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Walter Benjamin y su crítica a la experiencia kantiana
“Experience occurs continuously, because the
interaction of live creature and environing conditions is
involved in the very process of living. (…) Things are
experienced but not in such a way that there are
composed into an experience. There is distraction and
dispersion; what we observe and what we think, what
we desire and what we get, are at odds with each
other.”1
Las experiencias místicas, la experiencia estética, los sueños diurnos, etc. tienen algo en
común. El lazo que las une está constituido por el hecho de que estas experiencias son
consideradas por la modernidad científica como pertenecientes a un orden menor o inferior de
experiencia. No presentan hechos; no develan verdades: son experiencias subjetivas. Puede ser
que sean placenteras, y de un significado personal mayúsculo, pero no contribuyen a la
expansión del conocimiento humano acerca del mundo. Por ello, son pensadas muchas veces
como experiencias que tienen un valor menor.
Lo que nos hace pensar esto es que si estas experiencias son de un valor marginal, es
porque nosotros, herederos de la Modernidad, las hemos valorado así. Nosotros hemos
devaluado estas formas de experiencia. Debemos preguntarnos, entonces: ¿Qué hemos dejado
de lado en dicha devaluación? Y: ¿Cómo ha impactado en nuestra experiencia esa opción por
devaluar la experiencia? Para Walter Benjamin, la decisión moderna de valorar la conciencia
empírica2 por encima de otras formas “marginales” de conciencia ha terminado en una
decadencia o pérdida de la experiencia.
Este ensayo desea analizar la lectura que hace Benjamin, en un texto inicial de 1918, de
la experiencia kantiana, pero no pretende extenderse en el ámbito más amplio de la filosofía de
la experiencia ni en Kant, ni en Benjamin. El ensayo procederá en cuatro etapas. Como inicio
expondré un breve resumen de algunas de las principales ideas presentadas por Kant en la
Crítica de la razón pura. Aunque es indebido reducir la explicación de la filosofía teórica de
Kant a unos cuantos párrafos, el propósito es tener esto como base para la discusión que hemos
de seguir. En segundo lugar, veré lo que tiene que decir Benjamin sobre la noción de
experiencia en Kant y la presentación de su Programa de la filosofía venidera.3 Aquí, el ensayo
tiene en mente al joven Benjamin, al idealista y metafísico especulativo. En tercer lugar, haré un
comentario al ensayo de Benjamin llamado La enseñanza de lo semejante4 de 1933. De este
ensayo corto deseo examinar lo que Benjamin tiene que decir sobre la lectura que hacemos
nosotros mismos de las experiencias en general. Finalmente, el centro de atención volverá a
Kant, y al espacio crítico de la propuesta benjaminiana.
En este último punto deseo presentar la reformulación que hace Benjamin de la
experiencia kantiana entendida como la emancipación de la filosofía de un concepto de
experiencia que él considera que solo ha servido para empobrecer y limitar el discurso
filosófico. Se puede suponer que la reformulación del concepto de experiencia, necesita, a su
1
Dewey, John, Art as Experience, New York: Putnam-Capricorn Books, 1958, p. 35.
Entendida como la conciencia individual aislada del sujeto. Dicha conciencia consiste en el
ordenamiento o categorización pasiva de los datos sensibles percibidos, con el que el sujeto designa a los
objetos, constituyéndolos, así, en objetos de experiencia, y por ello en objetos de conocimiento.
3
Benjamin, Walter, “Sobre el programa de la filosofía venidera” pp. 75-85, en: Para una crítica de la
violencia y otros ensayos (Iluminaciones IV), Madrid: Taurus, 1991.
4
Benjamin, Walter, “La enseñanza de lo semejante” pp. 85-89 en: op. cit.
2
1
vez, de una reformulación de la noción misma de filosofía: una filosofía que retoma la vital
relación con la vida de la cultura, o la estética.
