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Lo que usted estudió y nunca debió olvidar
de Historia
por Gonzalo Zaragoza Ruvira.
Mensaje de vuestro profesor:
Estimados alumnos,
El texto que hoy os entrego fue escrito por un profesor al que conocí cuando trabajábamos en las
Secciones Bilingües, él de Rumanía, yo de Hungría. Tuve la suerte de colaborar con Gonzalo en unos libritos
de Geografía e Historia de España para aprendices de español como lengua extranjera, que hoy se pueden
descargar libremente de internet. Él tenía un cargo en la Embajada de Rumanía como Agregado de
Educación, pero se sentaba entre los profesores como uno más de nosotros y disfrutamos de varias buenas
cenas con buena conversación, mientras trabajábamos, en Budapest, en Bucarest y en Sofía. Antes de éso,
Gonzalo había dado clase en varios países: España, Francia, Colombia, Estados Unidos... sabía hablar
español, catalán, italiano, rumano, francés, inglés, chino... y sus puntos de vista eran más interesantes que los
de la mayoría de profesores que yo había escuchado, y también con más sentido común, y, en cierto modo,
más sencillos.
Este libro se editó originalmente hace unos diez años y ya no se encuentra en las librerías, pero
Gonzalo cada semana nos va a enviar un capítulo con nuevos retoques, pensando en vosotros. A cambio
nosotros le enviaremos nuestros comentarios y reflexiones sobre sus ideas. Por supuesto, podéis y debéis dudar
y cuestionar las ideas. Insisto: opinar, comentar, dudar y cuestionar. Podremos hablar con él a través de
internet, email, chat, webcam o como nos venga mejor.
Serán doce capítulos que recibiremos uno por semana y os iré colgando en la Bitácora del IES Pay
Arias. También los tendréis disponibles en Conserjería, para fotocopiar, para quien prefiera pagar copias en
papel.
Cada semana os pediré en las clases una retroalimentación y un comentario escrito individual, que
compondrán un tanto por ciento de vuestra nota.
Espero que os guste la lectura,
Saludos,
Miguel Ángel de la Fuente.
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Capítulo I
DE LUCY A NEFERTITI, LOS PRIMEROS PASOS DE LA HISTORIA HUMANA
La historia humana viene a ser el relato de la actividad continuada en este planeta de
esos animales que denominamos hombres y mujeres.
Por eso todo el pasado humano es historia. La distinción temporal que establecen los
términos prehistoria e historia está pasada de moda. Antes se había considerado como
prehistoria el periodo de la evolución humana sobre el que no se disponía de materiales
escritos. Los arqueólogos, sin embargo, han desarrollado técnicas que permiten “leer”
restos materiales muy diversos, y por ello la historia de la humanidad se inicia con nuestros
propios orígenes. Pese a todo, la tradición, el uso establecido explica que se sigan
utilizando los términos “prehistoria” y “prehistórico” para referirse a los tiempos anteriores
a las primeras civilizaciones, sin más precisión.
La prehistoria se solía subdividir en “edades” con nombres -¡en griego, claro, para
demostrar lo culto que somos”- que se referían a los instrumentos más utilizados por los
hombres: Paleolítico (“edad de la piedra antigua”), Neolítico (“edad de la piedra nueva”) y
Edad de los Metales; esta última se subdividía en edad del bronce o eneolítico, y edad del
hierro. En la actualidad se utiliza el término “paleolítico” para designar una forma de
relación con el medio en que el individuo era cazador y recolector. Y el término neolítico se
utiliza para las sociedades que ya disponen de agricultura y ganadería.
La teoría de la evolución y el origen africano
Volvamos al principio. La historia humana tiene un momento originario, y es al
mismo tiempo una parte, un estadio de la evolución de la vida en el planeta Tierra, que fue
pasando de formas simples a formas más complejas.
