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FILOSOFÍA Y RELIGIÓN 1. Introducción. Para comprender la filosofía medieval no debemos olvidar que se trata de un largo período histórico marcado en todos los órdenes por el cristianismo. Este hecho explica la temática central de los pensadores de la época y las soluciones que aportan. Las iniciativas medievales para hacer compatibles la fe cristiana y la razón, dejando clara la supremacía de la primera, se extendieron también al terreno de la política, con intentos de armonizar el poder espiritual de los papas y el terrenal de los reyes y emperadores, con el predominio del poder religioso. Esto se logró con Carlomagno: el día 25 de diciembre del año 800 fue coronado, por el papa, rey de los francos y emperador de la cristiandad, con el fin de hacer frente a los musulmanes y judíos. Carlomagno intentó mejorar la educación y con ese fin creó la Escuela palatina en su corte de Aquisgrán; contrató profesores españoles, ingleses e italianos, destacando por encima de todos la figura del inglés Alcuino de York. Esta escuela fue trasladada después a París y, junto con otras, fue el origen a comienzos del siglo XIII de la universidad de París. Pero en tiempos de Carlomagno aparecieron otra serie de escuelas monacales y catedralicias, y se fundaron grandes abadías que se encargaron de conservar las técnicas agrícolas, el comercio y el saber de la época, dando lugar a lo que conocemos como "Renacimiento carolingio". La denominación de "filosofía escolástica" para referirnos a la filosofa medieval se debe en principio a que el saber medieval se elabora en esas escuelas. Los programas de estudio incluían las asignaturas o materias que constituían el trivium (gramática, retórica y dialéctica) y el quadrivium (aritmética, geometría, música y astronomía) que eran las siete artes liberales, y además el latín, el griego y las sagradas escrituras. Tras la muerte de Carlomagno su imperio se dividió y se feudalizó. Entre los grandes señores feudales había altos jerarcas religiosos. La vida monástica se relajó y perdió prestigio intelectual, moral y espiritual, lo mismo que el papado. Y como la educación se asentaba en las escuelas del palacio imperial, los conventos y las catedrales, se vio arrastrada por esa decadencia. La corona imperial pasó en el siglo X de Francia a Alemania. El Sacro Imperio Romano Germánico mantuvo pugnas constantes con los papas, pero siempre se admitió la superioridad de la misión sobrenatural de la Iglesia, y sus derechos sobre el poder político. Durante los siglos XI al XIII tienen lugar las Cruzadas, al mismo tiempo que algunos reyes nacionales van alcanzando cierta autonomía: por ejemplo, los de Inglaterra y Francia, que terminarán por destruir en el siglo XIV el equilibrio entre la Iglesia y el Imperio, proclamando la separación de ambos poderes. Como resultado se produce el destierro de los papas a la ciudad francesa de Avignon (de 1305 a 1377), y el Gran cisma de Occidente (1378). Este proceso culminará con la creación de los grandes Estados nacionales modernos. En el siglo XIII la afluencia de estudiantes a las escuelas catedralicias y monacales es tan grande que las aulas y claustros son insuficientes, viéndose la necesidad de crear unos centros nuevos que alberguen a todos los estudiantes y profesores. En estos nuevos centros se imparten todas las disciplinas, y están reglamentados de manera que garanticen la solvencia de los estudios y la validez de los títulos que otorgan. Estos nuevos centros son las universidades (París, Oxford, Bolonia, Salamanca...). Filosofía y religión Filosofía II En 1215 se crea la universidad de París, a partir de las escuelas de la ciudad, en especial la de Notre Dame. En ella estudiaron o enseñaron todos los grandes filósofos y teólogos del siglo XIII, entre ellos Tomás de Aquino y el mallorquín Raimundo Lulio. Las universidades necesitaban una licencia eclesiástica para poder ejercer como tales, y dicha autorización consistía en la concesión de una carta papal que recogía una serie de privilegios tanto para la institución como para sus miembros, profesores y alumnos. Por ejemplo, se autorizaba el otorgamiento de títulos que permitían a quienes los obtenían ejercer la docencia legalmente; la exención de impuestos de la institución; una jurisdicción propia o estatutos para resolver los conflictos internos; la exención del servicio militar de todos sus miembros; la capacidad de elección del rector y los profesores... Los estudiantes empezaban muy jóvenes, a los trece o catorce años, y permanecían en torno a diez años entre los estudios de la facultad de artes (trivium y quadrivium) y luego los superiores de la facultad de teología, obteniendo el título de bachiller. Para el título de doctor, que suponía también la licencia para enseñar teología, se exigían otra serie de años de estudio y de práctica docente en la facultad de artes. La enseñanza se centraba principalmente en la lectura y comentario de textos de autores clásicos (entre otros, Aristóteles) en la facultad de artes, y de la Biblia en la de teología. También usaban mucho las disputas (disputatio quaestiones), con defensores y oponentes sobre un determinado problema, que el profesor resuma y terminaba dando su propio punto de vista. Las