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TRADICIÓN Y RENOVACIÓN EN EL TEATRO DE LOS SIGLOS XX
Y XXI
EL TEATRO ANTERIOR A 1939
En el panorama del teatro español del primer tercio del XX podemos señalar dos tendencias:
por un lado, el teatro que triunfa -del que haremos un breve repaso- continuador en gran
parte del que imperaba en la segunda mitad del XIX; por otro lado, el teatro que pretende
innovar, ya sea aportando nuevas formas, nuevos enfoques ideológicos, o ambas cosas a la
vez.
1. EL TEATRO QUE TRIUNFA
Dentro del teatro que triunfa podemos señalar varias tendencias: la comedia burguesa,
representada por Benavente y sus seguidores, el teatro en verso, neorromántico y con
rasgos formales del Modernismo, y el teatro cómico en el que predomina el costumbrismo
tradicional y emparentado con el género chico.
1.1. LA COMEDIA BURGUESA
La última parte del siglo XIX español conoció el éxito de un género que pretendió incorporar
el realismo a la escena, aunque de hecho no obtuviera tal resultado. Se trata de la alta
comedia, un tipo de teatro que alcanzó el favor de la burguesía, que era el público que
acudía a los teatros.
La ALTA COMEDIA o “comedia burguesa” es un género que se caracteriza por presentar
temas de actualidad con una leve crítica y suave ironía, y que se expresa de forma
elegante y distinguida. Plantea acciones situadas en el seno de la familia burguesa
acomodada y pretende que sus personajes y conflictos tengan la apariencia de seres y
situaciones de la vida real. Precisamente es esa familia, entendida con criterios sumamente
conservadores y evidentemente idealizada, lo que se pretende salvar, sea contra el poder
destructor del dinero, sea contra la mancha del libertinaje. De esa manera, la intención
moralizadora acaba con la intención realista. La ideología de estos autores es
extraordinariamente difusa y el sentimentalismo desborda en las relaciones entre los
personajes. De entre los cultivadores de este género los más representativos son José
Tamayo y Baus, Adelardo López de Ayala, José de Echegaray y, sobre todo, Jacinto
Benavente (1866-1954).
La obra dramática de este autor responde a lo que él
mismo escribió que debía ser el teatro: un medio o un
instrumento de ilusión y de evasión. En general, sus
tramas
presentan
problemas
poco conflictivos:
Benavente pone en escena leves defectos de las relaciones
personales o sociales. Predomina el diálogo elegante,
natural e ingenioso. Las obras que alcanzaron mayor éxito
son Los intereses creados (1907) y La malquerida (1913).
En la primera se desarrolla el tema del poder del dinero
por medio de personajes tipo que proceden de la
commedia dell’’arte italiana.
1
1.2. EL TEATRO EN VERSO
Este teatro, que ha recibido el nombre de “teatro poético”, supone una continuación de
hábitos del XIX, por un lado, y la incorporación del lenguaje modernista a la escena, por
otro. Todo ello se asocia a una ideología marcadamente tradicionalista que, ante la crisis
espiritual de la época, responde exaltando los ideales nobiliarios, las gestas medievales, los
mejores momentos del Imperio... intentando entroncar con la tradición dramática del Siglo
de Oro. Dentro de los cultivadores de esta línea destacan Francisco Villaespesa y Eduardo
Marquina.
1.3. EL TEATRO CÓMICO
El teatro cómico triunfa con la comedia costumbrista y el sainete. Brevedad, sencillez,
comicidad y costumbrismo son las características de este teatro. Destacan los hermanos
Álvarez Quintero y Carlos Arniches.
En otro nivel más bajo -por su calidad, no por su éxito- del teatro cómico de este período se
encuentra el género llamado “astracán” (o “astracanada”), cuyo creador fue Pedro Muñoz
Seca. Se trata de un subgénero caracterizado por su apego al chiste verbal y a la situación
rocambolesca basada en los malentendidos. Su extraordinario éxito implica la existencia de
una sociedad dedicada a escapar de la realidad adversa, hecha de desastres internacionales,
como la guerra de África, y de alpargata y cocido en lo cotidiano.
2. EL TEATRO INNOVADOR
Frente a las tendencias hasta aquí expuestas es desolador comprobar la impotencia y el
fracaso al que se vieron condenadas experiencias teatrales de indiscutible interés renovador.
Nos referimos a los intentos de autores pertenecientes a la Generación del 98 y a la
Generación del 27 como Valle Inclán, Unamuno, Azorín y Grau, y al “teatro insólito” de
Gómez de la Serna.
2.1. LOS NOVENTAYOCHISTAS
A Unamuno le atrajo el teatro como vehículo para presentar conflictos humanos que le
obsesionaban. Sus obras son dramas de ideas concentradas en un diálogo densísimo.
