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LINEA PSICOLOGÍA SOCIAL
USB- MEDELLÍN
VISIÓN
Constituirse en el 2010 en un espacio de producción de conocimientos sobre
problemáticas psicosociales, reconocido a nivel nacional, para que participe en
eventos científicos como invitado de primer orden y contribuir con la
consolidación de la Psicología social en el país. En esa dirección, tener
incidencia sobre procesos psicológicos y sociales, ya sea participando de redes
de investigación o redes sociales en las que se tomen decisiones que
favorezcan grupos poblacionales de la ciudad, la región y el país.
MISIÓN
La línea de Psicología Social es una instancia académica, investigativa y
sociocultural,
que
promueve
contemporáneas de la
y
adelanta
disciplina de la
el
estudio
Psicología
de
las
teorías
Social así como
investigaciones sobre juventud, familia, el consumo de psicoactivos y
representaciones sociales, con la intención de contribuir a la comprensión de
diferentes problemáticas.
OBJETIVO
Objetivos: Ampliar y desarrollar conocimientos para generar alternativas de
explicación y comprensión de problemas psicosociales en una perspectiva
interdisciplinaria.
PRESUPUESTOS EPISTEMOLÓGICOS
Al momento de pensar cómo conocer y qué conocer se hace imperativo
resolver la cuestión por el conocimiento científico: ¿Qué estatus y qué carácter
tiene este, para que desde allí se orienten procesos investigativos? En primer
lugar hay que partir de la premisa nuestra según la cual es fenómeno social,
marcado por la historicidad y por la contingencia de las prácticas humanas.
Este fenómeno social, a la vez se ciñe a reglas y criterios, y uno de ellos tiene
que ver con la posición frente al cómo construir conocimientos y cómo
“asegurar su validez”. Pero para efectos paradigmáticos, no se confunde el
hecho de rechazar la imposición de una determinada metodología, sea cual
sea, como la única válida, y el hecho de rechazar específicamente esa
metodología. (Ibáñez, T. 1995). Por lo tanto la naturaleza del conocimiento
producido no depende del método que se haya utilizado, ni de la teoría que se
haya adoptado, como de la metateoría que haya sustentado la actividad
productiva. (Ibáñez, T. 1995)
Otra postura que debe asumirse corresponde al carácter de las ciencias
sociales, y la idea de estas que acompañan nuestro proceder. En primera
instancia estas poseen un carácter hermenéutico. En este sentido los datos ni
son tan “puros” (son creados por elementos teóricos), ni “hablan” por sí solos,
lo que “dicen” depende de las teorías a las que se recurre para interpretarlos.
La
dimensión
hermenéutica
(la
actividad
interpretativa)
atraviesa
las
operaciones de las ciencias sociales, y las operaciones de toda ciencia.
Un aspecto además que hay que reconocer es el carácter reflexivo de ellas.
Las propias ciencias sociales y la Psicología social, dirigen hacia sí mismas las
armas de la crítica, considerándose a si mismas como objetos del análisis
social.
En la misma dirección, no se podría desdeñar el carácter histórico de las
Ciencias Sociales. En efecto ellas tienen la doble condición de ser fenómenos
históricos que versan sobre fenómenos históricos. Esto implica que:
1. Las propiedades de los objetos sociales no se desligan del proceso que los
ha constituido. Su existencia depende de las prácticas que los constituyeron y
del contexto histórico en el que se desarrollaron esas prácticas.
2. La historicidad de los objetos sociales implica que cada objeto es siempre
particular y concreto, producto de unas prácticas y de unos contextos
específicos. No deben ser explicados (a priori) desde postulados generales y
desembocar en formulaciones legaliformes (ver Ibáñez, 1995)
Una disciplina social, no podría asumirse por fuera de su rol histórico como se
acaba de ver. De ahí que en perspectiva pragmática, habría de considerarse el
carácter productivo de las C. S. No es posible construir conocimientos
científicos sobre lo social sin que estos produzcan a su vez efectos sociales. La
“realidad” es sensible
a nuestras producciones simbólicas, y a las
representaciones que nos forjamos acerca de ellas. Parte de las características
de la “realidad” social están mediatizadas por los significados que les
atribuimos.
