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PPersonalidad C_9º
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CAPITULO 9º : PERCEPCIÓN DE AUTOEFICIENCIA
1. INTRODUCCIÓN.
En la medida en que el individuo interprete su fracaso como indicativo de su
incompetencia y que además tal fracaso se produce en un ámbito importante para
el desarrollo de los planes y proyectos que se ha trazado en las diversas esferas
de su vida, es esperable que las consecuencias sean más negativas.
En la mayoría de las circunstancias en que se desarrolla la vida diaria de los seres
humanos podemos encontrarnos con una gama realmente extensa de alternativas de
respuesta posibles, así como de diferencias individuales en el empleo de unas u
otras alternativas.
2. CONCEPTUALIZACIÓN Y MEDIDA.
Identificado el individuo como dotado de un conjunto de habilidades y
competencias, desde las que se relaciona con su entorno, pero sin depender
plenamente de él, y puede dirigir su conducta, la disponibilidad de estos recursos
es condición necesaria, pero no suficiente, para explicar la conducta.
Entre los factores que modularían el modo en que estas competencias se traducen
en conductas específicas, la manera en que el individuo opta por una forma u otra
de comportamiento, ocupa una posición central la percepción de autoeficacia, la
confianza en que se poseen los recursos apropiados para hacer frente a las
diversas situaciones que podamos encontrar.
2.1
Conceptualización.
En 1978, Bandura definía la expectativa de autoeficacia como “la convicción de que
uno puede ejecutar con éxito la conducta requerida para producir unos
determinados resultados,..., las expectativas de competencia personal afectan
tanto la iniciación como la persistencia de la conducta”.
Dos notas más para entender la definición:
a) la percepción de autoeficacia supone el juicio acerca de la capacidad que
uno cree tener para realizar algo, no es una cualidad estructural del
individuo, algo que le caracteriza y define de manera más o menos general,
sino la percepción de uno mismo como con recursos suficientes para hacer
frente a la situación específica al a que uno se enfrenta.
b) Esta creencia tiene un carácter multidimensional y contextual, la percepción
de capacidad para hacer dependerá del tipo de problema al que uno se
enfrenta y del contexto en que el afrontamiento se produce.
Desde esta perspectiva cabe esperar que el individuo evite aquellas situaciones
ante las que duda de su propia capacidad para hacerles frente con éxito.
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La iniciación y persistencia en la conducta van a venir, de esta manera,
esencialmente condicionadas por la confianza que la persona tenga en su propia
competencia.
La confianza o dudas en la propia competencia como director de la propia conducta,
como solucionador de problemas, determinará en gran medida el tipo de situaciones
y escenarios de conducta a los que uno se acerca o evita.
Relación con otros conceptos.
Un par de conceptos aparecen en la literatura sobre autocontrol y autodirección de
la conducta estrechamente relacionados con la confianza en la propia competencia.
Como en el caso de las “expectativas de resultados” y las “expectativas de control
sobre los refuerzos”.
En el primer caso se hace referencia a la creencia que uno puede tener acerca de
la probabilidad de que determinados resultados sigan a una conducta. Mientras que
por “expectativas de control sobre los refuerzos” se hace referencia a la creencia
sobre la propia responsabilidad sobre las consecuencias que siguen a nuestros
actos; en este caso y sobre la base del factor o lugar en que uno ubica la
responsabilidad sobre los resultados de nuestra conducta, se habla de
“expectativas de control interno”, cuando se estima que los resultados obtenidos
se deben directamente a la conducta, mientras que si se cree que los resultados no
se deben esencialmente a la conducta sino a otros factores ajenos a la misma,
hablaremos de “expectativas de control externo”.
Son conceptos bastante próximos, aunque se refieren con claridad a fenómenos
distintos: en un caso se trata de la confianza en la propia capacidad para afrontar
situaciones (autoeficacia); y en otro, de la percepción de asociación entre a
conducta y las consecuencias que le siguen (expectativa de resultados); mientras
en el tercer caso, estamos refiriéndonos a la ubicación, adscripción, de
responsabilidad sobre esos resultados (expectativa de control sobre los
resultados).
