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1. Introducción.
Muchos son los factores que inciden en la producción frutal. Algunos, como las
condiciones ambientales, no pueden ser modificados por el hombre. Otros, como la
incidencia de plagas y enfermedades, nutrición, riego, entre otras, pueden ser controladas
con el fin de obtener buenos rendimientos.
Dentro de éstos últimos, la alternancia de cosecha juega un papel fundamental. Se
presenta como problema en la mayoría de las especies frutales, siendo más acentuada en
algunas especies que en otras. Se caracteriza por una alta producción frutal (año “on”),
inmediatamente seguida por un año de baja producción (año “off”).
Esta alternancia es consecuencia de la modificación en las condiciones para producir
tejido floral. En cítricos, la floración es regulada por factores endógenos, como también
exógenos a la planta (Agustí, 2003). El conocimiento de los fenómenos involucrados y su
control, es indispensable para obtener y aumentar la cuantía y calidad de las cosechas.
Dentro de los factores que determinan este fenómeno, la difusión de giberelinas en frutos
semillados es el de mayor importancia. La presencia del fruto en el árbol implica la
síntesis de esta hormona, la cual inhibiría la floración durante la temporada siguiente. Las
giberelinas son compuestos naturales que actúan como reguladores de crecimiento y
desarrollo en los vegetales superiores (Talón, 2000).
Para enfocar aspectos en la floración de los Citrus, dos épocas se han señalado como
propicias para la aplicación de esta sustancia (Agustí, 2003), la primera durante receso (o
más bien parada) invernal y la segunda, de período más corto, en yema hinchada (estadio
01 BBCH) hasta con brotes de tres milímetros.
La disminución de floración puede ser también realizada por técnicas manuales como la
poda. Aunque no corrige la alternancia, sí aumenta la producción acumulada, regulando la
producción en los años consecutivos (Agustí, 2003). Por otro lado, guarda estrecha
2
relación con la calidad de la fruta, pues incrementa el ingreso de luz hacia el centro de
árbol, aumentando la tasa fotosintética, que en consecuencia genera un incremento en el
contenido de carbohidratos disponibles para el fruto en desarrollo (Tucker et al., 1994b)
1.1. Hipótesis de trabajo.
La aplicación de ácido giberélico y la poda disminuyen el número potencial de flores,
regulando el ciclo alternante de producción en naranjo variedad Tardío de Valencia.
1.2. Objetivos.
Los objetivos son:
Objetivo general:
•
Controlar la expresión floral en la variedad de naranja semillada Tardío de
Valencia, con el uso de regulador de crecimiento y poda.
Objetivos específicos:
•
Evaluar el efecto del ácido giberélico aplicado en yema hinchada (Estadio 01
BBCH) sobre el control de la expresión de la floración y consecuentemente en la
producción final en naranjo tardío de Valencia.
•
Evaluar el efecto de la poda primaveral sobre la cantidad de floración y producción
final en naranjo tardío de Valencia.
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2. Revisión bibliográfica
2.1. Brotación.
La brotación es el estado fenológico correspondiente al inicio de un nuevo periodo de
crecimiento vegetativo. Este proceso se inicia con el hinchamiento de las yemas, seguido
por el desborre o separación de las escamas que conforman la yema, finalizando con la
emergencia de los meristemos. El proceso es, en general más rápido y precoz en las
yemas de flor que en las de madera (Agustí, 2004)
2.1.1. Brotación en cítricos.
En España, los cítricos presentan tres brotaciones por año siendo la de primavera la más
abundante (Talón, 1997) y la que aporta flores útiles a la cosecha, mientras que las otras
dos (principios y finales de verano) sólo presentan crecimiento vegetativo y muy
excepcionalmente flores que dan frutos comercialmente inaceptables.
La mayor parte de la brotación de primavera se origina sobre brotes desarrollados el año
anterior, aunque ocasionalmente existe desarrollo de yemas adventicias de mayor edad
(Agustí, 2003).
En cuanto a las yemas, pueden estar indeterminadas (vegetativas o reproductivas) antes
o inmediatamente después de la brotación (Krajewski y Rabe, 1995a). Los brotes en
cítricos son de crecimiento simpodial, desarrollándose desde las yemas axilares, siendo
por lo tanto del tipo proléptico (Lord y Eckard, 1987). Al parecer no existen requerimientos
de frío pudiendo brotar en cualquier época del año cuando la temperatura del suelo
supera los 12 ºC, con independencia de la temperatura del aire (Agustí, 2003).
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Krajewski y Rabe (1995b) mencionan que un incremento en la densidad de brotes viene
acompañado por un decrecimiento de inflorescencias sin hojas. Las yemas ubicadas en el
extremo terminal de la rama abren más temprano en primavera, y producen un alto
número de flores predominantemente en dicho tipo de inflorescencia, mientras que
brotaciones más tardías tienden a formar inflorescencias con hojas.
2.2. Floración.
2.2.1. Inducción floral.
La inducción floral es una condición interna del ápice meristemático vegetativo de una
yema que conduce a su transformación en meristemo floral (Gil, 2000). Krajewski y Rabe
(1995a) lo definen como una serie de acontecimientos que accionan los procesos que
hacen a una planta capaz de florecer gracias la transcripción y expresión de genes
encargados de la floración, que ocurre antes de la iniciación floral.
Para que el meristemo quede inducido, debe existir un número mínimo de nudos
formados, el cual se genera a un determinado intervalo de tiempo, este ritmo
característico de cada especie, es el plastocrono, tiempo que transcurre entre la
formación de dos primordios vegetativos consecutivos (Baldini, 1992).
Luckwill y Silva (1979) consideran que la iniciación floral en manzano (Malus domestica)
está relacionada al plastocrono, en donde no existió floración cuando éste superaba los
siete días. Por otro lado, en el cultivar Cox´Orange Pippin observaron que la iniciación
floral comenzaba una vez formado cerca de veinte 20 nudos dentro del brote.
Los cítricos son considerados autoinductivos (Krajewski y Rabe, 1995a), esto acontece
durante el invierno frío en climas templados para producir una floración bastante
concentrada en primavera (Gil, 2000). Sin embargo, existen otros factores que promueven
la inducción floral en cítricos. Entre ellos, estrés hídrico, 40 a 60 días bajo esta condición
son suficientes para formar flores (Southwick y Davenport, 1986).
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Goldschmidt et al. (1997) menciona que temperaturas bajas, acompañadas de un
descenso en la concentración de giberelinas, serían el factor de inducción. Temperaturas
de 20ºC en el día y 10 ºC durante la noche, serían suficientes para promover la inducción
floral (Monselise, 1985; García-Luis et al., 1992).
Agustí (2003) señala que el reposo vegetativo es el período de mayor sensibilidad en los
frutales cítricos a los procesos de inducción floral.
2.2.2. Floración en cítricos.
La floración es un determinante importante en la cosecha. Puede influenciar además la
calidad de la fruta, como el tamaño, su calidad interna, textura y color, dependiendo de la
posición que tenga esta dentro del árbol (Krajewski y Rabe, 1995a).
La mayor parte de las variedades de cítricos florecen profusamente una vez terminado el
reposo invernal, en condiciones subtropicales (Agustí et al., 2003). Sin embargo,
experimentos de defoliación, aplicación de giberelinas y de rayado de ramas, han
demostrado otras épocas de sensibilidad a la inhibición de la floración (Agustí, 2003).