órdenes religiosas jugaron un papel muy importante en universidades como la de París, especialmente las dos órdenes mendicantes fundadas en el siglo XIII, franciscanos y dominicos. Ambas aspiraban a ocupar las cátedras en la facultad de teología, con enfrentamientos entre ellas y de ambas con los profesores seglares. Sin desdeñar otros aspectos como el prestigio de la orden o la posición de poder que se alcanzaba o se perdía, detrás de esas disputas había una lucha ideológica: mientras los franciscanos, con Buenaventura como figura principal, eran firmes defensores del pensamiento de Agustín de Hipona y poco amigos del aristotelismo, los dominicos se inclinaron por Aristóteles, especialmente Alberto Magno y Tomás de Aquino. Las controversias, envidias y recelos entre estas órdenes continuaron durante siglos y terminaron afectando al físico y astrónomo Galileo (1564-1642) en su enfrentamiento con la Iglesia. Tomás de Aquino fue teólogo, y su filosofía hay que verla en relación con su teología. Ésta trata sobre la verdad revelada, que debe permanecer intacta; pero algunas de las verdades reveladas pueden ser conocidas por la razón, por ejemplo la existencia de Dios, y hay además otras verdades que no fueron reveladas y que son el objeto de estudio de los saberes racionales. Toda la filosofía de Tomás de Aquino se construye sobre estos cuatro pilares: - Cristianismo. - Filosofía aristotélica. - Distinción entre esencia y existencia, tomada de Avicena, filósofo árabe de los siglos X-XI. - La teoría platónica de la participación. 1. Cristianismo. El punto de partida de la filosofía de Tomás de Aquino es la existencia de Dios y la creación del mundo, hechos incuestionables puesto que han sido revelados y además pueden ser demostrados racionalmente, como veremos después. Esto implica que la realidad, el Ser en su totalidad, está dividido en dos bloques opuestos: - Dios, Ser infinito, perfecto y necesario, verdadera y propiamente "Ser". 2 Filosofía II Filosofía y religión - El mundo creado, seres finitos y contingentes ("contingente" significa que puede existir o no existir, que cambia, y se opone a "necesario"), sólo parcial e impropiamente "Ser". 2. Filosofía aristotélica. Hasta el siglo XIII el pensamiento occidental tuvo a Agustín de Hipona como a su maestro, dando lugar a lo que conocemos como "agustinismo medieval" y, a través de él, durante estos siglos, fue Platón el filósofo griego que dejó sentir su influencia. Durante todo este tiempo Aristóteles apenas fue conocido en Occidente, salvo su Lógica. A comienzos del siglo XIII penetra en la Escolástica cristiana el pensamiento de Aristóteles, gracias a las traducciones al árabe y luego al latín de toda la obra aristotélica. En esta labor de traducción e interpretación de Aristóteles destaca Averroes, jurista, médico, teólogo y filósofo musulmán, nacido en Córdoba en 1126 y muerto en Marruecos en 1198. Fue un gran comentarista de Aristóteles, al que consideraba el mayor genio de la humanidad. La confrontación entre la filosofía (aristotélica) y la teología (musulmana) la resuelve mediante la teoría de "la doble verdad". Ésta no significa que haya verdades filosóficas que sean falsedades teológicas y a la inversa, sino que la verdad se nos presenta de dos modos: científica en la filosofía, y de forma alegórica en la teología. La filosofía está por encima de la teología, pero no todo el mundo está capacitado o preparado para seguir los razonamientos filosóficos, por lo que se necesita también la teología como otra vía de acceso a la verdad, más imaginativa que racional, y accesible a todo el mundo. Esto le acarreó problemas con los ortodoxos musulmanes, que no podían aceptar esa sumisión de la fe a la racionalidad. Dentro de los pensadores cristianos, Tomás de Aquino fue el máximo admirador y seguidor de Aristóteles. Y también él tuvo problemas con las autoridades eclesiásticas y universitarias porque Aristóteles era percibido como un filósofo pagano incompatible con la religión cristiana, y que además había sido dado a conocer y defendido por los musulmanes. Algunos, especialmente los franciscanos que eran los mayores defensores del agustinismo, creyeron que Tomás de Aquino facilitaba el paso al enemigo, y consiguieron que el obispo de París condenara públicamente muchas tesis aristotélicas1. Tomás de Aquino, sin embargo, veía en Aristóteles un filósofo que alcanza la verdad, aunque con errores dentro de su sistema. Por eso lo utiliza como armazón para construir el suyo propio, corrigiéndolo en aquello que considera errores propios de un filósofo pagano. En el siglo XIV la filosofía de Tomás de Aquino se convirtió en obligatoria en la orden de los Dominicos, y en el siglo XIX terminó por convertirse con el papa León XIII en el filósofo oficial de la Iglesia católica, patrón de los estudiantes y propuesto como modelo o norma para los filósofos católicos. Aristóteles influye en la doctrina tomista en los siguientes aspectos: (a) Teoría del conocimiento. El conocimiento en el hombre empieza por los sentidos, hasta elevarse a lo universal, propio del entendimiento, mediante un proceso de abstracción. (b) Física y Metafísica. Tomás de Aquino acepta las siguientes tesis aristotélicas: 1. Teoría hilemórfica: todas las sustancias naturales se componen de materia y forma. 