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sumario MARZO-2001 La hipertensión arterial es uno de los más importantes factores de riesgo cardiovascular y constituye el primer factor de riesgo de derrame cerebral, al tiempo que se sitúa entre los tres primeros factores de riesgo (con la hipercolesterolemia y el tabaquismo) de enfermedad coronaria (angina de pecho, infarto de miocardio y muerte súbita). La Organización Mundial de la Salud (OMS) calcula que existen 691 millones de hipertensos en los países occidentales, que viene a ser el 20% de la población adulta de esta región del mundo. La Organización Mundial de la Salud (OMS) calcula que hay 691 millones de hipertensos en los países occidentales La hipertensión es el primer factor de riesgo de enfermedad cardio y cerebrovascular Según la Sociedad Internacional de Hipertensión y la OMS, los valores óptimos de presión arterial deben ser inferiores a 120 y 80 mm/Hg as directrices de la OMS y de la Sociedad Internacional de Hipertensión (SIH) marcan que existe hipertensión cuando se superan los valores de 140 milímetros de mercurio (mm/Hg) de presión sistólica y 90 mm/Hg de presión diastólica. Estas mismas pautas consideran deseable que los valores normales sean inferiores a 130 y 85, y los valores óptimos no alcancen 120 y 80. L Enfermedad crónica La hipertensión es una enfermedad crónica, generalmente asintomática, que se caracteriza por la elevación de la presión sanguínea sistólica y diastólica. Cuando el corazón bombea sangre al resto de los tejidos del organismo genera una ola de presión en las paredes de las arterias. El punto álgido de esa ola es la presión sistólica, mientras que el punto más bajo entre latido y latido del corazón es la presión diastólica. El diagnóstico de hipertensión se establece a partir de diferentes mediciones durante varias semanas, ya que la presión sanguínea varía según el momento y la situación del día (por ejemplo, aumenta con el estrés y el ejercicio físico). La OMS establece diversos grados de hipertensión según la elevación de los valores tensionales: hipertensión de grado 1 o leve, cuando la presión sistólica se sitúa entre 140 y 159 mm/Hg y la diastólica, entre 90 y 99 mm/Hg, e hipertensión de grado 3 o severa, cuando la sistólica es igual o superior a 180 mm/Hg y la diastólica es igual o superior a 110 mm/Hg. edad avanzada. Aproximadamente, el 95% de los casos de hipertensión arterial se conocen como esencial, primaria o idiopática, puesto que la causa no está identificada. En el 5% de los casos este problema radica en una afección que conduce a la retención de sodio o a una vasoconstricción periférica (hipertensión secundaria). Esta forma de hipertensión incluye insuficiencia renal y alteraciones de las glándulas suprarrenales. Se invocan como responsables de este proceso los factores genéticos, sin olvidar los ambientales (consumo elevado de sal, consumo insuficiente de potasio, sobrepeso, tabaquismo, ingesta excesiva de alcohol), que son determinantes en la aparición de la hipertensión. Hipertensión esencial o de causa desconocida La muerte silenciosa La presión sistólica aislada (igual o superior a 140 y la diastólica inferior a 90) es un problema significativo en las personas de La hipertensión es conocida como la muerte silenciosa por sus efectos perjudiciales sobre todos los vasos sanguíneos del sistema 9 culo izquierdo (proceso conocido como hipertrofia ventricular izquierda). Los pacientes con este trastorno tienen un riesgo cuatro veces mayor que los normotensos de sufrir un infarto de miocardio y doce veces mayor de sufrir un derrame cerebral. Es, asimismo, un motivo importante de insuficiencia cardíaca. Daños en el cerebro. Las finas arterias del cerebro pueden dilatarse por la hipertensión (aneurisma de la carótida) y generar rupturas que causan hemorragias (hemorragia cerebral). Complicaciones renales. La hipertensión severa puede producir daño renal progresivo hasta el punto de abocar a insuficiencia renal terminal, tributaria de diálisis o de trasplante de riñón. Aterosclerosis (endurecimiento de las arterias). La presión sanguínea alta precipita la aparición y desarrollo de placas de colesterol en las arterias (ateromas), lo que aumenta la probabilidad de formación de un trombo y este fenómeno, a su vez, favorece el riesgo de infarto de miocardio y de trombosis cerebral. Medición de la presión arterial circulatorio, especialmente los que afectan a los llamados órganos diana de la hipertensión, como son el cerebro, el corazón y el riñón. El riesgo de sufrir un derrame cerebral, un evento coronario (angina de pecho, infarto de miocardio y muerte súbita) o insuficiencia renal está directamente relacionado con la elevación patológica de la presión arterial. Este problema es también causa importante de incapacidad física y su prevalencia va en progresivo aumento en los próximos veinte años. Consecuencias de la hipertensión 10 La hipertensión arterial puede provocar los siguientes daños en el organismo: Problemas en el corazón. Este proceso obliga al corazón a trabajar con más intensidad y aumenta el tamaño del músculo cardíaco, en particular el ventrí- Aproximadamente el 95% de los casos de hipertensión arterial se conocen como esencial, primaria o idiopática, puesto que la causa no está indentificada La presión arterial se mide en milímetros de mercurio con un aparato