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De la falacia neoliberal a la nueva política Darío I Restrepo Botero Profesor de la Escuela de Economía [email protected] 1. El sentido de esta introducción La Universidad Nacional decidió adelantar una reflexión crítica sobre el neoliberalismo. Como resultado de este esfuerzo se presentan aquí 20 artículos de profesores que tratan, desde aspectos generales sobre los orígenes filosóficos, morales, históricos y políticos del neoliberalismo, hasta su manifestación en políticas macro económicas, tributarias, de empleo, salud, educación, pensiones, agropecuarias, el medio ambiente, la política energética, la justicia, los medios de comunicación, los servicios domiciliarios, las mujeres, la descentralización y los mecanismos de participación ciudadana en la política. En la mayoría de los casos, se analiza la doctrina neoliberal en un campo específico, la evaluación cualitativa y cuantitativa de su implementación y se exploran posibilidades de valores y políticas alternativas. Esta introducción no ofrece un resumen de cada una de las contribuciones. Optamos por asumir un riesgo mayor. Pretendemos ayudar a aclarar las disimiles concepciones que sobre el neoliberalismo atraviesan los diferentes enfoques aquí presentados y, de otra manera, queremos apoyar la reflexión sobre las coordenadas que pudieran señalar los dilemas centrales que enfrenta la construcción de alternativas al neoliberalismo. Para hacerlo, omitimos de manera sistemática, citar los trabajos de este libro y la inmensa bibliografía que acompaña cada uno de ellos. Toda vez, las notas de esta introducción entretienen un diálogo permanente con los supuestos que inspiran el análisis de los diagnósticos, las críticas y las alternativas a la falacia neoliberal. 2. ¿Qué es el neoliberalismo? Muchas veces las sociedades son presas de fenómenos que concentran, más que otros, la atención de la mayoría de las personas y en ellos se depositan las esperanzas y polémicas más agudas. La religión, los nacionalismos, la revolución política o social, grandes cambios técnicos y descubrimientos o, incontrolables crisis económicas, extienden de manera dramática su influencia sobre los aparatos productivos, las instituciones políticas, la organización de la sociedad, las costumbres y las maneras de vivir y pensar; a tal punto, que las épocas parecen marcadas inexorablemente por el sino de una variable abrasadora que se convierte 1 en la clave imprescindible para entender los principales dilemas del cambio histórico. En las últimas décadas, tal acontecimiento está ocurriendo en el ámbito mundial con lo que se ha convenido llamar el neoliberalismo. ¿Pero, qué es el neoliberalismo?. No debe extrañar a nadie la existencia de una gran variedad de caracterizaciones disímiles, muchas de las cuales se expresan en este libro, de un fenómeno que sacude tanto la economía, la política y la cultura. Cuando algo invade nuestras vidas de manera abrasiva es muy complejo discernir sus contornos; esto es válido, tanto para los acontecimientos personales como sociales, y ello ocurre con el neoliberalismo. Un principio de política económica Los economistas defensores del neoliberalismo1, poseen una lectura sencilla, pero poderosa, para explicar el funcionamiento de la economía y, en consecuencia, para interpretar las causas de las crisis y proponer los correctivos necesarios. Para ellos, el neoliberalismo es un principio de política económica según el cual los precios son el indicador fundamental para el análisis de las asignaciones de los factores productivos: el capital, el trabajo, la tierra, la tecnología y el conocimiento. En la sociedad capitalista, todo tiende a venderse y comprarse, por lo que los precios son el camino más claro para revelar las preferencias de consumidores, vendedores y productores. En otras palabras, el precio justo2 es aquel que los consumidores desean y están dispuestos a pagar por un bien que necesitan y, para los inversionistas, los costos y riesgos que asumen en sectores y productos determinados. De esta manera, cuando el valor de los bienes y productos expresan los costos reales de la generación de la riqueza, la economía tiende al equilibrio, esto es, a la mejor asignación posible de las inversiones que obedecen a la satisfacción de las necesidades de los consumidores. Se produce así, tantos bienes a unos precios dados que señalan, de manera inconfundible, lo que la sociedad requiere consumir y producir. Los precios reales disciplinan la economía y satisfacen las necesidades. En cambio, cuando las relaciones políticas, el Estado, las presiones sociales o de grupos económicos, en una posición ventajosa, pervierten la expresión del valor real de los costos, expresados en precios artificiales, se generan distorsiones que se 1 . Mientras los comunistas, social demócratas, nacionalistas, conservadores y liberales, generalmente, proclaman la adhesión a sus doctrinas respectivas, escasos son los neoliberales que reconocen serlo. A pesar del gigantesco poder de las ideas y políticas neoliberales, sus practicantes son vergonzosos. 2 . Debe aquí entenderse el concepto de lo justo a partir de dos aserciones. De manera que expresa la realidad de los costos de las mercancías y como principio deseable de justicia. Para la doctrina neoliberal, ambas definciones son idénticas, o mejor, expresan una concepción de la ética de lo conveniente en el sometimiento a los imperativos de la rentabilidad económica. 2 traducen en un encarecimiento general de los bienes, mercancías y servicios; y ello conduce, inexorablemente, a un desequilibrio en la estabilidad económica. Desde esta perspectiva, el neoliberalismo no es más que una estrategia que busca, en el mercado internacional y en cada país, la regulación general de la economía mediante su sometimiento al orden de los precios reales de todos los factores productivos. Por lo tanto, el neoliberalismo es un principio coherente de política económica que busca acabar con el proteccionismo en los mercados internacionales, nacionales, regionales y locales, es decir, con los aranceles, impuestos y barreras que múltiples regulaciones conducen a pervertir el precio real de la producción y circulación de las mercancías. También se aboga, desde esta perspectiva, por acabar con los subsidios a grupos sociales determinados y con los feudos que protegen nichos de mercado para grupos empresariales privilegiados. Toda intervención, por bien intencionada que sea, sabotea la correcta asignación del capital y del trabajo en la economía y, por lo tanto, a la larga, genera desequilibrio y crisis económica. Esto es, la necesidad de subsidiar precios falsos, lo que conduce a aumentar innecesariamente los impuestos, emitir moneda o endeudarse. También, se encarecen, de manera artificial, los precios de las mercancías, por lo que se genera incapacidad de comprar los bienes, la pobreza y la marginalidad, es decir, el sub consumo. El imperativo de los precios reales debe abrasar todos los espacios de la vida social: la educación, la salud, los servicios públicos domiciliarios, la justicia, la vivienda, la seguridad ciudadana, la seguridad social, la producción y venta de gasolina, gas, energía, comunicaciones, ropa y comida, en fin, la totalidad de bienes y servicios producidos. Un conjunto de políticas económicas Bajo la inspiración de este razonamiento, una gran mayoría de investigadores asocian el neoliberalismo con un conjunto de políticas económicas, más conocidas, entre los especialistas, como aquellas que surgen del llamado Consenso de Washington: liberalización comercial y financiera, lucha contra la inflación y reducción del déficit fiscal, privatizaciones y flexibilidad de las relaciones laborales. La liberalización comercial y financiera se justifica, desde esta óptica, contra las múltiples barreras que los Estados nacionales han construido para oponerse a la libre circulación de las inversiones, el comercio y el consumo. Las barreras arancelarias no son otra cosa que impuestos que penalizan la circulación de las inversiones y las mercancías, encarecen, artificialmente, en el país que las establece, los precios de los bienes y por lo tanto, deben ser abolidas. Las restricciones a la libre movilidad de las inversiones financieras, son un obstáculo, levantado contra 3 aquellos que, amasando una parte considerable del ahorro de las sociedades, decidan libremente fecundar mercados específicos. La indebida intromisión de los Estados en la economía conduce a acrecentar el gasto público más allá de las capacidades generales de recaudar impuestos y del rendimiento financiero de las empresas estatales. Se crea así el temido déficit fiscal que busca ser financiado mediante un alza en los impuestos, el endeudamiento estatal o la emisión monetaria. Los impuestos substraen el ahorro de los inversionistas y consumidores, por lo que disminuyen las tasas de inversión y la capacidad del consumo privado. Por otra parte, el endeudamiento compromete la capacidad de inversión, incluso del sector estatal, y traslada al sector privado y los consumidores los costos de pagar la deuda, por la vía de incrementar los impuestos y disminuir el gasto público en sectores necesarios al desarrollo económico y social. Por último, en virtud de la emisión monetaria se pone en circulación una cantidad de moneda que no corresponde con la cantidad de bienes y servicios producidos