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TEMA 12. LA CONSTRUCCIÓN Y CONSOLIDACIÓN DEL ESTADO LIBERAL. 12. 1. EL REINADO DE ISABEL II. LA OPOSICIÓN AL LIBERALISMO: CARLISMO Y GUERRA CIVIL. LA CUESTIÓN FORAL. I. II. Introducción Las Guerras Carlistas y la cuestión foral I.- INTRODUCCIÓN Entre 1833 y 1868 se produjo el paso definitivo del Antiguo Régimen a un estado liberal. Este periodo tuvo varias fases: a. Las dos regencias durante la minoría de edad de Isabel II, hasta ser declarada mayor de edad en 1843, con 13 años. - Regencia de su madre María Cristina de Borbón (1833- 1840) - Regencia del general Espartero (1840-1843). b. El reinado efectivo de Isabel II (1843-1868). El proceso de consolidación del estado liberal fue complejo por las luchas entre los liberales y los absolutistas, pero también entre los liberales moderados y los liberales más progresistas y radicales, que querían modelos diferentes de revolución liberal burguesa y representaban intereses diferentes en todos los campos: constitucional, económico, organización social, libertades, etc. En este periodo, los militares intervinieron activamente en la vida política. II.- LAS GUERRAS CARLISTAS Y LA CUESTIÓN FORAL El problema sucesorio. Fernando VII, después de cuatro matrimonios, sólo había tenido descendencia con su cuarta esposa, su sobrina Mª Cristina de Borbón. En 1830 nace su primera hija, Isabel. En el reinado de Felipe V se había impuesto la “Ley Sálica” (1713), que impedía a las mujeres heredar la Corona. Pero en 1830 Fernando VII promulgó la “Pragmática Sanción”, que anulaba la ley Sálica. Cuando Fernando VII murió en septiembre de 1833 su hija primogénita fue proclamada reina, con el nombre de Isabel II. Debido a la minoría de edad de Isabel fue nombrada regente su madre Mª Cristina de Borbón que contó con el apoyo de los liberales. Los grupos favorables al absolutismo se negaron a reconocer a Isabel como legítima sucesora a la Corona española y se sublevaron contra el gobierno de María Cristina de Borbón. Los sublevados proclamaron rey al infante don Carlos María Isidro (hermano de Fernando VII). Daba así comienzo un largo conflicto bélico que, de una u otra manera, estuvo presente a lo largo del reinado de Isabel II y en todo el siglo XIX. El enfrentamiento se produjo entre: a) Carlistas (tradicionalistas, realistas o apostólicos). Su lema era “Dios, patria, rey y fueros”. Defienden: - La confesionalidad del Estado católico frente a los ataques liberales a la Iglesia y la separación de la Iglesia y el Estado. - El absolutismo, frente al principio de soberanía nacional, basado en su origen divino y legitimista (sólo los varones podían reinar). - Los fueros navarros y vascos frente al centralismo. Socialmente eran apoyados por una parte del clero y de la baja nobleza rural, los mandos intermedios del ejército y gran parte del campesinado. Su área de influencia fueron las zonas rurales de Navarra y el País Vasco, en Cataluña y en el Maestrazgo (aragonés y valenciano). b) Isabelinos (cristinos o liberales) Ante el levantamiento carlista, la regente María Cristina, contó desde el principio con parte de los absolutistas (alta nobleza, jerarquía eclesiástica…) que habían sido siempre fieles a Fernando VII y que se mantuvieron al lado de su hija. Aunque a los isabelinos se les identificaba ideológicamente con la causa liberal y 1 geográficamente encontraron su apoyo en las áreas urbanas con guarniciones fieles al Estado y, en general, en el centro y sur del país. Las bases sociales eran: alta nobleza, jerarquía eclesiástica, altos mandos militares, clases urbanas e intelectuales. Lo que empezó como un pleito dinástico se convirtió en una guerra civil que enfrentó a liberales y absolutistas. La causa fundamental de la crisis bélica es el rechazo del sector absolutista -carlismo- a las medidas políticas, sociales y económicas que supone la implantación del régimen liberal apoyado por la Regente, basado en un Estado centralista. 1. La Primera Guerra Carlista (1833–1840) Al morir Fernando VII se formaron las primeras partidas de guerrilleros y comenzó la primera guerra carlista. Fue la más sangrienta y supuso un descalabro demográfico y económico que retrasó, aún más, el desarrollo del país. Inicialmente los carlistas llevaron el predominio militar. El general Zumalacárregui, al mando del ejército carlista, empleó con éxito tácticas guerrilleras y logró controlar el País Vasco, Navarra y Cataluña, excepto las ciudades. El general carlista consiguió formar un ejército regular aglutinando las partidas dispersas. Aunque se aseguró el control de las áreas rurales fracasó en el asedio de Bilbao, en el que murió, privando a Carlos Mª Isidro de su militar más capacitado. En 1835 los carlistas emprendieron varias expediciones militares desde el norte, con lo que el conflicto trascendió del ámbito regional (País Vasco, Navarra y el Maestrazgo) al nacional. La expedición del propio Carlos María Isidro (rey Carlos V para los carlistas), llegó hasta Madrid en 1837, pero incapaz de tomar la ciudad se replegó de nuevo hacia el norte. El general Espartero, partidario de Isabel II, adquirió gran prestigio tras liberar Bilbao de su segundo sitio por parte de los carlistas, que fueron derrotados en la batalla de Luchana (1836). El cansancio de la guerra entre los contendientes de ambos bandos y la división de los carlistas (los transaccionistas –partidarios de negociar la paz- y los exaltados – contrarios a la negociación-) llevó a buscar una solución al conflicto, que llegó con el llamado Abrazo o Convenio de Vergara (1839) entre el general Espartero (liberal) y el general carlista Maroto (líder de los transaccionistas). Se pactó y firmó la rendición carlista, prometiendo los isabelinos el respeto a los fueros vascos (promesa posteriormente incumplida) y el mantenimiento de la graduación de los oficiales carlistas que se incorporasen al ejército. Los exaltados no aceptaron negociar la paz y continuaron la lucha en el Maestrazgo, bajo el mando del general Cabrera (carlista exaltado), hasta la toma de la ciudad de Morella (1840) por los isabelinos. Durante la guerra, ambos bandos contaron con apoyo internacional: - Los carlistas tuvieron el apoyo de Austria, Prusia y Rusia. - Los liberales eran apoyados por Inglaterra, Francia y Portugal, estados con los que firmaron la Cuádruple Alianza (1834). A pesar de su derrota militar, el carlismo siguió latente, y en algunos momentos de crisis volverá a resurgir, dando lugar a dos guerras más (1846-49 y 1872-76). 