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Complicaciones del infarto de miocardio L. Krsticevic. M.I. García. R. de Castro. J.F. García Fontgivell. Medicine.2009; 10(37) :2483-2491 Complicaciones eléctricas Este apartado describe las arritmias asociadas al infarto agudo de miocardio (IAM). Su fisiopatología se basa en las reentradas que genera la heterogeneidad eléctrica causada por la isquemia en el tejido afectado, así como también los fenómenos de lavado de iones y metabolitos que se producen durante la etapa de la reperfusión. Se las puede clasificar en supraventriculares, ventriculares, bradiarritmias y bloqueos fasciculares (tabla 1). Arritmias supraventriculares Taquicardia sinusal En el contexto del infarto es producto del aumento del tono simpático reflejo o del tamaño del miocardio en riesgo, lo que, a su vez, genera un aumento del consumo de oxígeno. Tiene una incidencia aproximada del 40% y su presencia eleva a 30 días la mortalidad de los pacientes1. La taquicardia sinusal se puede tratar con bloqueadores beta por vía intravenosa, si bien se recomienda una cauta administración de los mismos en los pacientes no hipertensos o en aquellos que presentan algún grado de congestión pulmonar. Esto es debido a que la taquicardia también puede ser un signo precoz de insuficiencia cardíaca y la administración de bloqueadores beta pondría en riesgo la estabilidad hemodinámica de estos pacientes. Fibrilación auricular La fibrilación auricular (FA), que presenta una incidencia del 2 al 8%, también tiene un valor pronóstico de mayor mortalidad a corto y largo plazo2. Además, los pacientes con este tipo de afección tienen una mayor prevalencia de enfermedad de los tres vasos coronarios. Fisiopatológicamente, la pérdida de la sístole auricular provoca una disminución de hasta un 25% del volumen cardíaco por minuto de los pacientes con disfunción diastólica (al igual que los que cursan infarto de miocardio), sumado a que, en los casos en que hay una alta respuesta ventricular, se produce un aumento del consumo miocárdico de oxígeno. Por tanto, mientras que en los pacientes taquicárdicos está indicado el control de la respuesta ventricular con bloqueadores beta o con antagonistas del calcio, en los pacientes que presentan inestabilidad hemodinámica se recomienda administrar amiodarona o, en presencia de congestión pulmonar, digoxina. En los casos en los que no se logre controlar la frecuencia cardíaca o recuperar el ritmo sinusal está indicada la cardioversión eléctrica bajo sedación o anestesia3. Es importante recordar que los pacientes con FA recurrente, o en los que la FA se cronifica, requieren terapia de anticoagulación. Aleteo (flutter) auricular Aunque muy poco frecuente, tiene el mismo impacto hemodinámico y la misma recomendación terapéutica que la FA. Taquicardias paroxísticas supraventriculares Son muy infrecuentes en este contexto. Debido a la alta respuesta ventricular y al aumento exagerado del consumo de oxígeno miocárdico que generan, deben tratarse de forma inmediata, ya sea mediante un masaje del seno carotídeo (MSC) o por medio de fármacos, preferentemente adenosina. Otras opciones para recuperar el ritmo sinusal son los bloqueadores beta y los antagonistas del calcio. Arritmias ventriculares Extrasístoles ventriculares frecuentes Se definen por la presencia de más de 5 lpm anómalos, así como por sus formas complejas los fenómenos de R sobre T y las duplas-, son alteraciones muy frecuentes durante el infarto (hasta un 90%). No se debe instaurar tratamiento farmacológico para suprimir este tipo de arritmia, ya que no se ha demostrado su utilidad como prevención de la fibrilación ventricular (FV). Las salvas de taquicardia ventricular (TV) no sostenida (inferior a 30 segundos o sin inestabilidad hemodinámica) son mucho menos frecuentes (hasta un 7%) y tampoco resulta eficaz tratarlas. Taquicardia ventricular sostenida Se define como la que dura más de 30 segundos o se acompaña de inestabilidad hemodinámica, puede ser monomorfa o polimorfa (de tipo torsade de pointes). Si no se presenta con inestabilidad hemodinámica se debe tratar con un bolo de amiodarona o lidocaína, seguida de una perfusión del mismo fármaco. Cuando se presenta con inestabilidad hemodinámica (presión arterial sistólica [PAS] < 90 mmHg, actividad eléctrica sin pulso o congestión pulmonar grave), se procede a una cardioversión eléctrica sincrónica4. Una vez recuperado el ritmo debe iniciarse una perfusión farmacológica, incluyendo un bolo al iniciar la perfusión para prevenir la recurrencia de la arritmia. Fibrilación ventricular Es el ritmo ventricular desorganizado que provoca la muerte en la mayoría de los pacientes con infarto, principalmente en la fase prehospitalaria, y en los pacientes en que no se logra reperfundir la arteria responsable del infarto. Para prevenir la muerte súbita se recomienda disponer de