en la sociedad, lo cual, en el mediano plazo, genera inflación, es decir, un incremento general de los precios. La lucha contra la inflación se aboca mediante la reducción del déficit fiscal y por esta vía, se espera acabar con la intromisión “indebida” del Estado en la asignación de recursos en la economía. Las empresas comerciales, productivas, financieras y administrativas del Estado son criticadas porque no requieren someterse al principio de la rentabilidad económica para operar en el mercado. Los bienes y servicios estatales pueden operar a precios falsos, por debajo del real, a sabiendas que el presupuesto estatal puede socorrerlos, una vez más, trasladando los déficits empresariales a los impuestos cobrados al sector privado y los consumidores. Además, las empresas estatales generan competencia desleal con el sector privado y estimulan la generación de la corrupción en el mercado de asignación de contratos y manejo de las nóminas. Desde esta vertiente, por principio, deben privatizarse las empresas estatales. Durante el siglo XX, los trabajadores acudieron a las huelgas, conformaron sindicatos y lograron intervenir en el precio acordado al trabajo, a través de negociaciones con los patronos estatales o privados. No fueron estos precios reales, sino políticos, es decir, dependientes de las relaciones de fuerza construidas por los trabajadores y sus mentores en el Estado. La preservación de puestos de trabajo en empresas no rentables y el mantenimiento de costos salariales independientes de la productividad del trabajador y la competitividad de las empresas, se arguye como una razón fundamental del bajo rendimiento económico de las empresas y, por ende, de la economía. La flexibilidad en las relaciones laborales persigue bajar los costos del asalariado, es decir, el precio de la fuerza de trabajo y recuperar la 4 movilidad en el enganche y despido de trabajadores según las variaciones de las coyunturas del mercado. Una ideología o un conjunto de valores La mayoría de los trabajos críticos del neoliberalismo que se encuentran en esta publicación no parten de su definición como un principio o un conjunto de políticas económicas, sino que lo comprenden como una ideología. La búsqueda de los valores fundadores del pensamiento neoliberal y su evolución produjo suficientes pistas esclarecedoras que el lector apreciará por su claridad y extensión. Generalmente, se coincide en que la ideología neoliberal es una actualización, radical y específica3, de la filosofía política liberal. El pensamiento neoliberal se basa en una creencia en que los individuos emprendedores son el motor del progreso y no los trabajadores o la asociación y cooperación social. Los individuos, para ser libres y desatados de las tiranías4, deben ser propietarios de sus bienes y decisiones. Individualismo, libertad personal y propiedad privada conforman la triada de la ideología neoliberal. Solo una sociedad fundada en estos principios es verdaderamente justa, es decir, aquella que respeta los logros de cada cual y no penaliza a los “ganadores y emprendedores”, mediante impuestos y expropiaciones de los bienes, en favor de otros grupos sociales “parasitarios”, o asentados en privilegios que les garantiza una fuerza sindical, gremial, religiosa, territorial, étnica o política. El neoliberalismo desconfía entonces del “bien común”, el “interés colectivo” y la “justicia social”. En todos los casos, afirman, a nombre de tan honorables intenciones, se esconde un ataque contra la libertad individual, los emprendedores y los generadores de la riqueza económica. ¿Quién puede aspirar a definir los valores, las preferencias, la concepción de lo justo y la equidad benéfica para todos? Esto es imposible dada la pluralidad de intereses y concepciones de bienestar que existen entre los individuos. El bien común, o algo que se le parezca, debiera ser el reino de una regulación que defienda el patrimonio lícitamente adquirido y las transacciones que con ellos se hagan en derecho. Cada cual decide qué producir, en qué trabajar, qué consumir, qué creer o hacer con su vida y bienes; esto es lo lícito, mientras por esta vía no se coarte idéntica libertad de otros individuos. 3 . Al análisis de las diferencias y continuidades entre pensadores liberales y neoliberales se consagran varios artículos en este libro. 4 . Las tiranías que contrarían el principio de la libertad individual son tanto las otras personas que nos someten, los regímenes políticos que nos expolian las decisiones sobre nuestras vidas o el Estado que expropia nuestros bienes en favor de supuestos ideales de justicia social. 5 ¿Pero, acaso es real que todos los individuos poseen la libertad de vivir plenamente tales opciones?; ¿no es acaso evidente la existencia de la desigualdad en las capacidades y medios a disposición de las personas? Sí, responde la doctrina neoliberal, pero ello no es solo natural, sino también inevitable y conveniente. Natural, porque todos nacemos y nos desarrollamos como seres únicos, específicos y desiguales. Inevitable, porque ningún poder humano, ni la más férrea de las dictaduras, ha logrado abolir las diferencias entre capacidades y medios, como tampoco, ha generado la total igualdad en la distribución de la riqueza. A nombre de las ganancias en la reducción de la desigualdad entre las personas, obtenidas mediante la imposición política y estatal, siempre se han generado castas, clases y grupos privilegiados, que expropian la libertad a la mayoría de la población5. Conveniente, en fin, porque la desigualdad es un aliciente a la creatividad, al deseo de superación y al anhelo de bienestar individual...de los cuales resulta, por la suma de los bienestares individuales, la generación del mejor de los mundos posibles. El reino de emprendedores libres genera el máximo de riqueza que, por un efecto similar al de una regadera de agua, se extiende hacia las capas bajas de la sociedad y aumenta las oportunidades de negocios y consumo para todos. No es entonces casual el calificativo de “Darwinismo moral” que se le atribuye a la ideología neoliberal, lo cual, sea dicho de paso, no hace honor a Darwin. También, se interpela a la ideología neoliberal por desconocer que, en el tiempo, los “triunfos” de unos individuos y los “fracasos” de otros, generan una incapacidad de las mayorías a ejercer su libertad, al quedar sometidas a las libres decisiones e intereses de los que poseen dotaciones y medios ventajosos. La ideología basada en el principio natural de la libertad individual corre, una y otra vez, el riesgo de terminar justificando el sometimiento y la pérdida de toda posibilidad de libertad para la mayoría de individuos!6 Es debilidad reconocida de la filosofía política liberal la carencia de un análisis del tiempo. El neoliberalismo parte de una concepción atomista de la sociedad, conformada por individuos naturalmente libres que ejercen, desde un eterno presente, sin condiciones injustas heredadas del pasado ni consecuencias futuras sobre la equidad, la plena libertad de cada cual. Contra las personas sumergidas en el hueco profundo de la marginalidad y la pobreza y que, irremediablemente, no puedan ser agentes productivos y de consumo, las víctimas de catástrofes naturales y epidemias, el neoliberalismo 5 . La crítica contra los sistemas políticos que propenden igualar los ingresos, bienes y servicios a disposición de las personas, abarca tanto los Estados comunistas, socialistas y nacionalistas, como también los Estados llamados del “bienestar”, “cepalinos” o “keynesianos”. En general, toda intervención estatal sobre los resultados en la distribución de las rentas es considerada inconveniente, injusta y un atentado a la libertad individual. 6 . Para muchos neoliberales, por ejemplo, para los más prominentes de la década del setenta del siglo pasado, no fue moralmente problemático apoyar al gobierno y fijar la política económica de la dictadura de Augusto Pinochet en Chile, todo a nombre de la libertad individual de los emprendedores. 