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Tema 17: la escuela de Frankfurt
TEMA 17
LA ESCUELA DE FRANKFURT
1.
2.
3.
4.
5.
6.
7.
Contexto histórico: el siglo XX “corto” (1914-1989)
El siglo XX en la filosofía y la escuela de Frankfurt.
Distinción entre teoría tradicional y crítica.
La crítica al proyecto ilustrado.
La crítica al marxismo.
La crítica al neocapitalismo.
Propuestas: psicoanálisis y ética del discurso.
1. CONTEXTO HISTÓRICO: EL SIGLO XX “CORTO” (1914-1989)1
Al ser la escuela de Frankfurt un movimiento que se perpetúa desde su fundación en 1923 hasta
nuestros días, va a atravesar dos períodos bien diferenciados, que van a marcar su investigación:
a)
El periodo de Entreguerras (1919-1939), marcado por la crisis de la democracia liberal y el
ascenso del totalitarismo (fascista o comunista)
b)
La época de la Guerra Fría (1945-1990), marcada por la aparición de los dos grandes
bloques ideológicos de poder y el ascenso del Estado del Bienestar en Europa occidental.
Los orígenes de la Escuela de Frankfurt se remontan a las contradicciones en las que se somete
Europa y Alemania tras la I Guerra Mundial, con el advenimiento, tras la abdicación del kaiser
Guillermo II, de la república de Weimar. La guerra deja al descubierto las limitaciones de las
democracias occidentales y el capitalismo tradicional, y una oleada revolucionaria sacude toda Europa
triunfando en la Unión Soviética. El final de la guerra supone también el final de los viejos imperios
centrales (Alemania y el Imperio Austrohúngaro): en su lugar aparecen multitud de países en
Centroeuropa con un nacionalismo exacerbado.
A pesar de la pausa que suponen los años veinte para Alemania, el crack de 1929 reabre las
heridas de un capitalismo descontrolado que condena al paro a la cuarta parte de la población
alemana. La incapacidad de la república de Weimar para solucionar la crisis económica conduce al
triunfo del nazismo de Hitler en 1933 y la consiguiente abolición de la democracia en Alemania y su
conversión en un estado totalitario. Al igual que en la Unión Soviética, las libertades y derechos
individuales son abolidos, se impone el culto a la personalidad y al estado, y en el caso del nazismo se
extienden teorías raciales que van a condenar al pueblo judío a su persecución y casi exterminio (el
Holocausto judío). En este ambiente, la escuela de Frankfurt, muy crítica con el totalitarismo, parte al
exilio obligado hacia Francia primero y luego Estados Unidos, donde van a continuar su obra.
Tras la II Guerra Mundial y la caída de los estados totalitarios, los países vencedores (Estados
Unidos y la URSS) se ensalzan en líderes de dos grandes bloques ideológicos y políticos, el bloque
occidental, representado por la democracia liberal y el capitalismo, y el bloque comunista. Estos dos
bloques inician una política de tensión extrema sin llegar al enfrentamiento que será denominado como
Guerra Fría y que se prolonga hasta los años ochenta. Esta época confirma la aparición en el bloque
occidental de un capitalismo atemperado por la acción del estado (el Keynesianismo), y la asignación
de unos derechos sociales básicos para todos los ciudadanos que van a culminar en la construcción del
estado del bienestar. Esto va a propiciar una sociedad marcada por la opulencia y el consumo de
masas que tiene su edad de oro entre los años cincuenta y la crisis del petróleo en 1973. Durante estos
años se refuerza el papel del estado como controlador de la vida social, económica y política de todos
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Este es el nombre que un famoso historiador, Eric Hobsbawn, ha dado al siglo XX con esa peculiar
cronología, como el siglo de las ideologías políticas y la “era de los extremos”.
