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JUAN CARRANZA
Editor
Juan Carranza
Editor
Introducción a la Ciencia del Comportamiento
El enfoque naturalístico a la comprensión del comportamiento animal debe tener una larga historia o, mejor dicho, prehistoria, para el
hombre paleolítico y cazador, al menos en su faceta utilitaria. La conducta de animales más o menos monstruosos o divinos fue también parte
de varias mitologías de la antigüedad, en las que los sujetos en cuestión
desarrollaron tan diferentes conductas como amamantar a futuros reyes,
predar sobre diversos héroes e incluso aparearse con diosas, humanas
y ninfas.
No obstante, la propia comprensión de la conducta animal tardó mucho el hombre en planteársela seriamente. Para la mayoría de los filósofos
grecolatinos el hombre era un ente aislado y, muy alejados de ese papel
estelar, los animales eran meros comparsas cuya conducta no merecía
gran atención.
Así, ni Heráclito ni los filósofos estoicos precisaban observar a los
animales para exponer sus ideas sobre la conducta. Su sistema filosófico
clasificaba a los seres animados como poseedores o no de alma y en ello
radicaba toda la diferencia. Al no disponer de ese alma, los animales
actuaban irracionalmente, en palabras de Séneca, «sin reflexión».
Aristóteles reconocía en los animales las capacidades de percepción,
emociones, memoria, aprendizaje e inteligencia y no era partidario de
aquella clasificación dicotómica, ya que sus observaciones le habían
convencido de la existencia de diferencias tan sólo graduales entre los
seres vivos. En su Historia Animalium (Historiai peri ta zoa), el hombre
se sitúa al más alto nivel de la Scala Naturae, aunque su superior capacidad intelectual no difería cualitativamente de la de otras especies.
Parte II
LAS CAUSAS INMEDIATAS
DEL COMPORTAMIENTO:
MECANISMOS Y ONTOGENIA
FERNANDO COLMENARES Y JUAN CARLOS GÓMEZ
6.1.
Introducción
Entre los problemas biológicos que todo organismo debe resolver satisfactoriamente si pretende sobrevivir y reproducirse en un determinado
escenario ecológico se pueden mencionar: comer (p. ej., qué constituye un
buen bocado o una buena presa, y qué debe ser evitado por nocivo; cómo
optimizar la explotación de los recursos alimenticios; cómo capturar a las
presas) y no ser comido (p. ej., qué constituye un predador y cómo escapar
de él); la posesión de un conocimiento preciso de su espacio vital, con
detalles sobre las rutas y rutinas tanto de sus presas como de sus predadores, y de la localización en el mismo de elementos importantes (p. ej.,
los abrevaderos, los lugares para protegerse del sol o de la lluvia, o para
escapar de los predadores, etc.); la reproducción (p. ej., quién constituye
una pareja sexual adecuada, y cómo aparearse); y el cuidado de las crías
(p. ej., cuál es el estilo parental que mejor puede asegurar la supervivencia
de las crías). Estos y muchos otros problemas sociales, bióticos y abióticos
pueden ser, en muchos casos, lo suficientemente complejos y variables
como para exigir del organismo una cierta capacidad para organizar y
modificar su conducta de un modo flexible, en función de sus propias
experiencias como individuo, o de las experiencias de sus congéneres,
con las características del nicho social y ecológico en el que vive. En otras
palabras, parece razonable hipotetizar que la capacidad de aprender puede
conferir a los organismos que la poseen una ventaja biológica importante
al incrementar sus posibilidades de adaptarse mejor a nichos definidos
por patrones de organización altamente diversos.
Parte III
LAS CAUSAS ÚLTIMAS
DEL COMPORTAMIENTO:
ADAPTACIÓN Y EVOLUCIÓN
ALEJANDRO KACELNIK Y CARLOS BERNSTEIN
Los modelos de optimización son herramientas imprescindibles en la
investigación etológica contemporánea. Gracias al uso de modelos, pode­
mos establecer una continuidad e interdependencia entre el trabajo em­
pírico y el teórico. Aunque la optimalidad es una perspectiva centrada
en el concepto de función, los modelos de optimalidad integran de un
modo u otro todos los diversos niveles de análisis que caracterizan a la
etología. No presentaremos aquí una compilación exhaustiva de ejem­
plos sino que revisaremos unos pocos ejemplos con el objeto de transmi­
tir una invitación a un modo de pensamiento que ha ejercido influencia
en toda la etología contemporánea.
