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62 / Ganadería, Desarrollo Sostenible y Medio Ambiente
La ganadería cubana en transición
Rena Pérez
Asesora del Grupo Estatal Alimentos
Ministerio del Azúcar, Cuba
[email protected]
Partiendo de un sistema de ganadería de producción extensiva de carne hasta 1959,
Cuba desarrolló la producción de leche entre 1960 y 1989 a un ritmo medio anual superior al 10 por ciento. Al inicio de la década del 90, la desaparición de los sistemas
socialistas en los países del este de Europa, causó graves dificultades que redujeron la
capacidad de comercio exterior de Cuba. Esta situación determinó que hicieran crisis
las bases sobre las cuales se había producido el desarrollo de la ganadería: la importación de grandes cantidades de combustibles, piensos, fertilizantes, agroquímicos y
otros productos nece-sarios para mantener sistemas de explotación intensiva e industrial de un alto consumo material. Se produjo una brusca disminución de la fertilidad
de los rebaños y los niveles de producción de leche y carne se redujeron hasta en un
50 por ciento. A partir de esa fecha, la ganadería cubana se ha reorientado hacia bases autosostenibles mediante el uso de los pastos, los árboles proteicos, la caña de
azúcar y una fuente de nitrógeno no-proteico, asi como el aprovechamiento de otros
recursos locales.
Antecedentes
•
Antes de 1959
Antes de 1959, la producción de carne vacuna y leche constituía la segunda actividad
económica agrícola de la isla, después de la caña de azúcar. Había un total de 160 mil
fincas con un tamaño promedio de 57 hectáreas, aunque también existían enormes
lati-fundios. Se consideraba un 80% de toda la tierra como agrícola o explotable, unas
9 MM de hectáreas, y, de éstas, 4 MM de hectáreas, el 43% del total, estaba bajo pastizales, principalmente Paraná (Panicum numidianum), hierba Guinea común (Panicum
máximum) y Brasil (Andropagon ruffum). En aquel momento, el ganado de carne era
básicamente criollo y Cebú, o su cruce, también el Shorthorn-Cebú, o, un triple cruce
de Shorthorn-Cebu-Criollo, mientras para leche se prefería el Brown Swiss-Cebó o el
Holstein-Cebú.
En esta época, el énfasis era producir carne, la leche era secundaria y generalmente
producida a partir de los rebaños de carne, alimentados básicamente con pastos y loca-lizados fundamentalmente en la parte oriental del país. Solamente, alrededor de la
capital y de algunas otras ciudades existían rebaños típicamente lecheros. Algunos de
los grandes ingenios azucareros en la parte oriental del país tenían ganado y, algunos
fueron importadores de ganado racial para desarrollar programas de cruzamiento. Incluso, dos o tres ingenios sirvieron como centro de mejoramiento genético para el ganado pertene-ciente a las comarcas cercanas (Truslow, 1951).
A partir de los años 50, algunos ingenios azucareros, fundamentalmente en la parte
mas seca de la isla, utilizaban la caña y la miel final para alimentar el ganado. Una
práctica común en la seca era suplementar los animales en pastoreo con caña entera
troceada, mezclada con miel y minerales. En 1955, “Old Time Molasses Co.” y “New
Era Corporation”, ambas compañías norteamericanas, habían comenzado la venta de
mieles finales con 3% de urea añadida y al triunfo de la revolución cubana en 1959, un
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total de 13 ingenios ya vendían este producto. Además, una de estas compañías, había
comenzado a estudiar la amonificación de la miel y el bagazo, así como la solidificación de la miel y el jugo de caña para las dietas avícolas (O. Argudín, comunicación
personal).
