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La responsabilidad en hacer silencio en Wittgenstein: lógica,
ética y misticismo
Por: Jairo Gutiérrez Bossa
Universidad del Atlántico
[email protected]
Introducción
En los estudios de la comunicación, el habla, el mensaje y la recepción son partes
fundamentales para comprender la condición humana y la importancia del lenguaje en la
vida; el que habla es el que comunica, esa es la máxima que emerge en los primeros
trabajos sobre este campo de estudio con Shannon y Weaver (1990), quienes fueron los
pioneros en establecer un modelo comunicacional basado en los planteamientos de la
ingeniería.
Por consiguiente, la palabra dada es el código esencial de como la comunicación llegó a ser
lo que es, pensar que el que dice algo sobre algo es el que comunica, es la base de todo tipo
de propuestas teóricas; sin embargo, ¿Qué sucede con el que calla? ¿Con el que se sumerge
en el silencio?
Martín Heidegger se le puede dar el mérito de ser un adelantado en esta reflexión, pues en
sus ensayos juveniles es quien establece al silencio como una forma de comunicación
legitima. En Aportes a la filosofía. Acerca del evento, el alemán nos dice que “la palabra
misma ya descubre algo (conocido) y encubre con ello lo que en el decir pensante debe ser
manifestado” (Heidegger, 2003 p. 81), es decir, que el habla implica el preguntar, pues la
experiencia fundante no es el enunciado o la proposición sino el contenerse de la
afirmación. Lo que está calla u oculta, es lo que surge como silencio, y está a su vez surge
como esencialidad del lenguaje: “el decir como silencio funda”.
Para Heidegger la experiencia silenciosa es una forma de des-ocultación del Dasein, pues
es una práctica cotidiana del Dasein como existencia hablante; por lo tanto, tal y como dijo
el mimo francés Phillip Bisot, “el silencio es la forma más refinada de la comunicación”,
pues “condiciona un proceder, que en ciertos límites, primero siempre tiene que salir al
encuentro del opinar habitual y andar con él un cierto trayecto, para luego, en el instante
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justo exigir el vuelco del pensar, pero bajo el poder de la misma palabra” (Heidegger, 2003
p. 81).
Es por ello que Heidegger invita a buscar un primer comienzo para conocer que se sustrae o
se calla en una afirmación o proposición. Es decir, hacer que el pensamiento transite en el
diálogo emplazado en el silencio, en la oceánica mundanidad de lo indecible, pues solo
inquiriendo aquello que no se expresa es que se legitima una acción comunicante que
permita un mostrar genuino del Dasein.
Ahora bien, en ningún instante Heidegger ofrece una respuesta confiable de cómo
establecer un diálogo con el silencio, ya que al abordar lo indecible finaliza regresando a lo
decible, como argumentación valida de la comunicación. El silencio, en este caso, solo es
un gasto necesario para saber cuál es la intencionalidad genuina de lo dicho, pero deja sin
basamentos un tema mucho más interesante que es el silencio como experiencia cotidiana.
Sobre este respecto, es Wittgenstein quien instituye la manera adecuada de establecer una
actividad dialógica con lo indecible, pero, al contrario de Heidegger, Wittgenstein utiliza un
trayecto distinto para encontrarse con ese silencio, y es concebirlo como una “sensación”
(Hadot, 2007 p. 22) y no como un acto comunicacional.
En consecuencia, este trabajo tiene la intencionalidad de reflexionar el concepto de silencio
en el pensamiento de Wittgenstein a partir de la idea de responsabilidad. Para eso, primero
se realizará un breve análisis de lo que en Tractatus lógico-philosophicus se puede decir,
continuando con lo que no se puede decir, y finalizando con una conclusión que es su
relación entre lo indecible y la ética.
El método utilizado es el hermenéutico filosófico desde una manera crítica, para prescindir
de apreciaciones subjetivas y arbitrarias, concordando, de manera rigurosa a los autores y
sus planteamientos. Lo que permitirá alcanzar parte del objetivo, que es el anteriormente
mencionado.
Primer paso fundamental: lo que se dice
Se ha comentado que el Círculo de Viena se apropió del Tractatus Logico-philosophicus
solo en su primera parte, en la que realiza una estudio lógico de cómo funciona y debe
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funcionar el lenguaje, y desecharon la parte mística como si no tuviera nada que ver con el
aspecto lógico que trabajo en la parte inicial del texto. Error craso.