2. La Segunda Guerra Carlista (1846–1849) También llamada “guerra dels matiners” (madrugadores), se desarrolló en zonas rurales de Cataluña y tuvo como pretexto inmediato el fracaso en las negociaciones para casar a Carlos VI (hijo de Carlos Mª Isidro) con Isabel II, lo que habría resuelto el pleito dinástico. No tuvo ni el impacto ni la violencia de la primera, pero se prolongó intermitentemente hasta el año 1860. 3. La Tercera Guerra Carlista (1872–1876) En esta ocasión, los carlistas se enfrentaron primero a un rey perteneciente a una nueva dinastía, Amadeo I y después a la I República. Se desarrolló en Cataluña, Navarra y el País Vasco. 2 La restauración de los Borbones en el trono (1875) supuso el declive del carlismo, ya que la derecha monárquica se aglutinó en torno a los descendientes de Isabel II. En febrero de 1876, el pretendiente carlista (Carlos VII), cruzó la frontera en dirección a Francia. La Cuestión Foral. Entre los carlistas cobró especial importancia la defensa de los fueros. A sus reivindicaciones iniciales, los carlistas añadieron la defensa del mantenimiento de los fueros del País Vasco y Navarra (mantenidos por Felipe V, por haber defendido su causa en la Guerra de Sucesión al trono de España), así como su recuperación en Cataluña, Aragón y Valencia (perdidos en dicha guerra, tras los Decretos de Nueva Planta, por haber apoyado al archiduque Carlos de Austria). Los fueros otorgaban privilegios, exenciones fiscales y militares, así como el mantenimiento de algunas instituciones y leyes propias. La defensa de la cuestión foral dio un gran apoyo popular al carlismo en dichas regiones. Los liberales eran contrarios a los fueros porque su pervivencia impedía la existencia de un Estado centralista en el que todos se rigieran por las mismas leyes. En el Convenio de Vergara (1839) se incluía una ambigua promesa de mantenimiento de los privilegios forales de vascos y navarros. En 1841 se aprobaron varias leyes según las cuales Navarra perdía: sus aduanas, su exención militar y sus instituciones. A cambio, los navarros consiguieron un sistema fiscal muy beneficioso, consistente en el pago de una contribución única anual (de reducida cuantía) a la Hacienda estatal. En 1876, tras el fin de la tercera guerra carlista, las Cortes abolieron los fueros de las provincias vascas aunque, en contrapartida, en 1878 se aprobaron los denominados “conciertos económicos”, que resultaban ventajosos para la población vasca. 3 T. 12.2. Isabel II (1833-1843): las Regencias. I.- Introducción En la primera década del reinado de Isabel II, debido a su minoría de edad, actuaron como regentes en primer lugar su madre, Mª Cristina de Borbón (18331840), y posteriormente el general Espartero (1840-1843). Se trata de un período dominado políticamente por la cuestión del carlismo y por los cambios gubernamentales, casi siempre forzados y violentos, entre moderados y progresistas. Con la regente Mª Cristina de Borbón las ideas liberales llegan al poder, pero divididas en dos corrientes: Moderados. Se apoyaban en los grandes terratenientes, nobles, funcionarios de prestigio, alto clero y mandos militares, burguesía comercial y financiera. Anteponen la autoridad y el orden a la participación de las masas en la política ya que consideran que ésta debe quedar en manos de una minoría ilustrada y propietaria. Defendían: - El sufragio censitario muy restringido. - La soberanía compartida entre el rey y las Cortes. - Los intereses de las clases más altas. - La política económica proteccionista. - La confesionalidad del Estado. - La limitación de los derechos individuales (prensa, opinión, reunión y asociación). Sus representantes son Martínez de la Rosa y Narváez. Su programa se concretó en la Constitución de 1845. Progresistas. Tenían su base social en los sectores más dinámicos de la burguesía nacional y, en general, en las clases populares urbanas (artesanos, comerciantes, profesiones liberales) y oficiales del ejército. Eran partidarios de: - La soberanía nacional y ampliación del sufragio. Defendían también el sufragio censitario pero eran partidarios de ampliar el cuerpo electoral. - Limitar el poder de la Corona y su intervención en la vida política. - La Milicia Nacional y dar más poder a los municipios (cargos elegidos por vecinos). - La política librecambista. - La libertad religiosa y derechos individuales más amplios. Espartero, Mendizábal y Prim, son sus representantes. Su programa se concretó en la Constitución de 1837. La lucha por el poder político entre moderados y progresistas, generará un clima de inestabilidad política acentuada por el protagonismo de los militares en la vida política, que utilizaron el pronunciamiento militar como forma habitual de llegar al poder, unas veces defendiendo posiciones progresistas y otras moderadas, aunque no se trataba de un sistema político militar, puesto que el ejército nunca ejerció la iniciativa de arrebatar el poder a la población civil. II.- La regencia de María Cristina de Borbón (1833–1840) La regente María Cristina de Borbón, viuda de Fernando VII, se vio obligada a buscar el apoyo de los liberales para poder defender los derechos al trono de su hija Isabel frente a los carlistas. Durante su regencia se produjo una alternancia en el poder de moderados (1833-1835), progresistas (1835-1837) y la vuelta de los moderados (1837-1840). La regencia de María Cristina estuvo condicionada por la primera guerra carlista. Comenzó con un gobierno presidido por Cea Bermúdez, un monárquico reformista que sólo llevó a cabo algunas reformas administrativas, siendo la más importante la nueva división del territorio español en 49 provincias obra del ministro Javier de Burgos (1833) que se ha mantenido hasta la actualidad, con ligeros cambios. Pero el estallido de la guerra carlista y el descontento de los liberales ante la falta de reformas, obligaron a la Regente a ampliar las concesiones a los liberales como única forma de tener los apoyos suficientes para vencer al carlismo. Nombra Jefe de Gobierno 4 al moderado Martínez de la Rosa (1834-1835), con el que se inicia el tránsito desde el absolutismo hacia un liberalismo muy moderado. Se emprenden una serie de reformas entre las que destaca la promulgación del Estatuto Real (1834), que no era realmente una Constitución