Download Transferencia y contratransferencia. Del Psicoanálisis

Document related concepts
no text concepts found
Transcript
Realitas
Revista de Ciencias Sociales, Humanas y Artes
Artículo teórico
Transferencia y contratransferencia. Del Psicoanálisis a la
Psicoterapia Analítica Funcional
Transference and countertransference. From psychoanalysis to the
FAP
Juan José Ruiz Sáncheza*
a
Unidad de Salud Mental Comunitaria. Servicio Andaluz de Salud. Ubeda (Jaen, España)
D A T O S
A R T I C U L O
R E S U M E N
Para citar éste artículo:
Ruíz, J. J. (2013). Transferencia y
contratransferencia. Del Psicoanálisis a la
Psicoterapia
Analítica
Funcional.
REALITAS, Revista de Ciencias Sociales,
Humanas y Artes, 1 (2), 52-58.
Se presenta sucintamente tres enfoques sobre la transferencia y
la contratransferencia desde las perspectivas psicoanalítica,
cognitiva y conductista. Se hace un recorrido por estos
conceptos relacionales desde el psicoanálisis, pasando por las
terapias cognitivas, hasta el conductismo de tercera generación.
Frente a la moda de explicarlo todo por el cerebro se señala la
importancia de lo relacional como eje central del trabajo clínico,
punto ya importante en el psicoanálisis y que llega hoy a
nuestros días con fuerza renovada en un enfoque
reiteradamente y falsamente presentado como reduccionista y
simplista: el conductista. El enfoque conductista de tercera
generación, representado por la FAP defiende la relación
terapéutica como vehículo esencial del cambio, y lo hace
minimizando los constructos inferidos y maximizando las
conductas concretas con valor clínico
Palabras clave:
Transferencia, Contratransferencia,
FAP, Conductas clínicamente relevantes
A B S T R A C T
Keywords:
Transference, Countertransference
FAP, Clinically relevant behaviors
Three perspectives on transference and countertransference
from psychoanalytic, cognitive, and behavioral perspectives are
briefly presented. A tour of these relational concepts is made,
from psychoanalysis, passing through cognitive therapies, and
ending with third generation behaviorism. Opposed to the trend
of explaining everything with the brain, the work shows the
importance of relational states as the core of clinical work, a
point already important in psychoanalysis that comes down to
us today with renewed force in a field repeatedly and falsely
presented as reductionist and simplistic: the behaviorist. The
third generation behaviorist perspective, represented by the FAP,
supports the therapeutic relationship as an essential vehicle for
change, minimizing inferred constructs and maximizing the
specific behaviors with clinical value.
Historial:
Recibido: 10 de septiembre de 2013
Revisado: 4 de noviembre de 2013
Aceptado: 26 de noviembre de 2013
*Correspondencia: C/ Unicef nº 8. C.P.
23400. Úbeda (Jaén). España. E-mail:
[email protected]
“El orgullo divide a los hombres, la humildad los une”
Sócrates
1. Las ciencias del cerebro y la relación terapéutica
Las neurociencias están de moda en el campo
de la salud mental tanto en su vertiente investigadora

Realitas

Barranquilla, Colombia

Vol. 1

N°. 2

como en formato de teoría explicativa. El
“cerebrocentrismo” (Pérez, 2011) es el nuevo modelo
pp. 52-58

