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APUNTAMIENTOS SOBRE EL TEMA DE LA ÉTICA
Ciencias de la Filosofía
El hombre es parte de la naturaleza y al mismo tiempo la trasciende, es por eso
que existe una estrecha relación entre la antropología y la filosofía de la
naturaleza.
Antropología Filosófica
La ética mantiene también estrecha relación con las ciencias que estudian las
leyes que rigen el desarrollo y la estructura de las sociedades humanas, entre
esas ciencias figuran la antropología social y la sociología. En ellas se estudia el
comportamiento del hombre como ser social en el marco de unas relaciones
dadas, se estudian asimismo las estructuras en que se integran esas relaciones,
así como las formas de organización y de relación de los individuos concretos en
el seno de ellas. Esas relaciones, de instituciones y organizaciones sociales, no se
dan al margen de los individuos, pero a las ciencias sociales les interesa, sobre
todo, no el aspecto psíquico o subjetivo de la conducta humana (que es tema de
psicología), sino las formas sociales en el marco de las cuales actúan los
individuos.
Mientras que la sociología pretende estudiar a la sociedad humana en general,
sobre la base de análisis de las sociedades concretas, a la vez que investiga los
factores y condiciones del cambio social, la antropología social estudia las
sociedades primitivas o desaparecidas, sin preocuparse de su inserción en un
proceso histórico de cambio y sucesión. Dentro del estudio de la conducta de esas
comunidades, entra también el análisis de su conducta moral. Sus datos y
conclusiones revisten gran importancia en el examen de los orígenes, fuente y
naturaleza de la moral. Los antropólogos han logrado establecer correlaciones
entre la estructura social de una comunidad y el código moral que las rige,
demostrando con ello que las normas que hoy, conforme a nuestro código moral
actual, parecen en algunos casos inmorales –como la de no respetar la vida de los
ancianos y de los prisioneros--, responden a cierto modo de vida social. Las
conclusiones de los antropólogos constituyen una seria advertencia contra los
intentos de los teóricos de la moral que, desconociendo la relación entre ésta y las
condiciones concretas sociales, tratan de elevar el plano de lo absoluto
determinados principios y normas que corresponden a una forma concreta de vida
social.
Si existe una diversidad de morales no solo en el tiempo, si no en el espacio, y no
solo en las sociedades que se insertan en un proceso histórico definido, sino
incluso en aquellas sociedades hoy desaparecidas que precedieron a las
sociedades históricas, la ética como teoría de la moral ha de tener presente un
comportamiento humano que varía y se diversifica en el tiempo. El antropólogo
social y el historiador, ponen ante nosotros la relatividad de las morales, su
carácter cambiante, su cambio y sucesión al cambiar y sucederse sociedades
concretas. Pero esto no significa que el pasado moral de la humanidad sea solo
un montón de ruinas, y que todo lo que en otros tiempos tuvo una vitalidad moral
se extinga por completo, al desaparecer la vida social a la que respondía
determinada moral. Los datos y conclusiones de la antropología y la historia
contribuyen a que la ética se aleje de una concepción absolutista o supra histórica
de la moral, pero a la vez le plantea la necesidad de abordad el problema de si, a
través de esta diversidad y sucesión de morales efectivas, existen también, junto a
sus aspectos históricos y relativos, otros que perduran, sobreviven o se
enriquecen, elevándose a un plano moral superior.
La antropología y la historia a la vez que contribuyen a establecer la correlación
entre la moral y la vida social, plantean a la ética un problema fundamental: el de
determinar si existe un progreso moral.
Filosofía de la Naturaleza
La ética se nos presenta con un objeto propio que se tiende a tratar
científicamente. Esta tendencia contrasta con la concepción tradicional que la
reducía a un simple capítulo de la filosofía.
Se arguye que la ética no establece proposiciones con validez objetiva, sino juicios
de valor o normas que no pueden aspirar a esa validez, esto se aplica a la ética
normativista, que ve su tarea fundamenta en hacer recomendaciones y formular
una serie de normas y prescripciones morales, pero dicha objeción no alcanza a la
teoría ética, que trata de explicar la naturaleza, fundamentos y condiciones de la
moral, poniéndola en relación con las necesidades sociales de los hombres.
Un código moral no es una ciencia, pero se explica científicamente. La moral no es
científica, pero sus orígenes, fundamentos y evolución pueden ser investigados
racional y objetivamente (como la ciencia). Como cualquier otro tipo de realidad,
natural o social no puede excluir un tratamiento científico.
Los perjuicios no son científicos, pero si cabe una explicación científica de los
perjuicios humanos en cuanto que forman parte de una realidad humana y social.
La ética se presenta como una pieza de una filosofía especulativa, construida a
espaldas de la ciencia y de la vida real, ésta ética filosófica trata más de buscar
la concordancia con los principios filosóficos universales que con la
realidad moral en su desenvolvimiento histórico y real, y de ahí también el
carácter absoluto de sus afirmaciones sobre lo bueno, el deber, los valores
morales, etc. Aunque la historia del pensamiento filosófico se halle preñada de
este tipo de éticas, en una época en que la historia, la antropología, la psicología y
las ciencias sociales nos brindan materiales valiosos para el estudio del hecho
moral, ya que no se justifica la existencia de una ética puramente filosófica,
especulativa o deductiva, divorciada de la ciencia y de la propia realidad humana
moral.
Como teoría de una forma específica del comportamiento humano, la ética no
puede dejar de partir de cierta concepción filosófica del hombre. La conducta
moral es propia del hombre como ser histórico, social y practico, como un ser que
trasforma conscientemente el mundo que le rodea, que hace de la naturaleza
exterior un mundo a su medida humana y que, de este modo, transforma su propia
naturaleza, el comportamiento moral no es la manifestación de una naturaleza
humana eterna e inmutable, dada de una vez y para siempre, sino de una
naturaleza que está siempre sujeta al procesa de transformación que constituye
justamente la historia de la humanidad. La moral, y sus cambios fundamentales,
no son sino una parte de esa historia humana, del proceso de autoproducción o
auto transformación del hombre que se manifiesta en diversas formas,
estrechamente vinculados entre sí: desde sus formas materiales de existencia
a sus formas espirituales, a las que pertenece la vida moral.
comprendiendo en esta realidad social del hombre diversas ramas del saber se
van desgajando del tronco común de la filosofía para constituir ciencias especiales
con una materia propia de estudio, y con un tratamiento sistemático, metódico,
objetivo y racional común a las diversas ciencias.
Por lo tanto una ética científica presupone necesariamente una concepción
filosófica racionalista del mundo y del hombre, esto es una connotación espacio
temporal que permite la comprensión de la diversidad conductual y la
tolerancia de las profundas diferencias nacidas de las raíces socio culturales
por credo, raza, y genero.
Teoría del Conocimiento (Epistemología)
A favor del carácter puramente filosófico de la ética se arguye también que las
cuestiones éticas han constituido siempre una parte del pensamiento filosófico.
En los tiempo modernos se sientan las bases de un verdadero conocimiento
científico y a medida que el tratamiento científico va extendiéndose a nuevos
objetos o sectores de la realidad, comprendiendo en esta la realidad social del
hombre, diversas ramas del saber se van desgajando del tronco común de la
filosofía para constituir ciencias especiales con una materia propia de estudio, y
con un tratamiento sistemático, metódico, objetivo y racional común a las diversas
ciencias. Una de las últimas ramas que se han desprendido de ese tronco común
es la psicología aunque haya también quien se empeñe en hacer de ella una
simple psicología filosófica.
Por esa vía científica marchan hoy diversas disciplinas que tradicionalmente eran
consideradas como tareas exclusivas de los filósofos. Pero, en la actualidad, este
proceso de conquista de una verdadera naturaleza científica cobra más bien el
carácter de una ruptura con las filosofías especulativas que pretender supeditarlas
y de un acercamiento a las ciencias que ponen provechosas conclusiones en sus
manos.
La ética tiende así a estudiar un tipo de fenómenos que se dan efectivamente en
la vida del hombre como ser social y constituyen lo que llamamos el mundo moral;
asimismo trata de estudiarlos no deduciéndolos de principios absolutos o
apriorísticos, sino hundiendo sus raíces en la propia existencia histórica y social
del hombre.
Ahora bien, el hecho de que la ética así concebida busque la autonomía propia de
un saber científico, no significa que esta autonomía pueda considerarse absoluta
con respecto a otras ramas del saber y, en primer lugar, con respecto a la filosofía
misma.
Una ética científica presupone necesariamente una concepción filosófica
inmanentista y racionalista del mundo y del hombre, en la que se eliminen
instancias o factores extramundanos o supra humanos e irracionales.
Asimismo los problemas relacionados con el conocimiento moral, o con la forma,
significación y validez de los juicios morales requieren que la ética recurra a
disciplinas filosóficas especiales como la lógica, la filosofía del lenguaje y la
epistemología.
Objeto de la ética
Trata de problemas prácticos, que se plantean en relaciones efectivas entre
individuos, al juzgar decisiones y acciones de ellos. Trata de problemas cuya
solución no solo afecta al sujeto que se los plantea, sino también a otras personas
que sufrirán las consecuencias de sus decisiones y acciones. Los individuos se
enfrentan a la necesidad de ajustar su conducta a normas que se tienen por más
adecuadas o dignas de ser cumplidas, esas normas son aceptadas íntimamente y
reconocidas como obligatorias, los individuos comprenden que tienen el deber de
actuar en una u otra dirección, y así se dice que el hombre se comporta
moralmente. El comportamiento es el fruto de una decisión reflexiva y por tanto
no es espontaneo o natural, y así la gente juzga si se hizo bien o mal, es decir,
actos morales aprobados o desaprobados. Los actos y los juicios morales
presuponen ciertas normas que señalan lo que se debe de hacer.
El comportamiento humano practico-moral se remonta a orígenes mismos del
hombre como ser social. Éste comportamiento no solo explica la actuación moral,
el enfrentarse a problemas en relaciones mutuas, toma de decisiones o actos para
resolver dichos problemas, sino que también reflexionan sobre ese
comportamiento practico y lo hacen objeto de su pensamiento, y con esto ya son
problemas éticos. Éstos problemas éticos se caracterizan por su generalidad,
todos los problemas en la vida real acerca de una situación dada, se tienen que
resolver con ayuda de una norma que el individuo reconoce y acepta íntimamente.
La ética podrá decirle lo que es una conducta sujeta a normas, con la ética, el
individuo no podrá encontrar esperanza en lo que se debe de hacer en cada
situación concreta.
Lo que se debe de hacer en cada situación concreta es un problema práctico
moral, en cambio, definir lo que es bueno respecto a cada caso en partículas, es
un problema ético. Muchas teorías giran en torno a lo que es bueno, aunque
varían, para unos lo bueno es la felicidad o placer, para otros es autoproducción u
otras cosas.
Junto al problema central, se plantean también problemas éticos fundamentales
como los de definir la esencia del comportamiento moral, que remite a la
responsabilidad. Es comportamiento moral cuando el sujeto que así se comporta
es responsable de sus actos, suponiendo que por cada acción tiene dos o más
alternativas y de actuar de acuerdo con la decisión tomada, investigar el modo
en cómo se relacionan la responsabilidad moral con la libertad y con el
determinismo a que se hallan sujetos nuestros actos, es un problema teórico, cuyo
estudio corresponde a la ética.
Se le ofrece a la ética un ancho campo de estudio, una parte especial de ella es la
metaética, la cual estudia a la naturaleza, función y justificación de los juicios
morales. Y con esto examinar si pueden argüirse razones o argumentos, el tipo de
estas mismas razones o argumentos, para demostrar la validez de un juicio moral,
y de las normas morales.
Las soluciones que se dan a los problemas éticos no dejan de influir en el
planteamiento y solución de los problemas prácticos. Los problemas que plantea
la moral práctica, constituyen materia de reflexión, el hecho al que tiene que volver
constantemente la teoría ética, para que esta sea no una especulación estéril, sino
la teoría de un modo efectivo, real, de comportarse el hombre.
El campo de la Ética
Los problemas éticos se caracterizan por su generalidad, no como los problemas
morales, que son de la vida cotidiana. La ética puede contribuir a fundamentar o
justificar cierta forma de comportamiento moral. La ética revela la existencia de
una relación entre el comportamiento moral y las necesidades e intereses
sociales, nos ayuda a poner en su verdadero lugar a la moral efectiva, real de un
grupo social que pretende que sus principios y normas tengan una validez
universal, al margen de las necesidades e intereses concretos. Si la ética trata de
definir lo bueno rechaza su reducción a lo que satisface mi interés personal,
propio, es evidente que influirá en la práctica moral al rechazar una conducta
egoísta como moralmente valiosa. Por su carácter práctico, se ha tratado de ver
en le ética una disciplina normativa, cuya tarea principal seria señalar la
conducta mejor en sentido moral, pero puede conducir a olvidar su carácter
teórico.
Muchas éticas parten de la idea de que la misión del teórico es decir a los
hombres lo que se debe hacer, mediante normas o principios, pero la tarea
fundamental de la ética es la de la teoría: explicar, esclarecer o investigar una
realidad dada produciendo los conceptos correspondientes. Mientras que la
realidad moral varía históricamente junto con sus principios y normas.
La ética es teoría, investigación o explicación de experiencia humana o forma de
comportamiento de los hombres. Su valor como teoría esta en lo que explica, y no
en prescribir o recomendar con vistas a la acción en situaciones concretas.
Las cuestiones acerca del lenguaje, naturaleza y significado de juicios morales no
pueden ser las únicas de la ética ni tampoco pueden ser abordadas al margen de
los problemas éticos fundamentales que plantea el estudio del comportamiento
moral, que es una forma de conducta humana, como un hecho, y a la ética le
corresponde dar razón de él, tomando como objeto de su reflexión la práctica
moral de la humanidad en su conjunto. La ética es la explicación de lo que ha sido
o es, no una simple descripción.
A la ética no le corresponde emitir juicios de valor acerca de la práctica moral de
otras sociedades u otras épocas, ha de esclarecer el hecho de que los hombres
hayan recurrido a prácticas morales diferentes e incluso opuestas.
La ética parte del hecho de la existencia de la historia de la moral, arranca la
diversidad de morales en el tiempo con sus correspondientes valores, principios y
normas. No identifica los principios y normas de ninguna moral en particular, ni
tampoco puede situarse en una actitud indiferente ante ellas. Tiene que buscar
junto con la explicación de sus diferencias, el principio que permita comprenderlas
en su movimiento y desarrollo.
La ética se enfrenta a hechos. El que éstos sean humanos implica que se trate de
hechos valiosos, no compromete las exigencias de un estudio objetivo y racional.
