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Adviento: Dios-Amor nos visita En los cuatro domingos del Adviento la Iglesia nos invita a prepararnos para vivir el gozo del encuentro. Dios-Amor viene a visitarnos, a acampar entre nosotros. En la liturgia de los cuatro domingos de Adviento del ciclo C, encontramos pistas, referencias, luces, llamadas... que nos ayudan a hacer este camino como Iglesia que peregrina en esta historia, en este año 2006. Siguiendo con la imagen del cartel pastoral de este curso sugerimos como dibujo un corazón que va formándose cada domingo de Adviento hasta formar ese corazón de Dios, que del todo se nos a conocer en Jesús, la Palabra hecha carne. En las primeras lecturas de este ciclo tenemos la voz de cuatro profetas: Jeremías, Baruc, Sofonías y Miqueas. En ellos resuenan las promesas de Dios dirigidas al pueblo de Israel, promesas de encuentro, de gozo, de salvación; de salir de la apatía, de la desesperanza, del luto, del exilio… En las segundas lecturas oímos la palabra que Pablo dirige a las comunidades (1,2,3 domingo) Tesalonicenses, Filipenses exhortando a vivir en el Amor que nos viene del Señor, que trae de la mano el gozo y la alegría. En el 4º domingo, la carta a los Hebreos nos ofrece una bella página cristológica, en polémica con el mundo veterotestamentario del culto a Dios desde los sacrificios y la ley. A medida que pasa el Adviento vamos completando el corazón, vamos conociendo mejor ese amor entrañable y misericordioso de Dios, que cumple su promesa de salvación y cercanía a las personas en el misterio de la Navidad. Pero en el Adviento se nos hace también la invitación a disponer nuestro corazón para ese encuentro. En la imagen del corazón que se va formando vamos poniendo nombres ( o bien palabras , exhortaciones de los textos litúrgicos). Del amor de Dios siempre sabemos por las personas que nos han ayudado a reconocer y vivir esa experiencia de encuentro. Junto a los nombres bíblicos podemos nosotros ir colocando también otros nombres, desde nuestra biografía. Así sería: ( 1º Domingo: Jeremías, Pablo, Lucas; 2º Domingo: Baruc, Pablo, Juan Bautista; 3º Domingo: Sofonías, Juan Bautista 4º Domingo: Miqueas, Isabel, María 1º Domingo: “Alzad la cabeza, Levantaos…” Jr 33, 14-16: ”Mirad que llegan días – oráculo del Señor-, en que cumpliré la promesa…” Tes 3, 12-4,2.: “que el Señor os colme y os haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos” Lc 21, 25-28: “ …Levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación” En este primer domingo tenemos las invitaciones del profeta Jeremías a levantar la cabeza, la misma invitación que encontramos en el Evangelio de Lucas, que nos hace Jesús. El pecado nos hace vivir encorvados, adormecidos, distraídos. La invitación a levantar la cabeza es propuesta de liberación de nuestros miedos, ensimismamientos, para abrirnos a la esperanza que nos viene de Dios, la venida del Hijo del Hombre. No sabemos el día ni la hora, pero hay signos de esa presencia que sólo podemos captar si alzamos la cabeza, si miramos el rostro del hermano, si nos ponemos en actitud de escucha. El profeta Jeremías nos hace llegar de Dios hace una promesa: viene al encuentro del hombre en la historia. Porque el corazón de Dios, su amor misericordioso no soporta la lejanía, no quiere dejar al hombre perdido en su soledad, en su exilio de Dios y de los hermanos. San Pablo expresa ese deseo que ha experimentado como gracia en su vida:”Que el Señor os colme y os haga rebosar de amor mutuo” En el terreno del amor tenemos que llenar siempre las tinajas hasta arriba, no caben medidas ni cálculos; pero no somos nosotros la fuente, sólo la vasija donde, si estamos disponibles, Dios va a colmarnos y desbordarnos. Acogemos la invitación de Jesús a estar despiertos a ser fuertes, a mantenernos en pie, a alejar los miedos, a vivir atentos para que no se nos embote la