Jul-Dic  2013  ISSN 2346-0504

e-ISSN 2346-0601

Transferencia y contratransferencia
epistémico desde el que se abordan “científicamente”
los asuntos humanos. Desde esa óptica, todos los
problemas, dificultades y eventos de la vida humana
son cosas del cerebro (Damasio, 2010; Gazzaniga,
2012). ¿Pero esas aportaciones son tan relevantes para
el psicólogo y su cliente concreto? ¿Acaso le orienta
sobre cómo tratar los asuntos de la vida y las personas
que habitan y transcurren en la misma? ¿Esas
neuroimágenes
cerebrales,
esos
datos
neurofisiológicos o bioquímicos, además de su
verdadera utilidad en casos con déficit orgánicos
reales, y no solo inferidos, le van a decir de cómo
abordar al señor Z., o a la adolescente M. más allá de
que su colega psiquiatra le recete unos fármacos que
pueden ser necesarios, según qué casos, y totalmente
irrelevantes en muchos de ellos?
Al menos en el terreno de la atención
sanitaria ambulatoria (sea médica o psicoterapéutica),
aproximadamente el 50% de los pacientes abandonan
el seguimiento tras una primera consulta (Jennings &
Ball, 1982), independientemente del modelo usado y el
contexto
cultural
de
referencia.
Además
la
investigación replicada sobre los factores que hacen
que un tratamiento psicológico sea efectivo (y
extensible quizás a muchos aspectos de la relación
médico-paciente) concluyen de manera repetitiva
(Lambert, 1992; Lambert & Bergin, 1992) que los
ingredientes efectivos del tratamiento son: el 40% de
los efectos dependen de las características del propio
paciente o cliente; el 15% de los eventos que concurren
en la vida del cliente durante la terapia, el 15% de las
técnicas usadas y el 30% de cómo se maneja la relación
terapéutica. Es decir casi 70% de la varianza del cambio
pasa por conocer las características del cliente y el
manejo de la relación con éste; siendo ambos
componentes esenciales de cualquier tratamiento
psicológico.
La tradición relacional en salud mental sin
embargo no es algo nuevo, sino que se retrae a los
orígenes mismos de la psicoterapia y en concreto al
psicoanálisis freudiano y actualmente encuentra una
acogida positiva sorprendente en la tradición
cognitiva-conductual; una perspectiva presentada
como puramente reduccionista y tecnológica.
De hecho, se encuentran más afinidades de
las supuestamente esperadas entre la tradición
psicoanalítica y las nuevas terapias conductistas
radicales-contextualistas de tercera generación (Pérez,
2013): perspectiva biográfica de ambos enfoques, la
referencia a lo no consciente bien como lo deseado
inconscientemente o la función inadvertida de la
conducta, lo esencial de la relación terapéutica como
eje del cambio, la radicalidad del peso de las
experiencias tempranas, la reivindicación de lo
relacional frente al cerebrocentrismo, preponderancia
de la epigenética frente a la genética (genética abierta a
la influencia ambiental frente al código genético
cerrado e inmodificable), etc.
En este condensado artículo presentamos tres
perspectivas sobre unos conceptos relacionales
básicos de larga tradición: la transferencia y
contratransferencia. Lo hacemos conscientes de que a
pesar de las diferencias reales entre los modelos
psicoanalíticos, los cognitivos y los contextualistasconductistas, su sinergia complementaria enriquecen
el potencial del profesional sanitario.

