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DEFINICIÓN DE LA MEDICINA ORTOMOLECULAR*
Linus Pauling
Premio Nobel de química 1954 - “Como vivir más y sentirse mejor”
Sudamericana-Planeta 1986
Considero que, generalmente, es preferible tratar las enfermedades utilizando sustancias,
como el ácido ascórbico, normalmente presentes en el cuerpo humano, y necesarias para
la vida, que tratarlas con poderosas sustancias sintéticas o productos derivados de las
plantas, que podrían tener efectos secundarios desagradables, como ocurre con frecuencia.
La vitamina C y la mayoría de las otras vitaminas son notorias por su baja toxicidad, y la
ausencia de efectos secundarios, incluso cuando se ingieren en cantidades mayores de las
que normalmente están presentes en nuestra dieta. He acuñado el término de medicina
ortomolecular para referirme a la conservación de la buena Salud y al tratamiento de las
enfermedades, variando las concentraciones en el cuerpo humano de unas sustancias que
normalmente están presentes en él, y que son necesarias para la buena salud (Pauling,
1968b)*.
El doctor Bernard Rimland (1979)* recalcó mi punto de vista, al sugerir que la medicina
convencional, que utiliza fármacos, debería llamarse medicina toximolecular. La muerte
por inanición, el kwashiorkor, el beriberi. el escorbuto, o cualquier otra enfermedad
carencial, pueden evitarse con un consumo adecuado de hidratos de carbono, grasas
esenciales, proteínas (incluyendo los aminoácidos esenciales), minerales esenciales,
tiamina, ácido ascórbico y otras vitaminas. Para alcanzar el estado de salud idóneo, la tasa
de consumo de los alimentos esenciales debería ser tal que establezca y mantenga las
concentraciones óptimas de las moléculas esenciales, como las del ácido ascórbico. Un
ejemplo de medicina ortomolecular es el tratamiento de la diabetes mellitus por medio de
la inyección de insulina. La diabetes mellitus es una enfermedad hereditaria, generalmente
causada por un gen recesivo. El defecto hereditario tiene como resultado que el páncreas
no produzca suficiente cantidad de insulina, una hormona. La acción principal de la
insulina es incrementar el índice de extracción de glucosa de la sangre, para que aquélla
migre hacia las células donde puede metabolizarse. La carencia de insulina acarrea una
concentración de glucosa en la sangre del paciente muy superior a la normal, resultando
en manifestaciones de la enfermedad.
La insulina extraída del páncreas de vacas o de cerdos sólo difiere ligeramente, en su
estructura molecular, de la insulina humana, y tiene fundamentalmente la misma actividad
fisiológica. La inyección de insulina de vacas o de cerdos, en el cuerpo de un ser humano
consiste principalmente en restablecer la concentración normal de insulina; permite que se
lleve a cabo con normalidad el ritmo de metabolismo de la glucosa y, por tanto, sirve para
contraatacar la anomalía que resulta del defecto genético. Por esta razón, la terapia por
insulina es un ejemplo de terapia ortomolecular.
Su principal desventaja es que la insulina sólo se puede introducir en la red sanguÍnea
mediante inyecciones. Otro ejemplo del tratamiento ortomolecular de esta enfermedad,
cuando no es grave, consiste en ajustar la dieta, regulando sobre todo la ingestión de
azúcar, con el fin de que la concentración de glucosa en la sangre se mantenga dentro de
los limites normales. Un tercer ejemplo consiste en incrementar la ingestión de vitamina
C, con el fin de reducir la necesidad de insulina. Como resultado del estudio de un sujeto
diabético, Dice y Daniel (1973)* informaron que, por cada gramo de ácido ascórbico-L
ingerido por vía oral, la cantidad de insulina necesaria se podría reducir en dos unidades.
Hay un cuarto medio para controlar la diabetes, utilizando la llamada insulina oral un
fármaco ingerido por vía oral pero no constituye un ejemplo de medicina ortomolecular,
ya que la insulina oral un fármaco sintético, extraño al cuerpo humano y que podría tener
efectos secundarios negativos. La fenilcetonuria es otra enfermedad que se trata por
métodos ortomoleculares. Es consecuencia de una anomalía genética que se manifiesta
por una reducción de la cantidad o de la eficacia de una enzima en el hígado, enzima que,
en personas normales, cataliza la oxidación de un aminoácido, la fenilalanina, para
producir otro, la tirosina. Las proteínas ordinarias contienen un cierto porcentaje de
fenilalanina, lo que suministra una cantidad de este aminoácido muy superior al
necesario.
