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Filosofía y Psicología Prof. Juan Lara L. TEORIAS ÉTICAS ¿Qué es lo que debo hacer? ¿Qué me está permitido? ¿Qué es bueno? Estas son las preguntas morales más corrientes. Y la mayoría de la gente sabe responder perfectamente – al menos, en general - , ya que la socialización les ha transmitido las respuestas; incluso hay algunos que piensan que todo el mundo posee un cierto “instinto moral”. Sin embargo ya Sócrates afirmó que era indigno del hombre basar su conducta moral sobre principios morales que hayan sido aceptados sin previo examen. Por eso la ética pretende fundamentar el valor de los juicios morales. Las teorías éticas responden a esa necesidad de encontrar un fundamento racional a la conducta moral. ¿QUÉ ES UNA “TEORÍA ÉTICA”? Las teorías éticas tienen,´ generalmente, carácter normativo. Es decir pretenden: “La fundamentación de los postulados y normas morales, sea por recurso a un principio (moral) superior que impere de manera incondicional, sea por referencia a un bien supremo, cuya realización se afirma como vinculante para cualquier persona.” (A. Pieper, Ética y moral. Barcelona, Crítica, 1990. P. 201) Entendámonos bien. La ética es solo una reflexión acerca de la moral: ya había moral antes de que hubiera ética. Tampoco pretende crear una nueva moral: Sería una pretensión inútil (¿haría alguien caso?). Es también bastante raro que un filósofo haya intentado crear algunas nuevas normas. Se dirá que, entonces, lo que aporta la ética son los principios, nuevos principios. Así pues, los seres humanos –antes de que la ética diga nada- no sólo contamos con normas morales, sino incluso con principios morales mediante los cuales justificamos por qué aceptamos esas normas. Aristóteles comienza su ética a Nicómano reconociendo que todo el mundo busca la felicidad, y que algunos la buscan en la gloria, otros en el placer y otros en el conocimiento. Y de ahí parte Aristóteles. No inventa nada. ¿Entonces? Lo que aporta Aristóteles es lo que la mayoría de la gente ya no suele hacer: 1) examinar críticamente el concepto de felicidad, 2) examinar si es acertada la elección del tipo de bienes en que se cifra la felicidad, 3) proponer (y aquí estaría el elemento normativo de su teoría ética) el perfeccionamiento de la propia naturaleza humana como forma auténtica de encontrar la felicidad, 4) exponer cómo se fundamentan así las virtudes y las normas morales, etc. Esto es por tanto, lo que hacen las teorías éticas: permiten que los seres humanos podamos justificar y fundamentar nuestros principios y normas. Pero, dado que los principios que recurrimos los humanos suelen ser muy diversos y escasamente reflexionados –por ejemplo: “No hacer daño a la gente”, “Ser feliz”, “Buscar lo más provechoso para todos”, etc.-, algunas teorías proponen y recomiendan algún principio concreto (críticamente analizado y justificado) como preferible. TIPOS DE TEORÍAS ÉTICAS.Las teorías éticas, como hemos visto, permiten justificar o fundamentar las normas morales, y, más en general, los juicios morales. Ahora bien, las normas expresan obligaciones: dicen que “algo” es un deber. Por su parte, los juicios morales son juicios de valor, es decir, expresan que algo es bueno. Por tanto, se puede estar de acuerdo en que la “forma” (estructura gramatical) de una norma moral será: “todos deben hacer X”, y en que la “forma” de un juicio moral de valor será: “X es bueno”. Las teorías éticas pretenden establecer principios que permitan justificar normas y juicios de este estilo. Pero como el modo de justificación varía de unas teorías a otras, resulta que no solo hay teorías distintas, sino incluso tipos distintos de teorías éticas. a) Teorías cognitivistas y no cognitivistas Las teorías cognitivistas afirman: 1) que “bueno” es una propiedad o cualidad de X; 2) que, por tanto, la oración “X es bueno” es una oración descriptiva, que será verdadera o falsa (según que X sea realmente bueno o no); 3) que por tanto, una oración así nos aporta un conocimiento nuevo acerca de X. Por eso, estas teorías se llaman “cognitivistas”. 