Aunque la lista de publicaciones basadas en modelos de optimalidad
en etología y disciplinas cercanas como la ecología de poblaciones y
la etoecología es enorme, el enfoque no es aceptado universalmente por
los etólogos. Aquellos que evitan este tipo de modelo teórico lo hacen
por diversas razones, que van desde el temor a las presuntas dificulta­
des técnicas hasta la creencia de que la perspectiva adaptacionista es una
práctica dañina que es virtuoso evitar. Esperamos argumentar en contra
de ambas actitudes. Las siguientes referencias ofrecen una variedad de
puntos de vista: Parker y Maynard Smith, 1990; Krebs y Kacelnik, 1991;
Stephens y Krebs, 1986; Pierce y Ollason, 1987; Gray, 1987; Stearns y
Schmid­Hempel, 1987; Herrnstein, R. J., 1990, y el lector interesado en
una perspectiva balanceada puede obtenerla de estas fuentes.
8.1.
Integración mediante el uso de modelos
Los modelos motivacionales de causación interna
Como hemos visto en el capítulo anterior, el concepto de motivación
nace de una sencilla observación cotidiana: un mismo estímulo no pro­
voca siempre una misma respuesta. La presencia de comida puede provo­
car, unas veces, una ávida respuesta de ingestión por parte de un animal
y, otras, puede dejarle indiferente. El hecho de que los animales puedan
responder a los mismos estímulos de distinta manera en cada momento
se toma como demostración de que existen causas internas que controlan
la conducta.
En general, existe consenso entre los etólogos actuales respecto a la
necesidad de postular variables motivacionales intermedias para expli­
car la conducta. También existe consenso respecto al hecho de que la
conducta es el resultado de la combinación de factores causales internos
y externos: el que un animal coma o no en un momento dado depende,
por un lado, de su estado fisiológico o motivacional (causa interna) y, por
otro, de las propiedades de la estimulación disponible (causa externa;
véase capítulo precedente).
Las relaciones entre factores internos y externos se intentan explicar
mediante Modelos Motivacionales. Ya hemos visto, en el capítulo anterior,
los modelos motivacionales clásicos propuestos por Lorenz y Tinbergen.
También hemos visto cómo la complejidad de los fenómenos observados ha
llevado a abandonar la mayoría de los conceptos en que se basaban estos
modelos. ¿Cuáles son los modelos alternativos propuestos por los etólogos
actuales? Como ya hemos comentado en el capítulo precedente, no existe
un modelo generalmente aceptado por todos los etólogos. Distintos autores
han abordado el problema de los mecanismos de la conducta utilizando
enfoques distintos. Vamos a ver algunos de ellos.
FERNANDO COLMENARES Y JUAN CARLOS GÓMEZ
5.1.
Introducción
5.1.1. La ontogenia del comportamiento:
definición del problema
Desde el instante mismo de su concepción hasta su muerte, es
decir,durante la totalidad de su trayectoria de vida (que comprende una
etapa prenatal y otra postnatal, subdividiéndose ésta última a su vez en un
período de inmadurez y otro de madurez sexual), todo organismo experimenta cambios. Esta es una propiedad básica y característica de todos los
seres vivos. Los cambios pueden afectar a cualquiera de los múltiples ni­
veles de organización de un organismo (tanto observables como inferidos).
A continuación describiremos varios ejemplos de cambios ontogenéticos
que ocurren en algunos de estos niveles de organización, con un triple
objetivo. En primer lugar, ilustrar la magnitud del fenómeno de cambio
ontogenético a nivel empírico; en segundo lugar, hacer hincapié en la importancia que tiene el reconocimiento explícito y formal de la existencia
de diferentes tipos de explicaciones (p. ej., causales y funcionales) y de
diferentes niveles de análisis (p. ej., etológico, psicológico y neurobiológico) para su interpretación y explicación; y, en tercer lugar, enfatizar la
conveniencia de integrar tanto la información obtenida en cada nivel de
análisis como los tipos de explicación, con el fin de obtener una visión
macroscópica y una comprensión holista y sintética del fenómeno estudiado. Esto nos ayudará a introducir, en los siguientes apartados de esta
sección, las características del enfoque etológico, que es la aproximación
teórica adoptada en este capítulo.
