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René Descartes 1596-1650 RENÉ DESCARTES (1596-1650) 1. Vida y obras Filósofo, matemático y físico francés, considerado como el padre de la filosofía moderna. Nació en en La Haye en Touraine (actual “Descartes”), en el seno de una familia de la baja nobleza, su padre era consejero en el Parlamento de Bretaña, y su abuelo fue alcalde de Nantes. Su madre murió a los pocos meses de nacer él. Entre los 11 y los 16 años estudia en el colegio jesuita de La Flèche. Parece que estaba eximido de acudir a clase por la mañana debido a su débil salud, y era muy valorado por los educadores a causa de sus precoces dotes intelectuales. Aprendió física y filosofía escolástica, y mostró un notable interés por las matemáticas. Obtuvo una sólida introducción a la cultura clásica, habiendo aprendido latín y griego. A los 18 años de edad, Descartes ingresó a la Universidad de Poitiers para estudiar derecho y medicina. A los 20 años era licenciado en Derecho. A los veintidós años parte hacia los Países Bajos, donde observa los preparativos del ejército para la inminente Guerra de los Treinta Años. En 1618, y 1619 reside en Holanda. En 1619 se enrola en las filas del duque Maximiliano de Baviera durante un año. Tras abandonar Holanda, vive una temporada en Dinamarca y luego en Alemania. Regresa a Francia en 1622, estancia que aprovecha para vender sus posesiones y así asegurarse una vida independiente. Pasa una temporada en Italia (1623-1625), se afincó luego en París, donde se relaciona con la mayoría de científicos de la época. En esta época sus amigos propagan su reputación, hasta el punto de que su casa se convirtió entonces en un punto de reunión para quienes gustaban intercambiar ideas y discutir. Con todo ello su vida parece haber sido algo agitada, pues en 1628 libra un duelo, tras el cual comentó que «no he hallado una mujer cuya belleza pueda compararse a la de la verdad». En 1629, con la intención de dedicarse por completo al estudio, se traslada definitivamente a los Países Bajos, donde llevaría una vida modesta y tranquila, aunque cambiando de residencia constantemente para mantener oculto su paradero. Descartes permanece allí hasta 1649, viajando sin embargo en una ocasión a Dinamarca y en tres a Francia. La preferencia de Descartes por Holanda parece haber sido bastante acertada, pues mientras en Francia muchas cosas podrían distraerlo y había escasa tolerancia, las ciudades holandesas estaban en paz, florecían gracias al comercio y grupos de burgueses potenciaban las ciencias fundándose la academia de Ámsterdam en 1632. Entre tanto, el centro de Europa se desgarraba en la Guerra de los Treinta Años, que terminaría en 1648. Pronto su filosofía empezó a ser conocida y comenzó a hacerse famoso, lo cual le acarreó amenazas de persecución religiosa por parte de algunas autoridades académicas y eclesiásticas, tanto en los Países Bajos como en Francia. En 1649 aceptó la invitación de la reina Cristina de Suecia y se desplazó a Estocolmo, donde murió cinco meses después de su llegada a consecuencia de una neumonía. Obras destacadas - Filosóficas: o Reglas para la dirección de la mente o Discurso del método o Meditaciones metafísicas o Principios de filosofía o La búsqueda de la verdad mediante la razón natural. René Descartes 1596-1650 - o Las pasiones del alma Científicas: o Dióptrica o La luz o Tratado del Mundo o Geometría o Meteoros Síntesis de su contexto histórico (para el texto) Sobre el momento histórico en el que se desarrolla el pensamiento del autor, podemos decir que es el inicio de la Modernidad, periodo del que Descartes se considera punto de partida o fundador, por la novedad de sus planteamientos. Tras el Renacimiento, la Europa moderna se está formando a través de la Guerra de los 30 años (1618-1648), una prolongada serie de conflictos cuyo detonante fueron las diferencias religiosas entre la Reforma y la Contrarreforma. Esta guerra, junto al conflictivo desarrollo de la revolución científica (condena de la Iglesia al copernicanismo en 1616, condena a Galileo en 1633) le harán plantearse a Descartes la necesidad de una nueva filosofía universal basada en la claridad de la razón y sus verdades indudables, que lleve al hombre a superar los enfrentamientos derivados de sus creencias particulares. 