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Stephen L. Brock1
LAWRENCE DEWAN, O.P., Forma y ser. Estudios de metafísica tomista2
Originalmente publicado como: LAWRENCE DEWAN, O.P., Form and Being. Studies
in Thomistic Metaphysics, Studies in Philosophy and the History of Philosophy vol. 45,
The Catholic University of America Press, Washington, D.C., pp. xiii+265. ISBN 08132-1461-0, Acta Philosophica, vol. 17, fasc. 1 (2008): 189-192.
Esta reseña ha sido traducida y publicada gracias a la gentil autorización del profesor
Stephen L. Brock y de Acta Philosophica, Rivista Internazionale di Filosofia, Ateneo
Romano della Santa Croce, Armando Editore, Roma.
Durante años Lawrence Dewan ha venido manteniendo una posición de
eminencia entre los estudiosos de Tomás de Aquino, especialmente en
Norteamérica. Sus escritos, sin embargo, no han tenido nada parecido a una
circulación apropiada. La casa editora de la Universidad Católica de América
ha dado, pues, un primer paso en aras de poner remedio a esta situación a
través de este magnífico volumen que contiene trece artículos de Dewan, y que
han sido seleccionados entre los más de cien que ha producido a lo largo de
los años. Tal como comenta Dewan en la Introducción, si hay un tema
dominante a lo largo de estos estudios, es el de “la centralidad de la forma en
metafísica” (xi). Allí mismo el autor también expresa su esperanza de publicar
dos colecciones más sobre metafísica, una sobre la doctrina del acto de ser
(ese), y la otra sobre teología natural. El hecho de haber empezado con este
tema pone de relieve hasta qué punto el profesor Dewan considera que la
forma es central en metafísica y también, tal vez, evidencia cuán urgente es
1
El profesor Stephen L. Brock es Ph.D. en Estudios Medievales, Universidad de Toronto y
Ph.D., en Filosofía, Pontificia Universidad de la Santa Cruz, Roma. Actualmente se desempeña
como profesor de Filosofía Medieval, Pontificia Universidad de la Santa Cruz. Es miembro
ordinario de la Academia Pontificia de Santo Tomás de Aquino.
Home page: http://www.pusc.it/fil/p_brock/.
2 Traducción: profesora Liliana B. Irizar, Escuela de Filosofía y Humanidades, Universidad
Sergio Arboleda. Revisión del texto: profesor John Jairo Gómez, Departamento de Lenguas
Modernas, Universidad Sergio Arboleda. Agradecemos el valioso apoyo del Dr. Stephen L.
Brock, quien ha acogido generosamente la propuesta de colaborar con el Proyecto Dewan en
español.
1
para él, que la forma reciba la debida consideración, incluso (¿o
particularmente?), entre los tomistas. En este sentido, el propio Dewan refiere
el motivador comentario que recibió una vez de Marshall McCluhan: “Larry, tú
tienes que ser el primero en descubrir la causalidad formal” (xii). A lo que
Dewan sólo añade lacónicamente: “ya era un poco tarde para eso”. Con todo,
me atrevo a decir, que, al menos en algunos aspectos, sus planteamientos
constituyen casi un redescubrimiento.
En efecto, Dewan ha tomado totalmente en serio la afirmación de Tomás de
Aquino, según la cual la metafísica juzga y demuestra principalmente a través
de la causa formal. Una de las principales tareas del metafísico consistiría en
poner de manifiesto la forma sería. De acuerdo con Dewan, dicha tarea no es
sino una distracción de aquello que constituye el interés primordial del
metafísico, el cual, por supuesto, radica en el ser. La preocupación por la forma
se da directamente en función del ser (de ahí el título del libro). De hecho,
situar los artículos sobre la forma a la cabeza de los que se ocupan del esse
refleja la comprensión que posee Dewan respecto de la relación intrínseca que
existe entre estas “blancos de atención metafísica”. Porque, ciertamente,
Dewan da plena cabida a los (innumerables) análisis en los que Tomás de
Aquino aborda a la forma como causa respecto del esse mismo. La forma es
central, precisamente, porque la principal aspiración del metafísico es llegar a
comprender el esse.
