20-28), la Iglesia
apostólica y los Padres de la Iglesia hablan de los responsables y sus
funciones utilizando el término "diakonía". Esta palabra significa servir a la
mesa, acción que era desarrollada habitualmente por los esclavos. La
acción diaconal de los ministros se concreta en el servicio a la palabra, en
el servicio de la unidad y en el servicio a las mesas o caridad.
El ministerio ordenado es colegial, es decir, que por el sacramento del
Orden quien lo recibe para formar parte de un colegio que está formado por
quienes lo recibieron con anterioridad.
303
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 12
El signo de la transmisión de los ministerios ordenados es desde la época
de apostólica la imposición de manos junto con la oración (Hch 6,6; 13,3; 1
Tim 4,14)
Lo mismo que en el Bautismo y la Confirmación, la participación en el
ministerio de Jesucristo se otorga de una vez para siempre. Por este
motivo, el sacramento del Orden imprime un carácter imborrable y no
puede repetirse. (LG 21)
Cristo que fue enviado por el Padre para la redención del mundo (Mt 20,26) y para
ello le dotó de todo poder en el cielo y en la tierra (Mt 28,18), llama a los apóstoles
y les participa su misión "Así como el Padre me envió a mí, así yo los envío a
ustedes" (Jn 20,21). A ellos les toca ser "Servidores de Cristo y encargados suyos
para administrar las obras misteriosas de Dios" (1 Cor 4,1). Su misión es:
Predicar el Evangelio (Hch 6, 2-4; Rom 15,16)
Dirigir el culto de la comunidad cristiana (Hch 6.4; 13, 1-3)
Ofrecer el sacrificio (Lc 22,19; 1 Cor 11,25)
Perdonar los pecados ( Mt 18,18; Jn 20,22ss)
Comunicar el Espíritu por la imposición de manos ( Hch 8, 15-18;
19,6)
Ungir a los enfermos orando por ellos ( Stg. 5,14).
II.12.1.6.
GRADOS DEL SACERDOCIO.
Desde los orígenes, el Ministerio Ordenado fue conferido y ejercido en tres
grados, insustituibles para la estructura orgánica de la Iglesia, sin ellos no se
puede hablar de Iglesia:
Los Obispos. Son los transmisores de la semilla apostólica. Tienen la
plenitud del sacramento del Orden, están incorporados al Colegio
Episcopal. En cuanto sucesores de los apóstoles y miembros el Colegio
Episcopal, participan en la responsabilidad apostólica y en la misión de
toda la Iglesia, enseñan y gobiernan bajo la autoridad del Papa, sucesor de
San Pedro y cabeza visible de la Iglesia.
Los Presbíteros. Están unidos a los obispos en la dignidad sacerdotal y al
mismo tiempo dependen de ellos en el ejercicio de sus funciones
pastorales. Son llamados a ser cooperadores diligentes de los obispos,
forman en torno a su obispo el Presbiterio que asume con él la
responsabilidad de la Iglesia particular. Reciben del obispo el cuidado de
una comunidad parroquial o de una función eclesial determinada.
Los Diáconos. Son ministros ordenados para las tareas de servicio de la
Iglesia, no reciben el sacerdocio ministerial, pero la ordenación les confiere
funciones importantes en el Ministerio de la Palabra, del culto divino, del
Gobierno Pastoral y del servicio de la caridad, tareas que deben cumplir
bajo la autoridad pastoral de su obispo.
304
Dossier: Iglesia y Sacramentos
II.12.1.7.
UNIDAD 12
LA CELEBRACIÓN DEL SACRAMENTO DEL ORDEN.
Solamente los Obispos válidamente ordenados pueden administrar el Sacramento
del Orden y sólo el varón bautizado lo puede recibir válidamente.
En la celebración de este sacramento podemos encontrar tres partes:
La preparación. Que está integrada por la llamada a los candidatos, presentación
al Obispo, elección y alocución del Obispo, un pequeño diálogo y las letanías de
los Santos.
La Imposición de manos y oración consacratoria. Que es el momento central
del sacramento.
El gesto de la imposición de manos conlleva en toda la tradición bíblica (Núm 27,
15-23; Dt 34,9; 1 Tim 4,14; 2 Tim 2,6) la idea de la transmisión de un oficio.
En la consagración episcopal, son todos los obispos presentes (al menos tres)
quienes impondrán las manos al candidato; acto seguido se pondrá sobre su
cabeza el libro abierto de los Evangelios.
En la ordenación Presbiteral, los Presbíteros presentes imponen las manos como
gesto de acogida al nuevo ordenado, pero es la imposición de manos del Obispo
el signo que hace efectiva la ordenación.
Para terminar el rito, se han ido introduciendo a lo largo de la historia diferentes
acciones explicativas del ministerio que va a ejercerse:
Al Obispo se le otorgan el báculo y se le impone un anillo episcopal, también
recibe el libro de los evangelios y se sienta en la cátedra, ungiéndosele la cabeza.
Los Presbíteros reciben la patena y el cáliz, se les ungen las manos y se les
coloca la estola y la casulla.
A los Diáconos se les entrega el libro de los evangelios, imponiéndoles la estola
cruzada por el pecho y la dalmática.
305
Dossier: Iglesia y Sacramentos
II.12.2.
UNIDAD 12
MATRIMONIO
"Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se
unirá a su mujer, y los dos se harán una sola carne".
Gran misterio es éste, lo digo respecto a Cristo y a la
Iglesia" (Ef 5, 31-32)
II.12.2.4.
EL HECHO Y EL SIGNIFICADO DEL MATRIMONIO.