1
La descripción de Kant sobre la experiencia, como es presentada en la Crítica de la
razón pura, está basada en un entendimiento científico del mundo. La noción clásica del
proceso cognitivo en Kant se resume en la postulación de un Yo corpóreo e individual que
recibe las impresiones mediante los sentidos y que, en base a ellas, forma sus representaciones,
donde este Yo tiene un papel preponderante (el llamado giro copernicano en Kant).5 Para Kant,
el conocimiento del mundo debe conformarse a las condiciones objetivas que constituyen la
experiencia pero sin perder lo que tienen de subjetivas: “(…) los objetos son solo objetos para
los sujetos”.6 Por ello, su empresa epistemológica consiste en el análisis de las condiciones
subjetivas del conocimiento y de la experiencia. La estructura de la experiencia kantiana está
basada en la relación entre las tres facultades: la sensibilidad, el entendimiento y la razón. Estas
tres facultades determinan los límites de la experiencia humana. La facultad de la sensibilidad es
una facultad pasiva que recibe las intuiciones, los datos inmediatos de la experiencia.7 La
facultad del entendimiento es una facultad activa que comprende esas intuiciones y las
determina conceptualmente. Sin las intuiciones de la sensibilidad el entendimiento no tiene
contenidos; pero, sin conceptos del entendimiento, la sensibilidad es un flujo de sensaciones sin
sentido. O como dice Kant: “Los pensamientos sin contenido son vacíos; las intuiciones sin
conceptos son ciegas”.8
La estructura de la sensibilidad es descrita según sus formas de intuición: el espacio y el
tiempo. La estructura del entendimiento, de acuerdo a las 12 categorías del entendimiento. Las
formas de la intuición – espacio y tiempo – son a priori y construyen toda sensación empírica.
Es con estas que toda intuición está estructurada: son las condiciones de posibilidad de toda
intuición. No se derivan de ninguna experiencia; son los prerrequisitos para toda experiencia. El
entendimiento lo que produce es las condiciones de posibilidad del conocimiento: las categorías.
Kant produce así una metafísica de la experiencia que se basa en la presunción de que la
conciencia empírica es el único reino de la experiencia y la única fuente del conocimiento
teorético. Toda metafísica que se mueva más allá de la conciencia empírica sería una fantasía.
Aquí, estaríamos hablando de un yo que es conciencia empírica.
Lo que el sistema kantiano gana es que asegura cierto tipo de conocimiento al situar las
condiciones del conocimiento en el sujeto. Pero esta ganancia se produce a un costo: debemos
pagar el dejar de lado todo tipo de conocimiento de lo no-empírico; así, se anula toda
posibilidad de una metafísica especulativa, una metafísica del absoluto. Es esto lo que a
Benjamin le cuesta aceptar y va a discutir en su ensayo sobre la filosofía venidera.
La experiencia es vista, por Kant, como el área dentro de la cual se vuelve posible el
conocimiento. Según Kant, no es posible conocer nada que no se halle dentro de la experiencia
posible. Kant habla de experiencia interna (innere Erfahungsurteile,) y señala que mi existencia
en el tiempo es consciente mediante tal experiencia. Para los idealistas alemanes el proyecto es
el de dar razón de toda experiencia o si se quiere dar razón de los fundamentos de toda
experiencia. Según lo que plantea Concha Fernández Martorell esta tesis idealista lo que
5
Cfr. Kant, Immanuel, Crítica de la razón pura, sexta edición, prólogo, traducción, notas e índices por
Pedro Ribas, Madrid: Alfaguara, 1988, pp. 19-20 (B xvi – xvii).
6
Ibid, p. 20 (B xvii).
7
Cfr. Ibid. p. 65 (A19/ B33).
8
Ibid. p. 93 (A51/ b75).
