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Eucaristía 11 diciembre 2016 Memoria fallecimiento José Luis Saludo Queridos, recordamos hoy, cercana ya la Navidad, que hace un año (el día 12), fallecía nuestro querido José Luis. Y nos reunimos aquí expresando nuestro apoyo recíproco y nuestro deseo de orar juntos. Esta mañana me ha mandado un saludo particular para esta Asamblea y para la familia de José Luis, Luis Ángel De las Heras, obispo de Mondoñedo-Ferrol, quien fuera compañero de estudios de José Luis y que habría querido presidir esta Eucaristía y no ha podido. ¿Y qué podrá ser orar, cuando tenemos el corazón roto o calentito por el recuerdo y el dolor? Poner palabras al corazón, expresar la propia pequeñez y necesidad, dar gracias, reconocer el misterio, contemplar la belleza en la vida, en el arte, en las relaciones… Hacerlo ante Dios, es orar. Cuchicheando o cantando, con frases enteras o medias palabras, leyendo la Sagrada Escritura o tartamudeando… eso es orar. Ponerse en intimidad íntima, juntarse con un grupo en sintonía de corazones, ritualizar en una Asamblea… son formas distintas y hermosas de expresar la sed que tenemos de agua para el espíritu, especialmente cuando experimenta algún tipo de desierto. Estamos aquí para orar. Y… cuando perdemos… ¡Ay, cuando perdemos! El corazón enmudece, el corazón se arruga, el corazón quiere gritar, el corazón no entiende… 1 Pues bien, puede ser este, también, un momento para orar. Orar en la pérdida, en la desolación, cuando nos habita el sinsentido, cuando la soledad sabe amarga, orar porque necesitamos que Alguien nos entienda y porque necesitamos decir que no entendemos. Para muchos de nosotros, el fallecimiento inesperadísimo de José Luis fue, hace un año, un golpe muy duro. Y lo sigue siendo. Para muchos de los presentes, nuestro cuerpo, nuestra mente, nuestras relaciones, nuestro corazón… se han resentido. A lo largo de este año, de diferentes maneras nos hemos ido sosteniendo recíprocamente e intentando vivir el mensaje que Mario Benedetti expresa así: No te rindas, aún estás a tiempo de alcanzar y comenzar de nuevo, aceptar tus sombras, enterrar tus miedos, liberar el lastre, retomar el vuelo. No te rindas que la vida es eso, continuar el viaje, perseguir tus sueños, destrabar el tiempo, correr los escombros, y destapar el cielo. No te rindas, por favor no cedas, 2 aunque el frío queme, aunque el miedo muerda, aunque el sol se esconda, y se calle el viento, aún hay fuego en tu alma aún hay vida en tus sueños. No te rindas, por favor no cedas, aunque el frío queme, aunque el miedo muerda, aunque el sol se ponga y se calle el viento, aún hay fuego en tu alma, aún hay vida en tus sueños. Porque cada día es un comienzo nuevo, porque esta es la hora y el mejor momento. Porque no estás solo, porque muchos te queremos. Son versos adecuados para nosotros. Esta casa, bien sabemos todos, echa mucho de menos a José Luis, teme la ausencia de José Luis, llora furtivamente la ausencia de José Luis; pero es cierto también que sigue teniendo sabor a José Luis, oliendo a José Luis; vemos secretamente a José Luis no solo en la piedra del jardín sobre parte de sus cenizas, sino también en todos los rincones. A esta casa le duele José Luis y sigue sacando energía de José Luis por el desafío de seguir dando vida a lo que fue tan importante para él: San Camilo. 3 Mientras recordamos, mientras oramos, como os escribí en La Dirección Informa de este mes a algunos de vosotros, los cristianos también celebramos la vida. Yo, personalmente, tengo mucho que agradecer por la vida de mi amigo José Luis, el marido de Rosa, el padre de Ana y Javi. Tengo mucho que agradeceros a todos por lo que habéis hecho este año -¡y lo que queda por hacer!- para seguir dando vida a la realidad de esta casa por el bien de tantas personas frágiles: mayores, enfermos, dolientes, y quienes se preparan para cuidarlos… Os pido que nos unamos al conocido poeta Rilke que, no intentando sustraerse a la amenaza de lo terrible, sino afirmándolo y traduciéndolo, escribe: "Di, oh poeta, ¿qué haces tú? -Yo celebro. Pero lo mortífero y lo prodigioso, ¿cómo lo resistes, cómo lo soportas? -Yo celebro. Pero lo sin nombre, lo anónimo, ¿cómo lo llamas, oh poeta, no obstante? -Yo celebro... ¿Y por qué la quietud y la impetuosidad como la estrella y la tormenta te conocen? -Porque yo celebro." Celebremos juntos esta fiesta de acción de gracias por la vida, esta Eucaristía de Adviento. 4