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Disertación Arq.Carlos Rogelio Canavessi Buenos días a todos. Voy a abrir este panel en representación de los arquitectos de Concepción del Uruguay que estamos vinculados de una u otra manera al Patrimonio Arquitectónico local y regional desde hace ya varios años. En realidad, mi intervención no va a consistir en ninguna ponencia en particular, sino simplemente realizaré algunas reflexiones de carácter general, una introducción a las características de nuestro patrimonio local y algunas consideraciones finales referidas a la supuesta contradicción entre renovación urbana y preservación del patrimonio, dejando -en homenaje al tiempo disponible- para el final alguna duda, alguna consulta que pueda surgir en cuanto a lo que pueda transmitirles en este momento. El tema de estas Jornadas está vinculado al Patrimonio Arquitectónico de la Provincia de Entre Ríos; en consideración a que hay algunos colegas y público en general que pueden no ser entrerrianos, mi primera pregunta es: ¿de qué hablamos cuando hablamos del Patrimonio Arquitectónico de Entre Ríos o de Concepción del Uruguay?. Entre Ríos, en el concierto nacional, es una provincia que presenta diversas particularidades que la diferencian de muchos otros de sus pueblos hermanos; en primer lugar, es la provincia cuyo poblamiento, más o menos organizado, recién comienza a finales o en la segunda mitad del siglo XVIII, cuando ya otras provincias de nuestro país, sobre todo de las zonas centrales, de Cuyo y especialmente del noroeste, llevaban más de 200 años de ocupación hispana y varios cientos de años de ocupación aborigen, con formación de ciudades o asentamientos que hoy son Patrimonio Arqueológico. Nada de esto tiene Entre Ríos; no tiene yacimientos arqueológicos del periodo prehispánico, si bien ha habido algunos trabajos de rescate de piezas de las culturas indígenas, sobre todo de la zona del delta, pero no han quedado, como en Salta o Catamarca especialmente, restos de yacimientos arqueológicos. Tampoco es significativo el Patrimonio Arquitectónico del período hispánico o colonial, comprendiendo aproximadamente hasta 1810, cuando se produce la Revolución de Mayo. Apenas podríamos hoy hablar, en todo el territorio provincial, de las ruinas de la Calera Barquín, una antigua construcción dedicada a la producción de cal, que según testimonios y documentación, su construcción habría sido llevada a cabo por el delegado en carácter de policía regional, don Manuel Antonio Barquín, aproximadamente para 1780. Pese a que últimamente hay algunas versiones que pretenden asignar estas ruinas de la Calera Barquín al accionar de los jesuitas, no existe ningún documento hasta el 1 momento que pueda probar esta hipótesis. Aparte de estas ruinas, en el Parque Nacional El Palmar, tenemos en Concepción del Uruguay la Casa Panizza, hoy un museo histórico municipal, que se encuentra a tres cuadras de este salón y que según tradición oral habría sido mandada a construir en 1793, es decir, apenas una década después de la fundación de la ciudad por don Tomás de Rocamora. Tampoco en este caso hay documentación fehaciente que pruebe la fecha de construcción; de todas maneras es indudable su filiación, sobre todo por el cuerpo principal de la casa y algunos aspectos formales y tipológicos propios de la arquitectura colonial. Prácticamente no hay más ejemplos del periodo colonial en Entre Ríos que los que he nombrado. No obstante, deberíamos mencionar un aspecto importante, que muchas veces a los arquitectos nos pasa desapercibido, que sí es un legado absoluto del período colonial, que atañe a las ciudades de Gualeguay, Concepción del Uruguay y Gualeguaychú, en ese orden y que es el trazado urbano. La forma de la ciudad fue transmitida por la fundación que llevó a cabo don Tomás de Rocamora, en base a un plan perfectamente pergeñado y establecido en la ocupación del territorio por parte del Virrey Vértiz, de Montevideo, tomando como antecedentes inmediatos la fundación de pueblos en los alrededores de aquella ciudad, más concretamente para Concepción