El Tractatus es una obra ordenada y que ante todo respeta una organización formal del
pensamiento. Nada se está aislado, todo se interrelaciona de manera que permita llegar a un
punto cardinal del escrito: “de lo que no se puede hablar, mejor es callarse” (TLP pro 7), es
decir, ¿Qué podemos decir y que no podemos hablar? Este cuestionamiento es primordial,
ya que es el que conduce a lo que es el silencio.
Ahora bien, para llegar a esta última proposición y abrir el abanico de elucubraciones sobre
el silencio y su importancia en el conocer, Wittgenstein inició su análisis desde lo que se
debe decir.
Lo que se debe expresar tiene que reconocer primero que “el mundo es la totalidad de los
hechos, no de las cosas” (TLP, pro 1.1), estos acontecimientos son las cosas existentes en
su relación, así mismo estos hechos; “lo que acaece, el hecho, es la existencia de los hechos
atómicos” (TLP, pro 2); por lo tanto, el mundo es la conjunción de los hechos como estados
de cosas existentes, y este estado de cosas son relaciones entre las cosas, las cuales pueden
describirse por medio de proposiciones atómicas y los acontecimientos en proposiciones
moleculares y complejas.
Ahora bien, las cosas que constan el estado de cosas, son independientes, en palabras de
Wittgenstein, “la cosa es independiente en cuanto puede entrar en todos los posibles estado
de cosas, pero esta forma de independencia es una forma de dependencia. (Es imposible
que las palabras se presenten de dos modos distintos, solas, y en proposición)” (TLP, pro
2.0122).
Está independencia de las cosas, para poder estar en un estado de cosas, que es decir en
relación con otras cosas, solo puede conseguirse a través de la lógica, y de esta manera “si
yo conozco un objeto, conozco también todas sus posibilidades de entrar en los hechos
atómicos. (Cada una de las tales posibilidades debe estar contenida en la naturaleza del
objeto). No se puede encontrar posteriormente una nueva posibilidad” (TLP, pro 2.0123);
pues para Wittgenstein el lenguaje es el conjunto de todas las proposiciones posibles.
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En este sentido, la lógica, siendo el conector entre las cosas, permite que lo que “pueda
comprenderse, por lo tanto puede explicarse, pueda describirse” (Albano, 2006 p. 9),
porque para Wittgenstein “la lógica se puede concebir siempre de tal modo que cada
proposición sea su propia prueba” (TLP, pro 6.1265), siendo que “la matemática es un
método de la lógica” (TLP, pro 6.234), de manera que podremos decir que la lógica
desambigua el lenguaje por medio de una sintaxis lógica, que es la que permite impedir las
versatilidades de una locución, otorgándole corrección.
Por ende, siguiendo a Sergio Albano (2006):
El mundo consiste en la totalidad de los hechos, que acaecen en él, y lo que acaece
son pues, los hechos atómicos, no son sino una conexión de objetos compuestos por
cosas y entidades. Ahora bien, la estructura del lenguaje reducida a sus
componentes esenciales, es decir, las proposiciones, se corresponderá puntualmente
con cada nivel de estructura del mundo. De este modo, el lenguaje, reducido a un
conjunto de proposiciones reproduce correlativamente cada uno de los niveles bajo
los cuales se estructura el mundo (p. 28).
Entonces, lo esencial del lenguaje, partiendo del Tractatus, es la potencialidad de designar,
describir y representar la realidad por medio de una figuración, la cual se capta
fenoménicamente, de ese modo, todo aquello que pueda ser parte de una descripción a
partir de una proposición lógica y sea corroborado con el mundo será verdadero o será
falso, por lo tanto es posible hablar de ella, ser expresada porque lógicamente es legítima y
sea ha edificado en un estado de cosas posibles. ¿Esto qué quiere decir? Que se dice aquello
que puede aseverarse a través del pensar metódico, ya que está practica es la que maneja
los rumbos de la lógica, indicando que “el decir es un hecho del mundo, sometido a las
leyes fácticas en cuanto presentación” (Margutti, 2003 p. 32), pues el mundo es todo lo que
existe, y esto es el acaecer.