Despreció los hábitos escénicos vigentes, lo cual, evidentemente, no era la mejor manera de
triunfar en el momento. Destacan entre sus obras teatrales La venda, El otro y Fedra.
Azorín se propuso tardíamente unos experimentos teatrales al margen de las fórmulas
vigentes, oponiéndoles lo irreal y lo simbólico. Su obra más interesante es la trilogía Lo
invisible, compuesta por un prólogo y tres actos independientes que tratan el tema de la
angustia ante la muerte.
Jacinto Grau no llegó a triunfar en España, pero sí lo hizo en Londres, Berlín o Praga. Su
producción se inspira en temas del Romancero (El conde Alarcos), en mitos como el de Don
Juan (Don Juan de Carillana)... Entre sus cualidades hay que destacar junto a la originalidad
temática, su prosa de calidades líricas próximas al refinamiento modernista.
Gómez de la Serna, padre del Vanguardismo español, se quedó sin estrenar la mayor parte
de sus obras. Se anticipa al antiteatro de Ionesco.
2
2.2. EL TEATRO EN LA “GENERACIÓN DEL 27”
En este caso, la Generación no la componen sólo los poetas que todos conocemos, sino que
a su lado figuran dramaturgos como Casona, Max Aub, Jardiel o Mihura. Aparte de la
renovación del teatro cómico llevada a cabo por los dos últimos (cuya producción más
copiosa se situará en la posguerra), se pueden destacar tres facetas en la creación dramática
de esta generación: depuración del teatro poético, incorporación de formas de vanguardia
e intento de acercar el teatro al pueblo.
Alberti había publicado antes de la guerra dos obras muy distintas: El hombre deshabitado, a
la que llama “auto sacramental sin sacramento”, es una obra alegórica con tintes
surrealistas; Fermín Galán sobre un héroe republicano fusilado. Con esta última inicia un
teatro político que continuará con De un momento a otro y Noche de guerra en el Museo del
Prado.
Miguel Hernández, tras el auto sacramental Quién te ha visto y quién te ve y sombra de lo
que eras, del periodo “católico” pasa a cultivar un teatro social con ecos de Lope: Los hijos de
la piedra, El labrador de más aire, en los que destaca la fuerza de su verso. En 1937 comienza
a cultivar un teatro de combate, cuyas metas ya no son las literarias, y que podría estar
representado por Teatro de guerra, cuatro piezas destinadas a representarse en el mismo
frente de batalla.
Alejandro Casona es un dramaturgo puro. Ganó el premio “Lope de Vega” en 1934 con La
sirena varada. En su teatro se combina el humor y el lirismo. Su principal mérito es la
perfección constructiva y el tiento al combinar fantasía y realidad; sin embargo, su teatro
adolece de amaneramiento literario y sus personajes suelen ser bastante convencionales.
Max Aub fue el pionero de una frustrada revolución escénica. Su temática gira en torno a la
incapacidad del hombre para comprenderse a sí mismo, para comunicarse. Entre 1923 y
1935 escribe, según sus palabras, “comedias de vanguardia” impropias para los teatros
españoles al uso benaventino o al de Muñoz Seca”. Más importante es su producción en el
exilio, centrada en dramas sobre el nazismo, la Guerra Mundial y sus consecuencias.
2.3. LOS GRANDES RENOVADORES: VALLE-INCLÁN Y LORCA
Pero aún así, a nuestro teatro llega una innovación de características muy particulares y
bastante autóctona con la obra de dos autores personalísimos: Valle Inclán y García Lorca.
Completamente individual y aislado el primero de ellos; integrado el segundo en el grupo de
poetas del 27, que le acompañaron parcialmente en su aventura teatral, tienen ambos en
común rasgos sustanciales, como el haber dedicado su esfuerzo a distintos géneros
literarios, sin limitarse a la literatura dramática, haber estado en el teatro “por dentro”, y no
sólo como escritores, hallarse abiertos a las nuevas formas de expresión (el cine, por
ejemplo) y, sobre todo, crear el uno y el otro con absoluta libertad y sin límites de género
alguno. Añadamos que Valle Inclán y García Lorca son poetas en el sentido estricto de la
expresión, artífices de la expresión lingüística altamente cualificados. El teatro de ambos es
un teatro que sustenta gran parte de su peso en la palabra, aunque también emplean los
restantes códigos dramáticos con pericia e imaginación fuera de lo común.
El carácter autóctono de sus aportaciones no impide que sea fácil encontrar
correspondencias con las innovaciones contemporáneas acaecidas fuera de España: el teatro
3
épico de Bertold Brecht, el absurdo de Ionesco, o el distanciamiento de Pirandello. Y, sin
embargo, ambos autores escribieron, o con relativo o total desconocimiento de ellos (caso
de Valle) o creando personalmente y sin el menor atisbo mimético, como hace Lorca.
El teatro de VALLE INCLÁN lo estudiamos en un tema aparte.
El teatro de LORCA.