2. Distinción ontológica de sustancias y accidentes. 3. El movimiento se define y explica en términos de potencia y acto. 4. Teoría de las cuatro causas: material, formal, eficiente y final. 5. Finalismo o teleología: en el universo todo actúa movido por un fin o telos. Sin embargo, Tomás de Aquino supedita el perfeccionamiento o finalismo natural de Para el conocimiento del ambiente social o intelectual de esta época recomendamos se lea la novela de Umberto Eco, El nombre de la rosa; también puedes ver la película del mismo título. 1 3 Filosofía y religión Filosofía II todos los seres o sustancias, incluido el hombre, a Dios como el verdadero fin último. El fin natural sólo es un medio para la gloria de Dios, para manifestar su divina perfección. 6. La existencia de un Primer Motor inmóvil para explicar la existencia del movimiento. No obstante, el Motor inmóvil de Aristóteles es causa final pero no eficiente, y el mundo es eterno, sin necesidad de creación, mientras que el Dios de Tomás de Aquino es también causa eficiente, creador y conservador del mundo, hecho a su imagen y semejanza. (c) Teología. Tomás de Aquino admite: 1. La demostración de la existencia de Dios a partir del movimiento que observamos en todos los seres naturales. 2. La definición de Dios como Acto puro, inmutable, perfecto, sin ninguna potencialidad porque no tiene materia. Dios es “Pensamiento que se piensa a sí mismo”. La novedad de Tomás de Aquino es que Dios sí conoce el mundo, y es su creador. Dios conoce el mundo conociéndose a sí mismo, en sí mismo, porque es creación suya. Psicología. Aquino está de acuerdo con Aristóteles en que el hombre está compuesto de alma y cuerpo, y que constituyen una unión sustancial. El alma se define como principio de vida, forma y acto del cuerpo. Se separa de Aristóteles en lo referente a la inmortalidad del alma: en Aristóteles no existe inmortalidad individual, y en Tomás de Aquino sí. (d) (e) Ética y Política. Al igual que Aristóteles, Tomás de Aquino mantiene que: alcanzar la felicidad es el fin último de la conducta humana, y que la felicidad perfecta consiste en la contemplación, en la actividad del conocimiento. El hombre es un ser social por naturaleza, y el Estado es la forma de organización social más perfecta. Pero también aquí hay algo nuevo respecto a Aristóteles: el fin último del hombre no se encuentra en nada de este mundo, sino en Dios. La defensa de ese fin sobrenatural hace que en Tomás de Aquino sea matizado el concepto de felicidad, y que el Estado sea insuficiente y tenga que subordinarse a la Iglesia, que es “la sociedad” especialmente encargada de hacer posible la consecución de dicho fin sobrenatural. 3. Avicena (distinción esencia-existencia) y doctrina platónica de la participación. Tomás de Aquino, “completando” la Física aristotélica, añade una distinción más en todos los seres naturales, distinción que toma de Avicena, quien a su vez, la elabora a partir de la doctrina de la contingencia del mundo mantenida por el filósofo árabe Alfarabí: en todo lo que es finito hay que distinguir su esencia, lo que es y define a cada ser, y su existencia, es decir, el hecho de si existe o no. Los seres naturales (creación) son contingentes, llegan a ser y dejan de ser, porque en ellos hay una distinción real entre esencia y existencia: es decir, el existir no forma parte de su esencia y por eso nacen y mueren. En cambio en Dios coinciden esencia y existencia, y así se nos revela en el libro del Éxodo: "Ego sum qui est". Dios es el Ser que consiste en existir, el Ser cuya esencia es la existencia, es acto puro de ser o existir y por tanto necesario, eterno, inmutable, infinito y único. Es decir, en el Ser infinito y necesario, en Dios, esencia y existencia coinciden. Esto explica racionalmente la necesidad de la creación del mundo, algo totalmente impensable en el pensamiento griego, y la relación de participación del mundo creado con su creador. 4 Filosofía II Filosofía y religión La Suma contra los gentiles, escrita entre 1225 y 1264, está concebida como una obra a la vez de controversia y crítica a las religiones árabe y judía, los otros grandes sistemas religiosos del siglo XIII junto al cristianismo, y de popularización de la doctrina de Tomás de Aquino. Al comienzo de la obra, escribe el aquinate: «Nuestra intención es poner de manifiesto, en cuanto nos sea posible, la verdad que profesa la fe católica, eliminando los errores contrarios a ella». Queda claro, pues, que se trata de una obra apologética (defensa de la verdad cristiana) a la vez que polémica. Existen testimonios que indican que Aquino escribió esta obra por encargo expreso del maestro general de los dominicos, Raimundo de Peñafort, para uso de predicadores, de modo que estos tuvieran argumentos para refutar -y en su caso, convencer- a los gentiles, nombre con el que parece ser que se refería a los musulmanes. No obstante, la intención de Tomás de Aquino iba, seguramente, más allá, y se extendía hasta los judíos y cualquier tipo de herejía o creencia pagana contraria a la fe. Los temas fundamentales del libro son la esencia divina y el conocimiento que de Dios tienen los seres humanos. Es decir, Tomás de Aquino plantea en esta obra la cuestión de cómo es posible que una criatura finita y limitada, un simple mortal, imperfecto y débil, puede concebir un ser perfecto y eterno, y cómo puede explicarlo con su razón. Aunque la obra parte de la distinción entre dos tipos de verdades acerca de Dios, unas que son accesibles a la razón y otras que únicamente son alcanzables mediante la fe, esta distinción se enmarca en la convicción tomista de que la razón y la fe cristiana son compatibles o congruentes. La obra se divide en cuatro libros, de los cuales los tres primeros están dedicados a las verdades de razón, mientras que el cuarto se ocupa de las verdades de fe propias de la doctrina cristiana. 