De modo que, difícilmente el esse puede haber sido dejado al margen de las
páginas de este libro, lo cual sería extraño, efectivamente, para alguien
entrenado bajo Etienne Gilson, cuyo pensamiento Dewan conoce íntimamente,
y Joseph Owens (de hecho, su tesis doctoral, dirigida por Owens, fue sobre el
esse en Capreolo).
“En mi opinión”, nos asegura Dewan, “mis maestros
acertaron totalmente a la hora de presentar la doctrina de Tomás de Aquino
sobre el esse” (xii). Sin embargo, por mi parte, no puedo estar tan de acuerdo
con el comentario en la sobrecubierta del libro, según el cual “los ensayos de
Dewan exponen esencialmente el mismo esquema” que aquel presentado “por
los más destacados metafísicos tomistas del siglo veinte.” A ciencia cierta,
existen diferencias significativas, e incluso esenciales, en el esquema trazado
por Dewan –su presentación del esse mismo. En este sentido, es reveladora
2
una observación hecha por Dewan en la Introducción: “Mi tesis es que una
recta concepción de la forma debería tender a confundirla con el acto de ser”;
esto es así, precisamente, en razón de la afinidad que existe entre los dos” (xi).
Esto se encuentra indudablemente conectado con otra diferencia, señalada por
Dewan, entre él y sus maestros: Dewan se encuentra “mucho más inclinado
que ellos a subrayar la continuidad de pensamiento que se da entre Aristóteles
y Tomás de Aquino, también con relación a la doctrina del acto de ser” (xii). En
mi opinión, y de acuerdo con la lectura hecha por Dewan, se puede afirmar
que, si bien en Tomás de Aquino la distinción entre forma y acto de ser se
muestra de modo mucho más explícito y sistemático, no obstante, también en
la perspectiva metafísica de Aristóteles el acto de ser “aparece bastante en
escena”. Justamente es por eso que la forma es tan relevante en su metafísica.
Por otro lado, Dewan sostiene que “sólo se puede llegar a entender
adecuadamente el esse de las cosas causadas si se consideran las
implicaciones de la causa eficiente” (xi). Esto sugiere que a la teología natural
le corresponde un papel decisivo en la doctrina del esse en su conjunto, lo cual
es algo en lo que Gilson y Owens también insistieron en su propia manera.
Los artículos no se encuentran ordenados cronológicamente, sino de algún
modo sistemáticamente, desde los principios a las conclusiones y desde lo
general a lo particular. Primordialmente, son lecturas minuciosas de Santo
Tomás. El estilo de Dewan se caracteriza por ser siempre nítido, libre de
tecnicismos innecesarios y de despliegues de rara erudición (difícilmente por
falta de recursos). Un distinguido profesor de filosofía moderna me dijo una vez
que, a menudo, él consulta a Dewan acerca interpretaciones de Descartes).
Efectivamente, uno percibe de inmediato cuán minucioso es Dewan en su
manejo de los textos. Me refiero a una destreza filosófica auténtica, no a la
simple habilidad para “mover las piezas”. Con todo, presumo que, a fin de
obtener el mejor provecho de lo que Dewan tiene para ofrecernos, se necesita
al menos alguna familiaridad previa con Tomás de Aquino. De lo contrario, se
corre el riesgo de no apreciar su extraordinaria sensibilidad para percibir lo que
está ocurriendo en los textos –las decisiones que implica la construcción de un
pasaje, los movimientos de pensamiento a lo largo de las diversas
presentaciones de un tema, y así sucesivamente -como también su capacidad
3
para ayudarnos a volver a promulgar los “revelaciones” intelectuales que los
textos pretenden sugerir. Un rasgo destacado del estilo metafísico de Dewan
es, de hecho, el uso constante que hace del lenguaje visual. En efecto,
practicar la metafísica no es meramente pensar “sobre” el ser. Es también, y
más fundamentalmente, ver las cosas “desde el punto de vista” del ser. Ahora
bien, el que exista tal punto de vista, y la manera de abordarlo y aprovecharlo,
son cosas que, por supuesto, la mayoría de nosotros necesitamos aprender.