2. En cambio, las teorías no cognitivistas niegan estos tres supuestos. Son teorías no cognitivistas, el emotivismo y el prescriptivismo. Prácticamente todas las demás teorías son cognitivistas. b) Teorías teleológicas y deontológicas Las primeras tratan de determinar primariamente el fin (gr. Télos) de la vida humana; es decir, aquello que, por ser el bien humano, nos hará “buenos” si lo conseguimos. Las segundas tratan de determinar únicamente que es lo correcto ( Deón), o el deber. Una ética teleológica supone que lo correcto o el deber, deriva de lo bueno (el deber es maximizar el bien); una ética deontólogica establece únicamente el marco de lo correcto, y no proporciona criterios acerca de cómo lograr una vida feliz. Puede decirse que las éticas teleológicas son éticas del bien; y las deontológicas, éticas del deber. c) Teorías materiales y formales Las teorías materiales fundan el deber en el bien que se ofrece a la voluntad para que lo realice. O dicho de otra manera: “todos deben hacer X…. porque (sí, y solo si) X es bueno”. Estas teorías atienden, pues, al contenido o “materia” de la norma. En cambio, las teorías formales se fijan únicamente en la “forma” de la norma, que no es sino: “Todos deben…”. Es decir, si una regla de conducta puede ser considerada como deber universal, entonces puede considerarse también como una noma moral legítima. INTELECTUALISMO Según esta teoría conocer el bien es hacerlo. Solo actúa inmoralmente el que desconoce en qué consiste el bien. Sócrates afirma que es posible conocer el bien y además defiende que este conocimiento es el único requisito necesario para cumplirlo. Sócrates concibe la moral como el saber. Según éste filósofo no hay persona mala sino ignorante y no hay persona buena sino sabia. EL HEDONISMO. Aristipo de Cirene sólo consideraba los placeres que satisfacen los instintos, Epicuro sostiene que la búsqueda de los placeres se hace por medio de un cálculo racional y ponderado de los mismos, sabiendo distinguir con prudencia el orden de la Naturaleza y los deseos desordenados. Igualmente, existen placeres, como la amistad, la conversación amena, etc., que son puramente corpóreos o de la sensibilidad. Para él, el modelo de hombre feliz y bueno es el sabio, porque sabe gozar de todos los placeres que le ofrecen la Naturaleza y la convivencia humana. EL EUDEMONISMO. El eudemonismo de Aristóteles (384 – 322 a. de J.C.) preconiza la felicidad, como meta suprema de toda la actividad moral del hombre. Según el estagirita, el hombre, como animal racional que es, debe ser feliz realizando y perfeccionando lo que le es más propio y lo define específicamente: la actividad intelectual. El bien supremo al que debe aspirar todo hombre es la búsqueda de su propia perfección, que reside en el ejercicio continuo de las virtudes o capacidades del hombre.. Una vida sin virtud no puede ser una vida feliz ni moralmente buena. EL EUDEMONISMO CRISTIANO. El cristianismo ofreció por medio de San Agustín y, sobre todo, de Santo Tomás de Aquino su versión teológica del eudemonismo griego, situando la búsqueda y contemplación de Dios como el bien y la felicidad suprema del hombre durante esta vida y después de ella. El cristiano alcanzará la felicidad y la perfección ejercitándose en las virtudes cardinales (prudencia, justicia, fortaleza, templanza) y en las virtudes teologales (fe, esperanza y caridad). ESTOICISMO En un sentido amplio, pueden considerarse estoicas todas las doctrinas éticas que defiendan la indiferencia hacia los placeres y dolores externos, y la austeridad en los propios deseos. Ahora bien, en un sentido estricto se conoce por estoicismo tanto a la corriente filosófica grecoromana, iniciada por Zenón de Citio, como la teoría mantenida por esos filósofos. La ética estoica se basa en una particular concepción del mundo: éste se encuentra gobernado por una ley o razón universal que determina el destino de todo lo que en él acontece, lo mismo para la naturaleza que para el ser humano. Por lo tanto, el ser humano se halla limitado por un destino inexorable que no puede controlar y ante el sólo puede resignarse. 