2.- La duda metódica La idea de Descartes de unir todo el saber en un método único se apoyó en los siguientes supuestos: La razón humana está capacitada por naturaleza para alcanzar la verdad, lo único que habrá que hacer para no errar es utilizarla según un método adecuado. La educación recibida y la tradición cultural no aseguran la verdad de las creencias. Al confiar en la capacidad natural de la razón, es necesario hacer un examen crítico de todas las opiniones recibidas. Un método adecuado asegura el acierto en el uso de la razón, puesto que esta es naturalmente apta para conocer la verdad. Para evitar los peligros del ejercicio crítico, quien decide examinar todas sus creencias debe seguir un procedimiento auténticamente racional, un método riguroso sometido a reglas y destinado a robustecer el uso de la razón natural. La razón no se equivoca a menos que se emplee de forma errónea. Descartes se propone construir una nueva filosofía plenamente racional, segura y universal, tras percatarse de la falibilidad y parcialidad de los sistemas filosóficos antiguos. Quiere un sistema filosófico que, una vez asentado sobre bases firmes, en el futuro no pueda sino avanzar, nunca retroceder o derrumbarse, como ha sido habitual en la historia del pensamiento. A semejanza de las matemáticas, esa filosofía eterna que él iniciaría, no estaría basada en creencias o en costumbres particulares, sino en la claridad universal de la razón, en la cual, ante una disputa cualquiera sólo hay que sentarse y razonar para llegar a una solución, “sentémonos y calculemos su solución”. René Descartes 1596-1650 El método más seguro por él conocido es el método axiomático, donde se formula un axioma y de ahí se derivan ideas y teorías usando escrupulosamente las leyes de la lógica. Primero tenemos que encontrar un axioma o punto de partida autoevidente para la propia mente, absolutamente indudable, para luego de él ir deduciendo desconfiadamente las ideas que se irán aceptando. Para encontrar este axioma hay que empezar dudando sistemáticamente de todo hasta que se encuentre una idea o verdad de la que no se pueda dudar. Hay que distinguir a qué ámbito de la verdad afecta la duda metódica: - Sobre la verdad práctica, muchas veces es preciso actuar sin estar del todo seguro, porque de no ser así nunca se haría nada. - Sobre la verdad teórica o filosófica, sí que debe exigirse una seguridad completa. Es sobre las verdades teóricas sobre las que se aplica la duda cartesiana. La duda metódica consiste en el empleo de la duda como método. Se trata de dudar deliberadamente o declarar falso todo aquello de lo que sea posible imaginar el menor motivo de duda. El objetivo final es encontrar una verdad cierta, libre de cualquier sospecha. Esta verdad será intuitiva, es decir, se presentará tan clara y distinta al espíritu humano que no habrá motivo alguno para ponerla en duda. Por tanto, para encontrar un punto de partida indudable que sea la base de la nueva filosofía segura, dudaremos de los siguientes contenidos de nuestra mente (“Pasos de la duda metódica”): Dudar de los sentidos: De todo aquello que es conocido por los sentidos, puesto que pueden conducir a error. Si los sentidos pueden engañarnos, alguna vez lo habrán hecho o no, pero, puesto que lo pueden hacer, hay que desconfiar de ellos por prudencia, pues podrían volver a engañarnos (“no es prudente fiarse de quien alguna vez te engaña”). Los sentidos son sospechosos de falsedad, a veces son contradictorios, no se puede fundar sobre ellos un pensamiento. El conocimiento no puede basarse en la experiencia porque es falible, habrá de ser en la razón (por eso se denominará “racionalismo” a la filosofía cartesiana). Dudar de que podamos diferenciar el sueño de la vigilia: De la realidad de cuanto conocemos o percibimos, debido a nuestra incapacidad para distinguir el sueño de la vigilia. La realidad experimentada podría no ser sino un sueño. El motivo de duda es la creencia que nos acompaña en los sueños sobre la realidad de lo soñado. La mente no puede diferenciar entre las realidades, sin embargo, en los sueños, la mente nunca puede violar las leyes matemáticas. Hipótesis del genio maligno: ¿Es posible poner en duda de alguna manera la certeza de las leyes matemáticas? Sólo con la hipótesis del genio maligno: “¿Y si existiera un ser lo suficientemente poderoso como para hacerme creer que estoy en lo cierto cuando me engaño?”