2.2
Diferencias individuales y evaluación.
Las personas difieren a lo largo de las tres dimensiones que caracterizan a la
expectativa de autoeficacia: nivel, generalidad e intensidad.
a) Nivel: las personas pueden diferenciarse unas de otras en función del
volumen de demandas situacionales a las que uno cree poder dar respuesta
eficazmente. En este sentido, si deseamos evaluar percepción de
autoeficacia deberíamos emplear un instrumento que permitiese valorar
hasta qué nivel de demandas uno se siente con capacidad para afrontar la
situación.
b) Generalidad: se pueden presentar diferencias individuales en función del
carácter generalizado o específico de la imagen que uno tiene de s mismo
como competente. Así, podemos encontrarnos con personas que realmente
se sienten capaces de hacer frente con posibilidades de éxito a cualquier
reto. Lo frecuente, es que las personas se diferencien unas de otras, no sólo
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en el nivel general de confianza que tienen en su capacidad para hacer
frente a las diversas demandas que nos hace la realidad físico-social, sino
en el tipo de situaciones ante las que se sienten más o menos competentes.
Un individuo puede sentirse seguro en situaciones que requieren habilidad o
fuerza física y en las que debe relacionarse con otras personas, pero no en
situaciones académicas o relacionadas con la salud.
Teniendo en cuenta, por un lado, que la conducta no ocurre en el vacío, no
depende exclusivamente de las características del individuo, y por otro, el
carácter multidimensional y contextual de la expectativa de autoeficacia,
¿qué aspecto conviene tener en cuenta para predecir y explicar la conducta
de un individuo, su nivel general de autoconfianza, o el grado en que se
siente competente para hacer frente a las exigencias concretas de la
situación en la que queremos predecir su conducta? La relevancia explicativa
del carácter específico o generalizado de las expectativas vendrá
condicionada por el grado de ajuste existente entre tales expectativas y las
características y requerimientos de la situación en que se va a desarrollar
la conducta.
Este tipo de expectativas generalizadas sería el adecuado para entender la
conducta de una persona ante una situación nueva.
c) Intensidad: las personas pueden diferir en la intensidad y seguridad con que
mantienen la convicción en la propia capacidad para hacer frente a las
diversas situaciones. El efecto más estrechamente asociado a la fuerza y
seguridad con que se mantiene la confianza en la propia competencia es la
persistencia de la conducta. Cabe esperar que una persona mantendrá más
firmemente la conducta dirigida al logro de los objetivos proyectados,
mientras más sólida sea la seguridad que tenga en que posee los recursos
suficientes y apropiados para su consecución. Este efecto se apreciará con
mayor claridad ante experiencias frustrantes, que parecerían desconformar
sus expectativas. En tales circunstancias, las personas con expectativas de
autoeficacia poco sólidas tenderán a abandonar la tarea, mientras que
aquellas otras que se sienten seguras de su propia competencia, cabe
esperar que mantengan e incluso incrementen el esfuerzo por hacer frente
a la situación.
3. ORIGEN Y DESARROLLO.
En el curso de su desarrollo, la persona va estructurando la percepción de sí mismo
como poseedor de recursos adaptativos, a partir de la información que recibe,
básicamente, por estas cuatro vías: la propia experiencia como solucionador de
problemas, la observación de la conducta de los demás, las distintas formas de
presión e influencia social, e indicadores fisiológicos.
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Experiencia personal.
Probablemente la más significativa fuente de información sobre la propia
competencia sea la experiencia acumulada de éxitos y fracasos. La regularización
exitosa de una conducta, ante la que uno no se sentía suficientemente seguro,
tenderá a incrementar la sensación de dominio sobre la misma; por el contrario, la
experiencia de fracaso en esas mismas circunstancias, probablemente tendrá como
efecto minar aún más la confianza que el individuo tenía en su propia capacidad.