En la vida del varón y de la mujer se da un momento en que, normalmente, brota
el amor. Llevados de ese amor deciden entrar en una comunión estable de vida y
formar una familia. A esta decisión y compromiso se llama matrimonio.
El matrimonio y la familia se cuentan entre los bienes más valiosos de la
humanidad. Son la célula fundamental de la comunidad humana: "El bienestar de
la persona y de la sociedad humana y cristiana está estrechamente ligado a la
prosperidad de la comunidad conyugal y familiar" (GS 47)
Este compromiso público que se llama matrimonio, tiene una serie de
características que le distinguen de otras formas de relación interpersonales:
El matrimonio es una relación interpersonal que se sitúa en una
profundidad diferente a toda otra relación. Esto hace que toda otra
comunicación interpersonal anterior quede plenificada por el amor
matrimonial y que toda posterior quede necesariamente coloreada por ella.
El amor matrimonial abarca a toda la persona, no siendo sólo sentimiento,
ley, obligación, radicando en esa tierra la fidelidad. Una fidelidad creativa,
abierta, enriquecedora, que es ejercicio de la libertad y de la
responsabilidad de la persona.
Es una unión que provoca vida, que es creadora. Si es cierto que no
pueden identificarse sin más sexualidad y procreación, sería absolutamente
ingenuo negar que ambas están estrechamente unidas. Por otro lado, la
fecundidad matrimonial, que se manifiesta normalmente a través de los
hijos, puede desarrollarse en otros terrenos como la acogida, la promoción
de las personas, el arte.
306
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 12
El matrimonio está llamado a su publicidad, es decir, a que sea expresada
públicamente la relación de amor entre las dos personas a las que atañe, lo
que implica una cierta institucionalización.
II.12.2.5.
LA CONCEPCIÓN CRISTIANA DEL MATRIMONIO.
La concepción cristiana del matrimonio se nos ha revelado a lo largo del Antiguo y
del Nuevo Testamento, perfilándose más detalladamente en las cartas de San
Pablo (Cfr. Gen 1-2; Os 1-3; Jn 2-3: Mc 10,2-9; Mt 19, 3-9; Ef 5, 31-33; 1 Cor
7,39).
La Iglesia de nuestro tiempo se ha pronunciado frecuentemente sobre el
matrimonio y la familia: la encíclica Casti Connubi (1930) de Pío XI: la constitución
Gaudium et Spes del Concilio Vaticano II (Cfr. GS 47-52); la encíclica Humanae
Vitae (1968) de Pablo VI y la exhortación apostólica Familiaris Consortio de Juan
Pablo II (1981)
Una de las páginas más bellas del Génesis es aquella en que el hombre se
encuentra solo en medio de la creación. A pesar de poner nombre a todos los
animales y cosas, se siente mudo, incapaz de pronunciar una palabra porque
nadie le da respuesta. En esos momentos de soledad existencial y de pobreza
vital, Dios le presenta a la mujer. A partir de esos momentos se inicia el diálogo y
el encuentro de amor en la historia y el matrimonio se perfila poco a poco, hasta
quedar plenamente clarificado en la persona de Cristo.
A lo largo del Antiguo Testamento la Alianza de amor entre Dios y su pueblo ha
sido simbolizada en diferentes ocasiones por el amor matrimonial (Os 1-3; Jer 3;
Ez 16 y 23; Is 54). Los libros sapienciales, a su vez, trataron de explicar en
diferentes ocasiones el último sentido del matrimonio en la Alianza (Prov 15,
Cantar, Ecl 25, 13-26, 18).
Sin embargo, si los cristianos consideramos a Cristo como revelación plena del
Misterio de Dios, es preciso que Él sea quien nos desvele el sentido profundo del
matrimonio en el Plan de Salvación.
Jesús estuvo presente en una boda en Caná de Galilea, reconociendo con su
presencia el valor humano del matrimonio. Además recogiendo la imagen
matrimonial de la alianza que sugieren los profetas, compara el Reino de Dios con
un banquete de bodas en el que se identifica con el esposo. Durante este
banquete los amigos del novio no ayunan (Mt 9, 14-15), son invitados los que
están en los caminos mientras que algunos rechazan la llamada (Mt 22, 1-14; Lc
14, 16-24), y es preciso estar alerta para participar en la fiesta (Mt 25, 1-13).
307
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 12
En Mt 19, 3-9 Jesús reafirma el ideal originario de la creación (Gen 2,24) al
defender la indisolubilidad de la alianza matrimonial. Jesús en este momento,
supera la Ley, manifestando la profunda relación que existe entre el orden de lo
creado y la Alianza. Aquí esta el origen del sacramento del matrimonio: Jesús le
reconoce como instituido desde la creación, cobrando para él una dimensión
especial. Esta significación particular será claramente expresada por San Pablo
en la carta a los Efesios:
"Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán
los dos un solo ser. Este símbolo es magnífico; yo lo estoy aplicando a Cristo y a
la Iglesia, pero también vosotros, cada uno en particular, debe amar a su mujer
como a sí mismo, y la mujer debe respetar al marido" (Ef 5, 31-33)
Para los cristianos, la mutua entrega de un hombre y una mujer bautizados
es sacramento, es decir, un signo que expresa y realiza la alianza de amor y
fidelidad de Cristo con su pueblo, la Iglesia.
