Download La metodología del Diagnóstico Psicosocial de Género

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Transcript
Hacia una aproximación transdisciplinar de la
Salud Pública. El Diagnóstico Psicosocial de
Género.
Margot Pujal (Universitat Autònoma de Barcelona, [email protected])
y
Enrico Mora (Universitat Autònoma de Barcelona, [email protected])
Palabras clave
Transdisciplinar, metodología, dolor cronificado, fibromialgia, Ciencias Sociales
Resumen
En este texto presentamos el desarrollo de una herramienta metodológica de diagnóstico
orientada al campo de la salud pública, desde una perspectiva transdisciplinar que
articula las dimensiones biológicas, psicológicas y sociales de la salud humana desde una
perspectiva y epistemología postestructuralista y feminista. En la investigación Les veus
silenciades en temps “d’igualtat”. El dolor des d’una perspectiva de gènere,
(investigación financiada en convocatoria competitiva por el Institut Català de les Dones,
2010-2011, y elaborada por Margot Pujal, Enrico Mora y Brigida Maestres) hemos
desarrollado para el estudio del dolor cronificado (DC) sin causa orgánica, comúnmente
conocido en el campo biomédico como fibromialgia (FM), la metodología del diagnóstico
psicosocial de género. Con esta herramienta nos sumamos a los esfuerzos que desde las
Ciencias Sociales (en particular, la Sociología y la Psicología Social) se llevan a cabo para
reconceptualizar la salud, que tradicionalmente ha sido definida y delimitada desde el
discurso y la praxis biomédica que toma como dato fundamental para el diagnóstico de la
salud las evidencias de orden biológico. Nuestra contribución la focalizamos en el nivel
metodológico y operativo del debate sobre la salud como un proceso bio-psico-social. El
desarrollo de esta propuesta ha surgido de la dificultad de analizar las evidencias
empíricas desde una perspectiva que traslade en el plano operativo la perspectiva biopsico-social y de género de la salud. La herramienta que presentamos la hemos
construido en un proceso itinerante entre las evidencias empíricas producidas en el
marco de la investigación anteriormente indicada y el modelo de análisis bio-psico-social
que fundamenta epistemológica y teóricamente nuestro estudio. En el trabajo de campo
hemos producido los datos mediante técnicas cualitativas: relatos de vida, grupos de
discusión y recolección de material documental en Cataluña. El perfil de las personas
entrevistadas ha sido el de hombres y mujeres diagnosticadas con fibromialgia,
asociadas y no asociadas a organizaciones de personas afectadas; los grupos de
discusión los hemos llevado a cabo con personal sanitario y con personal experto; el
material documental incluye desde la documentación oficial i académica biomédica
producida sobre la FM hasta sentencias judiciales vinculadas a la FM. Para este texto,
fundamentamos epistemológica y metodológicamente la herramienta del Diagnóstico
Psicosocial de Género a través de un estudio de caso mediante un desplazamiento del
diagnóstico clínico de FM. hacia su articulación con el diagnóstico psicosocial de género
de D.C. mediante un análisis del discurso con perspectiva de género de los relatos de
vida producidos por mujeres y hombres que han sido diagnosticados clínicamente de FM.
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1. Introducción
En este artículo tenemos por objetivo presentar los fundamentos epistemológicos del
diagnóstico psicosocial, y hacer una descripción y aplicación del mismo. Este objetivo
parte de la constatación de tres fenómenos que caracterizan actualmente la
transformación de los saberes y de las prácticas médicas occidentales. El primer
fenómeno es la medicalización de la vida bajo la forma de la biomedicina (Barker, 2005)
y su amplio alcance como fuente de conocimiento y diagnóstico de la vida. Sus
pretensiones de verdad se articulan en mecanismos causales de orden biológico y
biopsicológico que explican los procesos de subjetivación y objetivación social, política y
económica de la vida. Al situar la explicación de la vida mediante aproximaciones
basadas en mecanismos biológicos y biopsicológicos, el análisis de la vida humana, de su
calidad y los modelos de buena vida quedan severamente reducidos (Butler, 2001). Así
mismo, ese tipo de explicación como fuente de poder-saber constituye una barrera
indirecta para el ejercicio de la vida democrática. Este fenómeno lo denominamos la
biopsicomedicalización de la vida humana. El segundo fenómeno es el ocultamiento
epistemológico de la feminización de algunos malestares. Es decir, la medicalización de la
feminidad y con ello su constitución en algo patológico (Barker, 2005) lo que constituye
un segundo severo obstáculo para avanzar hacia el horizonte de una sociedad igualitaria
y equitativa, para el libre ejercicio de la ciudadanía de plenos derechos políticos,
económicos, sociales y psíquicos. Finalmente, el tercer fenómeno es, precisamente, la
presencia de la desigualdad en la igualdad (Pujal i Llombart i García Dauder, 2010) y la
articulación contradictoria entre los diferentes modelos sociales de género que coexisten
en la actualidad (tradicional, transicional, contemporáneo, igualitario) (Velasco, 2009) y
cuyos efectos generan desorientación sobre los sujetos en el mundo contemporáneo y el
consecuente impacto en sus cuerpos.
Estos tres fenómenos contemporáneos confluyen en el análisis de un malestar
emergente, creciente y polémico: el dolor crónico sin causa orgánica (que nosotras
preferimos denominar cronificado), etiquetado en los últimos tiempos como fibromiálgia
(DC/FM). Este malestar es el objeto de estudio cuyo análisis nos ha llevado a construir el
instrumento del diagnóstico psicosocial de género, y si bien ese es el contexto de
surgimiento de esta herramienta, este puede ser aplicable al diagnóstico de otros
malestares. La creación de este instrumento metodológico es una de la objetivaciones
derivadas de la realización de la investigación Les veus silenciades en temps “d’igualtat”.
El dolor des d’una perspectiva de gènere (financiada en convocatoria competitiva por el
Institut Català de les Dones, Gobierno de la Generalitat de Catalunya, 2010-2011) que
tiene por objeto analizar la confluencia y articulación de los fenómenos anteriormente
descritos, en la producción del DC/FM. Tiene por objetivo presentar una perspectiva
epistemológica y teórica crítica para abordar el análisis del DC/FM, así como desarrollar
una herramienta metodológica acorde con dicha perspectiva. Es esta herramienta sobre
la que focalizamos la atención en este artículo. Estructuramos el artículo en 3 partes. En
la primera elaboramos una aproximación contextual a nivel socioestructural e histórico de
la posición de las ciencias biomédicas y de su relación con las ciencias sociales y
humanas en cuanto al abordaje de la salud y la calidad de vida en la sociedad
contemporánea, y de forma especial en cuanto al surgimiento de la categoría de FM.