2
pretende es "establecer una experiencia absoluta que de nuevo vinculara al ser humano con el
mundo".9
Concha Fernández, cronista de Benjamín, sugiere una interesante diferenciación entre
Erlebnis de Erfharung. La primera significa vivir una experiencia como aventura, esto es una
experiencia que se ubica en el nivel psicológico inmediato junto al del shock; algo que se vive
con absoluta inmediatez en el corazón de la cultura contemporánea, para luego ser abandonado
a cambio de otra nueva vivencia. La noción de Erfharung o experiencia fue utilizada por Kant,
otorgándole Benjamín a ésta unos nuevos contenidos.
En algunos ensayos de 1917-191810, Benjamin reclama una relectura del sistema
kantiano que haga espacio a una metafísica especulativa sin dejar de lado el espíritu general del
kantismo.
2
La discusión más profunda que hace Benjamin de esta relectura de la experiencia
kantiana es en el ensayo de 1918 titulado Sobre el programa de filosofía venidera. El retorno de
Benjamin a Kant reside en que está convencido que este sistema tiene como producto de su
brillante exploración en el conocimiento, justificado por una búsqueda de certeza, derivará y
desarrollará una profundidad que se presente como adecuada para una nueva y más elevada
forma futura de experiencia11. El sistema kantiano tiene, a través de su examen de las
condiciones subjetivas del conocimiento y de su justificación epistémica, un espacio abierto
para la certeza, pero en defecto nos deja lo que Benjamin llama una empobrecida noción de
experiencia. Una noción de experiencia histórica y subjetivamente condicionada por la
identificación de Kant con la Ilustración.
Benjamin ve por eso en la experiencia descrita por Kant, cierta primitividad. Esta
experiencia singular, estaba temporalmente limitada. Dice Benjamín que “fue además una de las
experiencias o concepciones del mundo de más bajo rango”.12 El que Kant, para Benjamin,
tuviera que escribir en un contexto bajo la influencia de la Ilustración hizo que lo estudiado
fuera una experiencia reducida a un punto cero, a un mínimo de significación (de triste
significado, dice Benjamin).
La Ilustración, para Benjamin, careció de autoridades, entendidas éstas como las
potencias espirituales que otorgan un gran contenido a la experiencia. A esta lectura de la
reducción de la experiencia libre de espiritualidad y vitalidad provistas por la Ilustración,
podemos asociar la lectura que hace Víctor Krebs sobre lo que dice William Blake cuando acusa
a la racionalización científica, pues “el abuso de la razón abstracta niega la vida y nos petrifica
en una existencia objetificada que eclipsa la dimensión vital”.13 Esta experiencia, para
Benjamín, tiene como resultado un concepto con un mínimo y vaciado significado
humanamente relevante.
9
Fernández Martorell, Concha, Walter Benjamin. Crónica de un pensador, Barcelona: Montesinos, 1992,
p. 43.
10
Principalmente he analizado los ensayos titulados “Sobre la percepción” [“On Perception”] en:
Benjamin, Walter, Selected writings. Volume I 1913-1926, Cambridge: Harvard University Press, 1996.
y Benjamin, “Sobre el programa…”.
11
Cfr. Benjamin, “Sobre el programa…” pp. 75-77.
12
ibid. p. 76.
13
Krebs, Víctor “Más allá de Pigmalión. El pensamiento del cine y la modernidad”. Conferencia dada
dentro del ciclo de conferencias sobre Modernidad, septiembre- noviembre Lima: PUCP, 2005. p. 2.
3
Para Benjamin el reto para la filosofía está en fundar un concepto más alto de
experiencia, sin perder el espíritu de la filosofía kantiana. En otras palabras, nos está pidiendo
un concepto que pueda extender la experiencia más allá de la esfera de la conciencia empírica.