La especie humana es una más de las que han ido apareciendo, un animal entre otros
muchos, como resultado de la adaptación al medio y de la modificación genética. Esto es lo
que opina la teoría evolucionista, la más aceptada en la actualidad, que fue expuesta ya por
Darwin en 1859 y que se simplifica en la frase “el hombre desciende del mono”, que habría
que transformar en “el hombre y el mono tienen un antepasado común”. Una teoría
contraria a la de Darwin es la creacionista, según la cual el hombre fue creado (por Dios) en
un momento concreto de la historia. Según la versión judía todos los seres humanos
descienden de una pareja primigenia, Adán y Eva, que recibió la orden expresa de
extenderse y poblar el planeta.
Los evolucionistas creen que, como parte del proceso evolutivo se produjo la
hominización, es decir la aparición de seres semejantes a los hombres y mujeres actuales.
Pero ¿en qué momento podemos decir que uno de esos animales parecidos a los
chimpancés es ya algo más que un “homínido”, es ya un hombre? Los arqueólogos
consideran como rasgos infaliblemente humanos por un lado la bipedestación, es decir, la
posibilidad de estar y moverse de forma habitual de pie, erguidos, y no como los monos.
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Por otro, un gran volumen craneal y la capacidad de emitir sonidos articulados. Todo ello lo
han establecido a través de ingeniosas deducciones de restos óseos escasos y del análisis
minucioso del entorno de los hallazgos. La ciencia ha ido mejorando y refinando las
técnicas, y ahora existen por ejemplo estudios del DNA mitocondrial que podrían llevar a
descubrir la primera auténtica “mujer”, la “Eva” originaria de la humanidad.
Desde las excavaciones de los Leakey en el sureste de Africa todos los arqueólogos
aceptan que la hominización se produjo en un solo lugar de la tierra y en una sola ocasión,
y que todos los seres humanos descendemos de aquellos primeros seres humanos.
Durante el mioceno el clima era mucho más cálido y húmedo que en la actualidad.
Se extendían por Africa y por otros continentes selvas tropicales en las que vivían todo tipo
de animales, entre ellos muchos simios. Al finalizar ese periodo geológico, hace doce
millones de años, se inició un cambio climático, una de cuyas consecuencias fue la
transformación de muchas selvas en bosques y en sabanas.
La hominización y la historia de Lucy
Hace nueve millones de años, en el “Rift Valley” africano, una amplia región que se
extiende desde el extremo sur de ese continente hasta Etiopía, en algún momento unos
simios bajan de los árboles y comienzan a andar erguidos: se ha iniciado el largo camino
hacia el hombre, pues la bipedestación impulsará el crecimiento del cerebro.
Una de las primeras especies conocidas que tal vez fue bípeda fue el “Ardipithecus
Ramidus”, de hace 4.4 millones de años. Desde este antepasado hasta la especie a la que
pertenecemos, el “Homo sapiens sapiens”, los arqueólogos han puesto nombre (en latín o
en griego) a especies diversas y han intentado relacionarlas entre sí. Claro que el árbol
genealógico de la evolución no está del todo claro: algunas ramas se extinguen; otras
evolucionan y emigran a otras regiones, y seguramente se encontrarán muchos eslabones
intermedios que expliquen la evolución entre las especies conocidas.
De hace 3´6 millones de años son las huellas de homínidos en el barro de Laetoli, en
Tanzania. Tienen 3´5 millones de años los restos de “Australopithecus afarensis”, de metro
y medio de altura y una capacidad craneal de 400 cms.3 A esa especie pertenece un
esqueleto femenino de 90 cms de altura (la mujer era mucho más diminuta que el hombre),
de Haddar (Etiopía) al que se puso el nombre de Lucy. Se han datado en 2´6 millones de
años las primera pruebas de utilización de instrumentos de piedra, en la misma región
africana.
Especies más próximas a nosotros han sido el Homo Ergaster, el Homo Habilis y el
Homo Erectus, este de 1.60 metros de altura y 750-1300 cms.3 de capacidad craneana.
