Download 1970 - Facultad de Economía

Document related concepts

Desarrollo estabilizador wikipedia , lookup

Deuda pública wikipedia , lookup

Plan Vuskovic wikipedia , lookup

Crisis de la deuda latinoamericana wikipedia , lookup

Industrialización por sustitución de importaciones wikipedia , lookup

Transcript
MODELO DE DESARROLLO COMPARTIDO 1970 – 1982.
Prof. Investigador: Laureano Hayashi Martínez.
Facultad de Economía. UNAM.
En virtud de que el modelo de desarrollo estabilizador encuentra un esquema que le muestra
signos de un deficiente proceso de crecimiento, el gobierno en turno se plantea la necesidad de
modificar el modelo en donde el Estado tenga una mayor participación buscando apoyar la
política de inversión que se venía dando, con una fuerte inversión se consideraba que la situación
económica mejoraría y el comportamiento de las variables macro presentarían signos favorables
incentivando nuevamente el crecimiento. En el Gobierno de Luis Echeverría se planteo un plan
nacional de desarrollo en que el Estado fortalecería a las empresas bajo su propiedad o con una
fuerte participación, a este modelo se le conoce como el modelo de desarrollo compartido. Se
adquirieron más empresas y se crearon otras, sobre todo empresas de servicios que apoyarían la
inversión en el campo, así como la distribución de las mercancías, fideicomisos para el
otorgamiento de créditos, apoyando al agro y la pesca. En este sentido el eje del proceso fue el
gasto público federal, acentuando la inversión y apoyándose en el endeudamiento externo y la
boyante industria petrolera que había descubierto extensos yacimientos petroleros a inicios de la
década.
Un primer elemento que nos muestra el comportamiento económico del modelo es el PIB, el cual
crece en un 89.5% durante los setenta a una tasa promedio anual del 6.6%, en el sector
secundario en 101% a una tasa del 7.2% anual, donde la industria manufacturera creció a una tasa
anual del 6.3%, en tanto que el de servicios crece en un 92% a una tasa anual del 6.7% y el
agropecuario en un 34.4% a una tasa del 3.4% anual. Mostrando en conjunto un crecimiento
sostenido durante la década, solamente en 1977 tuvo la tasa más baja de crecimiento que fue del
3.4%.
Con el propósito de incentivar la inversión privada en el desarrollo industrial del país se
instrumentaron programas de fomento, se otorgaron estímulos fiscales a la inversión y
producción, subsidios, depreciación acelerada de activos fijos y se permitió las evasión de
impuestos de los grandes capitales.
En virtud de que el gasto público fue el motor del crecimiento económico durante la década de los
setenta, la deuda pública total del gobierno federal creció en 1 256% a una tasa anual promedio
de 29.8% entre 1969 y 1979, correspondiéndole a la deuda externa el 1 483% a una tasa anual del
31.8%, en tanto que la interna creció en un 1 020% a una tasa anual del 27.3%. “La dependencia
del gasto público respecto del crédito (interno y externo) venía a gravar la situación por la forma
en que se ataba la acción del Estado. Por no actuar sobre los impuestos y los precios públicos, el
Estado –por la vía del encaje legal que estableció para el sistema de intermediación financieradependía en exceso del financiamiento para llevar a cabo su programa de gasto año con año”1. En
1
C. Tello. Estado y Desarrollo … Op cit p 464.
1973 el peso de la deuda externa llegó a ser del 79% respecto del total, bajando al 59% en 1979 y
llegar al 22% al año siguiente, lo que muestra cómo el financiamiento del gasto público se manejo,
en gran medida, del endeudamiento con el exterior. “En el caso de México, durante 1971 – 1976,
se recurrió en exceso al endeudamiento externo, más allá de las necesidades de divisas del sector
público. El sobreendeudamiento público fue para hacerle frente a la demanda de divisas del sector
privado, que utilizó incluso para sacar dinero del país. La fuga de capital se financió, en muy buena
medida, con crédito externo público”2. El gran problema es que el déficit del sector público se
estaba financiando con la deuda externa. Entre 1969 y 1979 la deuda externa creció a una tasa
promedio anual del 31.8%, pasando de 42,900 millones de pesos en 1969 a 679,059 millones en
1979. El peso de su participación en la deuda total paso de 51% al 59.4% para dichos años.
Deuda pública del gobierno federal
1962 a 1979
(Miles de pesos)
Año
Total
Deuda
interna
Deuda
externa
1962
12 232 810
12 002 397
230 413
1963
12 419 521
1.5%
12 209 803
1.7%
209 718
-9.0%
1964
39 434 491
217.5%
13 734 491
12.5%
25 700 000
12154.6%
1965
51 399 654
30.3%
24 974 654
81.8%
26 425 000
2.8%
1966
54 596 559
6.2%
26 346 559
5.5%
28 250 000
6.9%
1967
64 643 373
18.4%
31 605 873
20.0%
33 037 500
16.9%
1968
73 437 200
13.6%
34 012 200
7.6%
39 425 000
19.3%
1969
84 337 800
14.8%
41 437 800
21.8%
42 900 000
8.8%
1970
99 013 100
17.4%
45 728 100
10.4%
53 285 000
24.2%
1971
111 943 500
13.1%
55 121 000
20.5%
56 822 500
6.6%
1972
115 189 100
2.9%
51 881 600
-5.9%
63 307 500
11.4%
1973
111 776 600
-3.0%
73 396 600
41.5%
88 380 000
39.6%
1974
193 460 400
73.1%
68 772 900
-6.3%
124 687 500
41.1%
1975
296 698 500
53.4%
116 086 000
68.8%
180 612 500
44.9%
1976
460 259 538
55.1%
152 732 400
31.6%
307 527 138
70.3%
1977
796 875 549
73.1%
277 000 000
81.4%
519 875 549
69.1%
1978
938 175 468
17.7%
340 400 000
22.9%
597 775 468
15.0%
1979
1 143 259 304
21.9%
464 200 000
36.4%
679 059 304
13.6%
1980
887 500 000
-22.4%
693 400 000
49.4%
194 100 000
-71.4%
1981
1 390 900 000
56.7%
1 042 500 000
50.3%
348 400 000
79.5%
Fuente: Turlington, Edgar. México and her Foreing Creditors, New York, Columbia University Press, 1930.
Bazant, Jan. Historia de la Deuda Exterior de México 1823-1946, El Colegio de México, México 1981.
INEGI. Anuario Estadístico de los Estados Unidos Mexicanos.
Banco Interamericano de Desarrollo.
2
C. Tello. Estado y Desarrollo … Op cit p 486.
Otro factor que tuvo una incidencia considerable en el década de los setenta fue la inflación que
alcanzo niveles superiores a dos dígitos, exceptuando los dos primeros años que fueron del 5%,
pero a partir de 1973 su crecimiento fue significativo, alcanzando en 1977 el 28.9%, que fue el más
alto de la década, esto debido a la devaluación del peso que se dio a fines de 1976.
Comparativamente con los salarios mínimos nominales en que hasta 1973 se revisaban
bianualmente, se modificó su revisión a una cada año, aunque se realizaron más ajustes a los
salarios mínimos, en 1973 se ajustaron en enero y otro ajuste de septiembre a diciembre, en 1974
también sufrieron otro ajuste uno para enero y otro en octubre, y en 1976 también se realizaron
también dos ajustes. Los salarios mínimos crecieron en forma paulatina a una tasa promedio anual
del 17.6%, en tanto la inflación a una tasa promedio anual del 16.5% (gráfico 1.1), lo que significo
que los salarios mínimos reales tuvieran una tasa de decremento promedio anual del 0.6%, en
virtud de que crecieron de 1970 a 1973 y de 1975 a 1977 por encima de la inflación, en tanto que
en 1974 y de 1978 a 1981 por debajo de la inflación. Esto causo la pérdida del salario real. Este
proceso inflacionario no fue solamente producto interno, sino también, y en forma importante, a
consecuencia de la importación de la inflación externa, reflejada en la importación de bienes,
cuyos precios se vieron al alza en Estados Unidos y en Inglaterra, Francia, Alemania, España e
Italia, países con los cuales se mantenía y se mantiene un importante comercio.
Gráfico 1.1
Tasas anuales de Inflación y Salarios Mínimos
40.0%
35.0%
Porcentaje
30.0%
25.0%
20.0%
15.0%
10.0%
5.0%
0.0%
1968
1970
1972
1974
1976
1978
1980
1982
Años
Inflación (base 1978)
Salarios Mínimos
Un mecanismo que contribuyo a mantener mayores ingresos a los gobiernos en turno fue la
inversión extranjera directa, la cual en el gobierno de Luis Echeverría Álvarez no creció en forma
considerable, solamente en 1973 creció en un 42% y en 1974 el 31% que fueron los incrementos
más significativos. En cambio a partir de 1977 el incremento de la inversión fue de magnitudes
considerables en el sexenio creció en un 481% a una tasa promedio anual del 31% (gráfico 1.2).
Este incremento de la inversión extrajera directa se explica en gran medida por el descubrimiento
de mantos petroleros a finales de 1976 en el golfo de México y en el Sur del país. Las reservas
probadas de petróleo pasaron de 6300 millones de barriles a fines de 1976 a 40000 millones dos
años después, lo que significó un incremento en tan solo dos años de más del 530%. Esta bonanza
en las reservas de crudo, provocó un incremento acelerado de la producción de petróleo en dichos
años al pasar de 261,589 miles de barriles en 1975 a 1´000,243 miles en 1982 (Gráfico 1.3),
creciendo en tan solo 7 años en casi 300%, barriles que se comercializaron en el mercado
internacional. La producción de petróleo alcanzó una tasa anual promedio de crecimiento del 20%
entre 1972 y 1982, que acompañado con el incremento de los precios del petróleo a nivel mundial
condujo a obtener ingresos extraordinarios con su venta, lo que contribuyó a una fuerte
recuperación económica, teniendo una expansión por arriba de todos los niveles históricos
anteriores. Sin embargo, esto fue muy pasajero, pues en 1980 comenzó la declinación del precio, y
desde luego, los ingresos petroleros al igual que la demanda disminuyeron. Pero más adelante
trataremos este aspecto, en virtud de lo especial que fue para nuestra economía.
Gráfico 1.2
Millones de dólares
Inversión Extranjera Directa
2 000.0
1 800.0
1 600.0
1 400.0
1 200.0
1 000.0
800.0
600.0
400.0
200.0
0.0
1968
1970
1972
1974
1976
Año
Fuente: INEGI
1978
1980
1982
1984
Gráfico 1.3
Producción de Petróleo
Miles de barriles
1 200 000
1 000 000
800 000
600 000
400 000
200 000
0
1970
1972
1974
1976
1978
1980
1982
1984
Año
Petróleo
El incremento en los ingresos gubernamentales por el excedente petrolero condujo a una
expansión vigorosa en el transporte y la construcción, así como los incentivos gubernamentales
contribuyeron a una fuerte expansión en el sector agrícola, creciendo a una tasa promedio anual
del 5% entre 1976 y 1981 (Gráfico 1.4). En tanto el sector secundario mostró un crecimiento del
7.5% anual entre 1972 y 1981, siendo del 10.5% para 1978 y del 11.1% en 1979. “Así, la
contribución de la sustitución de importaciones al crecimiento industrial cayó y tendió a ser
negativa, y el crecimiento del PIB empezó a caer gradualmente a partir de 1974”, dicen Moreno y
Ros (2010)3. Sin embargo, como ya se mencionó anteriormente, el incremento en la producción
petrolera impulsó el crecimiento del PIB de 1977 a 1981. Entre 1976 y 1979 se desarrolla a nivel
mundial un incremento en los precios del crudo, lo que produce que la OPEP (Organización de
Países Exportadores de Petróleo) acuerde fijar cuotas de producción a los países miembros, de
forma tal que se buscase mantener el incremento de los precios del barril de crudo, procurando
no afectarlo por la sobreproducción. Sin embargo, hubo países productores y exportadores de
petróleo que no pertenecían a dicha organización, entre ellos México, buscaron obtener mayores
ganancias produciendo más y ofertándolo en el mercado internacional, por lo que, acompañado
esto de una reducción de la demanda por parte de los consumidores, pronto se produjo la caída
del precio por barril, llevando a que la sobreoferta frustrara el acuerdo de los países miembros de
la OPEP.
3
Op. Cit. Moreno – Ros. Desarrollo y Crecimiento… p 178
Gráfico 1.4
Tasas anuales de PIB por sectores
1970 - 1983
15.0%
10.0%
Tasas
5.0%
0.0%
1968
1970
1972
1974
1976
1978
1980
1982
1984
-5.0%
-10.0%
Año
Total
Agropecuario
Secundario
Servicios
Severos desequilibrios macroeconómicos a nivel mundial afectaron el escenario nacional, los que
condujeron a vaivenes considerables en el intercambio comercial, donde el déficit en cuenta
corriente pasó de 1,187.9 millones de dólares en 1970 a 12,544 millones en 1981 (Gráfico 1.5),
teniendo un incremento del 955% en once años, con una tasa promedio anual del 24%. Las
importaciones crecieron por encima de las exportaciones excepto en 1977 y 1978 que fueron de la
misma magnitud. Entre 1972 y 1975 factores externos derivados del intercambio comercial
desfavorable, la aguda recesión internacional y las crecientes tasas externas de interés
contribuyeron al deterioro de la balanza de pagos. La economía internacional atravesó por un
estancamiento en las actividades productivas, con una inflación elevada y un creciente desempleo.
Todo esto provocó que el comercio internacional decreciera en forma considerable retrayendo la
expansión que había tenido.
Las economías de los países altamente industrializados afectaron la expansión de la economía
mundial. Con el propósito de reducir la inflación y poder reactivar su demanda interna adoptaron
una estricta disciplina fiscal y monetaria. Y con el firme propósito de corregir su balanza comercial
impusieron barreras comerciales para proteger sus productos, y a los productos que importaban
los sujetaron a una rigurosa selección adquiriendo estrictamente lo esencial.
Gráfico 1.5
Cuenta Corriente
Millones de Dólares
0.0
1968
-2 000.0
1970
1972
1974
1976
1978
1980
1982
1984
-4 000.0
-6 000.0
-8 000.0
-10 000.0
-12 000.0
-14 000.0
Año
Siguiendo la misma política de apoyar la sustitución de importaciones se mantuvo el incremento
de los aranceles a la importación para proteger la producción interna e incentivar la inversión en la
industria de bienes de capital, la producción en este sector encontró que “eran evidentes las
limitaciones de la producción de bienes de capital, por ejemplo, en el hecho de que entre 19741975 representaban menos del 8% de la producción manufacturera, al tiempo que representaban
el 50% de las exportaciones totales. La participación de las importaciones en el mercado interno
comenzó a subir en la medida en que el proceso de inversión no se diversificó hacia nuevas
actividades (Moreno - Ros 2010)”4.
“El tamaño del sector público creció rápidamente – a través del crecimiento del gasto público y de
la rápida ampliación de empresas públicas”.5
El gobierno de Luis Echeverría al final del sexenio tuvo fuertes enfrentamientos con los
empresarios, motivados en gran medida por desacuerdos en el manejo de los recursos financieros
del gasto público y su reiterada política de “no consultarlos” en las medidas de política económica
que aplico. Sentían los empresarios que se veían afectados sus intereses, puesto que el gobierno,
había invertido en actividades privadas compitiendo en forma inadecuada con sus capitales, había
permitido la invasión de tierras y promovido la expropiación de tierras agrícolas, lo que afectaba la
propiedad privada. Era un gobierno que no les garantizaba sus inversiones al ampliar las empresas
del sector público, desplazando a la iniciativa privada de estas actividades. Se inconformó con la
creación del INFONAVIT en 1972 y del FONACOT en mayo de 1974. El INFONAVIT es resultado de
las demandas que el 1° de mayo de 1971 las grandes centrales obreras realizaron ante el Ejecutivo
4
Op. Cit. Moreno – Ros. Desarrollo y Crecimiento… p 178
Ciento ocho empresas fueron creadas en el periodo 1971-1976, muchas de las cuales eran pequeñas e
incluían numerosos fideicomisos y fondos especiales. En contraste, 83 empresas fueron creadas entre 1952
y 1970(Aspe y Beristáin, 1984).
5
Federal para buscar vías para resolver los principales problemas nacionales. Días después se
integra la Comisión Nacional Tripartita a cuya quinta Subcomisión se le encomienda el estudio del
problema de la vivienda. El resultado de los trabajos de los representantes de los tres sectores de
esa Subcomisión propusieron reformas a la Fracción XII del Artículo 123 y la Ley Federal del
Trabajo, así como la expedición de una ley para la creación de un organismo tripartita que sería el
encargado de manejar los recursos del Fondo Nacional de la Vivienda. El Fonacot se creó el 2 de
mayo de 1974, por decreto publicado por el entonces presidente de la República Luis Echeverría
Álvarez, como un fideicomiso público, con Nacional Financiera como fiduciaria, como una
respuesta del gobierno Federal a las demandas de los trabajadores a través del Congreso del
Trabajo en el sentido de apoyar a la clase social de menores ingresos, ofreciéndole una alternativa
de financiamiento que un mecanismo de pago mediante descuento de nómina que le permita ir
generando un patrimonio de manera gradual, incrementando su bienestar y el de sus familias.
Este enfrentamiento condujo a una serie de presiones como la difusión de rumores de golpe de
Estado, crisis gubernamental, entre otras. Esto ocasionó la fuga de capitales y entre ellas la
devaluación del peso. Teniendo consecuencias considerables para el desarrollo de la economía
nacional, pero sobre todo buscando presionar al próximo presidente para construir enlaces con las
cámaras empresariales, buscando dar marcha atrás a las conquistas logradas por los trabajadores.
El efecto de la crecientes importaciones y la tendencia constante de las exportaciones generaron
una fuerte presión sobre la balanza de pagos, y con el propósito de incentivar las exportaciones el
gobierno se vio obligado a la devaluación del peso a finales de 1976, que se había mantenido en
una paridad fija de $12.50 durante más de 20 años. Lo que provocó un asenso en la inflación y en
consecuencia a una caída de los salarios reales y en la inversión privada al siguiente año. La caída
de la inversión pública también se dio, sin embargo, con el auge petrolero ésta solamente se
presento durante 1977.
A la llegada de José López Portillo a la presidencia de la república en diciembre de 1976, con el
propósito de atender este descontento empresarial, implemento un plan de desarrollo económico
basado en cuatro programas: el de la alianza para la Producción, el de combate a la Pobreza, el de
apoyo a la Producción de Alimentos y el de Energéticos. El programa de Alianza para la Producción
tuvo como propósito ofrecer a los agentes económicos alternativas viables que les permitieran
conciliar intereses y comprometerse en realizar inversión productiva en diversas ramas de la
actividad industrial, diseñando programas de fomento, donde las empresas que se favorecieran
del mismo se comprometían en realizar no solamente inversiones, sino a fijar metas de
producción, fijación de precios, metas de exportación y en gran medida procurar la integración de
componentes nacionales en su proceso productivo. Este programa condujo a que la inversión
privada creciera en términos reales entre 1977 y 1981 a una tasa promedio anual del 13%.
Este panorama contribuyo en la expansión del empleo y el incremento en los salarios medios
contractuales (no los salarios mínimos) entre 1977 y 1981. Esto también se reflejó en la
producción agrícola que de acuerdo con el programa de apoyo a la Producción de Alimentos el
volumen de los principales cultivos creciera en un 40% entre 1977 y 1982. Se promulgó la Ley de
Fomento Agropecuario que buscó normar los criterios de planeación y programación de las
actividades agrícolas, la explotación de los distritos de temporal, el uso agrícola de los terrenos de
agostadero, el uso de tierras ociosas, entre otros aspectos.
Gráfico 1.6
Balanza Comercial
1970 - 1981
0.0
- 500.01968
1970
1972
1974
1976
1978
1980
1982
Millones de dólares
-1 000.0
-1 500.0
-2 000.0
-2 500.0
-3 000.0
-3 500.0
-4 000.0
-4 500.0
-5 000.0
Año
A finales de la década de los setenta y el inicio de los ochenta, entre 1976 y 1981, con el propósito
de recuperarse del descalabro económico sufrido y en virtud de ser los principales acreedores de
los países en desarrollo, incrementaron en forma progresiva las tasas de interés en el mercado
financiero, teniendo incrementos considerables al pasar la tasa prima nominal del 6.8% al 18.9% y
la Libor del 5.6% al 16.7%. Lo que desde luego afecto las finanzas de los países deudores como
México. Esta situación llevo a un recambio en el poder, primero, en el Reino Unido a Margaret
Thatcher en 1979 y después en los Estados Unidos al llegar Ronald Reagan a la presidencia en 1980
quienes se plantearon la implementación de políticas económicas de combate a la inflación y de el
desarrollo de un nuevo modelo de desarrollo económico a nivel mundial.
Este esquema de políticas económicas más restrictivas llevó a nuestro país a enfrentar una
reducción de su comercio con el exterior, al encontrarse con fuertes barreras comerciales y en
consecuencia a una caída de las exportaciones. Como resultado de esto provocó una caída en el
crecimiento de las economías de los países en desarrollo al reducirse la demanda de bienes del
exterior. Otro elemento que contribuyo a esta crisis como ya lo mencionamos, es el incremento
del costo de los créditos, lo que endeudo considerablemente a los países deudores. Que eran la
totalidad de los países latinoamericanos.
Finalmente, para rematar este difícil escenario, se produjo una caída de los precios del petróleo a
nivel mundial, lo que provocó, en el caso de México una situación muy grave pues se le cerraron
las principales fuentes de ingresos de divisas y la obtención de créditos para dar continuidad a su
política económica.
Esta situación hizo evidente los desequilibrios estructurales de nuestra economía, con fuerte
déficit externo, un incontrolable déficit fiscal, la drástica reducción del ahorro interno y un
descomunal endeudamiento externo e interno, que acompañado a los rezagos productivos
condujo al país a una severa crisis. “En conjunto, estos elementos condujeron a una caída de la
actividad económica (sobre todo en el sector industrial, incrementándose así la tasa de
desempleo) y a la reducción del ingreso per cápita. Además, la profundidad del desequilibrio
externo provocó que la moneda se devaluara bruscamente, impactando negativamente sobre el
saldo de la deuda externa expresada en pesos y repercutiendo en la confianza de los agentes
económicos, dando lugar a fugas de capital.
El fin del ciclo de expansión económica, apoyado en el auge petrolero, puso de manifiesto el
agotamiento del modelo, que se vio agudizado por la presencia de fenómenos de índole externo,
magnificando los desajustes macroeconómicos a niveles nunca antes vistos en el país, situación
que motivó la revisión a fondo de la estrategia macroeconómica.”
Se incurrió en el endeudamiento con el exterior. Pero ello, no sólo obedeció al creciente
gasto. También, erróneamente, se utilizó el crédito externo, como en el pasado, para
financiar la fuga de capitales. Con todo, el saldo de la deuda externa del sector público se
multiplicó por tres: pasó de 19,602 millones de dólares en diciembre de 1976, a 33,813
millones en 1982. El endeudamiento del sector privado con el exterior también creció, y lo
hizo a un ritmo más acelerado. Se multiplicó cinco veces: de un saldo de 6,500 millones de
dólares en diciembre de 1976 llegó a más de 32 mil millones en 1982…..pp 550
Ello contrastaba con la política convencional, al uso de que para combatir la inflación hay
que reducir la demanda: conteniendo los salarios y reduciendo el gasto público. Pp551
Importaciones - Exportaciones
1970-1983 (1980 = 100)
800 000
Miles de nuevos pesos
700 000
600 000
500 000
400 000
300 000
200 000
100 000
0
1968
1970
1972
1974
1976
1978
1980
1982
1984
Año
Importaciones
Exportaciones
Desafortunadamente, los logros estuvieron acompañados del surgimiento de severos
desequilibrios macroeconómicos. En tanto los cambios en el nivel y estructura de los ingresos
públicos no se dieron, el peso de alcanzar una mejor distribución del ingreso lo soportó el gasto
público. En cinco años su participación en el PIB aumentó más de 10 puntos porcentuales al crecer
casi 12% por año durante todo el periodo de la administración de Echeverría, casi dos veces la tasa
de crecimiento de la economía. El tamaño del sector público creció rápidamente – a través del
crecimiento del gasto público y de la rápida ampliación de empresas públicas6 - si bien para
estándares internacionales no era excepcionalmente grande hacia finales de la administración7.
En la medida que la reforma tributaria no fue llevada a cabo, los ingresos públicos se rezagaron a
pesar de un mayor esfuerzo de recaudación fiscal que contribuyó a mayores ingresos no
petroleros. Así el déficit fiscal saltó de 0.5% del PIB a 6.4% entre 1971 y 1975. A su vez, el déficit
financiero del sector público consolidado subió de 2.5 a 10% del PIB, mismo que fue cubierto con
expansión monetaria, crecientes tasas de encaje legal en el sistema bancario, y deuda externa. La
deuda externa en su mayoría pública, saltó de 7500 millones de dólares en 1971 a 24000 millones
en 1976. La deuda externa sustituyó, temporalmente, la falta de una reforma fiscal. Con un
6
Ciento ocho empresas fueron creadas en el periodo 1971-1976, muchas de las cuales eran pequeñas e
incluían numerosos fideicomisos y fondos especiales. En contraste, 83 empresas fueron creadas entre 1952
y 1970(Aspe y Beristáin, 1984).
7
Por ejemplo, en comparación con Italia y Francia el sector público mexicano aún era relativamente
pequeño (Newell y Rubio, 1984).
objetivo adicional –la redistribución del ingreso- y sin reforma fiscal, la estrategia de política quedó
con menos instrumentos que objetivos, generando un explosivo aumento de la deuda pública
externa que actuó, por un tiempo, como el instrumento adicional.
