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MODELO DE DESARROLLO COMPARTIDO 1970 – 1982. Prof. Investigador: Laureano Hayashi Martínez. Facultad de Economía. UNAM. En virtud de que el modelo de desarrollo estabilizador encuentra un esquema que le muestra signos de un deficiente proceso de crecimiento, el gobierno en turno se plantea la necesidad de modificar el modelo en donde el Estado tenga una mayor participación buscando apoyar la política de inversión que se venía dando, con una fuerte inversión se consideraba que la situación económica mejoraría y el comportamiento de las variables macro presentarían signos favorables incentivando nuevamente el crecimiento. En el Gobierno de Luis Echeverría se planteo un plan nacional de desarrollo en que el Estado fortalecería a las empresas bajo su propiedad o con una fuerte participación, a este modelo se le conoce como el modelo de desarrollo compartido. Se adquirieron más empresas y se crearon otras, sobre todo empresas de servicios que apoyarían la inversión en el campo, así como la distribución de las mercancías, fideicomisos para el otorgamiento de créditos, apoyando al agro y la pesca. En este sentido el eje del proceso fue el gasto público federal, acentuando la inversión y apoyándose en el endeudamiento externo y la boyante industria petrolera que había descubierto extensos yacimientos petroleros a inicios de la década. Un primer elemento que nos muestra el comportamiento económico del modelo es el PIB, el cual crece en un 89.5% durante los setenta a una tasa promedio anual del 6.6%, en el sector secundario en 101% a una tasa del 7.2% anual, donde la industria manufacturera creció a una tasa anual del 6.3%, en tanto que el de servicios crece en un 92% a una tasa anual del 6.7% y el agropecuario en un 34.4% a una tasa del 3.4% anual. Mostrando en conjunto un crecimiento sostenido durante la década, solamente en 1977 tuvo la tasa más baja de crecimiento que fue del 3.4%. Con el propósito de incentivar la inversión privada en el desarrollo industrial del país se instrumentaron programas de fomento, se otorgaron estímulos fiscales a la inversión y producción, subsidios, depreciación acelerada de activos fijos y se permitió las evasión de impuestos de los grandes capitales. En virtud de que el gasto público fue el motor del crecimiento económico durante la década de los setenta, la deuda pública total del gobierno federal creció en 1 256% a una tasa anual promedio de 29.8% entre 1969 y 1979, correspondiéndole a la deuda externa el 1 483% a una tasa anual del 31.8%, en tanto que la interna creció en un 1 020% a una tasa anual del 27.3%. “La dependencia del gasto público respecto del crédito (interno y externo) venía a gravar la situación por la forma en que se ataba la acción del Estado. Por no actuar sobre los impuestos y los precios públicos, el Estado –por la vía del encaje legal que estableció para el sistema de intermediación financieradependía en exceso del financiamiento para llevar a cabo su programa de gasto año con año”1. En 1 C. Tello. Estado y Desarrollo … Op cit p 464. 1973 el peso de la deuda externa llegó a ser del 79% respecto del total, bajando al 59% en 1979 y llegar al 22% al año siguiente, lo que muestra cómo el financiamiento del gasto público se manejo, en gran medida, del endeudamiento con el exterior. “En el caso de México, durante 1971 – 1976, se recurrió en exceso al endeudamiento externo, más allá de las necesidades de divisas del sector público. El sobreendeudamiento público fue para hacerle frente a la demanda de divisas del sector privado, que utilizó incluso para sacar dinero del país. La fuga de capital se financió, en muy buena medida, con crédito externo público”2. El gran problema es que el déficit del sector público se estaba financiando con la deuda externa. Entre 1969 y 1979 la deuda externa creció a una tasa promedio anual del 31.8%, pasando de 42,900 millones de pesos en 1969 a 679,059 millones en 1979. El peso de su participación en la deuda total paso de 51% al 59.4% para dichos años. Deuda pública del gobierno federal 1962 a 1979 (Miles de pesos) Año Total Deuda interna Deuda externa 1962 12 232 810 12 002 397 230 413 1963 12 419 521 1.5% 12 209 803 1.7% 209 718 -9.0% 1964 39 434 491 217.5% 13 734 491 12.5% 25 700 000 12154.6% 1965 51 399 654 30.3% 24 974 654 81.8% 26 425 000 2.8% 1966 54 596 559 6.2% 26 346 559 5.5% 28 250 000 6.9% 1967 64 643 373 18.4% 31 605 873 20.0% 33 037 500 16.9% 1968 73 437 200 13.6% 34 012 200 7.6% 39 425 000 19.3% 1969 84 337 800 14.8% 41 437 800 21.8% 42 900 000 8.8% 1970 99 013 100 17.4% 45 728 100 10.4% 53 285 000 24.2% 1971 111 943 500 13.1% 55 121 000 20.5% 56 822 500 6.6% 1972 115 189 100 2.9% 51 881 600 -5.9% 63 307 500 11.4% 1973 111 776 600 -3.0% 73 396 600 41.5% 88 380 000 39.6% 1974 193 460 400 73.1% 68 772 900 -6.3% 124 687 500 41.1% 1975 296 698 500 53.4% 116 086 000 68.8% 180 612 500 44.9% 1976 460 259 538 55.1% 152 732 400 31.6% 307 527 138 70.3% 1977 796 875 549 73.1% 277 000 000 81.4% 519 875 549 69.1% 1978 938 175 468 17.7% 340 400 000 22.9% 597 775 468 15.0% 1979 1 143 259 304 21.9% 464 200 000 36.4% 679 059 304 13.6% 1980 887 500 000 -22.4% 693 400 000 49.4% 194 100 000 -71.4% 1981 1 390 900 000 56.7% 1 042 500 000 50.3% 348 400 000 79.5% Fuente: Turlington, Edgar. México and her Foreing Creditors, New York, Columbia University Press, 1930. Bazant, Jan. Historia de la Deuda Exterior de México 1823-1946, El Colegio de México, México 1981. INEGI. Anuario Estadístico de los Estados Unidos Mexicanos. Banco Interamericano de Desarrollo. 2 C. Tello. Estado y Desarrollo … Op cit p 486. Otro factor que tuvo una incidencia considerable en el década de los setenta fue la inflación que alcanzo niveles superiores a dos dígitos, exceptuando los dos primeros años que fueron del 5%, pero a partir de 1973 su crecimiento fue significativo, alcanzando en 1977 el 28.9%, que fue el más alto de la década, esto debido a la devaluación del peso que se dio a fines de 1976. Comparativamente con los salarios mínimos nominales en que hasta 1973 se revisaban bianualmente, se modificó su revisión a una cada año, aunque se realizaron más ajustes a los salarios mínimos, en 1973 se ajustaron en enero y otro ajuste de septiembre a diciembre, en 1974 también sufrieron otro ajuste uno para enero y otro en octubre, y en 1976 también se realizaron también dos ajustes. Los salarios mínimos crecieron en forma paulatina a una tasa promedio anual del 17.6%, en tanto la inflación a una tasa promedio anual del 16.5% (gráfico 1.1), lo que significo que los salarios mínimos reales tuvieran una tasa de decremento promedio anual del 0.6%, en virtud de que crecieron de 1970 a 1973 y de 1975 a 1977 por encima de la inflación, en tanto que en 1974 y de 1978 a 1981 por debajo de la inflación. Esto causo la pérdida del salario real. Este proceso inflacionario no fue solamente producto interno, sino también, y en forma importante, a consecuencia de la importación de la inflación externa, reflejada en la importación de bienes, cuyos precios se vieron al alza en Estados Unidos y en Inglaterra, Francia, Alemania, España e Italia, países con los cuales se mantenía y se mantiene un importante comercio. Gráfico 1.1 Tasas anuales de Inflación y Salarios Mínimos 40.0% 35.0% Porcentaje 30.0% 25.0% 20.0% 15.0% 10.0% 5.0% 0.0% 1968 1970 1972 1974 1976 1978 1980 1982 Años Inflación (base 1978) Salarios Mínimos Un mecanismo que contribuyo a mantener mayores ingresos a los gobiernos en turno fue la inversión extranjera directa, la cual en el gobierno de Luis Echeverría Álvarez no creció en forma considerable, solamente en 1973 creció en un 42% y en 1974 el 31% que fueron los incrementos más significativos. En cambio a partir de 1977 el incremento de la inversión fue de magnitudes considerables en el sexenio creció en un 481% a una tasa promedio anual del 31% (gráfico 1.2). Este incremento de la inversión extrajera directa se explica en gran medida por el descubrimiento de mantos petroleros a finales de 1976 en el golfo de México y en el Sur del país. Las reservas probadas de petróleo pasaron de 6300 millones de barriles a fines de 1976 a 40000 millones dos años después, lo que significó un incremento en tan solo dos años de más del 530%. Esta bonanza en las reservas de crudo, provocó un incremento acelerado de la producción de petróleo en dichos años al pasar de 261,589 miles de barriles en 1975 a 1´000,243 miles en 1982 (Gráfico 1.3), creciendo en tan solo 7 años en casi 300%, barriles que se comercializaron en el mercado internacional. La producción de petróleo alcanzó una tasa anual promedio de crecimiento del 20% entre 1972 y 1982, que acompañado con el incremento de los precios del petróleo a nivel mundial condujo a obtener ingresos extraordinarios con su venta, lo que contribuyó a una fuerte recuperación económica, teniendo una expansión por arriba de todos los niveles históricos anteriores. Sin embargo, esto fue muy pasajero, pues en 1980 comenzó la declinación del precio, y desde luego, los ingresos petroleros al igual que la demanda disminuyeron. Pero más adelante trataremos este aspecto, en virtud de lo especial que fue para nuestra economía. Gráfico 1.2 Millones de dólares Inversión Extranjera Directa 2 000.0 1 800.0 1 600.0 1 400.0 1 200.0 1 000.0 800.0 600.0 400.0 200.0 0.0 1968 1970 1972 1974 1976 Año Fuente: INEGI 1978 1980 1982 1984 Gráfico 1.3 Producción de Petróleo Miles de barriles 1 200 000 1 000 000 800 000 600 000 400 000 200 000 0 1970 1972 1974 1976 1978 1980 1982 1984 Año Petróleo El incremento en los ingresos gubernamentales por el excedente petrolero condujo a una expansión vigorosa en el transporte y la construcción, así como los incentivos gubernamentales contribuyeron a una fuerte expansión en el sector agrícola, creciendo a una tasa promedio anual del 5% entre 1976 y 1981 (Gráfico 1.4). En tanto el sector secundario mostró un crecimiento del 7.5% anual entre 1972 y 1981, siendo del 10.5% para 1978 y del 11.1% en 1979. “Así, la contribución de la sustitución de importaciones al crecimiento industrial cayó y tendió a ser negativa, y el crecimiento del PIB empezó a caer gradualmente a partir de 1974”, dicen Moreno y Ros (2010)3. Sin embargo, como ya se mencionó anteriormente, el incremento en la producción petrolera impulsó el crecimiento del PIB de 1977 a 1981. Entre 1976 y 1979 se desarrolla a nivel mundial un incremento en los precios del crudo, lo que produce que la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo) acuerde fijar cuotas de producción a los países miembros, de forma tal que se buscase mantener el incremento de los precios del barril de crudo, procurando no afectarlo por la sobreproducción. Sin embargo, hubo países productores y exportadores de petróleo que no pertenecían a dicha organización, entre ellos México, buscaron obtener mayores ganancias produciendo más y ofertándolo en el mercado internacional, por lo que, acompañado esto de una reducción de la demanda por parte de los consumidores, pronto se produjo la caída del precio por barril, llevando a que la sobreoferta frustrara el acuerdo de los países miembros de la OPEP. 3 Op. Cit. Moreno – Ros. Desarrollo y Crecimiento… p 178 Gráfico 1.4 Tasas anuales de PIB por sectores 1970 - 1983 15.0% 10.0% Tasas 5.0% 0.0% 1968 1970 1972 1974 1976 1978 1980 1982 1984 -5.0% -10.0% Año Total Agropecuario Secundario Servicios Severos desequilibrios macroeconómicos a nivel mundial afectaron el escenario nacional, los que condujeron a vaivenes considerables en el intercambio comercial, donde el déficit en cuenta corriente pasó de 1,187.9 millones de dólares en 1970 a 12,544 millones en 1981 (Gráfico 1.5), teniendo un incremento del 955% en once años, con una tasa promedio anual del 24%. Las importaciones crecieron por encima de las exportaciones excepto en 1977 y 1978 que fueron de la misma magnitud. Entre 1972 y 1975 factores externos derivados del intercambio comercial desfavorable, la aguda recesión internacional y las crecientes tasas externas de interés contribuyeron al deterioro de la balanza de pagos. La economía internacional atravesó por un estancamiento en las actividades productivas, con una inflación elevada y un creciente desempleo. Todo esto provocó que el comercio internacional decreciera en forma considerable retrayendo la expansión que había tenido. Las economías de los países altamente industrializados afectaron la expansión de la economía mundial. Con el propósito de reducir la inflación y poder reactivar su demanda interna adoptaron una estricta disciplina fiscal y monetaria. Y con el firme propósito de corregir su balanza comercial impusieron barreras comerciales para proteger sus productos, y a los productos que importaban los sujetaron a una rigurosa selección adquiriendo estrictamente lo esencial. Gráfico 1.5 Cuenta Corriente Millones de Dólares 0.0 1968 -2 000.0 1970 1972 1974 1976 1978 1980 1982 1984 -4 000.0 -6 000.0 -8 000.0 -10 000.0 -12 000.0 -14 000.0 Año Siguiendo la misma política de apoyar la sustitución de importaciones se mantuvo el incremento de los aranceles a la importación para proteger la producción interna e incentivar la inversión en la industria de bienes de capital, la producción en este sector encontró que “eran evidentes las limitaciones de la producción de bienes de capital, por ejemplo, en el hecho de que entre 19741975 representaban menos del 8% de la producción manufacturera, al tiempo que representaban el 50% de las exportaciones totales. La participación de las importaciones en el mercado interno comenzó a subir en la medida en que el proceso de inversión no se diversificó hacia nuevas actividades (Moreno - Ros 2010)”4. “El tamaño del sector público creció rápidamente – a través del crecimiento del gasto público y de la rápida ampliación de empresas públicas”.5 El gobierno de Luis Echeverría al final del sexenio tuvo fuertes enfrentamientos con los empresarios, motivados en gran medida por desacuerdos en el manejo de los recursos financieros del gasto público y su reiterada política de “no consultarlos” en las medidas de política económica que aplico. Sentían los empresarios que se veían afectados sus intereses, puesto que el gobierno, había invertido en actividades privadas compitiendo en forma inadecuada con sus capitales, había permitido la invasión de tierras y promovido la expropiación de tierras agrícolas, lo que afectaba la propiedad privada. Era un gobierno que no les garantizaba sus inversiones al ampliar las empresas del sector público, desplazando a la iniciativa privada de estas actividades. Se inconformó con la creación del INFONAVIT en 1972 y del FONACOT en mayo de 1974. El INFONAVIT es resultado de las demandas que el 1° de mayo de 1971 las grandes centrales obreras realizaron ante el Ejecutivo 4 Op. Cit. Moreno – Ros. Desarrollo y Crecimiento… p 178 Ciento ocho empresas fueron creadas en el periodo 1971-1976, muchas de las cuales eran pequeñas e incluían numerosos fideicomisos y fondos especiales. En contraste, 83 empresas fueron creadas entre 1952 y 1970(Aspe y Beristáin, 1984). 5 Federal para buscar vías para resolver los principales problemas nacionales. Días después se integra la Comisión Nacional Tripartita a cuya quinta Subcomisión se le encomienda el estudio del problema de la vivienda. El resultado de los trabajos de los representantes de los tres sectores de esa Subcomisión propusieron reformas a la Fracción XII del Artículo 123 y la Ley Federal del Trabajo, así como la expedición de una ley para la creación de un organismo tripartita que sería el encargado de manejar los recursos del Fondo Nacional de la Vivienda. El Fonacot se creó el 2 de mayo de 1974, por decreto publicado por el entonces presidente de la República Luis Echeverría Álvarez, como un fideicomiso público, con Nacional Financiera como fiduciaria, como una respuesta del gobierno Federal a las demandas de los trabajadores a través del Congreso del Trabajo en el sentido de apoyar a la clase social de menores ingresos, ofreciéndole una alternativa de financiamiento que un mecanismo de pago mediante descuento de nómina que le permita ir generando un patrimonio de manera gradual, incrementando su bienestar y el de sus familias. Este enfrentamiento condujo a una serie de presiones como la difusión de rumores de golpe de Estado, crisis gubernamental, entre otras. Esto ocasionó la fuga de capitales y entre ellas la devaluación del peso. Teniendo consecuencias considerables para el desarrollo de la economía nacional, pero sobre todo buscando presionar al próximo presidente para construir enlaces con las cámaras empresariales, buscando dar marcha atrás a las conquistas logradas por los trabajadores. El efecto de la crecientes importaciones y la tendencia constante de las exportaciones generaron una fuerte presión sobre la balanza de pagos, y con el propósito de incentivar las exportaciones el gobierno se vio obligado a la devaluación del peso a finales de 1976, que se había mantenido en una paridad fija de $12.50 durante más de 20 años. Lo que provocó un asenso en la inflación y en consecuencia a una caída de los salarios reales y en la inversión privada al siguiente año. La caída de la inversión pública también se dio, sin embargo, con el auge petrolero ésta solamente se presento durante 1977. A la llegada de José López Portillo a la presidencia de la república en diciembre de 1976, con el propósito de atender este descontento empresarial, implemento un plan de desarrollo económico basado en cuatro programas: el de la alianza para la Producción, el de combate a la Pobreza, el de apoyo a la Producción de Alimentos y el de Energéticos. El programa de Alianza para la Producción tuvo como propósito ofrecer a los agentes económicos alternativas viables que les permitieran conciliar intereses y comprometerse en realizar inversión productiva en diversas ramas de la actividad industrial, diseñando programas de fomento, donde las empresas que se favorecieran del mismo se comprometían en realizar no solamente inversiones, sino a fijar metas de producción, fijación de precios, metas de exportación y en gran medida procurar la integración de componentes nacionales en su proceso productivo. Este programa condujo a que la inversión privada creciera en términos reales entre 1977 y 1981 a una tasa promedio anual del 13%. Este panorama contribuyo en la expansión del empleo y el incremento en los salarios medios contractuales (no los salarios mínimos) entre 1977 y 1981. Esto también se reflejó en la producción agrícola que de acuerdo con el programa de apoyo a la Producción de Alimentos el volumen de los principales cultivos creciera en un 40% entre 1977 y 1982. Se promulgó la Ley de Fomento Agropecuario que buscó normar los criterios de planeación y programación de las actividades agrícolas, la explotación de los distritos de temporal, el uso agrícola de los terrenos de agostadero, el uso de tierras ociosas, entre otros aspectos. Gráfico 1.6 Balanza Comercial 1970 - 1981 0.0 - 500.01968 1970 1972 1974 1976 1978 1980 1982 Millones de dólares -1 000.0 -1 500.0 -2 000.0 -2 500.0 -3 000.0 -3 500.0 -4 000.0 -4 500.0 -5 000.0 Año A finales de la década de los setenta y el inicio de los ochenta, entre 1976 y 1981, con el propósito de recuperarse del descalabro económico sufrido y en virtud de ser los principales acreedores de los países en desarrollo, incrementaron en forma progresiva las tasas de interés en el mercado financiero, teniendo incrementos considerables al pasar la tasa prima nominal del 6.8% al 18.9% y la Libor del 5.6% al 16.7%. Lo que desde luego afecto las finanzas de los países deudores como México. Esta situación llevo a un recambio en el poder, primero, en el Reino Unido a Margaret Thatcher en 1979 y después en los Estados Unidos al llegar Ronald Reagan a la presidencia en 1980 quienes se plantearon la implementación de políticas económicas de combate a la inflación y de el desarrollo de un nuevo modelo de desarrollo económico a nivel mundial. Este esquema de políticas económicas más restrictivas llevó a nuestro país a enfrentar una reducción de su comercio con el exterior, al encontrarse con fuertes barreras comerciales y en consecuencia a una caída de las exportaciones. Como resultado de esto provocó una caída en el crecimiento de las economías de los países en desarrollo al reducirse la demanda de bienes del exterior. Otro elemento que contribuyo a esta crisis como ya lo mencionamos, es el incremento del costo de los créditos, lo que endeudo considerablemente a los países deudores. Que eran la totalidad de los países latinoamericanos. Finalmente, para rematar este difícil escenario, se produjo una caída de los precios del petróleo a nivel mundial, lo que provocó, en el caso de México una situación muy grave pues se le cerraron las principales fuentes de ingresos de divisas y la obtención de créditos para dar continuidad a su política económica. Esta situación hizo evidente los desequilibrios estructurales de nuestra economía, con fuerte déficit externo, un incontrolable déficit fiscal, la drástica reducción del ahorro interno y un descomunal endeudamiento externo e interno, que acompañado a los rezagos productivos condujo al país a una severa crisis. “En conjunto, estos elementos condujeron a una caída de la actividad económica (sobre todo en el sector industrial, incrementándose así la tasa de desempleo) y a la reducción del ingreso per cápita. Además, la profundidad del desequilibrio externo provocó que la moneda se devaluara bruscamente, impactando negativamente sobre el saldo de la deuda externa expresada en pesos y repercutiendo en la confianza de los agentes económicos, dando lugar a fugas de capital. El fin del ciclo de expansión económica, apoyado en el auge petrolero, puso de manifiesto el agotamiento del modelo, que se vio agudizado por la presencia de fenómenos de índole externo, magnificando los desajustes macroeconómicos a niveles nunca antes vistos en el país, situación que motivó la revisión a fondo de la estrategia macroeconómica.” Se incurrió en el endeudamiento con el exterior. Pero ello, no sólo obedeció al creciente gasto. También, erróneamente, se utilizó el crédito externo, como en el pasado, para financiar la fuga de capitales. Con todo, el saldo de la deuda externa del sector público se multiplicó por tres: pasó de 19,602 millones de dólares en diciembre de 1976, a 33,813 millones en 1982. El endeudamiento del sector privado con el exterior también creció, y lo hizo a un ritmo más acelerado. Se multiplicó cinco veces: de un saldo de 6,500 millones de dólares en diciembre de 1976 llegó a más de 32 mil millones en 1982…..pp 550 Ello contrastaba con la política convencional, al uso de que para combatir la inflación hay que reducir la demanda: conteniendo los salarios y reduciendo el gasto público. Pp551 Importaciones - Exportaciones 1970-1983 (1980 = 100) 800 000 Miles de nuevos pesos 700 000 600 000 500 000 400 000 300 000 200 000 100 000 0 1968 1970 1972 1974 1976 1978 1980 1982 1984 Año Importaciones Exportaciones Desafortunadamente, los logros estuvieron acompañados del surgimiento de severos desequilibrios macroeconómicos. En tanto los cambios en el nivel y estructura de los ingresos públicos no se dieron, el peso de alcanzar una mejor distribución del ingreso lo soportó el gasto público. En cinco años su participación en el PIB aumentó más de 10 puntos porcentuales al crecer casi 12% por año durante todo el periodo de la administración de Echeverría, casi dos veces la tasa de crecimiento de la economía. El tamaño del sector público creció rápidamente – a través del crecimiento del gasto público y de la rápida ampliación de empresas públicas6 - si bien para estándares internacionales no era excepcionalmente grande hacia finales de la administración7. En la medida que la reforma tributaria no fue llevada a cabo, los ingresos públicos se rezagaron a pesar de un mayor esfuerzo de recaudación fiscal que contribuyó a mayores ingresos no petroleros. Así el déficit fiscal saltó de 0.5% del PIB a 6.4% entre 1971 y 1975. A su vez, el déficit financiero del sector público consolidado subió de 2.5 a 10% del PIB, mismo que fue cubierto con expansión monetaria, crecientes tasas de encaje legal en el sistema bancario, y deuda externa. La deuda externa en su mayoría pública, saltó de 7500 millones de dólares en 1971 a 24000 millones en 1976. La deuda externa sustituyó, temporalmente, la falta de una reforma fiscal. Con un 6 Ciento ocho empresas fueron creadas en el periodo 1971-1976, muchas de las cuales eran pequeñas e incluían numerosos fideicomisos y fondos especiales. En contraste, 83 empresas fueron creadas entre 1952 y 1970(Aspe y Beristáin, 1984). 