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Étienne Gilson:
un filósofo católico del siglo XX
“Aun hoy existen propuestas gnoseológicas deshumanizantes que nos llevan
al escepticismo radical, al agnosticismo funcional, al secularismo y al
relativismo en sus diversas formas, desarraigando al hombre de su
identidad propia y abandonándolo al nihilismo. Estas corrientes se olvidan
del ser y de su relación con el Ser, arrancándole a aquél su finalidad
intrínseca, expropiándole su llamado a participar de manera plena con
Aquél que lo sostiene en su perfecto acto de ser”. (Étienne Gilson)
Jorge Capella Riera
Introdución
A lo largo de la historia del pensamiento, e s c r i b e Moya Obradors (2003), el estudio
del hombre ha ocupado un lugar eminente en todas las doctrinas filosóficas, pero nunca
con tanta fuerza e intensidad como en el siglo XX. Hemos asistido en los últimos cien
años a una eclosión de filosofías, tales como como la marxista, existencialista,
nietzscheana, freudiana u otras de semejante signo, que siempre se presentaron
“ preocupadas por el hombre, hasta el punto de que todas ellas han reivindicado para sí el
calificativo de humanistas, intentando hacer ver con ello que su esfuerzo e interés
iban más allá de una mera consideración filosófica del problema y que por el contrario
era precisamente ese rasgo el que las definía y caracterizaba. Tanto es así, que daba la
impresión de que el sólo hecho de presentarse como tal, confería de modo automático
una especie de garantía de calidad y eliminaba de por sí cualquier sospecha de error”.
“Sin embargo la historia de tales filosofías y el resultado final de la aplicación de sus
postulados, ha demostrado que la gran mayoría de estos autoproclamados humanismos
ha fracasado. Nunca tanta preocupación por el hombre como ahora y nunca tanta
destrucción como ahora del verdadero concepto de hombre. Por eso precisamente urgía
más que nunca buscar ese humanismo que sería una guía segura para este tercer
milenio que recientemente hemos comenzado a recorrer.”
Es entonces que aparece Étienne Gilson quien, según Echauri (1978), “es una de las
primeras figuras de la filosofía contemporánea, y posiblemente, el tiempo lo dirá, una de
las personalidades más relevantes de toda la historia de la filosofía”.
1
Fue un incansable defensor de la Filosofía Cristiana, sobre su real existencia, su
historicidad, su importancia en la historia del pensamiento en general y su tarea en
la filosofía, en la teología y en la Iglesia Católica. Sus extraordinarios estudios sobre el
pensamiento medieval y en particular sobre la obra de Tomás de Aquino, una de las
mejores aproximaciones al tema, le permitieron acometer esta tarea.
Se me podrá peguntar el porqué de mi interés por nuestro filósofo. No me resulta difícil
contestar: de estudiante de la especalidad de filosofía me cuativó el trabajo de Gilson y
luego en 1963 se me encomendó reemplazar al recordado Hermano Noé Zevallos en el
curso de Historia de la Hilosofía en la Escuela Normal Superior La Salle de Arequipa y
tuve la suerte de contar con la obras “Historia de la Filosfía” de Étienne Gilson e “Historia
de la Filosofía” de Jean Jolivet que me facilitaron desarrollar el curso según lo había
planificado.
El objetivo del presente artículo es exponer y valorar algunos aspectos de la contribución
de nuestro filósofo a la historia de la filosofía y a la comprensión del vacío metafísico de
nuestro tiempo.
Analizaremos brevemente, como lo demanda un artículo, la vida y obras de Gilson, su
pensamiento y la vigencia de éste en nuestros días.
Pero antes de comenzar el trabajo me permito indicar a los lectores que:
-
-
-
Gilson tiene la costumbre de insistir -en casi todas sus obras- en ciertas ideas, que
algún comentarista ha tildado de obsesivas, y que yo prefiero llamarlas ideasfuerza; ello hace que se observe una aparente reiteración.
Hay que tener en cuenta que los estudios de nuestro filósofo han sido traducidos
del francés lo que implica posibles deficiencias.
La referencia en la biografía de connotados filósofos, teólogos y sociólogos me
exige que resuma -en forma muy breve- su trayectoria mediante notas a pie de
página. Tal vez algunas personas juzguen que es exagerada, por lo que pido
disculpas.
Los textos de Gilson van en letra cursiva.
En la redacción del escrito uso varios estilos pues trato de respetar el de cada uno
de los autores que cito.
Lima, enero de 2015
Vida y obras
Étienne Gilson ha sido un filósofo que tuvo una trayectoria académica en la que tuvieron
que ver circunstancias muy diversas; un gran número de importantes personajes y una
amplia produción literaria. Ello hace que considere que, en este primer apartado, me
ocupe tanto de la vida como de las obras de este genio.
2
Vida
Étienne Gilson nace en París el 13 de junio de 1884 en una familia cristiana de clase
media y fue educado en escuelas cristianas, donde la fe católica recibida de sus padres
se fortaleció y se unió íntimamente a la cultura de su país y de su época;
En esta ciudad recibió su primera educación en el seminario diocesano de Notre–Dame–
des–Champs, y luego en el Liceo Enrique IV, donde también estudió Jacques Maritain.
Fue formado desde joven en el sentido artístico, siendo la literatura, la música y las artes
plásticas intereses que permanecieron en él. En ese Liceo obtuvo el bachillerato en
filosofía y letras.
Después de cumplir con el servicio militar, hizo los estudios universitarios en un ambiente
agnóstico como el de la Sorbona. Pero supo aprender la técnica de la investigación
intelectual de sus profesores Brochard 1, Delbos 2, Lalande 3, Durkheim 4, Lévy-Bruhl 5 …
sin dejarse llevar por su orientación antimetafísica y positivista
Echauri (1978) nos dice que “aunque parezca increíble, durante sus años de formación en
la Sorbona, justamente en la universidad donde Santo Tomás había ejercido su
magisterio doctrinal, Gilson no oyó decir nada acerca de él”.
1
Victor Brochard (1848-1907) fue un filósofo francés que después de haber realizado los estudios clásicos en
el Liceo de Lille en 1868 entró en la connotada Escuela Normal Superior. Ingresó a enseñar en La Sorbona
como Profesor de Historia de Filosofía Antígua. Escribió varios artículos sobre Platón en la Revista de
Filosofía . Se especializó en Descartes, algunos de cuyos libros preparó varias ediciones
2
Victor Delbos (1862-1916) fue un filósofo e historiador de la filosofía católico. En 1902 se lo nombró Profesor
de la Sorbona y en 1911 vino a ser miembro de la Académie des Sciences Morales et Politiques. Murió en
Julio de 1916. Era gran amigo de Maurice Blondel. Escribió sobre Spinoza, Malebranche y Kant.
3
André Lalande (1867-1963), profesor en la Sorbona desde 1904, cultivó la teoría de la ciencia desde un
positivismo racionalista. Defendió la tesis de que toda evolución es contrarrestada por una disolución igual y
de sentido contrario, introduciendo una teoría no evolucionista del progreso basada en la asimilación que
caracteriza la epistemología genética de Jean Piaget. Lalande se propuso colaborar en la pretendida
unificación del lenguaje filosófico, proyecto próximo a las tendencias unificadoras neopositivistas. Fue uno de
los impulsores de losCongresos Internacionales de Filosofía, iniciados en 1900.
Émile Durkheim (1858 –1917) fue un sociólogo, pedagogo y antropólogo francés. Hijo de un rabino, destacó
pronto como estudiante, lo que le permitiría acceder en 1879 a la Escuela Normal Superior de París. Se
licenció en filosofía en 1882. Terminados sus estudios inició su carrera docente en diversas ciudades
francesas. Estableció formalmente la disciplina académica. Durante el curso 1885-1886 se trasladó a
Alemania, donde conoció los métodos de la psicología experimental de Wundt. En 1896 creó la primera
revista dedicada a la sociología, L'Année Sociologique. Perfeccionó el positivismo promoviendo el realismo
epistemológico y el método hipotético deductivo. Sobre el fenómeno religioso versó una de sus obras más
significativas, Las formas elementales de la vida religiosa (1912), basada en diversas observaciones
antropológicas sobre los aborígenes americanos y australianos. En 1902 fue nombrado profesor de la cátedra
de ciencias de la educación de la Universidad de París, donde ejercería la docencia hasta su fallecimiento.
4
5
Lucien Lévy-Bruhl (1857-1939) Antropólogo y filósofo francés. Sus estudios sociológicos sobre la mentalidad
de los pueblos considerados primitivos han ejercido una gran influencia sobre la cultura occidental
contemporánea. Siguiendo las ideas del sociólogo francés Émile Durkheim, considera la moral como la ciencia
de las costumbres, basada sobre reglas de comportamiento que, en un determinado contexto social, aparecen
como objetivas y necesarias, como si fuesen leyes naturales. Profesor en la Sorbona y director de la Escuela
Normal Superior, ha influido profundamente en la juventud francesa. Asumió la dirección de la importante
“Revue philosophique”, misión que desempeñó hasta el fin de sus días.
3
Su principal interés durante los estudios universitarios fueron los filósofos modernos, y
llegó al pensamiento de Santo Tomás a través de sus estudios cartesianos. Lucien Lévy–
Bruhl, que como acabamos de ver fue uno de sus profesores, lo orientó a investigar las
influencias del pensamiento de Descartes para su tesis doctoral, lo cual lo condujo
directamente a la filosofía escolástica.
Interesado en la metafísica desde sus primeros estudios filosóficos, asistió a los cursos
de Henri Bergson 6 en el Collége de France, que fueron importantes para él en la toma de
distancia del positivismo de sus profesores de la Sorbona.
El mismo filósofo nos relata (1958) "Fui educado en un colegio católico francés, de donde
salí, tras siete años de estudios, sin haber oído ni una sola vez, al menos en lo que
recuerdo, el nombre de Santo Tomás de Aquino. Cuando me llegó la hora de estudiar
filosofía, asistí a un colegio dependiente del Estado, y cuyo profesor de filosofía, un
discípulo tardío de Victor Cousin 7, jamás había leído, evidentemente, ni una línea de
Santo Tomás de Aquino. En la Sorbona ninguno de mis profesores conocía la doctrina
tomista, y todo lo que supe de ella fue que, si hubiera alguien tan tonto como para
ponerse a estudiarla, sólo hallaría en ella una expresión de esa Escolástica que, desde
los tiempos de Descartes, pasó a ser mera pieza de arqueología mental".
En 1906 termina sus estudios de filosofía en La Sorbona y dos años más tarde se casa
con Teresa Gilson con quien tiene 3 hijos.
Al preparar su tesis doctoral tuvo ocasión de estudiar los antecedentes de la filosofía
cartesiana, y descubrió que las ideas fundamentales de Descartes derivan de nociones
metafísicas propias de la escolástica, es decir, de la filosofía cristiana de la Edad Media.
De ahí nació en él el deseo de estudiar a fondo la filosofía medieval, para averiguar hasta
qué punto era cierto lo que en su tiempo sostenían los historiadores de la filosofía, es
decir, que en la Edad Media no había habido verdadera filosofía sino sólo teología, y que
la considerada historia de la filosofía daba un salto de los griegos a Descartes, padre de
la filosofía moderna. Desde 1905 hasta 1930 Gilson se dedicó a estos estudios, llegando
Henri Bergson (1859 – 1941), miembro de una familia judía de origen polaco, realizó sus primeros estudios
en el Liceo Condorcet sobresaliendo en las disciplinas clásicas y más aún en las matemáticas y la mecánica.
Luego estudió filosofía en la École Normale Supérieure, de la que en 1898 fue Profesor. Desde 1900 hasta
1921, ostentó la cátedra de filosofía en el Colegio de Francia. En 1914 fue elegido para la Academia
Francesa; de 1921 a 1926 fue presidente de la Comisión de Cooperación Intelectual de la Sociedad de
Naciones. En 1927 ganó el Premio Nobel de Literatura. Llamado el filósofo de la intuición, Bergson buscó la
solución a los problemas metafísicos en el análisis de los fenómenos de la conciencia. La evolución de la
realidad es "ímpetu vital" (élan vital), acción que continuamente se crea y se enriquece. Dispensado de
inscribirse en el registro en el que debían constar todos los judíos (era famoso y estaba muy enfermo) se
presentó personalmente: «quise permanecer entre aquellos que mañana serán perseguidos». En los últimos
años se sentía cada vez más cerca del catolicismo, pero evitó la conversión oficial porque, como confesó en
su testamento, temía apoyar con su prestigio el antisemitismo fomentado en Europa por el nazismo. Es el
filósofo francés más importante de su época.
6
Victor Cousin (1792 – 1867) fue un filósofo espiritualista y escritor francés que elaboró una síntesis del
pensamiento de Descartes, Kant y la escuela escocesa y es considerado el líder de la escuela ecléctica.
Enseñó en la Sorbona y en la Escuela Normal Superior. Editó las obras de Descartes, tradujo al francés
a Platón y a Proclo y entre otras obras escribió Histoire de la philosophie au XVIIIe siècle , (1829), Du Vrai, du
Beau et du Bien, (1853) y numerosas biografías de mujeres célebres del siglo XVII. En 1830 se hizo miembro
de la Academia Francesa y en 1832 de la "Academia de Ciencias Morales y Políticas". En 1840, tomó el cargo
de consejero de Estado y el de ministro de Educación.
