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Instituto Hermanas Esclavas del Corazón de Jesús (Argentinas)
Casa General- Sarmiento 1263- Córdoba (5000)
Te: 0351- 4522491 E-mail [email protected] www.esclavasargentinas.com.ar
SIEMBRAS Y COSECHAS
1. La gracia que pedimos
Oración inicial:
Señor Jesús, ahora que se inicia el camino de preparación al Capítulo
General de enero 2018, con fe me pongo en tu presencia para reflexionar
en mi vida como laico de la Familia de Madre Catalina. Acompáñame a
profundizar en mi aporte a nuestra misión como familia; a anticipar los
desafíos de los nuevos tiempos para la vida religiosa y para los laicos que
compartimos la espiritualidad y la misión. Acompáñame a tener el corazón
disponible y acoger los soplos de tu Espíritu que viene a renovar nuestra
vida y nuestra misión.
LO MÁS IMPORTANTE
(Salmo de B. González B.)
Lo más importante no es que yo te busque,
sino que tú me buscas en todos los caminos;
que yo te llame por tu nombre,
sino que tú tienes tatuado el mío en la palma de tu mano;
que yo te grite cuando no tengo ni palabra,
sino que tú gimes en mí con tu grito;
que yo tenga proyectos para ti,
sino que tú me invitas a caminar contigo hacia el futuro;
que yo te comprenda,
sino que tú me comprendes en mi último secreto;
que yo hable de ti con sabiduría,
sino que tú vives en mí y te expresas a tu manera;
que yo te guarde en mi caja de seguridad,
sino que yo soy una esponja en el fondo de tu océano;
que yo te ame con todo mi corazón y todas mis fuerzas,
sino que tú me amas con todo tu corazón y todas tus fuerzas;
Porque, ¿cómo podría yo buscarte, llamarte, amarte...
si tú no me buscas, me llamas y me amas primero?
El silencio agradecido es mi última palabra,
mi mejor manera de encontrarte.
Amén
1
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2. Hago memoria de mi experiencia
En este paso me detengo a profundizar en las preguntas que se me van
planteando, para comprender mejor lo que vivo, meditar y hacer oración. Es
aconsejable no dar este paso en una sola vez. Me tomo los días que sean
necesarios para hacer este recorrido de la memoria. Cada vez que retomo la
reflexión vuelvo a comenzar rezando la oración inicial.

Mi historia
a. ¿Desde hace cuánto tiempo me siento parte de la familia de Madre
Catalina?, ¿Cómo ha sido mi experiencia?, ¿Cómo ha sido el proceso en
esta historia?
b. Tomo conciencia de las alegrías, realizaciones y plenitudes que he vivido
en este camino y hago una oración de acción de gracias por todas las
bendiciones recibidas.
c. Me detengo a pensar en los momentos difíciles, en los esfuerzos y
desgastes, en los momentos tristes o de desaliento y doy gracias por el
crecimiento, el aprendizaje y la fecundidad que me han aportado. Lo
hago pensando en las palabras de Madre Catalina: “Tenemos por fuerza
que pasar esas escabrosidades en el camino espiritual y si usted las
aprovecha y sufre con resolución y valor, la harán adelantar mucho y le
traerán muchas gracias del cielo.” (MC 123 188? ?? ??, Tomo II)

Las relaciones
a. ¿Qué ha significado para mí la relación con las Hermanas Esclavas del
Corazón de Jesús?, ¿Qué he observado en la relación que los laicos
tenemos con las hermanas?, ¿Qué he observado en la relación que las
hermanas tienen con los laicos?, ¿Qué he observado en la relación que
los laicos tenemos entre nosotros?
b. Tomo conciencia y doy gracias por los signos de fraternidad, espíritu de
comunidad y lazos de afecto que se viven en la familia de Madre
Catalina.
c. Tomo conciencia de todos los desafíos de crecimiento pendientes aún
para vivir relaciones sinceras, transparentes, confiables y amistosas y
pido perdón si he contribuido con mis actitudes a obstaculizar de algún
modo la fraternidad que debería reinar.
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
La espiritualidad
a. ¿Cómo describiría lo que la espiritualidad de la Familia de Madre
Catalina ha aportado a mi vida, a mi relación con Dios y a mi modo de
vivir la fe?
b. ¿Cuáles son los siguientes pasos de crecimiento espiritual que me siento
llamado(a) a dar en este camino?
c. Doy gracias Dios por el recorrido espiritual que he vivido en el pasado y
en el presente y pido fidelidad para responder a los desafíos que
vendrán.