Entonces ¿Qué podemos callar?
Wittgenstein nos dice en la proposición 6.522 del Tractatus, que “hay, ciertamente, lo
inexpresable, lo que se muestra a sí mismo: esto es lo místico”, puntualizando que como
hay cosas que se pueden decir, hay aspectos del mundo que son indecibles, que no pueden
ser puntualizados a través del leguaje, porque este, en sus límites, carece de la capacidad
suficiente de abordarlos.
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Pero ¿qué es lo místico en Wittgenstein? Dicha respuesta la han querido afrontar desde
varias perspectivas, incluso desde el misticismo neoplatónico o la teología negativa, pues la
lógica rigurosa no lo contempla como posibilidad, lo que es, por lo tanto, un error garrafal,
pues el misticismo wittgensteniano se desprende de la manera en que afronta la lógica en la
primera parte del texto, pues la vivencia humana, en la cual existen unas fronteras, y esa
raya limítrofe es el sujeto, en el caso del Tractatus, el “sujeto transcendental es el límite del
mundo” (Margutti, 2003 p. 29) y este solo puede hablar de proposiciones explicativas,
debido a que la lógica constituye “la esencia del mundo limitado” (Margutti, 2003 p. 27);
empero este fundamentación lógica del lenguaje pliega la posibilidad de lo que esta no
alcanza a vislumbrar, entonces es inexpresable, sabiendo que la lógica es una condición de
mundo.
Por lo tanto nos dice Wittgenstein:
La visión del mundo sub specie aeterni es su contemplación como todo –limitado-.
Sentir el mundo como todo limitado es el místico (TLP, pro 6.45).
Aquí se desprende el sentir mismo de lo místico en el austriaco, compartiendo la postura de
Pierre Hadot (2007), en el cual percibe esa experiencia como “sensación”, una experiencia
efectiva, y por qué no, afectiva del mundo en sus límites, y el cual no se puede expresar
sino mostrar. Hadot (2007) indica que:
Cuando Wittgenstein identifica lo “indecible” y “místico”, no se trata ni de teología
negativa ni de éxtasis, sino de sensación, y creo que lo distingue para él lo “místico”
es precisamente que se trata de una sensación, una emoción, una experiencia
efectiva (Erlebnis no Erfhrung) que no se puede expresar, pues se trata de algo
ajeno a la descripción científica de los hechos, algo que se sitúa entonces en el plano
existencia o ético o estético (p. 22-23).
Por consiguiente, cuando Wittgenstein se refiere a lo indecible, se empalma con la última
proposición que dice “de lo que no se puede hablar, mejor es callarse” (TLP, pro 7), se
refiere a las imposibilidades explicativas que tiene el pensamiento positivo sobre aquello
que no está inmerso en los hechos, pues la rigurosidad científica no puede darle descripción
a ciertas impresiones que hacen parte del ámbito de lo cotidiano.
Lo místico es caminar por el sendero de los límites del lenguaje, y por lo tanto del sujeto,
por lo que finaliza enfrentándose a lo inefable, pues “para una respuesta que no se puede
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expresar, la pregunta tampoco puede expresarse. No hay enigma. Si se puede plantear una
cuestión, también se puede responder” (TLP, pro 6.5), y si esto se plantea es porque en la
inmanencia del hecho existe la inconmensurabilidad de lo inexplicable, pero para
Wittgenstein, teniendo en cuenta lo expresado en la Conferencia sobre ética, es necesario
enfrentarse a la angustia de no poder expresar ciertas experiencias que muchos, han
intentado decir, pero es preciso hacerlo, ya que así conocemos los límites efectivos del
lenguaje, del mundo y de la vida.
Por esa razón, el silencio sería una revelación de lo que el pensar positivo no puede llegar a
describir con rigurosidad lógica, pues no está al tanto de que el lenguaje tiene una
incapacidad de expresar lo inexpresable, lo que permite constatar el mundo de manera
correcta, y la forma de verificación correcta del mundo, es el silencio.
Así, a “pesar de girar en falso a través de aforismos que son solo contrasentidos que
conducen a la muerte del decir, el Tractatus consigue gradualmente el efecto de propiciar
un “renacimiento” a través del mostrar, la aclaración final surge cuando el sujeto
transcendental pueda contemplar silenciosamente aquello que sólo se muestra y no puede
ser dicho” (Margutti, 2003 p. 34), lo que exige la forma lógica.