del Uruguay. En los tres casos de las fundaciones de Rocamora, el modelo que se siguió es el plano que se había utilizado un par de años antes para el trazado del pueblo que es hoy Santa Lucía, sobre la ruta 11 que va hacia los balnearios del Este de la República Oriental del Uruguay. El trazado urbano, la cuadrícula, la plaza de cuatro manzanas -que es bastante atípica en el urbanismo indiano en América- es quizá, entonces, el principal legado que nos ha dejado el periodo colonial. El periodo de la primera mitad del siglo XIX en la provincia fue de un desarrollo sumamente lento, como lo fue prácticamente en todo el territorio nacional debido a las luchas por la Independencia, las luchas posteriores entre unitarios y federales; fue un periodo quieto en realizaciones arquitectónicas y Entre Ríos de ninguna manera fue la excepción. Buena parte de la historia argentina de esa época se desarrolló y se dirimió en el campo de batalla en el territorio entrerriano, no obstante lo cual quedan algunas construcciones en diversas ciudades de Entre Ríos. Podríamos nombrar, por ejemplo, la Casa de Haedo en Gualeguaychú; también allí la casa de Fray Mocho -construcciones cercanas a la mitad del siglo XIX-; también deberíamos mencionar la Iglesia de San Miguel en Paraná, cuya construcción arranca a principios de la década del 20, pero que se va a terminar pasada la mitad del siglo XIX. 2 El despertar arquitectónico de Entre Ríos, en momentos quizá de auge, obviamente tiene que ver con hechos políticos y económicos que se dieron en el territorio, como fue el proyecto de Urquiza de la Confederación Argentina y que por hechos políticos como digo, -la separación de Buenos Aires- obligó a la Confederación a que estableciera su Capital en Paraná. De este momento brillante para la arquitectura entrerriana, en Paraná tenemos casi toda la obra del arquitecto Santiago Danuzio, un italiano que había llegado formando parte de la Legión Garibaldina a Montevideo. Danuzio va a realizar prácticamente todas las obras de arquitectura de lo que fue la Capital de la Confederación y que lamentablemente, por uno o por otro motivo, hoy los entrerrianos hemos perdido definitivamente. Acá estamos viendo una antigua imagen de la Plaza de Mayo de Paraná donde aparece sobre la izquierda lo que fue el edificio de la Casa de Gobierno de la Confederación Argentina, en el año 1854 en adelante, hasta que se produce luego la unificación definitiva de nuestro país. Lamentablemente este edificio se ha perdido. Al fondo sobre la ochava tenemos la clásica torre con su cúpula de la Municipalidad de Paraná, edificio un poco posterior. Tenemos también en esta vista antigua de la plaza principal de Paraná el resto de los edificios de la Confederación: a la izquierda vemos, también de Santiago Danuzio, el Senado de la Confederación, que es el único que se ha salvado de la demolición y que actualmente está conservado como Monumento Histórico Nacional; al lado la Catedral de Paraná, una obra del arquitecto Juan Bautista Arnaldi de 1882, a su lado el Palacio del Arzobispado, y sobre el extremo derecho de la imagen tenemos una casa de dos plantas, a mi modo de ver la mejor obra del arquitecto Santiago Danuzio en Paraná, como fue la Casa del Presidente Justo José de Urquiza, una mansión muy bien realizada, perfectamente alhajada y amoblada con muebles traídos de Río de Janeiro y que lamentablemente también la piqueta la hizo trizas para dar lugar al edificio del correo paranaense. Ocurre lo mismo en estos tiempos brillantes, en Concepción del Uruguay, mi ciudad. En el momento de máximo poder político del General Urquiza, Concepción del Uruguay va a comenzar a tener las primeras obras de arquitectura realmente importantes. En primer lugar, el Colegio Nacional. Estamos viendo una fotografía, ya con la planta alta incorporada que no tenía originalmente; una obra que arranca en 1849 y se termina en 1852, cuyo mirador, estamos viendo la foto, va a ser bastión de la defensa de Concepción del Uruguay el 21 de noviembre de 1852, cuando el poder centralista porteño intenta copar la ciudad para frustrar el Congreso Constituyente de Santa Fe, que finalmente se va a concretar en 1853. 