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Transcript
P O R TA D A
El regreso a la sencillez
de la fe católica
por Giovanni Cubeddu
os reunimos con el cardenal Donald Wuerl, arzobispo de Washington, el
29 de junio en el centro pastoral
de la diócesis.
N
Eminencia, es usted el obispo de la diócesis de una capital muy importante, que sigue
siendo la “capital del mundo”.
Leyendo sus cartas pastorales
uno se asombra de que se dirija usted siempre a las personas que se han alejado. Parece como si este fuera su principal empeño.
DONALD WUERL: En eso
consiste la nueva evangelización, y
ese es el motivo por el que en la archidiócesis de Washington hemos
hecho de la nueva evangelización
nuestro objetivo. Es el cristal a través del cual queremos ver todo lo
que hacemos, invitando a la gente
a volver a la fe e invitando a los jóvenes a comenzar a apreciar, comprender y vivir nuestra fe católica.
La razón por la que he escrito la
carta pastoral sobre la nueva evangelización el pasado año, Disciples of the Lord: sharing the vision (Discípulos del Señor: compartir la visión) fue precisamente la
existencia de una generación de
católicos que están bautizados pero no son practicantes. Se trata en
su mayoría de católicos que recibieron una catequesis bastante mísera durante los años setenta y
ochenta, y en parte también de los
noventa. En los Estados Unidos
hemos vivido un período en el que
no se prestaba mucha atención a
lo que se enseñaba, ni a los textos
de catequesis y teológicos que se
ofrecían para la instrucción de
nuestros jóvenes. El resultado es
que, junto con la influencia de la re34
30DIAS
volución cultural de los años sesenta y setenta, muchos católicos sencillamente han dejado de venir a la
iglesia. Se consideran católicos pero no participan en la vida de la
Iglesia. Cuando el papa Juan Pablo
II comenzó a hablar tan insistentemente de la necesidad de una nueva evangelización, y nosotros comenzamos a comprender lo importante que era invitar a la gente a
volver, y cuando luego el papa Benedicto XVI creó el Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, en esta archidiócesis decidimos que la evangelización iba a ser el centro de todos
nuestros esfuerzos. Queremos ase-
consecutivos. Sencillamente hemos hecho de manera que en la
comunidad quienquiera –católico,
no católico, quienquiera– supiera
que el sacramento de la confesión
es algo que los católicos hacen y
que en cada una de nuestras iglesias, cada miércoles de Cuaresma,
de 6,30 a 8,00 de la tarde, hay un
cura que espera escuchar las confesiones y decir “¡bienvenido de
nuevo!”. Así que hemos hecho publicidad en el metro, en la radio, en
los autobuses y en las vallas publicitarias de esta invitación a volver a
casa. Ahora, en otras diócesis del
país y en Canadá están tomando
también esta iniciativa.
El arzobispo
Donald Wuerl
visitando la escuela
de San Agustín,
febrero de 2010.
La escuela,
fundada en 1858,
es la más antigua
de Washington
para niños
afroamericanos
gurarnos de que quienes se han
alejado sean llamados a volver. Un
ejemplo es esta invitación al sacramento de la confesión que hemos
llamado “The light is on for you”
[La luz está encendida para ti, n. de
la r.]. En la tentativa de volver a
ofrecer el sacramento de la reconciliación hemos ofrecido la posibilidad de acercarse al sacramento de
la confesión en todas las parroquias de la archidiócesis durante la
Cuaresma, durante cinco años
Es usted muy inmediato y
concreto en sus catequesis. En
su carta pastoral God’s mercy
and loving presence (La misericordia de Dios y la presencia
amorosa) ha sugerido a los sacerdotes, a los religiosos y a
los laicos de la archidiócesis
que sigan con las confesiones
y también ha aconsejado al
pueblo que participe unido en
la adoración eucarística, siguiendo el ejemplo de san Al-
ESTADOS UNIDOS. Entrevista con el cardenal Donald Wuerl
El Credo de los apóstoles, el sacramento
de la confesión, la adoración de la Eucaristía,
la invitación a los que se alejaron a que vuelvan
a la Iglesia. Conversación con el arzobispo
de Washington, cardenal Donald Wuerl
fonso María de Ligorio, a
quien cita en sus escritos. Es
como si dijera: «Los sacramentos son la respuesta».
Desde luego, y cuando los obispos de Estados Unidos nos reunimos hace algunos años, dijimos
que había que establecer prioridades para la Iglesia de nuestro país.