Si el paciente tiene una dieta normal, la concentración de fenilalanina en su sangre y otros
fluidos alcanza niveles anormalmente altos, causando deficiencia mental, eczema severo y
otros efectos. La enfermedad puede controlarse, desde los primeros años del paciente, con
una dieta que contenga menos fenilalanina que la que está presente en los alimentos
comunes. Así la concentración de fenilalanina en la sangre y otros fluidos del cuerpo se
puede mantener a un nivel más o menos normal, y los efectos de la enfermedad no
aparecen. Una enfermedad más o menos parecida, que también se puede controlar con
métodos ortomoleculares, es la galactosemia. Ésta implica la incapacidad de manufacturar
una enzima que lleva a cabo el metabolismo de la galactosa -una parte del azúcar de la
leche (lactosa)-. La enfermedad se manifiesta con atraso mental, cataratas, cirrosis del
hígado y del bazo, e incapacidad nutritiva. Estos efectos se pueden evitar administrando al
bebé una dieta sin lactosa; así, la concentración de galactosa en la sangre no excederá el
límite normal.
Para la fenilcetonuria y otras enfermedades hereditarias, relacionadas con un gen
defectuoso, podríamos concebir una terapia ortomolecular que consistiría en injertar el
gen (moléculas de ácido desoxirribonucleico, o ADN), separado de los tejidos de otra
persona, en las células de la persona que padece la enfermedad. Por ejemplo, unas
moléculas del gen que preside a la síntesis de la enzima catalizadora de la oxidación de la
fenilalanina en tirosina, podrían extraerse de unas células del hígado de un ser humano
normal, y ser introducidas en las células del hígado de una persona que padece de
fenilcetonuria.
Este tipo de cambio, en el carácter genético de un organismo, ya se ha llevado a cabo en el
caso de microorganismos, pero todavía no en el de seres humanos, y lo más probable es
que pasarán muchas décadas antes de que constituya un método importante para
contrarrestar los defectos genéticos. El control de la fenilcetonuria es alcanzable por otro
método de terapia ortomolecular, parecido al uso de insulina en la diabetes, o sea,
inyectando la enzima activa.
Este tratamiento no se ha desarrollado por dos razones. Primero, aunque se sabe que la
enzima está presente en el hígado de los animales, incluso del hombre, aún no se ha
aislado en su forma pura. Segundo, el mecanismo natural de inmunidad, que implica la
acción de anticuerpos contra las proteínas extrañas a la especie, destruiría la enzima
preparada en el hígado de animales de otra especie.
Este mecanismo impide generalmente la utilización de enzimas, u otras proteínas, de
animales distintos a los seres humanos, en el tratamiento de las enfermedades del hombre.
Aún hay otra posible terapia ortomolecular. Las moléculas de muchas enzimas se
componen de dos partes: la de pura proteína, llamada apoenzima, y la no proteínica,
llamada coenzima. La enzima activa, llamada holoenzima, es la combinación de la
apoenzima y de la coenzima unida a ella.
A menudo, la coenzima es una molécula de vitamina o una molécula estrechamente
relacionada. Por ejemplo, se sabe que en el cuerpo humano varias enzimas diferentes, que
catalizan distintas reacciones químicas, contienen difosfato de tiamina, un derivado de la
tiamina (vitamina B.) como coenzima. En algunos casos de enfermedades genéticas, la
enzima no está ausente, sino que su actividad disminuye. Uno de los medios usados por el
gen defectuoso para funcionar, consiste en producir una apoenzima con una estructura
anormal que no puede combinarse fácilmente con la coenzima, para formar la enzima
activa. En condiciones fisiológicas normales, y con la concentración normal de coenzima,
puede decirse que sólo un 1% de la apoenzima normal se ha combinado con la coenzima.
Según los principios del equilibrio químico, se podría lograr que una mayor cantidad de la
apoenzima normal se combinara con la coenzima incrementando la concentración de
coenzima en los fluidos del cuerpo. Si esta concentración se multiplicara por cien, la
mayor parte de las moléculas de apoenzima podrían combinarse con la coenzima para
proporcionar básicamente la cantidad normal de enzima activa.
