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Epstein-Barr - Ponencia Virus de Epstein-Barr: epidemiología en el trasplante hepático Antoni Rimola, Montserrat García-Retortillo Servicio de Hepatología Hospital Clínic, Barcelona INTRODUCCIÓN El uso de inmunosupresores, cada vez más potentes, para evitar el rechazo del órgano trasplantado lleva asociado consigo un riesgo aumentado de aparición de infecciones oportunistas. Dichas infecciones se producen bien por reactivación de infecciones latentes o como primoinfecciones por gérmenes que, en situación normal, son escasamente patógenos. El periodo de mayor riesgo coincide con aquel en el que los niveles de inmunosupresión son mayores; es decir, durante los primeros meses después del trasplante. Sin embargo, no todos los pacientes trasplantados muestran la misma susceptibilidad a las infecciones oportunistas. Así, en términos generales, la ausencia de protección inmunológica específica frente a determinados virus antes del trasplante (pacientes seronegativos para estos virus) es un factor de riesgo para contraer la primoinfección después del trasplante y que ésta sea más grave. El uso de fármacos inmunosupresores potentes como, por ejemplo, anticuerpos antilinfocitarios, también predispone a la aparición de infecciones oportunistas. Por último, aquellos pacientes que llegan al trasplante en peores condiciones generales (más debilitados y peor nutridos) también son más susceptibles de desarrollar complicaciones infecciosas en el periodo postoperatorio inmediato y en los primeros meses tras la cirugía. El virus de Epstein-Barr (VEB), perteneciente a la familia de los herpesvirus, es uno de los agentes que provocan infecciones con mayor frecuencia en los pacientes receptores de trasplantes de órganos sólidos. Sin embargo, la infección por el VEB tras el trasplan- te suele ser asintomática y estar exenta de repercusiones graves para el paciente. No obstante, en ocasiones la infección por VEB puede asociarse a la aparición de procesos linfoproliferativos (post-trasplant lymphoproliferative disorders, o PTLD), cuya forma de presentación abarca desde una simple hiperplasia linfoide policlonal hasta la aparición de linfomas altamente malignos y potencialmente letales. El mayor interés del conocimiento adecuado de los aspectos epidemiológicos de la infección por VEB en el contexto del trasplante de órganos, es la identificación precoz de subgrupos de pacientes con riesgo aumentado de desarrollar PTLD, lo que podría permitir la eventual utilización de regímenes inmunosupresores menos agresivos en estos pacientes con el objetivo de reducir dicho riesgo. ASPECTOS EPIDEMIOLÓGICOS GENERALES La alta prevalencia de signos serológicos de infección por VEB en adultos sanos (aproximadamente, el 95% presentan anticuerpos frente al virus) indica que la mayoría de la población ha sufrido la primoinfección por este virus en edades tempranas de la vida (1). Cuanto antes se toma contacto con el virus, más probable es que la infección pase desapercibida. Los niños suelen presentar primoinfecciones asintomáticas, pero, cuando la primoinfección ocurre en la segunda o tercera décadas de la vida, puede corresponder a una infección sintomática, cuyas manifestaciones clínicas suelen agruparse bajo la forma de una mononucleosis infecciosa 81 (2). El VEB infecta fundamentalmente las células epiteliales de la faringe y los linfocitos B (3-5). En las células faríngeas, el VEB suele estar en fase replicativa. Así, una vez pasada la primoinfección, muchos individuos siguen presentando replicación activa del VEB en su faringe en mayor o menor grado y de forma continua o intermitente, con presencia de DNA viral en las células epiteliales faríngeas (identificable mediante técnicas de hibridación in situ) y presencia de virus en la saliva y en las gotitas de Pflügge y núcleos goticulares de Wells. Es mediante las partículas virales presentes en estos elementos transmisores, que se produce el contagio de individuos susceptibles; es decir, no infectados previamente (individuos seronegativos frente al VEB). La infección replicativa crónica de las células faríngeas podría contribuir, mediante mecanismos no bien establecidos, al desarrollo de carcinoma faríngeo. En cambio, el VEB en los linfocitos B adopta una forma no replicativa, con detección del genoma del VEB en su núcleo. Durante la primoinfección, la mayoría de linfocitos B infectados son eliminados por la respuesta inmune a cargo de linfocitos T citotóxicos específicos y natural killer cells. No obstante, los linfocitos B infectados por VEB, que sobreviven a este