3 El poder político de Urquiza estaba sustentado y basado en una capacidad económica muy importante; estamos viendo una antigua imagen del Saladero Santa Cándida, hoy transformado en el “Palacio” Santa Cándida. Esta es la imagen original del primer edificio, debido a la mano del arquitecto Pedro Fossati, aproximadamente alrededor del año 1851. Santa Cándida fue en su momento el saladero de mayor movimiento económico de la República Argentina y a través de esos barcos a vela que se ven en la imagen, exportaba su producción hacia los mercados esclavistas del norte de Brasil y del Caribe. Uno de los fundamentos del Pronunciamiento de Urquiza contra el poder de Rosas y su posterior levantamiento fue, precisamente, la libre navegación de los ríos. Vemos la actual sede de la Universidad Tecnológica Nacional de Concepción del Uruguay, con esa alta torre mirador de planta cuadrada y remate almenado, que va a ser un poco el símbolo de lo que pasa después de Caseros; la Antigua Aduana de Concepción del Uruguay, a través de la cual va a salir buena parte del comercio de la Confederación Argentina; un edificio realizado por un maestro de obras francés, don Pedro Renom, junto con otro edificio similar en Gualeguaychú, que no tiene la torre, pero que son del mismo autor y de la misma época, que también conforman el Patrimonio Arquitectónico de Entre Ríos. Obviamente, el Palacio San José, que todos van a ir a recorrer esta tarde, la sede, el establecimiento del poder del General Justo José de Urquiza. La Basílica de la Inmaculada Concepción, en una foto muy antigua, quizá la más antigua de todas, donde se la ve en su estado prácticamente original sin las torres campanario, que fueron agregadas a mediados del siglo XX y sin las cubiertas de chapa de zinc que se colocaron para cubrir las fisuras que presentaban las bóvedas de cañón originales que tenía este templo. Es una obra del arquitecto Pedro Fossati, quizá uno de los puntos más altos en la arquitectura argentina del neorenacimiento italiano. Fossati construye el Palacio Arzobispal de Buenos Aires, frente a la Plaza de Mayo -pegado a la Catedral Metropolitana- y posteriormente es contratado por Urquiza para realizar prácticamente toda su obra en Concepción del Uruguay. En todas las obras que estamos viendo ha intervenido de una u otra manera el arquitecto Pedro Fossati. El broche de oro de este momento de auge arquitectónico en Concepción del Uruguay es este magnífico edificio, que la documentación de la época -1869- atribuye a un arquitecto llamado Domingo Centenaro. No hay ninguna otra documentación que haga alusión a este arquitecto y es probable que ni siquiera fuera arquitecto, porque en aquella época a 4 los italianos que estaban llegando en gran número a nuestro país a trabajar en la construcción como carpinteros, herreros, albañiles, etc., a falta de técnicos locales, se les daba el “título” enseguida, aunque fuera gratuito, de arquitecto. Este edificio fue construido frente a la Plaza Ramírez de nuestra ciudad para servir de residencia particular al General Urquiza en su última etapa. Lamentablemente el asesinato de éste, el 11 de abril de 1870 en el Palacio San José, impidió que Urquiza alguna vez habitara este edificio. Posteriormente a la muerte del prócer, la familia lo vende al Estado Nacional y en muy poco tiempo el edificio es destinado al mismo fin que tiene actualmente, es decir ser la sede principal del correo en la ciudad de Concepción del Uruguay. Paralelamente con la construcción de todas estas obras de carácter netamente urbano y de gran importancia, la acción de Urquiza que se ve trasuntada en el establecimiento de colonias agrícolas con inmigrantes europeos, va a ir dando también testimonios del esfuerzo cotidiano y laborioso de todos estos inmigrantes. Hoy tenemos el Molino Forclaz: el molino de la familia de don Juan Bautista Forclaz, como testimonio del quehacer de todos estos inmigrantes de diversa nacionalidad y de diversos orígenes religiosos. Concepción del Uruguay va a tener