7
4
a la conclusión -actualmente aceptada por los historiadores- de que la época patrística y
escolástica dio lugar a un importante y original desarrollo filosófico, produciendo nociones
que a través de Descartes han influido también en la filosofía moderna y contemporánea.
Cuando relata el inicio de sus estudios escolásticos, Gilson explica así su orientación: "En
cuanto vi claro que, técnicamente hablando, la metafísica de Descartes no era más que
un amaño chapucero de la metafísica escolástica, decidí aprender la metafísica de
aquellos que realmente la habían sabido, es decir, de aquellos escolásticos a quienes mis
profesores de filosofía podían despreciar libremente, ya que no los habían leído".
Tras estudiar a Santo Tomás y a San Buenaventura, se dio cuenta de que el rico
florecimiento de la filosofía escolástica había sido silenciado, y que los pensadores
modernos dependían de ésta en muchos sentidos. Nuestro protagonista dedicó sus
mayores esfuerzos a la comprensión de esta etapa.
Y a partir de ese momento, Gilson comenzó a convertirse en uno de los líderes
indiscutidos del tomismo contemporáneo. Incluso, nos atrevemos a afirmar, que sus
ideas presentan el rostro más auténtico del tomismo de Tomás de Aquino. Y es así
como se inició uno de los mejores historiadores de la filosofía escolástica de nuestro
tiempo.
Pero él no se queda en ser estudioso. Siente la necesidad de comunicar lo que ha hallado
en sus investigaciones. Es así como en 1913 ingresa como profesor en la École pratique
des Hautes-Études de París, donde también empezó a publicar la revista anual "Archivos
de historia doctrinal y literaria de la Edad Media".
En 1916 da clases de filosofía medieval en la Universidad de Lille, al norte de Francia y
entre 1921 y 1932 enseñó filosofía medieval en La Sorbona.
Luego pasa tres años enseñando en Gran Bretaña, Italia y Bélgica. En este último país,
dicta tres importantes conferencias pronunciadas en el Instituto de estudios superiores de
Bruselas, y publicadas en 1931 en la "Revue de Métaphysique et de Morale". Sus tesis ya
las había puesto por escrito en las primeras ediciones de su Historia de la Filosofía,
aparecidas de 1926 a 1928.
Según Milla Toro (2007), “en 1931 la Sociedad Francesa de Filosofía promovió un primer
debate sobre los estudios escolásticos en el que participó Gilson. Las conclusiones a
este encuentro fueron realmente históricas y dieron lugar, a una apasionada polémica
filosófica en Francia y en toda Europa”.
Más tarde, nos cuenta Zadra (2004), “en 1936 y en ese mismo contexto, tuvo lugar una
Polémica sobre la Filosofía Cristiana (Cristianismo y filosofía) en la que participaron
filósofos y teólogos de la talla de Léon Brunschvicg 8, Gabriel Marcel 9, Maurice Blondel10,
Léon Brunschvicg (1869 – 1944) fue un filósofo francés de tendencia idealista. Estudió en el Liceo Condorcet
de París. Después en la École Normale Supérieure, y fue profesor en distintos Liceos de provincias. En 1909
fue nombrado profesor de filosofía en la Universidad de la Sorbona. Fue co-fundador, en el año 1893, de
la Revue de métaphysique et de morale. Debido a sus orígenes judíos fue obligado por los nazis a abandonar
su posición de Profesor. En ese tiempo escribió su estudio sobre Montaigne, Descartes y Pascal, que se
publicó en Suiza. Murió en 1944 a los 74 años.
8
5
Marie-Dominique Chenu
otros”.
11
, Jacques Maritain
12
, Bréhier
13
y Martin Heidegger
14
, entre
Brunschvicg y Blondel intervinieron en la polémica y Brehier fue uno de los principales
ponentes disertando en contra de las posiciones de Gilson. Desde su punto de vista la
religión es asumida en un nivel superior por la filosofía, y carece por tanto de sentido la
idea de una filosofía específicamente religiosa.
9
Gabriel Marcel (1889-1973) fue un dramaturgo y filósofo francés. Su padre era agnóstico. A los siete años
escribió su primera obra literaria y en general tuvo buenos resultados en la escuela primaria. Cursó la
secundaria en el Lycée Carnot de París. Estudió cuatro años de filosofía en la Sorbona con Delbos, LévyBruhl, Jacques Maritain y Henri Bergson. Su pensamiento es calificado como existencialismo cristiano
o personalismo. Tras terminar la carrera de filosofía, Marcel ejerció de profesor en diversos liceos. Al mismo
tiempo se dedicó a la crítica literaria, en especial de las obras de teatro. En 1929, tras largo período de
inquietud religiosa, se convirtió al catolicismo. De este período de búsqueda religiosa también surge su
obra Être et avoir publicado en 1935. Perteneció a la Société Française de Philosophie y colaboró en
la Revue de Métaphysique et de Morale. En 1933 adquirió un apartamento donde se reunía con un grupo
escogido de pensadores católicos con el fin de elaborar una filosofía espiritualista cristiana.
10
Maurice Blondel (1861 - 1949), filósofo francés. Descendiente de una familia profundamente católica, cursó
sus primeros estudios en el Liceo y los prolongó en la Universidad, donde obtuvo la Licencia en Letras y el
Bachillerato en Derecho. A los 20 años fue admitido en la École Normale Supérieure. La tesis de doctorado
titulada L'Action, Essai d'une critique de la vie et d'une science de la pratique, constituye el primero y más
elevado fruto de su profunda convicción cristiana que había de ser la base de toda la investigación filosófica
de Blondel. Interviene en la célebre polémica desatada por Bréhier yGilson acerca de la filosofía cristiana. Su
figura de pensador cristiano va colocándose progresivamente en un plano de clasicismo, en tanto que engrosa
la escuadra de discípulos, diversamente fieles a su magisterio.
11
Marie-Dominique Chenu (1895 - 1990). Teólogo dominico, nacido en Francia y profesor de teología
medieval. Estudió en el Collegium Internationale Pontificio Angelicum donde obtuvo su tesis titulada “De
contemplatione”. Fue «rector» de la Escuela de Teología de Le Saulchoir en Bélgica. Aplicó el análisis
sociológico a la investigación en la teología y en la obra misionera de la iglesia por lo que sus libros fueron
inscritos en el Index, pero más tarde lo reabilitaron. Fue uno de los fundadores de la revista
reformista Concilium. Sus aportaciones teológicas influyeron de forma definitiva en el pensamiento que llevó
al Concilio Vaticano II en el participó en calidad de experto. En 1930 fundó el Chenu Institut d'Etudes
Médiévales de Montreal.
12
Jacques Maritain (1882-1973) Filósofo francés cristiano. Estudió en el Liceo Enrique IV y en la Sorbona. En
1904 se casó con Raïssa Oumansoff, inmigrante judía de origen ruso, con quien compartió muchas de sus
inquietudes intelectuales y obra. Tomaron cursos de Henri Bergson, quien les comunicó el "sentido del
absoluto". Junto con su esposa, se convirtió al catolicismo. Se desempeñó como Profesor de Filosofía en un
liceo Parisién y, desde 1914, en el Institut Catholique, dio cursos en universidades de Europa, Estados Unidos
y Canadá. En 1917 recibió de la Santa Sede el título de doctor "honoris causa" en filosofía de las
universidades pontificias. Durante la guerra fue presidente de la École Libre des Hautes Études Françaises de
Nueva York (1943-1944), y un notable animador de la resistencia espiritual frente a las fuerzas anticristianas
desatadas en Europa. De 1945 a junio de 1948 representó a su país ante el Vaticano.
13
Émile Bréhier (1876-1952). Filósofo francés e historiador de la filosofía Sus estudios se centraron en la
filosofía antígua, particularmente sobre el estoicismo y Plotino, pero la obra más famosa fue Histoire de la
philosophie (1926-32), que es la más importante de este género escrita en lengua francesa. Fundó la Revue
d'histoire de la philosophie y, desde 1940, dirigió la Revue philosophique. Fue el sucesor de Bergson en La
Sorbona en 1945.
Martin Heidegger (1889 – 1976). Fue un filósofo alemán de notable influencia. Estudió teología católica,
ciencias naturales y filosofía en la Universidad de Friburgo y luego fue asistente de Edmund Husserl.
Comenzó su actividad docente en Friburgo en 1915, para luego enseñar durante un período (1923–1928) en
Marburgo. Tras sus inicios en la teología católica, desarrolló una filosofía innovadora que influyó en diversos
campos. Su obra tiene dos períodos distintos: el marcado por Ser y tiempo y El estudio de la historia de la
metafísica como proceso de olvido del ser. Fue criticado por su asociación con el régimen nazi.
14
6
Cabe señalar que Heidegger se opuso resueltamente al concepto mismo de filosofía
cristiana, y sus argumentos han tenido y tienen aún gran influjo en el pensamiento
filosófico. Para él “la noción de filosofía cristiana constituye una contradicción, puesto que
el acto filosófico primigenio que es la búsqueda del sentido del ser supone una puesta en
cuestión radical que es inadmisible para la fe. Heidegger reconoce que la fe brinda una
respuesta a la pregunta filosófica por el sentido del ser, pero considera que al responder
se ahoga la pregunta filosófica misma, se elimina. Las sólidas certezas de la fe y el eterno
e insaciable preguntar filosófico son planteados así por el pensador alemán como dos
caminos posibles y mutuamente excluyentes ante la cuestión fundamental de la vida
humana que es la cuestión sobre el sentido del ser . Encontramos aquí una de las más
radicales formulaciones de la nefasta oposición entre fe y razón que en nuestro tiempo
parece generalizarse, y que deja a tantos en la triste situación de no querer ver saciada su
hambre de sentido”.
Posteriormente un gran número de filósofos de diversas líneas de pensamiento se
involucrarían en la discusión, haciéndola más compleja y extensa.
Pues bien, como veremos más adelante en esta polémica es donde Étienne Gilson brilló
con luz propia en extraordinarias intervenciones.
Desde entonces, se le conoció en Europa y América por su gran dominio de los autores
escolásticos desde sus fuentes, y muchos convienen en llamarlo el gran medievalista del
siglo XX. Fue solicitado para enseñar en diversos países, y desde el año 1926 empezaron
sus viajes a Canadá y Estados Unidos. Se le invitó a fundar el Instituto de Estudios
Medievales de la Universidad de Toronto, formado oficialmente en 1929. Sus estudiantes
extendieron su influjo por toda América del Norte. Entre los cursos dictados en sus viajes
se encuentran lecciones magistrales que luego se convertirían en algunas de sus obras
de mayor relevancia en el ámbito filosófico: las " Gifford Lectures" 15 en Aberdeen (193132), publicadas bajo el título El espíritu de la filosofía medieval; las " William James
Lectures " 16 en Harvard (1936) publicadas como La unidad de la experiencia filosófica, en
que defiende la metafísica, y define al hombre como animal metafísico por naturaleza, en
contra de la tesis nietzscheana compartida por el Círculo de Viena; y la inauguración de la
Cátedra Cardenal Mercier 17 18 en Lovaina en 1952, que dio origen a su libro Las
metamorfosis de la ciudad de Dios.
15
Lord Adam Gifford (1820-1887), un abogado y juez de Escocia, dedicó su fortuna a organizar los cuatro
“Gifford Lectureships on natural theology” en conexión con las Universidades de Aberdeen, Glasgow,
Edinburgh and St. Andrews. Estudió en la Universidad de Edimburgo y le interesaron los trabajos de Spinoza.
Sin embargo pudo más su alma política y se convirtió en un miembro de Scots Law Debating Society. Era
muy solicitado para dar conferencias, no tanto sobre tópicos relacionados con la jurisprudencia, sino más
bien sobre metafísica y filosofía de la religión.
“The William James Lectures” eran una serie de conferencias que se ofrecían en la Universidad de Harvard
auspiciadas por los Departamentos de Filosofía y Psicología a la que eran invitados por estos
departamentos entre personajes distinguidos en las dos especialidades. Esta serie se creó en honor a William
James (1842-1910), filósofo pragmatista américano y fundador de la psicología funcional y de la psicología de
la religión. En 1872 inició en Harvard la profesión docente, que desempeñó a lo largo de toda su existencia.
Su pensamiento se relaciona con una doctrina que él mismo llamó empirismo radical.
16
17
Desiderio José Mercier (1851- 1926) fue un sacerdote católico y académico belga. Estudió y más tarde fue
elegido rector de la Universidad de Lovaina, en Bélgica. Su actitud frente a la ocupación alemana le dio
prestigio internacional. Mantuvo un diálogo con el anglicanismo y organizó, junto con Lord Halifax, las
Conversaciones de Malinas (1921-1926). Restauró la liturgia y trabajó para una mejor preparación cultural y
7
Igualmente son importantes las” William James' Lectures” que Gilson dictó en Toronto,
Canadá. El libro luego es publicado bajo el nombre de "Being and some philosophers".