Cerramos el apartado señalando las principales características de la perspectiva biopsico-social aplicada al reciente desarrollo de la línea de análisis de la relación entre
género y salud (Velasco, 2009). Dicha línea ha dado lugar a otros dos modelos de
análisis: la focalizada en la salud diferencial de las mujeres, por un lado, y
2
posteriormente, el modelo que introduce la noción de desigualdad que se traduce en el
análisis de las desigualdades de género en la salud (desde la investigación, hasta la
intervención y la programación). La perspectiva bio-psico-social aplicada a la salud y a la
problemática del sistema sexo/género nos permite aplicar un modelo de análisis
específico
que
denominamos,
apoyándonos
en
Velasco
(2009)
sistema
sujeto/sexo/género mediante el estudio del DC/FM. En el segundo apartado se presenta
a título de ejemplo la aplicación de dicha herramienta metodológica, es decir la
producción de un diagnóstico psicosocial de género en el caso de una mujer afectada (no
asociada) diagnósticada clínicamente de FM, a partir de una reconstrucción de su relato
de vida realizado a través de dos entrevistas en profundidad. Finalmente, en el tercer
apartado, presentamos los fundamentos metodológicos del instrumento del diagnóstico
psicosocial de género en general, y que se apoya en los fundamentos epistemológicos
señalados en el apartado anterior. El diagnóstico psicosocial de género que proponemos
como una nueva herramienta metodológica tiene como objetivos dar cuenta tanto de las
diferentes dimensiones implicadas en este nuevo sujeto del dolor que desplaza al sujeto
binario (que corresponde al modelo bio-psico-médico), como de la articulación dinámica
de estas dimensiones en la construcción / producción de un cuerpo con dolor cronificado
(DC) que se aleja del cuerpo mecánico y pasa a ser un cuerpo performativo con una
"gramática vital".
2. Salud, Ciencias Sociales y Humanas y Ciencias Biomédicas
El tema de la salud es uno de los grandes retos actuales de las Ciencias Sociales, por
diferentes razones que provienen tanto de la vida cotidiana en la sociedad global y
neoliberal en crisis, como de la vida en la propia comunidad académica contemporánea.
Una primera razón, tal y como señala Madel Teresita Luz (2011) es que en la sociedad
contemporánea está aumentando de manera continua la demanda social "de atención
médica", es decir, la demanda médica y de programas de prevención y mejora de la
salud de las personas individuales, los grupos y de las comunidades. Esta demanda
puede ser interpretada como una respuesta cultural a determinadas enfermedades
crecientes crónicas y degenerativas así como al retorno de epidemias debidas a la
fragilidad y a la pobreza causadas por la crisis. Pero también puede ser la respuesta al
aumento exponencial en las últimas décadas del sufrimiento evitable y el malestar
resultado de condiciones sociales adversas a la vida, características del mundo urbano
actual, de las violencias estructurales en un sentido amplio, y de la organización
globalizada del trabajo, que conforman el régimen neoliberal actual (en crisis) y la
sociedad de la información. En este sentido, se puede hablar de determinantes sociales
de la salud como la presencia intensa y creciente en las interacciones sociales de valores
sociales y culturales nada saludables. Y son nada saludables pues desconsideran la
vulnerabilidad y fragilidad humana bajo el imperativo del individualismo neoliberal que se
apoya en la competición sin normas éticas y en el consumo compulsivo como forma de
estatus y de prestigio social. En esta sociedad contemporánea la información, acelerada y
saturada, ya no se transforma en experiencia (Safranski, 2011, Mel.lucci, 2001), sino
más bien, se convierte en fuente de malestar y confusión subjetiva, social y somática.
Una segunda razón básica para considerar en este momento la salud como el reto de las
Ciencias Sociales, es de orden epistemológico y metodológico. Desde los mismos inicios
históricos de la relación entre las Ciencias Sociales y las Ciencias Médicas se ha producido
una contribución asimétrica de las Ciencias Sociales en el campo de la salud,
desplazándose éstas a las reglas de juego de las Ciencias Médicas (adoptando una
3
epistemología positivista y empiricista típica del campo médico). Sin embargo, no ha
ocurrido lo contrario, es decir, un desplazamiento de las Ciencias Médicas al campo de las
Ciencias Sociales y una posibilidad de contribución real de las mismas en el campo de la
salud (Luz, 2011) mediante la introducción de conceptos y metodologías propias de esos
saberes (antropología, filosofía, sociología, psicología, política, etc.). Esta tarea está,
actualmente, en sus inicios. Con ello no queremos afirmar que las Ciencias Sociales no
hayan estado presentes en el estudio de la Salud hasta el momento actual, pues su
presencia a pesar de ser reciente, empieza hace más de un siglo. Previamente a los
trabajos actuales había lo que podemos llamar investigaciones de "medicina social",
sobre todo en la segunda mitad del siglo XVIII y primera mitad del S.XIX, con un
componente "sociológico". En esas investigaciones se correlacionaban ciertas
enfermedades con la actividad laboral, o se estudiaban los agentes etiológicos de
epidemias como el cólera; se trataba de una historia social ligada a las enfermedades
colectivas y, por tanto, construida desde el inicio del desarrollo industrial capitalista, que
ha asociado enfermedades, medio ambiente, condiciones sociales socioeconómicas y
trabajo. Sin embargo en estos estudios no había referencias a conceptos, teorías y
métodos propios del contexto de las Ciencias Sociales (los cuales se desarrollan con la
Modernidad, mucho más tarde que los de la Medicina que surgen previamente a esta). Si
hacemos "historias de enfermedades" individuales o colectivas y de su "etiología social"
estamos todavía en el terreno disciplinar de la medicina, pero en términos médicosociales (Luz, 2011). Tal y como señala esta autora, estos estudios tenían dos
características principales que han conformado un contexto adverso para la contribución
de las Ciencias Sociales en el campo de la salud a lo largo del siglo XX: a) Una visión
teórica claramente evolucionista, bajo el dominio de las ciencias biológicas, durante el
siglo XIX (como el funcionalismo). Esta explicación evolutiva de la diversidad en las
sociedades complejas no se romperá hasta mediados del siglo XX con el surgimiento del
estructuralismo, proveniente de la lingüística. b) Encontrarse las Ciencias Sociales
inmersas bajo una vigilancia epistemológica, en palabras de Gaston Bachelard y en la
que se siguen encontrando, en gran medida, actualmente. El modelo de las Ciencias
Naturales ha sido la norma a la hora de trabajar en Ciencias Sociales (estudios
cuantitativos, de correlaciones, de explicación causal) y más cuando éstas se han
desplazado al campo de la salud.
La hegemonía de este paraguas epistemológico tiene consecuencias. Desde la
perspectiva biomédica se ha reflexionado poco sobre qué se entiende por salud, o de
forma más extensa qué se entiende por calidad de vida, como ha señalado Carme Valls
(2010). Se ha tomado tradicionalmente por algo obvio. Y si algo nos han enseñado las
Ciencias Sociales es que detrás de lo obvio normalmente se esconden reduccionismos
más que discutibles. En términos biológicos se considera vida el estado intermedio entre
el nacimiento y la muerte y desde el punto de vista bioquímico podríamos definir la vida
como un estado de la materia, con específicas estructuras moleculares, que son capaces
de mantenerse en un ambiente, de reconocer estímulos y responder y reproducirse. Se
define también la vida vegetativa como un conjunto de funciones involuntarias nerviosas
y hormonales que adecuan el medio interno para que el organismo esté y responda de la
mejor forma posible a las condiciones del medio externo, funciones que parecen estar
regidas por el hipotálamo y el eje hipotálamo -hipofisario. Pero para definir que es vida
no podemos quedarnos en este reduccionismo biomédico, ya que incluso una planta es
un ser vivo. Para empezar, la vida en el campo que nos ocupa necesariamente hay que
adjetivarla. Hablamos de vida humana. Y con esta primera operación, abrimos un campo
de sentido que sintetiza muy bien Judith Butler:“Diría que la cuestión de la vida se
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encuentra de diversas maneras en el centro de gran parte de la teoría feminista y, en
particular, de la filosofía feminista. La cuestión sobre la vida podría ser planteada de
diversas formas: ¿qué es la buena vida? ¿Cómo se ha concebido la buena vida de
manera que las vidas de las mujeres no hayan sido incluidas en su conceptualización?