desfibriladores automáticos en los lugares de concurrencia masiva o con una alta densidad de población. La FV se clasifica como primaria cuando se desencadena en las primeras 48 horas del infarto y como secundaria o tardía cuando lo hace después de las primeras 48 horas. La primera presenta una incidencia de hasta el 2% y se caracteriza principalmente por ser sólo de pronóstico precoz; es decir, que una vez reanudado el ritmo cardíaco la mortalidad de estos pacientes no es superior a la de los pacientes que no sufrieron arritmia. Al contrario, la FV tardía generalmente aparece como consecuencia de un fallo importante de la bomba y, por tanto, se asocia a una mayor mortalidad precoz tardía. No se recomienda5 llevar a cabo una prevención farmacológica de la FV primaria, puesto que la experiencia demuestra que la sufren en igual porcentaje los pacientes que presentan y los que no presentan ritmos ventriculares anómalos. El tratamiento de la FV es la cardioversión eléctrica asincrónica a 200-360 joules4, y la prevención de una posible recurrencia se lleva a cabo mediante infusiones farmacológicas (preferentemente amiodarona o, en su defecto, lidocaína) para restaurar el ritmo cardíaco. Si no se restablece se debe proseguir con las maniobras de resucitación cardiopulmonar avanzadas habituales. Ritmo idioventricular acelerado Es un ritmo frecuente en los pacientes con infarto y se define como el escape ventricular (complejos QRS anchos) con frecuencias entre 50 y 100 lpm. No es predictor de arritmias más complejas y se le conoce clásicamente como un signo de reperfusión miocárdica (aunque no sea un criterio estricto de reperfusión). Este ritmo no debe ser tratado, ya que si se suprime el escape puede provocar asistolia5. Los resultados de varias publicaciones recientes ponen en tela de juicio la administración precoz de bloqueadores beta por vía intravenosa con el objetivo de reducir la mortalidad temprana en el infarto. Según las guías, su uso está únicamente indicado en el contexto del infarto en los pacientes hipertensos que no presentan signos de congestión pulmonar5. La hipopotasemia, la hipomagnesemia, la hipoxia y la acidosis son factores que favorecen la aparición de arritmias ventriculares. Estos parámetros deben corregirse en todos los pacientes que cursan infarto -especialmente en los que presentan algún tipo de arritmia-, con el objetivo de lograr un nivel de potasemia ideal de 4,0 mEq/l y una magnesemia superior a 2 mEq/l. Bradiarritmias Bradicardia sinusal Se asocia generalmente a infartos de cara inferior por aumento del tono vagal y, en la mayoría de los casos, es transitoria. No tiene implicaciones pronósticas, aunque puede provocar hipotensión o ritmos de escape ventriculares, en cuyo caso se recomienda el tratamiento con atropina para obtener una frecuencia cardíaca de aproximadamente 60 lpm 5. Muy aislados son los casos de falta de respuesta y compromiso hemodinámico que requieren terapia de estimulación eléctrica con marcapasos (idealmente auriculares o bicamerales, para no perder la patada auricular en el llenado del ventrículo derecho [Vd]). Bloqueos auriculoventriculares Los bloqueos auriculoventriculares (AV) también pueden estar presentes durante un infarto. Generalmente en los pacientes a quienes se les ocluye la arteria coronaria derecha, ya que en el 95% de los casos la irrigación del nodo AV depende exclusivamente de un ramo de esta arteria. Cuando se presenta un bloqueo AV en el contexto de un infarto anterior, esto constituye un signo se asistolia inminente. La conducta a seguir en lo que respecta a los bloqueos de primer grado (prolongación del segmento PR) es la monitorización electrocardiográfica estrecha y, en los que el segmento PR es superior a 24 mseg, la suspensión de los antagonistas del calcio o los bloqueadores beta. Bloqueos de segundo grado tipo Wenckebach o Mobitz tipo I. En estos bloqueos (prolongación progresiva del PR hasta que se bloquea el paso de uno de los latidos) la conducta a seguir es también la monitorización electrocardiográfica estrecha, a excepción de los pacientes con ritmos de escape ventriculares o bradicardia asociada a hipotensión que requieren tratamiento con atropina. En los bloqueos de segundo grado o Mobitz tipo II, como su origen es infrahisiano está indicada la prevención de la progresión a un bloqueo AV de mayor grado mediante una terapia de estimulación cardíaca con un marcapasos transitorio (externo o percutáneo, regulando su frecuencia a 50-60 lpm para no inhibir el ritmo propio). Bloqueo auriculoventricular de alto grado completo. Se presenta con un ritmo de escape ventricular de 40 a 45 lpm y es, generalmente, transitorio. Cuando aparece asociado a un infarto de cara anterior es un signo de mal pronóstico (asistolia inminente). Se trata con atropina o metilxantinas por vía intravenosa (éstas inhiben la adenosina, que forma parte