Realitas

Vol. 1

N°. 2

Jul-Dic

2013
2. La perspectiva psicoanalítica y sus variantes:
desde el modelo pantalla neutral al modelo
participante activo.
Transferencia y contratransferencia son dos
conceptos de origen psicoanalítico que desde una
postura restrictiva solo pueden ser aplicados y
explicados desde la práctica clínica psicoanalítica, pero
que para muchos autores sobrepasan el marco de
referencia tradicional original.
Según Laplanche y Pontalis (1968) la
transferencia solo tiene sentido en la cura
psicoanalítica y se define como una repetición de
prototipos infantiles donde los deseos inconscientes se
actualizan sobre ciertas relaciones objétales. Así desde
la perspectiva clásica hay una transferencia positiva
débil donde se movilizan sentimientos amistosos y
afectuosos del paciente hacia el terapeuta y una
transferencia positiva erotizada que en la práctica se
muestra como negativa, ya que es sinónimo de
resistencia, en cuanto detiene el trabajo asociativo del
analizado. La transferencia propiamente negativa se
caracteriza por la expresión de sentimientos hostiles y
de enojo hacia el psicoanalista. Lacan (1981) sostuvo
que conviene una transferencia negativa suave para el
mejor fluir del tratamiento.
La según los dos autores anteriores se
caracteriza por las reacciones inconscientes del
analista hacia el analizado y más concretamente la
transferencia de este.
En 1914 Freud y sus afines entendían la
transferencia como resistencia a la cura, pues la
repetición de modelos anteriores deviene en una
resistencia a analizarlos, pudiendo conllevar la
interrupción del tratamiento. Por ello hay que analizar
la transferencia para llegar a la cura por el
desenmascaramiento de la misma mediante el trabajo
interpretativo del análisis. Existen muchas variantes de
claves transferenciales: los signos de enamoramiento
hacia el terapeuta; la tendencia a comprobar el poder
de sus atractivos haciendo descender al analista al
puesto de amante, la tendencia a seguir las
indicaciones del terapeuta sin apenas cuestionamiento,
las rápidas mejorías sin trabajo y esfuerzo paralelo, y
otros signos más sutiles como llegar frecuentemente
tarde a las citas, alusiones frecuentes a otros
profesionales, etc. Igualmente entre las claves
contratransferenciales
podrían
encontrase
interpretaciones
del
terapeuta
excesivamente
sarcásticas, sentir que los comentarios del analizado
hacia su persona son importantes, discutir con el
paciente, ayudar al paciente más allá de la sesión,
impulsos de pedirle favores al paciente, soñar con el
paciente, interés excesivo en el paciente, incapacidad
para entender el material a analizar cuando el paciente
refiere temas similares a los vividos por el analista,
descuido en mantener el encuadre, reacciones
emocionales intensas, maniobras de apoyo narcisista
al paciente, fomentar la dependencia excesiva del
paciente a través del apoyo excesivo a este,
compulsión a hablar frecuentemente del paciente, etc.
Freud había llegado a plantear ambos
fenómenos a través de un proceso de años de trabajo y
reflexión clínica; siendo dos casos paradigmáticos en
ésta formulación el caso de Ana O. atendida por Breuer
(Freud & Breuer, 1895) donde la transferencia ya no es
una carga de energía corporal sino unos deseos
afectivos dirigidos hacia el propio medico (de hecho se
enamoró de Breuer con el consiguiente enfado de la
53
Ruiz Sánchez Juan José
esposa de éste, abandonando el tratamiento que
continuo Freud); y por otro el caso de Dora de 1905,
que es un análisis de un fracaso del tratamiento por
interrupción prematura del mismo tras haber
manifestado
una
resistencia
transferencial
inadecuadamente abordada. Ya en 1904 Jung había
propuesto a Freud que el propio analista fuera
analizado.
Así, 40 años después en la década de los años
1950-1960 la contratransferencia se veía desde dos
posiciones psicoanalíticas contrapuestas; como un
obstáculo a superar (Reich, Glover, Fliess) o como un
instrumento valioso para entender el posicionamiento
del paciente y fomentar el cambio o cura (Heimman,
Racket, Winnicot).
Otto
Kernberg
(2005)
siguiendo
los
delineamientos
clásicos
pero
con
ciertas
modificaciones personales que le llevan hacia la teoría
de las relaciones objetales, propone interesantes
implicaciones para los psicólogos y psiquiatras (y no
solo los psicoanalistas) a la hora de tratar un caso: En
cada sesión buscaremos dónde se concentra el afecto
máximo en cada momento. Para ello nos serviremos de
observar tres canales de expresión afectiva; el canal 1
de tipo verbal (lo que dice y como lo dice el paciente),
el canal 2 de tipo no verbal del paciente (los gestos y
movimiento corporal del paciente), y el canal 3 del
terapeuta que supone las reacciones subjetivas del
terapeuta hacia el paciente, que es como un radar que
capta los afectos del paciente proyectados en él
terapeuta en particular, sobre todo los que aquel tolera
mal. El terapeuta además debe preguntarse hasta qué
punto sus propios afectos provienen del problema del
paciente o de sus propios conflictos irresueltos. La
atención a los 3 canales determina el diagnostico
dinámico del paciente. Además para Kernberg, los
pacientes graves tendrían dificultad para integrar los
afectos negativos con los positivos (escisión entre amor
y odio, entre amor y agresión). Como terapeutas
debemos trabajar en la integración de esos afectos, en
especial los que el paciente proyecta sobre nosotros.
Posteriores modificaciones de las terapias
breves psicoanalíticas plantean que las reacciones
transferenciales y contratransferenciales se pueden
dar y manejar en formatos breves de terapia como eje
central del proceso de cambio. Malan (1983) es quizás
el autor de referencia más citado en estos enfoques de
psicoterapia breve dinámica, y es paradigmático su
enfoque de trabajar con los dos triángulos dinámicos
en cada sesión; el triángulo del conflicto (con tres
vértices: impulso, angustia y defensa) y el triángulo de
relaciones (con tres vértices: otros, terapeuta y
progenitores). A nivel práctico el terapeuta trabajaría
con el triángulo del conflicto en la secuencia defensaansiedad-impulso inconsciente, proceso contrario a la
formación del síntoma o sea impulso inconscienteansiedad-defensa; y con el triángulo de las relaciones
mediante confrontaciones interpretativas en la
secuencia otros-terapeuta-progenitores.
Otra
propuesta
deriva
del
enfoque
psicoanalítico de la teoría del apego de J. Bowlby
(Marrone, 2001) que cuestiona el enfoque proyectivo
de la transferencia como un impulso o deseo
inconsciente reprimido y propone que a la base de
esos fenómenos están modelos de representación
mental derivados de experiencias tempranas de apego
reales
(modelo
muy
influyente
en
algunas
concepciones cognitivas de terapia). Además cuestiona
el modelo pulsional por los potenciales peligros que
54