llamado esfignomanómetro, que registra la presión sistólica y la diastólica. La medición precisa de ambos valores tensionales, es fundamental para un correcto diagnóstico y un adecuado seguimiento del tratamiento. El control ambulatorio de la presión arterial durante las 24 horas del día se emplea para obtener una medición real y combatir la llamada hipertensión de bata blanca, producida por la ansiedad que algunos pacientes experimentan ante el personal sanitario que realiza la prueba de medición. Aunque en los estudios se ha utilizado hasta ahora la presión diastólica como un indicador para el control de los efectos del tratamiento, actualmente se considera que la presión sistólica sumario MARZO-2001 ofrece unos valores más precisos para la clasificación de la hipertensión, la evaluación del riesgo cardiovascular y cerebrovascular y la elección del tratamiento. La presión del pulso también ha sido sugerida como un factor que debe tenerse en cuenta. Las directrices de todos los organismos internacionales para la hipertensión sostienen que ambas presiones, sistólica y diastólica, han de ser consideradas para la clasificación del proceso con precisión. Unos análisis de orina y de sangre ayudarán a identificar la comorbilidad o coexistencia de otros factores de riesgo cardiovascular, como colesterol elevado (hipercolesterolemia), diabetes, tabaquismo, obesidad y sedentarismo. Pruebas específicas posteriores, como electrocardiograma (ECG), resonancia magnética (RM) o tomografía axial computarizada (TAC) aportarán más datos sobre un posible daño orgánico. Problema mal controlado A pesar de que los beneficios de la reducción de la presión arterial están bien definidos y de que actualmente se dispone de un amplio y eficaz arsenal terapéutico, la hipertensión continúa siendo uno de los problemas sanitarios peor controlados. Datos del año 2000 del US National Health and Nutrition Examination Survey revelan que sólo el 68% de los hipertensos saben de su enfermedad (es decir, están diagnosticados), el 53% recibe tratamiento farmacológico y únicamente el 27% tiene adecuadamente controlada la tensión arterial. El estudio HOT (Hypertension Optimal Treatment) ha evidenciado que la tensión arterial diastólica media de los hipertensos tratados era de 161 y 99 mm/Hg, es decir, no estaban adecuadamente controlados al no tener valores inferiores a 140 y 90 mm/Hg. El informe de la Glasgow Blood Pressure Clinic mostró que las complicaciones cardiovasculares y la mortalidad en hipertensos tratados y seguidos durante seis años y medio era de dos a cinco veces mayor que las de la población normotensa. Beneficios del control de la hipertensión Los beneficios de un correcto control de la tensión arterial están sobradamente demostrados en numerosas investigaciones. Las ventajas se han observado particularmente en pacientes de alto riesgo (como personas de edad avanzada y diabéticos). Existe consenso internacional acerca de que el tratamiento farmacológico debería empezarse en los mayores de 80 años con una presión diastólica constante superior a 90 mm/Hg. Los pacientes entre 60 y 80 años con presión sistólica a partir de 160 deben ser igualmente tratados sin considerar la presión diastólica. El estudio HOT ha demostrado que la reducción de la presión diastólica de 105 a 83 mm/Hg disminuye el riesgo de accidente cardiovascular en un 30%. Este trabajo revela que los niveles óptimos de presión sanguínea (con el menor índice de eventos El riesgo de sufrir un derrame cerebral, un evento coronario o insuficiencia renal está directamente relacionado con la elevación patológica de la presión arterial cardiovasculares) es de 138,5 y 82,6 mm/Hg. Todos los pacientes hipertensos deben reducir el consumo de sal en la dieta, adelgazar, si sufren sobrepeso u obesidad, abandonar el hábito del tabaquismo si fuman, limitar el consumo de alcohol y practicar ejercicio físico moderado regularmente. Si con estas medidas higiénico-dietéticas no es posible reducir la presión arterial, es necesario recurrir al tratamiento farmacológico. Existen seis grandes grupos terapéuticos de antihipertensivos: Diuréticos. Fueron usados por primera vez a mediados de los años cincuenta y todavía gozan de un gran prestigio como terapia de primera elección, especialmente en la tercera edad. Betabloqueantes. Fueron usados por primera vez en los años sesenta y actualmente son considerados como terapia de primera elección en numerosos pacientes. Sin embargo, estos fármacos presentan más efectos secundarios que la mayoría de las terapias antihipertensivas más modernas. Calcioantagonistas (antagonistas de los canales del calcio). Este grupo puede ser dividido en distintas subclases, siendo la más destacada la de las dihidropiridinas. Son agentes muy efectivos en pacientes de edad avanzada. Asimismo son terapia de primera elección en pacientes con angina de pecho, enfermedad vascular periférica e hipertensión sistólica aislada. Alfabloqueantes. Son utilizados para reducir la presión sanguínea en pacientes con enfermedad prostática. Inhibidores de la angiotensina (IECA). Son empleados en pacientes con problemas de corazón y/o diabetes. El efecto secundario de la tos persistente obliga a retirarlo en algunos casos. Antagonistas de los receptores de la angiotensina II. Sólo deben indicarse en pacientes con intolerancia a los inhibidores de la ECA. 11