Por tanto, existe la posibilidad de poder controlar la enfermedad si el paciente ingiere una
dosis muy fuerte de la vitamina que funciona como coenzima. Este tipo de terapia
ortomolecular, implicando sólo una sustancia normalmente presente en el cuerpo humano
(la vitamina), es, en mi opinión, la terapia preferible. Un ejemplo de enfermedad que a
veces se controla de esta manera es la enfermedad metilmalonicaciduria. Los pacientes
que la padecen carecen de la enzima activa que cataliza la transformación de una
sustancia simple, el ácido metilmalónico, en ácido succinico.
Se sabe que la cianocobalamina (vitamina B12) actúa como coenzima en esta reacción. Se
ha observado que dosis muy fuertes de vitaminaB12 que proporcionan concentraciones
unas mil veces mayores que las normales, hacen que la reacción proceda con normalidad,
en el caso de muchos pacientes.
El uso de grandes dosis de vitaminas en el control de las enfermedades llamado terapia
“megavitamínica” es un procedimiento importante en la medicina ortomolecular. En mi
opinión, a la larga será posible controlar cientos de enfermedades por medio de la terapia
mega vitamínica. Por ejemplo, Abram Hoffer y Humphry Osmond mostraron, como se
mencionó en el capítulo 3, que muchos pacientes con esquizofrenia se benefician con la
terapia megavitamínica (Hoffer, 1962; Hoffer y Osmond, 1966)*.
Su tratamiento incluye la administración de ácido nicotínico (niacina) o de nicotinamida
(niacinamida) en dosis de 3 g a 18 g por día, junto con 3 g a 18 g por día de ácido
ascórbico, y fuertes dosis de otras vitaminas (Hawkins y Pau-ling, 1973; Pauling,
1974b)*.Generalmente, se piensa que un fármaco que pretende curar muchas
enfermedades distintas, no puede ser eficaz contra ninguna de ellas.
Sin embargo, existe evidencia, resumida en este libro, que un gran consumo de vitamina
C ayuda a controlar muchas enfermedades, no sólo el resfriado y la gripe, sino otras
enfermedades virales y bacteriales, como la hepatitis, y también algunas enfermedades
que no tienen ninguna relación entre sí, incluyendo la esquizofrenia, las enfermedades
cardiovasculares y el cáncer.
Hay una razón para esta diferencia entre la vitamina C y los fármacos normales. Por un
lado, la mayoría de éstos son sustancias poderosas, que, con un tipo de molécula, o tejido,
o agente de enfermedad en el cuerpo, actúan en una forma específica, para ayudar a
controlar una determinada enfermedad. Sin embargo, la sustancia podría actuar en forma
dañina con otras partes del cuerpo, produciendo así los efectos secundarios que hacen
peligrosos la mayoría de los fármacos. Por otro lado, la vitamina C es un componente
normal del cuerpo, necesario para la vida. Está involucrada prácticamente en todas las
reacciones bioquímicas que se llevan a cabo en el cuerpo, y en todos los mecanismos
protectores de éste. Con una ingestión normal de vitamina C, estas reacciones y
mecanismos no funcionan eficazmente; una persona que ingiere sólo los 60 mg de la RDA
(Recommended Daily Allowances), padece de lo que se podría llamar “mala salud
normal”, lo que los médicos y nutricionistas llaman “buena salud normal”.El consumo óptimo de vitamina C, junto con otras medidas sanas, puede realmente
proporcionar una buena salud, con mayor protección contra las enfermedades. Como
veremos en el capitulo 12, ese incremento en la protección se asegura fortaleciendo el
sistema de inmunidad, un proceso en el que la vitamina C juega un papel determinante. El
consumo óptimo es, por necesidad, fuerte.
Cuando se haya aprendido esa lección y se ponga en práctica, la protección proporcionada
por la vitamina C podría muy bien ser el método más importante de la medicina
ortomolecular. Aunque se sabe menos sobre las otras vitaminas, no cabe duda de que,
ingeridas en dosis adecuadas, también pueden ser muy útiles. Si no se menciona alguna
enfermedad, el lector no deberá concluir que una mejor nutrición no le es útil. Para
muchas enfermedades y problemas médicos existen informes sobre la aparente eficacia de
un fuerte consumo de una vitamina, o del uso de alguna otra sustancia ortomolecular. Los
informes de este tipo generalmente no se publican en las revistas médicas normales, pero
se pueden encontrar, por ejemplo, en la revista norteamericana Prevention.