.Si existiera ese “genio maligno”, nunca podríamos saber si lo que tomamos como cierto es cierto o falso. No sabemos si existe ese ser (en ningún momento se le ocurre a Descartes afirmar eso), pero el axioma que buscamos debería poder salvar incluso esta devastadora hipótesis. En este punto, Descartes encuentra el axioma buscado, que es la propia existencia de la conciencia mientras se piensa: “pienso, luego existo” (“Cogito ergo sum”). Esta verdad René Descartes 1596-1650 viene dada en una intuición: al dudar, el yo se da cuenta de que existe, cuanto más insiste el yo en dudar de todo lo demás, con más certeza advierte que al menos está pensando y existe. “Aunque todo fuera un sueño, en todo caso sería mío; aunque me engañara en todo el genio maligno, no podría engañarme en cuanto a mi propia existencia”. Acerca de esta verdad nadie puede decir lo contrario. La existencia de cada uno para cada uno es la verdad más segura que uno tiene, lo sabes porque estás pensando cualquier contenido mental, “ninguna cosa hay segura de momento más que esta: que mientras pienso he de existir”. La res cogitans “Una vez que sé que existo, me pregunto qué soy”, “yo soy una cosa que piensa”. Para cada uno lo más indudable es la propia existencia como cosa que piensa (res cogitans), y sobre esa verdad nadie nos puede engañar. Descartes usa estas definiciones en su duda metódica: Sustancia es aquello que para existir no necesita de otra cosa. Atributo es la propiedad o característica esencial de una sustancia. La esencia de una sustancia es su definición. Y la definición de una sustancia viene dada por su atributo correspondiente. Descartes afirma: “yo soy mi alma, una cosa que piensa, enteramente distinta del cuerpo”. La existencia del cuerpo no es indudable, en cambio, la del pensamiento sí. El yo se da cuenta con total seguridad de que existe solo cuando piensa, en cambio le es posible suponer que carece de cuerpo. Po lo tanto: el yo es una sustancia cuya esencia consiste en pensar. En este punto, Descartes cae en el problema del solipsismo (solus: solo, -ipse: uno mismo). Significa no poder probar la existencia de seres diferentes de uno mismo. Le lleva a caer en este problema su alto nivel de exigencia a la hora de aceptar ideas como verdaderas: “Sólo admitiré en mi mente como verdadera aquella idea que sea al menos tan cierta y evidente como mi propia existencia como cosa que piensa”, pues para Descartes el cogito no sólo es el punto de partida, sino también el modelo de toda verdad que pueda ser admitida en su mente. Clasificación de las ideas Para solucionar el problema del solipsismo, habría que buscar dentro de la propia mente de uno mismo, pues la experiencia es sospechosa de falsedad. Así, en la mente hay ideas (contenidos mentales) y será preciso buscar entre ellas alguna salida al solipsismo, alguna otra verdad cierta aparte de la existencia de uno mismo. Para ello, Descartes clasifica las ideas en tres tipos, según su origen: Adventicias: Son todas aquellas que parecen provenir de un mundo exterior. No son fiables porque los sentidos, que son su camino para llegar al yo, son dudosos. Facticias: Aquellas que ha sido construidas por la propia mente. Estas son menos fiables que las adventicias, porque provienen de ellas. Innatas: Ideas con las que la mente nace, son universales. No dependen de la experiencia, todo ser humano las piensa. Son ideas que todo el mundo tiene y vienen en la mente de cada uno como contenidos mentales con los que uno nace. De aquí la más importante es la idea innata de Dios, acerca de la cual pretende demostrar que se corresponde con un Ser real aparte de las res cogitans. Pruebas de la existencia de Dios Para demostrar la existencia de Dios a partir de su idea en nuestra mente, Descartes usa varios argumentos: René Descartes 1596-1650 Primero, acude al argumento ontológico de San Anselmo, que plantea que, al ser la definición de Dios la de un ser que posee todas las perfecciones, y al ser la existencia una de