¿Qué sería la buena vida para las mujeres? ¿La vida de quien se considera como vida?
¿Qué amenaza de muerte se lanza sobre aquellos que no viven el género de acuerdo con
las normas aceptadas?" (Butler, citada por Valls, 2010: p.177).
En esta línea, no será hasta la segunda mitad del siglo XX donde se hacen algunos de los
primeros análisis en profundidad que ponen en evidencia el proceso y las formas de
estructuración del poder sobre la vida individual y social, a partir de las instituciones
ligadas al saber y a las prácticas médicas. Autores como Michel Foucault o Luc Boltanski
interpretan los saberes y prácticas médicas institucionalizadas como estrategias de
medicalización social que tienen por resultado un proceso creciente de regulación de los
cuerpos y de las poblaciones a través de relaciones de poder (o biopoder). Consideramos
que este dispositivo se está renovando y exacerbando hoy en día. Y ello porqué partimos
de la hipótesis de que es consecuencia de la intersección de dos procesos de
transformación social contemporáneos estrechamente interrelacionados entre sí: a) la
exacerbación de la cultura biomédica e incremento de su carácter omnipresente, que
llega a incidir en la construcción de las identidades y de la vida cotidiana; y su
intersección con b) una operatividad renovada del sistema sexo/género, en estos tiempos
occidentales de retórica de la "igualdad", lo que da lugar a nuevas formas de desigualdad
de género (diferentes de las modernas y tradicionales) que son invisibles por su carácter
implícito, estrechamente ligado a las emociones y el cuerpo. Esto nos lleva a plantearnos
que hablar de biopoder es hablar de biopoder generizado.
Apoyándonos en el trabajo de Margot Pujal i Llombart y Patricia Amigot Leache (2010)
entendemos el biopoder y su vinculación con el género del siguiente modo. Foucault sitúa
la operatividad fundamental del poder en espacios habitualmente excluidos de la política.
De esta manera, las relaciones de poder producen y regulan la vida cotidiana y las
formas del sujeto a través de las prácticas y las relaciones sociales cotidianas. El término
microfísica señala el alcance capilar que las relaciones de poder adquieren en el campo
social. Por ello, las luchas cotidianas como las que cuestionan "las formas de amar, la
forma en que se reprime la sexualidad o la prohibición del aborto, son explícitamente
políticas" (Foucault, 1973: 428). Tanto en Vigilar y castigar (1975) como en Historia de
la sexualidad (1976) Foucault describe estos dispositivos de poder que modelan y
atraviesan los cuerpos. El poder establece disposiciones y cursos de acción regulados, y
en las mallas del poder se enzarzan también los deseos y los placeres, “se crean los
deseos y se provocan los placeres (...) y aquí hay que sorprenderle, al poder y elaborar
un análisis” (Foucault, 1975: 772). Foucault considera que el poder se dirige a partir de
finales del XVIII, por primera vez en la historia, a producir y regular la vida (biopoder)
teniendo como objetivo el cuerpo individual y el cuerpo-especie. Las dos vertientes del
biopoder, la anatomopolítica (individualizadora) y la biopolítica (sobre el cuerpo-especie)
encuentran un nexo en el dispositivo de la sexualidad. La noción de biopoder es crucial
para la des-esencialización de las identidades individuales y de género. A partir de su
obra Historia de la Sexualidad, el cuerpo femenino aparece como un espacio estratégico,
blanco del ejercicio del biopoder y sujeto a un proceso progresivo de objetivación y de
control por parte de los discursos médicos y psicológicos. Es lo que Foucault llama la
histerización del cuerpo de la mujer. La patologización del cuerpo femenino es vinculada
con la responsabilidad exigida a las mujeres de velar por la salud de las niñas y de los
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niños, la solidez de la institución familiar y la salud de la sociedad; control relacionado
con la producción social de la "división sexual del trabajo" señalada desde los análisis
feministas. A pesar de que se aprecian lagunas importantes en la obra de Foucault en
cuanto a la cuestión del género, éstas a su vez, han facilitado la configuración de líneas
de investigación como la que planteamos aquí. Estas son: el análisis de cómo la noción
de género está en la base de la biopolítica y de la idea de cuerpo-especie; el análisis de
cómo el biopoder se apoya en y consolida la división sexual de los seres humanos como
ha señalado Rosa Mª Rodríguez Magda (1999); el análisis de cómo la política reguladora
de la vida de las poblaciones ha utilizado la familia como instrumento y ha sido dirigida
muy especialmente a las mujeres.
La producción de la sexualidad es uno de los asuntos que ha generado mayor
receptividad de la obra de Foucault (1976). Formular al sexo la pregunta de lo que
somos, además de una interrogación sobre la sexualidad es una construcción de la
verdad subjetiva en la adscripción sexual. En este sentido, consideramos prioritario la
renovación de las estrategias analíticas en el enfoque de género, y más específicamente
cuando las aplicamos a la salud, a fin de hacer visible el impacto de estas nuevas
operaciones de desigualdad hacia las experiencias y las vidas de las mujeres articuladas
con la radicalización de la cultura biomédica y el biopoder (Foucault, 1976; Barker,
2005).
2.1. Hacia una relación más equilibrada entre las Ciencias Sociales y Humanas y
las de la Salud
La demanda social creciente de atención médica, antes señalada, ha planteado tanto en
el seno de las Ciencias Sociales como en las Ciencias de la Salud roturas epistemológicas
y conceptuales básicas. En el ámbito de las Ciencias Sociales y Humanas, ha replanteado
una controversia básica, la necesidad de reconceptualizar el tipo de relación existente
entre la biología y la cultura, y entre la estructura social y el sujeto, entendido éste de
forma global como entidad bio-psico-social o entre el condicionamiento social y las
prácticas de libertad. Y hacerlo más allá de la epistemología moderna caracterizada por el
conocimiento binario. Sin embargo existen muy pocos estudios de carácter aplicado que
analicen cómo interactúan el cuerpo y la cultura en las vidas cotidianas de las personas.
Es por esta razón que nos hemos planteado abordar este análisis basándonos en una
problemática como el Dolor Cronificado / FM que crece exponencialmente en las
sociedades occidentalizadas y que afecta en un 90% al sexo femenino (aunque también
existe y aumenta la afectación al sexo masculino). Adicionalmente el análisis del DC/FM
nos permite a la vez articular teórica y epistemológicamente la controversia mencionada
sobre la relación entre biología y cultura con la reconceptualización del tipo de interacción
existente entre el sexo y el género, en el marco de las teorías feministas de género,
discusión ya iniciada por Judith Butler (2001a, 2001b, 2001c, 2006).