ataque inmune inicial, adquieren tres características: a) infección latente persistente por VEB; b) “inmortalización” de dichas células, y c) tendencia a la proliferación. En los individuos inmunocompetentes, la característica proliferativa se ve contrarrestada por la vigilancia inmunológica normal, que impide el desarrollo de síndromes linfoproliferativos de células B. Sólo en muy raras ocasiones la infección persistente de los linfocitos B por VEB puede producir o contribuir al desarrollo de determinados tumores, como el linfoma de Burkitt. Por el contrario, en los pacientes inmunodeprimidos la proliferación de linfocitos B puede ocurrir con más facilidad, lo que condiciona el riesgo de estos pacientes a desarrollar PTLD. ASPECTOS EPIDEMIOLÓGICOS EN EL TRASPLANTE HEPÁTICO Incidencia de infección por VEB y PTLD La infección por el VEB en receptores de trasplante hepático (TH) corresponde generalmente a una pri- moinfección en pacientes no inmunizados previamente. Con mucha menor frecuencia corresponde a una reactivación de una infección latente. Por ello, la incidencia de la infección por el VEB en el trasplante pediátrico es diferente a la del trasplante en adultos, ya que el porcentaje de niños seronegativos en el momento del trasplante es sustancialmente mayor. Sólo un 12% de los niños trasplantados hepáticos es seropositivo para el VEB (6), mientras que, como se ha mencionado anteriormente, el porcentaje de pacientes adultos seropositivos llega hasta el 95% (1). Ello comporta que la mayor parte de la población infantil receptora de TH está en situación de riesgo para contraer la primoinfección en los primeros meses después del trasplante. No obstante, en los niños seronegativos también existen diferencias en la incidencia de infección por VEB, dependiendo del estado serológico del donante de órganos. Así, según Smets et al. (7), la primoinfección por el VEB ocurre en un 92% de receptores infantiles de TH en los que el donante es seropositivo, mientras que la incidencia de este evento es del 40% cuando el donante es seronegativo. Estos datos apoyan la evidencia de que el VEB se transmite durante el trasplante a través de los linfocitos B infectados por VEB presentes en el injerto en el momento del trasplante (8), sin que se pueda excluir que la transmisión de VEB ocurra a través de las propias células del hígado que pudieran también contener VEB. En aquellos casos en los que aparece primoinfección por VEB, cuando el donante es seronegativo, se cree que la vía de contagio más plausible es la transmisión a través de la transfusión de productos sanguíneos, en los que no se realiza el screening para VEB de forma rutinaria. El método diagnóstico más fiable de reconocer la primoinfección por VEB es la detección de seroconversión, ya que en la mayoría de los casos la primoinfección cursa de forma asintomática. En diversas series publicadas se ha establecido que la mayoría de los pacientes seronegativos presentan la seroconversión entre los 15 y los 90 días tras el TH (7). Como se ha mencionado anteriormente, la primoinfección por VEB en niños con TH pasa habitualmente desapercibida y sólo unos pocos desarrollan síntomas (15% según Smets et al.) (7). El cuadro clínico más común es un síndrome mononucleósico, aunque con frecuencia no aparece el cuadro clínico completo. Ello es debido a la corta edad de la población pediátri- 82 Epstein-Barr - Ponencia ca receptora de TH y a la inmunosupresión, ya que la clínica de la infección por el VEB depende directamente de la respuesta inmune del huésped (9) (Tabla I). tividad pre-trasplante para VEB no protege frente al desarrollo de PTLD. Aunque la incidencia de PTLD en la totalidad de pacientes adultos con TH es muy baja (al- TABLA I Características epidemiológicas de la infección por el EBV y su principal complicación, el síndrome linfoproliferativo (post-transplant lymphoproliferative disorders, PTLD), tras el trasplante hepático (TH) en la población adulta y pediátrica. Población pediátrica Población adulta Pacientes seronegativos en el momento del TH 88% 5% Incidencia de primoinfección tras el TH • 92% si donante seropositivo • 40% si donante seronegativo 95% en receptores seronegativos Incidencia de PTLD post-TH 4-20% Mortalidad asociada al PTLD 12-60% La verdadera importancia de la infección por el VEB en pacientes inmunodeprimidos radica en el posible desarrollo de PTLD, especialmente los linfomas por células B que pueden comprometer la vida del paciente. A pesar de que la incidencia de seroconversión tras el trasplante hepático es muy alta en la población pediátrica, la aparición de