Hay una pregunta que asalta cuando se asume un compromiso con un enfoque
no positivista: ¿Por qué los conocimientos no son neutrales?
En primera instancia porque los supuestos socioculturales que se hallan
inscritos en nuestro entramado conceptual intervienen en la construcción de
dichos conocimientos. Pero además porque sin esta actitud, ese conocimiento
sería vano e intranscendente, o bien es imposible que no reviertiera sobre los
objetos que pretende dilucidar, modificándolos en una u otra dirección.
Todo ello implica de por sí una Postura política, y en este sentido asumimos
que hay que luchar contra los efectos del poder que emergen de la retórica de
la verdad científica y que han instituido a la “razón científica” como el único
principio trascendente al que los seres humanos deben plena sumisión.
PRESUPUESTOS DISCIPLINARES
La Psicología Social ha vivido en una permanente tensión desde el momento
en que disputó su espacio en las ciencias sociales. En primera instancia si
estaba más cerca de la psicología o de la sociología. Esto se tradujo en la
generación de algo así como dos tradiciones: la Psicología Social Psicológica y
la Psicologá Social Sociológica. Pero además de esto, otra disputa se ha
producido en el ámbito de su “racionalidad”. En ese contexto, altamente
decisivo ha tenido que decidir si permanecer afincados en los esquemas del
“ideal de inteligibilidad” que ha imprimido fuertemente su marca en la
Psicología social estándar o proceder a una incesante deconstrucción crítica de
los supuestos básicos que conforman dicho “ideal” y a la construcción de un
nuevo concepto de la ciencia, radicalmente post-moderno.
De otro lado, y para agregar, está la disputa sobre su “objeto”, el cual habría de
responder a los parámetros de la ciencia convencional. Al estar en los
intersticios que se abren en las fronteras que se producen en el encuentro
entre las disciplinas mencionadas, sociedad e individuo quedan expuestos a los
vaivenes resultantes de las disputas sobre cuál de los dos “objetos” prima a la
hora de definir sobre qué habrá de recaer la “observación”. Estos son dos
conceptos inextricablemente unidos. Son las dos caras de la misma moneda:
sin individuos no hay sociedad, pero sin sociedad tampoco hay individuos. (Ver
epílogo: 304)
Como escribe Sampson (1983, p. 142), "la ideología de la burguesía individual
sostiene la creencia en un control racional y en una autonomía incluso cuando
ese control decae".
El reduccionismo que opera en la razón científica, implica dos cuestiones
fundamentales: en primer lugar, el hecho de que se consideran las relaciones
sociales como “cosas” articuladas, y en segundo lugar que, en la medida en
que las relaciones sociales son “cosas”, éstas pueden medirse, predecirse y
controlarse.
La perspectiva clásica concibe, palabras más, palabras menos que “La
psicología social estudia las manifestaciones del comportamiento suscitadas
por la interacción de una persona con otras personas, o por la mera expectativa
de tal interacción.” Es decir, la relación es un efecto de la existencia de los
individuos, pero la ontología del individuo, no es cuestionada. Si esto es así,
entonces lo “social”, sería un “agregado”, en tanto efecto de lo individual: los
individuos, en tanto átomos sociales, al “juntarse” hacen lo social.
Por ende la denominación de “psicología social” ha sido problema en sí misma,
convierte la sustancia “individuo” en lo más concreto, y el subrogado “social” en
lo mas abstracto. Lo individual y lo social se abordan no desde la figura lógica
de la contradicción, sino en la de la “indiferencia” o en la de la “oposición”.