La ética estudia una forma de conducta humana que los hombres consideran
valiosa, obligatoria y debida. Pero no altera la verdad de que la ética tiene que dar
razón de un aspecto real, efectivo, del comportamiento de los hombres.
Definición de la Ética.
No puede confundirse la ética con la moral, la ética no la crea, la moral efectiva
supone ciertos principios, normas o reglas de conducta, no es la ética la que, en
una comunidad dada, establece esos principios o normas.
La ética es la teoría o ciencia del comportamiento moral de los hombres en
sociedad. Es una ciencia de una forma específica de conducta humana.
Se responde a la necesidad de un tratamiento científico de los problemas morales,
la ética se ocupa de un objeto propio: el sector de la realidad humada que
llamamos moral, constituido por un tipo peculiar de hechos o actos humanos.
Como ciencia, parte de cierto tipo de hechos tratando de descubrir sus principios
generales, aunque parte de datos empíricos, de la existencia de un
comportamiento moral efectivo, no puede mantenerse al nivel de una simple
descripción o registro de ellos, sino que los trasciende con sus conceptos,
hipótesis y teorías. En cuanto al conocimiento científico, la ética ha de aspirar a la
racionalidad y objetividad, y a la vez ha de proporcional conocimientos
sistemáticos, metódicos y verificables.
La ética es la ciencia de la moral, una esfera de la conducta humana. Las
preposiciones de la ética deben tener el mismo rigor, coherencia y fundamentación
que las proposiciones científicas. Lo científico radica en el método, en el
tratamiento del objetivo, y no en el objeto mismo. Puede decirse que el mundo
físico no es científico, pero si lo es su tratamiento o estudio de el por la ciencia
física.
La moral no es ciencia, sino objeto de la misma, siendo estudiada e investigada.
La ética no es la moral, por ello no puede reducirse a un conjunto de normas y
prescripciones, su misión es explicar la moral efectiva, e influir en la moral misma.
Su objeto de estudio lo constituye un tipo de actos humanos: los actos conscientes
y voluntarios de los individuos que afectan a otros, a determinados grupos sociales
o a la sociedad en su conjunto.
La ética y la moral se relacionan entre sí.
La moral procede del latín mos, que significa “costumbre”, en el sentido de
conjunto de normas o reglas adquiridas por hábito, teniendo que ver con el
comportamiento adquirido o modo de ser conquistado por el hombre.
La ética proviene del griego ethos, que significa análogamente “modo de ser” o
“carácter” en cuanto forma de vida también adquirida o conquistada por el hombre.
Entonces ethos y mos, hacen hincapié en un modo de conducta que no responde
a una disposición natural, sino que es adquirido o conquistado por hábito. El
comportamiento moral solo lo es del hombre en cuanto que sobre su propia
naturaleza crea esta segunda naturaleza, de la que forma parte su actividad moral.
ÉTICA
Se relaciona con el estudio de la moral y de la acción humana. Una sentencia
ética es una declaración moral que elabora afirmaciones y define lo que es bueno
o malo, obligatorio o permitido, de una acción o una decisión.
La ética, es la encargada de estudiar la moral y determina cómo deben actuar los
miembros de una sociedad. Es definida como la ciencia del comportamiento moral.
Claro que la ética no es coactiva, ya que no impone castigos legales. La ética
ayuda a la justa aplicación de las normas legales en un Estado de derecho, pero
en sí misma no es punitiva desde el punto de vista jurídico, sino que promueve
una autorregulación.
Bibliografía
FRONDIZI Risieri (2000). ¿Qué son los valores? México D.F.: BREVIARIOS del
Fondo de cultura económica.
ÉTICA
En filosofía hay una extensa tradición que las vincula partiendo de definiciones
específicas aunque muy discutidas, a saber: la ética es la reflexión filosófica sobre
la moral que a su vez consistiría en los códigos de normas impuestos a una
sociedad para regular los comportamientos de los individuos.
Desde Kant, la mayoría de los trabajos interesantes preocupados por dar la
necesaria reestructuración a las nociones de ética y moral así como de redefinir
sus conexiones han estado influenciadas por el kantismo (Moore, Nagel, Richards,
Rawls)
1.
Lo moral es diferente de lo ético (o no moral) principalmente porque lo
primero no implica un interés particular, mientras que lo segundo, sí.
2.
La perspectiva moral es imparcial y es indiferente a los deseos y propósitos
de seres individuales.
3.
Lo moral en cuanto tal se abstrae de circunstancias y características
particulares en función de su carácter universal capaz de establecer normas
válidas para cualquier situación moralmente similar,
4.
El agente moral parte necesariamente de la aplicación racional de un
principio imparcial por lo tanto sus motivaciones son totalmente distintas de las
motivaciones privadas (éticas) de los individuos para actuar pues estas últimas se
guían por inclinaciones sumamente variables que, en todo caso, escapan al
análisis sistemático de la filosofía.
Las diferencias tan marcadas entre ética y moral que se sugieren desde esta
perspectiva son debidamente justificadas por cada autor pero dejan el problema
de justificar la relación que puede subsistir entre entidades tan distintas así como
el conflicto práctico de otorgar un papel menor a la dimensión ética, plural e
individual de la existencia dentro de los análisis filosóficos.
Bibliografía:
Rodríguez Aguilar María del Carmen. (Licenciada en Filosofía y Letras). Sobre
ética y moral. http://www.revista.unam.mx/vol.6/num3/art19/mar_art19.pdf La palabra
ética viene del término ETHOS que significaba CARÁCTER o MODO DE SER. El
carácter que un hombre tiene es decisivo para su vida porqueaunque los factores
externos los condicionen en un sentido u otro el carácterdesde el que los asume
es el centro último de decisión. Cortina Adela (2008).
Mientras que para Sanchez Vazquez Adolfo (2004) "la ética es la teoria o ciencia
del comportamiento moral de los hombres en sociedad. O sea, es ciencia de una
forma especifica de conducta humana."
La ética es la reflexión filosófica sobre la moral que a su vez consistiría en los
códigos de normas impuestos a una sociedad para regular los comportamientos
de los individuos.Rodriguez Aguilar Maria del Carmen ( 2005). disponible en:
http://www.revista.unam.mx/vol.6/num3/art19/mar_art19.pdf .
LA ÉTICA EN LOS “NEGOCIOS”
Por otro lado Velasquez Manuel (2006) nos dice que "la ética en los negocios es
ética aplicada. Es la aplicación de nuestra comprensión de lo que es bueno y
correcto a esa variedad de instituciones, tecnologías, transacciones, actividades y
búsquedas llamadas negocios."
NOTA.- Para efectos prácticos en nuestra connotación dentro del plano económico
administrativo, negocio es toda actividad que pretende obtener una utilidad
económica o social, y actualmente fundamentalmente lucrativa.
ÉTICA
Las nociones el bien y el mal han sido fundamentales en la ética. Aunque todos
reflexionamos sobre cuestiones morales, cuando menos en forma rudimentaria e
inconsciente, el filósofo pone en cuestión los contenidos de la moral, para analizar
a qué responden, en qué circunstancias y condiciones materiales emergieron,
cuáles son sus fines. Por ello es usual decir que el objeto de estudio de la ética es
la moral. De igual forma se puede referir a la ética llamándola “teoría moral”. En
términos más sencillos, la ética es la reflexión y sistematización filosófica sobre la
moral, es decir, de una esfera de la conducta humana.
El objeto de estudio de la ética lo constituye un tipo de actos humanos: los
actos conscientes y voluntarios de los individuos que afectan a otros, a
determinados grupos sociales, o a la sociedad en su conjunto.
Bibliografía:
ANGULO PARRA YOLANDA (2004). ÉTICA Y VALORES I (3ª EDICIÓN). MÉXIO,
D.F.: SANTILLANA
LA DIFERENCIA ENTRE LO ÉTICO Y LO MORAL
La ética es la reflexión filosófica sobre la moral que a su vez consistiría en los
códigos de normas impuestos a una sociedad para regular los comportamientos
de los individuos.
La moral es el conjunto de principios, criterios, normas y valores que dirigen
nuestro comportamiento. La moral nos hace actuar de una determinada manera y
nos permite saber qué debemos hacer en una situación concreta.
La ética es una ciencia que se desarrolla aparte de la moral, lo es de modo distinto
a como la han querido definir los sistemas que brevemente he citado. Y quizá sea
ésta la causa principal del por qué nos preocupa encontrar su sentido y propósito
en la vida actual y en la filosofía. Entre los extremos de nuestros días
(relativismos, cientificismos nihilismos, deconstrucción) hay un catálogo de
propuestas que, pese no haber podido establecer acuerdos mayoritarios ni
respuestas satisfactorias, demuestran que en el siglo que se presume más carente
de ellos, sobre ética y moral hay mucho que aclarar y establecer pues del
contenido que demos a ambos pende el contenido y significado que demos a
nuestra vida y su interacción con el entorno social que le corresponde.
Aunque la mayoría de las veces expresamos nuestra ética por medio de juicios
morales esto no implica que ella sea equivalente a tales juicios o que esté sujeta a
dispositivos establecidos de manera imparcial e impersonal y tampoco podemos
pretender simplemente ignorar a la ética a causa del aspecto variable que ofrece,
o debido a que “son tantas las diferentes consideraciones pertinentes a su verdad
o falsedad, que se torna o muy difícil alcanzar una probabilidad, o imposible lograr
una certeza”. En colusión, la moral tiene que ver con el nivel práctico de la acción
y trata de responder a la pregunta ¿qué debo hacer?; la ética con el nivel teórico
de la reflexión y trata de responder a preguntas del tipo ¿qué es la moral? ¿Cómo
se fundamenta? ¿Cómo se aplica la reflexión a la vida cotidiana? Luego
entonces la Ética cuestiona a la moral.
Rodríguez Aguilar, María del Carmen, (2008), Sobre Ética y Moral, México, Pp. 45.
LA ESTRUCTURA DEL ACTO MORAL
Adolfo Sánchez Vázquez:
El acto moral es una totalidad o unidad indisoluble de diversos aspectos o
elementos: motivo, fin, medios, resultados y consecuencias objetivas. Lo
subjetivo y lo objetivo son aquí como dos caras de la misma medalla. El acto
moral no puede ser reducido a uno de sus elementos, sino que está en todos
ellos, en su unidad y relaciones mutuas. Así, pues, aunque la intención se
encuentre genéticamente antes que el resultado, es decir, antes que su
plasmación objetiva, la calificación moral de la intención no puede dejar de
tomar en cuenta el resultado. A su vez, los medios no pueden ser
considerados al margen de los fines, ni los resultados y las consecuencias
objetivas del acto moral tampoco pueden ser aislados de la intención, ya que
circunstancias externas imprevistas o casuales pueden dar lugar a
resultados que el agente no puede reconocer como suyos.
Finalmente, el acto moral, como acto de un sujeto real que pertenece a una
comunidad humana, históricamente determinada, no puede ser calificado sino en
relación con el código moral que rige en ella. Pero, cualquiera que sea el contexto
normativo e histórico-social en que lo situemos, el acto moral se presenta como
una totalidad de elementos -motivo, intención o fin, decisión personal, empleo de
medios adecuados, resultados y consecuencias- en unidad indisoluble.
LA IDEA DEL HOMBRE DE PLATON
Según Platón (filosofo ateniense del S.V a. C.) lo real y verdaderamente humano
se encontraba en el alma. Para él el alma es la esencia humana y el cuerpo un
instrumento a su servicio. Entonces para Platón el ser humano es un alma racional
encadenada a un cuerpo material y sensible, que busca salir de él para retornar a
un estado original de perfección a través de una continua lucha por el logro de
mayores y más perfectos conocimientos y evitando caer en los apetitos de su ser
sensible y material. De donde se concluye que la función prioritaria de todo ser
humano ha de ser el cultivo de su inteligencia como un deber moral por el rescate
de su alma de lo terrenal, DEXA (mundo sensible) y su retorno al mundo superior,
de la perfección llamado EPISTEME (mundo inteligible).
Platón busca un modelo de Estado que produzca hombres “buenos”, justos y
virtuosos. Sólo es un estado justo pueden evitarse injusticias como la de la
muerte de Sócrates. Por eso la ética está directamente relacionada con la
política, y no se puede pensar la una sin la otra. El hombre bueno, contribuye
al bien del estado, y el Estado ideal produce hombres buenos. La relación entre
ambos es recíproca:
Ética = Política
La justicia se convierte, en consecuencia en la virtud fundamental de la Ética y de
la Política. La justicia hace al hombre virtuoso, y al Estado perfecto. Por eso es
necesario encontrar una definición de justicia universal, válida para todo hombre,
para todo Estado, en todo momento y en todo lugar. Esto es lo que intenta Platón
en su obra “La República”, donde Sócrates discute con Telémaco y Glaucón. La
discusión es muy actual.
Bibliografia.- La Republica, Platón Ed. Porrúa, Colección Sepan Cuantos,
México.
La naturaleza social del ser humano
A diferencia de los sofistas, para quienes la sociedad era el resultado de una
convención o pacto entre los individuos, para Platón la sociedad es el medio de
vida "natural" del ser humano. Si atendemos a las características de la vida
humana, en efecto, podremos observar que el ser humano no es autosuficiente, ni
en cuanto a la producción de bienes materiales necesarios para su supervivencia,
ni en cuanto a los aspectos morales y espirituales que hacen de la vida del ser
humano algo propiamente humano. Las tendencias que inclinan al ser humano al
amor, a la amistad, a la convivencia en general, son tendencias naturales, por lo
que no tendría sentido pensar que el medio, necesariamente social, en el que se
desarrollan, fuera algo no-natural. Esta teoría de la "sociabilidad natural" del
ser humano será mantenida posteriormente también por Aristóteles.
La vida social de los humanos
Por lo demás, forma parte de las convicciones sociales, firmemente asentadas en
la época, la idea de que la vida del hombre se identifica, de alguna manera, con su
vida social. El predominio de la ciudad-estado como forma de organización de la
vida social en Grecia fortalecía el predominio de la vida comunal, hasta el punto de
que difícilmente se podría concebir la vida del hombre manteniéndose ajena al
Estado; no obstante, esa tendencia debía ser compatible con el individualismo que
también se manifiesta en la vida y en las tradiciones culturales griegas.
De ahí las similitudes que establecerá Platón en la República entre la moral
individual y la moral colectiva, o entre el gobierno de los bienes individuales y el
gobierno de los bienes colectivos, que le permitirá comparar la naturaleza del
hombre y la naturaleza del Estado con el fin de avanzar en sus investigaciones.
Además, hemos visto que para Platón tenía que existir el Bien en sí (la Idea de
Bien), por lo que difícilmente la referencia del buen comportamiento del individuo
puede ser distinta de la del buen comportamiento del Estado. Tiene que existir un
único modelo de comportamiento moral. Y ese modelo ha de tener un carácter
absoluto.
