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Material de apoyo Módulo Historia Seminario de actualización Etapas y procesos de la historia de Occidente A. “Prehistoria” 1 • Proceso de hominización: Evolución biológica y cultural del ser humano. • Desarrollo de las primeras tecnologías: piedra (Paleolítico y Neolítico) y metalurgia (Edad de los Metales). • Revolución agrícola: domesticación de plantas y animales (agricultura y ganadería). Transformación de los modos de vida: de nómada (caza y recolección) a sedentario (agricultura). Formación de aldeas; desarrollo del comercio; complejización de la organización social y política. Período Años 2 Características principales (aprox) Edad de Paleolítico Hace a) Paleolítico inferior: proceso de hominización. Dominio del fuego y Piedra 5.000.000 primeras herramientas de piedra. Caza y recolección b) Paleolítico medio: comienza la expansión del ser humano por África, Asia y Europa. c) Paleolítico superior: pintura rupestre. Poblamiento de América por durante la glaciación de Würm-Wisconsin. Neolítico 8000 a.C Domesticación de plantas y animales. Sedentarización. Construcciones megalíticas. Edad de Edad del 5000 a.C Utilización del cobre en la fabricación de bienes. Grandes los Cobre monumentos de piedra. En América, empieza el cultivo del maíz. 3 metales Edad del 1800 a.C Aparición de la moneda; invención de la rueda. Utilización del bronce Bronce en Oriente Medio y propagación de su uso en Europa. Edad del 800 a.C Uso del hierro en Oriente Medio y propagación de su uso en Europa. Hierro 1 Es preferible utilizar el nombre de cada etapa (Paleolítico, Neolítico, etc.), pues la denominación de Prehistoria tiene la fuerte carga de que la historia comienza con la escritura, lo cual induce a error. 2 Las fechas no son absolutas. Varían según lugares y ante nuevas evidencias científicas. 3 Un ejemplo de que las cronologías convencionales pueden inducir a error si no se las explica adecuadamente se evidencia en la Edad de los Metales. Si bien se la considera la última etapa de la llamada Prehistoria, se desarrolla en gran medida en la Antigüedad. Recuérdese que las periodizaciones permiten ordenar, pero no dan cuenta necesariamente del ritmo de los procesos históricos. B. Antigüedad: • Conformación de las primeras civilizaciones: Egipto. En torno río Nilo, en el norte de África. Los primeros asentamientos humanos en esta zona están fechados hacia el año 10.000 a.C. La civilización egipcia se inicia hacia el año 3.100 a.C, cuando estos reinos fueron unificados por Rey Menes. Mesopotamia. Cercano Oriente, entre los ríos Tigris y Eufrates, durante el tercer milenio a.C. Su desarrollo estuvo marcado por la presencia de diferentes pueblos que vivieron en ciudades-Estado y que alcanzaron la hegemonía sobre los otros en diferentes períodos: sumerios, acadios, babilonios; asirios. La unidad cultural, dada por elementos como el sistema de escritura o las creencias religiosas, permite hablar de una civilización. India. Áreas aledañas a los ríos Ganges e Indo, en fechas cercanas al 2500 a.C. En el segundo milenio a.C., grupos de origen ario ocuparon la zona, imponiendo elementos de su cultura, como la lengua sánscrita y la religión hinduista. China. Áreas aledañas a los ríos Amarillo y Azul. Desde el primer milenio a.C. se sucedieron diferentes dinastías. Solo en el año 221 a.C. se unificó China, a través de la imposición de una administración, ley, lengua y moneda en todo el imperio. Civilizaciones americanas. La cultura Olmeca se desarrolló entre los años 1200 y 200 a.C., en la costa del golfo de México. En los Andes centrales, se desarrolló la cultura Chavin entre los años 1000 y 400 a.C. Ambas fueron sociedades urbanas de gran desarrollo cultural, que probablemente tuvo un gobierno teocrático, pues eran los sacerdotes quienes tenían el control político y religioso. • Desarrollo de la civilización grecorromana: Grecia. Entre el siglo IX a.C. y el siglo I a.C., cuando fue conquistada por los romanos. Se desarrolló en la cuenca del Mar Egeo –parte del mar Mediterráneo-, en la península de los Balcanes. La Polis fue la unidad política básica de Grecia. Cada una tenía su propio gobierno, leyes y ejército; el hecho de compartir un idioma y una religión, los hacía sentirse parte de una unidad cultural, a la que denominaban Hélade. Las poleis tuvieron diferentes formas de gobierno, siendo las más comunes la monarquía, el gobierno aristocrático o limitado a un número reducido de ciudadanos; la tiranía, en que el gobierno recaía en una sola persona, y; la democracia. Esta última se desarrolló en Atenas y se caracterizó por la participación de los ciudadanos en el gobierno de la polis. Eran ciudadanos los hombres hijos de padre y madre ateniense; los no ciudadanos incluían a los extranjeros o metecos, a los esclavos y a las mujeres, ya fueran libres o esclavas. Fue una democracia directa. Roma. Entre el 753 a.C. y el 476; sus orígenes están en la península itálica, aunque se extendió en toda la cuenca del Mediterráneo y gran parte de Europa y Cercano Oriente. Su primera forma de gobierno fue la monarquía, aunque en el 509 a.C. fue derrocado el último monarca, dando inicio a la República. En este período, el gobierno estaba a cargo de tres instituciones principales: los Comicios o asambleas, las Magistraturas y el Senado. Tras un período de crisis, derivado la fuerte desigualdad social, el excesivo peso del poder militar y los problemas de administración, se formó un nuevo tipo de institucionalidad: el Imperio (27 a.C.). Este sistema se caracterizó por la concentración de los poderes civil, militar y religioso en manos de una persona, el Emperador. Las instituciones republicanas se mantuvieron, pero con poderes muy limitados. El Imperio entró en crisis a partir del siglo III, lo que terminó en su colapso definitivo en el siglo V. Esta crisis estuvo marcada por el descenso de la población, la ineficiencia