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Apuntes de Morfología y sintaxis
(Introducción a la enseñanza de lengua española)
1 Tabla de contenidos
Prólogo
1
El estudio morfológico
Las palabras y otros medios gramaticales auxiliares: síntesis y análisis en la
formación léxica
Categorías gramaticales
2
La estructura de la palabra
La base de la palabra
Formas simples y formas compuestas
Familias de palabras
3
Significación y palabra
La estructura semántica de la palabra
Homonimia y polisemia
Sinonimia y antonimia
Principios de terminología
Fraseologismos
Estratos lingüísticos del español
Apéndice
Breve noticia sobre la lengua española
2 Prólogo
Históricamente, la reflexión sobre el lenguaje ampara el estudio de la morfología a las
investigaciones gramaticales. Así en el siglo IV a.C., Pānini, teórico hindú, establece
una caracterización respecto a las mínimas unidades significativas de la lengua (lo que
hoy conocemos como morfema) aportando las nociones de raíz, desinencia, flexión y
afijo. Un siglo más tarde el Cratilo de Platón abordará el carácter de la relación entre las
palabras y las cosas definiendo las dos posturas que perdurarán hasta la Edad Media: el
signo motivado o natural y el signo convencional. La tendencia naturalista apoyaba la
correspondencia formal de la palabra con su significado, la onomatopeya era el mejor
ejemplo. Ὄνομα y ρῆμα son las distinciones de contribución platónica, mismas que
serán precisadas en los trabajos de Aristóteles (Categorías, Peri hermeneias): nombre y
verbo, respectivamente.
El primer esfuerzo formal por construir una gramática se atribuye a Dionisio de
Tracia (s. II a I a. C.) denominado Tήχνε γραμματική, texto en el cual se señalan cinco
categorías gramaticales en el nombre (palabra), género, número, tipo (primario o
derivado), forma (simple o compuesta), número y caso y ocho en el verbo: modo, voz,
tiempo, tipo, forma, número, persona y conjugación. En los romanos, grandes herederos
de la cultura helena, destacan los trabajos de Varrón De lingua latina, quien delimita las
categorías gramaticales en función de sus variaciones, así de variación casual están los
nombres (rosa, para el sustantivo femenino singular y rosae para el genitivo singular),
la expresión temporal en donde están los verbos y con variación casual y temporal, los
participios; Donato Ars grammatica y Prisciano Institutiones Grammaticae.
El fenómeno gramatical que corona la Edad Media es el interés de los
intelectuales en la lengua vulgar, con el texto De vulgari eloquentia de Dante Alighieri
lo cual crea espacio para hablar del sistema en su realización oral, a ello subyace el
estudio de las palabras en lengua española que tiene su origen en la Gramática de la
lengua castellana de Antonio de Nebrija publicada, con la venia de la reina católica, el
18 de agosto de 1492 en Salamanca. Si bien diversos tratados sobre el arte de trovar ya
consignaban en sus páginas reflexiones sobre las principales categorías gramaticales
(nombre, verbo, adverbio, artículo) la Gramática… constituye el primer ejercicio
sistemático del tema dividido en cinco libros: I, ortografía donde se incluyen reglas de
pronunciación, II prosodia y sílaba, que también aborda problemas de métrica y
3 versificación, III, el libro de la morfología, aunque bajo la rúbrica etimológica haciendo
especial énfasis en la derivación como proceso de creación calificó a los derivados
resultantes como verbales, participiales y adverbiales, IV sintaxis y, V “introducción a
la lengua castellana para los que hablando otra quieran aprender aquélla.”1 Con lo cual,
el texto de Nebrija constituye el primer compendio útil en la enseñanza del idioma
español a extranjeros, exaltando la importancia del conocimiento léxico-morfológico
para el desarrollo de la competencia lingüística.
Es precisamente desde tal perspectiva que pretendemos exponer y analizar los
mecanismos por los cuales se genera el léxico castellano. Para ello, lo que encontrará a
continuación comporta los lineamientos generales que le permitirán aproximarse a un
conocimiento más profundo de las entidades lingüísticas, como sigue: en el capítulo
uno, identificará el objeto de estudio de la Morfología lingüística y su relación con la
Sintaxis mediante el análisis de la estructura morfémica de la palabra y su
funcionamiento en el sintagma; en el capítulo dos, atenderá a los mecanismos de
creación léxica y el estudio de la integración de familias de palabras y, finalmente, en el
último capítulo, se analizarán las relaciones semánticas de la palabra y su incidencia en
la configuración del léxico hispano.
Cabe mencionar, que hemos tenido a bien designar el último apartado de cada
capítulo al estudio diacrónico de la lengua, haremos un poco de filología hispánica, pues
si bien la intencionalidad final de la presente materia no estriba en la estricta formación
de lingüistas, sí comporta el deseo de fungir como herramienta para el docente, a fin de
que la enseñanza del español como segunda lengua, no derive en el ejercicio de la
repetición de listados infinitos de vocabularios, sino en el favorecimiento de la
creatividad léxica en el estudiante a partir de procesos analógicos, de allí el nombre de
los temas (Análisis contrastivo entre el español y otras lenguas). Todo ello a la luz de
una metodología estructuralista.
1
Para más información respecto a Nebrija y las gramáticas precedentes, ver Juan Clemente Zamora
Munné. “Nebrija y las gramáticas de lengua vulgar” en Scripta philologica in honorem Juan M. Lope
Blanch. A los 40 años de docencia en la UNAM y a los 65 de vida. Coord. Elizabeth Luna Traill. México,
UNAM, 1991, pp. 481-493.
4 1
El estudio morfológico
A principios del siglo XIX, la base terminológica de las ciencias naturales fue utilizada
en la construcción del paradigma de investigaciones cuyo interés era el fenómeno
humano, esto es: las ciencias del espíritu, nomenclatura acuñada por Wilhem Dilthey,
sin embargo, tales estudios poco a poco demandaron la institución de un método propio
en razón de la variedad en el enfoque, pues si las ciencias naturales atienden a la
demanda ¿qué es el hombre?, las ciencias del espíritu responden a ¿qué significa éste?2.
De tal manera, y, bajo la influencia del darwinismo, la palabra morfología, como
observación de las formas, es introducida en el marco de los intereses lingüísticos, a
partir de los trabajos del romántico alemán Goethe (formenlehre). Etimológicamente, el
vocablo proviene del griego: μορφή ‘forma’ y λόγος ‘estudio’, por lo que una
morfología así referida atañe a grandes rubros, la morfología animal, la morfología del
relato, etc., su uso en el repertorio lingüístico inglés data de 1860 en la entrada
morphology del Oxford English dictionary. En lengua española, la noticia de la función
de la Morfología es más antigua (1847-1920), pues si bien no aparece como disciplina
autónoma, de manera incipiente, a partir de la Gramática, es aceptada como campo de
estudio bajo las acepciones de Analogía y, la todavía más remota, Etimología desde
1796.3
Extensamente, es posible aludir a la tarea morfológica como el estudio de las
formas lingüísticas, lo cual resulta todavía impreciso pues en ello podemos englobar,
2
Cfr. Algirdas Julien Greimas. Semántica estructural. Madrid, Gredos, 1987, pp. 13-16.
Ver P.H. Matthews. Morfología. Introducción a la teoría de la estructura de la palabra. Trad. Rafael
Monroy Casas. Madrid, Paraninfo, 1980, pp. 14-15 y María Tadea Díaz Hormigo. Morfología. Cádiz,
Universidad de Cádiz, 2003, pp. 15-17.
3
5 fonemas, palabras y sintagmas. Una definición más específica y, que en cierto modo
deviene de las implicaciones hechas por la tradición española, la establece como el
estudio de la estructura interna de las palabras y los procesos o las reglas que permiten
generarlas, así como las variaciones que experimentan y su clasificación en distintos
grupos. Así que de manera inmediata es preciso atender a qué es la palabra.
De acuerdo con el Esbozo de una nueva gramática de la lengua española
publicado por la Real Academia Española: “Todo acto de elocución en una lengua dada
es susceptible de ser analizado, por los que la hablan, en una o varias imágenes o
secuencias acústicas mínimas, idénticas o diferentes entre sí, cada una de las cuales se
corresponde con un contenido significativo.”
3
Por lo que en una unidad discursiva
como:
“Allá en otros tiempos (y eran muy buenos
tiempos), había una vez una vaquita (¡mu!) que
iba por un caminito…”
El encadenamiento de sintagmas deviene en la idea de temporalidad remota,
mediante el adverbio allá y el modificador en otros, enfatizado por la clave de apertura,
clásica del cuento maravilloso: había una vez, que, constituye una fórmula cuya
presencia en el comportamiento lingüístico cotidiano (denotativo), amalgama el
significado de cada una de las partes a uno mayor. Por sí solas, las palabras integrantes
de este sintagma poseen autonomía significativa, lo que permite puedan ligarse a
cualquier otro elemento del sistema lingüístico y, según sea el caso, desempeñar una
función específica (había se escribe con b, una más y nos vamos, la primera vez que te
vi).
Utilizamos el vocablo ‘palabra’, lo mismo para había, que para ¡mu! y caminito,
en razón de que éstas son identificables en la cadena discursiva gracias a su
separabilidad y permutabilidad. De manera primaria, la acepción de palabra está dada
por el uso: el hablante promedio reconoce estos elementos en razón del espacio
existente entre ellos (un silencio o pausa entre cada emisión sonora, un área blanca en
la hoja, o un signo ortográfico)4. La parābola latina hoy comporta, una entidad abstracta
que posee propiedades contrastivas y combinatorias, es decir, en su relación con otras,
adquiere una función y una jerarquía, una articulación con valor gramatical y
4
Los pronombre enclíticos son la excepción a estos límites de la palabra, pues aunque poseen significado
en sí mismos, en el sintagma, se precisa su unión con el verbo: tómalo
6 sintáctico (“había” es un verbo que puede fungir como auxiliar: había visto). Tales
relaciones responden a los criterios de distribución, orden y dependencia.
Por otro lado, en su Presentación de la lingüística Bernard Pottier define a la
palabra como la “unidad mínima construida”5; estructuralmente está formada por
pequeñas unidades que poseen significado propio o morfemas, cada una de estas partes
se realiza mediante grupos complejos de elementos de expresión que comportan sonidos
particulares (unidades fonológicas), ello no influye en la realización gramatical de la
palabra pues no necesariamente guardan correspondencia6 (homonimia); tal es el caso
de /cara/ y /cara/, siendo la primera la parte anterior de la cabeza, de barbilla a frente y,
la segunda, el adjetivo que califica algo como costoso:
La cara de la bella joven
La cara pulsera de la joven
Algunos morfemas son de carácter léxico, lo que aporta el significado
conceptual y constituye la parte constante de la palabra (raíz) atendiendo a una realidad
extralingüística o referencial. En la palabra ‘caminito’ [camin-] da la idea del sendero
por el cual se transita y es la parte constante, en tanto puede ser utilizado en sus
variables como [camin-o] o [camin-ata], forma sustantiva que refiere la acción del
caminar. Otros, se definen como gramaticales (gramema) y constituyen el aspecto
variable de la palabra, remiten a la realidad interna del sistema pues pueden fungir como
complemento del significado de base o bien, establecen relaciones entre los distintos
elementos del sintagma; tal es el caso de los accidentes género y número, de los
pronombres y de las desinencias verbales ([conej-o], [conej-ito-s] y [am-ar], [am-áis]).