Todo bautizado está unido con Cristo para siempre. Cuando el varón y la mujer
bautizados se unen, es Cristo quien los une, y su mutuo amor es una participación
del amor de Cristo. El Matrimonio cristiano es alianza por la que un varón y una
mujer bautizados se comprometen a unir sus vidas para siempre, en indisoluble
comunión de amor fecundo:
El Matrimonio cristiano es alianza por la que un varón y una mujer bautizados se
comprometen a unir sus vidas para siempre, en indisoluble comunión de amor
fecundo.
II.12.2.5.1.
EL MATRIMONIO ES SIGNO DE CRISTO.
Como acabamos de ver, la Alianza de Dios con los hombres va a significarse a
través del matrimonio en el Antiguo Testamento. Jesucristo es plenitud de esa
Alianza; en el Dios pronuncia un sí irrepetible al ser humano, haciéndose carne
esa Alianza de Dios con el hombre.
El amor matrimonial de los que se unen en el Señor es símbolo que
actualiza el amor de Dios aparecido en Jesucristo, siendo el matrimonio una
realidad en la que se vive, de forma peculiar, la muerte y la resurrección, la
Pascua.
Así la donación, el perdón, los conflictos, las deficiencias, las culpabilidades, todo
que lo que es y significa una vida en común, está integrado en el triunfo pascual
del amor de Dios porque "El amor conyugal es asumido en el amor divino y se
rige y enriquece por la virtud redentora de Cristo y la acción salvífica de la Iglesia"
(GS 48)
308
Dossier: Iglesia y Sacramentos
II.12.2.5.2.
UNIDAD 12
EL MATRIMONIO ES SACRAMENTO DE LA IGLESIA.
El Concilio Vaticano II, en la Constitución sobre la Iglesia "Lumen Gentium", dice
que el matrimonio y la familia son como una Iglesia en pequeño, Iglesia doméstica
(LG 11).
Los cónyuges poseen dentro de la comunidad cristiana un carisma que les es
propio, una vocación y una misión singular: ser testigos en el mundo del amor de
Dios y transmitir y educar a sus hijos en la fe.
"En virtud del sacramento del matrimonio se ayudan mutuamente a santificarse en
la vida conyugal y en la procreación y educación de la prole y por eso tiene su
propio don, dentro del pueblo de Dios, en su estado y en su forma de vida (LG11)
Bienes y exigencias del amor conyugal
"El amor conyugal comporta una totalidad en la que entran todos los elementos de
la persona -reclamo del cuerpo y del instinto, fuerza del sentimiento y de la
afectividad, aspiración del espíritu y de la voluntad -; mira a una unidad
profundamente personal que, mas allá de la unión en una sola carne, conduce a
no tener más que un corazón y una alma; exige la indisolubilidad y la fidelidad de
la donación recíproca definitiva; y se abre a la fecundidad. En una palabra: se
trata de características normales de todo amor conyugal natural, pero con un
significado nuevo que no sólo las purifica y consolida, sino las eleva hasta el
punto de hacer de ellas la expresión de valores propiamente cristianos".
(Familiaris Consortio, 19 Juan Pablo II )
Las familias, a través de la aceptación y educación de los hijos, por su ejemplo de
vida en común, su hospitalidad mediante la apertura de su casa a los que
precisen apoyo, acogida o como lugar de reunión eclesial, pueden constituir
células vivas en la Iglesia (cf. CCE 1655-1657).
II.12.2.5.3.
EL MATRIMONIO ES SIGNO ESCATOLÓGICO
Desde el mismo carácter festivo de la boda, el matrimonio simboliza la alegría y
plenitud de toda la realidad al final de los tiempos (me 2,19; mt 22,1-14; 25,1-13).
Es signo, no la realidad.
Para un cristiano, el matrimonio es una alianza que está en una constante
dinámica de perfeccionamiento hacia la plenitud del amor divino. Si bien la
comunidad matrimonial de
Dos cristianos queda rota por la muerte, no se rompe la comunión, porque para el
creyente, morir es vivir con el señor (cf 2 cor 5,8). El matrimonio es así lo
penúltimo y no lo último.
309
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 12
Para el cristiano, nadie puede saciar todas las expectativas, ni plenificar todas las
inquietudes. Aquí aparecen con claridad las palabras de jesús:
"si uno quiere ser uno de los míos y no me prefiere a su padre y a su madre, a su
mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a sí mismo, no puede
ser discípulo mío". (le 14,26)
Esto puede llevar a comprender que el carisma del celibato presencializa al
hombre y mujer casados el carácter absoluto del reino, al tiempo que el
matrimonio hace presente al célibe la bondad de todo lo creado y la necesidad de
no aislarse del mundo, sino de adecuarlo a la voluntad de dios.
Desde esta perspectiva vislumbramos que matrimonio y celibato en la iglesia
constituyen dos regalos de dios a los hombres que mutuamente se enriquecen y
complementan (cf. Cce 1618-1620).
II.12.2.6.
PROPIEDADES DEL MATRIMONIO CRISTIANO
Las propiedades del matrimonio cristiano son: unidad, fecundidad y fidelidad
indisoluble.
Unidad
El amor de los esposos exige, por su misma naturaleza, la unidad y la
indisolubilidad de la comunidad de personas que abarca la vida entera de los
esposos "De manera que ya no son dos sino una sola carne" (Mt 19,6). "Están
llamados a crecer continuamente en su comunión a través de la recíproca
donación total"
La unidad del matrimonio, confirmada por el Señor, aparece ampliamente en la
igual dignidad personal que hay que reconocer a la mujer y al varón en el mutuo y
pleno amor.