Durante el proceso de diferenciación sexual de los mamíferos que, por
regla general, tiene lugar durante un período de tiempo restringido de la
En: Carranza, J. (ed.). Etología: Introducción a la Ciencia del Comportamiento.
Publicaciones de la Universidad de Extremadura, Cáceres, pp. 63­91. 1994.
En: Carranza, J. (ed.). Etología: Introducción a la Ciencia del Comportamiento.
Publicaciones de la Universidad de Extremadura, Cáceres, pp. 93-117. 1994.
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Estrategias evolutivamente estables:
el juego de la eficacia biológica
Vivir y convivir: La vida en grupos sociales
Coevolución y carreras de armamentos
J. C. SENAR
TOMÁS REDONDO
MIGUEL ÁNGEL RODRÍGUEZ-GIRONÉS
En el capítulo 8 del presente volumen, Kacelnik y Bernstein exponen
la técnica de los modelos de optimización. Estos son los modelos apropia­
dos cuando queremos dilucidar el comportamiento esperado de un ani­
mal en situaciones en que el resultado de sus actos no depende de lo que
haga el resto de la población. Así, siguiendo con el ejemplo de Kacelnik y
Bernstein, cuando un pájaro que forrajea debe decidir si regresar al nido
para alimentar a sus crías o continuar en el parche en el que se encuentra,
no tiene que preocuparse de lo que estén haciendo los demás miembros
de su colonia: si lo que limita su tasa de captura de gusanos es el número
de los mismos que lleva ya en el pico, el hecho de que otros individuos
acarreen tres o siete gusanos por viaje al nido no tiene repercusión alguna
en su tasa de aprovisionamiento.
Sin embargo, en numerosas situaciones el resultado de una acción
depende en gran parte de la frecuencia con que se realice dentro de la
población. Como veremos, en estos casos el criterio de optimalidad clásico
no nos permite obtener la solución del problema: ésta debe cumplir un
criterio de estabilidad, no de optimalidad. Ambos conceptos son lógica­
mente muy similares ya que, tanto en un caso como en el otro, tratamos
de encontrar los fenotipos a los que conducirá la evolución por selección
natural. La diferencia entre ambos criterios radica en el formalismo ma­
temático que debe emplearse y quedará clara a medida que estudiemos
diversos ejemplos. El formalismo que emplearemos nos viene de la teoría
de juegos, desarrollada en un principio para ser aplicada en sociología y
economía (Von Neumann y Morgenstern, 1953). Utilizado explícitamente
por primera vez por Lewontin (1961) para el estudio de la evolución, de­
bemos su difusión en este campo principalmente al trabajo de Maynard
Smith (Maynard Smith y Price, 1973; Maynard Smith, 1974; Maynard
Smith y Parker, 1976, entre otros). El lector interesado en una presentación
rigurosa del formalismo matemático sobre el que reposa la aplicación a
09 Estabilidad
Modelos de optimalidad en etología
07 Filogenia
Capítulo 8
El desarrollo del comportamiento:
aspectos funcionales y evolutivos
06 Desarrollo
Capítulo 6
08 Optimalidad
En: Carranza, J. (ed.). Etología: Introducción a la Ciencia del Comportamiento.
Publicaciones de la Universidad de Extremadura, Cáceres, pp. 25-38. 1994.
4.1.
La ontogenia del comportamiento
y sus mecanismos
Vivir, de por sí, no es fácil, pero a cualquiera que le preguntemos de
la vida con otros, seguro que nos dirá que el «convivir» ¡es más difícil
aún! Sin embargo, pese a ello, un gran número de especies, incluido el
hombre, son sociables y viven en grupos. Es indudable por tanto que esa
agrupación les confiere a todos ellos algún beneficio. En el presente ca­
pítulo trataremos de averiguar cuales son esas ventajas (y desventajas),
y se estudiará cómo se regula esa vida en grupo a fin de facilitar la lla­
mada convivencia.
10.1.
10.1.1.
Ventajas y desventajas de vivir en grupo
Protección contra los predadores
La razón más importante por la que la vida en grupo puede ser un
eficaz mecanismo de defensa contra los depredadores está relacionada
con la mejora en la tasa de vigilancia del grupo con respecto al individuo
solo, a la vez que el animal dispone de más tiempo útil para alimentarse
(Lima y Dill, 1990). En el jilguero (Carduelis carduelis), por ejemplo, se
ha podido comprobar que el número de veces que un individuo solo le­
vanta la cabeza para vigilar si aparece algún depredador es más del doble
que si está en un grupo de seis individuos (fig. 10.1) (Glück, 1987a). El in­
dividuo, por tanto, vigila menos, pero la tasa de vigilancia del grupo casi
se triplica (fig. 10.2). La razón es clara: cuatro ojos vigilan más que dos.