En el ámbito de las Ciencias de la Salud existen resistencias mayores a facilitar un
replanteamiento epistemológico a través de estas controversias que son, sin embargo,
latentes y abren interrogantes básicos en el campo médico. Se tratan de interrogantes
en torno a los modelos de pensamiento científico y cultural que han sido hegemónicos a
lo largo de la historia médica y que ha condicionado el resto del campo de la salud y del
conocimiento en general: modelo de cuerpo mecanicista y fragmentado, modelo de salud
biomédica, modelo de sujeto individual y autónomo, y de intervención o cuidado
meramente farmacológica o quirúrgica. Se tratan de controversias que golpean de lleno
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la epistemología moderna occidental caracterizada por el conocimiento binario. Uno de
los principales es la división fundamental entre biología y cultura, la cual fundamenta la
separación y relación de control de las Ciencias de la Salud sobre las Ciencias Sociales y
Humanas cuando estas han trabajado conjuntamente a lo largo de los siglos XIX y XX en
medicina social. Separación y control que actualmente se está desplazando, aunque a
pasos sigilosos, hacia una interacción más equilibrada entre ambas.
Esta epistemología moderna ha puesto el énfasis sobre todo en la capacidad y voluntad
humana mediante el dispositivo
científico (que se desplaza a la cultura) para
transformar la naturaleza, entendida ésta como un objeto susceptible de ser utilizado, sin
autonomía, comprendido y controlado por el ser humano como planteó Zygmund
Bauman (1992). Dicotomía y disimetría que aún sostiene de lleno la mirada medicalizada
del cuerpo, de la salud y de la intervención en las Ciencias Biomédicas, una mirada
relacionada de forma casi unilateral con el progreso de la ciencia y de la tecnología o la
biotecnología y por extensión como fuente fundamental del bienestar humano y del
modelo de buena vida.
Sin embargo no se consiguen superar todos los obstáculos y el cuerpo humano se
mantiene como algo no completamente subyugable y controlable a la voluntad humana;
siguen existiendo elementos difícilmente modificables (se curan unas enfermedades o
malestares pero se desplazan y surgen nuevas). Podemos interpretar el fenómeno del DC
/ FM como un caso paradigmático de lo que estamos planteando, el cual sigue resistiendo
a pesar de los procesos de medicalización y tecnologización que lo caracterizan, la
sobreprescripción y los ensayos farmacológicos orientados al tratamiento paliativo, pues
este no tienen como efecto una mejora e incluso pueden agravarlo tal y como explican
las y los afectados en sus relatos de vida.
El creciente control mediante la ciencia y la tecnología de la biología y el cuerpo en la
sociedad contemporánea, contrasta en otro sentido, con una sociedad inmersa en una
modernidad líquida (Bauman, 1992) noción más característica de las Ciencias Sociales,
en la que se supone que lo virtual y la fluidez de la identidad reducen la importancia de lo
material y por tanto también la importancia de los cuerpos en la constitución de las
subjetividades y de la interacción social. Esta perspectiva de pensamiento convive de
manera paradójica con un gran desarrollo tecnológico y médico dirigido (también en el
caso que nos ocupa aquí) a querer objetivar y controlar el cuerpo a través de la
tecnología y la medicalización, lo que nos hace retornar a la importancia de la
interacción entre estos dos ámbitos. En esta línea, ha surgido en el marco de las Ciencias
Sociales y Humanas el giro creciente hacia la corporeidad (o Embodyment) que apunta a
la importancia de prestar atención al cuerpo como generador de significados y cultura, y
también a lo social y cultural como productores de cuerpo. En este sentido, se quiere
recuperar, como plantean Margot Pujal i Llombart (2003, 2006, 2010) y Enrico Mora
(2003, 2005 2007), lo físico y material en la comprensión de su interacción con los
procesos sociales, para corregir el sesgo racionalista y lingüístico, que caracteriza la
versión psicosocial del conocimiento binario.
Parece que el sufrimiento y las enfermedades emergentes o que se exacerban en la
sociedad actual son una buena oportunidad para estudiar esta interacción, y desplazarse
e incorporar las Ciencias Sociales a las Ciencias de la Salud, en un trabajo dialógico entre
ambas ciencias. Nos referimos a enfermedades de expresión física como las
cardiovasculares, diabetes, reumatismo y cáncer, DORT, FM, síndromes asociados a las
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enfermedades digestivas, como las de expresión más comportamental, depresión
cronificada, fobias, crecientes sociopatías, procesos ansiosos en la infancia (hiper o hipo
activos tratados precozmente con fármacos) los síndromes de pánico, los metabólicos
digestivos con somatizaciones diversas (Luz, 2011) Así mismo, es una oportunidad
también para que las Ciencias Sociales actuales se abran a la dimensión de lo material en
algún grado, más allá de lo líquido.
Estos malestares emergentes como es el caso del DC / FM necesitan un abordaje
innovador, y suponen al mismo tiempo una oportunidad para la renovación de la
producción de conocimiento científico. Sin embargo, en lugar de ser una fuente de
problematización de las formas convencionales de análisis científico y de abrir una
búsqueda de soluciones, en las políticas sociales, basadas en formas civiles estables o
provisionales de organización social, estos malestares han acabado absorbidos por las
ciencias de la salud, en todas sus áreas (fundamentalmente la medicina) concentrándose
de manera especial en la 'salud pública' y por tanto, construyendo una respuesta
medicalizadora. La consecuencia, como señala Luz (2011) es que el conjunto de
conflictos sociales, generados por la sociedad contemporánea y formulados en términos
políticos o sociales, se canalizan hacia la salud pública y por tanto el reto que plantea el
desplazamiento de la salud hacia las ciencias sociales es averiguar y desvelar en qué
grado y de qué manera la naturaleza de este proceso medicalizador actúa como proceso
de control social.
En este mismo sentido, Mary Jane P. Spinks (2010) plantea que si históricamente la
salud se había convertido en un derecho conquistado, en la sociedad neoliberal actual se
ha vuelto extraordinariamente prescriptiva. Se ha convertido en una fuente normativa
que regula los estilos de vida deseables y la responsabilidad individual (económica y
moral) de controlar la propia salud. Estamos en occidente en un momento en que el
régimen de poder-saber médico ha vaciado de contenido la responsabilidad de las
instituciones estatales en su función de atender y velar por la salud como un derecho de
la ciudadanía, para convertirlo en un deber individual, el deber de tener salud. Este
proceso obviamente corresponde a un dispositivo de control social, y no de potenciación
del bienestar y la libertad. En los últimos años el giro creciente de las Humanidades y las
Ciencias Sociales hacia el estudio de la salud, el cuerpo, las biotecnologías y la medicina,
incluso en el ámbito de la clínica y la cirugía, es expresión de precisamente este efecto
regulatorio de la vida social y psíquica hasta el punto de poder hablar de un régimen de
vida biomédico, que cómo fenómeno social hace relevante para las Ciencias Sociales su
estudio, como el de cualquier otra forma de organización del poder. Un efecto que va
más allá del estudio del propio fenómeno médico como dispositivo de control, del mismo
modo que en el siglo XIX lo era el fenómeno religioso para buena parte de las Ciencias
Sociales, pero que constituye el marco sociohistòrico que hace relevante tomarlo como
objeto de estudio en todas sus facetas.