Dispersión a partir de África
Hasta ahora los primeros hombres y las primeras mujeres vivían en un rincón de
Africa, cuna de la humanidad. Hace un millón de años se inicia la emigración al resto de los
continentes, en primer lugar a Asia. En Europa se encuentran hombres ya en el año
800.000, como muestran los restos de Atapuerca (Burgos). Pertenecen a una especie
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distinta de las conocidas hasta entonces, que sus descubridores han llamado “Homo
antecessor”. A Australia llegarían en el 60.000 y a América del Norte, desde Asia, en el
15.000. Las últimas especies humanas han sido el hombre de Neanderthal (1.500 cms.3 de
capacidad craneal) y el Homo Sapiens Sapiens, de 1.500 cms.3 de capacidad craneal, o sea,
nosotros mismos.
Estos seres humanos estaban muy diseminados, y formaban pequeños grupos
repartidos por un planeta poblado por los demás animales. Muy lentamente irán
aprendiendo a dominar el medio, a utilizar el fuego, a manipular piedras y maderas, a cazar
otros animales, a protegerse en chozas y guaridas, a comunicarse entre sí con sonidos
articulados, a enterrar a sus muertos, a representar la realidad o la fantasía en huesos de
animal o en las paredes de algunas cuevas.
Agricultores y ganaderos
En ese proceso de dominio del medio, en ciertos lugares del planeta los hombres
consiguen controlar la reproducción de algunas plantas y controlar y domesticar a algunos
animales; es decir, inventan la agricultura y la ganadería.
Se trata de un cambio de actitud ante el medio que tendrá grandes consecuencias.
Cultivar los campos y criar animales permite disponer de alimentos de forma fija y segura;
exige el paso del nomadismo de la vida cazadora a una vida sedentaria, y fomenta la
continuidad de los poblados. Algunas cosechas, sobre todo los granos, pueden almacenarse
para su consumo en épocas de crecimiento de las plantas.
En cuanto a la división del trabajo ya no es preciso que todos los habitantes del
grupo se dediquen a obtener alimentos; algunos podrán encargarse de elaborarlos y obtener
harina, cerveza, leche o queso, y a actividades no productivas. Con ello comienza la
diversificación social. Además, el excedente de producción almacenado puede
intercambiarse con otros pueblos. Otras actividades nuevas son la cerámica, de gran
importancia para almacenar los alimentos, y la manipulación de minerales (cobre, oro,
bronce, hierro) para conseguir metales, que resultan más eficientes y adecuados que la
piedra o la madera como utensilios e instrumentos, como joyas y como armas con que
defenderse de otros grupos humanos.
La existencia, en los poblados, de grupos más numerosos que las bandas de
cazadores permite emprender en común obras necesarias para las tareas agrícolas de
canalización, drenaje o aterramiento. Los hombres talan los bosques y crean campos de
cultivo, levantan grandes monumentos de piedra (megalitos), posiblemente relacionados
con creencias o prácticas religiosas o funerarias. Y en los poblados parece que no todos son
iguales. Parece que se desarrolla un grupo con más riqueza y poder, los guerreros, o los
jefes, que coordinan las actividades de los demás.
Significado de la revolución neolítica
Todos estos cambios de la vida humana ligados a la agricultura, la ganadería y la
sedentarización se denominan “revolución neolítica”. Algunos opinan que ese fue el cambio
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más importante en la historia humana, sólo comparable a la “revolución industrial” de fines
del siglo XVIII. Otros creen que se trató de un viraje en la evolución de las sociedades
humanas debido simplemente a la necesidad. Porque los cambios se producen sólo en
algunos lugares, y porque muchos pueblos de cazadores y recolectores que conocían el
ciclo vegetal y animal no sintieron necesidad alguna de hacerse agricultores ni ganaderos.
Hay que pensar que la agricultura primitiva era insegura: sequías y epidemias diezmaban
las cosechas y el agricultor corría más riesgos de inanición que el cazador en tierras bien
pobladas de animales.