7 Por ejemplo, en comparación con Italia y Francia el sector público mexicano aún era relativamente pequeño (Newell y Rubio, 1984). objetivo adicional –la redistribución del ingreso- y sin reforma fiscal, la estrategia de política quedó con menos instrumentos que objetivos, generando un explosivo aumento de la deuda pública externa que actuó, por un tiempo, como el instrumento adicional. La inflación subió a una tasa de dos dígitos en 1973 y saltó a 20% en 1974. La inflación fue atizada por la rápida expansión del gasto público, el efecto del choque petrolero en 1973, y también por choques de oferta agrícola negativos que movieron los términos de intercambio a favor de la agricultura. Más aún, para 1973 las negociaciones de los salarios mínimos (y probablemente de otros contratos salariales) pasaron de ser bianuales a anuales, reforzando con ello la inflación. Una consecuencia del resurgimiento de la inflación fue la reversión del auge de la intermediación financiera del periodo del “desarrollo estabilizador”. En efecto, la combinación de inflación con crecientes requerimientos de reserva en la banca –a medida que aumentaba el déficit fiscalobligó a los bancos a pagar tasas de interés reales negativas sobre sus depósitos, lo que trajo como consecuencia la desintermediación financiera y una reducción de los créditos bancarios como porcentaje del PIB. En tanto que la inflación interna se aceleraba por encima de la inflación externa, en el contexto de un tipo de cambio nominal fijo, el tipo de cambio real sufrió una sustancial y continuada apreciación, que junto con una expansión del déficit fiscal y de la demanda agregada llevo a una incremento en seis veces del déficit comercial y en más de cuatro veces el de la cuenta corriente de 1972 a 1975. El deterioro del entorno internacional, con el derrumbe de los años dorados de la economía mundial, también influyo en la economía mexicana. El primer choque petrolero encontró a México como importador de petróleo, y junto con la caída de la demanda externa, contribuyo a incrementar el desequilibrio del sector externo, haciendo más severas las restricciones de la balanza de pagos al crecimiento. De hecho, de acuerdo con Zedillo (1986), los factores externos –los choques en términos de intercambio, tasas de interés externas, y de la recesión internacional- explican dos tercios del deterioro de la cuenta corriente de la balanza de pagos entre 1972 y 1975. Además de lo anterior el sector empresarial no encontró el terreno propicio en la retórica del “desarrollo compartido” y la inversión privada fija registro una caída en su participación en el PIB. Para 1975 la expansión económica la impulsaba en gran medida, el gasto público, con una participación en el PIB con del gasto en consumo, y especialmente, en inversión pública muy por encima de los niveles de 1971. A medida en que el entorno macroeconómico se hacía muy inestable, y en particular, el resurgimiento de la inflación llevaba una apreciación y mayor volatilidad del tipo de cambio real, los incentivos provistos de la política industrial se vieron contra restados. Sin un tipo de cambio competitivo, la estrategia fallo en reforzar la competitividad del sector exportador, y la sustitución de importaciones en el sector de bienes de capital. Las exportaciones de manufacturas se estancaron en 1974, y cayeron 15% en 1975, en tanto que el balance externo de la agricultura declinaba continuamente. Eran evidentes las limitaciones de la producción de bienes de capital, por ejemplo, en el hecho de que entre 1974-1975 representaban menos del 8% de la producción manufacturera, al tiempo que representaban el 50% de las exportaciones totales. La participación de las importaciones en el mercado interno comenzó a subir en la medida en que el proceso de inversión no se diversificó hacia nuevas actividades. Así, la contribución de la sustitución de importaciones al crecimiento industrial cayó y tendió a ser negativa, y el crecimiento del PIB empezó a caer gradualmente a partir de 1974. Con el tiempo, la situación empeoro en forma significativa como resultado de la fuga de capitales por parte de los inversionistas que se anticiparon a un cambio obligado en las políticas existentes. A pesar del aumento a los controles y aranceles a la importación, la presión sobre la balanza de pagos obligo al gobierno a devaluar el peso en cerca del 100% en agosto de 1976, abandonando la paridad en el tipo de cambio que había permanecido fijo por más de 20 años. Por primera vez desde los años cincuenta, el gobierno tuvo que asistir a la ayuda financiera del Fondo Monetario Internacional, y un convenio de facilidad ampliada se firmó a finales de 1976. Los efectos contraccionistas de la devaluación –que condujo en particular a una caída de los salarios reales y de la inversión privada en 1977-, junto con la caída de la inversión pública en 1976 y 1977 redujeron aún más el crecimiento del PIB que cayó a menos del 4% en 1977. A pesar de la severa crisis de 1977, las perspectivas de la economía cambiaron con la anuncio de vastas reservas de petróleo en México. Las reservas probadas de petróleo se incrementaron de 6.3 millones de barriles en noviembre de 1976 a 16000 millones a fines de 1977 y a 40000 millones un año después. El déficit comercial estaba de nuevo bajo control en 1977-1978, con niveles inferiores a los de 1971-1972. El perfil de la deuda externa fue reestructurado y por un tiempo el endeudamiento no creció en forma notoria. Un ambicioso plan de industrialización perseguía reforzar la competitividad de las exportaciones y profundizar la sustitución de importaciones de bienes de capital, bajo el supuesto de que se daría un aumento sostenido, a largo plazo, del precio del petróleo. Un programa alimentario, el Sistema Alimentario Mexicano (SAM), reforzó el apoyo de las políticas dirigidas a la economía campesina, con el doble objetivo de estimular la producción de alimentos, para alcanzar la autosuficiencia alimentaria a nivel nacional, y mejorar los niveles de alimenticios de la población pobre. En este periodo también se llevo a cabo un intento importante de reforma fiscal y este cambio redujo alguna de las inequidades del sistema fiscal mexicano. Un ajuste por la inflación fue introducido en los impuestos personales. Se establecieron un impuesto al valor agregado y un nuevo impuesto a los ingresos de las corporaciones. La base impositiva fue ampliada al cerrarse oportunidades a la evasión y todo el proceso administrativo fue simplificado. La contribución del rango de uno a cinco salarios mínimos que en 1978 representaba el 58% de los impuestos de los ingresos al trabajo se redujo al 28% en 1981, en tanto que la aportación del rango más alto (más de 15 veces el salario mínimo) pasó de 8 a 25% del total. La explotación de los nuevos recursos petroleros en el sur de México y su venta en el mercado internacional iban a traer una fuerte y rápida recuperación. En efecto, de 1978 a 1981 se recuperó fuertemente el crecimiento económico, lo que llevó a un periodo de expansión por encima de los niveles históricos. Impulsado por la producción de petróleo (con un crecimiento anual de 19.4%) y de las exportaciones de petróleo (con un crecimiento anual de 52.7%), el PIB creció alrededor de 9% al año y el ingreso real anual –beneficiado por el cambio favorable de los términos de intercambio, que resultó del incremento de los precios del petróleo de 1979 a 1980- creció más rápido entre 9 y 10%. El transporte y la construcción, que se beneficiaron del extraordinario auge de la inversión, registraron tasas de crecimiento de dos dígitos. En esta ocasión, el sector agrícola respondió vigorosamente a los incentivos gubernamentales y su producción creció 5% por año de 1976 a 1981. Los niveles de pobreza volvieron a declinar en tanto que la distribución personal del ingreso mejoró. Así, de 1977 a 1984 la tasa de pobreza alimentaria cayó de 25 a 22.5%. El coeficiente de Gini registró una reducción de 49 a 42.5. Sin embargo, a finales de los setenta algunos síntomas problemáticos ya estaban presentes y eran preocupantes. Aunque el déficit fiscal primario permaneció bajo control antes de 1981, ello fue así en el contexto de la duplicación de los ingresos gubernamentales por petróleo como fracción del PIB y, por consiguiente, de una rápida expansión del gasto gobierno (la inversión pública, en particular, creció a tasas del 13% por año de 1876 a 1980). La tasa de inflación alcanzó un nivel de alrededor del 18%, sin tendencia a disminuir, lo que contribuyo a una continuas apreciación del tipo de cambio real. Con el tiempo la inflación aumento por encima del 25% en 1980. A pesar del extraordinario crecimiento de las exportaciones de petróleo, hubo un progresivo desajuste en la balanza de pagos. La balanza comercial pasó de 0.1 mil millones de dólares en 1977 a 2.6 mil millones en 1980, mientras el déficit en cuenta corriente escaló a un nivel récord de 7.2 mil millones en 1980, con los pagos de intereses sobre la deuda externa jugando un papel creciente en ese aumento. Estos crecientes desequilibrios fueron financiados con deuda externa, sobre todo de la pública, que creció de 31.2 mil millones de dólares en 1977 a 57.4 millones en 1980. …… La duplicación de los precios del petróleo y el incremento de las tasas de interés externas en 19791980, tuvieron, en conjunto, un impacto favorable a corto plazo. No solo los ingresos de la exportación del petróleo resultaron ser del doble de lo originalmente proyectado, sino que, por lo mismo, el aumento de las tasas de interés estuvo acompañado por una casi ilimitada disponibilidad de préstamos externos. La bonanza del petróleo hizo de México un cliente preferido de los bancos internacionales y los préstamos externos eran ofrecidos en cantidades y condiciones notablemente más favorables que para el resto de los países en desarrollo. En retrospectiva, la naturaleza de este choque externo fue dramáticamente mal interpretada por el gobierno de México (así como por otros agentes económicos). Altos y crecientes precios del petróleo se asumieron como un gasto permanente de la economía internacional, en tanto que el incremento de las tasas de interés se interpretó como un rasgo temporal El gobierno de Luis Echeverría aplicó lo que se conoce como “Desarrollo Compartido”, que implicó un incremento considerable del gasto público, a encauzarse en mayores subsidios, la creación de más empresas paraestatales e infraestructura, financiado con mayor endeudamiento (interno y externo) y emisión primaria. Lo que modificó el papel del Estado y finalmente llevó a un enfrentamiento con el sector privado. El PIB aumentó 6.7% en promedio entre 1971-1981. La deuda externa denominada en dólares creación en promedio a una tasa anual de 25.7%. No se pudo evitar la devaluación en 1976 y se tuvo que recurrir a un programa de estabilización apoyado por el FMI. Ya con López Portillo se puso en marcha el Plan Nacional de Desarrollo Industrial, cuyo objetivo era un crecimiento de 10% en el período 1980-1990. El gasto público volvió con renovada fuerza, subsidiando el consumo de bienes diversos y financiando inversiones en varios sectores, particularmente en el sector agrícola y energético. La inversión pública pasó de 5% a 12% (PP. 270). El sector industrial incursionó de manera más importante en la producción de bienes intermedios y de capital y disminuyo en bienes de consumo. Mientras que en 1960 estos últimos representaban 58% de la producción, para 1970 representaban 50% y para 1981 había caído a solo 42%. En cambio la producción de bienes de uso intermedio aumentó de modo constante, representando el 28% en 1960, el 32% en 1970 y 36% en 1981. De la misma manera, los bienes de capital aumentaron su participación de 13% en 1960 a 18% en 1970 y finalmente a 22% en 1981 (PP. 271). De forma paralela se instrumentaron programas de fomento, estímulos fiscales, subsidios, evasiones de impuestos, depreciación acelerada de los activos fijos, entre otros, para promover la participación de la iniciativa privada en la industria nacional. El gasto público fue el motor del crecimiento económico en dicho periodo, no obstante, los mayores ingresos públicos provenientes del petróleo y de la recaudación generada por el crecimiento económico del país fueron insuficientes para financiar su expansión, en razón de ello se empleó una política monetaria expansiva y se contrataron importantes montos de deuda pública externa, como forma de financiar los crecientes y elevados niveles de déficit fiscal alcanzados a lo largo del periodo. Empresas desincorporadas 1983 - 1994 Entidades al inicio Año del periodo 1983 1155 1984 1090 Reducción neta en el período Total Entidades al cierre del periodo. Desincorporaciones Creación Total En proceso de desincorporación. Vigentes. 65 40 75 64 10 18 1090 1044 32 7 1058 1037 1985 1986 1987 1988 1989 1044 955 807 661 618 89 148 146 43 69 96 155 161 45 76 7 7 15 2 7 955 807 661 618 549 23 75 49 204 170 932 732 612 414 379 1990 1991 1992 1993 1994 549 418 328 270 258 131 90 58 12 1 139 95 66 24 16 8 5 8 12 15 418 328 270 258 257 138 87 53 48 41 280 241 217 210 216 2. El modelo de “Desarrollo Compartido” En este marco, en donde la economía nacional empieza a mostrar signos de debilitamiento en sus tasas de crecimiento (1968-1972), es propuesto el modelo de “Desarrollo Compartido”, que mantuvo sin modificaciones relevantes la política comercial, salarial, agropecuaria y de fomento a la inversión extranjera y transformó de manera radical la política fiscal y monetaria, con el propósito de que el eje de la inversión nacional lo ejerciera el sector público. Ya que con los ingresos de la explotación y producción de los yacimientos petroleros, descubiertos a inicios de la década de los setenta, se buscó financiar la inversión en infraestructura productiva, la creación de plantas productoras de bienes de capital, y la ampliación de la cobertura de seguridad social a todo el país, todo bajo un esquema salarial que permitiera su crecimiento real. De forma paralela se instrumentaron programas de fomento, estímulos fiscales, subsidios, evasiones de impuestos, depreciación acelerada de los activos fijos, entre otros, para promover la participación de la iniciativa privada en la industria nacional. El gasto público fue el motor del crecimiento económico en dicho periodo, no obstante, los mayores ingresos públicos provenientes del petróleo y de la recaudación generada por el crecimiento económico del país fueron insuficientes para financiar su expansión, en razón de ello se empleó una política monetaria expansiva y se contrataron importantes montos de deuda pública externa, como forma de financiar los crecientes y elevados niveles de déficit fiscal alcanzados a lo largo del periodo. 2.1 Resultados generales Los importantes montos de gasto público (en particular de inversión) canalizados hacia la infraestructura económica y social del país, hicieron posible que la tasa promedio de crecimiento del PIB se situara en 6.3% anual, no obstante que en 1982se devaluó abruptamente el peso respecto del dólar (121.6%), y por consecuencia la tasa de crecimiento del PIB en ese año fue negativa (0.5%). El crecimiento del sector industrial (4.2% promedio anual), continuó siendo superior al del sector agropecuario, aunque menor al de los servicios (7.2%). En particular fueron las manufacturas las que mantuvieron su crecimiento a tasas más elevadas que el resto de componentes del sector industrial (6.3%). A diferencia del periodo anterior el crecimiento alcanzado se acompañó de una tasa de inflación a la alza, la cual pasó de 5% en 1971 a 98.8% en 1982, siendo la tasa promedio del periodo igual a 25.4%. El empleo aumentó a una tasa promedio anual de 4.2%, menor a la registrada por la población económicamente activa (5.1%). Los salarios mínimos reales (descontada la inflación), cayeron en 0.6% promedio anual durante el periodo, y debido a ello su poder adquisitivo, en términos de la canasta básica, se redujo a los niveles prevalecientes a mediados de la década de los años sesenta. Como resultado de la estrategia expansiva en el gasto público, el déficit del sector presupuestario se incrementó de forma constante y significativa al pasar de 0.03 % del PIB en 1971, a 10.97% en 1982, contribuyendo a que el déficit en cuenta corriente se agudizara al pasar de 928.9 mdd en 1971 a 6,220.9 en 1982, lo que representó el 3.2% y 3.5% del PIB respectivamente. Para financiar tan espectacular crecimiento en el saldo de la cuenta corriente de la balanza de pagos, en 1982 el sector público asumió una deuda en los mercados internacionales de capital, con un monto de 5,549.1 mdd, provocando que el saldo de la deuda pública con el exterior ascendiera en ese año a 58,874.2mdd. Al desplomarse la captación de divisas procedentes del petróleo, inmediatamente se hicieron evidentes los desequilibrios estructurales de la economía junto con el déficit externo, el fiscal, la reducción del ahorro interno, el excesivo endeudamiento externo e interno y la acumulación de rezagos productivos, ante lo cual se requería de una respuesta diferente por parte de las autoridades económicas del país. En conjunto, estos elementos condujeron a una caída de la actividad económica (sobre todo en el sector industrial, incrementándose así la tasa de desempleo) y a la reducción del ingreso per cápita. Además, la profundidad del desequilibrio externo provocó que la moneda se devaluara bruscamente, impactando negativamente sobre el saldo de la deuda externa expresada en pesos y repercutiendo en la confianza de los agentes económicos, dando lugar a fugas de capital. El fin del ciclo de expansión económica, apoyado en el auge petrolero, puso de manifiesto el agotamiento del modelo, que se vio agudizado por la presencia de fenómenos de índole externo, magnificando los desajustes macroeconómicos a niveles nunca antes vistos en el país, situación que motivó la revisión a fondo de la estrategia macroeconómica. El proceso de industrialización acelerada en México, Enrique Cárdenas en Industrialización y Estado en la América Latina: La leyenda negra de la posguerra, Lecturas del trimestre económico, Enrique Cárdenas, José Antonio Ocampo y Rosemary Thorp comp, FCE, 2003, México. PP. 240-276. IV Más industria impulsada con proteccionismo (1963-1982). En los años sesenta el PIB se incrementó en 7.1%. Hubo una profundización del proceso de urbanización, un estancamiento relativo del sector agrícola que perdió casi 25% de su participación en el PIB. La inflación se mantuvo reducida gracias a que los precios de muchos de los bienes del sector público permanecieron fijos. Mientras que ello significaba un subsidio creciente para las actividades productivas y el consumo, el costo para el erario se incrementaba igualmente, La oferta de servicios de capital se incrementó, las inversiones adicionales netas, a una tasa anual de 9% entre 1963-1971. De manera que la relación capital trabajo aumentó en 7% anual, la productividad en 5%; lo que se tradujo en aumentos salariales de 4% anual (PP. 261). Se intentó mexicanizar las inversiones, estableciendo un tope de 49% a la tenencia de acciones en manos de extranjeros, al cual se añadieron restricciones a las importaciones. Por lo que el volumen de comercio internacional se redujo durante los sesenta, de 25.3 a 20.3% del PIB, mientras que el desequilibrio en dicha balanza se incrementaba (PP. 263). La pérdida de competitividad del sector industrial se debió a la conformación de una estructura oligopólica, que significó la limitación de la competencia interna. Para 1960 una gran parte de las industrias productoras de bienes de consumo final era casi autosuficientes, en el sentido de que virtualmente no importaba insumos, fuera de ciertas materias primas y bienes de capital. La protección mediante restricciones cuantitativas y barreras no arancelarias, con subsidios a los productos agrícolas, energía y transporte, con un favorable tratamiento fiscal e inversión pública con externalidades positivas, llevó a una situación en que la industria estaba tan protegida que no era capaz de competir en los mercados extranjeros, ni en precio ni en calidad (PP. 264). El crecimiento venía de un mercado interno cuyos límites se alcanzarían tarde o temprano, por los bajo salarios y la injusta distribución de la riqueza (PP. 265). Se amplió la estrategia de sustitución de importaciones, mediante la inclusión de los bienes intermedios y de capital. Cuando el sector privado dejó de estar disponible o no mostró disposición para invertir en ciertas industrias, el gobierno reinició el esquema de asegurar la producción nacional de muchos bienes. Fueron creadas para estatales en los sectores eléctrico, siderúrgico, petroquímico, de fertilizantes y automotriz, la mayor parte financiadas con endeudamiento externo (PP. 266). Por su parte la inversión pública dedicada a la agricultura se redujo de manera gradual desde fines de los cuarenta hasta el final de los sesenta, para en cambio estimular las inversión en el sector industrial, la educación, salud y proyectos de urbanización. Para 1970 el gobierno tenía un déficit equivalente a casi 3.8% del PIB, mientras que la economía en su conjunto necesitaba un endeudamiento externo neto de 1.3% del PIB. La deuda se incrementaba a una tasa anual de 15.9% y casi duplico su monto durante el decenio. En 1970 su servicio representaba 23.4% de las exportaciones o el equivalente 2.4% del PIB (PP. 267). Se hicieron evidentes los problemas, un insuficiente crecimiento económico con una oferta laboral creciente. Modelo que no colapsó por el crecimiento de la deuda externa así como por el auge petrolero de la segunda mitad de los años setenta (PP. 268). El gobierno de Luis Echeverría aplicó lo que se conoce como “Desarrollo Compartido”, que implicó un incremento considerable del gasto público, a encauzarse en mayores subsidios, la creación de más empresas paraestatales e infraestructura, financiado con mayor endeudamiento (interno y externo) y emisión primaria. Lo que modificó el papel del Estado y finalmente llevó a un enfrentamiento con el sector privado. El PIB aumentó 6.7% en promedio entre 1971-1981. La deuda externa denominada en dólares creación en promedio a una tasa anual de 25.7%. No se pudo evitar la devaluación en 1976 y se tuvo que recurrir a un programa de estabilización apoyado por el FMI. Ya con López Portillo se puso en marcha el Plan Nacional de Desarrollo Industrial, cuyo objetivo era un crecimiento de 10% en el período 1980-1990. El gasto público volvió con renovada fuerza, subsidiando el consumo de bienes diversos y financiando inversiones en varios sectores, particularmente en el sector agrícola y energético. La inversión pública pasó de 5% a 12% (PP. 270). El sector industrial incursionó de manera más importante en la producción de bienes intermedios y de capital y disminuyo en bienes de consumo. Mientras que en 1960 estos últimos representaban 58% de la producción, para 1970 representaban 50% y para 1981 había caído a solo 42%. En cambio la producción de bienes de uso intermedio aumentó de modo constante, representando el 28% en 1960, el 32% en 1970 y 36% en 1981. De la misma manera, los bienes de capital aumentaron su participación de 13% en 1960 a 18% en 1970 y finalmente a 22% en 1981 (PP. 271). La importaciones de mercancías incrementaron a una tasa anual de 25% entre 1976 y 1981, mientras que las exportaciones en particular las de crudo crecían a una mayor velocidad. Los problemas de la deuda comenzaron con súbito aumento de las tasas de interés a nivel internacional. Lo que llevaría a la insostenibilidad de esta última y forzaría a la abrupta devaluación de 1982. Conclusión: El crecimiento poblacional, la urbanización y la intervención estatal han sido las fuerzas más importantes detrás del proceso de industrialización acelerada (PP. 273). El Estado aplicó políticas fiscales y comerciales para estimular la industria y aislar la economía de la competencia externa, primero para evitar una crisis de balanza de pagos y después para agrandar el mercado externo y sustituir importaciones, al tiempo que intentaba reducir la dependencia del exterior (PP. 274). 3. Modelo de “Crecimiento Hacia Fuera” o “Neoliberal” Se planteó entonces la necesidad de adoptar una nueva estrategia encaminada a generar las condiciones que impulsaran el crecimiento auto-sostenido de la economía mexicana, ante ello debían corregirse las limitaciones que generó el esquema anterior en materia de concentración de la riqueza, ineficiencia productiva, sesgo anti-exportador y baja capacidad de ahorro interno. En el nuevo modelo se propuso otorgar un papel protagónico al mercado en la asignación de los recursos, incrementar la participación de los agentes privados en las decisiones económicas e incorporarse a la creciente integración económica mundial, con el propósito de mejorar la eficiencia y competitividad de la planta productiva nacional. En especial para México era indispensable reforzar sus vínculos comerciales con los EUA, tomando en cuenta que esta economía, además de ser la más grande del mundo, mantendría esa posición a lo largo de las próximas décadas, por lo que su peso específico en materia de intercambio comercial y de capitales es sumamente elevado a nivel mundial.1 Situación que se comprueba al observar el importante flujo de mercancías y de inversión productiva que este país sostiene con naciones ubicadas a millares de kilómetros de sus fronteras. Para la instrumentación de la nueva estrategia se definieron dos vertientes que se complementarían entre sí y sobre las cuales se actuaría en forma simultánea:a) la estabilización macroeconómica y b) la modernización de la economía nacional. La primera se orientó básicamente a reducir la inflación y a corregir los precios relativos, y consistió en contener la demanda agregada, para lo cual se buscó reducir el gasto público e incrementar los ingresos, además de que se procuró moderar el crecimiento salarial y fomentar el ahorro interno. Asimismo, se propuso ajustarla paridad cambiaria en sus niveles reales, y desalentar así las importaciones y reducir los desequilibrios en el comercio exterior. Para el combate a la inflación se definió como factor fundamental la corrección de las finanzas públicas, toda vez que se identificó que el origen del crecimiento de los precios era el elevado déficit fiscal que propiciaba un consumo por encima de las posibilidades reales del aparato productivo nacional, dando lugar a presiones sobre la oferta interna y al crecimiento de las importaciones sin una contraparte exportadora. Esto generaba desequilibrios en materia de comercio exterior y promovía un creciente endeudamiento externo, que al encarecerse, conducía a devaluaciones que repercutían en mayores tasas inflacionarias. Igualmente, al demandar recursos crediticios internos para su financia-miento, el déficit público provocaba el alza de las tasas de interés y restringía el acceso de las empresas productivas al mercado financiero, afectándose de esta forma el crecimiento de la oferta de bienes y servicios, provocando una elevación de precios cuando su financiamiento se llevaba a cabo mediante la emisión de circulante. Tomando en cuenta lo anterior, se regresó al esquema estabilizador en materia de política fiscal y monetaria, pero se rompió drásticamente con la política de protección comercial, de control de tipo de cambio, de excesiva regulación a la inversión extranjera, de salarios y de precios agropecuarios. 