administrativa, la decadencia de las ciudades y del comercio, la crisis de la economía y la inestabilidad política, derivada de los malos gobiernos, el excesivo poder del ejército, la rotación de emperadores, las rebeliones y la división territorial del Imperio. • Surgimiento y difusión del cristianismo. Surge en el seno del Imperio Romano y se vale de su estructura geopolítica para su difusión. A comienzos del siglo IV el mundo cristiano había crecido tanto en número, influencia y organización, que el emperador Constantino I estableció la tolerancia religiosa (Edicto de Milán, 313), abriendo el camino para que Teodosio lo declarara religión oficial del Imperio el año 380, mediante el Edicto de Tesalónica. C. Edad Media. • Formación de reinos germanos y del Imperio Carolingio. Los germanos eran pueblos no romanizados, originarios del norte y el este de Europa, que, a partir del siglo III, comenzaron a presionar las fronteras del Imperio Romano. Los germanos se agrupaban en tribus, de cuya asamblea de guerreros se escogía al rey. En el contexto de la crisis del Imperio, muchos de ellos se integraron al ejército romano. En oleadas sucesivas, penetraron las fronteras del Imperio, formando sus propios reinos en territorio romano: en el norte de África (reino de los vándalos), en la península Ibérica (reino de los visigodos), en la Galia (reino de los francos) y en Italia (reino de los lombrados). En forma paralela, los alamanes, ocuparon la ribera del río Rin, mientras las tribus de los anglos y los sajones ocuparon la Britania. En 476, los germanos depusieron al último emperador romano, poniendo fin a la ficción del poder imperial en Roma. El reino más relevante fue el de los francos; en el año 496, el rey franco Clodoveo se convirtió al catolicismo, lo que le significó el decidido apoyo de la Iglesia. En el año 800, uno de los gobernantes francos, Carlomagno, fue coronado por el Papa como emperador de Occidente, con lo que nació el Imperio Carolingio. Carlomagno implementó un tipo de administración centralizada y una red de funcionarios leales al gobernante. Estos funcionarios eran controlados por los missi dominici, que vigilaban el cumplimiento de las leyes y la recaudación de los impuestos. No obstante, nobles y obispos tenían un poder considerable en sus territorios. • Desarrollo y expansión del Islam. El Islam nació en el siglo VII, en Arabia, a partir de la prédica del profeta Mahoma (570-632). En un primer momento, el mensaje de Mahoma no fue bien recibido, por lo que él y sus seguidores huyeron de la ciudad de La Meca hacia la vecina ciudad de Medina en el año 622 (Hégira; inicio del calendario musulmán). Tras el regresó a La Meca, Mahoma inició la difusión del Islam. Esta religión se convirtió en una poderosa fuerza que unificó a las dispersas tribus árabes; al mismo tiempo, el afán por difundir la nueva fe sirvió de base para una expansión territorial que permitió construir un poderoso Imperio. Esta expansión fue llevada a cabo por los sucesores de Mahoma, los califas. El califa era la máxima autoridad política y religiosa y era apoyado en la administración por funcionario o visires. La expansión del Islam se desarrolló por la península Arábiga, el norte de África y la península Ibérica, en Europa. En esta última, los árabes establecieron un reino, el Al Andalús, con capital en Córdoba. Parte de este reino se mantuvo hasta la Reconquista española, en 1492. La cultura islámica tomó muchos elementos de los pueblos que iba conquistando, especialmente de la cultura helenística. Gracias a ellos, el conocimiento científico y filosófico griego llegó a Occidente. • Fortalecimiento del poder de la Iglesia. La Iglesia logró mantenerse como la única fuerza unificadora de Occidente, otorgando unidad política y cultural. Con el paso de los siglos, la Iglesia había consolidado un dogma y un ritual que permitía a los europeos identificarse como parte de la comunidad cristiana, independiente de quien fuera su señor o cual fuera la parte de Europa donde habitaban. Occidente pasó a ser sinónimo de la Cristiandad; fuera de sus límites estaban los cristianos ortodoxos o los infieles. Asimismo, la Iglesia había conseguido fortalecer su autoridad, constituyéndose en una suerte de monarquía liderada por el Papa, quien tenía autoridad sobre los reyes cristianos y podía intervenir en asuntos tanto políticos como espirituales. En sus monasterios se conservaba la cultura y la posesión de tierras le asignaba una cuota importante de poder. Además la Iglesia mantenía importantes vínculos con reyes y nobles, lo que le daba una gran influencia política. • Feudalismo. Fue un sistema de relaciones económicas, políticas y militares, que alcanzó sus formas más distintivas entre los siglos IX y XI. Si bien tuvo características propias en los diferentes lugares de Europa donde se desarrolló y sus prácticas variaron con el tiempo, en general se basó en vínculos de dependencia entre los miembros de la nobleza de Europa occidental y de ellos con el resto de la población. En el siglo IX se produjeron violentas invasiones de vikingos, daneses y otros pueblos, que sembraron el terror en Europa. La violencia obligó a la gente a buscar protección con los señores locales, mucho más poderosos que algunos de los reyes. El temor hizo que la actividad económica se replegara a los campos, acentuando la tendencia que venía desarrollándose desde el Bajo Imperio romano. La tierra se consolidó como la gran fuente de riqueza y de poder. La sociedad feudal se organizaba a partir de lazos de dependencia personal que vinculaban a un vasallo con un señor, que recibía ayuda militar, económica y consejo del vasallo. Estos servicios eran pagados con la concesión de un feudo, que generalmente consistía en tierras. La economía se concentró en el feudo, por lo que se hizo autárquica. Esto significa que cada feudo producía la mayoría de los bienes que consumía, por lo que las personas que vivían