Tal vez, un concepto que permita incluir una experiencia del absoluto, del infinito de lo
incondicionado de toda experiencia. La tarea de la filosofía venidera sería entonces “[el] (…)
reconocer y segregar los elementos del pensamiento kantiano para decidir cuáles deben ser
conservados y protegidos, y cuáles desechados o reformulados”.14 En este sentido parece ser
que Benjamin piensa que es posible rechazar la disposición de Kant de la estructura y límites de
la experiencia, y a su vez, mantener los “más altos determinantes del conocimiento”15: la
función sintética y configurativa de las categorías. Por ello, para Benjamin el sistema de las
categorías, como está puesto en Kant, es demasiado restrictivo. Es en la capacidad de la
configuración categórica de la experiencia en lo que Benjamin ve la vital importancia del
sistema kantiano por lo que debe ser preservado; pues, para Benjamin, como lo veremos más
abajo, toda experiencia es la experiencia de una activa y categórica configuración de las
apariencias. La experiencia es la presentación a la consciencia, un aparecer de configuraciones
ordenadas categoréticamente.
La filosofía crítica de Kant presupone una noción de experiencia que está reducida a la
conciencia empírica humana del reino de los objetos. Esta noción rechaza o excluye todo
conocimiento del absoluto; por ello es una exclusión de la posibilidad de la experiencia mística
o religiosa, lo que para Benjamin denota una deficiencia de esta noción.
En Benjamín la experiencia obliga a la integración del sujeto concreto a un contexto
social de carácter más amplio a través de la tradición. La integración a un contexto tradicional
es lo que favorece la aparición de "el aura" o sea la experiencia donde se vive la realización y
contacto irrepetible y único del ser humano con los objetos del mundo".16 Así Benjamín supera
la noción acumulativa de información para orientarse en pos de una experiencia más duradera y
profunda de lo humano.
En su crítica de la experiencia, Benjamín nos alerta acerca de lo doloroso que llega a
convertirse para el hombre moderno un acercamiento directo a las cosas del mundo. Entre
nosotros y este se han levantado toda una serie de elementos: desde un complejo arsenal
conceptual hasta un sistema moderno de regulaciones propias de los medios masivos de
comunicación. Por eso la crisis de la experiencia implica la dificultad que tiene el sujeto
concreto de disfrutar de un hallazgo abierto y no mediado con el mundo. La nueva noción de
experiencia que Benjamin presagia podría tomar otras formas, más allá de la religiosa o
metafísica. Al considerar al lenguaje como constituido por múltiples capas abrimos la
posibilidad para una más completa experiencia de la comunicación intersubjetiva.
Para Benjamin la tendencia del mundo moderno a reducir la noción de experiencia es el
rechazo a reconocer otra dimensión de la experiencia más allá de la conciencia empírica. Para
Benjamin este rechazo denota la pobreza de la experiencia que se originó con la Ilustración y
devino en los siglos XIX y XX. Pareciera ser que la Modernidad desea “controlar la profunda
variabilidad de la contingencia y de nuestra condición temporal”.17 La pobreza de la
experiencia que muestra Kant restringe la experiencia a los límites de la conciencia empírica.
Para Benjamin esta experiencia no entiende a la experiencia como “la pluralidad unitaria y
continua del conocimiento”.18
14
Benjamin, ibid., p. 77.
Benjamin, “On Perception”, op. cit. p. 93. La traducción es mía. En inglés dice: “highest determinants
of knowledge”.
16
Cfr. Fernández Martorell, Concha, op cit., pp. 45-46.
17
Krebs, op. cit. p. 4.
18
Benjamin, “Sobre el programa…” op. cit., p. 84.