1 Es importante señalar que el PIB de los EUA es tres y media veces superior al de la Alemania Unificada y una y media veces más grande que el de Japón, por tanto, para México era necesario estrechar los vínculos económicos y comerciales con EUA, con el fin de exportar volúmenes crecientes de bienes y obtener recursos de inversión para financiar de manera sana la expansión y modernización de la planta productiva. 3.1 Política fiscal Dados sus efectos recesivos, el ajuste fiscal se llevó a cabo en forma gradual, lo que implicó, del lado del gasto, la disminución de los subsidios y transferencias que no tuvieran un claro beneficio económico y social, la racionalización de las erogaciones mediante la caída del gasto en administración, la implantación de medidas de austeridad, disciplina y eficiencia en la ejecución del presupuesto y la jerarquización del gasto de inversión, favoreciendo a los proyectos con periodos cortos de maduración. Por el lado de los ingresos, se buscó su fortalecimiento a través de “reformas” fiscales orientadas a promover el aumento de los ingresos públicos que no provinieran del sector petrolero y elevar la competitividad internacional del sistema impositivo mexicano, a través de la reducción de las tasas impositivas, la ampliación de la base gravable y la simplificación de la administración fiscal. En paralelo, se efectuó la actualización gradual de los precios y tarifas de los bienes y servicios públicos con el propósito de corregir los rezagos acumulados, fortalecer la financiera de las empresas públicas y favorecer la adecuación de los precios relativos de la economía y, de acuerdo con los grupos sociales representativos, se desarrolló un conjunto de esquemas de acción denominado “pactos”, orientados a combatir las causas inerciales de la inflación, mismos que dejaron de negociarse a mediados de la década de los noventa cuando la inflación era marcadamente descendente y mostraba niveles inferiores a un dígito. 3.2 Política monetaria El progresivo saneamiento de las finanzas públicas permitió que en materia de política financiera se abandonara el encaje legal y el coeficiente de liquidez, así como los elementos del control selectivo de créditos, coadyuvando a liberar la disponibilidad de créditos y a que las tasas de interés se determinaran por medio dela oferta y la demanda en el mercado financiero, disminuyendo las tasas de interés nominales y reales. Con esto, el financiamiento al sector público se realizó crecientemente a través de operaciones de mercado abierto mediante la colocación de valores gubernamentales con tasa de interés reales competitivas entre el público ahorrador, favoreciendo la permanencia del ahorro interno en el país y estimulando la entrada de capitales del exterior. El ingreso de un importante monto de capitales foráneos propició que la política monetaria, en congruencia con los objetivos antiinflacionarios, aplicase medidas de esterilización con objeto de regular el exceso de liquidez de la economía sin afectar la recuperación de la actividad productiva; ello modificó sustancialmente la composición de la base monetaria del país, ya que se redujo el crédito interno del banco central al tiempo que se incrementaron las reservas internacionales. En el ámbito de la política cambiaria, se mantuvo desde septiembre de1982 y hasta 1991 un régimen de tipo de cambio dual (esto es, uno libre y otro controlado, este último aplicado al pago de las materias primas y bienes de capital importados, importaciones y al pago del servicio de la deuda, situación que no impidió que a partir de 1988 el tipo de cambio comenzara a revaluarse, disminuyendo la protección de carácter general derivada de la subvaluación existente en años previos, que compensaba los menores niveles de protección arancelaria. A partir de entonces y, con excepción de 1995, en forma progresiva y sostenida, el tipo de cambio se ubicó en un nivel consistente con la posibilidad real de efectuar importaciones competitivas para apoyar el proceso de modernización industrial, situación que adicionalmente contribuyó a la disminución de la tasa de inflación. Se abrió entonces un periodo caracterizado por: el crecimiento sostenido del tipo de cambio real, la disminución del déficit público, la reducción sustancial de los niveles inflacionarios y la recuperación (modesta) del dinamismo de la inversión y la actividad económica. A partir de 1991 se mantuvo un deslizamiento gradual preestablecido del peso frente al dólar mediante la definición de una banda de flotación que mantenía fijo el límite inferior, mientras que el superior se definía con el deslizamiento diario máximo considerado, lo cual dotaba a la paridad cambiaria de flexibilidad para adecuarse a las condiciones del mercado y evitar la especulación de los inversionistas. Si bien este esquema generó resultados positivos y contribuyó de manera importante a la estabilización de los precios internos, tendió a la revaluación del peso y propició el crecimiento de las importaciones. Después de la crisis cambiaria de 1994, el tipo de cambio se liberó a las fuerzas del mercado, en esta situación el Banco Central sólo participó cuando las variaciones no reflejaran fielmente la situación comercial del país, a fin de evitar ganancias espectaculares que afectaran el comportamiento de los precios. 3.3 Política de comercio exterior Debido al carácter mono exportador del país (80% de las exportaciones eran petroleras) a partir de 1985 se inició la política de liberación comercial consistente en la eliminación de las restricciones no cuantitativas a la importación, acompañada de la disminución de los niveles arancelarios y su dispersión. La instrumentación, en una primera etapa, se realizó en un marco macroeconómico caracterizado principalmente por altas tasas de inflación, devaluación recurrente del tipo de cambio, que en general se mantuvo sobrevaluado, elevado déficit del sector público, bajo dinamismo de la inversión y de la actividad económica y, finalmente, un superávit comercial cuyos recursos se asignaron al pago del servicio de la deuda externa acumulada en los años anteriores a 1985. Con la apertura comercial (eliminación de controles no arancelario y firma de tratados comerciales) también se consiguió estabilizar el crecimiento de los precios, toda vez que mediante la competencia de productos del exterior fue posible reducir los exagerados márgenes de ganancia prevalecientes en varias ramas industriales, obligando a los productos mexicanos exportables a mantener en el interior del país precios y calidad competitivos con los provenientes del exterior, por ello la apertura comercial se constituyó en un elemento destacado en el comba-te a la inflación. 3.4 Política de modernización En lo que se refiere a la modernización económica, el nuevo modelo consideró, en su parte fundamental, actuar sobre tres aspectos básicos: 1) la redefinición del papel del Estado en la economía, buscando reducir la intervención económica directa con el propósito de alentar una mayor participación de los agentes privados en la satisfacción de las demandas de la población, hacer más eficiente la gestión pro-ductiva de la sociedad y elevar la eficiencia del aparato público en materia económica, administrativa y de rectoría en el proceso de desarrollo económico; 2) la desregulación económica, con el propósito de reducir los controles gubernamentales y redefinir los esquemas y espacios de participación de los agentes privados, buscando generar un clima comercial y productivo más competitivo que propiciara la modernización de áreas o actividades económicas; y 3) la apertura comercial, encaminada a incrementar el intercambio con todas las naciones del mundo para promover la eficiencia y competitividad externa de los productos mexicanos. 3.5 Política salarial y agropecuaria En ambos casos la política consistió en dejar al mercado la determinación de los salarios contractuales y de los precios de los bienes agropecuarios, utilizando a los salarios mínimos y a la fijación de subsidios y apoyos agrícolas, como forma de ordenar los incrementos en función de la productividad que se registrara en la mano de obra y en la producción de bienes salario. En el caso de los salarios mínimos sus variaciones consideraban la inflación a futuro y no la del año anterior, lo cual permitía romper con las expectativas inflacionarias. Por otra parte, los precios de los bienes agropecuarios, dados los internacionales y la reducción de los aranceles acordados a la luz de los tratados comercia-les con el exterior, buscaron orientar la producción hacia los bienes exportables, lo que haría posible captar las divisas requeridas por el sector para cubrir su déficit ya la vez capitalizarse. 3.6 Resultados generales La nueva estrategia produjo resultados positivos en materia de estabilización macroeconómica. En efecto, la corrección de las finanzas públicas se realizó en los términos propuestos y se logró eliminar los enormes déficit fiscales, además de ques e canalizó una mayor proporción de las erogaciones gubernamentales hacia el gasto social y, con base en la renegociación de la deuda externa, se redujo sustancialmente el volumen de recursos destinados a cubrir el costo financiero de dicha deuda. La existencia de finanzas públicas sanas permitió frenar el proceso inflacionario en el que se encontraba la economía mexicana y, aun cuando no se alcanzaron totalmente las metas inflacionarias, el ritmo de crecimiento de los precios ha disminuido en los últimos años. La reducción de los requerimientos financieros del sector público y la adopción de esquemas de financiamiento con base en operaciones de mercado abierto para allegarse recursos internos, favoreció la tendencia a la baja de las tasas de interés y liberó recursos a disposición del sector privado para la realización de inversiones productivas. En lo que respecta a la modernización económica, la reducción del aparato estatal modificó los esquemas de participación y abrió nuevos espacios para la iniciativa privada, lo cual permitió que, apoyado en la desregulación de la actividad económica, aumente de forma creciente la eficiencia en la asignación de los recursos y se incremente la competencia entre los productores, en beneficio de la mayor eficacia y productividad de la economía en su conjunto. La apertura comercial permitió incrementar el volumen de comercio exterior de México con el mundo y diversificar la estructura de las exportaciones mexicanas, además de que la competencia de los productos nacionales con los importados, en el mercado interno, coadyuvó al combate a la inflación y mejoró la calidad de los bienes que se ofrecen a los consumidores nacionales. La mayor competencia ha estimulado a la industria nacional para desarrollar un intenso proceso de modernización de su planta productiva y ha fomentado la especialización productiva, permitiendo el aprovechamiento optimo de las ventajas comparativas localizadas en algunas áreas de la producción. Sin embargo, existen aspectos económicos que aún no han sido resueltos de manera satisfactoria. Uno de ellos se refiere al crecimiento económico y a la generación de empleos demandados por la sociedad mexicana. No obstante, la obtención de tasas positivas de crecimiento de la actividad económica, éstas no alcanzaron las metas propuestas, y el desplazamiento de mano de obra derivado del propio proceso de modernización de la planta productiva impidió que dicho crecimiento se tradujera en un volumen suficiente de nuevas plazas laborales. Por otro lado, persiste la dificultad de la economía para generar las divisas necesarias para el desarrollo nacional, lo que se expresa en el desequilibrio en la cuenta comercial con el exterior, originado principalmente en el intercambio comercial deficitario con países de Europa y Asia. El crecimiento de las exportaciones mexicanas ha sido inferior al registrado por las importaciones, debido tanto al escaso crecimiento del comercio mundial en el periodo, como al tiempo que demandan las grandes inversiones en la industria para madurar; en el corto plazo, esta situación se ha traducido en un importante déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos, y aun cuando se ha financiado sanamente con el ahorro externo capta-do a través de la inversión externa, hay una extrema volatilidad de las inversiones en cartera y una elevada incapacidad para traducirla en inversión productiva, esto señala una debilidad del esquema de financiamiento del modelo. En otros aspectos, el volumen de bienes de consumo importados ha desplazado del mercado interno a industrias nacionales rezagadas en sus procesos de modernización y que no resultan competitivas en cuanto a la calidad y precio. No obstante a la existencia de bienes provenientes del exterior, que favorecen a los consumidores, dado su impacto negativo sobre la producción nacional y el empleo, es necesario ofrecer alguna alternativa a las empresas mexicanas para apoyar su reconversión de manera que encuentren condiciones para mantener su presencia en el mercado. Dado que las economías en desarrollo compiten agudamente por atraer capitales, se ha instrumentado un paquete de medidas, las cuales radican en mantener deprimidos los salarios reales y conceder ventajas fiscales, afectando la recaudación fiscal y limitando la expansión del gasto público. La restricción fiscal, la reducción en el crecimiento económico mundial, la competencia por capital externo y la drástica caída del comercio mundial han provocado en los últimos 18 meses una baja en la producción interna de bienes y servicios; el incremento en el desempleo y subempleo de la mano de obra; el rezago en la producción del sector agropecuario, en especial el agrícola; el incremento en la marginalidad económica y social de importantes grupos de población y mayor concentración de la producción y de la riqueza a nivel regional y urbano. Los resultados alcanzados con respecto a los principales desequilibrios que esta estrategia se propuso resolver se pueden dividir en cuatro aspectos: a) las finanzas públicas, b) la formación de capital fijo y el crecimiento económico; c) la balanza de pagos y el ahorro externo; y d) el consumo y el ahorro privado. En relación con el primer aspecto, durante el periodo 1989-2001, los ingresos ordinarios del sector público disminuyeron su participación en el PIB en 4.4puntos porcentuales, comportamiento que se explica principalmente por la caída de los ingresos petroleros debido a la disminución del precio internacional de este producto, hecho que a la vez se tradujo en una disminución del peso relativo de la industria petrolera en la actividad económica general. A su vez, los ingresos no petroleros mantuvieron una participación relativamente constante respecto al PIB, pero experimentaron una modificación en su estructura. En efecto, los ingresos tributarios muestran un aumento de 7.7 puntos porcentuales, compensado por una disminución equivalente en los ingresos deriva-dos de la venta de bienes y servicios producidos por el sector público. Los cambios señalados, por un lado, están estrechamente asociados con el proceso de desincorporación de empresas públicas y las reformas tributarias tendientes a mejorar la eficiencia en la recaudación e incrementar la capacidad del gobierno para orientarla asignación y distribución de los recursos económicos por medio de los impuestos. Al interior de los ingresos tributarios no se produjeron modificaciones significativas, puesto que se mantuvieron las participaciones relativas de los impuestos directos e indirectos, en alrededor del 43% y 57%, respectivamente. Por el lado de los egresos, el gasto neto del sector público disminuyó su participación en el PIB a 8.3 puntos porcentuales, proceso que se explica casi íntegramente por la disminución del peso del gasto no programable, debido principalmente a la disminución relativa del servicio de la deuda pública. Dicho cambio estructural fue posible con la renegociación de la deuda externa en 1989 y1990 y por la asignación al pago de la deuda de una parte significativa de los recursos obtenidos, directa e indirectamente, del proceso de desincorporación y del incremento de la recaudación fiscal, cuyo objetivo fue proveer mayor flexibilidad a la política de gasto del gobierno y disminuir los costos sociales derivados de los subsidios. El resto de la caída en la participación del gasto neto del sector público, aproximadamente dos décimas de punto del PIB, se explica por la disminución del gasto de capital (0.8 puntos), ya que a pesar de la disminución en el número de empleados del sector público, el gasto corriente aumentó 0.6 puntos, a consecuencia del incremento de los recursos destinados a servicios personales; si a ello se agrega que los niveles cuantitativos de prestación de los servicios públicos no disminuyeron significativamente, los gastos en materiales y suministros y en servicios generales, explican que la participación del consumo del gobierno en el PIB disminuyera en 1.6 puntos porcentuales. Con respecto al gasto de capital, cuya reducción se refleja en una caída de la misma magnitud en las cuentas nacionales, debe anotarse que, aún cuando en el corto plazo desempeña frecuentemente el rol de variable de ajuste, su comporta-miento ha sido a la baja en el mediano y largo plazo, con el propósito de disminuir el papel de “efecto de arrastre” que la inversión pública tiene sobre la inversión privada, procurando que su dinámica responda progresivamente más a criterios de eficiencia social y menos a exigencias de corto plazo. El resultado neto de los ingresos y egresos se tradujo en un cambio drástico de la inserción del sector público en la economía. Su déficit en el periodo disminuyó su participación en el PIB a 3.8 puntos. Por su parte, el ahorro del sector público pasó de 1.3% a 5.4% del PIB, lo que representa un cambio de una magnitud ligeramente superior a 4 puntos del PIB.2 Este cambio es parte de la modificación substancial que sufrieron la fuentes de financiamiento del proceso de acumulación; el sector público dejó de ser un importante demandante de ahorro incluso en algunos años (cuando se obtuvo superávit presupuestal fue un oferente neto del mismo). Por cuanto hace a la formación bruta de capital, durante el periodo 1989-2001, su participación en el PIB se incrementó en 3.9 puntos, dinámica que se explica por el incremento de la inversión privada, cuya participación aumentó en4.9 puntos, contrarrestando así la caída de la inversión pública anteriormente seña-lada (0.8 puntos porcentuales). En la elaboración de propuestas sobre los estímulos a la inversión privada productiva, es importante señalar que ésta, en un marco macroeconómico con estabilidad de precios y expectativas “normales”, y para efectos del dinamismo de la actividad económica (representado básicamente por el crecimiento del PIB), es la variable con más peso. El periodo 1989-2000 muestra que, con tasas de inflación decrecientes y evolución positiva del PIB, la inversión privada creció en promedio a un ritmo anual superior al 9%, aún cuando la tasa de rendimiento del capital productivo disminuyó sostenidamente durante ese lapso de tiempo, a consecuencia principalmente de la apertura comercial, la cual impidió que la mayor productividad del trabajo se convirtiera en incremento en los beneficios. Desde el punto de vista de la composición por origen de la inversión total, es importante señalar que el rubro que mostró más dinamismo fue el de maquinaria y equipo, que explica prácticamente el total del incremento de la inversión en el PIB. Este hecho induce a pensar que la dinámica de la inversión, guiada por el sector privado, estuvo fundamentalmente orientada a inversión productiva. Puesto que el aparato productivo interno no tiene suficiente capacidad de oferta de los bienes de capital demandados durante este proceso de crecimiento, una parte significativa de la inversión se transformó en demanda de bienes importados. En efecto, el componente importado de la inversión fue el más dinámico, explicando el 31.6% del incremento total de este concepto, al aumentar en 2.6puntos porcentuales su participación con respecto al PIB. Para interpretar plena-mente este resultado, es importante anotar que el comportamiento de la importación de bienes de capital depende, por un lado, de la propia dinámica de la inversión productiva, y por otro, de la evolución de los precios relativos de los bienes de capital doméstico con respecto a los importados. En primer lugar debe mencionarse la importación de bienes intermedios, cuya participación en el PIB se elevó a 12.6 puntos porcentuales, como respuesta al crecimiento del PIB principalmente, pero también al comportamiento de los precios relativos, a la evolución de las restricciones arancelarias y a las menores restricciones cuantitativas. En segundo lugar, la importación de bienes de consumo, si bien ha sido la de menor participación (3.2%), presentó un comportamiento más dinámico. La razón principal es la progresiva disminución de las barreras arancelarias y la eliminación de restricciones cuantitativas a la importación, que acompañada con una disminución de los precios relativos de los bienes importados y de un incremento global del consumo privado como consecuencia de los mayores niveles de actividad económica, se tradujo en un fuerte aumento de su importación. 