Lo importante, sin embargo, es que el individuo no solo esta más prote­
gido, sino que al vigilar menos, tiene más tiempo para comer. Así se ha
podido calcular que los jilgueros en grupos de siete individuos ingieren
un 20% más de semillas de acedera (Rumex acetosa) que los jilgueros que
van solos (fig. 10.2) (Glück, 1986, 1987a, b).
11.1.
Introducción
Desde el punto de vista de la evolución de un ser vivo, los factores
ambientales más importantes a los que debe ir adaptándose su linaje genético no son elementos físicos del medio sino otros seres vivos con los
que, frecuentemente, interacciona. Esto es consecuencia de que, a diferencia de las cosas inanimadas, los otros seres vivos poseen la capacidad
de responder a una adaptación cualquiera desarrollando a su vez otra
adaptación. Por ejemplo, un animal necrófago que resuelve el problema
de cómo encontrar comida es probable que pueda disfrutar de los beneficios de tal adaptación durante un tiempo muy largo, en tanto la abundancia y distribución de los cadáveres de los que se alimenta permanezcan
más o menos constantes. Pero un predador que caza presas vivas al galope
es un potente factor de selección para las presas. Estas serán seleccionadas
para correr cada vez más rápido, lo que a su vez crea una selección sobre
los predadores para ser aún más veloces y así sucesivamente. El carácter
«garras veloces» en el predador ha evolucionado en respuesta al carácter
«patas veloces» en la presa, que a su vez evolucionó en respuesta al predador. La evolución conjunta de caracteres en dos linajes genéticos como
resultado de la interacción entre ambos se denomina coevolución. Cuando, como en el ejemplo anterior, una adaptación en un linaje cambia la
presión selectiva en el otro linaje, dando lugar a una contra-adaptación,
y viceversa, se produce como resultado un proceso inestable y desenfrenado en escalada que los ecólogos del comportamiento llaman «carrera
de armamentos coevolutiva»: las espadas se vuelven afiladas, así que los
escudos se hacen más gruesos, con lo que a su vez las espadas se vuelven
todavía más afiladas (Dawkins y Krebs, 1979).
En: Carranza, J. (ed.). Etología: Introducción a la Ciencia del Comportamiento.
Publicaciones de la Universidad de Extremadura, Cáceres, pp. 181­203. 1994.
En: Carranza, J. (ed.). Etología: Introducción a la Ciencia del Comportamiento.
Publicaciones de la Universidad de Extremadura, Cáceres, pp. 205­233. 1994.
En: Carranza, J. (ed.). Etología: Introducción a la Ciencia del Comportamiento.
Publicaciones de la Universidad de Extremadura, Cáceres, pp. 235-253. 1994.
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Evolución de los comportamientos altruistas
y cooperativos
Reproducción
La evolución del cuidado parental
Estrategias individuales
de inversión parental
En: Carranza, J. (ed.). Etología: Introducción a la Ciencia del Comportamiento.
Publicaciones de la Universidad de Extremadura, Cáceres, pp. 255‑297. 1994.
Darwin: preguntas sin resolver
La selección natural es el concepto básico dentro de la teoría de Darwin
que implica la supervivencia del más apto, es decir su posibilidad de una
mayor contribución a la siguiente generación en términos de número de
descendientes.
La selección natural entraña, por tanto, que los individuos se comportan en su propio interés, o expresado de otra forma que sean egoístas.
Sin embargo resulta evidente que los animales no se comportan de forma
egoísta todo el tiempo. Al menos en apariencia, una de las muestras más
evidente de que los individuos ayudan a otros es, desde luego, el cuidado
parental (p. ej., padres dando de comer a sus hijos), pero dado que la selección natural favorece que los individuos maximicen su contribución
génica a futuras generaciones y los hijos son portadores de copias de genes
de sus padres, el cuidado parental se puede considerar genotípicamente
egoísta. Sin embargo, existen una gran cantidad de ejemplos en los que
los individuos aparentemente se ayudan. Así, en muchas especies depredadoras (lobo, león, etc.) existe una cooperación entre los individuos de
un grupo para la captura de la presa; en innumerables especies de aves y
mamíferos los individuos realizan sonidos de alarma frente a la presencia
de un predador, aun a riesgo de su propia vida; o bien los casos de algunos
En: Carranza, J. (ed.). Etología: Introducción a la Ciencia del Comportamiento.