Parece por ello que el hombre se hizo campesino a la fuerza, debido a la disminución
drástica de caza y de especies silvestres como consecuencia de cambios climáticos y debido
a la necesidad imperiosa de sobrevivir, de conseguir alimentos de algún modo. Grandes
regiones habían quedado desiertas, como las que se extienden del Sahara al este de Africa,
y el interior del continente asiático. La población no tuvo más remedio que emigrar hacia
los valles fluviales más fértiles.
El foco neolítico conocido más antiguo se sitúa en el llamado “Creciente
Fértil” (actuales Israel, Líbano, Siria e Iraq); otros focos aparecen en Asia y América del
11.000 al 8.000 antes de Cristo. En Europa y Asia se domestica el trigo y la cebada; en
América el maíz, la calabaza, la patata; en Asia el arroz. La primera ciudad conocida es
Jericó, que nace hacia el 8000 a JC y donde llegaron a vivir de dos mil a tres mil personas.
La metalurgia aparece, en la misma región, hacia el 4.000 a.C.
El nuevo modelo de vida se propaga a las regiones vecinas. Desde Oriente próximo
se extiende por el Mediterráneo hacia Anatolia, la península balcánica, la itálica y la
ibérica. Por el interior siguen los cursos de los ríos Danubio y Rin hacia los años 5400-4800
a.C.
Las primeras civilizaciones de la historia
Durante varios milenios las técnicas agrícolas y ganaderas van siendo adaptadas por
muchos pueblos nómadas. Y, hacia el 3.500 antes de Cristo, podemos observar en unos
pocos lugares de la tierra unas transformaciones muy profundas de las sociedades aldeanas;
lo que denominamos primeras civilizaciones. A excepción del continente americano estas
“civilizaciones” se sitúan junto a ríos caudalosos o que aportan en sus crecidas limos
fértiles, como el Nilo, el Tigris-Eufrates, el Indo, el Huang-He (“Río Amarillo”) y el YangTze en la China. Por eso se han denominado “civilizaciones hidráulicas”, ya que el control
de las aguas está ligado al control político, al poder sobre los trabajadores. Los ríos, claro
está, garantizan la seguridad de las cosechas y sirven de medios de transporte.
En estas sociedades la división social es grande. Hay castas dominantes, que son
tanto políticas -controlan la fuerza y la violencia social- como religiosas, pues controlan el
pensamiento y las costumbres sociales. Religiones y mitologías explican el mundo y el
dominio de la elite, y que garantizan la obediencia y la aportación de tributos, que la elite
dominante almacena e intercambia. La ciencia (astronomía, matemáticas, geometría) , el
arte y la cultura están al servicio de los intereses de esa clase dominante. Se desarrolla un
método de notación que dará lugar a los precedentes de nuestros actuales sistemas de
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escritura. Se levantan construcciones monumentales erigidas en honor de los dioses, los
templos, y viviendas o palacios de los soberanos.
Las dos civilizaciones que los europeos mejor conocemos son la mesopotámica y la
egipcia, pueblos próximos y enfrentados, que controlaban dos extremos de la región que se
extiende entre el Nilo, Palestina y el Golfo Pérsico. En esa región hubo también otras
civilizaciones de menor extensión territorial, como la fenicia o la hebrea.
Mesopotamia, tierra de ciudades e imperios (todas las fechas son antes de Cristo!)
En Mesopotamia, tierra situada “entre los ríos” Tigris y Éufrates, encontramos
ciudades importantes, como Ur, Eridu, Hassuna. Son ciudades autónomas y en cada una de
ellas destaca del conjunto urbano un templo o pirámide escalonada. El soberano de la
ciudad, jefe de la casta dominante, es también el intermediario con el dios protector.
Hacia el 2334 Sargón, rey de Agade, conquista la mayoría de las ciudades
mesopotámicas y establece un imperio extenso, el primero de la historia, que no perdurará.