PTLD sólo ocurre en una proporción relativamente reducida de niños (entre el 4-20%, dependiendo de las series) (6, 10, 11). Sin embargo, la mortalidad asociada al desarrollo de PTLD en niños receptores de TH es notable, oscilando entre el 12 y el 60% (6, 10, 11). La situación en el TH en pacientes adultos es radicalmente diferente debido, en gran medida, a que la población de riesgo para contraer la primoinfección tras el trasplante (pacientes seronegativos pre-TH) es mucho más restringida. Se ha reportado que en los adultos seronegativos, receptores de TH, la primoinfección por VEB (diagnosticada mediante la seroconversión) se presenta en alrededor del 95% (12). Esta elevada tasa se debe probablemente a que los donantes adultos también son en su mayoría seropositivos para VEB y, por tanto, a que la probabilidad de que un receptor seronegativo sea trasplantado con un órgano de un donante seropositivo es muy alta. Es importante señalar que la seroposi- 1-3% (hasta 33% en receptores seronegativos) 40% rededor del 1-3%) (13-16), puede llegar a alcanzar hasta el 33% en pacientes que son seronegativos en el momento del trasplante (12). Otro aspecto relevante es la elevada mortalidad asociada al desarrollo de PTLD en receptores adultos de TH, que es de alrededor del 40% (12, 15). Como ocurre en la población pediátrica, la primoinfección o la reactivación viral en pacientes adultos aparecen precozmente tras el TH, cuando los niveles de inmunosupresión son más elevados. De igual forma, aproximadamente el 60% de los PTLD diagnosticados en pacientes adultos con TH aparecen dentro de los primeros 6 meses (12, 15). Factores de riesgo Edad del receptor El principal factor de riesgo para el desarrollo de la infección por el VEB tras el trasplante hepático es la edad del paciente, que frecuentemente condiciona su estado serológico. Como se ha mencionado anteriormente, los niños presentan un riesgo notablemente mayor de infección por VEB y de PTLD que los adultos. Se ha estimado que la incidencia de PTLD es 3 veces mayor en niños que en adultos receptores de TH (16). 83 Infección sintomática La aparición de una infección sintomática por el VEB representa también una situación de riesgo para el futuro desarrollo de un PTLD. En un reciente estudio (7) se reportó que, a pesar de que la primoinfección sintomática en niños receptores de TH fue poco frecuente (su incidencia en este estudio fue del 15%), la totalidad de niños con infección sintomática presentó PTLD. Cabe señalar que los síntomas digestivos durante la infección por VEB, especialmente diarrea y hemorragia digestiva, se asocian con frecuencia al posterior desarrollo de PTLD. Cao et al. (17) publicaron que la incidencia de PTLD fue del 43% entre los niños que habían presentado estos síntomas en el momento del diagnóstico de la infección por VEB, mientras que PTLD apareció en sólo el 6% de niños sin esta sintomatología. La demostración histológica de linfoproliferación de células B o la demostración por inmunohistoquímica de la expresión de diversos antígenos del VEB (LMP1 o EBNA2) en tejidos infectados, como las amígdalas, no parecen representar un riesgo especial de desarrollo posterior de PTLD (18). Detección de material genético del VEB en sangre periférica En un estudio reciente (19), se demostró que en niños con infección asintomática por VEB, la presencia de genes del VEB que codifican para EBNA-1 y el an- tígeno capsular gp220 tuvo valor predictivo para el desarrollo de enfermedad sintomática y de PTLD. En este estudio 9 (69%) de 13 niños, que mostraron positividad para estos genes en el ADN extraído de sangre periférica desarrollaron enfermedad sintomática y 5 (56%) acabaron presentando un PTLD. Inmunosupresión El grado de inmunosupresión, así como el tipo concreto de productos inmunosupresores utilizados, se han relacionado también con una mayor incidencia de PTLD asociado a la infección por el VEB (5, 20) (Tabla II). Como se ha mencionado en apartados anteriores, la infección por el VEB aparece precozmente tras el trasplante. Este periodo, en el que el grado de inmunosupresión es más intenso, es aprovechado por el virus para replicarse y desarrollar la enfermedad. El mecanismo por el cual la inmunosupresión potencia la aparición de la infección por el VEB puede ser, desde un punto de vista teórico, triple. Por un lado, los fármacos inmunosupresores inhiben la función de los linfocitos T, claves para abortar o limitar la expansión de las células B infectadas por el VEB. Por otro lado, se ha especulado que algunos productos inmunosupresores, como ciclosporina y azatioprina, podrían