3.EL UTILITARISMO Jeremias Bentham ( 1832) fue no sólo un filósofo, sino también un filántropo que intento mejorar las condiciones de vida del pueblo. Por eso tomó del italiano C. Beccaria (1794) –autor de la famosa obra De los delitos y de las penas, contra la tortura y la pena de muerte- la fórmula siguiente: “La máxima felicidad posible para el mayor número posible de personas”, que es la fórmula que define el utilitarismo. Este carácter altruista del utilitarismo es su mayor aportación a la doctrina moral de la felicidad, ya que las doctrinas anteriores eran individualistas. El término “utilitarismo” se debe a que Benthan llamó utilidad a “la propiedad de cualquier objeto de producir beneficio, ventaja, placer o felicidad”. Y así, formuló el siguiente principio de utilidad: “Se llama principio de utilidad el principio que aprueba o desaprueba una acción cualquiera según la tendencia que esta parece tener o aumentar o disminuir la felicidad de la parte interesada”. Según esto, un juicio moral no es sino un juicio acerca de la felicidad, y una acción es buena en la medida en que conduzca a la felicidad de la colectividad. Lo cual no deja de tener consecuencias políticas: el legislador solo actúa legítimamente cuando es guiado por el deseo de la mayor felicidad del pueblo. ÉTICAS FORMALES O DEONTOLÓGICO LA FENOMENOLOGÍA DE LOS VALORES. La fenomenología de los valores de Max Scheler estableció una axiología o sistema de valores ordenados jerárquicamente. Los valores, para Scheler y su escuela, son objetos captados “a priori”, independientes de la experiencia y universales; se diferencian de los bienes empíricos, que son sus depositarios. Como se trata de esencias ideales, pueden ser captados mediante una intuición emocional y no mediante un razonamiento. De todos los tipos de valores; los valores morales (bueno - malo - ; justo – injusto) son el eje sobre el que se promueven todos los demás (religiosos, espirituales y vitales). En resumen, todas las éticas materiales son teleológicas, porque asignan una finalidad a la actividad moral del hombre, sea el placer, la felicidad, la utilidad o los valores. Éticas formales o deontológicas. EL FORMALISMO de Immanuel Kant. Kant reaccionó contra todas las éticas de la felicidad, al considerar que no garantizaban la condición básica de toda racionalidad moral o práctica: la universalidad. Es el máximo representante de la ética deontológica, “ética sin contenidos”, puramente formal. Las características fundamentales del formalismo moral de Kant son éstas: El criterio de moralidad de una acción cualquiera es obrar por respeto al deber. El imperativo categórico es la formulación de la ley moral por medio de la razón práctica, es decir, una ley universal y absoluta que se puede formular de esta manera: Obra según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se torne ley universal. Esto significa que una persona debe preguntarse en sus acciones si todos los seres humanos admitirían su acción como válida para ellos. La autonomía del hombre es para Kant una condición esencial de toda actividad moral. Toda persona humana es siempre un fin de sí mismo; el reino de los fines se constituye precisamente en función de las personas como seres libres y racionales. Frente a una moral heterónoma que impone sus leyes desde fuera de la voluntad del sujeto, Kant preconiza una moral autónoma, racional y libre. La moral kantiana reposa sobre un postulado fundamental: la libertad. Lo cual es evidente ya que el imperativo categórico supone que es el sujeto moral quien se da a si mismo las normas morales: es “autónomo” (ley de si mismo). Pero esta autonomía no es ala del deseo, sino la autonomía de la voluntad racional, que no se rige por el capricho, sino que quiere “lo que debe querer”, es decir, lo que considera un deber. La moral kantiana es deontológica y procedimental, ya que solo atiende al “procedimiento” para establecer qué es “lo correcto” o el deber- también es formal, porque cumple esa tarea atendiendo solo a la forma de la norma moral. Por ello no es una moral teleológica, es decir, una moral de “bienes”. Lo cual explica por qué es, además, una moral de la intención: lo verdaderamente bueno, por encima de toda otra cosa, es la “buena voluntad”: 4.EL FORMALISMO EXISTENCIALISTA. Las características esenciales