Y realmente la primera de las prioridades sobre la que todos estábamos de acuerdo es la evangelización y la catequesis sobre los sacramentos, devolver a la gente a los
sacramentos. Es algo de sentido
común... Jesús, el Verbo Encarnado, cuando se preparaba para volver al Padre en la gloria, estableció
una Iglesia que se le asemejara,
que fuera espiritual y visible, que
tuviera al Espíritu Santo, aunque
estuviera hecha de humanos. El
Concilio Vaticano II habla de la
Iglesia como del gran sacramento.
Jesús instituyó los sacramentos para que Él pudiera tocarnos y nosotros tocarle a Él. De todos estos
grandes momentos de encuentro,
en lo más alto está la Eucaristía. Jesús dijo: «Haced esto en memoria
mía». Y nosotros hemos comprendido que cada vez que lo hiciéramos, Él estaría con nosotros. Creo
que nuestros jóvenes se dan cuenta de que esto no es solamente fácil, sino también verdadero. Lo
que hoy les pedimos a nuestros jóvenes es dar la respuesta de Pedro
cuando Jesús les preguntó a los
discípulos: «¿Vosotros quién decís
que soy yo?». Esta es la pregunta ¬
El cardenal Wuerl en la Basílica del
Santuario nacional de la Inmaculada
Concepción de Washington
Biografía
N
acido en Pittsburgh, Pensilvania, hace 71 años, Donald
William Wuerl es ordenado sacerdote en 1966, tras estudiar, entre otros centros, en el Pontifical North American College, el seminario americano de Roma. Es nombrado obispo en
enero de 1986 por el papa Juan Pablo II. Tras dos años en Seattle, se le destina a su ciudad natal. En 2006 Benedicto XVI lo elige para la archidiócesis de Washington. En 2008 el arzobispo
Wuerl aloja al papa Benedicto durante su viaje apostólico a Estados Unidos, y en el consistorio de noviembre de 2010 es creado cardenal. El pasado mes de mayo tomó posesión de la Basílica de la que es titular en Roma, San Pedro en Víncoli.
Benedicto XVI impone la birreta cardenalicia a Donald
Wuerl con motivo del Consistorio del 22 de noviembre
de 2010 en la Basílica de San Pedro del Vaticano
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P O R TA D A
que dirigimos a nuestros muchachos: «Vosotros quién decís que es
Jesús?». Simón Pedro respondió:
«Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios
vivo». Estamos ayudando a nuestros jóvenes a hacer la misma profesión de fe –a decir a Jesucristo
«tú eres el Hijo de Dios, yo creo en
ti»–. Y nos damos cuenta de que
nuestros jóvenes responden. No es
complicado. Cuando Jesús hablaba no era difícil de comprender. En
mi opinión sucede que la respuesta
de fe termina quedando envuelta
en parámetros que son mundanos.
Por eso nuestros jóvenes hoy nos
están pidiendo: «Habladnos de Jesús, habladnos de su Evangelio».
En su carta pastoral de
2007, God’s Mercy and the
Sacrament of Penance [La
misericordia de Dios y el sacramento de la penitencia],
recuerda usted que la «nueva
creación» es sencillamente un
hombre que es redimido.
San Pablo nos dice que la batalla dentro de nosotros es entre el
hombre viejo que quiere seguir resistiendo y el hombre nuevo, la
nueva creación que se manifiesta,
el hombre en gracia, el hombre
que es redimido por la gracia. ¿No
es acaso precisamente eso lo que
Jesús vino a hacer? Recomponer
todo lo que estaba roto. La nueva
creación, la creación de gracia, es
el Reino –la presencia de Dios, de
la paz, del amor, de la justicia, de la
compasión, de la curación–. La
nueva creación comienza por cada uno de nosotros en el bautismo. Cada uno se convierte en el
bautismo en criatura de la nueva
creación. Solo que la vieja creación sigue luchando para retenernos en sus manos y la nueva creación trata de romper una brecha
en todo esto. Cada uno de nosotros es un ciudadano del Reino. Y
el Reino viene precisamente ahora, cada vez que un creyente, alguien que sigue a Cristo, actúa en
la benevolencia, en el amor, en la
verdad y en la justicia. Todas las
acciones que hacen visible la presencia de Cristo en nosotros son
lo que hace que exista el Reino.