mente y el corazón. Sólo el corazón liberado es capaz de dejarse alcanzar por la promesa, de no dejarse seducir por deseos-trampa que nos encorvan y empequeñecen. En este primer domingo de Adviento de la mano de Jeremías, de Pablo y del evangelista Lucas iniciamos este peregrinaje hacia el misterio de la Navidad. Vamos a dejarnos alcanzar por ese amor que viene a nuestro encuentro, por esa llamada a levantarnos, a alzar la cabeza, para vislumbrar la promesa de Dios. 2º DOMINGO: “Allanad caminos” Baruc 5, 1- 9: “Ponte en pie Jerusalén…porque Dios se acuerda de ti” Filp. 1, 4-6.8-11: “Que vuestra comunidad de amor siga creciendo más y más…” Lc 3, 1-6: “Una voz grita en el desierto: preparad el camino al Señor” El profeta Baruc nos hace llegar en este domingo este gozoso anuncio: Despójate del luto, ponte en pie… mira Dios se acuerda de ti. Dios guiará a Israel entre fiestas a la luz de su gloria, con su justicia y misericordia. Es Dios quien sigue llevando la iniciativa, quien como el domingo pasado se sirve de un profeta (Baruc) para hacer llegar su promesa: de fiesta, de liberación , de encuentro en definitiva. En la promesa del encuentro, está el constatar las dificultades actuales: montañas y barrancos hacen dificultoso el camino; hay que allanar ese camino. Lo que en el profeta Baruc es iniciativa de Dios: el mismo manda allanar caminos, bajando montañas, rellenando barrancos para que se produzca el deseado encuentro con el hombre en la historia, lo recoge el evangelio de Lucas en boca de otro profeta, Juan Bautista, que cita a Isaías. Pero aquí hay una invitación al hombre para colaborar en esa tarea a allanar los caminos, al bautismo de conversión, a convertir el corazón. En el evangelio de Lucas el protagonismo lo tiene sin duda la Palabra de Dios, que viene en una historia concreta, proclamada por hombres concretos. Lucas nos contextúa la aparición de la Palabra sobre Juan de una manera detallada ( “En el año quince del reinado de Tiberio, siendo Poncio Pilato… (3, 1) No estamos en el terreno de los sueños, de las ideas solamente; es este mundo, esta historia la que Dios viene a asumir. Es Palabra viva, que interpela, transforma, introduce novedades, exhorta al cambio, desinstala. A Juan esa Palabra le llevó al desierto, también a nosotros debería llevarnos a lugares nuevos. Acoger la Palabra es adentrarnos en el misterio del Amor. Y como Juan recorrió la comarca del Jordán, cuando nos vamos adentrarnos en ese amor nos moviliza y nos empuja a rellenar los socavones del alma y de la convivencia, a elevar los deseos pequeños, a abajar orgullos, a enderezar lo torcido, superar lo escabroso… Pablo en la carta a los Filipenses hace una plegaria desde el amor entrañable a la comunidad: “Y esta es mi oración: que vuestra comunidad de amor siga creciendo más y más…” Acogemos y hacemos nuestra también esta oración: seguir creciendo en el camino del amor, convertir el corazón y dejarnos alcanzar por ese Amor que viene al encuentro. 3º Domingo: “Estad alegres” Sofonías 3, 14 -18a : “Alégrate y gózate de todo corazón, Jerusalén” Filp. 4, 4-7: “ Estas siempre alegres en el Señor” Lc 3, 10-18: “El os bautizará con Espíritu Santo y fuego” Del profeta Sofonías recibimos en este domingo el anuncio de alegría. La alegría de que el Señor está en medio de ti (personal y comunitariamente) y esa presencia aleja los miedos. Esa presencia es la que trae gozo y alegría a la vida, liberando de cansancios y desesperanzas ( “No desfallezcan tus manos” ) La alegría viene del amor de Dios ( “El se goza y se complace en ti, te ama y se alegra con júbilo como en día de fiesta”) Dios nos alegra el corazón y su corazón hace fiesta con nosotros, porque la alegría es compartida. Donde Dios se hace presente hay alegría y gozo, hay mesura, paz en el corazón tal como nos dice Pablo en la carta a los Filipenses ( Y la paz de Dios… custodiará vuestros corazones”) Pero