El futuro
a. ¿Qué preocupaciones tengo respecto al futuro de la Familia de Madre
Catalina?
b. ¿Qué esperanzas tengo respecto al futuro de la Familia de Madre
Catalina?
c. Doy gracias a Dios por las esperanzas que me animan y animan a toda la
familia por ser el horizonte que nos impulsa a caminar
d. Me detengo en las preocupaciones y siguiendo a Madre Catalina, pido
“resolución y valor” para hacer frente a la dificultades que nos toque
vivir como Familia.
3. Aportes a mi reflexión
Comienzo una nueva etapa en el camino que estoy haciendo. En la etapa
anterior hice memoria de mi experiencia personal y de Familia de Madre
Catalina, en cuanto a nuestra vida como laicos. En esta nueva etapa voy a leer y
meditar un escrito con el fin de ampliar mi perspectiva, conocer otros puntos
de vista, y profundizar enfoques que pueden complementar lo que vivo y
pienso.
Leo meditadamente el texto. No es necesario leerlo todo de una vez. El
preferible ir leyendo de a poco. Comienzo cada día con la oración inicial y leo
un trozo del texto, lo medito y hago oración a partir de la lectura. Al día
siguiente repito los pasos y avanzo con otro trozo y así hasta finalizar.
a. Leo y medito el texto “El laico en la historia”, del religioso claretiano Mariano
Sedano Sierra cmf en el cual voy a encontrar un interesante recorrido por la
historia del laicado en la Iglesia desde los inicios hasta hoy.
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EL LAICO EN LA HISTORIA
Mariano Sedano Sierra cmf
1. ¿Había laicos al principio?
En el Nuevo Testamento no aparece nunca la palabra "Iaikós" para denominar a los
que siguen a Jesús. Se habla de "creyentes"... y, sobre todo, de "hermanos". Aunque el
término está ausente, el N.T. aplica a toda la comunidad las características que en el
A.T. quedaban reservadas a lo más sagrado del Pueblo de Israel, (Templo,
sacerdocio...). Por Cristo toda la comunidad (y no sólo un grupo) son pueblo, "laós",
sacerdocio real, nación consagrada, propiedad querida de Dios. (Cfr. 1 Pe. 1.9).
La distinción no se establece entre ministros y no ministros dentro de la comunidad,
sino entre pueblo y no pueblo. Esta unidad radical está sazonada por una rica variedad
de dones y carismas suscitados por el Espíritu de Jesús. Este mismo Espíritu preside la
mutua subordinación de los carismas en el amor y garantiza la existencia de una
dirección dentro de la comunidad (1). La acentuación de la unidad frente a la
distinción dentro del pueblo de Dios prevalece sustancialmente en los tres primeros
siglos. La Iglesia se asoma al balcón de la historia presentándose como alternativa y
fermento. La sociedad helenista y romana la rechaza y persigue.
La comunidad experimenta en carne viva y martirial la novedad de su mensaje en
tensión con el mundo circundante. Aunque prevalezca en estos siglos el aspecto
comunitario (radical unidad) sobre el jerárquico (diferencias internas), no significa que
no exista una organización interna. El conjunto de los bautizados que no participan de
un ministerio jerárquico se comienza a distinguir de la estructura jerárquica de la
comunidad. A finales del siglo I, encontramos el término "laico" para designar al
pueblo en cuanto distinto de los ministros del culto. (3). Ya desde finales del siglo I,
encontramos, y con creciente intensidad, cómo las comunidades cristianas se articulan
jerárquicamente en torno a sus Obispos. A principios del tercer siglo cristiano, aparece
el término "clero" para designar al grupo de los ministros de la comunidad. (4).
Este proceso de organización no significa que el clero acapare los carismas y
ministerios. La tarea de la evangelización es obra de todos y abundan los profetas y
evangelizadores laicos itinerantes. Laicos son los primeros teólogos y defensores del
cristianismo. (Justino, Taciano, Tertuliano...). Conocemos incluso, la existencia de
ministerios femeninos dentro de las comunidades. En Siria, por ejemplo, existían
diaconisas para bautizar a las mujeres ya desde el siglo II. Hipólito, en Roma, nos habla
de un "orden de viudas" (siglo III) cuyo ministerio estaba ligado a las obras
existenciales dentro y fuera de la comunidad. (5).
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2. ¿Ha perdido sabor la sal?
La Época histórica que se abre con el Edicto de Milán (313) significa para la Iglesia una
situación nueva. Decrece la tensión entre el mensaje cristiano y la cultura circundante.