esas perfecciones, necesariamente Dios debe tener la existencia, pues estaría exigida de esta manera por su propia esencia, expresada en la idea. No es posible pensar el Ser perfecto como no existente así, al ser evidente que es posible pensar el Ser perfecto, ha de existir necesariamente. En la mente del sujeto se encuentra la idea de Dios concebido como sustancia infinita y eterna. Esta idea no es adventicia, puesto que los sentidos no perciben nada que sea eterno o infinito. Si bien el sujeto puede ser la causa de todas sus otras ideas, no lo puede ser de esta porque le supera en grado de realidad. La causa ha de ser proporcional al efecto, y si el efecto es la idea de infinito, su causa ha de ser infinita. Por tanto, solo Dios como Ser infinito y real puede ser la causa de la ideas de infinito que posee el sujeto, Dios es la res infinita. Además, formula Descartes el argumento de la perfección, que afirma que cada uno de nosotros nunca podría ser consciente de su propia imperfección, como de hecho lo somos, si no existiera en nosotros la referencia a un modelo de perfección supremo (Dios) que de ninguna manera puede provenir de nosotros mismos, y cuya única fuente puede ser ese Ser supremo. Con estos argumentos, Descartes cree probada la existencia de una segunda sustancia, la res infinita o Dios, segundo componente de su universo junto a la propia mente, la res cogitans, a partir de la cual se ha deducido. Por tanto, para Descartes lo primero que es seguro para cada uno es nuestra propia existencia, y lo segundo la existencia de Dios. Pero es necesario admitir también la existencia del mundo material o res extensa, la tercera sustancia. Piensa Descartes que la materia o res extensa que percibimos ciertamente debe de existir, pues el Dios que hemos demostrado, al ser bueno, jamás iba a permitir que en cada momento nos engañáramos cuando la percibimos continuamente. Si el atributo de la res cogitans era el pensamiento y el de la res extensa la perfección, el atributo de la res extensa será la determinación estricta por leyes. El problema de la comunicación de las substancias Se deriva de su dualismo, de dos substancias diferentes. La mente es inmaterial, ordena al cuerpo y el cuerpo recibe y obedece. Este problema se deriva de un mal planteamiento, de la duda metódica se llega a un dualismo tajante, el ser humano es la res cogitans y la res extensa. Son dos cosas separadas que, paradójicamente, están juntas. El ser humano es la coincidencia de dos substancias de naturaleza diferente. Descartes propone la existencia de la glándula pineal, un lugar del cuerpo donde se produce la interacción cuerpo-mente, allí está el alma que da sus órdenes al cuerpo que es un sistema de engranajes que obedece. No se sabe cómo sucede, sino que sucede. Reglas del Método Las cuatro reglas que componen el procedimiento filosófico usado por Descartes son: René Descartes 1596-1650 1º.-La evidencia. Con esto, Descartes se refiere al empleo correcto de la intuición, puesto que se trata de captar verdades evidentes. Una verdad es evidente cuando presenta dos rasgos fundamentales: claridad y distinción. La intuición obtiene de modo natural este tipo de verdades, a menos que quien la ponga en práctica se precipite, creyendo evidente lo que no lo es o que, por un exceso de prevención, no reconozca lo que sí lo es. (“Podré estar seguro de que un conocimiento es verdadero cuando lo perciba clara y distintamente, esto es, de tal modo que no pueda dudar de su verdad”) 2º.-El análisis. Esto, ordena dividir lo complejo hasta que no se pueda dividir más, obteniendo de este modo lo elemental en cada género de cosas. Descartes denomina a lo elemental naturalezas simples. Una naturaleza simple se reconoce porque no puede ser deducida, sino solo intuida. 3º.-La síntesis. Se trata de reconstruir lo complejo a partir de lo simple, para lo cual es preciso suponer un orden de composición, si es necesario. Solo reconstruyendo lo complejo se consigue demostrar lo que se conoce. 4º.-El repaso. Consiste en revisar lo hecho anteriormente, para cerciorarse de que no se ha cometido ningún error. Puesto que se han seguido dos caminos, el del análisis y el de la síntesis, habrá también que dar dos tipos de repasos: a. Enumeración. Se trata de hacer un recuento de las naturalezas simples obtenidas en el análisis, para comprobar que no falta si sobra ninguna. b. Revisión. Por medio de ella repasamos la síntesis realizada, para asegurar que la memoria no falle. 