6 acepta la intervención del Estado. La política social del neoliberalismo es aquella que entrega subsidios a los más pobres, siempre y cuando no consideren, estos y sus defensores, que los desposeídos poseen un derecho a la asistencia; ni que tampoco, la intervención del Estado en la repartición de rentas, sea sometida a la presión social y la lucha de clases – máxima enemiga de la buena asignación de rentas por el mercado -. La política social neoliberal otorga al sector privado el manejo de los subsidios e intenta hacer del pobre un agente de mercado, con capacidad “asistida” de compra, decisión sobre los bienes a consumir, organizado y en competencia, con sus iguales, en el mundo de los contratos de los subsidios estatales y de las donaciones de las empresas filantrópicas nacionales y externas. Subsidios localizados y circunstanciales para los más pobres, rentabilidad privada en el mercado de los pobres y competencia entre marginales por los contratos, son los tres componentes básicos de la política social neoliberal. El neoliberalismo desconfía profundamente tanto de la política, como del Estado. Para ellos, la política es el reino de los intereses organizados y no del bien común o del debate y transacciones sobre lo justo. Mediante los partidos políticos, los parlamentos y los gobiernos, los grupos fuertes presionan la promulgación de leyes, la firma de contratos y la protección, por múltiples mecanismos legales y otros que no lo son tanto, de sus feudos y privilegios. El Estado es apropiado por trabajadores, sindicatos, burócratas, lobistas, partidos y toda clase de “buscadores de renta” que obtienen sus ganancias, no a partir de la producción de la riqueza, sino de la capacidad de convertirse en parásitos enquistados en los múltiples confines de un Estado que controla la mayoría de las riquezas. Política y Estado deben ceder el paso al mercado, es decir, a la expresión libre de los individuos y sus empresas en tanto agentes privados generadores de riqueza. Las funciones y empresas comerciales, industriales y administrativas estatales deben ser privatizadas. Las tareas e instituciones que quedan, transitoriamente, a cargo del Estado deben someterse al principio de las reglas del sector privado, es decir, a la competencia entre empresas estatales y privadas en igualdad de condiciones. En el fondo, no habría diferencia de comportamiento entre empresas estatales y privadas, puesto que, en la galaxia neoliberal, todas deben gobernarse por el principio de la eficiencia y rentabilidad financiera, la autofinanciación y la expresión de los precios reales. La regulación estatal que enmalla, coarta y limita la libertad de los individuos y de las empresas privadas debe ser abolida. El mercado, de manera espontánea, tiende a crear una regulación entre agentes privadas que el Estado, cuando sea estrictamente necesario, consigna en leyes, normas y regulaciones. Es menester que el Estado deje de ser un jugador en la producción y distribución del crecimiento. Su principal función es la generación y defensa de las condiciones para que el conjunto de sociedad produzca y consuma. La concepción neoliberal de 7 la política y las instituciones justas es aquella en la que es lícito intervenir sobre las condiciones iniciales para la competencia, básicamente, en política social, la salud y la educación7, más no en la generación de empleo y la distribución de ingresos entre regiones y clases sociales; en política económica, la inevitable interferencia estatal sobre la economía: la producción, las finanzas y el comercio, debe ser extraída del sistema político y trasladada hacia órganos técnicos neutrales: bancos centrales, comisiones de regulación y superintendencias; en la defensa de la propiedad privada, un robusto sistema judicial que defienda la propiedad y la validez de los contratos; y, en la promoción de la competencia, regulaciones contra los monopolios estatales y privados. Desatado el Estado de toda intervención activa en la creación y repartición de rentas, quedan como funciones naturales y convenientes a su cargo: la defensa de la moneda, la propiedad y los derechos de las personas y el mantenimiento del orden público, la seguridad ciudadana y las relaciones externas. Es por ello que el ideal de Estado que proyecta la ideología neoliberal ha sido también catalogado de Estado mínimo y policiaco. Una relación de fuerzas políticas y sociales Otros enfoques no tratan el neoliberalismo desde un principio teórico sobre el adecuado funcionamiento de la economía capitalista, ni desde un conjunto de políticas económicas dominantes, ni tampoco como una ideología hegemónica, sino a partir de la modificación en las relaciones políticas en el ámbito internacional entre el capital y el trabajo. Ideas e ideologías existen muchas, siempre hay una pluralidad de ellas actuando al tiempo y, generalmente, varias alcanzan una capacidad persuasiva de explicación de la realidad, señalan los principales dilemas que enfrenta la sociedad en momentos determinados y moldean las formas de actuar y pensar en diferentes épocas. Por ejemplo: la creciente sensibilidad sobre el cuidado del medio ambiente; la llamada “revolución silenciosa” o “liberalización de las mujeres”; las transformaciones en las sensibilidades políticas hacia demandas de participación de las personas en los asuntos de su interés particular; la repugnancia expandida contra toda forma de discriminación de las personas en razón de sus creencias y prácticas sexuales, religiosas, políticas o culturales; el renacer del aprecio en las culturas locales y étnicas; la extensión de las prácticas del cuidado de sí mismo, el esoterismo y el hedonismo; y, la mutua invasión cultural entre Occidente y Oriente y la hibridez que de ello resulta. El neoliberalismo, desde cualquier interpretación que de él se tenga, se relaciona, combina y compite con otros principios, ideologías y formas de pensar y actuar en 7 . La intervención del Estado en la educación y la salud busca hacer de estos bienes mercancías rentables, incentivar la presencia del sector privado en su producción y circulación y, promover la competencia y la sanción del mercado como indicador básico de la salud y la educación a promulgar. 8 el mundo contemporáneo. Interesa en este libro, no las relaciones con otros paradigmas actuales, sino escudriñar la naturaleza, poderío, falencias y alternativas al neoliberalismo. La importancia del neoliberalismo reside en la sensación de que es una fuerza hegemónica que tiende a entrometerse en los campos de validez de otras ideologías, y que condiciona en buena medida, - lo cual es tal vez una apreciación exagerada -, las posibilidades de expansión de cada una de ellas. Esto es así, porque desde cada paradigma en curso se menciona y se critica al neoliberalismo, o los valores a él asociados, mientras que éste parece poder auto determinar su campo de validez y, en muchos casos, absorber, de manera imperial, los otros paradigmas en curso. El neoliberalismo es entonces un fenómeno dominante, abrasador y condicionante de la realidad. Su fuerza no proviene principalmente de su coherencia teórica, de la capacidad de explicación o, de su eficiente, poderosa y recortada lectura sobre el funcionamiento de la economía capitalista o de la naturaleza humana. Otros paradigmas poseen similares virtudes y carencias, cada uno en su campo, e incluso, respecto del núcleo central de las preocupaciones más apreciadas por el neoliberalismo, cuentan con persuasivos diagnósticos, interpretaciones de la realidad y principios para guiar la acción política. La formación de las ideas y las disputas entre conjuntos explicativos de la realidad son insuficientes para explicar los cambios históricos; es necesario considerar las transformaciones en las relaciones políticas, económicas y sociales, dentro de las cuales, las teorías e ideologías son producidas, apropiadas y usadas por diferentes intereses, con el fin de ordenar y legitimar nuevas relaciones de poder. Cabe reconocer que las transformaciones acometidas en nombre del neoliberalismo, cualquier definición que de él se tenga, son de una profundidad tal que han generado las condiciones materiales para que sus principios, políticas e ideología impregnen el que hacer de una época histórica. ¿Cuáles son las transformaciones históricas que generan las condiciones para el advenimiento del neoliberalismo? Los trabajos publicados en este libro analizan dos acontecimientos determinantes: el cambio en las relaciones políticas internacionales y la revolución tecnológica en el curso del acontecimiento de la llamada globalización. Los cambios en las relaciones políticas internacionales En la década del setenta del siglo pasado, en Chile, la dictadura del general Augusto Pinochet, recibió la asesoría de los llamados, en este entonces, Chicago Boys, adoctrinados militantes del neoliberalismo, los cuales implementaron en el área de la salud, las pensiones, la educación, los subsidios para los pobres, la regulación sobre le medio ambiente, el ordenamiento territorial y la política económica, los principios de política económica neoliberales. En la década del 9 ochenta, primero el gobierno de Margaret Tatcher en el Reino Unido y después, el presidente Ronald Reagan en los Estados Unidos de América, se convirtieron en fervientes agentes de las ideas y políticas neoliberales. En chile, la dictadura política y la primacía económica neoliberal, derrotó con total éxito, las posibilidades de una transición hacia el socialismo por la vía electoral y parlamentaria, en una de las sociedades del llamado “Tercer Mundo” más desarrolladas, con una importante base industrial, una vigorosa clase obrera, sindicatos y partidos de izquierda. En Inglaterra, uno de los siete países más industrializados del mundo y poseedor de una gigantesco Estado del Bienestar, fuertes organizaciones sindicales y determinante representación política de los trabajadores en el conjunto de los gobiernos locales y el parlamento y, con capacidad de administración de instituciones y políticas económicas y sociales, el gobierno conservador y la política neoliberal desafío, venció políticamente y empezó la transformación de las relaciones de fuerza entre las clases sociales. En Estados Unidos, la principal potencia imperial del capitalismo, adoptó bajo el gobierno republicano de Reagan la doctrina neoliberal, en un país con relativo “poco desarrollo” del Estado del bienestar, pero con cuantiosas redes de asistencia social y prerrogativas en favor de los trabajadores, los pobres, grupos profesionales, sectores ligados a las instituciones y clases sociales medias. De América Latina, pasando por Europa y llagando al centro del capitalismo mundial en Norteamérica, el neoliberalismo, de la mano de gobiernos conservadores y autoritarios, empezó a demostrarle