de la fisiopatología del bloqueo). La respuesta a estos fármacos suele ser positiva, pero si la conducción no mejora con el tratamiento farmacológico se requiere la colocación de un marcapasos transitorio. En los casos de un bloqueo completo asociado a un infarto anterior, la colocación preventiva de un marcapasos transitorio es obligatoria. La colocación de un marcapasos permanente en el contexto de un infarto exige una espera mínima de dos semanas para la resolución del bloqueo. Bloqueos fasciculares La presencia de un bloqueo de rama en el infarto se asocia a una mayor mortalidad, a infartos de mayor tamaño, a una peor fracción de eyección, o a mayor número de vasos enfermos; independientemente de si se trata de un bloqueo nuevo o crónico6. Su incidencia es de un 8-13%, siendo el bloqueo de rama derecha más frecuente que el bloqueo de rama izquierda. La particularidad la presenta el paciente que padece un bloqueo completo de rama izquierda y dolor precordial anginoso prolongado, ya que el bloqueo esconde en el electrocardiograma los signos de isquemia aguda. A este grupo de pacientes se les debe considerar que cursan un infarto con elevación del segmento ST, e instaurar el tratamiento de reperfusión habitual5. Todas las arritmias que aparecen en el contexto de un infarto mejoran con una reperfusión precoz, preferentemente la revascularización percutánea, puesto que generalmente garantiza la apertura del vaso, evita su reoclusión y permite la revascularización completa cuando el estado clínico del paciente lo requiere (en los casos de inestabilidad eléctrica o hemodinámica). El marcapasos temporal puede ser externo o intracavitario, si bien la primera opción no siempre es eficaz ni se tolera correctamente. Este tipo de marcapasos suele emplearse como un sistema puente para estabilizar al paciente hasta que se le coloca un marcapasos de forma invasiva (tabla 2). Complicaciones hemodinámicas Insuficiencia cardíaca La causa más frecuente o el mejor predictor de muerte en el contexto del IAM es la insuficiencia cardíaca. En la mayoría de los casos es consecuencia directa del tamaño del infarto, así como una manifestación clínica de una complicación mecánica o eléctrica. Para comprender esta patología en el contexto del infarto hay que saber identificar primero dos síndromes: el de congestión venocapilar pulmonar y el de bajo gasto cardíaco (o hipoperfusión periférica). Como consecuencia de un aumento brusco de la presión de fin de diástole del ventrículo izquierdo (VI), aumenta la presión en la aurícula izquierda y este aumento se transmite a la presión venocapilar. A consecuencia de ello aparecen signos y síntomas de congestión pulmonar como taquicardia, taquipnea, crepitantes en la auscultación pulmonar (según su nivel en los campos pulmonares, Killip y Kimbal7 pudieron correlacionarlos con la supervivencia del infarto en su famosa clasificación) y un tercer ruido cardíaco. En la radiografía de tórax se evidencia una redistribución del flujo sanguíneo, edema intersticial y, en su estado más grave, edema en forma de alas de mariposa característica del edema agudo de pulmón. Los signos de hipoperfusión periférica, como consecuencia de un fallo en la contractilidad cardíaca o de una falta de volumen intravascular, son los siguientes: taquicardia, frialdad de piel y mucosas, cianosis de las extremidades, sudoración fría, hipotensión, signos de hipoperfusión esplácnica (principalmente oliguria) y, en algunos casos, acidosis metabólica y trastornos del sensorio hasta llegar al coma. En estos casos la radiografía de tórax muestra campos pulmonares sin signos evidentes de congestión pulmonar. Mediante una monitorización invasiva del índice cardiaco (IC) y una presión capilar pulmonar (PCP), Forrester et al8 identificaron cuatro posibles estados hemodinámicos durante un infarto que equivalen a la combinación de los síndromes antes mencionados. Esta clasificación permite comprender de forma sencilla el estado fisiopatológico del paciente para iniciar el tratamiento adecuado. Dentro de esta clasificación se toman como valores de referencia un IC límite de 2,2 l/min y una PCP de 18 mmHg. Este valor de PCP es superior al valor habitual debido a que la disfunción diastólica generada por el infarto requiere una mayor presión para lograr un adecuado llenado del VI. Los cuatro posibles estados hemodinámicos resultantes durante el infarto son: I. Normal: en pacientes con un IC normal y sin elevación de la PCP. Estos pacientes requieren un tratamiento habitual con bloqueadores beta y una administración precoz de inhibidores de la enzima conversora de angiotensina (IECA) o antagonistas del receptor de la angiotensina II (ARA-II) si la frecuencia cardíaca y la PA lo permiten. Una excepción dentro de este grupo son los pacientes que presentan un estado hiperdinámico por una activación inapropiada del sistema simpático, lo que