2 Se define ahorro del sector público como la diferencia entre ingresos y gastos corrientes.74 El conjunto de estos egresos incrementó su participación en el PIB a15.8 puntos, en tanto que los restantes egresos corrientes distintos de importaciones la redujeron a 2.9 puntos, lo cual se debió a una disminución del peso relativo de los pagos por servicios factoriales. La estrategia seguida en materia de renegociación y endeudamiento externo permitió disminuir significativamente el peso de este rubro en las cuentas con el exterior, otorgando grados de libertad a la política económica. Por su parte, los ingresos corrientes de la balanza de pagos aumentaron su participación en el PIB, por el efecto neto de las mayores exportaciones no petroleras (16.8 puntos) y la disminución de las petroleras (1.5 puntos). En la explicación del comportamiento del primer rubro es necesario tener en cuenta, por lo menos, los siguientes aspectos: la expansión de la economía de los EUA; el dinamismo de la demanda interna; los precios relativos y en estrecha relación con esto último, el efecto específico de la liberalización económica sobre la estructura de costos de las actividades exportadoras. Los precios relativos de las actividades exportadoras se vieron favorecidos en dos aspectos, uno, por el efecto de la eliminación progresiva de la estructura arancelaria, cuyo sesgo antiexportador limitaba el potencial de estas actividades, y dos, por el incremento sostenido de la productividad, cuyo dinamismo superó al del incremento de los salarios nominales, resultando finalmente en una disminución relativa del costo unitario. Adicionalmente, la instrumentación de apoyos crediticios para la exportación e importación de bienes utilizados en la producción de bienes exportables contribuyeron a integrar un escenario propicio para esta actividad. Con respecto a los otros rubros del sector externo, como el turismo y las maquilas, es necesario señalar que el comportamiento de su saldo neto responde fundamentalmente a la evolución favorable de la economía americana y a los precios relativos. En todo caso, los resultados obtenidos por ambos conceptos muestran que su aporte neto al saldo de la cuenta corriente se comportó en forma opuesta: mientras que la maquila aumentó su participación, el turismo la disminuyó no obstante la expansión de su oferta. En efecto, en el caso de la maquila, se observa que su participación en el PIB creció en 11.9 puntos porcentuales, con una tasa promedio de crecimiento de16.3% durante el periodo 1989-2001. Ello se explica por el resultado neto de los dos factores señalados: el dinamismo de la economía americana, variable con la cual tiene una elevada elasticidad y la evolución de los salarios reales que en los últimos años han aumentado más que la productividad, ejerciendo un efecto negativo sobre los costos de las maquiladoras. El ingreso neto por turismo disminuyó su participación en el PIB 0.8 pun-tos porcentuales, no obstante el incremento de la oferta hotelera a una tasa promedio anual del 2.4%, por lo tanto, el resultado observado se explica por el efecto depresivo del precio relativo. El resultado neto de los ingresos y egresos corrientes de las cuentas del exterior expresan que se mantuvieron las fuentes de financiamiento en el proceso de inversión; en efecto, el ahorro externo pasó de 2.7% a 2.9% del PIB, entre 1989y 2001. Por último, con relación al comportamiento del ahorro privado, los resultados alcanzados fueron los siguientes: la participación del ahorro externo y del ahorro del sector público tuvieron su contrapartida en el comportamiento del ahorro del sector privado. Este último, pasó de representar alrededor del 14.5% del PIB en 1985 al 13.0% en el 2001. Es decir, la disminución del peso relativo de esta fuente de financiamiento de inversión se comprende, en parte, como consecuencia del comportamiento del consumo privado, y como resultado residual de los otros componentes del ahorro y del propio comportamiento de la inversión. Con respecto al consumo privado, el análisis estadístico muestra que la sociedad mexicana tiene una alta propensión marginal al consumo, agravada por una situación recesiva que deprimió a este último en el periodo anterior. Ello se tradujo posteriormente en un dinamismo en este concepto de gasto, que adicional-mente tuvo un efecto sobre las cuentas del exterior, dado el cambio observado del precio relativo de los bienes de consumo importados. Aunado a lo anterior, la tendencia a la baja de la tasa de interés real propició la expansión del consumo, en particular de bienes durables; simultáneamente, el aumento, aunque moderado, de los salarios reales, acompañado de una disminución de la tasa de desempleo, contribuyó también a dinamizar el consumo privado. En resumen, las expectativas de un mayor ingreso disponible, consistente con las mayores tasas de crecimiento de la actividad económica, acompañada de la apreciación real del tipo de cambio y la expansión del crédito al consumo, se tradujo en un incremento de 1.3 puntos porcentuales en la participación del consumo privado en el PIB. Las empresas observaron, por una parte, la disminución de la tasa de interés real, fenómeno que se explica tanto por los factores internos mencionados como por la disminución de las tasas de interés internacionales, y por otra, la expansión del sistema crediticio disponible, tanto interno como externo. En este marco, fue “fácil” para las empresas cubrir la diferencia entre el ahorro y la inversión por medio del endeudamiento, el que, dado el menor nivel de las tasas de interés externas, tendió a desplazarse en forma creciente hacia la deuda externa. De esta forma, se observó la creciente independencia de las decisiones de ahorro e inversión en un contexto de crecimiento del sistema financiero. Por lo tanto, el sector privado pasa a ser, de generador de ahorro para financiar su inversión, a demandante de él, lo cual se manifestó en la acumulación de montos crecientes de deuda privada, tanto con el sistema financiero interno como externo. Conclusiones Los órdenes de magnitud mencionados contribuyen a describir algunas de las condiciones estructurales a considerarse en el diseño de política económica en el futu-ro. Así, por ejemplo, la alta sensibilidad de las importaciones con respecto al crecimiento económico y la dependencia de las exportaciones, en relación con la evolución de la economía de los EUA, constituyen realidades estructurales difíciles de modificar en el corto y mediano plazo. Sin embargo, el propósito final de la política de desarrollo es justamente modificar las restricciones o “círculos viciosos” que frenan o limitan el crecimiento sostenido de la economía. Con este propósito, es necesario mantener durante un lapso suficientemente extenso la política adoptada. En ese sentido, consideramos que es necesario destacar los siguientes aspectos: a)Tipo de cambio real y dinamismo exportador, el cual puede interpretarse como el precio relativo entre los bienes exportables y no exportables de la economía. Las variaciones bruscas del mismo generan incertidumbre a los agentes encargados de tomar las decisiones de inversión y, en consecuencia, debilitan las posibilidades de desarrollar el sector de bienes exportables; con este propósito, es necesario que los agentes perciban que el tipo de cambio tendrá un comportamiento predecible y consistente con el objetivo de reorientar el aparato pro-ductivo hacia el exterior. Pero el tipo de cambio también es, simultáneamente, un activo financiero objeto de presiones especulativas, que lo transforman en un componente altamente volátil en la economía. Esto tiene particular relación con los procesos inflacionarios, y es más pronunciado cuanto más abierta es la economía. El problema de política es definir un régimen cambiario que conjugue un estímulo adecuado a las actividades exportadoras y, a la vez, no amplifique las presiones especulativas e inflacionarias. En la presente etapa de la política eco-nómica, es conveniente mantener el apoyo al sector exportador que permita finalmente romper la dependencia de la demanda interna y consolidar bases para su desarrollo sostenido. A la vez, la experiencia reciente sugiere la necesidad de proteger al mercado cambiario, tanto de entradas como salidas masivas de divisas, mediante una cuidadosa política que limite la introducción indiscriminada de capital de corto plazo. b)Coeficiente de inversión y crecimiento. El dinamismo de la inversión es condición necesaria para alcanzar y mantener tasas de crecimiento del PIB consistentes con el objetivo de empleo y bienestar. Es necesario obtener tasas de rentabilidad de la inversión productiva que la hagan atractiva; sin embargo, en una economía crecientemente más abierta y competitiva, la rentabilidad no proviene de los privilegios propios de un mercado protegido, sino de los niveles de productividad más elevados, que a su vez están asociados a los avances tecnológicos. En este aspecto, es necesario tener presente que tales avances no se logran con el aprendizaje automático obtenido con la práctica, sin ningún costo; la maduración exige esfuerzos conscientes para establecer una estrategia e invertir recursos. Por lo tanto, las ventajas comparativas del país deben concebirse bajo una visión dinámica, no estática, susceptible de modificarse por el mismo proceso de comercio y la política tecnológica seguida con este propósito. También es relevante tomar en cuenta que la expansión de las exportaciones conduce a un crecimiento mayor de la productividad, ello mediante la explotación de las economías de escala y la introducción de presiones competitivas, a la inversa de lo que sucedió con la sustitución de importaciones; esto es, la liberalización del comercio exterior intensifica el crecimiento de la productividad al relajar las limitaciones para la obtención de divisas destinadas a importar bienes intermedios y de capital. Así, en el marco de la política comercial establecida, es clara la posibilidad de profundizar una relación positiva entre el cambio tecnológico y el aumento de la productividad. El problema central, en este aspecto, es desarrollar y fortalecer un sistema de información sobre opciones de inversión que apoye la toma de decisiones, facilitando la innovación y transmisión de tecnología; con este propósito, los instrumentos de política pueden ser diversos: centros de investigación y adaptación tecnológica, bancos de información especializados, líneas de créditos para los proyectos de investigación, etc. El problema es acompañar el proceso de acumulación con la creación de incentivos para que las empresas realicen actividades de cambio tecnológico. c) Sistema impositivo, asignación óptima y redistribución del ingreso. Una vez que los ingresos tributarios hayan coadyuvado a sanear las finanzas gubernamentales, mediante la reducción de las tasas impositivas y la ampliación del número de contribuyentes, será necesario simplificar su estructura para favorecer el crecimiento del ahorro interno y alentar la mejor distribución de la riqueza. Para tal propósito, es necesario que la estructura de ingresos públicos se concentre en tres impuestos básicos: los petroleros, el ISR y el IVA. Con los ingresos petroleros provenientes de impuestos y a través del ISR se debe impulsar el desarrollo social de la comunidad y de esta forma mejorar la equidad en la distribución de la riqueza. Con el IVA es necesario frenar el consumo, en especial el de los grupos socia-les de altos ingresos, para alentar el crecimiento del ahorro interno, y con los recursos provenientes de dicho impuesto se debe fomentar la eficiencia y la productividad mediante la adquisición de acciones de empresas prioritarias, que promueven la innovación tecnológica y la sustitución de importaciones. La adquisición de acciones por parte del gobierno no deberá otorgar derecho para administrar a las entidades favorecidas, esta compra sólo le dará el derecho a voz y voto en el consejo de administración de la empresa, a fin de que se discutan las líneas de acción programáticas que el gobierno quiere impulsar y se decida la mejor forma de instrumentarse. Con la simplificación del esquema tributario se logrará incrementar el ahorro del sector público, ya que los gastos asociados con la administración de la recaudación se reducirán de manera significativa. Por otra parte, se alentaría la eficiencia macro y microeconómica, ya que se lograría una mejor distribución del ingreso, el aliento al ahorro interno y la mejor asignación de los recursos públicos. d)Nivel y asignación del gasto. El manejo del gasto público condensa diversos aspectos de la política de desarrollo. Por una parte, continúa siendo una variable de ajuste que permite modificar el nivel de la demanda agregada; sin embargo, este rol disminuye en el nuevo escenario, dominado en forma creciente por el comportamiento del sector privado, altamente sensible a la evolución de los agregados monetarios y de las variables fiscales. En consecuencia, toda pro-puesta basada en un aumento del gasto con propósito de dinamizar la economía conlleva el riesgo de desencadenar respuestas que se traducen finalmente en mayores desequilibrios. Además, el gasto público es un instrumento eficaz para atacar el problema de la pobreza y de la distribución del ingreso; aquí se encuentra uno de los principales desafíos de la estrategia económica: la selectividad y calidad del gasto para mejorar la condición de vida de los sectores sociales más necesitados. En este aspecto, el problema no es tanto la magnitud del gasto como la orientación del mismo. Una situación pendiente, entonces, es iniciar esfuerzos orientados a au-mentar la eficiencia del gasto, sometiéndolo a procesos previos de evaluación para asegurar la rentabilidad social de los proyectos con el propósito de maximizar el bienestar social; en este sentido, la asignación óptima del gasto significa pro-curar la mejor distribución intertemporal del sacrificio social necesario para lograr el patrón de crecimiento deseado. Referencias bibliográficas Banco de México (varios años). Indicadores Económicos, México: Banco de México. INEGI (1994). Anuario Estadístico de los Estados Unidos Mexicanos, México: INEGI. __________ (2001). Indicadores Sociodemográficos de México (1930-2000), México: INEGI. __________ (2002). Indicadores de Coyuntura, México: INEGI.80 __________ (2002). Sistema de Cuentas Nacionales, Mayo 1980-2001, México: INEGI. Nacional Financiera (1990). La Economía Mexicana en Cifras, México: NAFIN. Presidencia de la República (1992). IV Informe de gobierno, anexo estadístico,(1950-1997). México. __________ (1995). Primer Informe de Gobierno, anexo, septiembre. __________ (2001). Anexo Estadístico del Primer Informe de Gobierno, septiembre. SHCP (2001). Informes sobre la situación económica, las finanzas públicas y la deuda pública, México: SHCP. Sistemas de Información Contable y Administrativa Computarizados S. A. de C. V(2002). Prontuario de Actualización Fiscal, núm. 298, p. 173, primera quincena de marzo. STPS (2002). Estadísticas laborales (1998-2000), México: ST y PS http://www.analisiseconomico.com.mx/pdf/3703.pdf Desarrollo Compartido: (70 - 76) a fines de los 60's el desarrollo estaba en crisis, entró Echeverría como crítico de éste modelo debido al malestar social con un crecimiento de la economía y redistribución de la riqueza, incentivar el desarrollo y compartir los beneficios por los sectores sociales. En el primer año hubo cautela y reducción del gasto público, en el campo respondió a las invasiones de predios con la represión militar, el desarrollo compartido fue madurando con una reforma tributaria, aumentó el gasto social del gobierno, mayor intervención del estado en producción y distribución, estímulos para revitalizar el campo, pero ésta política no llegó a realizarse. En el segundo año hubo política de freno y arranque, es decir, se impulsaba el crecimiento con el gasto público y las presiones inflacionarias provocaban medidas contraccionistas y desaceleración. El gasto público era fincado por la escasa recaudación fiscal y prestamos externos. El eje federal modernizó el sistema tributario para aumentar los ingresos del gobierno. Se multiplicaron las agencias de gobierno con créditos para apoyar al campo y existió participación del estado en el proceso productivo y distributivo con empresas estatales. Causas del Fracaso del Desarrollo Estabilizador: 1. Fuerte crecimiento de la deuda externa con Echeverría que aumentó en un 360% en su sexenio 2. Desaceleración del crecimiento del PIB que descendió y quedó menor a la taza de crecimiento de la población 3. Agudos desequilibrios de la balanza comercial, se orientó el crecimiento hacia adentro con barreras arancelarias, los productos mexicanos no eran competitivos, se compraba tecnología extranjera. 4. Inestabilidad cambiária. El creciente déficit comercial tuvo que devaluar la moneda, incluso en el 6to informe de gobierno en 1976, la paridad cambiária se dejó en flotación y provocó una devaluación de casi el 100% por que se debió devaluar antes. (la moneda es la mercancía que representa la unidad de valor único y determinado aceptado por todos. La emisión del circulante debe estar respaldada por la cantidad de bienes y servicios que el país produce) 5. Especulación y fuga de capitales: la economía era peligrosa y los inversionistas se retiraron del proceso productivo, cambiaron moneda nacional por extranjera, y la dolarización aumentó demanda de divisas; se devaluó la moneda, el dólar se elevo, las ganancias de la especulación generalmente van al extranjero o a naciones con economías estables. El financiamiento Externo: La primera vía para obtener divisas con López Portillo fue el petróleo y la 2da el endeudamiento externo. Para impulsar la industria petrolera se requerían divisas y la exportación pagaría la deuda a mediano plazo. Sin embargo la crisis interna a finales de los 70's tuvo varios factores a considerar: · Declinación generalizada de la taza de ganancia. · Pérdida de dinamismo productivo por la sobreproducción de mercancía. · Sub utilización del capital productivo que provocaba inflación y desempleo sin inversión productiva en los mercados financieros internos. El excedente monetario (dinero que no era invertido) era para créditos para países desarrollados y para los del 3er mundo con pocas restricciones (por eso se endeudaron). Política Económica del Sexenio: Como ya se tenían recursos para impulsar el crecimiento económico. La administración propuso la alianza para la producción y las reformas de López Portillo eran: Desarrollar la industria petrolera Satisface la demanda de alimento, recuperar el sector agropecuario con créditos Crear empleos y destinar parte del gasto público a la inversión productiva. Reorientar la producción industrial hacia bienes de consumo básico(alimentos procesados, ropa, calzado) en el mercado interno y no de consumo duradero (electrodomésticos). Ampliar los servicios sociales que son responsabilidad del estado. Modernizar el aparato gubernamental para erradicar el descontrol administrativo. Causas Internas del Fracaso de la Alianza de la Producción: 1. Crecimiento desmedido de las importaciones, acumulación de la deuda externa y desequilibrios comerciales. 2. Insuficiencia de los estímulos del campo. 3. Mantenimiento de una planta productiva ineficiente y poco competitiva. 4. Fuerte aumento del gasto público corriente. 5. Inflación, especulación financiara y fuga de capitales. Causas Externas del Fracaso de la Alianza de la Producción: 1. Brusca caída de los precios del petróleo 2. Alza de las tazas de interés Balance Final: Los desequilibrios estructurales continuaban al concluir el sexenio de López Portillo pero eran mas críticos: Se necesitaban mas recursos para reactivar la economía sin contar con el petróleo. La industria seguía necesitando recursos pero no conseguía divisas El sector agropecuario seguía deteriorándose. Por la deuda externa, México ya no era cliente confiable para la banca privada interna. Para pagar intereses y capital de la deuda externa era necesario sacrificar recursos que el país requería para seguir invirtiendo. Neoliberalismo y Globalización: (1982 - 1997) Modelo Neoliberal.- al iniciar los 80's otra vez estamos unidos en una crisis que necesitaba nuevas estrategias para el desarrollo económico, hubo un intenso debate sobre las alternativas. Para llegar al modelo Neoliberal había una deuda externa superior a las capacidades de pago con la devaluación y los niveles inflacionarios. Había gran decaimiento político con el banco mundial y el fondo monetario internacional que ejercían presión a las decisiones económicas nacionales por los gobiernos conservadores de Margaret Thatcheri y Ronald Reagen, el modelo del neoliberalismo se había considerado y era que los países capitalistas mas poderosos podían conducir sus economías y las de otros países subdesarrollados dependientes de ellos. El modelo les permitía a los desarrollados el cumplimiento de los compromisos financieros, querían estabilidad y rentabilidad de sus inversiones con la aceptación de los lineamientos económicos propuestos del exterior y el modelo neoliberal se adaptó en México con Miguel de la Madrid. El 1ro de diciembre de 1980 fue adoptado con presión en países latinoamericanos. Propósitos y Comportamiento: Es un modelo económico de la Post guerra y su principal exponente contemporáneo es el economista Milton Friedman quien se opone a la intención del estado en la economía con el liberalismo del siglo XIX como dejar la fijación de precios a la oferta y la demanda sin las medidas de protección económica interna como precios controlados por el estado, eliminar barreras arancelarias, y legales a las importadoras y exportadoras, apoya la desregularización de las relaciones económicas, la privatización de empresas estatales y colectivas del libre juego de los agentes y factores económicos evitando factores de distorsión del mercado y un riguroso control del equilibrio presupuestal del estado. El neoliberalismo cree que los resultados negativos de los modelos es por una distorsión de los factores y prácticas que proponen suprimir y dice que el juego libre del mercado tenderá a la riqueza y ésta fluirá a la sociedad. De manera provisional se utilizarán mecanismos primordiales para los niveles mas extremos de la pobreza. Política Económica: Éste modelo ha abarcado los sexenios de de la Madrid Salinas y Zedillo La economía mexicana ha variado en diferentes áreas y ha conservado sus principales directrices casi sin modificación, hubo un proceso de apertura comercial al exterior, reduciendo y eliminando las medidas arancelarias y legales para la importación de productos extranjeros, impulsó el concepto de el estado debía retirarse de la participación económica directa y pasarla al capital privado, pero solo la privatización, pero no la infraestructura ni la educación. Empezó a disolverse la propiedad colectiva ejidal del campo, impulsando la propiedad privada ya que el ejido había mostrado su incapacidad. Se suprimieron gradualmente los controles de precio hasta reducirlos a los productos básicos. Se adoptaron presupuestos para abrir los mercados en áreas en que la práctica estatal estaba bajo control monopólico, pero la falta de capital fue impedimento para su disolución. Se iniciaron reformas para limitar los impedimentos legales para la participación en diversas esferas de la economía de la administración pública a las estrategias financieras nacionales. La inversión extranjera amplio su margen del 49% y también las áreas a las que tenía acceso. La política financiera se privatiza gradualmente por la promoción de las casas de bolsa y venta de capital privado de la banca nacional. Impulsó la participación bursátil de las empresas, redujeron el gasto público y aumentaron la recaudación de impuestos, con recortes presupuestales se dio prioridad a la paga de la deuda externa o al menos los intereses. Se han tratado de eliminar normas de protección al trabajo frente al capital que establece la constitución y la ley federal del trabajo como la inamovilidad del empleo, el pago por jornada y el salario mínimo, pero éstos presupuestos no han sido llevados a cabo. Globalización: Es el fenómeno de cambio estructural de las relaciones sociales y económicas de los países para un solo sistema socioeconómico, y las variaciones en sus elementos influyen en el conjunto de sistemas. No es nuevo que ciertos acontecimientos tengan efectos tengan efectos graduales, lo que define y distingue es: 1. La velocidad con que los acontecimientos repercuten 2. La extensión de las redes de interrelación Comenzó a generarse en el siglo XVI y fue sistema mundial. Hasta éste siglo deja sentir sus efectos plenamente en la cultura, la información y la salud, además de la economía y la política es resultado de la transformación de las relaciones económicas mundiales. En las grandes capitales financieras internacionales ha tenido como efecto el reordenamiento de las relaciones económicas, uniendo los bloques económicos. En este momento se pueden identificar 3 bloques económicos: 1. EUA, Canadá, Países Latinoamericanos y múltiples Naciones Asiáticas y Africanas 2. Países Europeos y colonias antiguas de Asia y África. 3. Japón y cuenca del pacífico, países de Oceanía y lejano Oriente. Una de las característica de la globalización es la competencia veloz del capital por expandirse a los distintos mercados. El Acuerdo General de Aranceles y Comercio (GATT), fórmulas mercantiles para facilitar la circulación de mercancías en los países participantes y los Tratados de Integración Económica que tienden a unificar plenamente a las economías participantes han concretado la globalización entre los países desarrollados y los países sub desarrollados. Esto se debe a las desventajas competitivas de los países sub desarrollados en los mercados internacionales. Los bienes y los servicios de los países desarrollados tienen los mas elevados precios del mercado internacional por que los procesos de producción tienen alta tecnología y los países dependientes no y por que los recursos financieros están controlados a escala mundial por los países desarrollados. Los países sub desarrollados están imposibilitados para acceder en ganancias como la de los países desarrollados y continúan sus condiciones de dependencia por los costos de la adquisición de tecnología y el pago de financiamiento que producen grandes deudas externas que superan la capacidad de pago incluso a largo plazo con esfuerzos financieros que sacrifican las condiciones de vida de la población y no dan acceso a nuevos niveles de desarrollo de la globalización pues no han homogeneizado los niveles de vida de los habitantes del mundo. Reformas Políticas: Al terminar la segunda guerra mundial hubo 2 bloques: los capitalistas con EUA y Europa Occidental y los Socialistas como la Unión Soviética, hubo pugna por el control político y económico de la urbe: la guerra fría. Éstos países, en sus países dependientes favorecieron el establecimiento de regímenes de distinto grado de autoritarismo en Latinoamérica, en los 70's hubo muchas dictaduras, en México hubo mecanismos de control estatal con ejercicios autoritarios del poder y represión violenta. En la mitad de los 80's los socialistas entraron en profunda crisis económica, política y social. La disolución del bloque y búsqueda de nuevas alternativas económicas y políticas con éste triunfo de los capitalistas maduró la globalización. Los periodos de gobierno neoliberales han tenido importantes transformaciones al régimen político tendiendo a algo plenamente democrático pero el proceso ha sido muy desigual. Reformas Económicas y su Impacto: la política económica neoliberal se implantó por múltiples reformas al conjunto de sistemas económico nacional, estas reformas variaron ampliamente la forma de ser realizados de temporalidad y ritmo de operación. Planes y Programas: de las reformas y medidas aportadas fueron articulados a través de planes y programas orientados a áreas económicas particulares. Plan Inmediato de Reorganización Económica (PIRE) El sexenio de de la Madrid empezó con crisis y agotamiento del proyecto de crecimiento económico de la administración precedente basado en petróleo y endeudamiento externo. El nuevo gobierno quiso atenuar los efectos inmediatos de la crisis económica y la deuda externa para estabilizar la economía. Para salir de la crisis era necesario distinguir acciones realizables a corto plazo y una segunda etapa de acción con medidas de largo alcance atacando de raíz los problemas con el pire y el plan nacional de desarrollo (PND) el primero se anunció el 1 de septiembre en el discurso de la toma de posesión y el segundo en mayo del 83. PIRE: 1. Combatir la inflación. 