en él rara vez salían de la tierra en que nacían. La sociedad era estamental y se ordenaba en tres estamentos o grupos: nobles, religiosos y campesinos. A cada uno se le atribuía funciones específicas –guerrerar, rezar, trabajar– , y se ordenaban jerárquicamente: primero la nobleza y el clero; subordinados a ellos, el resto de la sociedad. Los campesinos debían trabajar la tierra y entregarle una parte de sus frutos al señor. Algunos, los siervos, eran considerados parte de la tierra, por lo que estaban ligados de por vida al feudo. Los campesinos libres o villanos vivían en aldeas que se levantaban cerca de la residencia del señor y cultivaban pequeños huertos familiares, además de trabajar las tierras del feudo. Las técnicas de cultivo no habían sufrido grandes cambios desde la época romana, por lo que el trabajo era poco productivo. Hacia el siglo XI se introdujeron innovaciones, como la rotación de cultivos y los arados de vertedera, lo que permitió aumentar la productividad. • Desarrollo de la burguesía y nacimiento del capitalismo. Entre los siglos XII y XIII resurgió la vida urbana en distintas partes de Europa. Este resurgimiento urbano se vincula con el desarrollo del comercio medieval. El aumento de productividad de la tierra permitió generar excedentes que se vendían fuera del feudo para comprar productos no disponibles en el campo, como herramientas y telas. El comercio se produjo primero a una escala muy local, pero pronto comenzó a trasladar mercaderías de lujo, como telas de lujo, perfumes o especias, cuya venta permitía compensar los costos de los productos. Posteriormente, las ventas se hacían en ferias que se celebraban periódicamente cerca de los cruces de caminos o en ciudades portuarias. El aumento del comercio permitió la reactivación de la circulación de monedas y el desarrollo de actividades vinculadas al crédito: prestamos a interés y letras de cambio, que evitaban al comerciante trasladar dinero. Asimismo, los comerciantes se asociaron entre sí para formando ligas o agrupaciones de comerciantes, lo que permitía abaratar costos y mejorar la seguridad de los viajes. Lentamente, le economía feudal comenzó a ser remplazad por una economía urbana, comercial y monetaria, lo que permitió el nacimiento de un incipiente capitalismo. Las ciudades medievales se denominaban burgos, por lo que sus habitantes eran los burgueses. Este nuevo grupo social incluía comerciantes, banqueros y artesanos y era un sector muy heterogéneo. Algunos burgueses se hicieron de grandes fortunas y accedieron al gobierno de las ciudades, ya fuera como alcaldes o como miembros del ayuntamiento o concejo municipal. D. Edad Moderna • Desarrollo del Humanismo renacentista. Fue un movimiento intelectual, filosófico y literario surgido entre los siglos XIV y XV. Este movimiento fue fundamental en el desarrollo de las artes, las ciencias y las humanidades, y en la conformación de una mentalidad antropocéntrica. Las raíces del Humanismo se encuentran en el desarrollo intelectual de los últimos siglos medievales, del desarrollo de las ciudades y la creación de universidades. El Renacimiento fue un movimiento artístico surgido hacia el siglo XV, que compartió con el Humanismo el deseo de recuperar los ideales clásicos de la Antigüedad grecorromana. Sus principales realizaciones se encuentran en la pintura, la escultura y la arquitectura. • Expansión europea. Proceso desarrollado a fines del siglo XV y principios del XVI, cuando los europeos – portugueses y españoles– iniciaron la búsqueda de nuevas rutas marítimas para llegar al Oriente. En estas travesías, Europa descubrió regiones que le eran completamente desconocidas como América. Entre los antecedentes de este proceso se encuentran el desarrollo del humanismo, el incipiente capitalismo, los avances técnicos en la navegación y en el conocimiento geográfico. La empresa de descubrimiento portuguesa bordeó las costas de África hasta llegar a India en 1498, mientras la empresa española se basó en la navegación hacia Occidente, lo que les permitió llegar a América en 1492. Tras los viajes, España y Portugal establecieron límites para sus posesiones en ultramar, primero mediante la mediación papal (Bulas Intercaetera) y posteriormente con el acuerdo directo entre los Reyes Católicos y la corona portuguesa (Tratado de Tordesillas). Entre las consecuencias de los descubrimientos geográficos se pueden señalar: la consolidación de España y Portugal como imperios; la obtención de nuevas fuentes de riqueza para Europa (plata, oro); la decadencia económica de las ciudades italianas y alemanas; el remplazo del Mar Mediterráneo como ruta comercial por el Atlántico y el Índico; la difusión de la cultura europea hacia las regiones colonizadas. • Ruptura de la unidad religiosa de la cristiandad. Este quiebre religioso se originó en el proceso de reforma, cuyas raíces se pueden encontrar en la Edad Media. En los orígenes de este proceso se encuentran las críticas a la situación interna de la Iglesia y la venta de indulgencias. En 1517, Lutero publicó en las puertas de la catedral de Wittemberg un folleto con sus 95 tesis, hito que considerado como el inicio de la Reforma. Posteriormente, surgieron nuevas religiones protestantes en otras regiones de Europa (calvinistas, anglicanos). Las diferencias entre católicos y protestantes se manifestaron en la división política y en una ola de violencia. Debido a ello, se firmó en 1555 la Paz de Augsburgo, según la cual los súbditos estaban obligados a profesar la religión de su respectivo señor. Paralelamente, la Iglesia Católica realizó un proceso de renovación interna, a partir de las sesiones del Concilio de Trento (1545 a 1563). Se reafirmaron los principios de la fe y de la doctrina Católica. • Desarrollo de monarquías absolutas. A partir del siglo XVI se desarrollaron las primeras monarquías absolutas, forma de gobierno que perduró hasta el siglo XVIII, y que se