La inflación subió a una tasa de dos dígitos en 1973 y saltó a 20% en 1974. La inflación fue atizada
por la rápida expansión del gasto público, el efecto del choque petrolero en 1973, y también por
choques de oferta agrícola negativos que movieron los términos de intercambio a favor de la
agricultura. Más aún, para 1973 las negociaciones de los salarios mínimos (y probablemente de
otros contratos salariales) pasaron de ser bianuales a anuales, reforzando con ello la inflación.
Una consecuencia del resurgimiento de la inflación fue la reversión del auge de la intermediación
financiera del periodo del “desarrollo estabilizador”. En efecto, la combinación de inflación con
crecientes requerimientos de reserva en la banca –a medida que aumentaba el déficit fiscalobligó a los bancos a pagar tasas de interés reales negativas sobre sus depósitos, lo que trajo como
consecuencia la desintermediación financiera y una reducción de los créditos bancarios como
porcentaje del PIB.
En tanto que la inflación interna se aceleraba por encima de la inflación externa, en el contexto de
un tipo de cambio nominal fijo, el tipo de cambio real sufrió una sustancial y continuada
apreciación, que junto con una expansión del déficit fiscal y de la demanda agregada llevo a una
incremento en seis veces del déficit comercial y en más de cuatro veces el de la cuenta corriente
de 1972 a 1975. El deterioro del entorno internacional, con el derrumbe de los años dorados de la
economía mundial, también influyo en la economía mexicana. El primer choque petrolero
encontró a México como importador de petróleo, y junto con la caída de la demanda externa,
contribuyo a incrementar el desequilibrio del sector externo, haciendo más severas las
restricciones de la balanza de pagos al crecimiento. De hecho, de acuerdo con Zedillo (1986), los
factores externos –los choques en términos de intercambio, tasas de interés externas, y de la
recesión internacional- explican dos tercios del deterioro de la cuenta corriente de la balanza de
pagos entre 1972 y 1975.
Además de lo anterior el sector empresarial no encontró el terreno propicio en la retórica del
“desarrollo compartido” y la inversión privada fija registro una caída en su participación en el PIB.
Para 1975 la expansión económica la impulsaba en gran medida, el gasto público, con una
participación en el PIB con del gasto en consumo, y especialmente, en inversión pública muy por
encima de los niveles de 1971. A medida en que el entorno macroeconómico se hacía muy
inestable, y en particular, el resurgimiento de la inflación llevaba una apreciación y mayor
volatilidad del tipo de cambio real, los incentivos provistos de la política industrial se vieron contra
restados. Sin un tipo de cambio competitivo, la estrategia fallo en reforzar la competitividad del
sector exportador, y la sustitución de importaciones en el sector de bienes de capital. Las
exportaciones de manufacturas se estancaron en 1974, y cayeron 15% en 1975, en tanto que el
balance externo de la agricultura declinaba continuamente. Eran evidentes las limitaciones de la
producción de bienes de capital, por ejemplo, en el hecho de que entre 1974-1975 representaban
menos del 8% de la producción manufacturera, al tiempo que representaban el 50% de las
exportaciones totales. La participación de las importaciones en el mercado interno comenzó a
subir en la medida en que el proceso de inversión no se diversificó hacia nuevas actividades. Así, la
contribución de la sustitución de importaciones al crecimiento industrial cayó y tendió a ser
negativa, y el crecimiento del PIB empezó a caer gradualmente a partir de 1974.
Con el tiempo, la situación empeoro en forma significativa como resultado de la fuga de capitales
por parte de los inversionistas que se anticiparon a un cambio obligado en las políticas existentes.
A pesar del aumento a los controles y aranceles a la importación, la presión sobre la balanza de
pagos obligo al gobierno a devaluar el peso en cerca del 100% en agosto de 1976, abandonando la
paridad en el tipo de cambio que había permanecido fijo por más de 20 años. Por primera vez
desde los años cincuenta, el gobierno tuvo que asistir a la ayuda financiera del Fondo Monetario
Internacional, y un convenio de facilidad ampliada se firmó a finales de 1976. Los efectos
contraccionistas de la devaluación –que condujo en particular a una caída de los salarios reales y
de la inversión privada en 1977-, junto con la caída de la inversión pública en 1976 y 1977
redujeron aún más el crecimiento del PIB que cayó a menos del 4% en 1977.
A pesar de la severa crisis de 1977, las perspectivas de la economía cambiaron con la anuncio de
vastas reservas de petróleo en México. Las reservas probadas de petróleo se incrementaron de 6.3
millones de barriles en noviembre de 1976 a 16000 millones a fines de 1977 y a 40000 millones un
año después. El déficit comercial estaba de nuevo bajo control en 1977-1978, con niveles
inferiores a los de 1971-1972. El perfil de la deuda externa fue reestructurado y por un tiempo el
endeudamiento no creció en forma notoria. Un ambicioso plan de industrialización perseguía
reforzar la competitividad de las exportaciones y profundizar la sustitución de importaciones de
bienes de capital, bajo el supuesto de que se daría un aumento sostenido, a largo plazo, del precio
del petróleo. Un programa alimentario, el Sistema Alimentario Mexicano (SAM), reforzó el apoyo
de las políticas dirigidas a la economía campesina, con el doble objetivo de estimular la producción
de alimentos, para alcanzar la autosuficiencia alimentaria a nivel nacional, y mejorar los niveles de
alimenticios de la población pobre.
En este periodo también se llevo a cabo un intento importante de reforma fiscal y este cambio
redujo alguna de las inequidades del sistema fiscal mexicano. Un ajuste por la inflación fue
introducido en los impuestos personales. Se establecieron un impuesto al valor agregado y un
nuevo impuesto a los ingresos de las corporaciones. La base impositiva fue ampliada al cerrarse
oportunidades a la evasión y todo el proceso administrativo fue simplificado. La contribución del
rango de uno a cinco salarios mínimos que en 1978 representaba el 58% de los impuestos de los
ingresos al trabajo se redujo al 28% en 1981, en tanto que la aportación del rango más alto (más
de 15 veces el salario mínimo) pasó de 8 a 25% del total.
La explotación de los nuevos recursos petroleros en el sur de México y su venta en el mercado
internacional iban a traer una fuerte y rápida recuperación. En efecto, de 1978 a 1981 se recuperó
fuertemente el crecimiento económico, lo que llevó a un periodo de expansión por encima de los
niveles históricos. Impulsado por la producción de petróleo (con un crecimiento anual de 19.4%) y
de las exportaciones de petróleo (con un crecimiento anual de 52.7%), el PIB creció alrededor de
9% al año y el ingreso real anual –beneficiado por el cambio favorable de los términos de
intercambio, que resultó del incremento de los precios del petróleo de 1979 a 1980- creció más
rápido entre 9 y 10%. El transporte y la construcción, que se beneficiaron del extraordinario auge
de la inversión, registraron tasas de crecimiento de dos dígitos. En esta ocasión, el sector agrícola
respondió vigorosamente a los incentivos gubernamentales y su producción creció 5% por año de
1976 a 1981. Los niveles de pobreza volvieron a declinar en tanto que la distribución personal del
ingreso mejoró. Así, de 1977 a 1984 la tasa de pobreza alimentaria cayó de 25 a 22.5%. El
coeficiente de Gini registró una reducción de 49 a 42.5.
Sin embargo, a finales de los setenta algunos síntomas problemáticos ya estaban presentes y eran
preocupantes. Aunque el déficit fiscal primario permaneció bajo control antes de 1981, ello fue así
en el contexto de la duplicación de los ingresos gubernamentales por petróleo como fracción del
PIB y, por consiguiente, de una rápida expansión del gasto gobierno (la inversión pública, en
particular, creció a tasas del 13% por año de 1876 a 1980). La tasa de inflación alcanzó un nivel de
alrededor del 18%, sin tendencia a disminuir, lo que contribuyo a una continuas apreciación del
tipo de cambio real. Con el tiempo la inflación aumento por encima del 25% en 1980. A pesar del
extraordinario crecimiento de las exportaciones de petróleo, hubo un progresivo desajuste en la
balanza de pagos. La balanza comercial pasó de 0.1 mil millones de dólares en 1977 a 2.6 mil
millones en 1980, mientras el déficit en cuenta corriente escaló a un nivel récord de 7.2 mil
millones en 1980, con los pagos de intereses sobre la deuda externa jugando un papel creciente en
ese aumento. Estos crecientes desequilibrios fueron financiados con deuda externa, sobre todo de
la pública, que creció de 31.2 mil millones de dólares en 1977 a 57.4 millones en 1980.
……
La duplicación de los precios del petróleo y el incremento de las tasas de interés externas en 19791980, tuvieron, en conjunto, un impacto favorable a corto plazo. No solo los ingresos de la
exportación del petróleo resultaron ser del doble de lo originalmente proyectado, sino que, por lo
mismo, el aumento de las tasas de interés estuvo acompañado por una casi ilimitada
disponibilidad de préstamos externos. La bonanza del petróleo hizo de México un cliente preferido
de los bancos internacionales y los préstamos externos eran ofrecidos en cantidades y condiciones
notablemente más favorables que para el resto de los países en desarrollo.
En retrospectiva, la naturaleza de este choque externo fue dramáticamente mal interpretada por
el gobierno de México (así como por otros agentes económicos). Altos y crecientes precios del
petróleo se asumieron como un gasto permanente de la economía internacional, en tanto que el
incremento de las tasas de interés se interpretó como un rasgo temporal
El gobierno de Luis Echeverría aplicó lo que se conoce como “Desarrollo Compartido”,
que implicó un incremento considerable del gasto público, a encauzarse en mayores
subsidios, la creación de más empresas paraestatales e infraestructura, financiado con
mayor endeudamiento (interno y externo) y emisión primaria. Lo que modificó el papel
del Estado y finalmente llevó a un enfrentamiento con el sector privado.
El PIB aumentó 6.7% en promedio entre 1971-1981. La deuda externa denominada en
dólares creación en promedio a una tasa anual de 25.7%. No se pudo evitar la
devaluación en 1976 y se tuvo que recurrir a un programa de estabilización apoyado
por el FMI.
Ya con López Portillo se puso en marcha el Plan Nacional de Desarrollo Industrial, cuyo
objetivo era un crecimiento de 10% en el período 1980-1990. El gasto público volvió
con renovada fuerza, subsidiando el consumo de bienes diversos y financiando
inversiones en varios sectores, particularmente en el sector agrícola y energético. La
inversión pública pasó de 5% a 12% (PP. 270).
El sector industrial incursionó de manera más importante en la producción de bienes
intermedios y de capital y disminuyo en bienes de consumo. Mientras que en 1960
estos últimos representaban 58% de la producción, para 1970 representaban 50% y
para 1981 había caído a solo 42%. En cambio la producción de bienes de uso
intermedio aumentó de modo constante, representando el 28% en 1960, el 32% en
1970 y 36% en 1981. De la misma manera, los bienes de capital aumentaron su
participación de 13% en 1960 a 18% en 1970 y finalmente a 22% en 1981 (PP. 271).
De forma paralela se instrumentaron programas de fomento, estímulos fiscales, subsidios,
evasiones de impuestos, depreciación acelerada de los activos fijos, entre otros, para promover la
participación de la iniciativa privada en la industria nacional. El gasto público fue el motor del
crecimiento económico en dicho periodo, no obstante, los mayores ingresos públicos provenientes
del petróleo y de la recaudación generada por el crecimiento económico del país fueron
insuficientes para financiar su expansión, en razón de ello se empleó una política monetaria
expansiva y se contrataron importantes montos de deuda pública externa, como forma de
financiar los crecientes y elevados niveles de déficit fiscal alcanzados a lo largo del periodo.
Empresas desincorporadas 1983 - 1994
Entidades
al inicio
Año
del
periodo
1983
1155
1984
1090
Reducción neta en el período
Total
Entidades al cierre del periodo.
Desincorporaciones Creación
Total
En proceso de
desincorporación.
Vigentes.
65
40
75
64
10
18
1090
1044
32
7
1058
1037
1985
1986
1987
1988
1989
1044
955
807
661
618
89
148
146
43
69
96
155
161
45
76
7
7
15
2
7
955
807
661
618
549
23
75
49
204
170
932
732
612
414
379
1990
1991
1992
1993
1994
549
418
328
270
258
131
90
58
12
1
139
95
66
24
16
8
5
8
12
15
418
328
270
258
257
138
87
53
48
41
280
241
217
210
216
2. El modelo de “Desarrollo Compartido”
En este marco, en donde la economía nacional empieza a mostrar signos de debilitamiento en sus
tasas de crecimiento (1968-1972), es propuesto el modelo de “Desarrollo Compartido”, que
mantuvo sin modificaciones relevantes la política comercial, salarial, agropecuaria y de fomento a
la inversión extranjera y transformó de manera radical la política fiscal y monetaria, con el
propósito de que el eje de la inversión nacional lo ejerciera el sector público. Ya que con los
ingresos de la explotación y producción de los yacimientos petroleros, descubiertos a inicios de la
década de los setenta, se buscó financiar la inversión en infraestructura productiva, la creación de
plantas productoras de bienes de capital, y la ampliación de la cobertura de seguridad social a
todo el país, todo bajo un esquema salarial que permitiera su crecimiento real.
De forma paralela se instrumentaron programas de fomento, estímulos fiscales,
subsidios, evasiones de impuestos, depreciación acelerada de los activos fijos, entre otros, para
promover la participación de la iniciativa privada en la industria nacional. El gasto público fue el
motor del crecimiento económico en dicho periodo, no obstante, los mayores ingresos públicos
provenientes del petróleo y de la recaudación generada por el crecimiento económico del país
fueron insuficientes para financiar su expansión, en razón de ello se empleó una política
monetaria expansiva y se contrataron importantes montos de deuda pública externa, como forma
de financiar los crecientes y elevados niveles de déficit fiscal alcanzados a lo largo del periodo.
2.1 Resultados generales
Los importantes montos de gasto público (en particular de inversión) canalizados hacia la
infraestructura económica y social del país, hicieron posible que la tasa promedio de crecimiento
del PIB se situara en 6.3% anual, no obstante que en 1982se devaluó abruptamente el peso
respecto del dólar (121.6%), y por consecuencia la tasa de crecimiento del PIB en ese año fue
negativa (0.5%).
El crecimiento del sector industrial (4.2% promedio anual), continuó siendo superior al
del sector agropecuario, aunque menor al de los servicios (7.2%). En particular fueron las
manufacturas las que mantuvieron su crecimiento a tasas más elevadas que el resto de
componentes del sector industrial (6.3%).
A diferencia del periodo anterior el crecimiento alcanzado se acompañó de una tasa de
inflación a la alza, la cual pasó de 5% en 1971 a 98.8% en 1982, siendo la tasa promedio del
periodo igual a 25.4%. El empleo aumentó a una tasa promedio anual de 4.2%, menor a la
registrada por la población económicamente activa (5.1%).
Los salarios mínimos reales (descontada la inflación), cayeron en 0.6% promedio anual
durante el periodo, y debido a ello su poder adquisitivo, en términos de la canasta básica, se
redujo a los niveles prevalecientes a mediados de la década de los años sesenta.
Como resultado de la estrategia expansiva en el gasto público, el déficit del sector
presupuestario se incrementó de forma constante y significativa al pasar de 0.03 % del PIB en 1971,
a 10.97% en 1982, contribuyendo a que el déficit en cuenta corriente se agudizara al pasar de
928.9 mdd en 1971 a 6,220.9 en 1982, lo que representó el 3.2% y 3.5% del PIB respectivamente.
Para financiar tan espectacular crecimiento en el saldo de la cuenta corriente de la
balanza de pagos, en 1982 el sector público asumió una deuda en los mercados internacionales de
capital, con un monto de 5,549.1 mdd, provocando que el saldo de la deuda pública con el exterior
ascendiera en ese año a 58,874.2mdd.
Al desplomarse la captación de divisas procedentes del petróleo, inmediatamente se
hicieron evidentes los desequilibrios estructurales de la economía junto con el déficit externo, el
fiscal, la reducción del ahorro interno, el excesivo endeudamiento externo e interno y la
acumulación de rezagos productivos, ante lo cual se requería de una respuesta diferente por parte
de las autoridades económicas del país.
En conjunto, estos elementos condujeron a una caída de la actividad económica (sobre
todo en el sector industrial, incrementándose así la tasa de desempleo) y a la reducción del
ingreso per cápita. Además, la profundidad del desequilibrio externo provocó que la moneda se
devaluara bruscamente, impactando negativamente sobre el saldo de la deuda externa expresada
en pesos y repercutiendo en la confianza de los agentes económicos, dando lugar a fugas de
capital.
El fin del ciclo de expansión económica, apoyado en el auge petrolero, puso de
manifiesto el agotamiento del modelo, que se vio agudizado por la presencia de fenómenos de
índole externo, magnificando los desajustes macroeconómicos a niveles nunca antes vistos en el
país, situación que motivó la revisión a fondo de la estrategia macroeconómica.
El proceso de industrialización acelerada en México, Enrique Cárdenas en
Industrialización y Estado en la América Latina: La leyenda negra de la posguerra,
Lecturas del trimestre económico, Enrique Cárdenas, José Antonio Ocampo y Rosemary
Thorp comp, FCE, 2003, México. PP. 240-276.
IV Más industria impulsada con proteccionismo (1963-1982).
En los años sesenta el PIB se incrementó en 7.1%. Hubo una profundización del proceso
de urbanización, un estancamiento relativo del sector agrícola que perdió casi 25% de
su participación en el PIB.
La inflación se mantuvo reducida gracias a que los precios de muchos de los bienes del
sector público permanecieron fijos. Mientras que ello significaba un subsidio creciente
para las actividades productivas y el consumo, el costo para el erario se incrementaba
igualmente,
La oferta de servicios de capital se incrementó, las inversiones adicionales netas, a una
tasa anual de 9% entre 1963-1971. De manera que la relación capital trabajo aumentó
en 7% anual, la productividad en 5%; lo que se tradujo en aumentos salariales de 4%
anual (PP. 261).
Se intentó mexicanizar las inversiones, estableciendo un tope de 49% a la tenencia de
acciones en manos de extranjeros, al cual se añadieron restricciones a las
importaciones. Por lo que el volumen de comercio internacional se redujo durante los
sesenta, de 25.3 a 20.3% del PIB, mientras que el desequilibrio en dicha balanza se
incrementaba (PP. 263).
La pérdida de competitividad del sector industrial se debió a la conformación de una
estructura oligopólica, que significó la limitación de la competencia interna. Para 1960
una gran parte de las industrias productoras de bienes de consumo final era casi
autosuficientes, en el sentido de que virtualmente no importaba insumos, fuera de
ciertas materias primas y bienes de capital.
La protección mediante restricciones cuantitativas y barreras no arancelarias, con
subsidios a los productos agrícolas, energía y transporte, con un favorable tratamiento
fiscal e inversión pública con externalidades positivas, llevó a una situación en que la
industria estaba tan protegida que no era capaz de competir en los mercados
extranjeros, ni en precio ni en calidad (PP. 264).
El crecimiento venía de un mercado interno cuyos límites se alcanzarían tarde o
temprano, por los bajo salarios y la injusta distribución de la riqueza (PP. 265).
Se amplió la estrategia de sustitución de importaciones, mediante la inclusión de los
bienes intermedios y de capital. Cuando el sector privado dejó de estar disponible o no
mostró disposición para invertir en ciertas industrias, el gobierno reinició el esquema
de asegurar la producción nacional de muchos bienes.
Fueron creadas para estatales en los sectores eléctrico, siderúrgico, petroquímico, de
fertilizantes y automotriz, la mayor parte financiadas con endeudamiento externo (PP.
266).
Por su parte la inversión pública dedicada a la agricultura se redujo de manera gradual
desde fines de los cuarenta hasta el final de los sesenta, para en cambio estimular las
inversión en el sector industrial, la educación, salud y proyectos de urbanización.
Para 1970 el gobierno tenía un déficit equivalente a casi 3.8% del PIB, mientras que la
economía en su conjunto necesitaba un endeudamiento externo neto de 1.3% del PIB.
La deuda se incrementaba a una tasa anual de 15.9% y casi duplico su monto durante el
decenio. En 1970 su servicio representaba 23.4% de las exportaciones o el equivalente
2.4% del PIB (PP. 267).
Se hicieron evidentes los problemas, un insuficiente crecimiento económico con una
oferta laboral creciente. Modelo que no colapsó por el crecimiento de la deuda externa
así como por el auge petrolero de la segunda mitad de los años setenta (PP. 268).
El gobierno de Luis Echeverría aplicó lo que se conoce como “Desarrollo Compartido”,
que implicó un incremento considerable del gasto público, a encauzarse en mayores
subsidios, la creación de más empresas paraestatales e infraestructura, financiado con
mayor endeudamiento (interno y externo) y emisión primaria. Lo que modificó el papel
del Estado y finalmente llevó a un enfrentamiento con el sector privado.
El PIB aumentó 6.7% en promedio entre 1971-1981. La deuda externa denominada en
dólares creación en promedio a una tasa anual de 25.7%. No se pudo evitar la
devaluación en 1976 y se tuvo que recurrir a un programa de estabilización apoyado
por el FMI.
Ya con López Portillo se puso en marcha el Plan Nacional de Desarrollo Industrial, cuyo
objetivo era un crecimiento de 10% en el período 1980-1990. El gasto público volvió
con renovada fuerza, subsidiando el consumo de bienes diversos y financiando
inversiones en varios sectores, particularmente en el sector agrícola y energético. La
inversión pública pasó de 5% a 12% (PP. 270).
El sector industrial incursionó de manera más importante en la producción de bienes
intermedios y de capital y disminuyo en bienes de consumo. Mientras que en 1960
estos últimos representaban 58% de la producción, para 1970 representaban 50% y
para 1981 había caído a solo 42%. En cambio la producción de bienes de uso
intermedio aumentó de modo constante, representando el 28% en 1960, el 32% en
1970 y 36% en 1981. De la misma manera, los bienes de capital aumentaron su
participación de 13% en 1960 a 18% en 1970 y finalmente a 22% en 1981 (PP. 271).
La importaciones de mercancías incrementaron a una tasa anual de 25% entre 1976 y
1981, mientras que las exportaciones en particular las de crudo crecían a una mayor
velocidad.
Los problemas de la deuda comenzaron con súbito aumento de las tasas de interés a
nivel internacional. Lo que llevaría a la insostenibilidad de esta última y forzaría a la
abrupta devaluación de 1982.
Conclusión: El crecimiento poblacional, la urbanización y la intervención estatal han
sido las fuerzas más importantes detrás del proceso de industrialización acelerada (PP.
273).
El Estado aplicó políticas fiscales y comerciales para estimular la industria y aislar la
economía de la competencia externa, primero para evitar una crisis de balanza de
pagos y después para agrandar el mercado externo y sustituir importaciones, al tiempo
que intentaba reducir la dependencia del exterior (PP. 274).
3. Modelo de “Crecimiento Hacia Fuera” o “Neoliberal”
Se planteó entonces la necesidad de adoptar una nueva estrategia encaminada a generar las
condiciones que impulsaran el crecimiento auto-sostenido de la economía mexicana, ante ello
debían corregirse las limitaciones que generó el esquema anterior en materia de concentración de
la riqueza, ineficiencia productiva, sesgo anti-exportador y baja capacidad de ahorro interno. En el
nuevo modelo se propuso otorgar un papel protagónico al mercado en la asignación de los
recursos, incrementar la participación de los agentes privados en las decisiones económicas e
incorporarse a la creciente integración económica mundial, con el propósito de mejorar la
eficiencia y competitividad de la planta productiva nacional.
En especial para México era indispensable reforzar sus vínculos comerciales con los EUA, tomando
en cuenta que esta economía, además de ser la más grande del mundo, mantendría esa posición a
lo largo de las próximas décadas, por lo que su peso específico en materia de intercambio
comercial y de capitales es sumamente elevado a nivel mundial.1 Situación que se comprueba al
observar el importante flujo de mercancías y de inversión productiva que este país sostiene con
naciones ubicadas a millares de kilómetros de sus fronteras.
Para la instrumentación de la nueva estrategia se definieron dos vertientes que se
complementarían entre sí y sobre las cuales se actuaría en forma simultánea:a) la estabilización
macroeconómica y b) la modernización de la economía nacional. La primera se orientó
básicamente a reducir la inflación y a corregir los precios relativos, y consistió en contener la
demanda agregada, para lo cual se buscó reducir el gasto público e incrementar los ingresos,
además de que se procuró moderar el crecimiento salarial y fomentar el ahorro interno. Asimismo,
se propuso ajustarla paridad cambiaria en sus niveles reales, y desalentar así las importaciones y
reducir los desequilibrios en el comercio exterior.
Para el combate a la inflación se definió como factor fundamental la corrección de las finanzas
públicas, toda vez que se identificó que el origen del crecimiento de los precios era el elevado
déficit fiscal que propiciaba un consumo por encima de las posibilidades reales del aparato
productivo nacional, dando lugar a presiones sobre la oferta interna y al crecimiento de las
importaciones sin una contraparte exportadora. Esto generaba desequilibrios en materia de
comercio exterior y promovía un creciente endeudamiento externo, que al encarecerse, conducía
a devaluaciones que repercutían en mayores tasas inflacionarias.
Igualmente, al demandar recursos crediticios internos para su financia-miento, el déficit público
provocaba el alza de las tasas de interés y restringía el acceso de las empresas productivas al
mercado financiero, afectándose de esta forma el crecimiento de la oferta de bienes y servicios,
provocando una elevación de precios cuando su financiamiento se llevaba a cabo mediante la
emisión de circulante. Tomando en cuenta lo anterior, se regresó al esquema estabilizador en
materia de política fiscal y monetaria, pero se rompió drásticamente con la política de protección
comercial, de control de tipo de cambio, de excesiva regulación a la inversión extranjera, de
salarios y de precios agropecuarios.