de la moral existencialista de Sartre son formales, porque no admiten ninguna ley heterónoma, ningún valor superior al sujeto humano que éste debe realizar. Lo único importante en la moral es la libertad radical y absoluta; no existe ninguna naturaleza humana que se debe obedecer como ley natural, sino solamente un proyecto vacío que cada uno realiza desde su “compromiso libre” consigo mismo y con los demás. EL FORMALISMO ANALÍTICO La filosofía moral que crearon los filósofos analíticos del lenguaje se orienta en tres direcciones: intuicionismo (Moore), emotivismo (Stevenson) y prescriptivismo (Hare). Entre todas esas tendencias, la que en la actualidad ha resistido mejor las críticas ha sido el prescriptivismo de Hare, que ha desarrollado “la pragmática lingüística”, es decir, el estudio del lenguaje en relación con los hechos: por ejemplo, cuando yo digo “me comprometo a”, estoy adquiriendo una obligación mediante el lenguaje. Según Hare, el discurso moral es esencialmente prescriptivo, ya que por su forma y por su función se refiere a hechos que deben ser ejecutados por uno mismo o por el interlocutor. Así, todas las proposiciones morales son de uno de estos tipos: Imperativas (“Haz esto”, “no hagas aquello”…) Normativas (“Debes hacer”, “Tienes la obligación de”….) Valorativas (“bueno – malo”, “justo – injusto”….). Lo “formal” de la teoría de Hare consiste en que las preposiciones morales prescriptivas son universalizadas y racionales. EL INTUICIONISMO DE MOORE A partir de aquí Moore propone una ética teleológica, es decir, una moral de fines cuya bondad es conocida por intuición. En cambio, lo que ya no será evidente por intuición es qué medios (es decir, que tipo de acciones) hay que elegir, dado que las situaciones son siempre muy complejas. Aquí la reflexión se impone, y con frecuencia no estaremos seguros acerca de lo que tenemos que hacer. EL EMOTIVISMO 1. El Emotivismo está representado por A.J.Ayer y Ch. L. Stevenson. El lenguaje, dice, éste último, se puede usar de dos maneras: o bien para comunicar creencias (uso descriptivo) o bien para expresar actitudes (uso dinámico). Actitudes morales son disposiciones a aprobar o a indignarse, a sentirse obligado o culpable… respecto a determinados actos. Y las personas pueden tener creencias y actitudes discrepantes ante una misma situación. Pues bien, un juicio moral no es sino la expresión de una actitud moral del que habla, expresión que producirá cambios emocionales en el que escucha. Por ejemplo, decir “esto es bueno” no es sino decir “apruebo esto, apruébalo tú también”. Es decir, el lenguaje moral tiene carácter dinámico (influencia magnética), ya que intenta cambiar las actitudes discrepantes de los demás. Por emotivismo se entiende cualquier teoría que considere que los juicios morales (“Esto es bueno”, “Esto es correcto”, por ejemplo)surgen de emociones. David Hume es uno de los máximos representantes del emotivismo. Según este filósofo, las normas y los juicios morales surgen de los sentimientos de aprobación o rechazo que suscitan en nosotros ciertas acciones. Así, una norma como “Debes ser sincero” o un juicio moral como “Decir la verdad es lo correcto” se basan en el sentimiento de aprobación que provocan las acciones sinceras y en el sentimiento de rechazo que generan las acciones engañosas. EL PRESCRIPTIVISMO 2. El prescriptivismo de R. M. Hare, parte de un rechazo del emotivismo. Hare no acepta el tipo de “argumentación” moral propuesto por Stevenson, que es, en el fondo, irracional: no se aducen “razones”, sino solo se hacen consideraciones que solo son “causas” de que el otro cambie su actitud. Por eso Hare propone un tipo de ética “racionalista” basada en estas tres afirmaciones: a) Los juicios morales son juicios prescriptivos. Un juicio moral tiene que ser tal, que si alguien asiente a él, tiene que asentir también a una oración imperativa que se derive de él”. Es decir, la comprobación de que “debo hacer X” es un juicio moral, es que quien lo acepta, acepta también el mandato “Haga yo X” b) Los juicios morales se distinguen de otros juicios prescriptivos. De este modo se asegura la nacionalidad del pensamiento y argumentación morales.