Ética
La ética de Platón establece que hay dos elementos importantes: el alma y el
cuerpo. Estos dos elementos no solo son distintos si no que no se pueden unir ya
que, el cuerpo es la cárcel del alma y es donde ésta se hace materiales decir, que
solo aprecia las cosas materiales; para que tal cosa no suceda el ser humano
tiene que dominar la parte material para poder alcanzar la felicidad.
Al igual que ocurre con los otros aspectos de su filosofía la ética no es objeto de
un tratado específico en el que se aborde el tema sistemáticamente. El hecho de
que muchos de los diálogos platónicos comiencen con alguna interrogación acerca
de la virtud en general, o de determinadas virtudes en particular, muestra
claramente, sin embargo, que el interés por el análisis del comportamiento
humano no es algo accidental en Platón. Como hemos visto en su concepción de
la ciudad ideal, el objetivo de la vida del hombre no puede reducirse a la
satisfacción de sus necesidades materiales; más allá de éstas, el hombre debe ser
objeto de un desarrollo completo de su personalidad, de acuerdo con las partes
más elevadas de su alma, la irascible y la racional, con el fin de alcanzar una
felicidad identificada con la armonía de su vida.
Justicia y ética
Si la justicia en la ciudad reside en que cada clase social haga lo que debe hacer,
la justicia en el hombre residirá también en que cada parte del alma haga lo que
debe. Ello implica que la vida buena para el hombre es una vida en la que se
atiendan las necesidades "materiales" y "espirituales". Como vimos anteriormente
la idea de que el hombre debe dar las espaldas a todo lo que signifique materia o
tenga algo que ver con la corporeidad, defendida en el Fedón, no será mantenida
en los diálogos posteriores, en los que el alma deja de ser considerada como una
entidad simple y enfrentada al cuerpo, y pasa a ser considerada como una entidad
en la que podemos distinguir tres partes diferenciadas que permiten explicar, entre
otras cosas, los conflictos psicológicos de la vida del hombre, las distintas
tendencias que configuran su naturaleza. El conocimiento y la satisfacción de las
necesidades intelectuales deben ir acompañados de salud, moderación en el
disfrute de los bienes materiales, etc., lo que pone de manifiesto hasta qué punto
la idea de que Platón rechaza de un modo absoluto lo corporal es injustificada. En
el Banquete, por ejemplo, podemos observar cómo a través del Eros Platón
concibe el ascenso hacia las Ideas partiendo del amor a la belleza que
observamos en las cosas sensibles, luego a la belleza en el ser humano, hasta
alcanzar la contemplación de la Belleza en sí, que se identifica con el Bien del que
nos habla en la República y que representaría el grado superior de conocimiento.
El verdadero bien del hombre, la felicidad, habrá de alcanzarse mediante la
práctica de la virtud. Pero ¿qué es la virtud?. Platón acepta fundamentalmente la
identificación socrática entre virtud y conocimiento. La falta de virtud no supone
una perversión de la naturaleza humana; por su propia naturaleza el hombre
busca el bien para sí, pero si desconoce el bien puede tomar como bueno,
erróneamente, cualquier cosa y, en consecuencia, actuar incorrectamente; la falta
de virtud es equivalente, pues, a la ignorancia. Sólo quien conoce la Idea de Bien
puede actuar correctamente, tanto en lo público como en lo privado, nos dice
Platón en la República, al terminar la exposición y análisis del mito de la caverna.
Cuando alguien elige una actuación que es manifiestamente mala lo hace, según
Platón, creyendo que el tipo de conducta elegida es buena, ya que nadie opta por
el mal a sabiendas y adrede. En este sentido la virtud cardinal sería la prudencia,
la capacidad de reconocer lo que es verdaderamente bueno para el hombre y los
medios de que dispone para alcanzarlo. La dependencia con respecto al
intelectualismo socrático es clara en la reflexión ética de Platón.
En la República nos habla Platón de cuatro virtudes principales: la sabiduría, el
coraje o fortaleza de ánimo, la templanza y la justicia. Como hemos visto,
establece una correspondencia entre cada una de las virtudes y las distintas
partes del alma y las clases sociales de la ciudad ideal. La parte más elevada del
alma, la parte racional, posee como virtud propia la sabiduría; pero la justicia, la
virtud general que consiste en que cada parte del alma cumpla su propia la
función, estableciendo la correspondiente armonía en el hombre, impone los
límites o la proporción en que cada una de las virtudes ha de desarrollarse en el
hombre. El hecho de que Platón tenga una concepción absoluta del Bien hace que
la función de la parte racional del alma siga siendo fundamental en la organización
de la vida práctica del hombre, de su vida moral.
1. LA IDEA DEL HOMBRE DE ARISTÓTELES
Aristóteles (384-322 a. C.) nació en Estagira (Macedonia). Su padre, Nicómaco,
era médico al servicio del rey de Macedonia, y probablemente heredó de él su
interés por la naturaleza. A los diecisiete años ingresó en la Academia de Platón,
en Atenas, donde permaneció veinte años hasta la muerte de su maestro (347 a.
C.). A partir de ese momento comenzó a elaborar su propia filosofía apartándose
de algunos de los planteamientos de su maestro, y dedicándose de forma cada
vez más intensa a la investigación naturalista.
Principios filosóficos del pensamiento de Aristóteles
Dice Aristóteles que principio es tanto la causa del movimiento de algo como de su
perfección o realización, así como también de su generación, ordenamiento y
cognoscibilidad. En general, principio, tomado como causa, significa lo primero. El
concepto de principio rige tanto para los seres como para el conocimiento de los
seres. Por eso principio es aquello desde lo que algo es, se hace y se conoce.
Estos principios son los siguientes:
Empirismo (principio de naturaleza u orden epistemológico): nada hay en el
entendimiento que no haya estado antes en los sentidos. El conocimiento
comienza por los sentidos. El cuerpo, que es quien nos pone en contacto con lo
que nos rodea, dispone tanto de sentidos externos (los cinco sentidos) como
internos (la memoria y la imaginación, en opinión de Aristóteles).
Hilomorfismo (orden físico, biológico, antropológico): la naturaleza es un
compuesto de materia y forma. Todos los seres de la naturaleza son, según
Aristóteles, hile mórficos, también el hombre. La materia “vive” informada, la forma
“vive” informando; dice Aristóteles que la materia es potencia, mientras que la
forma es acto. Para Aristóteles, el acto es más perfecto que la materia, pues ésta
vive siempre en la falta, en la pasividad, aunque entendida como posibilidad, en el
llegar a ser, en cambio el acto es realización plena, actualidad; la materia vive a la
espera de recibir forma, de hecho no hay materia sin forma, pero la forma vive
dando forma a la materia, formándola. Si bien no hay materia sin forma, es posible
hallar forma sin materia: es el caso del pensamiento puro, que es de naturaleza
divina.
Intelectualismo (orden epistemológico, político y existencial): “todos los hombres
desean por naturaleza saber”, reza la primera frase de la Metafísica de Aristóteles.
Por tanto, el saber es la finalidad de las acciones humanas, su principio de orden y
reconocimiento.
Pero el intelectualismo tenía o se sustentaba además en un contenido político, es
decir que una determinada cara social lo sustentaba ideológicamente: la sociedad
griega estaba construida sobre la existencia de una masa de esclavos que cubría
la función productiva. Ser esclavo en Grecia no sólo suponía estar privado de
libertad (Aristóteles afirmaba elocuentemente que la diferencia entre un hombre
libre y un esclavo consiste en que aquél vive como quiere, mientras que éste vive
como no quiere), sino especialmente no poseer derechos políticos, esto es, no ser
ciudadano. Para ser ciudadano había que pertenecer a la comunidad de iguales,
es decir, al grupo de quienes ejercían sus derechos y obligaciones políticas. Los
esclavos, como las mujeres y los extranjeros, quedaban excluidos de la
comunidad política. Por otra parte, el artesano, que si bien no era un esclavo, sí
tenía que trabajar manualmente, era aquel que estaba en posesión de una técnica
(“téchné”), de un arte de producción, lo que llamaríamos un “saber hacer”. Para la
cultura griega clásica, las artes o técnicas no eran más que saberes productivos.
Por encima de ellos tenían tanto a los saberes prácticos como, por supuesto, a los
saberes teóricos o intelectuales. Si los poéticos y los productivos tenían su
respectiva finalidad fuera de sí mismos, los saberes superiores, en cambio, tenían
su finalidad en sí mismos. Y esto era precisamente lo que los hacía superiores.
Teleologismo (orden ontológico, físico, biológico, político): “porque la naturaleza de
una cosa es precisamente su fin”. Aristóteles concebía la realidad sometida a un
ordenamiento teleológico, esto es, Aristóteles pensaba que todas las cosas se
ordenan y reconocen por su finalidad.
Animal político que tiene logos (orden antropológico, político, existencial):
consideraba Aristóteles que el hombre, por naturaleza, es social, porque el
individuo no se basta a sí mismo. Así pues, para Aristóteles el logos dicta la
posibilidad de la socialidad natural humana y dicta al unísono el modo existencial
en que el hombre existe socialmente, es decir, no sólo vivimos en sociedad sino
que estamos en ella, formamos parte de ella, de una manera determinada:
podríamos decir que estamos lógicamente en sociedad. De esta forma se divisa
claramente que la comunicación racional (logos) es el principio operativo de la
acción humana.
Energeia (orden físico, ontológico, existencial antropológico). Aristóteles distinguía
entre “dynamis”, cuyo significado es potencia, y “energeia”, que significa acto. En
el caso del hombre, su energeia es el logos, la razón. El concepto de « energeia »
es fundamental en Aristóteles, porque con dicho concepto manifiesta la idea de «
ser en obra » que caracteriza al hombre, es decir, la actividad o modo de vivir que
lo singulariza y que, según Aristóteles, es la vida política, la actividad política. Por
tanto, el hombre no es un « ergón », no es un inoperante, algo sin actividad, sino
el « ergon » político, aquel que obra políticamente. En el hombre, como en la
naturaleza (physis), su energeia es su telos o finalidad.
Antropología
Aristóteles rechaza el idealismo de su maestro Platón, decantándose por un
enfoque científico y empirista. Aristóteles se sitúa frente al dualismo antropológico
de Platón, pues el hombre, como todo ser natural, es un compuesto indisoluble de
materia y forma, esto es, un ser hilemórfico, y por tanto el alma, en tanto que
forma, no sobrevive al cuerpo o materia. No obstante, Aristóteles reconoce mayor
importancia al alma o forma, puesto que esta es acto, mientras aquel solo
potencia. El alma, la "psyché", es el soplo, el aliento vital que da vida al cuerpo.
Consecuencia lógica de esta concepción del hombre es la negación de la
inmortalidad del hombre, ya que el alma es sólo el soplo vital que alienta el cuerpo;
lo que significa que con la muerte desaparece la sustancia hylemórfica que es el
ser humano individual.
El alma, para Aristóteles, es el principio de las funciones de un ser vivo.
Por otra parte, si Platón hablaba de tres almas diferentes (concupiscible, irascible
y racional), Aristóteles defiende la unidad del alma, la cual, además, no se localiza
en ninguna parte concreta del cuerpo. Con esta insistencia en la unidad sustancial
de cuerpo y alma, la filosofía de Aristóteles pone de manifiesto tres ideas muy
importantes:
a) La unidad total del ser vivo: el ser vivo es un organismo, un todo organizado.
b) La mortalidad del alma: frente a Platón, la teoría antropológica aristotélica
supone la negación de la inmortalidad del alma. A diferencia de Platón, en la
filosofía de Aristóteles, el alma ya no es algo independiente e inmortal, sino que
está unida al cuerpo, en la medida en que es su forma. No existe un alma
separada del cuerpo y tampoco le preexiste ni sobrevive. Simplemente, el alma
está unida al cuerpo como su forma, es decir, como su estructura. Un cuerpo sin
alma no podría ser un organismo, pues recordemos que un organismo es un todo
organizado y el alma es la que ofrece esa forma, ese orden al cuerpo que es
materia.
c) El alma es reconocida por sus funciones. Dichas funciones son las siguientes:
vegetativa, sensitiva e intelectiva. Estas funciones no sólo revelaban tipos de
almas, sino sobre todo una taxonomía biológica, es decir, una clasificación
jerarquizada de los seres vivos. Por supuesto, el alma sensitiva porta el alma
vegetativa y la intelectiva a las otras dos. De esta forma, el momento supremo del
desarrollo de la naturaleza es el ser humano, alentado por el alma intelectiva.
Ética
Dice Aristóteles que hay muchas formas de ser pero que todas tienen en común
eso precisamente: el ser. Pero el ser propiamente dicho es la substancia, por esto
entenderemos simplemente individuos concretos.
Según Aristóteles, Platón, intentando explicar este mundo lo duplica, lo cual, más
que ayudar a conocerlo, lo dificulta. No existe otro mundo más que éste en el que
vivimos y morimos. Los seres de este mundo no son ideas, sino substancias, y
están compuestos de materia y forma. La materia es de lo que están hechos, y
la forma es la esencia que los hace ser tal cual son. Por ejemplo: el
individuo Sócrates, que es una substancia, está compuesto de materia y forma; la
materia son los huesos, la carne, etc., la esencia de Sócrates es ser hombre. En
definitiva, Aristóteles no admite que la esencia esté separada de los seres de los
que se predica. La substancia: Hypokeímenon, es lo que es en sí y no necesita de
otro para existir. Un hombre es una substancia, pero el brazo cortado de ese
hombre no lo es, porque necesita estar unido al cuerpo para poder subsistir.
Distingue dos tipos de substancias:
a) Substancia primera: es el individuo concreto: Sócrates, caballo, árbol.. Son las
substancias verdaderamente reales.
b) Substancia segunda: son el género (animal) y la especie (hombre). No son
substancias en sentido estricto, reales y palpables como Sócrates, sino que son
reales a nivel conceptual, y no existen separadamente de la substancia primera en
la que se dan.
PRIMERA
SUSTANCIA
SEGUNDA --> Género y Especie
ACCIDENT cantidad, cualidad, relación, lugar, tiempo, posición , estado,
ES
acción y pasión
Aristóteles aludirá a la necesidad de investigar el fin último o bien supremo que
persigue el ser humano. Para ello distingue entre bienes que se persiguen para
conseguir otros bienes, y bienes que son deseables por sí mismos. Así, por
ejemplo, deseamos comida para calmar el hambre, o el dinero para tener otras
cosas; pero, en cambio, la felicidad la deseamos por sí misma; por tanto la
felicidad es el bien supremo: todos los hombres queremos ser felices. Felicidad en
griego se dice "eudaimonía"; por eso a la ética aristotélica se la califica de
"eudaimonista"; esta palabra significa tener un buen "daimon", sentirse bien
consigo mismo, en su interior. Si bien todos queremos la felicidad, el desacuerdo
surge al intentar establecer en qué consiste.