Primo Millo (1985) afirma que la floración se verá favorecida si la planta pasa por un
período de bajas temperaturas, de falta de agua o de fotoperíodos cortos. Así mismo, las
altas temperaturas invernales alteran la formación de flores.
2.3. Factores determinantes de la floración.
2.3.1. Contenido de carbohidratos.
La floración está relacionada con el contenido de carbohidratos, siendo considerando
como un factor limitante de este evento fenológico (Goldschmidt y Golomb, 1982,
Goldschmidt et al., 1985). Agustí (2004) indica que la distribución de nutrientes al interior
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del meristema apical sería el factor de inducción, esto evidenciado tras el anillamiento de
ramas, lo cual promovió la formación de flores, dado la acumulación de azúcares sobre la
incisión (Goldschmidt et al., 1985).
Martínez-Fuentes et al. (2004) señalan que en árboles de mandarina clementina (Citrus
reticulata), bajas concentraciones de azúcares se relacionan con la producción anterior.
Concentraciones de azúcares en hojas y ramas en árboles “off” era cuatro veces mayor
que en árboles “on”, favoreciendo un aumento en la intensidad de floración la temporada
siguiente.
King y Ben-Tal (2001) demostraron que la sucrosa tendría un efecto en la floración. La
reducción en su concentración en ápices meristemáticos, acompañados de la aplicación
exógena de ácido giberélico, logró inhibir la floración en plantas de Fuchsia hibrida.
2.3.2. Distribución en la canopia.
Un factor importante en la floración es su distribución en la canopia. Krajeski y Rabe
(1995b), señalan que bajas floraciones se obtendrían sobre madera de dos o más años,
donde las yemas siguen quiescentes, aunque podrían llegar a brotar. Sin embargo, son
brotes sobre madera de un año o más joven los que contribuyen al crecimiento de
primavera.
2.3.3. Condiciones ambientales.
La intensidad de floración, como su distribución están determinadas en gran parte por las
condiciones ambientales (Agustí, 2003). Fotoperiodos cortos, bajas temperaturas y estrés
hídrico, favorecen la floración, mientras que altas temperaturas alteran la formación de
flores (Primo-Millo, 1985).
En nuestras condiciones de cultivo, al igual que en España, bajas temperaturas o la
existencia de un estrés hídrico, se establecen como requisitos indispensables para la
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floración, reduciendo el crecimiento radicular y, consecuentemente, el aporte de
giberelinas a la copa (Agustí et al., 2000)
2.3.4. Calidad de la flor.
No todas las flores son funcionales, algunas se ven afectadas por parásitos o
enfermedades, mientras que otras sólo son masculinas (Krajewski y Rabe, 1995).
Monselise (1985) señala que la proporción de flores estaminadas varía según la variedad
y las condiciones de crecimiento.
2.3.5. Cosecha.
La cuantía de la cosecha precedente es otro factor que condiciona la floración, así se ha
comprobado que tras una cosecha abundante, la intensidad de flores desciende en forma
notable (Martínez-Fuentes et al., 2003). Esto relacionado con la producción de giberelinas
por parte del fruto y hojas jóvenes (Sachs, 1977, Luckwill y Silva, 1979), como también al
descenso de carbohidratos en la planta. Hilgeman et al. (1967), señala que el crecimiento
del fruto depone un esfuerzo adicional para el árbol en la formación de carbohidratos, un
fuerte florecimiento en la brotación de primavera causa un rápido agotamiento de
azúcares y almidón en hojas de los árboles.
2.4. Alternancia de cosechas.
La alternancia de cosechas, es frecuente en especies leñosas. La presencia del fruto
(número y tiempo de permanencia en la planta) es un potente factor regulador de la
floración y la causa de la alternancia de cosechas en aquellas especies y variedades
sensibles al proceso (Agustí et al., 2000), donde la cosecha es característicamente muy
baja cada dos años, debido a la formación de un número insuficiente de flores (Guardiola,
1992).
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La carga frutal es un gran “sink”, de modo que el orden de prioridades entre sumideros es
típicamente el siguiente: semillas antes que partes pulposas de la fruta, esta igual a
ápices de brotes y hojas, los cuales son mayores que el cambium y éste a su vez, antes
que el almacenaje radicular (Paz-Vega, 1997).
La comparación entre árboles con alta (“on”) y baja (“off”) cosecha muestran diferencias
significativas en la intensidad de floración en la temporada siguiente, como también
muestra diferencias en el contenido total de nitrógeno, acumulándose más nitrógeno,
como nitrato, en hojas de árboles “on”, que en árboles “off”, lo que consecuentemente
conlleva un serio desbalance nutricional en estos árboles (Martínez-Fuentes et al., 2004).
Variedades que desarrollan semillas suelen presentar un comportamiento alternante en su
producción, mientras que en las variedades sin semillas se obtienen mejores cuajados
con floraciones moderadamente bajas o intermedias (Talón et al., 1999).
El descenso en la cosecha no es el único problema que generan estas variedades, ya que
en esas circunstancias, sus frutos suelen tener menor valor comercial. En años de escasa
producción suelen ser muy grandes, de corteza gruesa y rugosa. Por el contrario, en años
de cosecha elevada se caracterizan por un elevado número de frutos de bajo calibre
(Agustí, 2003).
Cuando la cosecha es adecuada al tamaño y vigor del árbol, se forman suficientes brotes
vegetativos durante las dos brotaciones más importantes (primavera y verano), y estas
yemas se inducen en una proporción adecuada para asegurar la formación de flores para
el próximo año (Guardiola, 1992).
Por último, el tamaño final del fruto está determinado por diversos factores, tanto
exógenos, como endógenos, como lo son el estado nutricional, riego, incisión anular,
poda, control de floración, estimulación del desarrollo celular y aclareo (Zaragoza et al.,
1996).
9
2.5. Acido giberélico (GA3).
El GA3 es una giberelina obtenida industrialmente por proceso de fermentación, que
mimetiza los efectos que producen las propias giberelinas endógenas que poseen las
plantas (Agustí et al., 2000). Son activos promotores de la división y elongación celular,
sintetizándose mayoritariamente en la semilla (Agustí, 2003).
Participa en diversos procesos de desarrollo, como la germinación de semillas, elongación
de brotes, expansión foliar, desarrollo de tricomas y desarrollo de flores y frutos
(Olszewski et al., 2002), como también acorta el período de juvenilidad en algunas
coníferas y puede inducir la diferenciación sexual en algunas plantas monoicas (Taiz y
Zaiger, 1998).
Este grupo de hormonas, perteneciente a la extensa familia de los diterpenos, fue
descubierto azarosamente por fitopatólogos japoneses que estudiaban en el arroz el
desarrollo excesivo del tallo, provocado por el hongo Gibberella fujikuroi. Posteriormente
se aisló el compuesto inductor de la elongación del tallo, el cual fue denominado ácido
giberélico (Talón, 2000).
2.5.1. Usos del ácido giberélico en el control de la floración.
El ácido giberélico tiene muchos usos en citricultura, principalmente en el desarrollo
reproductivo (Agustí et al., 2000), ampliamente utilizado en el control de la floración,
siendo demostrado
su efecto en el naranjo dulce Shamouti (Citrus sinensis) por
Monselise y Halevy (1964), en donde redujo significativamente el número de flores,
consecuentemente una disminución de frutos a la cosecha, lo que es comercialmente
interesante (Coneva y Cline, 2006).
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En otras especies frutales es también utilizado con éxito en el control de floración.