En esta investigación, nuestra perspectiva epistemológica, teórica y aplicada se alinea
con este modelo bio-psico-social de investigación sobre la salud que Sara Velasco (2009)
ha desarrollado. Específicamente nos referimos a la línea de análisis de los determinantes
sociales de género para la salud. El objeto de estudio de este modelo es el continuo de
vida-salud-malestar-enfermedad como proceso en el que influyen la biología, el contexto
social y la experiencia subjetiva vivida. En esta perspectiva los factores del contexto
social que influyen son los procesos psicosociales de género, que se estructuran a partir
de diferentes modelos sociales de género (tradicional, en transición, contemporáneo,
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igualitario) y tomando el género desde una perspectiva interseccional que considera la
interacción entre distintos ejes de desigualdad, subjetivantes y constituyentes (clase,
etnia, edad, sexualidad, etc.). Estos son representaciones sociales y culturales que
proponen los ideales de cómo llegar a ser un hombre o una mujer en una sociedad
determinada de una manera normativa. Estos ideales acaban regulando en diferentes
grados las subjetividades y cuerpos de las mujeres y los hombres y sus relaciones
sociales. El conjunto de modelos sociales e ideales subjetivos de género intervienen
regulando las actitudes y las maneras de vivir que, en consecuencia, influyen también en
las formas de vivir, de enfermar, de gestionar el malestar y de morir. Hablamos de
modelos sociales de género que se reproducen a través de los roles de género -son
factores sociales- por una parte, y mediante los procesos o factores subjetivos de
vulnerabilidad, relacionados con la feminidad o la masculinidad como posiciones
subjetivas particulares, por la otra.
El modelo biopsicosocial se apoya en una concepción del ser humano compuesto por tres
esferas: la biológica, la social y la psíquica - que como señala Velasco (2009), se puede
relacionar con los 3 niveles que estableció Jacques Lacan: lo real, lo social y lo psíquico-,
que funcionan como un sistema en que cada una va generando las demás mediante una
interacción que sigue a lo largo de toda la vida, y que da lugar a la subjetividad dinámica
y relacional.
3. Del método biográfico al diagnóstico psicosocial de género
Atendiendo a la epistemología esbozada en los apartados anteriores, las investigaciones
que se enmarquen en ella, necesitan de una metodología y de un método que nos
permitan, a la vez, a) dar cuenta de las dimensiones implicadas en este nuevo sujeto del
dolor cronificado (DC), b) presentar los resultados vinculando y articulando las
dimensiones de la construcción / producción del cuerpo con DC. Desde la escuela de
"sociología clínica" francesa, con autores como Vincent de Gaulejac y su escuela, el uso
de las metodologías cualitativas, concretamente, de los relatos de vida, se nos presenta
no sólo como una metodología adecuada para cualquier investigación de carácter
psicosocial, sino, al mismo tiempo, por así decirlo, adaptada a las preguntas y cuestiones
que desde las Ciencias Sociales nos hacemos sobre las llamadas "patologías clínicas" (De
Gaulejac, V., Rodríguez, S. y Taracena, E, 2006). ¿Cómo y de qué manera la emergencia
de una enfermedad crónica en una época y lugares determinantes, se vincula con ciertas
formas institucionales de este contexto de emergencia? ¿Cómo intervienen estas formas
en la constitución de un cuerpo con DC? ¿Qué relación hay entre estas formas
institucionales, las subjetividades implicadas, las estructuras y representaciones
psíquicas y el cuerpo afectado? ¿Qué correspondencia hay entre la dinámica del cuerpo y
la dinámica social? Y al revés, haciendo uso de la pregunta de Michel Foucault en la
"Microfísica del Poder" (1979), ¿cómo el poder atraviesa los cuerpos? Una de las
premisas de estas cuestiones, es que los sujetos no sólo somos un producto de la
historia, sino que al mismo tiempo somos sujetos con historicidad, con agencia y dentro
de una búsqueda perpetua por llegar a ser sujeto en este mundo, nos permite mostrar la
pertinencia analítica del uso de los relatos de vida como primer paso en la búsqueda de
contenidos psicosociales sobre la FM / DC. La razón es cada vez más clara, hablamos de
sujetos que se relacionan con el mundo en términos situados, dentro de un continuo
fenomenológico que va de la experiencia individual al mundo social y viceversa. Los
relatos de vida son una puerta de entrada a: a) cómo y con qué contenidos se ha
incorporado la historia en la experiencia individual para acondicionarla, b) cuál es la
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novela familiar y la construcción de los ideales del yo; c) cuál es la dinámica psíquica en
tanto mecánica de fijación y búsqueda de la condición de sujeto dentro de la realidad
objetiva; d) cuál es la gramática de los cuerpos como mecánica correspondiente. He
aquí, en esta última instancia, una de las claves más importantes en la articulación de los
ejes que determinan nuestra mirada.
La especialización del conocimiento científico en nuestra sociedad, nos ha hecho vivir
dentro de la fantasía del cuerpo mecánico como algo independiente de nuestra vida
psíquica y social (y estas a su vez también segregadas). Sin embargo, atendiendo, a los
enunciados epistemológicos anteriores, partimos de otra premisa: la fisiología del cuerpo
humano, en las diferentes vertientes que forman parte, se
estructuran para la
conservación de la vida, pero, al mismo tiempo, esta articulación estructural se
encuentra en interacción con las estructuras psíquicas y sociales. El resultado es que
podemos hablar de un cuerpo con una "gramática vital", en oposición a la noción de
mecánica aislada, que responde a la sujeción de la persona en el mundo, al mismo
tiempo que produce la persona dentro de este mundo. Una biografía inscrita en el
cuerpo, a modo de memoria, y una gramática del cuerpo, que asegura la continuidad de
esta persona dentro de este mundo de relaciones. Esta doble dimensión, evidentemente,
es de carácter selectivo y he aquí donde interviene el poder, según la perspectiva de
Foucault, pero también, de Francisco Varela y Humberto Maturana (1974) (biología del
conocimiento) entre otros. Un cuerpo performativo, pues, que necesariamente ha de
enfermar (la cuestión es ¿de qué enfermará este cuerpo?). He aquí, pues, los cuerpos
con DC, diagnosticados de FM en cuanto algo invisible. Pero, un cuerpo con DC, es un
cuerpo performativo como cualquier otro, lo que hemos hecho nosotras a modo de
forenses es captar el mundo psicosocial en las "tramas" de estos cuerpos. Así, al hacerlo,
hemos integrado los resultados dentro de un corpus de "diagnóstico psicosocial", que
presentamos en calidad de cartografía de la construcción / producción de un cuerpo con
DC. Es decir, una cartografía de diferentes lenguajes superpuestos (sentidos, mecánicas,
dinámicas, gramáticas, significados, símbolos, identidades, expectativas, búsquedas,
estructuras) que, a modo de "ATLAS", muestra la conexión / interacción evocada entre
las regularidades del mundo social, las estructuras psíquicas y las gramáticas de los
cuerpos. Es por esta razón, que los diagnósticos psicosociales que resultan de esta
investigación deben entenderse, a la vez, tanto como un meta análisis como una
herramienta para la intervención y el cambio bio-psico-sociales.