caracterizó por la concentración del poder en la persona del Rey. Era él quien tenía el poder para dictar y ejecutar las leyes, administrar justicia, cobrar impuestos, nombrar a los funcionarios públicos y regular las relaciones externas de la nación. El principio político que sustentó a las monarquías absolutas fue el de derecho divino, según el cual el poder pasaba de Dios al Rey, por lo que solo a Él debía rendirle cuentas de su actuar. • Expansión del capitalismo comercial. El incipiente capitalismo que se había desarrollado durante la Baja Edad Media, tuvo una importante desarrollo a partir del siglo XVI. En esto fue fundamental la ampliación de las rutas comerciales a América, África y Asia, que favoreció una circulación mundial de bienes y dinero, así como la acumulación de capital en centros de mayor desarrollo comercial, como los Países Bajos e Inglaterra. La expansión del capitalismo se sustentó, además, en una nueva mentalidad económica, que encontró su mejor expresión en la burguesía moderna. Al mismo tiempo, el desarrollo de la economía capitalista favoreció, hacia el siglo XVI, el origen de mercados nacionales y la adopción por parte de los Estados de distintas medidas destinadas a incentivar el crecimiento económico en sus territorios. Estas medidas respondieron a una serie de postulados económicos, de entre los cuales los más importantes fueron el mercantilismo, el fisiocratismo y el liberalismo. E. Época contemporánea • Revoluciones francesa e Industrial. Proceso denominado por el historiador británico Eric Hobsbawm como doble revolución; este proceso marcaría el inicio del mundo contemporáneo, por cuanto cambia la vida social, política, económica y cultural de Europa y posteriormente, de gran parte del mundo. Revolución Industrial. Proceso iniciado en la segunda mitad del siglo XVIII, en Inglaterra y se caracterizó por el uso de nuevas tecnologías, fuentes de energía y formas de organizar el trabajo, que provocaron un significativo incremento en la producción. Su origen en este país se vinculó con una serie de características de la economía británica: contaba con una agricultura en proceso de transformación, lo que generó mayor producción de alimentos y liberó trabajadores de las zonas rurales; disponía de una capacidad de innovación técnica, que se aplicó a la producción y el transporte; tenía una población en expansión, producto de la mayor disponibilidad de alimento y de las mejoras sanitarias; contaba con un amplio mercado interior y exterior y con materias primas abundantes, tanto en su territorio insular como en sus colonias, y; tenía una burguesía dinámica y consolidada, con abundante capital acumulado y con un sistema financiero en expansión. Esta Revolución se ha dividido tradicionalmente en tres etapas: - Primera Revolución Industrial, desde el siglo XVIII; utilizó el vapor y el carbón como energía principales innovaciones en la industria textil y en la máquina a vapor. - Segunda Revolución Industrial, desde 1870 aproximadamente; se basó en el petróleo y la electricidad como fuentes de energía. Aportó, además, una nueva forma de organizar el trabajo y el capital: racionalización del trabajo, basado en la división de la producción (producción en serie) y uso de cadenas de montaje (fordismo). La organización del capital y la empresa tendió a la concentración financiera y las prácticas monopólicas, a través de la creación de trust y de holding. - Tercera Revolución Industrial, desde mediados del siglo XX, proceso que continúa hasta la actualidad; esta revolución se caracteriza por el uso de la energía nuclear, la informática, la robótica, la biotecnología, las telecomunicaciones y ciencias del espacio. Revolución Francesa. Fue un proceso que cambió radicalmente la estructura política de Francia, influyendo en el resto de los países del mundo occidental. Si bien comenzó como una revolución política, supuso una ruptura radical con el pasado y el comienzo de un nuevo orden político y social. Entre sus antecedentes se encuentran la grave crisis financiera producto de los altos gastos de la Corona y de su política exterior; una crisis agrícola producto de sucesivas sequías y malas cosechas, que empobrecieron a la población, el alto precio de los alimentos; los cuestionamientos a la excesiva concentración del poder en la monarquía absoluta, derivado de la difusión de las ideas de la Ilustración; el régimen de privilegios de la nobleza y el clero, que dejaba al estado llano el peso de sostener todo el sistema de gastos a través del pago de impuestos; la exclusión de la burguesía, el sector más pujante del estado llano, del poder político. La Revolución se divide tradicionalmente en diferentes etapas: - Asamblea (1789-1792). Se abolieron los privilegios y se proclamó la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano. En 1790 se aprobó la Constitución Civil del Clero, primer paso para separar la Iglesia del Estado, y en 1791 aprobó una Constitución, que fue la primera de Europa. En 1792, Francia comenzó una guerra con potencias absolutistas de Europa. - Convención Nacional (1792-1795). Fue elegida por votación universal masculina. Abolió la monarquía y proclamó la I República, ordenando el arresto del Rey, quien fue guillotinado en 1793. Controlan la Convención los grupos radicalizados, especialmente los jacobinos, que contaban con el apoyo los sans-culotte o sectores urbanos radicalizados. La guerra externa y la oposición interna hicieron que los jacobinos instauraran un régimen conocido como el Terror. Un Comité de Salud Pública concentraba todos los poderes y tomaba todas decisiones. Miles de personas fueron sentenciadas a muerte, acusados de “enemigos de la Revolución”. - Directorio (1795-1799). En 1795, se promulgó una nueva Constitución en la que el ejecutivo quedaba en manos de un Directorio. Se inauguró así un régimen liberal y moderado en que la burguesía consolidó su poder económico y político, avanzando