Federico García Lorca nació en
Fuentevaqueros
(Granada) en 1896. De 1919 a 1928 estuvo en la Residencia de
Estudiantes donde entabló amistad con el pintor Dalí y el
cineasta Luis Buñuel. En 1932 dirigió el teatro universitario La
Barraca, que llevó por pueblos y ciudades obras del teatro
clásico. Fue un defensor de la República, pese a su escasa
afición a la política. Al comenzar la Guerra Civil (1936), se fue a
Granada y a los pocos días los sublevados lo fusilaron.
Aunque el interés de García Lorca por el teatro arranca desde
muy temprano, su dedicación a él será una tarea absorbente
en los últimos años de su vida. El teatro lorquiano puede
llamarse con propiedad poético por la raíz poética de la que
nacen sus argumentos y su lenguaje.
El tema dominante en casi todo su teatro es siempre el mismo, un tema muy presente
también en sus libros de poemas: el enfrentamiento entre el individuo y la autoridad. El
individuo tiene como armas el deseo, el amor y la libertad, pero es derrotado por la
autoridad; es decir, por el orden, el sometimiento a la tradición y a las convenciones
sociales y colectivas. En sus obras predominan las protagonistas femeninas. Sobre ellas se
cierne, en mayor medida que sobre los hombres, la amenaza de la frustración.
Podemos clasificar el teatro lorquiano en los siguientes grupos de obras:

Dramas modernistas: Al drama histórico modernista pertenece Mariana Pineda. Como
otras piezas del teatro juvenil, El maleficio de la mariposa es drama modernista de tipo
simbólico.

Las farsas: Se dividen, a su vez, en dos clases: a) farsas para guiñol: Tragicomedia de don
Cristóbal y Retablillo más la desaparecida La niña que riega la albahaca y el príncipe
preguntón; b) farsas para personas: La zapatera prodigiosa y Amor de don Perlimplín.

Las «comedias imposibles»: El público y Así que pasen cinco años. A este ciclo cabe
adscribir la Comedia sin título ya que, aunque presenta rasgos diferentes de El público,
puede integrarse dentro de un más amplio «ciclo de los misterios». En estas obras
parece claro el impacto del primer surrealismo.

Las tragedias: Bodas de sangre y Yerma. El autor pensó primero en escribir una «trilogía
dramática de la tierra española», según declaró en 1933. La tercera obra podría haber
sido La destrucción de Sodoma, de la que parece haber existido un acto, pero también
cabe que su lugar lo hubiera ocupado La sangre no tiene voz, sobre un tema de incesto.
En este supuesto, La destrucción... habría pasado a formar parte de una proyectada
trilogía bíblica. La crítica, desde hace ya bastantes años, considera La casa de Bernarda
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Alba como la tercera obra de la trilogía, que a juicio de algunos se integra mejor en el
grupo de los dramas.

Dramas: Doña Rosita y La casa de Bernarda Alba.
Las obras más importantes de Lorca forman la llamada trilogía rural: Bodas de sangre,
Yerma y La casa de Bernarda Alba. Estas tragedias se desarrollan en un ambiente rural en
el que las fuerzas naturales imponen un destino trágico, el argumento tiene escasa
importancia. Hay pocos personajes principales e intervienen coros. Las tres presentan
rasgos comunes: la índole sexual de los problemas tratados, la mujer como protagonista,
la ambientación en el campo andaluz y el desenlace trágico. Bodas de sangre (1932)
dramatiza el poder de la pasión, del sexo, de la tierra. La obra parte de un suceso real, la
huida de una Novia con su antiguo novio (Leonardo) el día de su boda y enfatiza la fuerza
imparable de los instintos. El Novio inicia su persecución y, en la pelea final, Leonardo y él
mueren acuchillados. La unión de realismo y poesía, de prosa y de verso, y el clima denso y
dramático hacen de ella una obra inolvidable.
Yerma (1934) trata el drama de la mujer estéril. Yerma desea ser madre, pero los hijos
no llegan y comienza a desesperarse y a culpar a su marido de su infecundidad. En su afán
por quedarse embarazada, acude a romerías en busca de un milagro. Pero ante lo inútil
de sus intentos, mata a su marido, perdiendo así definitivamente la esperanza de ser
madre. La propia Yerma afirma: “Yo misma he matado a mi hijo”.
La casa de Bernarda Alba (1936) es un drama sobrecogedor e intenso, inspirado también
en un suceso real. La obra desarrolla la lucha
entre el principio de autoridad, encarnado en
Bernarda, quien dicta años de luto y reclusión para
sus hijas por la muerte de su marido y el principio de
libertad representado por Adela, la menor, quien
mantiene relaciones ocultas con Pepe el Romano, el
prometido de su hermana Angustias. Descubierto el
hecho, Bernarda dispara contra Pepe, y al creerlo
muerto, Adela se suicida.