•
Los años 60-90
Las dos Reformas Agrarias, entre 1959 y 1963, y luego en 1967, representaron la nacionalización y el pase a la administración estatal de la mayor parte de las tierras dedicadas a la ganadería en el país al triunfo de la Revolución. Ambos periodos se caracterizaron por la creación de institutos y centros de especialización e investigación relacionados con la producción agropecuaria. En 1967, en el primer número de la revista
científica del Instituto de Ciencia Animal (ICA), se publicaron dos artículos sobre un
sistema para la ceba intensiva de toros mediante el suministro de distintos niveles de
urea en las mieles ricas o en las mieles finales, harina de pescado y forraje restringido
(Preston et al., 1967a; 1967b). Fue el inicio del estudio sistemático del uso de la caña
de azúcar y sus derivados como alimento animal en Cuba. De estos primeros estudios
se pudo materializar el llamado “sistema cubano” de ceba intensiva de toros (Preston
et al., 1967) con miel-urea al 3%, sistema que hasta el año 1990, se suministraba en
Cuba a 300 mil cabezas. El esfuerzo material y humano, desplegado durante 30 años
para transformar una ganadería, más bien extensiva y subtropical, en una ganadería
intensiva se concentró en tres aspectos: la genética, la infraestructura y la alimentación.
La genética
Se determinó utilizar la raza Holstein para mejorar la potencialidad lechera del ganado Cebú. Se importaron de Canadá unas 35 mil novillas Holstein, sementales y semen
congelado y se creó una organización nacional para preparar técnicos en inseminación.
En pocos años, la cantidad de hembras con características lecheras en la masa ganadera aumentó desde el 12% en 1966, a un 54% en 1971 (ICA, 1974), mientras en 1990, año
en que realmente comenzó el efecto de la crisis económica, un 63% de la masa ganadera era lechera, principalmente el Holstein tropical (31/32 H x 1/32 C), el Siboney de
Cuba (5/8 H x 3/8 C) y el Mambí (3/4 H x ¼ C).
En el quinquenio 1965-70, comenzó la introducción de la técnica de inseminación artificial (IA), llegando en 1990, a tener ocho centros dedicados a esta actividad, más de
900 sementales y 2500 inseminadores. Al principio esta técnica fue utilizada solo en
los re-baños genéticos de élite, y fue después que se incluyeron los rebaños lecheros
comer-ciales. Alrededor de la capital, donde se encontraba el 35% de todos los rebaños lecheros del país, el cien por ciento de los servicios fue por inseminacion artificial
hasta 1990, y se logró un 72% de natalidad (Garcia Trujillo, 1992).
Este hecho significó la necesidad de desarrollar sistemas alimenticios, tanto para las
vacas lecheras, como para la producción de carne a partir de los machos excedentes
del rebaño lechero. Se organizó el envío por ferrocarril de los machos jóvenes al centro del país, donde históricamente se sitúan los mejores y más extensos pastizales. Allí
se crearon condiciones para tener más de 200 mil cabezas de ganado en ceba. Como
sis-tema de engorde se utilizó el “sistema cubano de ceba”, pero con pasto restringido
en vez del forraje troceado. En el centro del país estaban los grandes ingenios azucareros y el sistema de engorde implicaba el empleo, en cada animal, de un promedio
de 2.5 t de miel final, anualmente.
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La infraestructura
En 1990, el rebaño vacuno era de 4.8 millones de cabezas y solo alrededor del 20%
pertenecía a los productores privados, organizados en forma de cooperativas o como
productores individuales. La ganadería estatal representaba el 80% y estaba organizada en 106 empresas especializadas: 36 de leche, 10 de carne, 22 de cría y 38 empresas
agropecuarias municipales mixtas. Estas empresas tenían unidades especializadas para: la producción de leche; la crianza artificial de los terneros desde 10 días de nacidos a 4 meses; el desarrollo de hembras para el reemplazo, desde 4 a 30 meses; la
preceba, es decir, para el desarrollo de los machos lecheros desde 4 a 12 meses y en
cebaderos hasta el sacrificio a los 24-30 meses (Pérez, 1993). El concepto de integralidad dentro de la misma unidad no prevaleció en el sector estatal hasta después de
1993. El apoyo técnico para esta ganadería, es decir, los agrónomos, los pecuarios y
los veterinarios, seria parte de los 400 mil profesionales cubanos que fueron preparados en esta etapa.
De un total de cuatro mil vaquerías, más de la mitad fueron de un diseño típico para
120 ó 288 vacas con más de 2800 ordeños mecánicos. Hubo que hacer caminos, traer
materia orgánica para reconstruir los suelos, instalar la electricidad, fomentar las áreas forrajeras, cercar, sembrar los pastos y forrajes, hacer silos y heno, traer el agua y
hasta construir pueblos enteros para los trabajadores y sus familias.