Southwick et al. (1995) lograron reducir el número de flores en peral (Pyrus comunis)
variedad Loadel tras aplicar 50, 75, 100 y 120 ppm de GA3. A medida que se incrementa
la dosis utilizada, mayor es el efecto en la reducción de flores.
Turnbull et al. (1996) observaron que aplicaciones de 50 ppm de GA3 en plantas de
mango (Mangifera indica) variedad Kensigton Pride redujeron la iniciación floral, afectando
el número de frutos a la cosecha.
Por otro lado, aplicaciones de 100 ppm de ácido giberélico nueve semanas después de
plena flor, redujeron un 45% el número de flores en árboles de manzano variedad
Braeburn, siendo sólo efectivo en madera de un año y no brotes tipo “spurs” (Mcartney y
Li, 1998)
González-Rossia et al. (2007) observaron una reducción significativa en la floración del
duraznero (Prunus pérsica) SpringLady aplicando 50 ppm de GA3. Retamales et al. (2000)
lograron disminuir el número de flores con aplicaciones tardías de ácido giberélico (13-18
semanas después de plena flor) en plantas de arándano (Vaccinium corymbosum) en
dosis de 200 a 500 ppm.
Martínez-Fuentes et al. (2004) lograron una disminución en la densidad floral de 25 a 60%
en árboles de mandarina clementina (Citrus reticulata), en dosis de 25 a 50 ppm de ácido
gibérelico aplicadas en el receso invernal.
Trabajos realizados por Davies (2002) en manzano variedad Braeburn, lograron reducir el
número de flores un 57%, en el tercio proximal del tallo, 31% en el tercio medio y 4% en el
tercio distal del brote, con dosis de 100 ppm de ácido giberélico.
Coneva y Cline (2006), observaron en peral variedad Redhaven una reducción en la
densidad floral de entre un 25 a 75%, obteniendo los mayores resultados con
concentraciones de 200 a 400 ppm.
11
2.5.2. Efectos del ácido giberélico como inhibidor de la floración.
Faust (1989) especuló que las giberelinas extenderían el plastocrono, inhibiendo la
inducción floral. El aumento del crecimiento de tejidos vegetativos bloquearía
indirectamente el florecimiento, en consecuencia la inhibición de la floración estaría ligada
aparentemente a la elongación del tallo (King et al., 2000, King y Ben-Tal, 2001,
McDaniel, 2004), existiendo una correlación inversa entre la inhibición floral y la
promoción del alargamiento del brote y la expansión de la hoja (Sachs, 1977).
King et al. (2000), observaron el alargamiento del tallo en plantas de Fucsia sp. entre un
25 a 30% con dosis de 30-100 ng/planta, de ácido giberélico, obteniendo la inhibición
floral. Resultado nuevamente obtenido en ensayos posteriores realizados por King y BenTal (2001) en la misma especie, esta vez analizando además la relación de los azúcares
con la floración.
McDaniel (2004) observó en plantas de Euphorbia pulcherrima que la aplicación de GA3
en dosis de 10, 20, 30 y 40 ppm, generaron internudos más distanciados,
consecuentemente, una mayor elongación del tallo.
Leite et al. (2003) obtuvieron el alargamiento del vástago en plantas de soya (Glycine
max) tras la aplicación foliar de 100 ppm de ácido giberélico, además de un aumento en el
tamaño de la hoja, lo que fue señalado por Sachs (1977) como los efectos del ácido
giberélico en control químico de la floración.
Dahanayake y Galwey (1999) lograron elongar el tallo en plantas de rábano (Brassica
napus) con aplicaciones de ácido giberélico más fotoperíodos largos y baja temperatura.
Por otro lado, Davies (2002) observó que aplicaciones de 100 ppm de ácido giberélico
afectaron el desarrollo del brote en manzano variedad Ramey York, aumentando su
longitud 18,7% en comparación con el testigo.
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Kong et al. (2006) demostraron la relación existente entre la giberelina y la elongación del
tallo en plantas de espinaca (Spinacia oleracea). Aplicaciones de theobróxido (supresor
de la síntesis de giberelina) inhibieron la elongación del tallo, pero su efecto fue
contrarrestado tras la aplicación exógena de ácido giberélico.
Este alargamiento del vástago causaría la desviación en la asimilación fotosintética lejos
del ápice del brote, esto llevaría a la inhibición de la floración (King et al., 2000).
Según Huang et al. (1990) el ácido giberélico inhibiría la formación de yemas florales al
disminuir el contenido total de ácidos nucleicos en las yemas durante el período de
diferenciación, por lo cual, se inhibiría la síntesis de DNA y RNA. Esta inhibición de
material genético implicaría una menor síntesis de proteínas involucradas en el desarrollo
floral (Bower et al., 1990; Goldschimdt y Samach, 2004)
Luckwill y Silva (1979) sugieren que este regulador de crecimiento promueve la inhibición
floral en manzano indirectamente al modificar la tasa de producción de nudos, proceso
directamente relacionado a la iniciación floral. Brotes vegetativos llegaron a formar 16
nudos, en cambio, brotes florales alcanzaron a formar 21 nudos a fines de temporada. Por
lo tanto, si el número crítico de nudos no es alcanzado para el final de la temporada de
crecimiento, el brote seguirá siendo vegetativo.
Ensayos realizados en peral variedad Redhaven (Coneva y Cline, 2006) determinaron
que un incremento en la relación de ácido giberélico condujo una disminución lineal en la
densidad de nudos. García-Luis et al. (1986) lograron disminuir el número de nudos en
brotes de mandarina satsuma variedad Owari (Citrus unshiu) aplicando 0,03 mM de GA3
durante receso invernal. Sin embargo, Verheij (1996) señala que no existe ninguna
relación entre la formación de nudos y la inducción floral de las yemas.
El ácido giberélico inhibe el desarrollo de la flor en plantas intactas, pero no tiene ningún
efecto en inflorescencias aisladas (King et al., 2000).
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Por otra parte, Callejas y Reginato (2000), al igual que Fagoaga et al. (2007), señalan que
probablemente la aplicación exógena de giberelinas inhiba la inducción floral a través de
la promoción de una mayor síntesis y/o transporte de las auxinas.
En consecuencia, hay una redistribución de la brotación, aumentando el número de brotes
con hojas, florales o vegetativos, y reduciendo el número de brotes sin hojas,
incrementando posteriormente el cuajado espontáneo (Martínez-Fuentes et al., 2003).
Salazar-García y Lovatt (2000) incrementaron el número de brotes vegetativos y
concomitantemente redujeron el número de inflorescencias en palto variedad Hass con
aplicaciones de 25 a 100 ppm de ácido giberélico durante la primavera de un año “off” de
floración.
García-Luis et al. (1986) observaron en mandarino satsuma (Citrus unshiu) variedad
Owari, que tras la aplicación invernal de GA3 el número de brotes generativos decreció,
mientras que, el número de brotes mixtos no se vio alterado.
Erner y Shomer (1996) enfatizan la importancia entre la relación hoja-flor, pues está
íntimamente ligada con la calidad de la fruta. Brotes mixtos favorecen el desarrollo frutal,
en cambio, brotes sin hojas provocarían el aborto casi total de los órganos reproductivos.