Los morfemas lexicales se clasifican en: libres al constituir unidades que pueden
emplearse de manera independiente, también son llamados palabras monomorfemáticas
(palabras simples) como los adverbios y pronombres (allá y tú), o bien, algunos otros
sirven de base para la formación de nuevas estructuras, tal es el caso de [sol] para [sole-ado] y [pan] para [pan-es]; y trabados, al referir una relación de dependencia: se unen
a otros morfemas para construir palabras polimorfemáticas (palabras complejas), son
constitutivos radicales cuando la raíz de una palabra que por sí sola no transmite un
significado completo como en pens-ar, pens-ado, son constitutivos flexivos los
5
Cfr. Bernard Pottier. Presentación de la lingüística. Fundamentos de una teoría. Trad. Antonio Quilis.
Madrid, Ediciones Alcalá, 1968, pp.53-57.
6
Para más información ver John Lyons. Introducción en la lingüística teórica. Trad. Ramón Cerdá.
Barcelona, Teide, 1971, pp. 69-70.
7 gramemas pues completan el significado de la palabra, es el caso de las desinencias que
indican género y número para sustantivos y adjetivos, y persona, modo y tiempo para
los verbos, así para [libr-os], plural masculino, [negr-a] singular femenino y [habl-aban], tercera persona plural, modo indicativo, copretérito7. Al unir dos o más palabras
simples, sin ningún nexo de por medio, formamos estructuras morfémicas yuxtapuestas,
como en caso de [yerbabuena].
Esta tipología morfemática atiende a dos funciones primarias: la facultativa o de
combinatoria, en la cual las partes se requieren mutuamente, mas este requerimiento
puede o no ser necesario: la desinencia –ado se encuentra, gramaticalmente, lo mismo
en cant-ado que en sal-ado, y la obligatoria o determinante en la cual una de las partes
requiere necesariamente a otra u otras; así por ejemplo en español, los verbos
terminados en –er, admiten ser sustantivados en –miento y no en –ción: el
establecimiento y no la estableción.8
Dentro de los morfemas trabados se encuentran los afijos, los cuales constituyen
elementos de flexión o derivación en la forma de la palabra. Se clasifican de acuerdo a
su posición respecto al lexema:
Nombre
Prefijo
Interfijo
Sufijo
Posición
“que se antepone al radical, sin
modificar la clase gramatical del
lexema añade un matiz al
significado de base”
“que se inserta entre el radical y el
sufijo; su función es enlazar estas
partes y carece de significado”
“que sigue al radical y forma
derivados, impone su clase
gramatical al lexema y puede
cambiar su género. Se clasifica en:
adjetivizador, adverbializador,
nominalizador y verbalizador”
Ejemplo
Antítesis (oposición)
Polvareda
Querible (adj)
Bellamente (adv)
Lavadora (nom)
Palidecer (verb)
7
Cfr. Delmiro Antas. El análisis gramatical. Barcelona, Octaedro, 2007, pp. 26-27.
Cfr. Louis Hjelmslev. “Ensayo de una teoría de los morfemas” en Ensayos lingüísticos. Madrid, Gredos,
1981, pp. 202-208.
8
8 Las palabras y otros medios gramaticales auxiliares: síntesis y análisis en la
formación léxica
Palabra, es también un elemento cuya disposición en el sintagma atiende a las
relaciones semánticas del dominio del hablante, quien pudiera no entender cabalmente
cada uno de los términos en una oración y, sí comprender el significado global por
contexto: “El zaguán estaba cerrado cuando llegué, dejé mi coche afuera; sin duda el
usuario promedio no reflexionará en torno a si ‘zaguán’ es un sustantivo masculino y
singular, comprenderá que se trata de “un algo” por donde se entra. Si quisiéramos
reemplazar ‘”El zaguán” por la “La puerta”, el mismo usuario tendría en cuenta la idea
anterior, toda proporción guardada con la concordancia1: La puerta estaba cerrada. Las
palabras se vuelven elementos mutables en razón de participar de “esquemas vacíos”, en
nuestro ejemplo paradigmático la vaca que transita por el caminito puede ser sustituida
por un perro. Llenar las estructuras sintácticas con estructuras menores supone la
creación de relaciones de significado.
De acuerdo a la gramática generativa, los criterios que regulan los mecanismos
de formación léxica son tres: semántico, sintáctico y fónico. Así por ejemplo, el
diminutivo -ito (pequeño) no puede ser añadido a bases nominales que ya contengan un
sufijo aumentativo (–azo en osazo, cuya incongruencia deviene en *osacito; lo mismo
para el diminutivo que se contrapone al sentido de la palabra como en inmenso,
inmensito, lo cual no sólo mueve a risa sino que resulta incongruente), para el criterio
sintáctico, la adición del -ble comporta la formación de la categoría adjetival (como en
amable) y, ya en el tercer criterio, podríamos citar el ejemplo de la adición de -eza y -ez
en razón del número de sílabas que comprende una expresión léxica (testarudo igual con
testarudez y, grande con grandeza), es posible afirmar que las bases adjetivales con más
de dos sílabas escogen el sufijo –ez.9
El mismo hablante promedio de nuestro ejemplo, en razón de su actuar dentro
del sistema, posee el conocimiento de la estructura de las palabras y la relación formal
que guardan entre ellas en la cadena discursiva; decimos, posee competencia léxica en
tanto tales presupuestos le permiten generar nuevos elementos. En un primer momento,
la ampliación del inventario léxico de una lengua atiende a las relaciones de orden
morfológico; tal es el caso del fenómeno de yuxtaposición, el cual consiste en enlazar
9
Cfr. Soledad Varela Ortega. Fundamentos de morfología. Madrid, Síntesis, 1992, pp. 7-13.
9 sin mediación de nexos un léxico primario y un léxico secundario, siendo el primero la
categoría de base a partir de la que se forman nuevas palabras:
Léxico primario
/Abre/ + /Latas/
/Radio/+/Terapia/
/Agua/+/Fiestas/
Léxico secundario (creación)
Abrelatas
Radioterapia
Aguafiestas
Como unidades separadas, autónomas, las palabras pierden su significación
léxica, convirtiéndose en un elemento funcional de una estructura mayor, en una suerte
de relación sintética, tal es el caso de los auxiliares, en: Voy a quedarme aquí sentado,
semánticamente, el verbo Ir no implica la acción de desplazarse de un lugar a otro, pero
sí da la idea de una continuidad en la acción de permanecer o quedarse.
Consideramos analitismo a una suerte de “función extensiva” de la lengua, en un enunciado explicitar
las diversas posibilidades de realización de un elemento en la cadena hablada, mientras que sintetismo
comporta una “función económica”, condensar en una sola unidad todas las posibilidades de realización
de la misma: basar y “asentar algo sobre una base, fundar, apoyar.” Ahora bien, se denominan “lenguas
analíticas” aquellas que suman a las palabras elementos que expresen sus relaciones sintácticas (por
ejemplo las preposiciones) mientras que en las lenguas sintéticas, la desinencia expresa las relaciones.
Ello no quiere decir que las lenguas analíticas sean más económicas, sin pretensión de subyugar ninguna,
la falta de economía que parecen tener las analíticas se solventa al caer menos en equívoco.
Categorías gramaticales
En la obra de Jean Piaget se explica que la actividad cognitiva, es decir, cómo logramos
pensar, consiste en extraer del flujo de representaciones un cierto número de invariantes
(nociones, conceptos, imágenes) que sean como la estructura misma de la inteligencia.
Tales invariantes son de carácter individual, se construyen a partir de la experiencia y al
mismo tiempo son colectivas pues todo ser humano es capaz de construir tales nociones.
La capacidad de asociación que da pie a la formación de tales estructuras
cognitivas aparece al año y medio en el niño, quien además de aprehender por sus
experiencias físicas con el ambiente, lo hace por las interacciones sociales, la mayoría
de los efectos de dicho aprendizaje social son mediados por el lenguaje, el cual hasta
10 este momento funge como actividad cognitiva, cuyo papel esencial es proveer al infante
información sobre la realidad ausente.10
El hecho de que el lenguaje discurra en un proceso de codificación y
descodificación espacio-temporal, permite al niño identificar dos nuevos planos o
procesos cognitivos diferentes y complementarios: el almacenamiento de los elementos
y el uso de ellos en enunciaciones concretas. Desde el punto de vista cognitivo, la
complejidad del sistema lingüístico que va formando el infante se debe entre otras cosas
a los elementos de este tipo que almacena, los cuales son de naturaleza distinta y están
estrechamente ligados al pensamiento.
Ahora bien, las estructuras sintácticas no son constructos generativos de origen
innato, sino elaboraciones de un conjunto de esquemas o patrones prototípicos
adquiridos en la fase de aprendizaje de una lengua en particular.11 En general, el proceso
de categorización se fundamenta sobre la base de propiedades comunes, es decir, al
interior de una clase se admiten elementos que comparten un cierto número de rasgos
característicos.
Así las palabras, como una parcelación deíctica de la realidad extralingüística,
pueden ser clasificadas en virtud de su estructura formal y por sus relaciones
discursivas, es decir; por la función que desempeñan en las construcciones gramaticales
denominadas sintagmas.
El término categoría designa las relaciones particulares de los elementos constitutivos de la lengua,
un conjunto cuyos miembros comparten contextos sintácticos; se distinguen dos clases: sintácticas,
por la función de la palabra en la oración y gramaticales, que refieren las modificaciones sufridas
por dichos elementos, noción identificable por su morfema (el género, el número, la persona, el
tiempo). Se trata de conjuntos en los cuales se señalan relaciones semánticas, mismas que no
poseen alcance universal, sólo tienden a la clasificación de cada lengua.

Pronombres: son morfemas libres que pueden desempeñar la misma función que
el sustantivo, con la diferencia de que estos no tienen una significación plena
(semánticamente).
Laura me dijo la verdad

Ella me dijo la verdad; Laura me dijo eso
Artículos: Son modificadores y determinantes del sustantivo, por lo que
funcionan como adjetivos.
10
Cfr. Jean Piaget, citado por Leland Swenson. Teoría del aprendizaje, perspectivas tradicionales y
desarrollos contemporáneos. Barcelona, Paidós, 1991, pp. 385-389.
11
Ibidem.
11 Ayer compramos una manzana

Verboides: son formas impersonales del verbo que gramaticalmente pertenecen
a otra categoría.
