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Perdida Masa Muscular dependiendo de la edad
Dres. Rita Rastogi Kalyani, Mark Corriere
The Lancet Diabetes & Endocrinology, Early Online Publication, 6 March 2014
doi:10.1016/S2213-8587(14)70034-8
Introducción
La sarcopenia podría afectar hasta un 50% de las personas ≥80 años
El envejecimiento se acompaña de importantes cambios en la composición corporal que
pueden afectar negativamente el estado funcional de los adultos mayores, incluyendo la
disminución progresiva de la masa y la fuerza muscular y la calidad del músculo,
acompañada de un aumento de la masa grasa. Los cambios en el músculo esquelético son
especialmente importantes porque esa musculatura es esencial para la locomoción.
La pérdida de masa muscular ha sido comúnmente denominada sarcopenia. La sarcopenia
es distinta de la pérdida de masa muscular, la cual, en general, se refiere más a la pérdida
involuntaria de masa corporal (tanto de la masa muscular como de la grasa).
Baumgartner y col. describieron a la sarcopenia como un índice de masa esquelética (masa
esquelética muscular apendicular medida por absorciometría de rayos x de doble energía,
dividida por la altura al cuadrado) es decir, 2 o más desviaciones estándar por debajo de los
valores de referencia para los adultos jóvenes.
Posteriormente, Janssen y col. propusieron convertir la masa muscular esquelética absoluta
(kg) en el porcentaje de peso (masa muscular/masa corporal × 100), y describieron a la
sarcopenia el un porcentaje de la masa muscular esquelética mayor a 1 desviación estándar
por debajo de los valores de referencia para los adultos jóvenes, basados en el análisis de la
impedancia bioeléctrica.
También se han propuesto otros criterios para la dinapenia, que es el término utilizado
específicamente para definir la pérdida de la fuerza muscular.
Es importante factor de riesgo de discapacidad, hospitalización y muerte en los adultos
mayores
Criterios diagnósticos
Como criterios para el diagnóstico de sarcopenia, el European Working Group on
Sarcopenia in Older People (Grupo de Trabajo Europeo sobre Sarcopenia en Personas de
Edad Avanzada) recomienda el uso de la masa muscular baja combinada con la baja
función muscular (ya sea la fuerza o el rendimiento físico).
Un comité internacional propuso una definición de la sarcopenia basada en la disminución
de la masa muscular y la velocidad de la marcha. No existe una definición estándar para
evaluar la sarcopenia, y se están elaborando definiciones por consenso basadas en el
análisis crítico de grandes bases de datos.
Independientemente de las definiciones operativas utilizadas para definir la sarcopenia la
elevada prevalencia de la disminución de la masa y la fuerza muscular que aparecen con el
envejecimiento es muy clara. La sarcopenia podría afectar hasta un 50% de las personas
≥80 años, pero, sin definición estándar, no es posible estimar su prevalencia e incidencia
reales.
La pérdida de la masa muscular relacionada con el envejecimiento es importante factor de
riesgo de discapacidad, hospitalización y muerte en los adultos mayores. La contribución
de enfermedades crónicas como la diabetes y la obesidad, cuya prevalencia también
aumenta con el envejecimiento, es incierta. Sin duda, las definiciones de sarcopenia
desarrolladas no necesariamente pueden diferenciaren qué medida el envejecimiento
influye en la pérdida de la masa muscular, independiente de otras enfermedades asociadas a
la edad que son frecuentes en las personas mayores.
La reducción de la carga en el sistema de salud originada en la pérdida de la masa muscular
del envejecimiento trae grandes beneficios para la salud pública. Además del
envejecimiento, muchas enfermedades crónicas pueden disminuir aceleradamente la masa y
la fuerza del músculo y, a través de este mecanismo, aumentar el riesgo de discapacidad
física.
Pérdida muscular relacionada con la edad
En general, la masa muscular magra constituye hasta casi el 50% del peso corporal total de
los adultos, pero entre los 75 y los 80 años disminuye hasta casi un 25% del peso corporal
total.
La disminución de la masa muscular en los miembros inferiores que se produce en el
envejecimiento tiene mucho que ver con el estado de la movilidad. El área de la sección
transversal de los cuádriceps disminuye hasta un 40% entre los 20 y los 80 años.
Se cree que la disminución de la función muscular se debe en gran parte a los cambios que
se producen paralelamente en la masa muscular. Sin embargo, ha quedado claro que
durante el envejecimiento la disminución de la fuerza muscular excede lo que se espera de
la disminución de la masa muscular, especialmente después de los 60-70 años.
La falta de coincidencia entre la progresión de la pérdida de la masa y la fuerza muscular
ocurre probablemente por el deterioro de la calidad muscular. Los estudios realizados
también han mostrado que la fuerza muscular podría ser más importante que la masa
muscular como factor determinante de las limitaciones funcionales y el estado de la
movilidad en la vejez.