Es posible que los informes no sean de fiar; el autor puede haber concluido,
injustificadamente, que la mejoría en la salud ocurrida cuando incrementó la ingestión de
una vitamina fue resultado de ese incremento, tratándose solamente de una coincidencia.
Sin embargo, cuando el mismo informe aparece muchas veces, se le podría otorgar algún
mérito, aunque algunos investigadores médicos, debido a su falta de interés en cuanto a
las vitaminas, no hayan llevado a cabo serios estudios. Es particularmente importante
procurar tener una mejor nutrición al intentar controlar las enfermedades “incurables”,
como señalaron Cheraskin y Ringdorf (1971)*, quienes presentaron la esclerosis múltiple
como uno de sus ejemplos. Claro está que no se debe recomendar un fármaco cuando no
hay una fuerte evidencia sobre su probable eficacia, pues los fármacos son peligrosos.
Afortunadamente, las vitaminas son tan carentes de toxicidad y de efectos secundarios
dañinos que esta advertencia no es aplicable en su caso. Recuerdo a un joven médico que
vino a mi casa, hace unos trece años, diciéndome: “Doctor Pauling, usted me salvó la
vida. Me estaba muriendo de hepatitis crónica, pero oí hablar de la vitamina C en dosis
elevadas, y eso me ha curado.
Desde entonces se han llevado a cabo algunos buenos estudios sobre la prevención y el
tratamiento de la hepatitis con vitamina C (capítulo 14), pero no para otras enfermedades.
Una de éstas es la esclerosis amiotrófica lateral (EAL), que se dio a conocer, por ser la
enfermedad de la cual murió el famoso jugador de béisbol de los Yankees
norteamericanos Lou Gehrig. En agosto de 1985 recibí una carta de un médico que se
autodescribía así: Soy un "milagro médico”. Hace más de ocho años que padezco de EAL,
con una pérdida de funciones bastante bien localizada, y que no se extiende. Ingiero entre
12 y 20 g diarios de ácido ascórbico, evito las grasas, e ingiero al menos 200 mg de un
complejo de vitamina B cada día.
La aceptación de la medicina ortomolecular seguramente ayudaría un poco a resolver uno
de los problemas actuales; el costo elevado de la atención sanitaria. En 1965, el gasto total
público y privado para la atención sanitaria en los Estados Unidos, fue de cuarenta mil
millones de dólares, en veinte años se ha multiplicado por diez, alcanzando los
cuatrocientos mil millones de dólares, informe del Department of HealÍh and Human
Servicies (Ministerio de salud y Servicios Humanos), 1985.
El aumento en el costo de la atención médica, aunado a la inflación, explica el 76% de
éste aumento y la tasa de crecimiento de la población explica el 11%. El costo de la
atención sanitaria representó el 6% del Producto nacional bruto (PNB) en 1965, y el 11%
en 1985. Este incremento refleja tanto el rápido aumento en el costo de la atención médica
(tomando en cuenta la inflación), como la cada vez mayor disponibilidad de métodos de
alta tecnología para el diagnóstico y el tratamiento de enfermedades.
Un análisis reciente (Atkins et al., 1985)* sobre la cardiología de alta tecnología,
menciona algunas de éstas nuevas tecnologías actual-mente utilizadas: las unidades de
telemetría para comprobar la arritmia, la cateterización cardiaca para el diagnóstico, las
valoraciones invasivas electrofisiológicas, los marcapasos artificiales permanentes, la
ecocardiografía y los estudios de Doppler acerca de la valoración de la función cardiaca,
las cardioimagenes nucleares, la cirugía a corazón abierto y los trasplantes de corazón; el
análisis sigue con las nuevas tecnologías que pronto se aplicarán: resonancia magnética
nuclear, tomografías axiales del corazón computarizadas de alta velocidad; y
cardiovérsores implantables, que automáticamente corrigen las arritmias potencialmente
mortales.
Otras tecnologías incluyen desfibrilladores implantables, para los pacientes de alto riesgo,
con el fin de restablecer los latidos una vez que se ha detenido el corazón, implantación de
corazones artificiales, y la angioscopia con láser, para visualizar directamente las placas
coronarias arterioscleróticas y para guiar la “recanalización” del estrechamiento por
obstrucción.
Entre los problemas relacionados con éstos avances, están los costos extremadamente
elevados y las presiones, tanto por parte de los pacientes como de los médicos, para
utilizar las técnicas, a veces inadecuadamente. El doctor George A. Beller, de la
Universidad de Virginia, señaló diez fuerzas que actúan en contra de la limitación de
costos en cardiología.