En 1989, el rebaño lechero estatal había alcanzado un total de 800 mil vacas con 367
mil en ordeño para un promedio de 6.8 litros/día. Hubo un total de 600 mil toros en
ceba, de ellos la mitad de razas lecheras y el resto, fundamentalmente, de Cebú, De
los toros en ceba, 175 mil estaban alojados en 20 cebaderos o lotes secos de capacidad de 5, 10 y 20 mil cabezas, 125 mil estuvieron en el sistema de pastoreo restringido
en unas 400 corraletas de 320 cabezas, y el resto, fundamentalmente Cebú, en pastoreo natural libre. En 1990, con la llegada de la crisis, hubo que enviar a casi todos al
pastoreo. En cuanto a la producción de leche, en menos de tres años, en 1992, se redujo a la mitad de la alcanzada en los años 80, y, por primera vez se comenzó a hablar
de sostenibilidad y árboles proteicos, en principio, la Leucaena leucocephala.
La alimentación
Durante 30 años, la política alimentaria de la ganadería fue basada en pastos y forrajes frescos o convertidos en ensilaje y en heno, los cuales llegaron a representar un
60-70% del total de los alimentos suministrados. Aunque en la seca se suministraba
cierta cantidad de subproductos fibrosos de la industria azucarera, se importaba cerca
de un millón de toneladas de materia prima para hacer los concentrados, hidrolizar los
residuos fibrosos cañeros, e, incorporar la urea en la miel.
Los animales en desarrollo o preceba, o sea los comprendidos entre 8 y 24 meses, se
alimentaban con pasto o forraje; 3-6 kg de miel-urea; 0.46 kg de suplemento proteico
y 60 g de sales-minerales. Se enviaban los machos de los rebaños lecheros a cebaderos
esta-bulados o semi-estabulados, mientras los de los rebaños de cría se cebaron en
pastoreo.
En cuatro lugares del país se producían anualmente entre 30-40 mil toneladas de ensilaje de pescado por el método de ácido sulfúrico. Después, el pescado ensilado se
mezclaba con igual cantidad de miel-urea y se suministraba a razón de 2 a 4 kg con
destino a la producción de leche y de carne. Posteriormente, por el costo y la peligrosidad del ácido sulfúrico, el ensilaje ácido fue reemplazado por una mezcla de morra-
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lla o desperdicios frescos preservados en miel final. Cuando los barcos, particularmente los camaroneros, entraban al puerto con su captura, a la morralla se le mezclaba
con miel final en una proporción de aproximadamente 1:1, por volumen. Este producto no solo se ha utilizado en la ceba, sino también, para las vacas en ordeño, sobre
todo en la seca, cuando la calidad de los pastos se deteriora. Los subproductos del
arroz también fueron aprovechados. Anualmente se empacaban entre 60 y 90 mil toneladas de la paja como heno, además, después de la cosecha, el ganado de carne
pastaba en los arrozales durante 4-6 meses.
A partir del año 1984, y durante cinco años, hubo una intensa sequía que azotó la región. El gobierno decretó una emergencia ganadera y se comenzó a construir lotes secos temporales y a mover un millón de cabezas cerca de los 500 centros de acopio y
limpieza de caña de azúcar, donde, en cada uno, diariamente se producían y se quemaban 50 t de residuos fibrosos. Los animales subsistieron con una dieta de residuos
cañeros, 0.5 kg de miel con 100 g de urea, cachaza y agua. Sin duda, la sequía ayudó a
una mayor conciencia de las ventajas de la caña de azúcar y sus derivados en la alimentación del ganado, particularmente en la seca. Al final de la sequía, en 1989, el
sector azucarero había casi duplicado la producción de distintos alimentos, llegando a
producir en 172 diferentes plantas adyacentes a los 156 ingenios azucareros más de 4
MM de t de alimentos, de las cuales se vendían 3.5 MM a la ganadería, la mayor parte
durante la seca. A partir de 1990, comenzaron las reducciones en las importaciones de
urea, sosa cáustica y com-bustible, entre otros productos, afectándose consecuentemente la producción y la distri-bución de estos alimentos.