Otros factores relacionados
Hay muchos factores que contribuyen a la pérdida de la masa y la fuerza muscular
relacionada con la edad, siendo la inactividad física probablemente el más importante. En
los músculos hipertrofiados podría ocurrir la interrupción de varios reguladores positivos
(por ej., las vías de interrelación entre la proteínacinasa B [Akt] y la diana de la rapamicina
en células de mamífero [mTOR]). Sin embargo, los mecanismos verdaderos no están claros
y quizás intervengan factores musculares primarios, la disfunción mitocondrial, el estrés
oxidativo, un estado proinflamatorio o factores no musculares, como la pérdida de neuronas
motoras; alteraciones metabólicas, alteración de la placa neuromuscular o, el desequilibrio
entre la denervación y la reinervación; y los cambios hormonales (por ej., insulina,
testosterona, estrógeno, hormona de crecimiento [GH, del inglés], factor de crecimiento
símil insulina 1 (IGF-1, del inglés], vitamina D, hormona paratiroidea).
Como resultado de la pérdida de la masa de la musculatura esquelética, la tasa de
metabolismo basal disminuye en casi un 30 % entre los 20 y los 70 años. El bajo consumo
de energía que ocurre en el envejecimiento no solo se debe a la disminución de la tasa
metabólica basal sino también a la probable disminución de la intensidad y duración de la
actividad física, y a la disminución del gasto energético posprandial por la disminución de
la oxidación de la grasa.
Sin embargo, la disminución de la ingesta calórica no necesariamente disminuye la
duración de la vida. En lugar de ello, la cantidad inadecuada de proteínas en la dieta,
incluso durante un corto lapso, puede provocar la pérdida de masa muscular incluso si la
ingesta calórica es adecuada, especialmente en presencia de un estado proinflamatorio.
En el nivel celular y tisular, la pérdida de la masa muscular asociada a la edad se
caracteriza por la atrofia preferencial de las miofibrillas tipo II, la necrosis fibrilar y la
agrupación de tipos de fibras, la expansión de las unidades motoras , el aumento de los
lípidos intramiocelulares y del colágeno, la alteración de la modulación neurológica de la
contracción, el incremento de las especies reactivas de oxígeno, la reducción de la función
mitocondrial y de la biogénesis, el aumento de la apoptosis mitocondrial y, la alteración de
la función de las células satélite. En los ancianos también está reducida la contractilidad
intrínseca de las fibras intactas.
Un proceso importante que caracteriza a los músculos en el envejecimiento es la
infiltración grasa, lo que se produce tanto en el nivel macroscópico, entre los grupos
musculares, como en el nivel microscópico, entre los miocitos y en el interior de ellos.
Existe evidencia de que la cantidad de la deposición de lípidos intramiocelulares se
correlaciona con el porcentaje de masa de grasa, el cual se utiliza como una medida
aproximada de la adiposidad.
Sin embargo, la relación de causalidad de la adiposidad y el depósito de lípidos
intramiocelulares no está clara, mientras que los resultados de las investigaciones indican
que podría estar relacionada con la disminución de la capacidad oxidativa de las
mitocondrias y el estancamiento del combustible no utilizado. Esta teoría es consistente con
los cambios de la función mitocondrial y la biogénesis relacionados con la edad, descritos
en los seres humanos y los roedores.
Para conservar su integridad y función anatómica, los músculos necesitan la reparación y el
mantenimiento continuos, y existe cierta evidencia de que en las personas mayores el
mecanismo de reparación es disfuncional. Por ejemplo, en los estudios de roedores de más
edad (19 a 25 meses) comparados con los ratones más jóvenes (de 3-8 meses) se observó
un deterioro de la capacidad regenerativa muscular debido a la disminución de la
proliferación y diferenciación de las células satélite. Este déficit puede estar
sustancialmente reducido en los experimentos parabióticos, en los que los animales de más
edad están expuestos a la circulación de un animal más joven genéticamente idéntico,
mediante una transfusión cruzada de sangre.
También hay cierta evidencia de que los defectos en la reparación se relacionan con la
tendencia que tienen en el envejecimiento las células satélite de adquirir un fenotipo
adipocítico. Los mecanismos potenciales descritos han sido identificados en el contexto del
envejecimiento, pero varias líneas de evidencia indican que algunos también intervienen en
enfermedades caracterizadas por la disminución acelerada de la masa y la fuerza muscular,
como ocurre en el envejecimiento. Saber en qué medida la pérdida muscular asociada al
envejecimiento y la relacionada con la enfermedad tienen mecanismos comunes podría
ayudar a establecer nuevos objetivos potenciales para las intervenciones.
Pérdida de masa muscular en las enfermedades endocrinas
Diabetes
Se prevé que la prevalencia global de la diabetes aumentará en forma excepcional durante
las próximas décadas, con mayor carga en los individuos de edad avanzada (>65 años).
Hasta el 70 % de los adultos diabéticos tiene dificultad para hacer tareas físicas rutinarias,
con una limitación particularmente evidente en la movilidad de las extremidades inferiores,
siendo la diabetes un factor de riesgo importante para la mayoría de los ´síndromes
geriátricos.
Aunque las comorbilidades─como la enfermedad cardiovascular y la
obesidad─probablemente favorecen la discapacidad física en los individuos diabéticos, ,
cada vez hay más evidencia de que parte del proceso de reducción de la movilidad en los
diabéticos de mayor edad es la magnitud del efecto directo de la diabetes sobre el músculo
esquelético. Por ejemplo, los estudios han sugerido que el probablemente el deterioro de la
función muscular media la asociación de la diabetes con la alteración de la marcha y el
andar lento en los adultos mayores (≥65 años).