2. Filosofía griega y filosofía cristiana. 2.1. El encuentro razón-fe. Desde el punto de vista filosófico, la Edad Media se caracteriza por el predominio cultural de la religión, lo que supuso que la filosofía fuera puesta al servicio de las creencias religiosas. Esto es así en el caso de las tres grandes religiones monoteístas: la judía, la cristiana y la musulmana, cuyos pensadores más destacados estudiaron y aprendieron la filosofía de los griegos. El encuentro del cristianismo con la filosofía griega, o lo que es lo mismo, el encuentro entre la fe y la razón, fue un acontecimiento de enorme trascendencia para nuestra cultura: la «cultura occidental». Suele decirse, con razón, que ésta se asienta y crece a partir de dos raíces: la griega y la judeo-cristiana. La presencia de ambas es especialmente visible y operativa en la constitución y desarrollo de la filosofía medieval. El cristianismo aparece y se expande con el Imperio romano. En sus inicios fue tolerado y considerado como una secta judía, hasta la persecución llevada a cabo por el emperador Nerón, en el año 64. Posteriormente fue objeto de persecuciones con distinta intensidad e intermitencia, hasta la persecución masiva de Diocleciano (año 303). Finalmente, con Constantino, el cristianismo se convertiría en la religión del Imperio (Edicto de Milán, año 313; Concilio de Nicea, año 325). El intento de Justiniano de reinstaurar el paganismo 2 Paganismo: religión de los gentiles o paganos cuyas creencias y valores humanos permanecen fuera del cristianismo. 2 5 Filosofía y religión Filosofía II (años 361-363) resultó efímero. Con Teodosio y (año 381) se consumó el triunfo definitivo del cristianismo como religión de todo el mundo mediterráneo. El primer encuentro fe-razón tuvo lugar en el siglo I d.C. Con el judío Filón de Alejandría, quien anteponía la fe pero sin renunciar al uso de la razón. Para clarificar su postura sobre la relación entre filosofía y religión recurre al símil de las dos mujeres de Abraham: Sara, la esposa legítima de Abraham, simboliza la fe, y Agar, su esclava, la filosofía. Ésta, por tanto, es la esclava y servidora de la fe. El cristianismo entró abiertamente en contacto con el pensamiento griego a partir del siglo II d.C., y fue un encuentro polémico, con dos posturas claramente diferenciadas entre los primeros apologetas o primeros Padres de la Iglesia: Los opuestos a la Filosofía, que al principio eran mayoritarios. Para éstos, la fe se identifica con la verdad y la razón (filosofía) con la falsedad, sin conciliación posible. Los favorables a la filosofía, que defendían la supremacía y autosuficiencia de la fe para alcanzar todo el conocimiento, pero admitían la capacidad de la razón humana para descubrir ciertas verdades parciales y para luchar contra el paganismo con sus mismas armas, también podía ilustrar e iluminar racionalmente la fe de los creyentes y enfrentarse a las herejías o desviaciones internas3. Al final terminó triunfando la postura de los que eran favorables al contacto con la filosofía (de la que progresivamente van tomando y asimilando buena parte de sus categorías y conceptos), aunque viéndola siempre como una forma de conocimiento muy inferior al que se adquiere mediante la fe en la revelación. Se trata de una postura similar a la del judío Filón: «la filosofía, esclava de la religión». 2.2. El «platonismo» como modelo filosófico. El modelo filosófico que adoptaron en un primer momento fue el platonismo (Agustín de Hipona), pero no tomado directamente de Platón sino a través de una interpretación de éste que mezclaba filosofía con religión y mística, que conocemos como neoplatonismo4. Avanzada la Edad Media, en los siglos XII y XIII, la Física y, sobre todo, la Metafísica de Aristóteles sustituirán al platonismo reinante hasta ese momento, con la obra de Tomás de Aquino. La primera elección se hizo no sólo porque el neoplatonismo era la corriente dominante de la época, sino muy especialmente porque era la corriente filosófica que ofrecía mayores semejanzas con la doctrina cristiana, a la que se acercaba en algunos aspectos importantes como la concepción del mundo, de Dios o del ser humano. La concepción platónica de Dios y del mundo ofrecía al pensamiento cristiano doctrinas fácilmente asimilables, como: 1. La afirmación platónica de la existencia de otro mundo radicalmente distinto (el de las Ideas) más allá del mundo físico, es absolutamente compatible con la doctrina cristiana, lo que facilitó su adopción. 3 Los primeros Padres de la Iglesia tuvieron que enfrentarse a estos problemas para intentar salvaguardar la unidad y universalidad doctrinal del cristianismo y encontraron en la filosofía griega un apoyo importante. 