La medida en que la gente alterará su percepción de autoeficacia a partir del
feedback que recibe de su ejecución en una situación concreta, dependerá de
factores tales como el nivel de dificultad del problema afrontado, la cantidad de
esfuerzo invertido, la cantidad de ayuda externa recibida, las particulares
circunstancias en que se desarrollo la conducta, así como el estado físico y/o
psíquico por el que atravesaba el individuo al desarrollar la conducta objeto de
evaluación.
Un dato más a tener encuentra a la hora de analizar el efecto que sobre la
percepción de competencia puede tener el feedback sobre nuestra propia conducta
en situaciones diversas, es el momento de la secuencia comportamental en que se
produce la experiencia de éxito o fracaso. La hipótesis es que el efecto de la
experiencia es más significativo cuando se produce ya en las primeras fases de la
cadena de acontecimientos integrantes de cualquier conducta dirigida a una meta.
El efecto diferencial de la experiencia de éxito o fracaso tiende, a su vez, a ser
menos significativo en estadios avanzados de la secuencia conductual, en la medida
en que el individuo interpreta la experiencia en ese momento desde un nivel de
autoconfianza bastante más consolidado que en las fases más tempranas.
3.2
Experiencia vicaria.
Un segundo factor a tener en cuenta es la influencia de la observación de la
conducta de los demás. El mecanismo por el que la experiencia vicaria resulta
eficaz para provocar cambios en la percepción de autoeficacia del observador, sea
porque influye sobre la sensación de predictibilidad y controlabilidad de la
situación.
En una secuencia de modelado, puede observar diversas formas de desarrollar la
conducta temida, diversas reacciones posibles, estrategias diversas para hacer
frente a la reacción de los demás, etc.
Claro es que para que el modelado cumpla el papel descrito, es preciso tener en
cuenta otros factores que pueden modular significativamente sus posibles efectos.
Este es el caso de la similitud entre modelo y observador, o del modo en que el
observador interpreta la conducta del modelo.
En el primer caso, el valor de la conducta observada se incrementa, como vehículo
indoctor de cambio en el observador, mientras mayor es la similitud entre
observador y observado.
Otro tanto sucede si observamos que el modelo ha logrado realizar la conducta,
superar la situación, porque se ha esforzado en ello, algo que el observador piensa
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que puede hacer también. En este supuesto, la conducta observada tendrá mayor
valor como quía para el observador, que si la conducta del modelo se interpreta sólo
como debida a su habilidad o capacidad, algo que el observador puede pensar que no
tiene.
Se trata de factores que condicionan el significado informativo que sobre los
propios recursos y capacidades tiene la conducta observada.
3.3
Influencia social.
Otra fuente de información en la que pueden apoyarse las personas a la hora de
valorar la propia competencia, es la opinión y valoración que los demás hacen de
nuestra conducta. Esta información puede ser importante para corregir posibles
sesgos que el individuo ha introducido en la apreciación de la propia conducta.
Si parece claro que la opinión de los demás influye en el modo en que nos vemos a
nosotros mismos, también es cierto que no todas las opiniones son igualmente
relevantes. Para que este tipo de feedback sea eficaz, en primer lugar la fuente de
información nos debe merecer credibilidad y, en segundo lugar, no debe existir
excesiva discrepancia entre la información que nos da y nuestra propia valoración y
experiencia.
Cabe decir que tendemos a conceder mayor crédito a la valoración que otra
persona hace de nuestra conducta y capacidad cuando percibimos a la otra persona
como competente en la actividad o actividades en que nos está evaluando y
pensamos que nos conoce porque nos ha visto actuar en distintas ocasiones.
En todo caso, la opinión de los demás no parece incidir directamente en la
percepción de autoeficacia, sino en la medida en que sirve de estímulo para que la
persona ponga en marcha conductas que de otra forma tal vez no se hubiese
atrevido a intentar. Sería entonces la experiencia exitosa en estas conductas la
que facilitaría el cambio en las expectativas. Este es un aspecto importante a
tener en cuenta, por cuanto explicaría el mayor poder condicionante que suelen
tener las opiniones y valoraciones negativas que los demás hacen de nuestra
capacidad y competencia, en la medida en que pueda llevarnos a no intentar la
realización de conductas que podrían desconformar tales valoraciones.