En estudios tanto transversales como longitudinales, la pérdida acelerada de la masa y la
fuerza muscular que se registra en personas con diabetes es mayor cuanto más antigua es la
diabetes o más elevada es la hemoglobina glicosilada, y es atenuada por el uso de
sensibilizadores de la insulina. En los adultos mayores (≥60 años), la mayor duración de la
diabetes también se asocia con cuádriceps proporcionalmente más débiles.
La hiperglucemia en ayunas y posprandial y la hiperinsulinemia también se asocian en
forma independiente con la pérdida de la masa muscular en las personas sin diabetes, lo que
indica que la disglucemia y la resistencia a la insulina, o ambas, pueden ser factores de
riesgo para la pérdida de masa muscular. Es de notar que la hiperglucemia grave y la
resistencia a la insulina se asocian con una marcha más lenta.
La diabetes y la resistencia a la insulina son más comunes en los ancianos que en los
jóvenes y se asocian con fragilidad─una condición geriátrica de vulnerabilidad fisiológica
hacia los factores estresantes, y se asocian con malos resultados como la discapacidad y
mortalidad. La hiperglucemia se asocia con el desarrollo de fragilidad y limitaciones
motoras, potencialmente mediadas por la pérdida de la masa muscular.
La resistencia a la insulina provoca una menor estimulación de las vías de la síntesis de
proteínas y el aumento de la activación de las vías de degradación de las proteínas, lo que
en última instancia lleva a la pérdida del músculo en la diabetes tipo 2. La insulina es una
señal anabólica potente y estimula principalmente la síntesis de proteínas musculares en las
personas jóvenes pero no en las personas mayores. La resistencia a la insulina relacionada
con la edad de la síntesis proteica muscular podría ser superada por concentraciones
suprafisiológicas de insulina.
La cascada de la señalización de la insulina intracelular fisiológica activa la vía mTOR e
inhibe la autofagia, incluyendo la degradación lisosómica de las proteínas y las organelas.
En presencia de resistencia a la insulina, estos efectos de la insulina son disfuncionales y
facilitarían la pérdida muscular acelerada en la diabetes. En la diabetes también se altera el
balance entre la hipertrofia y la atrofia muscular.
En la resistencia a la insulina, se suprimen la insulina o la señalización IGF-1, lo que lleva a
la regulación hacia abajo de la vía de la fosfatidilinositol 3 cinasa/Akt y a la disminución de
la síntesis de proteínas, así como de la fosforilación de la proteína cabeza de tenedor O1. La
proteína cabeza de tenedor O1 fosforilada estimula la expresión de las enzimas E3,
atrogina-1 y MuRF1 (muscle ring finger-1), a través de la mayor activación de la vía
proteolítica ubiquitina-proteasoma.
El aumento de expresión de estas enzimas E3 en los individuos con resistencia a la insulina
contribuye a la degradación de la proteína muscular, un mecanismo no compartido por la
sarcopenia relacionada con la edad. El tamaño de las fibras musculares en el músculo
esquelético también está reducido en las personas con diabetes tipo 2.
En la diabetes están alterados el músculo esquelético, la función mitocondrial y la
capacidad bioenergética. Algunos estudios de pacientes obesos con diabetes tipo 2
mostraron que las mitocondrias del músculo son más pequeñas y tienen menos definidas las
membranas internas (con presencia de vacuolas) comparadas con las de los pacientes de
peso normal. El pequeño tamaño de las mitocondrias se correlaciona con niveles bajos de
glucosa y sensibilidad a la insulina.
Sin embargo, algunos estudios no han detectado ningún efecto significativo de la diabetes
en las mitocondrias musculares. Las tiazolidinadionas son fármacos que no solo mejoran la
sensibilidad a la insulina sino que también suprimen las vías de la proteólisis y estimulan la
biogénesis mitocondrial, en parte a través de la inducción del proliferador del peroxisoma
activado del receptor-γ coactivador 1α-(PGC-1α). El PGC- 1α es un coactivador de la
transcripción que reduce la expresión del gen en los músculos de los pacientes con diabetes
tipo 2, y podría tener un papel en la prevención de la atrofia muscular.
La diabetes también se caracteriza por la reducción de la actividad mitocondrial de la
cadena de transporte de electrones, lo que resulta en una deficiencia energética. No está
claro si la disfunción mitocondrial muscular en la diabetes tipo 2 es la causa primaria de la
resistencia a la insulina o viceversa. Sin embargo, en las personas sin diabetes, el músculo
esquelético aumenta la producción de ATP en respuesta a la insulina exógena, pero este
incremento es menor en los diabéticos y está relacionado con una respuesta a la insulina
alterada.
La función mitocondrial in vivo (medida mediante la resonancia magnética espectroscópica
con fósforo-31) está también disminuida en el músculo de los diabéticos tipo 2 en
comparación con los controles comparables por la edad y el índice de masa corporal (IMC).
Muchos de los cambios en la función mitocondrial del músculo esquelético registrados en
los diabéticos son similares a los que se hallan en el envejecimiento.