Problemas sin resolver
A pesar del desafío que representó crear un rebaño vacuno lechero, subtropical y cubano; de las inversiones realizadas en todo el país para desarrollar una nueva infraestructura ganadera basada en la inseminación artificial, y, de que como en ningún otro
país en la región, se han aplicado a escala nacional los logros de la ciencia y la técnica, el talón de Aquiles de la ganadería cubana, al cabo de 30 años, fue, y sigue siendo,
el crecimiento de la masa. Aunque este problema se enfoca como un problema reproductivo, en lo fun-damental, sin duda alguna, el problema se relacióna más con el suministro de agua (Arteaga et al., 1982), la alimentación (Morales, 1996), los minerales
(Ruíz, 1996), el manejo de los animales (Peron y Marquez, 1992), y las relaciones mercantiles de los pro-ductores.
Cuba tiene dos épocas definidas y difíciles, una de seca y otra de lluvia, cuando cae el
70% de las precipitaciones. En la lluvia, tanto la calidad como la cantidad de los pastos
mejora y, aunque hay más calor y más humedad relativa, factores que generalmente
influyen negativamente en la reproducción vacuna, siempre ha sido en la lluvia cuando
se han obtenido mejores resultados en el comportamiento reproductivo (Morales,
1996). Por ejemplo, la obtención de un 35-40% más de inseminaciones del primer celo
comparado con igual período en la seca.
La isla tiene múltiples sistemas hidrográficos, sin embargo, es básicamente llana.
Tam-bién, por ser una isla estrecha, con la mayor distancia entre las costas norte y sur
de unos 200 km, los ríos no llegan a tener una extensión importante ni un caudal fuerte. Se estima que un 15% de todas las unidades ganaderas siempre han tenido problemas con el sumi-nistro de agua, llegando, frecuentemente en la seca, a tener que distribuir agua diaria-mente por pipa al 20% de la masa. Además, se ha estimado que
cuando la distribución es por pipa, los animales reciben solo hasta un 30% de su nece-
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sidades afectando seriamente su comportamiento (Morales, 1996 y Arteaga et al.,
1982).
Debido a la organización tecnológica del flujo del rebaño lechero, una ternera pudiera
haber sido trasladada hasta seis veces antes de ser seleccionada para incorporarse,
incluso, para ser devuelta a la misma vaquería donde nació. El estrés de traslados y de
los cambios de habitat fue incalculable en términos del comportamiento reproductivo
y productivo. Además, la masa hembra en desarrollo, las novillas, siempre han sido
confi-nadas a los lugares con menos posibilidades alimentarias para poder priorizar los
mejores potreros para las vacas en ordeño.
La región que producia el 35% de la leche de la isla, la provincia de La Habana, aparte
de tener que enviar la mayor parte de los machos fuera de la provincia para su engorde, tenía una carga elevada de hembras de entre 4 y 5 Unidades Ganado Mayor por
hectária. Esto motivó el envio anual de entre 14 y 15 mil cabezas de hembras lecheras
a las provincias orientales, las más secas, lo cual, aunque posibilitó un incremento en
la producción de leche en otras provincias, ocasionó que frecuentemente la situación
alimenticia no guar-dara relacion con el genotipo del animal.
Por los factores antes mencionados, en diferentes rebaños de la isla los principales
indi-cadores reproductivos del ganado lechero, es decir, la ganancia diaria de las
hembras en desarrollo, la edad de incorporación, el intervalo entre partos y el intervalo parto-gestación, no alcanzaban los índices establecidos, lo que pudiera significar
que a los ocho años de edad, una vaca hubiera tenido solo tres, en vez de seis partos,
factor, sin duda, decisivo en el crecimiento de la masa hasta el año 1990 (PCC, 1985).
La crisis económica de 1990
En el 1990, en que realmente comenzó el efecto de la crisis económica, un 63% de la
masa ganadera ya era lechera. El 70% era Holstein tropical, el 12% era Siboney de Cuba y el 8% era Mambí, mientras hubo un 10% de otras combinaciones genéticas. La alimen-tación consistía en pastos en la lluvia, mas ensilaje, forrajes, heno y subproductos de la industria azucarera en la seca. En ambas épocas, además de estos alimentos
fibrosos, las vacas recibían 0.46 kg de concentrado a partir del quinto litro de leche
producido. Los pastos y forraje requerían la aplicación de 400 kg de nitrógeno y de 450
a 600 kg/ha de fertilizantes completos, y para ésto, cada año se importaba alrededor
de 400 mil t de fertilizantes, aparte de miles de toneladas de alambre, pesticidas y de
herbicidas. Para los trabajos agrícolas y para distribuir el forraje y otros alimentos, los
ganaderos llegaron a necesitar 16 mil tractores, y, para moverlos, 90 mil t de petróleo
anualmente (MINAG, 1997).