también un momento de auge a partir del año 1860, cuando por reforma de la Constitución Provincial es declarada nuevamente Capital de Entre Ríos, como había sido establecido en el decreto fundacional de la provincia por don Antonio Gervasio de Posadas en 1814. El periodo de la capitalidad de Concepción del Uruguay se va a extender por 23 años, hasta 1883, lapso en el cual también el accionar arquitectónico local va a dejar hermosos ejemplos, como este que estamos viendo en la intersección de calles 8 de Junio y Urquiza: la casa del que fuera Coronel Pedro Melitón González -jefe político de la ciudad por aquella época- en un estilo netamente italianizante, testimonio del accionar de estos “tanos” trabajadores en la industria de la construcción. Para finales de siglo XIX va a haber dos hechos importantes en Concepción del Uruguay: por un lado en 1887, la punta de rieles, el ferrocarril que va a establecer la línea este-oeste de la provincia, entre Concepción del Uruguay y Paraná. Estamos viendo una fotografía del momento de construcción de la Estación del Ferrocarril de Concepción del Uruguay; ustedes pueden ver que tiene dos torres -que hoy ya hemos perdido, no sabiendo a ciencia cierta por qué-. El otro tema en la ciudad, que va a causar igual impacto, va a ser el relacionado a la actividad portuaria. La foto muestra los edificios de la Aduana Nacional y de la Prefectura Naval, construidos hacia 1890 y entre medio el antiguo viaducto ferro-vial que cruzaba el riacho Itapé y que permitía el acceso 5 por ferrocarril directamente al puerto de aguas abiertas en el Río Uruguay, exactamente donde hoy se encuentra la toma de agua. Esta obra del cruce ferro-vial hoy ya no existe; apenas queda esbozado su arranque contra la barranca de lo que denominamos en Uruguay el “muelle de alto nivel”. En cambio, sí quedan todavía formando parte de nuestro Patrimonio los edificios de la Aduana Nacional y de la Prefectura Naval. Finalmente, la imagen amplia de la Plaza Ramírez, a comienzos del siglo XX. Una ciudad que es todavía una absolutamente pequeña, pero donde ya ha quedado plasmado el Patrimonio Arquitectónico que nos ha sido legado hasta la fecha y que es nuestro deber proteger y transmitir a las generaciones futuras. Vemos a la izquierda de la imagen el antiguo edificio de la Comandancia, en la manzana en donde se encuentra el Centro Cívico. La Comandancia fue el edificio anterior a la municipalidad. El régimen municipal en Entre Ríos se crea en 1873; antiguamente se denominaba “jefatura política” y se ejercía en este edificio de dos plantas que vemos en la foto. A su lado la Jefatura Departamental de Policía, realizada ya en el periodo de la gobernación de Eduardo Racedo, obra de un arquitecto casi invisible en Entre Ríos y que algún día vamos a tener que realizar algún trabajo que rescate su nombre y su obra: el arquitecto Bernardo Rígoli, un italiano que llega a Concepción del Uruguay y se casa en esta ciudad. La primera obra que realiza es un kiosco en la Plaza Ramírez -hoy desaparecido- y posteriormente, en 1883, cuando Racedo decide el traslado de la Capital a Paraná, se lo lleva con él y lo nombra como Jefe del Departamento Topográfico. Desde allí va a realizar en Paraná obras también muy importantes, como la Casa de Gobierno Provincial, el Club Social y otras y una cantidad muy numerosa de escuelas y de edificios públicos en toda la provincia, tales como la Escuela Avellaneda y la Escuela Viamonte de Concepción del Uruguay y los edificios de las Jefaturas de Policía en nuestra ciudad, en Gualeguaychú y en La Paz, que es el más importante de todos porque tiene la planta alta completa. La actividad portuaria y la actividad del ferrocarril le van a dar a Concepción del Uruguay un impulso muy importante desde la última década del siglo XIX, que se va a extender hasta la crisis del ‘30, que afecta absolutamente a todo nuestro país. Este periodo brillante de auge económico va a dejar obras en el entorno de lo que fue el Centenario de 1910 muy significativas, obras que yo denomino de “símil piedra”, que es el revoque característico que recubre todo este tipo de obras, en las cuales ya vemos que el estilo italianizante ha sido reemplazado por las tendencias mas avanzadas en ese momento, como es la tendencia francesa o más directamente ecléctica. 