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los países occidentales, y se inicia una actitud crítica contra ese estado paternalista y controlador,
por un lado, la sociedad de consumo, por otro, y por último una crítica a toda la autoridad tradicional
que aún pervivía tras la II Guerra Mundial en la familia, la educación o las diferencias de género.
Todo esto condujo en los años sesenta al surgimiento de una contracultura, de carácter
eminentemente estudiantil, juvenil y occidental: la generación del baby boom, que no ha vivido la II
Guerra Mundial, hija de la opulencia occidental, se rebela continuamente durante la década siendo los
más conocidos los sucesos de mayo del 68, promovidos desde las facultades de humanidades de
París (Nanterre), y convirtiéndose en un movimiento de carácter revolucionario aunque no en sentido
puramente político sino más bien social y cultural, y con un componente fuertemente libertario. La
escuela de Frankfurt, y especialmente la obra de Herbert Marcuse, desde Estados Unidos, actuó en
muchas ocasiones como inspiradora de estas rebeliones estudiantiles
Las circunstancias irían modificándose en la década de los setenta, con la crisis del petróleo y el
paulatino aumento del paro en todos los países occidentales, hasta finalmente, la caída de los
regímenes comunistas en los años ochenta y la entrada en un capitalismo mucho más agresivo y
menos regulado del que se vivió en las décadas anteriores. Aquí entrarían las obras de una nueva
generación de filósofos y sociólogos, encabezados por Habermas, que reconducirían la escuela de
Frankfurt hacia la teoría de la democracia, la crisis social del estado del bienestar o los problemas de la
globalización.
1. El siglo XX en la filosofía y la ESCUELA DE FRANKFURT.
Después de Nietzsche, la filosofía se tiende a hacer mucho más compleja y académica:
comienza a desarrollarse en las universidades y vinculados con centros de investigación. Nietzsche es
quizás el último gran filósofo que hace filosofía al margen de esas universidades. Esto conduce a una
mayor especialización y a la aparición de diferentes escuelas de pensamiento que podemos
considerar divididas en dos grandes grupos, siguiendo un criterio casi geográfico:
a) La filosofía anglosajona, heredera del empirismo y de la ciencia del siglo XIX, y que va a tener en el
neopositivismo y la filosofía analítica sus principales valederos. Sus preocupaciones van a estar vinculadas
con la justificación de la ciencia, la lógica y el lenguaje. Dentro de estas escuelas sobresalen autores como
Russell, Wittgenstein, o K.R.Popper.
b) La filosofía continental, alemana y francesa especialmente, más especulativa y humanista, que
cuenta con la fenomenología, la hermenéutica, el existencialismo y la escuela de Frankfurt como
corrientes primordiales. Autores como Husserl, Heiddeger o Sartre, entre otros muchos, van a pertenecer a
esta corriente.
Para nuestro interés, conviene recordar que la escuela de Frankfurt es de origen alemán:
tiene su inicio en torno al “Instituto de investigación social” de la universidad de Frankfurt de Meno,
gracias a los esfuerzos de Max Horkheimer en los años veinte y con el paso del tiempo va a agrupar
a un creciente número de filósofos y sociólogos que se prolonga hasta nuestros días. Si
históricamente su investigación está vinculada con las contradicciones del capitalismo avanzado o
postindustrial y la emergencia de los estados totalitarios del siglo XX, filosóficamente están
vinculados especialmente a la tradición marxista y hegeliana que se proyecta desde el siglo
anterior. Pero estos seguidores de Marx no van a pertenecer a la ortodoxia comunista ni ninguna
cosa parecida: antes bien, ponen en el punto de mira de sus críticas tanto el capitalismo y el fascismo
como el comunismo de la época.
Por otra parte, las influencias que reciben son muchas y variadas: el psicoanálisis de Freud, la
pragmática y la lingüística, la teoría social de Max Weber o la sociología del conocimiento de
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Tema 17: la escuela de Frankfurt
Mannheim, y sus intereses, igualmente, son muy dispares, afectando a la psicología, la teoría política,
la economía o la filosofía.