conlleva como la invalidación de percepciones
acertadas del paciente por el supuesto saber del
terapeuta, la invalidación de la autonomía del paciente
al interpretarse como paso al acto o defensa narcisista,
la frialdad afectiva de la distancia del analista ante
pacientes con experiencias y carencias de apego
anómalas y sobretodo la atribución de resistencias al
paciente
ante
sus
interpretaciones
obviando
circunstancias psicosociales externas y ambientales
difíciles que dañan al paciente.
La variante más novedosa dentro del
psicoanálisis actual es la llamada perspectiva
relacional. El método terapéutico básico del
psicoanálisis clásico se basa en tres procesos
fundamentales: La asociación libre, el análisis de los
fenómenos de transferencia y contratransferencia y el
análisis de la resistencia. Tales análisis se acompañan
de unos elementos de encuadre o reglas de trabajo
para el paciente (regla básica de la asociación libre) y el
terapeuta (regla de abstinencia y de la atención
flotante) (Ruiz y Cano, 1999). Ahora bien, el
psicoanálisis relacional de ímpetu actual viene a
cuestionar todo lo anterior en mayor o menor medida.
Postula la importancia de la relación que se
establece aquí y ahora en la sesión terapéutica es un
producto de la historia y espontaneidad de ambos
contribuyentes (Coderch, 2010). Plantean que la
neutralidad absoluta del terapeuta es imposible, y que
la contratransferencia debe ser considerada para la
buena marcha del proceso de la terapia. La
transferencia, la contratransferencia y la resistencia
son fenómenos co-creados del terapeuta y paciente; y
el terapeuta debe preguntarse siempre cómo ha
contribuido desde su perspectiva e historia personal a
los mismos. Además retoman una relectura de Freud
desde la clínica frente al de la teoría, y le presentan
como mucho más activo en las sesiones que como se
presupone. Defienden que el psicoanálisis debe estar
abierto a otras disciplinas como las neurociencias y la
psicología cognitiva. Argumentan que la interpretación
de la transferencia no es el factor terapéutico
fundamental sino la relación entre el psicoanalista y el
paciente, siendo este una especie de objeto bueno. El
paciente no solo puede presentar un problema
conflictivo sino también uno deficitario o pragmático
que requiere de intervenciones diferentes más activas
(como defendieran Ferenczi, Fairbairn o Winnicot). Así,
distinguen entre la transferencia de conflicto
(inconsciente, reprimida e interpretable) y la
transferencia de déficit (que representan necesidades
dirigidas a objetos) que requieren intervenciones y
puestas en escena por parte de ambos contribuyentes
(enacment) y que se formulan teóricamente
introduciendo conceptos nuevos como el de
inconsciente procedimental versus el declarativo, etc.
Se cuestiona fuertemente la concepción pulsional
tradicional donde los deseos inconscientes endógenos
se repiten en las relaciones, minimizando el papel de
la realidad que suele aparecer como limitante del
deseo inconsciente. En cambio, desde el psicoanálisis
relacional los deseos inconscientes derivan de
relaciones reales. La realidad está presente en la
relación del sujeto con su entorno, de hecho de esa
relación derivan todos los fenómenos psíquicos. El self
social donde lo afectivo-relacional es lo central y no lo
pulsional. Es llamativa que la visión anti-cartesiana
también es compartida por la tradición conductista
skinneriana y post-skinneriana y por la psicología
cognitiva anti-mentalista (Piaget, Vigostsky).
Realitas

Vol. 1

N°. 2

Jul-Dic

2013
Transferencia y contratransferencia
3. La perspectiva cognitiva relacional: Observación
participante y metacomunicación.
La terapia cognitiva nace como una revisión
del psicoanálisis (Ellis & Grieger, 1990; Beck, Rush,
Shaw & Emery, 1983) en un momento de crisis de la
teoría metapsicológica del psicoanálisis y como una
alternativa heurística para comprender el sufrimiento
del paciente mediante la identificación del significado
personal que da este a su experiencia. Se propone
renovar la teoría y la praxis a partir de lo que piensa y
siente realmente el paciente deshaciéndose de
elucubraciones metapsicológicas.
Sin embargo, en la tradición cognitiva
estándar (Ellis y Beck) la relación terapéutica tiene un
papel secundario a la conceptualización cognitiva e
intervención técnica. Este punto es fuertemente
cuestionado desde dentro de la misma tradición
cognitiva por diversos motivos.
La Terapia Cognitiva de Beck y la Terapia
Racional Emotiva Conductual de Ellis consideran que
los fenómenos de la transferencia, contratransferencia
y resistencia derivan de cogniciones disfuncionales del
terapeuta o el paciente que normalmente aparecen en
la aplicación de la evaluación y tareas entre sesiones.
La transferencia derivaría de una percepción errónea o
irracional del paciente sobre el terapeuta, lo que se
puede esperar de éste, y que le lleva a experimentar
una serie de sentimientos positivos o negativos y a
manifestar una seria de conductas (resistencias) que
impedirían el desarrollo adecuado de la terapia. La
contratransferencia entraría en la misma concepción.
Esos fenómenos que pueden aparecer en la terapia, sin
embargo para Ellis o Beck no tienen un papel especial,
y se abordan como otras distorsiones o creencias
disfuncionales. Sin embargo, en honor a la realidad,
ambos autores han dedicado una especial atención a
estos temas refiriendo una serie de cogniciones
disfuncionales que contribuyen a estos problemas y
cómo manejarlas.
Desde una perspectiva cognitiva más
constructivista, Guidano y Liotti (1983) plantean que la
resistencia es un proceso normal que se genera al
revisar los esquemas cognitivos tácitos y es un proceso
que hay que respetar más que eliminar si se pretende
que el cambio sea progresivo, en vez de regresivo.
Aquí esas resistencias se contextualizan en el marco
de la historia personal donde aparecieron y el papel
que tuvieron en ese momento. En suma, recogiendo
ambas
perspectivas
(preconstructivista
y
constructivista), o bien se plantea una estrategia de
modificación o bien de respeto de la resistencia, en
base a la comprensión de su significado personal. Ya
en 1992 (Ruiz, 1992) y después en revisión del año
2002 (Ruiz y Cano, 2002) presentaron la importancia
central de la relación terapéutica desde el modelo
cognitivo: las cogniciones tienen historia que se
generan en un contexto biográfico y evolutivo; tienen
fuerzas y grados de accesibilidad variables; las
cogniciones pueden interactuar entre sí, siendo
conflictivas a veces (fenómenos de conflicto,
disociación, etc) y existe un fuerte vínculo entre los
significados personales más importantes y los vínculos
afectivos tempranos significativos. También se
plantearon en esos trabajos la importancia del manejo
de la cognición interpersonal y el cambio terapéutico en
la misma sesión detectando los aspectos puestos en ella
y los significados relacionados con el aquí y el ahora de