Pero Gilson no fue un escritor ocasional. Escribió, como veremos enseguida, a lo largo de
toda su vida y de forma extraordinaria y relevante. En efecto s us trabajos sobre San
Agustín, San Bernardo, San Anselmo, San Buenaventura, Duns Scoto, para citar sólo
algunas de sus obras mayores, son puntos de referencia ineludibles para todo cultor
de la filosofía medieval. Y no he citado deliberadamente a Santo Tomás de Aquino,
porque éste ocupa un lugar de privilegio en su pensamiento. El investigar y escribir
sobre el que él llama cariñosamente «mon saint
Thomas d’Aquin» ha sido, como él
•
mismo nos lo dice, «no solamente su trabajo, sino su placer».
Ahora bien, no fue nuestro filósofo un hombre ajeno a los avatares de su tiempo pues
participó en la primera guerra (Batalla de Verdún19); permaneció prisionero entre 1916 y
1918; fue senador del Movimiento Republicano Popular (MRP) -de orientación demócrata
cristiana-; consejero del gobierno y representante de Francia en las Naciones Unidas
después de la guerra.
También fue co–director de la Fundación John M. Olin cuyo Centro para la Investigación
se dedica al estudio sobre la Teoría y Práctica de la Democracia.
Ya cercano al ocaso vital fue distanciándose fuertemente de la práctica política y de su
relación con algunos colegas del pensamiento religioso.
En esta última faceta observo una cierta contradicción pues hay quienes consideran que
durante el Concilio Vaticano II, Gilson fue un destacado referente filosófico incluso de la
Escuela Romana de Teología y de los teólogos de Pío XII; y otros creen que él es
reencontrado, después del Concilio, de entre los grandes desaprovechados.
De todos modos mantuvo una numerosa correspondencia con dos de las mayores
celebridades de la época: Jacques Maritain y el Padre Henri de Lubac.
espiritual del clero de su diócesis. Intentó acercar la filosofía kantiana a la tomista, intento conocido
como realismo crítico. Fue creado cardenal de la Iglesia Católica el 15 de abril de 1907.
18
Para llevar a cabo la renovación filosófico-teológica marcada por la encíclica Aeterni Patris, León XIII pidió
al Cardenal Dechamps que se crease la Escuela Filosófica de Lovaina, una escuela que siguiera las huellas
de Santo Tomás de Aquino. Mercier se hizo cargo de esta enseñanza en el año académico 1882-83 con un
curso de «alta filosofía de Santo Tomás». Organizó además coloquios, reuniones, seminarios, etc., con objeto
de formar colaboradores, a fin de crear un Instituto Superior de Filosofía que fue definitivamente constituido en
1894. El mismo año se fundó la Revue Néo-scolastique de philosophie, que después pasó a ser la Revue
philosophique de Louvain. Actualmente todo ello forma parte de la Cátedra Cardenal Mercier.
19
Fue una de las grandes batallas de desgaste entre alemanes y franceses, la más larga de la primera guerra
mundial – diez meses – y la segunda más sangrienta – 250.000 muertos – tras Somme. . El héroe fue el
mariscal Petain, después cuestionado y considerado traidor. La resistencia francesa estuvo ayudada por el
ataque de los rusos en Galitzia, en el frente oriental, donde barrieron a los austríacos y obligaron a los
alemanes a dividir sus fuerzas.
8
Gilson tuvo varios reconocimientos sobre todo en 1946 que fue elegido miembro de la
Academia Francesa. Hay que señalar que perteneció al Collège de France hasta 1951 en
que renuncia a su puesto para dedicarse por completo al Instituto Medieval, hasta 1968.
Tuvo que ser hospitalizado de urgencia pues presentaba una hemorragia por úlcera
péptica complicada por insuficiencia hepática. Muere el 19 de septiembre de 1978 en
Cravant, una localidad comuna francesa situada en la
región de Borgoña, departamento de Yonne, en el distrito de Auxerre, cantón de
Vermenton, a la edad de 94 años.
Obras
Étienne Gilson, además de ser un excelente filósofo es un notable escritor. Como afirma
Echauri (1978), lo es “no sólo por la elegancia de su estilo, sino también por su precisión
y nitidez conceptual. La filosofía adquiere bajo su pluma el rigor de una ciencia, porque
toda palabra posee allí su sentido exacto y el hilo de su discurso se puede controlar paso
a paso”.
Además, “su producción escrita resulta realmente asombrosa, no sólo por su cantidad,
sino sobre todo por su calidad, y es por ello que quizás sea la obra intelectual de mayor
envergadura de nuestro siglo. Y decimos «intelectual» por la variedad y amplitud de su
espectro temático. Pero dentro de ella estimamos que sus trabajos específicamente
filosóficos son los más importantes y decisivos de nuestro tiempo por su profundidad
especulativa y su solidez doctrinal”.
Sus escritos son referentes obligados para conocer la metafísica medieval y la discusión
en torno a la existencia de una filosofía cristiana en la Edad Media.
Su aporte es resultado del fruto maduro de sus esfuerzos al estudio histórico del
pensamiento escolástico. Sus trabajos de historia de la filosofía son abundantes y
rigurosos. Tiene obras panorámicas, como La filosofía en la Edad Media y El espíritu de la
filosofía medieval. En esta obra hace ver la originalidad de la filosofía patrística y
escolástica, su pluralismo de escuelas y su unidad dentro de la fe cristiana y de la teología
y obras más bien monográficas que exponen el pensamiento de un autor, como
su Introducción al estudio de San Agustín (1929) o sus libros La filosofía de San
Buenaventura (1924) y Duns Scoto (1952).
Pero nuestro filósofo escribió y se han publicado, otras numerosas obras, algunas de las
cuales están traducidas al castellano: Lingüística y filosofía; El tomismo; Pintura y
realidad; El ser y los filósofos; La metamorfosis de la Ciudad de Dios; Elementos de
filosofía cristiana; La unidad de la experiencia filosófica; El filósofo y la teología y Dante y
la filosofía. Pero destacan: El realismo metodológico, La filosofía de san Buenaventura, El
ser y la esencia, El tomismo, Elementos de filosofía cristiana, entre otras.
Son importantes también, aunque en francés: La Théologie mystique de Saint Bernard;
Jean Duns Scot; Études sur le rôle de la pensée médiévale dans la formation du système
cartesian; Réalisme thomiste et critique de la connaissance.
Sin embargo, Gilson es sin duda uno de los principales conocedores del pensamiento de
Santo Tomás, en cuyo ámbito se sitúa sobre todo su obra. La principal exposición
9
sistemática que hace del pensamiento del Santo se encuentra en su libro El tomismo.
Introducción al sistema de Santo Tomás de Aquino (1925).
Menos conocidos son sus estudios sobre otras etapas de la historia de la filosofía,
como Filosofía moderna: de Descartes a Kant (1963), y Filosofía contemporánea: de
Hegel al presente (1966).
En su producción Insistía en que la revelación judeo-cristiana de Dios como creador y ser
en sí mismo, afectó en profundidad el carácter de la filosofía cristiana.
Crítica, polémica y pensamiento
Como acabamos de ver, Étienne Gilson fue uno de los más ilustrados autores de la
neoescolástica y especialista en Santo Tomás de Aquino, y que destacó como un gran
polemista tal como lo demostró tanto en el Debate sobre los Estudios Escolásticos,
promovido por la Sociedad Francesa de Filosofía, como en la Polémica sobre la Filosofía
Cristiana organizada por la misma institución.
En esta parte del artículo voy a intentar presentar, de manera sencilla y breve, ambos
aspectos de nuestro filósofo: su capacidad de crítica, de polémica, y su pensamiento.
Tal como señalé en la introducción, en este apartado el lector encontrará distintos estilos
de redacción pues trato de respetar el de los autores que cito.
Crítica y Polémica
Ossandón Valdés (1982) considera que “uno de los espectáculos más bellos que el
hombre puede presenciar es una polémica intelectual llevada a cabo con altura de miras
por inteligencias superiores. Más aun, cuando los polemistas llaman a comparecer
ante el tribunal de la razón a todos los grandes filósofos que la historia venera”.
Zadra (2004) nos dice que Gilson estudia en diversos lugares, entre ellos su obra La
filosofía en la Edad Media, las profundas diferencias entre los distintos sistemas de los
pensadores de dicha época: “Existen en el ámbito mismo de la escolástica unas filosofías
que de ninguna manera pueden reducirse a unidad: San Buenaventura, por ejemplo,
sostiene unos criterios radicalmente diversos de los de Santo Tomás en varios puntos
capitales, como son la noción de ser, la idea de causa, el conocimiento racional o natural,
etc. Y lo mismo dígase con referencia a los otros grandes doctores, como Anselmo de
Aosta, Duns Escoto, etc.”.
Sin embargo, el espíritu común y la complementariedad que existe entre ellos, hace que
los diversos sistemas no sean mutuamente excluyentes, como esclarece la conclusión de
su “Introducción al estudio de San Agustín”: “No cabe duda alguna de que estas dos
actitudes no son dogmáticamente contradictorias: San Agustín no excluye a Santo Tomás
de Aquino, en el centro de toda filosofía cristiana, más bien lo prepara y lo reclama; pero
no intentamos sostener que el plan de las dos exposiciones sea el mismo” .
Según Milla Toro (2007) “la crisis de la metafísica es la crisis de los metafísicos, y se
debió a una confusión en la concepción del ser (y del ser, precisamente, es de lo que
10
versa la metafísica). La pobre visión sobre el ser ha sido el lastre que ha cargado en sus
aproximadamente veinticinco siglos de vida. Los grandes problemas de los metafísicos
han sido el esencialismo y el existencialismo”.
No puedo analizar todas las críticas que hizo ni todas las polémicas en las que de una u
otra manera Gilson intervino. Me ocuparé muy brevemente de su posición frente a
Descartes/Suárez y un poco más ampliamente sobre la postura de nuestro filósofo ante
pensadores de la época, con especial énfasis en los comentaristas de Santo Tomás de
Aquino.
Descartes/ Suárez
Baciero Ruiz (2007) afirma que “tradicionalmente se ha considerado la filosofía cartesiana
como un comienzo casi absoluto en la historia de la Filosofía. Sin embargo, las conocidas
hipótesis del “genio maligno” y del “Dios engañador”, parte fundamental del artificio de la
“duda metódica” en las Meditaciones metafísicas, se encuentran en la Disputación
metafísica de Suárez 20. Parece claro, a partir de su doctrina sobre el origen del error,
que Descartes tomó directamente de Suárez ambas ficciones”.
En sus obras de comienzos de siglo, Gilson explicaba el acercamiento de Descartes hacia
la escolástica en torno a la década de 1640, en razón de su afán por divulgar su “nueva”
fílosofía (su nueva física en realidad), mostrando su compatibilidad esencial con la
filosofía y teología “aristotélicas” dominantes, lo que entonces significaba,
necesariamente, su aceptación y difusión a través de los colegios y vínculos universitarios
de los jesuitas.
Descartes estudió en La Fléche, de acuerdo con los estudios más recientes, desde la
Pascua de 1607 hasta Septiembre de 1615, es decir, ocho años y medio (entre los once
y los diecinueve años), recibiendo una educación típicamente jesuítica, con sus ejercicios
espirituales anuales previos a cada curso, sus ejercicios de piedad, prédicas, estudio
de las lenguas clásicas, de la filosofía escolástica, los clásicos griegos y latinos y la
doctrina cristiana, sin descuidar el ejercicio físico.
Por lo demás, Descartes nunca dejó de mostrar admiración y reconocimiento hacia
sus antiguos profesores de Filosofía
20
Francisco Suárez (1548-1617). Miembro de una familia hidalga, ingresó en el noviciado de la Compañía de
Jesús en Salamanca en 1564 donde estudió filosofía y teología. Enseñó teología en Segovia y Ávila en 1575;
en Valladolid en 1576; y desde entre 1580 y 1585 filosofía y teología en Roma, donde participó en la
elaboración del Ratio studiorum. Luego se trasladó a enseñar a Alcalá de Henares, entre 1585 y 1592, donde
sus primeros libros le valieron dificultades con censores dominicos. En 1593 volvió a Salamanca, para
enseñar, y terminó al fin su carrera en la Universidad de Coímbra, donde entró en 1597. La jubilación le llegó
en 1615; entonces fue a Lisboa, donde dos años después falleció. Fue llamado Doctor Eximius et Pius y gozó
de enorme autoridad, revitalizando la ya decaída escolástica. Tanto su teología como sus posiciones jurídicas
son inseparables de su sistema filosófico, expresado en sus colosales Disputaciones metafísicas (1597), en
las que, siguiendo a Tomás de Aquino y a Duns Escoto, va a la vez más allá de ellos e incluso los critica en
puntos centrales. Esta obra fue muy conocida incluso más allá del ámbito de las naciones católicas, y
estudiadas por figuras de la talla de Descartes y Leibniz. El extraordinario alcance de su pensamiento se
mantuvo vivo durante casi dos siglos en la mayoría de las universidades europeas, así como en los sistemas
filosóficos de numerosos pensadores de primera línea.