sino una “Carta Otorgada”, es decir una concesión de la Corona a sus súbditos, de carácter muy conservador. Del Estatuto Real cabe destacar: - No hay soberanía nacional, es el rey quien graciosamente concede el Estatuto. - Las Cortes son bicamerales, compuestas por: Un Estamento de Procuradores, cuyos representantes eran elegidos mediante sufragio censitario muy restringido, entre los que tenían altísimas rentas (no llegaba al 0,15 % de la población) Un Estamento de Próceres designados por la Corona, con carácter vitalicio, formado por miembros de la nobleza, alto clero… - No hay separación de poderes. Las Cortes votaban los impuestos pero no podían iniciar ninguna actividad legislativa sin la aprobación real. - No reconocía derechos individuales. Los liberales progresistas se movilizaron contra el Estatuto Real, al que consideraban claramente insuficiente. Ante los desórdenes urbanos y la formación de juntas revolucionarias, junto al temor a quedarse sin su apoyo, Mª Cristina nombró Jefe de Gobierno al progresista Juan Álvarez Mendizábal (1835-1836). Su programa supeditaba todos los esfuerzos a ganar y finalizar la guerra carlista para lo cual profundizó en las reformas liberales: impulsó la Ley de Desamortización eclesiástica y la reforma del ejército. La Desamortización eclesiástica de Mendizábal (decreto de febrero de 1836). Se nacionalizaron y pusieron en venta los bienes pertenecientes a conventos y monasterios (excepto los dedicados a la enseñanza y a la asistencia hospitalaria), con el fin de sanear la Hacienda pública y sufragar la guerra contra los carlistas, así como de crear una capa social de nuevos propietarios rurales comprometidos con la causa liberal. Este último objetivo no se consiguió porque las tierras fueron sacadas a subasta pública y adquiridas por la aristocracia latifundista y la burguesía urbana, que eran los que tenían dinero para comprarlas. Los campesinos salieron perjudicados y el conflicto con la Iglesia se reactivó. Estas medidas provocaron el descontento de la Iglesia y del ejército, por lo que Mª Cristina sustituyó a Mendizábal por el moderado Istúriz. La oposición de los progresistas a las medidas de Istúriz y de la Regente dio lugar a una extensa protesta que culminó con un pronunciamiento militar progresista organizado por suboficiales del ejército y conocido como el Motín de los Sargentos de la Granja (agosto de 1836) que obligó a Mª Cristina a restablecer la Constitución de 1812 y a designar como jefe de gobierno al liberal progresista Calatrava (1836-1837) que nombró a Mendizábal ministro de Hacienda. Con ellos se inicia realmente la revolución liberal. El gobierno de Calatrava convocó elecciones a Cortes para elaborar una nueva Constitución. Se promulgó la Constitución de 1837, de carácter progresista aunque con algunos planteamientos moderados por su redacción consensuada entre moderados y progresistas, ante el peligro común del carlismo y para que permitiera estabilidad política. Con ella se implanta definitivamente el régimen constitucional en España. La Corona renunció definitivamente al absolutismo y, a cambio, se le reconocieron facultades más amplias que en la Constitución de 1812. De su contenido destaca: - La proclamación de la soberanía nacional. - El reforzamiento del poder de la Corona que tiene capacidad legislativa, derecho a convocar y disolver las Cortes y derecho a vetar las leyes aprobadas, además de ejercer, a través de su jefe de gobierno, el poder ejecutivo. - El poder legislativo recae en la Corona junto con las Cortes bicamerales: Congreso de Diputados, elegido por sufragio censitario, y Senado que combina la elección con el nombramiento del rey. - Se reconocen derechos como el de libertad de imprenta y de expresión y el de igualdad jurídica. - Los ayuntamientos son de nuevo elegidos por los vecinos. 5 - Se vuelve a establecer la Milicia Nacional o cuerpo de voluntarios defensores del liberalismo que dependen de los ayuntamientos. El Estado deja de ser confesional, pero como la desamortización y la supresión del diezmo habían dejado al clero sin su fuente de recursos tradicionales, la Constitución recogió el compromiso de financiar el culto y el clero de la religión católica. Además de la Constitución, este gobierno progresista llevó a cabo una serie de reformas: Supresión del régimen señorial, los mayorazgos y el diezmo. Se pretendía convertir la propiedad vinculada del Antiguo Régimen en propiedad libre que podría venderse. Aprobación de medidas encaminadas al libre funcionamiento del mercado para completar la liberalización de la economía: la supresión de la Mesta, abolición de los privilegios gremiales, de las aduanas interiores, etc. Ley electoral que ampliaba ligeramente el derecho a voto, aunque siguió siendo censitario y muy reducido (2% de la población). Restablecimiento de la libertad de imprenta y prensa. Pero la Regente desaprobaba las reformas y tras la aprobación de la Constitución, María Cristina cesó a Calatrava en agosto de 1837. En las elecciones de finales de 1837 los moderados obtuvieron la mayoría y pasaron a ocupar el gobierno. Desde finales de 1837 a 1840 se sucedieron varios gobiernos moderados, que contaron con el apoyo decidido de la Corona. La situación política se fue deteriorando y en 1840, cuando los moderados trataron de aprobar una nueva Ley de Ayuntamientos que suprimía la elección democrática de los alcaldes de las capitales de provincias que sería nombrados por la Corona, se iniciaron una serie de altercados progresistas que llevaron a María Cristina a renunciar a la regencia y exiliarse a Francia. Isabel II permaneció en España. El líder de los progresistas, el general Espartero, fue elegido por las Cortes para asumir la regencia. A partir de este momento y durante gran parte del siglo XIX, será frecuente que los militares lideren partidos políticos y gobiernos. III.