puede ocasionar la extensión del miocardio infartado, por lo que se recomienda en estos casos iniciar un tratamiento con bloqueadores beta a dosis intravenosas para un control más rápido. II. Insuficiencia cardíaca retrógrada. Se presenta en los pacientes con un IC normal y una PCP elevada. Este grupo incluye desde los casos de congestión pulmonar leve a grave (clases II y III de la clasificación de Killip). Se tratan forzando la diuresis, disminuyendo la resistencia vascular periférica con vasodilatadores venosos (de ser necesarios, arteriales) y administrando oxígeno. Una vez compensado el paciente se inicia tratamiento por vía oral con IECA o ARA-II si la PA y la función renal lo permiten. Si la congestión pulmonar es grave se deben aumentar las dosis de diuréticos administradas en bolo intravenoso, iniciar una terapia precoz con ventilación no invasiva y administrar pequeñas dosis de sulfato de morfina para disminuir la sensación de falta de aire. En casos de hipoxia grave (presión parcial de oxígeno [Po2]: < 60 mmHg) o signos de fatiga respiratoria está indicada la intubación orotraqueal para disminuir el consumo miocárdico de oxígeno. No hay que olvidar que la resolución radiológica de la congestión pulmonar es más lenta que la clínica y que, por consiguiente, se debe ser muy cuidadoso con los balances hídricos negativos en los pacientes sin crepitantes y congestión radiológica. III. Hipovolemia: presente en los pacientes con un IC disminuido, sin elevación de la PCP. Este cuadro que aparentemente parece fácil de resolver, una hipotensión con ausencia de crepitantes pulmonares, esconde dos estados hemodinámicos opuestos. La reposición de fluidos permite determinar si la hipovolemia es real, es decir, si el paciente recupera un IC normal, o si la hipovolemia es relativa (la mayoría de los pacientes) y está encubriendo otro estado de insuficiencia cardíaca, sea anterógrada o retrógrada. Por este motivo, la reposición hídrica debe controlarse cuidadosamente. Ésta es la forma de presentación del infarto de Vd. IV. Insuficiencia cardíaca anterógrada o shock cardiogénico. Se presenta en los pacientes con un IC disminuido y una PCP elevada. Generalmente en pacientes con un compromiso miocárdico del VI superior al 40% (nuevo o como resultante de un deterioro nuevo que se suma al existente). Estos pacientes presentan síntomas de congestión pulmonar y de bajo gasto cardíaco. En estos casos lo primordial es descartar la presencia de una complicación mecánica y controlar, si fuese necesario, cualquier trastorno del ritmo. Se debe, además, mantener una presión de perfusión adecuada con la administración de inotrópicos (preferentemente norepinefrina), realizar una asistencia ventricular con un balón de contrapulsación intraaórtico y una monitorización invasiva, e iniciar un tratamiento con vasodilatadores o inodilatadores (dobutamina). La revascularización tiene lugar en este contexto solamente para el subgrupo de pacientes menores de 75 años, con antecedentes de infarto y que admitan una revascularización completa precoz9. En resumen, el enfoque terapéutico de un paciente que cursa un infarto y presenta un estado hemodinámico alterado debería ser en cualquier caso el siguiente: llevar a cabo un examen físico del paciente y, en el supuesto de detectar una hipotensión sin rales crepitantes, comenzar con la reposición de líquidos (infusión rápida de 100 ml de solución fisiológica) y reevaluar la tensión arterial y la aparición de crepitantes pulmonares. Mientras tanto, realizar una ecografía cardíaca doppler color para determinar la posible presencia de alguna complicación mecánica y definir la función ventricular derecha e izquierda remanente. Ante la presencia de una complicación mecánica se instaura el tratamiento específico. Si la causa es una disfunción pura del VI o la falta de respuesta ante la infusión de líquidos, se debe realizar una monitorización hemodinámica invasiva con un catéter de Swan-Ganz5 para evaluar así el perfil hemodinámico del paciente y su respuesta a las intervenciones farmacológicas. En caso de pacientes hipertensos o con congestión pulmonar, se recomienda el tratamiento con vasodilatadores para ambos casos y la administración de diuréticos para los segundos, a la vez que se efectúa un control del balance hídrico y la PA. Para los pacientes taquicárdicos con hipertensión y sin congestión pulmonar, los bloqueadores beta intravenosos son el fármaco de elección. Infarto del ventrículo derecho Aunque se trata de la afectación de otra cara del infarto, se considera como una complicación, ya que su presentación y enfoque terapéutico varían de los habituales dentro del infarto. Se observa en un 30-50% de los electrocardiogramas de infartos inferiores, aunque su repercusión clínica es mucho menor que este compromiso eléctrico. Su diagnóstico es clínico. En un paciente que cursa un infarto