Pero de alguna manera nos damos cuenta de que hay quienes ven mejor que
nosotros, y que, de ese modo, nuestra visión mejora cuando los miramos a
ellos (Maritain dijo una vez de Tomás de Aquino que “la contribución de
Aristóteles sólo era decisiva en el sentido de que le ayudó a ver”. ¡“Sólo”!).
Dewan afirma estar de acuerdo con Gilson en que “el enfoque más profundo en
la educación filosófica consiste en vivir algún tipo de aprendizaje junto a gran
filósofo. Yo he vivido mi aprendizaje con Tomás de Aquino. El hecho de que, en
esta relativamente tardía época de mi vida, todavía esté presentando sus
planteamientos de la mejor manera posible, significa simplemente que aún soy
un aprendiz” (xiii). Algunos de nosotros, en cambio, necesitamos, además, de
otro aprendiz para que nos ayude a comprender al maestro.
Los primeros cuatro ensayos tratan acerca de la naturaleza y de los principios
del conocimiento metafísico. En el primero de ellos (“¿Qué es la Metafísica?”),
al cual lo describe como una especie de advertencia, Dewan reflexiona sobre,
el de alguna manera paradójico hecho, de que para la mente humana la
captación metafísica es, al mismo tiempo, lo más cierto y lo más difícil, y
examina algunas de las estrategias ofrecidas por Platón y Aristóteles para
alcanzar dicha captación.
El segundo ensayo (“¿Qué significa estudiar el ser “en cuanto ser?”), presenta
un panorama de los diversos ámbitos de conocimiento del ser, mostrando que
para Tomás de Aquino el ser realmente posee una “naturaleza”, si bien una
naturaleza
que
aparece
intrínsecamente
diversificada
y
estratificada
jerárquicamente. Esto también encierra algo de paradójico: cuánto más se
logra captar la universalidad de esta naturaleza en toda la plenitud de su
alcance, tanto más se aprecia su condición de producto, esto es, su
procedencia de una realidad más amplia.
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En ambos ensayos, la concepción hilemórfica de las cosas sensibles es
presentada como algo fundamental, y de ningún modo como un logro adquirido
“de una vez y para siempre”. En efecto, Dewan considera que la mentalidad
materialista de los presocráticos constituye una “presencia perenne”,
ocupándose detalladamente del tema en el último artículo (“La importancia de
la sustancia”), donde diagnostica cuál es la ontología implícita en muchas
teorías cosmológicas y evolucionistas contemporáneas, e inspirándose en
Charles de Koninck, concibe tratamientos que implicarían desarrollar algunas
ideas sobre la forma sustancial que Tomás de Aquino sólo sugiere. De este
modo es posible constatar que existe una diferencia entre ser un aprendiz y ser
un simple imitador. Pero si el énfasis puesto sobre el hilemorfismo y la causa
formal pudiera todavía dar la impresión de que se trata de una recaída en “el
mero aristotelismo”, deberíamos introducirnos en el octavo ensayo, “Santo
Tomás, la Metafísica, y la causalidad formal”. Es éste un tour de forcé
exegético respecto del análisis de la causa formal que ofrece Tomás de Aquino
en su comentario a la Metafísica 7 y 8 (ciertamente, se podría calificar este
ensayo como un estudio sobre el estilo de “aprendizaje” propio de Tomás de
Aquino). En efecto, Dewan pone allí de relieve cómo Tomás de Aquino, en los
lugares donde Aristóteles recurre a una consideración meramente “lógica” de la
sustancia en términos de género y diferencia, tuerce el texto poniendo un
énfasis más intenso en el hilemorfismo. Ahora bien, Tomás de Aquino
denomina “filosófico” al análisis de la sustancia sensible en términos de materia
y forma. El punto adicional radica en que es a través de este análisis que el
verdadero estatus de la forma como “causa del ser” sale a la luz. El tercer y el
cuarto artículo (“Santo Tomás y las semillas de la Metafísica” y “Santo Tomás,
la Física, y los principios de la Metafísica”) presentan una tesis que sitúa a
Dewan aparte de muchos otros buenos tomistas. Es la tesis de que el ens que
es objeto de la metafísica, o del cual la metafísica busca sus principios y
causas, no es otra cosa sino el ens al que Santo Tomás identifica primum
cognitum, es decir, lo primero aprehendido por el entendimiento humano.