Infinitivo
Sustantivo (pintar)
Gerundio
Adverbio (pintando)
Participio
Adjetivo (pintado)
12 2
La estructura de la palabra
En el aprendizaje de lenguas, naturalmente, la imitación y el signo denotado comportan
el primer nivel de acercamiento tanto para un hablante nativo, como para quien se
aproxima, por elección, a otra lengua. Nacer en el seno social, implica nacer en la
lengua. La madre dice al niño: “sopa”, “come tu sopa”, mientras sostiene aquella
sustancia con la cuchara, esta situación deíctica permitirá al infante crear un concepto.
A partir de entonces, todo alimento que refiera una consistencia semejante aparecerá en
su repertorio lingüístico como “sopa”, será nombrado como tal. Con el tiempo, el
significado dado por el uso le permitirá incluir la misma unidad lingüística en diferentes
contextos, como en: “estás hecho una sopa”. Proceso semejante sigue el extranjero al
descubrir otra lengua, pues, en gran medida, es en el habla en donde se adquieren los
conceptos.
Eso con respecto a la asimilación de vocabulario, sin embargo, conforme se
amplía el conocimiento del entorno crecen las urgencias comunicativas. ¿Qué hacer
para transmitir eficazmente nuestra experiencia a otro, si no conozco una palabra
específica para ello? Una respuesta tentativa es: crear por analogía. En la Poética,
Aristóteles afirma que inherente a la esencia humana está la imitación; imitamos con
13 medios diversos y de modos diversos, con lo cual nuestras creaciones no son
espontáneas, poseen cierto anclaje en lo ya conocido. El mismo niño del ejemplo
anterior, ahora asiste a la escuela y un buen día, consternado, refiere a su madre:
“Mamá, hoy un niño le pegó a una niña, le dio un balonazo y le tiró los lentes, ella
después, le dio un lapizazo en el ojo y el niño lloró.” Dar un golpe con cierto objeto,
implica la terminación –azo (cubetazo, golpe con cubeta) añadida al sustantivo; dicho
conocimiento en el ejemplo enfatiza una cierta intuición lingüística: formamos palabras,
a partir de estructuras ya existentes.
Sabemos, hasta aquí, que las palabras se separan entre sí por espacios en blanco,
es decir por silencios en la oralidad pues éstas no pueden pronunciarse a un tiempo
(relaciones sintagmáticas), sin embargo ello compete a la estructura externa de la
palabra; como unidad se constituye por una serie de elementos (morfemas) dispuestos
en un orden jerárquico; el modelo estructurador de forma es: prefijo + raíz + afijo +
género/numero (libros y no *librso). Muchas veces, dichos elementos poseen
significado propio, sin embargo, su función consiste en formar gramaticalmente a la
palabra, sin necesariamente determinarla de manera semántica (interfijos). Así, el
modelo de estructura para el género femenino en español está dado por el morfema –a,
como en mesa y silla, y -s para plural, como en mesas y libros,12 aunque existen formas
en las que el género es aludido por el artículo, como en estudiante o suicida. Conviene
precisar algunas reglas del español para la construcción en plural:
singular
plural
Vocal átona + -s
Casa
casas
Vocal tónica –á, -é, -ó + -s
Café
cafés
Vocal tónica –í + -es/-s
jabalí
jabalís/es
Vocal tónica –ú + -es
Hindú
hindúes
Palabras agudas terminadas en
s/x + -es
autobús
autobuses
Consonante + -es (excepto s, x)
cañón
cañones
12
Es menester precisar que existen varias excepciones, como en el caso de “azúcar blanca”, fenómeno
especial que reporta no sólo la ausencia del morfema –a final, sino que, su género es aludido por el
artículo “El” femenino.
14 Ahora bien, el léxico no comporta un bloque estático, se encuentra en constante
movimiento, las entradas y salidas del vocabulario son manifestaciones de la puesta en
práctica de reglas y estructuras, primero de manera intuitiva y, después, consciente, con
el desarrollo de competencias lingüísticas. La existencia de la palabra como unidad
distintiva que funge como modelo para la actualización léxica depende de la morfología
particular de las lenguas; así, en español, las propiedades relativas a la forma de las
palabras son las siguientes:
1) Autonomía: las palabras son unidades libres cuya emisión sonora no puede
ser interrumpida por pausas en la conversación.
2) Estructura fija: la palabra admite distintas relaciones secuenciales en modo
jerárquico.
3) Inseparabilidad de los morfemas integrantes de la palabra: el ejemplo
paradigmático es cantarás, donde no es posible separar –ras.
4) La palabra admite únicamente morfemas ligados, ejemplo: blanc-o y blancuzc-o13
Sin duda, es posible encontrar irregularidades, o mejor, excepciones a la regla.
Bosque, afirma que las condiciones mencionadas se cumplen de manera gradual en las
diversas clases de palabras. Así por ejemplo, en el aprendizaje de lenguas, suele causar
confusión la división entre unidades lingüísticas: en una transcripción fonética, es
posible no hacer distinción entre cada palabra, pues la pronunciación refiere un
enclítico; en el habla coloquial no es extraño pronunciar en una sola emisión un
sintagma como: ¿tú, qué estudias? [¿késtudias?] Aunque, en el sistema se distinguen
como unidades diferentes, en el habla resulta una sola. Los elementos clíticos, como los
artículos, constituyen otro caso de satisfacción parcial a las reglas mencionadas pues no
pueden ir en posición posnominal y, en prenominal, refieren una secuencia que resulta
incompatible ante la presencia de posesivos (no se puede decir: los mis libros, ni los
estos libros).14
Cuando dichas propiedades se cumplen con mayor amplitud en una palabra, ésta
se convierte en modelo para estructurar otras unidades que coinciden con ella en
13
Cfr. Gramática descriptiva de la lengua española. Vol. 3, Entre la oración y el discurso. Morfología
(dirigida por Ignacio Bosque y Violeta Demonte). Madrid, Espasa Calpe, 2000, pp. 4113-4120.
14
Ibidem.
15 categoría gramatical. Un buen ejemplo que ilustra el caso es el paradigma verbal, que en
castellano, siguiendo la conjugación latina, admite tres vocales temáticas: a, e, i (amar,
temer y partir constituyen los verbos paradigmáticos). Se consideraran regulares
aquellos que, admitiendo la conjugación en alguna de estas estructuras modélicas,
preservan el lexema únicamente agregando desinencias. Es muy común que los niños al
incorporar un verbo a su vocabulario, intenten la conjugación siguiendo estos modelos
sin advertir posibles excepciones: yo corro (correr), yo cabo (caber). Las
irregularidades presentes en los verbos son de índole diversa, los regulares admiten
algunos cambios de orden “ortográfico” como sigue:
Verbo
Terminación –quir
Terminación –cer, -cir
Terminación –car
Terminación –zar
Terminación -ger, -gir
Terminación –aer, -eer, -oer
Terminación –gar
Terminación –guir
Regla
Permutan la -qu en –c ante las
vocales a, o
Permutan la -c por -z ante las
vocales a, o
Permutan -c en -qu ante la vocal e
Permutan la –z en -c ante vocal e
Permutan la –g en –j en los
gramemas cuya vocal inicial son a
yo
Permutan la –i en –y
Añaden una –u, en presencia de
una vocal e, conservando el sonido
de la consonante
Suprime la u, ante a y o, siguiendo
con la norma fonética
Ejemplo
Delinquir, delinco
Convencer,
convenzo
Esparcir, esparzo
Tocar, toqué
Rezar, rece
Proteger, protejo
Corroer, corroyera
Litigar, litigue
Distinguir, distingo
Los verbos irregulares son aquellos que sufren alteraciones ya sea en el lexema,
el gramema o ambos a un tiempo. Las características por las cuales un verbo suele
considerarse irregular son tres: cambio, supresión o adición de un sonido (estos cambios
en la estructura morfémica serán analizados más adelante). En general, podemos hablar
de irregularidades tales como: diptongación (contar, cuento) y guturización (nacer,
nazco).
La base de la palabra
Si bien para el análisis morfológico de la palabra es necesario atender
a la
segmentación de ésta en elementos menores, quizá podría resultar exhaustivo y hasta
16 equívoco el simple reducto en morfemas. En una palabra como sillas, –s indica el
plural, pero qué tal en: estudias, donde –s, no comporta un significado por sí mismo, o
en pus. Con ello no pretendemos decir que el significado global de la palabra sea un
compuesto de la suma de los significados de sus partes, no de esa manera, no,
necesariamente, existen unidades de orden indivisible, la segmentación no aplica de la
misma manera para todas las palabras. En el análisis, existen segmentos mayores
considerados un solo morfema y que comportan el significado elemental al que habrán
de añadirse significados complementarios, al primero lo denominamos raíz y a los
segundos, afijos. Cuando la raíz se une a una vocal temática se denomina tema (habl-amos), éste constituye un segmento estable que, adjunto a otros morfemas, señala la
categoría gramatical de la palabra (-s, de plural; -a, e, i, vocal temática verbal;-a,
género).
La base de la palabra, aquella que experimenta variaciones ante los mecanismos
de formación de palabras, puede ser un tema o una raíz, pues se define como un radical
sin desinencia. Sea la palabra anticonstitucionalismo el ejemplo:
[anti-+[ [ [constitu (ir)V +-ción]N +-al]ADJ +-ismo]N ]N
Constitución
Base sustantiva conformada por el verbo constituir +
el sufijo –ción, que sirve para formar nombres
abstractos
Constitucional
Unidad conformada por constitución, + el sufijo –al,
que indica
Constitucionalismo
Unidad conformada por constitucuional, + el sufijoismo, el cual
Anticonstitucionalismo
Unidad mayor formada por constitucionalismo
antecedido por el prefijo anti-, que aporta la
significación de
Los formantes clásicos, también son denominados temas. Su origen se remonta
a las lenguas latina y griega, estos son lexemas que carecen de la posibilidad de
realizarse de manera autónoma como palabras de la lengua, y poseen un significado
básico, no relacional. En la formación de palabras, pueden acompañarse de afijos o de
algún otro tema dando como resultado un elemento con sentido completo (compuesto),
17 lo cual no sucede con los afijos (re+ción, in+able, no producen palabra). Carecen de una
posición fija en la estructura final: biología, logocentrismo, ecología, logopeda.15
Formas simples y formas compuestas
Llamamos palabras simples a las unidades monomorfémicas, pues constan de un solo
lexema al cual se añaden morfemas de género y número, mientras que las palabras
complejas suponen una composición polimorfémica. Son dos los tipos de compuestos,
según el amalgamamiento que se produce: gráficos y sintagmáticos. Los compuestos
gráficos pueden estar totalmente integrados o bien unidos por un guión (sacacorchos,
anti-OTAN). Varela propone las siguientes formaciones gramaticales:
Compuesto
Formación
Ejemplo
Verbal
Sustantivo + Verbo
Adverbio + Verbo
maniatar
malvivir
Sustantivo
Verbo + Sustantivo
Verbo + Verbo
Sustantivo + Sustantivo
Sustantivo + Adjetivo
Adjetivo + Sustantivo
Adjetivo + Adjetivo
Sustantivo + Adjetivo
Adverbio + Adjetivo
limpiabotas
duermevela
hojalata
guardiamarina
librecambio
claroscuro
pelirrojo
malsano
Adjetivo
Los compuestos sintagmáticos son agrupaciones de palabras que “forman
unidades solidarias y poseen significado único, a pesar de que sus componentes se
realicen como paladas separadas”.16 Se debe aclarar que, aunque hay compuestos
sintagmáticos que se sirven de un guión, la función de este es menos importante que en
los compuestos ortográficos, ya que enlaza unidades pseudoindependientes. Se dividen
en tres tipos:
a) Compuestos preposicionales. Son aquellos en donde los elementos se relacionan
por medio de una preposición, en un orden inalterable. Tienen un mayor grado
de lexicalización. Por ejemplo ojo de Pancha.