La sociedad comienza a inculturar los valores cristianos. Ciertamente la Iglesia se
encarna mucho más en la sociedad como factor de progreso social y humano. Ya no
vive en situación de "paroikía", de peregrinación por tierra extraña, y se convierte en
"parroquia", comunidad asentada en un territorio y protegida por el Imperio. La
tensión, inexistente en lo exterior, se desplaza poco a poco al interior de la
comunidad, afectando a las relaciones entre sus miembros. El clero se hace "orden" o
categoría social. La liturgia se va haciendo cada vez más "cosa de curas" y el pueblo va
perdiendo protagonismo. Se multiplican los signos externos de separación entre e]
clero y el pueblo (hábito especial, privilegios, espacios reservados en el templo,
derecho en exclusiva a enseñar y catequizar...). Comienza a prevalecer la distinción
sobre la unidad dentro de la comunidad, aun cuando no faltan voces discrepantes y
acciones claras del laicado en la teología y otros aspectos de la vida de la Iglesia
(espiritualidad, obras asistenciales, administración de los bienes de la comunidad,
participación en la pastoral... (6).
3. Las luces y sombras del laicado en la Edad Media
Durante la Edad Media existe un denominador común como tendencia con respecto al
laicado: su progresiva de-valuación. El Matrimonio se considera una concesión a la
debilidad humana. Laico es lo mismo que ignorante. La separación entre clero y
pueblo se institucionaliza en el Derecho. (7) El laicado queda excluido .del ámbito de
lo sagrado y se refugia en una espiritualidad devocional separada de la liturgia. A
partir del siglo XII, Europa va a conocer cambios profundos en los que instituciones
como las-Universidades y la nueva clase burguesa van a tener un papel de primer
orden. En sintonía con el nuevo espíritu, el laicado adquiere en la Iglesia conciencia de
su misión que se expresará en la búsqueda de una .Iglesia más cercana al Evangelio.
Irán surgiendo movimientos que contestan a la Iglesia oficial, rica y poderosa, en
nombre del evangelio leído en lengua vulgar. (8). Su influjo fue evidente y beneficioso
para la Iglesia a través, sobre todo, de Francisco de Asís que con su obra y su familia
religiosa va a "recuperar" los carismas laicales en la Iglesia. Aunque ya en la Edad
Media contamos con los primeros santos laicos, no existe aún una espiritualidad laical.
Parece necesario distanciarse de las cosas, acercarse lo más posible a la vida monacal,
para lograr la santidad. (9)
4. El laicado en la época de las Reformas
A partir de finales del siglo XIV, la sociedad Medieval se desintegra. Aparece la
conciencia individual, el espíritu de nación, la autonomía de lo secular frente a la
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tutela de la Iglesia... Mucha gente empieza a experimentar que en la Iglesia no se dan
las condiciones para alcanzar la salvación. Se prefiere la propia experiencia subjetiva o
las pequeñas comunidades de vida cristiana a la Iglesia institucional. (10). Lutero,
desde su propia vivencia de la salvación, recogerá muchos de estos elementos y
tratará de eliminar las distancias entre clérigos y laicos dentro de la Iglesia. El Concilio
de Trento, respondiendo a Lutero, reafirmará la naturaleza jerárquica de la Iglesia,
(diferencias) aunque afirma también el sacerdocio bautismal de todos los creyentes
(unidad). El laicado, bastantes años antes de Lutero estaba empezando a reformar la
Iglesia desde abajo. A partir de su experiencia de encuentro con el Jesús presente en
la Eucaristía y en los más necesitados, el laicado católico va a ir preparando la Reforma
interna de la Iglesia que Trento tratará de aplicar en sus decretos conciliares. (11). A
pesar de este innegable y beneficioso influjo, los laicos siguen siendo tenidos como
menores de edad, incapaces de asumir responsabilidades dentro .de la Iglesia.
5. Notas sobre el laicado en los siglos XIX y XX
Durante el siglo XIX, el laicado vive un despertar inaudito, que proseguirá a lo largo de
nuestro siglo. La Iglesia está siendo asediada por la sociedad laica, que quiere fundar
la nueva sociedad sobre valores distintos de los cristianos. La tarea principal de los
laicos va a ser la defensa de los valores cristianos a través de la cultura, la educación,
la ciencia y la política. Este movimiento laical no logrará romper la imagen clerical de
la Iglesia. Los laicos son simplemente los instrumentos ejecutores de los planes
elaborados por la jerarquía. La participación en el apostolado se entiende como una
generosa concesión de los pastores a sus fieles. Durante el siglo XIX hay que colocar a
Antonio Claret. \'En sus trabajos apostólicos ve la necesidad de integrar a los laicos, no
tanto en asociaciones piadosas o devocionales, cuanto en grupos de marcada acción
apostólica en todos los campos: catequesis, cultura, promoción social, alejados... (12).