La acción transcurre en un espacio hermético y queda enmarcada por la primera y última
intervención simbólicas de Bernarda: “Silencio”. Ella todo lo impone, su orden es la única
verdad y no puede ser discutido. Al final de la obra dictaminará: “La hija menor de
Bernarda ha muerto virgen”.
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EL TEATRO DE LA POSGUERRA
1. EL TEATRO DESDE 1939 A 1950
Los primeros años de la posguerra están marcados por la penuria económica, la represión
política y el aislamiento internacional. La España de esta época podría caracterizarse con tres
palabras: represión, pobreza y autarquía. O también por una frase acuñada por los españoles
de la época: los años del hambre.
Naturalmente esta situación va a reflejarse en la vida cultural del país. La autarquía
económica tendrá su correspondencia en el aislamiento cultural que repercutirá
negativamente en el desarrollo de todas las actividades artísticas y científicas. La pobreza, en
una reducción del público lector o asistente a espectáculos, público que, en todo caso,
buscará en las lecturas y espectáculos la evasión. La represión, en una beligerancia militante
que se manifestará no sólo ahogando toda posible crítica, sino en una mistificación de los
héroes, signos y valores de los vencedores, fruto de un rígido dirigismo estatal que
pretenderá transformar la cultura en propaganda.
El teatro de la década posterior al final de la guerra civil se mueve entre la intrascendencia
y el escapismo. Los argumentos faltos de cualquier contenido humano, los chistes baladíes y
las insulsas historias rosas de señoritas pobres que finalmente se casan con el rico,
contribuyen a que la gente olvide, al menos durante dos horas, sus problemas reales. O bien,
siguiendo la línea benaventina, una comedia burguesa dirigida a cantar las virtudes de la vida
familiar con algunos toques de humor. Víctor Ruiz Iriarte, Luca de Tena, José María Pemán y
otros muchos autores tratan de convencer al público de que los enredos se resolverán a
gusto de todos y la tranquilidad volverá cuando cada cual ocupe el lugar que le corresponde,
no sólo en la sociedad, sino en el propio hogar: el marido a trabajar y a mandar, la mujer a
obedecer y a ocuparse de pequeñas labores hogareñas, los hijos a imitar el modelo
paterno...
Junto a estas obras, otras se mueven en la misma línea que veremos en novela y poesía: el
canto a los vencedores y a los valores que pretenden representar. Abundan así las obras
supuestamente históricas orientadas a cantar las virtudes imperiales y de la raza hispana:
Por la Virgen Capitana de José María Pemán, Lope de Aguirre de Gonzalo Torrente Ballester,
María la Viuda de Eduardo Marquina...
Sin embargo, algunos autores tratarán de construir obras humorísticas de calidad,
buscando presentar situaciones absurdas que reflejen el absurdo del mundo que les ha
tocado vivir. Destaca Enrique Jardiel Poncela, que busca las situaciones inverosímiles, según
él mismo nos explica:
Y cuanto más inverosímil, más se acercará a lo que debe ser el teatro... Ahí, en la
penumbra, la vida cotidiana, los problemas domésticos, lo corriente, lo normal; aquí, bajo mil
juegos de luz, lo puramente imaginario, lo imposible, lo absurdo, lo fantástico; ahí, la
realidad; aquí, el sueño; ahí, lo natural; aquí, lo inverosímil; ahí, las preocupaciones, las
pesadumbres, la tristeza repetida; aquí --como compensación divina ofrecida por el arte-, la
despreocupación, las alegrías, la risa renovada...
Entre sus obras sobresalen: Eloísa está debajo de un almendro (1940), Los ladrones somos
gente honrada (1941) y Los habitantes de la casa deshabitado (1942).
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También en clave de humor, pero con más pretensiones de demostrar cómo la sociedad
moderna, clasista y deshumanizada, impide la auténtica comunicación y, en consecuencia, el
amor o el pleno desarrollo del ser humano, se mueve Miguel Mihura. Su obra más conocida,
Tres sombreros de copa, fue escrita en 1932, pero no se representó hasta veinte años
después. Posteriormente escribió obras de menor calidad en colaboración con Calvo Sotelo y
Álvaro de la Iglesia.
2. EL TEATRO DE LOS AÑOS 5 y 60
Durante los años cincuenta y sesenta se desarrolla en España un tipo de teatro que trata
de reflejar la realidad social tal y como esta se presenta cotidianamente, con una clara
finalidad de denuncia. Se trata de un teatro comprometido que prescinde de fantasías e
idealizaciones. Pretende hacerse eco de las inquietudes de su tiempo, como relato literario e
histórico. Denuncia las duras condiciones de trabajo, la deshumanización de la burocracia,
la situación de los obreros, las injusticias sociales, la dureza de las oposiciones... Así, este
teatro se convierte en el altavoz de las clases humildes y en el defensor de la dignidad vital.