3.4
Indicadores de activación fisiológica y emocional.
Por último, la percepción de la autoeficacia puede verse influida igualmente por la
interpretación que hagamos de los diversos indicadores fisiológicos de activación
emocional y del estado de funcionamiento del organismo. Así, si ante una situación
uno nota que se le acelera el ritmo cardíaco, y valora esta señal como indicativa de
que tiene miedo, puede pensar que es consecuencia de su incapacidad para hacer
frente a la situación. De igual manera, el nivel de autoconfianza puede verse
minado si uno interpreta el cansancio o fatiga que pueda sentir en un momento
determinado como índice de deterioro físico, más que como reflejo del esfuerzo
que ha estado realizando.
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En la medida en que esta información corporal se valore como señal de
vulnerabilidad personal, contribuirá a deteriorar el nivel de confianza en su propia
capacidad son que las personas afrontan las diversas situaciones. Al mismo tiempo
que el modo en que el individuo interpreta esta información puede ser modificada
por la información que sobre la conducta aporten otras fuentes, corrigiéndose en
consecuencia su incidencia sobre la percepción de la propia competencia.
4. PROCESOS MEDIACIONALES.
La percepción de autoeficiencia influye sobre la conducta desarrollada en los
diversos ámbitos de expresión comportamental, mediante su incidencia sobre
cuatro procesos psicológicos: cognitivos, motivacionales, afectivos y de selección,
condicionando el tipo de información que se procesa y el modo en que se procesa,
afectando el nivel motivacional con el que el individuo afronta y desarrolla
cualquier tipo de conducta; modulando el estado emocional con que se hace frente
a las diferentes situaciones; y finalmente, influyendo sobre el tipo de actividades
en lasque uno se empeña y en el tipo de escenario que uno elige para llevar a cabo la
conducta, o, evita porque cree que no posee recursos suficientes para atender con
expectativas de éxito las demandas que pueda plantear la situación.
4.1
Procesos cognitivos.
La expresión más clara de la influencia de la percepción de autoeficacia sobre
procesos cognitivos, la tenemos en su actuación sobre el modo en que el individuo
anticipa y hace planes para su futuro. Es de esperar que las personas con confianza
en sus recursos y capacidad de afrontamiento vean el futuro con mayor optimismo
y se propongan metas más ambiciosas.
Una vez que uno ha comenzado a realizar una actividad, ha emprendido el camino
hacia la ejecución de alguno de los planes trazados, el encontrarse con dificultades
y posibles fracasos se percibirá, de nuevo, de manera diferente en función del
grado de confianza que uno tiene en su capacidad para afrontar los problemas y
dificultades.
Aquello con poca percepción de autoeficacia tenderán a percibir tales problemas
como amenaza y confirmación de su incapacidad y potencialmente disminuirán el
nivel de exigencias con que se habían planteado la actividad e incluso pueden llegar
a abandonarla completamente.
Por el contrario, quienes están seguros de su capacidad y de que disponen de
recursos adaptativos suficientes, valorarán tales circunstancias como
contingencias esperables, que serán integradas como reto y desafío que servirá de
acicate para incrementar el esfuerzo y persistir en el desarrollo de las actividades
planificadas hasta alcanzar la meta.
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4.2
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Procesos motivacionales.
El resultado de los procesos cognitivos confluye en el establecimiento de la base
motivacional desde la que se activará la conducta. El individuo se fijará unos
objetivos, decidirá una u otra estrategia para alcanzarlos, pondrá en marcha la
conducta necesaria para ello, y finalmente, persistirá en el esfuerzo hasta el logro
de tales objetivos, en la medida que el objetivo sea valorado positivamente, se
esperen lograr los resultados proyectados, se tenga confianza en que tal objetivo
se puede lograr y se perciban las dificultades y posibles contratiempos que uno
pueda encontrar en el camino más como retos a superar que como amenazas que
pongan en cuestión el control que uno creía tener sobre la situación.