15
4
Benjamin desea que la filosofía se salga de los límites de la verificación empírica. Su
metafísica especulativa de la experiencia es tal que podría incluir las dimensiones espirituales de
actividades tales como la clarividencia o el discurso oracular como campos de experiencia
legítima del pasado. Para Benjamin estas son formas de experiencia que han sido legítimas y
efectivas para comunidades históricas particulares, y son evidencia de una más amplia noción de
experiencia, pues abren la posibilidad de un nuevo entendimiento de la experiencia que se
mueve más allá del campo de la conciencia empírica. Una noción de experiencia que ha de
venir. De esta manera abre a la filosofía a la exploración de la posibilidad en vez de limitarla a
la descripción de la actualidad. Benjamin usa ejemplos como los de la astrología, no porque esté
convencido de su eficacia, sino porque funcionan como para ilustrar un paralelo, recurriendo
por eso a ejemplos de formas antiguas de la experiencia como vehículo para desestabilizar la
rígida concepción de la experiencia kantiana. Y hace uso de estos ejemplos, pues no puede
predecir cual será el futuro.
Al discutir sobre la clarividencia, la astrología, el animismo, la “conciencia demente”,
Benjamin está tratando de remarcar que la “experiencia kantiana es metafísica y mitológica”.19
Y dice unas líneas antes Benjamin que “La representación colectiva de conocimiento sensible y
espiritual, tanto de la época kantiana, de la prekantiana o de la nuestra misma, no deja de ser
una mitología (…)20.” Estas afirmaciones podrían ser tomadas como un completo rechazo al
concepto de conocimiento kantiano. Aunque al decir que el kantismo es tan mitológico como el
conocimiento producido por la clarividencia o la locura es posible entender que Benjamin está
implicando que el kantismo, como paradigma de toda conciencia empírica está limitado al
entendimiento de la experiencia. Kant reduce el mundo cognoscible a un sistema determinado
causalmente de objetos espacio-temporales. Su incapacidad de ir más allá limita el ir más allá en
el entendimiento del mundo.
Contra la posición que nos presentara a un Benjamin anti-kantiano encontramos en su
correspondencia de la época algo muy distinto. En una carta del 22 de octubre de 1917 a su
amigo Gerhard Scholem le dice que “Solo en Kant (…) creo que la filosofía puede volverse
doctrina”.21 Y con respecto a la alusión de entender el sistema kantiano también como mitología
dice que: “La terminología kantiana es probablemente la única terminología filosófica que en
su integridad no solo no apareció, sino que fue creada”.22
Ya hemos dicho que el reclamo que le hace Benjamin a Kant, es que el recuento que
hace Kant de la experiencia solo es una dentro de un infinito de posibles experiencias. Para
Howard Cayhill, Benjamin le está reclamando que la noción de experiencia en Kant solo
describe una capa de la experiencia. Benjamin por eso introduce la dimensión especulativa
reclamando que no solo puede haber una infinitud de configuraciones en cualquier capa o
superficie de la experiencia, pero que también cada capa de configuración es solo una superficie
dentro de un infinito número de superficies. Así cada capa es un aparecimiento; constituye una
fragmentaria e inadecuada manifestación del absoluto.23
En la lectura que hace Cayhill de Benjamin, la filosofía trascendental pero especulativa
es una en que las condiciones trascendentales kantianas se aplican a una superficie particular;
una superficie en un orden abierto de superficies.24
19
ibid, p. 79.
ibid.
21
Benjamin, Walter, The Correspondance of Walter Benjamin 1910-1940, T. Adorno y G. Scholem (eds.)
Chicago: University of Chicago Press, 1994, p. 97. También menciona algo parecido en “Sobre el
programa…”: “Crear sobre la base del sistema kantiano un concepto de conocimiento que corresponda a
una experiencia para la cual el conocimiento sirve como doctrina” (p. 84).
22
Benjamin, The Correspondance… op. cit. p. 103. Carta a Gerhard Scholem del 2 de diciembre de 1917.
23
Cfr. Caygill, Howard, Walter Benjamin: The Colour of Experience, New York: Routledge, 1998. pp.
10-13.
24
Cfr. ibid. p. 3.