Las hojas jóvenes serían fuente de fotosíntesis, entregando la energía necesaria para un
buen cuajado de la fruta. Por otro lado, el sistema vascular de inflorescencias sin hojas es
cerca de un cuarto del sistema vascular de inflorescencias con hojas, además de tener un
cilindro central distinto del xilema (Erner y Shomer, 1996)
2.5.3 Tejidos productores de giberelinas.
La fuente que abastece al ápice meristemático de giberelinas son aparentemente las
hojas jóvenes y ápices de los brotes (Fontana-Denagri y Vissai, 1978). Se ha mostrado
que los niveles de giberelinas aumentan a medida que aumenta la relación hoja-fruto, así
como también los contenidos de giberelinas endógenas parecen ser mayores en
14
inflorescencias con hojas que en inflorescencias sin hojas (Talón et al., 1999), esto fue
demostrado por Sachs (1977) quien promovió el florecimiento tras retirar hojas jóvenes en
plantas de tabaco, bouganvillea y fuchsia.
El fruto constituye otra fuente de giberelinas, siendo considerado un potente regulador de
la floración. (Hilgeman et al., 1967, Sachs, 1977; Luckwill y Silva, 1979; Agustí et al.,
2000; Agustí, 2003; Martínez-Fuentes et al., 2003, González-Rossia et al., 2006). Su
síntesis se realiza principalmente en la semilla, en cambio, frutos partenocárpicos,
generan esta hormona a partir de la corteza (Davies, 2002; Agustí, 2003).
2.5.4. Épocas de aplicación.
La efectividad de las aplicaciones de ácido giberélico depende de la época de tratamiento,
la concentración utilizada y la especie (García-Pallás y Blanco, 2001, Agustí, 2003).
Coneva y Cline (2006) observaron en plantas de pera variedad Red Haven que el mejor
resultado era obtenido con aplicaciones realizadas 13 semanas después de plena flor.
González et al. (2006) por su parte, determinó que aplicaciones 120-130 días después de
antesis en duraznero variedad Springlady disminuirían la magnitud de la floración entre
40-50%.
En cítricos existen dos momentos de mayor sensibilidad, una primera época durante el
reposo vegetativo, siendo máxima entre finales de noviembre y mediados de diciembre
(hemisferio norte), en dosis de 25 mg/l, debiendo elevar la concentración a dosis más
altas (50 mg/l) si la floración es abundante (Agustí, 2003).
Una segunda época de aplicación es yema hinchada (Estadio 01 BBCH), hasta brotes no
superiores de 3 mm, concentraciones de 10 ppm, sin embargo, el período de sensibilidad
en la segunda época es mucho más corto, siendo difícil acertar el momento más
adecuado (Agustí, 2003).
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2.6. Poda
La poda es una práctica aceptada en el manejo de los cítricos, con el fin de mantener la
productividad de árboles más viejos, los cuales presentan mayor cantidad de madera
improductiva en las parte inferior de la canopia (Moss, 1973).
Es una operación mediante la cual se modifica parcialmente el desarrollo y forma natural
del árbol (Rodríguez y Villalba, 2000).
En general, la poda tiene dos objetivos esenciales, la primera es dar al árbol la forma más
favorable, con el fin de obtener producciones abundantes y equilibradas, segundo,
moderar y regular la producción de frutos, tanto en el tiempo como en todo el volumen del
árbol (Loussert, 1992).
Thorp y Stowell (2001) observaron una disminución en el número de frutos en árboles de
palto variedad Hass, luego de realizar una poda a 4 y 6 metros de altura. La producción
acumulada disminuyó 25,7% y 8,6% respectivamente, aumentando al mismo tiempo el
peso del fruto.
La calidad del fruto se ve favorecida al eliminar ramas que se estorban y que impiden una
buena iluminación interior, mejora la distribución de los frutos en el árbol, consiguiendo
que se desarrollen también en su zona interior en donde adquieren gran calidad,
aumentando el tamaño medio de los frutos al eliminar ramas menos vigorosas que
producen frutos de bajo calibre (Rodríguez y Villalba, 2000).
Se ha observado que la poda modifica la respuesta floral. Krajewski y Rabe (1995a),
señalan que después de realizar una poda en mandarina clementina hubo un incremento
en términos de crecimiento vegetativo a expensas del desarrollo floral, con lo cual se
podría regular la producción, evitando fuertes alternancias (Zaragoza et al., 1997).
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Podas ligeras en años que florece poco y podas más enérgicas en años de mucha
floración, se consideran una alternativa viable ante la alternancia de cosechas (Rodríguez
y Villalba, 2000).
La poda a realizar depende, entre otros factores, de la edad de la planta (Vilches y Pérez,
1998). En plantas jóvenes el objetivo es favorecer el desarrollo de una estructura fuerte y
vigorosa que sea capaz de soportar el peso de una abundante cosecha (Zaragoza et al.,
1989).
En plantas adultas, se busca mantener un equilibrio entre la vegetación y fructificación,
para finalmente en la senectud provocar su rejuvenecimiento mediante la emisión de
brotaciones vigorosas, que reemplacen poco a poco las ramas endurecidas y agotadas
(Vilches y Pérez, 1998).
En los agrios las reservas minerales y carbohidratos tienden a ser máximas hacia finales
del invierno, acumulándose en ramas y hojas, movilizándose una vez la llegada la
primavera (Vilches y Pérez, 1998).
La poda de fructificación busca asegurar un buen reparto de la savia (Loussert, 1992),
para aumentar el vigor de los brotes débiles y frenar el vigor de los brotes que reciben un
exceso de savia, además favorece la mejor iluminación de las ramas vecinas (Zaragoza et
al., 1997).
Por todo ello, una reducción del follaje provoca una disminución de reservas, incidiendo
negativamente en la producción (Vilches y Pérez, 1998), aunque también otros factores
(hormonales, nutricionales, hídricos) podrían tener una influencia decisiva (Zaragoza et
al., 1997).
2.6.1. Ventajas de la poda
Para la obtención de una cosecha abundante es necesario que el árbol este asoleado y
aireado (Zaragoza et al., 1989), para esto, la poda se debe realizar en forma moderada,
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facilitando la iluminación al interior de la copa, eliminando ramas débiles y agotadas, las
ramas más altas suelen producir poca fruta y muchas veces no logra ser recolectada por
su difícil acceso, su eliminación no provoca desequilibrios en la planta (Zaragoza et al.,
1997), mejorando la penetración de la luz hacia el centro del árbol.
Por último, la poda incrementaría la efectividad de los productos fitosanitarios al facilitar
su penetración en la canopia, alcanzando el interior del árbol en donde desarrollan su
ciclo de vida insectos considerados plagas (Pseudococcus sp; Saissetia olaea), por otro
lado, permite una recolección más cómoda mejorando el acceso al interior de la planta
(Zaragoza et al., 1997).
2.6.2. Incidencia en la producción.
La entrada en producción de una determinada variedad es un fenómeno bastante
complejo cuyas bases fisiológicas no están claramente definidas. Sin embargo, parece
estar favorecido por la presencia de una gran superficie foliar y especialmente por
factores endógenos, como la existencia de un equilibrio hormonal, una alta actividad
fotosintética, un nivel adecuado de elementos minerales y carbohidratos (Zaragoza et al.,
1989)
Dependerá también del vigor de la planta la intensidad de poda, cuanto más vigoroso sea
un árbol, con menor intensidad deberá podarse, de lo contrario nuevas brotaciones
vigorosas sucederán a la suprimida, disminuyendo la capacidad productiva del árbol
(Zaragoza et al., 1997).