Evidentemente, este tipo de teatro se las ve frecuentemente con la censura, ya que el
régimen de Franco no tolera las críticas. Además, el público conservador, habituado al teatro
más amable de autores como Jardiel Poncela, Mihura o Pemán no admite novedades, con lo
que el teatro realista de denuncia social se desarrolla en clara inferioridad frente al teatro
comercial de carácter cómico. Buero Vallejo y Alfonso Sastre son los dos autores más
importantes de posguerra y, por supuesto, del realismo social.
Antonio Buero Vallejo (Guadalajara, 1916 - Madrid, 2000).
La obra dramática de Buero Vallejo es considerada como la más relevante de la posguerra en
España. A través de ella el autor intenta adquirir conciencia de las realidades de tipo
psicológico, social o metafísico en que se desarrolla la vida del hombre actual. Buero Vallejo,
testigo lúcido de la sociedad en la que ha transcurrido su existencia, conformó una
producción que ha abierto caminos transitados por muchos de los dramaturgos españoles
actuales; pero que trasciende nuestras fronteras y se inscribe con justicia y brillantez en la
historia de la cultura y del teatro occidental. Puede por ello afirmarse que Buero ha dejado
una huella.
Características de la obra dramática de Buero Vallejo.- El tema común que liga toda su
producción es la tragedia del individuo, analizada desde un punto de vista social, ético y
moral. Los principales problemas que angustian al hombre se apuntan ya en su primera obra
escrita, En la ardiente oscuridad, y continúan en obras posteriores. La crítica ha clasificado su
obra en:
a) Teatro simbolista.- En la ardiente oscuridad (1950) representa el crudo enfrentamiento
con una realidad que no puede escamotearse ni disfrazarse. A través de la tara física de la
ceguera, Buero simboliza las limitaciones humanas. Así, es símbolo de la imperfección, de la
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carencia de libertad para comprender el misterio de nuestro ser y de nuestro destino en el
mundo. El ser humano no es libre porque no puede conocer el misterio que le rodea. En La
tejedora de sueños (1952), recreación del mito de Ulises y Penélope; Irene, o el tesoro
(1954), análisis del desdoblamiento de la realidad. En estas dos obras se propone con mayor
o menor ambigüedad la presencia del misterio como dimensión de la existencia humana y la
necesidad de la fe, la esperanza y el amor -vaciadas las tres de toda significación teológicapara transformar el mundo y aumentar en el mundo el fondo más humano del hombre.
b) La crítica social.- Estas obras analizan la sociedad española con todas sus injusticias,
mentiras y violencias. Historia de una escalera, que obtiene en 1949 el premio Lope de Vega,
es una de las obras más importantes del teatro de esta época por su carácter trágico y por la
denuncia de las limitaciones para el progreso social y personal. Los protagonistas son cuatro
jóvenes, vecinos en el último piso de una vieja casa: Urbano, obrero de una fábrica;
Fernando, dependiente de una papelería; Carmina y Elvira. La obra refleja un mundo gris
donde las frustraciones se repiten, no sólo por el peso del medio social sino también por la
debilidad personal. El protagonista acaba siendo la escalera, testigo mudo del paso del
tiempo. La obra causó gran impacto por su realismo y contenido social. En ella plantea la
imposibilidad de algunos individuos de mejorar materialmente debido a la situación
económica y a su falta de voluntad. El tragaluz (1967), como casi todas las de Buero Vallejo,
comienza de manera aparentemente anodina, contando la historia de una familia en la
España franquista, pero luego se vuelca hacia un relato que constituye un ataque en toda la
línea de flotación de la Dictadura. La trama aparentemente simple se encuentra trabada por
cinco o seis niveles de mensajes, todos potentísimos, que impactan al espectador o al lector.
Todos esos mensajes, en la época en la que fue escrita (postrimerías del franquismo), se
entendían sin necesidad de aclarar nada. Hoy, para comprenderlos, deben ser
contextualizados. Las cartas boca abajo (1957) plantea la situación de un matrimonio que
convive a lo largo de veinte años bajo la mentira.
c) Dramas históricos.- En estas obras el trasfondo histórico es un pretexto para reflexionar
sobre la realidad contemporánea. Un soñador para un pueblo (1958) relata el fracaso de un
hombre empeñado en mejorar la vida de un pueblo. El protagonista, Esquilache, ha de
enfrentarse a todo el sistema, pues la política que pretende imponer no cuenta con el apoyo
popular. Pero en realidad, la oposición a su política no procede del mismo pueblo, sino de un
tercer poder, que, oculto, mina las mejoras de vida. Al final, Esquilache se sacrifica: renuncia
a su cargo y marcha al exilio. Las Meninas (1962), en la que es central la figura del pintor
Velázquez, refleja la ocultación de la verdad, la corrupción moral y la negación de la realidad.