al mundo la posibilidad de modificar las relaciones de fuerza entre clases sociales. Los impuestos a los poseedores de renta y capital fueron disminuidos, mientras se aumentó la tributación a los trabajadores y a las clases medias por la vía de los llamados impuestos al consumo; los derechos sociales y la seguridad social fueron recortados, los sindicatos perseguidos, la privatización de empresas y servicios defendida y la primacía del sector financiero promovida. En la década del ochenta y bajo la crisis de la deuda en los países del Tercer Mundo, en particular, en América Latina, los organismos internacionales, principalmente el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, implementaron un ajuste de choque tendiente a recortar la capacidad de consumo local, es decir, los salarios y políticas sociales, para forzar el pago de una deuda a tasas de interés acrecentadas, en favor de los acreedores internacionales. Tiempo después, el debilitamiento de los sindicatos, movimientos sociales y partidos de izquierda, permitió atacarse a un ajuste, ya no de choque, sino estructural. Esto permitió obligar la apertura económica a las inversiones del capital financiero internacional y a los productos de origen en los países del capitalismo 10 desarrollado8; la venta, a precios desvalorizados, de las empresas estatales más importantes a favor del capital transnacional; el debilitamiento de las prerrogativas de los parlamentos en el manejo de la moneda y la política económica; el desmonte de las políticas que protegían sectores productivos nacionales; y, la física persecución y destrucción de las organizaciones sindicales. La década del noventa, estuvo marcada por el derrumbe del muro de Berlín que separaba la Alemania capitalista de la comunista, posteriormente, la Unión de Repúblicas Soviéticas se deshizo y empezó, en los países europeos y orientales del eje comunista, la transición a la sociedad de mercado, de la mano de las agencias internacionales y, en favor de los inversionistas transnacionales y de la cúspide de las burocracias comunistas, convertidas en expoliadores de la propiedad estatal para su usufructo y propiedad privada. El impacto de tal hecatombe no cesa de provocar efectos en el ámbito mundial y en cada uno de los países del globo. La ideología neoliberal reina sin contrincantes en las relaciones internacionales. No existe ya el contrapeso del mundo dividido en dos bloques, el capitalista y el comunista; la guerra fría terminó. El capitalismo, sus principios de funcionamiento económico, la acumulación de capital sin la amenaza comunista al frente, ni otras alternativas globales y desatado de todo control, se ha envalentonado a escala global. Esta es la razón que explica la fuerza de la ideología neoliberal y no una supuesta superioridad en la explicación del funcionamiento de la economía y de la naturaleza humana. La fuerza y no las razones, o más bien, la razón de la fuerza explica el dominio del neoliberalismo. Es importante señalar que todos los gobiernos que fueron adoptando el neoliberalismo, para empezar la dictadura chilena, el gobierno inglés y estadounidense, criminalizaron las protestas de los trabajadores, judicializaron sus acciones y persiguieron a los sindicatos. Estas acciones no son meras coincidencias históricas aleatorias, sino definitivas para entender el neoliberalismo como una estrategia política y social en favor de los países capitalistas dominantes contra los subdesarrollados y de las clases poseedoras contra los trabajadores, los pobres y las clases medias. La puesta de los derechos y conquistas sociales en la ilegalidad, sellan el comienzo del fin de un orden. Los derechos, conquistas y prerrogativas del trabajo han de ser derrumbadas, incluso a precio de ponerlas fuera de la ley. Pero, la represión siempre es insuficiente, así evoque, de manera desnuda, una intensión. Han de cambiarse, de manera radical, las condiciones estructurales de la fuerza del trabajo, principalmente, a través de la transformación en las relaciones 8 . Por esto, en Colombia, América Latina y, en general, en el Tercer Mundo, la apertura ha sido fundamentalmente de una sola vía, es decir, a las importaciones de la sobre producción de los excedentes de los países capitalistas desarrollados, y no ha promovido, en concordancia, las exportaciones de los países subdesarrollados hacia el primer mundo, que mantuvo, en todo este período y todavía hoy, subsidios, barreras arancelarias, administrativas y políticas, a los bienes exportables de los países pobres. 11 productivas (el paso de la primacía interna al capital de los sectores productivos, a los servicios y el sector financiero), del cambio técnico (de la producción en serie a la robótica, la informática y la electrónica) y de la regulación de las relaciones jurídicas con los trabajadores (de los derechos y convenciones colectivas a la flexibilidad laboral y la sub contratación). El cambio técnico y la globalización No son pocas las personas que atribuyen al cambio técnico, o a lo que se ha convenido en calificar como la revolución técnico científica, el principal motor que impulsa las transformaciones históricas9. Algunos trabajos de este libro hacen mención a las innovaciones tecnológicas, las cuales modifican las maneras de producir e intercambiar, e inducen impactos en la organización de las empresas, en el trabajo, la circulación de las mercancías y, en consecuencia, en las políticas económicas y en todo el andamiaje institucional. Sin embargo, cabe alertar, por su defecto, que los artículos de este libro, carecen de una suficiente consideración de la importancia de los impactos materiales, políticos y culturales del cambio técnico. La tecnología no es una variable neutra en el cambio histórico, ni tampoco respecto de la transformación en las relaciones internacionales entre países y entre las clases sociales. Por el contrario, quién produce o se apropia del conocimiento científico y cuenta con las posibilidades financiaras para promover la investigación básica y su transformación en mercancías, bienes y servicios, garantiza una posición dominante en el mercado mundial. Es por ello que en la actualidad, las empresas y países que dominan sobre el mercado mundial controlan la tecnología de punta de los cinco sectores básicos del poder en el mundo contemporáneo: las armas de mayor capacidad de destrucción masiva, los circuitos financieros y las posibilidades de conjuntar el ahorro que circula por el mercado mundial, las fuentes de extracción básica de productos naturales, energéticos y biológicos, los medios de comunicación masiva de televisión, prensa, satelitales y electrónicos y, la infraestructura y los canales de movilización material por tierra, mar y aire de mercancías y personas. Ciencia, conocimiento y poder conforman entonces un tríptico indivisible. ¿Pero que tiene que ver el neoliberalismo con el cambio técnico? Todo. Puesto que a partir de éste último se transforman las relaciones productivas, sociales y políticas. Desde esta perspectiva, los principios y las políticas económicas neoliberales son principalmente un intento de “racionalización científica” y “justificación 9 . Esta tesis es muy popular. En publicaciones recientes pueden leerse contribuciones en este sentido desde posturas radicalmente disímiles en cuanto a la apreciación moral y política sobre el mercado capitalista, como la de Marta Harnecker, (1999), La izquierda en el umbral del siglo XXI. Haciendo posible lo imposible, publicada por la editorial Siglo Veintiuno y la del premio Nobel de economía, Joseph E. Stiglitz, (2002), El malestar en la globalización, publicado por la editorial Taurus. 12 ideológica”, que expresa las necesidades actuales del desarrollo capitalista de la mano de la nueva revolución tecnológica. Consideremos algunos ejemplos de las relaciones directas entre cambio técnico y políticas neoliberales. El desarrollo de la informática permite la circulación de las inversiones financieras, en tiempo real, entre países separados por más de cientos de miles de kilómetros. En concordancia, las políticas neoliberales impulsadas por el Fondo Monetario Internacional, exigen la liberalización financiera a los países que requieren de su apoyo para la consecución de recursos en el mercado mundial de capitales. Las industrias de los países capitalistas desarrollados, cuentan con la capacidad productiva suficiente para satisfacer la demanda local y requieren - para no bajar los precios en sus países y disminuir sus ganancias – mayores facilidades a la exportación de sus mercancías. También, las empresas comerciales transnacionales tienen, no solo la capacidad de aumentar su radio de acción en el ámbito mundial, sino de someter los circuitos comerciales nacionales y locales a sus redes y patrones de organización. El objeto central de la Organización Mundial del Comercio, es forzar la apertura comercial de los países a las empresas transnacionales. También la informática vuelve posible ofrecer programas académicos sin la presencia física de maestros y alumnos en un solo lugar. Esta vez, es el Banco Mundial el que impulsa la generación de un mercado mundial de la educación, que supere los programas y regulaciones nacionales y locales, a cambio de la construcción de patrones globales de calidad, acreditación de programas y sistemas únicos de evaluación. El desarrollo científico en el área de las comunicaciones, en