Porque argumenta Dewan, si bien nosotros primero captamos el ens en las
cosas materiales, sin embargo, la materia no queda incluida en su propia ratio
de ente; y aunque el ente como primum cognitum se alcansa por medio de la
abstracción, teniendo de ese modo el carácter de una simple specie inteligible
5
o forma, no obstante, es algo que ya incluye de alguna manera al esse (y,
consiguientemente, puede ser denominada correctamente ens). Pero el ente
así captado no incluye la materia porque tal captación consiste en una
aprehensión de la forma, simplemente como forma, esto es, no individualizada
como sí lo está la forma que inhiere en la materia. Pero incluye al esse por la
misma razón: porque es una aprehensión de la forma como forma, lo cual es lo
mismo que decir, como acto –como aquello gracias a lo cual la cosa está “en
acto” o es un “ser” en el sentido propio del término.
Uno queda impactado aquí, entre otras cosas, por la nobleza que, a los ojos de
Dewan, Tomás de Aquino atribuye a la operación de la abstracción en general,
y en particular a los movimientos más primitivos de la mente humana. Todos
ellos “pertenecen a la sabiduría”. Lo cual significa que establecen una “relación
inmediata” entre la mente y la causa más alta. El desplazamiento de esta
relación es, de hecho, la vida misma de la fe. Es así, que Dewan está en
condiciones de corroborar con fuerza la afirmación de Fides et Ratio (§64),
según la cual “el ser humano es filósofo por naturaleza.” Dewan, incluso, diría
un filósofo “primero”, un metafísico –sólo en germen, por supuesto- lo cual, me
atrevo a afirmar, es lo que quiere decir Fides et ratio.
La concepción que posee el padre Dewan de la metafísica como filosofía
“primera”, también es acentuadamente fuerte. Aunque él no lo expresa
explícitamente de ese modo, me atrevería a decir que, desde su perspectiva, la
metafísica no es meramente la más fundamental o la más elevada de las
ciencias filosóficas, sino que constituye más bien el sentido primario de la
filosofía. Esto es, tomada absolutamente, la filosofía es metafísica, y ninguna
otra cosa es filosofía, a menos que esté unida a la metafísica. Lo cual significa
que la metafísica no entra a jugar únicamente en los límites de la búsqueda
filosófica, ni se ocupa solamente de generalidades. De alguna manera, la
metafísica, se adentra en todas las cosas –everything about everything3. Un
notable ejemplo de esto lo constituye el sexto ensayo: “Santo Tomás y la
analogía: el lógico y el metafísico”, donde Dewan sostiene que, aún en lo
relativo a los nombres, un tema que la mayoría consideraría como una materia
3 N.T: hemos conservado la expresión inglés utilizada por el profesor Brock, debido a que
pierde toda significación si se la traduce al español.
6
exclusiva del lógico, las determinaciones últimas pertenecen al metafísico –
alguien que considera el ser de los nombres, el cual, por supuesto, está
relacionado con los seres que los nombres designan.