Primero, los Médicos están motivados para proporcionar la atención de mejor calidad
posible, sin tomar en cuenta el costo.
Segundo, la mayoría de los médicos aún trabajan por honorarios.
Tercero, a los médicos se les pagan mayores honorarios si utilizan procedimientos de
tecnología sofisticada.
Cuarto, los médicos tienden a tratar de convencer a los administradores de los hospitales
para que adquieran las últimas innovaciones.
Quinto, los administradores están bajo presión para incrementar el número de pacientes
del hospital frente a la competencia y por tanto consideran que es deseable adquirir estas
tecnologías.
Sexto. los pacientes se sienten atraídos hacia los hospitales que ofrecen los últimos
equipos, servicios y tecnologías.
Séptimo, los proveedores de los bienes de alta tecnología tienen interés en un crecimiento
continuo.
Octavo, algunos médicos se sienten presionados para solicitar pruebas que saben
innecesarias, porque un consultor las ha sugerido en el expediente del paciente. Si éste no
mejora, el no haber seguido las sugerencias del consultor, puede ser considerado por un
tribunal como negligencia. El temor a los pleitos por negligencia es seguramente en la
práctica de la medicina un factor contrario a la limitación de costos.
Noveno, a menudo es difícil distinguir los exámenes efectuados para la investigación
clínica de los que se utilizan en el manejo clínico.
Décimo, la necesidad de un diagnóstico definitivo ha sido un factor prevaleciente en la
práctica cardiológica.
Beller también señaló que la solidaridad de nuestra sociedad hacia los que sufren es otra
fuerza, citó a Gregory Pence, de la Universidad de Alabama, para quien... ..los costos
médicos son incontrolables porque carecemos del acuerdo moral sobre cómo negar los
servicios médicos.
El decidir cómo decir "no" y decidir con honestidad e integridad, será probablemente la
cuestión moral más profunda y más difícil, a la cual se enfrentará nuestra sociedad en los
próximos años.
Éstos son problemas difíciles. Creo que la medicina ortomolecular puede contribuir a su
solución. Las vitaminas son mucho menos costosas que los fármacos.
El sufrimiento causado al paciente con el tratamiento debería tomarse en cuenta; un fuerte
consumo de vitaminas aumenta el bienestar del paciente y ayuda a controlar los
desagradables efectos secundarios de algunas terapias convencionales. Finalmente, si el
objetivo de la atención médica no es sólo curar enfermedades, sino también promover la
buena salud, entonces el médico debería recordar ante todo, que una mejor nutrición
puede ayudar significativamente al paciente a alcanzar el objetivo de una vida buena y
satisfactoria.
*NOTA: El texto es transcripción del Capitulp lll del libro mencionado en el subtitulo,
publicado en 1986, algunos datos resultan premonitorios y otros como la insulina oral,
serían los hoy conocidos como antidiabéticos orales.
REFERENCIAS
Atkins, G.L.; Beller, G.A.; Paine L.S., Thorup, O.A.,Jr. 1985; HIHG TECH
CARDIOLOGY-ISSUES AND COSTS. The Pharos, 48, 3, 31-37.
Cheraskin, E., Ringdorf W.M. 1971; NEW HOPE FOR INCURABLE DISEASE.
Arco, New York.
Dice, J.F., Daniel C.W. 1973; THE HYPOGLYCEMIC EFFECT OF ASCORBIC ACID
IN JUVENILE ONSET DIABETIC. International Research Communication System, 1,
41.
Hoffer A., 1962; NIACIN THERAPY IN PSYCHIATRY. Charles C. Thomas,
Springfield, Illinois.
Hoffer A., Osmond H., 1966; HOW TO LIVE WITH SCHIZOPHRENIA. University
Books, New Hyde Park, New York.
Hawking D., Pauling L., 1973; ORTHOMOLECULAR PSYCHIATRY. W.H. Freeman
and Company, San Francisco, California.
Pauling L., 1968b; ORTHOMOLECULAR SOMATIC AND PSYCHIATRIC
MEDICINE, Journal of Vital Substances and Diseases of Civilation, 14, 1-3.
Pauling L., 1974b; ON THE ORTHOMOLECULAR ENVIROMENT OF THE MIND:
ORTHOMOLECULAR THEORY. American Journal of Psychiatry, 131, 1251-1257.