- La regencia de Espartero (1840 – 1843) Baldomero Espartero era un militar progresista que gozaba de una gran popularidad gracias a sus triunfos en la guerra carlista. Pero su forma de gobernar muy autoritaria y personalista, apoyándose sólo en su grupo de colaboradores y sin contar con las Cortes, le va a enemistar con gran parte de su propio partido. En su corta regencia se continuó con la desamortización de los bienes eclesiásticos, interrumpida por los moderados. Se aprobó la Ley de modificación de fueros (1841) por la que Navarra dejaba de ser un reino y se convertía en una provincia poniendo fin a sus instituciones y exención militar pero manteniendo un sistema fiscal distinto. Se adoptaron medidas de carácter librecambista (la aprobación de un arancel que abría el mercado español a los textiles de algodón ingleses) que le enfrentaron a los industriales y trabajadores textiles catalanes y que dieron lugar a una revuelta popular en Barcelona, en 1842, que Espartero reprimió bombardeando la ciudad. La represión indiscriminada aumentó su impopularidad y la oposición de numerosos políticos progresistas que, en principio, habían colaborado con Espartero. Su aislamiento es aprovechado por los moderados y, en 1843, un pronunciamiento militar dirigido por el general Narváez - líder de los moderados- triunfa y Espartero abandona la regencia, exiliándose a Londres. Con la marcha de Espartero, la regencia quedaba vacante. Moderados y progresistas se pusieron de acuerdo en adelantar la mayoría de edad de Isabel II. 6 12.3. ISABEL II (1843-1868): EL REINADO EFECTIVO El reinado de Isabel II comenzó en 1833, cuando tenía 3 años. Fueron regentes, primero su madre María Cristina y posteriormente el general Espartero. En 1843, al quedar la regencia vacante, las Cortes aprobaron el adelanto de su mayoría de edad y así, su reinado personal empezó cuando tenía solo 13 años. Durante los 25 años de reinado efectivo de Isabel II (1843-1868) se consolidó el Estado liberal. Aunque el protagonismo correspondió a los moderados, que gobernaron durante casi todo su reinado, se pueden distinguirse tres fases: 1. La Década Moderada (1844-1854) 2. El Bienio Progresista (1854-1856) 3. La alternancia de Moderados - Unión Liberal (1856-1868) 1.- La Década Moderada (1844-1854) En 1844, a los pocos meses de la declaración de la mayoría de edad de la reina, el general Narváez, líder de los moderados y figura fundamental del reinado, es nombrado presidente del gobierno. En su equipo de gobierno destacaron Alejandro Mon, Donoso Cortés, Bravo Murillo y el Marqués de Salamanca. Los moderados gobernaron de forma ininterrumpida hasta 1854, apoyados por los sectores más conservadores de la sociedad, especialmente en la oligarquía terrateniente. Durante este periodo se emprendió la construcción de un estado liberal de signo conservador, unitario y centralista. Las bases del nuevo sistema se recogen en la Constitución de 1845, que suprimía los aspectos progresistas de la Constitución de 1837. Sus principales novedades son: La soberanía no es nacional, sino compartida entre la Corona y las Cortes, con el consiguiente aumento de los poderes de la Corona y la pérdida de autonomía de las Cortes. El poder legislativo es compartido por la Corona y las Cortes, que son bicamerales, formadas por el Congreso que es elegido por sufragio censitario muy restringido (1 % de la población) y el Senado que se compone de miembros vitalicios elegidos por la Corona. La reina puede convocarlas, disolverlas y tiene derecho a vetar las leyes. Reconocimiento de un amplio número de derechos individuales, pero la Constitución permitía regular la limitación de su ejercicio mediante leyes ordinarias posteriores. Se vuelve al estado confesional donde la religión católica es la oficial y única permitida. Se suprime la Milicia Nacional. Además de la Constitución se elaboraron otras muchas leyes dirigidas a reorganizar el Estado, el objetivo es el centralismo, la uniformidad y el orden público: - En 1844, el Duque de Ahumada fundó la Guardia Civil, un cuerpo armado con finalidad civil y estructura militar que se encargaría del mantenimiento del orden público, las propiedades y la seguridad en el medio rural. - Unificación jurídica. Se aprobó un nuevo Código Penal (1848) y quedó pendiente de su aprobación el Código Civil, que unificaban la legislación en todo el país. - Reforma fiscal de Alejandro Mon. Se creó un sistema fiscal moderno, simplificado y racional. Se implantó un sistema único de impuestos en el que nadie estaba exento, basado en unos impuestos directos sobre las propiedades agrarias, las actividades industriales y comerciales, y unos indirectos (conocidos como consumos) que gravaban productos de primera necesidad. Este impuesto perjudicaba a las clases populares. - Se restablecen las relaciones con la Iglesia, que se había mostrado claramente contraria al liberalismo progresista, mediante la firma del Concordato de 1851. Las relaciones entre la Iglesia y el Estado se habían deteriorado a causa de las desamortizaciones. Con este acuerdo el Estado se comprometía a hacerse cargo de los gastos del culto y del clero católico, se reconoce el catolicismo como religión oficial del país y se conceden a la Iglesia amplias competencias en materia de educación, 7 asegurando su influencia social, además de suspender la venta de los bienes eclesiásticos desamortizados y el retorno de los no vendidos. A cambio la Santa Sede reconocía el régimen liberal español y aceptaba la venta, ya realizada, de los bienes desamortizados de la Iglesia. - Política de obras públicas. El objetivo era facilitar el desarrollo industrial y urbano con la urgente reparación de los antiguos caminos y la construcción de nuevas comunicaciones e infraestructuras. Podemos destacar la Ley de Puertos y el Canal de Isabel II que abastecía de agua a Madrid. - Centralización y control de la Administración provincial y local. Las leyes de administración provincial y local de 1845 reservaba a la Corona y al gobierno junto con los mayores contribuyentes el nombramiento de alcaldes y se creaba la figura del gobernador civil como máxima autoridad de la provincia. Así, la administración provincial y local quedaba bajo el control del gobierno central. Se terminaba con la autonomía y la democratización provincial y municipal, diseñándose una estructura de poder centralizada y jerarquizada que permitió al gobierno controlar el proceso electoral. Estas medidas centralizadoras, que atentaban contra los privilegios forales, así como el fracaso en las negociaciones para casar a Carlos VI (hijo de Carlos Mª Isidro) con Isabel II, dieron lugar a la Segunda guerra carlista (1846-49) conocida como la “Guerra dels Matiners” que no tuvo ni el impacto ni la violencia de la primera, pero se prolongó intermitentemente hasta el año 1860. No fue un conflicto armado convencional, se caracterizó por la insurrección de partidas guerrilleras, especialmente