En el siglo XX, Acción Católica es quien tiene el papel de protagonista en la
revitalización de la conciencia laical. Desde la experiencia de su labor apostólica,
cambian las relaciones clérigo-laico. Este último ya no es un "intruso", sino un
"colaborador". (13). La misma experiencia de AC suscitará reflexiones muy ricas y
profundas en los teólogos acerca del puesto de los laicos en la Iglesia. Estas
reflexiones contribuirán decisivamente a "re equilibrar" la imagen de Iglesia y
Vaticano II.
6. Lo que ha supuesto el Vaticano II
Aunque hoy lo niegan o discuten gentes importantes, el hecho es que el Concilio
Vaticano II supuso una gran novedad respecto a la conciencia eclesial. La exuberancia
de vida, movimientos, reflexión... estaba pidiendo a gritos un nuevo planteamiento de
la identidad de la Iglesia ("Iglesia, qué dices de ti misma"). Buceando en su propio
misterio que brota del corazón de la Trinidad (Cap. I de la L.G.) la Iglesia se descubre a
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sí misma como Pueblo de Dios, (Cap. II) donde todos los bautizados,
independientemente de su tarea o ministerio dentro de este pueblo, participan de las
riquezas y las responsabilidades que comporta la identidad cristiana. Al descubrirse a
sí misma como "imagen de la Trinidad" (Cap. 2-6 de la Constitución sobre la Iglesia), la
Iglesia subraya la fundamental unidad y la maravillosa variedad de carismas y
ministerios que el Espíritu hace nacer en su seno. Con ello se supera el clásico
sacerdotes religiosos-laicos en favor del binomio de raíz neotestamentaria: comunidad
(radical unidad) ministerios (diversidad). Con ello hemos demolido la monstruosa
pirámide que pesaba sobre las relaciones dentro de la Iglesia. Emerge de sus ruinas
una Iglesia que es sobre todo comunión y "sinfonía" (14). Además, el Vaticano II al
redescubrir la dimensión "futura" (escatológica) de la Iglesia, hacer ver lo que falta
todavía para ser la Iglesia "una, santa y católica". Se subraya la necesidad de vivir en
constante "abierto por reformas", superando aquello de "sociedad perfecta" en
relación permanente de cruzada con el mundo. Toda la Iglesia, según el carisma que el
Espíritu da a cada creyente, está llamada a asumir el diálogo con la historia.
Algunas "cosillas" que quedan por hacer Durante los trabajos previos al Concilio y
durante su desarrollo, daba la impresión de que una de las tareas primordiales era
hacer una buena teología del laicado, sin embargo, los años posteriores a la clausura
del Vaticano II parecieron contradecir esa impresión. Pasado el entusiasmo por
algunas reformas estructurales, los verdaderos problemas doctrinales, espirituales y
prácticos respecto al laicado en la Iglesia se desdibujaron, perdiendo actualidad. Había
cosas más importantes de que ocuparse: la crisis de identidad del clero y el
consiguiente malestar plagado de abandonos, la crisis de obediencia provocada por la
"Humanae Vitae", el retroceso alarmante de las prácticas religiosas... Sin olvidar otros
factores como la "reclericación" de algunas funciones de Iglesia que habían sido
confiados a laicos, el estancamiento de las estructuras de participación, el
desencanto... Todo ello ha motivado el arrinconamiento de la cuestión del laicado en
la reflexión teológica. En los últimos diez años, sin embargo, estamos asistiendo a un
renovado interés por la cuestión del laicado.
El auge de los movimientos eclesiales y su presencia casi omnipresente en amplias
esferas eclesiales, la inserción de laicos en tareas pastorales permanente y el pasado
Sínodo sobre los laicos, pueden ser las causas de este "renacimiento". Sin embargo,
quedan aún algunas cuestiones serias que resolver: La primera de ellas es si de verdad
existen los laicos o hay que hablar simplemente de bautizados con carismas o
ministerios específicos dentro de la comunidad. Hacer una teología específica del
laicado ¿no es, en definitiva, agostar los brotes de comunión que apuntan ya en el
Vaticano II? ¿No habría que hacer, más bien una buena teología de la Iglesia que dé
razón de la unidad y la diversidad como factores necesarios de comunión?
Reflexionemos antes de finalizar:
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a. ¿Cuál sería la función específica del laicado en la vida y misión de la Iglesia?
¿Podemos contentarnos con decir que "el mundo", "lo secular" es lo específico
y peculiar de los laicos? ¿Es que el resto del pueblo de Dios no tiene nada que
hacer por aquí abajo?
b. La laicidad, entendida como reconocimiento del valor de la cultura, la historia y
el mundo, ¿no sería en realidad una característica de toda la Iglesia y no sólo
de un grupo de bautizados? Si la tradición nos ha presentado formas distintas
de ministerios femeninos vividos por las Iglesias durante largos períodos
c. ¿Por qué no restaurar de nuevo el diaconado para las mujeres recuperando un
ministerio que sea expresión renovada de la caridad de Dios?