4 Neoplatonismo: última de las corrientes platónicas que se desarrolló en la Antigüedad. Su representante más importante fue Plotino, pensador que influiría decisivamente en Agustín de Hipona. El Neoplatonismo insistía en la simplicidad y trascendencia del Primer Principio, al cual denominaban «lo Uno». 6 Filosofía II Filosofía y religión 2. Las doctrinas platónicas de la imitación y de la participación también fueron asimiladas y usadas por los pensadores cristianos para subrayar la contingencia5 de lo creado y su dependencia del Creador. 3. Por otro lado, los filósofos cristianos interpretaron la acción del Demiurgo platónico (constructor del universo conforme a las Ideas) como un esbozo de la idea de creación. No obstante, tal concepto es totalmente ajeno al pensamiento griego, porque supondría el paso del no-ser al ser, circunstancia irreal e ininteligible (irracional), como ya afirmara Parménides. 4. Por último, el cristianismo identificará a la Idea platónica de Bien con Dios, y tomará su supremacía y trascendencia para subrayar su monoteísmo y la radical diferencia de Dios respecto a los seres creados. También en su concepción del ser humano, sobre todo la doctrina acerca del alma, era el platonismo la filosofía más afín a las doctrinas cristianas aunque, como veremos, hay aspectos difícilmente compatibles. 5. El pensamiento cristiano asume y comparte la afirmación y argumentos platónicos que concluyen que el alma es inmortal. Sin embargo discrepa con Platón en la preexistencia6 del alma y sus sucesivas reencarnaciones, ya que las almas no existen desde siempre sino que son creadas directamente por Dios. 6. El pensamiento cristiano también asumirá la afirmación platónica de que la vida no es sino un período de purificación y preparación para la existencia posterior a la muerte, ya que el verdadero lugar y destino natural de las almas no se encuentra en el mundo físico sino en el de las Ideas. 7. En relación con el punto anterior, también asumieron la doctrina platónica de que las almas son juzgadas tras la muerte y reciben el premio o el castigo correspondiente. Sin embargo, el cristianismo no podía asumir la concepción platónica de la relación cuerpo-alma. La incompatibilidad con el platonismo procede de dos elementos de la doctrina cristiana: a) Es el ser humano entero y no solamente el alma lo que fue hecho a imagen y semejanza de Dios. b) La doctrina de la resurrección de los cuerpos no permite afirmar que el estado natural y definitivo del alma sea el de una existencia descarnada. Algunos pensadores cristianos parecen a veces olvidar estas dos peculiaridades de la doctrina cristiana y las expresiones que utilizan dan la impresión de ser más platónicas que cristianas. 2.3. Corrientes filosóficas y grandes temas de la filosofía medieval. 2.3.1. Corrientes filosóficas de la Edad Media. Agustinismo filosófico. Los primeros siglos de la Edad Media se caracterizan, como hemos apuntado más arriba, por el predominio de un pensamiento marcadamente Contingentes, desde el punto de vista ontológico, son aquellos seres que existen pero podrían no existir; es decir, son indiferentes a la existencia. 6 Para los pensadores griegos todo lo que es inmortal (lo que no tiene fin) es también inengendrado (no tiene comienzo). Por lo tanto, las almas existen desde siempre y para siempre. 5 7 Filosofía y religión Filosofía II platonizante. Esta corriente de pensamiento se configura a partir de diversas aportaciones e influencias, siendo la más importante la obra de Agustín de Hipona. A partir del pensamiento de éste y como su continuación, se desarrolla un movimiento filosófico denominado “agustinismo medieval” o “agustinismo filosófico”, del cual destacan dos personalidades: Anselmo de Canterbury (siglo XI) y Buenaventura (siglo XIII). Aristotelismo averroísta. Un acontecimiento de enorme importancia, que influyó en los ámbitos de la cultura y el pensamiento, fue la aparición y expansión del Islam tras la predicación de Mahoma, en el siglo VII. Muy pronto, los árabes conquistaron Siria y entraron allí en contacto con las traducciones al sirio que hicieron un grupo de cristianos de algunos textos de filósofos griegos. Primero del sirio y después directamente del griego se fueron traduciendo al árabe las obras de Aristóteles. Se crea así una filosofía aristotélica árabe. En un principio, los filósofos árabes adoptan un aristotelismo muy platonizado (Avicena, 9801037). Posteriormente (siglo XIII) el cordobés Averroes comentará la obra de Aristóteles eliminando las influencias platonizantes y ofreciendo un aristotelismo puro. Se creó así un movimiento aristotélico conocido como “averroismo latino” o “aristotelismo averroísta”. Aristotelismo tomista. Tras la primera prohibición de la filosofía aristotélica (Sínodo de París, 1210) por considerarla incompatible con la doctrina de la Iglesia, ésta irá poco a poco integrándola y asimilándola. La asimilación de la filosofía aristotélica dentro del marco de la ortodoxia cristiana fue llevada acabo fundamentalmente por Alberto Magno y definitivamente por el discípulo de éste: Tomás de Aquino, para quien los conceptos y esquemas aristotélicos, además de ofrecer una imagen de la realidad valiosa y aceptable en sí misma, eran, en líneas generales, compatibles con la fe cristiana. El Nominalismo. El siglo XIV representa la crítica y el rechazo de las grandes síntesis filosófico-cristianas elaboradas sobre bases griegas. Las categorías e ideas procedentes de la filosfía griega, al ser ajenas originalmente al cristianismo, se consideran un elemento distorsionador del auténtico cristianismo. En esta línea, el filósofo más importante es el nominalista Guillermo de Ockham (1295-1350). 