Indisolubilidad y fidelidad
El amor conyugal exige de los esposos, por su misma naturaleza, una fidelidad
inviolable. Esto es consecuencia del don de sí mismos que se hacen mutuamente
los esposos. El auténtico amor tiene por sí mismo a ser algo definitivo, no algo
pasajero. Esta íntima unión, en cuanto donación mutua de dos personas, así
como el bien de los hijos, exigen la plena fidelidad de los cónyuges y urgen su
indisoluble unidad.
310
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 12
Puede parecer difícil, incluso imposible, unirse para toda la vida a un ser humano.
Por ello es tanto más importante anunciar la buena nueva de que Dios nos ama
con un amor definitivo e irrevocable, de que los esposos participan de este amor,
que les conforta y mantiene, y de que por su fidelidad se convierten en testigos
del amor fiel de Dios. Los esposos que, con la gracia de Dios, dan este
testimonio, con frecuencia en condiciones muy difíciles, merecen la gratitud y el
apoyo de la comunidad eclesial. (CIC, 1648)
Fecundidad
"Por su naturaleza misma, la institución misma del matrimonio y el amor conyugal
están ordenados a la procreación y a la educación de la prole y con ellas son
coronados como su culminación" (Gaudium et spes 48).
La fecundidad el amor conyugal se extiende a los frutos de la vida moral,
espiritual y sobrenatural que los padres transmiten a sus hijos por medio de la
educación. Los padres son los principales y primeros educadores de sus hijos. En
este sentido, la tarea fundamental del matrimonio y de la familia es estar al
servicio de la vida.
311
Dossier: Iglesia y Sacramentos
UNIDAD 12
Lectura
Complementaria
Fichas de lectura:
á Lumen Gentium 11
á Me 2,19; Mt 22,1-14; 25,1-13
á Catecismo de la Iglesia Católica mi.1612; 1617
Prácticas
Después del avance del tema, con el docente.
ORDEN Y EL MATRIMONIO.
LOS SACRAMENTOS DEL
2
Navega en la página web:
www.mercaba.org, en el buscador de tal sitio busca los temas:
LOS SACRAMENTOS DEL
ORDEN Y EL MATRIMO-NIO.
De esta forma complementa tu
conocimiento alrededor del
tema y presenta tu infome ilustrado al
docente.
312
1
Con el fin de comprender
mejor el tema por su
importancia. Solicita a tu
docente la reproducción de
un video con el tema de
estudio, luego genera un
espacio de comentario
en la sala.
DOSSIER: Iglesia y Sacramentos
BIBLIOGRAFIA
313
DOSSIER: Iglesia y Sacramentos
BIBLIOGRAFIA
ˆ Autores Cristianos. “Dei Verbum”. Madrid, Editorial Católica, 1986
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DOSSIER: Iglesia y Sacramentos
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315
DOSSIER: Iglesia y Sacramentos
GLOSARIO
316
DOSSIER: Iglesia y Sacramentos
GLOSARIO
A
Ateísmo: En cuanto niega o rechaza la existencia de Dios, el ateísmo es un
pecado contra el primer mandamiento.
B
BAUTISMO
ES EL PRIMERO Y MÁS NECESARIO DE LOS SACRAMENTOS, EN EL
QUE SE NOS DA LA GRACIA Y EL CARÁCTER DE CRISTINOS. LA PALABRA
BAUTISMO VIENE DEL GRIEGO Y SIGNIFICA LAVATORIO O ABLUCIÓN; ESTA
PALABRA ES MUY PROPIA PORQUE LA ABLUCIÓN VISIBLE DEL CUERPO QUE SE
EFECTÚA EN ESTE SACRAMENTO SIGNIFICA LA ABLUCIÓN INVISIBLE DEL ALMA.
EL BAUTISMO FUE INSTITUIDO, COMO LOS DEMÁS SACRAMENTOS, POR CRISTO
NUESTRO SEÑOR. REFERENTE AL TIEMPO EN QUE FUE INSTITUIDO, DEBEN
DISTINGUIRSE DOS MOMENTOS DIVERSOS: EL UNO CUANDO EL SALVADOR LO
INSTITUYÓ; EL OTRO CUANDO ESTABLECIÓ LA OBLIGACIÓN DE RECIBIRLO. A)
RESPECTO A LO PRIMERO ES EVIDENTE QUE JESUCRISTO INSTITUYÓ ESTE
SACRAMENTO CUANDO RECIBIÓ ÉL MISMO EL BAUTISMO EN EL RÍO JORDÁN DE
MANOS DE SAN JUAN BAUTISTA Y DIO AL AGUA LA VIRTUD DE SANTIFICAR. B)
RESPECTO A LOS SEGUNDO, ESTO ES, AL TIEMPO EN QUE SE DIO LA LEY
ACERCA DEL BAUTISMO, FUE CANDO JESUCRISTO DESPUÉS DE SU
RESURRECCIÓN DIJO A LOS APÓSTOLES: ID E INSTRUID A TODAS LAS
NACIONES, BAUTIZÁNDOLAS EN EL NOMBRE DEL PADRE DEL Y DEL HIJO Y DEL
ESPÍRITU SANTO. DESDE ENTONCES TODOS LOS HOMBRES QUE HABÍAN DE
CONSEGUIR LA SALVACIÓN ETERNA, COMENZARON A ESTAR OBLIGADOS A LA
LEY DEL BAUTISMO.
Bienaventuranzas: Recogen y perfeccionan las promesas de Dios desde
Abraham ordenándolas al Reino de los Cielos. Responden al deseo de felicidad
que Dios ha puesto en el corazón del hombre. Las bienaventuranzas nos enseñan
el fin último al que Dios nos llama: el Reino, la visión de Dios, la participación en
la naturaleza divina, la vida eterna, la filiación, el descanso en Dios.