NOTAS:
(1) Los dones (carismas) son variados, pero el Espíritu es el mismo; las funciones son varia das,
aunque el Señor es el mismo; las actividades son variadas, aunque el Señor es el mismo; pero es el
mismo Dios quien lo activa todo en todos. La manifestación particular del Espíritu se le da a cada
uno para el bien común. A uno, por ejemplo, mediante el Espíritu, se le dan palabras acertadas, a
otro, palabras sabias... a un tercero fe, por obra del mismo Espíritu, a otro, dones para… a otro
realizar milagros; a otro mensaje inspirado... (1 Cor, 12,4-10). Ver también 1Cor, 12,27-31, 13,8-13.
(3) "el laico es dirigido por las reglas fijadas para los laicos". (Carta de Clemente, Obispo de Roma,
a los Corintios, 40,6). (4) Seguid todos al Obispo, como Jesucristo al Padre y al colegio de ancianos
como a los Apóstoles; en cuanto a los diáconos, reverenciadlos como al mandamiento de Dios.
Que nadie sin contar con el Obispo, haga nada de cuanto atañe a la Iglesia. (Carta de Ignacio de
Antioquía a los esmirniotas, VII; escrita a comienzos del siglo II (109?).
(5) Recogemos aquí una hermosa fórmula de ordenación de mujeres diaconisas de la Iglesia
Oriental (Siglo VIII): "El Obispo, imponiendo de nuevo sus manos sobre aquella que es ordenada,
ora así: "Maestro, Señor, Tú que no rechazas a las mujeres que se han consagrado a Tú para servir
-a tus santas moradas con un santo de-seo como conviene, si-no que las acoges en un rango de
ministros, concede la gracia de tu Espíritu también a tu sierva que está aquí y ha querido
consagrarse a Ti y cumplir perfectamente la gracia de la diaconía, así como se la concediste a Febe,
que Tú \'llamaste a la obra del ministerio. Concédele, Oh Dios, perseverar sin reproche en tus
santos templos, aplicarse al gobierno de tu casa, ser temperante en todo, y haz que se convierta
en tu perfecta servidora, para que cuando se presente ante el tribunal de tu Cristo, reciba la digna
recompensa de su buen gobierno. Por la misericordia y la filantropía de su único Hijo". (Eucologio
del manuscrito griego Barberini, 336 de la Biblioteca Apostólica Vaticana. ff. 169)
(6) S. Juan Crisóstomo afirma que lo de ser santos es para todos. Los laicos deben participar en el
apostolado activo: "Nada más frío que un cristiano que no salva a los demás (...) Todo el mundo
puede ser útil a su prójimo si desea hacer bien todo lo que de-pende de él". (Homilía 20 sobre los
Hechos de los Apóstoles).
Publicado en Ciudad Redonda
www.ciudadredonda.org/articulo/i-el-laico-en-la-historia-lo-que-el-clero-se-llevo
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Tercer paso: Contemplar y discernir
He llegado al último paso de este recorrido que representa la culminación de trabajo
realizado en esta ficha.

Comienzo rezando un Salmo de acción de gracias, fruto del Capítulo pasado:
Te damos gracias, Señor,
porque el Espíritu nos llevó a abrir las puertas
y con los laicos entró un aire nuevo
que da brillo, rejuvenece y alimenta este carisma
de amar y reparar juntos,
bajo la mirada y empuje que nos da Madre Catalina.
Porque el Corazón de Jesús
de la escasez saca riqueza.
Gracias por llamarnos a ser parte
de este don que se contagia y multiplica.

Madre Catalina no sólo es un “modelo” para sus hijas religiosas… Ella vivió más
años como “laica comprometida” en el seguimiento de Jesús que como
“religiosa”. Por eso, ella también puede ofrecernos “pistas” para vivir nuestra
vocación laical con audacia y fidelidad, dentro del Carisma del Amor y la
Reparación.
Te invitamos a profundizar en la vida de Saturnina, leyendo desde el corazón,
estos párrafos…
“El nombre de cristiano exige ser un Cristo viviente, un portador de Cristo en todos los lugares y
a cada instante, cuya misión es cristianizar la sociedad, las costumbres y los distintos
ambientes. O sea, ser un verdadero discípulo de Jesús. (…)
El discípulo es la persona que, sintiéndose convocada por el Maestro, lo sigue y aprende a
enfocar la vida y a resolver las situaciones liberándose de las esclavitudes humanas.
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Como es un aprendizaje vital que implica una filosofía profunda, se contagia con el mensaje de
Jesús, trata de imitarlo y se esfuerza por asemejarse. Entonces logra una manera de vivir que
revela la docencia de Cristo, según las características personales y la vocación específica de
cada uno, donde el discernimiento es determinante.