inferior con hipotensión arterial o que responde exageradamente a los vasodilatadores venosos, se evidencia en la exploración física con ingurgitación yugular que se acentúa con la inspiración, murmullo vesicular conservado a la auscultación pulmonar y, ocasionalmente, pulso paradójico (disminución de la PAS superior a 10 mmHg con la inspiración) y tercer ruido derecho. Cuando el electrocardiograma, asociado a una elevación del segmento ST inferior, muestra una elevación del segmento ST en derivaciones derechas (V3R, V4R) igual o superior a 1 mm se considera diagnóstico. En raras ocasiones se puede llegar a observar una elevación del segmento ST en V1 y V2. En la radiografía de tórax los campos pulmonares aparecen libres de signos de congestión venocapilar. En el ecocardiograma se observa una dilatación y alteración de la motilidad parietal del Vd, un movimiento paradójico del septum interventricular y trastornos asociados a la motilidad correspondiente al infarto inferior o inferoposterior. Esta afección se trata con volumen para mantener una precarga adecuada (infusión de una solución salina inferior a 1,3 l) y una revascularización urgente. En los casos de bloqueo AV o FA se debe actuar rápidamente, bien sea con un marcapasos AV o mediante una cardioversión eléctrica para evitar un deterioro hemodinámico rápido. El IAM con afectación del Vd tiene una alta mortalidad precoz (30%), pero una vez superado el episodio agudo su pronóstico depende de la función residual del VI. Obstrucción dinámica del tracto de salida del ventrículo izquierdo Es una complicación muy poco frecuente que depende de la hiperquinesia compensadora de segmentos medios y basales, y que disminuye el área del tracto de salida del VI en los pacientes con infarto agudo10. El aumento de la velocidad del flujo lleva al desplazamiento anterior de la valva hacia el septum, lo que resulta en una obstrucción del flujo sistólico y una regurgitación mitral asociada. Se presenta con signos de congestión pulmonar e hipoperfusión periférica, asociados a un soplo sistólico eyectivo en el foco aórtico con irradiación a cuello y un soplo holosistólico en ápex que irradia a axila. Se puede también auscultar un tercer ruido. El diagnóstico se realiza por ecocardiograma doppler color, donde se constata una hiperquinesia de segmentos basales, una obstrucción dinámica del tracto de salida y un movimiento sistólico anterior de la válvula mitral. El tratamiento es la expansión cautelosa con volumen y la administración de bloqueadores beta intravenosos, con una monitorización invasiva preferentemente de las presiones derechas. Se debe evitar el uso de inotrópicos y vasodilatadores, ya que ambos agravan el cuadro clínico. Complicaciones mecánicas Ruptura de la pared libre del ventrículo izquierdo Es una complicación seria y generalmente mortal. Con una incidencia del 0,5 al 3%, representa entre un 14 y un 25% de las muertes por infarto según las series de casos confirmados por necropsia (fig. 1). Se presenta con más frecuencia en los pacientes que no tuvieron una reperfusión exitosa. Sus factores predisponentes son la edad avanzada, el sexo femenino, la hipertensión arterial durante el infarto, un pico de la creatinfosfocinasa MB (CPK-MB) > 150 IU/l11, la ausencia de hipertrofia del VI, así como la falta de antecedentes de enfermedad coronaria. La administración precoz de bloqueadores beta podría prevenir esta complicación, así como optar por una reperfusión percutánea12 en lugar de una farmacológica también. Fig. 1. Ruptura de la pared del ventrículo izquierdo. Vista externa del corazón en fresco. Se observa en la parte inferior de la punta del ventrículo izquierdo una zona de coloración violácea con una solución de continuidad con el espacio pericárdico. Esta complicación suele presentarse en tres momentos diferentes, dependiendo de tres fisiopatologías distintas. Dentro de las primeras 24 horas, en los pacientes a quienes se les administró una terapia de reperfusión con fibrinolíticos, por ruptura directa de la pared del VI. En otros pacientes la complicación se presenta entre el tercer y el quinto día, por erosión del área infartada. Y, por último, en una ínfima parte de los casos la complicación surge dentro de las dos semanas del episodio, produciéndose la ruptura en el borde del área necrótica donde hay mayor estrés parietal. Por consiguiente, cada caso tendrá entonces una presentación clínica diferente. Los primeros se presentan de forma súbita, con un cuadro de taponamiento cardíaco agudo, es decir, con dolor torácico intenso, hipotensión, distensión yugular, ruidos cardíacos hipofonéticos, disociación electromecánica y muerte. Los casos subagudos comienzan con un dolor torácico recurrente de tipo pericardítico y, en ocasiones, con un frote pericárdico como pródromo al episodio final de taponamiento agudo. Los casos donde la ruptura es tardía tienen