Mientras la captura e interpretación de las formas y regularidades del mundo bio-psicosocial, y su organización en categorías, nos asegura la presentación de los resultados en
términos dinámicos, su devolución a las personas afectadas como meta relato de su
historia individual, busca la producción de resonancias, reflexiones, y reflexividad. La
fenomenología nos dice que la naturaleza del orden social es siempre contingente al
posicionamiento del sujeto ante el mundo que le es relevante. Por tanto, la manera en la
que se articula la sujeción del sujeto con el mundo puede transformarse en la conciencia
de los sujetos sobre la contingencia de los fenómenos y sobre la manera en la que su yo
se relaciona con estos, siendo su cuerpo el escenario de articulación de todos estos
fenómenos bajo los mecanismos de la experiencia y la vivencia del mundo. Sin embargo,
al ser las dinámicas implicadas de diferentes tipo (bio-psico-social), el ejercicio de
reflexión que pretendemos con la herramienta de los diagnósticos, no se basa en una
creencia en la omnipotencia del yo para controlar y cambiar todos los procesos, tanto
físicos como sociales ; tampoco, evidentemente, en el carácter incontrolable y biológico
de las dinámicas corporales, sino, precisamente, en la presentación de su experiencia
10
como situada, y por tanto, contingente, lo que abrirá las posibilidades para la posible
reubicación de las personas afectadas y de sus sufrimientos.
La construcción de un instrumento de metodología de análisis ha sido capital para
nuestra investigación. Proponemos y construimos una herramienta concreta para poder
trabajar desde el modelo de análisis de los determinantes psicosociales de género en
salud (Velasco, 2009) que hemos denominado el Diagnóstico Psicosocial de Género. Esta
herramienta tiene como objetivos teóricos tanto dar cuenta de las diferentes dimensiones
implicadas en este nuevo sujeto del dolor cronificado (D.C.) que desplaza al sujeto
binario (que se corresponde con el modelo biopsicomédico) como de la articulación
dinámica de estas dimensiones en la construcción/producción de un cuerpo con dolor
cronificado (DC) que se aleja del cuerpo mecánico y orgánico y pasa a ser un cuerpo
performativo (Butler, 2001a, 2002, 2006) con “gramática vital”.
El análisis de las entrevistas, bajo el prisma de nuestra epistemología y en atención a los
ejes de análisis (cuerpo, psique, sociedad), mostraron la existencia de regularidades
dentro y entre las dimensiones analizadas. Este análisis, preliminar, consecuentemente,
nos trajo a pensar en la noción de dinamismo “del dolor cronificado”, como metáfora
descriptiva no sólo de las diferentes dimensiones y mecánicas asociadas a la FM/DC, sino
además, de las interacciones entre estas mismas dimensiones. Una pregunta
metodológica central ha sido cómo captar pues esta dinámica del dolor cronificado.
Debido al proceso de ida y retorno que supone cualquier investigación, una vez llegamos
a discernir la dinámica de los resultados generales, desarrollamos un instrumento que
nos permitiera presentar los relatos de vida de cada persona individual dentro de este
dinamismo. Así, pues, los Diagnósticos Psicosociales de Género de DC/FM, de los que a
continuación incluimos un ejemplo, serán presentados como una herramienta descriptiva
de la dinámica biopsicosocial asociada al dolor cronificado (D.C.) sin causa orgánica, que
esperamos se pueda generalizar como herramienta que acompañe a los diagnósticos
clínicos de FM y a otros malestares contemporáneos; tanto a la hora de pensar
estrategias integradas de intervención biopsicosocial de superación del D.C. u otros,
como también de prevención.
3.1. Un ejemplo de Diagnóstico psicosocial de género
Presentamos a continuación el diagnóstico psicosocial de género de Bea (nombre
modificado) a título de ejemplo, el cual va encabezado por 2 citas textuales significativas.
La estructura se inicia siempre con una descripción de su estado de malestar presente y
acciones llevadas a cabo, pasando después por una reconstrucción de la dinámica e
interacción biopsicosocial y en relación al sistema sexo/género, a través de su relato de
vida, de manera que permita captar la dinámica del D.C. en ésta, y acaba con unas
pinceladas de horizonte vital.
R: “yo (de pequeña) iba siempre con la carga esta (cuidar todo mis hermanos, más la que tenía problemas
de discapacidad y la casa) y se murió mi abuelo que era la única persona que de vez en cuando venía a
buscarme y me llevaba al teatro “Els Pastorets”, y cosas de estas. Y a mí la muerte de mi abuelo, que
murió estando a casa y lo vi como se moría …., me afectó tanto, que empecé a tener sueños por las noches
y llorando y a partir de entonces empecé a tener dolor, y tenía dolor”
//
P: Tú te sientes realizada como mujer?
R: En estos momentos no. Yo me sentía realizada cuando me parecía que las cosas funcionaban. Después
me he dado cuenta que todo era falso, todo era mentira y de que todo había sido un fracaso, mi fracaso y
el fracaso de una educación, de una sociedad, de una época…. y que lo que tenia que hacer era
despertarme.., nacer de nuevo... pues entonces era hacerme sentir algo a mi misma, yo también, porque
había estado desaparecida, negada, no existía!!
11
La situación actual de Bea que ahora tiene 59 años, desde el punto de vista del dolor generalizado
que acompaña al diagnóstico clínico de la F.M. es de un alivio del dolor, casi desaparición, reciente,
al mismo tiempo que un sentimiento subjetivo de fracaso y crisis personal importante en relación a
su vida pasada, como mujer, como madre y como persona. Crisis personal y subjetiva que se está
trabajando a nivel terapéutico con una psicóloga que contempla la perspectiva de género y también
con tratamientos específicos de relajación para el cuerpo. Trabajo terapéutico que le ha permitido
empezar un proceso de transformación subjetiva de género problematizando sus identificaciones y
representaciones de lo que ha significado y significa ser mujer, ser madre, ser feliz, etc. en nuestro
contexto cultural e historia reciente (nace años 50). Proceso que está viviendo de manera bastante
ilusionada y emocionada, aunque resulte difícil y doloroso, y que le está permitiendo reiniciar una
nueva etapa vital. En ésta se siente mucho más protagonista de su vida, ella misma, con capacidad
para poner límites, dejar de renunciar a sus necesidades en pro de la visibilización de y dar
respuesta a las necesidades de los demás, cuidarse a si misma, hacerse respetar frente a las otras
personas y tener más control de la propia vida. Hace tiempo que dejó la medicación alopática, que
siguió durante unos cuantos años (5 o 6) dado que no le servía y en determinados momentos ha
hecho uso de tratamientos corporales alternativos de relajación, que también la han ayudado en el
alivio temporal del dolor.
El momento de inflexión que permitió empezar este proceso de crisis vital y de transformación
subjetiva fue precedido de una crack físico y una crisis personal, que fueron el punto álgido de una
larga trayectoria vital acompañada de un exceso de sufrimiento (asumido como necesario y
normal) y de sostener relaciones abusivas, por parte de su pareja y de su familia de origen
sobretodo, maltrato en términos de “violencia de género” múltiple, intensa y continuada a
diferentes niveles por parte de la pareja durante más de 40 años, y por parte de la familia de
origen.