Como lo afirma Kamski, esta fórmula fue la que trazó el problema intrínseco de
la psicología social: el intento de establecer la unificación material del mundo
social “abstracto” con el mundo individual “concreto”.
La unificación abstracta de lo individual con lo social, significa que para la razón
científica, la individualidad conserva su carácter de átomo, y que lo social, se
reduce a una diferencia cuantitativa: si hay un átomo, entonces compete a la
psicología, si hay varios átomos, entonces compete a la psicología social.
¡Ah! ¿Y dónde está la salida? ¡La subjetividad!
“La categoría sujeto nos permite ver el desarrollo de la personalidad
comprometido de forma permanente con los sistemas dialógicos que
caracterizan su existencia social” (Gonzalez Rey, 2000).
El sujeto es por tanto una categoría que dinamiza la concepción de los
fenómenos que tienen una base social. El sujeto es concebido, a diferencia de
la idea clásica de individuo, como:
 Activo
 Generador de procesos de subjetivación
 Constitutivo de los escenarios en que actúa
 Comprometido con generación de significados y de sentidos.
Esta decisión somete los criterios de concepción de lo real a una crítica y por
ende el término ontología no lo usamos para definir una versión esencialista
constitutiva del ser, sino para definir la propia existencia humana. Para la
Psicología y la Psicología Social lo importante ha sido el individuo y de él
derivan la interacción social y la propia sociedad. Para los críticos el individuo
con límites cerrados es más una ficción que algo real.
El individuo no puede ser separado de la sociedad de la que forma parte. De
ahí el cambio conceptual: la subjetividad intenta restituir el poder que le fue
expropiado. Ella se erige ahora como parte de la realidad social. Igualmente, el
estatuto de “lo social” se halla en el ámbito de la intersubjetividad y de las
significaciones construídas. No puede despreciarse que el “observador” está
implicado en la observación: no recibe los estímulos externos de manera
pasiva y neutral, sino “constructiva”.
APUNTES MUY BREVES SOBRE LA POSTMODERNIDAD
La crítica postmoderna ha dejado una huella aunque debe ser objeto de crítica
a la vez, por el mismo carácter reflexivo que hay que asumir. Sin embargo, por
ahora y con fines ilustrativos, no tanto polémicos, se enunciarán los principios
que una Psicología social crítica ha adoptado de la postmodernidad.
1. Cuestionar lo incuestionable
2. Tener en cuenta la especificidad histórica y cultural del conocimiento
3. El conocimiento se genera en procesos sociales:
La postmodernidad se instituye como una crítica a la racionalidad científica
moderna positivista, pero el concepto no define ni determina un período, ni un
tiempo histórico. Básicamente señala que alguna cosa está “en decadencia” en
la modernidad (Lyotard, 1986 cit. Cabruja, 1998:49):
Así mismo al introducir el discurso como una “realidad en sí”, lo entiende como
una práctica social, ideológica y de significación, con efectos sobre la
subjetividad personal y social (Fernández Villanueva, 2003: 180-190). Por lo
mismo, todo discurso crea una ontología y una manera de hacer entendible los
hechos de esa realidad y sus relaciones.
DE LA POSTMODERNIDAD AL CONSTRUCCIONISMO SOCIAL
La primera observación que hay que hacer es que la línea de investigación
adopta el principio del anti-esencialismo: La psique es una relación, un
significado relativo y constituido por otros significados. No hay ninguna esencia
dentro de las personas que las haga ser como son. Como derivado de lo
anterior, no hay hechos objetivos, toda realidad es resultado de un punto de
vista determinado.
Esto obliga a aceptar que hay otras realidades, o más bien otras dimensiones
que deben conjugarse en la consideración de que lo psicosocial, no se deifica
en esencialismos o en objetivismos. De allí que se acepte que el lenguaje es
constitutivo y constituyente de la realidad. Hablar es, por tanto, construir un
mundo.