La poda debe llevarse a cabo en primavera, tras la recolección, una vez que el peligro de
frío haya desaparecido. Retrasar su ejecución a la época de plena floración no presenta
ningún inconveniente, ya que la eliminación de algunas flores favorece el cuajado de las
que quedan y la cosecha no se ve afectada (Agustí, 2003).
18
2.6.3. Respuesta vegetativa de los cítricos a la poda.
La respuesta vegetativa de los cítricos a la poda depende de la fecha y de la intensidad
de poda (Morales y Davies, 2002). Zaragoza et al. (1989) y Zaragoza et al. (1997) señalan
que la época adecuada para realizar labores de poda corresponde a salida de invierno,
con el fin de eludir posibles heladas tardías que pudiesen generar algún daño en la planta.
Más aún, Krajewski y Rabe (1995a) señalan que no existen ningún inconveniente en
atrasarla hacia primavera, por el contrario, plantean que se favorecería la regulación de la
carga floral.
En cuanto a la intensidad de poda, sus efectos varían según sea una poda suave, o por el
contrario, severa. Tucker et al. (1994) como también Morales y Davies (2002), señalan
que tras realizar una poda intensa en plantas de cítricos, los brotes emergidos presentan
crecimientos vigorosos, siendo de mayor longitud y mayor diámetro. Sin embargo, Moss
(1973) indica que la primera brotación tras la poda, presenta crecimientos de menor vigor
en comparación con los crecimientos subsiguientes.
Otros factores que condicionan la respuesta vegetativa de los cítricos a la poda, son la
variedad, edad y vigor del árbol, los hábitos fructíferos, las condiciones de crecimiento, y
las prácticas de producción (Tucker et al., 1994).
Por otra parte, el tipo de inflorescencia se puede ver alterado por la poda. Krajewski y
Rabe (1995b) observaron en mandarina clementina el aumento de brotes vegetativos y de
inflorescencias con hojas en la brotación subsiguiente a la poda, lo que de igual forma fue
observado por Ariza et al. (2004) en lima mexicana.
No sólo puede alterar el tipo de inflorescencia, puede además alterar la distribución de las
flores y la fruta en la canopia. Una poda en altura (topping) regula árboles en seto
cambiando la distribución de la fruta desde el centro del árbol, hacia la parte más baja de
la canopia, condición ideal si se piensa en la cosecha (Krajewski y Rabe, 1995a).
19
Sartori et al. (2007) observaron en plantas de tangerina variedad Montenegrina que tras
realizar la poda, el número de frutos disminuyó, aumentando la calidad de éstos. Por otro
lado, ayudó a disminuir el ciclo alternante, pero señala que el ciclo no se rompe
completamente, debiendo podar los dos años subsiguientes.
2.6.4. Importancia de la radiación solar en la producción frutal.
Papel relevante tiene la luz en la producción frutal, pues proporciona la energía necesaria
para la fotosíntesis, formando una estrecha relación entre la tasa de crecimiento y la
radiación solar interceptada (Dewar, 1996). La radiación fotosintéticamente activa (PAR)
determina directamente la producción de fotosintatos y la cantidad de materia seca
producida, influyendo sobre el crecimiento, la productividad y la calidad de la fruta (Ferree,
1980; Raffo e Iglesias; 2004).
Gil-Albert (1992) señala que un árbol mal iluminado expresa la falta de energía solar a
través de un menor crecimiento vegetativo, tanto en el número como la longitud de sus
brotes, como también en el tamaño de sus hojas, resultando un menor desarrollo del árbol
y una menor intensidad en la actividad fotosintética.
Al comparar zonas iluminadas o asoleadas de un sector del árbol, versus zonas en
sombreamiento o con falta de luz, se puede observar que en zonas sombreadas hay
menor
crecimiento,
envejeciendo
rápidamente
la
madera
productiva,
formando
posteriormente copas sólo con follaje exterior quedando el centro del árbol improductivo
(Gil-Albert, 1992). Por esto la luz se convierte en un factor limitante en árboles apretados
y la poda mejora el acceso al interior de éstos (Tucker et al., 1994).
Sharma y Singh (2006) observaron en árboles de mango variedad Amrapali, que al
eliminar mediante poda 4, 8 o 12 pulgadas del ápice de cada rama, la penetración de luz y
el índice de fotosíntesis fueron aumentando con el grado de la poda, pero el peso
específico de la hoja no fue afectado. Por otro lado, el contenido de clorofila era mayor en
hojas de árboles no podados que en árboles rebajados.
20
Ensayos de poda realizados en guava (Psidium guajava L.) por Singh y Singh (2005)
mostraron un incremento en la penetración de luz en árboles podados, mejorando la
actividad fotosintética, mientras que la humedad relativa interna de la hoja disminuye a
medida que se intensifica la poda.
La falta de luz afecta también la inducción y diferenciación floral, en razón del bajo nivel
de carbohidratos acumulados, y a la propia floración y posterior fructificación (Gil-Albert,
1992). Weastwood (1982) indica que muchas plantas responden a la longitud del día
llamado fotoperiodo, sin embargo, la inducción floral en la mayoría de las especies
frutales no es dependiente de este factor.
21
3. Materiales y métodos
El trabajo se realizó en el Fundo El Bosque, ubicado en Isla de Maipo, Región
Metropolitana. El huerto cuenta con 6,1 hectáreas de Naranjo variedad Tardío de
Valencia.
3.1. Descripción de la zona de ensayo.
La zona de Isla de Maipo tiene un clima mediterráneo semiárido, cuyo régimen térmico se
caracteriza por temperaturas que varían, en promedio, entre una máxima de enero de
28,2 °C y una mínima de julio de 4,4 °C. El período libre de heladas es de 231 días, con
un promedio de 11 heladas por año. Registra anualmente 1621 días-grado y 1147 horas
de frío. El régimen hídrico observa una precipitación media anual de 419 mm, un déficit
hídrico de 997 mm y un período seco de ocho meses. Se caracteriza por veranos secos y
calurosos e inviernos fríos, correspondiendo al clima del valle central (Santibáñez y Uribe,
1990).
3.2. Descripción del cultivo.
Las plantas corresponden a naranjos variedad Tardío de Valencia (Citrus sinensis (L.)
Osbeck) injertadas sobre patrón Troyer (Citrus sinensis x Poncirus trifoliata) con más de
veinte años de edad. El marco de plantación es de 5x5 metros con una altura promedio de
cuatro metros. El sistema de riego del huerto es gravitacional con cuatro surcos por
entrehilera.
El huerto presenta una tendencia marcada al añerismo, con producciones anuales
fluctuantes entre 29.000 kilogramos (año 2001) y 3.800 kilogramos, como lo obtenido el
año 2006.
22
Gráfico 1. Producción anual en kilogramos por hectárea. Huerto de naranjos variedad
Tardío de Valencia. Isla de Maipo, Región Metropolitana.
3.3. Establecimiento de ensayos.
Cada tratamiento fue establecido en bloques compactos de 15 árboles, siendo los tres
árboles centrales utilizados para evaluar el efecto de los tratamientos. Los bloques fueron
separados entre sí por una hilera de árboles. Cada tratamiento fue repetido seis veces,
totalizando 54 árboles.
3.4. Tratamiento de ácido giberélico.
La aplicación de ácido giberélico se realizó el 13 y 14 de septiembre de 2006,
coincidiendo con el estado de yema hinchada (estadío 01 BBCH). Se utilizó una dosis de
10 ppm de ácido giberélico, con un mojamiento de 10 litros por planta. La aplicación se
realizó mediante pulverizadora de 1700 litros.