Publicaciones de la Universidad de Extremadura, Cáceres, pp. 299-339. 1994.
14.1.
Introducción
La reproducción es el medio por el cual los seres vivos producen copias
directas de su material genético. Una copia del material genético es colo‑
cada en una envoltura más o menos compleja, que ella misma contribuye
a construir y que solemos llamar individuo.
El predominio de unos modelos vivos sobre otros a lo largo del tiempo
está basado en la reproducción diferencial, como ya vimos en el capítulo 7.
Un ser vivo puede ser considerado como un elemento del cual se valen
los genes que van dentro de él para perpetuarse en el tiempo. Esto lo
consiguen pasando a otros elementos vivos (en forma de copias) conforme
sus portadores se van gastando como consecuencia de la actividad vital.
A este proceso le llamamos reproducción.
Para un gen que viaja dentro de un elemento vivo, lo realmente impor‑
tante es conseguir que su portador sea capaz de producir otros elementos
donde puedan viajar en el tiempo nuevas copias de ese gen. Todas las
actividades que un gen promueva en su elemento portador serán «buenas»
(es decir favorecidas por la selección natural) tanto en cuanto contribu‑
yan a aumentar la probabilidad del gen de perpetuarse a lo largo de las
generaciones.
Parte IV
Introducción
Ya citamos al hablar del costo del sexo que es la hembra la que tiende,
en una mayoría de especies, a seguir aportando la mayor cantidad de
inversión post­gamética. Pero ¿Por qué es esto así? La respuesta tiene
de nuevo que ver con el tamaño y la diferente especialización de ambos
gametos. El gameto femenino ha sido seleccionado, en el proceso de evo­
lución de la anisogamia, para acumular nutrientes y esperar pasivamente
la llegada de otro gameto. El gameto masculino, en cambio, se ha espe­
cializado en buscar al femenino ya que de ello depende el todo o nada
de su éxito. Los avances evolutivos encaminados a «llegar hasta el otro»
serán fuertemente favorecidos por la selección natural en los gametos
masculinos. La estrategia femenina, por el contrario, se beneficiará de los
avances evolutivos relacionados con el mantenimiento y protección del
óvulo pero muy poco de algún avance que tuviese que ver con movilidad
y búsqueda de otro gameto. Incluso aunque existiera tal beneficio, éste
sería mucho más alto para los gametos masculinos. Es decir, la selección
16.1.
Introducción
La forma en que machos y hembras cuidan de sus crías varía mucho
entre los distintos grupos de animales. Para ilustrar la gran diversidad
de tipos de cuidado parental basta mencionar los patrones más comunes
en tres grupos de vertebrados. En muchos peces no hay cuidado parental
mas allá de la producción de gametos y cuando lo hay uno sólo de los
progenitores se limita a airear los huevos o a protegerlos de los predadores.
En aves los óvulos fertilizados se recubren de una cáscara protectora y
son expulsados al exterior aproximadamente 24 horas después de la fertilización. Una vez en el exterior los huevos han de ser incubados hasta
que eclosionan y los pollos son alimentados por ambos progenitores con
comida que aportan al nido. En mamíferos los óvulos fecundados permanecen en el interior de la hembra donde reciben alimento a través de la
placenta durante toda la gestación. Después del parto la madre amamanta
a las crías hasta que éstas se hacen independientes. En la mayoría de los
mamíferos el macho no participa en absoluto en el cuidado de las crías.
¿Por qué cuidan de sus crías de formas tan distintas estos grupos animales? El entender cómo y por qué han evolucionado los tipos de cuidado
parental que hoy observamos es un problema fundamental dentro de la
biología evolutiva. La importancia de este problema se acentúa cuando
se tiene en cuenta que los patrones de cuidado parental determinan en
gran medida aspectos tales como el nivel de competición que existe entre
machos (o más raramente entre hembras) por conseguir pareja (Trivers,
1972; Gwynne, 1991) y el tipo de sistema de apareamiento (Vehrencamp
y Bradbury, 1984; Krebs y Davies, 1987; Clutton-Brock, 1989, 1991).