Realitas

Vol. 1

N°. 2

Jul-Dic

2013
la sesión (Ruiz y Cano, 2002; pp. 107-143).
Paralelamente, Safran y Segal (1994) presentaron un
modelo cognitivo relacional basado en la teoría
interpersonal de Sullivan, la teoría del apego de
Bowlby, los modelos cognitivos, las modernas teorías
de las emociones y otros aportes psicodinámicos.
Es de notar que Jeremy Safran es un
exponente relevante del psicoanálisis relacional que ha
contribuido también a la terapia cognitiva en su doble
condición de psicoanalista y terapeuta cognitivo al
menos en esos años. Safran, más recientemente ha
continuado contribuyendo al campo general de la
psicoterapia con sus aportaciones sobre la alianza
terapéutica como componente esencial del cambio
relacional (Safran & Muran, 2005).
El manejo cognitivo relacional de Safran y
Segal (1994) expone que a través de las relaciones con
otras personas significativas se generan reglas
inconscientes que guían el procesamiento de la
información
emocional
y
generan
actitudes
disfuncionales. En la terapia se suelen activar esos
esquemas y es necesario trabajar con ellos de modo
inmediato. La principal herramienta del terapeuta
cognitivo interpersonal es la observación participante
(concepto originario de Sullivan) que permite por parte
del terapeuta sentir cómo la relación con el paciente le
afecta y como se ve impulsado a participar en ella. En
ese proceso de observación el terapeuta metacomunica
sus observaciones,
sobre
todo
aquellas que
desmienten los ciclos complementarios que confirman
los esquemas disfuncionales del paciente, siendo
necesario que el mismo advierta sus propios
sentimientos e impulsos a la acción; y expresando en
sus palabras y acciones una nueva perspectiva
descentrada y diferente de los esquemas relacionales
del paciente. Para ello el terapeuta se debe a una
disciplina emocional que conlleva hacerse con
frecuencia una seria de preguntas básicas:
(1) “¿Cómo me siento ahora mismo con este
paciente y qué me veo impulsado a hacer?
Una vez que observo esto tengo posibilidades
de
desengancharme
y
completar
los
esquemas disfuncionales de este paciente”,
(2) “¿Qué marcadores interpersonales del
paciente (conductas de aquel, cosas que dice
o hace éste suscitan mis reacciones
emocionales?”
y
(3)
“¿Cómo
puedo
metacomunicar esta experiencia al paciente
de modo que desmienta la experiencia
complementaria y le descentre de sus
esquemas relacionales disfuncionales? (Safran
& Segal, 1994, p. 187-243).
El manejo de la relación terapéutica ha ido
ganando preponderancia en las terapias cognitivas
actuales, sobre todo cuando se abordan problemas
complejos como los trastornos de personalidad
(Young, Klosko & Wrishaar, 2013). Otros terapeutas
cognitivos, como la argentina Sara Baringoltz (2005)
destacan la importancia de exponer al paciente a
temas que son evitados emocional y conductualmente,
el uso de procedimientos que no evoquen resistencia
del paciente, así como en caso de pacientes con gran
resistencia
al
cambio,
usar
procedimientos
provenientes de otras tradiciones como la estratégica,
mediante la prescripción de la continuidad del síntoma
apuntando sus ventajas, los peligros de cambiarlo, etc.
55
Ruiz Sánchez Juan José
4. La perspectiva conductista radical-contextualista:
Funciones de la conducta verbal, relaciones de
equivalencia y conducta clínicamente relevante.
Supuestamente el conductismo murió sobre
finales de los años 60 con el nacimiento de la
revolución cognitiva, debido a argumentos que lo
describían como simplista y reduccionista en extremo;
especialmente por haber dejado de lado temas
importantes
como
los
fenómenos
cognitivos
subjetivos, el análisis de los aspectos inconscientes,
los aspectos relacionales, el lenguaje, los problemas
existenciales, la psicosis y los trastornos de
personalidad. En palabras del español Marino Pérez
(2004, 2011 y 2013), el caso es que no solo sigue vivo,
sino que además ha crecido y se ha multiplicado. La
psicología
cognitiva
se
hizo
el
paradigma
predominante en muchas universidades a nivel
mundial; pero treinta años después ni esta desterró al
conductismo; ni este último desterró al psicoanálisis;
estando vigentes todas estas corrientes en la
actualidad.
De hecho, asistimos a una puesta en escena
desde finales de los 90 de toda una revolución de las
llamadas terapias de terceras generación (terapia de
aceptación y compromiso, psicoterapia analítica
funcional, terapia dialéctica conductual, terapia de
activación conductual, terapia integral de pareja,
terapia cognitiva basada en mindfulness, etc); en su
gran mayoría en la estela del conductismo radical
skinneriano
y
postskinneriano.
Las
nuevas
contribuciones tienen varias señas de identidad:
nuevas formas de hacer psicoterapias alejadas del
modelo médico de lucha contra el síntoma o trastorno,
papel del contexto socio-verbal en la creación y
mantenimiento de los problemas psicoló-gicos,
importancia de un cuerpo de investigación que
respalde la terapia y sus fundamentos teóricos, papel
del lenguaje en la conformación de la subjetividad y un
fuerte énfasis en el análisis funcional de la conducta
verbal y no verbal desde nuevas teorías contextualesconductuales (p.e teoría del marco relacional de Hayes
y cols. 2001).
Las terapias conductistas-contextualistas de
ter-cera generación se caracterizan por la importancia
del análisis funcional, es decir conocer al servicio de
qué propósito está la conducta en cuestión; la
explicación conductual de los fenómenos cognitivos y
emocionales subjetivos sin requerir constructos
mentalistas, computacionales o neurobiológicos de
complicada réplica; la importancia de la regulación
conductual para llevar una vida significativa; es decir
orientada a valores y no a la evitación del malestar a
toda costa (evitación experiencial); análisis del lenguaje
y sus funciones de manera funcional (teoría del marco
relacional) , e importancia de la relación terapéutica en
muchos casos, incluso más que las técnicas
conductuales.
Dentro de estas nuevas psicoterapias, la
psicoterapia analítica funcional (FAP) de Kohlenberg y
Tsai (2007) basada en el conductismo radical de
Skinner, sus autores se centran en la importancia de la
relación terapeuta-cliente dentro del contexto de la
sesión y en la importancia de replicar en investigación
clínica los resultados de esta terapia que ha sido
aplicada a multitud de problemas, desde trastornos de
ansiedad, depresivos, de alimentación, trastornos de
personalidad; etc.; y especialmente combinada a otros
enfoques de tercera generación, en especial a la terapia
56