1
Es importante señalar que el PIB de los EUA es tres y media veces superior al de la Alemania Unificada y una y media veces más grande
que el de Japón, por tanto, para México era necesario estrechar los vínculos económicos y comerciales con EUA, con el fin de exportar
volúmenes crecientes de bienes y obtener recursos de inversión para financiar de manera sana la expansión y modernización de la
planta productiva.
3.1 Política fiscal
Dados sus efectos recesivos, el ajuste fiscal se llevó a cabo en forma gradual, lo que implicó, del
lado del gasto, la disminución de los subsidios y transferencias que no tuvieran un claro beneficio
económico y social, la racionalización de las erogaciones mediante la caída del gasto en
administración, la implantación de medidas de austeridad, disciplina y eficiencia en la ejecución
del presupuesto y la jerarquización del gasto de inversión, favoreciendo a los proyectos con
periodos cortos de maduración.
Por el lado de los ingresos, se buscó su fortalecimiento a través de “reformas” fiscales orientadas a
promover el aumento de los ingresos públicos que no provinieran del sector petrolero y elevar la
competitividad internacional del sistema impositivo mexicano, a través de la reducción de las tasas
impositivas, la ampliación de la base gravable y la simplificación de la administración fiscal. En
paralelo, se efectuó la actualización gradual de los precios y tarifas de los bienes y servicios
públicos con el propósito de corregir los rezagos acumulados, fortalecer la financiera de las
empresas públicas y favorecer la adecuación de los precios relativos de la economía y, de acuerdo
con los grupos sociales representativos, se desarrolló un conjunto de esquemas de acción
denominado “pactos”, orientados a combatir las causas inerciales de la inflación, mismos que
dejaron de negociarse a mediados de la década de los noventa cuando la inflación era
marcadamente descendente y mostraba niveles inferiores a un dígito.
3.2 Política monetaria
El progresivo saneamiento de las finanzas públicas permitió que en materia de política financiera
se abandonara el encaje legal y el coeficiente de liquidez, así como los elementos del control
selectivo de créditos, coadyuvando a liberar la disponibilidad de créditos y a que las tasas de
interés se determinaran por medio dela oferta y la demanda en el mercado financiero,
disminuyendo las tasas de interés nominales y reales. Con esto, el financiamiento al sector público
se realizó crecientemente a través de operaciones de mercado abierto mediante la colocación de
valores gubernamentales con tasa de interés reales competitivas entre el público ahorrador,
favoreciendo la permanencia del ahorro interno en el país y estimulando la entrada de capitales
del exterior.
El ingreso de un importante monto de capitales foráneos propició que la política monetaria, en
congruencia con los objetivos antiinflacionarios, aplicase medidas de esterilización con objeto de
regular el exceso de liquidez de la economía sin afectar la recuperación de la actividad productiva;
ello modificó sustancialmente la composición de la base monetaria del país, ya que se redujo el
crédito interno del banco central al tiempo que se incrementaron las reservas internacionales.
En el ámbito de la política cambiaria, se mantuvo desde septiembre de1982 y hasta 1991 un
régimen de tipo de cambio dual (esto es, uno libre y otro controlado, este último aplicado al pago
de las materias primas y bienes de capital importados, importaciones y al pago del servicio de la
deuda, situación que no impidió que a partir de 1988 el tipo de cambio comenzara a revaluarse,
disminuyendo la protección de carácter general derivada de la subvaluación existente en años
previos, que compensaba los menores niveles de protección arancelaria.
A partir de entonces y, con excepción de 1995, en forma progresiva y sostenida, el tipo de cambio
se ubicó en un nivel consistente con la posibilidad real de efectuar importaciones competitivas
para apoyar el proceso de modernización industrial, situación que adicionalmente contribuyó a la
disminución de la tasa de inflación. Se abrió entonces un periodo caracterizado por: el crecimiento
sostenido del tipo de cambio real, la disminución del déficit público, la reducción sustancial de los
niveles inflacionarios y la recuperación (modesta) del dinamismo de la inversión y la actividad
económica.
A partir de 1991 se mantuvo un deslizamiento gradual preestablecido del peso frente al
dólar mediante la definición de una banda de flotación que mantenía fijo el límite inferior,
mientras que el superior se definía con el deslizamiento diario máximo considerado, lo cual dotaba
a la paridad cambiaria de flexibilidad para adecuarse a las condiciones del mercado y evitar la
especulación de los inversionistas. Si bien este esquema generó resultados positivos y contribuyó
de manera importante a la estabilización de los precios internos, tendió a la revaluación del peso y
propició el crecimiento de las importaciones.
Después de la crisis cambiaria de 1994, el tipo de cambio se liberó a las fuerzas del
mercado, en esta situación el Banco Central sólo participó cuando las variaciones no reflejaran
fielmente la situación comercial del país, a fin de evitar ganancias espectaculares que afectaran el
comportamiento de los precios.
3.3 Política de comercio exterior
Debido al carácter mono exportador del país (80% de las exportaciones eran petroleras) a partir de
1985 se inició la política de liberación comercial consistente en la eliminación de las restricciones
no cuantitativas a la importación, acompañada de la disminución de los niveles arancelarios y su
dispersión. La instrumentación, en una primera etapa, se realizó en un marco macroeconómico
caracterizado principalmente por altas tasas de inflación, devaluación recurrente del tipo de
cambio, que en general se mantuvo sobrevaluado, elevado déficit del sector público, bajo
dinamismo de la inversión y de la actividad económica y, finalmente, un superávit comercial cuyos
recursos se asignaron al pago del servicio de la deuda externa acumulada en los años anteriores a
1985.
Con la apertura comercial (eliminación de controles no arancelario y firma de tratados
comerciales) también se consiguió estabilizar el crecimiento de los precios, toda vez que mediante
la competencia de productos del exterior fue posible reducir los exagerados márgenes de ganancia
prevalecientes en varias ramas industriales, obligando a los productos mexicanos exportables a
mantener en el interior del país precios y calidad competitivos con los provenientes del exterior,
por ello la apertura comercial se constituyó en un elemento destacado en el comba-te a la
inflación.
3.4 Política de modernización
En lo que se refiere a la modernización económica, el nuevo modelo consideró, en su parte
fundamental, actuar sobre tres aspectos básicos: 1) la redefinición del papel del Estado en la
economía, buscando reducir la intervención económica directa con el propósito de alentar una
mayor participación de los agentes privados en la satisfacción de las demandas de la población,
hacer más eficiente la gestión pro-ductiva de la sociedad y elevar la eficiencia del aparato público
en materia económica, administrativa y de rectoría en el proceso de desarrollo económico; 2) la
desregulación económica, con el propósito de reducir los controles gubernamentales y redefinir
los esquemas y espacios de participación de los agentes privados, buscando generar un clima
comercial y productivo más competitivo que propiciara la modernización de áreas o actividades
económicas; y 3) la apertura comercial, encaminada a incrementar el intercambio con todas las
naciones del mundo para promover la eficiencia y competitividad externa de los productos
mexicanos.
3.5 Política salarial y agropecuaria
En ambos casos la política consistió en dejar al mercado la determinación de los salarios
contractuales y de los precios de los bienes agropecuarios, utilizando a los salarios mínimos y a la
fijación de subsidios y apoyos agrícolas, como forma de ordenar los incrementos en función de la
productividad que se registrara en la mano de obra y en la producción de bienes salario. En el caso
de los salarios mínimos sus variaciones consideraban la inflación a futuro y no la del año anterior,
lo cual permitía romper con las expectativas inflacionarias.
Por otra parte, los precios de los bienes agropecuarios, dados los internacionales y la
reducción de los aranceles acordados a la luz de los tratados comercia-les con el exterior,
buscaron orientar la producción hacia los bienes exportables, lo que haría posible captar las divisas
requeridas por el sector para cubrir su déficit ya la vez capitalizarse.
3.6 Resultados generales
La nueva estrategia produjo resultados positivos en materia de estabilización macroeconómica. En
efecto, la corrección de las finanzas públicas se realizó en los términos propuestos y se logró
eliminar los enormes déficit fiscales, además de ques e canalizó una mayor proporción de las
erogaciones gubernamentales hacia el gasto social y, con base en la renegociación de la deuda
externa, se redujo sustancialmente el volumen de recursos destinados a cubrir el costo financiero
de dicha deuda. La existencia de finanzas públicas sanas permitió frenar el proceso inflacionario en
el que se encontraba la economía mexicana y, aun cuando no se alcanzaron totalmente las metas
inflacionarias, el ritmo de crecimiento de los precios ha disminuido en los últimos años.
La reducción de los requerimientos financieros del sector público y la adopción de
esquemas de financiamiento con base en operaciones de mercado abierto para allegarse recursos
internos, favoreció la tendencia a la baja de las tasas de interés y liberó recursos a disposición del
sector privado para la realización de inversiones productivas.
En lo que respecta a la modernización económica, la reducción del aparato estatal
modificó los esquemas de participación y abrió nuevos espacios para la iniciativa privada, lo cual
permitió que, apoyado en la desregulación de la actividad económica, aumente de forma creciente
la eficiencia en la asignación de los recursos y se incremente la competencia entre los productores,
en beneficio de la mayor eficacia y productividad de la economía en su conjunto.
La apertura comercial permitió incrementar el volumen de comercio exterior de México
con el mundo y diversificar la estructura de las exportaciones mexicanas, además de que la
competencia de los productos nacionales con los importados, en el mercado interno, coadyuvó al
combate a la inflación y mejoró la calidad de los bienes que se ofrecen a los consumidores
nacionales. La mayor competencia ha estimulado a la industria nacional para desarrollar un
intenso proceso de modernización de su planta productiva y ha fomentado la especialización productiva, permitiendo el aprovechamiento optimo de las ventajas comparativas localizadas en
algunas áreas de la producción.
Sin embargo, existen aspectos económicos que aún no han sido resueltos de manera
satisfactoria. Uno de ellos se refiere al crecimiento económico y a la generación de empleos
demandados por la sociedad mexicana. No obstante, la obtención de tasas positivas de
crecimiento de la actividad económica, éstas no alcanzaron las metas propuestas, y el
desplazamiento de mano de obra derivado del propio proceso de modernización de la planta
productiva impidió que dicho crecimiento se tradujera en un volumen suficiente de nuevas plazas
laborales.
Por otro lado, persiste la dificultad de la economía para generar las divisas necesarias
para el desarrollo nacional, lo que se expresa en el desequilibrio en la cuenta comercial con el
exterior, originado principalmente en el intercambio comercial deficitario con países de Europa y
Asia. El crecimiento de las exportaciones mexicanas ha sido inferior al registrado por las
importaciones, debido tanto al escaso crecimiento del comercio mundial en el periodo, como al
tiempo que demandan las grandes inversiones en la industria para madurar; en el corto plazo, esta
situación se ha traducido en un importante déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos, y
aun cuando se ha financiado sanamente con el ahorro externo capta-do a través de la inversión
externa, hay una extrema volatilidad de las inversiones en cartera y una elevada incapacidad para
traducirla en inversión productiva, esto señala una debilidad del esquema de financiamiento del
modelo.
En otros aspectos, el volumen de bienes de consumo importados ha desplazado del
mercado interno a industrias nacionales rezagadas en sus procesos de modernización y que no
resultan competitivas en cuanto a la calidad y precio. No obstante a la existencia de bienes
provenientes del exterior, que favorecen a los consumidores, dado su impacto negativo sobre la
producción nacional y el empleo, es necesario ofrecer alguna alternativa a las empresas mexicanas
para apoyar su reconversión de manera que encuentren condiciones para mantener su presencia
en el mercado.
Dado que las economías en desarrollo compiten agudamente por atraer capitales, se ha
instrumentado un paquete de medidas, las cuales radican en mantener deprimidos los salarios
reales y conceder ventajas fiscales, afectando la recaudación fiscal y limitando la expansión del
gasto público.
La restricción fiscal, la reducción en el crecimiento económico mundial, la competencia
por capital externo y la drástica caída del comercio mundial han provocado en los últimos 18
meses una baja en la producción interna de bienes y servicios; el incremento en el desempleo y
subempleo de la mano de obra; el rezago en la producción del sector agropecuario, en especial el
agrícola; el incremento en la marginalidad económica y social de importantes grupos de población
y mayor concentración de la producción y de la riqueza a nivel regional y urbano.
Los resultados alcanzados con respecto a los principales desequilibrios que esta
estrategia se propuso resolver se pueden dividir en cuatro aspectos: a) las finanzas públicas, b) la
formación de capital fijo y el crecimiento económico; c) la balanza de pagos y el ahorro externo; y
d) el consumo y el ahorro privado.
En relación con el primer aspecto, durante el periodo 1989-2001, los ingresos ordinarios
del sector público disminuyeron su participación en el PIB en 4.4puntos porcentuales,
comportamiento que se explica principalmente por la caída de los ingresos petroleros debido a la
disminución del precio internacional de este producto, hecho que a la vez se tradujo en una
disminución del peso relativo de la industria petrolera en la actividad económica general.
A su vez, los ingresos no petroleros mantuvieron una participación relativamente
constante respecto al PIB, pero experimentaron una modificación en su estructura. En efecto, los
ingresos tributarios muestran un aumento de 7.7 puntos porcentuales, compensado por una
disminución equivalente en los ingresos deriva-dos de la venta de bienes y servicios producidos
por el sector público. Los cambios señalados, por un lado, están estrechamente asociados con el
proceso de desincorporación de empresas públicas y las reformas tributarias tendientes a mejorar
la eficiencia en la recaudación e incrementar la capacidad del gobierno para orientarla asignación
y distribución de los recursos económicos por medio de los impuestos. Al interior de los ingresos
tributarios no se produjeron modificaciones significativas, puesto que se mantuvieron las
participaciones relativas de los impuestos directos e indirectos, en alrededor del 43% y 57%,
respectivamente.
Por el lado de los egresos, el gasto neto del sector público disminuyó su participación en
el PIB a 8.3 puntos porcentuales, proceso que se explica casi íntegramente por la disminución del
peso del gasto no programable, debido principalmente a la disminución relativa del servicio de la
deuda pública. Dicho cambio estructural fue posible con la renegociación de la deuda externa en
1989 y1990 y por la asignación al pago de la deuda de una parte significativa de los recursos
obtenidos, directa e indirectamente, del proceso de desincorporación y del incremento de la
recaudación fiscal, cuyo objetivo fue proveer mayor flexibilidad a la política de gasto del gobierno
y disminuir los costos sociales derivados de los subsidios.
El resto de la caída en la participación del gasto neto del sector público,
aproximadamente dos décimas de punto del PIB, se explica por la disminución del gasto de capital
(0.8 puntos), ya que a pesar de la disminución en el número de empleados del sector público, el
gasto corriente aumentó 0.6 puntos, a consecuencia del incremento de los recursos destinados a
servicios personales; si a ello se agrega que los niveles cuantitativos de prestación de los servicios
públicos no disminuyeron significativamente, los gastos en materiales y suministros y en servicios
generales, explican que la participación del consumo del gobierno en el PIB disminuyera en 1.6
puntos porcentuales.
Con respecto al gasto de capital, cuya reducción se refleja en una caída de la misma
magnitud en las cuentas nacionales, debe anotarse que, aún cuando en el corto plazo desempeña
frecuentemente el rol de variable de ajuste, su comporta-miento ha sido a la baja en el mediano y
largo plazo, con el propósito de disminuir el papel de “efecto de arrastre” que la inversión pública
tiene sobre la inversión privada, procurando que su dinámica responda progresivamente más a
criterios de eficiencia social y menos a exigencias de corto plazo.
El resultado neto de los ingresos y egresos se tradujo en un cambio drástico de la
inserción del sector público en la economía. Su déficit en el periodo disminuyó su participación en
el PIB a 3.8 puntos. Por su parte, el ahorro del sector público pasó de 1.3% a 5.4% del PIB, lo que
representa un cambio de una magnitud ligeramente superior a 4 puntos del PIB.2 Este cambio es
parte de la modificación substancial que sufrieron la fuentes de financiamiento del proceso de
acumulación; el sector público dejó de ser un importante demandante de ahorro incluso en
algunos años (cuando se obtuvo superávit presupuestal fue un oferente neto del mismo).
Por cuanto hace a la formación bruta de capital, durante el periodo 1989-2001, su
participación en el PIB se incrementó en 3.9 puntos, dinámica que se explica por el incremento de
la inversión privada, cuya participación aumentó en4.9 puntos, contrarrestando así la caída de la
inversión pública anteriormente seña-lada (0.8 puntos porcentuales).
En la elaboración de propuestas sobre los estímulos a la inversión privada productiva, es
importante señalar que ésta, en un marco macroeconómico con estabilidad de precios y
expectativas “normales”, y para efectos del dinamismo de la actividad económica (representado
básicamente por el crecimiento del PIB), es la variable con más peso. El periodo 1989-2000 muestra
que, con tasas de inflación decrecientes y evolución positiva del PIB, la inversión privada creció en
promedio a un ritmo anual superior al 9%, aún cuando la tasa de rendimiento del capital productivo disminuyó sostenidamente durante ese lapso de tiempo, a consecuencia principalmente
de la apertura comercial, la cual impidió que la mayor productividad del trabajo se convirtiera en
incremento en los beneficios.
Desde el punto de vista de la composición por origen de la inversión total, es importante
señalar que el rubro que mostró más dinamismo fue el de maquinaria y equipo, que explica
prácticamente el total del incremento de la inversión en el PIB. Este hecho induce a pensar que la
dinámica de la inversión, guiada por el sector privado, estuvo fundamentalmente orientada a
inversión productiva. Puesto que el aparato productivo interno no tiene suficiente capacidad de
oferta de los bienes de capital demandados durante este proceso de crecimiento, una parte
significativa de la inversión se transformó en demanda de bienes importados.
En efecto, el componente importado de la inversión fue el más dinámico, explicando el
31.6% del incremento total de este concepto, al aumentar en 2.6puntos porcentuales su
participación con respecto al PIB. Para interpretar plena-mente este resultado, es importante
anotar que el comportamiento de la importación de bienes de capital depende, por un lado, de la
propia dinámica de la inversión productiva, y por otro, de la evolución de los precios relativos de
los bienes de capital doméstico con respecto a los importados.
En primer lugar debe mencionarse la importación de bienes intermedios, cuya
participación en el PIB se elevó a 12.6 puntos porcentuales, como respuesta al crecimiento del PIB
principalmente, pero también al comportamiento de los precios relativos, a la evolución de las
restricciones arancelarias y a las menores restricciones cuantitativas.
En segundo lugar, la importación de bienes de consumo, si bien ha sido la de menor
participación (3.2%), presentó un comportamiento más dinámico. La razón principal es la
progresiva disminución de las barreras arancelarias y la eliminación de restricciones cuantitativas a
la importación, que acompañada con una disminución de los precios relativos de los bienes
importados y de un incremento global del consumo privado como consecuencia de los mayores
niveles de actividad económica, se tradujo en un fuerte aumento de su importación.
2
Se define ahorro del sector público como la diferencia entre ingresos y gastos corrientes.74
El conjunto de estos egresos incrementó su participación en el PIB a15.8 puntos, en tanto
que los restantes egresos corrientes distintos de importaciones la redujeron a 2.9 puntos, lo cual
se debió a una disminución del peso relativo de los pagos por servicios factoriales. La estrategia
seguida en materia de renegociación y endeudamiento externo permitió disminuir
significativamente el peso de este rubro en las cuentas con el exterior, otorgando grados de
libertad a la política económica.
Por su parte, los ingresos corrientes de la balanza de pagos aumentaron su participación
en el PIB, por el efecto neto de las mayores exportaciones no petroleras (16.8 puntos) y la
disminución de las petroleras (1.5 puntos). En la explicación del comportamiento del primer rubro
es necesario tener en cuenta, por lo menos, los siguientes aspectos: la expansión de la economía
de los EUA; el dinamismo de la demanda interna; los precios relativos y en estrecha relación con
esto último, el efecto específico de la liberalización económica sobre la estructura de costos de las
actividades exportadoras.
Los precios relativos de las actividades exportadoras se vieron favorecidos en dos
aspectos, uno, por el efecto de la eliminación progresiva de la estructura arancelaria, cuyo sesgo
antiexportador limitaba el potencial de estas actividades, y dos, por el incremento sostenido de la
productividad, cuyo dinamismo superó al del incremento de los salarios nominales, resultando
finalmente en una disminución relativa del costo unitario. Adicionalmente, la instrumentación de
apoyos crediticios para la exportación e importación de bienes utilizados en la producción de
bienes exportables contribuyeron a integrar un escenario propicio para esta actividad.
Con respecto a los otros rubros del sector externo, como el turismo y las maquilas, es
necesario señalar que el comportamiento de su saldo neto responde fundamentalmente a la
evolución favorable de la economía americana y a los precios relativos. En todo caso, los
resultados obtenidos por ambos conceptos muestran que su aporte neto al saldo de la cuenta
corriente se comportó en forma opuesta: mientras que la maquila aumentó su participación, el
turismo la disminuyó no obstante la expansión de su oferta.
En efecto, en el caso de la maquila, se observa que su participación en el PIB creció en
11.9 puntos porcentuales, con una tasa promedio de crecimiento de16.3% durante el periodo
1989-2001. Ello se explica por el resultado neto de los dos factores señalados: el dinamismo de la
economía americana, variable con la cual tiene una elevada elasticidad y la evolución de los
salarios reales que en los últimos años han aumentado más que la productividad, ejerciendo un
efecto negativo sobre los costos de las maquiladoras.
El ingreso neto por turismo disminuyó su participación en el PIB 0.8 pun-tos porcentuales,
no obstante el incremento de la oferta hotelera a una tasa promedio anual del 2.4%, por lo tanto,
el resultado observado se explica por el efecto depresivo del precio relativo.
El resultado neto de los ingresos y egresos corrientes de las cuentas del exterior expresan
que se mantuvieron las fuentes de financiamiento en el proceso de inversión; en efecto, el ahorro
externo pasó de 2.7% a 2.9% del PIB, entre 1989y 2001.
Por último, con relación al comportamiento del ahorro privado, los resultados alcanzados
fueron los siguientes: la participación del ahorro externo y del ahorro del sector público tuvieron
su contrapartida en el comportamiento del ahorro del sector privado. Este último, pasó de
representar alrededor del 14.5% del PIB en 1985 al 13.0% en el 2001. Es decir, la disminución del
peso relativo de esta fuente de financiamiento de inversión se comprende, en parte, como
consecuencia del comportamiento del consumo privado, y como resultado residual de los otros
componentes del ahorro y del propio comportamiento de la inversión.
Con respecto al consumo privado, el análisis estadístico muestra que la sociedad
mexicana tiene una alta propensión marginal al consumo, agravada por una situación recesiva que
deprimió a este último en el periodo anterior. Ello se tradujo posteriormente en un dinamismo en
este concepto de gasto, que adicional-mente tuvo un efecto sobre las cuentas del exterior, dado el
cambio observado del precio relativo de los bienes de consumo importados.
Aunado a lo anterior, la tendencia a la baja de la tasa de interés real propició la
expansión del consumo, en particular de bienes durables; simultáneamente, el aumento, aunque
moderado, de los salarios reales, acompañado de una disminución de la tasa de desempleo,
contribuyó también a dinamizar el consumo privado. En resumen, las expectativas de un mayor
ingreso disponible, consistente con las mayores tasas de crecimiento de la actividad económica,
acompañada de la apreciación real del tipo de cambio y la expansión del crédito al consumo, se
tradujo en un incremento de 1.3 puntos porcentuales en la participación del consumo privado en
el PIB.
Las empresas observaron, por una parte, la disminución de la tasa de interés real,
fenómeno que se explica tanto por los factores internos mencionados como por la disminución de
las tasas de interés internacionales, y por otra, la expansión del sistema crediticio disponible, tanto
interno como externo. En este marco, fue “fácil” para las empresas cubrir la diferencia entre el
ahorro y la inversión por medio del endeudamiento, el que, dado el menor nivel de las tasas de
interés externas, tendió a desplazarse en forma creciente hacia la deuda externa. De esta forma,
se observó la creciente independencia de las decisiones de ahorro e inversión en un contexto de
crecimiento del sistema financiero.
Por lo tanto, el sector privado pasa a ser, de generador de ahorro para financiar su
inversión, a demandante de él, lo cual se manifestó en la acumulación de montos crecientes de
deuda privada, tanto con el sistema financiero interno como externo.
Conclusiones
Los órdenes de magnitud mencionados contribuyen a describir algunas de las condiciones
estructurales a considerarse en el diseño de política económica en el futu-ro. Así, por ejemplo, la
alta sensibilidad de las importaciones con respecto al crecimiento económico y la dependencia de
las exportaciones, en relación con la evolución de la economía de los EUA, constituyen realidades
estructurales difíciles de modificar en el corto y mediano plazo. Sin embargo, el propósito final de
la política de desarrollo es justamente modificar las restricciones o “círculos viciosos” que frenan o
limitan el crecimiento sostenido de la economía. Con este propósito, es necesario mantener
durante un lapso suficientemente extenso la política adoptada. En ese sentido, consideramos que
es necesario destacar los siguientes aspectos:
a)Tipo de cambio real y dinamismo exportador, el cual puede interpretarse como el precio relativo
entre los bienes exportables y no exportables de la economía. Las variaciones bruscas del
mismo generan incertidumbre a los agentes encargados de tomar las decisiones de inversión y,
en consecuencia, debilitan las posibilidades de desarrollar el sector de bienes exportables; con
este propósito, es necesario que los agentes perciban que el tipo de cambio tendrá un
comportamiento predecible y consistente con el objetivo de reorientar el aparato pro-ductivo
hacia el exterior.