Su relato de vida, denota una presión intensa y excesiva tanto psicológica como física desde su
infancia, por parte de la familia de origen, en forma de maternalización y maduración precoces y
violentas, al responsabilizarla del cuidado de sus 3 hermanos menores (uno de ellos discapacitado)
y de las tareas domésticas, etc, cuando todavía era una niña de 7 años e incluso antes.., y una
ausencia de cuidado afectivo y consideración hacia ella. Sólo recibe la atención de su familia en
relación a las necesidades básicas y primarias de supervivencia, comida, ropa, escuela, etc., pero
no en el afecto ni en la comunicación ni en la interrelación y espacio lúdico que permiten un
desarrollo emocional, afectivo y subjetivo. Experiencias que tienen lugar en el seno de una familia,
que vive en un contexto de dictadura política, patriarcal y trabajadora (padre panadero y madre
bordadora) invadida por y centrada en el trabajo (de los progenitores) sin espacio para los afectos
y el cariño, muy rígida y normativa en relación a los roles de género y con una ética “protestante”
en el trabajo, que no duda en usar la coacción física y psicológica (si son necesarias para conseguir
el fin) y situar a su hija mayor en el lugar de “niña cuidadora y servidora precoz” que le ha sido
asignado de manera unilateral. También como repetición compulsiva, por parte de los padres, de
una historia propia de carencias y una educación rígida en relación a sus propios progenitores.
La familia fue presidida por un padre, patriarca, que abortó en nombre del sexo y el género, el
anhelo, la capacidad y la posibilidad de cursar unos estudios por parte de su hija (muy aplicada,
con buenos resultados en los estudios y deseo de ellos), por ponerla a trabajar a los 14 años,
haciendo caso omiso de los consejos de sus profesores/ras que le pidieron que no rompiera la
trayectoria y el talento académicos de su hija. El objetivo poder ofrecer una posibilidad de carrera
académica a su hijo varón.
Esta trayectoria vital la ha constituido subjetivamente mediante una compulsión a la adaptación a
las necesidades y deseos de los otros mientras borra las suyas, a través de ejercicios malabaristas
de deformación positiva, estereotipada y fantasiosa de la realidad y de los otros, y negación del
deseo. El resultado un Yo borrado, producto de la ausencia de un reconocimiento externo de los
que dependía en su desarrollo, que se ha traducido en una invisibilidad de si misma, lo que la ha
conformado subjetivamente como alguien que perseguirá enconadamente esta visibilidad y
reconocimiento en los demás, fuera, entrando en una vorágine de actividad hasta que el cuerpo
definitivamente ha dicho basta. La manera de vivir será adelantarse y adaptarse continuamente a
las demandas y deseos de los demás (sobre todo de la pareja, pero también de los hijos), una
orientación a la alteridad que la conducirá a borrarse y a ser una auténtica desconocida para sí,
colocándola en una posición de “afectividad melancólica”, arropada mediante un discurso romántico
y normativo de género al uso (modelo tradicional en interacción con modelo de transición). Esta
trayectoria continuará hasta la actualidad, donde la crisis personal profunda, y el deseo de salir de
ella, así cómo la pregunta del por qué… darán paso a un inicio de reflexividad propia, que le
permitirá buscar ayuda específica, y irse dando cuenta de que su posición subjetiva y de género la
conducen inevitablemente a lo contrario de lo que persigue, seguir siendo borrada, abusada,
maltratada e infeliz.
El secreto y elemento central que salvaguarda la línea frágil que separó el malestar emocional del
malestar físico o somático -el dolor generalizado de la FM- el cual empezó alrededor de los 7 años
12
según su memoria, fue la desaparación de la única figura de la cual recibió alguna consideración
subjetiva y estimación, su abuelo. Fue cuando este murió, y lo que dicha muerte representó para
ella, el final del único cuidado y reconocimiento subjetivo disponible, y su “abandono al mundo”, el
que hizo estallar un dolor generalizado en su cuerpo, que persistió con los años de forma
intermitente ligado a una posición subjetiva borrosa continuada. Dolor, que debía permanecer
invisible para la familia de origen y la propia, y para el entorno, para no empeorar la situación ya
muy mala (puesto que las cuidadoras no pueden ser objeto de cuidado según los códigos del
patriarcado y el sistema sexo/género en un modelo tradicional o en transición). Dolor que de
manera secreta e intermitente ha seguido hasta sus 50 años. Y no ha sido hasta hace pocos años
atrás que ha dejado de ser oculto para los otros y se ha convertido en un diagnóstico clínico (y
público) de F.M., el cual supuso un reconocimiento externo significativo.
Historia y posición en la familia de origen, que hizo que a los 17 años huyera de la familia con su
pareja (un artista, dice) que en un espejismo y estereotipo construyó como imagen de la libertad y
liberación del encarcelamiento y autoritarismo familiar, sin saber que sería en realidad lo contrario,
una continuidad.
Así, la vida y relación con su pareja ha sido de abandonos temporales continuados por parte de él,
que ella después perdonaba por amor, y también de des-responsabilización de él en la tarea de
provisión familiar y paternidad afectiva, mediatizado por un trato abusivo a distintos niveles sexual,
económica, psicológica, física, y con problemas del marido con el alcohol, accidentes de coche, etc.
Esta familia propia con la que tuvo 2 hijos, una niña y un niño (al que él renunció con papeles,
durante el embarazo, en uno de los diversos abandonos familiares) la han convertido durante más
de 40 años en una persona sola emocionalmente hablando, tanto en el ejercicio de la maternidad
como en el de la provisión, por lo que siempre ha tenido dos o tres empleos, dados los tiempos de
emancipación de la mujer y de “igualdad” que le han tocado vivir (modelo social de transición de
género y poliactividad). Aunque nunca ha podido trabajar en lo que deseaba, o disfrutar de ese
trabajo o mantenerlo cuando lo ha tenido excepcionalmente. Además, el trabajo artístico de la
pareja ha sido posibilitado y financiado también por ella durante su relación de más de 40 años.
Una trayectoria de proveedora y servidora a nivel económico, sexual, y emocional de la pareja, de
exclava, en la que ha asumido en soledad y a todos los niveles, la responsabilidad (de los dos), y
que la ha conducido al final a quedarse expropiada de sí misma, sin reconocimiento externo, y sin
ni siquiera disfrutar de ninguna propiedad de bienes materiales (ha perdido incluso el piso dónde
vivía y que había pagado con su trabajo) puesto que la respuesta del marido en la separación
definitiva ha sido de exacerbación de la violencia de género a nivel económico, y con complicidad
por parte de los amigos comunes, de los que no ha recibido apoyo.
Violencia de género que se ha repetido en la vida de pareja de su propia hija y nieto, por lo que ha
tenido nuevamente que hacerse cargo económicamente y emocionalmente del su nieto debido al
desentendimiento de la madre. Repetición de la violencia de género, que también estaba presente
en la historia de su propia madre, de una manera más normalizada y burda puesto que era la
época franquista con códigos de género muy estrictos y conocidos fruto de un modelo social de
género tradicional.