Blasfemia: El segundo mandamiento prohíbe todo uso inconveniente del Nombre
de Dios. La blasfemia consiste en usar de una manera injuriosa el nombre de
Dios, de Jesucristo, de la Virgen María y de los santos
C
Caridad: Virtud por la que amamos a Dios sobre todas las cosas y a nuestro
prójimo como a nosotros mismos por amor de Dios. Es el "vínculo de la
perfección" (Col 3,14) y la forma de todas las virtudes.
317
DOSSIER: Iglesia y Sacramentos
GLOSARIO
Carisma: Es el don gratuito que el Espíritu de Dios otorga a una persona para
llevar acabo una actividad o realizar una forma de vida, que sirva para la
edificación de la Iglesia y el bien de la sociedad.
Castidad: Significa la integración de la sexualidad en la persona. Entraña el
aprendizaje del dominio personal. Cristo es el modelo de la castidad. Todo
bautizado es llamado a llevar una vida casta, cada uno según su estado de vida.
Culto de las imágenes sagradas: Está fundado en el misterio de la Encarnación
del Verbo de Dios. No es contrario al primer mandamiento.
Comunidad: La comunidad de Jerusalén. Los hechos nos presentan la formación
de la primera comunidad: Perseveraban unánimes en la oración, la fe fue la
respuesta a una triple revelación. Pascual, evangélica, espiritual. a)Pascual la
comunidad toma conciencia de que Jesús el resucitado está a la dereCocha de
Dios, en comunión de naturaleza y de atributos con el Padre. ( Hch 7, 56) b)
Evangélica a la luz de la manifestación gloriosa de Jesús, reconsidera toda su
vida como preludio de la revelación pascual (Hch, 4) c) Bíblica La Escritura y los
hechos de Jesús les sirven para atestiguar que el es verdaderamente el Mesías.
La comunidad siente presente a Cristo cuando invoca su nombre (Hch 9,14-27).
La comunidad de Jerusalén ha representado siempre el punto de comparación
para la vida asociada dentro de la Iglesia. Es una vida en continua tensión
escatológica. Cada uno de los miembros de la comunidad tiene su lugar y su
misión específica( Mc 10,45; Lc 12,37; 27,27; Rom 15,8). La única cualificación
que se exige de los miembros de la comunidad es una voluntad de servicio que
tiene como raíz y como término el amor (Jn 13,1-7; 1 Pe 1,22; 2, 17; 3,8; 4,8). La
vida cristiana de la comunidad es una vida nueva, todos los creyentes vivían
unidos y lo tenían todo en común.
Comunidad Primitiva Se habla de la comunidad primitiva, en doble sentido: en
primer lugar, para indicar al primer grupo de creyentes que se recogieron
después de Pascua en torno a la fe del resucitado; además como punto de
unión entre los evangelios y Jesús de Nazaret. En el primer sentido la
comunidad primitiva expresa el conjunto de los hermanos que, en l descripción
de Hch 2, 42-45, se dice que perseveraban en la enseñanza de los apóstoles y
en la unión fraterna, en la fracción del pan y en las oraciones... vivían unidos y
lo tenían todo en común. En este texto se habla, ante todo, de la comunidad de
Jerusalén y , en segundo lugar , de la comunidad judía más amplia. Una nueva
acepción vería en la comunidad primitiva el significado a desarrollar fuera de los
límites de Palestina, entre los paganos.
Comunión En el documento final del sínodo de los obispos de 1985, veinte años
después de la clausura del concilio Vaticano I, la palabra comunión suele usarse
par hablar de la relación de los creyente con Dios y de su mutua relación en
Cristo , por la acción del Espíritu Santo, mediante los sacramentos, en particular
el bautismo y la eucaristía, indica entonces el corazón mismo del misterio de la
318
DOSSIER: Iglesia y Sacramentos
GLOSARIO
Iglesia. La comunión implica una pertenencia mutua de los fieles en Cristo, que
son considerados como miembros los unos de los otros. En Juan aparece
nuestro tema no sólo el término comunión , sino también en varias imágenes y
discursos donde son corrientes las expresiones ser-en, permanecer-en y quedar
–en (por ejemplo la vid y los sarmientos: Jn 15,1-9); aquí la comunión remite a la
relación entre el Hijo y el Padre, que en el Espíritu común se hace accesible a
los discípulos, la comunión es don de Dios en Cristo y se extiende a través del
anuncio cristiano(1Jn 1,1-4)
Concelebración La concelebración es la celebración de la misa en la que
intervienen varios sacerdotes realizando el acto esencial del rito. En su sentido
más elemental y primario, concelebración es la celebración comunitaria de la
liturgia por parte de todo el pueblo de Dios reunido en asamblea. Concelebrar
es asociarse a la acción litúrgica del celebrante principal (presidente). Pero es
sentido más común de concelebración (eucarística) es, como decíamos al
principio, el de una forma de celebración de la misa en la que varios presbíteros
y/u obispos, en virtud del mismo sacerdocio y en a persona de Cristo Sumo
Sacerdote, actúan juntos con una sola voluntad y una sola voz, y con un único
acto sacramental realizan y ofrecen juntos el único memorial del sacrificio de
Cristo, participando juntos en él . Las formas de la concelebración (y el sentido
del término) han variado a lo largo de los siglos, pero no es fácil determinar la
extensión de este uso.