particular, de la mano de los satélites privados y de las principales potencias capitalistas, permiten una unificación del mundo como aldea global de las comunicaciones. Los “acuerdos internacionales” abren el paso al despliegue, sin fronteras, de los canales de comunicación, por ejemplo, de la televisión, lo que es una arma muy poderosa para el control político y cultural del mundo. Por ejemplo, las imágenes del atentado terrorista del 11 de septiembre contra las Torres Gemelas y el Pentágono, invadieron durante semanas y meses las retinas de los televidentes de toda parte. Una guerra mundial al terrorismo fue declarada, “el mundo entero” condenó los hechos y la diplomacia norteamericana condicionó y transformó sus relaciones con diferentes países conminándolos a apoyar su guerra. Poco menos de 4.000 personas murieron en los lamentables hechos del 11 de septiembre. Sin embargo, más de 32.000 personas mueren de hambre a diario en el mundo según la FAO, la inmensa mayoría en los países del tercer mundo. Las grandes cadenas de comunicación no bombardean a los televidentes con esta tragedia a través de la pantalla chica; tampoco se ha declarado una guerra mundial contra el hambre, ni se moviliza la diplomacia internacional, se firman acuerdos perentorios y se 13 transforman las relaciones políticas para generar un “bloque del bien” contra “el eje del mal” del hambre y aquellos que la generan y la usufructúan. El desarrollo tecnológico en el transporte y la infraestructura achican las distancias, hoy el mundo es más pequeño; también, abrevian el tiempo en la circulación de bienes, mercancías y dinero. En virtud de la apertura económica, comercial y financiera, se obliga la “apertura de los cielos”, es decir, la entrada de las grandes compañías aéreas mundiales en los espacios aéreos de los países; de la misma manera, se privatizan puertos y carreteras. Junto con la informática y la electrónica, la genética y la biología celular son componentes importantes de la revolución técnica y científica. No se requiere ya invadir un país o un continente, como hicieron los españoles en América Latina, o los europeos en Africa, para pillar los recursos naturales. Basta con sonsacar unas cuantas matas del Amazonas, capturar uno que otro bicho en Asia, o tomar unas muestras de sangre de poblaciones inmunes a ciertas enfermedades en Africa. Remedios, vacunas, tintes, armas biológicas, fertilizantes y toda clase de productos nuevos salen de los laboratorios situados a miles de kilómetros de su fuente natural de origen. En este campo, la proclama del neoliberalismo no es la plena libertad de circulación del conocimiento, sino todo lo contrario, la defensa de los derechos de propiedad sobre las patentes y el conocimiento, en favor de los laboratorios de las firmas transnacionales. La flexibilidad laboral persigue disminuir el precio del trabajo y disponer de él sin restricciones para contratar y licenciar la mano de obra. La libertad para el empresario y la inseguridad para el trabajador se apoyan en el cambio técnico. En este caso, en la descentralización de los procesos productivos que permiten el ensamblaje de las mercancías mediante un enjambre des localizado de fuentes, en las que varios lugares aportan las materias primas, otros el diseño técnico del producto, unos terceros el ensamblaje parcial de partes de los bienes y, en unos sitios estratégicos, se acopla la totalidad del producto; mientras que las fuentes de financiación y comercialización permiten la concurrencia de diversos circuitos financieros y comerciales distribuidos por el mundo entero. La sub contratación de la fuerza laboral, las bolsas de empleo temporal, la vinculación de pequeños talleres y redes de partes y la maquila, expresan la nueva geografía descentralizada de las empresas capitalistas. En sentido estricto, el calificativo singular de “empresa” es inadecuado para calificar las redes y enjambres des localizados, descentralizados y transnacionalizados en la producción, circulación, consumo y financiación acometidas por las actividades capitalistas de punta. La revolución técnico científica permite la contracción espacio temporal, por lo que las políticas neoliberales se atacan con su máxima fuerza al derrumbe de todas los condiciones que impiden, frenan y enmallan la velocidad de la circulación del 14 capital. Los Estados nacionales son debilitados, las regulaciones locales contra la libre entrada y salida de inversiones y mercancías son disueltas; la negociación de rentas nacionales con la burocracia, los sindicatos y la clase política, es criticada a nombre de la lucha contra los “costos de transacción” y los “buscadores de renta”; los sindicatos y toda forma de agremiación del trabajo y de las poblaciones que defienden conquistas y resisten al sometimiento, son combatidos a nombre de una política “contra los privilegios” y “el paternalismo”. Nada debe oponerse a la libertad en la producción y circulación de dinero, bienes y servicios para beneficio de la humanidad. ¿Nada?. En este aspecto reside, sin duda, la principal falacia del neoliberalismo como ideología y política económica. El liberalismo es la principal falacia de los ideólogos neoliberales10. Defienden la liberación financiera y del comercio, pero no la libre determinación de las personas en cuanto a donde trabajar, pagar impuestos y vivir. Proclaman la liberación de las investigaciones en ciencia y tecnología, pero no la libertad de reproducir los avances científicos en un mercado sin controles y a los “precios reales” que una “sana competencia” establecería. A la plena utilización del conocimiento, hoy se le llama piratería y todos los países deben perseguir, multar, cerrar las empresas y encarcelar aquellos que no paguen regalías y títulos nobiliarios a los propietarios del conocimiento, privilegio hoy llamado: derechos de propiedad. Los neoliberales defienden la libre circulación y libertad del capital y atacan la libre movilidad y libertad de los trabajadores, de la cooperación humana y el conocimiento. La inconsistencia teórica del neoliberalismo solo se equipara con la hipocresía de las principales potencias que lo promueven en el ámbito mundial, mediante acuerdos comerciales y sus agencias internacionales como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio. La apertura financiera y comercial obligada a los países del tercer mundo, no se corresponde con idéntica apertura de los mercados centrales a los productos de los países dependientes. Las empresas transnacionales son las principales beneficiarias de las políticas neoliberales a escala global. El liberalismo económico ha permitido la mayor concentración de la propiedad y la riqueza de la que se tenga conocimiento; es decir, en contraprestación, la mayor pérdida en la libertad de los individuos, capacidad de las organizaciones sociales y soberanía de los Estados nacionales dependientes, en la definición autónoma y libre de sus agendas políticas y de desarrollo. Las transnacionales financian, en cuantía importante, la formación académica y científica y la divulgación, en la aldea mundial de las comunicaciones, del adoctrinamiento neoliberal. Los funcionarios de las principales potencias y de organismos internacionales pasan, sin que alcancen a parpadear las pestañas, de su representación pública, a cargos en la dirección de 10 . Muchos de los trabajos de este libro explican, desde su campo específico, ésta y otras múltiples falacias del neoliberalismo que se desprenden de esta inconsistencia teórica, moral y política de origen. 15 las principales compañías privadas transnacionales; acto de transmutación que indica, claramente, los intereses que defiende la falacia neoliberal. Lo mismo se repite, invariablemente en cada país, como en Colombia, en donde los ministros pasan a engrosar los equipos técnicos de los grupos económicos, los bancos y los organismos internacionales que niegan la soberanía política nacional. Tales compañías y su personal, lejos están de defender la liberalización que los ideólogos proclaman en asuntos que comprometan sus beneficios. En estos casos, como en todos los demás, tienden a construir posiciones de monopolio, generar barreras tecnológicas y políticas a la competencia, se alían con la diplomacia “pública” para la promoción y defensa de sus intereses en las negociaciones internacionales, cargan partes crecientes de sus costos a los presupuestos nacionales y usan la infraestructura local, pero negocian por lo bajo el pago de los impuestos nacionales y locales. El lector habrá advertido que las potencialidades y efectos del cambio técnico inciden directamente en los cambios en las relaciones internacionales, en la existencia de grupos empresariales portadores de la revolución tecnológica y en la globalización de la economía, la producción, el comercio y las finanzas. Muchos analistas hablan indiferentemente de globalización, neoliberalismo y capitalismo contemporáneo, como si fueran términos intercambiables11. Nosotros consideramos que existen varios contenidos en la globalización en curso, como ya se advirtió más arriba; por ejemplo, la liberación de las mujeres, la preocupación sobre el medio ambiente, la repugnancia creciente contra toda forma de discriminación y claro está, también una tendencia hacia la globalización de las resistencias y luchas. Es por eso que consideramos a la globalización como un fenómeno con múltiples facetas, dentro del cual, el neoliberalismo es un conjunto de políticas económicas y una doctrina dominante, más no exclusiva, dentro de las tendencias generales del capitalismo contemporáneo. En una frase: si la globalización es el medio, el neoliberalismo es la política hegemónica y la acumulación de capital es el fin. La consideración de las relaciones sociales y políticas en el ámbito internacional, el cambio técnico y el fenómeno de la globalización, llevan a concluir que el neoliberalismo es una estrategia que modifica las relaciones sociales y políticas en el ámbito mundial, en otras palabras, impregna, acompaña y fecunda una fase de acumulación del capital, en la que las políticas económicas y la ideología individualista, la defensa a ultranza de la propiedad privada y del mercado, 11 . El trueque de palabras y la asimilación de sus contenidos recorre las páginas de publicaciones críticas tales como El otro Davos. Globalización de resistencias y de luchas. (2001), François Houtart y François Polet (coordinadores). Plaza y Valdés, editores, Madrid. 