Empero, ello no tendría valor si no se reconoce el carácter material de la acción
humana. Así como puede ser mediada simbólicamente y construida
narrativamente, es también producida interactiva y contextualmente, de ahí la
importancia de la interacción y las prácticas sociales, ambas situadas sobre
relaciones de poder y sobre diferencias socioeconómicas de clase.
EL CONSTRUCCIONISMO SOCIAL
Supuestos básicos
1. El conocimiento es un proceso psicosocial, constructor de la realidad.
Esto trae como consecuencia que el comportamiento humano está
determinado por dicho proceso (Munné, F. 1999: 132).
2. Las palabras adquieren su significado dentro de lo que se consideran
“juegos del lenguaje”, a partir de los sentidos con que se usan en las
prácticas conversacionales.
3. Los términos y métodos para comprender el mundo y a nosotros
mismos, no están dados por los objetos estipulados. Son artefactos
sociales, productos de intercambios históricos y culturales entre
personas. Son resultado de la acción conjunta. (Gergen, 1996: 72-78)
LA CONSTRUCCIÓN DE LA “REALIDAD”
(Cabruja, Iñiguez y Vásquez,
2000)
El punto de partida de este principio rector es la consideración del mundo social
como construcción erigida en base a significados. Esto implica varios aspectos:
1. La relevancia de la vida cotidiana y la participación simultánea de las
personas en diferentes espacios de relación.
2. Relevancia de la creación de significados y la co-construcción de los
mismos.
3. Concepción de ser humano: ser propositivo y auto-determinante (No
esencialista ni determinista)
4. Importancia de la interpretación como dispositivo relacional fundamental.
5. La intersubjetividad: Las personas actuamos en función de otras, con
relación a contextos, significados y producciones sociales (instituciones,
costumbres, discursos, prácticas, etc.).
6. La acción social: tienen sentido en marcos sociales, es inseparable de la
producción de efectos, de las relaciones de poder y de su dimensión
ética.
EL CONCEPTO DE IDENTIDAD EN LA CONTEMPORANEIDAD. CRITICA A
LA NOCIÓN DE SUJETO
Una de las consecuencias de los planteamientos contemporáneos en ciencias
sociales ha sido la crítica a la noción de sujeto con características esenciales
accesibles a la investigación científica, labor acometida por las ciencias
enmarcadas en el positivismo. Este sujeto es deconstruido en su predicada
autonomía, autosuficiencia, congruencia y estabilidad y aparece ahora como
una ficción (Derrida, 1967)
Lo que queda en cuestión es la noción moderna del yo como un sujeto
autocontenido racional o irracional, a la búsqueda de una identidad autentica
por descubrir, con libertad total de actuación y de transformación de la realidad.
Derrida (1967) opina que el Yo está penetrado por elementos sociales,
históricos y por lo tanto ideológicos. Igualmente no es posible la integración del
yo, sino que hemos de hablar de un yo multidimensional y descentrado. Derrida
critíca la lógica excluyente de la identidad, que permite pensar en el yo como
una unidad autónoma.
Para la Psicología Social construccionista no existe un objeto definible como un
yo. El yo no puede tener una realidad objetiva, sino que se construye en la
interacción. Los informes de la propia experiencia que relatan la propia vida son
construcciones lingüísticas formadas a partir de convenciones de discurso
históricamente contingentes que no reflejan el funcionamiento de la mente, sino
la estructura de la acción social (Gergen, 1985)
El construccionismo social pone en entredicho la existencia de una instancia
interna que hay que conocer y que pueda ser objeto de caracterización
objetiva, tal como lo supone la Psicología social cognitiva. Para H. Tajfel la
identidad social se puede entender como aquella “parte” del autoconcepto del
individuo que deriva del conocimiento de “cierta” pertenencia a un grupo(s)
social, junto con el significado valorativo y emocional asociado a dicha
pertenencia. Creer en esa instancia es ubicarse en una tradición cartesiana
que supone la existencia innegable de un yo dentro de uno como algo único y
distinto del resto, que garantiza la identidad personal y que se convierte en la
fuente del pensamiento y lenguaje.