3.- Operaciones naturales de la mente. La razón, como potencia o facultad natural, realiza bien su función propia, que es conocer la verdad. Para ello, se vale de dos operaciones naturales: La intuición es el conocimiento intelectual inmediato. Se trata de la captación intelectual sin esfuerzo de una verdad evidente, la naturaleza simple, objetos mentales, denominados por Descartes ideas claras y distintas. Una idea es clara cuando resulta manifiesta para la mente atenta, y es distinta cuando somos capaces de precisar con exactitud lo que contiene. La deducción es la operación de la mente que hace posible que una verdad se derive de otra. René Descartes 1596-1650 “Así, a causa de que nuestros sentidos nos engañan algunas veces, quise suponer que no había ninguna cosa que fuera como las imágenes que ellos nos transmiten de esa cosa. Y como hay hombres que se equivocan al razonar, incluso en cuanto a las cuestiones más simples de la geometría y cometen en ellas razonamientos falsos, juzgando que yo estaba expuesto a equivocarme como cualquier otro, rechacé como falsas todas las razones que había tomado antes por demostradas. En fin, considerando que todos los pensamientos que tenemos cuando estamos despiertos nos pueden venir también cuando dormimos, sin que haya ninguno que, por tanto, sea verdadero, resolví fingir que todas las percepciones que hasta entonces habían entrado en mi mente no eran más verdaderas que las ilusiones de mis sueños. Pero enseguida me di cuenta de que, mientras quería pensar así que todo era falso, era necesario que yo, que lo pensaba, fuese algo. Y notando que esta verdad pienso luego existo era tan firme y tan segura que hasta las más extravagantes suposiciones de los escépticos no eran capaces de hacer tambalear, juzgué que la podía recibir sin escrúpulo como el primer principio de la filosofía que buscaba” R. Descartes, Discurso del método, IV 1. Con respecto al texto: sitúa al autor en su momento histórico, señala el tema o el problema del texto, indica las ideas principales, muestra las relaciones entre ellas y explícalas. (2,5) El tema del texto es la búsqueda de una primera verdad indudable que pueda servir como punto de partida de una filosofía segura y universal, y su hallazgo en la propia existencia del sujeto como una existencia pensante (res cogitans). En cuanto al momento histórico en el que se desarrolla el pensamiento del autor, podemos decir que es el inicio de la Modernidad, periodo del que Descartes se considera punto de partida o fundador, por la novedad de sus planteamientos. Tras el Renacimiento, la Europa moderna se está formando a través de la Guerra de los años (1618-1648), una prolongada serie de conflictos cuyo detonante fueron las diferencias religiosas entre la Reforma y la Contrarreforma. Esta guerra, junto al conflictivo desarrollo de la revolución científica (condena de la Iglesia al copernicanismo en 1616, condena a Galileo en 1633) le harán plantearse a Descartes la necesidad de una nueva filosofía universal basada en la claridad de la razón y sus verdades indudables, que lleve al hombre a superar los enfrentamientos derivados de sus creencias particulares. En cuanto a las ideas del texto, hay que explicar que aquí Descartes desarrolla su intención de fundar una filosofía universal y segura desde una primera verdad autoevidente, para dejar atrás las confusiones que a juicio del autor provocaba la filosofía medieval, y conseguir que la razón humana unifique nuestra convivencia y conocimiento con su claridad y universalidad. Para conseguir edificar una visión del mundo basada en la razón, que deje atrás los enfrentamientos entre los diferentes puntos de vista y, ante cualquier problema, podamos decir “sentémonos y calculemos su solución” en lugar de vagar perdidos, Descartes se plantea encontrar una primera verdad que funcione como un axioma, punto de partida indiscutible de una filosofía universal. En este texto tenemos el momento en el que lo encuentra, y viene a ser “pienso, luego