Por lo tanto, el silencio es una experiencia transcendental del sujeto, es decir, mística,
sensitiva, emotiva, la cual contempla al mundo en tanto posibilidad, reconociendo que
sobre lo dicho hay una inefabilidad que la lógica no abraca y por tal motivo, la contempla,
la vive en su imprecisión, pues como lo dirá Wittgenstein “nosotros sentimos que incluso si
todas las posibles cuestiones científicas pudieran responderse, el problema de nuestra vida
no habría sido más penetrado. Desde luego que no queda ya ninguna pregunta, y
precisamente esta es la respuesta” (TLP, pro 6.52).
El silencio es un acto de vida que requiere aceptar que hay experiencias que no se pueden
pensar, que solo se pueden sentir y mostrar, porque la cuestión de la existencia es una
problemática sin capacidad de ser resuelta por la lógica, pues esta constituye la esencia de
lo limitado, y al ser el silencio algo transcendental, sobre pasa las fronteras y clausuras de la
verificación, siendo meramente contemplativa, generando en el sujeto una postura
valorativa de la vida.
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Por ende, la posición de Pierre Hadot (2007) sobre el silencio en Wittgenstein es la que se
puede considerar correcta, ya que recoge lo indecible como vitalidad pura, como la
aprehensión voluntaria de apoderarse del acto de vivir, y dicha vivencia no se explica, se
permite ver, se muestra.
Dice Hadot (2007):
Si no puedo pensar más que lo que tiene la forma lógica, tropiezo con el hecho de
que, por consiguiente, no puedo pensar la forma lógica misma; para pensar esta
forma lógica, tendría que salir del lenguaje y del mundo; descubro entonces al
mismo tiempo que todo “pensar” no se reduce a “decir”, puesto que no puedo
“decir” la forma lógica, pero puedo apuntarla, ella puede mostrárseme; y descubro
igualmente que mi mismo lenguaje es en cierto sentido un inefable, el lenguaje deja
de tener sentido cuando se quiere expresar el lenguaje como lenguaje (p. 54).
De manera, que el silencio es una forma de ser responsable con el mundo, ¿en qué sentido?
En evitar una mala o equivocada representación de él; en consecuencia, al ser lo
inexpresable un acto de responsabilidad con el pensar y la representación del mundo, lo
indecible se transforma en un acto ético, pues la ética es transcendental y la responsabilidad
es conjunción de lo ético como consciencia de las limitantes del lenguaje, y por eso, de los
taxativos en el saber del mundo. Wittgenstein diría:
Es claro que la ética no se puede expresar.
La ética es transcendental.
(Ética y estética es lo mismo). (TLP, pro 6.421).
El silencio en su estimación ética
La ética en Wittgenstein no tiene la pretensión de ser considerada un sistema valorativo del
“deber ser” en la vida, y por tal razón, no puede ser expresada, por tal atribución lo Bueno y
lo Malo carece de relevancia, porque vista de la manera tradicional del pensamiento
filosófico, no está en la acción mismas sino que son juicios que parten de una falta de
comprensión de la condición del sujeto.
Expresa Wittgenstein en el Tractatus:
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El primer pensamiento que surge cuando se propone una ley ética de la forma “tú
debes”, es: ¿Y qué si no lo hago? Pero es claro que la ética no se refiere al castigo o
al premio en el sentido común de los términos.
Así, pues, la cuestión acerca de las consecuencias de las consecuencias de una
acción debe ser irrelevante. Al menos, estas consecuencias, no pueden ser
acontecimientos. Pues debe haber algo justo en la formulación de la cuestión. Sí que
debe haber una especie de premio y castigo ético, pero deben encontrarse en la
acción misma.
(Y esto es también claro, que el premio debe ser algo agradable y el castigo algo
desagradable) (TLP, pro 6.422).