11
Ahora bien, si en esos cursos se seguía la filosofía de Aristóteles, a través de los
comentarios de los autores jesuitas, con todo, y de acuerdo con Gilson, eran sobre todo
dichos manuales y comentarios, y no los textos mismos del Estagirita, los que se
manejaban habitualmente. Con razón concluye que la escolástica aristotélico-jesuítica
debió moldear la mente de Descartes de un modo difícil de exagerar.
Comentadores de la obra de Santo Tomás
En cuanto a la relación del pensamiento de Santo Tomás con el de sus comentadores,
Zadra sostiene que Gilson afirma decididamente su conclusión: “el único tomismo
auténtico es el que se encuentra en los textos de Santo Tomás de Aquino. La forma de
ser un genuino tomista es filosofar en el modo en que él mismo lo hizo”. Tras estudiar el
pensamiento que exponen los clásicos comentadores de Santo Tomás y contrastarlo con
las fuentes, sostiene que no hay una coincidencia en los principios fundamentales, en
particular en la comprensión del primer principio del pensamiento, que es el ser.
En efecto, para nuestro protagonista, la piedra de toque de la fidelidad al pensamiento de
Santo Tomás es compartir su noción de esse, que acentúa la existencia. Sobre este
punto, que es el elemento central de su comprensión del Aquinate, nos detendremos en
adelante. Pero hay que notar que la radicalidad con la que defiende este punto lo lleva a
hacer juicios muy duros sobre los representantes del tomismo. En este sentido se ha
dicho que “Gilson no reconoce más que un solo y único criterio de tomismo: la
comprensión existencial del ser. Es preciso, entonces, para las otras formas de “tomismo”,
de suyo incompatibles con la enseñanza del Maestro, hablar de pseudotomistas” .
Aunque la dura crítica de Gilson a los comentadores de Santo Tomás es amplia, uno de
sus blancos principales es el Cardenal Tomás de Vío. 21
Según Serge-Thomas Bonino, O.P., quien reseña el anticayetanismo de Gilson, “los
principales errores que señala son tres: el esencialismo que implica un desconocimiento
de la noción de esse como acto, la demasía aristotélica que lo lleva a plantear más
coincidencias de Santo Tomás con Aristóteles que las reales, y el filosofismo, un ejercicio
de la racionalidad filosófica separada de la fe, que el Aquinate no planteó, porque según
la noción de filosofía cristiana expuesta por Gilson, él siempre hacía filosofía en el marco
de un horizonte teológico”.
Según el filósofo francés, tanto Suárez, a pesar de su profesión de fidelidad a Santo
Tomás, como los neo-escolásticos jesuitas, como también los comentaristas dominicos,
Tomás Cayetano o Tomás de Vio (1469 -1534) En 1484 entró al monasterio dominico de Gaeta –de donde
le viene el apodo de Cayetano– donde tomó el nombre de Tomás. Siguió sus estudios de teología y filosofía
en Nápoles, Bolonia y Padua. Luego fue profesor de teología en las universidades de París y Roma. Desde
1508 hasta 1518 fue maestro general de la Orden. Promovió eficazmente el movimiento de reforma de su
institución. Impulsó el estudio de la verdad sagrada. Pidió insistentemente al papa julio II la convocatoria de un
concilio ecuménico, el 18°, V de Letrán (1512-17). En 1517 el papa León X lo elevó al cardenalato y lo nombró
arzobispo de Palermo. En 1518 fue hecho arzobispo de Gaeta. En 1517 fue enviado a Alemania donde buscó
frenar la naciente Reforma Protestante de Martín Lutero sin conseguirlo; y ayudó al Papa a redactar la
bula Exsurge Domine, dirigida a evitar el crecimiento de la reforma luterana. En 1527 fue hecho prisionero
durante el Saqueo de Roma ordenado por Carlos V para castigar a Clemente VII por la traición a la palabra
dada. Fue liberado. En 1534 pronunció la sentencia definitiva sobre la validez del matrimonio de Enrique
VIII y Catalina de Aragón y ese mismo año falleció. Sus obras son numerosas destacando entre los escritos
teológicos el comentario a la Suma de Santo Tomás.
21
12
caen en una serie de errores semejantes. Sin embargo, es bastante positivo con respecto
a Domingo Báñez 22, en quien encuentra una confirmación de sus propias críticas a los
comentadores que no consideran el esse como acto, el principio primero del pensamiento
de Santo Tomás. Bonino observa que “el gran mérito de Báñez, a los ojos de Gilson, es
haber mantenido o reencontrado la interpretación existencial del acto de ser... Báñez es,
para nuestro filósofo, el que ha sabido desvelar y estigmatizar las deformaciones que
Cayetano hacía sufrir al pensamiento del Maestro, en su contenido y también en su
espíritu”.
Es mucho más crítico con Maréchal 23, quien intenta combinar el pensamiento del
Aquinate con el de Kant. Según Gilson, Maréchal “nunca entendió ni a Kant ni a Santo
Tomás, al procurar asumir el punto de partida y el método trascendental kantiano para
llegar al realismo tomista, lo cual es incompatible por principio. Una vez que se parte del
idealismo, encerrándose en la subjetividad y perdiendo contacto con lo real, no habrá
forma de edificar el propio camino a la realidad objetiva. Kant fue consecuente con su
punto de partida al declarar imposible el conocimiento del noúmeno, de la cosa en sí
misma”.
De lo dicho puede quedar la sensación de que Gilson, al descalificar a los comentadores,
se constituye en el único juez de la recta comprensión del tomismo. De hecho el Bonino
considera que hay algo de esto, sosteniendo que la falla en el análisis historiográfico de
Gilson es “la reducción de los criterios de fidelidad a Santo Tomás a la única comprensión
del “esse”. En este sentido sería injusto plantear ese criterio como exclusivo y juzgar a
todos los tomistas en función de un único elemento.
Pero más allá de la valoración que se haga de cada uno de los juicios históricos de
Gilson, el centro de su acertada propuesta es la de ir a las fuentes para dejar que el
Aquinate sea su propio intérprete, que en lugar de juzgar a Santo Tomás por sus
comentadores, se juzgue a los comentadores por Santo Tomás.
Zadra (2004) cree que “quizá Gilson no midió el alcance de la encendida discusión que
surgiría acerca de la validez del concepto mismo de filosofía cristiana, en la que de
manera inmediata se involucraron, como hemos visto, él mismo, Bréhier, quien aducía
22
Domingo Báñez (1528 - 1604). En 1542 va a Salamanca donde estudia Artes. En 1543 profesa votos
religiosos y toma el hábito de Santo Domingo en el convento de San Esteban de esa ciudad, centro de gran
prestigio por la presencia de Francisco de Vitoria y Domingo de Soto, entre otros. Estudia teología entre los
años 1548 y 1552 con Melchor Cano y Pedro de Sotomayor. Entre 1555 y 1561 es profesor de Teología.
Luego es destinado a Ávila donde conocerá a Teresa de Jesús, a la que ayuda y asesora en sus proyectos
reformadores. En 1573 es nombrado rector del Colegio de San Gregorio de Valladolid. Por dos veces tiene
que enfrentarse a la inquisición sin ser sancionado. Fue un gran comentarista de Aristóteles y de Santo
Tomás. Sobre éste escribió cinco tomos. En 1580, gana la cátedra de prima de Teología, la más prestigiosa
de la Universidad de Salamanca, que profesará hasta 1599 en que se jubiló retirándose a Medina del Campo,
donde murió en 1604.
23
Joseph Maréchal (1878-1944). Es uno de los más originales e influyentes pensadores neoescolásticos.
Entró muy joven a la Compañía de Jesús. Estudió filosofía, teología y ciencias naturales y obtuvo un
doctorado en ciencias naturales en la Universidad de Lovaina en 1905. Pasó un tiempo en Alemania
estudiando psicología experimental y psicoterapia. Durante la primera guerra mundial tuvo que trasladarse a
Inglaterra. Enseñó en Lovaina a sus compañeros de Orden desde 1919 hasta 1935. En esta época dejó de
escribir decepcionado por la forma en que se lo interpretaba. Sin embargo ha sido ampliamente conocido por
su intento de incorporar lo esencial de la problemática kantiana al pensamiento escolástico.
13
que el cristianismo, en realidad, no era una doctrina especulativa, sino únicamente una
predicación que exigía un carácter moral o práctico, y Heidegger que se opuso
resueltamente al concepto mismo de filosofía cristiana, y sus argumentos han tenido y
tienen aún gran influjo en el pensamiento filosófico”.
“En ese momento las relaciones entre razón y fe estaban siendo abordadas de una
manera poco orgánica, aun por quienes procuraban mostrar que entre ellas no había
oposición, como el propio Étienne Gilson”.
Los tiempos han ido cambiando y ya no existen las mismas limitaciones que en los de
nuestro protagonista, pues para responder al reclamo mutuo entre fe y razón el francés
carecía de la cuestión antropológica —no tenida tanto en cuenta como en nuestros días-;
pero aun así su aporte ha sido en muchos casos más que aclaratorio.
La misma Zadra nos dice que “esta discusión ha ido situándose en una perspectiva más
antropológica, lo cual ha favorecido la comprensión del problema, donde la necesaria
distinción entre fe y razón, entre disciplina filosófica y teológica, no tiene por qué llevar a
una separación, pues forman parte del único impulso del ser humano hacia la verdad,
como se puede ver en la encíclica Fides et ratio de S.S. Juan Pablo II”.
El desarrollo de estos temas se encuentra principalmente en sus libros El espíritu de la
filosofía medieval y en La filosofía en la Edad Media. Resalto que el ser historiador de
Gilson se basa en una clara conciencia metafísica, que considero la base de su
pensamiento claro y brillante.
Pensamiento
Echauri (1990 ) sostiene, con mucho criterio, que Étienne Gilson “es conocido como uno
de los más grandes medievalistas de nuestros días. Gracias a su esfuerzo, la Edad
Media ha recobrado la vida, luego de varios siglos de olvido o menosprecio”. Es por ello
que he considerado pertinente comenzar el pensamiento de nuestro filósofo con una
breve referencia textual a su comprensión de la filosofía de ese período de la historia.
Le seguirá luego el análisis de algunos aspectos del tomismo según nuestro filósofo, con
los que el Aquinate trata con éxito de afrontar los graves problemas que planteó la
filosofía medieval.
Además abordo El humanismo de Santo Tomás de Aquino, Filosofía Cristiana, La
inmortalidad del alma humana en Cayetano, La inteligencia en los cristianos y La Filosofía
de San Buenaventura.
La Filosofia Medieval
Étienne Gilson sostiene que “hay dos concepciones diferentes en la Filosofía medieval.
En primer lugar en sentido amplio. Corresponde desde el siglo I hasta el siglo XV. En
segundo lugar, en sentido estricto, el más técnico, que hace una división: desde el siglo I
al siglo IV, la Historia de la Filosofía Patrística, y desde el siglo VI al siglo XV la medieval.
La razón es que la problemática, mejor dicho la forma de enfrentarse a ella, es muy
14
diferente en ambas: en el imperio romano y en las invasiones. Desde el punto de vista
geográfico, en sentido amplio es el ámbito del imperio romano, y luego Europa en sentido
muy amplio. Desde el punto de vista lingüístico las lenguas empleadas son el griego, el
latín, el árabe y el hebreo. Más en concreto, en la Filosofía Patrística el latín y el griego
son las lenguas y el ámbito geográfico es el imperio romano. Y en la Historia de la
Filosofía estrictamente medieval es Europa y las lenguas son el latín, el árabe y el hebreo,
no el griego. El tema central, el problema general a los quince siglos, es el de la relación
entre Filosofía y Religión, ya sea Filosofía y Religión cristiana, islámica o judía. La relación
entre la Filosofía y la Religión no es algo propio y original de ambientes cristianos, se
encuentra ya en Grecia, al enfrentarse el pensamiento filosófico con las creencias
religiosas tradicionales del pueblo griego. Uno es el caso de Anaxágoras condenado por
impietas y también tenemos a Sócrates, a Epicuro”.
“ … No obstante, ha sido en ambientes hebraicos, cristianos e islámicos en donde esta
relación adquiere su máxima precisión o concreción. Y esto porque estas tres religiones
tienen como base y fundamento la revelación. De tal forma que la manera de plantear el
problema, de plantear la relación es diferente en Grecia y los pueblos antiguos. La religión
natural (griega, latina…) son manifestaciones más o menos conscientes de la búsqueda
de Dios, brota del corazón del hombre. El hombre se capta como un enigma, y no cesa de
interrogarse sobre la causa de esa inquietud, de ese desajustamiento, y para responder
unas veces surge la Religión y otras la Filosofía. En Grecia la Filosofía y la mitología es
igual pero en categorías diferentes. Esto se encuentra en Grecia. En otro tipo de religión,
que es revelada, su punto de partida es Dios, no el hombre. Dios busca al hombre, no el
hombre a Dios. Hombre es el punto de llegada de la religión. Dios se ofrece al hombre, se
manifiesta, se revela para resolver los problemas del hombre. Por eso a Dios se le acoge,
no se le posee. Y el acoger es un acto libre, puedo darle la mano o no a Dios.”