2. Recuperar el ritmo de crecimiento 3. Proteger el empleo 4. Disminuir el gasto público y la reestructuración de la administración pública. 5. Aumento de ingresos fiscales y analizar el crédito selectivamente En resumen, el gobierno gastaría lo menos posible, no pretendiendo revertir el déficit presupuestal. Plan Nacional de Desarrollo 83 - 88 Estuvo articulado al sistema nacional de planeación democrática con programas sectoriales (vivienda), regionales (franjas fronterizas), institucionales (pemex). El documento central del sistema de planeación, establecía lineamientos de política en todos los ámbitos, se proponían objetivos vinculados con la transformación estructural de la economía intentando legitimizarlo, se presentó como plan nutrido de propuestas ciudadanas en los foros de consulta popular de la campaña electoral y este plan estaba organizado en 3 partes: 1. Reorientación económica contra la inflación y la inestabilidad cambiária y un cambio estructural para reorientar y modernizar el aparato productivo y distributivo nacional. 2. Describía los lineamientos de gasto público vinculados con la economía internacional, capacitación y productividad 3. Daba formas de participación social para ejecución y evaluación del plan para promover la economía de las exportaciones, modificar la política agraria y condición de estabilidad El PND se tradujo en contención salarial, elevación de precios y tarifas públicas y reducción y eliminación de subsidios. Plan Nacional de Desarrollo 89 - 94 Tenía 4 objetivos centrales: 1. Defensa de la soberanía. 2. Ampliación de vida democrática. 3. Recuperación económica y estabilidad de precios. 4. Mejoramiento del nivel de vida de la población. Proponía la modernización de México con la no intervención en asuntos de otros países y rechazándola en el mismo sentido, hubo propuestas relacionadas con los procesos electorales para hacerlos mas confiables con la división de poderes de la unión para: a) Reducción del gasto público b) Nueva política de impuestos con mas contribuyentes c) Modernización económica nacional d) Apertura a importaciones e) Mayor inversión extranjera f) Aumento de empleos, nivel adquisitivo, salarios g) Erradicar pobreza extrema. Plan Nacional de Desarrollo 95 - 2000 Se desarrolla en 5 grandes rubros: 1) Soberanía 2) Estado de Derecho y país de leyes 3) Desarrollo democrático y social 4) Crecimiento económico 5) Reconvención Industrial. Al inicio de los 80's la planta industrial estaba muy deteriorada e incapacitada. Lo básico era combatir la inflación y devaluación del peso, conjuntamente controlando la deuda externa. De la Madrid orientó hacia la internacionalización con productos que si podían competir para lograr el nivel de eficiencia y que gran parte de los productos industriales se exportaran con el programa de emergencia económica. Al inicio del gobierno de Zedillo, una crisis financiera provocada por la caída de la bolsa de valores y la devaluación del peso lanzó este programa cuyos objetivos eran: 1º Reducir el déficit en el saldo de la cuenta corriente 2º Crear condiciones de recuperación de actividades económicas y empleo. 3º Limitar el efecto inflacionario a través de 4 elementos fundamentales: I. Pacto entre sectores productivos. II. Ajuste fiscal III. Profundidad del cambio estructural IV. Integración de un fondo financiero con recursos del exterior. Pactos Sociales: Son mecanismos orientados al logro de la recuperación económica y solución de situaciones potencialmente conflictivas. Desde de la Madrid se establecieron pactos en el gobierno y los distintos sectores sociales como: Pacto de Solidaridad Económica (PSE): En diciembre de 1987 se estableció aumento de precios del sector público, recuperándose el rezago previo, ajustes al gasto público, acelerar la privatización, reducir impuestos a importaciones, devaluación del peso controlada y aumento de emergencia al salario mínimo Pacto para la Estabilidad y Crecimiento Económico (PECE):Salinas, al principio del sexenio, abatiría la inflación, el equilibrio presupuestal, manteniendo y recuperando el crecimiento económico. Pacto para el Bienestar Estabilidad y Crecimiento Económico: Da continuidad a al PECE con Zedillo, vinculado al programa de emergencia económica. Programas Sociales: Parte importante del modelo neoliberal para posibilitar el desarrollo de los sectores menos favorecidos de la población: Programa Nacional de Solidaridad Pronasol y Procampo con Salinas; el primero combate la pobreza extrema con educación y el segundo es para impulsar la modernización productiva. Tiempo después formaron parte de las secretaría de desarrollo social SEDESOL. Acuerdos Internacionales: Sobre Aranceles y Comercio (GATT en julio del 86) es el primer organismo impulsado por países capitalistas con mayor desarrollo industrial que incentibiza la libre competencia en el mundo con el desmantelamiento de las barreras arancelarias. Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN): Elimina de manera mas completa los impedimentos arancelarios de México, Canadá y EUA el primero de enero de 1994. Impacto Social: Gasto social: importantes reducciones desde de la Madrid Educación: el estado ofrece los servicios educativos, combate el analfabetismo, la reprobación y deserción Salud: todos tenemos derecho a la atención de la salud por la constitución en la ley reglamentaria del artículo 4º constitucional Vivienda: en su mayoría son empresas privadas y a veces participa el estado; hay graves problemas de espacio y servicios. Empleo y Desempleo: Hubo aumento de desempleo con la crisis financiera del 94, los empleados no están ligados a la producción, sino a la prestación de servicios Pobreza: se carece de educación primaria en muchos adultos o son analfabetos con salud y vivienda deficientes Transformaciones Políticas: En el periodo neoliberal, los principales aspectos son: Desarrollo de organismos de sociedad civil. Organización y movimientos de demandas de grupos Organización y movimientos para la satisfacción de demandas de intereses de distintos organismos no gubernamentales Organizaciones Ecológicas OE PGE Partidos de grupos ecologistas FECOMEX Federación Concervacionesta Mexicana Greenpeace, grupo de los 100, PVEM y Alianza Cívica Anatocismo: cobro de intereses sobre intereses es legal en 1998 1 de enero del 94 se da el levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional Corporativismo: Proceso de Urbanización y ganancia de diversos sectores poblacionales. Ley de fomento a la propiedad industrial: con salinas se modifican disposiciones que restringían la libertad de las compañías mexicanas para adquirir tecnología extranjera. Hiram López sánchez Universidad Autónoma de San Luis Potosí Facultad de Derecho Desarrollo estabilizador Wikipedia El desarrollo estabilizador, fue un modelo económico utilizado en México entre los años de 1952-1970, aunque algunos autores de historia económica lo consideran de 19541970, las bases de este modelo radican en buscar la estabilidad económica para lograr un desarrollo económico continuo, la estabilidad económica refiere a mantener la economía libre de topes como inflación, déficits en la balanza de pagos, devaluaciones y demás variables que logran estabilidad macroeconómica. El periodo en el que se manejó el modelo en la economía nacional abarca los sexenios de Adolfo Ruiz Cortines, Adolfo López Mateos y Gustavo Díaz Ordaz. Algunas medidas que México optó durante este periodo, fueron: Devaluación del peso frente al dólar en 1954, con una nueva paridad de 12.50 pesos por dólar. Aumento de créditos al sector privado. Se facilita la entrada de inversión extranjera Se impulsa fuertemente la producción de bienes intermedios y se empieza a fomentar la producción de bienes de capital.]] y mas El modelo es precedido por el modelo de Sustitución de Importaciones, aunque conservando los principales puntos para la realización de este. A partir de 1940 México inicio una etapa llamada el milagro mexicano, esta etapa se caracterizó por ser de un crecimiento sostenido y fue el cambio hacia la formación de una nación moderna e industrializada. Crecimiento hacia afuera La segunda guerra mundial dio un gran estímulo al crecimiento de la economía mexicana. De 1940 a 1956 se da en México un período de crecimiento hacia afuera, basado en el dinamismo del sector primario. Esta política puede definirse como crecimiento sin desarrollo, ya que el número de industrias del país aumentó, pero sin la base sólida que es la libre competencia, que le permitiera desarrollarse económicamente. Durante el mandato de Ávila Camacho (1940-1946) se observó una notable estabilidad política y un crecimiento económico. Entre 1940 y 1945, el PIB creció a un ritmo de 7.3 por ciento, índice nunca antes alcanzado en la etapa postrevolucionaria. Los regímenes presidenciales de Manuel Ávila Camacho y Miguel Alemán Valdés proporcionaron los medios para alentar el crecimiento económico, la consolidación del mercado interno y la inserción de México en la economía mundial. La actividad industrial registró un vigoroso crecimiento. La tasa de crecimiento del PIB (Producto Interno Bruto) alcanzó entre 1947 y 1952 un promedio anual del 5.7%, con un gran crecimiento en la producción de la energía eléctrica y el petróleo y también de la industria manufacturera y de construcción. Crecimiento hacia adentro De 1956 a 1970 la economía mexicana gira ciento ochenta grados, creciendo hacia adentro, vía la sustitución de importaciones; es decir, México debía producir lo que consumía. La economía mexicana estuvo basada en el dinamismo del sector industrial, contrayendo la estabilidad de precios y ajustándose a los problemas productivos y financieros por los que pasó el país. El crecimiento industrial en el período 1940 -1970 mantuvo un ritmo de crecimiento sostenido, aunque basado en un mercado cautivo que le proporcionaba la política proteccionista diseñada por el Estado, situación que trajo como consecuencia el desarrollo de empresas sin competitividad con el exterior, que les impidió consolidarse a través de la exportación hacia mercados extranjeros; condición que impediría la creación de una verdadera industrialización moderna e independiente que contribuyera el desarrollo social del México posrevolucionario. http://es.wikipedia.org/wiki/Desarrollo_estabilizador Jaime Ros ( Ver todos sus artículos ) Mexico’s Market Reforms in Historical Perspective Juan Carlos Moreno Brid and Jaime Ros January 2004 Revised version Regional Adviser, Economic Commission for Latin America and the Caribbean, [email protected] Professor of Economics, University of Notre Dame, [email protected] Paper presented at the LACEA meeting in Cholula, Puebla, October 10, 2003. The authors want to acknowledge the valuable research assistance of Mr. Rubén Guerrero. The opinions here expressed may not necessarily coincide with those of the United Nations. ://www.economia.unam.mx/amhe/memoria/simposio22/Jaime%20ROS%20y%20Juan%20Carlos%20MORE NO%20BRID.pdf http “Shared development”, the oil boom and the debt crisis To the extent that the administrations of the 1970s did not solve these obstacles, they could, and did, become painfully costly. The new Echeverria administration taking office in late 1970 had as a central point of its political platform the claim that the 'stabilizing development' strategy of the period 1956-70 had failed to address the fundamental problem of inequality. A new strategy of 'shared development' was thus proposed in which the benefits from economic growth would be more evenly distributed. In practice, however, the policies adopted would fail to fulfill these objectives. Temporarily, the strategy did have the intended impact on the functional distribution of income. Gil Diaz (1987) shows that the share of labor in net national product went from 40 per cent in 1970 to 19 By 1972, the debt-GDP ratio and the debt-service-exports ratio had both reached 18 per cent (compared to 1 per cent in 1946). While these magnitudes did not yet imply a serious macroeconomic imbalance, they reflect the dynamic evolution of foreign indebtedness during the period. 18 43 per cent in 1972-74, and reached 49 per cent in 1976. In addition, GDP achieved an average rate of growth of 6.1 per cent per annum. Unfortunately, these achievements were accompanied by the emergence of severe macroeconomic imbalances. A number of reasons would account for this. On the external front, the collapse of the world's Golden Age had its toll on the Mexican economy. The first oil price shock found Mexico as a net importer of oil and, together with the decline in external demand, tightened the balance of payments constraints on growth. Moreover, the increase in domestic inflation rates to the 20 per cent range, the expansion of public investment, and a fixed exchange rate, tripled the trade deficit from 1970 to 1975. The model of industrialization also began to show some signs of exhaustion. Investment was carried out to modernize plants in old sectors already conquered by foreign competition, but failed both to increase exports significantly and to deepen import substitution in the capital goods sector. The limitations of capital goods manufacturing were evident, for example, in the fact that during 1974-75 they accounted for less than 8 per cent of manufacturing output, while at the same time they represented more than 50 per cent of total imports (sources???). As a share of GDP, overall exports declined, largely as a result of stagnating agricultural supplies and productivity. Manufacturing export coefficients increased but remained at low levels, and the share of imports in the domestic market started to climb as the investment process failed to diversify into new activities. To the extent that tax reform was not addressed, public revenues lagged behind. The fiscal deficit climbed from 2.5 per cent of GDP to 9.9 per cent between 1971 and 1976, and was increasingly covered through monetary expansion and external debt (which increased at an average annual rate of 40 per cent from 1973 to 197620). In addition, private enterprise did not find a fertile ground in the 'shared development' rhetoric, and soon the economy's expansion was being driven exclusively by public spending. Eventually, the situation worsened significantly as a result of capital flight. Notwithstanding the increase in import controls and tariffs, balance of payments pressures forced the government to depreciate by nearly 100 per cent in 1976, thus abandoning the exchange rate parity that had remained fixed for more than 20 years. Despite the severity of the 1976 crisis, in a year or so the economy's prospects were fully turned around with the announcement of Mexico's vast oil resources. Their exploitation and sale in the international market would bring a swift and strong recovery. The trade deficit was under control again, averaging 1.5 per cent as a share of GDP. The term profile of foreign debt was restructured and, for a while, new indebtedness did not grow in a noticeable way. An ambitious industrialization plan was launched on the assumption of a sustained long-term increase in the price of oil. 20 The belief that development, especially social development, could be accelerated while sacrificing fiscal discipline was rightly criticized by orthodox economists at the time. See Solis (1977) for a forceful statement. 19 Manufacturing investment soared, boosted by public and private entrepreneurship, and GDP reached rates of 8 to 9 per cent per annum from 1978 to 1981. A major tax reform was also carried out in this period, and these changes reduced some of the inequities of the Mexican tax system 21. However, with the benefit of hindsight, some signs were already worrying by the late 1970s. The inflation rate had reached a plateau of around 18 per cent and did not seem to climb down. Interest payments were increasing as nominal rates in the international credit markets floated upwards in an unprecedented way. Few investments were directed to the export sector, although two exceptions are worth noting: the motor-vehicle industry - where a new generation of plants was being built with state-of-the-art technology, explicitly designed to compete in the world markets - and the petrochemicals sector, where the public sector was investing heavily. The whole strategy had been based on: (1) the premise of a long-term foreign exchange and fiscal abundance from oil exports - and the 1979-80 oil price hike had only confirmed expectations that the era of high real oil prices had come to stay; and (2) the notion that the external debt problem was over, given the low real interest rates that had so far prevailed. Thus when in 1981 the oil market started to crumble and foreign interest rates drastically jumped upwards, both of these shocks were taken to be transitory, and thus to be dealt with by additional external finance. Shortterm external indebtedness was accelerated in an effort to sustain economic expansion. The increase in foreign indebtedness in 1981 was equivalent to 10 per cent of GDP and, by the end of that year, the current account deficit reached 12.5 million dollars, half of it due to interest payments, while capital flight was soaring. Indeed, the whole international economic environment that made the oil boom possible had been tragically misperceived (by the government, foreign banks and international financial institutions alike) and when this became clear Mexico suddenly became a highly indebted country, that is, an over-indebted borrower given the new levels of interest rates and export revenues with which the old debt had to be serviced. In 1982, the oil boom was over. IV. The shift in the market-state balance since the mid 1980s 21 An adjustment for inflation was introduced in personal income taxation. A value-added tax and a new corporate income tax were established. The tax base broadened as loop-holes were closed, and the whole administrative and compliance process was simplified. The one to five minimum wage bracket went from contributing 58 per cent of labor income tax collections in 1978, to 28 per cent in 1981; whereas the highest wage bracket 'more than 15 minimum wages' went from 8 per cent to 25 per cent of the total. For a detailed description, see Gil Diaz (1987). 20 The Mexican economy was subject to two major external shocks during the 1980s: the 1982 debt crisis which increased debt service and curtailed new external finance, and the 1986 oil price shock which dramatically cut off a major part of the country's main source of foreign exchange and fiscal revenues. These external shocks created imbalances in both the balance of payments and the fiscal accounts. The strategies adopted to restore domestic and external balance and the adjustments that followed can be briefly summarized as follows. In the wake of the 1982 debt crisis, a very orthodox, stabilization first strategy was adopted, with the aim of rapidly restoring price and balance-ofpayments stability. This was to be followed by a gradualist approach to structural adjustment which would promote an incremental process of resource reallocation in a stable and growth-oriented macroeconomic framework. This strategy - which prevailed as a policy stance during 1984 and part of 1985 - was soon to be abandoned in favor of a path of increasing radicalization of market reform measures which, contrary to conventional wisdom and advice, took place within the highly adverse macroeconomic environment created by the 1986 oil price shock. At the same time, and after the failure of successive orthodox attempts at inflation control, macroeconomic policy shifted in late 1987 to a rather heterodox approach to stabilization - the 'Economic Solidarity Pact' - aiming at rapid disinflation through the combination of wage and price controls, an exchange rate freeze, and tight fiscal and monetary policy. From then, market reform measures, especially in the areas of trade policy and privatization, underwent a radical acceleration. By the early 1990s the foreign exchange and fiscal gaps that were opened by the debt crisis and the oil shock had been closed. But the legacy of these external shocks - the collapse of public and private investments in the wake of the debt crisis and the loss of foreign exchange and fiscal revenues after the 1986 oil shock - had been harsh. Together with the stagnation of productive activity and the contraction of the population real incomes that followed, they adversely affected the economy's growth potential by reducing the domestic savings rate and producing an ageing of the capital stock and lower overall economic efficiency 22. The economy emerged weaker, rather than stronger, from the years of crisis and adjustment. At the same time, a 'great transformation' had been taking place, if we may appropriate Polanyi's expression for events of a different scale. Balance of payments liberalization and the North American Free Trade Agreement (NAFTA) have closely integrated the economy with that of the US, both in terms of trade and capital flows. Restrictions on foreign ownership have been largely eliminated and foreign participation in the economy has increased through direct investments in new plants, as well as mergers and acquisitions. State banks and public enterprises have, with few 22 For a detailed analysis, see Ros (1993). 21 exceptions, been turned into private hands. Privatization revenues, together with debt relief (under the 1989 Brady Plan) and fiscal adjustment allowed the government to reduce its debt, as a proportion of GDP, to rather low levels by international standards. A market oriented rural economy emerged following far reaching changes in the land tenure system, price policies, and the privatization or elimination of state enterprises and its substitution by a combination of subsidies and public programs. In sum, a massive reform process occurred with a view to giving a larger economic role to the private sector and greater scope to market forces, and to accelerating integration into the international economy23. Some policy reforms - especially those affecting the domestic regulatory framework- were long overdue (as exemplified most strikingly by the regulations in road transportation) and, overall, were clearly desirable on both efficiency and equity grounds24. Their adverse impacts have been rather limited or even absent, and the benefits of regulatory changes in many areas have by and large exceeded the costs. These have not been, however, the most radical reforms, nor those from which the greater benefits were to be expected. In what follows we focus on the most important of these reforms, privatization and state reform, trade, investment and financial liberalization - and on an evaluation of their effects. Privatization and Economic Efficiency The case for greater selectivity in state participation in the economy and, indeed, for state disengagement in a number of productive activities, has been based on macroeconomic grounds: a government rationed in credit markets, pressing social needs to be met, and a private sector with ample financial resources abroad ready to be invested in previously state-dominated activities which do not have a high social priority25. The case is certainly extremely powerful. But this is so for macroeconomic reasons related to the special conditions of the 1980s and has less significance for the long-term growth potential of the economy, beyond the promise (which so far largely remains just that) of a considerable expansion in human capital investments that the huge privatization revenues make possible. There is also, of course, the more traditional microeconomic case for privatization based on the notion that a greater participation of the private sector will bring about improvements in the overall 23 For a detailed review of the reform process, see Lustig (2002) an analysis of reforms in the domestic regulatory framework, see Lustig (2002) and Ros (1991). For an international comparison of policy reform in these areas, see Williamson (1990). 25 Under such conditions, a clear comparative advantage argument can be made for privatization, even if public enterprises had absolute efficiency advantages over private firms, for society as a whole would clearly gain from a reallocation of public investments from areas where social and private returns do not differ greatly to activities yielding a higher social/private returns differential. 