20
5
La nueva noción de experiencia que reclama Benjamin para la filosofía venidera implica
un regreso a la metafísica rechazada por Kant, pero no a una metafísica dogmática basada en la
autoridad. El énfasis de esta metafísica siempre está en la justificación del conocimiento. Como
dice Benjamin: “Este nuevo concepto de la experiencia fundada sobre nuevas condiciones del
conocimiento, sería de por sí el lugar lógico y la posibilidad lógica de la metafísica”.25
3
El ensayo de Benjamin de 1933 “La enseñanza de lo semejante” sirve para ilustrar
algunas de las cosas dichas hasta aquí. Uno de los temas de este ensayo es la idea de entender la
percepción como una lectura de las configuraciones posibles en una superficie; y, nos muestra
que cuando un concepto de la lectura es reducido a un solo tipo de lectura posible, el resultado
es de carácter marginante. Más ampliamente, este ensayo es una exploración que hace
Benjamin sobre la facultad mimética de los seres humanos.26 En su exploración de los orígenes
filogenéticos de la facultad mimética, Benjamin cuenta la historia de personas prehistóricas para
quienes toda percepción era una lectura de lo que nunca fue escrito.27 Los humanos de la
prehistoria veían (“leían”) el cielo y hacían predicciones sobre el clima; leían a la naturaleza y
los signos naturales: a las estrellas para determinar el destino. Todo esto era una lectura de lo
que no había sido escrito, una lectura de las varias capas de la percepción. La naturaleza suplía
las condiciones de la percepción (las condiciones para toda posible lectura). La evolución de
esto lleva a la peculiar característica de los seres humanos modernos: reducen su lectura a una
sola superficie de la experiencia.
Se pregunta por ello Benjamin si se trata de la agonía de la facultad mimética lo que
estamos viviendo o si tuvo lugar simplemente una transformación de ella.28 Benjamin subraya
que la facultad mimética, que es empleada en el descubrimiento de la similitud sensible y extra
sensorial ha sido transferida al lenguaje y a la escritura. Pero este paso se dio sin tener en cuenta
la magia de formas pasadas de lectura. En otras palabras, la facultad mimética ha pasado al
terreno del lenguaje sin transportar la magia que estaba presente en la lectura de otras formas de
semejanza extra sensorial como por ejemplo en la astrología.
Lo que si hay que dejar en claro es que Benjamin no es un reaccionario que busca el
regreso a un pasado ideal donde los videntes o astrólogos (“físicos naturales”) eran considerados
como participes de prácticas sociales de vital importancia: los usa de ejemplo. El poder de
dichos ejemplos reside en hacernos ver cómo descartamos y con qué rapidez estas formas de
práctica social, pues reside en nuestro interior el deseo de mandar a los márgenes o marginar
estas posibles lecturas. Lo que Benjamin está haciendo, a mi parecer, es mostrar la crisis que
vivimos en el presente, al identificar posibilidades de lectura que en algún punto fueron
descartadas. Estas posibilidades descartadas indican que las opciones tomadas por la filosofía
moderna no son las únicas posibles: las cosas podrían ser de otra manera. Su estrategia por
reevaluar la percepción, no está en vistas a volver a formas del pasado, como sí lo está en
ampliar las posibilidades de percepción o de lecturas posibles. En vistas a logar un campo más
amplio de experiencia, uno debe poder moverse entre distintos órdenes de configuración
categórica y no tomar uno solo por absoluto.
4
Benjamin, “Sobre el programa…” op. cit. p. 80.
Cfr. Benjamin, Walter “La enseñanza de lo semejante” en: Para una crítica de la violencia… op. cit.
pp. 85-86.
27
Cfr. Caygill, op. cit. p. 5.
28
Cfr. Benjamin, ibid. p. 86.