en zonas rurales de Cataluña. El ejército isabelino obtuvo finalmente la victoria. Mientras en Europa se había producido desde 1848 una nueva oleada revolucionaria y en España se difundían los ideales democráticos y despuntaba el movimiento obrero, los gobiernos moderados no consiguieron dar estabilidad política al Estado y se fueron desprestigiando. En 1849, los miembros más radicales del partido progresista se escindieron formando el Partido Demócrata, que defendía: la soberanía nacional, el sufragio universal, la libertad de culto, derecho de reunión y asociación, instrucción primaria universal y gratuita e intervención del Estado en otros ámbitos de la asistencia social. Al mismo tiempo se organizó también el Partido Republicano de ideología federalista y socialista. El autoritarismo del presidente de gobierno Bravo Murillo, la incapacidad de los siguientes gobiernos, la crisis económica, la corrupción y los escándalos financieros protagonizados por la camarilla política que rodeaba a la reina provocaron un enorme malestar que supuso el fin de la Década Moderada. 2.- El Bienio Progresista (1854-1856) Con el pretexto de la inestabilidad política y de las continuas disputas entre los moderados, un grupo de militares se pronunció el 28 de junio de 1854 bajo el mando de los generales Dulce y O’Donnell. Aunque iniciado en Madrid, fue en Vicálvaro donde tuvo lugar un enfrentamiento militar el día 30, de ahí el nombre de “Vicalvarada” con que se conoce este pronunciamiento. El resultado de la sublevación fue indeciso y O’Donnell, al no encontrar el apoyo esperado en Madrid, se retiró hacia el sur. En Manzanares se une a la sublevación el general progresista Serrano. El verdadero éxito del pronunciamiento no se produjo hasta el 7 de julio, cuando los sublevados publicaron el “Manifiesto del Manzanares” (cuyo texto fue redactado por el moderado Cánovas del Castillo), en el que se pedía una “regeneración liberal” con un régimen representativo, la supresión de la camarilla, mejoras en las leyes, reducción de impuestos, la restauración de la Milicia Nacional, convocatoria de Cortes Constituyentes… El Manifiesto, con sus promesas de reformas políticas y sociales, sacó de dudas a los progresistas y demócratas sobre las intenciones de los sublevados y, finalmente, decidieron apoyar lo que entonces llamaron la Revolución de 1854. La sublevación se generalizó en muchas ciudades y la reina nombró Jefe de Gobierno al general Espartero, quien designó a O’Donnell como ministro de la Guerra. Comienza así el Bienio Progresista (1854-56). El nuevo gobierno restableció provisionalmente la Constitución de 1837. Unas Cortes constituyentes redactaron una Constitución progresista, pero el Parlamento no tuvo tiempo de aprobarla antes del fin del Bienio, fue la Constitución “non nata” de 1856. 8 Durante el Bienio Progresista se aprobaron además, importantes leyes económicas en defensa de los intereses de la burguesía urbana y de las clases medias, con el objetivo de impulsar el desarrollo económico y la industrialización del país: 1. La Desamortización Civil de Madoz (1855). Vino a completar la de Mendizábal. A la desamortización de los bienes de la Iglesia, se agregaban ahora los bienes de propiedad municipal, los llamados bienes de “propios, comunes y baldíos” (montes, dehesas, etc. de propiedad municipal). Su finalidad era amortizar la deuda del Estado y financiar las inversiones públicas (especialmente la construcción del ferrocarril). De nuevo la desamortización aparecía ligada al problema de la deuda sin un alcance de verdadera reforma agraria. La venta de los bienes municipales supuso privar a los ayuntamientos de recursos y a los campesinos de las tierras y del uso colectivo de esos bienes. Fueron comprados por latifundistas y burguesía urbana. 2. La Ley General de Ferrocarriles (1855) por la que el Estado se convertía en el principal propulsor de la construcción del tendido ferroviario; se construyeron 5.000 kms. Se ofrecieron incentivos a las empresas que intervinieran y se facilitó la inversión de capital extranjero y la constitución de compañías ferroviarias. 3. Ley de Bancos y Sociedades de Crédito (1856), fundamental para organizar un sistema bancario moderno y canalizar las grandes inversiones de capital extranjero. Se crea el Banco de España (antiguo Banco de San Fernando), único con capacidad para emitir moneda. Surgen también bancos privados. En 1856 la situación era muy difícil para el gobierno de Espartero por: - La conflictividad social generada por las malas cosechas y los altos precios del trigo que provocaron revueltas populares contra los consumos, las quintas, etc., dando lugar a levantamientos campesinos y huelgas obreras. - Las discrepancias dentro de la coalición gobernante. Se ahondaron las diferencias entre Espartero y O’Donnell, quien fundó la Unión Liberal (1856), que ideológicamente se situaba en el centro, entre los dos partidos liberales tradicionales (moderados y progresistas). La reina encargó formar gobierno a O´Donnell (1856), que desplaza del poder al general Espartero y prescinde de los progresistas, asumiendo la presidencia del gobierno con el respaldo de su nuevo partido, la Unión Liberal. Fue el fin del Bienio Progresista. 3.- La alternancia de Moderados - Unión Liberal (1856-1868). Este periodo se caracterizó por la alternancia en el poder del partido moderado de Narváez (1856–1858) y la Unión Liberal de O’Donnell (1858–1863) que gobernaron con la Constitución moderada de 1845. Este reparto del poder dejaba fuera de juego político tanto a los progresistas como al Partido Demócrata lo que provocó su descontento y oposición. El primer gobierno de O’Donnell (1856) se caracterizó por el retorno a las instituciones de la Década Moderada. La Milicia Nacional fue suprimida y se reimplantó la Constitución de 1845, a la que se añadió un Acta Adicional que reconocía algunos principios progresistas. Pero la promesa de proseguir con la desamortización y la oposición de los moderados provocó su sustitución por Narváez. Durante el gobierno moderado de Narváez (1856-1858) se restableció completamente el régimen moderado de 1845. Se llevó a cabo la Reforma en Educación (Ley de Moyano, 1857), que regulaba el sistema educativo (en tres etapas: primaria, segunda enseñanza y enseñanza superior) y su financiación. El periodo de mayor estabilidad política y desarrollo económico, coincidió con el gobierno