en la consolidación de una república burguesa, basada en las ideas y principios de 1789. En las campañas militares contra las fuerzas absolutistas, destacó Napoleón Bonaparte, que participó en un golpe de Estado el 9 de noviembre de 1799. Este golpe de Estado puso fin al Directorio, y según algunos investigadores, a la Revolución propiamente tal. Evolución posterior de la Revolución: Consulado (1799-1804) e Imperio (1804-1814). Napoleón fue nombrado primer cónsul o jefe de gobierno durante tres años. Inició una política de centralización de la administración, reorganizó las finanzas públicas, creo un sistema de educación estatal. Procuró reactivar la economía mediante la protección de la industria y el comercio y promulgó el Código Civil. Todas estas medidas fueron fundamentales para la creación del Estado francés moderno. En 1804, Napoleón se proclamó Emperador. La República siguió existiendo en teoría, aunque el Imperio fue un sistema de poder personal, en el que Napoleón gobernaba sin mayores contrapesos y donde las libertades públicas se vieron restringidas. La derrota de Napoleón en las campañanas militares europeas puso fin a este período. Restauración. Proceso por el cual las monarquías europeas retornaron a las instituciones del Antiguo Régimen. Este proceso, conocido como, tuvo su máxima expresión en el Congreso de Viena (1814-1815), donde se reunieron representantes de los estados europeos para reconstruir el mapa de Europa. Consecuencias de la doble revolución. Expansión del capitalismo Industrial, que puso énfasis en la producción de bienes manufacturados en industrias de propiedad de una burguesía industrial. La revolución en los medios de transporte permitió que el mundo comenzara a integrarse económicamente y que se multiplicaran los movimientos migratorios del campo a la ciudad en busca de mejores oportunidades de vida. Integración de las economías nacionales a una economía mundial. Las ideas del liberalismo económico se difundieron y validaron a nivel mundial, llegando a convertirse en el sustento de la ideología capitalista. Debido a la preponderancia del dinero en la sociedad industrial y la eliminación de los privilegios, el orden social del sistema estamental perdió sentido, abriéndose paso al desarrollo de una sociedad de clases. Formación de dos nuevas clases sociales: la burguesía industrial, los dueños de las fábricas, y el proletariado, los obreros. Crecimiento de las ciudades. La utilización masiva de los recursos naturales inauguró una nueva etapa en la relación del ser humano con la naturaleza, caracterizada por la explotación de los recursos naturales a gran escala y por una creciente emanación de desechos de la labor industrial, tanto a la atmósfera como a las fuentes de agua. Difusión del liberalismo político. Nacimiento del Estado Nacional. • Difusión del liberalismo. Nació en el siglo XVIII, de los postulados del economista Adam Smith. El liberalismo político, basado en las ideas de libertad individual, sirvió de sustento a los cambios revolucionarios, tanto en el ámbito político como económico. El liberalismo promovió las libertades civiles, sosteniendo la importancia de separar los ámbitos público y privado. Si bien los liberales creían en la universalidad de los derechos, en la práctica, estos siguieron limitados a determinados sectores sociales. El liberalismo sirvió de sustento a una oleada de revoluciones que se produjeron durante la primera mitad del siglo XIX en Europa. Estas revoluciones se dieron en oleadas a comienzos de la década de 1820, en 1830 y en 1848. Entre sus consecuencias se encuentran algunos procesos de independencia de estados como Grecia o Bélgica; la abolición de la servidumbre campesina en algunos territorios; la generación de movimientos sociales urbanos. El nacionalismo fue un movimiento que acompañó a las revoluciones, tanto a favor de las ideas liberales de soberanía nacional, como a favor de ideas más conservadoras. Este movimiento consideraba la existencia de un Estado Nacional como factor indispensable para realizar las aspiraciones sociales, económicas y culturales de un pueblo, definido por un origen, lengua, religión e historia común. Este nacionalismo estuvo a la base de algunos procesos de Independencia europeos, o bien de la unificación de Estados como Italia o Alemania. • Surgimiento de una sociedad de clases. La sociedad de clases es un tipo de estructura social en que la pertenencia de los individuos a una clase se define por su posición económica y no por su origen familiar, por lo que existe movilidad social, es decir, un individuo puede pasar de una clase a otra. La consolidación del capitalismo sentó las bases de esta estructura social, basada en la existencia de grupos diferenciados por el acceso a la riqueza, mientras que los principios liberales que se difundieron tras la Revolución Francesa, permitieron decretar la igualdad jurídica de todas las personas, lo que eliminó los últimos vestigios de la sociedad estamental. La nobleza y la burguesía. La nobleza mantuvo un lugar de privilegio en la sociedad europea del siglo XIX, vinculándose a ámbitos como la administración pública –especialmente, los cuerpos diplomáticos–, el ejército y las cámaras no electivas de los parlamentos europeos. También comenzó a participar de actividades financieras y de negocios, formando incluso alianzas con la alta burguesía. La burguesía europea fue muy heterogénea en su composición, pudiendo distinguirse en su interior a varios grupos: la alta burguesía, dedicada a los grandes negocios industriales, financiaros o agrarios; rentistas, que vivían de los intereses de sus fortunas; profesionales liberales –abogados, médicos– destacados. Los burgueses llevaron un estilo de vida acomodado y tenían una intensa vida social, frecuentando clubes, salones y bailes, en los que estrechaban sus lazos sociales. Clase media. Nació en el siglo XIX. Estaba integrada por artesanos, pequeños