MONTSERRAT GOMENDIO
Tradicionalmente se ha considerado que cada especie presentaba pa‑
trones de comportamiento que eran seguidos por todos los miembros de
esa especie. Hoy sabemos que esto no es cierto y que dentro de una misma
especie los distintos individuos pueden seguir estrategias muy diferentes.
En este capítulo se analizará la flexibilidad de los patrones de cuidado
parental entre los individuos de una misma especie. Como ya hemos visto
en varias ocasiones, para maximizar su propio éxito reproductivo los
progenitores han de equilibrar los beneficios derivados de su inversión
presente con los costos que supone para su reproducción futura. Por lo
tanto, cuando los beneficios y los costos derivados del cuidado parental
varían sería de esperar que los progenitores fueran capaces de responder
flexiblemente de acuerdo a sus intereses reproductivos.
17.1.
Variación en relación a beneficios
Recientemente el estudio del cuidado parental se ha visto tremendamente influido por la integración de la teoría evolutiva darwiniana
(Darwin, 1859), al igual que muchos otros campos dentro de la etología.
Una de las predicciones más obvias es que la inversión parental debería
de aumentar cuanto mayor sea el grado de certeza sobre la relación de
parentesco, puesto que un animal que invierte en un individuo no empa‑
rentado no obtiene beneficios reproductivos (Winkler, 1987; Montgomerie
y Weatherhead, 1988). Dicho de otra forma, cuanto menos seguro esté un
progenitor de que una cría es suya, menos debería de invertir en ella. El
estudio de acentor común en el jardín botánico de Cambridge provee una
vez más evidencia muy clara a este respecto (Burke et al., 1989). En los
grupos poliándricos en los que una hembra se aparea con dos machos, el
macho dominante intenta evitar continuamente que el macho subordinado
se aparee con la hembra, puesto que si ambos se aparean compartirán la
paternidad de las crías. Cuando la hembra pone los huevos ambos machos
En: Carranza, J. (ed.). Etología: Introducción a la Ciencia del Comportamiento.
Publicaciones de la Universidad de Extremadura, Cáceres, pp. 341‑362. 1994.
En: Carranza, J. (ed.). Etología: Introducción a la Ciencia del Comportamiento.
Publicaciones de la Universidad de Extremadura, Cáceres, pp. 363­406. 1994.
En: Carranza, J. (ed.). Etología: Introducción a la Ciencia del Comportamiento.
Publicaciones de la Universidad de Extremadura, Cáceres, pp. 407-442. 1994.
En: Carranza, J. (ed.). Etología: Introducción a la Ciencia del Comportamiento.
Publicaciones de la Universidad de Extremadura, Cáceres, pp. 443‑465. 1994.
Capítulo 19
Referencias
Índice analítico
La propia reproducción y las actividades vitales orientadas en último
término a ella, son las que «desgastan» a los seres vivos. Existe entonces
un balance en términos evolutivos entre dedicar esfuerzo a reproducirse,
aunque se produzca un desgaste que disminuya la longevidad, o a tratar
de disminuir el desgaste y sobrevivir más tiempo. Puesto que una situa‑
ción hipotética de mínimo desgaste no llevaría a una longevidad infinita
ni por supuesto a un aumento en la frecuencia de copias que hiciera pre‑
El bienestar animal. Una evaluación científica
del sufrimiento animal
ETOLOGÍA APLICADA
15.1.
La tarea de producir descendientes mediante reproducción sexual, pro­
voca una situación de conflicto entre los dos organismos que participan
(macho y hembra). El individuo productor de gametos pequeños puede
ser considerado como un auténtico parásito del productor de gametos
grandes, ya que consigue producir descendientes aprovechando la ener­
gía procedente del otro. Este hecho, como vimos (capítulo 14), causa una
disminución en las posibilidades de la hembra de producir descendien­
tes a menos que sea capaz de conseguir que el macho invierta. Admitido
el hecho de que los gametos son muy diferentes en tamaño, la cuestión
relativa al posible equilibrio en la inversión se plantea con respecto a la
inversión post­gamética o cuidado parental.
MONTSERRAT GOMENDIO
16 Parental
13.1.