Una vez un hombre que se me presentó como ateo me dijo: «¿Qué es
lo que trae al mundo la gente como vosotros?», entendiendo por
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«gente como vosotros» a la Iglesia.
Le respondí: «¿A qué se parecería
el mundo si durante los siglos pasados, durante los milenios pasados, no se nos hubieran enseñado
los diez mandamientos, si no se
nos hubiera dicho que debemos
tratarnos los unos a los otros con
dignidad, si no nos hubieran dicho
que estamos llamados al amor recíproco y al cuidado del último de
nuestros hermanos? ¿Cómo cree
que hubiera sido el mundo». Y él
replicó, cosa que habla en su honor: «Hubiera sido un desastre».
«vivimos en una sociedad cada
vez más secularizada y materialista», por otro lado, están
las minorías hispánicas, de color y asiáticas que son portadoras de un enfoque diferente...
Entre las cosas que reconocemos y que el papa Benedicto XVI
nos recordó con su venida aquí hace tres años, en 2008, pienso que
están las tres barreras a la proclamación del Evangelio en los Estados Unidos, que son el secularismo, el materialismo y el individualismo. Todo ello es cada vez más
A la izquierda, el cardenal Wuerl rezando
ante las cadenas de san Pedro, guardadas
en la Basílica romana de San Pedro
en Víncoli, con motivo de la toma
de posesión, el domingo 8 de mayo
de 2011; abajo, el cardenal
con dos hermanas, a su llegada
para la misa de Pascua en la Basílica
del Santuario nacional de la Inmaculada
Concepción de Washington,
el 24 de abril de 2011
Todas estas son señales del Reino
abriendo brecha en el mundo.
Una de las alegrías de ser obispo
es que has de moverte por toda la
diócesis. En las parroquias de esta
Iglesia local veo gente que vive su
fe y que intenta seguir a Cristo
criando a sus hijos, intentando
ayudar a sus hijos a que sigan el camino de Cristo. Se ven personas
que cuidan de los ancianos y los
enfermos, que se acercan a los
que tienen necesidad, intentando
hacer todo lo que Jesús dijo.
Los católicos viven también
en EE UU entre fuerzas que a
menudo se contraponen. Por
un lado, como recuerdan los
obispos estadounidenses en el
documento In support of Catechetical Ministry (En apoyo
del ministerio del catecismo)
evidente en nuestra cultura. Mucho
de lo que se nos propone como cultura americana está creado por las
industrias del entretenimiento y la
información. Cuando uno está con
la gente, en las parroquias, en el
mundo donde las personas trabajan, ve que conservan todavía muchos de los valores de base. Raramente oímos hablar de ello en los
medios de comunicación. Esos valores se censuran. Todo lo que tenga que ver con la religión, la fe, la
espiritualidad de la gente se censura y nos atreveríamos a pensar que
lo que vemos en la televisión o escuchamos por la radio o leemos en
los períodos es todo. No lo es. Pero
por otro lado, como sugería usted,
también tenemos a todos estos inmigrantes que llegan. En esta archidiócesis celebramos misa en veinte
ESTADOS UNIDOS. Entrevista con el cardenal Donald Wuerl
A la izquierda, el arzobispo de Washington, Donald Wuerl, al finalizar un encuentro de oración en la Old Saint Mary's Catholic Church;
a la derecha, en el Verizon Center para celebrar misa con veinte mil jóvenes con motivo del encuentro anual por la vida, en enero de 2010
lenguas distintas cada fin de semana... ¡veinte! Es una bendición este
reflejo de la Iglesia universal, en esta capital de Estados Unidos. Los
inmigrantes traen consigo la riqueza de la fe. Muchos de ellos traen
consigo un sentimiento de comunidad y de familia tan dramáticamente necesario en nuestros Estados
Unidos secularizados. Estamos
asistiendo a la introducción de lo
que se define el “matrimonio homosexual”, como si el matrimonio
no fuera ya la realidad verificable
de un hombre y de una mujer que
se unen, prometiendo vivir juntos,
engendrar y criar hijos. Los inmigrantes traen consigo un sentimiento de comunidad y de comunión eclesial. Su experiencia de la
fe es una experiencia que incluye a
la Iglesia y por consiguiente a la
doctrina cristiana, la tradición
apostólica y a los obispos como sucesores de los apóstoles. Esto se
aparta de la herencia protestante
arraigada en los Estados Unidos según la cual «Jesús es mi salvador, y
no hay necesidad de nada más». La
Iglesia católica siempre ha dicho,
en cambio, que «Jesús instituyó
una familia, una familia de fe». Parte de la tarea que tenemos frente a
nosotros, tras la afluencia de los inmigrantes, es la necesidad de apoyar los valores tradicionales de la
familia y de la comunidad.