15
Cfr. Soledad Varela Ortega. Morfología léxica: la formación de palabras. Madrid, Gredos, 2005, pp. 719.
16
Soledad Varela. Ibid., p.80.
18 b) Compuestos yuxtapuestos. Pueden ser apositivos, en donde el nombre remite a
alguna de las características del conjunto que expresa (hombre rana, mono
araña), o coordinados, en donde los constituyentes se relacionan en un mismo
nivel de significación (músico-poeta)
c) Compuestos de nombre y adjetivo. Los elementos mantienen una relación de
núcleo y modificador, sin importar el orden en el que aparezcan (hoja santa,
pieles rojas, mala leche)
Algunos autores entienden como unidades compuestas, las palabras formadas
por temas grecolatinos (hiperrealismo, metafísico). Los denominan pro-compuestos,
unidades que forman compuestos entre sí, mas carecen de independencia fuera de su
paradigma pues por sí solos no forman palabra.
Familias de palabras
La formación de palabras refiere la ampliación del léxico de una lengua dada, utilizando
los recursos y procedimientos permitidos por sus características sistémicas, así en el
español, los procesos más socorridos suelen ser la composición y la derivación. Ahora
bien, es posible gestar el cambio siguiendo tres criterios: semántico, en el cual se crea
una forma al tiempo que se incorpora un sentido (la muestra es: hifología que, dentro de
la teoría literaria, a falta de un concepto específico para hablar de la ciencia del texto, se
utiliza hifos, tejido, texto, y logos, estudio, tratado); sintáctico, cuando opera una
síntesis de elementos, combinación y suma de los componentes formales (compuestos
sintagmáticos, como mátalascallando) y, morfológico, donde los compontes internos
de las mismas unidades léxicas sufren modificaciones (inconfesable, palabra formada
por afijos y base). Según Almela, los tipos generales en los que se divide la formación
de palabras son cuatro:
Adición
Modificación
Combinación
Sustracción
Incremento en la base de
la palabra
Alteración de la base de
la palabra
Mezcla de sustracción
y adición
La base de la palabra
pierde elementos



Prefijación
Sufijación
Interfijación



conversión
sustitución
supleción


siglación
acronímia

regresión
19 

Parasíntesis
Composición

repetición

abreviación
Dentro de los sufijos se encuentran los apreciativos, que añaden una variedad
expresiva, cariñosa, despectiva, etc. Estos se dividen en diminutivos (niñito, chiquillo;
en el español de México suele utilizarse este matiz en adverbios como en ahorita y
tantito); aumentativos (grandote), despectivos (flacucho, calleja). Los mecanismos que
operan en dichos grupos son:
1) Flexión, que consiste en el incremento de la base de la palabra a partir de la
unión de uno o varios sufijos denominados desinencias o gramemas, de número y
género para el sustantivo y tiempo, modo, persona para el verbo.
2) Composición, donde se unen dos o más lexemas, que poseen autonomía fuera
del compuesto, es decir, son palabras de formación previa. Como se mencionó antes,
existen dos tipos de compuestos: que fuera de esa composición funcionan como
palabras sin necesidad de otros elementos.
3) Derivación, proceso mediante el cual se crean nuevas palabras, a partir de
otras ya existentes, mediante la adición de un afijo, o bien por medios no afijales;17
cuentan como tales la ´regresión´, en donde a partir de una sustracción se simplifica la
palabra como en reten/retener, y la ´conversión´, en donde se añaden morfemas de
distinta categoría gramatical como en azúcar/azucarar. Diversos autores concuerdan en
que la parasíntesis es un proceso de derivación, pues consiste en la unión de un sufijo y
un prefijo de manera simultánea (Varela, Almena).
De acuerdo con Lang, en los compuestos, los enlaces entre lexemas y entre base
y sufijo o prefijo y base, están condicionados por la estructura modélica del español
que, de ordinario, es: vocal + consonante + vocal. Los sufijos españoles suelen
comenzar con vocal, por lo que al unirse a la base, requieren la supresión de la vocal
final átona de éstas. En la prefijación, dos vocales adyacentes permanecen; si se trata de
la misma vocal se funden ortográficamente en función del grado de lexicalización
atribuido por el hablante a tal palabra.18
17
18
Cfr. Ibid., p. 31
Cfr. Mervyn Lang. Formación de palabras. Madrid, Cátedra, pp. 40-49.
20 La conversión consiste en relacionar palabras idénticas en cuanto a la forma,
aunque de distinta categoría gramatical, dicho proceso bien podría aplicarse a la
formación de familias lexicales, o familias de palabras, las cuales constituyen un
conjunto de elementos que no son estrictamente entradas nuevas en el léxico, sino que
comportan variaciones sobre un mismo morfema radical, es decir, constituyen diversas
posibilidades de realizar un misma palabra, por ejemplo: leche, lechero, lechería.
Según Moreno de Alba, la palabra derivada precisa mantener una relación
fonológica y semántica con la voz primitiva, pues aunque, invariablemente, se explica
que dentro de la familia de palabras la raíz no posee modificación, es menester ampliar
la explicación a fin de dar cabida a los derivados que el hablante puede considerar
dentro de una misma familia, a pesar de la modificación del lexema base. Afirma el
lingüista que, conscientemente, se tiene como primitivo el verbo crear con sus
realizaciones que alternan etimología: creador, palabra heredada del latín creatorem, y
creativo cuyo origen ya no es latino, sino que sí procede del verbo crear.19
Por otro lado, sustitución y supleción son modificaciones sobre la base, parcial y
total; respectivamente, Almela propone: padre/ paterno y hermano/fraternal.20 La
repetición, menos común en la lengua castellana, consiste en la reproducción inmediata
de la base o parte de esta para integrar un compuesto, supersuper, bullebulle.
Además de los mecanismos morfológicos de formación de palabras existen
otras vías por las cuales se logra la ampliación del léxico: Uno de ellos es la siglación,
en donde la forma nueva se compone exclusivamente de la parte inicial de un sintagma
(ya sea el fonema, o la sílaba inicial), eliminando todo cuerpo fónico intermedio
(OTAN). Si los elementos unidos brindan una forma no admitida por la fonética del
español, se pronuncian los nombres de cada grafema conformante, como en el caso de
adn, que se pronuncia [a de ene].
Dentro de estos mecanismos también está la acronimia o ´cruce léxico´, que, en
un sintagma nominal o verbal, combina el segmento inicial de la primera unidad con el
segmento final de la segunda unidad (teletón, de televisión +maratón). Hay otros casos
19
Cfr. José Moreno de Alba. Morfología derivativa nominal en español. México, UNAM, 1986, pp. 1114.
20
Ramón Almela Pérez. Procedimientos de formación de palabras en español. Barcelona, Ariel, 1999,
p.29.
21 en los que sólo se reduce una de las palabras; Varela refiere como ejemplo de ellos
docudrama, de documental y drama.
Otros procedimientos de esta índole son:
 Préstamo: entrada de palabras provenientes de lenguas extranjeras. Se divide en:
extranjerismo, cuando el término ingresa sin modificación alguna (realityshow);
adaptación, se modifica la palabra de acuerdo a la fonética y escritura de la
lengua (son muy comunes estas expresiones en el norte del país, donde se está
más en contacto con el habla inglesa, son adaptaciones troca de truck, y puche
de push); calco semántico, éste consiste en una traducción casi de carácter
literal (pregrabado, de play-back)
 Neologismo semántico: son creaciones que se dan por asociación de sentido
(metáfora: bocacalle), asociación de nombres de objetos cuya relación es de
proximidad (metonimia: un jerez, de Jerez), alteración formal de la palabra
(etimología popular). En un sintagma formado por nombre + adjetivo se omite
la parte primera trasladando todo el sentido hacia el componente restante
([anteojos] prismáticos)
 Terminología: para crear el lenguaje de las ciencias se utilizan dos vías; la
referencia a la lengua que ha creado originalmente el concepto (big-bang) y, el
recurso grecolatino.21
 Recurso literario: la innovación puede venir por la necesidad de un nuevo
término al interior de la obra artística (cronopio de Julio Cortázar)
21
Estas definiciones son un extracto del tema “La formación de palabras” en Varela. Op. Cit. en n. 15.,
pp.8-13.
22 3
Significación y palabra
En la raíz de la teoría lingüística estructuralista se encuentran los estudios realizados por
el formalismo ruso, relevantes pues en la base de todo estudio lingüístico se encuentra la
reflexión en torno al sistema como fenómeno comunicológico y, en su centro, el signo
como el átomo de todo acto enunciativo. Es en la tesis número 29 del Círculo de Praga
donde, concretamente, se expone que la lengua es un sistema de medios de expresión
apropiados para un fin.
En toda comunicación intervienen un emisor, quien genera los datos vía un
medio físico, un receptor, quien los percibe, y el elemento comunicante mismo: un
enunciado o mensaje, el cual se considera de carácter sígnico, pues de manera muy
amplia, la primera acepción de signo, señala que éste es un elemento que sirve para
transmitir informaciones advirtiendo la repetición (contenidos semejantes en situaciones
semejantes dice Palmer en su Semántica).
Una palabra suele considerarse signo, es decir, representación de un objeto o
fenómeno extralingüístico (estrella=
), o bien, de alguna otra forma del sistema. Las
definiciones del diccionario manifiestan la correspondencia de palabras con palabras,
23 según Peirce ello se fundamenta en un proceso denominado semiosis o proceso de
producción sígnica; en razón de que el pensamiento es de orden discursivo —todo
pensamiento se realiza mediante signos—, se sustenta en “constelaciones”, series
infinitas de signos que encadenan signos, puesto que los concepto precisan
explicaciones y las explicaciones son conducentes para nuevos datos e incluso nuevas
explicaciones; por ejemplo, aquellas que aluden a creaciones culturales como los
valores, estos son signos que se corresponden con otros signos y que fácilmente
reconocemos en el afuera extralingüístico por ser definidos mediante un código común,
así decimos: “honradez” para calificar la acción de entregar, a su legítimo dueño, algún
objeto que se ha creído perdido).