Obesidad
La obesidad se define como la acumulación de grasa anormal o generalizada que afecta
negativamente a la salud. El punto de corte del IMC usado para definir la obesidad surgió
de estudios que investigaron la relación entre el IMC y la mortalidad y que detectaron un
aumento brusco de la mortalidad global en las personas con IMC >30 kg/m2.
Sin embargo, la pérdida de la altura y de la masa corporal magra, y el aumento de la masa
grasa que ocurre con el envejecimiento desvincula la relación del IMC y la obesidad, y
atenúa las asociaciones con la mortalidad. La pérdida de altura provocada da lugar a un
IMC más elevado, o la estimación exagerada de la gordura, mientras que un descenso en la
masa corporal magra da una estimación subvaluada.
No obstante, no se sabe bien si estos criterios para la obesidad son apropiados para los
adultos mayores, como lo han sugerido algunos autores que sostienen que el aumento del
IMC (por ej., en el rango de sobrepeso) no necesariamente se asociaría con mayor riesgo de
mortalidad en los ancianos.
En los jóvenes sanos y los individuos mayores, el músculo y el hueso tienden a estar
correlacionados con el peso corporal, probablemente debido a las fuerzas de gravedad y de
inercia durante el movimiento, porque esas fuerzas, que se ejercen durante el movimiento,
estimulan los mecanorreceptores tanto del hueso como del músculo, los que modulan la
producción de los factores de crecimiento.
Pero los resultados de los estudios sobre la composición corporal han mostrado que este
mecanismo de adaptación podría estar alterado en los adultos mayores obesos. En
consecuencia, los obesos podrían tener una fuerza muscular relativamente baja en relación
al tamaño corporal y tener mayor riesgo de discapacidad. La infiltración grasa de los
músculos (intramuscular e intermuscular) está más relacionada con el mal desempeño físico
de los músculos de las extremidades inferiores. También podría haber una interrelación
entre los músculos y la grasa, por la cual la contracción de los músculos esqueléticos libera
miocinas que ejercen su efecto sobre la grasa visceral.
La pérdida de masa muscular relacionada con la edad está típicamente compensada por la
ganancia de masa grasa. Como resultado, en la edad media de la vida, el peso corporal en
ambos sexos podría ser bastante estable o estar ligeramente aumentado, aunque en realidad,
la cantidad relativa de grasa corporal está aumentada en comparación con el tejido magro—
un paso importante en el desarrollo de la obesidad sarcopénica. Después de los 70 años, la
masa magra y la masa grasa tienden a disminuir en forma paralela.
Existen otros criterios respecto de la obesidad sarcopénica. Baumgartner y col. describieron
por primera vez la obesidad sarcopénica como un índice de masa esquelética inferior a 2
desviaciones estándar (DS) por debajo de la referencia sexo específica para una población
joven y sana, con un porcentaje de grasa corporal mayor al 27% en los hombres y al 38%
en las mujeres (aproximadamente un IMC de 27 kg/m2).
Mediante el uso de la impedancia, Davison y col. hicieron una descripción alternativa que
incluye los criterios de la grasa corporal en los 2 quintilos superiores y los de la masa
muscular en los 2 quintilos más bajos. También se han presentado otros criterios para la
obesidad sarcopénica, pero son muy heterogéneos. Es así que en Estados unidos las
prevalencias oscilan entre el 4,4% y el 84% en los hombres y el 3,6% y el 94% en las
mujeres.
En general, independientemente de la definición, la prevalencia aumentó en cada década de
la vida y fue menor en las personas de raza negra no hispanas que en las personas de raza
blanca. Debido a la ausencia de una definición estandarizada para la obesidad sarcopénica y
a los diferentes índices de composición corporal, los puntos de corte propuestos representan
una importante limitación para la clínica y la investigación.
La sarcopenia y la obesidad pueden coexistir y se asocian sinérgicamente con una mayor
disminución funcional y malos resultados que lo que cada condición hace por sí sola. Los
hallazgos de algunos estudios indican que la obesidad por sí misma podría contribuir más a
una función física disminuida que la sarcopenia sola, pero esto depende probablemente del
grado de pérdida muscular. Baumgartner y col. mostraron que tanto los hombres como las
mujeres >60 años con obesidad sarcopénica tenían un riesgo significativamente mayor de
tener ≥3 discapacidades físicas en comparación con los individuos no obesos, después
haber hecho ajustes estadísticos por la edad; esta asociación fue más estrecha que cuando se
consideraron la sarcopenia o la obesidad solas. Los resultados de otros estudios mostraron
que la obesidad sarcopénica podría predecir el inicio de la discapacidad diaria en los
adultos mayores.
Muchos de los mecanismos propuestos para la obesidad sarcopénica se superponen con los
propuestos para la sarcopenia relacionada con el envejecimiento. La masa contráctil neta
podría ser inferior a la estimada debido a la mioesteatosis, es decir, la infiltración de grasa y
tejido conectivo en el músculo esquelético. Las tasas anormales de síntesis proteica y de
resistencia anabólica al ejercicio son especialmente evidentes en la obesidad sarcopénica.
Se ha argumentado que en presencia de obesidad, los músculos funcionan en el límite más
alto de su espectro de capacidad, lo cual podría ser energéticamente menos eficiente y, a la
larga, provocar daño acumulado. El desarrollo de la obesidad sarcopénica podría estar
relacionado con varios procesos.