En el documento antes citado los obispos estadounidenses subrayan que los valores
democráticos son una cosa, y
que otra cosa es la fe católica.
Teniendo presente esta clara
distinción, ¿cómo se relaciona
con los poderes civiles?
Pienso que hay un par de cosas
que hay que tener presentes. La primera: esta es una sociedad democrática y pluralista. La segunda: que
como obispo de la Iglesia católica
tengo un mensaje que llevar a esta
sociedad democrática y pluralista.
En la ceremonia de la toma de posesión de la diócesis, hace cinco años,
dije en la homilía que parte de la responsabilidad de la Iglesia en la capital de nuestra nación, en esta “capital del mundo”, es anunciar el Evangelio en medio de todas las demás
voces. No condenamos las otras voces sino que esperamos tener la libertad de hacer oír nuestra voz. Mi
experiencia en Washington es que si
uno está preparado para el diálogo,
para discutir y escuchar, entonces a
veces tiene la posibilidad de llevar el
Evangelio dentro del debate. Es muy
importante para la Iglesia estar presente. Ha de estar presente en los
esfuerzos actuales que caracterizan
al ambiente político, social y cultural.
Hemos de ser solo fieles a nosotros
mismos. Hemos de ser fieles al
Evangelio, claros a la hora de decir lo
que es y lo que no es, lo que es justo y
lo que es equivocado. Un ejemplo de
ello es la voz de la archidiócesis en
los movimientos por la vida, motivo
por el que estamos tan orgullosos de
celebrar cada año una reunión de jóvenes y la misa por la vida. El año pasado había treinta y cinco mil chicos,
veinte mil en la misa en el Verizon
Center, diez mil en el D. C. Armory y
otros cinco mil en las iglesias de toda
la archidiócesis. Mediante las voces
de todos estos jóvenes la Iglesia decía sencillamente, en el mundo político en el que vivimos, que la vida humana es un don de Dios.
En su país prosiguen los debates sobre la reforma sanitaria. La Iglesia católica no puede apoyar a quienes favorecen
el aborto, pero esto es bien
distinto a oponerse a una ley
que garantiza la asistencia social y sanitaria a personas que
nunca podrían permitírsela. A
veces parece que la Iglesia católica de Estados Unidos está
comprometida solo en la batalla pro life (por la vida), en una
batalla contra el gobierno.
Esta es la manera en la que a veces se pinta a la Iglesia católica, como si estuviera interesada solo en
el proyecto de abolir el aborto.
Además del gobierno, en los Estados Unidos quienes más ayuda sanitaria ofrece es la Iglesia católica.
Estamos en todos los niveles de la
asistencia sanitaria, de la administración del servicio social, del cuidado de los sin casa, dando sustento a los pobres mediante los bancos de comida y la distribución en
las parroquias. También somos,
después del gobierno, la mayor entidad dedicada a la instrucción, especialmente de los pobres y los necesitados. La Iglesia católica está
comprometida en todo lo relacionado con el mandamiento que Jesús nos dio de dar de comer al
hambriento, de dar de beber al sediento, de vestir al desnudo y visitar a los enfermos y prisioneros.
Lo estamos haciendo. Pero nun- ¬
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ca se nos presenta de este modo,
no nos dan ningún reconocimiento. En 2007 los obispos americanos publicaron un documento llamado Faithful citizenship (Ciudadanía fiel), que es una guía para los
católicos que entran en el proceso
electoral. Creo que aquel texto
contiene una enseñanza muy sólida. Y ha gozado del unánime apoyo de los obispos estadounidenses. Faithful citizenship les dice a
los católicos y a quien lo lea que
existe un amplio abanico de temas, y que hay que considerarlos
todos. Jesús nos pide que cuidemos de la mujer cuando da a luz a
su hijo, y que luego los asistamos a
los dos, como también que cuidemos a los ancianos y a quien necesita asistencia. Todas estas cosas
forman parte del gran cuadro de
referencia del servicio de la justicia
social católica.
Iglesia y Jesús son una cosa sola.
Cuando Saulo preguntó: «¿Quién
eres tú?», la voz le respondió: «Yo
soy Jesús, a quien tú persigues».