El signo lingüístico es la resultante de la relación de dos planos: el del
contenido, el significado (concepto), es decir, la imagen psíquica de alguna cosa, no la
cosa en sí, y el de la expresión, un significante (imagen acústica), una forma sonora,
también un elemento “mental” pues se refiere a la articulación de sonidos no a su
materialidad. El signo es ausencia y presencia a un tiempo, ya que es perceptible a los
sentidos y evoca fenómenos u objetos. Dicha relación es de carácter inmotivado, pues es
fruto de un acuerdo entre los miembros de una comunidad de usuarios de lengua, no es
inmutable pues a lo largo del tiempo sufre diversas transformaciones, variantes de uso,
también se considera arbitraria, en tanto no existe una correspondencia entre los
componentes estructurales de la expresión sígnica y los objetos, las formas varían de
lengua en lengua (esp. perro, fr. chien, ing. dog.)
La unión de ambos planos compone el nivel de comunicación elemental: la
significación denotativa, o bien el acto referencial, la deixis formadora de corpus
léxicos. Diríamos, lo que establece la relación unívoca entre estas dos partes radica en la
operación lógica de la definición, cuyo propósito es no confundir objetos de igual,
parecida o semejante especie. El valor del signo está dado por su coexistencia con otros
signos, así decimos que posee una naturaleza lineal en virtud de que su desarrollo en las
coordenadas temporales, le permite aparecer en una cadena de sucesiones (relaciones
sintagmáticas, no podemos pronunciar dos palabras a un tiempo).
El proceso de connotación se manifiesta en virtud del tejido de relaciones entre
signos, es decir, a partir del significado referencial se crean diversas asociaciones que
permiten agregar un segundo significado, al construir unidades mayores se presenta la
24 posibilidad de crear signos con los signos. Según Hjelmslev tales relaciones generan
signos mayores convirtiendo a una unidad en parte “estructurante” de una unidad mayor
(enunciados, textos): el signo de un mensaje, el centro de la comunicación, se
transforma en significante de un segundo mensaje. En el sistema se produce una
obstrucción de la referencia directa del discurso ordinario, surgiendo otra dimensión de
la relación con el elemento extralingüístico, los “albures” constituyen algunos de los
elementos connotados del registro de habla popular.
Distintos tipos de signos de acuerdo a su relación con el referente extralingüístico
Iconos

Su relación con lo designado se basa en la
semejanza.

Aluden con precisión a un solo referente
Ejemplo: fotografía
Índices

Signos deícticos, que apuntan físicamente a
su objeto o están afectados inmediatamente
por él
Ejemplo: yo, tú, él
Símbolo

La relación del signo con el referente es el
resultado de una convención
Ejemplo: las banderas, la balanza identificada
con la justicia
En el centro de la reflexión occidental, el signo lingüístico se ha asociado al
término palabra entendiendo a ésta como un intermedio entre el morfema y las unidades
mayores (sintagmas). Aristóteles consideraba a la palabra como la unidad significativa
más pequeña, mas siglos después, Benveniste acotará a ello que dichas unidades cobran
valor sólo en su función como elementos integrantes, y que la analítica del sentido no
ha de reducirse al estudio de una dispositivo asilado, por el contrario, será preciso
atender a un nivel superior, al sintagmático.
Léxico es el conjunto de recursos del que disponen los hablantes para
comunicarse, a dichos recursos se les denomina lexemas o unidades “virtuales” de la
lengua, el signo lingüístico es la unidad léxica por excelencia. Por ser la parte
sistemática, el léxico se opone al vocabulario que se define como el conjunto de
entradas o usos discursivos en el habla, unidades “actuales”.
25 Siguiendo a Saussure, las palabras o mejor, las unidades léxicas mantienen
relaciones de oposición o paradigmáticas y sintagmáticas o de solidaridad y
combinatoria. Los campos semánticos constituyen claro ejemplo de las primeras, ya que
se caracterizan por ser grupos de unidades léxicas que comparten un rasgo de
significado, es decir, forman redes en torno a un lexema base, lexema cuyo contenido es
idéntico al de todos los elementos del campo, a éste se le conoce como archilexema (el
ejemplo paradigmático es el campo ‘silla’, ‘banco’, ‘sillón’, etc., en donde “asiento” es
el archilexema) mas se oponen por rasgos distintivos, sea el ejemplo para el campo
semántico de la vestimenta, los componentes: chamarra, pantalón, calcetín, blusa, falda.
Ahora bien, el repertorio de palabras a disposición del hablante se encuentra
clasificado bajo tres órdenes fundamentales en razón de las relaciones que guardan sus
partes (significado/significante) estas son denominadas como estructuras del léxico:
 Estructura de la expresión: se establecen cuáles son las estructuras de los
significantes léxicos propios y característicos de una lengua y su evolución a lo
largo de la historia.
 Estructuración de la expresión y el contenido de manera simultánea. Es posible
en la medida en que el léxico es materialmente “regular”. Constituyen clases
formales gracias a las cuales podemos producir y comprender casi
automáticamente u gran número de significados
 Estructura del contenido o estructuras conceptuales o semánticas. Pueden estar
basadas en las relaciones semánticas sintagmáticas o en las relaciones
semánticas paradigmáticas.22
La estructura semántica de la palabra
Una palabra puede considerarse como una expresión que posee forma23 y significado,
hablamos de una estructura semántica cuando nos referimos al significado. “Lo que se
22
Christian Baylon y Paul Fabre. La semántica (con ejercicios prácticos y sus soluciones). Trad. Ma.
Teresa Valbuena. Barcelona, Paidós, 1994, pp.207-209.
23
Lyons explica que las formas de las palabras pueden dividirse en dos clases: palabras llenas (plenas),
como ‘hombre’ y ‘venir’, éstas poseen significado por sí mismas, y palabras vacías, ‘el’, ‘de’ que ostentan
26 intercambia o se comunica en la comunicación humana plantea el problema del
significado. El signo tiene por función transmitir significado o significar.”24 De
ordinario, los hablantes de una lengua saben lo que implica afirmar que una palabra
“significa algo”, pues se piensa de manera automática en una “señal”, perro, significa
“animal mamífero, cuadrúpedo”, o bien, familiarmente, “el mejor amigo del hombre”.
Podemos entender entonces, al significado como un conjunto de rasgos (semas) que
señalan las características del referente, reconocidas por el usuario del código
lingüístico al cual alude, podemos agregar que implica la construcción del sentido.
Hablamos de sentido en un primer nivel, para referirnos a la relación entre
significado y significante en el signo lingüístico, mas en el nivel del discurso, sentido
comporta el conjunto de relaciones paradigmáticas de significado que una unidad
lingüística establece con otras basándose en distintos tipos de asociaciones.
La parte de la lingüística que se encarga en general del estudio de las relaciones
de sentido, de la descripción del significado es la semántica léxica. En su libro La
semántica, Palmer refiere que resultaría razonable definir la labor de esta ciencia como
el estudio de las relaciones referenciales del signo, es decir, la manera en la que
relacionamos nuestro lenguaje con la experiencia, lo cual posibilitaría afirmar que las
relaciones de sentido competen a la deixis, o correspondencia, por no decir reflejo, del
significado con la realidad extralingüística.
La referencialidad y la denotación se diferencian en que, mientras que la primera
se caracteriza por ser variable y dependiente del enunciado, la denotación tiene un
carácter de independencia con respecto al mismo. Por ejemplo, la palabra “perro”
implica denotativamente un tipo específico de animal o, en algunos casos, una
propiedad específica de éstos. Por otro lado el sintagma “el perro de mi vecino” implica
una clase distinta de relación: no hay un referente específico para los lexemas, sin
embargo, la construcción en sí permite múltiples interpretaciones, desde “el canino que
es propiedad de mi vecino”, en donde la relación de sustantivo y complemento
adnominal remite al sentido que ya habíamos expuesto; hasta “el vecino, cuyo
comportamiento es depreciable”, donde se da una connotación de desigualdad entre el
un significado es puramente gramatical; en donde el significado asociado a ellas sólo se obtiene en un
valor contextual, es decir, a través del valor que aportan a unidades más amplias, como sintagmas,
cláusulas, oraciones. Cfr. John Lyons. Semántica lingüística. Una introducción. Madrid, Alianza, 1989.
24
Concepción Otaola Olano. Lexicología y semántica léxica. Teoría y aplicación a la lengua española.
s.l.e., Ediciones académicas, s.a., p. 169.
27 vecino y otros humanos, entendiendo en este contexto al humano como superior al
perro.25
Sin embargo dichas relaciones constituyen una problemática más compleja, si
reparamos en que coexisten en el léxico formas diversas para aludir a un solo fenómeno
o bien, formas no derivadas para aludir a elementos de una misma categoría: cohabitan
las palabras ‘carnero’ y ‘oveja’ con ‘vaca’ y ‘toro’, ‘caballo’ y ‘potrillo’ refiriendo
clases particulares de animales derivando un significado.26
Para explicar la problemática de sentido que entrañan las relaciones que dan
cuerpo a la estructura léxica, se ha planteado el análisis del significado mediante
algunos modelos geométricos, todos considerando la interacción entre la realidad
extralingüística y la formación de conceptos, proceso fundamental para la recolección
de datos en la configuración de corpus léxicos. El primero de ellos es el triángulo de
Ogden y Richards:
Pensamiento o Referencia
CORRECTO
ADECUADO
simboliza
Se refiere a
Símbolo
está en lugar de
Referente
VERDADERO
El triángulo de Ogden y Richards, explicado en the meaning of meaning agrega
elementos a la clásica concepción “biplánica” de Saussure (que en realidad debería ser
considerada una especie de rectángulo, al agregársele a los elementos psíquicos su
correspondiente de la realidad). En éste tenemos símbolo, pensamiento o referencia y
referente. El símbolo es el concepto, el significante saussuriano, que, como su nombre
lo indica, estará en sustitución de algo más. El pensamiento o referencia es la
implicación mental que el símbolo comportará en el individuo. Finalmente, el referente
es la porción extensional de la realidad que se está representando.
25
Cfr. Helena Beristáin. Diccionario de retórica y poética. 4ª ed. México, Porrúa, 2003, p.
Cfr. F. R. Palmer. La semántica: una nueva introducción. Trad. Alicia Poloniato. Madrid, Siglo XXI,
1978, p.45.