A partir del momento de la publicación de la obra de Darwin El origen
de las especies en 1859, se produce una revolución en el mundo científico, cuyas repercusiones alcanzan a nuestros días. Dos fueron sus principales aportaciones: crear una duda razonable acerca de la existencia de
un proceso evolutivo sobre la tierra hasta entonces impensable y describir el mecanismo o agente promotor de los cambios e impulsor de dicho
proceso evolutivo que Darwin denominó selección natural.
JUAN CARRANZA
La idea de interacción recíproca es importante puesto que la carrera
surge porque cada adaptación en una de las partes influye decisivamente
CONCHA MATEOS MONTERO
19.1.
Introducción
Existe en la actualidad una gran confusión en torno a algunos términos
y conceptos que vulgarmente se confunden, como son: Bienestar animal,
Protección animal, Conservación y Derechos de los animales, Vida natural
o Producción animal. En ellos confluyen –a veces en viva polémica– di‑
ferentes planteamientos mantenidos por colectivos y organizaciones di‑
versas; criterios personales o sistemas de valores; normas de legislación y
productividad junto con los primeros resultados obtenidos por una rama
científica relativamente incipiente: la ciencia del bienestar animal.
Cuando las condiciones del medio son adversas, el individuo utiliza va‑
rios mecanismos para intentar contrarrestar los efectos de esas condicio‑
nes. En este intento, como señala Fraser (1990), el animal puede tener éxito
o fracasar, y la intensidad del esfuerzo o los efectos del fracaso pueden ser
medidos y valorados científicamente. En los últimos años, un creciente
número de investigadores, integrando diferentes ramas del conocimiento,
trabajan sobre ello a fin de elaborar unos criterios objetivos, susceptibles
de experimentación, que sirvan de indicadores del sufrimiento animal. El
Bienestar Animal, como ciencia, trata de determinar el estado en que se
encuentran los individuos en su intento de estar en armonía con el medio
(Broom, 1986 en Fraser y Broom, 1990), y se refiere, por tanto, al estado
de los animales, y no al cuidado o responsabilidad de los seres humanos
hacia ellos ni a las ventajas económicas de su explotación, aunque, de
hecho, estos aspectos –protección y conservación, legislación y produc‑
ción animal– sean sus principales aplicaciones.
Del mismo modo, no puede confundirse esta ciencia con las conside‑
raciones éticas al uso en torno a los animales. De lo que se trata es de de‑
sarrollar un procedimiento científico para conocer el posible sufrimiento
En: Carranza, J. (ed.). Etología: Introducción a la Ciencia del Comportamiento.
Publicaciones de la Universidad de Extremadura, Cáceres, pp. 493‑527. 1994.
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A
abejas, 266, 267, 316
abejas del sudor, 315
abejas euglosinas, 236
aberrantes, 474
aborto, 388
acceso preferente, 264
acentor común, 248, 413, 443
aceptación y rechazo, 248
aceptores, 249, 250
acicalado de cortejo, 263
ácido butírico, 258
Acinonyx jubatus, 237
acoplamiento vocal, 227, 229
acoso sexual, 373
Acris crepitans, 267
Acris gryllus, 267
Acrocephalus scirpaceus, 269
Actitis macularia, 375, 388, 419
actividad motora, 95
actividades de desplazamiento, 74, 75, 76, 79, 80
actividades de interrupción, 75, 514
actividades en vacío, 54, 516
actividades redirigidas, 515
acto consumatorio, 27
acto señal, 256
actor, 237, 255, 264, 268
adaptación, 142, 235, 236, 237, 239, 246
adaptaciones ontogenéticas, 96, 98
adaptacionistas, 287
adecuación biológica, 177
Adenota kob, 371, 385
adiestramiento de los animales, 509
ADN, 264
adorno sexual, 283
adornos, 270, 282, 283
adultos, 219
Aedes sierrensis, 245, 246
áfidos, 316, 321
Agalma okeni, 241
Agelaius phoeniceus, 367
agregaciones, 227
agresión, 36, 210, 221, 229, 243, 256
agresividad, 222, 264
agresivos, 285
agrupaciones, 230, 231
aguiluchos pálidos, 251
aislamiento social temprano, 102
Aix galericulata, 263
alarma, 279
Albon, 198
alelo, 250
alelos de reconocimiento, 311, 312, 315
alimentación óptima, 238
alimento, 172, 209, 215, 230