Como decíamos, la escuela de Frankfurt es un término genérico, compuesto por un gran
número de miembros que no siempre están en una misma línea de investigación, y que se prolongan
a lo largo de todo el siglo hasta nuestros días:
a)
La primera generación de esta escuela se corresponde con sus fundadores: Adorno,
Horkheimer, Herbert Marcuse y Walter Benjamin. Están marcados sobre todo por la crítica al
positivismo, los intereses ocultos de la técnica y la crítica a los estados totalitarios, marxistas y
fascistas. Con la llegada de Hitler tuvieron que exiliarse a Estados Unidos, para desde allí continuar
sus investigaciones. Fueron protagonistas, sobre todo Marcuse, de las rebeliones estudiantiles de los
años sesenta.
b)
La segunda generación se prolonga desde 1960 hasta nuestros días, y tiene a
Habermas, K.O. Appel, Claus Offe y Ulrich Beck. Sus planteamientos están orientados hacia la
teoría de la democracia contemporánea (Habermas, ética del discurso), el análisis de la crisis del
estado del bienestar (Offe) y las sociedades del riesgo y la globalización (Beck). En nuestro país
esta corriente tiene una fuerza considerable, hasta el punto que la asignatura de Ética viene a estar
fuertemente mediada por sus teorías de la democracia.
2. DISTINCIÓN ENTRE TEORÍA TRADICIONAL Y TEORÍA CRÍTICA.
La escuela de Frankfurt se denomina así misma como “teoría crítica” y ya deja claro con
ese título que sus pretensiones no van a ser las mismas que las del resto de teorías filosóficas y
científicas.
Cuando hablamos de “teoría tradicional”, la escuela de Frankfurt hace referencia a la forma como
se ha construido el pensamiento científico y técnico a lo largo de la Edad Moderna, especialmente a
partir de Descartes, pero también a las teorías vinculadas con las ciencias sociales, la psicología, la
política, la sociología y la economía, que han emergido en el siglo XIX siguiendo el modelo del
positivismo y las ciencias naturales.
Estas teorías han cometido una serie de “errores” en su desarrollo:
a) han sido excesivamente abstractas y alejadas del contexto histórico cultural que las ve
nacer. La ciencia se ha creído siempre dentro de un desarrollo completamente independiente
del contexto en el que surge.
b) Se han creído supuestamente objetivas. Según Max Weber2, las ciencias sociales son
neutrales, están basadas en juicios de hecho (juicios objetivos, descriptivos) y nunca usa
juicios de valor (juicios subjetivos, normativos, interpretativos).
c) Por último las teorías tradicionales han estado alejadas de una praxis, de una puesta en
práctica: describen cómo es la realidad, pero no intentan transformarla. Para ellos la ética y la
moral no tiene nada que ver con la investigación científica: son ámbitos separados.
Frente a esto la “teoría crítica” defiende:
2
Sociólogo alemán (+1920), fundador de la llamada sociología comprensiva y uno de los padres clásicos
de la sociología, junto a Comte, Marx o Durkheim. Con él la sociología llega al status de ciencia.
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a) La historicidad de cualquier teoría científica o social, siguiendo las tesis de Hegel y Marx.
Ningún descubrimiento se puede explicar sin el contexto histórico que lo explica,
especialmente el socioeconómico.
b) Tiene un componente de desenmascaramiento: Toda teoría tradicional tienen una carga
ideológica, y la teoría crítica debe intentar descubrir los intereses ocultos que pueden manifestar.
Todas ellas están sometidas a relaciones de poder que pueden influir en esas ciencias, es decir,
pueden encubrir los intereses de una clase social o sobre todo para la Escuela de Frankfurt, las
ineficiencias o exigencias de un sistema impersonal (como el estado o el capitalismo).
c) Toda teoría crítica que se precie debe tener un componente emancipativo, de liberación, y
que por lo tanto no se quede en una mera exposición teórica (importancia de la praxis). Esto quiere
decir que la teoría crítica tiene el deber de actuar en nombre de la reforma y mejoramiento de una
sociedad determinada, y no ofrecer meramente una descripción poco implicada y distante.