de aceptación y compromiso. Para la FAP la conducta
relevante es la que ocurre en la misma sesión, y no
tanto la referida o relatada fuera de ella (salvo que esta
se relacione con lo presentado en la sesión aquí y
ahora). Todas las conductas que ocurren en la sesión
están sujetas a las condiciones de refuerzo, y el
terapeuta trata de identificar aquellas que son
relevantes para el caso en cuestión a fin de moldear y
modificar esas conductas en la misma sesión a fin de
que esos cambios se generalicen a la vida de paciente;
contando en especial con el análisis de las funciones
de la conducta verbal del paciente (Ferro Valero &
López, 2009).
La FAP no expone la transferencia y la
contratransferencia en términos mentalistas como un
proceso inconsciente que ocurre en la mente del
paciente y el terapeuta sino en términos de
intercambio conductual que ocurre en la misma sesión
y que puede ser observado en la misma a través de las
conductas clínicamente relevantes (CCRs).
Las CCRs son las conductas del cliente que
ocurren en la sesión. Analizar las CCRs conlleva
conocer las funciones de la conducta verbal y no verbal
del cliente en la misma sesión. Esas CCRs son los
problemas, las mejorías e interpretaciones del cliente
de sus dificultades que manifiesta en la consulta. El
abordaje de las CCRs no se plantea en términos
mentalistas sino a través de una serie de reglas
flexibles para el terapeuta para evocar, identificardiscriminar, reforzar e interpretar funcionalmente a
conducta del cliente. La transferencia es la
presentación de las CCRs en la sesión misma ya sean
porque
han
sido
evocadas
involuntariamente
(condicionamiento
clásico)
o
voluntariamente
(mediante discriminación operante antecedente o
reforzamiento consecuente) por el terapeuta en esa
sesión. Esas CCrs son las conductas problemáticas del
cliente que aparecen en la consulta y que tienen
relaciones de equivalencia funcional con sus
dificultades en su vida diaria, es decir tienen funcione
similares o se presuponen que las tiene. Esas
conductas clínicamente relevantes derivan de la
historia personal experiencial del cliente en gran parte
relacional, y que ahora aparecen aquí en nuestra
presencia en consulta. La contratransferencia deriva de
las reacciones emocionales y las conductas del
terapeuta ante las CCRs del cliente, es decir a la
relación con éste; y deben servir para interpretar y
reforzar de manera discriminada la conducta del
cliente de modo que produzcas mejorías visibles en la
misma sesión e interpretaciones que faciliten esos
cambios. También el terapeuta FAP suele combinar los
métodos tradicionales de la terapia cognitivaconductual o de la terapia de aceptación o
compromiso, según las necesidades de cada caso; e
incluso con los provenientes de otros enfoques como
los psicodinámicos o los estratégicos, pero no de
manera aleatoria sino según el análisis funcional del
caso.
Desde
la
FAP
se
conceptualiza
conductistamente
temas
relevantes
en
las
psicoterapias como el papel de las emociones, la
cognición, la relación terapéutica, la formación del yo,
los recuerdos y otros tópicos que se presuponen
erróneamente ajenos a la tradición conductista.
Para los terapeutas en formación supone unas
estrategias muy claras de que hay que evocar, reforzar
e interpretar en cada sesión y de cómo comprobar los
efectos reales de las intervenciones del terapeuta. Pero
Realitas