existo”, es decir, la propia existencia del sujeto como res cogitans. Este momento suele considerarse como la fundación del periodo moderno de la filosofía, que considera al sujeto como el punto de partida o la clave de todo conocimiento y realidad. Vemos en el texto que Descartes acepta al cogito como primera verdad tras desechar los datos de los sentidos debido a sus frecuentes engaños, algo típico de la escuela racionalista de filosofía de la cual se le considerará fundador. No se les desecha porque siempre sean falsos, por tanto, sino porque a menudo nos han engañado, y es más prudente dejar sus datos entre paréntesis. También duda Descartes de su propia convicción a la hora de reconocer la veracidad de una idea, ya sea porque, como indica el texto, él mismo acepta como verdaderas muchas ideas disparatadas que se le aparecen como verdaderas cuando está durmiendo, de manera que René Descartes 1596-1650 no parece que la propia mente sepa diferenciar el sueño de la vigilia; ya sea, como él mismo indica en su filosofía, porque la exigente hipótesis del genio maligno, que aquí no desarrolla aunque asume sus consecuencias, y que consistiría en no aceptar como verdadera ninguna idea de la que pueda sospecharse que es fruto de una divinidad que se propone engañarnos presentándonosla como cierta. Las verdades deben ser indudables por sí mismas, y tales que ni siquiera un dios malvado o nuestra torpe mente, viene a decir el autor, pueda llevarnos a errar sobre su veracidad. En esta exigente búsqueda, vemos en el texto que Descartes toma como punto de partida de su exigente filosofía su propia existencia como algo que piensa, en el momento en que piensa. Acerca de ello, afirma, nadie podría engañarle, ni sus torpes capacidades podrían alcanzar a negársela, porque el mismo hecho de pensar (o soñar) que él no existe sería una prueba de su propia existencia. Vemos al final del texto que Descartes rehúye explícitamente de las tesis escépticas sobre la imposibilidad del conocimiento, quizá precisamente porque a menudo se confundía su método de la duda con los dogmáticos planteamientos escépticos sobre la imposibilidad del conocimiento, que sin embargo son radicalmente opuestos a su propósito de buscar una filosofía universal que traiga la concordia a todo el género humano al darnos un método claro y seguro para solucionar los problemas. Descartes no es un escéptico, muy al contrario es un fiel creyente en el inmenso poder de la razón y en su universalidad, creencia que sienta las bases de la Modernidad y que será el elemento fundamental de la Ilustración, en el siglo siguiente. En el texto puede verse cómo el planteamiento cartesiano da por sentado la idoneidad del método axiomático a la hora de construir esta nueva filosofía, pues vemos que llama “primer principio” de la filosofía buscada al cogito. La sólida formación matemática de Descartes, junto a la razonada desconfianza de los sentidos que vemos en el texto, explican el uso de este método, que se propone partir de una idea (axioma) autoevidente e indudable (el cogito) para, desde ella, con un método seguro, lento y prudente, ir deduciendo otras ideas que habrán de tener al cogito como modelo, además de punto de partida. Descartes se planteará no admitir en su mente ninguna otra verdad cuya certeza sea menor que la de su propia existencia como res cogitans. Aunque esto eleva enormemente el nivel de exigencia a la hora de admitir nuevas verdades, nuestro autor preferirá ir despacio pero seguro, pues considera que la filosofía es como una construcción que, si le fallan los cimientos, se vendrá abajo antes o después, como la filosofía antigua que él había aprendido antes de considerar la necesidad de una nueva más segura. Descartes, con este planteamiento, da una nueva definición de verdad: la certeza, en lugar de la vieja definición de la misma como adecuación entre la mente y la cosa (Sto. Tomás), debido a que su método racionalista opera en la esfera mental, y sólo en ella buscará la garantía para admitir posteriormente los datos empíricos, que nunca serán, para él, fiables por sí mismos. Este nuevo planteamiento perdurará en la filosofía moderna, hasta hoy, siempre enfrentado a la verdad como adecuación de los filósofos empiristas.