16 apoyan el despliegue de los intereses dominantes en la era actual del capitalismo. 12 2. Evaluación del neoliberalismo y de su crítica Retroceso social y político En el marco de esta introducción consideramos innecesario repetir lo que el lector encontrará con suficiencia en la mayoría de los artículos de este libro, los cuales son prolíficos en evaluar cuantitativa y cualitativamente los resultados e impactos de la implementación del neoliberalismo. Curioso es, sin embargo, constatar que a la pluralidad de enfoques sobre la naturaleza y alcances del neoliberalismo, le sucede un relativo acuerdo sobre sus efectos. Más allá de las diferencias y matices sobre significados y alcances, existe unanimidad en todas las contribuciones, en cuanto a la respuesta sobre quién se beneficia con todo esto. Generalmente, se afirma que el principal usufructuario es el mercado, es decir, la acumulación privada, los países más desarrollados y las clases capitalistas, en particular, las empresas transnacionales y el capital financiero. También encontrará el lector suficientes demostraciones sobre los perdedores del neoliberalismo en el detrimento de los derechos de las personas, el retroceso en las conquistas sociales, la informalidad e inseguridad en las relaciones laborales, la precariedad de los ingresos, la masificación de la pobreza y la marginalidad, la destrucción de los tejidos sociales y el debilitamiento de las organizaciones de defensa de intereses sociales populares, de los asalariados y de las clases medias. Por otra parte, se asocia al neoliberalismo con la perversión de las instituciones estatales y la democracia. Las empresas e instituciones estatales son privatizadas, no solo a precios desvalorizados, sino muchas veces mediante bochornosos actos de corrupción y favoritismo, supuestamente consustanciales al Estado y ajenos al sector privado. Muchas funciones económicas o sociales son así abandonadas sin que sean reemplazadas por empresas e iniciativas privadas. La incidencia estatal sobre las principales variables de la política económica son expropiadas al mundo de la representación política para canalizarse hacia órganos técnicos, las decisiones de mediano plazo sobre el desarrollo dejan de ser estatales y se convierten en un asunto de los inversionistas y empresarios privados. El neoliberalismo socava las 12. Muy escasas son las contribuciones, aunque no del todo ausentes en este libro, que conciben al neoliberalismo como expresión cultural del capitalismo contemporáneo. El neoliberalismo como cultura no debe entenderse como una, entre tantas, opciones políticas, estéticas, artísticas, morales o lógicas posibles en curso, que se puede optar o desechar libremente, sino, en tanto representaciones, contenidos subjetivos y valores culturales primordiales, que resultan y expresan las nuevas relaciones sociales, políticas y económicas hegemónicas. 17 instituciones de la democracia liberal, proclama un liberalismo en lo económico y lo contradice en lo político. Bien ganados están los calificativos, que muchos le endilgan, de ideología neo conservadora y sistema política autoritario. La separación de poderes es sometida a una gran tensión porque la racionalidad del mercado debe todo impregnar y no admite contrapesos, los cuales según ellos, siempre conducen a una indebida intromisión de políticos, jueces y burócratas contra la sana racionalidad económica. En Colombia, desde la promulgación de la constitución de 1991, la tecnocracia y políticos neoliberales se quejan del exceso de derechos que esta obliga al Estado y la sociedad; las actuaciones de la Corte Constitucional en defensa de estos principios, han sido calificadas invariablemente de irresponsables, porque contrarias a la lógica económica. Los derechos ciudadanos, sociales, políticos y étnicos chocan con las libertades del mercado y el orden macroeconómico neoliberal, ante lo cual, los doctrinarios se indignan contra la invasión de sus terrenos que quisieran vedados y amenazan con recortar el poder político e institucional de aquellos que se atraviesan en su función civilizadora. De tal manera, solo se reconoce como racional una concepción económica, lo demás, es decir principalmente, otras doctrinas económicas, la vida política y gremial, deben ser apartadas o, al menos, reducidos los espacio de incidencia sobre la economía. Todo ocurre como si los economistas neoliberales se creyeran salvadores cuya tarea, auto decretada, es disciplinar la sociedad mediante la aplicación de las recetas de la razón económica. Para acometer su tarea deben, en un principio, “actuar desde afuera” del mundo de las pasiones e intereses privados que se enquistan en el congreso, las instituciones judiciales y los aparatos estatales y, después de la primera avanzada, inocular sus principios de mercado en el funcionamiento regular de todas las esferas estatales, la vida política y los principios jurídicos. El pensamiento neoliberal realiza una curiosa traslación mental en un movimiento circular a tres momentos. En el primero, reconocen en la naturaleza humana, de manera preponderante, al ser individual, calculador y egoísta, -lo cual es una franca reducción del ser real e histórico-. En el segundo, descalifican a los que se oponen a su racionalidad económica, acusándolos de perseguir intereses egoístas y mezquinos –nótese lo mesiánico de tal postura mediante la cual estamos advertidos que solamente los neoliberales no tienen intereses específicos y mezquinos-. Y, en el tercero, la inconsistencia teórica termina de girar, cuando el motivo explícito del neoliberalismo es incentivar la plena competencia entre personas y empresas, es decir, la expresión libre del enfrentamiento entre intereses egoístas. En este raciocinio se origina el carácter vergonzante del neoliberalismo. 18 El Estado y el mercado La afirmación según la cual el neoliberalismo defiende los intereses del mercado contra el Estado es ambigua. Deja suponer que en la fase de acumulación precedente, las políticas económicas, la ideología dominante y las instituciones estatales y de regulación de las empresas no tuvo por objeto central la defensa del mercado. Este pensamiento es contra fáctico. La doctrina hegemónica anterior, es decir, aquella que justificó los activos productivos, comerciales financieros y administrativos estatales y la intervención en la distribución de rentas mediante los impuestos, la generación de empleo y la provisión de servicios públicos, se creó, precisamente, para promover la extensión del mercado y evitar las crisis cíclicas del sistema. También es incorrecta, en la medida en que el neoliberalismo no es enemigo del Estado capitalista, sino de ciertas funciones, instituciones y actuaciones que pesan contra una acelerada concentración del capital en la fase actual de acumulación. Lo que ocurre es que se ha roto la relación entre concentración del capital, crecimiento económico, creación de empleos estables, mayor demanda agregada y crecientes niveles de consumo y bienestar. Hoy se puede concentrar inmensas cantidades de riqueza sin que la economía crezca en proporción equiparable, o crecer la economía sin que se generen suficientes empleos, o crecer el empleo a la vez que aumenta la inseguridad laboral y se disminuyen los ingresos de los trabajadores. Sin embargo, la afirmación es cierta en cuanto en el Estado se materializaron conquistas sociales y políticas de las clases no capitalistas, las cuales son sistemáticamente atacadas por el neoliberalismo. Es por ello que en muchas contribuciones se defiende al Estado, en la medida en que mediante las instituciones y los presupuestos estatales se consignaron derechos a la educación, la salud, los servicios públicos, el empleo, los subsidios al consumo, el transporte, la energía, la vivienda y la comida, en fin, a una serie de bienes, servicios e ingresos. La afirmación es también cierta en la medida en que el poder transita del Estado a las empresas privadas, de las naciones –especialmente las subdesarrolladas- a las instituciones, agencias y empresas transnacionales. Con el neoliberalismo se debilita “lo político en el Estado” y el poder transita hacia el mercado y sus agentes13, sin que existan –todavía- mecanismos de discusión, deliberación y control político suficientes sobre las orientaciones, decisiones y consecuencias de las acciones que los agentes privados toman en el mercado. En los ensayos de este libro, la defensa de la función social del Estado no está acompañada de una justificación ética, política, social o económica del mercado. El 13 . Una temprana advertencia del tránsito del poder desde las instituciones estatales hacia las transacciones, bastiones y regulaciones privadas, en tanto característica central del nuevo capitalismo, se encuentra en los interesantes y aun actuales ensayos de Umberto Eco, Furio Colombo, Francesco Albertoni y Giuseppe Sacco en La nueva edad media (1974), Alianza Editorial, Madrid, España. 