una presentación clínica similar a los subagudos, aunque ocasionalmente se puede auscultar un soplo (sistólico o diastólico) en los que la ruptura está contenida y desarrollaron un pseudoaneurisma ventricular. El diagnóstico se basa en la sospecha clínica y luego se confirma por ecografía doppler color, donde se observa el colapso de las cavidades derechas, la dilatación de la vena cava inferior y la variación respiratoria del flujo mitral. En los pacientes con monitorización hemodinámica invasiva se observa una igualación de todas las presiones derechas. En el electrocardiograma se pueden observar ritmos idioventriculares u ondas T picudas precordiales, aunque la mayoría muestra bradicardia sinusal previa a la ruptura (por aumento del tono vagal). El tratamiento es la cirugía de reparación de emergencia. En los pacientes con inestabilidad hemodinámica se debe instaurar el tratamiento médico necesario para estabilizar al paciente. Para ello se recomienda una pericardiocentesis de emergencia, que aspire sólo el contenido hemático que sea necesario para lograr la estabilización del paciente y que no vacíe el pericardio, a fin de evitar una reapertura de la comunicación y un incremento del taponamiento. También se recomienda adoptar medidas de soporte como un balón de contrapulsación intraaórtico y el uso de vasodilatadores, inotrópicos y fluidos (tabla 3). En caso necesario se puede conectar al paciente a un dispositivo de circulación extracorpórea, aunque éste no sea un procedimiento habitual ni practicable en la mayoría de los centros. Pseudoaneurisma ventricular Una variedad de la complicación anterior son los pseudoaneurismas ventriculares, causados por la ruptura miocárdica contenida por el pericardio que genera un saco aneurismático de cuello pequeño con un trombo en su interior. Estos pacientes pueden presentar embolias centrales o sistémicas, taquicardias ventriculares recurrentes o agravar cuadros de insuficiencia cardíaca. La exploración física del paciente puede manifestar la presencia de un soplo sistólico o diastólico que aparece como consecuencia del flujo que se genera dentro del saco. El diagnóstico se hace por ecocardiografía y su tratamiento, ante el considerable riesgo de ruptura cardíaca que se produce en una tercera parte de estos pacientes, es la cirugía de reparación miocárdica13. Ruptura cardíaca interna Comprende dos entidades: la comunicación interventricular (CIV) y la insuficiencia mitral aguda (IMA) por ruptura del músculo papilar. La aparición de un nuevo soplo asociado a un cuadro de inestabilidad hemodinámica son los signos sugerentes de ambas complicaciones. Comunicación interventricular Tiene una incidencia de sólo el 0,2%, una cifra que disminuyó en gran medida al universalizarse los tratamientos de reperfusión (fig. 2). Esta complicación se presenta entre el primer y el quinto día después de un infarto transmural y se caracteriza por un nuevo soplo sistólico paraesternal izquierdo con irradiación hacia la derecha que, en ocasiones, coincide con un frémito sistólico mesocárdico y una descompensación hemodinámica de ligera a grave (la gravedad se relaciona con el tamaño del cortocircuito y la duración que lleva el proceso). En la radiografía de tórax es evidente la disociación clínico-radiológica por una congestión pulmonar radiológica por hiperflujo pulmonar en un paciente sin rales crepitantes a la auscultación. La monitorización hemodinámica permite obtener los valores de saturación sanguínea en rango arterial en las muestras extraídas del Vd y la arteria pulmonar (AP), y la medición del tamaño del cortocircuito. Fig. 2. Comunicación intraventricular. Sección sagital del corazón en fresco a través de la aurícula y el ventrículo izquierdos. En el centro de la imagen, que se corresponde con la pared septal del ventrículo izquierdo, se observa una zona de coloración más rojiza, con una solución de continuidad que llegaba hasta el ventrículo derecho. La ecografía doppler color permite localizar y medir la comunicación que, generalmente, se encuentra en ápex en los infartos anteriores y en la base del septum posterior en los casos de infartos inferiores. En el electrocardiograma se puede observar un ritmo nodal o alteraciones de la conducción infranodal en hasta un 40% de los pacientes. El tratamiento es la reparación quirúrgica precoz, instaurando previamente un soporte hemodinámico intensivo con un balón de contrapulsación y una monitorización invasiva que mantenga la PA media a 70 mmHg. Teniendo en cuenta que la mortalidad quirúrgica es del 50%, algunos autores defienden la tesis de que retardar la reparación quirúrgica mejora el índice de supervivencia. Si bien es cierto que esta opción es la ideal, los pacientes que sobreviven a la etapa aguda son muy pocos (la tasa de mortalidad sin cirugía a tres semanas es del 75%) y si se opta por no operar a los pacientes hasta