25
26
6
El encuentro de Benjamin con Kant implica el rechazo de la cientificidad del concepto
de experiencia kantiano. Hay que aclarar que este rechazo no es una invalidación del punto de
vista newtoniano, ni de invalidar la mirada científica del mundo, sino tiene como efecto el
rechazar la unilateralidad y mostrar la naturaleza incompleta de dichas formas. Puesto en otras
palabras, en la experiencia kantiana pareciera que el sujeto está experimentando a los objetos en
movimiento, pero él quieto. Solo son activas sus facultades. Al sacar a la filosofía del concepto
de experiencia finito de Kant, Benjamin la está conectando con la vital vida de la cultura: trae a
la filosofía a que se relacione con el arte, la literatura.
Aunque Benjamin no nos provee de ejemplos concretos de cómo debemos entender este
nuevo concepto de experiencia que nos propone para el futuro, sí alude a que prácticas como el
psicoanálisis tienen el potencial para abrir dimensiones que sobrepasan lo empíricoobjetificable. Otras intuiciones29 dejadas por Benjamin pueden verse en su obra La obra de arte
en la época de su reproducibilidad técnica30, donde discute la posibilidad de la exploración de
lo que el denomina el inconciente óptico a través del cine y la fotografía, y de los efectos de
estos sobre la experiencia humana. Ahí menciona que los nuevos medios pueden darnos
presentaciones del mundo de las cuales no somos totalmente conscientes. Presentaciones del
mundo que en nuestra vida cotidiana pasarían desapercibidos. También indica que las formas
apriorísticas de la intuición kantiana como el espacio y el tiempo, pueden verse radicalmente
transformadas por el cine, ofreciéndonos otras formas de experimentar el espacio y el tiempo
que hubieran sido imposibles antes del desarrollo de estas nuevas tecnologías. Ellas nos
presentas maneras de reconfigurar los fenómenos espacio-temporales. Tales representaciones
desestabilizan la familiaridad de la experiencia ordinaria, la experiencia empírica de objetos en
espacio y tiempo, haciendo que lo familiar se sienta como no-familiar.
La experiencia resulta para Walter Benjamín, una filosofía que de la contemplación se
vuelve en acción de comunicar nuevos sentidos de lenguaje capaces de incidir sobre la realidad.
En su texto en torno a la obra de arte en el tiempo de la reproducción técnica, el autor Berlinés
lo intuyó: el arte pasa de ritual religioso o de la belleza a una práctica política; a una relación
dialéctica capaz de dinamitar los diques clásicos de la contemplación y enfrentarnos a un tenaz
reto de transformación en las maneras de percibir nuestro mundo.31 Esa transformación la
elabora el filósofo en aras de un lenguaje que cruza por el centro mismo de los sucesivos
magmas o sedimentos de la expresión simbólica humana: mito, religión, razón, arte.
Entonces, volviendo al proyecto de la filosofía venidera, Benjamin nos deja la tarea de
enriquecer el concepto de filosofía mismo, como búsqueda de un concepto más alto de
experiencia y a su vez un “concepto más alto de filosofía”.32 Por ello en las experiencias
religiosas, en los sueños y fantasías, en el cine y el arte en general – todas las experiencias que
han sido marginadas o excluidas de la concepción científica del mundo - permiten ver por
dónde buscar la ampliación del concepto de experiencia. La reformulación que hace Benjamin
de Kant es en vistas a darle cabida al acceso a estos aspectos de la experiencia antes
descartados.
29
Digo intuiciones ya que Benjamin no deja ningún ejemplo sistemático, posiblemente explicado por el
estilo fragmentado en el que desarrolla su filosofía, o como lo pone Adorno: “…una raíz de sus
intenciones filosóficas es hacer accesible, por medios racionales, ese rango de la experiencia que se
anuncia en la esquizofrenia” (Correpondance…, op. cit. p. xvii)
30
Benjamin, Walter, “La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica (I)” pp. 471-509, en:
ECO, Revista de la cultura de Occidente, Colombia, Tomo XVI/5, 1968.
31
Cfr. Ibid., p. 509.
32
Caygill, op. cit. p. 23
7