El análisis de la Escuela de Frankfurt va a estar por tanto muy comprometido con estos apartados
anteriores. Va a hacer una revisión crítica de toda la cultura occidental, la política y la sociedad y va a
intentar mejorarla con sus aportaciones.
3. LA CRÍTICA AL PROYECTO ILUSTRADO.
La Escuela de Frankfurt tiene una pregunta muy concreta: ¿Cómo fue posible que de la
sociedad ilustrada y liberal del siglo XIX salieran en el siglo siguiente monstruos como el totalitarismo
de Stalin y Hitler o la bomba atómica? Para explicar esto, y a la hora de analizar la crisis de la
sociedad post-industrial contemporánea (es decir, la sociedad del siglo XX hasta nuestros días), van a
focalizar su análisis en las deficiencias de aquel proyecto histórico que marcó el inicio y las
características de nuestra sociedad: el proyecto de la Ilustración, que empapó la cultura europea
durante los siglos XVIII (Kant) y XIX (positivismo, Comte, Marx…). Este es el tema fundamental de
la obra conjunta de Max Horkheimer y T. Adorno, La Dialéctica de la Ilustración, y una de las más
importantes en la trayectoria de la escuela.
Tradicionalmente consideramos a Kant y los ilustrados como los forjadores de un proyecto de
emancipación para los individuos europeos, de garantizarles su libertad desde la adquisición de su
autonomía. En nombre de la razón se luchó contra la intolerancia, la superstición y la opresión de los
“tutores” sobre los “menores de edad”. Junto a esta lucha por las libertades de los hombres, se hizo
necesaria también la dominación y sometimiento de la naturaleza a los fines e intereses de los
hombres, para conseguir un mayor bienestar de la sociedad: la técnica y la ciencia se pusieron al
servicio de la razón ilustrada (Francis Bacon, siglo XVII).
Sin embargo, detrás de este proyecto existían otras fuerzas que conducirían a los hombres a
otro tipo de opresión. Esas fuerzas se centraban básicamente en la confianza que tenían los
ilustrados en el progreso de la ciencia y de la técnica que según ellos conducirían a los hombres a
una mayor cota de libertad y bienestar. Pero en el siglo XIX, con la Revolución Industrial, se observa
claramente que esa ciencia se convierte en una técnica al servicio de un sistema socio-económico, en
el que prima la obtención de un beneficio individual o una gestión eficaz, independientemente de los
fines para los que valgan, y en el que los propios individuos se pueden convertir en meros medios
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técnicos para conseguir un objetivo. Pensemos que, por ejemplo, que Einstein se sentiría traicionado
cuando todos sus esfuerzos en el campo de la física se pusieron en manos de científicos americanos
para construir la bomba atómica.
Ante esta triste perspectiva, la razón ilustrada ha perdido su componente emancipativo, crítico
y liberador, y se queda meramente en perpetuador de lo establecido, en este caso, del capitalismo y
los intereses particulares del estado. Por detrás de esta ciencia que se ha olvidado de los hombres,
existe lo que se denomina la hegemonía de una razón instrumental. Ese uso de la razón se
plantea los medios para conseguir algo de la forma más eficiente posible, sin plantearnos o dejando
en puntos suspensivos cualquier tipo de consecuencia ética que pueda existir (una ametralladora,
cámaras de gas, la bomba H…). Estos avances técnicos son todos grandes esfuerzos de la razón
humana, pero son destructivos porque han perdido por completo cualquier referencia a un mundo
ético y no se preocupa en absoluto por sus consecuencias para la humanidad.