“De ahí la importancia de la Palabra. En la Biblia tenemos “Escucha Israel”. Tenemos así
que como segundo tema está la gracia. El problema planteado es entre el dar y el recibir
(o acoger), o el hablar y el escuchar. Es el tema clave en la Biblia y el Corán. Tanto esta
revelación por parte de Dios como este acogimiento plantea problemas de suma gravedad
e importancia. Estas tres religiones, y más en el cristianismo, son de comunicación entre
Dios y el hombre …”
“Al leer las obras de Aristóteles se descubre un sentido nuevo en la investigación de la
naturaleza. Hasta entonces la naturaleza o las cosas en sí eran consideradas, estudiadas
a la luz de la Creación como criaturas y por ello como signos o palabras de Dios. Por esto
la naturaleza se estudia de forma simbólica. Todo en función de una Metafísica de la
relación. Pero la Metafísica de Aristóteles es una Metafísica de substancia, que las cosas
tienen sentido en sí mismas, y hay que estudiarlas en sí y desde sí, sin referencia a Dios.
Ese es el primer choque. En segundo lugar, las obras de Aristóteles, sobre todo la
logica nova, descubre el poder de la razón como medio de conocimiento (es la Lógica de
la demostración, la Lógica científica). Por ello hay que estudiar las cosas no desde la Fe
sino racionalmente. En tercer lugar, al estudiar sobre todo la Física y Parva naturalia se
comienza a estudiar a partir de la experiencia concreta de los seres de la naturaleza. Por
ello ya no se estudia a la luz de los libros sino la naturaleza en sí, y por ello el método
tiene que ser diferente (antes era hermenéutica, se estudia lo que otros han dicho), ahora
se experimenta. En cuarto lugar, se identifica la Razón con la racionabilidad, o en otros
términos, se identifica la Razón con la Ciencia de Aristóteles.”
“En el siglo XIIIXV la cuestión es todavía más grave y profunda, parte el problema de la
15
teoría del conocimiento. La base de ese conocimiento son los primeros principios, son
universales, permanentes, y recibimos todo conocimiento por los sentidos luego la
naturaleza tiene que ser universal, eterna, inmutable… para dar esos primeros principios.
¿Cómo compaginar todo eso con la Creación? ¿Nacemos con los primeros principios o
son adquiridos? Si son adquiridos la naturaleza es eterna, si nacemos Dios los ha puesto.
Hasta el siglo XIX sigue esta cuestión.”
“El segundo problema es el de la providencia divina. Aristóteles parte del acto puro, y ese
acto puro es Dios, pero no puede actuar como causa eficiente porque estaría sometida a
ella y Dios no está sometido. ¿Se admite la providencia? Si Dios es acto puro y no hay
providencia, y si hay providencia Dios no es perfección. Hay un choque entre Fe y Razón,
pero entendiendo razón en el sentido de Aristóteles.”
“El tercer problema es el de la libertad. En toda la Biblia el hombre es libre, responsable
porque es dueño de sus actos. Pero el hombre es un ser más de la naturaleza
según Aristóteles, y por ello está sometido a las leyes de la naturaleza. La libertad no es
posible si pertenece al mundo, o la libertad es extramundana. ¿Desde Aristóteles es
admisible la libertad?”
“El cuarto problema es el de la inmortalidad del alma. Para Aristóteles el alma es la forma
de la materia (hilemorfismo); es cierto que no es tan claro en su libro tercero de De anima.
El alma no tiene existencia propia según los libros primero y segundo. ¿Pensamos con
nuestro cuerpo? Si no lo hacemos entonces el alma es inmaterial y por ello inmortal.”
“El quinto problema es el de la ética o lógica de la voluntad, o de las leyes de la voluntad.
Pero son las de la naturaleza. Llaman ley natural. La ética cristiana tiene una ley divina,
¿cómo introducir qué relación existe entre la ley divina y la ley natural.”
“Son problemas graves y entonces se puede caer en el fideísmo (creer sin razón alguna)
o en el racionalismo estricto (la separación de la vida cristiana y la vida humana) o en el
dualismo o esquizofrenia en la vida.”
La Metafísica
A Étienne Gilson se debe sin duda el “descubrimiento” de la auténtica metafísica tomista
y es gracias a esta metafísica que Santo Tomás aparece como un pensador totalmente
original en la filosofía medieval, cristiana y árabe. Milla Toro (2007) dice que “el desarrollo
de la metafísica fue un tema central para Gilson”. Parece que sus investigaciones, al
respecto, pueden considerarse como definitivas.
Es por ello que he decidido iniciar este el análisis del pensamiento del Aquinate con la
metafísica, tal como nos la plantea Gilson.
El ser, este principio fundamental accesible a toda mente humana, nos dice Zadra , “está
sin embargo puesto entre paréntesis en la reflexión filosófica actual. Si bien todo filósofo
debiera siempre poner como lo primero en su mente lo que es primero en la realidad, y lo
que es primero en la realidad es el ser, no siempre esta verdad de sentido común es
asumida por la reflexión filosófica. Gilson identifica como raíz de esto el olvido, diciendo
que “las condiciones caóticas de la filosofía contemporánea, con su correspondiente
desbarajuste moral, social, político y pedagógico, no se deben a falta de perspicacia
16
filosófica por parte de los pensadores modernos, sino que se origina, sencillamente, en el
hecho de que hemos errado el camino, por habernos olvidado de ciertos principios
fundamentales que, por ser verdaderos, son los únicos en que puede basarse, lo mismo
ahora que en tiempos de Platón, todo saber filosófico digno de tal nombre” .
Es interesante encontrar en los diagnósticos que hizo nuestro filósofo en su momento,
incluso no teniendo a la vista sus últimos alcances, algunos problemas que aquejan hoy a
la filosofía, que no son tan nuevos como podría pensarse. Por ejemplo, cuando habla del
antiguo problema del escepticismo, considerado como una “célebre forma de
desesperación metafísica”, lo caricaturiza con agudeza: “La única posición dogmática
todavía mantenida en tales círculos filosóficos es que, si un filósofo se siente
razonablemente seguro de estar en lo cierto, entonces es seguro que se equivoca”.
En efecto, la experiencia de encuentro con el ser, la experiencia de que la totalidad de lo
real es, si bien causó el asombro de los primeros filósofos, no fue puesta en duda por
ellos. Como primer principio, es una realidad tan fundamental que no cabe definirla ni
justificarla, y aun así no parece ser comúnmente aceptada como tal en nuestro tiempo.
Como afirma el Papa Juan Pablo II, “la filosofía moderna ha dejado de orientar su
investigación sobre el ser, lo cual ha llevado a minusvalorar los recursos cognoscitivos del
ser humano, su posibilidad de alcanzar un conocimiento seguro acerca del ser, en
síntesis, a una crisis de la verdad. Una cultura de la “tolerancia”, de lo “políticamente
correcto” , donde todo es aceptado mientras no se afirme con certeza, es una de las
manifestaciones actuales de este escepticismo, hoy popular en muchos ámbitos
filosóficos a pesar de que constituye la antítesis de la filosofía misma”.
Para responder al escepticismo, la ruta de nuestro autor es clara: “El escepticismo es una
enfermedad filosófica... para la cual no hay más remedio que volver a la ciencia del ente
en cuanto ente: la metafísica... Según Milla Toro, Gilson afirmaba que “todos los fracasos
de la metafísica debieran ser atribuidos, no a la metafísica, sino más bien a los errores
cometidos repetidamente por los metafísicos en lo que se refiere al primer principio del
conocimiento humano, esto es, al ente”. Nuestro protagonista tiene, pues, la idea de que
la crisis de la metafísica es más bien una crisis de los metafísicos.
Hay una responsabilidad filosófica que no está siendo asumida. ¿Por qué? Podríamos
extraer alguna luz sobre esto de un texto en que nuestro filósofo afirma “que el fallo no
reside necesariamente en la naturaleza de la mente humana, y que el ente mismo podría
ser parcialmente responsable de la dificultad. Puede muy bien haber algo en su misma
naturaleza que invita a los filósofos a comportarse como si el miedo al ente fuese el inicio
de la sabiduría”. Salvando la ironía, y sin culpar al ente de la ceguera de los filósofos, en
el fondo contiene una verdad: el ser es misterioso, lo cual significa que su profundidad,
aun manifestándose al entendimiento y siendo cognoscible, desafía los más finos
esfuerzos de la razón humana, que no lo agota aunque permanece abierta sin embargo a
la búsqueda de su mayor comprensión.
Es evidente que Gilson es profundo, pues el tema de la metafísica es extenso y se puede
hablar mucho sobre él. A pesar de que aún no alcanza a cubrir las exigencias que el
mundo moderno plantea, es indudable que en nuestros días asistimos a un resurgimiento
de la metafísica. Aun así, todavía subsiste un grupo de pensadores que plantea su
decadencia y su innecesariedad en la filosofía. “Aun hoy existen propuestas
gnoseológicas deshumanizantes que nos llevan al escepticismo radical, al agnosticismo
funcional, al secularismo y al relativismo en sus diversas formas, desarraigando al hombre
17
de su identidad propia y abandonándolo al nihilismo. Estas corrientes se olvidan del ser y
de su relación con el Ser, arrancándole a aquél su finalidad intrínseca, expropiándole su
llamado a participar de manera plena con Aquel que lo sostiene en su perfecto acto de
ser”.
Veamos ahora dos aspectos esenciales de esta metafísica tomista desde la perspectiva
gilsoniana: el redescubrimiento del “Actus Essendi” y el realismo metódico
Actus essendi:
Gilson nos ofrece su metafísica del esse ut actus essendi, o metafísica existencial, que,
basada en las enseñanzas de Santo Tomás de Aquino, se fija en el acto de ser,
destacando su relevancia como principio primero del conocimiento».
El ser no es un concepto general, predicable de toda realidad, ni mero accidente que
distingue lo real de lo pensado, sino algo más radical, intrínseco a los entes reales, que
les hace “ser”. La esencia determina, limita el acto de ser, y hace ser al ente esto o lo otro,
pero “son” en virtud del acto de ser. Esto implica la distinción real de los entes creados de
esencia y acto de ser, no como dos cosas separadas, sino como co-principios del ente:
todos los entes son, pero no infinitamente, sino que son algo determinado.
Esto lleva a la consideración de Dios como “Ipsum esse subsistens”: no hay distinción
entre esencia y acto de ser. Dios es el Ser, en plena conformidad con la afirmación del
libro del Éxodo: “Yo soy el que soy” (Ex.3,14)
Gilson pone de manifiesto, señala Zadra, que “en la metafísica de Santo Tomás la
existencia está incluida en el concepto de ser. Según él, Santo Tomás incluso destaca la
primacía de la existencia sobre la esencia, como lo que hace actual a la forma y la
esencia, haciendo que el ente exista efectivamente. Tomar en serio la existencia, e
incluso conferirle una primacía, no lo hace sin embargo caer en el error de suprimir la
esencia. El tomismo sería en realidad una síntesis metafísica que incluye esencia y
existencia”.
Poner la mirada en la existencia lleva también a Gilson a resaltar, como lo hizo el Doctor
Angélico, el papel activo que juega cada ente, participando a su modo de la causalidad
divina: “La existencia puede llevar a cabo esas operaciones. Puesto que ser es ser
acto, es también capaz de actuar... Si, pues, Dios los ha hecho parecerse a sí mismo
dándoles la existencia, consecuentemente, los ha hecho parecerse a sí mismo dándoles
el poder de ejercer, de suyo, acciones causales. Ésta es la razón por la que aunque
ningún ente finito puede crear la existencia, todos ellos pueden al menos comunicarla” .
Realismo metódico.
Respecto a la existencia llegó un momento en que se creyó que los neo-tomistas habían
decidido hacer las paces con el odiado idealismo y crear una filosofía nueva que superase
la antigua oposición. Pero he aquí que Etienne Gilson se enfrenta impetuosamente a esta
posibilidad con sus obras “Le Realisme Metodique” y “Realisme Tomiste el Critique de la
Connaissance”.
Por supuesto que hay muchos escolásticos que no siguen a Gilson; sin embargo, su
18
obra frenó una actitud que había conquistado a autores tan rigurosamente tomistas,
como Jolivet 24.
Por razones de espacio no puedo analizar en detalle este problema. Me tendré que
contentar con sintetizar los puntos más saltantes del realismo crítico y metódico.
La posición del autor francés, según Ossandón Valdés (1982), -a quien voy a seguir
básicamente en esta parte- se puede condensar en los siguientes puntos:
-
El idealismo y el realismo.
La evidencia
La historia de la filosofía
El cristianismo.
Pero antes de seguir adelante, permítaseme reiterar ahora con Viau Mollinedo (2012),
que Gilson afirma que el “único tomista auténtico es el que se encuentra en los textos de
Santo Tomás de Aquino. La forma de ser un genuino tomista es filosofar en el modo en
que él mismo lo hizo. El toque de fidelidad al pensamiento de Santo Tomás es compartir
su noción del Esse que acentúa la existencia. Gilson no reconoce más que un solo y
único criterio de tomismo: la comprensión existencial del ser”.