de la Unión Liberal (1858-1863) de O’Donnell. Durante esta etapa se abandonó la tendencia al aislamiento exterior y se reactivó la participación de España en la política colonial internacional, buscando el prestigio perdido. La intervención militar más importante tuvo como escenario Marruecos, con victorias militares que dieron gran popularidad al general Prim, progresista. Otros ejemplos son las intervenciones militares en México y en Indochina (Cochinchina). Pero la Unión Liberal fracasó al no ser capaz de crear una alternativa política y lograr mantener la paz y la estabilidad social. La oposición de los moderados y de la reina fuerza la dimisión de O’Donnell. Isabel II entrega el poder a los moderados y entre 1863 y 1868 se sucedieron gobiernos moderados y unionistas, pero ninguno de ellos fueron capaces de solucionar los 9 problemas de España. La inestabilidad política y la deriva autoritaria de los gobiernos caracterizaron una etapa en la que la bonanza económica llegó a su fin. En 1863, asumió de nuevo el poder Narváez, que impuso una línea dura y autoritaria, como se puso de manifiesto en la represión de la Noche de San Daniel (10 de abril de 1865), motivada por las protestas de estudiantes en Madrid y otros sectores sociales ante la destitución del profesor Castelar de su cátedra, por haber escrito un artículo contra la reina; la posterior represión le convierte en un gobernante sanguinario. La oposición al régimen se acentuó. En 1865 la reina llamó otra vez a O’Donnell para que formara gobierno. Ante la imposibilidad de gobernar por medios legales, ya que la reina sólo admite gobiernos moderados, los progresistas, con el apoyo de los demócratas, se plantean el acceso al poder por la vía del pronunciamiento. En este contexto tuvo lugar la Sublevación de los Sargentos del Cuartel de San Gil (1866). La sublevación fracasó y la represión fue muy dura (fueron fusilados 66 sublevados), se cerraron periódicos y se desterró a progresistas y demócratas, lo que desacreditó más al gobierno. Todo esto ocurría, además, en una etapa de crisis económica (crisis bursátil tras la quiebra de varias compañías ferroviarias y alza de precios de los productos de primera necesidad) que afectó tanto a las clases burguesas como a las clases populares, provocando un gran descontento popular. El desprestigio de la Corona aumenta y progresistas y demócratas, terminaron firmando en 1866 el Pacto de Ostende (Bélgica), por el que se comprometían a acabar con la monarquía de Isabel II y a la convocatoria de unas Cortes constituyentes. Por primera vez la revolución no iba contra un gobierno sino contra la propia monarquía. Tras la muerte de O´Donnell, en 1867, los unionistas, ahora bajo la dirección del general Serrano, se unieron al pacto. En 1868 muere Narváez e Isabel II pierde todos sus apoyos. En septiembre de 1868, con la sublevación del almirante Topete, se inició una revolución denominada por sus protagonistas “la Gloriosa”, que provocó la caída de Isabel II. 10 Tema 12.4. EL SEXENIO DEMOCRÁTICO (1868-1874): INTENTOS DEMOCRATIZADORES. LA REVOLUCIÓN, EL REINADO DE AMADEO I Y LA PRIMERA REPÚBLICA. I. II. III. IV. La revolución de septiembre de 1868: “La Gloriosa”. Gobierno provisional (1868-1871). Reinado de Amadeo I de Saboya (1871-1873). La Primera República Española (1873- 1874) EL SEXENIO DEMOCRÁTICO (1868-1874): INTENTOS DEMOCRATIZADORES. En 1868, al descontento por un sistema político basado en el gobierno alternativo de unionistas y moderados, se unía la crisis económica que se había iniciado en 1866, y el desprestigio de la monarquía. Demócratas y progresistas en el exilio, ante la imposibilidad de alcanzar el poder por vías legales, habían firmado el Pacto de Ostende, un acuerdo para acabar con el régimen de Isabel II y convocar unas Cortes Constituyentes elegidas mediante sufragio universal. Cuando en 1868 se sumó la Unión Liberal, dirigida por Serrano tras la muerte de O´Donnell, la monarquía ya no tenía salida. En esta alianza los progresistas aportaban el apoyo masivo, los demócratas las ideas y los unionistas la fuerza militar. Para comprender la revolución de 1868 hay que citar otras causas de naturaleza política y económica: - La exclusión del poder de los progresistas, recayendo el poder político en manos de una camarilla de moderados que ejercían una gran influencia sobre la reina, ignorando las reivindicaciones de los sectores populares. - La muerte de los líderes políticos del partido moderado y unionista, Narváez y O´Donnell. - La crisis económica, que se inicia en la década de 1860,que afectó a las compañías ferroviarias, a la industria siderúrgica y a la industria textil. Además se dio un nuevo ciclo de crisis de subsistencias a partir de 1866 que repercutió en la subida del precio del trigo. - El descontento social (paro, hambre, subida de precios, protestas estudiantiles…). I. La revolución de septiembre de 1868: “La Gloriosa” El malestar político, económico y social que se arrastraba desde años atrás condujo al pronunciamiento militar encabezado por el almirante Topete en Cádiz el 19 de septiembre de 1868, secundado por el general Serrano (Unión Liberal) y el general Prim (progresista) para derrocar a Isabel II. Publicaron un manifiesto: “España con honra”, que proponía un gobierno provisional y el sufragio universal. El pronunciamiento fue acompañado de un movimiento revolucionario de amplia participación popular -La Gloriosa- . En muchas ciudades se formaron Juntas Revolucionarias, que reclamaban medidas de democratización política (sufragio universal, libertad de imprenta) y reformas sociales (abolición de los impuestos de consumo y de las quintas). Los grupos sociales que apoyaron la revolución fueron: o Grupos financieros e industriales, afectados por al crisis económica. o Militares que tenían el recuerdo de la represión del cuartel de San Gil. o Capas populares, pequeña burguesía de las ciudades, algunos sectores obreros (por paro, carestía, miseria, indignación ante la corrupción). Los campesinos querían reparto de tierras. Días después, el 28 de septiembre, Serrano venció al ejército gubernamental en Alcolea (Córdoba) e Isabel II abandonaba el país. Se exilió en Francia y se constituyó un Gobierno provisional, iniciándose el Sexenio Democrático. II. Gobierno provisional (1868-1871) Tras la marcha de Isabel II se constituyó un Gobierno provisional de coalición formado por