Por su parte, Aristóteles afirmaba que la vida buena, el buen daimon o felicidad
dependía de la virtud. Y enfatizaba la virtud de la sabiduría por encima del resto.
Pero quien busca la sabiduría es el sabio, es decir, el que se dedica a la vida
contemplativa o teórica, por eso mismo ha de ser este el hombre feliz. El sabio
logra el potencial de las capacidades humanas, ya que consigue mayor
autonomía, luego él es quien conoce la felicidad.
Ahora bien, para alcanzar ese estado de felicidad provocado por la vida
contemplativa, hay que tener satisfechas las necesidades vitales básicas. Para
ello nada mejor que vivir socialmente, pues la colaboración social nos permite a
cada uno tener tiempo libre para el desarrollo del conocimiento. El conocimiento
implica, pues, como requisito previo, el poder disponer de "scholé", (ocio, tiempo
libre). Por eso el aprender es una actividad propia de hombres libres. Solamente
viviendo en sociedad puede el hombre repartir las tareas con los demás de forma
que le sea posible no sólo cubrir sus necesidades básicas, sino además vivir
humanamente, es decir, tener tiempo libre.
Felicidad y virtud son términos de una misma ecuación: sin virtud no es posible el
logro de la felicidad, y esta es el fin de aquella.
Así pues, para conseguir la felicidad necesitamos, además de tener satisfechas
nuestras necesidades vitales básicas, la posesión de las virtudes. Aristóteles
distingue en el ser humano dos tipos de virtudes:
- Las virtudes dianoéticas (dianoia significa reflexión, pensamiento) o intelectuales,
que se refieren al conocimiento, a la capacidad reflexiva. Estas virtudes o
excelencias teóricas se adquieren mediante el ejercicio de la actividad racional
- Las virtudes éticas (recuérdese que ethos significa costumbre, hábito, carácter) o
morales, se refieren al carácter, al modo de ser y de comportarse. Estas virtudes
son las que deben guiar nuestras acciones, y controlar nuestras pasiones y
deseos. De este modo nuestra actuación será correcta si nuestros hábitos o forma
de actuar responden a un orden racional.
En resumen, la felicidad consiste en forjarnos un carácter y unos hábitos
apropiados a los seres racionales que somos. Por tanto la felicidad se logra
mediante la virtud o excelencia que nos permita hacernos de la manera adecuada
a nuestro ser racional. Esta excelencia o virtud en el carácter es la que nos puede
llevar a la felicidad en lo individual y a la justicia en lo social.
ÉTICA CRISTIANA
(Época Medieval)
Los autores medievales que reflexionaron más sobre la teología cristiana y le
dotaron de una base filosófica fueron probablemente San Agustín (354- 430) y
Santo Tomás de Aquino (1224- 1274). San Agustín en el siglo IV contó con el
platonismo tomado de un autor llamado Plotino.
Las Confesiones, y La Ciudad de Dios de San Agustín, fueron dos obras que
influyeron muy positivamente en el pensamiento posterior. En la primera, San
Agustín relata su camino de conversión desde el paganismo y maniqueísmo y
reflexiona sobre algunas teorías filosóficas de su tiempo. La ética que se trasluce
en esta obra autobiográfica es muy personal. Parte de que Dios ilumina la
conciencia de todos los hombres para que estos le reconozcan en su interior: «Tú
me buscabas fuera, y Yo estaba dentro de ti. Y otra cita célebre: «Nos has hecho
Señor para Ti y nuestro corazón está inquieto hasta descansar en ti». Así pues,
San Agustín comprende que las buenas acciones que el hombre está capacitado
para llevar a cabo, en realidad están sugeridas por Dios mismo, que le ilumina
desde el interior. Pero hay que seguir esas indicaciones. El hombre es libre de
seguirlas o no, y de esta manera es capaz de lo mejor y de lo peor.
El problema del mal es abordado por San Agustín de forma magistral. El mal no
tiene entidad; es negatividad, ausencia de bien. De alguna forma el mal está
emparentado con la nada, pero la nada no es y por lo tanto el mal reside en un
bien mayor, igual que la enfermedad (mal) reside en un ser humano (bueno). El
enfermo es un ser humano al que le falta la salud pero sigue poseyendo otras
muchas cualidades. Y el mal físico no es el peor, para San Agustín puesto que el
pecado, mal moral, es la verdadera ignominia y la causa de los mayores desastres
de la humanidad. Pero San Agustín supera el problema por elevación. El “Ama y
haz lo que quieras” es una propuesta tan sencilla, como clara y exigente. En el
amor se resume la vida ética cristiana. Sabe muy bien San Agustín que el que
ama ya hace después todo lo que tiene que hacer y mucho más, porque el amor
no se contenta con cumplir. Es excesivo y gratuito por sí mismo.
1. La ética agustiniana, aceptará elementos procedentes del platonismo y del
estoicismo, que encontramos también en otros aspectos de su pensamiento. Así,
compartirá con ellos la conquista de la felicidad como el objetivo o fin último de la
conducta humana; este fin será inalcanzable en esta vida, dado el carácter
trascendente de la naturaleza humana, dotada de un alma inmortal, por lo que
sólo podrá ser alcanzado en la otra vida.
2.
Considerar que la felicidad consistiría en la visión beatífica de Dios, la
gozarían los bienaventurados en el cielo, tras la práctica de la virtud, hay que tener
en cuenta que es necesaria la gracia de Dios para poder alcanzar tal objetivo, lo
que hace imposible considerar la salvación como el simple efecto de la práctica de
la virtud y planteará no pocos problemas teológicos, recurrentes a lo largo de la
historia del cristianismo.
3.
Respecto al problema de la existencia del mal en el mundo, la solución se
alejará del platonismo, para quien el mal era asimilado a la ignorancia, tanto como
del maniqueísmo, para quien el mal era una cierta forma de ser que se oponía al
bien; para San Agustín el mal no es una forma de ser, sino su privación; no es algo
positivo, sino negativo: carencia de ser, no-ser. Todo lo creado es bueno, ya que el
ser y el bien se identifican.
Mientras tanto la ética de Santo Tomás marcara un hito en el desarrollo de los
saberes sobre Dios y la religión al establecer una distinción de órdenes de la
realidad que se resolverá, consiguientemente en distinción de órdenes de
conocimiento sobre la realidad. El “ordo naturalis”, al que corresponde un
conocimiento natural desde la razón y la filosofía y que, respecto al conocimiento
de Dios, cristalizara en una teología racional. El “ordo supranaturalis”, al que
corresponde un conocimiento sobrenatural desde la revelación y la razón
iluminada e instruida por ella que cristalizara en una teología cristiana. Esta
distinción supone un hito en la historia del pensamiento y específicamente en el
pensamiento sobre el hecho religioso.
Santo Tomas, al igual que la de Aristóteles y Agustín, es de carácter eudomonista
y teológico. Para Santo Tomas, solo los actos que proceden del hombre, en tanto
racional y libre, caen en el terreno de la moral. Estos actos proceden de la
voluntad y el objetivo de la voluntad es el bien. En todo momento el hombre al
actuar se propone fines. Sin embargo esos fines son siempre particulares y no
logran satisfacer ni perfeccionar la voluntad humana, que tiende hacia un último
fin: el bien universal. ¿Cuál es el bien universal en el que únicamente la voluntad
encuentra plena satisfacción? No puede consistir en las riquezas, pues las
riquezas son simplemente un medio para un fin; tampoco reside en el placer,
puesto que solo perfecciona al cuerpo; ni siquiera en la vida contemplativa, como
pensaba Aristóteles, ya que la especulación filosófica no satisface por completo a
la voluntad humana.
El fin último, la perfecta felicidad, solo puede obtenerse en la contemplación de
Dios. Dios es el Bien Supremo e infinito y, aunque es el fin de todas las cosas,
tanto de las criaturas racionales como de las irracionales, únicamente el hombre
puede lograr el bien ultimo mediante el conocimiento y el amor. La visión absoluta
de Dios solo es posible en la vida futura. En esta vida, imperfecta y temporal le
está permitido al hombre saber que Dios existe, pero nada más en la vida futura
puede conocerlo como es en sí mismo. En consecuencia, la perfecta felicidad solo
es posible en la visión de la esencia divina que se logra en la vida futura. Santo
Tomas divide los actos humanos en malos y buenos tomando como criterio su
adecuación al fin último que es la felicidad. Pero en la medida en que el hombre es
un ser racional, los actos buenos serán los que estén de acuerdo con el orden de
la razón, mientras que los malos serán los que son incompatibles con el
perfeccionamiento de aquella.
Santo tomas distingue entre virtudes intelectuales, a las cuales se accede
mediante la razón teórica y virtudes morales, guiadas por la razón práctica. Al
tratar las virtudes morales sigue muy de cerca de Aristóteles. Las virtudes morales
son hábitos de la mente que posibilitan al hombre vivir rectamente. El habito
virtuoso se forma mediante actos buenos y facilita la ejecución de actos
subsiguientes para el mismo fin. Al igual que Aristóteles define la virtud moral
como un término medio, fin es la conformidad con la razón, lo cual implica evitar
los extremos del exceso y del defecto. El apetito o la pasión deben subordinarse a
la regla de la razón; en consecuencia, la regla de la razón debe dirigir la actividad
del hombre hacia su fin, determinar lo que debemos hacer, imponer obligaciones.
Esto no significa que la razón pueda imponer obligaciones arbitrariamente. El
objeto de la razón práctica es el bien, y al reconocer al bien como fin de la
conducta humana, enuncia su primer principio: hacer y buscar el bien y evitar el
mal. Pero el bien para el hombre es aquello que conviene a su naturaleza, aquello
a lo que se inclina como ser natural. En conclusión, aunque la obligación es
impuesta por la razón, está fundada en la naturaleza humana
Angulo Yolanda y Lugo Mauricio, “ETICA”, 5ª edición, Ed. Santillana, México 2005.
Época Moderna
La Edad Moderna, a pesar de su corta duración, fue la más sorprendente y
brillante, en lo concerniente al adelanto material e intelectual.
Las características de la Edad Moderna son:
A). El sentido Antropocéntrico de la vida.
1. La naturaleza y el hombre, fueron, en la Edad Moderna, los objetivos
centrales de los estudios científicos y literario, así como de la admiración
artística, en todas sus ramas.
2. Mientras que en la Edad Media, la vida era considerada como un tránsito,
en el que se buscaba el camino verdadero hacia la felicidad eterna (el
cielo), en la Edad Moderna, especialmente con el Renacimiento, el hombre,
sin abandonar su religión, busca su felicidad terrenal. Hay una concepción
antropocéntrica de la vida.
3. El hombre de la Edad Moderna quiere vivir plenamente, persiguiendo la
fortuna, buscando la fama y el triunfo en el mundo terrenal.
4.
B). El carácter individualista del hombre moderno, la concepción
antropocéntrica, hizo del hombre moderno un tanto egoísta, asignándole un
comportamiento individualista.
El triunfo dejó ser colectivo y gremial, sino, más bien, se tornó en un logro
individual. Para ello fue necesario, el desarrollo de la personalidad, mediante la
formación literaria y artística, con destrezas y habilidades que los distinguieron de
los demás. Siendo la riqueza y la fama, el objetivo del hombre moderno, la
competencia se hizo inevitable, lo cual permitió que alcanzaron esta meta,
hombres de gran talento, como en el caso de los renacentistas, que estudian más
adelante.
C). El Encumbramiento de las Monarquías Absolutistas. La decadencia del
Feudalismo, la inestabilidad económica y los problemas sociales de la época,
fueron los intereses comunes que le dieron unidad a todas las clases sociales,
para apoyar la monarquía, como un posible remedio para todos sus males. Fueron
los burgueses ricos, cultos y con ambiciones políticas, los que apoyaron, con
todos sus recursos, al encumbramiento de las monarquías.
D). El Progreso artístico, literario y científico. Al impulso de los renacentistas,
los grandes descubrimientos geográficos y el auge económico de las monarquías,
se desarrollaron notablemente las artes, las letras y las ciencias.
La
transición de la Edad media a la Edad moderna se da gracias a la
transformación social, intelectual y cultural derivada de los grandes cambios en las
civilizaciones europeas impulsados principalmente por la prosperidad y desarrollo
económico de las mismas.
Entre los cambios principales que tuvieron lugar en toda Europa se encuentran: la
ampliación del ámbito geográfico occidental, los inicios de la Revolución Científica,
el surgimiento de la concepción individualista del hombre, los comienzos del culto
a la libertad y a la igualdad, la consolidación del Estado monárquico centralista, la
expansión del cultivo del saber clásico1 enfocándose principalmente en el mundo
antiguo (estoicos, epicúreos, Platón, Aristóteles). Todos esos cambios llevaron a
una época de revolución en el entorno científico, político, filosófico y artístico
denominada época renacentista.
Durante la época del Renacimiento florecen nuevas ideas en el ámbito filosófico
orientadas principalmente al comportamiento del ser humano y a la percepción del
mismo en el universo.
El hombre modernista era un hombre comprometido con la humanidad, creía en
ésta y en su avance, creía en la razón Universal y en que a través de ella se podía
llegar a la pura verdad. El hombre modernista era un hombre enamorado de la
vida, con un proyecto claro e ideales firmes; los cuales no estaba dispuesto a
canjear por bienes materiales, no acepta el mundo en el cual le tocó vivir, pero
tiene esperanza de cambiarlo. Los expositores más representativos de esta época
fueron René Descartes, Immanuel Kant y Nicolás Maquiavelo.
1
Flores Pérez Edgar, “Elementos de ética, filosofía, política y derecho”, Ed. La Nacional, Venezuela,
2005. p.p. 30-32
La ética moderna plantea que sólo puede haber una ética si ésta promulga
principios, normas de observancia universal; todo ente racional debe estar sujeto a
estas normas, las cuales regulan su conducta.2
Descartes representó la vuelta de la Filosofía a la razón humana, la vuelta al
hombre, porque colocó en el centro de la Filosofía al sujeto, sus ideas y su pensar.
La vuelta de la filosofía moderna al hombre implicaba que el nuevo filosofar no se
afincara en nada que no fuera directa experiencia humana y en el innegable hecho
de que el hombre se experimentaba como espíritu pensante.3
La filosofía moral de Descartes se compone de tres elementos principales:
la Metafísica, la Razón, y la Tradición Estoica. De acuerdo con Descartes la
metafísica era la raíz de la moral, la cual consideraba como la ciencia más
perfecta.