Para mejorar la penetración del producto se agregó 300 ppm de ácido cítrico, llevando el
pH del agua 7,9 a 6.
23
El producto utilizado es Progibb® con 1% de ingrediente activo (envase de 2,5 gramos de
producto comercial). Para evaluar el mojamiento se utilizó papel hidrosensible Singenta®
ubicando un trozo hacia el interior del árbol.
3.4.1. Determinación de época de aplicación.
Se realizó un seguimiento al estado de las yemas una vez finalizado el reposo vegetativo,
con el fin de determinar la fecha de aplicación la cual coincide con el estado de yema
hinchada (estadío 01 BBCH). Para esto se muestreó ramillas del último
flush de
crecimiento, durante tres semanas consecutivas, observando la evolución de las yemas.
Para esto, se marcaron nueve brotes por cada árbol, totalizando 648 brotes.
La época de aplicación se estimó para la quincena de septiembre, en donde se observó la
un porcentaje de 61% de yemas hinchadas, lo que fue corroborado en laboratorio
observando los brotes bajo lupa (Anexo 1).
Cuadro 1. Registro de los estados fenológicos hasta el momento de aplicación en plantas
de naranjo variedad “Tardío de Valencia”. Isla de Maipo, Región Metropolitana.
Número
Número
Yemas
Yemas
Yemas
de
de
hinchadas
brotadas
durmientes
brotes
yemas
(%)
(%)
(%)
3º semana agosto
648
2992
36
12
52
4º semana agosto
648
2992
46
16
38
1º semana septiembre
648
2992
54
22
24
2º semana septiembre
648
2992
61
28
11
Época
3.5 Tratamiento de Poda.
La poda se realizó el 22 de septiembre, quitando no menos del 25 % del volumen total de
la canopia. Se despejó el centro del árbol, a modo de formar un “centro de luz”,
24
eliminando ramas insertadas hacia el centro de la copa. Se eliminó además ramas secas
y madera envejecida, dejando espacio para el crecimiento de nuevos brotes, se realizó
rebaje en altura en el caso que fuese necesario. Esta labor se realizó con herramientas
manuales.
Por ser una variedad de hábito compacto, se rebajó follaje en zonas muy densas,
entresacando brotes, cercanos entre sí, dejando ángulos más abiertos. Por último se
realizó un levantamiento de faldas entre 90 a 100 centímetros del suelo (Anexo 2).
3.6. Tratamiento control
Los árboles correspondientes al testigo fueron tratados sólo con ácido cítrico en igual
dosis utilizada para el tratamiento de ácido giberélico. Para la aplicación se utilizó una
pulverizadora de 1700 litros.
Cuadro 2. Tratamientos efectuados en naranjo variedad Tardío de Valencia para disminuir
la floración temporada 2007, Isla de Maipo, Región Metropolitana.
Tratamiento
Descripción
Época de
Fecha
Concentración
aplicación/ejecución
1. Testigo
Testigo
Yema
hinchada 14
mojado
(estadio 01 BBCH)
de 300
septiembre
ppm
de
ácido cítrico
2006
2. GA3
Acido
Yema
hinchada 13 y 14 de 10 ppm de ácido
giberélico
(estadio 01 BBCH)
septiembre
giberélico + 300
2006
ppm de ácido
cítrico.
3. Poda
Poda
rebaje
y Primavera
22
de
septiembre
25
3.7. Mediciones.
Para la evaluación de los tratamientos se marcaron tres ramas por árbol en donde se
realizaron las siguientes mediciones, los datos obtenidos fueron registrados en planilla
Excel.
- Conteo de flores y hojas: se contabilizaron 30 nudos por rama marcada, registrando el
número de hojas y flores presentes en cada brote. Se evaluó un total de 1620 nudos. La
medición se realizó 25 y 26 de octubre del 2006.
- Medición PAR: se utilizó un medidor de radiación fotosintéticamente activa (PAR) marca
LICOR, modelo L1-1400, registrando los datos en µmol/m2/segundo. La medición se llevó
a cabo en tres sectores, entrehilera (total incidente), periferia e interior del árbol a 1,50
metros del nivel de suelo. Esta labor se realizó durante el mes de diciembre dos veces a
la semana durante el mediodía. Días sin nubosidad.
- Medición de brotes: se eligieron 10 brotes sin fruta al azar por rama marcada, totalizando
30 brotes por planta, registrando el número de nudos por brote, como también la distancia
entre ellos. Se utilizó pie de metro para registrar la distancia de entrenudos en milímetros.
Esta medición se realizó el 28 y 29 de marzo del 2007.
- Conteo de fruto: se determinó un volumen de 1 m3 por rama marcada, contabilizándose
el total de frutos de la brotación de primavera anterior. El conteo se realizó el 11 de abril
del 2007.
- Tipo de inflorescencia: se determinó en base a la relación hoja/flor registrada en la
medición de octubre del 2006. Dentro de los brotes sin hojas se consideró como racimo
floral (RF) a brotes sin hojas con más de una flor presente, y como flor solitaria a brotes
sin hojas con una sola flor (FS). Brotes con hojas que presentan sólo una flor se
registraron como brotes campaneros (BC), brotes con hojas y más de una flor, se
denominaron mixtos (BM), por último, brotes con hojas y sin flores se registraron como
brotes vegetativos (BV) (Figura 1) (Agustí, 2003).
26
Figura 2. Tipos de inflorescencias: 1 flor solitaria (FS), 2 racimo floral (RF), 3 brote
campanero (BC), 4 brote mixto (BM), 5 brote vegetativo (BV) (Erner y Shomer,
1996).
3.8. Diseño experimental.
Se utilizó un diseño de bloques completamente al azar (BDCA), con el fin de eliminar el
efecto que pudiese provocar el riego y suelo en el ensayo. Se estableció seis bloques con
todos los tratamientos, incluido el testigo, cada tratamiento está compuesto por tres
plantas, totalizando 54 plantas. La unidad experimental son los tres árboles, de los cuales
se obtendrá una media para disminuir el error (Anexo 3).
Para el análisis de los datos se trabajó con los valores medios, siendo examinados por
ANDEVA simple, al existir diferencias significativas se compararon a través de un
contraste múltiple de rangos, utilizando el test de Duncan con una significancia del 5%.
27
4. Resultados y discusión.
4.1. Incidencia en el número de nudos y largo de entrenudos en plantas de naranjo
variedad Tardío de Valencia tratadas con ácido giberélico y poda.
4.1.1. Tratamiento ácido giberélico.
La aplicación de 10 ppm de ácido giberélico en yema hinchada (estadio 01 BBCH) sobre
árboles de naranjo variedad Tardío de Valencia, no alteró el número de nudos presentes
en brotes de la temporada.
Cuadro 3. Número de nudos y distancia de entrenudos en brotes de la temporada en
plantas de naranjo variedad Tardío de Valencia. Isla de Maipo, Región
Metropolitana
Tratamiento
Número de nudos
Distancia entrenudo (mm)
Testigo
5,3 a
12,3 a
Acido giberélico
5,3 a
17,7 b
Poda
4,8 b
12,7 a
Letras distintas en una misma columna indican diferencias significativas, según el test de
Duncan con α= 0,05
Esta situación se opone a lo observado por diversos autores (Luckwill y Silva, 1979;
García-Luis et al., 1986; Coneva y Cline, 2006), quienes señalan un menor número de
nudos por brote tras la aplicación de ácido giberélico.