24 For 22 efficiency of investment. If the latter is a positive function of the share of private investment in overall investment, then part, if not all, of the fall in the overall rate of accumulation could be compensated by the shift in the composition of investment. And as shown in Table 6, there has indeed been a dramatic shift in the composition of investment during the 1980s: from 56 per cent in 1980-81, the share of the private sector in total fixed investment rose to 77 per cent ten years later. The first point to be made in addressing this issue is to recognize that the efficiency of overall investment does not depend only on its private/public sector composition, but also on the rate of investment itself, which affects investment efficiency through its consequences on the age distribution and the structure of the capital stock (residential/non-residential, net investment/ depreciation). Now, as clearly shown also in Table 6, the shift in the private/public composition of investment was a result of the absolute decline in the rate of public investment, rather than of an absolute increase in private investment: the latter, as a fraction of GDP, was in the early 1990s at approximately the same levels as ten years earlier (14 to 15 per cent of GDP). Thus, if the share of private investment in overall investment increased, this was only because of the collapse of public investment rates. Unless the productivity of public investment was actually negative - and nobody to our knowledge has argued this - the efficiency losses resulting from the absolute fall in the overall rate of investment are bound to outweigh any efficiency gains brought about by the shift in its composition. The rise in the capital-output ratio since 1982 (see Table 6) is fully consistent with this conclusion. 23 Table 6: Structure of Gross Fixed Capital Formation Year GDP Total billions % of GDP billions Investment Public % of total % of GDP investment Private billions % of total investment % of GDP 1980 948.6 206.3 21.8 88.8 43.0 9.4 117.5 57.0 12.4 1981 1029.5 239.8 23.3 108.8 45.4 10.6 131.1 54.6 12.7 1982 1024.1 199.6 19.5 88.3 44.2 8.6 111.3 55.8 10.9 1983 988.4 143.1 14.5 56.5 39.5 5.7 86.6 60.5 8.8 1984 1022.1 152.3 14.9 58.8 38.6 5.8 93.5 61.4 9.1 1985 1044.5 164.3 15.7 59.3 36.1 5.7 105.0 63.9 10.0 1986 1012.3 144.9 14.3 50.9 35.1 5.0 94.0 64.9 9.3 1987 1029.8 144.7 14.1 44.6 30.8 4.3 100.1 69.2 9.7 1988 1043.0 162.5 15.6 40.6 25.0 3.9 121.9 75.0 11.7 1989 1085.8 171.9 15.8 43.5 25.3 4.0 128.4 74.7 11.8 1990 1142.0 194.5 17.0 48.4 24.9 4.2 146.1 75.1 12.8 1991 1190.1 215.8 18.1 48.7 22.6 4.1 167.2 77.4 14.0 1992 1232.3 239.2 19.4 47.1 19.7 3.8 192.2 80.3 15.6 1993 1256.2 233.2 18.6 47.3 20.3 3.8 185.9 79.7 14.8 1994 1312.2 252.7 19.3 64.9 25.7 4.9 187.9 74.3 14.3 1995 1230.6 179.4 14.6 44.6 24.8 3.6 134.9 75.2 11.0 1996 1293.9 208.9 16.1 38.0 18.2 2.9 170.9 81.8 13.2 1997 1381.5 252.8 18.3 41.8 16.5 3.0 211.0 83.5 15.3 1998 1449.3 278.8 19.2 38.7 13.9 2.7 240.1 86.1 16.6 1999 1503.5 300.3 20.0 42.9 14.3 2.9 257.4 85.7 17.1 2000 1602.3 334.4 20.9 54.5 16.3 3.4 279.9 83.7 17.5 2001 1597.2 314.9 19.7 47.5 15.1 3.0 267.5 84.9 16.7 2002a / 1611.7 310.9 19.3 50.9 16.4 3.2 260.0 83.6 16.1 billion of 1993 pesos source: ECLAC and INEGI a/ prelimin ary In addition, the relationship between the efficiency and the composition of overall investment is surely more complex than generally assumed. It is likely to have the shape of a Laffer curve with low efficiency levels being consistent with both too high and too low shares of public investment. This is so because public investment itself, as much recent empirical research suggests26, affects positively the productivity of private investment, and thus at low levels of public investment further reductions can bring about losses rather than gains in overall efficiency. Given the sharp contraction of public investments during the 1980s, and the fact that the microeconomic efficiency gains and performance improvements of the newly privatized enterprises are yet to be seen in most cases, the question arises as to whether the economy moved to the wrong side of the Laffer-type curve. In such circumstances, an increase in public investment in areas with high social returns and high positive externalities for the productivity of private investment is the best way of addressing the problem of investment efficiency. 26 See in the public capital literature, the studies by Aschauer (1989a, 1989b, 2000), Deno (1988), Munell (1990, 1992), and Easterly and Rebelo (1993), among others. México: las reformas del mercado desde una perspectiva histórica Juan Carlos Moreno-Brid y Jaime Ros E ste trabajo pasa revista a las principales políticas de desarrollo aplicadas por México en los dos últimos siglos y a los problemas económicos enfrentados. Centrándose en cambios radicales de estrategia respecto al papel de los mercados y el Estado, sostiene que a menudo no se han reconocido los verdaderos obstáculos con que ha tropezado el desarrollo del país y que algo similar podría….. http://www.eclac.org/publicaciones/xml/6/20416/G2258eMorenoBridRos.pdf Para salir del estancamiento Jaime Ros ( Ver todos sus artículos ) ¿Qué hacer para enfrentar la crítica situación que vive la economía mundial y para sacar a la economía mexicana del estancamiento crónico en la que se encuentra? Empiezo por comentar la situación de la economía estadunidense. El mundo tiene la fortuna de que en Estados Unidos, al frente de la Reserva Federal —el banco central más poderoso del mundo— se encuentre, por una coincidencia divina, un economista keynesiano y uno de los académicos estudiosos más conocedores de la Gran Depresión de los años 1930, que no ha dudado en usar prácticamente todos los recursos de que dispone la política monetaria para estimular la economía estadunidense y evitar que la “Gran Recesión” de estos últimos años se convierta en una nueva Gran Depresión. Se trata de una divina coincidencia porque, en efecto, sólo así puede calificarse a esta extraordinaria combinación de circunstancias: 1) un economista keynesiano, experto en esa Gran Depresión, al frente de la Reserva Federal; 2) postulado a ella por una administración republicana; 3) 30 años después de iniciada la edad oscura de la teoría macroeconómica; 4) en el momento en que se desatan la peor crisis financiera y una de las más severas recesiones a las que se haya asistido desde la década de los treinta del siglo pasado.1 Debe tratarse, sin lugar a dudas, de una intervención divina que impide que la combinación de las últimas tres circunstancias (de la 2 a la 4, es decir: administración republicana, plena edad oscura de la macroeconomía, y la peor crisis y recesión en muchas décadas) nos lleve a lo peor, conduciendo a la economía estadunidense al precipicio y detrás de ella al resto de la economía mundial. Desafortunadamente para el mundo, la política monetaria de Estados Unidos parece haber agotado sus posibilidades de acción: la tasa de interés de corto plazo que controla la Reserva Federal ha caído prácticamente a cero, con la promesa de la Fed de dejarla ahí durante los próximos dos años, mientras que la base monetaria (o el así llamado “dinero de alto poder” emitido directamente por el banco central) se ha multiplicado varias veces (creo que ocho veces a estas alturas). En tal situación, que Keynes —en su Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero— explicó cómo y por qué puede suceder, la responsabilidad de la recuperación económica pasa a recaer en la política fiscal.2 Es por ello que Paul Krugman, que ha leído bien a Keynes y entiende, al igual que Ben Bernanke, la Gran Depresión de los 1930, ha estado llamando, al igual que otros economistas norteamericanos, a la adopción de políticas fiscales expansionistas. Desgraciadamente, el gran déficit fiscal y la abultada deuda pública acumulada a lo largo de dos administraciones republicanas sucesivas por la vía, entre otras cosas, de grandes reducciones de impuestos a una minúscula proporción de superricos, restringen las posibilidades de acción de la política fiscal. La situación en México es distinta en, al menos, tres aspectos fundamentales. El primero es que los márgenes de maniobra de las políticas monetaria y fiscal son mucho mayores. Con la tasa de interés objetivo del Banco de México en 4.5%, unos 400 puntos base por encima de la correspondiente a la de Estados Unidos, la política monetaria está lejos de haber agotado todos sus recursos. El espacio de maniobra de la política fiscal es aún mayor. México tiene un coeficiente tan bajo de deuda pública en relación con el PIB que es lo único que lo distingue dentro de la OCDE. Y, asimismo, lo único que limita el uso de una política fiscal contracíclica son las propias leyes que se han aprobado al respecto: la regla de presupuesto equilibrado incluida en la ley de responsabilidad fiscal de 2006, que, como todo buen estudiante de primer semestre de economía sabe, es una regla de política fiscal pro cíclica: una reducción del nivel de actividad económica mengua los ingresos del gobierno y si el gobierno trata de evitar el déficit fiscal resultante recortando su gasto, lo que va a lograr es agravar la recesión. Esperemos que ante la que se avecina a nivel mundial, y a diferencia de lo que sucedió en 2008-2009, el gobierno sepa esta vez actuar de manera decisiva y aprovechar el margen de maniobra mencionado para llevar a cabo verdaderas políticas anticíclicas. Una segunda diferencia fundamental es que México es un país subdesarrollado, como no lo es Estados Unidos. Y el subdesarrollo no es un problema de demanda efectiva. Ojalá lo fuera, pues entonces los remedios keynesianos que conocemos para estabilizar el ciclo económico y mantener un alto nivel de utilización de la capacidad productiva nos servirían también para salir de ese estado. El subdesarrollo tiene que ver no con una falta de demanda efectiva, sino con un acervo de capital tan pequeño que es insuficiente para absorber a la totalidad de la fuerza de trabajo en actividades de alta productividad.3 Nuestro problema no es uno de desempleo abierto causado — como en Estados Unidos— por una demanda insuficiente en el mercado de bienes, que hace que las empresas no encuentren provechoso emplear a más trabajadores, sino un problema de subempleo derivado del pequeño tamaño del acervo de capital que hace que una alta proporción de la fuerza de trabajo (entre el 30% y el 60% del total, dependiendo de la estimación precisa) tenga que autoemplearse en actividades informales y muy intensivas en trabajo donde la productividad es muy baja precisamente porque el trabajo no se ve ahí “fructificado” por el capital (para usar una expresión de Arthur Lewis). Estos “excedentes de trabajo”, como los llamaban los clásicos de la economía del desarrollo, no se reducen con la expansión de la demanda efectiva por bienes, pues no hay suficiente capital para emplear en actividades de elevada productividad y alta intensidad de capital a los trabajadores actualmente subempleados. Y una tercera diferencia es que México no es sólo un país subdesarrollado sino uno de los de más lento crecimiento en la economía mundial. Esto dura ya 30 años. El problema principal de México no es recuperarse de una recesión sino salir del casi estancamiento de las últimas tres décadas. Ahora bien, el hecho de que el subdesarrollo no sea un problema de demanda efectiva no quiere decir que la política macroeconómica no desempeñe un papel muy importante en la explicación de ese lento crecimiento y que lo mejor que podemos hacer para crecer sea apegarnos estrictamente a la ortodoxia fiscal y monetaria. Por el contrario, y a diferencia de lo que mucha gente piensa, creo que las políticas macroeconómicas (fiscal, monetaria y cambiaria) de los últimos 30 años han sido una de las causas fundamentales del lento crecimiento. Tales políticas macroeconómicas han incidido en el crecimiento no sólo porque han fallado en garantizar un alto nivel de utilización de la capacidad productiva. Mucho más importante aún: esas políticas han afectado adversamente el potencial de crecimiento económico y lo han hecho de varias formas. La primera es a través de una política fiscal que ha mantenido niveles de inversión pública muy bajos. El origen de este problema es que el necesario ajuste fiscal que siguió a la verdaderamente inexplicable explosión del gasto público en 1981 (siendo presidente López Portillo y responsables del ejercicio del gasto público, al frente de la Secretaría de Programación y Presupuesto en ese momento, los futuros presidentes De la Madrid y Salinas) se dio a través de una brutal contracción de la inversión pública (de casi siete puntos porcentuales del PIB después de la crisis de 1982).4 Como resultado de ello, a mediados de los años 2000 (no hay datos más recientes comparables internacionalmente), la mexicana era, entre las mayores economías latinoamericanas, la que menos invertía en infraestructura como porcentaje del PIB (cuatro puntos porcentuales menos que Chile). Es una tontería decir, como se ha hecho tantas veces, que no hay conflicto (trade off) “a largo plazo” entre inflación y crecimiento. Me refiero a la idea equivocada de que bajando la inflación no se sacrifica, en ninguna circunstancia, el crecimiento. Esta idea es una tontería, por lo siguiente. La inflación es un impuesto (muy regresivo por cierto, y ése es el problema) y la forma precisa en que se lo erradique afecta o no al crecimiento, dependiendo, por ejemplo, de si se le sustituye por otros impuestos o bien si su erradicación se logra a través de una brutal contracción de la inversión pública. La segunda manera en que las políticas macroeconómicas han incidido en el crecimiento es por el hecho de que la política fiscal ha sido pro cíclica. Ya me referí a ello. La ortodoxia fiscal mal entendida por la que se ha optado ha contribuido a profundizar las recesiones, con efectos adversos en el crecimiento a largo plazo que van desde las consiguientes pérdidas de habilidades y experiencia por parte de los trabajadores hasta los niños que tienen que abandonar la escuela para trabajar y contribuir al mantenimiento de la familia. Todo ello implica pérdidas irreversibles de capacidad productiva. La tercera forma, y muy importante, es que el régimen de política monetaria que se ha asumido nos ha llevado a una tendencia recurrente hacia la apreciación del tipo de cambio real (véase sobre el tema mi artículo de 2004 con José Casar en nexos y el libro citado en pie de página con Juan Carlos Moreno-Brid). Un tipo de cambio real apreciado, en una economía tan abierta como lo es hoy la mexicana, es extremadamente adverso al desarrollo económico porque reduce la rentabilidad de la inversión privada en los sectores de bienes comerciables de la economía, que por varias razones (presencia de externalidades tecnológicas y rendimientos crecientes a escala que hacen que la productividad se expanda endógenamente con la inversión y la producción en esos sectores) cumplen un papel decisivo en el proceso de crecimiento. Por estas razones, las políticas macroeconómicas de las últimas décadas han contribuido a mantener la inversión privada y la inversión pública en niveles bajos, lo que a su vez explica la lenta expansión del acervo de capital que se mantiene entonces pequeño e insuficiente en relación con el tamaño de la fuerza de trabajo total, perpetuando así el subdesarrollo. ¿Cómo salir del estancamiento? En lugar de obsesionarse con las “reformas que el país necesita” que, excepción hecha de la fiscal, son reformas microeconómicas que van a contribuir muy poco a elevar el potencial de crecimiento de la economía, propongo que repensemos lo que se ha venido haciendo en la política macroeconómica y consideremos en serio la manera de: 1) elevar la inversión pública en infraestructura, en varios puntos porcentuales del PIB, financiando ese aumento con una reforma fiscal redistributiva; 2) adoptar una política de tipo de cambio real estable y competitivo que, como ya lo mencioné, es esencial para el crecimiento en una economía abierta, de mercado y en desarrollo; 3) sustituir las políticas macroeconómicas pro cíclicas que se han estado aplicando por políticas contracíclicas que garanticen un nivel alto y estable de utilización de la capacidad productiva. Esta combinación de políticas macroeconómicas estaría orientada a generar un círculo virtuoso entre alta inversión, crecimiento de la productividad y fortalecimiento de la competitividad en los mercados interno y externo. Además de estas reformas, la reorientación de la estrategia de crecimiento debería abarcar a las políticas sectoriales y apuntar, por ejemplo, a la reforma de la política industrial y al fortalecimiento de la banca de desarrollo. Todo esto está analizado más ampliamente en otras partes, como en el artículo y el libro ya citados, y también por muchos otros autores (véase, por ejemplo, el documento México ante la crisis. Hacia un nuevo curso de desarrollo publicado por la UNAM).5 Jaime Ros. Profesor de Economía, Universidad de Notre Dame. Quiero dedicar esta nota a mi querido cuñado Lorenzo quien, por buenas razones, no entiende bien para qué sirven los economistas. Agradezco los comentarios de José Casar, Rolando Cordera y Juan Carlos Moreno-Brid a una versión anterior, sin que ello implique responsabilidad alguna de su parte por los errores u omisiones de los que pueda ser culpable este texto. 1 Con la expresión “la edad oscura de la macroeconomía”, Paul Krugman se refiere a lo sucedido en este campo durante los últimos 30 años. En éstos, piensa Krugman, se destruyó conocimiento (previamente acumulado) y ha predominado una visión de la macroeconomía en la que se supone que los agentes económicos, con gran información sobre el funcionamiento de la economía y basados en las correspondientes expectativas racionales, formulan sus planes óptimos de producción, inversión, consumo, trabajo y ocio, y los mercados, en equilibrio continuo, se encargan de volver consistentes entre sí esos planes óptimos. Otra manera de referirse a esta visión es como la macroeconomía del doctor Pangloss. 2 Keynes se refirió a este fenómeno como la “trampa de la liquidez”. Se trata de una situación en la que la tasa de interés de los bonos de largo plazo ha caído tan bajo y el rendimiento de las acciones es tan incierto que los poseedores de riqueza prefieren mantener sus activos financieros en la forma de activos muy líquidos (oro, letras del Tesoro y dinero contante y sonante). Así, como lo hemos estado observando, por más letras del Tesoro que emita el gobierno la tasa de interés de los bonos de corto plazo se mantiene en el piso. 3 Esto es lo que pensaban los clásicos de la economía del desarrollo como Rosenstein-Rodan, Nurkse y Lewis. Para Rosenstein-Rodan, en particular, los obstáculos al desarrollo surgían no de una falta de demanda efectiva sino de las trabas a la expansión del sector moderno capitalista resultantes de la combinación de rendimientos crecientes a escala en ese sector y la presencia de una oferta de trabajo elástica a un salario más o menos igual al producto medio del trabajo en el sector no capitalista o de subsistencia (donde los trabajadores con métodos de producción muy intensivos en trabajo saben hacer las mismas cosas que producen varios subsectores del sector capitalista). 4 Digo que esta explosión del gasto público de 1981 es inexplicable porque no he visto una explicación satisfactoria sobre el tema. Juan Carlos Moreno-Brid y yo, en un libro reciente (Desarrollo y crecimiento en la economía mexicana. Una perspectiva histórica, publicado por el FCE en 2010) intentamos una explicación, en el capítulo V, basada en el diagnóstico equivocado que se hizo de los choques a que estuvo sujeta la economía en ese año y de las características peculiares del ciclo político-electoral en México, pero me queda la impresión de que nuestra explicación no es plenamente satisfactoria. 5 Cuya autoría corresponde a Eugenio Anguiano Roch, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, Rolando Cordera Campos, Saúl Escobar Toledo, Gerardo Esquivel Hernández, Carlos Heredia Zubieta, David Ibarra Muñoz, Leonardo Lomelí Vanegas, Prudencio López Martínez, Ciro Murayama Rendón, Jorge Eduardo Navarrete López, Norma Samaniego Breach, Jesús Silva Herzog Flores, Francisco Suárez Dávila, Carlos Tello Macías y Enrique del Val Blanco. http://mx.deportes.yahoo.com/fotos/la-botinera-stephy-c-playmate-y-fan%C3%A1tica-de-loschicago-bears-slideshow/stephy-c-la-conejita-de-playboy-que-es-fan%C3%A1tica-de-los-chicagobears-de-la-nfl-foto-twitter-photo--1288221829.html http://mx.deportes.yahoo.com/fotos/la-botinera-stephy-c-playmate-y-fan%C3%A1tica-de-loschicago-bears-slideshow/stephy-c-la-conejita-de-playboy-que-es-fan%C3%A1tica-de-los-chicagobears-de-la-nfl-foto-twitter-photo--1288211640.html http://mx.deportes.yahoo.com/fotos/la-botinera-stephy-c-playmate-y-fan%C3%A1tica-de-loschicago-bears-slideshow/stephy-c-la-conejita-de-playboy-que-es-fan%C3%A1tica-de-los-chicagobears-de-la-nfl-foto-twitter-photo--1288216204.html http://mx.deportes.yahoo.com/fotos/la-botinera-stephy-c-playmate-y-fan%C3%A1tica-de-loschicago-bears-slideshow/stephy-c-la-conejita-de-playboy-que-es-fan%C3%A1tica-de-los-chicagobears-de-la-nfl-foto-twitter-photo--1288212347.html http://mx.deportes.yahoo.com/fotos/la-botinera-stephy-c-playmate-y-fan%C3%A1tica-de-loschicago-bears-slideshow/stephy-c-la-conejita-de-playboy-que-es-fan%C3%A1tica-de-los-chicagobears-de-la-nfl-foto-twitter-photo--1288217461.html 3. Los años dorados de industrialización de la posguerra (1940-1980) En el proceso orientado a lograr la hegemonía, el Estado llegó a la firme convicción de que, para alcanzar el desarrollo, debía participar activamente en la inversión y la producción. Hacia fines del decenio de 1940 controlaba los recursos fundamentales y había aumentado sustancialmente el número de instrumentos de política. La inversión pública aumentó sistemáticamente (cuadro 4) y se canalizó hacia el desarrollo urbano e industrial. Para promover las actividades manufactureras se otorgaron incentivos adicionales, como exenciones tributarias. Los gastos federales incluyeron inversiones en educación y bienestar social. Al mismo tiempo, la campaña industrializadora se acompañó de un aumento de la protección comercial y hacia 1947 el proteccionismo había sido oficialmente adoptado como objetivo intermedio del gobierno. Entre 1940 y 1980 tuvo lugar una amplia transformación de la economía y de la sociedad. En valores reales, la economía mexicana creció a un ritmo sostenido de 6,4% anual y el PIB per cápita a razón de 3,2% al año. La industria manufacturera se convirtió en motor del crecimiento y entre 1945 y 1955 registró tasas de incremento del producto del orden de 7,4% anual, y aceleró su ritmo de desarrollo entre 1957 y 1970 al expandirse a tasas de 8,9% al año, gracias al dinamismo del mercado interno que fue su principal fuente de demanda. De país agrario, México se transformó en una sociedad urbana semiindustrial. Entre 1940 y 1980, la participación de la industria manufacturera en el producto se elevó de 15,4% a 24,9% (cuadro 5), mientras la proporción de personas que vivía en zonas urbanas aumentó explosivamente de 35% a 66% de la población y el total de habitantes del país pasaba de 20 a 70 millones de personas (cuadro 3). Las tasas de alfabetización prácticamente se duplicaron y en 1980 llegaron a 83%. La escolaridad media de la población adulta se elevó de 2,6 a 7,1 años y la esperanza de vida al nacer aumentó de 24 a 65 años. Sin embargo, pese a estas mejoras, la distribución de los beneficios del crecimiento distaba mucho de ser equitativa. Hacia fines del período, el 20% de la población percibía más del 50% del ingreso total disponible, mientras que un 58% de los mexicanos seguía viviendo en condiciones de pobreza.20 En consecuencia, al término de los años dorados, en México aún quedaban por resolver los problemas de pobreza y desigualdad. El desempeño macroeconómico del período comprendido entre 1940 y 1970 fue ciertamente notable. La estrategia aplicada abordó problemas importantes que dificultaban el desarrollo del país, pero en cambio pasó por alto o subestimó la magnitud de otros obstáculos. El primero de estos obstáculos fue la poca atención prestada a la agricultura, la que después de 1965 tropezó con serias dificultades para elevar su producción. En la segunda mitad del decenio de 1960 su tasa de crecimiento se situó por debajo de la tasa de expansión demográfica. Entre los factores que explican esta caída se hallan la dicotomía del sector, la tendencia adversa de los precios de los productos agrícolas en comparación con la de los precios de los productos manufacturados, y la baja sostenida de la participación de la agricultura en la inversión pública después del decenio de 1950. Todos estos factores contribuyeron a aumentar la pobreza, a contraer la demanda potencial del mercado interno y a provocar una pérdida de cohesión social que dio lugar a una incipiente inestabilidad social. En segundo lugar, pese a que en muchos sectores la protección del comercio resultó ser un mecanismo valioso para promover el crecimiento y la sustitución de importaciones, ni el sector privado ni el sector público aplicaron una política destinada expresamente a fortalecer el potencial exportador de la economía. Además, no era claro que la política que se estaba aplicando pudiera completar la etapa más difícil del proceso de sustitución de importaciones, que involucraba la importación de bienes de capital de alta tecnología. Por último, las reformas tributarias fracasaron sistemáticamente y las finanzas públicas dependieron CUADRO 4 México: Tasas de inversión, 1900-1980 Años Inversión Inversión pública (% del PIB) (% del PIB) 1900 10,1 0,5a 1910 10,1 0,4 1921 10,1 ... 