La razón que plantea Descartes queda expresada en su célebre frase “Pienso,
luego existo”; para él la razón es el único medio por el cual el ser humano puede
buscar los bienes que debe perseguir, a la vez que el razonamiento sirve como
guía para dirigir el actuar de cada uno.
Así como los demás autores de la época moderna, René Descartes retomó
algunas ideas del antiguo mundo. Tomando como referencia al griego Zenón
Descartes postuló que el fin de todo hombre era buscar el “bien supremo” el cual
se identifica con la virtud, el cual produce un placer espiritual superior a un placer
físico.
2
Piñón Gaytan Francisco, “Ética y política: entre tradición y modernidad”, Ed. Plaza y Valdés, México
2000 p.p 243.
3
Flores Pérez Edgar, “Elementos de ética, filosofía, política y derecho”, Ed. La Nacional, Venezuela,
2005. p.p. 30-32
Retomando a Aristóteles, para quien la felicidad dependía de los bienes de
fortuna, Descartes apunta que éstos se encuentran mayormente fuera del control
del ser humano, en tanto que éste sí puede tener control de su mente.
De acuerdo con Descartes el ser humano es un espíritu en relación con un cuerpo.
 El espíritu: Es inmaterial, sus principales atributos son la conciencia de sí
mismo y el pensamiento. Se rige de acuerdo con las leyes de la razón y
cuenta con una voluntad libre.
 El cuerpo: Su principal atributo es la extensión (ocupar un espacio). Es una
realidad completamente distinta del espíritu. Sigue las órdenes del espíritu y
es la encargada de hacerle a ésta percibir el mundo exterior a través de los
cinco sentidos. No piensa, no tiene conciencia de sí ni libre albedrío (se
encuentra gobernada por las leyes que afectan a todos los cuerpos).
Dado que descartes no propuso una solución clara a cómo se relacionan estas
dos sustancias el debate acerca de esta cuestión se prolongó durante bastante
tiempo. Los autores más famosos en este asunto- y continuadores de Descartes,
son Spinoza, Liebniz y Wolff.
BIBLIOGRAFÍA
FLORES PÉREZ EDGAR, “ELEMENTOS DE ÉTICA, FILOSOFÍA, POLÍTICA Y
DERECHO”, ED. LA NACIONAL, VENEZUELA, 2005. P.P. 30-32
PIÑÓN GAYTÁN FRANCISCO “ÉTICA Y POLÍTICA: ENTRE TRADICIÓN Y
MODERNIDAD”, ED. PLAZA Y VALDÉZ, MÉXICO 2000. P.P 243.
ÉTICA SEGÚN IMMANUEL KANT
Immanuel Kant (Königsberg, Prusia, 22 de abril de 1724 –Königsberg, 12 de
febrero de 1804) fue un filósofo prusiano de la Ilustración. Es el primero y más
importante representante del criticismo y precursor del idealismo alemán y está
considerado como uno de los pensadores más influyentes de la Europa moderna y
de la filosofía universal.
Kant adelantó importantes trabajos en los campos de la ciencia, el derecho, la
moral, la religión y la historia, inclusive creía haber logrado un compromiso entre el
empirismo y el racionalismo.
Ética Kantiana.
Antes de empezar a explicar las características de la ética de Kant hay que partir
de una distinción previa que él propone: la de éticas materiales y éticas formales.
Son materiales aquellas éticas que afirman que la bondad o maldad de la
conducta humana depende de algo que se considera bien supremo para el
hombre: los actos serán, por tanto, buenos cuando nos acerquen a la consecución
de tal bien supremo, y malos cuando nos alejen de él. Las éticas materiales
suponen que hay bienes, cosas buenas para el hombre, y determinan cuál es el
bien supremo o fin último del hombre (el placer para Epicuro, la felicidad virtuosa
para Aristóteles, etc.) Según cuál sea el bien supremo, la ética establece normas o
preceptos con el fin de alcanzarlo.
Toda ética material tiene contenido, en este doble sentido:
1) Hay un bien supremo
2) Se proponen los medios para alcanzarlo.
Kant rechaza las éticas materiales, pues presentan deficiencias. En primer lugar,
son empíricas, es decir, a posteriori. Su contenido está extraído de la experiencia.
Esto impide que sus principios sean universales, pues sólo lo a priori puede serlo.
En segundo lugar, sus preceptos son hipotéticos o condicionales. No valen
absolutamente, sino sólo de modo condicional para conseguir un cierto fin. Esto
impide también que sean universalmente válidas. Por último, son heterónomas. Es
decir la voluntad es determinada a obrar de un modo u otro por el deseo o
inclinación a algo (placer, por ejemplo)
Visto lo anterior, Kant afirma que una ética que pretende ser universal y racional
no puede ser material, ha de ser, por lo tanto, formal. La ética ha de estar vacía de
contenido, es decir: 1) no debe establecer ningún bien o fin que haya de ser
perseguido, y 2) no nos dice lo que hemos de hacer, sino cómo hemos de actuar.
La ética formal se limita a señalar cómo debemos obrar siempre, se trate de la
acción concreta de que se trate. Un hombre actúa moralmente, según Kant,
cuando actúa por deber. El deber es, según Kant, “la necesidad de una acción por
respeto a la ley” es decir, el sometimiento a una ley, no por la utilidad o la
satisfacción que su cumplimiento pueda proporcionarnos, sino por respeto a la
misma.
Kant distingue tres tipos de acciones:
5. Acciones contrarias al deber.
6. Acciones conforme al deber.
7. Acciones por deber. Sólo estas últimas poseen valor moral.
Supongamos un comerciante que no cobra precios abusivos a sus clientes. Su
acción es conforme al deber. Ahora bien, tal vez lo haga para asegurarse así la
clientela, en tal caso la acción es conforme al deber, pero no por deber. La acción
es un medio para conseguir un fin. Si, por el contrario, actúa por deber, es decir
por considerar que ese es su deber, la acción no es un medio para conseguir un
fin o propósito, sino que es un fin en sí misma, algo que debe hacerse por sí.
El valor moral de una acción radica en el móvil que determina su realización.
Cuando este móvil es el deber tiene valor moral.
La exigencia de obrar moralmente se expresa en un imperativo que no es ni puede
ser hipotético, sino categórico. Kant ofrece varias formulaciones del imperativo
categórico. La más famosa de estas formulaciones es la siguiente: obra sólo
según aquella máxima que puedas querer que se convierta, al mismo tiempo, en
ley universal. La “máxima” se refiere a los principios subjetivos de la voluntad, a
sus propios móviles que, de no existir el imperativo categórico impuesto por la
razón, se impondrían a la voluntad. Este imperativo no es material, pues no dice
qué debemos hacer. Es formal, en cuanto dice cómo hay que actuar. Proporciona
una regla para medir las acciones, gracias al imperativo podemos evaluar
cualquier acción y calificarla como conveniente o inconveniente de acuerdo con el
principio del deber.
Existe una segunda formulación famosa del imperativo categórico, que es así:
Obra de tal modo que trates la humanidad, tanto en tu persona como en la de
cualquier otro, siempre como un fin, y nunca meramente como un medio. Kant
entiende que los seres humanos se caracterizan por su autonomía, es decir, la
capacidad de darse normas a ellos mismos o de seguir de forma crítica las que les
dan otros. Esta capacidad es única en la naturaleza y convierte a los seres
humanos en seres excepcionales, incomparables con cualquier otro, por lo que no
tienen precio, sino que se le aplica un concepto distinto que es el valor. Este valor
es expresable en el concepto ético básico para la antropología de Kant, la
dignidad. La dignidad supone el deber de actuar con el otro como si fuera un fin en
sí mismo, es decir, la imposibilidad de utilizarlo como una cosa, como un medio
para nuestra conveniencia.
A pesar de que Kant evita en buena medida hablar de lo bueno y lo malo, él
entiende que existe algo absolutamente bueno: lo bueno incondicionado. Esto es
la buena voluntad, el deseo de hacer siempre las cosas adecuadamente. Kant
entiende que la ética (la razón práctica) tiene algunos postulados que no son
demostrables, como los tenía también la razón pura. Estos postulados son la
libertad, la inmortalidad del alma y la existencia de Dios. Esto es así porque la
ética tan sólo tiene sentido si existe la libertad; la felicidad, que sería la perfecta
adecuación entre nuestros deseos individuales y el deber moral tan sólo se podría
dar si fuésemos infinitos, porque supondría una voluntad santa en este mundo y
esto es imposible. Por último, la propia idea de felicidad supone la existencia de
una causa suprema de la naturaleza dotada de entendimiento y voluntad, es decir,
Dios.
Como vemos, para Kant, la moralidad coloca al hombre en el umbral de la religión.
Sin embargo, aunque lleva hacia ella, no es su objetivo porque el hombre no debe
tender a la felicidad, sino a la racionalidad. La religión sirve como esperanza para
la moralidad.
La dignidad humana según Kant
En esta última etapa, es fundamental la idea filosófica de la dignidad humana, idea
que ha sido especialmente destacada por el filósofo alemán Kant. Según éste, los
seres humanos se merecen un trato especial y digno que posibilite su desarrollo
como personas. En este sentido, afirma Kant, el hombre es un fin en sí mismo, no
un medio para usos de otros individuos, lo que lo convertiría en una cosa. Los
seres irracionales, como los animales, pueden ser medios para, por ejemplo, la
alimentación, en cambio la existencia de las personas es un valor absoluto y, por
ello, son merecedoras de todo el respeto moral mientras que la discriminación, la
esclavitud, etc. son acciones moralmente incorrectas, porque atentan contra la
dignidad de las personas.
Fundamentación de la dignidad humana
Como es sabido, Kant distingue claramente entre "valor" y "dignidad". Concibe la
"dignidad" como un valor intrínseco de la persona moral, la cual no admite
equivalentes. La dignidad no debe ser confundida con ninguna cosa, con
ninguna mercancía, dado que no se trata de nada útil ni intercambiable o
provechoso. Lo que puede ser reemplazado y sustituido no posee dignidad,
sino precio. Cuando a una persona se le pone precio se la trata como a una
mercancía. "Persona es el sujeto cuyas acciones son imputables (...) Una cosa es
algo que no es susceptible de imputación" (Kant, I. 1989, 30). De ahí que la ética,
según Kant, llegue sólo hasta "los límites de los deberes recíprocos de los
hombres" (Kant, I. 1989, 371).
En cuanto ser dotado de razón y voluntad libre, el ser humano es un fin en sí
mismo, que, a su vez, puede proponerse fines. Es un ser capaz de hacerse
preguntas morales, de discernir entre lo justo y lo injusto, de distinguir entre
acciones morales e inmorales, y de obrar según principios morales, es decir, de
obrar de forma responsable. Los seres moralmente imputables son fines en sí
mismos, esto es, son seres autónomosy merecen un respeto incondicionado. El
valor de la persona no remite al mercado ni a apreciaciones meramente subjetivas
(de conveniencia, de utilidad, etcétera), sino que proviene de la dignidad que le es
inherente a los seres racionales libres y autónomos.
En consecuencia, la autonomía moral es el concepto central con que Kant
caracteriza al ser humano y constituye el fundamento de la dignidad humana:
"La autonomía, es, pues, el fundamento de la dignidad de la naturaleza humana y
de toda naturaleza racional" (Kant, I. 1996, 49). Esta caracterización moral marca
una diferencia entre los animales y los seres humanos, y, a la vez, deja abierto un
espacio para el respeto a otros seres que pudieran ser moralmente imputables.
Sujetos de la dignidad humana
La dignidad es una atribución propia de todo ser humano, no en tanto que
individuo de la especie humana, sino en tanto que miembro de la comunidad de
seres morales. La dignidad es una instancia moral que distingue al ser humano de
los animales "y lo ennoblece ante todas las demás criaturas. Nuestra obligación
con nosotros mismos es no negar la dignidad de la humanidad en nuestra propia
persona" (Kant, I.1964: a 119). En tal sentido, en la medida que niego o lesiono la
dignidad del otro afecto también a la humanidad en mi persona, esto es mi propia
dignidad moral como ser humano.
El respeto absoluto e incondicionado que debemos a los seres autónomos,
moralmente imputables, no puede ser afectado por instancias arbitrarias,
circunstancias contingentes o relaciones de poder. De ahí que la dignidad humana
pertenece a todo hombre, por el sólo hecho de pertenecer a la especie humana.
Ahora bien, el fundamento de la dignidad humana radica en la autonomía y la
capacidad moral de los seres humanos, no en su especificidad genética: esta es
sólo un criterio de demarcación entre seres moralmente imputables y seres no
imputables desde el punto de vista moral.
Consecuencias prácticas que se desprenden del concepto de dignidad
humana
El reconocimiento de todo ser personal, y particularmente de todos los seres
humanos como personas, tiene como consecuencia fundamental que cada uno
debe ser tratado siempre al mismo tiempo como fin y nunca sólo como medio. De
esta comprensión deriva Kant el imperativo categórico: "Obra del tal modo que
uses la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro,
siempre al mismo tiempo como un fin y nunca solamente como medio" (Kant,
I.1996, 44s.). Siempre que se objetiva al otro y se lo instrumentaliza -es decir, se lo
utiliza sólo y exclusivamente para los fines propios-, se lesiona su dignidad como
persona.
En síntesis, desde la perspectiva de la ética kantiana, puede sostenerse lo
siguiente: por un lado, la dignidad humana es una cuestión fundamentalmente
moral: radica en la autonomía. El fundamento de la dignidad humana no remite a
la constitución ontológica o a la especificidad genética (ésta posibilita sólo la
demarcación entre los seres que pertenecen y los que no pertenecen a la
comunidad moral), sino a la autonomía como capacidad moral y auto finalidad. En
consecuencia, todos los miembros de la especie humana poseen, por principio, la
misma dignidad.
Bibliografía.
Ética y diálogo: elementos del juicio moral en Kant y en la ética del discurso.
Universidad Autónoma Metropolitana. Editorial: Anthropos.
EL HOMBRE EN LA EDAD CONTEMPORANEA
En el siglo XIX aparecen varias orientaciones filosóficas que se pueden
resumir en tres grandes grupos:
1. MATERIALISMO: Considera al hombre como un ser material igual que todas
las cosas, sometido a las mismas leyes del mundo y de la naturaleza. Todas las
demás explicaciones del hombre (inteligencia, características, etc.) deben
explicarse desde lo material. Se opone a lo espiritual.
2. EVOLUCIONISMO (Charles Darwin, Inglaterra 1809-1882). Ve en el hombre
una evolución que todavía no ha logrado su objetivo. El evolucionismo sostiene
que el hombre es un producto del proceso por el cual la vida ha ido desarrollando
nuevas especies y variedades por eventos al azar mediante el fenómeno de la
selección natural y la supervivencia de los más aptos.