Hay que esperar que en el desarrollo de la conducta surjan obstáculos, sea
necesario mantener un determinado nivel de esfuerzo, se fracase en alguna
ocasión.
En tales circunstancias es preciso apelar a factores motivacionales para poder
entender y explicar el mantenimiento de la conducta pese a las dificultades con
que el individuo pueda encontrarse en su desarrollo.
También a este nivel la seguridad que el individuo tiene en su propia capacidad
resulta ser un importante factor modulador del comportamiento. Las personas con
mayor autoconfianza invierten mayor esfuerzo para lograr los objetivos que se han
propuesto alcanzar y persisten más en este empeño.
Cervone y Peaje llevaron a cabo un experimento en el que se analizó la relación
entre nivel de autoeficacia y persistencia en el desempeño de la tarea
experimental. Estos resultados indicarían que el distinto nivel de autoeficacia
inducido en los sujetos determinó en paralelo el grado de motivación con que se
enfrentaron a la tarea.
La percepción de autoeficacia condiciona el tipo de metas y objetivos que uno se
propone conseguir, favoreciendo que tales metas impulsen la conducta en la medida
en que uno confía en su capacidad para lograrlas. Al mismo tiempo, el individuo
autoeficaz se coloca metas más ambiciosas, tomando el grado en que las alcanza
como feedback diagnóstico de la propia capacidad. El grado de satisfacción o
frustración por el logro o no de la meta, incide sobre el nivel motivacional de la
conducta.
Un segundo elemento que influye en a motivación es la expectativa de los
resultados que uno percibe puede reportarle tal actividad. Cabe esperar que uno se
decida por y empeñe en aquellas actividades que uno anticipa reportarán mayores
beneficios.
Finalmente, la persistencia en la conducta y la cantidad de esfuerzo invertido en la
misma, vendrán estrechamente condicionados por el modo en que uno interpreta las
diversas contingencias que van surgiendo en el curso de la misma.
Una persona segura de sí misma, tenderá a interpretar el éxito como consecuencia
típica de su capacidad y esfuerzo. Si fracasa, tenderá a pensar que no se ha
esforzado lo suficiente, o no siguió la estrategia correcta, luego la solución estará
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en esforzarse más y/o ensayar nuevas vías a las que quizás no había prestado
suficiente atención.
Una persona con poca confianza en su propia competencia, tenderá a hacer
atribuciones internas, estables e incontrolables cuando fracasa, y externas,
incontrolables y estables o inestables en caso de obtener éxito.
El modo en que interpreta el resultado obtenido contribuye poco a mejorar la
valoración que tiene de sí mismo, y aporta escasos argumentos para esforzarse en
mejorar la solución ya intentada o buscar otras alternativas. La consecuencia
esperable en estas condiciones es que disminuya su nivel motivacional y abandone la
tarea, si se repiten tales experiencias negativas.
4.3
Procesos afectivos.
Una tercera vía por la que la percepción de autoeficacia incide sobre la conducta
es mediante el efecto modulador que ejerce el modo en que se reacciona a las
dificultades y contratiempos que uno puede encontrar en el desarrollo de cualquier
actividad.
¿Y cómo se produce este efecto?, el grado de confianza que uno tiene en la propia
capacidad condiciona el modo en que se percibe la situación. Así, una persona con
poca autoeficacia tenderá a percibir mayor cantidad de amenaza en el ambiente,
valorará más negativamente las posibles dificultades y sufrirá en mayor media y
con mayor intensidad la repercusión emocional negativa de este tipo de
valoraciones.
La disponibilidad de confianza en los recursos para hacer frente a las dificultades
facilita de manera significativa la superación de situaciones e crisis y las
posibilidades de adaptación a las nuevas circunstancias.