El concierto de San Ovidio, Parábola en tres actos (1962) está concebida a partir de un
grabado que representa el espectáculo de la orquestina de ciegos del Hospicio de los Quince
Veintes, realizado en septiembre de 1771, Buero reconstruye un drama en el que aflora lo
grotesco, la injusticia y la falta de ética. Los temas son la explotación del hombre por el
hombre y la lucha del ser humano por su libertad. El sueño de la razón (1970) se sitúa en el
Madrid de 1823, durante la ola de terror desencadenada por Fernando VII en su lucha contra
los liberales. El protagonista es Francisco de Goya. A través de la sordera -de nuevo una tara
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física-, Buero simboliza la incapacidad de algunos para entender el sentido más oculto de la
realidad.
Alfonso Sastre (1926)
Enfrentado con Buero a causa de su distinta concepción del teatro, Sastre entiende que la
finalidad fundamental del teatro debe ser la denuncia como elemento revolucionario más
que estético, es decir, cree que los argumentos deben testimoniar lo que está pasando para
intentar cambiar la sociedad. Evidentemente, Sastre tiene problemas con la censura, sobre
todo a partir de la publicación de una de sus obras principales: Escuadra hacia la muerte
(1953), que fue considerada como una especie de manifiesto de los jóvenes que habían
sufrido las consecuencias de la Guerra Civil, aunque no habían participado en ella. Es una
crítica feroz al militarismo y la guerra, y desde su estreno, el 18 de marzo de 1953 en el
teatro María Guerrero de Madrid, fue un rotundo éxito. Tanto el público, formado
mayoritariamente por universitarios, como la crítica quedaron entusiasmados. Tras la
tercera representación, fue prohibida por la censura. Desde este momento, la obra comenzó
a representarse de manera clandestina en universidades e institutos. Entre 1953 y 1960
estrena dramas que denuncian las injusticias y el poder tiránico: La mordaza (1954), Muerte
en el barrio (1955), Guillermo Tell tiene los ojos tristes (1955), El cuervo (1957), El pan de
todos (1957), y La cornada (1960). Todas estas obras sufren grandes dificultades para poder
ser estrenadas, a causa de la presión de la censura. Entre 1965 y 1972 estrena tragedias
complejas, esto es, obras que mezclan diversos géneros, en las que se suprime el espacio
entre el escenario y los espectadores, con proyecciones, carteles e intervención directa del
espectador en la obra: La taberna fantástica (1966), Crónicas romanas (1968), y dos obras en
las que denuncia cuestiones políticas, como la guerra de Vietnam: Ejercicios de terror (1970)
y Las cintas magnéticas (1971). Además, cabe destacar Los últimos días de Emmanuel Kant
(1990), obra en la que trata sobre la vejez del filósofo.
Otros autores encuadrados en el realismo social
Muchos fueron los dramaturgos que dedicaron gran parte de su obra a denunciar la
opresiva situación que se vivía en la España de los años cincuenta y principios de los sesenta
bajo el yugo del régimen de Franco. Tomaron como modelo obras de denuncia social
anteriores que asentaron un precedente en nuestra literatura, como Juan José (1896), de
Joaquín Dicenta.
 Lauro Olmo (1922-1994) pasa a la historia de nuestro teatro con su obra La camisa
(1961), en la que trata un tema tan actual como la emigración como solución a la
miseria. Recordemos que durante los años cincuenta y sesenta un gran número de
españoles se vieron obligados a emigrar, o bien a las zonas industriales de España,
como Madrid, Barcelona y Bilbao, o bien a países centroeuropeos, como Suiza,
Francia, Alemania y Bélgica. La camisa es una de las obras más representativas del
teatro de testimonio y denuncia.
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 José Martín Recuerda (1926-2007)) destaca por dos obras fundamentales: Las
salvajes en Puente San Gil (1961), sobre la hipocresía en la España de la posguerra,
ya que narra la llegada de una compañía de revista a un pueblo atrasado e
intolerante, y las tensiones que allí se crean, y Las arrecogías en el beaterio de
Santa María Egipcíaca (1970), basada en Mariana Pineda.
 José María Rodríguez Méndez (1925-2009) denuncia la dura situación que viven
los opositores a la función pública en Los inocentes de la Moncloa (1961).
3. EL TEATRO EXPERIMENTAL DE FINALES DE LOS AÑOS SESENTA
A partir de los años finales de la década de los sesenta y durante toda la década de los
setenta algunos autores encuadrados en el teatro social de denuncia comienzan a buscar
nuevas formas de expresión alejadas del realismo. Así, surge una especie de vanguardia
teatral que tiene como finalidad la renovación del género dramático. Las características más
importantes de este nuevo teatro son las siguientes:
- Los autores persiguen la creación de un espectáculo total, en el que el argumento
pasa a un segundo plano para ceder su lugar a los efectos sonoros, de luces, a la expresión
corporal, proyecciones en grandes pantallas, etc.