2.3.2. Grandes temas de la filosofía medieval. A) Las relaciones entre la fe y la razón. Se trata, sin lugar a dudas, del tema de reflexión más importante a lo largo de toda la Edad Media. Las principales posiciones que se dieron sobre este tema fueron fundamentalmente cuatro: 1. Agustinismo filosófico. Para la tradición agustinista no hay separación entre teología y filosofía porque tanto la fe como la razón tienen como objeto la verdad revelada: la fe ilumina a la razón y la razón ayuda o sirve a la fe haciendo comprensibles sus contenidos. Pero la razón sola, sin la fe, no puede alcanzar la verdad (que es la revelación), porque por su naturaleza es débil, limitada e imperfecta. La actitud agustinista se expresa perfectamente en la frase de Anselmo de Canterbury: «fides quaerens intellectum» (la fe tratando de comprender). 2. Aristotelismo averroísta. Con el aristotelismo averroísta se reclama la autonomía de la razón frente a la fe a través de su teoría de la doble verdad. Según los averroístas hay dos verdades: una teológica (o de fe) y otra filosófica (o de razón). Así, las afirmaciones de que el alma es inmoral y que el mundo es creado, son verdaderas de 8 Filosofía II Filosofía y religión acuerdo con la fe, mientras que las afirmaciones opuestas (el alma es mortal, el mundo es eterno) son también verdaderas, pero de acuerdo con la razón y la filosofía7. 3. Aristotelismo tomista. La posición de Tomás de Aquino, que detallaremos en el tercer punto del tema, consiste en una doctrina que trata de garantizar tanto la autonomía de la razón frente a la fe como la armonía entre ambas, ya que hay verdades que son de fe y de razón a la vez. 4. El Nominalismo. La corriente nominalista elimina la zona de verdades comunes a la razón y la fe, defendida por el tomismo. Para Guillermo de Ockham razón y fe son dos fuentes de conocimiento distintas con contenidos también distintos. De este modo, las proposiciones que Tomás de Aquino consideraba comunes a ambas, ahora son declaradas indemostrables racionalmente y, por lo tanto, objeto exclusivamente de fe religiosa. B) La demostración de la existencia de Dios. Se trata de otro tema recurrente en la filosofía medieval. En este aspecto destacan dos posturas: 1. Agustinismo filosófico. Para Agustín de Hipona el conocimiento de la existencia de Dios viene dado por la vía de la interiorización, del recogimiento del alma en sí misma. En el interior de sí misma el alma capta las verdades eternas e inmutables cuyo fundamento no puede ser otro que Dios, eterno e inmutable, ya que nuestra alma es mutable y, por lo tanto, las verdades son superiores a ella. En el seno de la tradición agustinista (y siguiendo la vía de la interiorización) Anselmo de Canterbury, en su obra Proslogium, formuló el célebre «argumento ontológico» para demostrar la existencia de Dios (a partir de la misma idea o noción de Dios: vía de la interiorización) en estos términos: «Todos los hombres (incluso el necio que en su corazón afirma que Dios no existe) tienen una idea o noción de Dios. Entienden por “Dios” un ser tal que es imposible pensar otro mayor que él; ahora bien, un ser tal ha de existir no solamente en nuestro pensamiento sino también en la realidad, ya que en caso contrario sería posible pensar otro mayor que él (a saber, uno que existiera realmente) y, por tanto, caeríamos en contradicción; luego, Dios existe no sólo en el pensamiento sino también en la realidad». El argumento ontológico es, sin duda, el más célebre, el más controvertido y el más estimulante de cuantos argumentos se hayan propuesto para demostrar la existencia de Dios. Desde su formulación por San Anselmo ha sido objeto recurrente de consideración por parte de los filósofos hasta nuestros días. Ya en la Edad Media fue rechazado por Tomás de Aquino, porque consideraba que se daba un salto ilegítimo del orden lógico al orden moral. Según el Aquinate, si partimos de la esencia pensada de Dios, solamente podemos concluir en su existencia pensada, pero no en su existencia real, fuera del pensamiento. Posteriormente, como veremos, fue aceptado y defendido en el siglo XVII por los filósofos racionalistas (Descartes, Leibniz, Spinoza). Nuevamente será criticado y rechazado por Kant. Más tarde será aceptado Al difundirse esta nueva forma de pensar, la Iglesia adoptó una actitud hostil ante la misma. No era posible admitir la teoría de la doble verdad porque llevaba al escepticismo y al relativismo. Los averroístas fueron condenados y su máximo representante, Sigerio de Brabante, fue expulsado de la universidad de París y condenado a cadena perpetua. 7 9 Filosofía y religión Filosofía II y defendido por Hegel. Ya en el siglo XX, en el seno de la filosofía analítica, ha contribuido a la discusión tanto del sentido y naturaleza de las proposiciones analíticas como a la de los diversos sentidos del predicado «es». Se trata, por lo tanto, de un capítulo fundamental de la tradición filosófica. 