Pero el tipo de cambio también es, simultáneamente, un activo financiero objeto de presiones
especulativas, que lo transforman en un componente altamente volátil en la economía. Esto
tiene particular relación con los procesos inflacionarios, y es más pronunciado cuanto más
abierta es la economía.
El problema de política es definir un régimen cambiario que conjugue un estímulo adecuado a las
actividades exportadoras y, a la vez, no amplifique las presiones especulativas e inflacionarias.
En la presente etapa de la política eco-nómica, es conveniente mantener el apoyo al sector
exportador que permita finalmente romper la dependencia de la demanda interna y consolidar
bases para su desarrollo sostenido. A la vez, la experiencia reciente sugiere la necesidad de
proteger al mercado cambiario, tanto de entradas como salidas masivas de divisas, mediante
una cuidadosa política que limite la introducción indiscriminada de capital de corto plazo.
b)Coeficiente de inversión y crecimiento. El dinamismo de la inversión es condición necesaria para
alcanzar y mantener tasas de crecimiento del PIB consistentes con el objetivo de empleo y
bienestar. Es necesario obtener tasas de rentabilidad de la inversión productiva que la hagan
atractiva; sin embargo, en una economía crecientemente más abierta y competitiva, la
rentabilidad no proviene de los privilegios propios de un mercado protegido, sino de los niveles
de productividad más elevados, que a su vez están asociados a los avances tecnológicos.
En este aspecto, es necesario tener presente que tales avances no se logran con el aprendizaje
automático obtenido con la práctica, sin ningún costo; la maduración exige esfuerzos
conscientes para establecer una estrategia e invertir recursos. Por lo tanto, las ventajas
comparativas del país deben concebirse bajo una visión dinámica, no estática, susceptible de
modificarse por el mismo proceso de comercio y la política tecnológica seguida con este
propósito.
También es relevante tomar en cuenta que la expansión de las exportaciones conduce a un
crecimiento mayor de la productividad, ello mediante la explotación de las economías de escala
y la introducción de presiones competitivas, a la inversa de lo que sucedió con la sustitución de
importaciones; esto es, la liberalización del comercio exterior intensifica el crecimiento de la
productividad al relajar las limitaciones para la obtención de divisas destinadas a importar
bienes intermedios y de capital. Así, en el marco de la política comercial establecida, es clara la
posibilidad de profundizar una relación positiva entre el cambio tecnológico y el aumento de la
productividad.
El problema central, en este aspecto, es desarrollar y fortalecer un sistema de información sobre
opciones de inversión que apoye la toma de decisiones, facilitando la innovación y transmisión
de tecnología; con este propósito, los instrumentos de política pueden ser diversos: centros de
investigación y adaptación tecnológica, bancos de información especializados, líneas de
créditos para los proyectos de investigación, etc. El problema es acompañar el proceso de
acumulación con la creación de incentivos para que las empresas realicen actividades de
cambio tecnológico.
c) Sistema impositivo, asignación óptima y redistribución del ingreso. Una vez que los ingresos
tributarios hayan coadyuvado a sanear las finanzas gubernamentales, mediante la reducción de
las tasas impositivas y la ampliación del número de contribuyentes, será necesario simplificar
su estructura para favorecer el crecimiento del ahorro interno y alentar la mejor distribución de
la riqueza.
Para tal propósito, es necesario que la estructura de ingresos públicos se concentre en tres
impuestos básicos: los petroleros, el ISR y el IVA. Con los ingresos petroleros provenientes de
impuestos y a través del ISR se debe impulsar el desarrollo social de la comunidad y de esta
forma mejorar la equidad en la distribución de la riqueza.
Con el IVA es necesario frenar el consumo, en especial el de los grupos socia-les de altos ingresos,
para alentar el crecimiento del ahorro interno, y con los recursos provenientes de dicho
impuesto se debe fomentar la eficiencia y la productividad mediante la adquisición de acciones
de empresas prioritarias, que promueven la innovación tecnológica y la sustitución de
importaciones.
La adquisición de acciones por parte del gobierno no deberá otorgar derecho para administrar a
las entidades favorecidas, esta compra sólo le dará el derecho a voz y voto en el consejo de
administración de la empresa, a fin de que se discutan las líneas de acción programáticas que el
gobierno quiere impulsar y se decida la mejor forma de instrumentarse.
Con la simplificación del esquema tributario se logrará incrementar el ahorro del sector público, ya
que los gastos asociados con la administración de la recaudación se reducirán de manera
significativa.
Por otra parte, se alentaría la eficiencia macro y microeconómica, ya que se lograría una mejor
distribución del ingreso, el aliento al ahorro interno y la mejor asignación de los recursos
públicos.
d)Nivel y asignación del gasto. El manejo del gasto público condensa diversos aspectos de la
política de desarrollo. Por una parte, continúa siendo una variable de ajuste que permite
modificar el nivel de la demanda agregada; sin embargo, este rol disminuye en el nuevo
escenario, dominado en forma creciente por el comportamiento del sector privado, altamente
sensible a la evolución de los agregados monetarios y de las variables fiscales. En consecuencia,
toda pro-puesta basada en un aumento del gasto con propósito de dinamizar la economía
conlleva el riesgo de desencadenar respuestas que se traducen finalmente en mayores
desequilibrios.
Además, el gasto público es un instrumento eficaz para atacar el problema de la pobreza y de la
distribución del ingreso; aquí se encuentra uno de los principales desafíos de la estrategia
económica: la selectividad y calidad del gasto para mejorar la condición de vida de los sectores
sociales más necesitados. En este aspecto, el problema no es tanto la magnitud del gasto como
la orientación del mismo. Una situación pendiente, entonces, es iniciar esfuerzos orientados a
au-mentar la eficiencia del gasto, sometiéndolo a procesos previos de evaluación para asegurar
la rentabilidad social de los proyectos con el propósito de maximizar el bienestar social; en este
sentido, la asignación óptima del gasto significa pro-curar la mejor distribución intertemporal
del sacrificio social necesario para lograr el patrón de crecimiento deseado.
Referencias bibliográficas
Banco de México (varios años). Indicadores Económicos, México: Banco de México.
INEGI (1994). Anuario Estadístico de los Estados Unidos Mexicanos, México: INEGI.
__________
(2001). Indicadores Sociodemográficos de México (1930-2000), México: INEGI.
__________
(2002). Indicadores de Coyuntura, México: INEGI.80
__________
(2002). Sistema de Cuentas Nacionales, Mayo 1980-2001, México: INEGI.
Nacional Financiera (1990). La Economía Mexicana en Cifras, México: NAFIN.
Presidencia de la República (1992). IV Informe de gobierno, anexo estadístico,(1950-1997). México.
__________
(1995). Primer Informe de Gobierno, anexo, septiembre.
__________
(2001). Anexo Estadístico del Primer Informe de Gobierno, septiembre.
SHCP (2001). Informes sobre la situación económica, las finanzas públicas y la deuda pública,
México: SHCP.
Sistemas de Información Contable y Administrativa Computarizados S. A. de C. V(2002). Prontuario
de Actualización Fiscal, núm. 298, p. 173, primera quincena de marzo.
STPS (2002). Estadísticas laborales (1998-2000), México: ST y PS
http://www.analisiseconomico.com.mx/pdf/3703.pdf
Desarrollo Compartido: (70 - 76) a fines de los 60's el desarrollo estaba en crisis, entró
Echeverría como crítico de éste modelo debido al malestar social con un crecimiento de la
economía y redistribución de la riqueza, incentivar el desarrollo y compartir los beneficios
por los sectores sociales. En el primer año hubo cautela y reducción del gasto público, en
el campo respondió a las invasiones de predios con la represión militar, el desarrollo
compartido fue madurando con una reforma tributaria, aumentó el gasto social del
gobierno, mayor intervención del estado en producción y distribución, estímulos para
revitalizar el campo, pero ésta política no llegó a realizarse. En el segundo año hubo
política de freno y arranque, es decir, se impulsaba el crecimiento con el gasto público y
las presiones inflacionarias provocaban medidas contraccionistas y desaceleración. El
gasto público era fincado por la escasa recaudación fiscal y prestamos externos.
El eje federal modernizó el sistema tributario para aumentar los ingresos del gobierno. Se
multiplicaron las agencias de gobierno con créditos para apoyar al campo y existió
participación del estado en el proceso productivo y distributivo con empresas estatales.
Causas del Fracaso del Desarrollo Estabilizador:
1. Fuerte crecimiento de la deuda externa con Echeverría que aumentó en un 360% en
su sexenio
2. Desaceleración del crecimiento del PIB que descendió y quedó menor a la taza de
crecimiento de la población
3. Agudos desequilibrios de la balanza comercial, se orientó el crecimiento hacia
adentro con barreras arancelarias, los productos mexicanos no eran competitivos, se
compraba tecnología extranjera.
4. Inestabilidad cambiária. El creciente déficit comercial tuvo que devaluar la moneda,
incluso en el 6to informe de gobierno en 1976, la paridad cambiária se dejó en flotación y
provocó una devaluación de casi el 100% por que se debió devaluar antes. (la moneda es
la mercancía que representa la unidad de valor único y determinado aceptado por todos.
La emisión del circulante debe estar respaldada por la cantidad de bienes y servicios que
el país produce)
5. Especulación y fuga de capitales: la economía era peligrosa y los inversionistas se
retiraron del proceso productivo, cambiaron moneda nacional por extranjera, y la
dolarización aumentó demanda de divisas; se devaluó la moneda, el dólar se elevo, las
ganancias de la especulación generalmente van al extranjero o a naciones con economías
estables.
El financiamiento Externo: La primera vía para obtener divisas con López Portillo fue el
petróleo y la 2da el endeudamiento externo. Para impulsar la industria petrolera se
requerían divisas y la exportación pagaría la deuda a mediano plazo. Sin embargo la crisis
interna a finales de los 70's tuvo varios factores a considerar:
·
Declinación generalizada de la taza de ganancia.
·
Pérdida de dinamismo productivo por la sobreproducción de mercancía.
·
Sub utilización del capital productivo que provocaba inflación y desempleo sin
inversión productiva en los mercados financieros internos. El excedente monetario (dinero
que no era invertido) era para créditos para países desarrollados y para los del 3er mundo
con pocas restricciones (por eso se endeudaron).
Política Económica del Sexenio:
Como ya se tenían recursos para impulsar el crecimiento económico. La administración
propuso la alianza para la producción y las reformas de López Portillo eran:
Desarrollar la industria petrolera
Satisface la demanda de alimento, recuperar el sector agropecuario con créditos
Crear empleos y destinar parte del gasto público a la inversión productiva.
Reorientar la producción industrial hacia bienes de consumo básico(alimentos
procesados, ropa, calzado) en el mercado interno y no de consumo duradero
(electrodomésticos).
Ampliar los servicios sociales que son responsabilidad del estado.
Modernizar el aparato gubernamental para erradicar el descontrol administrativo.
Causas Internas del Fracaso de la Alianza de la Producción:
1. Crecimiento desmedido de las importaciones, acumulación de la deuda externa y
desequilibrios comerciales.
2.
Insuficiencia de los estímulos del campo.
3.
Mantenimiento de una planta productiva ineficiente y poco competitiva.
4.
Fuerte aumento del gasto público corriente.
5.
Inflación, especulación financiara y fuga de capitales.
Causas Externas del Fracaso de la Alianza de la Producción:
1.
Brusca caída de los precios del petróleo
2.
Alza de las tazas de interés
Balance Final: Los desequilibrios estructurales continuaban al concluir el sexenio de López
Portillo pero eran mas críticos:





Se necesitaban mas recursos para reactivar la economía sin contar con el
petróleo.
La industria seguía necesitando recursos pero no conseguía divisas
El sector agropecuario seguía deteriorándose.
Por la deuda externa, México ya no era cliente confiable para la banca privada
interna.
Para pagar intereses y capital de la deuda externa era necesario sacrificar
recursos que el país requería para seguir invirtiendo.
Neoliberalismo y Globalización: (1982 - 1997)
Modelo Neoliberal.- al iniciar los 80's otra vez estamos unidos en una crisis que necesitaba
nuevas estrategias para el desarrollo económico, hubo un intenso debate sobre las
alternativas. Para llegar al modelo Neoliberal había una deuda externa superior a las
capacidades de pago con la devaluación y los niveles inflacionarios. Había gran
decaimiento político con el banco mundial y el fondo monetario internacional que ejercían
presión a las decisiones económicas nacionales por los gobiernos conservadores de
Margaret Thatcheri y Ronald Reagen, el modelo del neoliberalismo se había considerado y
era que los países capitalistas mas poderosos podían conducir sus economías y las de
otros países subdesarrollados dependientes de ellos. El modelo les permitía a los
desarrollados el cumplimiento de los compromisos financieros, querían estabilidad y
rentabilidad de sus inversiones con la aceptación de los lineamientos económicos
propuestos del exterior y el modelo neoliberal se adaptó en México con Miguel de la
Madrid. El 1ro de diciembre de 1980 fue adoptado con presión en países
latinoamericanos.
Propósitos y Comportamiento: Es un modelo económico de la Post guerra y su principal
exponente contemporáneo es el economista Milton Friedman quien se opone a la
intención del estado en la economía con el liberalismo del siglo XIX como dejar la fijación
de precios a la oferta y la demanda sin las medidas de protección económica interna como
precios controlados por el estado, eliminar barreras arancelarias, y legales a las
importadoras y exportadoras, apoya la desregularización de las relaciones económicas, la
privatización de empresas estatales y colectivas del libre juego de los agentes y factores
económicos evitando factores de distorsión del mercado y un riguroso control del
equilibrio presupuestal del estado.
El neoliberalismo cree que los resultados negativos de los modelos es por una distorsión
de los factores y prácticas que proponen suprimir y dice que el juego libre del mercado
tenderá a la riqueza y ésta fluirá a la sociedad. De manera provisional se utilizarán
mecanismos primordiales para los niveles mas extremos de la pobreza.
Política Económica: Éste modelo ha abarcado los sexenios de de la Madrid Salinas y
Zedillo
La economía mexicana ha variado en diferentes áreas y ha conservado sus principales
directrices casi sin modificación, hubo un proceso de apertura comercial al exterior,
reduciendo y eliminando las medidas arancelarias y legales para la importación de
productos extranjeros, impulsó el concepto de el estado debía retirarse de la participación
económica directa y pasarla al capital privado, pero solo la privatización, pero no la
infraestructura ni la educación. Empezó a disolverse la propiedad colectiva ejidal del
campo, impulsando la propiedad privada ya que el ejido había mostrado su incapacidad.
Se suprimieron gradualmente los controles de precio hasta reducirlos a los productos
básicos. Se adoptaron presupuestos para abrir los mercados en áreas en que la práctica
estatal estaba bajo control monopólico, pero la falta de capital fue impedimento para su
disolución. Se iniciaron reformas para limitar los impedimentos legales para la
participación en diversas esferas de la economía de la administración pública a las
estrategias financieras nacionales. La inversión extranjera amplio su margen del 49% y
también las áreas a las que tenía acceso.
La política financiera se privatiza gradualmente por la promoción de las casas de bolsa y
venta de capital privado de la banca nacional. Impulsó la participación bursátil de las
empresas, redujeron el gasto público y aumentaron la recaudación de impuestos, con
recortes presupuestales se dio prioridad a la paga de la deuda externa o al menos los
intereses. Se han tratado de eliminar normas de protección al trabajo frente al capital que
establece la constitución y la ley federal del trabajo como la inamovilidad del empleo, el
pago por jornada y el salario mínimo, pero éstos presupuestos no han sido llevados a
cabo.
Globalización: Es el fenómeno de cambio estructural de las relaciones sociales y
económicas de los países para un solo sistema socioeconómico, y las variaciones en sus
elementos influyen en el conjunto de sistemas. No es nuevo que ciertos acontecimientos
tengan efectos tengan efectos graduales, lo que define y distingue es:
1.
La velocidad con que los acontecimientos repercuten
2.
La extensión de las redes de interrelación
Comenzó a generarse en el siglo XVI y fue sistema mundial. Hasta éste siglo deja sentir sus
efectos plenamente en la cultura, la información y la salud, además de la economía y la
política es resultado de la transformación de las relaciones económicas mundiales. En las
grandes capitales financieras internacionales ha tenido como efecto el reordenamiento de
las relaciones económicas, uniendo los bloques económicos.
En este momento se pueden identificar 3 bloques económicos:
1.
EUA, Canadá, Países Latinoamericanos y múltiples Naciones Asiáticas y Africanas
2.
Países Europeos y colonias antiguas de Asia y África.
3.
Japón y cuenca del pacífico, países de Oceanía y lejano Oriente.
Una de las característica de la globalización es la competencia veloz del capital por
expandirse a los distintos mercados.
El Acuerdo General de Aranceles y Comercio (GATT), fórmulas mercantiles para facilitar la
circulación de mercancías en los países participantes y los Tratados de Integración
Económica que tienden a unificar plenamente a las economías participantes han
concretado la globalización entre los países desarrollados y los países sub desarrollados.
Esto se debe a las desventajas competitivas de los países sub desarrollados en los
mercados internacionales.
Los bienes y los servicios de los países desarrollados tienen los mas elevados precios del
mercado internacional por que los procesos de producción tienen alta tecnología y los
países dependientes no y por que los recursos financieros están controlados a escala
mundial por los países desarrollados. Los países sub desarrollados están imposibilitados
para acceder en ganancias como la de los países desarrollados y continúan sus
condiciones de dependencia por los costos de la adquisición de tecnología y el pago de
financiamiento que producen grandes deudas externas que superan la capacidad de pago
incluso a largo plazo con esfuerzos financieros que sacrifican las condiciones de vida de la
población y no dan acceso a nuevos niveles de desarrollo de la globalización pues no han
homogeneizado los niveles de vida de los habitantes del mundo.
Reformas Políticas: Al terminar la segunda guerra mundial hubo 2 bloques: los capitalistas
con EUA y Europa Occidental y los Socialistas como la Unión Soviética, hubo pugna por el
control político y económico de la urbe: la guerra fría.
Éstos países, en sus países dependientes favorecieron el establecimiento de regímenes de
distinto grado de autoritarismo en Latinoamérica, en los 70's hubo muchas dictaduras, en
México hubo mecanismos de control estatal con ejercicios autoritarios del poder y
represión violenta.
En la mitad de los 80's los socialistas entraron en profunda crisis económica, política y
social. La disolución del bloque y búsqueda de nuevas alternativas económicas y políticas
con éste triunfo de los capitalistas maduró la globalización. Los periodos de gobierno
neoliberales han tenido importantes transformaciones al régimen político tendiendo a
algo plenamente democrático pero el proceso ha sido muy desigual.
Reformas Económicas y su Impacto: la política económica neoliberal se implantó por
múltiples reformas al conjunto de sistemas económico nacional, estas reformas variaron
ampliamente la forma de ser realizados de temporalidad y ritmo de operación.
Planes y Programas: de las reformas y medidas aportadas fueron articulados a través de
planes y programas orientados a áreas económicas particulares.
Plan Inmediato de Reorganización Económica (PIRE)
El sexenio de de la Madrid empezó con crisis y agotamiento del proyecto de crecimiento
económico de la administración precedente basado en petróleo y endeudamiento
externo. El nuevo gobierno quiso atenuar los efectos inmediatos de la crisis económica y
la deuda externa para estabilizar la economía. Para salir de la crisis era necesario distinguir
acciones realizables a corto plazo y una segunda etapa de acción con medidas de largo
alcance atacando de raíz los problemas con el pire y el plan nacional de desarrollo (PND) el
primero se anunció el 1 de septiembre en el discurso de la toma de posesión y el segundo
en mayo del 83.
PIRE:
1.
Combatir la inflación.
2.
Recuperar el ritmo de crecimiento
3.
Proteger el empleo
4.
Disminuir el gasto público y la reestructuración de la administración pública.
5.
Aumento de ingresos fiscales y analizar el crédito selectivamente
En resumen, el gobierno gastaría lo menos posible, no pretendiendo revertir el déficit
presupuestal.
Plan Nacional de Desarrollo 83 - 88
Estuvo articulado al sistema nacional de planeación democrática con programas
sectoriales (vivienda), regionales (franjas fronterizas), institucionales (pemex). El
documento central del sistema de planeación, establecía lineamientos de política en todos
los ámbitos, se proponían objetivos vinculados con la transformación estructural de la
economía intentando legitimizarlo, se presentó como plan nutrido de propuestas
ciudadanas en los foros de consulta popular de la campaña electoral y este plan estaba
organizado en 3 partes:
1. Reorientación económica contra la inflación y la inestabilidad cambiária y un cambio
estructural para reorientar y modernizar el aparato productivo y distributivo nacional.
2. Describía los lineamientos de gasto público vinculados con la economía
internacional, capacitación y productividad
3. Daba formas de participación social para ejecución y evaluación del plan para
promover la economía de las exportaciones, modificar la política agraria y condición de
estabilidad
El PND se tradujo en contención salarial, elevación de precios y tarifas públicas y
reducción y eliminación de subsidios.
Plan Nacional de Desarrollo 89 - 94
Tenía 4 objetivos centrales:
1.
Defensa de la soberanía.
2.
Ampliación de vida democrática.
3.
Recuperación económica y estabilidad de precios.
4.
Mejoramiento del nivel de vida de la población.
Proponía la modernización de México con la no intervención en asuntos de otros países y
rechazándola en el mismo sentido, hubo propuestas relacionadas con los procesos
electorales para hacerlos mas confiables con la división de poderes de la unión para:
a) Reducción del gasto público
b) Nueva política de impuestos con mas contribuyentes
c) Modernización económica nacional
d) Apertura a importaciones
e) Mayor inversión extranjera
f)
Aumento de empleos, nivel adquisitivo, salarios
g) Erradicar pobreza extrema.
Plan Nacional de Desarrollo 95 - 2000
Se desarrolla en 5 grandes rubros:
1)
Soberanía
2)
Estado de Derecho y país de leyes
3)
Desarrollo democrático y social
4)
Crecimiento económico
5)
Reconvención Industrial.
Al inicio de los 80's la planta industrial estaba muy deteriorada e incapacitada. Lo básico
era combatir la inflación y devaluación del peso, conjuntamente controlando la deuda
externa. De la Madrid orientó hacia la internacionalización con productos que si podían
competir para lograr el nivel de eficiencia y que gran parte de los productos industriales se
exportaran con el programa de emergencia económica. Al inicio del gobierno de Zedillo,
una crisis financiera provocada por la caída de la bolsa de valores y la devaluación del peso
lanzó este programa cuyos objetivos eran:
1º
Reducir el déficit en el saldo de la cuenta corriente
2º
Crear condiciones de recuperación de actividades económicas y empleo.
3º
Limitar el efecto inflacionario a través de 4 elementos fundamentales:
I.
Pacto entre sectores productivos.
II.
Ajuste fiscal
III.
Profundidad del cambio estructural
IV.
Integración de un fondo financiero con recursos del exterior.
Pactos Sociales: Son mecanismos orientados al logro de la recuperación económica y
solución de situaciones potencialmente conflictivas. Desde de la Madrid se establecieron
pactos en el gobierno y los distintos sectores sociales como:
Pacto de Solidaridad Económica (PSE): En diciembre de 1987 se estableció aumento de
precios del sector público, recuperándose el rezago previo, ajustes al gasto público,
acelerar la privatización, reducir impuestos a importaciones, devaluación del peso
controlada y aumento de emergencia al salario mínimo
Pacto para la Estabilidad y Crecimiento Económico (PECE):Salinas, al principio del
sexenio, abatiría la inflación, el equilibrio presupuestal, manteniendo y recuperando el
crecimiento económico.
Pacto para el Bienestar Estabilidad y Crecimiento Económico: Da continuidad a al PECE
con Zedillo, vinculado al programa de emergencia económica.
Programas Sociales: Parte importante del modelo neoliberal para posibilitar el desarrollo
de los sectores menos favorecidos de la población: Programa Nacional de Solidaridad
Pronasol y Procampo con Salinas; el primero combate la pobreza extrema con educación y
el segundo es para impulsar la modernización productiva. Tiempo después formaron parte
de las secretaría de desarrollo social SEDESOL.
Acuerdos Internacionales: Sobre Aranceles y Comercio (GATT en julio del 86) es el primer
organismo impulsado por países capitalistas con mayor desarrollo industrial que
incentibiza la libre competencia en el mundo con el desmantelamiento de las barreras
arancelarias.
Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN): Elimina de manera mas
completa los impedimentos arancelarios de México, Canadá y EUA el primero de enero de
1994.
Impacto Social:
Gasto social: importantes reducciones desde de la Madrid
Educación: el estado ofrece los servicios educativos, combate el analfabetismo, la
reprobación y deserción
Salud: todos tenemos derecho a la atención de la salud por la constitución en la ley
reglamentaria del artículo 4º constitucional
Vivienda: en su mayoría son empresas privadas y a veces participa el estado; hay graves
problemas de espacio y servicios.
Empleo y Desempleo: Hubo aumento de desempleo con la crisis financiera del 94, los
empleados no están ligados a la producción, sino a la prestación de servicios
Pobreza: se carece de educación primaria en muchos adultos o son analfabetos con salud
y vivienda deficientes
Transformaciones Políticas:
En el periodo neoliberal, los principales aspectos son:





Desarrollo de organismos de sociedad civil.