26
28 Símbolo y pensamiento mantienen una relación de corrección, es decir, en la
medida en que el símbolo sea formulado correctamente, generará una idea referencial
explícita; entre más explícita sea esta idea referencial podemos hablar de una mayor
adecuación entre pensamiento y referente. Al mismo tiempo, el símbolo mantiene una
relación de ente verdadero con el referente: como el símbolo está en lugar de, se
convierte en “la tarjeta de identificación” de lo referido en el plano lingüístico.27
Heger encuentra que el triangulo de Ogden y Richards no resuelve los problemas
de homonimia y polisemia, ni los del planteamiento de la Onomasiología y la
Semasiología como ciencias independientes. Por lo tanto “propone un cambio profundo,
una complejificación del signo triangular: se desmembra por separación horizontal en el
vértice superior y se genera un trapecio.”28 Los elementos que lo conforman son
significante, significado, noema/sema y clase. El significante es, al igual que en el
triángulo, el concepto. El significado es el conjunto de todas las acepciones que pueda
tener el significante. Estos dos elementos comportan exactamente el signo de Saussure y
se representan por el signema, que se sitúa entre ambos y está conformado por
contenido y expresión, es decir, por forma y sustancia. El noema/sema es cada uno de
los conceptos mentales con los cuales se construye una acepción. Entre significado y
noema/sema está el semema, que es, de manera aislada, cada una de las acepciones. Por
último, la clase es la cosa tomada de la realidad. El trapecio se representa sin una base
real, lo cual quiere decir que entre significado y clase no hay arbitrariedad de por medio,
además de que la dependencia que ambos tienen con el resto de la estructura para entrar
en contacto entre sí es total.
significado
signema
semema
noema/sema
contenido
expresión
significante
clase
27
Cfr. Salvador Gutiérrez Ordóñez. Introducción a la semántica funcional. Madrid, Síntesis, 1989,
(Lingüística, 20), pp. 32-33.
28
Salvador Gutiérrez Ordóñez. Ibid., p. 35.
29 Homonimia y polisemia
El estudio de las relaciones entre unidades léxicas es uno de los campos más
importantes de la lexicografía y la semántica. Dos son los principales enfoques al
abordar el signo como unidad léxica: el de las designaciones y el de las significaciones.
En relaciones como la sinonimia y la antonimia, que estudiaremos más adelante, se
puede observar cómo la interacción entre dos o más unidades tiene sitio con los
significados y no con los significantes, es decir, los elementos entran en relación gracias
a su contenido, independientemente de la forma; se va del significado al significante,
siendo el primero el punto central (son las llamadas relaciones onomasiológicas). En
cambio, hay otras relaciones en donde la interacción de dos elementos se sustenta en sus
nombres, va del significante al significado (relaciones semasiológicas). Dentro de las
últimas encontramos a la homonimia y a la polisemia.
La homonimia es, en su más laxa definición, el fenómeno en el que dos o más
unidades léxicas presentan la misma forma pero remiten a contenidos distintos no
relacionados entre sí (pelo, del verbo pelar, y pelo, sinónimo parcial de cabello; cayo y
callo); en palabras generales: son mismos significantes con diferentes significados.
Como otros fenómenos, se presenta en diversos niveles de la lengua, sin embargo, es el
léxico en el que nos centraremos. Las voces homónimas presentan siempre la misma
estructura fónica, sea que el sistema gráfico lo manifieste, en cuyo caso se denominan
homógrafos, o no, en donde son homófonos. De ahí que de podamos distingir tres tipos
de homonimia: homofonía con homografía (pasa, del verbo pasar, y pasa, fruto seco),
homofonía sin homografía (tasa y taza) y homografía sin homofonía. Ya que los
homónimos son unidades independientes, la lexicografía sitúa cada voz como una
entrada distinta, al momento de la confección de diccionarios.29
Por polisemia suele entenderse la cualidad por la que una unidad presenta una
pluralidad de significados relacionados entre sí, es decir, que un solo significante remita
a varios significados. La relación que guardan los significados se funda sobre semas
comunes, esto es, sobre las unidades mínimas de sentido que en conjunto forman cada
una de las significaciones (sememas). Los significados de un significante polisémico
corresponden a las diversas acepciones de una unidad, por ello, los diccionarios
29
Elizabeth Luna Traill. Diccionario básico de lingüística. México, UNAM/Instituto de Investigaciones
Filológicas, 2005.
30 registran todas bajo una sola entrada (pata: pie y pierna de los animales. 2. Pie de un
mueble; etc.).
La polisemia tiene un importante papel al momento de la generación de léxico,
ya que permite que diversos elementos se nominalicen sin recurrir en cada ocasión a
nuevas unidades léxicas, lo cual actúa en favor y a través del principio de economía de
la lengua. Permite la nominalización mediante un proceso de actualización metafórica
del sentido. Esto es no sólo en un uso poético del lenguaje, en donde la metáfora es
elemento fundamental más evidente; también –y tal vez con mayor importancia– en el
habla cotidiana. Así la pata de una mesa es un metáfora visual,30 basada en la pata,
extremidad de diversos animales. Como es una metáfora cuyo impacto se ha perdido a
tal grado que resulta prácticamente impalpable, pasó a ser parte del léxico, es decir, se
lexicalizó, es una metáfora muerta.31 La lengua está llena de ejemplos como éste. M.
Breal, el primero en utilizar de manera independiente el término “polisemia”, le da este
nombre al fenómeno de ampliación de sentido, pero también a otros: la restricción del
significado, el proceso de generalización, la concretización del significado abstracto de
una palabra y el «acortamiento» (raccourcissement), producido por una elipsis.32
La homonimia y la polisemia tienen repercusiones distintas (multiplicación de
unidades, la primera; y restricción, la segunda), sin embargo, su implicación es en
esencia la misma, por lo cual suelen ser analizadas de manera conjunta. Su estudio
resulta complejo y no en pocas ocasiones polémico. Si bien muchos teóricos afirman o
por lo menos sugieren la existencia de ambos fenómenos (Darmestetor, Restrepo,
Nyrop, Ulmann, Trujillo, entre otros), la lingüística clásica estructuralista está en contra.
El problema fundamental de la polémica sobre su existencia radica en el hecho de que
ambos fenómenos contradicen el principio de consustancialidad cuantitaliva, acuñado
por Heger pero prefigurado por Saussure en su célebre Curso de lingüística general.
Según este principio, como su nombre lo indica, a cada significante corresponde un
significado y no más, cuantitativamente el signo presenta un balance sustancial, es una
ecuación simple perfecta; en ese principio se basa la metáfora del significante y el
significado como dos caras de una hoja de papel, en la que sólo hay correspondencia de
30
Para metáforas visuales véase Cuenca, María Josep y Joseph Hilferty. "Metáfora y metonimía", en
Introducción a la lingüística cognitiva. Barcelona, Ariel, 1999, pp. 97-124.
31
Para el ejemplo de la pata y la metáfora muerta véase Paul Ricoeur. La metáfora viva. 2ª ed.
Traducción de Agustín Neira. Madrid, Trotta/Cristiandad, 2001.
32
Cfr. Ma. Dolores Muñoz Núñez. La polisemia léxica. Cádiz, Universidad de Cádiz, Servicio de
Publicaciones, 1999, pp. 47-48.
31 uno a uno y no puede romperse una sin romperse la otra. Entonces, la existencia de
unidades polisémicas desbordaría la ecuación significante/significado:
Consustancialidad: ste1 = sdo1; ste2 = sdo2
Polisemia: ste1 = sdo11, sdo12, sdo13, sdo1n...
Tampoco la homonimia sería aceptable, pues implicaría una confusión de
referencias:
Consustancialidad: sdo A –referido por– ste A
sdo B ——— ste B (tomando B como cualquiera distinto a A)
Homonimia:
sdo A ——— ste A
sdo B ——— ste A1
Ulmann es de los primeros en reparar en el problema de la consustancialidad:
propone la diferenciación entre significado simple y múltiple (multiple meaning) según
sea la configuaración del sentido, en la punta superior de su esquema del signo
lingüístico como triángulo. Sin embargo, Ulmann no deja en claro la relación del
significado múltiple con el principio de consustancialidad. Es K. Baldinger el que, al
introducir los conceptos de designación y significación al esquema de Ulmann introduce
la consideración sobre las relaciones semasiológicas y onomasiológicas, lo cual es
relevante en cuanto que “el establecimiento de la estructura semasiológica implica que
la polisemia léxica es un fenómeno ubicado en el plano de la lengua, con lo cual queda
rota la mencionada relación de consustancialidad cuantitativa.”33
Agregando la consideración de uso, Delmiro Antas García propone la inclusión
de las categorías de significado de base (denotativo) y significado contextual
(connotativo) en la discusión por el significado del signo. Explica que “las palabras
tienen un significado común y general para la mayoría de los hablantes [...] a partir del
cual cada palabra se adapta a las necesidades comunicativas del contexto.”34 Así, le da
un carácter pragmático al fenómeno de la polisemia, que define como “el fenómeno por
el cual una palabra posee distintos significados [y] se produce a consecuencia de las
diferentes acepciones que una palabra ha ido adquiriendo a lo largo de su historia.”35
33
Ibid., p. 29.
Antas García. Op. Cit., p. 33.
35
Ibid. p. 34.
34
32 De esta manera puede observarse cómo la dirección en que apuntan los estudios
sobre polisemia y homonimia es la del pragmatismo, es decir, la del signo en su uso
efectivo. Dicha dirección lleva al otro gran problema que ha ocupado a los estudiosos de
ambos fenómenos: la delimitación entre polisemia y homonimia. Son tres los
principales criterios que se siguen al respecto: el etimológico, la conciencia lingüística
de los hablantes y la composición.
Para el criterio etimológico se sigue una perspectiva diacrónica; se afirma que “a
la homonimia (léxica) se ha llegado a través de un proceso de confluencia fónica”,36 por
ejemplo, pez, que proviene tanto de piscem como de picem (Gutiérrez Ordóñez). Según
este criterio, “a la polisemia se habría llegado por un proceso de diversificación
semántica”;37 aquí encontramos el ejemplo de ocaso, que a la vez que “puesta de sol”,
significa “decadencia”(Ordóñez). El problema con este criterio es la falta de
conocimientos filológicos de los hablantes, por lo cual resulta de gran dificultad en la
mayoría de los casos establecer si la unidad es resultado de una confluencia o de una
diversificación, y por tanto, si se trata de un signo o de más.
Según el criterio de la conciencia lingüística, sería polisemia cuando en la
conciencia del hablante existe una relación entre los diferentes contenidos que pueden
corresponder a una sola forma, y homonimia cuando ya no ve ninguna relación entre
diferentes contenidos para los que se dispone, en el plano de la expresión, de una sola
forma. Este criterio encuentra problemas debido a que el hablante rara vez reflexiona al
respecto de la relación entre significantes. Es decir, el hecho de enunciar la palabra
perico para referirse a la herramienta, no implica por fuerza una conciencia sobre la
relación con el ave.