19 mercado es un dato no pensado, no fundado normativamente, ni en cuanto a su función social ni como mecanismo para impulsar el crecimiento económico. Sin duda esta falencia es el resultado de una época, caracterizada por la derrota del socialismo real y la revolución acometida en las relaciones de producción e intercambio. La asunción a-racional, es decir sin valoración positiva del mercado, es una constante preocupante del pensamiento crítico al neoliberalismo. Al mercado se le busca conducir, controlar, regular, volverlo compatible con la defensa del medio ambiente, los derechos de los usuarios a los servicios públicos, la salud y la educación, la generación de empleo, el crecimiento económico, las aspiraciones de las mujeres, las minorías étnicas y las poblaciones marginadas. Algunos trabajos van un poco más allá, pretenden justificar la existencia de bienes que no pueden ser considerados mercancías como otras, por ejemplo, la salud, la educación y la justicia. Para estos casos, los autores reclaman un tratamiento especial que logre extraer de la esfera de la rentabilidad económica y la competencia privada, la producción y suministro de estos bienes y derechos. Incluso en estos casos, se trata de poner límites al mercado, sin pronunciarse sobre la validez o invalidez de su existencia para todo lo demás. Al mercado se le acepta ireflexivamente, como un mal necesario tácito, como dato inmodificable. 3. ¿Qué hacer? Lecturas plurales, alternativas distintas La pregunta sobre el qué hacer no tiene respuesta única, sino una relación más o menos directa con la multiplicidad de comprensiones diferentes que del neoliberalismo se tienen. Si se le considera un principio de economía o un conjunto de políticas, entonces deben formularse explicaciones tan fuertes y persuasivas para explicar la economía que rompan con la doctrina neoliberal. También, articular un paquete sistémico de políticas económicas, institucionales y sociales alternativo, coherente y capaz de articular la economía con base en un nuevo orden que use plenamente las potencialidades del fenómeno de la globalización y el cambio técnico14. En cambio, si el neoliberalismo es entendido como ideología sobresalen las polémicas a las ideas, valores, principios normativos y éticos; así como la lucha política por desenmascarar las falacias, contradicciones e inconsistencias del neoliberalismo, como hacen múltiples contribuciones aquí publicadas. En cambio, si el neoliberalismo es comprendido como el resultado de las nuevas relaciones políticas y sociales a escala mundial, jalonadas por un tipo hegemónico de globalización económica y la revolución tecnológica, el imperativo 14 . Algunos críticos, cuyas posiciones no están representadas en este libro, rechazan el mote de alternativo a toda propuesta que se inscriba dentro de la globalización y la revolución tecnológica en curso Defienden, unos el retorno a una lógica de desarrollo nacional e incluso local y, otros, explorar nuevas tecnologías apropiadas a las potencialidades y realidades locales y respetuosas de la biodiversidad y los valores culturales propios a diferentes relaciones productivas y sociales existentes. 20 alternativo se difumina en una cantidad de terrenos diferentes que casan sus esperanzas en los otros procesos de globalización política, cultural, de valores y actores sociales que se desarrollan en la actualidad, y que disputan al neoliberalismo los contenidos y prácticas de otros mundos posibles. En este sentido, no habría alternativa al neoliberalismo sin el fortalecimiento de la organización social y política, es decir, la construcción de actores capaces de incidir en las instituciones y los mercados locales, nacionales e internacionales. El lector ha de advertir que la diversidad de lecturas sobre el neoliberalismo y sus alternativas rara vez se encuentran en estado puro, sin relaciones con las otras dimensiones. En todo caso, debe confesarse una primera dificultad para el pensamiento crítico: la incapacidad de generar una articulación comprensiva del fenómeno neoliberal y de los ejes centrales en la construcción de una alternativa global. Aun que, advierte el pensamiento político postmoderno, la intención de la unidad del pensamiento y la práctica política alternativa debe superase y rechazarse, por contener, invariablemente, los gérmenes de sistemas, reducidos en la comprensión de la realidad, arbitrarios en la consideración de la multiplicidad de valores dignos de ser promocionados e, inspiradores de regímenes políticos totalitarios15. De esta manera, un poco tramposa, la carencia se vuelve virtud, es decir, la pluralidad de comprensiones de la realidad y la multiplicidad de luchas irreductibles a la unidad, se convierten en activos positivos que presagian una sociedad abierta, pluralista y tolerante, donde convivan diferentes modos de producción, organización social y valores éticos y políticos. Las imputaciones neoliberales y su falacia El pensamiento crítico suele ser estigmatizado por los neoliberales que lo acusan de anacrónico, de querer regresar al pasado regido por un Estado ineficiente, malgastador, corrupto y clientelista; se le imputa la promoción de valores paternalistas, en virtud de los cuales, los grupos sociales son dependientes y mendicantes de favores y dádivas. También se le acusa de proteger los privilegios empresariales, políticos y burocráticos. En el pasado, afirman los neoliberales, las fronteras construidas por el Estado nación, impidieron la libre circulación de mercancías, conocimientos y avances tecnológicos, impidiendo el avance económico y en el bienestar de las naciones. A las personas que se atreven a defender la protección de mercados agrarios o industriales, se les tilda de querer consagrar intereses particulares, monopólicos, rentistas y oligárquicos. En fin, toda 15 . El pensamiento crítico radical postmoderno concibe las alternativas como expresión de múltiples caminos, instancias y actores que no conocen, ni deben tener, centro único de articulación. Entre muchas contribuciones recomendamos a Boaventura de Sousa Santos, (versión en castellano, 1998), De la mano de Alicia. Lo social y lo político en la postmodernidad. Siglo del hombre editores / Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia. Chantal Mouffe, (versión en castellano, 1999), El retorno de lo político. Comunidad, ciudadanía, pluralismo, democracia radical, Ediciones Paidós Ibérica, Barcelona, España. 21 alternativa es descalificada a nombre de la eficiencia y se reta los críticos a presentar propuestas legítimas y reales de progreso. Los resultados del imperio neoliberal no permiten sostener la validez de tanta prepotencia. Las evaluaciones aquí presentadas refieren a Colombia, aunque su aplicación se extiende, respecto de la mayoría de variables, a otros países del tercer mundo, e incluso, sus implicaciones conciernen al llamado primer mundo. Los neoliberales pretendieron generar altas tasas de crecimiento económico y hoy estas son no solo mediocres sino bastante inferiores de aquellas que se obtuvieron hasta la década del setenta, en el mundo, América Latina y Colombia. Prometieron generar más empleos y lograron altas tasas de desocupación y la precariedad en los nuevos trabajos. Dijeron que cerrarían la brecha en los niveles de ingreso y bienestar y, en el mundo entero, sus políticas han promocionado la concentración de la propiedad y de los ingresos, a la vez que acrecentaron las desigualdades y la pobreza. Casaron todas las esperanzas en el equilibrio macroeconómico y el resultado, en Colombia y muchos países del tercer mundo, es la inestabilidad macroeconómica; persiste de manera aumentada, la deuda interna y externa, en medio de un proceso de desindustrialización, desagrarización y reducción de la base productiva de los países del tercer mundo. Supusieron que sus políticas diminuirían la intervención del Estado, pero en Colombia y otros países, el resultado combinado entre el estancamiento económico y la masificación de la pobreza, ha sido el aumento del gasto público. La apertura comercial y financiera ha logrado segregar la sociedad, aún más que en el pasado, entre aquellos conectados, subordinados y marginados de los beneficios del desarrollo. El logro más prominente de las políticas neoliberales ha sido la reducción de la inflación, a costa del crecimiento económico. De tal manera, el logro de la eficiencia es otra de las grandes falacias del neoliberalismo. Tampoco se ha distinguido el neoliberalismo por la reducción de la corrupción, la que acompaña buena cantidad de procesos de privatización. La corrupción y el clientelismo se fortalecen mediante la creación de un desbalance de poder entre las grandes firmas con las, cada vez más, frágiles burocracias nacionales, la clase política mendicante de la financiación de los grupos económicos y