Organización y movimientos de demandas de grupos
Organización y movimientos para la satisfacción de demandas de intereses de
distintos organismos no gubernamentales
Organizaciones Ecológicas OE
PGE Partidos de grupos ecologistas






FECOMEX Federación Concervacionesta Mexicana
Greenpeace, grupo de los 100, PVEM y Alianza Cívica
Anatocismo: cobro de intereses sobre intereses es legal en 1998
1 de enero del 94 se da el levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación
Nacional
Corporativismo: Proceso de Urbanización y ganancia de diversos sectores
poblacionales.
Ley de fomento a la propiedad industrial: con salinas se modifican disposiciones
que restringían la libertad de las compañías mexicanas para adquirir tecnología
extranjera.
Hiram López sánchez
Universidad Autónoma de San Luis Potosí
Facultad de Derecho
Desarrollo estabilizador
Wikipedia
El desarrollo estabilizador, fue un modelo económico utilizado en México entre los años
de 1952-1970, aunque algunos autores de historia económica lo consideran de 19541970, las bases de este modelo radican en buscar la estabilidad económica para lograr un
desarrollo económico continuo, la estabilidad económica refiere a mantener la economía
libre de topes como inflación, déficits en la balanza de pagos, devaluaciones y demás
variables que logran estabilidad macroeconómica. El periodo en el que se manejó el
modelo en la economía nacional abarca los sexenios de Adolfo Ruiz Cortines, Adolfo López
Mateos y Gustavo Díaz Ordaz. Algunas medidas que México optó durante este periodo,
fueron:


Devaluación del peso frente al dólar en 1954, con una nueva paridad de 12.50
pesos por dólar.
Aumento de créditos al sector privado.


Se facilita la entrada de inversión extranjera
Se impulsa fuertemente la producción de bienes intermedios y se empieza a
fomentar la producción de bienes de capital.]] y mas
El modelo es precedido por el modelo de Sustitución de Importaciones, aunque
conservando los principales puntos para la realización de este.
A partir de 1940 México inicio una etapa llamada el milagro mexicano, esta etapa se
caracterizó por ser de un crecimiento sostenido y fue el cambio hacia la formación de una
nación moderna e industrializada.
Crecimiento hacia afuera
La segunda guerra mundial dio un gran estímulo al crecimiento de la economía mexicana.
De 1940 a 1956 se da en México un período de crecimiento hacia afuera, basado en el
dinamismo del sector primario. Esta política puede definirse como crecimiento sin
desarrollo, ya que el número de industrias del país aumentó, pero sin la base sólida que es
la libre competencia, que le permitiera desarrollarse económicamente. Durante el
mandato de Ávila Camacho (1940-1946) se observó una notable estabilidad política y un
crecimiento económico. Entre 1940 y 1945, el PIB creció a un ritmo de 7.3 por ciento,
índice nunca antes alcanzado en la etapa postrevolucionaria.
Los regímenes presidenciales de Manuel Ávila Camacho y Miguel Alemán Valdés
proporcionaron los medios para alentar el crecimiento económico, la consolidación del
mercado interno y la inserción de México en la economía mundial. La actividad industrial
registró un vigoroso crecimiento. La tasa de crecimiento del PIB (Producto Interno Bruto)
alcanzó entre 1947 y 1952 un promedio anual del 5.7%, con un gran crecimiento en la
producción de la energía eléctrica y el petróleo y también de la industria manufacturera y
de construcción.
Crecimiento hacia adentro
De 1956 a 1970 la economía mexicana gira ciento ochenta grados, creciendo hacia
adentro, vía la sustitución de importaciones; es decir, México debía producir lo que
consumía. La economía mexicana estuvo basada en el dinamismo del sector industrial,
contrayendo la estabilidad de precios y ajustándose a los problemas productivos y
financieros por los que pasó el país.
El crecimiento industrial en el período 1940 -1970 mantuvo un ritmo de crecimiento
sostenido, aunque basado en un mercado cautivo que le proporcionaba la política
proteccionista diseñada por el Estado, situación que trajo como consecuencia el desarrollo
de empresas sin competitividad con el exterior, que les impidió consolidarse a través de la
exportación hacia mercados extranjeros; condición que impediría la creación de una
verdadera industrialización moderna e independiente que contribuyera el desarrollo
social del México posrevolucionario.
http://es.wikipedia.org/wiki/Desarrollo_estabilizador
Jaime Ros ( Ver todos sus artículos )
Mexico’s Market Reforms in Historical
Perspective
Juan Carlos Moreno Brid and Jaime Ros
January 2004
Revised version
Regional Adviser, Economic Commission for Latin America and the Caribbean,
[email protected]
Professor of Economics, University of Notre Dame, [email protected]
Paper presented at the LACEA meeting in Cholula, Puebla, October 10, 2003. The authors want to
acknowledge the valuable research assistance of Mr. Rubén Guerrero. The opinions here
expressed may not necessarily coincide with those of the United Nations.
://www.economia.unam.mx/amhe/memoria/simposio22/Jaime%20ROS%20y%20Juan%20Carlos%20MORE
NO%20BRID.pdf
http
“Shared development”, the oil boom and the debt crisis
To the extent that the administrations of the 1970s did not solve these obstacles, they could, and
did, become painfully costly. The new Echeverria administration taking office in late 1970 had as a
central point of its political platform the claim that the 'stabilizing development' strategy of the period
1956-70 had failed to address the fundamental problem of inequality. A new strategy of 'shared
development' was thus proposed in which the benefits from economic growth would be more evenly
distributed. In practice, however, the policies adopted would fail to fulfill these objectives.
Temporarily, the strategy did have the intended impact on the functional distribution of income. Gil
Diaz (1987) shows that the share of labor in net national product went from 40 per cent in 1970 to
19 By
1972, the debt-GDP ratio and the debt-service-exports ratio had both reached 18 per cent (compared to
1 per cent in 1946). While these magnitudes did not yet imply a serious macroeconomic imbalance, they reflect
the dynamic evolution of foreign indebtedness during the period.
18
43 per cent in 1972-74, and reached 49 per cent in 1976. In addition, GDP achieved an average
rate of growth of 6.1 per cent per annum. Unfortunately, these achievements were accompanied by
the emergence of severe macroeconomic imbalances.
A number of reasons would account for this. On the external front, the collapse of the world's
Golden Age had its toll on the Mexican economy. The first oil price shock found Mexico as a net
importer of oil and, together with the decline in external demand, tightened the balance of payments
constraints on growth. Moreover, the increase in domestic inflation rates to the 20 per cent range,
the expansion of public investment, and a fixed exchange rate, tripled the trade deficit from 1970 to
1975. The model of industrialization also began to show some signs of exhaustion. Investment was
carried out to modernize plants in old sectors already conquered by foreign competition, but failed
both to increase exports significantly and to deepen import substitution in the capital goods sector.
The limitations of capital goods manufacturing were evident, for example, in the fact that during
1974-75 they accounted for less than 8 per cent of manufacturing output, while at the same
time they represented more than 50 per cent of total imports (sources???). As a share of GDP,
overall exports declined, largely as a result of stagnating agricultural supplies and productivity.
Manufacturing export coefficients increased but remained at low levels, and the share of imports in
the domestic market started to climb as the investment process failed to diversify into new activities.
To the extent that tax reform was not addressed, public revenues lagged behind. The fiscal deficit
climbed from 2.5 per cent of GDP to 9.9 per cent between 1971 and 1976, and was increasingly
covered through monetary expansion and external debt (which increased at an average annual rate
of 40 per cent from 1973 to 197620). In addition, private enterprise did not find a fertile ground in the
'shared development' rhetoric, and soon the economy's expansion was being driven exclusively by
public spending. Eventually, the situation worsened significantly as a result of capital flight.
Notwithstanding the increase in import controls and tariffs, balance of payments pressures forced
the government to depreciate by nearly 100 per cent in 1976, thus abandoning the exchange rate
parity that had remained fixed for more than 20 years.
Despite the severity of the 1976 crisis, in a year or so the economy's prospects were fully turned
around with the announcement of Mexico's vast oil resources. Their exploitation and sale in the
international market would bring a swift and strong recovery. The trade deficit was under control
again, averaging 1.5 per cent as a share of GDP. The term profile of foreign debt was restructured
and, for a while, new indebtedness did not grow in a noticeable way. An ambitious industrialization
plan was launched on the assumption of a sustained long-term increase in the price of oil.
20 The
belief that development, especially social development, could be accelerated while sacrificing fiscal
discipline was rightly criticized by orthodox economists at the time. See Solis (1977) for a forceful statement.
19
Manufacturing investment soared, boosted by public and private entrepreneurship, and GDP
reached rates of 8 to 9 per cent per annum from 1978 to 1981. A major tax reform was also carried
out in this period, and these changes reduced some of the inequities of the Mexican tax system 21.
However, with the benefit of hindsight, some signs were already worrying by the late 1970s. The
inflation rate had reached a plateau of around 18 per cent and did not seem to climb down. Interest
payments were increasing as nominal rates in the international credit markets floated upwards in an
unprecedented way. Few investments were directed to the export sector, although two exceptions
are worth noting: the motor-vehicle industry - where a new generation of plants was being built with
state-of-the-art technology, explicitly designed to compete in the world markets - and the
petrochemicals sector, where the public sector was investing heavily.
The whole strategy had been based on: (1) the premise of a long-term foreign exchange and fiscal
abundance from oil exports - and the 1979-80 oil price hike had only confirmed expectations that
the era of high real oil prices had come to stay; and (2) the notion that the external debt problem
was over, given the low real interest rates that had so far prevailed. Thus when in 1981 the oil
market started to crumble and foreign interest rates drastically jumped upwards, both of these
shocks were taken to be transitory, and thus to be dealt with by additional external finance. Shortterm
external indebtedness was accelerated in an effort to sustain economic expansion. The
increase in foreign indebtedness in 1981 was equivalent to 10 per cent of GDP and, by the end of
that year, the current account deficit reached 12.5 million dollars, half of it due to interest payments,
while capital flight was soaring. Indeed, the whole international economic environment that made
the oil boom possible had been tragically misperceived (by the government, foreign banks and
international financial institutions alike) and when this became clear Mexico suddenly became a
highly indebted country, that is, an over-indebted borrower given the new levels of interest rates
and export revenues with which the old debt had to be serviced. In 1982, the oil boom was over.
IV. The shift in the market-state balance since the mid 1980s
21 An
adjustment for inflation was introduced in personal income taxation. A value-added tax and a new
corporate income tax were established. The tax base broadened as loop-holes were closed, and the whole
administrative and compliance process was simplified. The one to five minimum wage bracket went from
contributing 58 per cent of labor income tax collections in 1978, to 28 per cent in 1981; whereas the highest
wage bracket 'more than 15 minimum wages' went from 8 per cent to 25 per cent of the total. For a detailed
description, see Gil Diaz (1987).
20
The Mexican economy was subject to two major external shocks during the 1980s: the 1982 debt
crisis which increased debt service and curtailed new external finance, and the 1986 oil price shock
which dramatically cut off a major part of the country's main source of foreign exchange and fiscal
revenues. These external shocks created imbalances in both the balance of payments and the
fiscal accounts.
The strategies adopted to restore domestic and external balance and the adjustments that followed
can be briefly summarized as follows. In the wake of the 1982 debt crisis, a very orthodox,
stabilization first strategy was adopted, with the aim of rapidly restoring price and balance-ofpayments
stability. This was to be followed by a gradualist approach to structural adjustment which
would promote an incremental process of resource reallocation in a stable and growth-oriented
macroeconomic framework. This strategy - which prevailed as a policy stance during 1984 and part
of 1985 - was soon to be abandoned in favor of a path of increasing radicalization of market reform
measures which, contrary to conventional wisdom and advice, took place within the highly adverse
macroeconomic environment created by the 1986 oil price shock. At the same time, and after the
failure of successive orthodox attempts at inflation control, macroeconomic policy shifted in late
1987 to a rather heterodox approach to stabilization - the 'Economic Solidarity Pact' - aiming at
rapid disinflation through the combination of wage and price controls, an exchange rate freeze, and
tight fiscal and monetary policy. From then, market reform measures, especially in the areas of
trade policy and privatization, underwent a radical acceleration.
By the early 1990s the foreign exchange and fiscal gaps that were opened by the debt crisis and
the oil shock had been closed. But the legacy of these external shocks - the collapse of public and
private investments in the wake of the debt crisis and the loss of foreign exchange and fiscal
revenues after the 1986 oil shock - had been harsh. Together with the stagnation of productive
activity and the contraction of the population real incomes that followed, they adversely affected the
economy's growth potential by reducing the domestic savings rate and producing an ageing of the
capital stock and lower overall economic efficiency 22. The economy emerged weaker, rather than
stronger, from the years of crisis and adjustment.
At the same time, a 'great transformation' had been taking place, if we may appropriate Polanyi's
expression for events of a different scale. Balance of payments liberalization and the North
American Free Trade Agreement (NAFTA) have closely integrated the economy with that of the US,
both in terms of trade and capital flows. Restrictions on foreign ownership have been largely
eliminated and foreign participation in the economy has increased through direct investments in
new plants, as well as mergers and acquisitions. State banks and public enterprises have, with few
22 For
a detailed analysis, see Ros (1993).
21
exceptions, been turned into private hands. Privatization revenues, together with debt relief (under
the 1989 Brady Plan) and fiscal adjustment allowed the government to reduce its debt, as a
proportion of GDP, to rather low levels by international standards. A market oriented rural economy
emerged following far reaching changes in the land tenure system, price policies, and the
privatization or elimination of state enterprises and its substitution by a combination of subsidies
and public programs. In sum, a massive reform process occurred with a view to giving a larger
economic role to the private sector and greater scope to market forces, and to accelerating
integration into the international economy23.
Some policy reforms - especially those affecting the domestic regulatory framework- were long
overdue (as exemplified most strikingly by the regulations in road transportation) and, overall, were
clearly desirable on both efficiency and equity grounds24. Their adverse impacts have been rather
limited or even absent, and the benefits of regulatory changes in many areas have by and large
exceeded the costs. These have not been, however, the most radical reforms, nor those from which
the greater benefits were to be expected. In what follows we focus on the most important of these
reforms, privatization and state reform, trade, investment and financial liberalization - and on an
evaluation of their effects.
Privatization and Economic Efficiency
The case for greater selectivity in state participation in the economy and, indeed, for state
disengagement in a number of productive activities, has been based on macroeconomic grounds: a
government rationed in credit markets, pressing social needs to be met, and a private sector with
ample financial resources abroad ready to be invested in previously state-dominated activities
which do not have a high social priority25. The case is certainly extremely powerful. But this is so for
macroeconomic reasons related to the special conditions of the 1980s and has less significance for
the long-term growth potential of the economy, beyond the promise (which so far largely remains
just that) of a considerable expansion in human capital investments that the huge privatization
revenues make possible.
There is also, of course, the more traditional microeconomic case for privatization based on the
notion that a greater participation of the private sector will bring about improvements in the overall
23 For
a detailed review of the reform process, see Lustig (2002)
an analysis of reforms in the domestic regulatory framework, see Lustig (2002) and Ros (1991). For an
international comparison of policy reform in these areas, see Williamson (1990).
25 Under such conditions, a clear comparative advantage argument can be made for privatization, even if
public enterprises had absolute efficiency advantages over private firms, for society as a whole would clearly
gain from a reallocation of public investments from areas where social and private returns do not differ greatly
to activities yielding a higher social/private returns differential.
24 For
22
efficiency of investment. If the latter is a positive function of the share of private investment in
overall investment, then part, if not all, of the fall in the overall rate of accumulation could be
compensated by the shift in the composition of investment. And as shown in Table 6, there has
indeed been a dramatic shift in the composition of investment during the 1980s: from 56 per cent in
1980-81, the share of the private sector in total fixed investment rose to 77 per cent ten years later.
The first point to be made in addressing this issue is to recognize that the efficiency of overall
investment does not depend only on its private/public sector composition, but also on the rate of
investment itself, which affects investment efficiency through its consequences on the age
distribution and the structure of the capital stock (residential/non-residential, net investment/
depreciation). Now, as clearly shown also in Table 6, the shift in the private/public composition of
investment was a result of the absolute decline in the rate of public investment, rather than of an
absolute increase in private investment: the latter, as a fraction of GDP, was in the early 1990s at
approximately the same levels as ten years earlier (14 to 15 per cent of GDP). Thus, if the share of
private investment in overall investment increased, this was only because of the collapse of public
investment rates. Unless the productivity of public investment was actually negative - and nobody to
our knowledge has argued this - the efficiency losses resulting from the absolute fall in the overall
rate of investment are bound to outweigh any efficiency gains brought about by the shift in its
composition. The rise in the capital-output ratio since 1982 (see Table 6) is fully consistent with this
conclusion.
23
Table 6: Structure of Gross Fixed Capital Formation
Year
GDP
Total
billions
% of
GDP
billions
Investment
Public
% of total
% of GDP
investment
Private
billions
% of total
investment
% of
GDP
1980
948.6
206.3
21.8
88.8
43.0
9.4
117.5
57.0
12.4
1981
1029.5
239.8
23.3
108.8
45.4
10.6
131.1
54.6
12.7
1982
1024.1
199.6
19.5
88.3
44.2
8.6
111.3
55.8
10.9
1983
988.4
143.1
14.5
56.5
39.5
5.7
86.6
60.5
8.8
1984
1022.1
152.3
14.9
58.8
38.6
5.8
93.5
61.4
9.1
1985
1044.5
164.3
15.7
59.3
36.1
5.7
105.0
63.9
10.0
1986
1012.3
144.9
14.3
50.9
35.1
5.0
94.0
64.9
9.3
1987
1029.8
144.7
14.1
44.6
30.8
4.3
100.1
69.2
9.7
1988
1043.0
162.5
15.6
40.6
25.0
3.9
121.9
75.0
11.7
1989
1085.8
171.9
15.8
43.5
25.3
4.0
128.4
74.7
11.8
1990
1142.0
194.5
17.0
48.4
24.9
4.2
146.1
75.1
12.8
1991
1190.1
215.8
18.1
48.7
22.6
4.1
167.2
77.4
14.0
1992
1232.3
239.2
19.4
47.1
19.7
3.8
192.2
80.3
15.6
1993
1256.2
233.2
18.6
47.3
20.3
3.8
185.9
79.7
14.8
1994
1312.2
252.7
19.3
64.9
25.7
4.9
187.9
74.3
14.3
1995
1230.6
179.4
14.6
44.6
24.8
3.6
134.9
75.2
11.0
1996
1293.9
208.9
16.1
38.0
18.2
2.9
170.9
81.8
13.2
1997
1381.5
252.8
18.3
41.8
16.5
3.0
211.0
83.5
15.3
1998
1449.3
278.8
19.2
38.7
13.9
2.7
240.1
86.1
16.6
1999
1503.5
300.3
20.0
42.9
14.3
2.9
257.4
85.7
17.1
2000
1602.3
334.4
20.9
54.5
16.3
3.4
279.9
83.7
17.5
2001
1597.2
314.9
19.7
47.5
15.1
3.0
267.5
84.9
16.7
2002a
/
1611.7
310.9
19.3
50.9
16.4
3.2
260.0
83.6
16.1
billion of
1993
pesos
source:
ECLAC
and
INEGI
a/
prelimin
ary
In addition, the relationship between the efficiency and the composition of overall investment is
surely more complex than generally assumed. It is likely to have the shape of a Laffer curve with
low efficiency levels being consistent with both too high and too low shares of public investment.
This is so because public investment itself, as much recent empirical research suggests26, affects
positively the productivity of private investment, and thus at low levels of public investment further
reductions can bring about losses rather than gains in overall efficiency. Given the sharp
contraction of public investments during the 1980s, and the fact that the microeconomic efficiency
gains and performance improvements of the newly privatized enterprises are yet to be seen in most
cases, the question arises as to whether the economy moved to the wrong side of the Laffer-type
curve. In such circumstances, an increase in public investment in areas with high social returns and
high positive externalities for the productivity of private investment is the best way of addressing the
problem of investment efficiency.
26 See
in the public capital literature, the studies by Aschauer (1989a, 1989b, 2000), Deno (1988), Munell
(1990, 1992), and Easterly and Rebelo (1993), among others.
México: las reformas
del mercado desde una
perspectiva histórica
Juan Carlos Moreno-Brid y Jaime Ros
E ste trabajo pasa revista a las principales políticas de desarrollo
aplicadas por México en los dos últimos siglos y a los problemas económicos
enfrentados. Centrándose en cambios radicales de estrategia respecto
al papel de los mercados y el Estado, sostiene que a menudo no
se han reconocido los verdaderos obstáculos con que ha tropezado el
desarrollo del país y que algo similar podría…..
http://www.eclac.org/publicaciones/xml/6/20416/G2258eMorenoBridRos.pdf
Para salir del estancamiento
Jaime Ros ( Ver todos sus artículos )
¿Qué hacer para enfrentar la crítica situación que vive la economía mundial y para sacar a la
economía mexicana del estancamiento crónico en la que se encuentra?
Empiezo por comentar la situación de la economía estadunidense. El mundo tiene la fortuna de
que en Estados Unidos, al frente de la Reserva Federal —el banco central más poderoso del
mundo— se encuentre, por una coincidencia divina, un economista keynesiano y uno de los
académicos estudiosos más conocedores de la Gran Depresión de los años 1930, que no ha
dudado en usar prácticamente todos los recursos de que dispone la política monetaria para
estimular la economía estadunidense y evitar que la “Gran Recesión” de estos últimos años se
convierta en una nueva Gran Depresión. Se trata de una divina coincidencia porque, en efecto,
sólo así puede calificarse a esta extraordinaria combinación de circunstancias: 1) un economista
keynesiano, experto en esa Gran Depresión, al frente de la Reserva Federal; 2) postulado a ella por
una administración republicana; 3) 30 años después de iniciada la edad oscura de la teoría
macroeconómica; 4) en el momento en que se desatan la peor crisis financiera y una de las más
severas recesiones a las que se haya asistido desde la década de los treinta del siglo pasado.1
Debe tratarse, sin lugar a dudas, de una intervención divina que impide que la combinación de las
últimas tres circunstancias (de la 2 a la 4, es decir: administración republicana, plena edad oscura
de la macroeconomía, y la peor crisis y recesión en muchas décadas) nos lleve a lo peor,
conduciendo a la economía estadunidense al precipicio y detrás de ella al resto de la economía
mundial.
Desafortunadamente para el mundo, la política monetaria de Estados Unidos parece haber
agotado sus posibilidades de acción: la tasa de interés de corto plazo que controla la Reserva
Federal ha caído prácticamente a cero, con la promesa de la Fed de dejarla ahí durante los
próximos dos años, mientras que la base monetaria (o el así llamado “dinero de alto poder”
emitido directamente por el banco central) se ha multiplicado varias veces (creo que ocho veces a
estas alturas). En tal situación, que Keynes —en su Teoría general de la ocupación, el interés y el
dinero— explicó cómo y por qué puede suceder, la responsabilidad de la recuperación económica
pasa a recaer en la política fiscal.2 Es por ello que Paul Krugman, que ha leído bien a Keynes y
entiende, al igual que Ben Bernanke, la Gran Depresión de los 1930, ha estado llamando, al igual
que otros economistas norteamericanos, a la adopción de políticas fiscales expansionistas.
Desgraciadamente, el gran déficit fiscal y la abultada deuda pública acumulada a lo largo de dos
administraciones republicanas sucesivas por la vía, entre otras cosas, de grandes reducciones de
impuestos a una minúscula proporción de superricos, restringen las posibilidades de acción de la
política fiscal.
La situación en México es distinta en, al menos, tres aspectos fundamentales. El primero es que los
márgenes de maniobra de las políticas monetaria y fiscal son mucho mayores. Con la tasa de
interés objetivo del Banco de México en 4.5%, unos 400 puntos base por encima de la
correspondiente a la de Estados Unidos, la política monetaria está lejos de haber agotado todos
sus recursos. El espacio de maniobra de la política fiscal es aún mayor. México tiene un coeficiente
tan bajo de deuda pública en relación con el PIB que es lo único que lo distingue dentro de la
OCDE. Y, asimismo, lo único que limita el uso de una política fiscal contracíclica son las propias
leyes que se han aprobado al respecto: la regla de presupuesto equilibrado incluida en la ley de
responsabilidad fiscal de 2006, que, como todo buen estudiante de primer semestre de economía
sabe, es una regla de política fiscal pro cíclica: una reducción del nivel de actividad económica
mengua los ingresos del gobierno y si el gobierno trata de evitar el déficit fiscal resultante
recortando su gasto, lo que va a lograr es agravar la recesión. Esperemos que ante la que se
avecina a nivel mundial, y a diferencia de lo que sucedió en 2008-2009, el gobierno sepa esta vez
actuar de manera decisiva y aprovechar el margen de maniobra mencionado para llevar a cabo
verdaderas políticas anticíclicas.
Una segunda diferencia fundamental es que México es un país subdesarrollado, como no lo es
Estados Unidos. Y el subdesarrollo no es un problema de demanda efectiva. Ojalá lo fuera, pues
entonces los remedios keynesianos que conocemos para estabilizar el ciclo económico y mantener
un alto nivel de utilización de la capacidad productiva nos servirían también para salir de ese
estado. El subdesarrollo tiene que ver no con una falta de demanda efectiva, sino con un acervo
de capital tan pequeño que es insuficiente para absorber a la totalidad de la fuerza de trabajo en
actividades de alta productividad.3 Nuestro problema no es uno de desempleo abierto causado —
como en Estados Unidos— por una demanda insuficiente en el mercado de bienes, que hace que
las empresas no encuentren provechoso emplear a más trabajadores, sino un problema de
subempleo derivado del pequeño tamaño del acervo de capital que hace que una alta proporción
de la fuerza de trabajo (entre el 30% y el 60% del total, dependiendo de la estimación precisa)
tenga que autoemplearse en actividades informales y muy intensivas en trabajo donde la
productividad es muy baja precisamente porque el trabajo no se ve ahí “fructificado” por el capital
(para usar una expresión de Arthur Lewis). Estos “excedentes de trabajo”, como los llamaban los
clásicos de la economía del desarrollo, no se reducen con la expansión de la demanda efectiva por
bienes, pues no hay suficiente capital para emplear en actividades de elevada productividad y alta
intensidad de capital a los trabajadores actualmente subempleados.