Desde joven, Saturnina Rodríguez sintió la invitación de Dios que la llamaba a la práctica de los
consejos evangélicos, experimentando el deseo de consagrarse al Señor. Su vida fue elevada y
santa pues, se acercó a Dios y huyó del halago y falsas apariencias de las cosas vanas y
perecederas. Las personas que la conocieron afirman que no sólo fue una mujer prudente y
virtuosa, sino que también en ella se reflejaban la bondad y placidez de los santos. (…)
Conforme a su vida interior era su vida exterior, profesando una vida de desapego y
desasimiento de las cosas temporales. Muy característico en Saturnina es su sinceridad que no
conoce compromisos ni verdades a medias, aún cuando se trate de la existencia de su
proyectado Instituto.
Ya desde su vida de laica nos permite vislumbrar su fisonomía espiritual, pues si bien maduró
en ella – desde jovencita – la convicción de que estaba llamada a la vocación religiosa, supo
entender que Dios quería llevarla por otro camino.
Entonces su campo de misión fueron la atención de un irritable esposo a causa de la
inseguridad política del momento, de sus pequeños entenados y las acostumbradas tertulias
que reunían a los allegados a la familia, mientras trataba de servir las discontinuas tantas de
ejercitantes y promover los ejercicios ignacianos cuyos frutos había experimentado desde la
adolescencia.” (Liliana Denaro, “Saturnina Rodríguez, una mujer de su tiempo”, págs. 7-9)
“En su momento probablemente la actitud de Catalina no fue demasiado valorada. Fue una de
las tantas anónimas. Hoy, con la herencia de su impronta y recorriendo su producción un siglo
después, se descubre que vulneró varios paradigmas: el del silencio de la mujer, el de la
participación activa en su entorno, el de la viudez para ser religiosa, el de darle otro carácter a
la consagración femenina, el de la fortaleza considerada como actitud viril, el del estilo y trato
para afrontar las situaciones.” (Silvia Somaré, “La historia en manos de transgresoras”, pág.
28)
“No temió dialogar con el marco cultura en el que estaba y ciertamente, buscó darle algo mejor
desde lo que la caridad le dictaba. Relativizó la vida prestigiosa y acomodada que por apellido,
política, posición social y relaciones tuvo acceso. Salió al encuentro del otro movida por la
compasión hacia el que sufre, señalando, en alguna medida, un verdadero programa universal
del cristianismo.” (Silvia Somaré, “Esclava del Corazón de Jesús y Nieta de San Ignacio”, págs.
181-182)
“(…) La mujer en el siglo XIX, tenía como pauta un rol secundario, pasivo, servil. Catalina desde
su vida y sus opciones, tanto laica como religiosa, traspasó, en cierto modo los límites de ese
estilo. Convocó, hizo diligencias, peticionó y opinó por motivos y en ámbitos vedados a la
mujer. Se interesó por su situación personal y su suerte. La inspiración de fundar la
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congregación resulta de ese ir más allá de lo determinado (…) Se deja conmover por el contexto
y se moviliza, responde con sus inclinaciones vocacionales y con el terreno que tenía (…)
Es oportuno advertir que en su ser y hacer transgredió paradigmas; (…) acudir a las
autoridades, tanto civiles como religiosas, para peticionar o amonestar (…) Y si bien fue hija de
la Iglesia, a la hora de expresar sus sombras no dudó como tampoco dejó de pedir
explicaciones a la jerarquía por situaciones que no le convencían. Fue una peregrina
descontenta, que justamente por tener fe en Dios siempre buscó algo más y diferente, (…) no
por una reacción contestaría ni caprichosa, sino movida por el deseo de servir a Dios haciendo
su voluntad, y llegó a movilizar estructuras como consecuencia de ese ideal y para ello no puso
reparos.” (Silvia Somaré, “Esclava del Corazón de Jesús y Nieta de San Ignacio”, págs. 177-180)
“Podría decirse que Catalina perteneció a una familia tipo de la sociedad cordobesa, influyente
a nivel político, cultural y religioso. Su biógrafa, la Hermana Ana de la Cruz, nos dice: “no tuvo
otra instrucción que la rudimentaria que se daba en su época… leer, escribir, el Catecismo de la
Doctrina Cristiana y el manejo de la aguja, tal era el programa de aquel tiempo.”
Se destacó sin embargo en la formación y vivencia de su fe, se decía que en Ciencia Religiosa
abundaba, podía ser maestra con el Catecismo en una mano y el libro de los Ejercicios
Espirituales en la otra. Aquí radicó lo diferente de Catalina (…) los Ejercicios Espirituales con su
dinámica, la hicieron ir más allá para encontrarse con el Dios vivo, presente y misericordioso en
la persona de Jesucristo y de su prójimo. La formación ignaciana le dio la marca suficiente para
ir más allá de lo pautado para una mujer de su época, con la motivación de cumplir sus sueños
por el bien de los demás, para la Gloria de Dios y no por ideas auto-referenciales y autocomplacientes.