Realismo - idealismo
Para Ossandón Valdés, “una doctrina es idealista en la medida en que, ora con relación
nosotros, ora en sí, convierte al conocer en condición del ser”. El realismo será,
naturalmente, todo lo contrario, es decir, “una doctrina según la cual el ser es
independiente del conocimiento actual que de él puedan adquirir los sujetos
cognoscentes”.
“Este planteamiento motivará una serie de tesis contradictorias que ilustran
sobremanera la incompatibilidad que deseamos destacar. Así, para el idealista, todo
comienza con la duda; mientras que para el realista todo comienza con las cosas reales.
El mismo sujeto cognoscente es alcanzado, en el idealismo, como un objeto de
conocimiento; mientras que el realismo lo considera como un sujeto distinto del
conocimiento mismo. El realista otorgará la supremacía absoluta a la metafísica y la
pondrá en el corazón de su filosofía; en cambio el idealista la hace desaparecer y da la
supremacía a la crítica”.
La evidencia.
Ciertamente no es el sentido o el intelecto quien propiamente conoce, sino el hombre;
de modo que la evidencia que buscamos no está en aquéllos sino en éste.
24
Régis Jolivet (1891- 1966) Fue un sacerdote y filósofo católico francés, de la corriente neotomista. En 1920
obtuvo la licenciatura en Letras y enseguida el doctorado en filosofía escolástica. Se desempeñó como
Profesor de Filosofía Tomista. En 1932 fundó la Escuela de Filosofía en la Universidad Católica de Lyon,
universidad de la que fue decano de la Facultad de Filosofía. Teorizó un espiritualismo de fondo tomistico,
integrato con doctrina de la tradición agustiniana y con temas del pensamiento contemporáneo. En 1961 el
gobierno francés le concedió el título de Caballero de la Legión de Honor.
19
Con Gilson podemos preguntarnos: ¿cómo saber que una cosa existe? Percibiéndola.
La expresión “veo un hombre” expresa maravillosamente la unidad del ser humano: ven
los ojos y la inteligencia sabe que se trata de un hombre. El uso popular une los dos
actos y los da en una sola expresión como si fuesen uno solo, y tiene razón pues es el
hombre quien percibe justamente tanto por sus sentidos como por su inteligencia. Los
primeros nos presentan el ente real y concreto, la segunda capta las esencias o
aspectos inteligibles que lo explican.
La historia.
En “La Unidad de la Experiencia Filosófica” nuestro autor hace el balance de los últimos
ocho siglos de pensamiento europeo que podemos condensar así: “La función propia de
las escuelas filosóficas es precisamente revelar las consecuencias de los principios
que los mismos que han puesto los principios no han percibido, o que habiéndolos
percibido, creyeron poder dispensarse de aceptarlos”.
En otras palabras, la historia es para el estudioso de la filosofía lo que el
laboratorio para el científico, es decir, el lugar donde podrá apreciar todas las
consecuencias que se siguen de determinados principios y verdades filosóficas.
El cristianismo.
“Todo pensador medieval, todo pensador cristiano es realista al menos por
vocación”.
La razón de esta sorprendente tesis de nuestro autor podemos encontrarla en la verdad
básica del cristianismo: “siendo el mundo cristiano creación de Dios, no del hombre, la
filosofía cristiana enfoca espontáneamente los problemas desde el punto de vista del
objeto”.
Sin embargo, un cristiano deberá mantener siempre la existencia al menos de dos seres
completamente diferentes: Dios y el hombre.
Para finalizar esta tema diré que Gilson nos da una regla de oro para sanar del virus
idealista y de muy fácil aplicación: “El primer paso en el camino del realismo es darse
cuenta de que siempre se ha sido realista; el segundo, comprender que por más que
se haga para pensar de otro modo, jamás se conseguirá; el tercero, comprobar que
los que pretenden pensar de otra manera piensan como realistas tan pronto como
olvidan que están representando un papel. Si entonces se preguntan por qué, la
conversión está casi terminada”.
El humanismo de Santo Tomás de Aquino
Moya Obradors (2003) nos informa que “Étienne Gilson, en el V Congreso Internacional
de Filosofía que tuvo lugar en Nápoles en el año 1929, recordó con claridad las bases
del humanismo del Aquinate, justamente en un momento histórico vital para Europa, en
el que estaban en pleno auge las pretensiones de las diversas doctrinas filosóficas. Es la
época de entreguerras, con una intelectualidad empeñada en superar el fracaso que
20
para la humanidad supuso la Gran Guerra, dispuesta a que nunca se volviera a repetir
tamaño desastre, pero buscando muchas veces dicha superación en filosofías igualmente
cuestionables”.
“El humanismo de Santo Tomás depende en mucho del humanismo trazado ya desde
Aristóteles como conquista del pensamiento griego. El hombre está revestido de una
naturaleza que por ser racional está capacitada para llevar a cabo la mayor y más
alta de las misiones de las que se asignan a los seres que pueblan y componen la
naturaleza toda: la de ser racional, la de poder acceder a las cosas intelectuales
siendo él mismo parte de esa naturaleza material, la de la posesión del pensamiento
puro que de alguna manera inmortaliza al hombre. Aristóteles, -lo recuerda bien Santo
Tomás-, busca el Fin último de la naturaleza humana y lo encuentra en cierto modo
fuera de esa misma naturaleza. En efecto, el hombre puede llegar a captar en las cosas
materiales, puramente sensibles y a las que llega por la pura sensibilidad, algo que
específicamente le sobrepasa: aquello de intelectual que hay en ellas mismas. Es
algo misterioso que no se podría explicar sin hablar al mismo tiempo de la naturaleza
espiritual del hombre. Y por eso mismo, cuando Aristóteles quiere concretar ese Fin
último, no tiene más remedio que admitir que sería la contemplación de las cosas
divinas (eso mismo hace al hombre de algún modo divino), pero dicho esto tampoco
puede evitar constatar que esto supera al hombre en cuanto hombre. Por eso
Gilson señala que Aristóteles tendrá que matizar diciendo “…hasta dónde puede llegar en
cuanto hombre”.
Es como una esperanza en la bienaventuranza perfecta, pero sin llegar a poseerla
nunca, dado que el objeto queda muy por encima de la propia naturaleza humana.
Aristóteles supo captar este problema sin poder darle solución, y el mismo Santo Tomás
supo también integrarlo en la verdadera Sabiduría cristiana. Precisamente la síntesis de
razón y revelación, fundará las bases para ese nuevo Humanismo del que el Aquinate será
digno representante.
Hay una diferencia notable entre lo que podemos saber y lo que necesitaríamos
saber para ser perfectamente felices. Esta diferencia, que Aristóteles y el pensamiento
griego en general no sabe o no puede explicar, la explica Santo Tomás acudiendo a la
promesa evangélica. El filósofo francés lo expone con claridad: “Es aquí donde el hombre
tiene que hacer su elección: resignarse con Aristóteles a que el Bien Supremo del
hombre permanezca irremediablemente fuera de las esperanzas del hombre: es el
humanismo griego de la pura razón; o bien escuchar la promesa del Evangelio, hacer
este acto de fe en que la distancia que soportamos no es infranqueable, que nuestro
deseo de conocer las causas y la causa de las causas no es vano y este es el
humanismo cristiano de la razón, que una esperanza -de la que la razón no es su origenlleva a afirmarse íntegramente a sí misma, en una reivindicación incondicional de sus
exigencias más altas. Este es también el humanismo de Santo Tomás de Aquino”.
“El pensamiento griego encuentra su plena satisfacción y cumplimiento en el
pensamiento cristiano, superando la decepción inicial de una naturaleza que se
encontraba incapacitada para llegar a sus más altas cimas, y que desde la Edad
Media es considerada como capaz de recibir mucho más de lo que se podría dar a sí
misma. Lo que enaltece al hombre cristiano es precisamente su sobrenaturaleza,
que lejos de impedir que su naturaleza obre según sus propias reglas, la eleva por
encima de sí misma y le concede un nuevo impulso. La naturaleza humana,
21
elevada por la gracia, supera todas las barreras que la naturaleza tomada en sí misma
pueda presentar. De esta forma, el humanismo helénico se convierte en humanismo
cristiano.”
Filosofia Cristiana
Zadra (2004) considera que la noción de filosofía cristiana es el marco de los estudios
de Gilson sobre el pensamiento medieval. “El filósofo, en sus “Gifford Lectures”, ha
hecho un análisis de aquello que tenían en común los filósofos escolásticos, aquello que
constituye “el espíritu de la filosofía medieval”: la manera de hacer filosofía, integrando
las luces provenientes de la razón humana y de la revelación divina. La filosofía cristiana
se define en función de su relación con los datos provenientes de la revelación. ¿En qué
consiste esa forma de pensamiento filosófico?” “Para que una filosofía cristiana merezca
verdaderamente ese título, es menester que lo sobrenatural descienda, a título de
elemento constitutivo, no en su textura, lo que sería contradictorio, sino en la obra de su
constitución. Llamo, pues, filosofía cristiana a toda filosofía que, aun cuando haga la
distinción formal de los dos órdenes, considere la revelación cristiana como un auxiliar
indispensable de la razón”. A partir de la constatación histórica de esta forma de hacer
filosofía, busca describirla y defender su validez y actualidad .
Viau Mollinedo (2012) sostiene que “en las teologías de la Patrística y Escolástica,
Gilson encuentra una filosofía que, iluminada por la fe, utilizaba la razón para indagar
sobre las verdades naturales y los misterios cristianos. Tras este encuentro con la
filosofía medieval, nuestro filósofo, como hemos visto, se convierte en la máxima
autoridad en la historia de la filosofía medieval de su tiempo. Presenta sobre todo a
Santo Tomás, poniéndolo en diálogo con la filosofía moderna”.
“La filosofía cristiana es el uso que el cristianismo hace de la especulación filosófica en
su esfuerzo por conquistar la inteligencia de su fe, tanto en las materias accesibles a la
razón natural, como en aquéllas que la exceden. La filosofía cristiana resulta del
esfuerzo de la verdad creída por transformarse en verdad sabida. En su labor teológica,
los Padres y los Escolásticos, en particular Santo Tomás de Aquino, han realizado un
trabajo filosófico racional que estando al servicio de la teología, amplió los conocimientos
naturales sobre Dios, el mundo y el hombre”.
Posteriormente un gran número de filósofos de diversas líneas de pensamiento se
involucrarían en la discusión haciéndola mas compleja y extensa. Entre el fideísmo y el
racionalismo existe una amplia gama de tendencias que ha ido planteándose en la
búsqueda de una auténtica integridad. Con el tiempo se ha llegado a un mayor
esclarecimiento de los términos, a fin de superar soluciones unilaterales y caminar hacia
una síntesis mas profunda en la explicación de las relaciones entre fe y razón.Esta
discusión se ha situado en una perspectiva mas antropológica, lo cual ha favorecido la
comprensión del problema, donde la necesaria distinción entre fe y razón, entre
disciplina filosófica y teológica no tiene por qué llevar a una separación pues forman
parte del único impulso del ser humano hacia la verdad.
La inmortalidad del alma humana en Cayetano
Como sostiene Muñoz (2013), “no deja de sorprender que Cayetano, el comentador
22
clásico de Santo Tomás, haya llegado a la conclusión de que no es racionalmente
posible demostrar la inmortalidad del alma humana, y de que de la cuestión sólo pueda
darse rationes probabiles. Varios estudiosos han tratado de esclarecer las causas por
las cuales el Cardenal llegó a semejante conclusión. Entre estos se encuentra Étienne
Gilson, para quien el principal motivo de dicha desviación doctrinal respecto del
Aquinate se debería a sus distintas metafísicas y, en concreto, a la radical diferencia en
la concepción de esse que formulan ambos frailes dominicos”.
Además de la propuesta del medievalista francés, han surgido otras que han dejado de
poner atención en la noción de actus essendi para centrarse en distintas explicaciones
que podrían manifestar el viraje en la mente de Tomás de Vio, a saber: el
empeoramiento de su salud, sus duras polémicas con diversos adversarios, su
excesiva literalidad en la lectura de algunos libros de las Sagradas Escrituras, etc.”
En este sentido, la explicación filosófica de Gilson podría haber sido superada por otras
de índole más personal y psicológica que aclararían hasta cierto punto la postura
cayetana.
Ahora bien, vamos a intentar precisar que la posición gilsoniana sigue siendo válida, no
solo porque creemos que es la explicación racional más firme y comprobable a
través de los mismos textos de Cayetano, sino porque a partir de dicha interpretación
se iluminan diversos puntos controvertidos de la doctrina de Tomás de Vio que de otro
modo quedarían oscuros o incomprendidos.
Existen autores, como Schmitz, que -siguiendo la línea de Gilson-, aseguran que: […]
“si el llamado “escepticismo” de los libros sapienciales afectó a Cayetano, ésta fue,
sin embargo, una actitud que estaba firmemente arraigada ya durante los días de
sus estudios filosóficos y teológicos, una actitud que lo hizo propenso a leer aquellos
libros con una mirada casi despectiva hacia la capacidad de la razón humana”.