2. Aristotelismo tomista. Para Tomás de Aquino, no podemos tener un conocimiento inmediato de la existencia de Dios porque no tenemos un conocimiento directo y adecuado de su esencia. Nuestro conocimiento de Dios ha de basarse, por lo tanto, en la experiencia (conocimiento) que poseemos del mundo, y a partir de ahí elevar nuestra mente hasta el conocimiento de Dios. Un razonamiento que parte del mundo para llegar a Dios es un razonamiento que va del efecto (mundo) a la causa (Dios). Y puesto que un efecto es siempre “posterior” a su causa, este tipo de razonamiento ha sido denominado “a posteriori” (expresión que significa literalmente: “a partir de lo que es posterior”). Tomás de Aquino formuló cinco pruebas “a posteriori” conocidas como las cinco vías tomistas para la demostración de la existencia de Dios: vía del movimiento (Dios como motor inmóvil o causa motora), vía de la causalidad (Dios como causa sui, causa incausada o causa necesaria), vía de la contingencia (Dios como primer necesario), vía de la perfección (Dios como perfección absoluta) y vía de la ordenación (Dios como inteligencia ordenadora, fin de fines u ordenador supremo). 3. Tomás de Aquino: razón y fe: Filosofía y teología. El problema de las relaciones entre la razón y la fe llega en Tomás de Aquino a su punto culminante: el gran mérito que se le atribuye es el de haber logrado la mejor síntesis medieval entre razón y fe o entre filosofía y teología, intentando armonizarlas. Cuando esta armonía se derrumbre estaremos entrando en la Edad Moderna. Las obras del Aquinate son eminentemente teológicas pero, a diferencia de otros escolásticos, concede, en principio, a la razón su propia autonomía en todas aquellas cosas que no se deban a la revelación. Para expresar esta autonomía de la razón y a la vez armonía con los contenidos de la revelación, recurre a la filosofía aristotélica como instrumento adecuado, a la vez que para combatir el averroísmo latino con sus propias armas: los textos de Tomás de Aquino (1224 – 1274) Aristóteles. Es decir, la actitud teórica de del lienzo de Zurbarán: Tomás de Aquino consiste en la aceptación de “Santo Tomás de AquinoDetalle rodeado de los grandes padres de la Iglesia Latina” los dos términos de la cuestión (filosofía y dogma cristiano) y, a la vez, armonía y conciliación entre ambas. 3.1. Distinción entre fe (teología) y razón (filosofía). El fundamento de la distinción tomista entre los campos de la filosofía y la teología se basa en su neta distinción ontológica entre orden natural (realidades sensibles y materiales) y 1 0 Filosofía II Filosofía y religión orden sobrenatural (realidades inmateriales). En virtud de esto distingue Tomás de Aquino un doble orden del conocimiento: 1. Natural, que procede del trabajo de las puras fuerzas de la razón humana y sus principios lógicos, cuyo resultado es la filosofía, la cual es perfectamente válida dentro de su propio orden. Tiene sus leyes y método propios, con estricto valor demostrativo, que le confieren el carácter de verdadera ciencia. 2. Sobrenatural, el cual no procede de la razón humana, sino de la revelación de Dios. Este conocimiento, aunque oscuro por naturaleza, nos descubre numerosas verdades, unas que de suyo están al alcance de la razón, y otras que exceden absolutamente sus límites, y que el creyente acepta por un acto de la virtud sobrenatural de la fe. 3.2. Los contenidos de la razón y de la fe: la «armonía» entre filosofía y teología. Es decir, según el Aquinate, hay contenidos específicos de la razón (que no pertenecen a la fe) y contenidos específicos de la fe (que no pertenecen a la razón), pero también hay contenidos comunes a la razón y la fe, es decir, que pertenecen a ambos ámbitos del conocimiento. De esta manera, según el Aquinate, razón y fe formarían dos conjuntos con una intersección común en lo que se refiere a sus contenidos. Ahora bien, ¿por qué existen contenidos comunes a la razón y a la fe? ¿Qué sentido tiene la existencia de verdades comunes a ambas? Básicamente su existencia se debe a dos razones: No todos los hombres pueden filosofar (por carecer de tiempo o de preparación filosófica, ...), pero por fe pueden llegar a conocer tales verdades. La razón humana es falible, puede cometer errores y equivocarse; lo que dice la revelación no se equivoca. Ambos tipos de conocimiento, el de razón y el de fe, no se contradicen ni oponen (relación armónica); ambos provienen, en último término, de una misma fuente de conocimiento que es Dios. Por lo tanto, la verdad es una y la misma, aunque razón y fe sean dos formas complementarias de llegar a ella. La razón, si razona bien, no puede llegar a conclusiones opuestas a lo aceptado por fe, ya que la verdad no puede contradecirse a sí misma. Es decir, es imposible un conflicto real y definitivo entre razón y fe. Todo conflicto será aparente y fruto de los errores de la razón. 