- Se incluyen técnicas propias de otros espectáculos, como el circo, el teatro de
marionetas, el cabaret, los desfiles...
- El punto de vista realista del teatro social desaparece a favor de un teatro
simbólico, alejado de la realidad, aunque sin olvidar la protesta y la denuncia: los símbolos y
parábolas se refieren a la dura realidad de los años finales del régimen de Franco.
- Desaparece la disposición tradicional del teatro, es decir, ya el espectáculo no se
desarrolla solo en el escenario frente a los espectadores. Debido a la búsqueda de nuevas
formas de expresión, este tipo de teatro se suele desarrollar en polideportivos, plazas de
toros, plazas públicas, la calle, con la idea de que el espectáculo se mezcle con los
espectadores, y que éstos sean un elemento más del espectáculo gracias a su colaboración.
- Suelen ser espectáculos basados en la provocación. A partir de la muerte de
Francisco Franco en 1975 este tipo de espectáculos extreman sus propuestas artísticas, de
modo que los ataques se multiplican y se dirigen hacia todo tipo de instituciones.
- Los personajes suelen ser simbólicos, representan conceptos o instituciones más
que personas.
- La comunicación no verbal es tan importante o más que la verbal.
Estos nuevos grupos de teatro basan sus propuestas en corrientes dramáticas
experimentales extranjeras, representadas por autores como Samuel Beckett, Eugène
Ionesco, Antonin Artaud o Bertoldt Brecht, así como algunos autores españoles
considerados renovadores, como Valle-Inclán, Lorca o las primeras obras de Mihura.
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Este teatro experimental comienza a andar en España gracias a la creación de una gran
cantidad de grupos independientes de teatro, alejados de los circuitos comerciales, como los
catalanes “Els Joglars”, la “Escola dramática Adrià Gual”, “Els Comediants”, “La Fura dels
Baus” o “Tricicle”; los madrileños “Los Goliardos”, “Tábano”, “Ditirambo” o “TEI (Teatro
Experimental Independiente)”; los sevillanos “Esperpento”, “Tabanque” o “La Cuadra”, y
algunos otros grupos nacidos en otras ciudades, como “Akelarre” (Bilbao), “Corral de
Comedias” (Valladolid) o “Quart 23” (Valencia).
Dos autores españoles, además de los grupos teatrales mencionados, destacan por su labor
renovadora desde los años sesenta:

Francisco Nieva (1929): Se trata de un autor completamente entregado al arte teatral, ya
que ha trabajado como director escénico, figurinista, escenógrafo y, por supuesto, autor
dramático. Sus obras presentan influencias del surrealismo y del esperpento, y suelen
tratar temas humorísticos, la mayoría de las veces humor negro. El mismo autor ha
clasificado su obra de la siguiente manera:
o Teatro furioso, con influencias del esperpento de Valle-Inclán y de la pintura de
Francisco de Goya. Tiene como finalidad la denuncia y la lucha contra las injusticias:
El combate de Ópalos y Tasia (1953) y Nosferatu (1973).
o Teatro de farsa y calamidad, más sencillo que el anterior: El rayo colgado (1961),
Malditas sean Coronada y sus hijas (1968) y El baile de los ardientes (1990).
o Teatro de crónica y estampa: en este apartado el propio autor incluye la obra Sombra
y quimera de Larra (1976), centrada en la vida de Mariano José de Larra.

Fernando Arrabal (1932): Se trata del autor español más conocido en el extranjero
actualmente. Exiliado en Francia, escribe tanto en francés como en español, con gran
éxito. Su teatro se caracteriza por la mezcla de elementos surrealistas, esperpénticos y
absurdos, en busca siempre de la provocación. Según el autor, los ingredientes que
intervienen en sus obras son la confusión, el humor, el terror, el azar y la euforia.
Denomina al conjunto de sus obras teatro pánico (derivado del dios griego Pan). Trata
temas como el erotismo, la oposición a la guerra y a la tiranía o la absurdidad de la
religión. Podemos diferenciar tres etapas en su teatro:
o A partir de los años cincuenta publica sus primeras obras, próximas al absurdo: Picnic (1952) y Cementerio de automóviles (1965). Destacan por el magistral uso del
lenguaje.
o En los años sesenta desarrolla el teatro pánico, mezcla de situaciones reales e
imaginarias. El surrealismo de esta etapa se encuentra plasmado en El arquitecto y el
emperador de Asiria (1966).
o Desde los años setenta Fernando Arrabal mezcla las dos etapas anteriores,
consiguiendo una obra original y vanguardista: La balada del tren fantasma (1975),
Ceremonia por un negro asesinado (1991).
Sus obras estuvieron prohibidas durante la dictadura de Franco. A partir de la transición
democrática, ha obtenido algunos éxitos, aunque ha habido pocas representaciones de
su teatro y, las que se han realizado, quizás no han alcanzado la trascendencia esperada.