progresistas y unionistas, presidido por Serrano. Las primeras medidas del Gobierno provisional tenían como objetivo garantizar el orden público tras la revolución (desplazando las demandas radicales de raíz democrática y republicana) para lo cual: se disolvieron las Juntas Revolucionarias (que se habían convertido un poder paralelo) y se puso en marcha un programa de reformas. Fueron reconocidos: el derecho de asociación y reunión, la libertad de expresión, de prensa, de culto... Se convocaron elecciones a Cortes Constituyentes, que dieron la mayoría a la coalición de unionistas, progresistas y demócratas (monárquicos, pero 11 contrarios a Isabel II) pero con una importante presencia republicana. Los diputados fueron elegidos por sufragio universal masculino. Las nuevas Cortes confirmaron en su cargo a Serrano (presidente del Gobierno) y comenzaron a elaborar un nuevo texto constitucional. Las Cortes elaboraron la Constitución de 1869, primera en la historia de España que estableció un régimen realmente democrático. Características: o Reconoce la soberanía nacional, de la que emanan los demás poderes. o La forma de gobierno será la monarquía democrática y parlamentaria: el rey reina pero no gobierna. El rey ejerce el poder ejecutivo por medio de sus ministros que elaboran las leyes en las Cortes y el rey sólo las sanciona o promulga. o La división de poderes, con gran protagonismo de las Cortes, que no sólo legislan, sino que también controlan al gobierno. o El poder legislativo residía en las Cortes bicamerales, cuyos miembros eran elegidos por sufragio universal masculino: Congreso, elegidos directamente por los ciudadanos. Senado, elegido por sufragio indirecto, es decir, a través de compromisarios o representantes. - Incluye una amplia declaración de derechos: libertad de culto, de reunión y asociación, de imprenta, sufragio universal para los varones de más de 25 años, etc. Una vez aprobada la Constitución de 1869 fue nombrado regente el general Serrano; esta era una solución transitoria hasta que se encontrara un nuevo monarca que ocupara el trono español. Serrano, a su vez, encargó al general Prim que formara un nuevo gobierno. El nuevo gobierno no consiguió crear un régimen estable y duradero ya que tuvo que enfrentarse a: - - - Conseguir aunar a los partidos políticos y emprender el desarrollo legislativo de la Constitución. La fuerte conflictividad social que se manifestó en a movilizaciones campesinas, insurrecciones urbanas y disturbios revolucionarios, ya que consideraban que el modelo socio-económico seguía intacto, con lo que los campesinos, jornaleros o trabajadores de fábrica no veían mejorar su situación ni obtenían respuestas a sus demandas sociales. Entre estos grupos se va difundiendo el anarquismo y el socialismo. Hacer frente a las sublevaciones republicanas, contrarias a la monarquía. Frenar la insurrección en Cuba que quería la independencia y contaba con el apoyo norteamericano. En 1868 el “Grito de Yara” inició una guerra que duraría 10 años y se convertiría en uno de los problemas más graves del Sexenio. Buscar un candidato al trono de España: Prim será el encargado. El elegido no podía ser Borbón, debía ser respaldado por las Cortes y contar con la aprobación internacional. III. Reinado de Amadeo I de Saboya (1871-1873) La Constitución de 1869 establecía un régimen monárquico, el problema residió en quién ocuparía el trono vacante. Los partidos políticos no fueron capaces de ponerse de acuerdo y la cuestión pronto adquirió dimensiones internacionales ya que algunas candidaturas provocaron tensiones entre las grandes potencias europeas. Finalmente, Prim logró que Amadeo de Saboya, hijo de Víctor Manuel II (recién nombrado rey de la Italia unificada), aceptase la Corona. La elección de Amadeo de Saboya por las Cortes como nuevo rey de España, distó de ser unánime (191 votos a favor, 100 en contra). Pocos días antes de que el rey jurase la Constitución como Amadeo I (2 de enero de 1871), Prim, su principal valedor, fue asesinado. Durante sus dos años de reinado acató fielmente la Constitución y asumió su papel como moderador entre los partidos. Sin embargo su reinado fracasó por: - La falta de apoyos políticos. Los progresistas tenían que haber sido su principal apoyo pero el partido se dividió a la muerte de Prim entre los constitucionalistas de Sagasta (partidarios de detener los avances democráticos) y los radicales de Ruiz Zorrilla (partidarios de reformas audaces). Contó con el rechazo de carlistas, republicanos y alfonsinos (partido liderado por Cánovas del Castillo que quería la restauración de los Borbones en la figura del príncipe Alfonso, hijo de Isabel II). Además, la oligarquía lo rechazaba al ser un rey extranjero y tampoco consiguió atraerse el apoyo popular, debido al arraigo del republicanismo. - El acatamiento de la Constitución (que reconocía la libertad de culto y la aconfesionalidad del Estado) lo enfrentó a la Iglesia que se oponía a la libertad religiosa. - La fuerte inestabilidad política, en dos años hubo seis gobiernos diferentes. A lo que se unen los conflictos armados como la guerra de Cuba y la Tercera Guerra Carlista. La guerra colonial de Cuba se agravó. Este conflicto, que se había iniciado en 1868, animado por los hacendados criollos cubanos contó rápidamente con el apoyo popular. 12 - Aunque el gobierno intentó sacar adelante un proyecto de abolición de la esclavitud y de concesión de reformas políticas, la negativa por parte de los militares y los sectores económicos con intereses en Cuba frustró la posibilidad de una solución pacífica al conflicto y convirtió la guerra en un grave problema para el gobierno. Asimismo el carlismo cobró un nuevo impulso. En mayo de 1872 se produjo la sublevación a favor del pretendiente Carlos VII, iniciándose la Tercera Guerra Carlista (1872-76), que controlará amplias regiones rurales en el País Vasco, Navarra, Cataluña y Valencia. El movimiento obrero alcanzó gran vitalidad, gracias a la libertad de asociación y al envío de líderes obreros por parte de la AIT. En este ambiente de gran inestabilidad y ante la falta de apoyos, Amadeo I renuncia al trono y abandonó España el 11 de febrero de 1873. Ese mismo día, el Senado y el Congreso reunidos en sesión conjunta proclamaron la República. IV. La Primera República Española (1873- 1874) Tras la renuncia de Amadeo de Saboya y ante la falta de otras alternativas, las