Los autores que han cuestionado la posibilidad de una identidad personal se
fundamentan por una parte en los problemas para conseguir una coherencia y
unidad en las diferentes facetas de la persona y, por otro, con problemas para
mantener continuidad del sujeto.
Una de las características de la vida social actual es la multiplicación de las
posibilidades de ser, ya que nuestra sociedad de la información pone a nuestra
disposición el conocimiento de formas muy diferentes a las que podríamos
conocer de forma directa en nuestra interacción cotidiana (Gergen, 1991).
La multiplicidad de las relaciones produce una saturación social. Estos
comportamientos podrían ser hasta incompatibles, lo que dificultaría la
posibilidad de que el individuo construyera un relato de sí minimamente
coherente.
Gofmann (1959) ya lo había señalado considerando el yo como un producto de
roles desempeñados, sin que suponga ninguna instancia que recoja el poso
global y estable que pueden dejar los diversos personajes representados.
El yo se puede convertir en una serie de manifestaciones relacionales que
ocuparían el lugar del yo individual.
La segunda cuestión se refiere a mantener la continuidad de la identidad en
tiempos de cambio acelerado. Las relaciones interpersonales tiene menor
duración, los vínculos familiares están cambiando gracias a las separaciones y
nuevos emparejamiento, la identidad laboral sufre por la inestabilidad en el
puesto de trabajo y los consiguientes cambios en el empleo y en las
trayectorias laborales. Familia y trabajo han sido las fuentes de la concepción
de la identidad moderna. Su desestabilización trastorna el sentido de identidad
de los sujetos, en la medida en que dificulta el mantenimiento de una
autonarración que sostenga la unidad del sujeto y sus experiencias a lo largo
del tiempo.
TESIS CENTRAL DE LA PRESENTACIÓN
Existe una diferencia entre celebrar la disolución de la identidad en la
complejidad de la vida social y demandar unas identidades complejas, abiertas,
pero identidades al fin al cabo.
ANCLAJES DE LA IDENTIDAD
Existen algunos elementos que sujetan a los individuos inevitablemente a su
identidad y a sus autorrelatos, pero no de forma esencialista y totalizadora.
El cuerpo: la fuente del hecho de la identidad está en el cuerpo, pues son la
continuidad corporal, la apariencia física y la localización espacio-temporal los
que sirven como criterios para la asignación de una identidad continua.
Además el cuerpo está ligado a la capacidad de agencia, a la experiencia de
ser un actor autónomo. El cuerpo expresa esa continuidad incluso en la
evolución, crecimiento y envejecimiento vitales. Expresa la paradoja de que
somos siempre los mismos y a la vez diferentes
Nombre propio: El nombre constituye una marca a la que aferrarse para
saberse uno y el mismo. Harré (1979) vió la importancia del nombre propio, que
nos enlaza a valores sociales y culturales, así como a elementos de nuestra
propia historia. Nuestros apellidos nos vinculan a una familia, a un linaje.
La autoconciencia y memoria: Autoconciencia capacidad de verse y pensarse a
uno mismo como sujeto entre otros sujetos. Es el sentimiento de continuidad
biográfica en el tiempo y en el espacio (Giddens, 1991). El trabajo principal de
la gestión de la identidad personal consiste en convertir todo el material
proveniente de la experiencia en narraciones sobre uno mismo, lo que
involucra el recuerdo selectivo.
Demandas de la Interacción: Habermas (1988) considera que la identidad debe
entenderse como una garantía de la continuidad de la persona. Asimismo
Berger y Luckman (1967) dirán que la coherencia se convierte en un valor
porque implica saber que podemos esperar de una persona cuando nos
acercamos a ella y esto es muy importante para la facilitación de las relaciones
sociales y su institucionalización.