Vol. 1

N°. 2

Jul-Dic

2013
Transferencia y contratransferencia
hay que advertir que lejos de su aparente simplicidad,
requiere una buena formación teórica y práctica en el
análisis funcional, sobretodo del lenguaje y sus
funciones (Skinner, 1984).
Skinner en su obra “Conducta verbal” de 1957
analiza las funciones del lenguaje no desde su forma o
estructura fonética sino desde sus causas y efectos, es
decir desde las funciones que cumple. Desde el punto
de vista clínico son importantes tres funciones: (1) Los
Tactos: Conducta verbal semejante a cuando se hace
un relato o descripción de algo, y que está bajo control
antecedente de diversos estímulos discriminativos
concretos y reforzadores secundarios generalizados
(como cuando se pregunta ante la presencia de un
objeto que es tal cosa y ante la respuesta correcta se le
dice al sujeto que lo ha hecho muy bien, se le sonríe,
se le gratifica, etc.). (2) Los mandos: Conducta verbal
similar a las peticiones, ordenes, demandas y
preguntas que están bajo el control de un amplio
rango de estímulos discriminativos, estados de
privación o estimulación aversiva y de reforzadores
específicos (p. e.: tener sed ante una situación de
esfuerzo, ponerse a beber cuando el sujeto se
encuentra ante un momento complicado, etc.; y
presenta la conducta de pedir beber a alguien con
funciones de evitación, distracción, etc.) y (3) Los
mandos disfrazados: de tactos pero que cumplen
funciones de mandos y que dependen de una
causación múltiple y reforzadores especiales y que
explican los fenómenos tradicionalmente descritos
como inconscientes, ocultos, latentes, inconscientes o
relacionados
con
alusiones
indirectas
a
la
transferencia.
El terapeuta FAP se suele guiar por 5 reglas
flexibles: (1) “Observa la conducta clínicamente
relevante en la hora de la consulta (no tanto la relatada
sino la que se observa aquí y ahora)”; (2) “Provoca o
evoca las conductas clínicamente relevantes en la hora
de la consulta”; (3) “Refuerza las conductas de mejoría
presentes en la hora de consulta de manera natural y
no tanto de modo artificioso”; (4) “Observa los efectos
potencialmente reforzantes de tus conductas como
terapeuta en relación a las conductas clínicamente
relevantes de tu cliente (incluida las reacciones privadas
que provoca en ti esa relación)”; y (5) “Ofrece a tu
cliente interpretaciones funcionales sobre las variables
que suelen causar su conducta disfuncional y sus
mejorías” (Kohlenberg & Tsai, 2007, pp. 36-53).
También entre las CCRs se incluyen las
reacciones contratransferenciales del terapeuta a las
conductas del cliente, entendidas también como
problemáticas o inadecuadas (ccr1), adecuadas y
pertinentes (ccr2) y sus propias reacciones subjetivas
(emociones, recuerdos, cogniciones, etc.) que suponen
su disposición adecuada o inadecuada a reforzar,
moldear, castigar o extinguir-ignorar las conductas del
paciente. De hecho, en la conceptualización FAP del
caso en cuestión se incluyen tanto las CCrs del
paciente como la del terapeuta (Ferro, Valero & López,
2007 y 2009).
Una cuestión también relevante en FAP es la
importancia de aumentar el contacto del cliente con
las variables causales de control aversivo de su
conducta. Para ello se le presenta reiteradamente el
estímulo aversivo, se observa cómo trata de evitar ese
afecto, y se relaciona esa evitación afectiva con
situaciones equivalentes de su vida diaria, a fin de
llevar conductas voluntarias de cambio a las mismas.