6 Estamos viendo la casa Corbella, una obra del arquitecto Juan B. Corbella, de 1916. No puede estar ajeno en este auge económico, el establecimiento de las grandes estancias en todo el ámbito de la provincia de Entre Ríos, pero especialmente en las zonas de las mejores tierras, en los departamentos Gualeguay, Gualeguaychú y Victoria. En Concepción del Uruguay un viejo casco que pertenecía al General Urquiza, cerca del Palacio San José -el casco de la estancia San Pedro- es remodelado hacia 1920 y un estudio muy conocido de la Capital Federal va a realizar el espectacular edificio que estamos viendo ahora. Estos eran los portones de acceso; acá estamos viendo el casco principal en la Estancia San Pedro. Desde el punto de vista histórico San Pedro fue el lugar desde donde partió el grupo -al mando de Nicomedes Coronel- que se dirigió al Palacio San José y culminó su obra asesinando al General Urquiza, el 11 de abril de 1870. Hace muy poco tiempo -todos lo deben haber visto en los diarios- la Estancia San Pedro, luego de ciento y tantos años en manos de la familia Urquiza, fue vendida a una empresa de capitales privados y -según comentarios que escuchamos- estaría por volver a venderse, con lo cual el destino de este casco es incierto. También para esa época, la actividad económica daba lugar a las primeras casas bancarias, necesarias para el desarrollo comercial, industrial y portuario de la ciudad. El Banco de la Nación Argentina se va a establecer en nuestra ciudad y va a construir su casa central en el año 1925, de acuerdo a los cánones de la arquitectura bancaria de la época. Los establecimientos educativos también van a ver realizada su construcción en estas primeras décadas del siglo XX. Estamos viendo el edificio de la Escuela Normal Mariano Moreno, realizado por la Dirección de Obras Públicas de la Nación, con un proyecto más o menos prototípico que se ha repetido en varias ciudades del interior del país. Esta Escuela Normal, atípica en la ciudad por su emplazamiento en un lote muy amplio de cuatro manzanas, genera todo un barrio a su alrededor, hoy muy característico y tiene ejemplos muy similares en otras ciudades -en la ciudad de Córdoba, sobre Avenida Colón-. Es una obra de 1908, realizada por “Volpe y Gaggero”, empresa constructora con muchísima actividad en la provincia de Entre Ríos. Hacia 1930, el banco provincial -el Banco de Entre Ríos- también va a llevar adelante su casa principal en nuestra ciudad, frente a la Plaza Ramírez y frente a lo que fue la casa del General Urquiza. Finalmente, ya a la segunda mitad del siglo XX, la ciudad va a ver el arribo de los primeros planes oficiales de vivienda. En la década de los ‘60 instalarían un barrio de viviendas de interés social en la intersección 7 de calle Larroque y Boulevard Yrigoyen, ciudad de aquella época. en la primea periferia de la Y finalmente, ya en el último tercio del siglo XX, Concepción del Uruguay va a asistir a la construcción de edificios en altura. El “Centro Comercial” y éste, ubicado entre el Colegio Nacional y la Basílica, es el edificio “Guini”, que fue el primer edificio en altura que se construyó en la ciudad. Paradójicamente, todo el pueblo celebró como un acontecimiento casi fundacional, con un acto público -que bien recuerdo porque estuve presente- donde se cantaban loas a este edificio: Concepción del Uruguay había entrado en la adultez arquitectónica porque ya tenía edificios altos. Hoy, a la luz de lo que se ha avanzado en las teorías de Preservación del Patrimonio, sería quizá impensado que se hubiese perdido una hermosa casona italianizante que estaba en la esquina de calles 9 de Julio y 3 de Febrero para dar lugar a una obra de este tipo. Pero bueno, así son las cosas y esto es lo que hay y lo que tenemos. Este ha sido un pantallazo muy rápido del Patrimonio Arquitectónico de nuestra ciudad. Como vemos nuestro Patrimonio está