LA HISTORIA: UNA CONVIDADA DE LA REFLEXIÓN
El desarrollo de la disciplina científica de la Psicología social y por ende su
ejercicio en los campos investigativo y aplicado se enfrenta ante la discusión
ofrecida por el construccionismo social: si la naturaleza del objeto y la
intervención de la psicología está en el individuo o en la relación entre éste y
sus semejantes, con los cuales éste configura contextos de interacción.
(Gergen, K., 1998). Como la psicología social nace al amparo de las
preocupaciones psicológicas y estas permean su constitución, se reconocerá
que la disputa entre estas concepciones en la psicología social porta la huella
de las mismas discusiones en la psicología, de hecho, parece ser que muchos
autores de la tradición psicológica tienen impacto en la manera como se crea
un saber psicosocial (Al respecto ver el texto de Álvaro y Garrido, 2003)
La disputa entre el carácter individualista y el carácter relacional en la
psicología social tiene sus respectivos defensores y opositores. Históricamente
se reconoce a Floyd Alport y a Alfred Adler como los defensores de la primera
tendencia. Así mismo se identifica a Wilhem Wund y a G. H. Mead como
precursores orientados por el conocimiento de la conducta humana en términos
relacionales, más específicamente sociales.
Freud ha afirmado que la psicología es psicología social. Sin embargo desde
sus momentos pre-científicos han existido posiciones teóricas, epistemológicas
y metodológicas que abogan, tanto en la Psicología como en la Psicología
Social por el conocimiento de las "facultades psíquicas" del ser humano, bien a
la manera de condición constituyente del individuo, bien como influenciada por
las características del ambiente. Sin la pretensión de defender una u otra
postura, llama la atención el hecho de que en algún momento de la historia, lo
que se consideró propio del ser humano pasó a convertirse en algo propio del
individuo y de allí a considerarse que cada uno podría manifestar dichas
"facultades" de manera particular y diferente a los otros. Con esto se instituye
la suposición que los objetos de la psicología deben ser estudiados en y por
cada individuo y no como fruto de su participación en un sistema de relaciones.
El objeto y el método de la psicología se han debatido en este contexto de
discusión. La orientación positivista de la ciencia ha exigido que el objeto sea
unificado al igual que el método, el cual a su vez se ciñe a los criterios
generalizados
de
la
experimentación
científica.
Esta
postura
coincidencialmente ha reivindicado el estudio sobre el individuo y los
conocimientos obtenidos han llevado a considerar que es en su interior en
donde se producen los fenómenos psíquicos de los que se ocupa la psicología.
Paralelamente han manifestado la aceptación de que hay factores externos
influyentes entendidos como variables independientes o variables extrañas que
afectan la conducta y la cognición humana. No está demás señalar que otras
orientaciones
paradigmáticas
conciben
igualmente
la
perspectiva
individualizante aunque acepten la relación como condición en la cual se
producen los fenómenos psíquicos, sólo que esta relación aparece en planos
simbólicos, inconscientes o virtuales y no en el escenario de las relaciones
entre sujetos en ámbitos cargados de cultura.
El abordaje de este tema demanda buscar en la historia los fundamentos
sociales, filosóficos e intradisciplinares de esta discusión. Por ende habrá que
recuperar los planteamientos germinales de la filosofía presocrática y clásica
de la Grecia antigua así como la tradición filosófica del medioevo para
identificar las rupturas y discontinuidades que fueron dando lugar a la
emergencia de las dos perspectivas: La individualista y la relacional. Existen
algunas pistas que hacen pensar que es en
el medioevo en donde se
construye con fines religiosos, la concepción de individuo que va a servir de
soporte a la psicología de fines del siglo XIX y principios de siglo XX.