Concepción Virginal: Designa la generación de Jesús por parte de María sin el
concurso del varón, en este caso José, sustituido por una intervención del
fecundante trascendental , no de carácter sexual, del Espíritu divino que no violó
su condición virginal. El suceso está atestiguado en dos fuentes evangélicas:
Mt.1,18-25; Lc 1, 34-35; según algunos exegetas, hay que ver también una
alusión al mismo en Mc 6,3;Jn 1,13 y Gal 4,4. La fe de la Iglesia insertó en el
Credo niceno constantinopolitano este testimonio neotestamentario: Y se hizo
carne (hombre )por obra del Espíritu Santo de la virgen María.
Concepción virginal y virginidad perpetua de María.- Con el testimonio bíblico de
la concepción virginal va unida la afirmación de la Iglesia, según la cual María ,
Madre de Jesús , como recordaba Pablo VI, permaneció virgen en el parto y
después del parto, como siempre ha creído y profesado la Iglesia Católica. Según
los teólogos escriben: K. Rahner: La virginidad de María y el nacimiento del
Señor sin intervención de padre humano indican no sólo con palabras, sino en la
concreción tangible de la vida humana, una misma y única realidad: Dios es el
Dios de la gracia libre, el Dios que nosotros con todos nuestros esfuerzos
podemos, no podemos coger y aferrar con nuestras manos, sino sólo el Dios que
podemos recibir como gracia, con la que se nos entrega a sí mismo de manera
inefablemente libre, Esta realidad, en María , no tenía que vivirse solamente en
las disposiciones de su corazón, sino que debía expresarse en todo su ser,
incluso en su corporeidad; tenía que manifestarse y representarse en su
existencia corporal. Por este motivo, María, es virgen en el espíritu y en el
319
DOSSIER: Iglesia y Sacramentos
GLOSARIO
cuerpo, única en todo el plan de Dios. Y.J. Ratzinger, por su parte, sostiene: En la
visión bíblica, el nacimiento virginal no pretende en definitiva afirmar otra cosa
más que la pura gratuidad de lo que acontece, Es el símbolo de la gracia.
Concilio: Con este término se indica en sentido general una asamblea convocada
a fin de deliberar colegialmente sobre la vida de la Iglesia, compuesta por los que
tienen en ella el ministerio de gobierno y de magisterio. Un concilio es llamado
ecuménico si se celebra para toda la Iglesia y reúne a los obispos de todo el
mundo bajo la autoridad del Papa. Se llama particular cuando se refiere a una
parte de la Iglesia e intervienen en el los obispos respectivos.
Concupiscencia: Del latín concupiscere ( desear ardientemente, ansiar ). Este
término indica el deseo intenso de conseguir algo agradable o de un bien (tanto
real como aparente). Según la Escritura, está siempre presente en la vida del
hombre y tiene de suyo un carácter ambivalente, aunque no puede negarse que
se la presenta sobre todo en su significado negativo de inclinación al mal. Los
autores sagrados no refieren la concupiscencia sólo a la esfera sexual, sino a
diversas situaciones humanas.
A lo largo de la historia del pensamiento teológico se dan dos orientaciones de
fondo en la comprensión de la concupiscencia a la conflictividad entre el espíritu
y la materia que está presente en el hombre; a pesar de estar orientado hacia el
bien y la verdad, el espíritu del hombre está fuertemente condicionado por la
tendencia a las cosas
sensibles y al placer; en esta perspectiva, la
concupiscencia se configura como un conjunto de inclinaciones espontáneas e
irracionales, que se escapa del control de la razón o que puede conducir al
hombre a lo que la razón misma juzga que no es verdadero o bueno.
Confesión La palabra latina confessio significa declaración, reconocimiento
público. Aquí se entiende por confesión específicamente la confesión de los
pecados, uno de los tres actos esenciales del penitente en el sacramento de la
penitencia. Confiesa sus pecados ante Dios por la mediación de la Iglesia,
representada por un sacerdote debidamente facultado para ello. El verdadero
sentido eclesial de la confesión no es , sin embargo, el de una repetición
mecánica de una lista de pecados cometidos; es más bien signo, encarnación y
expresión eclesial del arrepentimiento interior. Es acusación,
y no simple
narración de los pecados.
Cuando la acusación es signo sacramental de la voluntad de conversión, y sobre
todo de la toma de conciencia del propio ser pecador delante de Dios, se
convierte en confesión en el sentido bíblico de la palabra: es un acto explícito,
una profesión de fe: es una alabanza de la misericordia de Dios y de la justicia o
fidelidad a sus promesas salvíficas; es el reconocimiento de la propia
pecaminosidad, y por tanto autoacusación. Se trata, por consiguiente, de una
confesión de fe y de una confesión de alabanza por medio de la confesión de
320
DOSSIER: Iglesia y Sacramentos
GLOSARIO
los pecados, es decir, de una glorificación del Dios santo, justo y bueno, cuya
voluntad es nuestro bien , y por tanto nuestra renuncia al pecado.
La necesidad de la confesión fue afirmada solemnemente por el concilio de
Trento: para gozar del remedio saludable del sacramento de la penitencia, es
decir, de la absolución y del perdón de los pecados, es necesario confesar tos y
cada uno de los pecados mortales que tenga presente en su memoria el fiel con
el examen de conciencia.
Congregación En nuestro medio tiene dos sentidos diferentes según aparezca
en contexto católico o evangélico. En el mundo católico se usa como sinónimo
de las órdenes religiosas. En el lenguaje evangélico se
D
Dones del Espíritu Santo: sabiduría, entendimiento, consejo, fortaleza, ciencia,
piedad y temor de Dios.