En definitiva, a los tipos de alienación propuestos por Marx se añaden ahora la alienación
producida por la hegemonía de la técnica, cuyos fines no se cuestionan y del que se desconocen sus
intereses ocultos o impersonales. De esta forma, el ser humano se ha convertido en parte de la
naturaleza que entra dentro del dominio de la impersonal razón instrumental. La razón
instrumental servía para dominar la naturaleza: ahora el hombre forma parte de esa misma
naturaleza dominada y eso genera la última forma de alienación conocida.
Las consecuencias de todo esto son una progresiva deshumanización de las sociedades
desarrolladas en las que el individuo se convierte en un engranaje más del sistema -el estado
totalitario o la economía capitalista- y sometido a los criterios de la eficacia económica y la razón
instrumental: en manos del estado nos convertimos en unos meros números (el N.I.F.) donde se
acumulan todos nuestros datos personales, para los economistas somos una mera fuerza de
consumo, un determinado salario. Es preciso según esta escuela preguntarnos por los fines, el
componente ético que deberían tener muchas de las acciones humanas (razón práctica o
emancipativa).
4. LA CRÍTICA AL MARXISMO.
Aunque la escuela de Frankfurt se declare teóricamente marxista, lo cierto es que todos sus
miembros muy pronto va a distanciarse del “socialismo real” (es decir, el triunfante en la revolución de
1917). Nuevamente, la escuela de Frankfurt ensalza los esfuerzos de Karl Marx para liberar al hombre,
en su crítica al capitalismo. Causan en la escuela mucha expectación la revisión de sus primeros
escritos, donde se centra más en la alienación -Manuscritos de 1844- y La ideología alemana. Sin
embargo, los de Frankfurt consideran que el Marx maduro propone una serie de instrumentos políticos
que lejos de emancipar al hombre, lo condicionan a un mayor sufrimiento y alienación. Esto queda al
descubierto en la dictadura de Stalin a partir de su ascenso al poder en los años treinta.
La Escuela de Frankfurt critica que:
a)
Marx había considerado el estado como parte de la superestructura en el materialismo
histórico, es decir una construcción posterior y legitimante del sistema económico. Sin embargo,
una vez instituido, el sistema estatal y su burocracia tienden a institucionalizarse y perpetuarse
en el tiempo, haciéndose tan poderoso y alienante como el sistema económico.
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b) En nombre de la revolución, se ha establecido una dictadura del proletariado que lejos de
ser un estadio intermedio entre el capitalismo y la sociedad sin clases, se ha consolidado como
única forma de mantenimiento del socialismo, originando un estado autoritario.
c) El estado autoritario marxista ha puesto en entredicho los principios de la Ilustración, en los
que se entendía la autonomía y libertad de los individuos como principio de justicia legitimador
del estado gobernante. En su lugar, ha legitimado los mismos errores que el totalitarismo: ha
impuesto el culto a la personalidad (Stalin), un aparato administrativo y burocrático impersonal
que se justifica así mismo (el partido) y ha suprimido todas las libertades del liberalismo.
d)
El capitalismo ha evolucionado en un sentido que Marx no había previsto: será capaz de
superar sus crisis internas gracias al keynesianismo3 y la intervención del estado (la crisis del
29) y promover una mayor calidad de vida a sus integrantes, al menos en el mundo
desarrollado. La lucha de clases, motor del materialismo histórico y la dialéctica, se ha
desactivado parcialmente: el conflicto entre burgueses y proletarios se hace menos radical con
la aparición de una amplia clase media que además son “obreros de cuello blanco” funcionarios- y no el viejo proletariado industrial, que pierde fuerza.