conformado no solamente por las obras consagradas, sino también por un cúmulo de obras que no tiene ningún tipo de protección ni de declaración por organismos oficiales y que están sujetos a la voluntad de sus propietarios. Concepción del Uruguay ya ha perdido obras significativas, entre las cuales podríamos nombrar al Teatro 1º de Mayo, la hermosa sala de teatro que lamentablemente se perdió. Hemos perdido el Palacio de Tribunales, una obra también señera, que fue demolida a principios de la década de los ’70. Hemos perdido la casa de la familia Perette Jorge y algunas otras que en estos momentos se me van de la memoria. Y tenemos también en Concepción del Uruguay, como descuento será en el resto de la provincia, muchas obras significativas que están prácticamente en abandono, sin un fin determinado y con peligro de ser intervenidas o demolidas en cualquier momento. Atendiendo un poco lo que me plantearon los organizadores cuando comenzamos con esta tarea de las Jornadas, ¿quiénes son aquellos agentes que intervienen en la gestión del Patrimonio? En lo que atañe a Concepción del Uruguay, en primer lugar debemos mencionar a la Comisión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares Históricos, un organismo oficial nacional creado en 1940, que es la que ha declarado por Ley de la Nación los Monumentos Históricos Nacionales que tenemos en Concepción del Uruguay y que están protegidos bajo la tutela de este organismo. Su accionar en relación al Patrimonio local ha sido adecuado y satisfactorio hasta los últimos 20 años, cuando las crisis económicas han hecho faltar recurrentemente los fondos necesarios para el 8 mantenimiento o la restauración de estos monumentos. Esto ha dado lugar a la conformación de grupos particulares, bajo la figura de la “Asociación de Amigos de…”, que son realmente los que están promoviendo y manteniendo con su esfuerzo la restauración y el mantenimiento de obras tan importantes como la del Palacio San José o el Molino Forclaz, mientras otros monumentos están absolutamente necesitados de restauraciones y la Nación no da las respuestas que se necesitan en tiempo y forma. El otro agente importante ha sido y es la Municipalidad de Concepción del Uruguay. Hasta bien avanzada la década de los ‘70, nuestra municipalidad -al igual que todas las municipalidades entrerrianas- no contaba con ningún tipo de legislación que protegiera al Patrimonio Arquitectónico. Recién en 1978, cuando se sanciona el primer reglamento para la edificación en Concepción del Uruguay, aparece un capítulo al comienzo del mismo que habla “de los edificios de interés histórico, edilicio y arquitectónico”, donde se establecen una serie de normas y protecciones para los edificios que fuesen considerados bajo este carácter. Lamentablemente este reglamento solicitaba o exigía la confección de un registro o un catálogo de los edificios, que durante muchos años Concepción del Uruguay no realizó. O sea que en los hechos esta protección era prácticamente letra muerta y eso llevó a que algunos edificios que fueron catalogados, a posteriori fueran intervenidos de muy mala manera y prácticamente se hayan perdido en forma irremediable. Recién en el año 1986 ante la situación de status quo que se había planteado, el Departamento Ejecutivo Municipal dicta un decreto en el cual se establece el listado preventivo de 50 edificios de carácter institucional, público y privado, que quedaban sometidos a la reglamentación que se establecía en el reglamento de edificación. Tampoco en este caso la Municipalidad tuvo todo el poder de policía, la fuerza necesaria para hacer cumplir esta normativa y muchos de los edificios incluidos en este catálogo fueron intervenidos de mala manera. Posteriormente, se dictó un nuevo reglamento de edificación que más o menos contiene las mismas normativas; se crearon algunos Consejos de Preservación del Patrimonio Cultural en el cual participamos, pero no siempre, lamentablemente, el accionar desde la Municipalidad fue demasiado gravitante en el tema de la Preservación del Patrimonio Arquitectónico. Es simplemente necesario