En Conferencia sobre ética, Wittgenstein asevera que la ética, “en la medida en que surge
del deseo de decir algo sobre el sentido último de la vida, sobre lo absolutamente bueno, lo
absolutamente valioso, no puede ser ciencia. Lo que dice la ética no añade nada del espíritu
humano que yo personalmente no puedo sino respetar profundamente y que por nada en el
mundo ridiculizaría” (Wittgenstein, 1965 p. 8), pues al no poder decir nada de ella es
imposible tener los argumentos para despotricar de ella. La inefabilidad de la ética la hace
impenetrable a la sistematización lógica formal que emana en los estudios positivistas.
Lo ético en Wittgenstein está recubierto de lo absoluto, mientras que aquello que hace parte
del mundo, los hechos, y el saber que se puede describir, es un juicio relativo, porque es un
mero “enunciado de los hechos y, por tanto, puede expresarse de tal forma que pierda toda
apariencia de juicio de valor” (Wittgenstein, 1967 p. 4), y de esa manera no hay ética, ya
que lo ético es inenunciable.
La razón de tal afirmación es que las palabras solo pueden expresar hechos y esto se refiere
proposiciones, es decir a un valor relativo, mientras que la ética se dinamiza en lo indecible,
en el silencio, pues el sujeto no choca con ella. Dice el austriaco que “los límites de mi
lenguaje son los límites de mi mundo” (TLP, pro 5.6), por lo tanto, no existe posibilidad
que el sujeto explique o describa el accionar ético, pues su lenguaje es insuficiente, por lo
tanto le queda asumir el silencio como posibilidad ética, ya que lo impulsaría a mostrar esa
ética, y eso representaría una responsabilidad con el mundo.
Ahora ¿Cómo concebir está responsabilidad? Tiene que ser pensada como una actividad del
sujeto con los fenómenos del mundo, con sus vivencia y sus sensaciones y la lógica con la
que funciona el mundo.
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Por tal motivo, se es difícil aceptar la afirmación de Yebrail Castañeda Lozano en el texto
El silencio ético en Wittgenstein. Una muestra sobre la responsabilidad social (2011), pues
al tomar este silencio como una acción social, estamos aduciendo a una acción
comunicativa que tiene como meta consciente e inconsciente la creación de comunidad, y
por lo que expone en el Tractatus no hace una referencia a lo ético desde un enfoque
comunicacional, pues estaría asumiendo la eticidad como comunidad, y por el contrario,
Wittgenstein se refiere a una indecibilidad que parte de no poder expresar una parte de la
relación pensamiento y mundo, y eso solo germina del sujeto como tal, pues germinan de
sus sensaciones o sus vivencia. La misticidad es experiencia particular, porque está atada
una voluntad, y esta es personal.
Finalmente, el silencio es una acción responsable con la representación del mundo, la cual
no puede ser descrita sobre la base de equivocaciones, y eso sucede, porque se escapa de
los límites del lenguaje, que son los límites mismos del sujeto, así que solo queda
contemplar el mundo en la inmensidad de lo indecible en tanto experiencia ética que se
muestra.
Referencias bibliográficas
Albano, S. (2006). Wittgenstein y el lenguaje. Editorial Quadrata. Buenos Aires.
Castañeda, Y. (2011). El silencio ético en Wittgenstein. Una mirada sobre la
responsabilidad social. Revista de la Universidad de La Salle. Número 54 p 185-198. En
línea: http://revistas.lasalle.edu.co/index.php/ls/article/viewFile/993/900
Hadot, P. (2007). Wittgenstein y los límites del lenguaje. Editorial Pre-textos. Valencia.
Heidegger, M. (2003). Aportes a la filosofía. Acerca del evento. Biblioteca internacional
Martin Heidegger. Editorial Biblos. Buenos Aires.
Margutti, P. (2003). Del espejo a las herramientas. Ensayos sobre el pensamiento de
Wittgenstein. Compilado por Flores A; Holguín M; Meléndez M; Página 15 – 37. Siglo del
Hombre Editores. Bogotá.
Shannon, C; Weaver, W. (1990) Teoría matemática de la comunicación. Editorial Univalle.
Cali.
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Wittgenstein, L. (2010). Tractatus lógico-philosophicus. Editorial Alianza. Madrid.
Wittgenstein, L. (1965). Conferencia sobre ética. Editorial electrónica de la Escuela de
filosofía de la Universidad ARCIS. En línea:
http://www.ddooss.org/articulos/textos/Wittgenstein_etica.pdf
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