Para el criterio de la composición de la palabra, hay polisemia cuando a una sola
forma en el plano de la expresión corresponden varios sememas que, por lo menos,
tienen un sema en común, y homonimia cuando estos sememas no contienen ni un solo
sema común. Bajo este criterio, Henne propone el concepto de multisemia, para
designar el fenómeno en que a un significante pueden corresponder más de dos
sememeas y por lo menos dos de éstos están en relación de polisemia, mientras que por
lo menos un semema es homónimo de aquellos sememas que están en dicha relación de
polisemia, en otras palabras, presencia simultánea de polisemia y homonimia. También
advierte un cuarto caso en donde una unidad 2 mantiene relación con las unidades 1 y 3,
36
37
Salvador Guitiérrez Ordóñez. "Relaciones semánticas", en Op. Cit., p. 125.
Ibidem.
33 pero sin que éstas la mantengan. Las propuestas de Henne pueden ser esquematizadas
de la siguiente manera38:
1 2 1 1
3
2
2 3 3 Homonimia
Polisemia
1
2
Homosemia
3
Caso 4
Sin embargo, un problema se presenta ante este criterio: partiendo de los
elementos básicos, casi todos los sememas tienen semas comunes como “inanimado”,
“objeto”, etc.; por lo que habría que determinarse un nivel específico de congruencia
sémica, más allá de las condiciones elementales, tarea además de subjetiva, compleja.
Gutiérrez Ordóñez encuentra como otra dificultad el problema para establecer la
cercanía efectiva entre esferas de significado: “la mayor o menor proximidad entre dos
significados es un hecho de grado, no de naturaleza”.39
Concepción Otaola enumera cuatro criterios más: el del campo léxico
(variantes), en donde dos unidades léxicas serán homónimas si pertenecen a campos
distintos; el de la distribución, según el cual habrá homonimia cuando dos o más
unidades ocupen distintas posiciones sintácticas o categorías gramaticales (bajo este
criterio se denomina homonimia absoluta cual hay distinción lexemática, equivalencia
sintáctica e identidad formal, y homonimia parcial cuando se cumple sólo alguna
ellas); el de los “modelos derivacionales”, donde serán homónimas las unidades que
pertenezcan a familias distintas; y el de identificación con sinónimos, bajo el cual los
homónimos se “intercambian” con sinónimos distintos.40
38
39
40
Gutiérrez Ordóñez. Op. Cit., p. 125.
Cfr. Otaola. Op. Cit., pp. 340-353.
34 Como se puede observar, cada criterio tiene sus puntos fuertes y sus problemas a
solucionar; por ello se pugna en favor de una utilización conjunta, por parte del
especialista, ya que para el usuario de la lengua, en realidad, la distinción entre
homonimia y polisemia no tiene grandes repercusiones.
Sinonimia y antonimia
Una vez que se explicó la estructura de significación de la palabra
(significante/significado) es posible hablar de las relaciones que se establecen entre
significados. Éstas pueden ser, principalmente, de inclusión (hiponimia: daga, con
respecto a arma), de derivación específica (hiperonimia: arma, con respecto a daga), de
equivalencia contextual (sinonimia: morir y fallecer) y de oposición (antonimia: nacer y
morir). En particular hablaremos de las dos últimas.
La sinonimia no está restringida al nivel léxico, puede ocurrir tanto abajo como
arriba de él: morfemas (perr-ito y perr-ico), lexemas (reo y prisionero), expresiones
(andar arrastrando la cobija y estar enamorado) y oraciones (todos los casos de
oraciones activas y pasivas). Aún dentro de la sinonimia léxica existen tres líneas de
estudio: sinonimia paradigmática,
sinonimia y
distribución, y
sinonimia
y
enunciación.41 De éstas, es la sinonimia paradigmática la que presenta mayor interés
para la lexicología.
Pocos temas han sido discutidos de manera tan amplia como la sinonimia.
Históricamente, las opiniones se han adscrito a dos grandes bloques: los que apoyan la
existencia de la sinonimia completa (entendida como la equivalencia ilimitada de dos
términos) y los que la refutan. Entre los que niegan la existencia de la sinonimia
completa, argumentando que dos términos no pueden guardar exáctamente el mismo
significado dentro de la lengua, se encuentran Nyrop, H.-J. Pos (semántica tyradicional
o diacrónica), E. Coseriu, H. Geckeler, B. Pottier, A. Greimas, L. Bloomfield y Ch. F.
Hockett, mencionando a los más sobresalientes. Entre los que apoyan la tesis de la
sinonimia completa aparecen Gregorio Salvador, S. Gutiérrez Ordóñez, N. Chomsky,
Wunderlich (estos dos la aceptan dentro de las explicaciones de la perífrasis, otorgadas
41
Cfr. Ibid., pp. 271-272.
35 en la lingüística generativa) y Cruse, entre otros. Sin embargo hay otros autores que,
aunque aceptan la existencia de la sinonimia completa, la explican como un fenómeno
de rara ocurrencia; aquí podemos situar a M. Bréal, A. Darmesteter (estos son los
primeros que realizan reflexiones sobre el tema desde que la semántica tiene estatuto de
ciencia), K. Baldinger (semántica preestructural), Lyons, Katz, Fodor (semántica
interpretativa) y R. Kempson (semántica con orientación lógica).42 Ante esto, es
importante aclarar que, con sus particularidades, casi todos los autores coinciden en la
existencia de una sinonimia parcial, de la cual nos asiremos para explicar el tema.
La sinonimia es concebida como “la relación de identidad o de semejanza entre
dos o más unidades”;43 pero esta definición precisa ser matizada. Lyons afirma que “dos
datos serán sinónimos si tienen el mismo sentido”,44 por sentido se refiere a la relación
que guardan los signos en un contexto. Entonces, para ubicar si existe la sinonimia es
necesario recurrir a las significaciones de dos elementos (como mínimo); si en éstas por
lo menos uno de sus sentidos es semejante entre sí, admitiendo la posibilidad de una
permutación, podemos hablar de sinónimos. Por lo tanto, es posible decir que la
sinonimia es un proceso en el que dos significantes diferenciados guardan una relación
en cuanto a sus significados, sea en uno o más contextos, por ejemplo: “el foco se
fundió cuando utilicé el interruptor, con respecto a “la bombilla se descompuso cuando
utilicé el apagador”; en donde interruptor y apagador son intercambiables en cualquier
contexto, foco y bombilla también en cualquiera, con una modificación del
determinante; y fundió y descompuso no son intercambiables en cualquier situación. En
los tres casos hablamos de sinónimos.
La discusión al respecto de la existencia de los sinónimos tiene su origen en el
hecho de que no hay dos palabras con el mismo significado, ya que, aunque el
significado referencial de las palabras remita a lo mismo, la elección de una u otra
opción no se determina por el azar, sino por las implicaciones que tienen en el individuo
cada una de las formas. Por ejemplo, borracho y beodo significan “que alguien está
intoxicado por alguna sustancia estimulante-depresiva”, sin embargo, la primera tiene
implicaciones más coloquiales que la segunda, que es de uso culto. Esto es lo que Lyons
maneja como significado cognitivo, es decir, como aquel que aporta un conocimiento
42
Cfr. Ibid., pp. 272-280.
Ibid., p. 271.
44
John Lyons. Introducción en la lingüística teórica. 4ª ed. Ed. Ramón Cerdá. Barcelona, Teide, 1977, p.
458.
43
36 para la diferenciación de la realidad; y significado emotivo, que aporta la carga
psicológica que “sirve para aludir a un gran número de factores muy distintos que
pueden influir en la selección de sinónimos en ocasiones o en contextos
determinados”.45
La sinonimia suele explicarse principalmente, por causas históricas. Baylon y
Fabre afirman que “hay lenguas que son particularmente ricas en sinónimos por razones
históricas: la variedad de capas diacrónicas en su vocabulario [...] Por ejemplo, sobre el
sustrato de las lenguas prerromanas se añaden a lo largo de los siglos las aportaciones
del latín, del griego y de otras lenguas.”46 De aquí se desprenden los dobletes tanto
etimológicos, que son sinónimos que adquirieron ese estatuto por ser palabras
provenientes de diferentes sistemas, por ejemplo infantil y pueril; como aquellos que
corresponden a palabras de origen y de significado diferentes que designan la misma
entidad de la realidad, v.gr. pena, pesadumbre, dolor, sufrimiento.47
Según Palmer, los sinónimos se pueden diferenciar de cinco modos:
a. Palabras que provengan de distintos dialectos (sartén y sartán)
b. Uso en estilos o registros diferentes (desnudar y encuerar)
c. Elementos que se diferencian por su significado emotivo (pésimo y
terrible)
d. Palabras con distribución restringida (costear, que es sinónimo en “pagar
los estudios” pero no en “pagar los impuestos”)
e. Palabras con casi las mismas características sintácticas y estilísticas
(terror y horror)48
De acuerdo con su capacidad para aparecer en uno o más contextos Lyons
clasifica los sinónimos como totales, cuando hay equivalencia emotiva y cognitiva; y
completos, si permutan dentro de los contextos:49
1. Completos/totales: alquilar-arrendar, aire-viento.
2. Completos/no totales: pelo-cabello, bocadillo-bocata.
3. Incompletos/totales: tacaño-cicatero-ahorrativo.
4. Incompletos/no totales: pelo-vello.
45
Ibid., p. 462.
Baylon y Fabre. Op. Cit., p. 110.
47
Cfr. Ibidem.
48
Cfr. Otaola, que hace la sistematización en Op. Cit. p. 297.
49
Lyons. Op. Cit. pp. 460-461.
46
37 Finalmente, hay que decir que la sinonimia no es un fenómeno ilimitado, pues
encuentra sus fronteras de acción en la polisemia, ya que al aumentarse el número de
significados, se reduce la probabilidad de que una palabra los abarque; y en los
sintagmas fijos, pues no puede alterarse ningún elemento de una expresión sin que se
rompa la construcción (ojo de buey, *ojo de ganado)
La antonimia, por su parte, ha sido tema de menos estudios que la sinonimia,
con la cual, de hecho, suele encontrársele una correspondencia. Esto último no resulta
cierto, ya que la naturaleza de ambas es distinta: mientras que la sinonimia no es
indispensable para la lengua y su existencia y definición son problemáticas, “la
antonimia parece un rasgo natural y regular del lenguaje y, además, es posible definirla
con bastante rigor”.50 Además vemos que la sinonimia se presenta como una clase de
hiponimia, no así la homonimia, en donde la relación que guardan los elementos que la
presentan es aún más abstracta que la que el plano del significado implica en sí, ya que
la asociación se realiza tras la asociación inicial, configuradora del signo.
Para Ordóñez, la antonimia “es un caso particular de oposición semántica”,51 es
decir, de oposición entre conceptos. Baylon y Fabre ven los antónimos como
“...unidades cuyos sentidos son contrarios”.52 Como se puede ver, lo que hay en ambas
definiciones es lo mismo: contrariedad. Lyons también habla de contrariedad, pero
afirma que hay tres tipos y que sólo una es la verdadera antonimia:
1. Complementaridad. Es cuando, al haber dos elementos, la negación de uno
comporta la afirmación del otro, y viceversa (macho y hembra).