Las dificultades y la influencia familiar templaron su carácter plagándolo de fortaleza. Los
testimonios y la lectura de sus Memorias la describen como una mujer valiente, con un carácter
firme, vehemente, vivaz, hecho más para mandar que para depender, sin doblez ante la
adversidad, que cuando tenía que hacer algo difícil más empeño ponía en su realización. (…)
Catalina también era pícara, a veces aguda y con gran sentido del humor (…) Cuando
reprendía, mostraba firmeza, pero jamás hería la dignidad personal; siempre enérgica pero fina
y delicada, apareciendo como la más paciente de las madres.
Las transgresiones que cometió fueron las de una mujer sensibilizada y compadecida por la
suerte de su prójimo que se le presentó en su familia, en su esposo, en sus hijos adoptivos, en
las mujeres “descartables”, en la falta de educación, en la falta de fe; con su corazón puesto en
el Pasión por el Corazón de Jesús y por la Humanidad. (…)
Catalina, honrando la vida de los demás, mereció la propia, no consintió injusticias, se irguió
vertical en las incomprensiones y caídas y finamente buscó la plena libertad siendo Esclava del
Corazón de Jesús a quien llamada “mi Amado”. (Silvia Somaré, “La historia en manos de
transgresoras”, págs. 51-53)
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Casa General- Sarmiento 1263- Córdoba (5000)
Te: 0351- 4522491 E-mail [email protected] www.esclavasargentinas.com.ar

A partir de la lectura, reflexiono y dialogo con el Señor:
 ¿Qué rasgos de Madre Catalina me impactan más? ¿Con cuáles de
ellos me siento más identificado o me hacen más sentido?
 ¿A qué me siento invitado/a desde el testimonio de Madre Catalina?

Preparo mi corazón para encontrarme con el mensaje de Jesús, pidiendo un
corazón abierto a acoger su Palabra. Tengo en cuenta que una persistente y
equivocada costumbre nos lleva a escuchar la Palabra como un mensaje que nos
dice lo qué tenemos que hacer como si fueran leyes a cumplir. Sin embargo, todo
se vuelve radicalmente diferente cuando descubrimos que la Palabra de Dios es
un profundo sondeo a las necesidades de nuestro corazón y una maravillosa
buena noticia que nos cambia la mirada y el modo de vivir.
Leo y medito el texto en que Mateo 25, 14-30, acogiéndola como una feliz
noticia:
“Porque el reino de los cielos es como un hombre que al emprender un viaje,
llamó a sus siervos y les encomendó sus bienes. Y a uno le dio cinco talentos, a
otro dos y a otro uno, a cada uno conforme a su capacidad; y se fue de viaje. El
que había recibido los cinco talentos, enseguida fue y negoció con ellos y ganó
otros cinco talentos. Asimismo el que había recibido los dos talentos ganó otros
dos. Pero el que había recibido uno, fue y cavó en la tierra y escondió el dinero de
su señor.
Después de mucho tiempo vino el señor de aquellos siervos, y arregló cuentas
con ellos. Y llegando el que había recibido los cinco talentos, trajo otros cinco
talentos, diciendo: ‘Señor, usted me entregó cinco talentos; mire, he ganado
otros cinco talentos.’ Su señor le dijo: ‘Bien, siervo bueno y fiel; en lo poco fuiste
fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.’ Llegando también el de
los dos talentos, dijo: ‘Señor, usted me entregó dos talentos; mire, he ganado
otros dos talentos.’ Su señor le dijo: ‘Bien, siervo bueno y fiel; en lo poco fuiste
fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.’
Pero llegando también el que había recibido un talento, dijo: ‘Señor, yo sabía que
usted es un hombre duro, que siega donde no sembró y recoge donde no ha
esparcido, y tuve miedo, y fui y escondí su talento en la tierra; mire, aquí tiene lo
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que es suyo.’ Pero su señor le dijo: ‘Siervo malo y perezoso, sabías que siego
donde no sembré, y que recojo donde no esparcí. ‘Debías entonces haber puesto
mi dinero en el banco, y al llegar yo hubiera recibido mi dinero con intereses. ‘Por
tanto, quítenle el talento y dénselo al que tiene los diez talentos.’
“Porque a todo el que tiene, más se le dará, y tendrá en abundancia; pero al que
no tiene, aun lo que tiene se le quitará. Y al siervo inútil, échenlo en las tinieblas
de afuera; allí será el llanto y el crujir de dientes.”