comerciantes y propietarios rurales, funcionarios, empleados públicos y profesionales. Su posición económica y su nivel de instrucción los situaban por sobre las clases trabajadoras, aunque su estilo de vida era menos holgado que el de las clases adineradas. Clase baja urbana. El proletariado fue otra de las clases sociales que nació en el siglo XIX. Además de los obreros industriales, la clase baja urbana estaba integrada por trabajadores de servicio doméstico, trabajadores no calificados y ambulantes. Sus condiciones de vida y trabajo fueron bastante duras, especialmente en las industrias, aunque experimentaron mejorías conforme las organizaciones obreras conseguían reivindicaciones sociales y laborales. Campesinos. En Europa Oriental, mantuvieron su situación de servidumbre hasta mediados del siglo XIX – esta se abolió en 1848 en el Imperio austrohúngaro y en 1861 en el Imperio ruso–, mientras que en Europa Occidental se trataba de campesinos libres, muchos de ellos propietarios de la tierra que trabajaban. Hacia fines del siglo XIX, la sociedad experimentó nuevos cambios, que definieron a la sociedad de comienzos del siglo XX. Se consolidó una clase media acomodada, formada por algunos profesionales y funcionarios de la administración pública y privada. La clase media aumentó gracias a la expansión de la educación y del trabajo en las oficinas públicas y privadas y en el comercio. La educación se masificó, constituyéndose en mecanismo de ascenso social. La enseñanza primaria se convirtió en un asunto prioritario de la política de la mayoría de los Estados europeos. La sociedad tendió a la secularización, lo que se tradujo en la separación de la Iglesia y el Estado y en la pérdida de la influencia de la Iglesia en la vida social y cultural de la población. La separación de la vida pública y privada, reservando la vida privada al hogar, que pasa a convertirse en el escenario de los acontecimientos privados más importantes: nacimientos, muerte, matrimonios, fiestas y reuniones. • Movimientos sociales, políticos y de trabajadores. Surgen de la cuestión social o cuestión obrera, concepto que hace referencia a las precarias condiciones en que vivían y trabajaban los obreros industriales: extensas jornadas de trabajo de 12 a 16 horas diarias, en lugares que carecían de condiciones higiénicas y de seguridad; bajos salarios; falta de legislación laboral; malas condiciones de vivienda y alimentación, carencia de servicios básicos. Estos movimientos se desarrollan al alero de distintas ideologías: - Socialismo. Comenzó a desarrollarse a comienzos del siglo XIX, a través de los postulados de los denominados “socialismos utópicos” (Owen, Fourier y Saint-Simon). En la década de 1840, Karl Marx y Friederich Engels sistematizaron las ideas socialistas, planteando una teoría crítica al capitalismo, basada en una distribución equitativa de la riqueza a través de la propiedad estatal de los medios de producción. Para ellos, la sociedad capitalista se basaba en la lucha de las clases burguesa y obrera, por lo que el triunfo del proletariado se alcanzaba mediante la conquista del poder político. - Anarquismo. Los principales teóricos del anarquismo fueron Pierre-Joseph Proudhon, Mijail Bakunin y Piotr Kropotkin. Esta ideología realiza una crítica radical al capitalismo, defendiendo la búsqueda de la libertad del individuo y su capacidad para construir una relación igualitaria con sus semejantes. Proponían la abolición de la propiedad privada y se oponían a la existencia del Estado, en cuanto ejercía un gran control sobre los individuos, impidiéndoles ser libres. - Socialcristianismo. La expansión de las ideas políticas anarquistas y marxistas motivó una reacción por parte de la Iglesia Católica, tendiente a definir una postura ante la “cuestión social”. Esta fue proclamada en la Encíclica Rerum Novarum (1891). La Doctrina Social de la Iglesia sirvió de base al socialcristianismo, que se planteó como una alternativa al capitalismo, excesivamente individualista, y el socialismo, criticado por su ateísmo. Inicios de la organización obrera. Una de las primeras manifestaciones fue el ludismo, expresado en el combate contra el maquinismo, dado que la introducción de la máquina suponía la pérdida de puestos de trabajo. Este movimiento de tejedores y obreros textiles se basó en la destrucción de telares mecánicos, máquinas trilladoras y otras maquinarias en distintas partes de Europa. En Inglaterra se desarrolló también el movimiento cartista, basado en la Carta del Pueblo (1838), dirigida al Parlamento británico en la que se pedía una reforma electoral y una mejora en las condiciones laborales. Aunque el Parlamento no consideró sus peticiones, el cartismo tuvo gran importancia en la organización obrera británica, pues por primera vez se vinculaban las reivindicaciones laborales con objetivos políticos y sociales generales, como el sufragio universal. Organizaciones obreras. En un principio, los obreros se asociaron en mutuales y cooperativas, cuya finalidad era el apoyo mutuo entre los obreros asociados, en situaciones como accidentes de trabajo, cesantía o muerte del trabajador. El siguiente paso en la organización obrera fue la formación de sindicatos, que buscan la defensa de los derechos de los trabajadores y tienen, por tanto, una finalidad reivindicativa. En 1868 se constituyó en Inglaterra el Trade Unions Congress (TUC), organización sindical de carácter nacional. En las últimas décadas del siglo XIX, se formaron organizaciones similares en Francia, Estados Unidos y Alemania. Estas organizaciones llevaron a cabo diferentes medias de presión, como la realización de huelgas y marchas. Con el desarrollo de la Doctrina Social de la Iglesia, el ámbito sindical también fue abordado por la Iglesia, a través de la creación de un sindicalismo de orientación católica. Partidos obreros. El primer partido de trabajadores europeo fue