En la obesidad, las células grasas proinflamatorias senescentes podrían contribuir al
desarrollo de la sarcopenia. La mayor formación de especies reactivas de oxígeno y la
inflamación crónica relacionada con el aumento de la carga de ácidos grasos también puede
provocar el daño de las mitocondrias del músculo esquelético. Una dieta hipergrasa puede
disminuir la expresión de PGC-1α (un conductor de la biogénesis mitocondrial), y de los
genes necesarios para la fosforilación oxidativa mitocondrial, el establecimiento de las
miofibras oxidativas y la vascularización. Sin embargo, aún se necesitan más
investigaciones para comprender mejor los mecanismos de la obesidad sarcopénica
subyacente.
Hipogonadismo masculino
Está bien documentado que en el envejecimiento se desregulan varias hormonas y que los
andrógenos afectan la composición corporal, incluyendo la masa muscular. En los hombres,
las concentraciones de testosterona total disminuyen 1% por año mientras que su
biodisponibilidad disminuye 2% por año a partir de los 30 años. El sulfato de
dihidroepiandrosterona es un precursor de la testosterona, con concentraciones que también
disminuyen con el envejecimiento—en los hombres de 70–80 años, esas concentraciones
son aproximadamente el 20% de las concentraciones pico a la edad de 20 años,
Un modelo de enfermedad relacionada con el hipogonadismo en los hombres mayores es el
tratamiento de deprivación andorogénica para el cáncer de próstata. Luego de 6 meses de
dicho tratamiento, los hombres mayores con deprivación androgénica tienen disminuido el
músculo esquelético apendicular y el tejido magro, y aumentada la grasa corporal,
comparados con los controles no tratados.
Los resultados de estudios aleatorizados también han mostrado que las dosis
suprafisiológicas de testosterona en los hombres provocan el aumento de la masa libre de
grasa, del tamaño del músculo y de la fuerza muscular.
En los hombres mayores, las investigaciones también han mostrado una asociación entre las
concentraciones bajas de testosterona libre y la limitación de la movilidad. Los resultados
de ensayos aleatorizados controlados de hombres mayores con limitación motriz e
hipogonadismo tratados con andrógenos mostraron una mejoría de la fuerza muscular y de
la capacidad para subir escaleras. Sin embargo, no todos los estudios han obtenido
resultados positivos sobre el estado funcional con el tratamiento con testosterona.
Por otra parte, el reemplazo con testosterona conlleva el riesgo potencial de aumentar los
trastornos respiratorios (por ej., tos, disnea, exacerbación del asma o de la enfermedad
pulmonar obstructiva crónica [EPOC], apnea del sueño) y riesgo de trastornos del tejido
subcutáneo (por ej., reacciones en el sitio de aplicación, prurito, eritema, úlceras del pie e
hirsutismo).
Quizás lo más importante con el tratamiento de reemplazo de la testosterona es el
desarrollo de cuadros cardiovasculares adversos, pero todavía faltan más estudios al
respecto. La testosterona aumenta la síntesis de proteínas musculares, probablemente por el
mayor uso de aminoácidos intracelulares por parte del músculo esquelético.
Por otra parte, en respuesta a la cantidad suprafisiológica de testosterona se produce una
mayor expresión de receptores androgénicos, lo que también podría contribuir a una
hipertrofia muscular más marcada. Otra vía posible podría ser el aumento del eje de la GH
con la creación de un estado anabólico. La terapia dual con testosterona y GH en los
ancianos con concentraciones de testosterona normal mejora la masa corporal magra,
comparado con el placebo o con cada tratamiento por separado. Sin embargo, a pesar del
importante aumento de la masa magra luego del tratamiento con testosterona y GH, las
pruebas de funcionamiento muscular no necesariamente mostraron una mejoría
significativa al cabo de 8 semanas.
Los estados hipogonadales también se asocian con un aumento de la obesidad troncal, lo
que podría favorecer más la elevación de las concentraciones de citocinas que la
sarcopenia. En general, aunque los posibles beneficios del tratamiento androgénico para la
sarcopenia no han sido completamente investigados, no hay pruebas definitivas de que la
estimulación androgénica en los hombres aumente su estado funcional.
Deficiencia de la hormona de crecimiento
La GH es la hormona hipofisaria que regula el desarrollo y coordina el crecimiento
posnatal de varios tejidos, incluyendo el músculo esquelético. La secreción de GH ocurre
en forma pulsátil, con mayor flujo al comienzo de la onda lenta del sueño y un flujo más
bajo pocas horas después de las comidas. La secreción de GH es más elevada en la
pubertad. Tiene efecto anabólico y lipolítico mediados por el IGF-1, el cual es producido
predominantemente en el hígado. Después de los 30 años, la secreción de GH declina a
razón de casi 1% por año.
El aumento de la adiposidad y de las concentraciones de ácidos grasos libres inhibe la
producción de GH y disminuye las concentraciones plasmáticas de IGF-1, asociadas con la
disminución de la masa y la fuerza muscular y de la síntesis proteica y con el aumento de la
muerte celular, lo cual, a su vez, conduce a la acumulación de grasa visceral y al descenso
da la masa corporal magra.