La Iglesia y Cristo son una cosa
sola. Pablo fue el trámite de
aquella revelación. Esta mañana,
celebrando misa, he dicho que
no se pueden festejar a los santos
Pedro y Pablo sin reconocer que
tenemos un vínculo con Roma.
Cuando tuve el gran privilegio de
tomar posesión de la iglesia titular de San Pedro en Víncoli de
Roma, recordé a las personas
presentes que todos tenemos un
vínculo especial, todo católico
tiene un vínculo con Pedro. Lo
tenemos porque él es la piedra de
toque de nuestra fe. Hoy vive,
hoy lleva el nombre de Benedicto
y es Pedro a quien nos dirigimos
cuando queremos saber qué nos
dice hoy Jesús.
los que estaba comenzando la renovación total de la Iglesia.
En uno de sus artículos escribía usted recientemente: «No hace mucho tiempo, al terminar la
misa de Pascua, un hombre se
me acercó para preguntarme si
realmente yo quería afirmar lo
que había escuchado en la homilía: “Usted ha dicho que Jesús
resucitó en su cuerpo, no únicamente en su mensaje”».
Resucitó. En algunas escuelas
puede que la gente haya aprendido
que la resurrección era más bien una
manera de hablar, y que Él resucitó
en el sentido de que tenía capacidad
para influir. Nosotros decimos: «¡No,
no! Resucitó en Su cuerpo». Una vez
en la universidad uno de mis estudiantes me dijo: «Afirma usted que
Jesús resucitó de entre los muertos».
«Sí, porque es lo que nos enseña la
Iglesia», respondí. Y él replicó: «Bue-
A la izquierda, el cardenal Wuerl
con los padres franciscanos
del Franciscan monastery of the Holy
Land de Washington; a la derecha,
un joven discapacitado recibe
la bendición del arzobispo al terminar
la “misa blanca” en la Catedral
de San Mateo apóstol de Washington
en octubre de 2010.
Personas con necesidades especiales,
junto a familiares y amigos,
participan en esta misa que toma
el nombre del color del hábito bautismal
Hoy es la fiesta de los santos Pedro y Pablo. Esta mañana, en la misa matinal del
Franciscan monastery of the
Holy, aquí en Washington, he
escuchado al sacerdote decir
en la homilía que el Señor sacó
a dos grandes santos de dos
personalidades improbables:
un pescador y un perseguidor.
Es el modo de trabajar del Señor. Quién hubiera dicho... que
la roca sobre la que Cristo iba a
construir su Iglesia sería un tosco
e impetuoso pescador... Y sin
embargo, con la gracia de Dios
se convirtió en la roca sobre la
que descansa la Iglesia. Y estaba
Pablo, que perseguía a la Iglesia,
y con la gracia de Dios se convirtió en el canal para revelar que la
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Como arzobispo de Washington, ¿a qué experiencia le
tiene más cariño?
Para mí, el rasgo más gozoso de
la Iglesia es hoy darse cuenta que
estamos en el centro de una nueva
evangelización. Nos parecemos a
la Iglesia del principio, que sale a la
calle y le dice a la gente por primera
vez quién es Jesús. Él ha resucitado, está con nosotros. Hoy mucha
gente está escuchando esto por primera vez. Creen que ya lo han oído
y que ya lo saben, pero en realidad
lo están escuchando quizá por primera vez. La emoción es que hoy la
Iglesia se abre a un futuro totalmente nuevo, y es un motivo para estar
contento. Dentro de cincuenta
años la gente mirará hacia atrás y
quizá dirá que aquellos eran días en
no, pero usted quiere decir que en su
cuerpo...». «Sí, en esto consiste la resurrección», dije. Él no sabía que la
Iglesia cree en esto. Ahora lo sabe.
Estoy contento de contarles a los jóvenes quién es realmente Jesús. Todo aquello que necesitamos es el
Credo de los apóstoles. Cuando estoy en Roma siempre me alojo en el
Pontificio Colegio Norteamericano,
porque fue mi seminario y es allí
donde siguen yendo los seminaristas
de Washington. Cada vez que voy
llevo a todos los seminaristas de
Washington a la Basílica de San Pedro. Decimos misa a las 7 de la mañana, luego subimos de la cripta y
nos colocamos frente al altar de la
confesión para rezar todos juntos el
Credo de los apóstoles. Y yo les digo: «Este es el lugar justo».
q