En los escritos últimos del fundador de la escuela (el texto de Horkheimer) existe el profundo
convencimiento que la teoría política gira en torno a dos variables irreconciliables entre sí: la justicia
(o igualdad económica, social) y la libertad. Cualquier política que busca la justicia y la igualdad
tiende a crear un estado fuerte, ser autoritaria y restringe la libertad de los individuos. En cambio las
políticas que garanticen mayores cotas de libertad individual promocionan a su vez un mayor grado
de desigualdad e injusticia social. Esta es una tesis compartida prácticamente por toda la filosofía
política de la Guerra Fría (1945-1990): el marxismo tradicional habría buscado la igualdad pero habría
dejado en el camino todas las libertades. Al mismo tiempo, el capitalismo, al estar basado en el libre
mercado y la iniciativa privada para obtener el mayor beneficio personal está basado directamente en
la promoción de estas desigualdades. Propiciar en nuestro tiempo una nueva revolución social
significaría destruir buena parte de las libertades individuales garantizadas desde la Ilustración y
promovidas por las democracias occidentales. La actitud de Horkheimer tiende a ser así más
conservadora de lo conseguido y menos defensora de nuevos cambios.
Sin embargo, no todos los integrantes de la escuela se muestran tan recelosos de la acción. De
los escritos de la Escuela surgirá un nuevo concepto de izquierda en los años sesenta (New Left, o
Nueva Izquierda), que se va a desmarcar del comunismo, y va a empujar su crítica hacia el propio
estado, al principio de autoridad, y va a promover la igualdad de la mujer, la liberación sexual. Herbert
Marcuse va a ser el principal inspirador de estos intelectuales hippies y anarquistas.
5. LA CRÍTICA AL NEOCAPITALISMO.
Por neocapitalismo hay que entender el capitalismo posterior al año 1929 y sobre todo, después
de la II Guerra Mundial hasta nuestros días. Este neocapitalismo está marcado por la intervención
del estado, la moderada redistribución de la riqueza hacia la clase trabajadora (estado del
bienestar) y la necesidad del consumo de masas para estimular el crecimiento de la economía.
3
Modelo económico expuesto por KEYNES, en el que se defiende la regulación del mercado por parte
del estado y su amplia participación en el mismo.
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a)
Aunque indudablemente la lucha de clases ha sido superada en el mundo desarrollado,
el auge del bienestar provoca otros problemas, causados por el consumo de masas. Para
autores como Marcuse, el consumo se convierte en justificador del sistema económico: genera
una cultura y un hombre unidimensional. A partir de los años cincuenta, el consumo se
vuelve válvula de escape, el lugar de nuestra vida privada donde podemos realizarnos, hasta el
punto que las cosas que poseemos se convierten en parte de nuestra esencia humana y última
forma de alcanzar la felicidad y evitar la frustración: “la gente se reconoce a sí misma en sus
mercancías, encuentra su alma en su automóvil, en su equipo de música, en su vivienda
familiar, en su equipamiento de cocina”4. Todo lo demás está sometido a la lógica impersonal
de la eficacia económica que demandan el sistema económico y político, pero la sociedad en su
conjunto está plenamente satisfecha gracias a ese consumo material. Esto provoca la reducción
de lo verdaderamente humano a un ámbito únicamente privado, sin posibilidad de realización a
nivel comunitario y acallando toda crítica eficaz contra las posibles injusticias del sistema. La
antigua represión estatal se hace ahora innecesaria porque el sistema ha conseguido la
sumisión incondicional de un individuo satisfecho, y la filosofía como saber crítico perdería su
lugar en la cultura humana.
b) A partir de los años setenta, las crisis económicas del capitalismo tienden a afectar
nuevamente a amplios sectores de la sociedad occidental con un creciente desempleo. Eso
empuja a una tensión entre el sistema económico y el político, que hasta ese momento habían
convivido armónicamente a través del estado del bienestar. Según Habermas y Offe, el sistema
económico capitalista liberal minará los recursos del sistema estatal, creando déficit públicos, al
tiempo que el estado se deslegitima ante la población, porque ya no puede seguir prestando los
mismos servicios sociales básicos ni asumir el pleno empleo. La consecuencia de esto es el
paulatino deterioro del estado del bienestar y una mayor mercantilización y empobrecimiento de
la sociedad5.
c)
A todo esto hay que añadirle, a partir de los noventa, los problemas de la globalización.