Este efecto amortiguador de la reacción emocional se produce porque el individuo
autoeficaz percibe menos amenaza en la situación y, por otro lado, de aplicación
incluso en aquellos casos en que su impacto emocional es menor porque el individuo
tiene confianza en su capacidad para atender las demandas que la situación le
plantea.
Uno de los ámbitos en el que más se ha estudiado el papel de la autoeficacia es en
el del tratamiento de pacientes fóbicos. La evidencia disponible indica con claridad
que la percepción de autoeficacia facilita significativamente la superación de este
tipo de trastornos.
Por otro lado, la percepción de autoeficacia permite reducir los niveles de
activación emocional negativa, al permitir al individuo frenar o cortocircuitar uno
de los disparadores más efectivos de la reacción afectiva negativa, cual es la
presencia de pensamientos rumiativos.
En muchas ocasiones no podemos evitar el tener que enfrentarnos a problemas y
dificultades, pero, sí depende de nosotros el magnificar tales dificultades y
expectativas, o ponderarlas en términos realistas y menos catastrofistas y, desde
luego, depende en gran medida de uno mismo el que tales acontecimientos se
mantengan activos y ocupen nuestra atención y pensamiento más tiempo del
necesario.
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Los datos disponibles también parecen indicar que las personas que desconfían de
su propia capacidad y recursos tienden a mantener activas este tipo de
experiencias mucho más tiempo que quienes confían en su capacidad para hacer
frente a las diversas situaciones con las que nos encontraremos diariamente.
4.4
Procesos de selección.
Finalmente, la percepción de autoeficacia condiciona el tipo de comportamiento y la
vida que uno desarrolla, en la medida en que afecta decisivamente al tipo de
decisiones que uno toma acerca del tipo de actividades a las que dedicarse, el tipo
de orientación que desea dar a su vida, el tipo de entorno social en que desea vivir,
etc. Mediante este tipo de decisiones uno configura en gran medida su trayectoria
vital, su proyecto de vida, lo que uno desearía lograr en la vida y lo que finalmente
consigue.
Lo importante en este caso es que este tipo de decisiones están muy influenciadas
por la percepción que uno tiene de sí mismo como persona capaz en esforzarse por
conseguir los objetivos y proyectos que a uno le gustaría alcanzar.
En función de esta autopercepción y confianza en la propia capacidad, uno toma
decisiones, decisiones que van a ir configurando el entorno social desde el que
proyectará nuevas decisiones, pero siempre teniendo en cuenta que en cada
decisión uno ha ido descartando opciones que podrían haberle llevado por
derroteros vitales muy distintos; y tales descartes tal vez no se hayan hecho por
falta de capacidad, sino por la percepción de que uno carecía de la misma o, al
menos, se dudaba de ello.
Esto es particularmente relevante en momentos de crisis.
5. EFECTOS DE LA PERCEPCIÓN DE AUTOEFICACIA.
Hoy día se dispone ya de suficiente evidencia como para poder afirmar que el tener
confianza en sí mismo, en la propia capacidad, es beneficioso en ámbitos tan
diversos como el rendimiento y el éxito en distintas tareas y actividades,
tratamiento del dolor, recuperación de intervenciones quirúrgicas,...
Esto no quiere decir que el tener confianza en sí mismo sea la solución a todos los
problemas, pero sí resalta la bondad de mantener esta confianza y la conveniencia
de potenciar su desarrollo como uno de los pilares nucleares de nuestro
funcionamiento psíquico y conducta adaptativa.
5.1
Ámbito educativo.
Uno de los resultados más sólidamente establecidos en este contexto es el que
indica que la percepción de autoeficacia favorece el rendimiento académico, este
efecto parece relativamente independiente del efecto asociado al nivel de
habilidad y capacidad objetiva del individuo.