Luego, diversas ciudades de la región irán destacando sobre las demás, como Mari, Larsa,
Eschnunna, Aleppo, Asur y Babilonia. De esta ciudad y del imperio babilónico que logran
constituir recordamos al soberano Hammurabi (1792-1750) ya que se conserva el bloque de
diorita en que grabó un código civil. Precisamente durante el reinado de este soberano vivió
allí Abraham, el padre del pueblo judío. De Mesopotamia han pasado a la Biblia textos
legales y leyendas, como la del diluvio universal. Otro logro cultural mesopotámico fue la
escritura silábica, que aparece hacia el 2800. Utilizaban tabletas de arcilla blanda, en las
que, con un estilete, marcaban trazos en forma de cuña; de ahí el nombre de “escritura
cuneiforme”. Luego se secaban al sol, o en un horno, y podían conservarse largo tiempo. Se
conservan muchísimas tabletas que podemos leer y traducir, en las que aparecen desde el
mito de Gilgamesh a listas de batallas o relación de tributos almacenados.
Mesopotamia era una tierra abierta, una cuenca fluvial rodeada de montañas. Para
los pueblos de esas zonas montañosas era una tierra tentadora. Y en diversas ocasiones
invadieron el valle. En el 1595, uno de esos pueblos, los hititas, procedentes de Anatolia y
conocedores del uso del hierro, saquean Babilonia, y con ello se inicia un periodo oscuro de
seis siglos de duración, del que surgirá un nuevo imperio de tipo militarista, el asirio. Los
asirios (con capital en Assur) eran fruto de la fusión de inmigrantes y pueblos nativos no
sumerios. Al imperio asirio seguirá el llamado neobabilónico.
La trayectoria de la civilización egipcia
La segunda gran civilización occidental de la época fue –así lo han dicho todos los
historiadores- un “don del Nilo”. El mundo egipcio constituye una región peculiar, una
estrecha franja de tierra de diez a veinte kilómetros de anchura que se extiende a ambos
lados del río, desde el delta del río a las tierras altas de Nubia, unos 1000 kilómetros de
norte a sur. Más allá se extiende el desierto. El río se desborda una vez al año de forma
regular, y las aguas cubren las tierras de una capa de limo fértil donde las semillas se
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desarrollan bien. El invierno suave permite una buena cosecha. Los campesinos han de
repartirse ese “don del Nilo”, convivir y compartir. En Egipto una autoridad suprema, el
soberano o faraón, y una estructura jerárquica lo garantizan, con justificación religiosa. El
faraón es la cima de todo: el señor supremo y el dios viviente; hace nacer el sol cada día y
garantiza la vida.
La civilización egipcia, más reciente que la mesopotámica, se inicia hacia el 3000
en un reino situado en el sur, o alto Egipto. A partir de entonces las etapas tradicionales de
la historia egipcia son estas: Imperio Antiguo, con capitalidad en Menfis (2850-2052),
Imperio Medio con capitalidad en Tebas (2050-1800) e Imperio Nuevo (1567-1085); dentro
de cada Imperio sirven de hitos cronológicos la sucesión de dinastías de faraones.
Los egipcios se consideraban en el centro del mundo e intentaron imponer su
dominio a los pueblos vecinos. Sufrieron algunas invasiones extranjeras, como la de los
hicsos, en el siglo XVIII. Procedían de Palestina, y tenían un nivel técnico superior ya que
utilizaban el bronce, el caballo, la armadura y los vehículos de ruedas. Conquistaron el Bajo
Egipto y luego dominaron todo el país, poniendo así fin al Imperio Medio: por primera vez
el imperio de los faraones estaba bajo poder extranjero. Pero los egipcios asimilan los
inventos hicsos, y expulsan al enemigo. Se instaura entonces la dinastía XVIII y el llamado
Nuevo Imperio. En ese periodo se extienden las fronteras hasta el río Éufrates (con
Tutmosis III), se adentran por Palestina y por territorio hitita (con Ramsés II) y entablan
relaciones diplomáticas con Mesopotamia, aceptando que el mundo conocido e importante
quedaría tutelado por las dos superpotencias.