la tecnocracia que aspira transitar desde la representación de los “intereses públicos” a los cuarteles generales de la administración de los bancos y grandes empresas. El más sagrado de los principios promovidos por los ideólogos neoliberales es la competencia. Ya advertimos que a escala global el capitalismo dominante reposa en el dominio imperial sobre las armas, las finanzas, la infraestructura, las comunicaciones y los recursos naturales. Los trabajos en este libro documentan con claridad, para el caso colombiano, la alianza entre el proceso de privatización con la repartición política de mercados y la generación de rentas monopólicas. Se trata del clientelismo neoliberal. Tales son los casos del régimen subsidiado en salud, en el cual las Administradoras del Régimen Subsidiado –ARS-, se han repartido 22 mercados y clientes con la clase política territorial; la política energética, que generó posiciones de privilegio a favor de las generadoras que les permite sostener precios altos, no sometidos a la competencia; la privatización de los hidrocarburos que creó un control del precio del gas debido a la presión de los grupos de interés. Y así, se podrían citar otros casos, no documentados en este libro, como la dotación de la infraestructura, la construcción de vivienda, la prestación del servicio de aseo y la concentración rentista en el mercado de capitales. Dos argumentos esgrimen los neoliberales ante estas realidades inapelables. En virtud del primero, se reconocen fallas en la aplicación de las políticas.16 Sostienen que el modelo es bueno, los problemas que se presentan son de implementación. La acción humana siempre es perfectible, en eso tienen razón. Pero, cuando se presenta una distorsión sistemática de los resultados respecto de los objetivos, deben reconocerse, no solo las entendibles carencias humanas, sino la verdadera fuerza y razón de ser de las políticas neoliberales: la concentración del poder, de los activos y de la riqueza socialmente producida, por las grandes y medianas firmas privadas; al precio, incluso, de contrariar la mentada libre competencia. En virtud del segundo argumento defensivo de la doctrina, las falencias provienen de una insuficiente aplicación de las políticas, las que son pervertidas por las burocracias, los políticos y variadas presiones y circunstancias. Si persiste la crisis es porque no se ha aplicado suficientemente la receta, como quien no toma la dosis completa de unos antibióticos. Afortunadamente, siempre la realidad es el resultado de múltiples transacciones, lógicas e intereses. El reclamo de una pureza en la traducción de la doctrina a la realidad no es más que una aspiración al totalitarismo que anima al duro núcleo académico y a los tecnócratas neoliberales más avezados. La travesía del desierto Ninguno de los trabajos de este libro defienden el pasado como quién añora el paraíso perdido. Más aún, el pensamiento crítico que aquí se expresa, no lo era menos respecto del pasado. Toda vez, está acometiendo una travesía esperanzadora. Busca en la historia comprender los fundamentos históricos, filosóficos, éticos y políticos del surgimiento del neoliberalismo. Al hacerlo, 16 . Por ejemplo, el Banco Mundial afirma que el modelo es bueno, aunque, a pasar de su cuidadosa selección de datos y exclusión de otros, no ventilan con euforia tal convencimiento. Para ellos, los problemas son de implementación, básicamente, todos culpa de los gobiernos del tercer mundo y de las sociedades en transición hacia el mercado: la corrupción, las oligarquías, los rentistas, el clientelismo, las resistencias sociales, políticas e institucionales; también aducen un problema técnico de ritmos y secuencias en la aplicación de las reformas. Tal lectura obvia los fracasos del modelo, que son los del Banco Mundial mismo. Toda pareciera como si ellos fueran un grupo de intelectuales que escriben informes y redactan sugerencias; sin incidencia y responsabilidad alguna en la aplicación y consecuencias de las reformas durante los últimos 20 años. Ver Lucha contra la pobreza. Informe sobre el desarrollo mundial. 2000/2001. Banco Mundial, Madrid, España. 23 construye las coordenadas de una alternativa radical, más allá del neoliberalismo, al sistema capitalista. Además, lejos está de ejercer una plañidera sobre la realidad, acomete, en la mayoría de las veces, una evaluación sistemática de las políticas específicas y esboza, unos con mayor desarrollo que otros, políticas alternativas concretas posibles. El lector encontrará un arsenal, todavía explícitamente inconexo, de políticas alternativas en temas específicos. Falta, es menester reconocerlo, una crítica radical al socialismo “realmente existente”, puesto que no se puede fundar una alternativa al capitalismo “realmente existente” sin pasarle las cuentas al sistema que, en el siglo XX, tuvo la fuerza de levantar una opción global que gobernó más de la mitad del planeta. ¿Desde donde hacer? Desde nuestro punto de vista, el neoliberalismo es fundamentalmente una racionalización científica e ideológica que expresa e impulsa un conjunto de relaciones económicas, políticas y sociales en mutación. Difícil, aunque necesario, es distinguir las diversas reestructuraciones materiales generadas por el capitalismo contemporáneo, de las políticas económicas reconocidas como neoliberales. Sin embargo, la distinción es importante, porque es posible que, en un futuro no lejano, se ablande el modelo económico, se atempere el discurso contra el Estado y se abandone el núcleo duro de la doctrina ideológica. Toda vez, el mundo no será ya el que fue y la impronta neoliberal habrá generado la fuerza suficiente para romper los diques del orden capitalista precedente; el neoliberalismo habrá dejado de ser doctrinario, porque se habrá traducido, parcialmente, en relaciones productivas, construcciones institucionales, nuevas formas de organización y representación social, comportamientos, hábitos y costumbres. En este sentido, lo que se conoce como neoliberalismo es una constelación de iniciativas parteras de un nuevo orden capitalista, aunque no sea suficiente para definir tal orden. Entra otras cosas, porque no es el único paradigma en curso que está transformando la realidad y porque, desde múltiples resistencias, muchas representadas en este libro, se construyen alternativas que disputan la concreción de los contornos de la sociedad del mañana. El neoliberalismo posee entonces un carácter eminentemente político, en el sentido más amplio de la palabra. Es por esto que la pregunta sobre el “qué hacer” conduce a la cuestión “desde donde hacer” y ello es idéntico a reclamar el papel de la política. Si algo caracteriza las contribuciones de este libro es el reclamo de la política, del deber ser, es decir, de la insurgencia contra lo inevitable, a cambio de la afirmación de lo posible y lo deseable. Por ejemplo, en las políticas agropecuarias, energéticas, en salud, seguridad social, educación, justicia, medio ambiente, tributarias, mujeres, descentralización y mecanismos de participación social en la definición de los intereses colectivos. No se trata de meras intenciones, sino de propuestas específicas que tienden a confluir en mundos diferentes 24 posibles. Desde todas las contribuciones se interpela al Estado, no por un estatismo consustancial a las alternativas, sino porque el Estado es todavía un espacio de concreción de relaciones de poder y, por lo tanto, en él y hacia él se siguen materializando y canalizando buena parte de las relaciones sociales. Pero hoy la política es también algo diferente. Ha rebasado al Estado, tanto por el desplazamiento de poder hacia el mercado acometido por las empresas transnacionales, como por la presión social que tiende, de manera incisiva, hacia la apropiación colectiva de los más álgidos asuntos humanos. Más allá del Estado mismo, el espacio público, la cultura, las relaciones de género, la vida en las empresas y el mercado, las relaciones internacionales, la paz y los derechos humanos, son asuntos respecto de los cuales, comunidades, pobladores y organizaciones de todo tipo, pugnan por intervenir directamente. Hoy, se construye, más que ayer, una ampliación de temas, sujetos, instancias y mecanismos de incidencia de la sociedad en la política. La alternativa al neoliberalismo se plantea, no desde un reclamo del pasado, sino directamente en el terreno de la construcción de lo público, más allá del Estado. La contradicción moderna fundamental en el capitalismo es entre privatización de los sujetos, intereses y beneficiarios de las decisiones en el mercado y el Estado, contra la apropiación social de las instancias que toman decisiones estratégicas, la masificación de actores que intervienen en el manejo de los asuntos públicos, el debate público en la toma de decisiones y, en la pugna por el control de los fines estratégicos en la vida social. Mientras el neoliberalismo se caracteriza por una visión individualista y utilitarista, su alternativa reclama la esencia de la vida y el reconocimiento de las condiciones que posibilitan la creación de la riqueza en la sociedad, esto es, la cooperación, las organizaciones sociales, las alianzas, la asociación para la producción (lo que debe admitirse si duda alguna, supone a las empresas, a los emprendedores y el liderazgo individual), en fin, la producción social, que no individual, del conocimiento y la riqueza humana. 25 26