que no hayan superado el infarto se corre el riesgo de un deterioro hemodinámico rápido; un escenario en el que la cirugía nuevamente presenta una elevada tasa de mortalidad. En la actualidad, algunos centros realizan el cierre percutáneo de los defectos septales provocados por el infarto como alternativa menos invasiva en estos pacientes, pero la mortalidad es similar a la quirúrgica (65%)14. Insuficiencia mitral aguda Está presente hasta en un 50% de los infartos de forma transitoria y silente, y con manifestación clínica en sólo un 17%15. La regurgitación puede surgir a raíz de varios mecanismos: la dilatación del anillo valvular por dilatación del VI, la disfunción del músculo papilar por alteración de la motilidad parietal, o la ruptura parcial o total del músculo (fig. 3). La IMA por ruptura del músculo papilar, que representa un 5% del total de casos, no es sólo sintomática, sino potencialmente fatal. Esta complicación se presenta principalmente asociada a infartos inferiores, ya que el músculo papilar posteromedial tiene irrigación única (desde la coronaria derecha), mientras que el músculo papilar anterolateral tiene doble irrigación (tanto de la arteria descendente anterior como de la circunfleja). Aparece, generalmente, entre el segundo y el séptimo día posinfarto, en forma de insuficiencia cardíaca leve o edema agudo de pulmón, asociada a un soplo protosistólico en el mesocardio con irradiación a ápex y base e hipoperfusión periférica. En algunas ocasiones puede aparecer asociada a un infarto no transmural. En el electrocardiograma se evidencia un infarto reciente, generalmente inferior o inferoposterior. En la radiografía de tórax se observa una congestión pulmonar bilateral, aunque en algunos casos puede presentarse solamente un edema pulmonar unilateral en el campo pulmonar derecho (cuando el flujo regurgitativo se dirige a la vena pulmonar derecha). Fig. 3. Ruptura del músculo papilar. Corte sagital del corazón que pasa por la aurícula y el ventrículo izquierdos. Se observa aurícula izquierda que se continúa con la válvula mitral y con las cuerdas tendinosas y músculos papilares, donde se aprecia la ruptura de un músculo papilar posteromedial, coincidiendo con un cambio de color de éste como signo de infarto. En el ecocardiograma se evidencia la ruptura parcial o total de las cuerdas tendinosas, un chorro de regurgitación mitral y el desplazamiento de una de las valvas hacia la aurícula izquierda. A diferencia de la insuficiencia mitral crónica, el VI no está dilatado. La monitorización hemodinámica invasiva evidencia una onda V gigante en la curva de enclavamiento capilar pulmonar. El tratamiento es de sostén hemodinámico con una monitorización invasiva de las presiones, comenzando con una terapia de asistencia ventricular con un balón de contrapulsación intraaórtico para luego instaurar con mayor tolerancia el tratamiento con vasodilatadores arteriales (nitroprusiato de sodio). Este tratamiento permite disminuir la poscarga del VI y estabilizar al paciente para una posterior reparación quirúrgica. El grupo de pacientes con insuficiencia grave sin ruptura de cuerdas tendinosas es, desde el punto de vista hemodinámico, más estable y responde a la estabilización con tratamiento médico y la reperfusión coronaria. El tratamiento definitivo en los pacientes con ruptura del músculo papilar es el reemplazo valvular mitral de urgencia (mortalidad del 20-25%). La simple reparación quirúrgica está restringida a los pacientes que no presentan necrosis del músculo papilar. Complicaciones isquémicas Extensión del tamaño del infarto Se trata del aumento progresivo del tamaño del área necrótica, ya sea por compromiso del área adyacente o por la transformación de un infarto subendocárdico en transmural; es un fenómeno que no sólo disminuye la suficiencia ventricular izquierda, sino que favorece la formación de aneurismas ventriculares en su evolución. Este cuadro cursa con dolor anginoso recurrente, una curva no habitual (en meseta) de la CPK-MB y, esporádicamente, con nuevos cambios electrocardiográficos. El diagnóstico se realiza por medio de ecocardiografía, donde se evidencia un aumento del área del infarto. El tratamiento médico es el habitual para los casos de posinfarto, aunque la instauración precoz de IECA o ARA-II favorecen el correcto remodelado ventricular y evitan la expansión al disminuir la poscarga ventricular izquierda. En los casos graves, donde se presenta asociada a una inestabilidad hemodinámica, se puede utilizar una asistencia con un balón de contrapulsación intraaórtico. La coronariografía, a menos que se haya realizado previamente, se debe plantear como una prueba precoz en estos casos. Recurrencia isquémica Determinada por la aparición de angina de pecho en el período posterior a un infarto, comprende dos entidades: el reinfarto y la angina posinfarto. El primero, generalmente