tener efectos oncogénicos a través de inducir alteraciones en el ADN (5). Finalmente, determinados fármacos inmunosupresores, como la ciclosporina y el tacrolimus, TABLA II Factores de riesgo para el desarrollo de síndrome proliferativo (post-transplant lymphoproliferative disorders, PTLD) relacionado con la infección por el EBV tras el trasplante hepático. • Receptor pediátrico (íntimamente relacionado con la seronegatividad para EBV que es muy frecuente en niños). • Primoinfección sintomática. • Detección de material genético viral en sangre. • Pautas muy intensas de inmunosupresión. • Enfermedad por CMV, concomitante con la infección por EBV. • Recidiva de la infección por el VHC, concomitante con la infección por EBV. 84 Epstein-Barr - Ponencia podrían tener un efecto directo sobre las células B infectadas por VEB aumentando su viabilidad (21). En algunos estudio se ha hallado una mayor incidencia de infección sintomática por VEB y PTLD en niños receptores de TH tratados con tacrolimus que con ciclosporina, lo que se explicaría, en opinión de sus autores, por el mayor poder inmunosupresor de tacrolimus (16, 22, 23). En contraste, la incidencia de PTLD en adultos no varía según éstos reciban uno u otro inmunosupresor. El uso de anticuerpos anti-linfocitarios poli o monoclonales tipo OKT3 se ha asociado con un aumento en la incidencia de PTLD relacionado con infección por VEB en receptores de diversos trasplantes de órganos, comparado con otras pautas de inmunosupresión que no incluían estos productos (24-26). Actualmente, se cree que más que el tipo concreto de inmunosupresores utilizados, el verdadero factor de riesgo lo constituye la intensidad de la inmunosupresión a la que se somete el paciente. Infección por citomegalovirus (CMV) La infección por CMV también se ha implicado en el desarrollo de PTLD en pacientes adultos. En un estudio realizado en 40 receptores adultos de TH que eran seronegativos en el momento del trasplante, y de los que 13 presentaron un PTLD, la enfermedad por CMV resultó ser el único factor de riesgo para PTLD identificado en un análisis multivariado (12). Un 54% de los pacientes, que experimentaron seroconversión para el VEB tras el trasplante y posterior desarrollo de PTLD, habían sido diagnosticados de enfermedad por CMV, frente a únicamente un 18% de los que no desarrollaron PTLD. En cambio, en este estudio, el tipo de inmunosupresión, la profilaxis con aciclovir o cualquier otra infección concomitante no se relacionaron con el riesgo de PTLD. Estos autores también señalan que parece ser la gravedad de la enfermedad por CMV, y no simplemente la simple aparición de infección por CMV, lo que constituye un factor de riesgo. En contraste, no parece existir correlación entre la aparición de enfermedad por CMV y el desarrollo de PTLD en niños con TH (7). Infección por virus de la hepatitis C Otro factor de riesgo de PTLD después del TH es la infección por virus de la hepatitis C. En un estudio de Hézode et al. (27, 28), se encontró que la tasa de PTLD a los 4 años del trasplante, en los pacientes trasplantados por hepatopatías por virus C o por otras patologías, fue de 12% y 2%, respectivamente. Aunque no existe ninguna explicación fehaciente para este hecho, es posible que la infección por virus C represente un estímulo inmunológico crónico y que ello, a su vez, aumente la oncogenicidad del VEB y favorezca la proliferación de linfocitos B. Es importante señalar que todos los factores mencionados no se excluyen mutuamente y que pueden darse concomitantemente en un mismo paciente, con efecto aditivo. Así, se ha calculado que, por ejemplo, un paciente seronegativo para VEB y CMV antes del trasplante, que reciba un órgano de un donante CMV positivo y que se trate con OKT3, tiene 654 veces más probabilidades de desarrollar PTLD que otro paciente sin ninguna de estas circunstancias (26). El conocimiento de los factores de riesgo para PTLD, que es prácticamente la única consecuencia de relevancia clínica en la infección por VEB post-TH, debería permitir la implementación de estrategias dirigidas a reducir dicho riesgo, consistentes especialmente en la monitorización intensiva de la infección, la reducción de la inmunosupresión y la profilaxis, e incluso el tratamiento anticipado (pre-emptive therapy) de la misma. BIBLIOGRAFÍA 1. Niederman JC, Evans AS, Subramanyan MS, McCollum RW. Prevalence, incidence and persistence of EB virus antibody in young adults. NEJM 1970; 282: 361-5. 2. Cheeseman SH. Infectious mononucleosis. Semin Hematol 1988; 25: 261-8. 3. 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