Realitas

Vol. 1

N°. 2

Jul-Dic

2013
Como reflexión personal final de esta
exposición hago mención al arte de saber escuchar y
respetar otras perspectivas y dejar de lado el
narcisismo de escuela en el que a menudo se nos
formatea. La complejidad humana posiblemente
requiera de múltiples enfoques que contribuyan a
enfrentar las dificultades de la vida. Cada terapeuta
evidentemente tiene derecho legítimo a escoger
aquella perspectiva que más le convenza y más
cercana esté a su forma de entender la vida. Pero en
todo caso, un ejercicio de humildad y prudencia
renovado a lo largo del tiempo puede ser oportuno.
Referencias
Baringoltz, S. (2005). La importancia del estilo personal
del terapeuta y el vínculo como herramientas
terapéuticas.
International
Congress
of
Cognitive Pychotherapy, Sweden, June.
Beck, A., Rush, A. J., Shaw, B. F. & Emery, G. (1983).
Cognitive therapy of depresión. Gilford Press;
New York.
Coderch, J. (2010). La práctica de la psicoterapia
relacional. El modelo interactivo en el campo
del psicoanálisis. Madrid: Ágora Relacional.
Damasio, A. (2010): Y el cerebro creó el hombre.
Editorial Planeta.
Ellis, A. & Grieger, R. (1990). Handbook of
rationalemotive therapy. New York: Springer
Publishing Company.
Ferro, R., Valero, L. & López, M. A. (2007). Novedades y
aportaciones desde la psicoterapia analítica
funcional. Psicothema, 19 (3), 452-458.
Ferro, R., Valero, L. & López, M. A. (2009). La
conceptualización de casos clínicos desde la
psicoterapia analítica funcional. Papeles del
Psicólogo, 30 (3), 255-263.
Freud, S. & Breuer, J. (1895/2012). Estudios sobre la
histeria. En: S. Freud: Obras completas.
Editorial Biblioteca Nueva.
Freud, S. (1914/2012). Observaciones sobre el amor de
transferencia. En: S. Freud: Obras completas.
Editorial Biblioteca Nueva.
Guidano, V. F & Liotti, G. (1983). Cognitive proceses and
emocional disorders. New York. Guilford
Press.
Hayes, S. C., Barnes-Holmes, D., & Roche, B. (Eds.).
(2001). Relational Frame Theory: A PostSkinnerian account of human language and
cognition. New York: Plenum Press.
Jennings, R. M. & Ball, J. D. (1982). Patient compliance
with CHAMPUS mental healts referrals.
Professional Psychology, 13, 172-173.
Kernberg, O. (2005). Teoría de las relaciones objetales y
el psicoanálisis clínico. Barcelona: Paidós
Ibérica.
Kohlenberg, R. J. & Tsai, M. (2007). Psicoterapia
Analítica Funcional. Creación de relaciones
terapéuticas intensas y curativas. Colección
Ciencia Biomédica. Universidad de Málaga.
Lacan, J. (1981): Seminario VIII. La transferencia en su
disparidad subjetiva. Versión Anónima.
Lambert, M. J. (1992). Implications of Outcome
Research for Psychotherapy Integration. In: J.
C. Norcross & M. R. Goldstein. (Eds.)
Handbook of Psychoteraphy integration. (pp.
94-129). New York: Basic Books.
57
Ruiz Sánchez Juan José
Lambert, M. J. & A. E. Bergin (1992). The Effectiveness
of Psychotherapy. In: J. C. Norcross & M. R.
Goldstein (Eds.). (pp. 143-89). Handbook of
Psychoteraphy integration. (pp. 94-129). New
York: Basic Books.
Laplanche, J. & Pontalis, J. B. (1968). Diccionario de
psicoanálisis. Editorial Labor.
Malan, D. (1983). Psicoterapia individual y ciencia de la
psicodinámica. Barcelona: Paidós.
Marrone, M. (2001). La teoría del apego. Un enfoque
actual. Madrid. Editorial Psimática.
Pérez, M. (2011). El mito del cerebro creador. Cuerpo,
conducta y cultura. Madrid: Alianza Editorial.
Pérez, M. (2013). Entrevista a Marino Pérez Álvarez. El
conductista radical. Temas de psicoanálisis.
Revista
de
la
sociedad
española
de
psicoanálisis.
Disponible
en:
http://www.temasdepsicoanalisis.org/entrevi
sta-a-marino-perez-alvarez-el-conductistaradical-i
58

Pérez, M. (2004). Contingencia y drama. La psicología
según el conductismo. Madrid: Minerva
Ediciones.
Ruiz, J. J: Manual de terapia cognitiva. A Demanda,
Jaén, 1992.
Ruiz, J. J & Cano J. J. (2002). Manual de terapia
cognitiva (revisado). Jaén: R & C Editores.
Ruiz, J. J & Cano J. J. (1999). Las psicoterapias.
Introducción
a
las
orientaciones
psicoterapéuticas
para
profesionales
sanitarios. Ruiz y Cano Editores. Jaén.
Safran, J. D. & Segal, Z. V. (1994). El procesos
interpersonal en la terapia cognitiva.
Barcelona: Paidós.
Safran, J. D. & J. C. Muran. (2005). La alianza
terapéutica: una guía para el tratamiento
relacional. Bilbao: Descleé de Brouwers.
Skinner, B.F: Conducta verbal. Trillas, 1984. Obra
original de 1957.
Young, J. E., Klosko, J. E. & Weishaar, M. E. (2013).
Terapia de esquemas. Guía práctica. Bilbao:
Descleé de Browers.
Realitas

Vol. 1

N°. 2

Jul-Dic

2013