Gilson aseveró que uno de los problemas centrales de Tomás de Vio era su filosofismo,
es decir, la tentación de un ejercicio de la racionalidad filosófica concretamente separada
del intellectus fidei. Al respecto sostiene Bonino: “Cayetano abriría así el campo de la
idea, particularmente nefasta a los ojos del medievalista, de una filosofía sagrada
desarraigada de su lugar natural, que es la teología. Esta separación condena
ineluctablemente a descuidar la fecundación de la metafísica por la fe, y hace
ininteligible la novedad metafísica tomasiana, puesto que, precisamente, no ha sido
posible sino bajo la influencia de la fe”.
La inteligencia en los cristianos
Para este tema empleo unos pocos párrafos del mismo Étienne Gilson.
“El destino del hombre según el Cristianismo, es aprehender la verdad aquí abajo, por
medio de la inteligencia, aunque sea de modo oscuro y parcial, mientras espera verla en
su completo esplendor. Verdaderamente, lejos de despreciar el conocimiento, lo acaricia:
23
“intellectum valde ama”.”
“San Agustín decía “ama a la inteligencia y ámala mucho” Existe un amor de la
inteligencia que consiste en dirigirla hacia las cosas visibles y pasajeras: este amor
pertenece al mundo. Pero hay otro que consiste en encaminarla hacia lo invisible y
eterno: éste pertenece a los cristianos. Es por lo tanto el nuestro; y si lo preferimos al
primero, es porque no nos niega nada de lo que el primero nos daría, y aún nos inunda
con todo lo que el otro es incapaz de darnos.”
“Por la Encarnación Dios se hizo hombre; es decir las dos naturalezas, divina y humana,
se encontraron unidas en la persona de Cristo. Lo que no es tan bien conocido para
aquéllos que se adhieren a este misterio por la fe, es la sorprendente transformación que
él introdujo en toda naturaleza y por lo tanto en la manera en que debemos concebirla
desde entonces. Mejor sería decir transformaciones sorprendentes, pues este misterio
incluye en sí tantos otros, que nadie podría agotar sus consecuencias.”
“La inteligencia del cristiano, en oposición a una que no conoce a Jesucristo, sabe que ha
caído y que ha sido redimida, que es incapaz, por lo tanto, de alcanzar su pleno retorno
sin la gracia, y en este sentido, así como la realeza de Cristo domina el orden de la
naturaleza y de la sociedad, así domina el orden de la inteligencia. Quizá nosotros,
católicos, lo tenemos demasiado olvidado, quizá incluso nunca lo hemos entendido, y si
alguna vez ha existido una época que necesite entenderlo, es sin duda la nuestra.”
“¿Qué nos enseña, en efecto, este misterio con respecto a los límites y naturaleza de la
inteligencia?”
“Al igual que la naturaleza coronada por ella, la inteligencia es buena; pero esto sólo es
así si en ella y por ella toda la naturaleza mira hacia su fin, que es conformarse a Dios.”
“Pero al tomarse a sí misma como su propio fin, la inteligencia se ha apartado de Dios
apartando consigo la naturaleza, y sólo la gracia puede ayudar a ambas a volver a lo que
es realmente su fin, puesto que es su origen. El «mundo» es precisamente esta negativa,
que separa a la naturaleza de Dios, a participar en la gracia, y la inteligencia pertenece al
mundo en cuanto se une con él rechazando la gracia. La inteligencia que acepta la gracia
es la del cristiano. Y es al abandono precisamente de este estado cristiano de la
inteligencia, a lo que el mundo, por el odio que siente hacia el, nos empuja a que le
acompañemos.”
La Filosofía de San Buenaventura
Nuevamente hilvano este tema usando citas entresacadas del texto del mismo nombre
de Gilson.
“La decisión inicial por la que una filosofía como la de San Buenaventura se coloca entre
la fe y la teología, delimita rigurosamente el campo de investigaciones que le es accesible.
En una doctrina como la de San Alberto Magno o de Santo Tomás, el teólogo puede
legítimamente, y hasta debe efectuar una selección de los problemas filosóficos cuya
solución venga a incorporarse al edificio que él construye; pero dicha elección ha de
efectuarla a título de teólogo. Si razona como filósofo todos los problemas le parecerán
legítimos e interesantes, por lo menos en la medida en que satisfagan las exigencias de
24
su razón.”
“Con San Buenaventura ocurre todo lo contrario: una vez sentada su definición, la filosofía
no puede perder de vista los tesoros de las verdades garantizadas por una autoridad
divina y guardadas en el depósito de la fe; se encuentra por tanto orientada desde sus
primeros pasos en una dirección que ya conoce, que acepta declaradamente, y hacia la
cual se dirige deliberadamente.”
“Hay tres problemas metafísicos, y no debe haber más de tres: la creación, el
ejemplarismo y el retorno a Dios por modo de iluminación. En esto está toda la
metafísica, y el filósofo que los haya resuelto será por ello mismo un gran metafísico.”
“Delimitadas de esta forma las fronteras de la filosofía cristiana, podemos señalar ya su
centro: porque si es verdad que estos tres sean los solos problemas verdaderamente
filosóficos, uno de ellos lo es eminentemente, tanto que se le puede considerar como el
problema metafísico por excelencia. Sea Dios mirado como causa eficiente, o ejemplar o
final de las cosas, siempre será El mismo el objeto último de nuestro estudio. El
metafísico partirá, pues, de las cosas particulares, y en sus principios constitutivos se
fundará para elevarse hasta la sustancia universal e increada, hasta el Ser que es
principio de todas las cosas, el medio y el fin. Sin embargo una cosa habrá que el
metafísico no sabrá realizar, y es descubrir cuál sea la naturaleza propia de esta causa
primera; será incapaz de elevarse por solos los recursos de la razón natural hasta el
conocimiento del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y no podrá por lo mismo elegir la
Trinidad como centro de perspectiva, debiendo por tanto ceder su puesto al teólogo.”
“Ahora bien, es un hecho bien notable el que en este punto central de la metafísica esté
totalmente ausente Aristóteles; es más, se ha excluido voluntariamente. Entregado a las
ciencias de las cosas consideradas en sí mismas, este hombre extraordinario en quien se
encarna la razón natural en su estado puro, no puede obrar de otra manera, tiene que
negar las ideas. Y así le vemos combatir con todas sus energías una verdad que ni
siquiera debía tomarse la molestia de descubrir, pues ya su maestro Platón la había
descubierto.”
“La tendencia fundamental de San Buenaventura es exactamente inversa a la de Santo
Tomás. Los filósofos que citara constantemente no son los que exaltan la creatura,
confundiéndola con el ser divino; sino los que perjudican a la inmensidad de Dios,
atribuyendo una independencia y suficiencia excesivas a la creatura. Allí, pues, donde
Santo Tomás se muestra sobre todo preocupado de colocar a la creatura en su propio ser
para eximirla de pretender el ser divino, muéstrase sobre todo preocupado San
Buenaventura en esclarecer los lazos de parentesco y dependencia que unen la creatura
con su creador, para impedir a la naturaleza atribuirse una completa suficiencia y
constituirse como un fin en sí.”
“San Buenaventura sigue a San Agustín y nos conduce ante este universo de símbolos
transparentes cuya exuberante floración nunca había sido alcanzada ni lo será después
sobrepasada.”
Vigencia
25
Echauri (1978), en su artículo “Étienne Gilson: un maestro del pensamiento”, dice
que “un largo contacto con su obra nos ha convencido que Etienne Gilson es un filósofo de
primera línea y un auténtico maestro, porque enseña, porque uno siente
espontáneamente, al leer sus escritos, que se aprende realmente”.
Para su época y para la actualidad Gilson fue y es un espíritu verdaderamente universal,
porque ha abordado los más diversos temas de la historia de la cultura, mostrando al
respecto una solvencia y una erudición poco comunes.
Es por eso que su sola producción fillosófica y literaria -en general- constituten un verdadero
legado y una prueba evidente de la vigencia de su pensamiento.
Sinembargo me ha parecido conveniente señalar a continuación los que, a mi juicio, son
signos incuestionables de esa vigencia.
El arte
Basta con recorrer las diversas obras de Gilson sobre Les idées et les lettres,
L’ecole des muses, Dante et la philosophie, Héloïse et Abélard, Dante et Béatrice,
para advertir que nuestro filósofo es, a la vez, un ilustre humanista, amante no sólo
de las ideas, sino también de las letras y de todas las creaciones espirituales del
hombre. Al respecto, en uno de sus últimos artículos, Gilson ponía de relieve la
supremacía de la contemplación frente a la acción, y ante• el predominio creciente de esta
última, depositaba su esperanza en el cultivo por parte del hombre de lo que éste
posee de más humano: «Es más bien en la experiencia de la actividad espiritual en
todas sus formas, que yo pondré mi esperanza, pues ella es una fuente de alegrías
incesantemente renovada y al alcance de todos» O bastaría tan sólo aludir a sus
trabajos sobre filosofía del arte, tales como Pintura y realidad, Matieres et formes,
Introduction aux arts du beau, para apreciar la diversidad de sus intereses intelectuales.
En este último terreno, Gilson ha afirmado, que la finalidad del arte consiste
exclusivamente en engendrar belleza y que, por tal motivo, el arte no nos hace
conocer nada, ni es un lenguaje, estrictamente hablando.
La pintura moderna hace ver muy bien cómo el arte puede crear belleza, sin que exista
tema o asunto, lo cual no significa tampoco que el arte deba ser informe, o sea carecer
totalmente de inteligibilidad. Pero la belleza de una obra pictórica no depende de su
tema, sino de la forma plástica interior o forma germinal, que el artista quiere plasmar. La
pintura podrá, en consecuencia, ser representativa, como en el Renacimiento, o no serlo,
como ocurre en nuestros días, pero en ambos casos su belleza deriva de la idea germinal,
que el artista trata de expresar:
«Representativa o no, una pintura es una verdadera obra de arte en la medida en que
abstrae todos los elementos no compatibles o no requeridos para la incorporación en una
materia de la forma germinal concebida por el pintor».
•
Regreso al cristianismo
En el Humanismo de Santo Tomás de Aquino, según Etienne Gilson, Moya Obradors
(1986) dice que nuestro filósofo “reivindica para la Edad Media y por ende para el
cristianismo el mérito de haber constatado el valor incomparable del hombre; un
hombre tal, que el mismo Dios se encarna y se inmola para salvarlo.” “Es el hombre,
unidad indivisible de cuerpo y alma, que no puede salvarse sin el Cristianismo, pero sin el
26
cual el Cristianismo no habría tenido nada que salvar; y que se salva asegurando por
una vida humana perfecta, la realización integral de su destino divino”.
“Hay que volver pues, sigue Moya Obradors, al humanismo de Santo Tomás, al
humanismo cristiano en su plena integridad, al hombre destinado por Dios a ser su
amigo y su contertulio. Sólo en esta perspectiva se podría hablar de un Humanismo del
tercer milenio en el que quedaran para siempre enterradas las aspiraciones
meramente humanas de un humanismo sin Dios o al margen de Dios. O dicho de otro
modo, un humanismo que huyera de esos humanismos de consenso, tan de moda en
nuestros días, cuyas bases más firmes consistirían en una serie de verdades
aceptadas por todos, con el objetivo de no herir sensibilidades, con un equivocado
respeto por las opiniones diversas que termina convirtiéndose en una aceptación del error
y de la mentira. Tampoco podría consistir en una especie de humanismo solidario que
buscara lo que hay de común en el hombre y que por eso mismo se convirtiera en un
humanismo de mínimos”.
Quizá sea la hora de hablar de un humanismo de máximos. Elevar el horizonte chato y feo
en que el mundo que se ha olvidado de Dios ha querido sumergirse, para llegar al
hombre que se sabe plenamente realizado porque se sabe amado por Dios y se sabe
hermano de los demás hombres, creados a imagen y semejanza de un Creador que es al
mismo tiempo Padre. Que se enorgullece de todo ello y que por eso mismo no tiene
vergüenza alguna en proponerlo como meta. Para ello, la vuelta a Santo Tomás de Aquino
y los valores evangélicos: “la afirmación filosófica de la grandeza original del hombre y
la grandeza del hombre creado por Dios a su imagen y semejanza, con una posibilidad
siempre abierta para su desarrollo… según la cual, las promesas de futuro hechas al
hombre por el filósofo no corren ningún riesgo al no ser desaconsejadas nunca por el
teólogo”.
Ética de los estudios superiores
En “Ética de los estudios superiores” Gilson plantea su particular visión sobre la
relevancia de los valores morales respecto al conocimiento. Su objetivo principal es
desmentir las erradas definiciones de erudito con el fin de hacer entender a sus lectores
que cualquier persona puede alcanzar la erudición tras aplicar sus valores morales en su
vida intelectual. Para lograr su objetivo, presenta varios argumentos valorizando todas
aquellas acciones moralmente correctas a nivel educativo y desvalorizando acciones
como el plagio.
El autor considera que todas las carreras universitarias tienen como objetivo en común
que sus alumnos alcancen la erudición. También expone que para lograr la erudición es
necesaria la humildad y que todo docente y alumnos tengan la capacidad de aprender a
transmitir y crear conocimiento.