ver las plataformas políticas de las últimas elecciones generales que hemos tenido y nos vamos a dar cuenta de que el tema de la Preservación del Patrimonio aparece con cuentagotas, si es que aparece. Los otros protagonistas, obviamente, son los dueños o los propietarios de los edificios de carácter patrimonial. En este caso, debemos decir que desde los propietarios de carácter 9 particular siempre ha habido una resistencia al tema de la preservación, de la protección del Patrimonio, porque cualquier propietario considera que si su edificio está cargado dentro del registro le pueden acontecer una serie de inconvenientes, de problemas y de dificultades que de ningún modo están dispuestos a asumir. De manera tal que ha habido un giro de enfoque bastante intenso; algunos casos se han podido solucionar gracias a una acción de consenso con la Municipalidad. Para no extenderme voy a dejar a otros actores de la protección del Patrimonio para más adelante. Finalmente, para cerrar quiero dejar dos o tres reflexiones en cuanto a la supuesta puja o rivalidad entre “renovación urbana” y “preservación del patrimonio”. El tema de la Preservación del Patrimonio, tal cual lo entendemos más o menos todos los que estamos reunidos hoy acá, es un tema relativamente nuevo en nuestro país, en función o como respuesta o como reacción al avance de las posturas que dejó el Movimiento Moderno luego de la Segunda Guerra Mundial. Podemos hablar por ejemplo de los planes urbanos para Tucumán, a finales de la década de los ‘40 o principios de los ’50, o incluso del Plan del arquitecto Antonio Bonet para el área sur de Buenos Aires, en el cual prácticamente desaparecía un sector importante de la ciudad para dar lugar a obras absolutamente nuevas y en las cuales el Patrimonio no estaba considerado para nada. Esto no es nuevo en la tradición argentina, pensemos simplemente en el Cabildo de Buenos Aires: es casi una máscara de lo que fue el edificio original, es una reconstrucción casi total realizada por el arquitecto Buschiazzo en la década del ’40. Al Cabildo le han amputado los dos extremos y eso llevó a que la reconstrucción de la torre se hiciera en una escala similar a las 4/5 partes del original; es decir, tenemos un “pastiche” que no tiene nada que ver con el edificio original. Exactamente lo mismo pasa con otro monumento fundacional, como fue la Casa Histórica de Tucumán, donde se declaró la Independencia Argentina en 1816. Fue demolida total y absolutamente, salvo la pequeña sala donde se declaró efectivamente y se firmó el Acta de la Declaración de la Independencia. El resto se demolió totalmente; lo que vemos hoy es una reconstrucción completa. Es decir, no hemos tenido hasta hace relativamente pocos años, una tradición como otros países, en materia de Preservación del Patrimonio Arquitectónico, Cultural y Natural. Como reacción, decía, un poco allá en los finales de la década de los ‘60 y principios de los ‘70, un grupo importante de arquitectos e historiadores dieron comienzo a los estudios de la temática de la preservación del patrimonio, la investigación 10 histórica, los cursos de restauración de técnicas constructivas propias para intervenir en edificios de carácter histórico. Ese fue, a mi manera de ver, quizá el momento de mayor enfrentamiento entre quienes estaban a favor de la “renovación urbana” casi a ultranza, sin fijarse en la ciudad construida o en la ciudad del pasado y aquellos grupos que estaban férreamente a favor de la “preservación”, congelando amplios sectores de las ciudades. El tiempo ha pasado, la década de los ‘80 nos vio reunidos en tantísimos congresos de carácter nacional o dentro de institutos especializados para esta temática y creo que la predica, el estudio y la profundización de la problemática ha dado sus frutos y hoy a nadie se le pasaría por la cabeza renovar arquitectónica o urbanísticamente una ciudad, haciendo tabla rasa con el patrimonio construido. Creo que hemos entrado en estos últimos años -sobre todo por las crisis pasadas que hemos tenido- por el buen camino y estamos asistiendo a la aparición de obras