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La filosofía como puente entre la religión y
la ciencia en la obra de Bertrand Russell
]
Pedro Lucas Dulce 1
Introducción
Según Bertrand Russell, las cuestiones de la vida y del mundo que nosotros llamamos
«filosóficas» son productos de dos naturalezas: (1) de los factores religiosos y éticos
heredados de nuestra cultura y (2) de la investigación llamada «científica». Aunque haya
divergencias entre los filósofos, para Russell la filosofía se caracteriza por la presencia, en
cierto grado, de ambos. Siendo así, su propuesta es que la filosofía sirva de puente entre la
religión y la ciencia.
Ciencia y religión: campos y objetos distintos
Bertrand Russell define la religión y la ciencia como áreas distintas del conocimiento,
no por una incongruencia entre ellas, sino por sus campos y objetos de conocimiento
específicos. Para él, la religión consiste de especulaciones sobre asuntos a que el
conocimiento exacto no consiguió, hasta ahora, llegar, mientras la ciencia se ocupa de todo
el conocimiento definido y empíricamente demostrable. Sin embargo, Russell muestra que
entre la ciencia y la religión existe una «tierra de nadie» que está expuesta a los ataques de
ambas áreas del saber. Esta «tierra» es el campo de la filosofía. Según Bertrand, casi todas
las cuestiones de máximo interés del espíritu especulativo son de tal naturaleza que o la
ciencia no las puede responder, o las respuestas confiadas de los teólogos ya no nos parecen
1
El estudiante de posgrado en Filosofía (UFG) y Teología (IBCAMP)
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tan seguras como eran en el siglo XX. Russell (1977, p. 40) cita algunos ejemplos de esas
cuestiones:
¿Se imagina el mundo dividido en espíritu y materia? Y, suponiéndose que así sea, ¿qué es el
espíritu y la materia? ¿El universo posee alguna unidad o propósito? ¿Está evolucionado
rumbo a alguna finalidad?
¿Existen realmente leyes de la naturaleza, o creemos en ellas únicamente debido a nuestro
amor innato por el orden? ¿Existe una manera de vivir que sea noble y otra que sea vil, o
todas las maneras de vivir son simplemente inútiles? Si hay un modo de vida noble, ¿en qué
consiste y cuál es la manera de realizarlo? ¿Debe el bien ser eterno para merecer el valor que
le atribuimos, o vale la pena buscarlo, aunque el universo se mueva, inexorablemente, a la
muerte? ¿Existe la sabiduría, o aquello que nos parece tal no pasa del último refinamiento de
la locura?
Según el filósofo, tales cuestiones no encuentran sus respuestas en el laboratorio y las
respuestas dadas por las religiones, por su propia seguridad, hacen que el espíritu moderno
las encare con sospecha. Siendo así, aunque no se encuentren soluciones para tales
problemas, ellas deben constituir el empeño de la filosofía.
El valor de la filosofía
Para Bertrand, es de significativa importancia mostrar el valor de la filosofía en
tiempos en que los seres humanos se dejaron deslumbrar por el encanto de la ciencia y por
sus emprendimientos pragmáticos. Pues ese encanto es característico de una concepción
equivocada de los fines de la vida. La ciencia es tratada con respetable reverencia por ser de
beneficio para toda la humanidad y no solo para aquellos que ella estudia. Sin embargo,
para Russell, la filosofía también debe ser tratada así. Los hombres prácticos, concentrados
solamente en saciar sus necesidades más eminentes y naturales, se olvidan de que es
necesario alimentar su espíritu. Según Bertrand (1959, p. 25),
si todos los hombres estuviesen bien; si la pobreza y las enfermedades hubiesen ya sido
reducidas lo más posible, aún quedaría mucho por hacer para producir una sociedad
verdaderamente válida; y hasta en el mundo existente los bienes del espíritu son por lo menos
tan importantes como los bienes materiales.
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Es exclusivamente entre los bienes del espíritu que el valor de la filosofía debe ser
buscado, y solamente aquellos que no son indiferentes a esos bienes pueden persuadirse de
que la reflexión filosófica no es pérdida de tiempo. La ciencia nos dice lo que podemos
conocer, pero eso es muy poco si nos olvidamos lo imposible que nos es saber, nosotros nos
volvemos insensibles a muchas cosas de suma importancia. La religión, por otro lado, nos
induce a la creencia dogmática de que tenemos conocimiento de cosas que, en verdad,
ignoramos, por eso genera en nosotros una especie de insolencia impertinente con respecto
al universo. Para Bertrand, la incertidumbre, en presencia de grandes esperanzas y recelos
del saber, es dolorosa, pero tenemos que soportarla, si quisiéramos vivir sin el apoyo de
soñados cuentos de hadas.
Conclusión
La filosofía tiene un valor, y tal vez sea el principal, por causa de la grandeza de los
objetos que ella contempla, y de la libertad proveniente de su contemplación. Tal grandeza
no es alcanzada por la ciencia y esa libertad nos es excluida por la religión. Ella no debe ser
estudiada buscando respuestas definitivas a las cuestiones que nos afligen, pero si porque
tales cuestiones alargan nuestra concepción de lo que es posible, enriquecen nuestra
imaginación intelectual y disminuyen nuestra arrogancia dogmática, que impide la
especulación del espíritu. Pero por encima de todo porque, a través de la grandeza del
universo que la filosofía contempla, la mente también se vuelve grande y capaz de aquella
unión con el universo, que constituye su bien supremo.
Bibliografía
RUSSELL, B. História da filosofia ocidental. Rio de Janeiro: Cia. Editora Nacional, 1977.
______. The Problems of Philosophy. Oxford: Oxford University Press, 1959.
Traducción de Gilmar Saint’Clair Ribeiro
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