el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD), cuyo congreso constituyente se celebró en 1869. En 1879, se fundó el Partido Socialista Obrero Español (PSOE)y en 1905, el Partido Laborista británico, cuya fundación fue respaldada por la afiliación colectiva de los miembros de los sindicatos ingleses. Las internacionales obreras. La idea de crear un movimiento obrero internacional intentó concretarse a través de la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT, o Primera Internacional), creada en 1864. A la Primera Internacional confluyeron representantes de distintos países, así como distintas posturas políticas, especialmente anarquistas y socialistas, aunque un papel decisivo en esta organización lo tuvo Karl Marx, quien redactó los estatutos de la organización. Las diferencias políticas entre socialistas y anarquistas y la represión que se desató en los países europeos contra las organizaciones obreras, debilitaron a la Primera Internacional, que terminó sus actividades en 1872. En 1889 se fundó la Segunda Internacional, que agripó a buena parte de los partidos socialistas europeos, aunque no contó con la participación de los anarquistas. La Primera Guerra Mundial (19141918) y la Revolución Rusa (1917) marcaron el fin de la Segunda Internacional, pues la Guerra Mundial dividió a los partidos en defensa de los intereses de sus propios países y al Revolución Rusa abrió la interrogante de si la vía revolucionaria debía seguirse en todos los países. Los logros del movimiento obrero. Adopción por parte de los gobiernos de medidas legales que mejoraron las condiciones de vida y trabajo de los obreros. Los gobiernos elaboraron leyes que se centraron en temas como la regulación del trabajo femenino e infantil, la reducción de la jornada laboral o la protección de los trabajadores en temas como accidentes laborales o protección de la maternidad. • Crisis de los imperios europeos y guerras mundiales. Durante el siglo XIX, las potencias europeas tuvieron una hegemonía indiscutida sobre el mundo, basado en su rol preponderante en la economía mundial y en la posesión de vastos imperios coloniales en África y Asia. La Primera Guerra Mundial (1914-1918) tuvo su origen en conflictos territoriales entre las potencias europeas; el crecimiento económico de Alemania, que era visto como una amenaza para los estados rivales; la exaltación de los nacionalismos, que generó tensiones entre estados y al interior de los imperios de Europa; el armamentismo; el establecimiento de alianzas: la Triple Alianza, entre Alemania, Austria-Hungría e Italia, los países menos favorecidos en la repartición de las colonias, y la Triple Entente, formada por el Reino Unido, Francia y Rusia. En este conflicto se movilizaron cerca de 65 millones de combatientes, una cifra impensada hasta entonces; se utilizaron por primera vez armas de alto poder destructivo como aviones, submarinos, ametralladoras, tanques y gases tóxicos; implicó la completa movilización de la población no combatiente para afrontar el esfuerzo bélico, lo que implicó la incorporación masiva de las mujeres al mundo del trabajo remunerado, asumiendo el mantenimiento de sus hogares y de la economía mientras los hombres combatían en el frente. Se puso fin a la guerra mediante la firma del Tratado de Versalles, que establecía durísimas sanciones contra Alemania, lo que despertó sentimientos revanchistas. La emergencia de los totalitarismos. Entre las décadas de 1920 y 1940, los regímenes políticos sufrieron un fuerte desprestigio, producto de su incapacidad para dar una respuesta satisfactoria a la crisis. En distintos países, se recurrió a gobiernos autoritarios, cuya máxima expresión fue el desarrollo de regímenes totalitarios, como el fascismo italiano, el nazismo alemán y el comunismo estalinista en la URSS. La Segunda Guerra mundial (1939 – 1945) derivó en gran parte de situaciones no resueltas en el período de entreguerras. En Alemania, la situación impuesta por el Tratado de Versalles, agudizada por los efectos de la crisis económica, había facilitado el ascenso de Hitler; además, existían regímenes totalitarios en Italia y la URRS y dictaduras en distintos países de Europa, evidenciando la crisis de los sistemas democráticos. Alemania, Italia y Japón iniciaron una agresiva política expansionista, que no fue contenida eficazmente por los otros países europeos. La guerra se inició con la invasión alemana a Polonia y se desarrolló en distintos frentes, tanto en Europa como en África y Asia. Se resolvió a favor de los aliados occidentales, principalmente gracias a la incorporación de EE UU y URSS al conflicto. La guerra implicó más de 60 millones de muertos y cerca de 40 millones de heridos, entre ellos, un número considerable de población no combatiente, cuyas ciudades fueron arrasadas por las tropas de uno y otro bando. Al mismo tiempo, se produjeron exterminios masivos de población llevados a cabo por el régimen nazi, y que quedaron al descubierto tras la caída del régimen. Por ello, una de las consecuencias de la guerra se vincula con la Creación de la ONU y la firma de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. • Crisis de la democracia liberal y desarrollo del Estado de bienestar. Hacia el fin de siglo, los gobiernos liberales habían conformado sistemas democráticos con participación restringida a todos los varones mayores de edad. Existían sectores de la población excluidos de la participación política, como las mujeres, lo que motivó la formación de distintos movimientos femeninos que buscaban el derecho a sufragio. Durante este período, los Estados comenzaron a tener un rol social más relevante, participando en ámbitos como la educación o la previsión social. Así, el Estado liberal comenzó lentamente a dar paso a un Estado con mayor responsabilidad social, proceso que tuvo su impulso definitivo tras las guerras mundiales. Tras el fin de la Primera Guerra y de la crisis económica de 1929, se