1930 9,4 2,2 1940 9,3 3,5 1960 17,2 5,2 1980 24,8 11,4 Fuente: CEPAL e INEGI. a 1895. 20 Estimaciones menos moderadas sitúan esta cifra en 63% (véase Hernández Laos, 1989). REVISTADELACEPAL84•DICIEMBRE2004 MEXICO: LAS REFORMAS DEL MERCADO DESDE UNA PERSPECTIVA HISTORICA • JUAN CARLOS MORENO-BRID Y JAIME ROS 45 GRAFICO 1 México. Producto interno bruto, 1921-1997 Fuente: Solís (2000). 10 10,5 11 11,5 12 12,5 13 13,5 14 1921 1924 1927 1930 1933 1936 1939 1942 1945 1948 1951 1954 1957 1960 1963 1966 1969 1972 1975 1978 1981 1984 1987 1990 1993 1996 Ln(GDP) Tendencia CUADRO 5 México: Estructura del producto interno bruto, 1895-2002 (Porcentajes) 1885 1910 1926 1932 1940 1955 1970 1970 1980 1980 1990 2000-2002 A precios de 1960 A precios de 1980 A precios de 1993 Agriculturaa 29,1 24,0 19,7 24,1 19,4 18,3 11,6 12,2 9,0 7,1 6,7 7,6 Minería 3,0 4,9 9,3 7,2 6,4 4,8 4,8 2,5 3,3 1,4 1,5 2,1 Industria 9,0 12,3 14,7 13,3 18,7 22,1 2,7 30,1 31,9 25,0 24,1 27,0 (Manufactura) (7,9) (10,7) (11,6) (10,2) (15,4) (17,5) (23,3) (23,7) (24,9) (19,2) (19,6) (21) Servicios 58,9 58,7 56,3 55,4 55,5 54,7 53,9 55,2 55,8 66,5 67,6 63,3 Total 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 Fuente: Banco de México e INEGI. a Incluye ganadería, silvicultura y pesca. cada vez más de la deuda externa.21 Otro tanto sucedió con la balanza de pagos, que se tornó cada vez más vulnerable a las corrientes de capital de corto plazo, que pueden ser desestabilizadoras. Mientras continuaran los años dorados del crecimiento económico mundial, poco importaba equivocarse sobre la importancia que podrían llegar a tener estos problemas. Por desgracia, los años dorados llegaban a su fin. 21 Hacia 1972, tanto la relación deuda/PIB como la relación servicio de la deuda/exportaciones habían llegado a 18% (comparado con 1% en 1946). Aunque estas magnitudes no significaban un grave desequilibrio macroeconómico, ilustran el dinamismo de la evolución del endeudamiento externo en el período. REVISTADELACEPAL84•DICIEMBRE2004 MEXICO: LAS REFORMAS DEL MERCADO DESDE UNA PERSPECTIVA HISTORICA • JUAN CARLOS MORENO-BRID Y JAIME ROS 46 4. El “desarrollo compartido”, el auge petrolero y la crisis de la deuda En la medida en que los gobiernos del decenio de 1970 no superaran estos obstáculos, podían tornarse — y así lo hicieron— perturbadoramente costosos. El argumento central de la plataforma política del gobierno de Echeverría, que asumió el poder a fines del decenio de 1970, fue que la estrategia de “desarrollo estabilizador” aplicada en el período comprendido entre 1956 y 1970 no había logrado resolver el problema fundamental de la desigualdad. Se propuso entonces una nueva estrategia, de “desarrollo compartido”, en virtud de la cual los beneficios del crecimiento económico se distribuirían más equitativamente. En la práctica, sin embargo, las políticas adoptadas no lograrían ese objetivo. Durante un tiempo, dicha estrategia efectivamente produjo el efecto deseado en la distribución funcional del ingreso. Gil Diaz (1987) muestra que la participación de la mano de obra en el producto nacional neto aumentó de 40% en 1970 a 43% en el período 19721974, y llegó a 49% en 1976. Además, el PIB logró un crecimiento anual medio de 6,1%. Desafortunadamente, estos logros se acompañaron de serios desequilibrios macroeconómicos. Esto se debería a varias razones. En el ámbito externo, el colapso de los años dorados en el mundo se dejó sentir en la economía mexicana. La primera crisis de los precios del petróleo, que ocurrió siendo México importador neto de crudo, y también la caída de la demanda externa, acrecentaron las restricciones de balanza de pagos sobre el crecimiento. Además, entre 1970 y 1975 el incremento de las tasas de inflación internas hasta alrededor de 20%, la expansión de las inversiones públicas y el tipo de cambio fijo triplicaron el déficit comercial. Por otra parte, el modelo de industrialización empezó a dar señales de agotamiento. Pese a las inversiones para modernizar las plantas en los sectores ya expuestos a la competencia externa, éstas no aumentaron significativamente las exportaciones ni acentuaron la sustitución de importaciones en el sector de bienes de capital. Debido a que no se realizó una reforma tributaria, los ingresos públicos se rezagaron. Entre 1971 y 1976 el déficit fiscal se elevó de 2,5% a 9,9% del PIB y se solventó cada vez más mediante la expansión monetaria y la deuda externa (que se elevó a una tasa anual media de 40% entre 1973 y 1976).22 Cabe agregar que el sector privado no encontró terreno fértil en la retórica del “desarrollo compartido” y muy pronto la expansión de la economía era impulsada exclusivamente por el gasto público. Con el tiempo, la fuga de capitales agravó sustancialmente la situación. Pese al aumento del control sobre las importaciones y a la aplicación de aranceles, en 1976 las presiones sobre la balanza de pagos obligaron al gobierno a depreciar el peso casi en 100%, abandonando así una paridad cambiaria que no había variado a lo largo de más de 20 años. No obstante la gravedad de la crisis de 1976, al cabo de poco más de un año las perspectivas económicas de México dieron un vuelco, al anunciarse que el país tenía grandes reservas de petróleo. Su explotación y venta en los mercados internacionales traerían consigo una rápida y vigorosa reactivación. Una vez más se pudo controlar el déficit comercial, que se situó en un promedio de 1,5% del PIB. Se renegociaron los plazos de la deuda externa y, durante algún tiempo, el endeudamiento no aumentó en forma significativa. Se inició un ambicioso plan de industrialización en el supuesto de que los precios del petróleo seguirían aumentando. Las inversiones en la industria manufacturera se elevaron sustancialmente, impulsadas por las empresas públicas y privadas, y entre 1978 y 1981 el PIB creció a tasas anuales de 8% a 9%. Asimismo, en este período se introdujo una importante reforma tributaria y los cambios redujeron en alguna medida las inequidades del sistema tributario mexicano.23 Sin embargo, en retrospectiva, hacia fines de la década de 1970 había ya algunas señales inquietantes. La inflación se había estabilizado en torno al 18% y nada indicaba que fuese a bajar. Los pagos por concepto de intereses iban en aumento al elevarse de manera sin precedente las tasas de interés nominales en los mercados de crédito internacionales. La inversión en el sector exportador fue escasa, salvo en dos casos: la industria automotriz, en la que se estaba construyendo una nueva serie de plantas dotadas de la más el desarrollo social, sacrificando la disciplina fiscal. Véase en Solís (1977) una convincente exposición al respecto. 23 Se introdujo un ajuste por concepto de impuesto a la renta y se establecieron un impuesto al valor agregado y un impuesto sobre las utilidades de las empresas. Asimismo, se amplió la base tributaria al eliminarse los resquicios legales y se simplificó el proceso administrativo y de fiscalización del cumplimiento de las obligaciones. La contribución del tramo de uno a cinco salarios mínimos pasó de 58% de lo recaudado por concepto de ingreso de la mano de obra en 1975, a 28% en 1981. Por su parte, el tramo de salarios más altos —más de 15 salarios mínimos— se elevó de 8% a 25% del total. Véase una descripción detallada en Gil Diaz (1987). 22 En esa época, los economistas tradicionales criticaron con toda razón la idea de que era posible acelerar el desarrollo, en especial REVISTADELACEPAL84•DICIEMBRE2004 MEXICO: LAS REFORMAS DEL MERCADO DESDE UNA PERSPECTIVA HISTORICA • JUAN CARLOS MORENO-BRID Y JAIME ROS 47 moderna tecnología con el expreso objetivo de competir en los mercados mundiales, y la industria petroquímica, en la que el sector público realizaba grandes inversiones. IV El giro de la relación mercado-Estado desde mediados del decenio de 1980 En la década de 1980, la economía mexicana experimentó dos grandes perturbaciones de origen externo: en 1982, la crisis de la deuda, que aumentó los pagos por concepto de servicio de la deuda y dificultó la obtención de nuevos créditos externos, y en 1986, la crisis del petróleo, que cortó espectacularmente gran parte de la principal fuente de divisas y de ingresos fiscales del país. Ambas perturbaciones externas pusieron fin al prolongado período de expansión económica acelerada. A comienzos del decenio de 1990, los déficit fiscales y de divisas a que dieron lugar la crisis de la deuda y la del petróleo pudieron resolverse tras una serie de intentos de estabilización, de corte tradicional y no tradicional. Entretanto —si se nos permite apropiarnos del término que utiliza Polanyi (1944) para referirse a otra clase de sucesos— se había estado produciendo una “gran transformación”. La liberalización de la balanza de pagos y el Tratado de Libre Comercio (TLC) de América del Norte integraron estrechamente a la economía mexicana y la estadounidense, tanto en lo que se refiere a comercio como a flujos de capital. Tras la eliminación de las restricciones a la propiedad extranjera, la participación extranjera en la economía ha aumentado mediante inversiones directas en nuevas plantas, además de fusiones y adquisiciones. Salvo raras excepciones, se han privatizado los bancos estatales y las empresas públicas. Los ingresos provenientes de las privatizaciones, unidos al alivio de la carga de la deuda (en virtud del Plan Brady, de 1989) y a los ajustes fiscales, permitieron que el gobierno redujera la deuda, como proporción del PIB, a niveles relativamente bajos de acuerdo con los estándares internacionales. Gracias a cambios profundos en el sistema de tenencia de la tierra, a las políticas de precios y a la privatización o eliminación de las empresas estatales y su reemplazo por una combinación de subsidios y programas públicos, se generó una economía rural orientada al mercado. En resumen, se llevó a cabo un proceso de reformas de amplio alcance a fin de aumentar la función económica del sector privado y dar mayor margen a la acción de las fuerzas de mercado, y de acelerar la inserción en la economía mundial.24 1. Privatización y eficiencia económica Los argumentos en pro de una participación más selectiva del Estado en la economía y, de hecho, a favor de que éste se desprenda de una serie de actividades de producción, han sido de orden macroeconómico: el limitado cupo del gobierno en los mercados de crédito, la necesidad de satisfacer demandas sociales apremiantes, así como la existencia de un sector privado con abundantes recursos financieros en el extranjero y dispuesto a invertirlos en el país en actividades de escasa prioridad social que antes estaban principalmente en manos del Estado. A decir verdad, los argumentos son poderosos, pero por consideraciones macroeconómicas relacionadas con la situación especial del decenio de 1980 y que tienen poco que ver con el potencial de crecimiento a largo plazo de la economía, de no ser por la perspectiva (que hasta ahora no pasa de ser una perspectiva) de que aumentaran sustancialmente las inversiones en capital humano gracias a los cuantiosos ingresos generados por las privatizaciones. Naturalmente, también es posible justificar las privatizaciones por razones microeconómicas más tradicionales, basadas en la idea de que una mayor participación del sector privado traerá consigo un incremento de la eficiencia general de las inversiones. Si esta depende positivamente de la participación de la inversión privada en la inversión global, quiere decir entonces que 24 Véase un estudio detallado del proceso de reformas en Lustig (2002). Cordera y Lomelí (2000) ofrecen un excelente estudio en profundidad del patrón cambiante y del eventual debilitamiento del papel autoritario de los presidentes mexicanos en la formulación y aplicación de la política económica. REVISTADELACEPAL84•DICIEMBRE2004 MEXICO: LAS REFORMAS DEL MERCADO DESDE UNA PERSPECTIVA HISTORICA • JUAN CARLOS MORENO-BRID Y JAIME ROS 48 se podría compensar parte —si no toda— la caída de la tasa global de acumulación, modificando la composición de la inversión. Como se indica en el cuadro 6, en el decenio de 1980 efectivamente se produjo un giro espectacular en la composición de las inversiones: la participación del sector privado en la inversión total fija pasó de 56% en 1980-1981, a 76% diez años después y a 84% a fines de la década de 1990. Al abordar este tema, hay que comenzar por reconocer que la eficiencia de la inversión global no depende únicamente de su composición pública/privada, sino también de la propia tasa de inversión, que influye en la eficiencia de la inversión mediante sus efectos en la distribución por edades y en la estructura del acervo de capital (domiciliado/no domiciliado, inversión neta/depreciación). Ahora bien, como también lo indica claramente el cuadro 6, la variación en la composición pública/privada de la inversión obedeció a la caída absoluta de la tasa de inversión pública y no al aumento absoluto de la inversión privada: a comienzos del decenio de 1990, el nivel de esta última, como proporción del PIB, era aproximadamente el mismo de diez años antes y en el período 2001-2002 era sólo 3 ó 4 puntos porcentuales más alta. Por lo tanto, si aumentó la participación de la inversión privada en la inversión total, ello se debió sobre todo al colapso de la inversión pública. A menos que en la práctica la productividad de la inversión pública haya sido negativa —y hasta donde sabemos, nadie lo ha sostenido—, lo más probable es que las pérdidas de eficiencia provocadas por la caída absoluta de la tasa global de inversión contrarresten los aumentos de eficiencia generados por el cambio de su composición. El incremento de la relación capital-producto registrado a partir de 1982 coincide plenamente con esta conclusión. Por otra parte, no hay duda alguna de que la relación entre la eficiencia y la composición de la inversión global es bastante más compleja de lo que generalmente se supone. Probablemente tenga la forma de una curva de Laffer, en la cual los bajos niveles de CUADRO 6 México: Estructura del capital fijo bruto (Miles de millones de pesos de 1993 y porcentajes) Inversión Total Pública Privada PIB Miles de % del PIB Miles de % de la % del PIB Miles de % de la % del PIB millones millones inversión total millones inversión total 1980 948,6 206,3 21,8 88,8 43,0 9,4 117,5 57,0 12,4 1981 1 029,5 239,8 23,3 108,8 45,4 10,6 131,1 54,6 12,7 1982 1 024,1 199,6 19,5 88,3 44,2 8,6 111,3 55,8 10,9 1983 988,4 143,1 14,5 56,5 39,5 5,7 86,6 60,5 8,8 1984 1 022,1 152,3 14,9 58,8 38,6 5,8 93,5 61,4 9,1 1985 1 044,5 164,3 15,7 59,3 36,1 5,7 105,0 63,9 10,0 1986 1 012,3 144,9 14,3 50,9 35,1 5,0 94,0 64,9 9,3 1987 1 029,8 144,7 14,1 44,6 30,8 4,3 100,1 69,2 9,7 1988 1 043,0 162,5 15,6 40,6 25,0 3,9 121,9 75,0 11,7 1989 1 085,8 171,9 15,8 43,5 25,3 4,0 128,4 74,7 11,8 1990 1 142,0 194,5 17,0 48,4 24,9 4,2 146,1 75,1 12,8 1991 1 190,1 215,8 18,1 48,7 22,6 4,1 167,2 77,4 14,0 1992 1 232,3 239,2 19,4 47,1 19,7 3,8 192,2 80,3 15,6 1993 1 256,2 233,2 18,6 47,3 20,3 3,8 185,9 79,7 14,8 1994 1 312,2 252,7 19,3 64,9 25,7 4,9 187,9 74,3 14,3 1995 1 230,6 179,4 14,6 44,6 24,8 3,6 134,9 75,2 11,0 1996 1 293,9 208,9 16,1 38,0 18,2 2,9 170,9 81,8 13,2 1997 1 381,5 252,8 18,3 41,8 16,5 3,0 211,0 83,5 15,3 1998 1 449,3 278,8 19,2 38,7 13,9 2,7 240,1 86,1 16,6 1999 1 503,5 300,3 20,0 42,9 14,3 2,9 257,4 85,7 17,1 2000 1 602,3 334,4 20,9 54,5 16,3 3,4 279,9 83,7 17,5 2001 1 597,2 314,9 19,7 47,5 15,1 3,0 267,5 84,9 16,7 2002a 1 611,7 310,9 19,3 50,9 16,4 3,2 260,0 83,6 16,1 Fuente: CEPAL e INEGI. a Cifras preliminares. REVISTADELACEPAL84•DICIEMBRE2004 MEXICO: LAS REFORMAS DEL MERCADO DESDE UNA PERSPECTIVA HISTORICA • JUAN CARLOS MORENO-BRID Y JAIME ROS 49 eficiencia son compatibles a la vez con tasas muy altas o muy bajas de inversión pública. Como sugieren varias investigaciones empíricas recientes,25 ello ocurre porque la propia inversión pública influye de manera positiva en la productividad de la inversión privada, de manera que si el nivel de inversión pública es bajo cualesquiera reducciones adicionales pueden producir mermas antes que aumentos de la eficiencia general. Dada la acentuada contracción de la inversión pública que se produjo en la década de 1980 y en vista de que en la mayoría de las empresas recién privatizadas aún no se registran aumentos de la eficiencia macroeconómica ni mejoras en sus resultados, cabe preguntarse si la economía se trasladó hacia el lado equivocado de la curva de Laffer. En tal caso, la mejor forma de resolver el problema de la eficiencia de la inversión es aumentar la inversión pública en áreas de alta rentabilidad social y elevadas externalidades positivas. 2. Liberalización del comercio, productividad y crecimiento Los resultados de la reforma de la política comercial también son debatibles. Examinemos en primer lugar el incremento de la eficiencia estática que prevé la teoría clásica del comercio.26 Una de las características notables de la transición mexicana hacia un régimen de libre comercio es la falta de tropiezos de los procesos macroeconómicos de reasignación de los recursos. El hecho de que las tendencias actuales del patrón de comercio y la estructura industrial sean en gran medida una extrapolación del pasado revela la falta de procesos masivos de reasignación de los recursos. Salvo raras excepciones —tales como la expansión acelerada de las exportaciones de maquila con uso intensivo de mano de obra en la década de 1990— los procesos de reasignación se han desarrollado mediante la extrapolación de la evolución anterior de los patrones industrial y de comercio marcados por la importancia creciente de los bienes intermedios pesados, los bienes de consumo duraderos y los bienes de capital. Sin embargo, la contrapartida de esta transición gradual y del hecho que en las actividades manufactureras no se haya invertido la dirección de los cambios estructurales, es que el clásico aumento de la eficiencia que se espera obtener de la liberalización comercial no puede ser demasiado importante. La verdad es que hasta ahora, para quienes esperan una amplia, dolorosa pero favorable reasignación de los recursos en favor de los bienes exportables tradicionales, que hacen uso intensivo de mano de obra y de recursos naturales, la experiencia en materia de liberalización comercial ha sido muy desalentadora. A nuestro juicio, lo ocurrido obedece a dos factores principales. El primero es que, tal vez paradójicamente, los ajustes a la crisis de la deuda y al deterioro de la relación de intercambio del decenio de 1980, y posteriormente los ajustes a la crisis financiera de 1994-1995, obligaron a la política macroeconómica a entregar niveles sin precedentes de “protección cambiaria” que facilitaron el ajuste de las empresas industriales a una economía más abierta. El segundo consiste simplemente en la satisfactoria experiencia mexicana con la sustitución de importaciones y la avanzada etapa en que se encontraban los procesos de especialización y comercio entre industrias (y entre empresas) en 1980, incluso en las grandes industrias manufactureras con gran densidad de capital que han sido en parte responsables del auge de las exportaciones en los dos últimos decenios. Las reformas de la política industrial de fines de la década de 1970, particularmente en la industria automotriz, dieron mayor impulso a estos procesos. En consecuencia, los incentivos otorgados después mediante un tipo de cambio extremadamente competitivo y las reformas al comercio de mediados del decenio de 1980 cayeron en terreno que ya era fértil. Por lo tanto, el notable desempeño exportador de la industria manufacturera mexicana es en gran medida un legado del período de sustitución de importaciones y pone de relieve su éxito de manera muy fehaciente: ciertamente, condujo a un cambio irreversible de la estructura de ventajas comparativas de la economía. Cabe ahora preguntarse cuáles fueron los efectos dinámicos de la liberalización comercial en la productividad y el crecimiento.27 En la economía en su conjunto, la productividad de la mano de obra ha estado 25 En la bibliografía relativa al capital público véanse, entre otros, los estudios de Aschauer (1989a, 1989b y 2000), Deno (1988), Munnell (1990), Easterly y Rebelo (1993). 26 Para un estudio detallado de los procesos de reasignación de los recursos, véase Ros (1992) y, en especial, el estudio realizado por Moreno-Brid (1988) sobre uno de sus aspectos más importantes, esto es, la reestructuración de la industria automotriz y su papel en el auge exportador de manufacturas del decenio de 1980. 27 Véase un análisis más detallado en Ros (1992 y 1993). REVISTADELACEPAL84•DICIEMBRE2004 MEXICO: LAS REFORMAS DEL MERCADO DESDE UNA PERSPECTIVA HISTORICA • JUAN CARLOS MORENO-BRID Y JAIME ROS 50 estancada desde comienzos de la década de 1980, comparada con un crecimiento tendencial del orden de 4% al año en el período 1950-1973 (cuadro 7), tanto en el período anterior como el posterior a la reforma del comercio de 1985. Al mismo tiempo, el período posterior a esa liberalización comercial, comparado con la primera mitad del decenio, registra una reactivación del aumento de la productividad en la industria manufacturera. Pese a que es difícil separarla de otros efectos —incluidos aquellos generados por las privatizaciones, la política industrial y la caída del tipo de cambio real entre 1988 y 1994—, la liberalización del comercio parece haber contribuido positivamente al incremento de la productividad en una serie de industrias manufactureras, en las que ha facilitado el aumento de la especialización intraindustrial (e intraempresas) o ha desplazado a los productores menos eficientes. Sin embargo, expresado en función del desempeño de la productividad, en otros casos los beneficios del ingreso de importaciones resultan mucho más dudosos y revelan también el rápido desplazamiento de los productores locales provocado por la mayor exposición a la competencia externa. En este caso, la llegada de importaciones ha tenido por consecuencia un deterioro de la producción y de la productividad, ya sea en comparación con la evolución histórica o con el período inmediatamente anterior a la liberalización comercial. Así, aunque en un número limitado de sectores la liberalización del comercio (y de las inversiones extranjeras) ha tenido por consecuencia un rápido incremento de las exportaciones y de la productividad de la mano de obra, en general el crecimiento económico continúa siendo discutible. Finalmente, entre 1996 y 2000 se reanudó el crecimiento del PIB a tasas relativamente elevadas, pero en un entorno internacional excepcionalmente favorable. La verdad es que la reactivación no duró mucho. Con el tiempo, la renovada apreciación del peso desaceleró el auge de las exportaciones, y la recesión económica que se inició en los Estados Unidos en 2001 puso fin al breve período de crecimiento impulsado por las exportaciones. Desde ese año, la economía se ha estancado y lo más probable es que en 2003 el ingreso per cápita disminuya por tercer año consecutivo. Todavía no hay muestras de crecimiento económico acelerado y sostenido. Esta experiencia plantea serias dudas de que la actual estructura industrial sea capaz de generar desarrollo autosostenido. La contrapartida de los procesos de especialización comercial intraempresas e intraindustrias es que, pese a su dinamismo, muchos —si no la totalidad— de los sectores y empresas exportadores carecen de eslabonamientos internos, y otras industrias han sido testigo de la “desintegración de los eslabonamientos”. 28 Por otra parte, el creciente predominio de la industria maquiladora en las actividades exportadoras es motivo de preocupación. Una de las características de esta industria son las escasas posibilidades de que aumente su productividad, en contraposición a su elevada capacidad de absorber empleo. Como en el último tiempo ha vuelto a apreciarse el tipo de cambio y, expresados en dólares, los salarios han aumentado, el bajo nivel y el estancamiento de la productividad de la mano de obra han hecho bajar los márgenes de utilidad. Unido a la recesión estadounidense, esto ha frenado la expansión de la capacidad productiva y el producto del sector de maquila, generando una acentuada baja del empleo a partir del tercer trimestre de 2000. Al no crecer la productividad, la industria maquiladora es un sector que sólo puede crecer si paga salarios bajos. Como en otros sectores los salarios tienden a elevarse al aumentar la productividad, para mantener la “competitividad interna” de las maquiladoras, es decir, su capacidad de atraer recursos desde el resto CUADRO 7 México: Empleo, horas de trabajo y productividad de la mano de obra 1950 1973 1990 1998 PIB por persona empleadaa 7 685 18 399 20 747 20 810 Productividad de la mano de obrab 3,6 8,9 10,1 10,0 Empleo como porcentaje de la población 30,8 26,3 29,4 32,0 1950- 1973- 1973- 19901973 1998 1990 1998 Crecimiento del PIB por hora trabajadac 4,1 0,5 0,7 -0,04 Fuente: Maddison (2001). a Dólares a valores internacionales de 1990. b PIB por hora trabajada (dólares por hora a valores internacionales de 1990). c Tasa anual media compuesta de crecimiento. 