de Pablo aprendemos que la clave de la alegría es que sea alegría en el Señor (“estad alegres en el Señor”) No surge simplemente cuando todas las circunstancias nos son favorables, ante la ausencia de problemas, del tenerlo todo completo y colocado en nuestra vida( salud, afectos, economía…) La alegría cristiana está referida al Señor, a su vida, a su entrega, a su desvivirse por los demás. En el evangelio de Lucas, Juan Bautista da respuestas a los que le preguntan sobre la conversión, (“Entonces, ¿qué hacemos?”) Repartir la túnica, no vivir de la exigencia, no oprimir a los hermanos…La alegría pasa por la conversión, o también puede ser otro itinerario: la conversión pasa por el descubrimiento gozoso del anuncio. La conversión del corazón comienza por el gozo del que encuentra un tesoro, y que por tenerlo está dispuesto a venderlo todo. . La invitación de Juan Bautista a recibir el bautismo de Espíritu Santo y fuego que trae Jesús es sumergirse en el Amor de Dios revelado en El, exponernos a la acción del Espíritu; hacer sitio a Aquel que colma, llena, convierte, transforma, nos da la vuelta, nos zarandea, nos deslocaliza de nuestros lugares habituales para orientarnos en el camino del evangelio. Dejarnos quemar en ese fuego no es fácil, quien más quien menos nos resguardamos, nos ponemos a cierta distancia. Pero Dios no guarda distancias por eso nació pobre y desvalido, y murió en la cruz despojado. En el Bautismo de Espíritu Santo y fuego, Jesús nos lleva al terreno del amor más entregado. 4º DOMINGO: “Dichosa Tú que has creído” Miqueas 5, 2- 5ª: “Pero tú, Belén de Éfrata… de ti saldrá el jefe de Israel” Hb 10, 5- 10: “Aquí estoy para hacer tu voluntad” Lc 1, 39 – 45: “ Dichosa tú que has creído…” De la boca de Miqueas escuchamos la promesa que se hace al pueblo de Israel, de un Mesías que pastoreará al pueblo, que traerá la paz, el reencuentro. No importa que Belén sea una aldea pequeña ( “Pero tú Belén de Éfrata, pequeña entre las aldeas de Judá, de ti saldrá el jefe de Israel”) Lo de Dios tiene mucho que ver con lo pequeño, el resto, la humildad de una virgen. En este domingo cuarto del Adviento nos encontramos con la figura de María;¡qué mejor manera que entrar en el misterio de la Navidad de la mano de María, quién mejor que ella nos puede enseñar el camino de la fe, de la confianza, de la plena disponibilidad a la acción del Espíritu!. “Dichosa tú que has creído” También Isabel, llena del Espíritu Santo es capaz de gritar y reconocer la acción de Dios en su prima. En ambas se hace realidad la expresión de Cristo que recoge la carta a los Hebreos: “Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad” Porque no se tarta de ofrecer cosas, sacrificios, ofrendas, sino de ofrecer la vida, en entrega absoluta como Jesús. Cuando el Dios amor nos visita, nos pone en camino hacia los hermanos, como María va al encuentro de Isabel, e Isabel acoge a María. En la imagen de estas dos mujeres tan representada en la iconografía cristiana, vislumbramos que cuando exponemos el corazón a Dios, experimentamos fecundidad en nuestra vida, es un amor no estéril ni narcisista sino fecundo, engendrador de vida, que no puede callar lo experimentado y por eso no se puede sino gritarlo: “Isabel …dijo a voz en grito…” En las puertas de la Navidad vamos a vivir un año más este misterio de Amor de Dios que se hace carne, historia. Vamos a dejar que los nombres de tantos testigos nos ayuden a entrar en ese vértigo del Amor de Dios , de su entrega, de su cercanía. Recuperar la mirada de asombro ante la locura y la insensatez de un Dios amante que quiere encontrarse con el ser humano, para hacernos partícipes de su divinidad respetando nuestra libertad. Vamos a adorar el misterio que sobrepasa nuestras ideas sobre Dios. Hagamos camino hacia Belén de la mano de los pequeños, aquellos que han entrado en la sabiduría del pesebre y de la cruz.