Sin duda alguna, es un texto argumentativo debido a que Gilson pretende modificar o
corregir el errado concepto que se ha generalizado de la palabra erudito. Se observa con
muchas claridad las intenciones del autor al decir: “ahora bien, éste es precisamente el
error que quiero remover de vuestras cabezas”.
Con el fin de lograr su cometido, Gilson emplea una variedad de estrategias de las cuales
se resalta el uso de las definiciones, reformulaciones y ejemplificaciones. Todas estas
27
estrategias pueden llegar a haceser efectivas si se tiene como objetivo cambiar el punto
de vista de determinado número de lectores sobre un tema específico. Esto se debe a que
las definiciones ayudan a aclarar conceptos que pueden ser desconocidos para el lector,
por ejemplo: “un verdadero erudito es un hombre cuya vida intelectual es parte de su vida
moral”; “honradez moral es, en el fondo un respeto escrupuloso de las reglas de la
justicia”.
La honradez intelectual
Suárez Verdaguer (2003) nos cuenta que “debió ser hacia el final de la década de los
veinte que Etienne Gilson pronunció, en la Universidad de Harvard, una conferencia
dirigida a los postgraduados en Artes y Ciencias. Versó sobre la Ética de los Estudios
Superiores, y en el curso de la exposición habló de la honradez intelectual” diciendo que
no era otra cosa sino «un respeto escrupuloso por la verdad». La mentira y el error están
en desacuerdo con la realidad”.
“Es muy probable que los postgraduados en Ciencias asimilaran más fácilmente que los
de Letras esta afirmación. Para los cultivadores de las ciencias de la Naturaleza (físicos,
químicos, biólogos, astrónomos, botánicos, etc.) esta definición de la honradez intelectual
se les debe aparecer casi como evidente.”
“Supongo que no es tan fácil para los hombres de letras filósofos, historiadores,
periodistas, escritores, economistas, sociólogos, etc. este «escrupuloso respeto a la
verdad», probablemente porque en este campo la verdad no es comprobable de modo tan
evidente como sucede en las ciencias de la Naturaleza.”
“Salvo en algún caso muy especial, difícilmente podrán influir en el trabajo de un hombre
de ciencia los intereses del partido a que pertenece, sus ideas políticas, el afán de éxito o
de originalidad: ninguno de estos factores puede empañar la pureza de la verdad que
resulta de un experimento cien veces repetido y comprobado”.
“Hay una notable diferencia entre los que hacen afirmaciones porque tienen argumentos
ciertos y aquellos que no tienen otros argumentos que sus propias afirmaciones. Llama la
atención ver el cuidado que ponía Tomás de Aquino en examinar las opiniones ajenas
para incorporar lo que de verdadero encontrara en ellas, al tiempo que rechazaba con
argumentos lo que era falso. … Pues no es lo mismo exponer lo que después de un
paciente trabajo y un examen detenido hemos hallado como cierto, que afirmar sin
argumentos, como si fuera una verdad comprobada, lo que tan sólo es una opinión
todavía no fundada.”
“Lo que no es verdadero no es real. La mentira y el error (más aún la primera que el
segundo), por estar en desacuerdo con la realidad, con lo que es, acaban provocando
daños a la corta o a la larga. Y cuando un mundo se construye contra la realidad, sin tener
en cuenta el ser de las cosas, ese mundo está abocado a la ruina, y mientras ésta llega
va arruinando a los hombres.”
“Quizá lo que nos falta para ser intelectualmente honrados, para respetar la verdad
dondequiera que la encontremos, es tan sólo valor moral. No tener miedo a las
consecuencias, no querer convertir la historia, el periódico, las ideas, las estadísticas, la
filosofía, en herramientas para edificar tal o cual modelo de sociedad que se piensa va a
28
resolverlo todo. Basta sólo el valor moral (¡si lo tuviéramos...!) que Solzhenitsyn 25 pedía a
la juventud de su patria cuando, preguntado por la revista Time en 1974 cómo creía él que
podrían ayudarle en su empeño los jóvenes, replicó: «Con acciones físicas no. Tan sólo
negándose a mentir, no participando personalmente en la mentira. Que cada uno deje de
colaborar con la mentira en todos los sitios donde la vea, le obliguen a decirla, escribirla,
citarla o firmarla, o sólo a votarla o leerla». Claro que esto no es una idea nueva: es lo que
manda el octavo Mandamiento de la Ley de Dios.”
Pienso que, teniendo en cuenta que la Universidad tiene como objeto el cultivo y la
enseñanza de las ciencias, y que todas las ciencias decía Cicerón «tienen por objeto el
hallazgo de la verdad», quizá el mayor servicio que hoy podrían prestar nuestras
universidades, ya que la masificación está haciendo prácticamente imposible tanto cultivar
las ciencias como enseñarlas, acaso fuera el hacer de sus alumnos hombres
intelectualmente honrados. O lo que es lo mismo: hombres que profesaran un tan
escrupuloso respeto a la verdad que no se dejaran torcer por ideologías ni por intereses.
Y como la verdad hace libre al hombre, acertó E. Gilson cuando a sus oyentes de Harvard
les dio este consejo: «estad siempre prestos a ceder ante la verdad, resueltos a adheriros
a ella; y ella os ahorrará la pesadumbre de ceder ante cualquier otra persona o cosa».
Historia y metafísica hoy
La influencia del pensamiento de Santo Tomás, apunta Zadra, “ha tenido momentos
especialmente fuertes. Uno de ellos, que suele llamarse la segunda escolástica, se
produjo en el tiempo del Concilio de Trento, en el cual las obras del Santo fueron
intensamente estudiadas y comentadas, dando origen a múltiples desarrollos filosóficos y
teológicos”.
“Al final del siglo XIX y durante el siglo XX se dio un movimiento análogo, siendo Gilson
uno de sus representantes. Llamado comúnmente neo-tomismo, este movimiento recibirá
un impulso en la carta encíclica Aeterni Patris (1879) del Papa León XIII. Este documento,
así como los pensadores católicos que se vieron inspirados por él, no buscaban propiciar
un regreso al pensamiento del siglo XIII, ignorando la filosofía contemporánea; se trató
más bien de revalorizar el pensamiento de los maestros de la escolástica, en particular la
doctrina del Doctor Angélico, impulsar su estudio desde las fuentes, y aportar en el
esclarecimiento de la relación entre filosofía y teología, a fin de ofrecer a los católicos los
recursos necesarios para integrar los mejores aportes de la cultura y el pensamiento
filosófico de su tiempo a la luz de la fe cristiana.”
Aleksandr Isáyevich Solzhenitsyn (1918 – 2008) fue u n escritor e historiador ruso. Estudió ciencias en
Rostov, se graduó en 1941 y en 1942 y fue enviado al frente. En 1945, detenido por «delitos de opinión», fue
internado hasta 1956 en un campo de trabajo, donde vivió gran parte de la experiencia relatada
en Archipiélago Gulag, su obra más conocida.. Rehabilitado, volvió a tener graves problemas a partir de
1967. En 1969 fue expulsado de la Unión de Escritores Soviéticos pues según él la ideología debía ser el
cristianismo ortodoxo. Pese al Premio Nobel de Literatura, concedido en 1970 y que declinó ir a recibir, su
situación se agravó hasta el punto de que, en 1974, fue expulsado de la URSS. Tras veinte años de exilio en
Estados Unidos con su esposa e hijos, volvió a Rusia. En 2006 fue galardonado con el Premio Estatal de la
Federación Rusa para la actividad humanística. Murió el 3 de agosto de 2008 a consecuencia de un paro
cardíaco en su residencia de Moscú, En total su obra se compone de diez volúmenes.
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En el amplio espectro del neo-tomismo, se cuentan desde autores que buscan recoger y
seguir el sistema de Santo Tomás, hasta aquéllos que lo toman como un punto de partida
para hacer una confrontación con la problemática moderna del pensamiento.
Milla Toro (2007) considera que Gilson “consiguió un logro importantísimo en su
investigación de la historia de la filosofía: dio a conocer cómo fue el verdadero
pensamiento de la Edad Media, rompiendo así con el lastre que aún nuestro tiempo
arrastra desde el siglo XV, de que aquélla fue una época oscura y de ignorancia. Su
estudio historiográfico aportó al redescubrimiento de la grandeza de la escolástica y le
devolvió la importancia a la filosofía medieval, es decir, a la filosofía cristiana”.
Zafra y Milla Toro coinciden sosteniendo que nuestro filósofo “abrió indudablemente
muchas puertas para la historia de la filosofía y para la metafísica. Aunque no en todos los
casos sus conclusiones hayan de ser seguidas, muchos han encontrado un camino
abierto gracias a su notable esfuerzo de investigación y reflexión, que da muestras de un
admirable rigor y fineza de análisis. De hecho Gilson ha realizado un decisivo aporte a la
recuperación de la memoria histórica del pensamiento cristiano, tan olvidada y silenciada
en la modernidad, especialmente a partir de la Ilustración”. El Papa Pablo VI resalta esto
en la carta que escribe al filósofo, cuando afirma que ha "introducido a nuestros
contemporáneos a las frecuentemente olvidadas o rechazadas riquezas de la filosofía
medieval".
Es interesante también la forma en que Gilson enfoca los estudios históricos, en estrecha
relación con la filosofía sistemática, y en especial con la metafísica. Busca beber de las
fuentes históricas para recoger todo aquello que permita al pensamiento ser siempre más
acorde con lo real. Dialoga con todo aquel que tenga verdad. Esto es especialmente
importante considerando que vivimos en un tiempo en el que la crisis de la verdad
desfigura los estudios históricos, en particular cuando se trata de la historia del
pensamiento. Cuando la posibilidad del conocimiento de la verdad está puesta seriamente
en cuestión, la filosofía pierde el contacto con lo real y se reduce a discurso.
Por otra parte, Gilson aporta un desarrollo metafísico que ha sido recogido de las
enseñanzas del Doctor Angélico, analizado y propuesto para nuestro tiempo, como valora
también S.S. Pablo VI: "Usted ha vuelto a poner a la luz una fuente de sabiduría de la cual
nuestra sociedad orientada técnicamente debiera sacar gran provecho, puesto que suele
estar fascinada con el "tener", pero es con frecuencia ciega al sentido del "ser" y sus
raíces metafísicas" . No podemos dejar de agradecer esto como un significativo aporte en
el esclarecimiento de los primeros principios rectores del entendimiento humano,
abonando a una perspectiva realista. La contribución de Gilson a la recuperación del
sentido del ser tiene en la actualidad una gran importancia por la crisis de fundamentos
que atraviesa nuestra cultura, y tiene una serie de implicancias antropológicas que
probablemente ni siquiera él tuvo a la vista”.
Nuestra humanidad es el primer misterio que somos llamados a profundizar. Con todo, en
el camino de la humana búsqueda, permanece siempre presente la posibilidad de
cerrarse ante el ser, la opción por el no ser. Hoy en día esta opción parece ejercer una
extraña fascinación en una gran cantidad de personas con la popularización del nihilismo,
y expresarse en múltiples expresiones de la cultura de muerte.
La cerrazón al ser en general es, pues, en el fondo, cerrazón a la propia vocación
humana, que es el corazón de toda la naturaleza creada. El don de la existencia, que
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todos reciben gratuitamente, remite también a la fuente y origen de todo lo que es, a Dios,
quien es fuente del don singular de la vida humana y de su sentido. Dios sostiene nuestra
existencia en el ser y nos invita a la participación de su Ser y de su Amor.
Cabe finalmente señalar que el pensamiento de Étienne Gilson sigue estudiándose y
profundizándose gracias a instituciones tales como:
Sociedad Internacional Étienne Gilson publica Studia Gilsoniana, una revista
internacional de filosofía focalizada en el pensamiento filosófico de Étienne Gilson y la
filosofía clásica. Se publica virtualmente y en papel. Será trimestral a partir del 2015.
Esta sociedad está afiliada a Holy Apostles College & Seminary, USA, y a International
Cooperation con una cátedra de Filosofía de la Cultura y el Arte en la Universidad Juan
Pablo II de Lublin, Polonia.
Se ofrecen actividades permanentes sobre Gilson en la North American Étienne
Gilson Society y en The Christian Philosophy of St. Thomas Aquinas, University of Notre
Dame, Indiana,
Conviene recordar, la fundación y dirección, que ejerció junto con el P . G. Théry de
los riquísimos Archives d’histoire doctrinale et littéraire du Moyen áge, como también
del Institut of Mediaeval Studies de la Universidad de Toronto, uno de los centros más
importantes para el estudio del pensamiento medieval”.
Y concluyo el artículo citando nuevamente a Echauri (1978) “Mucho le debemos a
nuestro querido maestro y sólo deseamos con estas líneas expresar nuestro
reconocimiento a quien nos orientó, desde la primera hora, por el mundo del
pensamiento. Pero quisiéramos también, fervientemente, que sus escritos sean
más leídos, más estudiados, más meditados, con la convicción de que quienes
así lo hagan serán tan gratificados como nosotros mismos lo hemos sido. Nuestro
tiempo, tan menesteroso de sabiduría, tiene felizmente, al alcance de su mano,
una obra tan rica y tan excepcional como la de Etienne Gilson para dejarse guiar
por ella y nutrirse con su sustancia”.
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