por una reoclusión de la arteria responsable del infarto, se puede presentar hasta en un 30% de los pacientes que recibieron tratamiento fibrinolítico, aunque sólo del 4 al 5% cursan un reinfarto5. El diagnóstico se realiza en presencia de una reelevación de la CPKMB superior al 50% del máximo alcanzado previamente. Por ecocardiografía se observa un empeoramiento de la motilidad parietal del segmento afectado o simplemente nuevos trastornos de la motilidad. Su tratamiento, si se presenta con elevación del segmento ST, no difiere del habitual para los síndromes coronarios agudos con elevación del segmento ST (SCACEST). La cinecoronariografía precoz es obligatoria en este tipo de pacientes. El reinfarto por oclusión de una arteria que no era la responsable del primer infarto existe, aunque sea una afección extremadamente rara. La otra forma de recurrencia isquémica es la angina posinfarto. Se clasifica como tal cualquier síntoma anginoso que aparece dentro de los 30 días posteriores a un infarto. Esta afectación se observa más frecuentemente en aquellos pacientes que no se beneficiaron de una revascularización percutánea. Dado que estos pacientes se clasifican como con riesgo elevado de un síndrome coronario agudo, se les deberá abordar con un tratamiento antiisquémico máximo, triple antiagregación plaquetaria y una estrategia invasiva precoz. Complicaciones inflamatorias Pericarditis epistenocárdica Es la inflamación del pericardio que se origina por contigüidad en los infartos transmurales. Se presenta entre un 7 y un 15% de los casos, generalmente entre las 48 y 96 horas posinfarto. Se manifiesta con un dolor precordial prolongado que aumenta en las inspiraciones profundas y se modifica con los cambios de posición. El dolor irradia hacia el borde superior del músculo trapecio y se calma al inclinarse el paciente hacia adelante (posición de rezo mahometano). Se puede auscultar un frote pericárdico intermitente y hasta puede aparecer hipertermia. Su diagnóstico es clínico, y en el electrocardiograma se puede observar un supradesnivel del segmento ST (principalmente en derivaciones laterales), una reelevación del ST o una positivización de la onda T en el territorio infartado. En el ecocardiograma se visualiza un ligero derrame pericárdico, aunque su presencia (el 25% de todos los IAM) no implica pericarditis, ni su ausencia lo descarta. El tratamiento es sintomático: analgesia con ácido acetilsalicílico (vía oral, 2-3 g/día) y reposo hasta que desaparezca el dolor. Su evolución es benigna, aunque la presencia de derrame en el ecocardiograma aumenta el riesgo de taponamiento y, por tanto, se recomienda ser cauto con la anticoagulación. Síndrome de Dressler El síndrome de dressler16 es un proceso subagudo que se presenta entre la primera y la octava semana del infarto. Tiene una probable fisiopatología autoinmune. Cursa con dolor precordial de tipo pericardítico e hipertermia. En la analítica se puede observar leucocitosis y una eritrosedimentación elevada. La radiografía de tórax muestra un derrame pleural asociado al derrame pericárdico que se evidencia por ecografía cardíaca. Se trata con dosis elevadas de aspirina (650 mg por vía oral cada 4 horas) y reposo, hasta la desaparición del dolor y/o la hipertermia. En presencia de algunas de estas formas de pericarditis se debe evitar el uso precoz de antiinflamatorios corticoideos por la alteración de la cicatrización normal que se produce durante las 4 semanas posteriores al infarto. Complicaciones trombóticas A pesar de que la incidencia de trombos intraventriculares es aproximadamente del 20% (hasta un 60% en los infartos extensos)17, la incidencia de fenómenos embólicos con repercusión clínica es inferior al 2%. El origen de los émbolos es la presencia de trombos murales, aunque una FA como consecuencia del infarto puede ser también la fuente embolígena. La manifestación clínica más frecuente es la embolia cerebral, aunque también pueden presentarse todo tipo de embolias periféricas (isquemia intestinal, isquemia de miembros, infarto renal o esplénico) con sus manifestaciones clínicas específicas. El diagnóstico es clínico, pudiéndose confirmar o no por medio de un ecocardiograma la presencia de un trombo adherido a la pared miocárdica. Asimismo, el electrocardiograma manifiesta la evidencia de cualquier alteración de ritmo. El tratamiento es la infusión continua de heparina a rango terapéutico (tiempo de tromboplastina parcial activada [TTPa] a 50-70 segundos) y luego mantener un tratamiento con anticoagulantes orales entre tres y seis meses en presencia de trombos o de un área aquinética extensa. Paginas web tratado.uninet.edu/c010303.html www.cardiosource.com/guidelines/index.asp www.clevelandclinicmeded.com/medicalpubs/diseasemanagement/cardioinde.htm www.revespcardiol.org/cardio/ Bibliografía 1. 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