Al existir una mayor división y elongación celular, por la estimulación generada tras la
aplicación de ácido giberélico (Goldschmidt et al., 1997; Taiz y Zaiger, 1998; Olszewski,
2002; Agustí, 2003), el tiempo que trascurre en la formación de dos nudos consecutivos
28
aumentó (Faust, 1989), es decir, los nudos se encuentran a mayor distancia entre sí,
generando brotes más largos.
En cambio, el total de nudos por brotes no disminuyó, resultado opuesto a lo esperado,
pues según Luckwill y Silva (1979) la aplicación exógena de ácido giberélico reduciría el
número de nudos, permaneciendo la yema vegetativa, inhibiendo la inducción floral. Sin
embargo, Verheij (1996) señala que no existe ninguna relación entre la formación de
nudos y la inducción floral de las yemas.
Luego la reducción en el número de flores estaría más ligada a la elongación del brote
que a la reducción en el número de nudos (Dahanayake y Galwey, 1999; King et al., 2000;
King y Ben-Tal, 2001; Davies, 2002; Leite et al., 2003; McDaniel, 2004).
El alargamiento del vástago causaría la desviación en la asimilación fotosintética lejos del
ápice del brote, lo que King et al., (2000) señalan como el factor principal en la inhibición
floral. Lo anterior guarda estrecha relación con el contenido de carbohidratos
(Goldschmidt y Golomb, 1982, Goldschmidt et al., 1985; Agustí, 2004; Martínez-Fuentes
et al., 2004). Un bajo contenido de azúcares tiene como consecuencia un descenso en la
síntesis de ácidos nucleicos, disminuyendo su contenido en las yemas durante el período
de diferenciación (Huang, et al., 1990). Esta inhibición de material genético implicaría una
menor síntesis de proteínas involucradas en el desarrollo floral (Bower et al., 1990;
Goldschimdt y Samach, 2004), lo que en consecuencia generaría la inhibición de la
floración.
4.1.2. Tratamiento de poda.
No se registró aumento en el largo de los brotes como efecto de la poda realizada en
primavera. Esto se contrapone a lo señalado por Krajewski y Rabe (1995a), Tucker et al.
(1994), Morales y Davies (2002) y Khan y Syamal (2003), quienes señalan que, sin
importar la intensidad con que se realice la poda, ésta tiene un efecto vigorizante,
expresado en un aumento en la longitud de los brotes.
29
Al existir una redistribución de nutrientes y hormonas en la planta después de la poda
(Loussert, 1992; Zaragoza et al., 1997), brotes que potencialmente desarrollarían un
crecimiento débil, son nuevamente sustentados por carbohidratos y minerales
indispensables para un desarrollo vigoroso, aumentado su tasa de crecimiento, por
incremento del metabolismo de la planta. Sin embargo, Moss (1973) indica que el primer
ciclo de crecimiento después de una poda presenta un menor crecimiento de brotes y un
menor número de hojas en comparación con ciclos de crecimiento subsiguientes. Esto
explicaría el que no existiesen diferencias en longitud con respecto al testigo.
Como sea, la eliminación de material vegetal en primavera no determina la formación de
flores, pues la inducción y diferenciación floral tiene lugar durante el invierno, bajo
nuestras condiciones (Gil, 2000). Sin embargo, regula el número de flores en forma
directa al suprimir madera potencialmente fructífera (Krajewski y Rabe, 1995a).
4.2. Incidencia de la aplicación de ácido giberélico y poda, en la distribución de la
brotación en plantas de naranjo variedad Tardío de Valencia.
La aplicación de ácido giberélico en 10 ppm en el estado fenológico de yema hinchada
(estadio 01 BBCH), como la poda realizada en primavera, lograron incidir en la
redistribución de la brotación para la temporada 2007 (Anexo 4).
Cuadro 5. Distribución de brotes en árboles de naranjo variedad Tardío de Valencia para
la temporada 2006-2007, tratados con ácido giberélico 10 ppm en yema
hinchada (estadio 01 BBCH) y poda. Isla de Maipo, Región Metropolitana.
Tratamiento
Testigo
Ácido giberélico
Poda
Flor
solitaria
1,67 a
1,22 a
1,61 a
Racimo
floral
6,22 b
2,33 a
4,89 ab
Brote
campanero
19,39 b
13,17 a
13,78 a
Brote mixto
27,17 b
17,78 a
13,83 a
Brote
vegetativo.
35,56 a
55,5 b
55,89 b
Letras distintas en una misma columna indican diferencias significativas, según el test de
Duncan con α= 0,05.
30
El número de brotes campaneros y el número de brotes mixtos fueron menores en ambos
tratamientos con respecto al testigo. Sin embargo, el número de brotes vegetativos y la
consecuente disminución en el número de inflorescencias sin hojas, dan a luz la
respuesta vegetativa ante la aplicación de GA3. García-Luis et al. (1986) en mandarina
satsuma variedad Owari, al igual que Salazar-García y Lovatt (2000) en palto variedad
Hass, obtuvieron como resultado un incremento en el número de brotes vegetativos y
concomitantemente una disminución en el número de inflorescencias con aplicaciones de
GA3.
La mayor elongación del brote redistribuiría los fotoasimilados, alejándolos del ápice del
brote (King et al., 2000), lo que significa una menor síntesis de proteínas relacionadas en
la inducción floral (Huang, et al., 1990; Bower et al., 1990; Goldschimdt y Samach, 2004),
afectando consecuentemente la diferenciación floral, resultado expresado en una mayor
cantidad de brotes sin flores.
Figura 3 Distribución de brotes (%) en árboles de naranjo variedad Tardío de Valencia
para la temporada 2006-2007, tratados con ácido giberélico 10 ppm en yema
hinchada (estadio 01 BBCH) y poda. Isla de Maipo, Región Metropolitana.
El efecto de la poda realizada en primavera aumentó el número de brotes vegetativos, y
por otro lado; disminuyó el número de brotes generativos desarrollados sobre ramillas del
último “flush” de crecimiento. Esto coincide con los resultados obtenidos por Krajewski y
31
Rabe (1995b) en mandarina clementina, Morales y Davies (2002) en tangelo Orlando y
Ariza et al. (2004) en lima mexicana, quienes observaron el aumento de brotes
vegetativos y de inflorescencias con hojas (brotes mixtos) tras realizar algún tipo de poda,
ya sea severa o sólo un levantamiento de faldas.
Como sea, la poda primaveral tiene un efecto vigorizante. Esto reflejada en la brotación
desarrollada tras la supresión de material vegetal, la cual es netamente vegetativa (Moss,
1973).
4.3. Incidencia de la aplicación de ácido giberélico y poda en el número de flores en
árboles de naranjo variedad Tardío de Valencia.
La aplicación de 10 ppm de ácido giberélico en yema hinchada (estadio 01 BBCH) como
la poda realizada en primavera, lograron reducir el número de flores por nudo, como
también el número total de flores por tratamiento.
Cuadro 6. Número de flores por nudo y número total de flores en árboles de naranjo
variedad Tardío de Valencia tratados con ácido giberélico 10 ppm y poda. Isla
de Maipo, Región Metropolitana.