La cultura egipcia ha llegado hasta nosotros casi intacta. Podemos visitar las tres
grandes pirámides construidas en el tercer milenio (¡antes de Cristo!) en el desierto, o los
templos excavados en las rocas con esculturas monumentales. En nuestros museos hay
pinturas y esculturas minuciosas y policromadas, así como cadáveres de hombres y
animales momificados. Podemos también leer los numerosos textos e inscripciones que han
sobrevivido, y conocer sus avances matemáticos y médicos o sus creencias en un mundo de
ultratumba y en unos dioses justicieros. La escritura egipcia, jeroglífica en sus orígenes, se
inició hacia el 3000 y se dibujaba sobre papiro o piedra.
La supuesta reforma de Akenathon
En el siglo XIV vivió el faraón Amenofis IV (1377-1358), casado con Nefertiti, a
quien algunos consideran un reformador frustrado. Intentó, en efecto, sustituir el panteón de
dioses oficiales por un dios único, el sol, Atón. En prueba de su compromiso cambió su
propio nombre por el de Akenathón, construyó una capital nueva, lejos de Tebas y rechazó
la grandilocuencia y hieratismo artístico para fomentar un estilo naturalista y humano.
Aunque el culto a Atón recordaba la hermandad de todos los hombres, resulta difícil
determinar si el faraón era un reformador auténtico, o si su apuesta fue consecuencia de un
enfrentamiento con la poderosa casta sacerdotal tebana.
Detengámonos en este siglo XIV, el de la bella Nefertiti y revisemos otras
civilizaciones de la época.
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Civilizaciones de la India y la China
En el continente asiático las primeras civilizaciones del valle del Indo, las de
Mohenjo-Daro y Harappa desaparecen hacia el 1700. Dos siglos más tarde llegan a la
región emigrantes arios del noroeste que dominan a los drávidas, la población originaria, y
que formarán el sustrato de civilizaciones posteriores. En este periodo se están gestando los
Vedas, colección de textos religiosos y mitológicos que más tarde serán puestos por escrito.
En la China los primeros testimonios arqueológicos pertenecen a la dinastía Shang
(hacia 1766-1122), en el noreste del país. Era una civilización centralizada, en que un
emperador actuaba de intermediario con el universo, con grandes obras de canalización y
con escritura ideográfica, precedente de la actual.
La zona entre Anatolia, Egipto y Mesopotamia seguía siendo un lugar de encuentro
de culturas y de experimentación, tierra de pueblos diversos como los Mittani, los Mari, los
fenicios los hititas y los hebreos. Estos últimos fueron deportados por los egipcios a la
región del Nilo y no regresarán a su tierra hasta el siglo XIII. Una prolongación de ese
mosaico cultural hacia el Mediterráneo fue la civilización cretense, que se había
desarrollado del 2000 al 1450, y que fue arrasada por los pueblos micénicos, un pueblo que
se había asentado en la Grecia continental en el siglo XVII y desde allí se había extendido
por el Mediterráneo.
En el continente europeo desde el 2300 se había ido difundiendo la metalurgia del
bronce, originaria de Mesopotamia, siguiendo las mismas rutas marítima y continental de la
difusión neolítica. Entre las civilizaciones de ese periodo se encuentran las culturas de los
túmulos, la cultura de los campos de urnas y la cultura neolítica de Almería. En el
continente africano y americano existen sociedades neolíticas, pero tardarán varios siglos
en surgir civilizaciones importantes.
Balance del camino recorrido
Hemos terminado así un largo recorrido histórico, de Lucy a Nefertiti, de una mujer
bajita y aspecto simiesco que vivía inmersa en la naturaleza y dependiente de ella, a la reina
consorte de una civilización culta y refinado que levantaba palacios y templos. ¿Cómo
podemos caracterizar los cambios que se han producido?