donde podemos ver una simbiosis casi perfecta entre la arquitectura del pasado y las obras del presente. Estamos viendo una obra que fue casi pionera en esta temática: es el Patio de la Madera, en la ciudad de Rosario, donde se han rescatado tres antiguos galpones ferroviarios y un playón de maniobras, para usos absolutamente comunitarios. En este preciso momento que estoy hablando, en este lugar se está desarrollando la Feria del Libro de la ciudad de Rosario, con un éxito importantísimo; se han hecho exposiciones transitorias y permanentes de todo tipo. Acá tenemos otra imagen de este Patio de la Madera, donde se han recuperado los antiguos galpones ferroviarios. Del mismo modo hoy en día en Rosario -y hablo de Rosario porque estoy yendo frecuentemente- tenemos obras como el Shopping Alto Rosario, donde también se han rescatado galpones ferroviarios, o el rescate de toda la arquitectura de la costanera u otras similares en otras grandes ciudades de nuestro país como Buenos Aires; Quilmes -como la Cervecería Quilmes-; las bodegas en Mendoza; los molinos harineros de fines del siglo XIX en la ciudad de Jáchal y sus alrededores, en San Juan, o muchas de las construcciones vinculadas a la inmigración galesa en el valle inferior del Río Chubut. Para terminar estas reflexiones quiero hacerlo leyendo un pequeñísimo párrafo de quien fuera una maestra y una amiga para mí y que hoy ya no está con nosotros. Es la arquitecta Marina Waisman y seguramente muchos de ustedes habrán leído sus artículos, sus trabajos o la habrán conocido personalmente. Decía Marina Waisman ya a finales de la década de los ‘80: “No puede ya aceptarse la acción profesional dividida en dos campos que no necesitan saber nada el uno del otro, ni tomar en consideración los mismos valores, el que hace arquitectura de 11 nueva planta y el que cuida de la arquitectura patrimonial. El primero está actuando en un medio cuyo valor patrimonial debe reconocer y tomar en consideración; el segundo está actuando sobre un material que debe adecuarse a la vida moderna. La ciudad histórica y moderna que resume en sí el pasado, el presente y el futuro, es el campo de acción de uno y otro y en ella deben integrarse armónicamente obras nuevas y obras antiguas. Quien trabaja en obras nuevas debe conocer el significado y el sentido del ambiente histórico y quien trabaja en obra antigua debe conocer los conceptos contemporáneos de ciudad. La mayoría de los errores, las destrucciones, los anacronismos que observamos a diario provienen de tales desconocimientos”. Creo que estas palabras de la arquitecta Marina Waisman hoy se han hecho realidad y hago pública mi felicitación a dos o tres arquitectos locales que han intervenido, en estos últimos tiempos, en estos últimos meses, en tres obras significativas de nuestro Patrimonio Arquitectónico, lo han refuncionalizado, lo han intervenido de una manera muy aceptable y hoy estos tres edificios están afectados con señalado éxito a nuevos usos. Me refiero a lo que fuera el viejo Café Salvatore, un edificio que contenía el último ejemplar de miradores urbanos que quedaba en la ciudad, transformado ahora en el primer “hotel-boutique” de la provincia de Entre Ríos. Me refiero también, casualmente, a una casona hermosísima, italianizante, ubicada calle por medio con este edificio; una casona italianizante que ha sido readaptada para nuevos usos. Y me refiero –por último- al edificio que fuera de la Fábrica Lusera, que está siendo readaptado también para el uso de viviendas, con un extremo cuidado en el mantenimiento general de las características formales y constructivas de su fachada -tan característica- de ladrillos vistos. Creo que ese es el camino. La Argentina es un país que no puede darse el lujo de tener grandes superficies cubiertas, de la mejor calidad constructiva, esperando que el tiempo las destruya. Creo que nuestro accionar como arquitectos pasa por ese lado, por capacitarnos, conocer nuestro Patrimonio e intervenir de una manera prudente, acorde y que permita preservar de la mejor forma nuestro Patrimonio. Nada más, muchas gracias. 12