El séptimo ensayo, “Santo Tomás y el principio de causalidad”, se refiere a la
inteligibilidad de las nociones causales. Naturalmente, al mencionarse este
punto uno piensa en Hume. Ahora bien, Dewan considera que la posición de
Hume es el resultado bastante lógico que se sigue de haber descuidado
-¿puede uno adivinar?- la causa formal. Porque la causa formal es, en efecto,
la más, y la más inmediatamente, inteligible de las causas. La inteligibilidad de
las demás causas depende de ella. La causalidad eficiente, por ejemplo, sólo
puede ser comprendida en tanto que confiriendo una forma. En un ejercicio
magistral de reducción metafísica, Dewan pasa a explicar la mayor
inteligibilidad de la causa formal debido a su mayor proximidad con la
naturaleza o sustancia respecto del accidente. En otras palabras, la sustancia
es más cercana al modo de ser más inteligible. Éste es un claro ejemplo de lo
que significa ejercitarse en ver las cosas –en este caso, las causas- desde el
punto de vista del ser.
Es en los ensayos nueve, diez y once, donde se trata extensamente el tema
del papel causal de la forma con relación al esse. El noveno (“Santo Tomás, el
método metafísico, y la causa formal”) se ocupa de la naturaleza per se de la
relación entre forma y esse, cuyo vínculo es, incluso, más estrecho que el que
se da entre una cosa y sus propiedades. En el décimo escrito (“Santo Tomás,
forma e incorruptibilidad”), Dewan, ofrece las diversas discusiones sobre la
inmortalidad del alma humana generadas por Tomás de Aquino a lo largo de su
carrera, y resalta la progresión gradual que se observa en tales discusiones, la
cual avanza desde las explicaciones “físicas” –que se basan en la carencia de
contrarios por parte del alma o en el hecho de no estar sujeta al movimientohacia lo que Santo Tomás juzgaría eventualmente como la exposición más
apropiada y explicativa. Ésta descansa en una perspectiva metafísica, la
perspectiva misma de la forma como causa per se del esse. Curiosamente,
dicha explicación entraña la posibilidad de ver la subsistencia del alma, no
como un mero acompañamiento de su naturaleza de forma, sino como algo
que pertenece a su misma perfección en tanto que tal naturaleza. Finalmente,
7
el décimo primer
artículo (“Santo Tomás entre forma y ser en las cosas
causadas”) nos brinda la explicación en torno a la necesidad que he
mencionado anteriormente: la de traer a colación la jerarquía causal a fin de
captar la realidad de la “distinción real”.
El décimo segundo y el décimo tercer ensayo nos ayudan a remover cualquier
tipo de sospecha según la cual, la “abstracción” metafísica supone
necesariamente el perder de vista el dinamismo y la concreción de lo real. De
estos dos últimos existe también algo así como la visión desde el punto de vista
del ser. El ensayo 12 se centra en la noción metafísica de “naturaleza”, o
esencia en tanto que ordenada a la operación: “La naturaleza como objeto
metafísico”. Aquí Dewan argumenta a favor de la presencia de dicha noción en
la concepción de la metafísica como ciencia, y
luego pasa a la Summa
theologiae I, q. 77, la cual se ocupa de la relación entre el alma humana y sus
facultades, un tema que Dewan considera como la exposición metafísica
ofrecida por Tomás de Aquino respecto del alma qua naturaleza. El último
artículo, sobre “El individuo como un modo de ser según Tomás de Aquino”,
nos insta respecto de la necesidad de concebir la individualidad no sólo en
términos de distinción entre lo particular y lo universal, sino también y sobre
todo, como el principal modo de ser: el de la cosa subsistente (como opuesta a
lo meramente inherente). Durante la discusión, Dewan contradice la muy
común visión según la cual el verdadero “principio de individuación” es el esse.
Esto es así únicamente en el caso en el que el esse subsiste.
STEPHEN L. BROCK
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