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Se levantó de la cama lentamente. La noche anterior se había acostado bastante tarde, por lo
que estaba muy cansado. Miró la hora en su móvil con pereza. Las 8 y media. Se resignó y, con un
suspiro se dirigió a la silla de su escritorio, sobre la que había tirada la ropa que había llevado el día
anterior. Una vez se la hubo puesto, puso rumbo a la cocina, se preparó un café, se lo bebió deprisa
y volvió a su dormitorio, dispuesto a continuar el trabajo que había dejado la noche anterior. Su
editor le había pedido un libro nuevo para finales de ese mes, y por mucho que lo intentaba, se
pasaba horas delante del monitor, con la página en blanco y ni una sola idea en la cabeza. Llegaron
las 10 de la mañana, y aquella barra vertical que parpadeaba, mofándose de su falta de inventiva,
comenzaba a molestarse. Decidió mirar unas cosas en Internet para olvidarse momentáneamente de
su problema. Ingresó en sus redes sociales y comenzó a revisar los mensajes que le llegaban, así
como las peticiones de amistad, solicitudes, etc. Hasta que una cosa le llamó la atención. Tenía un
mensaje de una chica, llamada Silvia. Había algo que le pareció muy extraño, así que decidió leer el
mensaje con más detenimiento. Decía así.
“Hola, Marcos. Soy Silvia, aunque seguramente no te acordarás de mí. Fuimos al colegio
juntos, y hoy mirando Facebook he visto tu perfil y he decidido mandarte un mensaje para ver que
tal te va la vida. Por favor contéstame. ¡Chao!”
Intentó hacer memoria, intentando recordar a aquella tal Silvia. Al final, un pequeño
recuerdo apareció. Recordaba a aquella chica de sus días como estudiante. Una chica bajita, un poco
regordeta, pelirroja, y con gafas. Solía pasar bastante desapercibido entre sus compañeros, aunque sí
que había intercambiado algunas palabras con ella en alguna ocasión, así que decidió contestar a
aquel inesperado mensaje.
“Hola a ti también, Silvia. ¡Claro que me acuerdo de ti! Eras de las pocas personas con las
que hablaba en el colegio”
Tan pronto como pulso la tecla “Enter” y se disponía a continuar escribiendo, Silvia le
contestó.
-Me alegro mucho, Marcos. ¿Cómo te va la vida?
-Pues no me puedo quejar, la verdad. Ahora mismo estoy viviendo sólo y he escrito un par
de libros famosillos.
-¡Que guay! Pues yo aún vivo con mis padres. Estoy trabajando en una agencia de citas. Un
poco más aburrido que lo tuyo, creo.
Marcos estaba disfrutando la conversación con su ex-compañera, pero tan pronto miró la
hora y vio que ya eran las 11, se dispuso a volver a su escritura.
-Siento cortar la conversación, Silvia, pero tengo que seguir escribiendo un rato más, sino mi
editor se me lanza al cuello.
-Claro, no te preocupes, hablaremos cuando puedas.
Marcos estuvo otro buen rato tratando de escribir alguna cosa en su aún “papel” en blanco.
Cuando comenzó a escuchar su estómago rugir, apartó durante un rato la escritura y se dispuso a
preparar la comida. Una vez hubo terminado, y despertó de la siesta, volvió a su pantalla vacía, sólo
para encontrarse con una sorpresa. El monitor mostraba su navegador de Internet, aunque creía
recordar que había dejado el procesador de texto abierto.”Lo estaré recordando mal”, pensó, y
comenzó a mirar fijamente a la pantalla, esperando que este día fuese distinto y fuese capaz de
encontrar algo sobre lo que escribir. Pasaron las horas de nuevo, hasta que, a las 7 de la tarde, le
llegó un mensaje de Silvia.
-Buenas Marcos, ¿qué tal llevas el libro? ¿Por fin se te ha ocurrido algo para tu futuro libro?
-No, aún no...- Comenzó a escribir, pero tras subir su vista un par de líneas, se percató de
que en su anterior conversación no había mencionado que su novela aún estaba en blanco. Todo esto
cada vez le resultaba más y más raro. Borró esas palabras y comenzó a poner unas nuevas.- Nunca
te he dicho que no hubiese empezado a escribir. ¿Cómo lo sabías?- No obtuvo respuesta. Entonces
recordó lo sucedido unas horas atrás con el navegador de Internet. Miró el historial para ver las
últimas páginas visitadas. Su cuenta del banco, datos personales... Empezó a sospechar algo, pero lo
que pasó a continuación terminó de confirmarlo. Le vino a la memoria que Manuel, un buen amigo
suyo, acudió a la misma escuela y al mismo curso que él, así que le preguntó sobre aquella extraña
chica.
-Oye Manu. ¿Te acuerdas de una chica que fue a nuestro curso que se llamaba Silvia?
-Claro tío, como para olvidarla. Era muy joven. Fue una total tragedia.- Entonces los
recuerdos le volvieron a la memoria. Cuando estaba en 6º de primaria, una chica se cayó de la
ventana del tercer piso y murió. Su nombre era Silvia. La misma chica que le había estado
hablando. El suelo de la casa comenzó a crujir. Sabía el por qué, y sabía que ya era demasiado tarde.
-Inspector, venga a ver esto. Parece ser que la víctima, antes de morir, estuvo utilizando su
ordenador. Mantuvo una conversación por Facebook con una tal “Silvia Serrano” y escribió en un
procesador de texto las palabras: “No cayó de la ventana. Los 5 pagarán por su muerte.” ¿Qué cree
que pueda significar?