MATERIALISMO DIALECTICO (Carlos Marx, Alemania, 1818-1883; Federico
Engels, Inglaterra 1820-1895; Vladimir Lenin, Rusia 1860-1924): Admiten la
existencia de una realidad material, pero no de una materia estática, unívoca y
uniforme, determinada únicamente por la cantidad, sino de un principio material
que se desarrolla en forma superior de manifestación y de acción.
MATERIALISMO HISTÓRICO: Marx y Engels sostienen que los determinantes de
la historia son la situación económica concreta, la estructura de la economía, la
relación entre producción y consumo, los medios de producción y la fuerza de
trabajo. Las condiciones económicas determinan el orden social, político, jurídico,
religioso, etc. Para Marx no existe el hombre abstracto, sino el hombre concreto.
El hombre es un ser social, político, económico y cultural. Es producto de su
medio.
Son muchas las circunstancias que impiden que el hombre se constituya en un
hombre libre y autónomo. El hombre en la sociedad de consumo está alienado,
puesto que la actividad que debería permitirle un desarrollo integral –EL
TRABAJO- es una actividad alienadora. El hombre debería ser el valor supremo
para el hombre. Debería girar en torno a sí mismo. Tiene que trabajar para
conseguir una sociedad más justa, más equitativa, más humana. El hombre solo
puede encontrar la plenitud de su ser en la sociedad. Para Marx, el hombre es el
conjunto de sus relaciones sociales.
SIGMUND FREUD (ALEMANIA, 1856-1939). EL HOMBRE NO ES UNA
CRIATURA TIERNA Y NECESITADA DE AMOR QUE SOLO OSARÍA
DEFENDERSE SI SE LE ATACARA, POR EL CONTRARIO, ES UN SER ENTRE
CUYAS DISPOSICIONES INSTINTIVAS TAMBIÉN DEBE INCLUIRSE UNA
BUENA PORCIÓN DE AGRESIVIDAD. HABLÓ DEL CONSIENTE, DEL
INCONSCIENTE, DEL INSTINTO DE LA MUERTE, DEL EROS, DE UN SER
COMPLEJO, PROBLEMÁTICO Y ENIGMÁTICO.i
¿Qué son los valores morales?
Cuando hablamos de valores tenemos presente la utilidad, la bondad, la belleza,
la justicia, etc., así como los polos negativos correspondientes: inutilidad, maldad,
fealdad, injusticia, etcétera.
Nos referimos en primer lugar al valor que atribuimos a las cosas u objetos, ya
sean naturales o producidos por el hombre, y más tarde nos ocuparemos del valor
con respecto a la conducta humana y particularmente, a la conducta moral.
1.- Definición del Valor
Serie de rasgos esenciales que sintetizamos, a su vez, en una definición.
1)
No existen valores en sí, como entes ideales o irreales, sino objetos reales
(o bienes) que poseen valor.
2)
Puesto que los valores no constituyen un mundo de objetos que exista
independientemente del mundo de los objetos reales, sólo se dan en la realidad –
natural y humana- como propiedades valiosas de los objetos de esta realidad.
3)
Los valores requieren, por consiguiente – como condición necesaria-, la
existencia de ciertas propiedades reales – naturales o físicas- que constituyen el
soporte necesario de las propiedades que consideramos valiosas.
4)
Las propiedades reales que sustentan el valor, y sin las cuales no se daría
éste, sólo son valiosas potencialmente. Para actualizarse y convertirse en
propiedades valiosas efectivas, es indispensable que el objeto se encuentre en
relación con el hombre social, con sus intereses o necesidades. De este modo, lo
que solo vale potencialmente adquiere un valor efectivo.
Así, pues, el valor no lo poseen los objetos de por sí, sino que estos lo adquieren
gracias a su relación con el hombre como ser social. Pero los objetos, a su vez,
sólo pueden ser valiosos cuando están dotados efectivamente de ciertas
propiedades objetivas. (Velasquez, 1969)
2.- La Objetividad de los valores
Ni el objetivismo ni el subjetivismo logran explicar satisfactoriamente el modo de
ser de los valores. Estos no se reducen a las vivencias del sujeto que valoran ni
existen en sí. Como un mundo de objetos independientes cuyo valor se determina
exclusivamente por sus propiedades naturales objetivas. Los valores existen para
un sujeto, entendido éste no en un sentido puramente individual, sino como ser
social; exigen, asimismo, un sustrato material, sensible, separado del cual carece
de sentido.
Los valores, son, pues, creaciones humanas, y solo existen y se realizan en el
hombre y por el hombre.
¿QUE SON LOS VALORES ETICOS?
Se trata de la conducta correcta, en el sentido de que una acción relativamente
valiosa puede considerarse como éticamente “buena” (sentido adjetivo), y una
acción de baja, o por lo menos de valor relativamente bajo puede ser considerado
como “malo”.
Estudio
El valor ético puede considerarse como un estudio bajo la ética, que a su vez,
puede ser agrupado como filosofía. La ética puede ser considerada como un
subcampo de la filosofía, valor ético puede considerarse como un subgrupo del
valor filosófico más amplio.
Los valores éticos (o, si queremos, los valores morales) es el imperativo de
acción que comportan, es decir, son unos valores que se nos imponen como
pautas de nuestra acción. Los valores éticos, pueden no coincidir con nuestros
deseos, pero sentimos que debemos intentar realizarlos si no queremos perder
categoría como personas que somos. Nadie está obligado a ser una persona
bella, ágil o simpática, pero toda persona está moralmente obligada a ser justa.
Los valores éticos, a diferencia de los que no lo son, dependen de la libertad
humana: una persona puede no ser justa, negando la exigencia universal de
justicia. Y porque dependen de la libertad, los valores éticos sólo pueden
atribuirse a las personas, no a las cosas: un paisaje puede ser bello pero no
justo, unas deportivas pueden ser cómodos pero no buenas en sentido moral
La dignidad humana
TEMA 8: ETICA BASADA EN LA DIGNIDAD.
A la vez que forma parte del mundo, el hombre lo trasciende y muestra una
singular capacidad por su inteligencia y por su libertad de dominarlo. Y se siente
impulsado a la acción con esta finalidad. Podemos aceptar por tanto que el valor
del ser humano es de un orden superior con respecto al de los demás seres del
cosmos. Y a ese valor lo denominamos "dignidad humana".
La dignidad propia del hombre es un valor singular que fácilmente puede
reconocerse. Lo podemos descubrir en nosotros o podemos verlo en los demás.
Pero ni podemos otorgarlo ni está en nuestra mano retirarselo a alguien. Es algo
que nos viene dado. Es anterior a nuestra voluntad y reclama de nosotros una
actitud proporcionada, adecuada: reconocerlo y aceptarlo como un valor supremo
(actitud de respeto) o bien ignorarlo o rechazarlo.
Este valor singular que es la dignidad humana se nos presenta como una llamada
al respeto incondicionado y absoluto. Un respeto que, como se ha dicho, debe
extenderse a todos los que lo poseen: a todos los seres humanos. Por eso mismo,
aún en el caso de que toda la sociedad decidiera por consenso dejar de respetar
la dignidad humana, ésta seguiría siendo una realidad presente en cada
ciudadano. Aún cuando algunos fueran relegados a un trato indigno, perseguidos,
encerrados en campos de concentración o eliminados, este desprecio no
cambiaria en nada su valor inconmensurable en tanto que seres humanos.
Basándonos en el libro “Educación centrada en valores y dignidad humana” de
María Teresa Yuren Camarena la dignidad humana se define como: un término
frecuentemente empleado en el discurso cotidiano que, no obstante la dificultad de
su tratamiento teórico, ha sido trabaja- do desde distintas posiciones. La que aquí
se asume es una posición que no recurre al esencialismo y cuyo punto de partida
es la historicidad de la vida humana.
Desde esta perspectiva, el concepto de «dignidad humana» representa al conjunto de reivindicaciones no excluyentes de hombres y mujeres a lo largo de la
historia. Estas reivindicaciones se resumen en lo que Agnes Heller denomina
«necesidades radicales». Estas deben su nombre -dice la autora- a que en su
génesis está la génesis de lo específicamente humano''; dicho, de otro modo,
estas necesidades constituyen la raíz de lo humano.
En la interpretación helleriana, las necesidades radicales son siempre
necesidades sociales porque, aunque se manifiestan como deseos, aspiraciones e
intenciones de los particulares, aquello que las satisface es siempre un producto
social que implica la cultura y la moral^. Se trata de necesidades que sólo pueden
ser cualitativamente satisfechas y que son fuente de heterogeneidad porque se
expresan de múltiples maneras. A diferencia de éstas, las necesidades que Heller
llama «manipuladas», se satisfacen con objetos cuantificables que se adquieren
con dinero; la prevalencia de estas necesidades cancela la heterogeneidad en la
medida en que se traducen en una sola: la necesidad de tener.
Las necesidades radicales, que según Heller constituyen la riqueza social, son: la
libertad, la conciencia, la socialidad, la objetivación y la universalidad? Habrá que
darle la razón a esta autora si, al revisar la historia y examinar la propia vida y la
de los otros, se cae en la cuenta de que los seres humanos: a) luchamos
denodadamente y de diferentes maneras por la realización de la libertad; b)
buscamos saber, conocer, explicar, comprender la realidad; c) procuramos convivir
e inter- actuar con otros de diversas maneras y entendernos con ellos para
satisfacer las necesidades colectivas; d) nos realizamos como sujetos en la
medida en que, mediante nuestra actividad creativa, contribuimos a la generación
de la cultura, es decir, a la producción de objetos, servicios, instituciones, ciencia,
arte, filosofía, tecnología, costumbres, moral, derecho, etc., y e) construimos
nuestra identidad reconociéndonos como parte de una comunidad y del género
humano.
Si las necesidades radicales se manifiestan en todo ser humano, entonces se trata
de necesidades genéricas aunque éstas adquieran formas diferentes dependiendo
de la situación concreta de los particulares, de su espacio y tiempo, es decir, de su
historia y de la forma en la que en la situación concreta ha de ser satisfecha la
necesidad.
Recapitulando: la dignidad humana es un concepto que dice referencia a lo
radical, al género humano, a la riqueza social, en suma, a la necesidad de cada
uno de ser sujeto consciente, libre, social, creador de cultura que busca ser
reconocido como tal y, por ende, como miembro del género humano.
¿Que son los derechos humanos?
Según Luis Díaz Muller los derechos humanos son entendidos como aquellos
principios inherentes a la dignidad humana que necesita el hombre para alcanzar
sus fines como persona y para dar lo mejor de sí a la sociedad, son aquellos
reconocimientos mínimos sin los cuales la existencia del individuo o la colectividad
carecerían de significado y de fin en sí mismas. Consisten en la satisfacción de las
necesidades morales y materiales de la persona humana.
Bibliografía. DIAZ MULLER, Luis. Manual de Derechos Humanos. Comisión
Nacional de los Derechos Humanos, Mexico,1992, p.53.
Según José Castán Tobeñas los define como aquellos derechos fundamentales de
la persona humana considerada tanto en su aspecto individual como comunitaria
que corresponden a este por su razón de su propia naturaleza y esencia, y que
deben ser reconocidos y respetados por todo poder y autoridad y toda norma
jurídica positiva, cediendo no obstante en su ejercicio, antes de las exigencias del
bien común.
Bibliografía. CASTAN TOBEÑAS, José. Los derechos del hombre. 4° Edición,
Editorial Reus, Madrid, España, 2000, p.35.
ONU:
Los derechos humanos son derechos inherentes a todos los seres humanos, sin
distinción alguna de nacionalidad, lugar de residencia, sexo, origen nacional o
étnico, color, religión, lengua, o cualquier otra condición.
Los derechos humanos incluyen el derecho a la vida y a la libertad, la libertad de
opinión y de expresión, el derecho al trabajo y la educación y muchos más, así
como prohíben la esclavitud y la tortura. Todos tenemos los mismos derechos
humanos, sin discriminación alguna.
CNDH:
Conjunto de prerrogativas inherentes a la naturaleza de la persona, cuya
realización efectiva resulta indispensable para el desarrollo integral del individuo
que vive en una sociedad jurídicamente organizada. Estos derechos, establecidos
en la Constitución y en las leyes, deben ser reconocidos y garantizados por el
Estado.
Todos estamos obligados a respetar los Derechos Humanos de las demás
personas. Sin embargo, según el mandato constitucional, quienes tienen mayor
responsabilidad en este sentido son las autoridades gubernamentales, es decir,
los hombres y mujeres que ejercen la función de servidores públicos.
3.- Valores Morales y no Morales
Hasta ahora nos hemos ocupado, sobre todo, de los valores que se encarnan en
las cosas reales y exigen propiamente un sustrato material, sensible. Los objetos
valiosos pueden ser naturales, es decir, como los que existen en su estado
originario al margen o independientemente del trabajo humano (el aire, el agua o
una planta silvestre), o artificiales, producidos o creados por el hombre (como las
cosas útiles o las obras de arte). Pero de estos dos tipos de objetos no cabe decir
que sean buenos desde un punto de vista moral; los valores que encarnan o
realizan son, en distintos casos, los de la utilidad o la belleza. A veces suele
hablarse de la <<bondad>> de dichos objetos y, con este motivo, se emplean
expresiones como las siguientes: <<éste es un buen reloj>>, <<el agua que
estamos bebiendo ahora es buena>>, <<X ha escrito un buen poema>>, etc. Pero
el uso de <<bueno>> en semejantes expresiones no tiene ningún significado
moral. Un <<buen>>reloj es un reloj que realiza positivamente el valor
correspondiente: el de la utilidad; o sea, cumple satisfactoriamente la necesidad
humana concreta a la que sirve. Un <<buen>> reloj es un objeto <<útil>>. Y algo
análogo podemos decir del agua al calificarla de <<buena>>; con ello queremos
que satisfaga positivamente, desde el punto de vista de nuestra salud, la
necesidad orgánica que ha de satisfacer. Y un <<buen>> poema es aquel que, por
su estructura, por su lenguaje, cumple satisfactoriamente como objeto estético u
obra de arte, la necesidad estética humana a la que sirve.
En todos estos casos, el vocablo <<bueno>> subraya el hecho de que el objeto en
cuestión ha realizado positivamente el valor que estaba llamado a encarnar,
sirviendo educadamente al fin o la necesidad humana correspondiente. En todos
estos casos también la palabra <<bueno>> también tiene un significado axiológico
positivo – con respecto al valor <<utilidad>> o el valor <<belleza>>- pero carece
de significado moral alguno.