Es muy importante disponer de la capacidad necesaria para atender los
requerimientos específicos de la tarea, pero este efecto de la capacidad puede
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mejorar significativamente, si, al mismo tiempo, un está convencido de que dispone
de tal capacidad y de que puede hacer uso de ella para solucionar eficazmente la
tarea. Este efecto se produce esencialmente mediante dos vías: a) por un lado,
mejorando el nivel motivacional con que se aborda la tarea, y b) cortocircuitando el
efecto de potenciales estados emocionales negativos activados por la tarea, por
otro.
5.1.1
Motivación académica.
La hipótesis general en este caso es que la percepción de autoeficacia influye
sobre la motivación, incrementándola, lo que se traduciría en la inversión de un
mayor esfuerzo por llevar a cabo la tarea y una mayor persistencia en la solución
de la misma, que llevaría a la obtención de mayores niveles de rendimiento.
En otras investigaciones se ha podido apreciar cómo este efecto facilitadormotivacional de la autoeficacia, ayudando a mantener y persistir en la conducta
cuando se presentan dificultades, parece generalizarse igualmente a otras tareas
nuevas y distintas a las que el sujeto ha estado realizando. Es decir, no se
produciría un incremento motivacional ligado exclusivamente a una tarea o situación
concreta, sino que parece producirse un efecto motivacional generalizado. De
hecho los sujetos parecen intentar mayor número de tareas.
Por otro lado, el efecto motivacional asociado a la percepción de autoeficacia
influye en el tipo de actividades que los sujetos eligen llevar a cabo. Este efecto de
la percepción de autoeficacia sobre la motivación es realmente fácil de observar
incluso en experiencias tan comunes como la tendencia a elegir aquel tipo de
actividad para la que se considera con mayor capacidad para llevarla a cabo con
éxito, aunque haya otras actividades alternativas que le atraigan más o susciten
mayor interés.
Parece que no basta “querer”, es preciso estar convencido de que se “puede” hacer
lo que uno desearía hacer.
5.1.2
Estado afectivo.
¿En qué medida contribuye la percepción de autoeficacia a manejar la ansiedad,
tensión y estrés que con frecuencia acompaña la realización de tareas académicas?.
En la medida en que disminuye o permitiese el control de estos estados
emocionales, el rendimiento podría verse mejorado significativamente.
Lo decisivo es la percepción de autoeficacia.
5.2
5.2.1
Ámbito clínico.
Trastornos fóbicos.
La percepción de autoeficacia condiciona de manera importante el modo en que se
reacciona ante las demandas de la situación, en la medida en que aquél viene
mediado no sólo por el modo en que se percibe la situación, sino también por la
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confianza que uno tiene en los propios recursos para hacerle frente. En este
sentido, tan ansiógeno resultará el percibir demasiadas demandas en la situación,
como el pensar que se es incapaz de afrontarla con posibilidades de éxito.
A nadie escapa el efecto depresivo y pesimista que puede tener la percepción de la
propia ineficacia. La reacción depresiva surge como consecuencia de la convicción
de que no poseemos control sobre lo que nos sucede.
El nivel de competencia con que uno se valora a sí mismo es un potente
determinante del comportamiento, mediante la influencia que ejerce sobre el modo
en que se categorizar e invisten afectivamente las demandas de la situación.
De esta manera, el nivel de autoeficacia percibida estaría condicionando la puesta
en marcha de uno u otro tipo de conducta.
Parece que la percepción de autoeficacia juega un papel central en el manejo de los
problemas fóbicos, mientras otras expectativas de resultado asociadas con la
conducta fóbica tendrían una contribución más bien secundaria.
Más aún, los efectos que el tratamiento producía en aquellas fobias que
dificultaban en mayor medida la vida del individuo, parecían transferirse a otras
fobias específicas presentes en el repertorio de conductas del individuo, pero que
no fueron tratadas directamente.
Lo importante de estos datos es que tal transferencia parece deberse igualmente
a la percepción de autoeficacia, que seguía mostrándose como el predictor más
potente del cambio terapéutico.
5.2.2
Otros problemas.