Y una tercera diferencia es que México no es sólo un país subdesarrollado sino uno de los de más
lento crecimiento en la economía mundial. Esto dura ya 30 años. El problema principal de México
no es recuperarse de una recesión sino salir del casi estancamiento de las últimas tres décadas.
Ahora bien, el hecho de que el subdesarrollo no sea un problema de demanda efectiva no quiere
decir que la política macroeconómica no desempeñe un papel muy importante en la explicación
de ese lento crecimiento y que lo mejor que podemos hacer para crecer sea apegarnos
estrictamente a la ortodoxia fiscal y monetaria. Por el contrario, y a diferencia de lo que mucha
gente piensa, creo que las políticas macroeconómicas (fiscal, monetaria y cambiaria) de los últimos
30 años han sido una de las causas fundamentales del lento crecimiento. Tales políticas
macroeconómicas han incidido en el crecimiento no sólo porque han fallado en garantizar un alto
nivel de utilización de la capacidad productiva. Mucho más importante aún: esas políticas han
afectado adversamente el potencial de crecimiento económico y lo han hecho de varias formas.
La primera es a través de una política fiscal que ha mantenido niveles de inversión pública muy
bajos. El origen de este problema es que el necesario ajuste fiscal que siguió a la verdaderamente
inexplicable explosión del gasto público en 1981 (siendo presidente López Portillo y responsables
del ejercicio del gasto público, al frente de la Secretaría de Programación y Presupuesto en ese
momento, los futuros presidentes De la Madrid y Salinas) se dio a través de una brutal contracción
de la inversión pública (de casi siete puntos porcentuales del PIB después de la crisis de 1982).4
Como resultado de ello, a mediados de los años 2000 (no hay datos más recientes comparables
internacionalmente), la mexicana era, entre las mayores economías latinoamericanas, la que
menos invertía en infraestructura como porcentaje del PIB (cuatro puntos porcentuales menos
que Chile). Es una tontería decir, como se ha hecho tantas veces, que no hay conflicto (trade off)
“a largo plazo” entre inflación y crecimiento. Me refiero a la idea equivocada de que bajando la
inflación no se sacrifica, en ninguna circunstancia, el crecimiento. Esta idea es una tontería, por lo
siguiente. La inflación es un impuesto (muy regresivo por cierto, y ése es el problema) y la forma
precisa en que se lo erradique afecta o no al crecimiento, dependiendo, por ejemplo, de si se le
sustituye por otros impuestos o bien si su erradicación se logra a través de una brutal contracción
de la inversión pública.
La segunda manera en que las políticas macroeconómicas han incidido en el crecimiento es por el
hecho de que la política fiscal ha sido pro cíclica. Ya me referí a ello. La ortodoxia fiscal mal
entendida por la que se ha optado ha contribuido a profundizar las recesiones, con efectos
adversos en el crecimiento a largo plazo que van desde las consiguientes pérdidas de habilidades y
experiencia por parte de los trabajadores hasta los niños que tienen que abandonar la escuela
para trabajar y contribuir al mantenimiento de la familia. Todo ello implica pérdidas irreversibles
de capacidad productiva.
La tercera forma, y muy importante, es que el régimen de política monetaria que se ha asumido
nos ha llevado a una tendencia recurrente hacia la apreciación del tipo de cambio real (véase
sobre el tema mi artículo de 2004 con José Casar en nexos y el libro citado en pie de página con
Juan Carlos Moreno-Brid). Un tipo de cambio real apreciado, en una economía tan abierta como lo
es hoy la mexicana, es extremadamente adverso al desarrollo económico porque reduce la
rentabilidad de la inversión privada en los sectores de bienes comerciables de la economía, que
por varias razones (presencia de externalidades tecnológicas y rendimientos crecientes a escala
que hacen que la productividad se expanda endógenamente con la inversión y la producción en
esos sectores) cumplen un papel decisivo en el proceso de crecimiento.
Por estas razones, las políticas macroeconómicas de las últimas décadas han contribuido a
mantener la inversión privada y la inversión pública en niveles bajos, lo que a su vez explica la
lenta expansión del acervo de capital que se mantiene entonces pequeño e insuficiente en
relación con el tamaño de la fuerza de trabajo total, perpetuando así el subdesarrollo.
¿Cómo salir del estancamiento? En lugar de obsesionarse con las “reformas que el país necesita”
que, excepción hecha de la fiscal, son reformas microeconómicas que van a contribuir muy poco a
elevar el potencial de crecimiento de la economía, propongo que repensemos lo que se ha venido
haciendo en la política macroeconómica y consideremos en serio la manera de: 1) elevar la
inversión pública en infraestructura, en varios puntos porcentuales del PIB, financiando ese
aumento con una reforma fiscal redistributiva; 2) adoptar una política de tipo de cambio real
estable y competitivo que, como ya lo mencioné, es esencial para el crecimiento en una economía
abierta, de mercado y en desarrollo; 3) sustituir las políticas macroeconómicas pro cíclicas que se
han estado aplicando por políticas contracíclicas que garanticen un nivel alto y estable de
utilización de la capacidad productiva. Esta combinación de políticas macroeconómicas estaría
orientada a generar un círculo virtuoso entre alta inversión, crecimiento de la productividad y
fortalecimiento de la competitividad en los mercados interno y externo. Además de estas
reformas, la reorientación de la estrategia de crecimiento debería abarcar a las políticas
sectoriales y apuntar, por ejemplo, a la reforma de la política industrial y al fortalecimiento de la
banca de desarrollo. Todo esto está analizado más ampliamente en otras partes, como en el
artículo y el libro ya citados, y también por muchos otros autores (véase, por ejemplo, el
documento México ante la crisis. Hacia un nuevo curso de desarrollo publicado por la UNAM).5
Jaime Ros. Profesor de Economía, Universidad de Notre Dame.
Quiero dedicar esta nota a mi querido cuñado Lorenzo quien, por buenas razones, no entiende
bien para qué sirven los economistas. Agradezco los comentarios de José Casar, Rolando Cordera y
Juan Carlos Moreno-Brid a una versión anterior, sin que ello implique responsabilidad alguna de su
parte por los errores u omisiones de los que pueda ser culpable este texto.
1 Con la expresión “la edad oscura de la macroeconomía”, Paul Krugman se refiere a lo sucedido
en este campo durante los últimos 30 años. En éstos, piensa Krugman, se destruyó conocimiento
(previamente acumulado) y ha predominado una visión de la macroeconomía en la que se supone
que los agentes económicos, con gran información sobre el funcionamiento de la economía y
basados en las correspondientes expectativas racionales, formulan sus planes óptimos de
producción, inversión, consumo, trabajo y ocio, y los mercados, en equilibrio continuo, se
encargan de volver consistentes entre sí esos planes óptimos. Otra manera de referirse a esta
visión es como la macroeconomía del doctor Pangloss.
2 Keynes se refirió a este fenómeno como la “trampa de la liquidez”. Se trata de una situación en
la que la tasa de interés de los bonos de largo plazo ha caído tan bajo y el rendimiento de las
acciones es tan incierto que los poseedores de riqueza prefieren mantener sus activos financieros
en la forma de activos muy líquidos (oro, letras del Tesoro y dinero contante y sonante). Así, como
lo hemos estado observando, por más letras del Tesoro que emita el gobierno la tasa de interés de
los bonos de corto plazo se mantiene en el piso.
3 Esto es lo que pensaban los clásicos de la economía del desarrollo como Rosenstein-Rodan,
Nurkse y Lewis. Para Rosenstein-Rodan, en particular, los obstáculos al desarrollo surgían no de
una falta de demanda efectiva sino de las trabas a la expansión del sector moderno capitalista
resultantes de la combinación de rendimientos crecientes a escala en ese sector y la presencia de
una oferta de trabajo elástica a un salario más o menos igual al producto medio del trabajo en el
sector no capitalista o de subsistencia (donde los trabajadores con métodos de producción muy
intensivos en trabajo saben hacer las mismas cosas que producen varios subsectores del sector
capitalista).
4 Digo que esta explosión del gasto público de 1981 es inexplicable porque no he visto una
explicación satisfactoria sobre el tema. Juan Carlos Moreno-Brid y yo, en un libro reciente
(Desarrollo y crecimiento en la economía mexicana. Una perspectiva histórica, publicado por el
FCE en 2010) intentamos una explicación, en el capítulo V, basada en el diagnóstico equivocado
que se hizo de los choques a que estuvo sujeta la economía en ese año y de las características
peculiares del ciclo político-electoral en México, pero me queda la impresión de que nuestra
explicación no es plenamente satisfactoria.
5 Cuya autoría corresponde a Eugenio Anguiano Roch, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, Rolando
Cordera Campos, Saúl Escobar Toledo, Gerardo Esquivel Hernández, Carlos Heredia Zubieta, David
Ibarra Muñoz, Leonardo Lomelí Vanegas, Prudencio López Martínez, Ciro Murayama Rendón,
Jorge Eduardo Navarrete López, Norma Samaniego Breach, Jesús Silva Herzog Flores, Francisco
Suárez Dávila, Carlos Tello Macías y Enrique del Val Blanco.
http://mx.deportes.yahoo.com/fotos/la-botinera-stephy-c-playmate-y-fan%C3%A1tica-de-loschicago-bears-slideshow/stephy-c-la-conejita-de-playboy-que-es-fan%C3%A1tica-de-los-chicagobears-de-la-nfl-foto-twitter-photo--1288221829.html
http://mx.deportes.yahoo.com/fotos/la-botinera-stephy-c-playmate-y-fan%C3%A1tica-de-loschicago-bears-slideshow/stephy-c-la-conejita-de-playboy-que-es-fan%C3%A1tica-de-los-chicagobears-de-la-nfl-foto-twitter-photo--1288211640.html
http://mx.deportes.yahoo.com/fotos/la-botinera-stephy-c-playmate-y-fan%C3%A1tica-de-loschicago-bears-slideshow/stephy-c-la-conejita-de-playboy-que-es-fan%C3%A1tica-de-los-chicagobears-de-la-nfl-foto-twitter-photo--1288216204.html
http://mx.deportes.yahoo.com/fotos/la-botinera-stephy-c-playmate-y-fan%C3%A1tica-de-loschicago-bears-slideshow/stephy-c-la-conejita-de-playboy-que-es-fan%C3%A1tica-de-los-chicagobears-de-la-nfl-foto-twitter-photo--1288212347.html
http://mx.deportes.yahoo.com/fotos/la-botinera-stephy-c-playmate-y-fan%C3%A1tica-de-loschicago-bears-slideshow/stephy-c-la-conejita-de-playboy-que-es-fan%C3%A1tica-de-los-chicagobears-de-la-nfl-foto-twitter-photo--1288217461.html
3. Los años dorados de industrialización de la
posguerra (1940-1980)
En el proceso orientado a lograr la hegemonía, el Estado
llegó a la firme convicción de que, para alcanzar
el desarrollo, debía participar activamente en la inversión
y la producción. Hacia fines del decenio de 1940
controlaba los recursos fundamentales y había aumentado
sustancialmente el número de instrumentos de
política. La inversión pública aumentó sistemáticamente
(cuadro 4) y se canalizó hacia el desarrollo urbano
e industrial. Para promover las actividades manufactureras
se otorgaron incentivos adicionales, como
exenciones tributarias. Los gastos federales incluyeron
inversiones en educación y bienestar social. Al mismo
tiempo, la campaña industrializadora se acompañó de
un aumento de la protección comercial y hacia 1947
el proteccionismo había sido oficialmente adoptado
como objetivo intermedio del gobierno.
Entre 1940 y 1980 tuvo lugar una amplia transformación
de la economía y de la sociedad. En valores
reales, la economía mexicana creció a un ritmo
sostenido de 6,4% anual y el PIB per cápita a razón de
3,2% al año. La industria manufacturera se convirtió
en motor del crecimiento y entre 1945 y 1955 registró
tasas de incremento del producto del orden de 7,4%
anual, y aceleró su ritmo de desarrollo entre 1957 y
1970 al expandirse a tasas de 8,9% al año, gracias al
dinamismo del mercado interno que fue su principal
fuente de demanda. De país agrario, México se transformó
en una sociedad urbana semiindustrial. Entre
1940 y 1980, la participación de la industria manufacturera
en el producto se elevó de 15,4% a 24,9% (cuadro
5), mientras la proporción de personas que vivía
en zonas urbanas aumentó explosivamente de 35% a
66% de la población y el total de habitantes del país
pasaba de 20 a 70 millones de personas (cuadro 3). Las
tasas de alfabetización prácticamente se duplicaron y en
1980 llegaron a 83%. La escolaridad media de la población
adulta se elevó de 2,6 a 7,1 años y la esperanza
de vida al nacer aumentó de 24 a 65 años. Sin embargo,
pese a estas mejoras, la distribución de los beneficios
del crecimiento distaba mucho de ser equitativa.
Hacia fines del período, el 20% de la población percibía
más del 50% del ingreso total disponible, mientras
que un 58% de los mexicanos seguía viviendo en condiciones
de pobreza.20 En consecuencia, al término de
los años dorados, en México aún quedaban por resolver
los problemas de pobreza y desigualdad.
El desempeño macroeconómico del período comprendido
entre 1940 y 1970 fue ciertamente notable. La
estrategia aplicada abordó problemas importantes que
dificultaban el desarrollo del país, pero en cambio pasó
por alto o subestimó la magnitud de otros obstáculos.
El primero de estos obstáculos fue la poca atención
prestada a la agricultura, la que después de 1965
tropezó con serias dificultades para elevar su producción.
En la segunda mitad del decenio de 1960 su tasa
de crecimiento se situó por debajo de la tasa de expansión
demográfica. Entre los factores que explican esta
caída se hallan la dicotomía del sector, la tendencia
adversa de los precios de los productos agrícolas en
comparación con la de los precios de los productos
manufacturados, y la baja sostenida de la participación
de la agricultura en la inversión pública después del
decenio de 1950. Todos estos factores contribuyeron
a aumentar la pobreza, a contraer la demanda potencial
del mercado interno y a provocar una pérdida de
cohesión social que dio lugar a una incipiente inestabilidad
social.
En segundo lugar, pese a que en muchos sectores
la protección del comercio resultó ser un mecanismo
valioso para promover el crecimiento y la sustitución
de importaciones, ni el sector privado ni el sector público
aplicaron una política destinada expresamente a
fortalecer el potencial exportador de la economía. Además,
no era claro que la política que se estaba aplicando
pudiera completar la etapa más difícil del proceso de
sustitución de importaciones, que involucraba la importación
de bienes de capital de alta tecnología.
Por último, las reformas tributarias fracasaron
sistemáticamente y las finanzas públicas dependieron
CUADRO 4
México: Tasas de inversión, 1900-1980
Años Inversión Inversión pública
(% del PIB) (% del PIB)
1900 10,1 0,5a
1910 10,1 0,4
1921 10,1 ...
1930 9,4 2,2
1940 9,3 3,5
1960 17,2 5,2
1980 24,8 11,4
Fuente: CEPAL e INEGI.
a 1895.
20 Estimaciones menos moderadas sitúan esta cifra en 63% (véase
Hernández Laos, 1989).
REVISTADELACEPAL84•DICIEMBRE2004
MEXICO: LAS REFORMAS DEL MERCADO DESDE UNA PERSPECTIVA HISTORICA • JUAN CARLOS MORENO-BRID Y JAIME ROS
45
GRAFICO 1
México. Producto interno bruto, 1921-1997
Fuente: Solís (2000).
10
10,5
11
11,5
12
12,5
13
13,5
14
1921 1924 1927 1930 1933 1936 1939 1942 1945 1948 1951 1954 1957 1960 1963 1966 1969 1972 1975 1978 1981 1984 1987 1990
1993 1996
Ln(GDP) Tendencia
CUADRO 5
México: Estructura del producto interno bruto, 1895-2002
(Porcentajes)
1885 1910 1926 1932 1940 1955 1970 1970 1980 1980 1990 2000-2002
A precios de 1960 A precios de 1980 A precios de 1993
Agriculturaa 29,1 24,0 19,7 24,1 19,4 18,3 11,6 12,2 9,0 7,1 6,7 7,6
Minería 3,0 4,9 9,3 7,2 6,4 4,8 4,8 2,5 3,3 1,4 1,5 2,1
Industria 9,0 12,3 14,7 13,3 18,7 22,1 2,7 30,1 31,9 25,0 24,1 27,0
(Manufactura) (7,9) (10,7) (11,6) (10,2) (15,4) (17,5) (23,3) (23,7) (24,9) (19,2) (19,6) (21)
Servicios 58,9 58,7 56,3 55,4 55,5 54,7 53,9 55,2 55,8 66,5 67,6 63,3
Total 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100
Fuente: Banco de México e INEGI.
a Incluye ganadería, silvicultura y pesca.
cada vez más de la deuda externa.21 Otro tanto sucedió
con la balanza de pagos, que se tornó cada vez más
vulnerable a las corrientes de capital de corto plazo,
que pueden ser desestabilizadoras. Mientras continuaran
los años dorados del crecimiento económico mundial,
poco importaba equivocarse sobre la importancia
que podrían llegar a tener estos problemas. Por desgracia,
los años dorados llegaban a su fin.
21 Hacia
1972, tanto la relación deuda/PIB como la relación servicio
de la deuda/exportaciones habían llegado a 18% (comparado con
1% en 1946). Aunque estas magnitudes no significaban un grave
desequilibrio macroeconómico, ilustran el dinamismo de la evolución
del endeudamiento externo en el período.
REVISTADELACEPAL84•DICIEMBRE2004
MEXICO: LAS REFORMAS DEL MERCADO DESDE UNA PERSPECTIVA HISTORICA • JUAN CARLOS MORENO-BRID Y JAIME ROS
46
4. El “desarrollo compartido”, el auge petrolero
y la crisis de la deuda
En la medida en que los gobiernos del decenio de 1970
no superaran estos obstáculos, podían tornarse — y así
lo hicieron— perturbadoramente costosos. El argumento
central de la plataforma política del gobierno de
Echeverría, que asumió el poder a fines del decenio de
1970, fue que la estrategia de “desarrollo estabilizador”
aplicada en el período comprendido entre 1956 y 1970
no había logrado resolver el problema fundamental de
la desigualdad. Se propuso entonces una nueva estrategia,
de “desarrollo compartido”, en virtud de la cual
los beneficios del crecimiento económico se distribuirían
más equitativamente. En la práctica, sin embargo,
las políticas adoptadas no lograrían ese objetivo.
Durante un tiempo, dicha estrategia efectivamente
produjo el efecto deseado en la distribución funcional
del ingreso. Gil Diaz (1987) muestra que la participación
de la mano de obra en el producto nacional neto
aumentó de 40% en 1970 a 43% en el período 19721974, y llegó a 49% en 1976. Además, el PIB logró un
crecimiento anual medio de 6,1%. Desafortunadamente,
estos logros se acompañaron de serios desequilibrios
macroeconómicos.
Esto se debería a varias razones. En el ámbito
externo, el colapso de los años dorados en el mundo
se dejó sentir en la economía mexicana. La primera
crisis de los precios del petróleo, que ocurrió siendo
México importador neto de crudo, y también la caída
de la demanda externa, acrecentaron las restricciones
de balanza de pagos sobre el crecimiento. Además,
entre 1970 y 1975 el incremento de las tasas de inflación
internas hasta alrededor de 20%, la expansión de
las inversiones públicas y el tipo de cambio fijo
triplicaron el déficit comercial. Por otra parte, el modelo
de industrialización empezó a dar señales de agotamiento.
Pese a las inversiones para modernizar las
plantas en los sectores ya expuestos a la competencia
externa, éstas no aumentaron significativamente las
exportaciones ni acentuaron la sustitución de importaciones
en el sector de bienes de capital. Debido a que
no se realizó una reforma tributaria, los ingresos públicos
se rezagaron. Entre 1971 y 1976 el déficit fiscal
se elevó de 2,5% a 9,9% del PIB y se solventó cada
vez más mediante la expansión monetaria y la deuda
externa (que se elevó a una tasa anual media de 40%
entre 1973 y 1976).22 Cabe agregar que el sector privado
no encontró terreno fértil en la retórica del “desarrollo
compartido” y muy pronto la expansión de la
economía era impulsada exclusivamente por el gasto
público. Con el tiempo, la fuga de capitales agravó
sustancialmente la situación. Pese al aumento del control
sobre las importaciones y a la aplicación de aranceles,
en 1976 las presiones sobre la balanza de pagos
obligaron al gobierno a depreciar el peso casi en 100%,
abandonando así una paridad cambiaria que no había
variado a lo largo de más de 20 años.
No obstante la gravedad de la crisis de 1976, al
cabo de poco más de un año las perspectivas económicas
de México dieron un vuelco, al anunciarse que
el país tenía grandes reservas de petróleo. Su explotación
y venta en los mercados internacionales traerían
consigo una rápida y vigorosa reactivación. Una vez
más se pudo controlar el déficit comercial, que se situó
en un promedio de 1,5% del PIB. Se renegociaron
los plazos de la deuda externa y, durante algún tiempo,
el endeudamiento no aumentó en forma significativa.
Se inició un ambicioso plan de industrialización
en el supuesto de que los precios del petróleo seguirían
aumentando. Las inversiones en la industria manufacturera
se elevaron sustancialmente, impulsadas
por las empresas públicas y privadas, y entre 1978 y
1981 el PIB creció a tasas anuales de 8% a 9%. Asimismo,
en este período se introdujo una importante reforma
tributaria y los cambios redujeron en alguna medida
las inequidades del sistema tributario mexicano.23
Sin embargo, en retrospectiva, hacia fines de la
década de 1970 había ya algunas señales inquietantes.
La inflación se había estabilizado en torno al 18% y
nada indicaba que fuese a bajar. Los pagos por concepto
de intereses iban en aumento al elevarse de
manera sin precedente las tasas de interés nominales
en los mercados de crédito internacionales. La inversión
en el sector exportador fue escasa, salvo en dos
casos: la industria automotriz, en la que se estaba construyendo
una nueva serie de plantas dotadas de la más
el desarrollo social, sacrificando la disciplina fiscal. Véase en Solís
(1977) una convincente exposición al respecto.
23 Se introdujo un ajuste por concepto de impuesto a la renta y se
establecieron un impuesto al valor agregado y un impuesto sobre
las utilidades de las empresas. Asimismo, se amplió la base tributaria
al eliminarse los resquicios legales y se simplificó el proceso administrativo
y de fiscalización del cumplimiento de las obligaciones.
La contribución del tramo de uno a cinco salarios mínimos pasó de
58% de lo recaudado por concepto de ingreso de la mano de obra
en 1975, a 28% en 1981. Por su parte, el tramo de salarios más
altos —más de 15 salarios mínimos— se elevó de 8% a 25% del
total. Véase una descripción detallada en Gil Diaz (1987).
22 En
esa época, los economistas tradicionales criticaron con toda
razón la idea de que era posible acelerar el desarrollo, en especial
REVISTADELACEPAL84•DICIEMBRE2004
MEXICO: LAS REFORMAS DEL MERCADO DESDE UNA PERSPECTIVA HISTORICA • JUAN CARLOS MORENO-BRID Y JAIME ROS
47
moderna tecnología con el expreso objetivo de competir
en los mercados mundiales, y la industria
petroquímica, en la que el sector público realizaba
grandes inversiones.
IV
El giro de la relación mercado-Estado desde
mediados del decenio de 1980
En la década de 1980, la economía mexicana experimentó
dos grandes perturbaciones de origen externo:
en 1982, la crisis de la deuda, que aumentó los pagos
por concepto de servicio de la deuda y dificultó la
obtención de nuevos créditos externos, y en 1986, la
crisis del petróleo, que cortó espectacularmente gran
parte de la principal fuente de divisas y de ingresos
fiscales del país. Ambas perturbaciones externas pusieron
fin al prolongado período de expansión económica
acelerada.
A comienzos del decenio de 1990, los déficit fiscales
y de divisas a que dieron lugar la crisis de la
deuda y la del petróleo pudieron resolverse tras una
serie de intentos de estabilización, de corte tradicional
y no tradicional. Entretanto —si se nos permite apropiarnos
del término que utiliza Polanyi (1944) para
referirse a otra clase de sucesos— se había estado produciendo
una “gran transformación”. La liberalización
de la balanza de pagos y el Tratado de Libre Comercio
(TLC) de América del Norte integraron estrechamente
a la economía mexicana y la estadounidense, tanto
en lo que se refiere a comercio como a flujos de capital.
Tras la eliminación de las restricciones a la propiedad
extranjera, la participación extranjera en la economía
ha aumentado mediante inversiones directas en
nuevas plantas, además de fusiones y adquisiciones.
Salvo raras excepciones, se han privatizado los bancos
estatales y las empresas públicas. Los ingresos
provenientes de las privatizaciones, unidos al alivio de
la carga de la deuda (en virtud del Plan Brady, de 1989)
y a los ajustes fiscales, permitieron que el gobierno
redujera la deuda, como proporción del PIB, a niveles
relativamente bajos de acuerdo con los estándares internacionales.