La relación entre el objeto y la necesidad humana correspondiente es una relación
intrínseca, propia, en la que primero adquiere su estatuto como objeto valioso,
integrándose de acuerdo con ella, como un objeto humano especifico. Esta
relación intrínseca con determinada necesidad humana, y no con otra, es la que
determina la acción axiológica del bien correspondiente, así como el tipo de valor
que ha de ser atribuido al objeto o acto humano en cuestión. Por ello, el uso del
término <<bueno>> no puede llevarnos a confundir lo <<bueno>> en sentido
general, referente a cualquier valor (<<buen>> libro, <<buena>> escultura,
<<buen>> código, <<buen>> reloj, etc.) y lo <<bueno>> en sentido estricto con un
significado moral. Podemos hablar de la <<bondad>> de un cuchillo en cuanto
satisface positivamente la función de cortar para la que fue producido. Pero el
cuchillo - y la función correspondiente – puede estar al servicio de diferentes
fines; puede ser utilizado por ejemplo, para realizar un acto malo desde el ángulo
moral, como es el asesinato de una persona. Desde el punto de vista de su
utilidad o funcionalidad, el cuchillo no dejará de ser <<bueno>>, por haber servido
para realizar un acto reprobable. Por el contrario, sigue siendo <<bueno>>, y
tanto más cuanto más efectivamente haya servido al asesino, pero esa
<<bondad>> instrumental o funcional queda a salvo de toda calificación moral,
pese haber servido de medio o instrumento para realizaron acto realmente malo.
La calificación moral recae aquí sobre el acto de asesinar, al servicio del cual ha
estado el cuchillo. No es el cuchillo – éticamente neutral, como lo son en general
los instrumentos, las máquinas, o la técnica en general – lo que puede ser
calificado desde el punto de vista moral, sino su uso; es decir, los actos humanos
de utilización al servicio de determinados fines, intereses o necesidades.
Así, pues, los objetos útiles, aunque se trate de objetos producidos por el hombre,
no encarnan valores morales, aunque puedan hallarse en una relación
instrumental con dichos valores (como hemos visto en el ejemplo anterior del
cuchillo). Por ello, dichos objetos deben ser excluidos del reino de los objetos
valiosos que pueden ser calificados moralmente. Cuando el término <<bondad>>
se aplica a ellos (<<buen>> cuchillo) debe entenderse como el significado
axiológico correspondiente, no propiamente moral.
Los valores morales únicamente se dan en actos o productos humanos. Sólo lo
que tiene una significación humana puede ser valorado moralmente, pero, a su
vez, sólo los actos o productos que los hombres pueden reconocer como suyos,
es decir, los realizados consiente y libremente, y con un respecto a los cuales se
les puede atribuir una responsabilidad moral. En este sentido, podemos calificar
moralmente la conducta de los individuos o de grupos sociales, las intenciones de
sus actos, y sus resultados y consecuencia, las actividades de las instituciones
sociales, etc. Ahora bien, un mismo producto humano puede soportar varios
valores, aunque uno de ellos sea el determinante. Así, por ejemplo, una obra de
arte puede tener no sólo un valor estético, sino también político o moral. Es
perfectamente legítimo abstraer un valor de esta constelación de valores, pero a
condición de no reducir un valor a otro.
Puedo juzgar una obra de arte por su valor religioso o político, pero siempre que
no se pretenda con ello deducir de esos valores su valor propiamente estético.
Quien condena una obra de arte desde el punto de vista moral no dice nada que
afecte a su valor estético; simplemente está afirmando que en dicha obra no se
realiza el valor moral que él considera que debería realizarse en ella. Un mismo
acto o producto humano puede ser valorado, por tanto, desde diversos ángulos en
cuanto que en él se encarnan o realizan distintos valores. Pero, aunque los
valores se conjuguen en un mismo objeto, no deben ser confundidos. Esto se
aplica de un modo especial a los valores morales y no morales. Al establecer la
distinción entre los primeros y los segundos, hay que tener presente que los
valores morales sólo se encarnan en actos o productos humanos, y, dentro de
éstos, en aquellos que realizan libremente, es decir, consciente y voluntariamente.
4.- Mapa
Definición
del Valor
¿Qué son
los
Valores
Morales?
Características
Objetividad
de los
Valores
Tipos de
valores
Morales
No morales
Bibliografía
Velasquez, A. S. (1969). Ética. Barcelona: Critica.
LA ÉTICA CÍVICA DE ADELA CORTINA
Valores mínimos de la ética cívica (tomado de su libro Ética, Editorial Santillana,
Madrid, 2000).
Que una sociedad sea pluralista, no significa que no tengan nada en común. Una
sociedad es moralmente pluralista cuando en ella conviven personas que tienen
diferentes concepciones morales de lo que es la vida buena, diferentes proyectos
de felicidad, es decir, diferentes máximos de felicidad; pero precisamente logran
convivir pacíficamente porque al mismo tiempo tienen unos mínimos de justicia,
que todos comparten y que todos respetan. Esos mínimos componen lo que se
llama una ética cívica:
8. La libertad, entendida como autonomía moral (cada persona es libre de
querer unas cosas y no otras, siempre que no dañe a los demás) y como
autonomía política (cada ciudadano puede participar activamente en la vida
política de su comunidad).
9. La igualdad, entendida como igualdad de oportunidades para alcanzar unos
mínimos materiales y unas mínimas condiciones sociales y culturales para
desarrollar una vida digna.
10. La solidaridad, entendida como una acción para apoyar al débil para que
alcance la mayor autonomía y desarrollo posibles. En un mundo con tantas
desigualdades, difícilmente se puede lograr la libertad y la igualdad sin unas
acciones solidarias.
11. La tolerancia, o mejor dicho, el respeto activo: la sola tolerancia puede
llevar a la indiferencia, por tanto, es mejor hablar de respeto activo (no solo
permito que el otro, el diferente a mí, pueda convivir conmigo, sino que
además procuro entenderlo, preocuparme por él, apoyarlo, e incluso
aprender de él).
12. El diálogo, como la mejor manera de resolver los problemas que supone la
convivencia plural. La violencia trae resentimiento, odio y deseos de
venganza, mientras que el diálogo permite buscar una solución pacífica que
satisfaga a las partes y crear unas normas básicas de convivencia.
ETICA MÍNIMA
INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA PRÁCTICA
La ética de mínimos habla del conocimiento de nuestros derechos y deberes como
un mínimo para vivir como seres humanos. De la misma forma es denominada
ética civil, proponiendo mínimos de moral y justicia, requeridos para vivir en una
sociedad pluralista.
"La ética mínima se requiere un mínimo de legalidad y orden que una sociedad
necesita para los principios de convivencia"
Que la moral democrática es una ética de mínimos y la ética es filosofía moral.
En las sociedades que constitucionalmente tienen la estructura de democracias
liberales, como es el caso obviamente de los países de América Latina y el Caribe,
existe una doble forma de pluralismo, más o menos encarnado en la vida social:
un pluralismo político y un pluralismo moral.
El pluralismo político consiste en la convivencia de distintas ideologías políticas
que comparten una misma base constitucional. El pluralismo moral, por su parte,
consiste en la convivencia de lo que desde Ética mínima me he permitido llamar
distintas "éticas de máximos", y de alguna manera John Rawls entendería como
"distintas doctrinas comprehensivas del bien". Las distintas éticas de máximos
consisten en distintas propuestas de vida buena, de vida feliz, que comparten unos
valores y orientaciones comunes a los que podemos denominar "los mínimos
éticos", o bien una ética mínima.
Este tipo de ética es el que une a las personas en tanto que ciudadanas,
aceptando la distinción que viene haciéndose desde la Modernidad entre "la
persona" y "el ciudadano". Las personas tienden a una vida feliz y plena, pero,
como ciudadanas, aspiran a desarrollar una convivencia justa. La ética de los
ciudadanos, la ética cívica, contiene aquellos valores y principios de justicia que
comparten las distintas éticas de máximos de una sociedad pluralista, mínimos por
debajo de los cuales no se puede caer sin caer en inhumanidad.
Los contenidos de esa ética cívica serían los valores de libertad, igualdad,
solidaridad, respeto activo y recurso al diálogo como camino para resolver los
conflictos frente a la violencia; se referirían al respeto a los derechos humanos de
las tres primeras generaciones, y a la idea de que los ciudadanos deben
considerarse como ciudadanos sociales, en el sentido que dio a este término
Thomas S. Marshall. A mi juicio, sin embargo, en un mundo global el mínimo de
justicia que exige una ética cívica consiste en conseguir la "ciudadanía social
cosmopolita", es decir, que todos los seres humanos vean protegidos y respetados
sus derechos de primera y segunda generación. Y como las cuestiones de justicia
son cuestiones de exigencia, éste es un mínimo exigible para no caer en
inhumanidad. ¿A quién es exigible? Habitualmente se ha entendido que los
deberes de justicia deben ser asumidos por el poder político, en el nivel nacional,
transnacional e internacional. Sin embargo, desde los años setenta del siglo XX un
buen número de voces recuerda que las tareas de justicia no son sólo obligación
del poder político, sino también de los otros dos sectores que componen una
sociedad: el Sector Económico y el Sector Social.
De facto la convivencia de distintas morales que pretenden universalidad ha sido,
y es, posible sobre la base de una ética cívica, que se compone de unos mínimos
compartidos entre las distintas ofertas de «máximos», entre las distintas
propuestas de felicidad. A la felicidad se invita, mientras que los mínimos de
justicia de la ética cívica se exigen. Nadie puede exigir a otro que viva según un
modelo de felicidad: puede invitarle a seguirlo. Pero una sociedad sí puede exigir a
los ciudadanos que vivan según unas orientaciones de justicia. Por eso es posible
de facto el pluralismo moral: porque ya hay unos mínimos de justicia (libertad,
igualdad, diálogo, respeto) compartidos por las morales de máximos. Y esta moral
cívica orienta la legalidad, que no sólo se exige, sino que se impone, si es
necesario, mediante sanción. Sin embargo, si los mínimos fueran acordados en
pactos fácticos, en condiciones de deformación, desigualdad y coacción, no
pasarían de constituir un provisional equilibrio de intereses que no pueden
legitimar la moral. Por eso, de iure el pluralismo es posible, como muestra la ética
discursiva, porque las reglas de una situación ideal de habla funcionan como
criterio para la crítica y como idea regulativa de los acuerdos fácticos
El criterio de lo bueno, es una sociedad plural —decíamos en Ética mínima, allá
por su primera aparición—, tiene al menos dos lados. Uno de ellos es el de esos
valores éticos que una sociedad pluralista puede exigir en justicia, otro es el de las
propuestas de felicidad y sentido a las que invitan las diversas éticas de máximos.
Los «mínimos éticos» —recordemos— no son «minimalistas», no consisten en
una especie de moral de rebajas para cuestas de enero. Más bien nacen de la
conciencia de que socialmente sólo podemos exigirnos mutuamente esos mínimos
de justicia, a los que al menos verbalmente ya hemos dado nuestro asentimiento y
que tienen su fundamento en una razón sentiente. Los máximos no pueden
exigirse, pero son el suelo nutricio de los mínimos, a ellos puede invitarse y deben
hacer tal invitación quienes realmente crean que son una respuesta al afán de
felicidad.
Una moral cívica que limite sus esfuerzos a la legitimación de normas, degenera al
cabo en un mecanismo de legitimación jurídica. Pero, frente a lo que piensen los
actuales representantes de las éticas democráticas del diálogo, no es lo mismo
moral que derecho. A la moral le preocupan también los máximos, no sólo los
mínimos normativos; le preocupan también los valores en los que merece la pena
empeñar la vida.
De facto la convivencia de distintas morales que pretenden universalidad ha sido,
y es, posible sobre la base de una ética cívica, que se compone de unos mínimos
compartidos entre las distintas ofertas de «máximos», entre las distintas
propuestas de felicidad. A la felicidad se invita, mientras que los mínimos de
justicia de la ética cívica se exigen.
Pero una sociedad sí puede exigir a los ciudadanos que vivan según unas
orientaciones de justicia. Por eso es posible de facto el pluralismo moral: porque
ya hay unos mínimos de justicia (libertad, igualdad, diálogo, respeto) compartidos
por las morales de máximos. Y esta moral cívica orienta la legalidad, que no sólo
se exige, sino que se impone, si es necesario, mediante sanción.
Diseñar ofertas de filosofía moral, política y de la religión que permitan conciliar las
insobornables exigencias de universalismo ético con la rica pluralidad de las éticas
de máximos; cómo es posible pensar y vivir adecuadamente exigencias
universales de justicia e invitaciones a la felicidad, proyectos de sentido para la
vida y la muerte, enraizados en culturas, tradiciones e historias diversas.
EL TRIUNFO DEL CAMELLO: ETICA DE MÍNIMOS
El artículo de Marcuse del que venimos tratando («Crítica del hedonismo») fue
publicado en1938. Han pasado casi 50 años. ¿Cuál es ahora el status
quaestionis? ¿Se ha producido la transformación política y económica esperada,
que debería transformar a su vez las necesidades humanas? ¿Es superflua la
moral del deber porque los hombres disfrutamos de nuestras relaciones mutuas,
sin someterlas al juego mercantil del cálculo y la estrategia, sino al juego
placentero, desinteresado?
La respuesta a tales preguntas no puede ser sino negativa: ni la revolución
esperada ha venido ni parece estar por venir. Porque ciertamente hay recursos
técnicos suficientes como para que todos pudiéramos gozar de las excelencias
humanas, pero los recursos técnicos no bastan.
Porque caminamos —y en ello llevaba razón Marcuse— hacia una sociedad que
no hace del trabajo su centro, pero estamos convirtiéndola en una sociedad de
parados, que no de ociosos. La felicidad continúa, pues, en manos de la lotería, de
la anarquía.
El juicio «el hombre virtuoso es feliz» es sintético a posteriori porque la conexión
de ambos términos está a merced de la más pura casualidad. En el sistema en
que nos ha tocado vivir si un hombre virtuoso es feliz ya puede decirse que ha
tenido suerte, porque desde luego las condiciones no están puestas.
Pero, ¿qué significan ya «virtud» y «felicidad», tras esta intrincada historia?
Dejando el tema por imposible en una sociedad totalmente desfigurada en sus
deseos y aspiraciones, las éticas de nuestro momento suelen limitarse, o bien a
calcular juicios de bienestar social que sean aceptables por todos (lo cual no
cambia gran cosa el sistema), o bien a ocuparse en justificar normas. Las éticas
deontológicas, contra lo que cabía esperar a principios y mediados del siglo, están
de nuevo en auge y renuncian a hablar de la felicidad.