Tres generaciones de violencia surgen en este relato de vida que retrata una época y también una
transformación incipiente e insuficiente de los modelos sociales de género, transformación desde el
modelo social tradicional de género al modelo de transición en la actualidad.
En el momento actual, la búsqueda de reconocimiento y confirmación en el exterior, ha cesado, se
ha desplazado hacia una búsqueda de reconocimiento de si misma mediante el trabajo terapéutico,
y hacia una des-identificación de los mandatos de género normativos como mujer, como madre y
como persona mediante un proceso de particularización. Procesos que la conducen a cambiar su
posición subjetiva y su vínculo con los otros y con el mundo, lo que representa un principio y un
renacimiento, como ella misma dice, el cual repercute directamente en una mejora significativa del
dolor somático.
(IND_NO ASS3_50MUJER).
4. Conclusiones
Después de presentar un ejemplo de un Diagnóstico Psicosocial de Género pasamos a
presentar a modo de conclusión, los aspectos transversales, a nivel de contenido, que
han surgido a través de los 20 diagnósticos realizados (15 mujeres y 5 hombres).
Los diagnósticos se pueden describir como metarelatos de los relatos de vida, que a
modo de tejido van cosiendo las diferentes variables, hasta describir un continuo
fenomenológico que va del cuerpo al mundo social y vuelve, pasando cada vez por
puntos de conexión y fijación de y a la realidad, de cariz subjetivo. Su estructura se
13
inicia en una descripción del presente de la persona, en atención a la vivencia y al estado
de su padecimiento. A partir de aquí, se conecta a modo de red con los diferentes
agentes que evoca como capitales en la captura de su cuerpo en términos de fibromialgia
(F.M.): médicos, proceso de diagnóstico, dinámica familiar, ideales del yo. En el mismo
sentido, la red que parte del cuerpo dolorido y de su vivencia, se conecta con las
condiciones previas de este cuerpo con respecto a su desarrollo laboral, vital. En el
mismo sentido, este estado del presente, se conecta en red con su vivencia psíquica, y
con los correspondientes sociales de esta vivencia psíquica. Acto seguido, los
diagnósticos conectan este diagrama del cuerpo inicial con un pasado familiar y laboral,
que incluye el relato de la subjetividad implicada en la vivencia de tales o cuales
experiencias, la mayoría relacionadas con la construcción de su identidad social y con el
desarrollo de roles asociados. Finalmente, se transita por el universo interpretativo de la
persona, donde se valora su presente pero en relación a sus condiciones de progreso o
estancamiento y en atención a su vivencia del mundo, a su subjetividad. Así pues, la
generalidad de los diagnósticos psicosociales de género elaborados nos muestran una
vivencia del dolor cronificado como inhabilitante, que se conjuga con:
1)
Cuerpos perdidos en la actividad perpetua: la trayectoria vital de un cuerpo en
actividad perpetua, no sólo con respecto a la actividad fisiológica en general, sino un
cuerpo ilimitado en la performatividad de un rol femenino, que debido a la
incommensurabilidad de los mandatos normativos de este rol dentro de los múltiples
contextos que se habitan en tiempos de igualdad (trabajo, casa, formación, consumo…)
se torna ambivalente. Hablamos, pues, de un cuerpo en busca perpetua de confirmación
de su actividad, dentro de escenarios y mandatos ambivalentes (trabajo y casa,
formación, consumo…), lo cual conduce a la ambigüedad de la identidad, es decir, a la
negación de la validez de la confirmación dentro de un escenario, por parte del otro, y
por lo tanto, motoriza esta dinámica ilimitada de un cuerpo con D.C., en actividad
perpetua y contradictoria, es decir, en actividad perpetua, pero perdida, sin confirmación.
Paradójicamente, parece como si el DC/FM fuera a este cuerpo, su posibilidad de
limitarse, de detenerse.
2)
Un yo debilitado: Esta dimensión corporal de la DC/FM, encuentra un
correspondiente psíquico, que tiene que ver con la imposibilitad de un yo que gestione la
ambivalencia de roles en la búsqueda de la condición de sujeto dentro de este contexto
múltiple que habitan las mujeres contemporáneas (Velasco, 2009). Por lo general, se
trata de un yo que se sujeta enconadamente (irritado, exasperado) al mundo mediante
una norma, un ser o ideal de mujer trabajadora/cuidadora que, al confrontarse a las
condiciones objetivas de inconmesurabilidad de los distintos establecimientos o espacios,
es un yo que no encuentra la confirmación de su condición, un yo perdido que se
culpabilitza y castiga por este hecho, un yo que se encuentra perdido en la ambivalencia
y en la búsqueda inacabable de si mismo. Un dinamismo psíquico que, mientras
dibuja/traduce sobre el yo una mecánica normativa, permite la filtración y dinamización
inconsciente de los conflictos de la ambivalencia. En este sentido, mientras la
normatividad de los ideales de mujeres se proyectan en el cuerpo a modo de necesidad
ilimitada de performatividad de la actividad correspondiente al rol, el inconsciente
proyecta sobre el cuerpo la dinámica de los conflictos. (Bayo- Borrás, 2010).
3)
La desigualdad en la igualdad: La cartografía social, la novela familiar y las
condiciones de vida de estas personas nos alertan, pues, sobre la organización social de
este cuerpo dolorido, de este yo todavía desconfirmado. Como si se tratara de la
14
representación del universo proyectada sobre la máquina del reloj, el cuerpo con DC/FM
contiene la memoria de un mundo de fenómenos que se pueden organizar de la siguiente
manera (aunque no todos los D.P.G. los contienen todos, estos se van repitiendo de
manera parcial, a través de ellos):
a.
El mundo de la máxima cura maternal (máximo cuidado maternal).
b.
El mundo del abandono familiar.
c.
El ideal de la mujer en el cuidado/provisión.
d.
El mundo de la desconfirmación familiar (pareja, hijos).
e.
El mundo de la desconfirmación laboral.
f.
El mundo de la desconfirmación social (amigos, etcétera).
g.
La medicalización de la vida y la constitución anhelada del ser en la
enfermedad.
h.
La medicalización de la vida y la cronificación del dolor.
i.
El mundo de los “tiempos de igualdad” como sistema omnicomprensivo.
Tal y como se puede deducir de estos elementos transversales, aplicar la interacción de
una perspectiva y epistemologías feminista y postestructuralista en la construcción de
conocimiento con implicaciones en la organización de la intervención en el área de la
salud pública (tema que constituye en sí mismo otro artículo) reconoce la importancia
esencial de visibilizar el sistema sujeto/sexo/género en las experiencias de malestar o
sufrimiento evitable (Izquierdo, 1998) en relación al contexto sociohistórico y a su
producción y regulación de subjetividades. Operación que supone una posición crítica
hacia las formas tradicionales de construir conocimiento las cuales apuestan por
"verdades universales", conocimientos objetivos, neutros de valores, fragmentados y sin
marca de género en la conceptualización de la salud. Una posición crítica que recupera la
capacidad de resistencia a la versión tradicional y sexista de la ciencia y se compromete
con el activismo científico-ético-político y con la justicia social en el ámbito de la salud en
la interpretación del malestar evitable.
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