Cortes proclamaron la República (11 de febrero de 1873). El nuevo régimen tenía pocas posibilidades de éxito ya que nació con poco apoyo social y con la oposición de los grupos sociales más poderosos. Sus partidarios, los republicanos, estaban, además, divididos entre defensores de una organización territorial centralizada (unitarios) y los de una organización territorial federal (federales), no tenían experiencia ni un programa de gobierno coherente y homogéneo y sus únicos apoyos provenían de las clases medias urbanas. Todo ello en un contexto muy conflictivo debido a: Los fuertes conflictos sociales como consecuencia de las desmesuradas expectativas de las clases populares que se vieron frustradas y provocaron protestas obreras (huelgas) y campesinas (los andaluces pidieron reparto de tierras). Se producen revueltas en las ciudades contra los consumos y las quintas para el ejército, etc. - Los conflictos armados como Tercera Guerra Carlista, la guerra de Cuba a las que se unió la insurrección cantonal. - La oposición de los partidos monárquicos, tanto carlistas como alfonsinos, así como de un sector de los progresistas. - El aislamiento internacional (sólo fue reconocida por EEUU y Suiza). En los 11 meses que duró la Primera República (febrero de 1873 a diciembre de 1874) hubo tres modelos diferentes y se sucedieron cinco presidentes (Figueras, Pi y Margall, Salmerón, Castelar y Serrano). 1.- La República Federal (febrero-septiembre 1873). Estanislao Figueras: fue el primer presidente de la República en un ambiente de gran desorden (intentos de golpe de Estado, constante actividad del movimiento obrero…). Convocó elecciones a Cortes Constituyentes, en las que triunfaron los republicanos federalistas que eran partidarios del laicismo del Estado, de la ampliación de los derechos democráticos y de la intervención del Estado en la regulación de las condiciones laborales. Contaban con el apoyo de la pequeña burguesía, y con parte del movimiento campesino y obrero. En junio abandonó el cargo. Francesc Pi y Margall: durante su gobierno se elaboró un proyecto de Constitución Federal (1873), que no llegó a promulgarse. Era una Constitución muy progresista que recogía: - Separación Iglesia-Estado y matrimonio civil. - Poder legislativo bicameral: El Congreso con plenos poderes legislativos. El Senado, órgano de representación de los Estados. - Para acabar con la centralización contemplaba una estructura federal integrada por 17 Estados. Con el objetivo de solventar el problema colonial incluía a Cuba y Puerto Rico dentro de la nación española. Tuvo que hacer frente a numerosos problemas y desórdenes: - La Tercera Guerra Carlista continuaba y la República se vio impotente para contrarrestar el avance del carlismo. - En Cuba la guerra proseguía. Cuba se convirtió en uno de los principales centros de la conspiración y de ayuda económica a la causa alfonsina. 13 Levantamientos cantonales. En 1873 se produjeron una serie de movimientos insurreccionales que arruinaron la convivencia política. El cantonalismo fue un movimiento político y social, de escasa duración (apenas un mes, excepto en Cartagena) que pretendía convertir provincias y comarcas en estados independientes, que se irían uniendo libremente para formar un Estado federal construido desde abajo. La rebelión comenzó en julio de 1873 con la proclamación del cantón de Cartagena. En los días siguientes el movimiento se extendió rápidamente y se organizaron cantones por toda la Península especialmente en muchas ciudades de la zona de Levante y Andalucía, sin que faltaran focos en el interior de la Meseta. El movimiento sería dominado por medio del ejército, entre los meses de julio y septiembre, con la excepción del cantón de Cartagena, que se convirtió en epicentro del movimiento y no se rendiría hasta enero del año siguiente. Incapaz de controlar a sus propios seguidores, Pi y Margall dimitió ante la disyuntiva de tener que sofocar por las armas la revuelta. - Nicolás Salmerón le sustituyó. Con él la República dio un viraje hacia posiciones conservadoras. Su objetivo era restablecer el orden y envió al ejército para sofocar el movimiento cantonalista: los diferentes focos fueron cayendo, sólo el cantón de Cartagena resistió. Salmerón dimitió porque su conciencia le impedía firmar dos penas de muerte impuestas a los líderes cantonalistas por la autoridad militar y por su resistencia a restablecer las ordenanzas militares, que suponían el restablecimiento de la pena de muerte. 2.- La República unitaria (septiembre 1873- enero 1874). Supuso un giro a la derecha. Emilio Castelar, máximo representante del republicanismo unitario y conservador, le sustituyó. Para restablecer el orden público, las Cortes le concedieron poderes especiales para gobernar por decreto durante tres meses. Suspendió las Cortes, de mayoría federalista, y reforzó el ejército para acabar con la guerra carlista, la insurrección cubana y tomar Cartagena. En enero de 1874, cuando las Cortes se volvieron a reunir, el gobierno fue sometido a una moción de censura que perdió y Castelar dimitió. Para evitar que el poder volviera de nuevo a los republicanos federales, se produce el golpe de Estado del general Pavía, que, con fuerzas de la Guardia Civil, entró en el Congreso y disolvió las Cortes. No hubo resistencia política ni popular, lo que muestra la debilidad de la República. 3.- La República autoritaria (enero-diciembre 1874). Tras el golpe de Pavía los militares nombraron al general Serrano presidente del Gobierno. Aunque se mantuvo el régimen republicano se trataba de una dictadura personal con un claro protagonismo del ejército, con las Cortes cerradas, la Constitución suspendida y donde se practicó una fuerte represión para restablecer el orden público. Su mayor logro fue tomar Cartagena; la Guerra de Cuba y la Tercera Guerra Carlista proseguían sin que el régimen lograra ponerle fin. La inestabilidad del periodo provocó un viraje de la burguesía a posiciones conservadoras y el fracaso de la República despertó el deseo de una restauración monárquica. Las conspiraciones monárquicas -lideradas por Cánovas del Castillo- fueron tomando fuerza, culminando con la Restauración Borbónica en la figura de Alfonso XII. En diciembre de 1874 se produjo el pronunciamiento del general Martínez Campos que proclamó rey a Alfonso XII, hijo de Isabel II, acabando así con el Sexenio Revolucionario. 14