En cuanto a las necesidades alimenticias, anualmente con destino al sector ganadero
del país, se importaban: unas 600 mil t de materia prima para concentrados, incluyendo 90 mil t de urea; 70 mil t de harina de soya y girasol; 30 mil t de sales y minerales,
además de 7 mil t de sosa cáustica para hidrolizar el bagazo producido por los ingenios
azucareros (Pérez, 1993; MINAG, 1997). Para la preparación de las más de 3 MM de t
de alimentos suministrados por los ingenios azucareros, se empleaba 1 MM de t de miel
final, la tercera parte de la producción anual del país. Adicionalmente, los ganaderos
utilizaban, parti-cularmente en la seca, grandes cantidades de subproductos agrícolas,
además fabricaban, con diversos subproductos de la industria de molinaje de trigo, del
arroz o de los cítricos, casi 100 mil t de pienso criollo anualmente (Rodríquez, 1988).
Una infraestructura ganadera tan sofisticada, significaba miles de tractores y camiones para mover el pienso importado y los demás alimentos hacia las unidades, recoger
y distribuir la leche, las excretas, distribuir los fertilizantes importados, regar y cortar
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las áreas forrajeras, reparar los caminos, mover los terneros recien-nacidos a la unidades de crianza artificial, de allí a las unidades de desarrollo de machos o de reemplazo de hem-bras, y finalmente, de nuevo a las vaquerías o a los cebaderos y los mataderos. Se criaban los terneros artificialmente con 280 kg de leche que se transportaban desde la vaquería a la planta de pasterización, se descremadan, y luego eran
devueltos a las unidades especializadas de crianza de los terneros.
Hubo un total de 2300 vaquerías típicas para 60, 80, 120 ó 288 vacas, además más de
mil vaquerías rústicas y tradicionales. Para atender la inseminación artificial, el país
alcanzó a tener 2500 técnicos inseminadores motorizados. Con la crisis económica,
empezó a faltar el nitrógeno líquido, los termos, las varillas plásticas, los guantes y los
reactivos, aparte del combustible para mover los inseminadores. Se pudo conservar la
inseminación artificial en los rebaños genéticos élite, no asi en los demas rebaños,
donde hubo que volver a la monta directa. Este hecho, aparte del trabajo genético,
también afectó la producción de carne, además de la elevada e inesperada necesidad
de toros para bueyes. Al comenzar a tener problemas con el transporte, hubo que
cambiar abruptamente a sistemas de amamantamiento restringido.
En el mismo año, 1990, se produjeron 879 MM de litros, casi 6.0 litros/vaca/día; solamente dos años después, en 1992, la producción de leche había disminuido un 50%, a
solo 425 MM de litros, para un promedio de 3.1 litros, diariamente (Tabla 1). Peor era
la condición física de los rebaños lecheros, rebaños que habian costado entre 25-30
años en fomentar, una generación entera de trabajo. Se perdieron un gran número de
animales en la zona lechera alrededor de la capital, menos en las zonas mas rústicas
del país. Comenzó todo un proceso para cambiar el sistema de producción de los pastos acuartonados a un nuevo sistema rotacional de alta carga diaria (ACPA, 1991), de
ubicar a los trabajadores y sus familias directamente en las vaquerías y de descentralizar parte de la masa lechera y ubicar a las vacas en microvaquerias, cerca de los
centros urbanos.
Sin posibilidad de fertilizantes, los pastos perdieron rápidamente su calidad, unido a
ésto, la salinidad, que afecta casi un 15% de toda la tierra agrícola, también es un factor que contribuye a la pobre calidad de los pastos. Con problemas de mortandad excesiva, la falta de fertilizantes y de pesticidas, las restricciones en el petróleo para
regar y en el transporte, restricciones en la adquisición de postes, alambre y con los
herbicidas hormonales, comenzó la infestación de los pastos hasta llegar en 1994 a una
situación en que se reportó que el aroma (A. fornesiana) y el marabú (D. cinerea)
cubrían el 47% de las áreas de pastos, más de un millon de hectáreas (Paretas et al.,
1994).