Me doy tiempo para contemplar el texto, dejándome sondear por las
palabras de Jesús y hago oración con su mensaje, sus invitaciones y
llamados.

Leo y medito con calma el siguiente comentario del evangelio.
Cosechar donde no se siembra
No es extraño por este tiempo caer en desalientos respecto del futuro de la
Iglesia, de la vida religiosa y de la experiencia creyente en general. A ratos da la
impresión de que estamos llegando al final de muchas cosas. Parte de este
estado de ánimo se debe a nuestra tendencia a detener la mirada mucho en lo
que va mal y a no dar importancia a los brotes que evidencia el advenimiento
de nuevos tiempos y renovación. Además de esto no pocas veces desconfiamos
de la capacidad de las personas o de nuestra propia capacidad para abordar el
desafío de los tiempos actuales. Muchas veces los laicos no confiamos entre
nosotros mismos. En ocasiones pensamos que las dificultades nos desbordan
sin vuelta.
Aquí es donde la parábola de los talentos cobra todo su sentido, leída como un
sondeo A nuestro corazón. En muchas circunstancias de la vida nuestro corazón
se debate entre la confianza que lleva a invertir nuestra vida sin temor,
arriesgando con audacia nuestro capital, y el temor que nos lleva a protegerla
prudentemente para preservarla de riesgos. Esa es la alternativa: confianza o
temor, esperanza o pesimismo, riesgo o prudente inhibición, fecundidad o
improductividad, iniciativa o negligencia, lealtad o inconsecuencia.
La parábola de los talentos nos recuerda que servimos a un Señor muy original,
a uno que cosecha donde no ha sembrado y recoge donde no ha trillado, a uno
que es capaz de sacarse un universo de la manga... Por eso, él no espera que la
cosecha provenga de un trabajo laborioso y diligente de parte nuestra. Con Él,
la cosecha está asegurada. El Señor a cual servimos, espera que la cosecha
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provenga de un acto de fe y confianza en Él. La parábola de los talentos nos
quiere recordar que sembrar es mucho más un acto de esperanza que de
cálculo planificado; de audacia que de prudencia; de deseos de arriesgarse que
de necesidad de protegerse; de descentrarse que de auto realizarse. De ahí
proviene la genuina fecundidad.
Todos nosotros tenemos nuestra esperanza puesta en muchas cosas que
quisiéramos cosechar. Podemos estar tranquilos, nosotros los creyentes
estamos llamados a vivir con la convicción de que sembrar y cosechar es lo
mismo, porque nuestro Dios cosecha donde ni siquiera ha sembrado. En lo
secreto de nuestro corazón, anida el fecundo soplo divino que sigue inspirando
toda la creación. Por eso, con toda confianza, podemos pintarnos la cara color
esperanza y tentar al futuro con el secreto de nuestro corazón. Amén
 Dejo que mi corazón encuentre respuesta a las siguientes preguntas,
permitiendo que ellas me sondeen hasta la profundidad del corazón. Me tomo el
tiempo que sea necesario:
- ¿Qué cosechas estoy esperando recoger en mi vida personal, como
cristiano y como miembro de la familia de Madre Catalina?
- ¿Estoy haciendo una siembra esperanzada, confiada, positiva,
audaz, activa y fiel?
- ¿De qué cosas me siento llamado(a) a dar gracias por las cosechas
que estoy y estamos recogiendo?
- ¿Qué me siento llamado(a) a purificar en mis actitudes para
responder más fielmente al llamado de Jesús en la Parábola de los
Talentos?
- ¿Dónde y de qué modo me siento invitado(a) hacer siembras más
esperanzadas?
Oración final
Gracias Señor por habernos llamado a una misión común. Porque nos diste
dones para compartir y enriquecernos mutuamente.
Te alabamos por regalarnos el deseo de discernir juntos para que tu Reino,
como la levadura en la masa, se vaya extendiendo por todo el mundo.
Te bendecimos, porque el trabajo en equipo nos ha llevado a crecer en la
confianza, la humildad y la generosidad. Gracias porque nuestros equipos de
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trabajo son roca sobre la cual construimos nuestros colegios, hogares, ejercicios
espirituales y misión.
Te bendecimos, Señor, porque en nuestras tormentas hemos podido
mantenernos en la barca, esperando, confiando, comprendiendo… tratando de
vivir según tu Corazón, creyendo que estas dormido pero con nosotros.
Gracias Señor, por darnos la sabiduría, para buscar aquello que más ayuda a la
misión en este momento de la historia. Gracias porque las distintas visiones de
la verdad, nos enriquecen al compartirlas. Ayúdanos con tu sabiduría a caminar,
con Madre Catalina, en amor y reparación.
Amén
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