Pero no ha sido solo el campo más directamente clínico en el que se ha analizado el
efecto diferencial del nivel de autoeficacia percibida. Toshima, Kaplan y Ries
llevaron a cabo una serie de estudios con pacientes que sufrían obstrucción
pulmonar crónica, en los que se puso de manifiesto la contribución de la percepción
de autoeficacia a la mejora que en la condición física y psicosocial del paciente
parecía producir el programa de rehabilitación al que estaban sometidos.
Colman y Loring han venido realizando una serie de investigaciones sobre
estrategias de intervención orientadas a la mejora de la calidad de vida y manejo
de la enfermedad en pacientes con artritis crónica.
En líneas parecidas se orientan la importancia de la percepción de autoeficacia en
los programas de rehabilitación de pacientes que han sufrido un infarto de
miocardio.
5.3
Adaptación a situaciones estresantes.
La hipótesis en este caso es que en las situaciones de crisis, cuando se producen
cambios importantes en las condiciones de vida de una persona, el nivel de
autoeficacia que uno mantiene puede servir como factor protector, facilitando la
adaptación a las nuevas condiciones.
Se espera que n persona con una sólida confianza en su capacidad para hacer
frente a la nueva situación, sufrirá en menor medida las posibles consecuencias
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negativas potencialmente asociadas al cambio y se adaptará mejor y más
rápidamente que quienes dudan de sus capacidades.
Al análisis de esta hipótesis general dedicaron Jerusalem y Mittag una
investigación en la que se estudió la presencia de diferencias individuales en nivel
de estrés, ansiedad y salud subjetiva en función del nivel de autoeficacia
percibida, situación ocupacional y situación afectiva personal.
En resumen, los datos de esta investigación ponen claramente de manifiesto que,
tanto los factores personales como los ambientales, influyen en el modo en que se
afronta una situación que, a priori, supone la introducción de un cambio
significativo en la vida de una persona y cómo se va produciendo la adaptación a
tales circunstancias.
Estos datos vienen a poner de manifiesto que la prolongada situación de desempleo
y el carecer de apoyo socioafectivo potencian el efecto negativo de la situación
estresante, incrementa los niveles de ansiedad y afecta negativamente los niveles
de salud y bienestar del individuo.
De igual modo, los datos sugieren que el nivel de autoeficacia puede cortocircuitar
estos efectos, la percepción de sí mismo como con capacidad para hacer frente a
las dificultades de la nueva situación, reducía la percepción de amenaza,
proporcionando protección contra el estrés situacional y el posible deterioro de la
salud y bienestar físico y psíquico.
5.4
Salud (prevención y promoción de la salud).
Otro ámbito en el que se ha realizado un importante volumen de investigación, ha
sido en el de la prevención y desarrollo de conductas promotoras de salud.
Hoy podemos afirmar que la percepción de eficacia personal guarda una relación
positiva con indicadores de conducta de salud diversos como, distintas medidas de
salud bucodental, participación en programas para detección precoz de cáncer,
disminución o abandono del consumo de tabaco, alcohol y otras drogas, adherencia
a regímenes y tratamientos médicos, realización de ejercicio físico de manera
regular, adopción de estilos de alimentación saludable, empelo de medidas
preventivas y protectoras en las relaciones sexuales, etc.
Cuando se ha contrastado su efecto con el de otros factores potencialmente
relacionados con el desarrollo de conductas de salud, la percepción de autoeficacia
tiende a mostrarse como el predictor más potente.
En resumen y considerando globalmente los resultados de estos estudios, podemos
concluir:
a) la percepción de autoeficacia es un predictor potente de la conducta de
salud,
b) es preciso señalar que su utilidad predictiva varía de uno a otro ámbito
conductual, indicando, que nos encontramos ante una variable personal muy
sensible al contexto y naturaleza específicos de la conducta que estamos
considerando, más bien que ante una dimensión generalizada del
funcionamiento psíquico, aplicable indiscriminadamente para el
entendimiento de cualquier tipo de conducta.
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