Gracias a cambios profundos en el sistema
de tenencia de la tierra, a las políticas de precios
y a la privatización o eliminación de las empresas estatales
y su reemplazo por una combinación de subsidios
y programas públicos, se generó una economía
rural orientada al mercado. En resumen, se llevó a cabo
un proceso de reformas de amplio alcance a fin de
aumentar la función económica del sector privado y dar
mayor margen a la acción de las fuerzas de mercado,
y de acelerar la inserción en la economía mundial.24
1. Privatización y eficiencia económica
Los argumentos en pro de una participación más selectiva
del Estado en la economía y, de hecho, a favor
de que éste se desprenda de una serie de actividades
de producción, han sido de orden macroeconómico: el
limitado cupo del gobierno en los mercados de crédito,
la necesidad de satisfacer demandas sociales apremiantes,
así como la existencia de un sector privado
con abundantes recursos financieros en el extranjero y
dispuesto a invertirlos en el país en actividades de
escasa prioridad social que antes estaban principalmente
en manos del Estado. A decir verdad, los argumentos
son poderosos, pero por consideraciones macroeconómicas
relacionadas con la situación especial del decenio
de 1980 y que tienen poco que ver con el potencial
de crecimiento a largo plazo de la economía, de
no ser por la perspectiva (que hasta ahora no pasa de
ser una perspectiva) de que aumentaran sustancialmente
las inversiones en capital humano gracias a los
cuantiosos ingresos generados por las privatizaciones.
Naturalmente, también es posible justificar las
privatizaciones por razones microeconómicas más tradicionales,
basadas en la idea de que una mayor participación
del sector privado traerá consigo un incremento
de la eficiencia general de las inversiones. Si esta depende
positivamente de la participación de la inversión
privada en la inversión global, quiere decir entonces que
24 Véase
un estudio detallado del proceso de reformas en Lustig
(2002). Cordera y Lomelí (2000) ofrecen un excelente estudio en
profundidad del patrón cambiante y del eventual debilitamiento del
papel autoritario de los presidentes mexicanos en la formulación y
aplicación de la política económica.
REVISTADELACEPAL84•DICIEMBRE2004
MEXICO: LAS REFORMAS DEL MERCADO DESDE UNA PERSPECTIVA HISTORICA • JUAN CARLOS MORENO-BRID Y JAIME ROS
48
se podría compensar parte —si no toda— la caída de
la tasa global de acumulación, modificando la composición
de la inversión. Como se indica en el cuadro 6,
en el decenio de 1980 efectivamente se produjo un giro
espectacular en la composición de las inversiones: la
participación del sector privado en la inversión total fija
pasó de 56% en 1980-1981, a 76% diez años después
y a 84% a fines de la década de 1990.
Al abordar este tema, hay que comenzar por reconocer
que la eficiencia de la inversión global no
depende únicamente de su composición pública/privada,
sino también de la propia tasa de inversión, que
influye en la eficiencia de la inversión mediante sus
efectos en la distribución por edades y en la estructura
del acervo de capital (domiciliado/no domiciliado, inversión
neta/depreciación). Ahora bien, como también
lo indica claramente el cuadro 6, la variación en la
composición pública/privada de la inversión obedeció
a la caída absoluta de la tasa de inversión pública y no
al aumento absoluto de la inversión privada: a comienzos
del decenio de 1990, el nivel de esta última, como
proporción del PIB, era aproximadamente el mismo de
diez años antes y en el período 2001-2002 era sólo 3
ó 4 puntos porcentuales más alta. Por lo tanto, si aumentó
la participación de la inversión privada en la
inversión total, ello se debió sobre todo al colapso de
la inversión pública. A menos que en la práctica la
productividad de la inversión pública haya sido negativa
—y hasta donde sabemos, nadie lo ha sostenido—,
lo más probable es que las pérdidas de eficiencia provocadas
por la caída absoluta de la tasa global de inversión
contrarresten los aumentos de eficiencia generados
por el cambio de su composición. El incremento
de la relación capital-producto registrado a partir de
1982 coincide plenamente con esta conclusión.
Por otra parte, no hay duda alguna de que la relación
entre la eficiencia y la composición de la inversión
global es bastante más compleja de lo que generalmente
se supone. Probablemente tenga la forma de
una curva de Laffer, en la cual los bajos niveles de
CUADRO 6
México: Estructura del capital fijo bruto
(Miles de millones de pesos de 1993 y porcentajes)
Inversión
Total Pública Privada
PIB Miles de % del PIB Miles de % de la % del PIB Miles de % de la % del PIB
millones millones inversión total millones inversión total
1980 948,6 206,3 21,8 88,8 43,0 9,4 117,5 57,0 12,4
1981 1 029,5 239,8 23,3 108,8 45,4 10,6 131,1 54,6 12,7
1982 1 024,1 199,6 19,5 88,3 44,2 8,6 111,3 55,8 10,9
1983 988,4 143,1 14,5 56,5 39,5 5,7 86,6 60,5 8,8
1984 1 022,1 152,3 14,9 58,8 38,6 5,8 93,5 61,4 9,1
1985 1 044,5 164,3 15,7 59,3 36,1 5,7 105,0 63,9 10,0
1986 1 012,3 144,9 14,3 50,9 35,1 5,0 94,0 64,9 9,3
1987 1 029,8 144,7 14,1 44,6 30,8 4,3 100,1 69,2 9,7
1988 1 043,0 162,5 15,6 40,6 25,0 3,9 121,9 75,0 11,7
1989 1 085,8 171,9 15,8 43,5 25,3 4,0 128,4 74,7 11,8
1990 1 142,0 194,5 17,0 48,4 24,9 4,2 146,1 75,1 12,8
1991 1 190,1 215,8 18,1 48,7 22,6 4,1 167,2 77,4 14,0
1992 1 232,3 239,2 19,4 47,1 19,7 3,8 192,2 80,3 15,6
1993 1 256,2 233,2 18,6 47,3 20,3 3,8 185,9 79,7 14,8
1994 1 312,2 252,7 19,3 64,9 25,7 4,9 187,9 74,3 14,3
1995 1 230,6 179,4 14,6 44,6 24,8 3,6 134,9 75,2 11,0
1996 1 293,9 208,9 16,1 38,0 18,2 2,9 170,9 81,8 13,2
1997 1 381,5 252,8 18,3 41,8 16,5 3,0 211,0 83,5 15,3
1998 1 449,3 278,8 19,2 38,7 13,9 2,7 240,1 86,1 16,6
1999 1 503,5 300,3 20,0 42,9 14,3 2,9 257,4 85,7 17,1
2000 1 602,3 334,4 20,9 54,5 16,3 3,4 279,9 83,7 17,5
2001 1 597,2 314,9 19,7 47,5 15,1 3,0 267,5 84,9 16,7
2002a 1 611,7 310,9 19,3 50,9 16,4 3,2 260,0 83,6 16,1
Fuente: CEPAL e INEGI.
a Cifras preliminares.
REVISTADELACEPAL84•DICIEMBRE2004
MEXICO: LAS REFORMAS DEL MERCADO DESDE UNA PERSPECTIVA HISTORICA • JUAN CARLOS MORENO-BRID Y JAIME ROS
49
eficiencia son compatibles a la vez con tasas muy altas
o muy bajas de inversión pública. Como sugieren
varias investigaciones empíricas recientes,25 ello ocurre
porque la propia inversión pública influye de manera
positiva en la productividad de la inversión privada,
de manera que si el nivel de inversión pública
es bajo cualesquiera reducciones adicionales pueden
producir mermas antes que aumentos de la eficiencia
general. Dada la acentuada contracción de la inversión
pública que se produjo en la década de 1980 y en vista
de que en la mayoría de las empresas recién privatizadas
aún no se registran aumentos de la eficiencia
macroeconómica ni mejoras en sus resultados, cabe
preguntarse si la economía se trasladó hacia el lado
equivocado de la curva de Laffer. En tal caso, la mejor
forma de resolver el problema de la eficiencia de
la inversión es aumentar la inversión pública en áreas
de alta rentabilidad social y elevadas externalidades
positivas.
2. Liberalización del comercio, productividad y
crecimiento
Los resultados de la reforma de la política comercial
también son debatibles. Examinemos en primer lugar
el incremento de la eficiencia estática que prevé la
teoría clásica del comercio.26 Una de las características
notables de la transición mexicana hacia un régimen
de libre comercio es la falta de tropiezos de los
procesos macroeconómicos de reasignación de los recursos.
El hecho de que las tendencias actuales del
patrón de comercio y la estructura industrial sean en
gran medida una extrapolación del pasado revela la
falta de procesos masivos de reasignación de los recursos.
Salvo raras excepciones —tales como la expansión
acelerada de las exportaciones de maquila con uso
intensivo de mano de obra en la década de 1990— los
procesos de reasignación se han desarrollado mediante
la extrapolación de la evolución anterior de los patrones
industrial y de comercio marcados por la importancia
creciente de los bienes intermedios pesados, los
bienes de consumo duraderos y los bienes de capital.
Sin embargo, la contrapartida de esta transición gradual
y del hecho que en las actividades manufactureras
no se haya invertido la dirección de los cambios
estructurales, es que el clásico aumento de la eficiencia
que se espera obtener de la liberalización comercial
no puede ser demasiado importante. La verdad es
que hasta ahora, para quienes esperan una amplia,
dolorosa pero favorable reasignación de los recursos
en favor de los bienes exportables tradicionales, que
hacen uso intensivo de mano de obra y de recursos
naturales, la experiencia en materia de liberalización
comercial ha sido muy desalentadora.
A nuestro juicio, lo ocurrido obedece a dos factores
principales. El primero es que, tal vez paradójicamente,
los ajustes a la crisis de la deuda y al deterioro
de la relación de intercambio del decenio de 1980,
y posteriormente los ajustes a la crisis financiera de
1994-1995, obligaron a la política macroeconómica a
entregar niveles sin precedentes de “protección
cambiaria” que facilitaron el ajuste de las empresas
industriales a una economía más abierta. El segundo
consiste simplemente en la satisfactoria experiencia
mexicana con la sustitución de importaciones y la
avanzada etapa en que se encontraban los procesos de
especialización y comercio entre industrias (y entre
empresas) en 1980, incluso en las grandes industrias
manufactureras con gran densidad de capital que han
sido en parte responsables del auge de las exportaciones
en los dos últimos decenios. Las reformas de la
política industrial de fines de la década de 1970, particularmente
en la industria automotriz, dieron mayor
impulso a estos procesos. En consecuencia, los incentivos
otorgados después mediante un tipo de cambio
extremadamente competitivo y las reformas al comercio
de mediados del decenio de 1980 cayeron en terreno
que ya era fértil. Por lo tanto, el notable desempeño
exportador de la industria manufacturera mexicana
es en gran medida un legado del período de sustitución
de importaciones y pone de relieve su éxito de
manera muy fehaciente: ciertamente, condujo a un
cambio irreversible de la estructura de ventajas comparativas
de la economía.
Cabe ahora preguntarse cuáles fueron los efectos
dinámicos de la liberalización comercial en la productividad
y el crecimiento.27 En la economía en su conjunto,
la productividad de la mano de obra ha estado
25 En
la bibliografía relativa al capital público véanse, entre otros,
los estudios de Aschauer (1989a, 1989b y 2000), Deno (1988),
Munnell (1990), Easterly y Rebelo (1993).
26 Para un estudio detallado de los procesos de reasignación de los
recursos, véase Ros (1992) y, en especial, el estudio realizado por
Moreno-Brid (1988) sobre uno de sus aspectos más importantes,
esto es, la reestructuración de la industria automotriz y su papel en
el auge exportador de manufacturas del decenio de 1980. 27 Véase un análisis más detallado en Ros (1992 y 1993).
REVISTADELACEPAL84•DICIEMBRE2004
MEXICO: LAS REFORMAS DEL MERCADO DESDE UNA PERSPECTIVA HISTORICA • JUAN CARLOS MORENO-BRID Y JAIME ROS
50
estancada desde comienzos de la década de 1980,
comparada con un crecimiento tendencial del orden de
4% al año en el período 1950-1973 (cuadro 7), tanto
en el período anterior como el posterior a la reforma
del comercio de 1985. Al mismo tiempo, el período
posterior a esa liberalización comercial, comparado
con la primera mitad del decenio, registra una
reactivación del aumento de la productividad en la
industria manufacturera. Pese a que es difícil separarla
de otros efectos —incluidos aquellos generados por las
privatizaciones, la política industrial y la caída del tipo
de cambio real entre 1988 y 1994—, la liberalización
del comercio parece haber contribuido positivamente
al incremento de la productividad en una serie de industrias
manufactureras, en las que ha facilitado el
aumento de la especialización intraindustrial (e
intraempresas) o ha desplazado a los productores menos
eficientes. Sin embargo, expresado en función del
desempeño de la productividad, en otros casos los beneficios
del ingreso de importaciones resultan mucho
más dudosos y revelan también el rápido desplazamiento
de los productores locales provocado por la
mayor exposición a la competencia externa. En este
caso, la llegada de importaciones ha tenido por consecuencia
un deterioro de la producción y de la productividad,
ya sea en comparación con la evolución
histórica o con el período inmediatamente anterior a
la liberalización comercial.
Así, aunque en un número limitado de sectores
la liberalización del comercio (y de las inversiones
extranjeras) ha tenido por consecuencia un rápido incremento
de las exportaciones y de la productividad
de la mano de obra, en general el crecimiento económico
continúa siendo discutible. Finalmente, entre
1996 y 2000 se reanudó el crecimiento del PIB a tasas
relativamente elevadas, pero en un entorno internacional
excepcionalmente favorable. La verdad es que la
reactivación no duró mucho. Con el tiempo, la renovada
apreciación del peso desaceleró el auge de las
exportaciones, y la recesión económica que se inició
en los Estados Unidos en 2001 puso fin al breve período
de crecimiento impulsado por las exportaciones.
Desde ese año, la economía se ha estancado y lo más
probable es que en 2003 el ingreso per cápita disminuya
por tercer año consecutivo. Todavía no hay
muestras de crecimiento económico acelerado y sostenido.
Esta experiencia plantea serias dudas de que la
actual estructura industrial sea capaz de generar desarrollo
autosostenido. La contrapartida de los procesos
de especialización comercial intraempresas e intraindustrias
es que, pese a su dinamismo, muchos —si no
la totalidad— de los sectores y empresas exportadores
carecen de eslabonamientos internos, y otras industrias
han sido testigo de la “desintegración de los eslabonamientos”.
28 Por otra parte, el creciente predominio
de la industria maquiladora en las actividades exportadoras
es motivo de preocupación. Una de las características
de esta industria son las escasas posibilidades
de que aumente su productividad, en contraposición a
su elevada capacidad de absorber empleo. Como en el
último tiempo ha vuelto a apreciarse el tipo de cambio
y, expresados en dólares, los salarios han aumentado,
el bajo nivel y el estancamiento de la productividad
de la mano de obra han hecho bajar los márgenes
de utilidad. Unido a la recesión estadounidense,
esto ha frenado la expansión de la capacidad productiva
y el producto del sector de maquila, generando una
acentuada baja del empleo a partir del tercer trimestre
de 2000. Al no crecer la productividad, la industria
maquiladora es un sector que sólo puede crecer si paga
salarios bajos. Como en otros sectores los salarios tienden
a elevarse al aumentar la productividad, para mantener
la “competitividad interna” de las maquiladoras,
es decir, su capacidad de atraer recursos desde el resto
CUADRO 7
México: Empleo, horas de trabajo
y productividad de la mano de obra
1950 1973 1990 1998
PIB por persona empleadaa 7 685 18 399 20 747 20 810
Productividad de la mano
de obrab 3,6 8,9 10,1 10,0
Empleo como porcentaje
de la población 30,8 26,3 29,4 32,0
1950- 1973- 1973- 19901973 1998 1990 1998
Crecimiento del PIB
por hora trabajadac 4,1 0,5 0,7 -0,04
Fuente: Maddison (2001).
a Dólares a valores internacionales de 1990.
b PIB por hora trabajada (dólares por hora a valores internacionales
de 1990).
c Tasa anual media compuesta de crecimiento.
28 Dussel (2000) lo describe en un estudio casuístico sobre la industria
farmacéutica, en la cual la participación de materias primas
producidas en el país se redujo de alrededor de 80% a fines de los
años ochenta a 20% en 1998.
REVISTADELACEPAL84•DICIEMBRE2004
MEXICO: LAS REFORMAS DEL MERCADO DESDE UNA PERSPECTIVA HISTORICA • JUAN CARLOS MORENO-BRID Y JAIME ROS
51
de la economía, sería preciso que la moneda estuviese
permanentemente subvaluada.29
3. Liberalización financiera, auge de capitales y
crisis financiera
Si los efectos de las reformas del mercado en la eficiencia
y la productividad no han podido compensar
la pérdida de potencial de crecimiento del decenio de
1980, cabe preguntarse cuáles fueron los efectos de
tales reformas en la afluencia de capitales externos y
las posibilidades de aumentar la tasa de acumulación
por este medio. ¿Podría el cambio de la relación mercadoEstado dar lugar a un flujo sostenidamente más
alto de ahorro externo, lo bastante superior a las tasas
históricas como para permitir el aumento de la tasa de
acumulación pese al acentuado descenso de la tasa de
ahorro interno? Así lo creyeron muchos observadores
optimistas a comienzos de la década de 1990, para quienes
México, modelo de reformas y exitoso mercado
emergente, se convertiría en milagro económico latinoamericano.
Este optimismo llegó a su punto culminante
cuando se aprobó el TLC de América del Norte,
en 1993.
Las reformas del mercado y perturbaciones externas
positivas como la caída de las tasas de interés en
el extranjero a principios del decenio de 1990, unidas
al inicio de las negociaciones del TLC, contribuyeron por
tres vías fundamentales a generar una bonanza de capitales
entre 1990 y 1993 (Ros, 1994). La primera fue la
liberalización de los mercados financieros internos. La
segunda, una reducción drástica de la prima del riesgopaís (el mejoramiento de la imagen de México
como “buen lugar donde invertir”) a raíz del acuerdo
para aliviar la carga de la deuda, la caída de las tasas
de interés internacionales y la amortización de la deuda
externa, financiada con los cuantiosos ingresos de
las privatizaciones en el período 1991-1992. La tercera,
que interactuó con la baja del indicador del riesgopaís,
fue la apreciación real del peso y las elevadas tasas
de interés que predominaron en las etapas iniciales
del programa antiiinflacionario de fines de 1987.
La cuantía y la composición de los flujos de capital,
que se inclinaron marcadamente hacia las inversiones
de cartera de corto plazo, tuvieron tres consecuencias
para la economía. En primer lugar, la sostenida
apreciación del tipo de cambio real, que se producía
en pleno proceso de liberalización radical del
comercio dio lugar a un contracción de las utilidades
en los sectores de bienes transables de la economía, con
consecuencias negativas para la inversión (Ros, 2001).
Segundo, como resultado de las dificultades para intervenir
en la afluencia masiva de capitales, la asignación
de los recursos a favor del consumo y no de la
inversión (Trigueros, 1998) reforzó la caída de la tasa
de ahorro privado, mientras que la tendencia a producir
bienes no transables, unida a la apreciación real,
desaceleró la expansión económica. Por último, la creciente
debilidad financiera, resultante de la concentración
de las corrientes de capital en activos de elevada
liquidez, acompañó el deterioro gradual de los balances
del sistema bancario (Trigueros, 1998).
Estas tendencias deberían haber sido motivo de
legítima inquietud para la política económica. Pero no
lo fueron. En 1993, el déficit en cuenta corriente alcanzó
a alrededor de 6% a 7% del PIB, y a principios
de 1994 la racha de capitales había llegado a su fin. A
lo largo de 1994, las autoridades agotaron las reservas
internacionales para financiar el enorme déficit en
cuenta corriente. No hay duda alguna de que el gobierno
se equivocó en su diagnóstico de las causas de los
desequilibrios macroeconómicos, puesto que pensó que
las presiones sobre las reservas y los problemas que
enfrentaban las autoridades encargadas de formular las
políticas eran de carácter transitorio y se corregirían sin
que fuera necesario depreciar el tipo de cambio. Éste
no fue objeto de una devaluación importante, por estimarse
que ello desataría la inflación y “enviaría señales
alarmantes al mercado”, aumentaría la salida de
capitales y desencadenaría una crisis de balanza de
pagos. En todo caso, esa política era estable, pero seguramente
estaba siendo considerada no sostenible por
los inversionistas en los mercados de capital y monetarios
mexicanos. En el transcurso del año, el Banco
de México no sólo tuvo que autorizar el alza de las
tasas de interés sobre los CETES (certificados de la Tesorería)
y los “tesobonos” (bonos del Tesoro mexicano),
sino también otorgar mayores garantías sobre las
tasas de rentabilidad de los valores del gobierno pagaderos
en moneda nacional pero vinculados al tipo de
cambio nominal del dólar. En todo caso, las reservas
de divisas siguieron mermando y finalmente obligaron
a reconocer que la política macroeconómica no era
sustentable. A fines de 1994, escasamente un año después
de la entrada en vigor del TLC de América del
Norte, la economía mexicana se encontró en medio de
una crisis financiera y al borde de experimentar la peor
recesión desde la gran crisis del decenio de 1930.
29 Para
un análisis de los resultados de la industria maquiladora en
los años noventa, véase Frenkel y Ros (2003).
REVISTADELACEPAL84•DICIEMBRE2004
MEXICO: LAS REFORMAS DEL MERCADO DESDE UNA PERSPECTIVA HISTORICA • JUAN CARLOS MORENO-BRID Y JAIME ROS
52
Además, a lo largo de 1994, el país enfrentó una situación
de inestabilidad y violencia política, que comenzó
en enero con el levantamiento armado de los zapatistas
(el mismo día que entró en vigor dicho tratado).
El ciclo de auge y caída que culminó con la crisis
bancaria de los años 1994-1995 se debió, al menos
en parte, a una excesiva confianza en la desregulación
financiera y la liberalización del mercado de capitales
(Clavijo y Boltvinik, 2000; Lustig, 2002; OCDE, 2002).
Lo que quedó de ese ciclo fue un sistema bancario en
bancarrota, cuyo rescate significó aumentar la deuda
pública en 20 puntos porcentuales del PIB, y dejar a hogares
y empresas —principalmente pequeñas y medianas—
sin acceso a financiamiento externo y prácticamente
sin poder acceder al crédito bancario. Al respecto,
parece irónico que el sector bancario tuviera que
volver a racionar el crédito, como lo había hecho durante
la era de restricción financiera que precedió a la
liberalización financiera de fines de la década de 1980.
Esta situación ha impedido un crecimiento más acelerado
y ha fortalecido la dicotomía del sector productivo.
30
4. El crecimiento del último tiempo y el desempeño
de la inversión
Tras su caída de 6,2% del PIB real en 1995 —la mayor
baja en más de 50 años— el crecimiento económico
se reanudó en el período 1996-2000. Sin embargo, esta
expansión se interrumpió súbitamente en los años
2001-2002 y el PIB per cápita se redujo en términos
reales. En promedio, entre 1985 y 2002 el PIB per cápita
aumentó a una tasa de 2,2% anual, es decir, apenas
medio punto porcentual por encima de la tasa de crecimiento
de la población. Además, según las cifras más
recientes, el PIB per cápita mexicano se mantuvo estancado
en 2003. Así, se estima que medido en dólares
de valor constante, para entonces fue equivalente a
poco más del 20% del PIB per cápita correspondiente
de los Estados Unidos. La diferencia sería casi 10
puntos porcentuales mayor que en 1981 y similar a la
registrada cincuenta años antes. En otras palabras,
durante estos cinco decenios el PIB per cápita real de
México no ha logrado aproximarse de manera significativa
al de su vecino del norte.
Uno de los aspectos cruciales de la desaceleración
de la tasa de crecimiento económico de México ha sido
el precario comportamiento de la inversión.31 El hecho
de que la acumulación de capital no aumentara con
rapidez —tras los años de baja durante la crisis de la
deuda— ha impedido ampliar y modernizar la capacidad
productiva y, al mismo tiempo, ha limitado el incremento
de la demanda agregada. De hecho, la inversión
fija bruta tuvo una trayectoria similar a la del PIB
en términos reales. Aumentó rápidamente durante el
auge del petróleo, para desplomarse en el período
1982-1987 y empezar a recuperarse lentamente en
1988 (gráfico 2). Esta recuperación se afianzó en alguna
medida en 1991-1992, respondiendo a las expectativas
favorables asociadas al comienzo de las negociaciones
del TLC de América del Norte. La recuperación
se detuvo en 1995, pero luego avanzó vigorosamente
en el período 1996-2000. Sin embargo, en 20012002 la inversión volvió a caer en términos reales. En
síntesis, durante los últimos dos decenios, la inversión
dejó mucho que desear.
El comportamiento desalentador de la inversión
es razón para preocuparse del crecimiento económico
de México en el futuro. ¿Qué lo ha causado? ¿Es posible
que las reformas macroeconómicas hayan adolecido
de limitaciones o inconvenientes que impidieran tener
en cuenta o interpretaran erradamente la naturaleza
de los elementos clave que determinaron el proceso de
inversión en el país? Investigaciones recientes sobre el
tema han identificado un conjunto de factores que contribuyen
a explicar el deficiente desempeño de la inversión
en México (Moreno-Brid y Peres, 2003).
En primer lugar, las reformas se adoptaron en una
economía estancada que racionaba estrictamente el
acceso a capitales y financiamiento externos o internos.
El entorno económico adverso se agravó por la
caída de la inversión pública, porque históricamente los
efectos de complementación entre la inversión pública
y la privada han sido más importantes que los de
desplazamiento (UNCTAD, 2003).