28 Dussel (2000) lo describe en un estudio casuístico sobre la industria farmacéutica, en la cual la participación de materias primas producidas en el país se redujo de alrededor de 80% a fines de los años ochenta a 20% en 1998. REVISTADELACEPAL84•DICIEMBRE2004 MEXICO: LAS REFORMAS DEL MERCADO DESDE UNA PERSPECTIVA HISTORICA • JUAN CARLOS MORENO-BRID Y JAIME ROS 51 de la economía, sería preciso que la moneda estuviese permanentemente subvaluada.29 3. Liberalización financiera, auge de capitales y crisis financiera Si los efectos de las reformas del mercado en la eficiencia y la productividad no han podido compensar la pérdida de potencial de crecimiento del decenio de 1980, cabe preguntarse cuáles fueron los efectos de tales reformas en la afluencia de capitales externos y las posibilidades de aumentar la tasa de acumulación por este medio. ¿Podría el cambio de la relación mercadoEstado dar lugar a un flujo sostenidamente más alto de ahorro externo, lo bastante superior a las tasas históricas como para permitir el aumento de la tasa de acumulación pese al acentuado descenso de la tasa de ahorro interno? Así lo creyeron muchos observadores optimistas a comienzos de la década de 1990, para quienes México, modelo de reformas y exitoso mercado emergente, se convertiría en milagro económico latinoamericano. Este optimismo llegó a su punto culminante cuando se aprobó el TLC de América del Norte, en 1993. Las reformas del mercado y perturbaciones externas positivas como la caída de las tasas de interés en el extranjero a principios del decenio de 1990, unidas al inicio de las negociaciones del TLC, contribuyeron por tres vías fundamentales a generar una bonanza de capitales entre 1990 y 1993 (Ros, 1994). La primera fue la liberalización de los mercados financieros internos. La segunda, una reducción drástica de la prima del riesgopaís (el mejoramiento de la imagen de México como “buen lugar donde invertir”) a raíz del acuerdo para aliviar la carga de la deuda, la caída de las tasas de interés internacionales y la amortización de la deuda externa, financiada con los cuantiosos ingresos de las privatizaciones en el período 1991-1992. La tercera, que interactuó con la baja del indicador del riesgopaís, fue la apreciación real del peso y las elevadas tasas de interés que predominaron en las etapas iniciales del programa antiiinflacionario de fines de 1987. La cuantía y la composición de los flujos de capital, que se inclinaron marcadamente hacia las inversiones de cartera de corto plazo, tuvieron tres consecuencias para la economía. En primer lugar, la sostenida apreciación del tipo de cambio real, que se producía en pleno proceso de liberalización radical del comercio dio lugar a un contracción de las utilidades en los sectores de bienes transables de la economía, con consecuencias negativas para la inversión (Ros, 2001). Segundo, como resultado de las dificultades para intervenir en la afluencia masiva de capitales, la asignación de los recursos a favor del consumo y no de la inversión (Trigueros, 1998) reforzó la caída de la tasa de ahorro privado, mientras que la tendencia a producir bienes no transables, unida a la apreciación real, desaceleró la expansión económica. Por último, la creciente debilidad financiera, resultante de la concentración de las corrientes de capital en activos de elevada liquidez, acompañó el deterioro gradual de los balances del sistema bancario (Trigueros, 1998). Estas tendencias deberían haber sido motivo de legítima inquietud para la política económica. Pero no lo fueron. En 1993, el déficit en cuenta corriente alcanzó a alrededor de 6% a 7% del PIB, y a principios de 1994 la racha de capitales había llegado a su fin. A lo largo de 1994, las autoridades agotaron las reservas internacionales para financiar el enorme déficit en cuenta corriente. No hay duda alguna de que el gobierno se equivocó en su diagnóstico de las causas de los desequilibrios macroeconómicos, puesto que pensó que las presiones sobre las reservas y los problemas que enfrentaban las autoridades encargadas de formular las políticas eran de carácter transitorio y se corregirían sin que fuera necesario depreciar el tipo de cambio. Éste no fue objeto de una devaluación importante, por estimarse que ello desataría la inflación y “enviaría señales alarmantes al mercado”, aumentaría la salida de capitales y desencadenaría una crisis de balanza de pagos. En todo caso, esa política era estable, pero seguramente estaba siendo considerada no sostenible por los inversionistas en los mercados de capital y monetarios mexicanos. En el transcurso del año, el Banco de México no sólo tuvo que autorizar el alza de las tasas de interés sobre los CETES (certificados de la Tesorería) y los “tesobonos” (bonos del Tesoro mexicano), sino también otorgar mayores garantías sobre las tasas de rentabilidad de los valores del gobierno pagaderos en moneda nacional pero vinculados al tipo de cambio nominal del dólar. En todo caso, las reservas de divisas siguieron mermando y finalmente obligaron a reconocer que la política macroeconómica no era sustentable. A fines de 1994, escasamente un año después de la entrada en vigor del TLC de América del Norte, la economía mexicana se encontró en medio de una crisis financiera y al borde de experimentar la peor recesión desde la gran crisis del decenio de 1930. 29 Para un análisis de los resultados de la industria maquiladora en los años noventa, véase Frenkel y Ros (2003). REVISTADELACEPAL84•DICIEMBRE2004 MEXICO: LAS REFORMAS DEL MERCADO DESDE UNA PERSPECTIVA HISTORICA • JUAN CARLOS MORENO-BRID Y JAIME ROS 52 Además, a lo largo de 1994, el país enfrentó una situación de inestabilidad y violencia política, que comenzó en enero con el levantamiento armado de los zapatistas (el mismo día que entró en vigor dicho tratado). El ciclo de auge y caída que culminó con la crisis bancaria de los años 1994-1995 se debió, al menos en parte, a una excesiva confianza en la desregulación financiera y la liberalización del mercado de capitales (Clavijo y Boltvinik, 2000; Lustig, 2002; OCDE, 2002). Lo que quedó de ese ciclo fue un sistema bancario en bancarrota, cuyo rescate significó aumentar la deuda pública en 20 puntos porcentuales del PIB, y dejar a hogares y empresas —principalmente pequeñas y medianas— sin acceso a financiamiento externo y prácticamente sin poder acceder al crédito bancario. Al respecto, parece irónico que el sector bancario tuviera que volver a racionar el crédito, como lo había hecho durante la era de restricción financiera que precedió a la liberalización financiera de fines de la década de 1980. Esta situación ha impedido un crecimiento más acelerado y ha fortalecido la dicotomía del sector productivo. 30 4. El crecimiento del último tiempo y el desempeño de la inversión Tras su caída de 6,2% del PIB real en 1995 —la mayor baja en más de 50 años— el crecimiento económico se reanudó en el período 1996-2000. Sin embargo, esta expansión se interrumpió súbitamente en los años 2001-2002 y el PIB per cápita se redujo en términos reales. En promedio, entre 1985 y 2002 el PIB per cápita aumentó a una tasa de 2,2% anual, es decir, apenas medio punto porcentual por encima de la tasa de crecimiento de la población. Además, según las cifras más recientes, el PIB per cápita mexicano se mantuvo estancado en 2003. Así, se estima que medido en dólares de valor constante, para entonces fue equivalente a poco más del 20% del PIB per cápita correspondiente de los Estados Unidos. La diferencia sería casi 10 puntos porcentuales mayor que en 1981 y similar a la registrada cincuenta años antes. En otras palabras, durante estos cinco decenios el PIB per cápita real de México no ha logrado aproximarse de manera significativa al de su vecino del norte. Uno de los aspectos cruciales de la desaceleración de la tasa de crecimiento económico de México ha sido el precario comportamiento de la inversión.31 El hecho de que la acumulación de capital no aumentara con rapidez —tras los años de baja durante la crisis de la deuda— ha impedido ampliar y modernizar la capacidad productiva y, al mismo tiempo, ha limitado el incremento de la demanda agregada. De hecho, la inversión fija bruta tuvo una trayectoria similar a la del PIB en términos reales. Aumentó rápidamente durante el auge del petróleo, para desplomarse en el período 1982-1987 y empezar a recuperarse lentamente en 1988 (gráfico 2). Esta recuperación se afianzó en alguna medida en 1991-1992, respondiendo a las expectativas favorables asociadas al comienzo de las negociaciones del TLC de América del Norte. La recuperación se detuvo en 1995, pero luego avanzó vigorosamente en el período 1996-2000. Sin embargo, en 20012002 la inversión volvió a caer en términos reales. En síntesis, durante los últimos dos decenios, la inversión dejó mucho que desear. El comportamiento desalentador de la inversión es razón para preocuparse del crecimiento económico de México en el futuro. ¿Qué lo ha causado? ¿Es posible que las reformas macroeconómicas hayan adolecido de limitaciones o inconvenientes que impidieran tener en cuenta o interpretaran erradamente la naturaleza de los elementos clave que determinaron el proceso de inversión en el país? Investigaciones recientes sobre el tema han identificado un conjunto de factores que contribuyen a explicar el deficiente desempeño de la inversión en México (Moreno-Brid y Peres, 2003). En primer lugar, las reformas se adoptaron en una economía estancada que racionaba estrictamente el acceso a capitales y financiamiento externos o internos. El entorno económico adverso se agravó por la caída de la inversión pública, porque históricamente los efectos de complementación entre la inversión pública y la privada han sido más importantes que los de desplazamiento (UNCTAD, 2003). Además, las reformas estaban expresamente destinadas a eliminar todo tipo de incentivos, entre ellos las medidas para fomentar la inversión interna tanto agregada como en sectores específicos. No se hizo intento alguno por canalizar el gasto interno hacia la 30 Giugale, Lafourcade y Nguyen (2001) y Dussel (2000) muestran que la reducción de los créditos afectó de distinta manera a las grandes empresas y a las empresas pequeñas y medianas, y que la diferencia en el desempeño de las exportaciones de ambos tipos de empresas fue creciente. 31 Véase en Moreno-Brid (1999) y Moreno-Brid y Peres (2003), un amplio análisis del comportamiento de la inversión en el sector manufacturero mexicano después de las reformas macroeconómicas. REVISTADELACEPAL84•DICIEMBRE2004 MEXICO: LAS REFORMAS DEL MERCADO DESDE UNA PERSPECTIVA HISTORICA • JUAN CARLOS MORENO-BRID Y JAIME ROS 53 inversión en vez de hacia el consumo. A este expreso rechazo del fomento de la inversión se sumó la incertidumbre inherente a cualquier cambio radical en la estrategia de desarrollo. Desde luego, lejos de favorecer la inversión esta incertidumbre llevó a aplazar o interrumpir proyectos de inversión. La eliminación de los incentivos sectoriales perjudicó especialmente las inversiones en manufacturas, dado que la industria manufacturera había sido el sector más favorecido por el anterior modelo de desarrollo basado en la sustitución de importaciones y la industrialización impulsada por el Estado. Exacerbados por la intensa y repentina competencia de las importaciones, los desincentivos redujeron la rentabilidad relativa de la industria manufacturera y esta a su vez frenó la inversión. La apreciación del tipo de cambio real respecto del dólar de los Estados Unidos en 1988-1994 contribuyó a desalentar aún más a la inversión en la industria manufacturera y, de manera más general, en el sector de bienes transables. Si bien es cierto que en los países en desarrollo la apreciación del tipo de cambio real puede estimular la inversión fija, al reducir los precios relativos de la maquinaria y el equipo importados, también modifica los precios relativos a favor de los bienes no transables, e induce a reasignar la mano de obra y la inversión, desplazándolos de la producción de bienes y servicios transables. Al parecer, en México predominó este último efecto. 5. La reforma del Estado y la labor que corresponde a la política de desarrollo La otra cara de las reformas del mercado es la retirada del Estado y su reestructuración. Se argumenta que al disminuir de tamaño aumentan las posibilidades de que el Estado pueda cumplir mejor sus funciones prioritarias. Sin embargo, que el Estado sea más pequeño no significa necesariamente que sea más eficaz. De acuerdo con las normas internacionales, la carga impositiva mexicana continúa siendo extremadamente baja (OCDE, 2002). Los ingresos tributarios como porcentaje del PIB, que a fines de la década de 1990 llegaban a un 12%, son menores que en países latinoamericanos con ingresos per cápita similares, y mucho menores que en los países de la OCDE. Como resultado, las cuentas fiscales siguen estando muy expuestas a las oscilaciones del GRAFICO 2 México: Relación inversión/PIB, 1970-2002a Fuente: Elaborado por los autores a partir del cuadro 4 de Moreno-Brid y Peres, basado en datos de la CEPAL y del INEGI. a Las cifras correspondientes al período 1970-1988 se calcularon a partir de datos de 1980 y las correspondientes a 1989-2001 en datos de 1993, en ambos casos en pesos constantes. 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 19701975 19761980 19811985 1986 1987 1988 1989 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 (I / GDP) Porcentajes REVISTADELACEPAL84•DICIEMBRE2004 MEXICO: LAS REFORMAS DEL MERCADO DESDE UNA PERSPECTIVA HISTORICA • JUAN CARLOS MORENO-BRID Y JAIME ROS 54 ingreso proveniente del petróleo, que aún representa alrededor de un tercio de las entradas totales del gobierno. Junto con la pérdida de mecanismos de política, la reorientación del objetivo de la política monetaria desde el crecimiento a la mera estabilización y la inestabilidad de los flujos de capital externo, esto origina un grave problema macroeconómico, pues contribuye a generar políticas macroeconómicas procíclicas que agudizan los efectos negativos de las perturbaciones externas en la actividad económica. Tampoco el Estado es siempre más eficiente. El ajuste fiscal efectuado en México —pese a su carácter masivo, o tal vez debido a él— no estimuló una mayor eficiencia interna del sector público. A la larga, especialmente antes de 1985, el ajuste fiscal se logró mediante grandes recortes de la inversión pública y del salario real de los funcionarios públicos, lo que dista mucho de ser la mejor manera de acrecentar la eficiencia del Estado y de su burocracia. Además, el Estado se retiró no sólo de las esferas en que el sector privado tiene ventajas comparativas, sino de muchas otras. La verdad es que la principal víctima del ajuste fiscal tras la caída de los precios del petróleo fue la inversión pública en infraestructura. En el estudio de Giugale, Lafourcade y Nguyen (2001) se ilustra vívidamente, con dos cifras, la estrecha correlación entre las bajas de los precios del petróleo, los recortes del déficit fiscal y la reducción de la inversión pública (entre 1980 y 1997, el coeficiente de correlación entre los dos últimos fue de 0,82). Como consecuencia, en el período 2001-2002 la inversión pública alcanzó apenas a un 3% del PIB, en comparación con 5% en 1994 y 10% en el período 1980-1981 (cuadro 6). Pese a algunas tendencias positivas recientes en el gasto social, es evidente que la renuncia del Estado a participar en algunas actividades no ha logrado su finalidad principal, esto es, el mejoramiento de la infraestructura social. La contribución más importante de los ingresos provenientes de las privatizaciones fue la de apoyar (sin duda muy eficazmente) los intentos de estabilización, contrarrestando transitoriamente la caída del impuesto inflación y fortaleciendo la cuenta de capital de la balanza de pagos mediante los activos financieros que el sector privado debió traer de vuelta al país para comprar las empresas públicas que estaban en venta. Lo que todo esto implica tiene más importancia que la que usualmente se le reconoce, puesto que las funciones prioritarias del Estado —en especial la política social— son hoy formidables, muchísimo más que en el pasado, por varias razones. En primer lugar, tienen que habérselas con el cúmulo de necesidades sociales insatisfechas y con el legado de mayor desigualdad que dejó la década de 1980. Debido al lento crecimiento de la agricultura y a la expansión del sector urbano informal, la reactivación del gasto social en el decenio de 1990 no logró impedir que aumentara el número de pobres ni que se mantuviera una marcada desigualdad en la distribución del ingreso. Lustig (2002) muestra que la desigualdad de los ingresos, medida por el coeficiente de concentración de Gini, aumentó pronunciadamente (alrededor de cuatro puntos porcentuales) entre 1984 y 1989, para caer luego entre 1989 y 1994 (aunque manteniéndose levemente por encima de su nivel de 1984). Según estimaciones de la OCDE (2002), entre 1994 y 2000 hubo un ligero aumento de la desigualdad de los ingresos: el coeficiente de Gini se elevó de 0,477 a 0,481. Los índices de pobreza extrema y de pobreza moderada exhibieron un comportamiento similar a través del tiempo, mientras el número de pobres aumentó en forma sostenida hasta 1994. En segundo lugar, la actual modalidad de desarrollo exacerba las disparidades sociales al menos de dos maneras. Si bien el retiro del Estado desde la agricultura y la reforma del sistema de tenencia de la tierra significó capitales privados y prosperidad para algunas zonas rurales, también tendieron involuntariamente a empobrecer a una gran masa de trabajadores rurales, tal como lo hizo deliberadamente y de manera mucho más masiva la modernización de la agricultura durante el porfiriato. El comportamiento de la agricultura comercial que produce bienes exportables se vio favorecido por las reformas y respondió positivamente a ellas (en los cinco primeros años de vigencia del TLC de América del Norte las exportaciones aumentaron 70%). El sector ejidal, en cambio, ha tenido un comportamiento muy diferente, ya que no se ha visto igualmente beneficiado (las importaciones aumentaron 60%, afectando a este sector que produce sobre todo bienes importables). En la actualidad, subsiste apenas, gracias a su creciente incorporación a actividades no agrícolas: alrededor de 40% de sus ingresos proviene de fuentes no agrícolas, incluidas remesas (Giugale, Lafourcade y Nguyen, 2001). Como lo reconocen estos autores, el estancamiento general de la producción agrícola y la persistencia de la pobreza rural guardan relación con las reformas mismas. La eliminación de la protección comercial —y la sobreevaluación del tipo de cambio en la primera parte del decenio— contribuyeron a fortalecer la tendencia a la baja de los precios agrícolas reales. Por otra parte, la eliminación REVISTADELACEPAL84•DICIEMBRE2004 MEXICO: LAS REFORMAS DEL MERCADO DESDE UNA PERSPECTIVA HISTORICA • JUAN CARLOS MORENO-BRID Y JAIME ROS 55 de los programas de difusión y de asistencia técnica ha afectado a gran parte de los pequeños productores. Cuando el Estado dejó de participar en la distribución de los productos, los canales de comercialización fueron dominados por intermediarios oligopolistas que disminuyen los precios al productor, perjudicando en especial a las zonas más pobres. La liberalización no produjo los beneficios esperados debido a la falta de mercados competitivos y al hecho de que no se tuvo debidamente en cuenta la amplia diversidad regional y la heterogeneidad de ingresos que se da en el campo mexicano. Por otra parte, dentro del país también se están distribuyendo muy desigualmente los beneficios de una mayor inserción en la economía internacional, particularmente en la estadounidense. La mayor integración se ha acompañado de un apreciable aumento de la prima salarial por concepto de mano de obra especializada y la consiguiente baja relativa del ingreso de la mano de obra no calificada, causa importante de la persistente desigualdad. Como lo demuestran Godínez (2000) y Dussel (2000), entre 1970 y 1985 las tendencias regionales en general apuntaron hacia la desconcentración de la actividad económica (alejándola de los principales centros industriales de la zona metropolitana de Ciudad de México, Nuevo León y Jalisco) y a la convergencia de los niveles de ingreso regionales. A partir de 1988 se ha estado produciendo un proceso de divergencia, en especial debido a que los estados del norte vinculados con las actividades exportadoras han estado aumentando rápidamente su participación en el ingreso nacional. En cambio, se ha rezagado el sur, que es relativamente pobre (salvo Quintana Roo, que se vio favorecido por la expansión del turismo). Estas tendencias regionales guardan clara relación con los cambios estructurales de la economía, como ser el rezago de la producción de cereales, la expansión de los sectores exportadores de productos agroindustriales, frutas y hortalizas, y el crecimiento acelerado de las actividades manufactureras orientadas hacia las exportaciones de las zonas norte y central del país. Así como a fines del siglo XVIII la “apertura del comercio con el Atlántico norte” agudizó la “fragmentación de los mercados regionales”, actualmente se observa una tendencia a profundizar las disparidades regionales, especialmente entre un norte próspero y cada vez más integrado a la economía estadounidense y un sur pobre y atrasado, sumido en el estancamiento agrícola. Finalmente, y no por ello menos importante, al abandonar sin reemplazo eficaz los mecanismos de política comercial e industrial que habían surtido efecto en el pasado, la actual estrategia de desarrollo estimula la explotación de las ventajas comparativas reales antes que las potenciales. A falta de una política industrial, ahora recae plenamente en las políticas sociales la tarea fundamental de la política de desarrollo: la de modificar y mejorar la actual dotación de recursos y desplazar con el tiempo el patrón de ventajas comparativas hacia actividades de mayor valor agregado y uso intensivo de tecnología. En rigor, una respuesta proporcionada a este desafío podría mejorar la situación más que si se aplicara una política industrial activa con poca política social, pero lo que deseamos destacar es que el desafío mismo es mucho mayor y la respuesta está por verse. En cambio, una respuesta desproporcionada llevaría a congelar la actual etapa de desarrollo, es decir, a entramparse en las labores relativamente poco especializadas y mal remuneradas de los procesos productivos de las industrias que hacen uso intensivo de capital. Esta perspectiva dista mucho de ser deseable para un país que necesita crecer rápidamente para mejorar las condiciones de vida de sus 100 millones de habitantes. V Observaciones finales Lo anterior nos lleva al aspecto final y más importante del proceso general de reformas, respecto del cual sólo podemos plantear las interrogantes del caso. La modificación del equilibrio mercado-Estado ¿es quizá señal de que tras haber reducido el atraso económico mediante la industrialización patrocinada por el Estado, en la nueva etapa conviene más aplicar un conjunto de ideas diferente, un cambio que acompañe de manera natural la transición desde una actividad empresarial gerschenkroniana a otra de tipo schumpeteriano? O, en palabras del propio Gerschenkron (1952), ¿será que para romper las barreras del estancamiento en un país atrasado, despertar la imaginación de las personas y poner sus energías al servicio del desarrollo económico, REVISTADELACEPAL84•DICIEMBRE2004 MEXICO: LAS REFORMAS DEL MERCADO DESDE UNA PERSPECTIVA HISTORICA • JUAN CARLOS MORENO-BRID Y JAIME ROS 56 se necesita una medicina más potente que la simple promesa de mejorar la asignación de recursos? Encarar estas interrogantes es algo que escapa al alcance del presente trabajo y a las posibilidades de sus autores. Pero de las respuestas dependen las perspectivas de desarrollo económico acelerado a largo plazo que tiene México. Lo que sí podemos decir, sin embargo, es que la actual política de desarrollo no ha captado adecuadamente cuál es el origen de los problemas de ajuste y de los nuevos problemas creados por el proceso de reformas. En primer lugar, por mucho que no estemos dispuestos a defender todos los aspectos de las estrategias de desarrollo que se han aplicado en el pasado, no habría que dar por sentado que la crisis se debió al agotamiento de dichas estrategias. Segundo, para superar los nuevos obstáculos es posible que se requiera una participación mayor y mejor del Estado, y no lo contrario. Como hemos tratado de demostrar, la fuente de estos nuevos problemas debe buscarse en parte en la menor intervención del Estado, en campos tales como la inversión pública en infraestructura. Sin embargo, debido al cambio del entorno ideológico, se está prestando muy poca atención a estos problemas y a lo que podría hacer la política de gobierno al respecto, mientras que a la vez se espera demasiado de la mayor eficiencia que traerían consigo las reformas del mercado. Cabe preguntarse si, como sucedió un siglo y medio atrás, hay una errada percepción de los verdaderos obstáculos que dificultan el desarrollo económico. 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