Ante todo ha cambiado radicalmente la relación del ser humano con el medio, con
el entorno. Han aprendido a manipular materias primas, a erigir construcciones
permanentes, a alterar el curso de los ríos, a modificar el paisaje con la roturación de
bosques y praderas para establecer ciudades y campos de cultivo. Por otro lado se ha
producido una concentración humana en ciertas regiones, en ciertos lugares, valles fértiles o
ciudades. En ellos la densidad de población es alta, y esas sociedades se diversifican, se
especializan. En todas las comunidades civilizadas del siglo XIII, de la época de Nefertiti,
hay minorías dominantes y destacadas, gobernantes, sacerdotes, guerreros, artesanos,
funcionarios. Y hay mayorías de campesinos y ganaderos que proporcionan los medios de
subsistencia a todos.
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Las modificaciones externas tienen como contrapartida cambios anatómicos: Se ha
cuadruplicado la capacidad craneal humana, desde la especie a la que pertenecía Lucy
(Australopithecus afarensis) hasta la de Nefertiti (Homo sapiens sapiens). Ese crecimiento
ha permitido avances comunicativos y culturales: el lenguaje, la técnica, la escritura, la
ciencia, el arte.
Es evidente que entre los hombres y mujeres que pueblan el planeta coexisten
niveles muy variados de avance técnico y cultural y que las “civilizaciones” cubren una
porción limitada del planeta. Claro que los campesinos egipcios no viven necesariamente
mejor que los nativos del Amazonas, que cuentan con una alimentación abundante y con un
clima benigno. Las posibilidades de desarrollo y de mestizaje cultural entre los pueblos de
la tierra son enormes. No hay, aún, ningún destino histórico prefijado.
Mi amigo el profesor Li Sai Long acabó de leer estas páginas, se quitó
las gafas, las dejó sobre la mesa, suspiró, me miró con un gesto entre irónico y
cortés, y me dijo:
-Y, claro, está, usted pretende que esto es una lección de historia
universal.
Esperaba esa respuesta, claro:
-Bueno, profesor, ¡no querrá que dediquemos más espacio a los chinos
que a los egipcios!
-No, no –contestó pausadamente- Todo empieza mucho, mucho antes.
Mire: en principio parece que sea muy importante que aparezcan los
“Australopithecus”, palabreja griega por cierto que quiere decir monos del sur.
¿Y por qué son importantes? ¿No es maravilloso un planeta lleno de todo tipo
de animales, sin que aparezca el hombre, el bicho que al final intentará
eliminarlos a todos?
El profesor hablaba como si se dirigiera a un gran público:
-¿Un mono erguido sobre dos patas y cortando maderas con dos
pedazos de piedra es más inteligente que un águila que vuela, que un pez que
nada o que un pájaro que sabe construir sus viviendas?
Tuve que intervenir para poner un poco de orden:
-Bueno, bueno, profesor. Nosotros lo que simplemente queremos es que
los estudiantes conozcan la evolución humana, nada más que eso.
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Pero Li Sai Long no daba su brazo a torcer:
-¡Lo que quieren es que desde el principio vean a Europa como el
centro del mundo! ¡Y si no es Europa es esa zona que luego los europeos
colonizarán: Egipto, el Irak y el Mediterráneo! ¿Y de la China qué? ¡Cuatro
líneas mal contadas! ¿Y de la India? Casi nada. ¿No hubo una Nefertiti en la
India? ¿No hubo una Nefertiti en China? ¿Y la historia de Lucy? ¿No le
pudieron poner un nombre tipico de Etiopía? ¿Les gusta mucho a los niños de
Etiopía saber que los restos humanos más antiguos de su país tienen nombre
inglés? ¡Y todo porque dos ingleses, Donald Johanson y Tom Gray, celebraron
el hallazgo del fósil AL 288-1 en su campamento escuchando canciones de los
Beatles, entre otras la que se llamaba “Lucy in the sky with diamonds”!
Resulta difícil discutir con Li Sai Long. Pero, claro, nosotros creemos
que en Egipto y Mesopotamia están los orígenes de nuestra cultura. Bueno,
bueno, por ahora mejor callar. Seguiremos tomando té de vez en cuando.