La lógica interna del neocapitalismo había supuesto que su crecimiento podía ser continuo y sin
límites naturales, y que estaba libre de riesgos no previstos. Ulrich Beck propone la existencia
de la sociedad del riesgo: existen riesgos globales no deseados ni previstos en los inicios de la
sociedad industrial y tecnológica que pueden afectar el desarrollo de la humanidad en su
conjunto: el riesgo ecológico (un cambio climático irreversible), el riesgo tecnológico (una
biotecnología que se escapa de las manos, el accidente de Fukushima), el riesgo económico (una
economía capitalista cada vez más injusta por la globalización, crisis del sistema financiero…).
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MARCUSE, H. El Hombre unidimensional.
Pensemos la actualidad de esta interpretación a la hora de entender la actual crisis, que sacude fuertemente la
capacidad de financiación del estado, y donde servicios sociales básicos que garantizaba el estado como las
pensiones empiezan a ser recortados y privatizados. El estado además, aparece deslegitimado ante la opinión
pública, ya sea porque no es capaz de ofrecer servicios y bienes públicos (crítica de la izquierda), ya sea porque ha
gastado demasiado al ofrecerlos (crítica desde la derecha).
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6. LA PROPUESTA ALTERNATIVA: LA ÉTICA DEL DISCURSO DE HABERMAS.
La actitud crítica de la escuela de Frankfurt exige una respuesta ante los desafíos de esta
sociedad dominada por la razón instrumental. La reivindicación fundamental es un renovado interés
por la racionalidad práctica o emancipativa (encargada de los fines) que sea capaz de dirigir esa
otra racionalidad ciega y acrítica de la técnica (los medios). Pero esto nos separa del campo de la
ciencia y nos lleva al ámbito de la moral y la política, y la problemática estriba en cómo poder
establecer un acuerdo colectivo que sea válido y aceptado por todo el mundo.
Desde los comienzos de la escuela, se lanzaron propuestas muy dispares para resolver este
problema: Herbert Marcuse, por ejemplo, apelaban a la capacidad del psicoanálisis de Freud
como forma para resolver las neurosis colectivas del capitalismo: el estudio de nuestra parte
inconsciente o irracional nos ayudaría a resolver las represiones ocultas que impone el sistema
político y nos ayudaría a reencontrarnos con el elemento individual, creativo, original (las fuerzas de
eros) que ha permanecido oculto o acallado bajo el alienante consumo de masas.
La propuesta que se mantiene con más fuerza en nuestros días parte de lo que se conoce como
la ética del discurso o ética comunicativa, defendida por autores como Habermas y
ampliamente extendida en nuestro propio país. La ética del discurso propone generar unas
condiciones óptimas de comunicación para que el diálogo entre los distintos individuos
integrantes de una sociedad permita alcanzar un acuerdo o un consenso entre todas las partes
implicadas. Necesariamente, Habermas confía en el carácter racional de estas partes en diálogo que
permite su predisposición hacia un acuerdo intersubjetivo, así como la inexistencia de intereses
ocultos que han sido puestos previamente al descubierto por toda la crítica que hemos desarrollado
en anteriores páginas.
En el fondo, Habermas reivindica una ética kantiana del deber, basada en el principio de
universalidad (vamos a defender algo que pueda ser aceptable por todos, poniéndome yo en la piel
de los demás) y el imperativo categórico, y que se aplica a la toma de decisiones en conjunto. Esta
teoría tiene hoy en día tal fuerza que hoy se ve como una de las principales legitimaciones teóricas
de la democracia liberal y en parte justifica la presencia de asignaturas como Valores, Derechos
Humanos, EpC, o Ética en el panorama educativo español.
El Dr. Doofenshmirtz: los peligros de la tecnología actual.
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