El tratamiento con GH en los adultos con hipopituitarismo y asociado a la deficiencia de la
GH puede mejorar la composición corporal y aumentar la masa corporal magra. Una
revisión sistemática mostró que los individuos tratados con GH tenían un descenso
importante de la masa grasa (−2,08 kg) y un aumento significativo de la masa corporal
magra (+2,13 kg).
Sin embargo, no se notó ningún cambio general en la altura de los participantes tratados
comparados con aquellos que recibieron placebo o hicieron ejercicios. Los participantes
tratados con GH también mostraron más posibilidad de sufrir efectos colaterales como
edema tisular. artralgias, síndrome del túnel carpiano y ginecomastia, y de desarrollar
hiperglucemia en ayunas o diabetes, lo cual limita su uso en el contexto clínico.
Hipertiroidismo
El hipertiroidismo también puede estar asociado con la pérdida de músculo y la
disminución de la función física. El hipertiroidismo se asocia con mayor degradación de las
proteínas musculares, resultando en una mayor liberación de aminoácidos. En los pacientes
con tirotoxicosis grave, la masa muscular se puede reducir hasta un 20% y la fuerza
muscular hasta un 40%; con la normalización de las concentraciones tiroideas, la masa
muscular y la fuerza se restablecen, pero esto puede tardar hasta 9 meses.
Hipercortisolismo
El hipercortisolismo puede presentarse clínicamente con debilidad muscular proximal
debido al exceso de glucocorticoides endógenos. Los glucocorticoides inhiben la síntesis
proteica y estimulan la degradación de las proteínas de los músculos esqueléticos. El IGF-1
se reduce y la miostatina aumenta.
En conjunto, estos cambios provocan el catabolismo proteico, la atrofia muscular y, en
última instancia, debilidad. Más de la mitad de los pacientes con síndrome de Cushing
(exógeno o por exceso de glucocorticoides endógenos) puede desarrollar debilidad
muscular. El tratamiento del síndrome de Cushing que disminuye las concentraciones de
cortisol podría mejorar la función muscular.
Deficiencia de vitamina D
Existe mucha evidencia surgida de la observación de que la deficiencia de vitamina D
causa debilidad muscular con atrofia de las fibras musculares, deterioro de la calidad
muscular y aumento de la grasa intramuscular. Los adultos mayores son más vulnerables a
la deficiencia de vitamina D que los adultos más jóvenes. La administración de vitamina D
suplementaria también podría tener muchos efectos benéficos al reducir las caídas y
mejorar la fuerza muscular, pero la evidencia no es concluyente; esta hipótesis está siendo
estudiada por grandes ensayos aleatorizados controlado.
Osteoporosis
La osteoporosis también se asocia con la pérdida de la función muscular y la limitación de
la movilidad, aunque no se sabe bien cómo se comporta esta asociación. Las muestras de
biopsia de pacientes con osteoporosis muestran atrofia de las fibras musculares de tipo II.
El grado de atrofia de las fibras es proporcional al grado de pérdida de la densidad mineral
ósea.
Pérdida muscular en otras enfermedades
La pérdida muscular también puede ocurrir en otros estados patológicos, como la artritis
reumatoidea, la enfermedad arterial periférica, la EPOC, la insuficiencia cardiaca
congestiva, la nefropatía avanzada, la cirrosis, el cáncer y el VIH. Pero también existen
otras enfermedades que pueden cursar con pérdida muscular como la caquexia,
caracterizada clínicamente por una gran pérdida de peso y emaciación marcada, asociadas a
una enfermedad grave y que se produce mucho más rápidamente que la pérdida relacionada
con el envejecimiento u otras enfermedades.
Comúnmente, en los pacientes con artritis reumatoidea la masa y la fuerza muscular
disminuyen. En la artritis reumatoidea son varios los factores que pueden contribuir a la
pérdida muscular, incluyendo la presencia de citocinas proinflamatorias. Por otra parte,
podría ocurrir la reducción de la síntesis proteica en los miocitos, limitaciones en la
actividad física, resistencia a la insulina y una inadecuada ingesta de proteínas.
La enfermedad arterial periférica también puede estar asociada con la reducción de la
fuerza muscular y la mala función física. La gravedad de la enfermedad arterial periférica
podría correlacionarse tanto con el grado de fuerza muscular como con la masa muscular.
Los episodios repetidos de isquemia y reperfusión podrían ser una vía común asociada a la
pérdida de músculo en muchas condiciones médicas, incluyendo la enfermedad arterial
periférica, la insuficiencia cardíaca congestiva y la EPOC─que causa un daño que requiere
una regeneración frecuente hasta que se agota la capacidad de reparación de las células
satélite residentes.
La hipoxemia intermitente o crónica también podría afectar la función mitocondrial de una
manera similar a la pérdida de masa muscular relacionada con la edad, dando lugar al estrés
oxidativo, la reducción de la disponibilidad de energía y la disminución de la síntesis de
proteínas. La hipoxia y el daño persistentes también pueden inducir un estado
proinflamatorio que conduce a la pérdida muscular.