Tratamiento
1. Testigo
2. Acido
giberélico
3. Poda
flores/nudo
1,4 a
0,9 b
0,9 b
número total de
flores
2305 a
1440
1513
b
b
Letras distintas en una misma columna indican diferencias significativas, según el test de
Duncan con α= 0,05
La aplicación de ácido giberélico logró disminuir un 37,5% el número total de flores, al
igual que otras especies frutales (Luckwill y Silva, 1979; Southwick et al., 1995; Turnbull et
al., 1996; McArtney y Li, 1998; Salazar-García y Lovatt, 2000; Retamales et al., 2000;
García–Pallás y Blanco, 2001; Davies, 2002; Coneva y Cline, 2006; González et al.,
2007), en donde se ha utilizado con éxito en el control de la floración.
32
Sin embargo, existen experiencias en donde la aplicación de ácido giberélico no ha
logrado inhibir la floración (Sartori et al., 2007). En consecuencia, épocas de aplicación y
concentraciones de ácido giberélico, son variables para cada cultivar y localidad de
estudio (Sanches, 2000).
La disminución del número flores es explicada, nuevamente, por el papel que juega el GA3
y su efecto en la elongación del tallo (Dahanayake y Galwey, 1999; King et al., 2000; King
y Ben-Tal, 2001; Davies, 2002; Leite et al., 2003; McDaniel, 2004). De esta manera se ve
afectada la diferenciación floral en el ápice del brote, debido a un menor contenido de
carbohidratos, requisito fundamental en este evento fenológico (Goldschmidt y Golomb,
1982, Goldschmidt et al., 1985; Agustí, 2004; Martínez-Fuentes et al., 2004).
Por otro lado, la poda redujo significativamente el número de flores en brotes generados
sobre ramillas del último “flush” de crecimiento. Cabe señalar que este manejo no tiene
relación con la inhibición de la floración, sin embargo, permite reducir en forma directa el
número de flores.
Moss (1973) señala que brotes generados después de podar no producen flores, sólo un
75% produce flores dos años después de la poda, de los cuales el 50% produce fruta.
Esto es respaldado por Morales y Davies (2002) quienes sugieren que los primeros
flushes de crecimiento producidos después de una poda primaveral generalmente no
florecen, lo que coincide con lo observado por Sartori et al. (2007) en plantas de tangerina
variedad Montenegrina, en donde la poda logró reducir significativamente el número de
flores en un año de alta carga floral (on).
Por otra parte, Krajewski y Rabe (1995b), como también Ariza et al. (2004), señalan que
la poda influencia la floración al aumentar el número de nuevos brotes y así de sitios
florecientes, sin embargo, estos sitios no formarían flores, sino hasta después de
transcurrido al menos un ciclo de crecimiento (Moss, 1973).
33
4.4. Incidencia de la aplicación de ácido giberélico y poda en el número de frutos en
árboles de naranjo variedad “Tardío de Valencia”.
La aplicación de 10 ppm de ácido giberélico en yema hinchada (estadio 01 BBCH) logró
reducir un 22,3 % el número de frutos con respecto al testigo. Efecto similar al observado
por Coneva y Cline (2006) en árboles de peras variedad Redhaven, donde un incremento
de ácido giberélico redujo el número total de frutos por árbol a la cosecha.
Cuadro 7. Número de frutos en árboles de naranjo variedad Tardío de Valencia tratados
con 10 ppm de ácido giberélico y poda. Isla de Maipo, Región Metropolitana.
Tratamiento
Número de frutos
Testigo
19,0 a
Poda
18,67 a
Acido giberélico
14,76
b
Letras distintas en una misma columna indican diferencias significativas, según el test de
Duncan con α= 0,05.
Una reducción en el número de flores, tiene en estricto rigor, como consecuencia una
disminución en el número de frutos (Luckwill y Silva, 1979; Southwick et al., 1995;
Turnbull et al., 1996; McArtney y Li, 1998; Salazar-García y Lovatt, 2000; Retamales et al.,
2000; García–Pallás y Blanco, 2001; Davies, 2002; Coneva y Cline, 2006; González et al.,
2007), sin embargo, la calidad de éstos se ve favorecida, expresada en un aumento del
calibre y un mayor contenido de azúcares y nutrientes (Erner y Shomer, 1996).
Si bien la poda redujo el número de flores, no tuvo igual efecto en el número de frutos, al
no existir diferencias con el testigo. Este resultado es totalmente opuesto a lo obtenido por
Krajewski y Rabe (1995b) donde la poda redujo el número de frutos en 50% además de
aumentar el tamaño de éstos. Sin embargo, no fue por efecto sobre la expresión floral,
sino por el retiro de flores mediante la supresión de ramas. Esto es respaldado por los
resultados obtenidos por Moss (1973) en ensayos realizados en naranjo variedad Tardío
de Valencia.
34
Para el aumento del cuajado como consecuencia de la poda, se sugiere como explicación
la existencia de redistribución de nutrientes en el árbol a causa de la eliminación de
“sinks” o sumideros que demandaban parte de la savia elaborada. La presencia de mayor
cantidad de carbohidratos participando en el cuajado de la fruta permitiría obtener un alza
en este evento (Martínez-Fuentes et al., 2004).
4.5. Incidencia de la poda sobre el parámetro de radiación fotosintéticamente activa
(PAR).
La eliminación de follaje mediante poda, aumentó sustancialmente la radiación solar en el
interior de la copa. Se observa claramente el incremento de la incidencia solar en la zona
interna del árbol, generando mayor actividad fotosintética, esto expresado posteriormente
con la brotación de yemas adventicias que se encontraban en estado latente.
Cuadro 8. Radiación fotosintéticamente activa, incidente en tres sectores en árboles de
naranjo variedad “Tardío de Valencia”. Isla de Maipo, Región Metropolitana.
PAR (µmol/m2/seg)
Tratamiento Total incidente
Periferia
interior
Testigo
1963,47 a
59,5 a
9,022 a
Poda
1973,99 a
64,9 a
1360,3 b
Letras distintas en una misma columna indican diferencias significativas, según el test de
Duncan con α= 0,05.
No existe ninguna duda sobre los beneficios que entrega la poda con respecto a
iluminación del árbol. Muchos son los autores que señalan la importancia de la poda en
relación a la luminosidad y su incidencia en la actividad fotosintética (Zaragoza et al.,
1989; Gil-Albert, 1992; Tucker et al., 1994; Raffo e Iglesias, 2004; Parsons y Wheaton,
2006). Por otra parte, los valores de PAR registrados en árboles no podados (control) son
lo suficientemente bajos para evidenciar el emboscamiento en el interior del árbol. La
poda contrarrestaría esta situación, mejorando la penetración de luz, aumentando la
capacidad fotosintética y favoreciendo la formación de nuevos centros de producción
(Singh y Singh, 2005; Sharma y Singh, 2006).
35
5. Conclusiones.
La aplicación de ácido giberélico en yema hinchada (Estadio 01 BBCH) disminuyó el
número de flores, como también redistribuyó la brotación de primavera, aumentando el
desarrollo de brotes vegetativos.
Se reafirma la posibilidad de realizar aplicaciones de GA3 durante un año “off” de floración
en yema hinchada (Estadio 01 BBCH), equilibrando el número de flores en la temporada
siguiente (año “on”).
La poda realizada a inicios de primavera redujo en forma directa el número de flores (sin
efecto en la diferenciación floral), lo que permitiría extender la época de poda.
La poda mejoró la iluminación en la zona interior del árbol, aumentando la captación de
radiación fotosintéticamente activa (PAR), lo que favorece la actividad fotosintética.
36
6. Literatura citada.
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