E
Esperanza: Virtud por la que deseamos y esperamos de Dios con una firme
confianza la vida eterna y las gracias para merecerla.
Eclesiología: Parte de la teología sistemática que se dedica al estudio teológico
de la Iglesia en su concepto más amplio y genérico.
Evangelizar: Consiste en anunciar la Buena Nueva del Evangelio, por medio del
testimonio, a los hombres situados históricamente, para que se conviertan y sean
liberados.
F
Fe: Virtud por la que creemos en Dios y creemos todo lo que él nos ha revelado y
que la santa Iglesia nos propone creer.
Fortaleza: Virtud que asegura, en las dificultades, la firmeza y la constancia en la
práctica del bien.
G
Gracia: Es el auxilio que Dios nos da para responder a nuestra vocación de llegar
a ser sus hijos adoptivos. Nos introduce en la intimidad de la vida trinitaria.
Gracia santificante: Es el don gratuito que Dios nos hace de su vida, infundida
por el Espíritu Santo en nuestra alma para curarla del pecado y santificarla. La
gracia santificante nos hace "agradables a Dios". Los carismas, gracias
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DOSSIER: Iglesia y Sacramentos
GLOSARIO
especiales del Espíritu Santo, están ordenados a la gracia santificante y tienen
por fin el bien común de la Iglesia. Dios actúa así mediante gracias actuales
múltiples que se distinguen de la gracia habitual, permanente en nosotros.
H
Herejía Contrariamente al sentido del cisma el término hace referencia a los
contenidos mismos de la fe y al rechazo de una verdad que la iglesia
consideracomo fundamental para su identidad y doctrina.
La palabra en la historia de la iglesia tiene una connotación muy negativa.
Con la distancia que ofrece el tiempo vale la pena interrogarse para saber en qué
medida ciertas herejías o heréticos contenían aspectos importantes para la fe
pero amenazaban determinada organización eclesiástica.
J
Justicia: Virtud que consiste en la constante y firme voluntad de dar a Dios y al
prójimo lo que les es debido.
L
Ley: Necesariamente con el poder dentro de ella. Es el mandamiento nuevo:
amar como el mismo Cristo nos amó (cf. Jn 13, 34) esta es la ley nueva del
Espíritu (Rm 8; Ga 5, 25).
La Iglesia, Cuerpo de Cristo: Jesucristo es siempre el Señor y la Cabeza de su
cuerpo que es la Iglesia: Él la dirige y llena de vida por el Espíritu y el misterio
apostólico. Ella no deja de vivir de la gloria y amor de su Señor. En la primera
carta a los Corintios, Pablo dice que Cristo es un cuerpo con muchos miembros
distintos que se necesitan mutuamente, que deben mantenerse unidos y actuar
en estrecha armonía (cf. Rom. 12,4-9), compartiendo sufrimientos y honores (1
Cor 12, 26) y protegiendo a los más débiles y pobres (1Cor 12, 22-25)
M
Matrimonio: Es un sacramento que da a los esposos la gracia para amarse
santamente y educar cristianamente a sus hijos, estableciendo entre ellos una
santa e indisoluble unión. El matrimonio es llamado con diversos nombres que
dan a conocer más intimamente su naturaleza. Se llama a) matrimonio, del latín
matris munium = oficio de la madre; por cuanto sobre ella recae principalmente la
procreación y educación de los hijos. b) Nupcias palabra derivada del verbo
latino núbere, que significa cubrir con un velo; expresa la importancia que da la
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GLOSARIO
Iglesia a la práctica de la modestia por los esposos. c) Yugo nupcial, de donde
proviene la palabra cónyuges que se da a los contrayentes y significa una carga
que ambos deben llevar. d) Esposo, del latín “sponsus”, que deriva del spóndere =
prometer, obligarse: indica el pacto que existe entre los casados.
Misterio y sacramento: “La palabra mistetio” procede del término griego
“mysterion”. Cuando “myterion” aparece en la Biblia quiere expresar el plan que
Dios tiene para liberar al ser humano de todo que le causa dolor e impide su
felicidad. Este plan de salvación ha estado oculto a lo largo de los siglos y se
manifestó en la persona de Jesucristo (Rom 16,25-26). Al traducir “mysterion” al
latín se emplea la palabra “sacramentun”, de la que se deriva sacramento.
Inicialmente, pues, misterio y sacramento son palabras sinónimas, pero el paso
del tiempo va ha desplazar el significado de sacramento hacia las realidades que
hacen presente el misterio, el plan de Dios. Por lo tanto “misterio” es el término
que designa el plan por el que Dios quiere salvar a la humanidad y “sacramento”
el signo o realidad que lo manifiesta y lo contiene.
Ministro ordenado: Se refiere a un ministro particular y específico dentro de
la multiplicidad de ministerios relacionados con todos los dones y carismas que el
Espíritu Santo otarga a las y a los creyentes mediante el bautismo. El ministro
ordenado está relacionado con funciones específicas al interior de la comunidad
cristiana pero no
O
Ofensas al matrimonio: El adulterio y el divorcio, la poligamia y la unión libre son
ofensas graves a la dignidad del matrimonio.
P
Pecado: Es una palabra, un acto o un deseo contrarios a la ley eterna. Es una
ofensa a Dios. Se alza contra Dios en una desobediencia contraria a la obediencia
de Cristo. El pecado es un acto contrario a la razón. Lesiona la naturaleza del
hombre y atenta contra la solidaridad humana. La raíz de todos los pecados está
en el corazón del hombre. Sus especies y su gravedad se miden principalmente
por su objeto.