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4. TENDENCIAS DEL TEATRO ACTUAL
En los últimos veinte años en España ha habido una gran proliferación de nuevos autores,
que se han mezclado con los ya existentes. Así, encontramos una gran variedad de
tendencias teatrales, con autores consagrados que representan al mismo tiempo que otros
noveles. Dramaturgos tan importantes como Sastre, Antonio Gala, Francisco Nieva o
Fernando Arrabal ven cómo sus obras, en mayor o menor medida, continúan de actualidad.
Los autores más destacados de los últimos años son:
o José Sanchis Sinisterra (1940).- La obra de Sanchis Sinisterra siempre presenta un
continuo movimiento entre la tradición y las líneas dramáticas contemporáneas, del
que es un buen ejemplo su obra Ñaque (1980). En este texto se adivina ya la
presencia de Beckett, autor clave para la etapa que abre el autor en la Sala Beckett
de Barcelona a partir de 1989, donde impartirá cursos para actores y autores. Allí
profundiza en el estudio de los límites de la teatralidad: lo intertextual, la
implicación del espectador en la ficcionalidad, la metateatralidad, el
cuestionamiento de la fábula y del personaje tradicional, lo no dicho, lo enigmático,
etc. Todo ello, entre otras muchas cosas como la necesidad de acercar el teatro a
otras artes o a la ciencia, participa de la defensa de lo que este autor denomina una
"teatralidad menor". Un tipo de teatro muy distinto al espectacular y comercial. Su
obra explora muy diferentes temáticas, desde un teatro de carácter histórico -que
va desde la conquista de América, Trilogía americana; hasta la Guerra Civil
española, ¡Ay Carmela! (1986)- y llega a la realidad actual pasada por un filtro de
extrañamiento. Esta última muy crítica con la sociedad de consumo (Marsal Marsal,
1996). El lector por horas (1999) un homenaje a la literatura, y La raya en el pelo de
William Holden (2001) dedicada al cine, forman parte de una trilogía sobre otras
artes de la que faltaría la música.
o Ana Diosdado (1938-2015).- Hija de actores, está en contacto con el teatro desde
su más tierna infancia. Uno de sus éxitos más destacados es Usted también podrá
disfrutar de ella (1973), donde trata un tema tan polémico hoy en día como el uso
que la publicidad hace de la mujer. Otra obra importante es Los ochenta son
nuestros (1988).
o José Luis Alonso de Santos (1942).- Comenzó su carrera teatral en 1964 en grupos
de teatro independiente como el TEM, Tábano, TEI y Teatro Libre, en los que
trabajó como actor, director y dramaturgo. Destacan dos obras cómicas que han
alcanzado gran repercusión debido, en parte, a su adaptación cinematográfica: La
estanquera de Vallecas (1980) y Bajarse al moro (1984). Los problemas de la
juventud suelen aparecer frecuentemente en sus obras.
o Fermín Cabal (1948).- Sigue una trayectoria teatral que va desde el naturalismo
costumbrista de comedias como Tú estás loco, Briones (1978), farsa esperpéntica
ambientada en la transición política, hasta la reflexión sobre los problemas de la
propia creación teatral en Caballito del diablo (1985), sobre la juventud y las
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drogas. En sus obras muestra a sus personajes en la tragicomedia de su vida
cotidiana, desencadenando la ternura del espectador, pero también su angustia y
su risa. La perplejidad que sus personajes sienten por el choque de la ética humana
con un mundo hostil da la medida de su dignidad como entes de ficción. Su estilo
aparenta no tener pretensiones, pero sus textos tienen una estructura precisa y
equilibrada, dominada por un sentido de la economía expresiva.
El panorama de estos últimos años es variado y cambiante. Predomina el teatro
comercial e institucional, pero también surgen autores y grupos que realizan
nuevas propuestas escénicas.
El teatro de compañías institucionales
El teatro comercial
El teatro de humor
Los nuevos autores
La abundancia de grupos teatrales
El teatro musical
El Centro Dramático Nacional o la Compañía
de Teatro Clásico realizan montajes de obras
consagradas y contribuyen a difundir el
patrimonio teatral histórico.
Continúa la tradición de la comedia burguesa,
con obras con esquemas formales
anticuados.
Sigue cosechando éxitos, con fórmulas
nuevas: monólogos cómicos, comedias
mudas,
adaptaciones
de
comedias
cinematográficas…
Destaca
la
presencia
de
mujeres
dramaturgas, como Paloma Pedrero y
Yolanda Pallín, y las obras de autores como
Ernesto Caballero, Eduardo Galán o Ignacio
García May.
Sobreviven
en
difíciles
condiciones,
representando obras de autores poco
conocidos en salas pequeñas.
Este género, poco habitual en España,
prolifera hoy día con gran éxito. Se adaptan
obras internacionales (Cats, Los miserables) o
se crean obras propias (Hoy no me puedo
levantar)
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