Se trata entonces de poder esclarecer el curso histórico que decanta en la
construcción de las Ciencias Sociales entre 1870 y 1920 específicamente en lo
que corresponde a la psicología social, por lo cual también se trata de
identificar el contexto de emergencia de la sociología, su diferenciación con
respecto a la psicología a la fisiología en cuanto al objeto de conocimiento y la
posterior separación de la psicología social con respecto a la filosofía. Es
precisamente con Wund, como bien se sabe, que se inaugura la nueva
disciplina científica de la psicología pero también es con él que se define que
los procesos psicológicos superiores son de naturaleza cultural. Por tanto hay
que establecer en qué medida su propuesta de una psicología de la conciencia
y su planteamiento de una psicología de los pueblos se inscribe en esta
discusión.
No obstante serán sus continuadores los que tomarán las decisiones
trascendentales para la psicología. Es así que con la emergencia del
pragmatismo norteamericano, lo que en principio era la propuesta alemana se
convierte en un paradigma dominante, con la correspondiente influencia que
tienen las necesidades sociales de la sociedad norteamericana del momento.
De ahí entonces que este estudio trate de entender como es que se produce en
la historia social y científica de la psicología una inclinación por el énfasis de la
atención sobre el individuo
y qué reconocimiento tendrá la dimensión
relacional/social en este proceso.
Mucho antes de que la psicología naciera como una disciplina científica, ya se
habían planteado temas de interés para su campo disciplinar; desde la filosofía
por ejemplo, Sócrates introduce interrogantes en relación a la subjetividad
humana y al método que puede ser utilizado para desentrañar las verdades del
alma, verdades que emergen y se construyen a partir de una serie de
interrogantes en una relación dialógica con el maestro. Así mismo, en muchos
filósofos, entre ellos Platón y Aristóteles, se dejan ver preguntas por la manera
en que las personas forman ciertas aptitudes, habilidades y maneras de
afrontar la existencia, ¿tales rasgos son consecuencia de la experiencia?,
¿cómo llega el individuo a conocer el mundo que le rodea? ¿Ciertos
pensamientos son innatos o son todos adquiridos?, ¿es el hombre un ser
individual o un ser social?, ¿es la verdad una entidad en sí misma o una
construcción?, ¿cómo se da esa relación del individuo consigo mismo y con los
otros en el contexto de la polis? Estas y muchas preguntas más de la filosofía
clásica y moderna comienzan a constituir los cimientos sobre los cuales se
empieza a edificar el conocimiento psicológico.
Con este recorrido se espera comprender algunos aspectos que fueron
retomados posteriormente por la psicología científica de acuerdo a unos
métodos y a una comprensión específica de la dimensión humana, que ha
alcanzado cada una de las construcciones teóricas que abordan los problemas
relacionados con esta área del conocimiento.
La psicología como disciplina científica emerge en medio de un proceso de
ruptura con la filosofía y la teología, a las cuales estuvo ligada de forma
esencial, desde la época de los planteamientos presocráticos. En esa ruptura la
psicología se une estratégicamente a la física, la fisiología y a las ciencias
naturales, lo que implica adoptar el método científico que dominaba esas
disciplinas científicas a las que se vincula la psicología al pretender ser ciencia
bajo esa perspectiva.
En ese momento la psicología tiene que definir su objeto acorde a ese método
pedido en préstamo, y es ahí donde nos preguntamos por la postura
individualista o relacional contextual que va a direccionar el desarrollo de esa
disciplina naciente hacia finales del siglo XIX.
Con estos elementos se hará un rastreo de las condiciones particulares que se
estaban dando en el momento de la constitución de la psicología en el contexto
de las ciencias y en el ámbito sociopolítico. ¿Qué condiciones ideológicas, qué
intereses políticos, económicos y culturales llevaron al nacimiento de una
psicología en la cual predominó la hegemonía de lo individual? Esto nos
inquieta ya que la presencia de una psicología relacional se da desde los
comienzos de la psicología, pero ésta sólo despierta interés a finales del siglo
XX e inicios del XXI.