3.3. La colaboración de la razón con la fe: la teología como una «ciencia mixta». Así pues, razón y fe son dos formas de conocimiento autónomas e independientes. Sin embargo, a juicio de Tomás de Aquino, la razón puede prestar y presta, de hecho, una estimable ayuda a la fe. Este servicio o ayuda se hace patente en la construcción de la teología como ciencia. En efecto, la teología se beneficia, a la vez, de las aportaciones de la fe y de la razón (filosofía): 1. De la fe toma sus principios (articuli fidei), que son indemostrables por la razón, y cuya certeza descansa en la revelación divina; es decir, se fundamenta en la autoridad de Dios. 2. De la filosofía tomará: i. sus procedimientos racionales de ordenación científica, de forma que la teología pueda constituirse en un sistema organizado de proposiciones. 1 1 Filosofía y religión Filosofía II ii. Sus métodos demostrativos o armas dialécticas, para demostrar más rigurosamente algunas verdades reveladas o para enfrentarse adecuadamente a las afirmaciones de los filósofos que contradicen los artículos de fe. iii. Numerosos datos científicos o explicaciones útiles, que no se encuentran en la revelación pero que sirven a la teología para explicar, penetrar y profundizar en lo posible dentro de los datos que proporciona la fe. La existencia de la teología es, pues, la muestra más evidente de la ayuda que la razón puede prestar a la fe. El resultado es una ciencia que podríamos llamar mixta, pues, por una parte, sus principios no son evidentes ni demostrables para el teólogo, y, por otra, utiliza procedimientos racionales análogos a los de las ciencias humanas. Es decir, una ciencia en la cual se combina lo natural con lo sobrenatural, lo humano con lo divino, pero que se reduce a una ciencia humana, pues sus conclusiones, obtenidas en virtud de un trabajo racional, pertenecen al orden humano. 3.4. La colaboración de la fe con la razón: los «errores» de la filosofía. No sólo la razón presta su ayuda a la fe, sino que, según Tomás de Aquino, la fe también presta sus servicios a la razón. Puesto que no hay doble verdad, ya que los artículos de la fe cristiana contienen afirmaciones indudables, la fe sirve a la razón de norma o criterio extrínseco de verdad: en el caso de que la razón llegara a conclusiones incompatibles con la fe, tales conclusiones serán necesariamente falsas y el filósofo habrá de revisar sus razonamientos sus premisas y su consistencia lógica, a fin de corregir sus deficiencias. Es decir, la filosofía se ha equivocado si su conclusión es distinta de la que afirma la fe, porque ésta es infalible al basarse en la revelación divina, en la autoridad de Dios. De todo lo dicho se deduce la actitud de Tomás de Aquino ante la razón y la filosofía, una actitud que cabría calificar de moderadamente optimista: como cristiano pone toda su confianza en la fe, garantizada por la autoridad de Dios, pero no por esto adopta una actitud totalmente contraria a la razón. Conoce y proclama su limitación y deficiencias, de donde deduce la necesidad moral de la revelación para guiarla y completarla en determinados órdenes. Pero a la vez, como filósofo, concede a la razón amplio crédito en su propio campo, dando acogida a todas cuantas aportaciones útiles pueda suministrarle. 3. Ley positiva y ley natural. Tomás de Aquino presenta un sistema teleológico en ética porque habla de una ética de los fines, que son los que promueven la conducta humana: LEY NATURAL: Aparece como consecuencia de la mencionada visión teleológica. El ser humano tiene unos fines y la ley natural es la deducción de los fines connaturales a la propia humanidad. Debemos deducir unas normas de conducta válidas para todo el mundo como un correlato de la esencia del ser humano. Así distinguimos tres grandes aspectos y, por tanto, tres ámbitos generales de actuación: 1. En tanto que sustancia, el ser humano tiende a conservar siempre su propia existencia, por lo que esto se convierte en un deber moral. 2. En tanto que animal, el ser humano tiende a procrear, por lo que es un deber moral establecer las normas bajo las que se lleve a cabo la reproducción para garantizar el cuidado y la protección de los hijos. 1 2 Filosofía II Filosofía y religión 3. En tanto que racional, el ser humano tiende siempre a conocer la verdad y a vivir en sociedad. De aquí surge la obligación moral de ir encaminado en cualquier acto a la verdad y respetar la exigencia de la justicia. La ley natural se deduce de las tendencias naturales del ser humano; su contenido ha de ser evidente, universal e inmutable. LEY POSITIVA: Es la ley recogida y contemplada en los sistemas legales de cada sociedad. La relación entre ley positiva y ley natural es muy importante para Tomás de Aquino porque: 1. La ley natural exige una ley positiva, capaz de imponer unas normas sociales basadas en la justicia y no en el capricho de los más fuertes. 2. La ley positiva debe entenderse como una prolongación de la ley natural. Su contenido concreta las normas morales naturales, especificando el comportamiento adecuado en casos concretos. 3. Las exigencias de la ley natural han de ser respetadas por la legislación positiva. La ley natural es la norma o marco que señala los límites dentro de los que se organizará moralmente la convivencia humana. Esto revela que, para Tomás de Aquino, el mundo del derecho y la moral se hallan intrínsecamente unidos, junto a la naturaleza humana. El fin último de esta interrelación es la justicia que debe aplicarse a todos los seres humanos. 1 3