alometría, 437
alopatría, 267
alternancia, 515
altruismo, 36, 300, 306, 311, 315, 325, 337
altruismo por retorno de beneficio, 331, 332, 337
altruismo recíproco, 332, 333, 334, 335, 337
altruismo reproductivo, 322
allofeeding, 229
ambiente, 108, 129, 130, 131, 132, 134, 135
ambiente social, 480
ambivalentes, 74
amenaza, 256, 276, 287, 294
Amphiprion akallopisos, 380
amplificadores, 292, 293
ánade real, 263
Anas discors, 446
Anas platyrrhynchos, 263
análisis factorial, 31
analogía, 148
Ancalagon saurognathus, 237
andrógenos, 222, 265
anfibios, 259, 278
21 Í. Analítico
La mayor parte de las interacciones entre individuos que se describen
en este libro implican el uso de señales comunicativas. Las crías del capí‑
tulo anterior solicitan alimento de sus padres mediante señales acústicas
y visuales y los cucos imitan tales señales. Los machos utilizan diseños
elaborados y posturas para atraer a las hembras o amenazar a otros ma‑
chos rivales y la araña boleadora esparce copias de feromona por el aire
para atraer a sus presas. Una señal comunicativa es un comportamiento o
estructura anatómica especialmente adaptados para influir sobre el com‑
portamiento de otro animal. Los etólogos han definido la comunicación de
una forma operativa: decimos que existe comunicación entre dos animales
cuando un observador externo puede detectar cambios predecibles en el
comportamiento de uno de ellos (el reactor) en respuesta a determinadas
señales del otro animal (el actor) (Wilson, 1975). En realidad, si realizáse‑
mos un registro detallado de todas las acciones que ejecutan dos animales
que se encuentran próximos, encontraríamos que la mayor parte de los
actos afectan a la probabilidad de que el otro animal ejecute una acción
determinada. Arias de Reyna (1977) comprobó que, en diversas especies
de córvidos que compiten por el alimento en un comedero artificial, era
difícil encontrar un solo acto que no tuviese efecto alguno sobre la pro‑
babilidad de ocurrencia de algún otro acto en individuos próximos. Pero
no todos estos actos pueden englobarse en la definición anterior de se‑
ñal comunicativa. Lo característico de éstas es que parecen haber sido
diseñadas específicamente para comunicar algo a otros y no poseen otra
función importante (fig. 12.1). De otro lado, existen caracteres que han
evolucionado bajo un sinfín de presiones selectivas no relacionadas con
la comunicación pero que no obstante cumplen una importante función
como señales. Un ejemplo típico es el tamaño corporal. Por tanto, una
Sistemas de apareamiento y selección sexual
20 Referencias
12.1. Señales comunicativas
SEBASTIÁN J. HIDALGO DE TRUCIOS
JUAN CARRANZA
19 Bienestar
TOMÁS REDONDO
18 Aplicada
Comunicación: teoría y evolución
de las señales
15 Apareamiento
En: Carranza, J. (ed.). Etología: Introducción a la Ciencia del Comportamiento.
Publicaciones de la Universidad de Extremadura, Cáceres, pp. 153­179. 1994.
14 Reproducción
En: Carranza, J. (ed.). Etología: Introducción a la Ciencia del Comportamiento.
Publicaciones de la Universidad de Extremadura, Cáceres, pp. 119-136. 1994.
13 Altruismo
En capítulos previos se ha enfatizado la diversidad de niveles de expli­
cación en etología. Se ha dicho que ningún fenómeno del comportamiento
tiene una explicación única, pues cada conducta reconoce una historia
12 Comunicación
A pesar de que detrás de la larga tradición de estudios sobre el aprendizaje que han desarrollado los psicólogos comparatistas existe una fundamentación evolutiva, lo cierto es que la adopción de una aproximación
Capítulo 12
05 Ontogenia
Etapa precientífica
10 Grupos
Parte I
INTRODUCCIÓN
2.1.
JUAN CARLOS GÓMEZ Y FERNANDO COLMENARES
Capítulo 5
11 Coevolución
Mecanismos y causas internas
de la conducta
03 Causación
Capítulo 4
Una historia de la Etología
02 Historia
Introducción a la Ciencia
del
Comportamiento
Capítulo 2
FERNANDO ÁLVAREZ
01 Ámbito
ETOLOGÍA
Preliminares
JUAN CARRANZA
Editor
04 Mecanismos
Universidad de Extremadura
17 Estrategias
etología
Introducción a la Ciencia del Comportamiento
Cubierta / Contracubierta
ETOLOGÍA