La estrategia de la recuperación ganadera
•
La organización de la producción
En 1993, para alcanzar y posteriormente mejorar los niveles de producción agrícola
obte-nidos antes de la crisis económica, se determinó la creación y fomento de un
nuevo sector cooperativo, las Unidades Básicas de Producción Cooperativa (UBPC),
como organi-zación económica y social que integra a obreros agrícolas y a otros trabajadores bajo determinados principios del cooperativismo. Estas cooperativas, las
UBPC, representan una modalidad colectivista de desestatización de la propiedadexcluyendo la de la tierra-y de gestión de la producción agropecuaria (Figueroa,
1994). El tamaño promedio de las empresas ganaderas antes de esta transformación
habia sido 25 mil ha; las nuevas UBPC tienen un promedio de 1600 hectáreas.
68 / Ganadería, Desarrollo Sostenible y Medio Ambiente
Tabla 1. Principales indicadores de la ganadería cubana: 1945 * , 1970-1996 ** y 2000-01***
45
70
80
90
91
92
93
94
95
96
00
01
4,2
5,7
5,0
4,8
4,7
4,6
4,6
4,6
4,6
4,6
4.1
4.0
-
390
915
879
692
425
393
423
403
426
614
621
-
380
889
798
613
353
311
323
299
336
102
108
Vacas/ordeño,
mil cabz
-
309
398
369
353
308
264
251
232
225
-
-
Litros/vaca/día,
en ordeño
2.0
3.4
6.1
6.1
4.7
3.1
3.2
3.6
3.5
3.8
3.2
3.2
Ganado sacrific, mil cabz
800
1013
880
886
721
678
532
437
445
453
492
478
Carne producida, mil t PV
272
341
303
272
180
152
130
122
128
136
146
142
Peso vivo promedio, kg
340
334
326
306
251
225
246
281
289
302
296
296
Total ganado,
mil cabz.
Leche prod.
MM litros
del total,
estatal
* Truslow, 1951; ** Anuario Estadístico de Cuba, 1988; ONE, 1997; *** ONE 2001 (Ed 2002, CD)
También, a raíz de la crisis económica, se determinó convertir la mayoría de las vaquerías existentes, de las restantes empresas genéticas y de las recien creadas nuevas
coope-rativas, las UBPC, en fincas integrales de 10 a 60 vacas, con una carga de entre
1.2 a 2.0 cabz/ha y sobre la base de la producción de todos los alimentos en la propia
finca, a lo cual se llamó autosuficiencia alimentaria.
•
La genética
La estructura genética de los rebaños lecheros comerciales ha sido ajustada en correspondencia a las nuevas realidades. Hasta ahora, la mayoría de las vacas lecheras tenía, desde la mitadio hasta un 15/16 de sangre Holstein, incorporada vía sementales
Holstein puros importados de Canadá o nacidos en Cuba de origen canadiense. El sistema ge-nético nacional se mantiene en las empresas genéticas, no así en las empresas comer-ciales donde se ha determinado que el genotipo más adecuado debe estar
en función de las posibilidades alimenticias de cada lugar, de los pastos y demas recursos locales. Además, ahora el 73% del ganado se encuentra organizado en rebaños
pertenecientes a las UBPC, las Cooperativas de Producción Agropecuaria (CPA), las
Cooperativas de Crédito y Servicio (CCS), en otros organismos estatales como el Ministerio del Azúcar, y, a nivel de pequeños productores.
Para los nuevos productores, se plantea eliminar el programa de absorción a Holstein
y, en su lugar, la utilización de toros de razas menos exigentes, por ejemplo, el Cebú
lechero, el Criollo y el Cebú, con las hembras de estos rebaños para la obtención de
animales cruzados para las zonas más difíciles, y, el uso de toros Siboney de Cuba para
mantener el rebaño lechero en las áreas de mejores condiciones.
•
El manejo
Inseminación artificial: Del 70% de inseminación artificial que se llegó a alcanzar en
el rebaño lechero, con la llegada de la crisis económica, hubo que volver a la monta
MÓDULO I / 69
directa; la inseminación se redujo a un nivel de 46 por ciento (Periódico “Granma”,
1996). A partir de 1995, se comenzó a rescatar su aplicación, en 1996, se logró volver
a inseminar el 55% de la masa hembra incorporada a la reproducción; actualmente se
utiliza mayormente en los rebaños genéticos y algunas empresas seleccionadas de la
provincia de La Habana. En los rebaños de cría se usa la monta directa.