La uremia en la enfermedad renal crónica también conduce a la degradación acelerada de
las proteínas musculares, e implica mecanismos similares a otras condiciones catabólicas
como la caquexia por cáncer, el hambre, la deficiencia de insulina y la sepsis, a través de la
vía proteolítica ubiquitina-proteasoma. En particular, la expresión de las ligasas de
ubiquitina en el músculo, atrogina-1 y MuRF-1, aumenta notablemente en los estados
catabólicos. La atrogina-1 y el MuRF-1 podrían servir como biomarcadores para las tasas
de proteólisis y la pérdida muscular. El suplemento de vitamina D en los pacientes con
deficiencia de esa vitamina también podría mejorar la fuerza muscular y el estado funcional
de los pacientes con nefropatía crónica.
En los pacientes con cirrosis hepática avanzada, la síntesis de proteína en el músculo
esquelético también se reduce, incrementándose la desintegración de las proteínas
musculares, lo que lleva a la reducción de la masa muscular. La mala nutrición, las
alteraciones hormonales y metabólicas y los factores inflamatorios también pueden
favorecer la pérdida muscular en la cirrosis. Los pacientes con cirrosis también sufren una
reducción significativa de la capacidad de ejercicio y de la fuerza muscular, lo que podría
favorecer el desarrollo de resultados clínicos adversos.
El cáncer podría provocar la pérdida de músculo, la cual se desarrolla lentamente en
comparación con la enfermedad crítica. La inflamación inducida por tumores puede
provocar una mayor producción del factor de necrosis tumoral α, interleucina 6, interferón
ɣ y otras citocinas, lo que se traduce en un aumento del catabolismo proteico, la
disminución del anabolismo proteico, la resistencia a la insulina y la lipólisis.
Aunque la disminución de la ingesta calórica y la anorexia asociadas al cáncer pueden
contribuir a la pérdida muscular, no son los únicos factores. El aporte calórico agresivo por
sí solo no puede revertir la pérdida del músculo esquelético. En los pacientes con cáncer,
tanto el ejercicio aeróbico como el de resistencia podrían mejorar la fuerza muscular de las
partes superior e inferior del cuerpo.
El VIH también está asociado con una mayor concentración de citocinas proinflamatorias
circulantes que pueden alterar el equilibrio proteico, en forma similar al cáncer. Por otra
parte, las personas con VIH pueden tener menor concentración de testosterona. Estos
pacientes tienen menos fuerza muscular que los individuos sanos, pero los ejercicios de
resistencia pueden aumentar la fuerza de los pacientes mayores hasta igualar a sus controles
comparables por edad.
La oxandrolona es un esteroide anabólico que ha sido utilizado para tratar la pérdida de
masa muscular en enfermedades tales como el VIH, y también en pacientes con otros
trastornos catabólicos como las enfermedades neuromusculares o, en individuos que han
tenido un traumatismo grave, lesiones por quemaduras o infecciones, con una mejoría
notable en la función muscular y una rápida recuperación.
Pérdida muscular relacionada con la edad y las enfermedades
Ejercicio
El envejecimiento y la enfermedad crónica tienen muchos mecanismos comunes que
podrían conducir, en forma sinérgica, a la pérdida de masa muscular. En consecuencia, en
ambos casos, se han hecho investigaciones sobre el efecto el ejercicio y de las
intervenciones en la dieta para la diabetes y la obesidad, con el fin de preservar la masa y la
fuerza muscular.
Los ejercicios de resistencia estimulan la síntesis proteica dando como resultado el aumento
de la masa y la fuerza muscular. El aumento de la masa muscular ocurre casi
inmediatamente, mucho antes de que se haga ostensible el aumento de la masa muscular, lo
que indica que posiblemente, el efecto principal del ejercicio no derive de la hipertrofia
sino de la calidad del músculo.
El máximo beneficio que se obtiene del entrenamiento de la resistencia y el ejercicio
aeróbico es sobre la pérdida de peso, la masa muscular esquelética y la ganancia de fuerza;
además, mejora la resistencia a la insulina, como lo demostraron estudios hechos en
individuos obesos de 60–80 años.
Luego de 6 meses, la mayor ganancia de músculo (hasta casi 1 kg) se observó en el grupo
que realizó ejercicios de resistencia. Los ejercicios de resistencia son efectivos y seguros
para evitar la pérdida muscular, aun en los ancianos (edad media, 87 años) y en los
individuos debilitados, potencialmente por la disminución de la apoptosis del músculo
esquelético y la mejoría de la función mitocontrial.
Villareal y col. comprobaron que para la pérdida de peso (de no más del 10%), 6 meses de
terapia ocupacional semanal combinada con sesiones de 90 minutos de ejercicios de
resistencia, no más de 3 veces por semana, pueden mejorar la función y la debilidad en los
ancianos obesos (>65 años).
Por otra parte, el entrenamiento de la resistencia muscular puede mejorar la composición
corporal, independientemente de la pérdida de peso. Fiatarone y col. comprobaron que un
programa de resistencia de 8 semanas realizado en una institución geriátrica podría
aumentar significativamente la masa muscular en hombres y mujeres debilitados (edad
media 87 años).
Asimismo, el aumento de la masa muscular se acompaña del aumento de la tasa metabólica
en reposo e induce cambios positivos en las fibras musculares. En tan solo 12 semanas, la
capacitación de la resistencia durante 2-3 días por semana puede conducir al aumento del
tamaño de las fibras musculares, tanto en los ancianos como en los jóvenes no entrenados.