Pecado grave: Elegir deliberadamente, es decir sabiéndolo y queriéndolo, una
cosa gravemente contraria a la ley divina y al fin último del hombre es cometer un
pecado mortal. Este destruye en nosotros la caridad sin la cual la bienaventuranza
eterna es imposible. Sin arrepentimiento, tal pecado conduce a la muerte eterna.
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GLOSARIO
Pecado venial: Constituye un desorden moral reparable por la caridad que deja
subsistir en nosotros. La reiteración de pecados, incluso veniales, engendra vicios
entre los cuales se distinguen los pecados capitales.
Prudencia: Virtud que dispone la razón práctica para discernir, en toda
circunstancia, nuestro verdadero bien y elegir los medios justos para realizarlo.
Q
Qahal, ekklesia: En los escritos de la literatura helénica antigua, el término
“ekkesia” designa a la asamblea que convoca la autoridad civil para tratar
problemas ciudadanos; al traducirse la Biblia al griego, “eklesia” tradujo la palabra
hebrea “qahal”, que en la escritura significaba la asamblea santa convocada por
Dios (Dt. 23,2-9) de esta manera una palabra que tenía en su origen un sentido
civil, pasa a determinar una realidad de carácter religioso.
O
Orden Sacerdotal
El orden sacerdotal es un Sacramento instituido por
Jesucristo que da la potestad de ejercitar los sagrados ministerios e imprime en
el alma del que lo recibe el carácter de misterio de Dios.
El sacramento del orden es único, pero se confiere en tres grados: Los obispos,
por el sacramento del Orden reciben la plenitud del sacerdocio y presiden las
Iglesias locales.(CCE 1555 - 1556)
Los presbíteros, por el sacramento del Orden participan del sacerdocio de Cristo,
cabeza de la Iglesia, y son por ello verdaderos sacerdotes que cumplen su
ministerio propio como colaboradores de los obispos. Presiden las parroquias y
comunidades cristianas. (CCE 1562 - 1568)
Los diáconos reciben el sacramento del Orden. Aunque éstos no son sacerdotes,
sí son verdaderos ministros de Cristo y de la Iglesia. Los diáconos son ordenados
para cooperar con los obispos y presbíteros en la liturgia, en la predicación de la
Palabra de Dios y en la atención a las necesidades materiales de la comunidad (
CCE 1569 - 1570).
P
Pastoral social
La Pastoral social es la aplicación del pensamiento social a la
evangelización de laSociedad en la que vivimos. Toda evangelización
auténticamente liberadora tiende a transformar las actuales relaciones personales
y estructurales, para crear una sociedad verdaderamente participativa y fraterna.
En este sentido, toda pastoral debe ser social.
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DOSSIER: Iglesia y Sacramentos
GLOSARIO
S
Superstición: Es una desviación del culto que debemos al verdadero Dios.
Desemboca en la idolatría y en las distintas formas de adivinación y de magia.
Sincretismo Resultado de una interpretación histórica de dos (o más) universos
religiosos.
Sacramentos Los sacramentos son signos visibles y eficaces de la gracia,
instituidos por nuestro señor Jesucristo para santificarnos. Sacramento es un
signo sensible instituido por Cristo, que comunica la gracia.
Sacramento de la Eucaristía: La Eucaristía es un sacramento que
contiene verdadera, real y sustancialmente el cuerpo, sangre, alma y
divinidad de nuestro señor Jesucristo. La palabra Eucaristía deriva del
griego y significa buena gracia y también acción de gracias. Se le ha dado
este nombre:
1. Porque la Eucaristía contiene dentro de sí al Cristo nuestro Señor que es la
2. verdadera gracia y la fuente de todas las gracias; los demás sacramentos
no tienen al autor de la gracia; la Eucaristía, sí. 2. Por que Jesús antes de
instituir este dio gracia a su Eterno Padre. 3. Porque es el medio más
eficaz para dar gracias a Dios del beneficio de la redención y de todos los
dones con que de continuo nos enriquece.
Sacramento de la Penitencia
El sacramento de la Penitencia, también se llama confesión. Es instituido por
Jesucristo para perdonar los pecados cometidos después de Bautismo. Es un
encuentro gozoso de reconciliación. En él intervienen siempre tres sujetos que
lo configuran como sacramento: Dios, que busca, salva y renueva a la persona; la
Iglesia, que hace visible e su seno el encuentro de reconciliación y la persona
que acoge en su propia vida el don de la reconciliación.
Sacramento de la Unción del enfermo
La Unción del enfermo es un sacramento que se administra a los enfermos para
mayor bien de su alma y para la salud del cuerpo.A través del sacramento de la
Unción, la Iglesia se dirige al Señor par pedir la salvación y el alivio de sus
miembros enfermos, así como la fortaleza para aquellos que afrontan la debilidad
de la vejez (CCE 1520). Por la Unción, el enfermo y el anciano se ven
fortalecidos en su fe porque se hace patente la relación profunda que su situación
guarda con la muerte y
resurrección de Jesucristo (CCE 1521). Este
sacramento perdona los pecados de aquel que lo recibe, haciendo presente la
misericordia de Dios (CCE 1520). La solidaridad y el servicio a la Iglesia para
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GLOSARIO
con sus enfermos y ancianos se concentra litúrgicamente en los gestos que se
realizan en este sacramento.
Servicio
Es la acción que, fundamenta en el carisma recibido, se desarrolla a favor de la
comunidad cristiana y de las personas con las que se comparte la vida. Este
servicio se puede realizar de forma ocasional, espontáneo, o de una manera más
institucionalizada y estable.
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