optó por una mayor intervención del estado en economía, dejando de lado los principios del capitalismo liberal, abogando por un nuevo modelo económico, basado en las ideas del keynesianismo, que tendrá un gran desarrollo en Europa tras la Segunda Guerra Mundial. Los estados, principalmente los de Europa Occidental, aumentaron el rol estatal como administrador y productor, procurando impulsar el desarrollo social, mediante la creación de una estructura de seguridad social y de derechos laborales, que favoreció la expansión del consumo e implicó que el Estado asumiera un rol activo en la redistribución de la riqueza (Estado de bienestar). • Guerra Fría. Período de tensión internacional surgido después de la Segunda Guerra Mundial, que enfrentó a dos superpotencias mundiales con proyectos ideológicos contrapuestos: Estados Unidos y su modelo capitalista y la Unión Soviética y su modelo comunista. Se inició al finalizar la Segunda Guerra, en 1947, y se extendió hasta la disolución de la URSS en 1991. Se caracterizó por la conformación de un orden mundial bipolar, en que cada superpotencia lideró un bloque de países. Cada potencia intentó extender su influencia a otras naciones, valiéndose de la intervención política y militar, la presión económica, el espionaje y la propaganda. Existió un clima de tensión permanente entre las superpotencias, las que nunca se enfrentaron de manera directa, aunque sí intervinieron en conflictos vinculados a su influencia. Tanto EE UU como la URSS tuvieron en la industria de armamentos un soporte de sus economías. Las armas se convirtieron en una herramienta de disuasión política, pues cualquier enfrentamiento directo entre las potencias habría desencadenado un conflicto con uso de armamento nuclear altamente destructivo. El temor a una nueva guerra mundial nuclear marcó la psicología colectiva de varias generaciones. Entre 1989 y 1991, el bloque de países comunistas colapsó. La URSS se desmembró en más de una decena de repúblicas independientes y los países del bloque oriental iniciaron un tránsito, no exento de dificultades, hacia democracias pluralistas y economías de mercado. El fin de la bipolaridad generó un vacío en el sistema de relaciones internacionales, que ha intentado recomponerse en un “Nuevo Orden”, liderado en lo político por EE UU. Este país ha asumido una política exterior que lo ha llevado a intervenir en distintos conflictos pos guerra fría, incluso mediante acciones militares directas como las invasiones a Afganistán, con apoyo de la ONU, y a Irak. • Globalización. En las últimas décadas del siglo XX se produjo un acelerado desarrollo científico y tecnológico, que revolucionó todos los ámbitos de la actividad humana, especialmente las comunicaciones. El desarrollo de estas tecnologías de la información y las comunicaciones favoreció la expansión de la interconectividad global a un grado nunca antes visto en la historia humana. Este proceso de globalización ha transformado la economía, la cultura y la sociedad. Se basa en un proceso de conexión e interdependencia entre distintos actores –economías, gobiernos, empresas, instituciones, sociedades–, que establecen relaciones cuya influencia y extensión superan los límites tradicionales de los estados. Esta interconexión entre lo local y lo mundial hace que lo que ocurra en un lugar, tenga un impacto casi simultáneo en otros lugares de la tierra, sin importar a cuantos kilómetros de distancia se encuentren. La sociedad actual ha sido definida por algunos investigadores como una sociedad posindustrial, basada en la masificación de conocimiento y la información y en la preeminencia de los servicios de alta tecnología por sobre la industria tradicional. La globalización de la economía se basó en una expansión del comercio, especialmente de bienes fabricados mediante procesos de investigación y desarrollo, y que por ende cuentan con gran valor agregado (bienes de las industrias aeronáutica, farmacéutica, informática y mediática). Las grandes empresas del mundo son multinacionales, es decir, tienen sus sedes en sus países de origen, sin embargo una parte de la propiedad -en acciones- y de los centros productivos están diseminados por todo el mundo. De hecho, uno de los fenómenos que más ha caracterizado a la globalización económica ha sido la deslocalización industrial, es decir, el traslado de las fábricas e industrias a países donde salga más barato producir. Otra característica de la economía global es el predominio de la economía financiera, basada en operaciones especulativas en las cuales las grandes instituciones financieras buscan obtener beneficios mediante la compra y venta de monedas, bonos, fondos de inversión u otros productos financieros. Los principales actores de la globalización financiera son las bolsas de valores y los bancos centrales y organismos financieros de los países más desarrollados. Cualquier decisión tomada por un gobierno, empresa o institución financiera provoca reacciones en el resto del mundo, especialmente en los mercados financieros, lo que se traduce en alzas o bajas en el valor de las acciones y, por tanto, implican movimientos en los indicadores de las bolsas de comercio de todo el mundo. La economía global se basa en el intercambio entre distintos bloques comerciales, cuya operación permite obtener ventajas económicas, como facilitar la circulación de bienes y servicios o la inversión extranjera. La economía globalizada ha permitido configurar un sistema-mundo altamente conectado por flujos comerciales, financieros y tecnológicos globales, lo que produce un gran dinamismo en la economía y posibilita que personas de todo el mundo accedan a una mayor oferta de bienes. No obstante las diferentes regiones del mundo no han logrado participar en las mismas condiciones en el comercio global, por lo que se ha estructurado un intercambio económico desigual, que tiende a beneficiar a los grandes polos económicos.