En los adultos frágiles >85 años, el entrenamiento de la resistencia durante 3 meses
aumentó selectivamente las fibras tipo II, que son preferentemente las que se pierden con el
envejecimiento. Simultáneamente, el aumento de la actividad contráctil promueve la
transformación de las fibras oxidativas, la expresión de PGC-1α, la biogénesis mitocondrial
y la síntesis de proteínas musculares, y podría llevar a la reducción de la inflamación y las
células de estrés oxidativo. Las células satélite en el músculo también pueden ser activadas
por el ejercicio.
Por otra parte, los hallazgos de varios estudio en ldiabéticos tipo 2 han mostrado los
beneficios del ejercicio (aeróbico y de resistencia) para mejorar el metabolismo de la
glucosa y la sensibilidad a la insulina. En los diabéticos con sobrepeso y obesos, después de
16 semanas, una dieta hiperproteica e hipocalórica combinada con el entrenamiento de la
resistencia logró una mayor pérdida de peso y más cambios favorables en la composición
corporal que lo que se logró con la intervención sola.
Después del ejercicio, la capacidad de la insulina para estimular el transporte de la glucosa
mediada por la GLUT4 mejora notablemente y también podría estimular la traslocación de
GLUT4 en el músculo esquelético, a través de un mecanismo distinto de la insulina, tal vez
a través de efectos directos sobre la cascada de señalización de la insulina.
Dieta
Contrariamente al beneficio que se obtiene para la salud muscular mediante los ejercicios,
no ha quedado establecido que las modificaciones de la dieta sean efectivas para evitar la
sarcopenia. El mejor momento para el aporte de proteínas sería antes o inmediatamente
después del ejercicio, lo que podría brindar más beneficios sobre la síntesis proteica
muscular que la ingesta postergada de las mismas, probablemente debido a la mayor
liberación de aminoácidos para ser usados por el músculo que está haciendo un ejercicio
activo. Aun sin el estímulo del ejercicio de resistencia, una dieta hiperproteica también
mejoraría el anabolismo del músculo.
En estudios preliminares en ancianos de ambos sexos con sarcopenia, el suplemento oral
con 16 g diarios de aminoácidos esenciales se asoció a los 16 meses con un aumento de la
masa magra y más aumento a los 18 meses, junto con la mejoría de la sensibilidad a la
insulina.
Los tratamientos dietéticos para la obesidad sarcopénica podrían programarse con menos
restricción calórica (reducción de 200–750 kcal) que los programas de adelgazamiento
usuales. La pérdida de peso moderada de alrededor del 5% en las mujeres mayores mejoró
la resistencia a la insulina, la distribución de la grasa y la infiltración lipídica del músculo,
y preservó la masa muscular del muslo, solo con un leve aumento de la masa magra
apendicular. Algunos autores han propuesto que para contrarrestar los efectos de la
obesidad sarcopénica, los adultos mayores sanos con una función renal adecuada podrían
tener una ingesta proteica que alcance o aun exceda la cantidad diaria recomendada, para
ayudar a evitar el catabolismo proteico del músculo durante la pérdida de peso.
La mayor ingesta proteica mantendría la masa muscular durante las dietas hipocalóricas
hasta alcanzar una magnitud que supere la ingesta proteica usual.
El envejecimiento no necesariamente empeora la respuesta metabólica a las comidas ricas
en proteínas. Son preferibles las fuentes alimentarias de alto contenido proteico como la
carne magra, el pescado, los productos lácteos descremados y la soja. Sin embargo, los
efectos de la suplementación proteica, especialmente en niveles elevados, requiere mayor
investigación a largo plazo.
La suplementación con reemplazos alimentarios hiperproteicos, o específicamente con
aminoácidos esenciales o aminoácidos de cadena ramificada, o ambos, sería beneficiosa
pero necesita más estudios. Por el contrario, en los individuos con concentraciones elevadas
de marcadores inflamatorios, la ingesta hipoproteica se ha asociado con una disminución de
la fuerza muscular.
Conclusiones e investigaciones futuras
A pesar del progreso en la caracterización de la sarcopenia y sus complicaciones, no hay
cura para la pérdida muscular relacionada con la edad o las enfermedades. Es claro que el
ejercicio ayuda a mantener la masa y la fuerza muscular pero probablemente no afecta al
proceso biológico que finalmente conduce a la sarcopenia. Por lo tanto, la estrategia más
efectiva para tratar estas condiciones es un capítulo abierto.
Se están investigando nuevos tratamientos y hay varios estudios clínicos en marcha sobre
este tema. Hay estudios multicéntricos en fase 3 sobre los resultados de las intervenciones
en el estilo de vida y la independencia. en ancianos. Se esperan con esperanza los
resultados de estudios clínicos sobre terapias antiinflamatorias para prevenir otros
resultados secundarios como el endurecimiento arterial, los que también evalúan los
cambios en la masa y la fuerza muscular.
Los estudios sobre los efectos del tratamiento sobre la función muscular con testosterona
con o sin ejercicio ya están casi completos. Las investigaciones sobre el efecto de la
vitamina D sobre la fibra muscular y otros parámetros ya están en ejecución. Sin embargo,
solo hay pocos ejemplos.