Tanto Apel como Habermas han ofrecido algunas de las razones de semejante
reducción, que podrían resumirse en las siguientes:
1) una ética crítico-universalista no puede ni quiere prejuzgar dogmáticamente la
felicidad de los individuos, sino dejar la decisión en sus manos; 2) una ética críticouniversalista tampoco se conforma con el relativismo al aceptar la pluralidad de
formas de vida nacidas de los diferentes ideales de felicidad, porque admite y
potencia las diversas ofertas de «vida buena», pero no acepta diversos principios
de la justicia; en caso de conflicto entre distintas formas de vida, han de someterse
a las restricciones impuestas por principios universales, legitimadores de normas;
3) no son únicamente los filósofos quienes se plantean la pregunta por la vida
feliz, sino también los psicoterapeutas, los teólogos, los literatos, los creadores de
utopías imaginarias. Los modelos de felicidad no pueden, pues, universalizarse ni
exigirse y, por ello, trascienden el dominio de la ética.
Pero yo añadiría a estas razones otras que considero no menos convincentes a la
hora de comprender, e incluso justificar, el deontologismq reinante, y voy a
someterlas dialógicamente al juicio del lector para dar fin a este trabajo.
A nadie se oculta que resulta más atractivo el homo ludens que el homo faber, el
niño que juega que el camello cargado de fardos. A nadie: ni siquiera a los
partidarios de una ética deontológica. Pero es tiempo de construir, no sólo de
preferencia estética, y para construir en una sociedad ideologizada, desde una
perspectiva felicitante, es menester enfrentarse a algunas cuestiones ineludibles:
¿qué podría significar el término «excelencias» en una sociedad inmisericorde y
competitiva?, ¿cuáles serían las virtudes envidiadas por una sociedad consumista,
estratégica y corporatista?, ¿cuál sería el ideal de felicidad, el ideal de una
imaginación bombardeada por todo género de propaganda? Y, junto a todas estas
preguntas de «ética-ficción», se abre el gran interrogante: si un hombre animado
por semejante ideal de felicidad, conformado por semejantes virtudes, respetaría
el elemental principio de igualdad y solidaridad, que constituye la más preciada de
las conquistas morales.
Por eso algunos éticos nos hemos refugiado humildemente en una ética de
mínimos, y nos limitamos a decir a nuestros oyentes y lectores: al decidir las
normas que en su sociedad van a regular la convivencia, tenga en cuenta los
intereses de todos los afectados en pie de igualdad, y no se conforme con los
pactos fácticos, que están previamente manipulados, y en los que no gozan todos
del mismo nivel material y cultural ni de la misma información; porque —por decirlo
con John Rawls— usted está convencido de la igualdad humana cuando habla en
serio sobre la justicia; o cuando ejecuta actos de habla con sentido, por decirlo con
la ética discursiva; haga, pues, del respeto a la igualdad una forma de discurso
normativo y de vida. La felicidad... A la felicidad todos los hombres aspiran, pero
no la entienden de igual modo ni el vulgo ni los sabios, ni los jóvenes ni los
adultos, ni las distintas sociedades entre sí. Tal vez porque sea un concepto vacío.
Tal vez porque no sea la filosofía quien haya de ocuparse
Bibliografía:
© Adela Cortina, 1986
© EDITORIAL TECNOS, S.A., 2000
Juan Ignacio Luca de Tena, 15 - 28027 Madrid
ISBN: 84-309-3471-5
Depósito legal: M. 573-2000
RESPONSABILIDAD SOCIAL EMPRESARIAL (RSE)
Hasta hace relativamente poco tiempo, se asumía que la responsabilidad de las
empresas era únicamente generar utilidades. Actualmente, esta concepción no es
suficiente ni aceptable. Además de generar utilidades para sus accionistas, la
empresa debe tomar en cuenta que sus actividades afectan, positiva o
negativamente, la calidad de vida de sus empleados y de las comunidades en las
que realiza sus operaciones.
Como consecuencia, un número creciente de empresas perciben que la
responsabilidad social es un tema que no está restringido solamente a las
acciones sociales o ambientales desarrolladas por la organización en la
comunidad, sino que implica también el diálogo y la interacción con los diversos
públicos relacionados con la empresa. Para que ésta actúe con responsabilidad
social, desde una perspectiva sistémica y amplia, es necesario que ese concepto
sea incorporado a sus procesos de gestión y, por lo tanto, que pase a formar parte
integral de sus estrategias de negocio y de su sistema de planeación interna.
¿Qué es la Responsabilidad Social Empresarial?
Aunque la Responsabilidad Social Empresarial (RSE) es inherente a la empresa,
recientemente se ha convertido en una nueva forma de gestión y de hacer
negocios, en la cual la empresa se ocupa de que sus operaciones sean
sustentables en lo económico, lo social y lo ambiental, reconociendo los intereses
de los distintos grupos con los que se relaciona y buscando la preservación del
medio ambiente y la sustentabilidad de las generaciones futuras. Es una visión de
negocios que integra el respeto por las personas, los valores éticos, la comunidad
y el medioambiente con la gestión misma de la empresa, independientemente de
los productos o servicios que ésta ofrece, del sector al que pertenece, de su
tamaño o nacionalidad.
A nivel mundial coexisten aún diversas definiciones que dan una idea bastante
amplia del concepto de Responsabilidad Social Empresarial, pero no indican cómo
una organización o una empresa puede ponerla en práctica.
En México, uno de los principales avances en el tema es haber logrado el
consenso de los principales organismos empresariales y de responsabilidad social
sobre un concepto y un marco ideológico común, lo que, sin duda, facilita su
difusión y comprensión. Es así como todos los organismos de AliaRSE4
coincidimos en entender como:
Responsabilidad Social Empresarial, es el compromiso consciente y congruente
de cumplir integralmente con la finalidad de la empresa, tanto en lo interno como
en lo externo, considerando las expectativas económicas, sociales y ambientales
de todos sus participantes, demostrando respeto por la gente, los valores éticos, la
comunidad y el medio ambiente, contribuyendo así a la construcción del bien
común.
4
La Alianza por la Responsabilidad Social Empresarial en México (AliaRSE), primera en su tipo,
agrupa a 19 organizaciones con importantes antecedentes de trabajo en la promoción del tema en nuestro
país. En sus propias palabras, la Alianza pretende "lograr que la empresa sea y se perciba como creadora de
valor y generadora de un bienestar que promueve el bien común, por medio del ejercicio de su
responsabilidad social, apalancando, coordinando y facilitando la sinergia de los esfuerzos de nuestras
organizaciones en beneficio del país y en particular de nuestros miembros". Sus principios han sido
reconocidos y adoptados como propios por otras organizaciones regionales con las que el Centro Mexicano
para la Filantropía (Cemefi) ha establecido convenios para replicar su Programa de Responsabilidad Social de
forma local.
De esta forma se da por entendido que la responsabilidad empresarial no es algo
ajeno o añadido a la función original de la empresa. Por el contrario, implica
cumplir con ella con la conciencia de que esto impactará de forma positiva o
negativa, directa o indirectamente, interna o externamente, a grupos y
comunidades vinculadas con su operación. Es la capacidad de responder a estos
desafíos buscando maximizar los impactos positivos y minimizar los negativos,
haciendo mejores negocios al atender estas expectativas.
En el mismo sentido, para Forum Empresa la Responsabilidad Social Empresarial
es una nueva forma de hacer negocios en la que la empresa gestiona sus
operaciones de forma sustentable en lo económico, lo social y lo ambiental,
reconociendo los intereses de los distintos públicos con los que se relación a (los
accionistas, los empleados, la comunidad, los proveedores, los clientes, etc.) y
buscando la preservación del medio ambiente y la sustentabilidad de las
generaciones futuras.
Ambas definiciones tienen elementos en común que describen, en esencia, lo que
debe considerarse al determinar la responsabilidad social de una empresa y sus
alcances.
La Responsabilidad Social Empresarial debe sustentarse en los valores
expresados por la empresa y debe ser plasmada en un conjunto integral de
políticas, prácticas y programas a lo largo de las operaciones empresariales para
institucionalizarla. De lo contrario, se caería en el riesgo de implementar prácticas
que, si bien son socialmente responsables, al no responder a un mandato y cultura
institucionales, están en peligro de suspenderse ante cualquier eventualidad,
coyuntura, crisis presupuestal o cambio en la dirección de la empresa.
En conclusión, la Responsabilidad Social Empresarial lleva a la actuación
consciente y comprometida de mejora continua, medida y consistente que permite
a la empresa generar valor agregado para todos sus públicos, y con ello ser
sustentablemente competitiva.
De acuerdo al CEMEFI y su programa de Empresa Socialmente Responsable
(ESR) las empresas pueden adoptar el siguiente Decálogo.
Las empresas pueden adecuar, adoptar y publicar el Decálogo de la Empresa
Socialmente Responsable.
La Empresa Socialmente Responsable...
13. Promueve e impulsa una cultura de competitividad responsable que busca
las metas y el éxito del negocio, contribuyendo al mismo tiempo al bienestar
de la sociedad.
14. Hace públicos sus valores, combate interna y externamente prácticas de
corrupción y se desempeña con base en un código de ética.
15. Vive esquemas de liderazgo participativo, solidaridad, servicio y de respeto
a los derechos humanos y a la dignidad humana.
16. Promueve condiciones laborales favorables para la calidad de vida, el
desarrollo humano y profesional de toda su comunidad (empleados,
familiares, accionistas y proveedores).
17. Respeta el entorno ecológico en todos y cada uno de los procesos de
operación y comercialización, además de contribuir a la preservación del
medio ambiente.
18. Identifica las necesidades sociales del entorno en que opera y colabora en
su solución, impulsando el desarrollo y mejoramiento de la calidad de vida.
19. Identifica y apoya causas sociales como parte de su estrategia de acción
empresarial.
20. Invierte tiempo, talento y recursos en el desarrollo de las comunidades en
las que opera.
21. Participa, mediante alianzas intersectoriales con otras empresas,
organizaciones de la sociedad civil, cámaras, agrupaciones y/o gobierno, en
la discusión, propuestas y atención de temas sociales de interés público.
22. Toma en cuenta e involucra a su personal, accionistas y proveedores en sus
programas de inversión y desarrollo social.
Jürgen Habermas
Habermas presenta su teoría de la acción comunicativa como una ciencia
reconstructiva (empírica, sujeta a reglas de confirmación y falsificación que estudia
una realidad social estructurada simbólicamente y cuya reconstrucción intenta
hacer explícitas competencias de especie universal), en el sentido de que intenta
aislar, identificar y aclarar las condiciones que se requieren para la comunicación
humana, esto es, trata de identificar y reconstruir las condiciones universales del
entendimiento posible (Bernstein, 1997)
Esta es denominada “pragmática universal” para distinguirla de otras ciencias
reconstructivas que hacen referencia a un ámbito mucho más restringido como es
el caso de las teorías de Kohlberg y Piaget (Habermas,1999:299)
Ética empresarial: un aporte teórico para su discusión, Labarca, Nelson,
Revista de Ciencias Sociales (RCS) Vol. XVI, No. 4, Octubre - Diciembre 2010,
pp. 654 – 664 FACES - LUZ · ISSN 1315-9518
Responsabilidad social como estrategia empresarial
La primera y fundamental función social de la empresa consiste en existir y
progresar. Sólo una empresa que progresa puede asumir y cumplir las otras
responsabilidades sociales que normalmente se atribuyen a la empresa, como por
ejemplo:
• Creación de empleos y de remuneraciones;
• Asignación eficiente de recursos en la producción de bienes y servicios;
• Satisfacción de algunas de las necesidades y deseos de la comunidad;
Para existir y poder así asumir responsabilidades sociales como esas, la empresa
debe ser eficiente, competitiva, productiva y rentable. Una empresa que no es
rentable, deja de existir y no puede ayudar a nadie. Pero esta premisa nos lleva
también al tema de la necesaria vigencia de valores éticos en la gestión
empresarial. Es indudable que un importante conjunto de valores éticos
individuales está en el origen del progreso económico y del desarrollo social del
mundo. Esas virtudes morales individuales han sido válidas y deben ser siempre
válidas para la actuación de las empresas compitiendo en el mercado.
Planificar estrategias de mercado, políticas, inversiones, crecimiento y
rendimientos de una empresa será un ejercicio aún más útil si, además, en esa
planificación estratégica corporativa se le confiere también importancia explícita al
logro de objetivos relacionados con el cumplimiento de la función social general de
la empresa. Así, se puede complementar cabalmente la función social primordial
de la empresa de existir, de ser eficiente, exitosa y rentable. Además, la empresa
debe actuar siempre respetando un valioso conjunto de valores éticos
empresariales que rigen sus relaciones con los entes gubernamentales, con los
proveedores, con los empleados y, sobre todo, con los clientes y usuarios de sus
servicios.
Por otra parte, el código de valores éticos y la actitud de solidaridad y
comportamiento ciudadano de una empresa deben ser compartidos y defendidos
por todos y cada uno de sus empleados.
Enrique Garcia V. Haydee Cisneros de salas, R. G. (2004). La empresa y su
responsabilidad social . Caracas: CEDICE.
¿Cómo se vive la ética cívica en la empresa?
Que una sociedad sea pluralista, no significa que no tengan nada en común. Una
sociedad es moralmente pluralista cuando en ella conviven personas que tienen
diferentes concepciones morales de lo que es la vida buena, diferentes proyectos
de felicidad, es decir, diferentes máximos de felicidad; pero precisamente logran
convivir pacíficamente porque al mismo tiempo tienen unos mínimos de justicia,
que todos comparten y que todos respetan. Esos mínimos componen lo que se
llama una ética cívica:
23. La libertad, entendida como autonomía moral (cada persona es libre de
querer unas cosas y no otras, siempre que no dañe a los demás) y como
autonomía política (cada ciudadano puede participar activamente en la vida
política de su comunidad).
24. La igualdad, entendida como igualdad de oportunidades para alcanzar unos
mínimos materiales y unas mínimas condiciones sociales y culturales para
desarrollar una vida digna.
25. La solidaridad, entendida como una acción para apoyar al débil para que
alcance la mayor autonomía y desarrollo posibles. En un mundo con tantas
desigualdades, difícilmente se puede lograr la libertad y la igualdad sin unas
acciones solidarias.
26. La tolerancia, o mejor dicho, el respeto activo: la sola tolerancia puede
llevar a la indiferencia, por tanto, es mejor hablar de respeto activo (no solo
permito que el otro, el diferente a mí, pueda convivir conmigo, sino que
además procuro entenderlo, preocuparme por él, apoyarlo, e incluso
aprender de él).
27. El diálogo, como la mejor manera de resolver los problemas que supone la
convivencia plural. La violencia trae resentimiento, odio y deseos de
venganza, mientras que el diálogo permite buscar una solución pacífica que
satisfaga a las partes y crear unas normas básicas de convivencia.
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