Además, las reformas estaban expresamente destinadas
a eliminar todo tipo de incentivos, entre ellos
las medidas para fomentar la inversión interna tanto
agregada como en sectores específicos. No se hizo
intento alguno por canalizar el gasto interno hacia la
30 Giugale,
Lafourcade y Nguyen (2001) y Dussel (2000) muestran
que la reducción de los créditos afectó de distinta manera a las
grandes empresas y a las empresas pequeñas y medianas, y que la
diferencia en el desempeño de las exportaciones de ambos tipos de
empresas fue creciente.
31 Véase en Moreno-Brid (1999) y Moreno-Brid y Peres (2003),
un amplio análisis del comportamiento de la inversión en el sector
manufacturero mexicano después de las reformas macroeconómicas.
REVISTADELACEPAL84•DICIEMBRE2004
MEXICO: LAS REFORMAS DEL MERCADO DESDE UNA PERSPECTIVA HISTORICA • JUAN CARLOS MORENO-BRID Y JAIME ROS
53
inversión en vez de hacia el consumo. A este expreso
rechazo del fomento de la inversión se sumó la incertidumbre
inherente a cualquier cambio radical en la estrategia
de desarrollo. Desde luego, lejos de favorecer
la inversión esta incertidumbre llevó a aplazar o interrumpir
proyectos de inversión. La eliminación de los
incentivos sectoriales perjudicó especialmente las inversiones
en manufacturas, dado que la industria manufacturera
había sido el sector más favorecido por el
anterior modelo de desarrollo basado en la sustitución
de importaciones y la industrialización impulsada por
el Estado. Exacerbados por la intensa y repentina competencia
de las importaciones, los desincentivos redujeron
la rentabilidad relativa de la industria manufacturera
y esta a su vez frenó la inversión. La apreciación
del tipo de cambio real respecto del dólar de los
Estados Unidos en 1988-1994 contribuyó a desalentar
aún más a la inversión en la industria manufacturera
y, de manera más general, en el sector de bienes
transables. Si bien es cierto que en los países en desarrollo
la apreciación del tipo de cambio real puede
estimular la inversión fija, al reducir los precios relativos
de la maquinaria y el equipo importados, también
modifica los precios relativos a favor de los bienes no
transables, e induce a reasignar la mano de obra y la
inversión, desplazándolos de la producción de bienes
y servicios transables. Al parecer, en México predominó
este último efecto.
5. La reforma del Estado y la labor que corresponde
a la política de desarrollo
La otra cara de las reformas del mercado es la retirada
del Estado y su reestructuración. Se argumenta que al
disminuir de tamaño aumentan las posibilidades de que
el Estado pueda cumplir mejor sus funciones prioritarias.
Sin embargo, que el Estado sea más pequeño no
significa necesariamente que sea más eficaz. De acuerdo
con las normas internacionales, la carga impositiva
mexicana continúa siendo extremadamente baja (OCDE,
2002). Los ingresos tributarios como porcentaje del PIB,
que a fines de la década de 1990 llegaban a un 12%,
son menores que en países latinoamericanos con ingresos
per cápita similares, y mucho menores que en los
países de la OCDE. Como resultado, las cuentas fiscales
siguen estando muy expuestas a las oscilaciones del
GRAFICO 2
México: Relación inversión/PIB, 1970-2002a
Fuente: Elaborado por los autores a partir del cuadro 4 de Moreno-Brid y Peres, basado en datos de la CEPAL y del INEGI.
a Las cifras correspondientes al período 1970-1988 se calcularon a partir de datos de 1980 y las correspondientes a 1989-2001 en datos
de
1993, en ambos casos en pesos constantes.
14
15
16
17
18
19
20
21
22
23
19701975
19761980
19811985
1986 1987 1988 1989 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002
(I / GDP)
Porcentajes
REVISTADELACEPAL84•DICIEMBRE2004
MEXICO: LAS REFORMAS DEL MERCADO DESDE UNA PERSPECTIVA HISTORICA • JUAN CARLOS MORENO-BRID Y JAIME ROS
54
ingreso proveniente del petróleo, que aún representa
alrededor de un tercio de las entradas totales del gobierno.
Junto con la pérdida de mecanismos de política,
la reorientación del objetivo de la política monetaria
desde el crecimiento a la mera estabilización y la
inestabilidad de los flujos de capital externo, esto origina
un grave problema macroeconómico, pues contribuye
a generar políticas macroeconómicas
procíclicas que agudizan los efectos negativos de las
perturbaciones externas en la actividad económica.
Tampoco el Estado es siempre más eficiente. El
ajuste fiscal efectuado en México —pese a su carácter
masivo, o tal vez debido a él— no estimuló una mayor
eficiencia interna del sector público. A la larga,
especialmente antes de 1985, el ajuste fiscal se logró
mediante grandes recortes de la inversión pública y del
salario real de los funcionarios públicos, lo que dista
mucho de ser la mejor manera de acrecentar la eficiencia
del Estado y de su burocracia. Además, el Estado
se retiró no sólo de las esferas en que el sector privado
tiene ventajas comparativas, sino de muchas otras.
La verdad es que la principal víctima del ajuste fiscal
tras la caída de los precios del petróleo fue la inversión
pública en infraestructura. En el estudio de
Giugale, Lafourcade y Nguyen (2001) se ilustra
vívidamente, con dos cifras, la estrecha correlación
entre las bajas de los precios del petróleo, los recortes
del déficit fiscal y la reducción de la inversión pública
(entre 1980 y 1997, el coeficiente de correlación entre
los dos últimos fue de 0,82). Como consecuencia, en
el período 2001-2002 la inversión pública alcanzó
apenas a un 3% del PIB, en comparación con 5% en
1994 y 10% en el período 1980-1981 (cuadro 6). Pese
a algunas tendencias positivas recientes en el gasto
social, es evidente que la renuncia del Estado a participar
en algunas actividades no ha logrado su finalidad
principal, esto es, el mejoramiento de la infraestructura
social. La contribución más importante de los
ingresos provenientes de las privatizaciones fue la de
apoyar (sin duda muy eficazmente) los intentos de
estabilización, contrarrestando transitoriamente la caída
del impuesto inflación y fortaleciendo la cuenta de
capital de la balanza de pagos mediante los activos
financieros que el sector privado debió traer de vuelta
al país para comprar las empresas públicas que estaban
en venta.
Lo que todo esto implica tiene más importancia
que la que usualmente se le reconoce, puesto que las
funciones prioritarias del Estado —en especial la política
social— son hoy formidables, muchísimo más
que en el pasado, por varias razones. En primer lugar,
tienen que habérselas con el cúmulo de necesidades
sociales insatisfechas y con el legado de mayor desigualdad
que dejó la década de 1980. Debido al lento
crecimiento de la agricultura y a la expansión del sector
urbano informal, la reactivación del gasto social en
el decenio de 1990 no logró impedir que aumentara el
número de pobres ni que se mantuviera una marcada
desigualdad en la distribución del ingreso. Lustig
(2002) muestra que la desigualdad de los ingresos,
medida por el coeficiente de concentración de Gini,
aumentó pronunciadamente (alrededor de cuatro puntos
porcentuales) entre 1984 y 1989, para caer luego
entre 1989 y 1994 (aunque manteniéndose levemente
por encima de su nivel de 1984). Según estimaciones
de la OCDE (2002), entre 1994 y 2000 hubo un ligero
aumento de la desigualdad de los ingresos: el coeficiente
de Gini se elevó de 0,477 a 0,481. Los índices de
pobreza extrema y de pobreza moderada exhibieron un
comportamiento similar a través del tiempo, mientras
el número de pobres aumentó en forma sostenida hasta
1994.
En segundo lugar, la actual modalidad de desarrollo
exacerba las disparidades sociales al menos de
dos maneras. Si bien el retiro del Estado desde la agricultura
y la reforma del sistema de tenencia de la tierra
significó capitales privados y prosperidad para algunas
zonas rurales, también tendieron involuntariamente
a empobrecer a una gran masa de trabajadores
rurales, tal como lo hizo deliberadamente y de manera
mucho más masiva la modernización de la agricultura
durante el porfiriato. El comportamiento de la agricultura
comercial que produce bienes exportables se vio
favorecido por las reformas y respondió positivamente
a ellas (en los cinco primeros años de vigencia del
TLC de América del Norte las exportaciones aumentaron
70%). El sector ejidal, en cambio, ha tenido un
comportamiento muy diferente, ya que no se ha visto
igualmente beneficiado (las importaciones aumentaron
60%, afectando a este sector que produce sobre todo
bienes importables). En la actualidad, subsiste apenas,
gracias a su creciente incorporación a actividades no
agrícolas: alrededor de 40% de sus ingresos proviene
de fuentes no agrícolas, incluidas remesas (Giugale,
Lafourcade y Nguyen, 2001). Como lo reconocen estos
autores, el estancamiento general de la producción
agrícola y la persistencia de la pobreza rural guardan
relación con las reformas mismas. La eliminación de
la protección comercial —y la sobreevaluación del
tipo de cambio en la primera parte del decenio— contribuyeron
a fortalecer la tendencia a la baja de los
precios agrícolas reales. Por otra parte, la eliminación
REVISTADELACEPAL84•DICIEMBRE2004
MEXICO: LAS REFORMAS DEL MERCADO DESDE UNA PERSPECTIVA HISTORICA • JUAN CARLOS MORENO-BRID Y JAIME ROS
55
de los programas de difusión y de asistencia técnica
ha afectado a gran parte de los pequeños productores.
Cuando el Estado dejó de participar en la distribución
de los productos, los canales de comercialización fueron
dominados por intermediarios oligopolistas que
disminuyen los precios al productor, perjudicando en
especial a las zonas más pobres. La liberalización no
produjo los beneficios esperados debido a la falta de
mercados competitivos y al hecho de que no se tuvo
debidamente en cuenta la amplia diversidad regional
y la heterogeneidad de ingresos que se da en el campo
mexicano.
Por otra parte, dentro del país también se están
distribuyendo muy desigualmente los beneficios de una
mayor inserción en la economía internacional, particularmente
en la estadounidense. La mayor integración
se ha acompañado de un apreciable aumento de la
prima salarial por concepto de mano de obra especializada
y la consiguiente baja relativa del ingreso de la
mano de obra no calificada, causa importante de la
persistente desigualdad. Como lo demuestran Godínez
(2000) y Dussel (2000), entre 1970 y 1985 las tendencias
regionales en general apuntaron hacia la
desconcentración de la actividad económica (alejándola
de los principales centros industriales de la zona metropolitana
de Ciudad de México, Nuevo León y Jalisco)
y a la convergencia de los niveles de ingreso
regionales. A partir de 1988 se ha estado produciendo
un proceso de divergencia, en especial debido a que
los estados del norte vinculados con las actividades
exportadoras han estado aumentando rápidamente su
participación en el ingreso nacional. En cambio, se ha
rezagado el sur, que es relativamente pobre (salvo
Quintana Roo, que se vio favorecido por la expansión
del turismo). Estas tendencias regionales guardan clara
relación con los cambios estructurales de la economía,
como ser el rezago de la producción de cereales,
la expansión de los sectores exportadores de productos
agroindustriales, frutas y hortalizas, y el crecimiento
acelerado de las actividades manufactureras orientadas
hacia las exportaciones de las zonas norte y central del
país. Así como a fines del siglo XVIII la “apertura del
comercio con el Atlántico norte” agudizó la “fragmentación
de los mercados regionales”, actualmente se
observa una tendencia a profundizar las disparidades
regionales, especialmente entre un norte próspero y
cada vez más integrado a la economía estadounidense
y un sur pobre y atrasado, sumido en el estancamiento
agrícola.
Finalmente, y no por ello menos importante, al
abandonar sin reemplazo eficaz los mecanismos de
política comercial e industrial que habían surtido efecto
en el pasado, la actual estrategia de desarrollo estimula
la explotación de las ventajas comparativas reales
antes que las potenciales. A falta de una política industrial,
ahora recae plenamente en las políticas sociales
la tarea fundamental de la política de desarrollo: la de
modificar y mejorar la actual dotación de recursos y
desplazar con el tiempo el patrón de ventajas comparativas
hacia actividades de mayor valor agregado y
uso intensivo de tecnología. En rigor, una respuesta
proporcionada a este desafío podría mejorar la situación
más que si se aplicara una política industrial activa
con poca política social, pero lo que deseamos
destacar es que el desafío mismo es mucho mayor y
la respuesta está por verse. En cambio, una respuesta
desproporcionada llevaría a congelar la actual etapa de
desarrollo, es decir, a entramparse en las labores relativamente
poco especializadas y mal remuneradas de
los procesos productivos de las industrias que hacen
uso intensivo de capital. Esta perspectiva dista mucho
de ser deseable para un país que necesita crecer rápidamente
para mejorar las condiciones de vida de sus
100 millones de habitantes.
V
Observaciones finales
Lo anterior nos lleva al aspecto final y más importante
del proceso general de reformas, respecto del cual sólo
podemos plantear las interrogantes del caso. La modificación
del equilibrio mercado-Estado ¿es quizá señal de
que tras haber reducido el atraso económico mediante
la industrialización patrocinada por el Estado, en la
nueva etapa conviene más aplicar un conjunto de ideas
diferente, un cambio que acompañe de manera natural
la transición desde una actividad empresarial gerschenkroniana
a otra de tipo schumpeteriano? O, en palabras
del propio Gerschenkron (1952), ¿será que para
romper las barreras del estancamiento en un país atrasado,
despertar la imaginación de las personas y poner
sus energías al servicio del desarrollo económico,
REVISTADELACEPAL84•DICIEMBRE2004
MEXICO: LAS REFORMAS DEL MERCADO DESDE UNA PERSPECTIVA HISTORICA • JUAN CARLOS MORENO-BRID Y JAIME ROS
56
se necesita una medicina más potente que la simple
promesa de mejorar la asignación de recursos? Encarar
estas interrogantes es algo que escapa al alcance del
presente trabajo y a las posibilidades de sus autores.
Pero de las respuestas dependen las perspectivas de
desarrollo económico acelerado a largo plazo que tiene
México.
Lo que sí podemos decir, sin embargo, es que la
actual política de desarrollo no ha captado adecuadamente
cuál es el origen de los problemas de ajuste y
de los nuevos problemas creados por el proceso de
reformas. En primer lugar, por mucho que no estemos
dispuestos a defender todos los aspectos de las estrategias
de desarrollo que se han aplicado en el pasado,
no habría que dar por sentado que la crisis se debió al
agotamiento de dichas estrategias. Segundo, para superar
los nuevos obstáculos es posible que se requiera
una participación mayor y mejor del Estado, y no lo
contrario. Como hemos tratado de demostrar, la fuente
de estos nuevos problemas debe buscarse en parte
en la menor intervención del Estado, en campos tales
como la inversión pública en infraestructura. Sin embargo,
debido al cambio del entorno ideológico, se está
prestando muy poca atención a estos problemas y a lo
que podría hacer la política de gobierno al respecto,
mientras que a la vez se espera demasiado de la mayor
eficiencia que traerían consigo las reformas del mercado.
Cabe preguntarse si, como sucedió un siglo y medio
atrás, hay una errada percepción de los verdaderos
obstáculos que dificultan el desarrollo económico.
Bibliografía
Aschauer, D.A. (1989a): Is public expenditure productive?, Journal
of Monetary Economics, vol. 23, Nº 2, Rochester, Simon
Graduate School of Business Administration, University of
Rochester.
_______ (1989b): Does public capital crowd out private capital?,
Journal of Monetary Economics, vol. 24, Nº 2, Rochester,
Simon Graduate School of Business Administration,
University of Rochester.
_______ (2000): Public capital and economic growth: issues in
quantity, finance and efficiency, Economic Development and
Cultural Change, vol. 48, Nº 2, Chicago, The University of
Chicago Press.
Beatty, E. (2001): Institutions and Investment, Stanford, Stanford
University Press.
_______ (2002): Commercial policy in Porfirian Mexico: the structure
of protection, en J.L. Bortz y S. Haber, The Mexican
Economy, 1870-1930. Essays on the Economic History of Institutions,
Revolution and Growth, Stanford, Stanford University
Press.
Bortz, J. y S. Haber (2002): The Mexican Economy, 1870-1930:
Essays on the Economic History of Institutions, Revolution,
and Growth, Stanford, Stanford University Press.
Cárdenas, E. (1985): Algunas cuestiones sobre la depresión mexicana
del siglo XIX, Revista latinoamericana de historia económica
y social, Nº 3, Lima.
Cárdenas, E. y C. Manns (1989): Inflación y estabilización monetaria
en México durante la revolución, El trimestre económico,
vol. 56, Nº 221, México, D.F., Fondo de Cultura Económica,
enero-marzo.
Clavijo, F. y J. Boltvinik (2000): La reforma financiera, el crédito
y el ahorro, en F. Clavijo (comp.), Reformas económicas en
México 1982-1999, Lecturas El trimestre económico, Nº 92,
México, D.F., Fondo de Cultura Económica.
Coatsworth, J. (1978): Obstacles to economic growth in nineteenthcentury
Mexico, The American Historical Review, vol. 83, Nº 1,
Washington, D.C., American Historical Association, febrero.
_______ (1989): The decline of the Mexican economy, 1800-1860,
en R. Liehr (comp.), América Latina en la época de Simón
Bolivar, Berlín, Colloquium Verlag.
_______ (1990): Los orígenes del atraso. Nueve ensayos de historia
económica de México en los siglos XVIII y XIX, México,
D.F., Alianza Editorial Mexicana.
Cordera R. y L. Lomelí (2000): Sobre el presidencialismo económico
y su crepúsculo, Comercio exterior, vol. 50, Nº 11, México,
D.F., Banco Nacional de Comercio Exterior, noviembre.
Deno, K.T. (1988): The effect of public capital on U.S.
manufacturing activity: 1970 to 1978, Southern Economic
Journal, vol. 55, Oklahoma, Southern Economic Association.
Dussel Peters, E. (2000): Polarizing Mexico. The Impact of
Liberalization Strategy, Boulder, Colorado, Lynne Rienner
Publishers.
Easterly, W. y S. Rebelo (1993): Fiscal policy and economic growth:
an empirical investigation, Journal of Monetary Economics,
vol. 32, Nº 3, Rochester, Simon Graduate School of Business
Administration, University of Rochester.
Frenkel, R. y J. Ros (2003): Macroeconomic policies, trade
specialization, and labor market adjustment in Argentina and
Mexico, University of Notre Dame, inédito.
Garcia Alba, P. (1974): Los liberales y los bienes del clero, México,
D.F., El Colegio de México.
Gerschenkron, A. (1952): Economic backwardness in historical
perspective, en B. Hoselitz (comp.), The Progress of Underdeveloped
Countries, Chicago, University of Chicago Press.
Gil Diaz, F. (1984): Mexico’s path from stability to inflation, en A.
Harberger (comp.), World Economic Growth, San Francisco,
Institute for Contemporary Studies.
Giugale, M., O. Lafourcade y V.H. Nguyen (comps.) (2001):
Mexico: A Comprehensive Development Agenda for the New
Era, Washington, D.C., Banco Mundial.
Godínez, V.M. (2000): La economía de las regiones y el cambio
estructural, en F. Clavijo (comp.), Reformas económicas en
México, 1982-1999, serie Lecturas El trimestre económico,
Nº 92, México, D.F., Fondo de Cultura Económica.
Haber, S. (1989): Industry and Underdevelopment: The Industrialization
of Mexico, 1890-1940, Stanford, Stanford University
Press.
Hernández Laos, E. (1990): Política de desarrollo industrial y evolución
de la productividad total de los factores en la industria
manufacturera mexicana, Informe presentado al Fondo
de Estudios Ricardo J. Zevada, México, D.F., Universidad
Autónoma Metropolitana.
INEGI (Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática)
(1985): Estadísticas históricas de México, México, D.F.
REVISTADELACEPAL84•DICIEMBRE2004
MEXICO: LAS REFORMAS DEL MERCADO DESDE UNA PERSPECTIVA HISTORICA • JUAN CARLOS MORENO-BRID Y JAIME ROS
57
King, T. (1970): Mexico: Industrialization and Trade Policies since
1940, Oxford, Oxford University Press.
Kuntz Ficker, S. (2002): Institutional change and foreign trade in
Mexico, 1870-1911, en J.L. Bortz y S. Haber, The Mexican
Economy, 1870-1930. Essays on the Economic History of
Institutions, Revolution and Growth, Stanford, Stanford University
Press.
Lustig, N. (2002): México: hacia la reconstrucción de una economía,
México, D.F., El Colegio de México/Fondo de Cultura
Económica.
Maddison, A. (1989): The World Economy in the 20th Century, París,
Centro de Desarrollo de la Organización de Cooperación y
Desarrollo Económicos (OCDE).
_______ (2001): The World Economy: A Millenial Perspective,
París, Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos
(OCDE).
Manzanilla Schaffer, Y. (1963): Reforma agraria en México, México:
50 años de revolución, México, D.F., Fondo de Cultura
Económica.
Moreno-Brid, J.C. (1988): The Motor-Vehicle Industry in Mexico
in the Eighties, Ginebra, Organización Internacional del Trabajo
(OIT).
_______ (1999): Mexico’s economic growth and the balance of
payments: a co-integration analysis, International Review of
Applied Economics, vol.13, Nº 2, Londres, Routledge.
Moreno-Brid, J.C. y E. Pérez (2003): Liberalización comercial y
crecimiento económico en Centroamérica, Revista de la CEPAL,
Nº 81, LC/G.2216-P, Santiago de Chile, diciembre.
Moreno-Brid, J.C. y J. Ros (1994): Market reform and the changing
role of the State in Mexico: a historical perspective, en A. Dutt,
K. Kim y A. Singh (comps.), The State, Markets and
Development, Cheltenham, Edward Elgar Publishing.
Mosk, S. (1950): Industrial Revolution in Mexico, Berkeley,
University of California Press.
Munnell, A. (1990): How does public infrastructure affect regional
economic performance?, en A. Munnell (comp.), Is there a
Shortfall in Public Capital Investment?, Conference Series
N 34, Boston, Federal Reserve Bank of Boston.
Newell, R. y L. Rubio (1984), Mexico’s Dilemma: The Political
Origins of the Economic Crisis, Londres, Westview Press.
Nugent, J.B. (1973): Exchange rate movements and economic
development in the late XIX Century, Journal of Political
Economy, vol. 84, Nº 5, Chicago, The University of Chicago
Press, septiembre-octubre.
OCDE (Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos)
(2002): OECD Economic Surveys, París.
Polanyi, K. (1944): The Great Transformation, New York y Toronto,
Farrar and Rinehart, Inc.
Ros, J. (1992): Mexico’s Trade and Industrialization Experience
since 1960: a Reconsideration of Past Policies and Assessment
of Current Reforms, Helsinki, Instituto Mundial de Investigaciones
de Economía del Desarrollo (WIDER).
_______ (1993): Trade Liberalization with Real Appreciation and
Slow Growth: Sustainability Issues in Mexico’s Trade Policy
Reform, Helsinki, Instituto Mundial de Investigaciones de
Economía del Desarrollo (WIDER).
_______ (1994): Financial markets and capital flows in Mexico, en
J.A. Ocampo y R. Steiner, Foreign Capital in Latin America,
Washington, D.C., Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
_______ (2001): Del auge de capitales a la crisis financiera y más
allá: México en los noventa, en Ricardo Ffrench-Davis
(comp.), Crisis financieras en países “exitosos”, Santiago de
Chile, CEPAL/McGraw Hill.
Rosenzweig, F. (1965): El desarrollo económico de México de 1877
a 1911, El trimestre económico, vol. 32, Nº 5, México, D.F.,
Fondo de Cultura Económica.
Solis, L. (1977): A Monetary Will-O’ the Wisp: Pursuit of Equity
through Deficit Spending, Ginebra, Organización Internacional
del Trabajo (OIT).
_______ (2000): La realidad económica mexicana: retrovisión y
perspectivas, México, D.F., Fondo de Cultura Económica.
Thomson, G. (1986): The cotton textile industry in Puebla during
the eighteenth and early nineteenth centuries, en N. Jacobsen
y H.J. Puhle (comps.), The Economies of Mexico and Peru
during the Late Colonial Period, 1760-1810, Berlín, Colloquium
Yerlag.
Trigueros, I. (1998): Flujos de capital y desempeño de la inversión:
México, en R. Ffrench-Davis y H. Reisen (comps.), Flujos
de capital e inversión productiva: lecciones para América
Latina, Santiago de Chile, CEPAL/OCDE, McGraw-Hill.
UNCTAD (Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y
Desarrollo) (2003), Informe sobre el comercio y el desarrollo,
2003, UNCTAD/TDR/2003, Nueva York, Naciones Unidas.
Publicación de las Naciones Unidas, Nº de venta: S.03.II.D.7.
Van Young, E. (1981): Hacienda and Market in Eighteenth Century
Mexico: The Rural Economy of the Guadalajara Region, 16751820, Berkeley, University of California Press.
_______ (1986): The age of paradoxes: Mexican agriculture at the
end of the colonial period, 1750-1810, en N. Jacobsen y H.J.
Puhle (comps.), The Economies of Mexico and Peru during
the Late Colonial Period, 1760-1810, Berlín, Colloquium
Verlag.
Zabludovsky, J. (1994): La depreciación de la plata y las exportaciones,
en E. Cárdenas (comp.), Historia económica de México,
Lecturas El trimestre económico, Nº 64, México, D.F.,
Fondo de Cultura Económica.
http://www.eclac.org/publicaciones/xml/6/20416/G2258eMorenoBridRos.pdf
http://mx.omg.yahoo.com/fotos/eligen-a-la-miss-bumbum-la-mejor-cola-de-brasilslideshow/man-takes-picture-models-posing-during-miss-bumbum-photo-064353876.html