La crianza de los terneros: En la medida que se iban concretando los planes ganaderos en las décadas del 60 y el 70, y se eliminaba la rusticidad del ganado lechero, se
introdujo el sistema de crianza artificial en los terneros. Cuando llegó la crisis económica, hubo que volver a implantar el amamamiento restringido. En estos momentos,
se ha rescatado en un 40% el sistema de crianza artificial en los rebaños genéticos, sin
embargo, en los rebaños comerciales y en las vacas de las cooperativas, se utiliza el
amamantamiento restringido. El sistema de crianza de terneros con amamantamiento
restringido requiere nuevas formas de evaluar el comportamiento productivo de las
vacas, y, de utilizarse en algunos de los rebaños genéticos, habrá que sistematizar la
crianza de los terneros para poder evaluar las vacas (MINAG, 1994).
Flujo zootécnico y atención al rebaño hembra en desarrollo: De hecho, al crearse
las UBPC y las fincas integrales, se ha reducido el movimiento excesivo del ganado que
afectaba el comportamiento. Se trata de rescatar el flujo zootécnico logrado en años
anteriores, particularmente en las zonas altamente lecheras y atender mejor al rebaño hembra en desarrollo, las futuras vacas. También, se buscan soluciones para volver
a cebar en lote seco los machos, los cuales consumen los pastos y forrajes destinados
a las hembras en desarrollo y a las vacas lecheras, afectando el comportamiento productivo de ambas.
•
La alimentación
El hecho más significativo de la nueva situación es lograr una alimentación adecuada
con recursos locales producidos mayormente en la propia finca. Como se ha expresado
anteriormente, solo se cuenta como suministros externos con la miel final en forma de
miel-urea 10% o bloques multi-nutricionales y macro/micro minerales, pero con casi
ningún alimento, energético o proteico, importado, salvo las vacas genéticas de alta
producción. Se ha propuesto que las vaquerías tienen que alcanzar la autosuficiencia
alimentaria mediante la siembra de caña, king grass y leguminosas intercaladas en el
pasto (silvopastoreo), principalmente la Leucaena. Existe todo un movimiento nacional
dedicado a intensificar la recuperación ganadera, y lograr cada año la incorporación
de nuevas vaquerias a la autosuficiencia alimentaria.
•
Las investigaciones
Durante un periodo excesivamente largo, el resultado de la ciencia y la técnica, particularmente sus implicaciones económicas, demoraron excesivamente en llegar al productor. Ejemplo elocuente pudiera ser el uso de los árboles proteicos como fuente de
proteinas para la ganadería. Varios años antes del inicio de la crisis, un estudio cubano, publicado en 1986, habia desmostrado que, para el ganado en pastoreo, incluir la
Leucaena como banco de proteína, con libre aceso, significaba una GMD de 666 g, un
55%, superior al empleo de las gramíneas solas (Castillo et al., 1986). Incluso, en 1987,
un grupo de 14 investigadores pertenecientes a cuatro diferentes centros publicaron
un libro con más de 300 referencias, titulado, “Leucaena, una opción para la alimentación bovina en el trópico y en el subtrópico” (Barrientos et al., 1987).
Pero fue solo después de 1990, cuando hubo que cerrar casi todos los cebaderos y volver a poner el ganado en pastoreo, que comenzó en el país un movimiento para utilizar este árbol proteico. Actualmente, la formación de promotores campesinos para
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extender los resultados técnicos y los encuentros “campesino a campesino”, han ganado en impor-tancia como vía para promover tecnologías sostenibles de producción
agropecuaria.
Conclusiones
A pesar del enorme esfuerzo efectuado en la introducción de tecnologías sostenibles
de producción de alimento animal durante la década del 91 al 2000, en algunos territorios del país las alternativas propuestas para solucionar el problema han tenido una
lenta aplicación, producto de la continua crisis económica y de otros factores. La autora agra-dece al Ing. José Pérez la Paz por su ayuda en la preparación y revisión de
este trabajo.
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