2. Antonimia. Los elementos, contrarios por naturaleza, suelen ser graduales,
es decir, mantienen una relación de comparación (grande y pequeño).
La comparación puede ser implícita o explícita. De la comparación
explícita se desprenden dos subclases:
a) Comparación según una propiedad determinada. Uno de los elementos
ostenta la propiedad en mayor grado (Mi auto es mayor que el tuyo).
b) Comparación entre dos estados. Se ponen en relación con la propiedad
del caso (Nuestra casa es mayor de lo que solía ser).
50
Baylon y Fabre. Op. Cit., p. 114.
Citado en Otaola. Op. Cit., p. 310.
52
Baylon y Fabre. Op. Cit., p. 113.
51
38 3. Inversión. Los elementos guardan una relación de contrariedad y
simultaneidad. Puden generar predicados simultáneos (comprar y
vender).53
Duchacek sistematiza los tipos de antónimos gramaticales (los que se forman por
la adición de prefijos) y los léxicos, que se dividen en:
a) Absolutos. Dos palabras monosémicas se contraponen (antes/después).
b) Parciales. Una palabra polisémica presenta contrarios que abarcan sólo
algunas de sus acepciones.
c) Perfectos. Palabras perfectamente contrarias (delante/detrás)
d) Aproximativos. Hay oposición denotativa, y connotativa restringida
(joven/viejo).
e) Fraseológicos. La palabra es contraria en algunos contextos (tener la
culpa/tener la razón)
f) Impropios. Palabras que se contraponen pero que en sentido estricto no son
antónimos (muerte/vida, que en realidad debería ser muerte/nacimiento).54
La determinación de antónimos es producto de la lógica lingüística, mediante la
cual es posible relacionar dos elementos hasta el grado de considerarlos uno contrapunto
de otro. Al respecto Lyons afirma que “la existencia de grandes cantidades de
antónimos y de términos complementarios en el vocabulario de las lenguas naturales
parece estar relacionado con la general tendencia humana a «polarizar» la experiencia y
el conocimiento, a «pensar a base de contrarios».”55 Sin embargo, es importante
remarcar que esta “polarización” es altamente volátil, ya que es en muchos casos una
concepción cultural. Como prueba de ello basta con ver que no todas las lenguas
cuentan con grupos tan amplios de sinónimos, por ejemplo, el binomio común en
español bueno/malo, en náhuatl no existe, sino que se construye mediante una negación:
cualli (“bueno”)/ ahmo cualli (“no bueno”).
53
Cfr. Lyons. Op. Cit., pp. 474-482.
Cfr. Baylon y Fabre. Op. Cit., pp. 116-117.
55
Ibid., p. 483.
54
39 Principios de terminología
En una somera descripción, diríamos que la terminología es una disciplina que permite
identificar sistemáticamente, en una situación comunicativa específica, el lenguaje
contenido en los textos propios de una especialidad.56 Su objetivo es describir formal,
semántica y funcionalmente los lexemas con potencial para ser unidades terminológicas,
además de interesarse por explicar su funcionamiento en interrelación con otros
elementos. Dichas unidades terminológicas conforman su objeto directo de estudio. A
pesar de ser parte del lenguaje natural, no son unidades que presentan una autonomía
con la cual puedan integrarse a algún léxico especializado diferenciado. Constituyen
módulos de rasgos que mantienen una asociación con unidades léxicas, es decir, con
elementos conceptuales cuya función es la denominación. Manifiestan un carácter
simbólico. El lugar que ocupa el valor, es decir, el multicitado significado, en la
estructuración del concepto se determina por el conjunto de relaciones que se establecen
entre sus conceptos interiores y la materia.57
Para realizar vocabularios especializados es necesario hacer primero una
sumatoria de las unidades en uso, esto es el vocabulario parcial o subconjunto de
tecnicismos. Estos tecnicismos encuentran su origen en la tesis de que la realidad sólo
presenta dos maneras de ser aprehendida mediante conceptos: de manera general y de
manera especializada. Al haber una realidad de este último tipo se hace patente la
necesidad de manejarla mediante el uso especializado de los conceptos que la
conforman, según sea la materia de la cual provenga, se entenderá como un corte en el
ámbito del conocimiento. Esa visión terminológica (visión en cuanto que es una
aprehensión lingüística) engloba factores como la variación dialectal (posibilidad de
conformación y entendimiento según un estatus del hablante) y funcional (en donde
entra la temática, la forma de abordarla, la estructura que sigue y la segmentación que
conforma)58
De esto podemos inferir que entre más segmentado esté el plano del
conocimiento es más patente una necesidad de expresarlo terminológicamente.59 De allí
56
Cfr. Ana María Cardero. Lingüística y terminología. México, UNAM/FES-Acatlán, 2004, p. 28.
Cfr. Baylon y Fabre. Op. Cit., pp. 122-124.
58
Cfr. Ibid., p. 18.
59
Cfr. Ibid., p. 13.
57
40 que la terminología aparezca como un “estudio multidisciplinario”, en donde hay
aportaciones de tres teorías, principalmente: la teoría del conocimiento, de la
comunicación y del lenguaje.
Los términos del registro coloquial difícilmente se hallan sin matiz separados de
los de la lengua científica, al contrario, un tórrido flujo se mueve de un lado para otro, a
tal grado que no es posible hacer una descripción fiel de un estatuto sin hacer un tanto la
del otro. Éste problema es el mismo que le planteado por Bertrand Russell planteaba al
hablar de palabras objeto y diccionario, en donde las primeras eran deícticos y las
segundas un constructo de la combinación de las primeras.60
La intención de los diccionarios es el ser uno, es decir, sistematizar de una sola vez toda
codificación lingüística, lo cual resulta imposible por el grado de especificidad. Es por
eso que no existe “el diccionario de diccionarios”, que abarque cualquier referente de un
término sino muchos subconjuntos de referencias contextuales: diccionarios
terminológicos.
La Terminología puede concebirse como el estudio de elementos que designan nociones útiles en
conjunto, para Greimas, terminología es un grupo de términos (etiquetas o denominaciones que
refieren un punto de intersección de relaciones lingüísticas, o el proceso de lexicalización de una
red relacional) que pueden constituir un metalenguaje, un sistema que opera por procesos
descriptivos donde el signo de un mensaje constituye el significado de un signo mayor, de suerte
que ante la palabra , tenemos un ejercicio de metalenguaje en la definición: forma parte de la
terminología de la veterinaria. “Cuando sus términos se hallan interdefinidos y sus reglas de
construcción explicitadas, la terminología forma una taxonomía estructurable a partir del análisis
de los discursos sociales sobre el parentesco.”1
Fraseologismos
Al centro de los estudios de lexicología semántica se encuentra la unidad léxica en
cuanto elemento funcional de la cadena discursiva y unidad de significado; el lexema
adquiere valor en su interacción con otras unidades de forma disyuntiva o conjuntiva,
así pues las relaciones de sentido, características del léxico de una lengua, son la
resultante de las diversas posibilidades de combinatoria de cada una de las unidades, las
cuales pueden ser palabras como en “cavo y cabo”, ligadas por los significantes, más
60
Vid. Palmer. Op. Cit., 36-38.
41 opuestas por sus significados, o bien dispositivos mayores con rendimiento funcional
equivalente como “temer” y “tener miedo”.61
La combinación es un mecanismo de producción léxica: varios segmentos se
unen para formar unidades significativas. Son combinaciones libres las relaciones de
todos aquellos constituyentes que admiten la conmutación sin alterar el valor total de la
unidad mayor, se oponen a las combinaciones fijas o estables cuyo sentido está
restringido por la distribución de sus elementos y no admite conmutación, los
fraseologismos como modismos y refranes constituyen combinaciones léxicas estables.
Una unidad fraseológica o fraseologismos constituye una entrada que no admite
variaciones, una creación discursiva cuyo sentido no es divisible pues no resulta de la
suma de sus partes, deviene del uso y su variación de una lengua a otra es producto del
cambio histórico (llover a cántaros, llorar a mares, cry a river); de igual manera,
mantienen invariabilidad tanto en la distribución de sus componentes (“sin ton ni son”
vs. “sin son ni ton”) como en las categorías gramaticales y número (dar gato por libre
vs. dar gatas por liebre). Sus elementos son insustituibles, no importa que el sentido de
las unidades de manera individual concuerde (árbol que crece torcido, jamás su tronco
endereza vs. árbol que crece encorvado jamás su tronco endereza).
Existen unidades fraseológicas motivadas e inmotivadas; las fórmulas, se
cuentan como unidades de carácter motivado, es decir, su combinatoria posee ciertas
restricciones en razón de significado de las partes que la integran, decimos: “te preparo
un café” y “te hago un café” pero no, “te hago una pregunta”/ “te preparo una
pregunta;” los modismos y las expresiones metafóricas son otros fraseologismos, así
en: ¡qué relajo! no estamos frente a un estado de paz, de gran relajación, sino al
desorden o en “lo trae cacheteando las banquetas”.
Es posible clasificar a estas
unidades atendiendo a su presencia en cada uno de los niveles de la lengua62, como
sigue:
Nivel fonético fonológico
a) reducción fonética y vacilaciones
gráficas (peut- être = p’t-être, a
propósito= apropósito)
b) por rasgos fonéticos especiales: destacan las fórmulas apofónicas (ni fu, ni fa) y la aliteración (de rompe y rasga) 61
Otaola. Op. Cit., p. 57.
Cfr. Leonor Ruíz Gurillo. “Una clasificación no discreta de las unidades fraseológicas en español” en
Estudios de fraseología y fraseografía del español actual. Gerd Wotjak (ed). Madrid, Iberoamericana,
1998, pp. 13-20.
62
42 a)
Presencia de palabras
diacríticas o de
anomalías estructurales
(de troche y moche, de
remolinche)
Nivel morfológico
a)
Nivel sintáctico
Componentes léxicos invariables de
número, de género, de determinante, de
persona (por si las moscas y no por si la
mosca, el qué dirán y no el qué dirás)
b) Componentes léxicos inconmutables (el
pez por la boca muere y no el tiburón
por la boca muere)
c)
Componentes impermutables en cuanto
al orden
d) Orden por bloque, es imposible extraer
unidades del fraseologismo, suprimirlas
o insertar otros elementos (las barbas
largas a remojar, )
e)
No admisión de transformaciones como
a)
Significado de conjunto, no
hay posibilidad de
conmutación salvo en bloque
(ojo por ojo y diente por
diente= venganza)
b) Idiomaticidad: el significado
de conjunto no es el resultado
de la suma de los significados
individuales, las unidades
aisladas pierden el sentido de
la forma unitaria
c) Motivación
d) Tropología: la presencia de
figuras retóricas como la
hipérbole (ahogarse en un
vaso de agua)
Nivel léxico-semántico
a)
Nivel pragmático
Frecuencia de uso: la
regularidad con la que
recurren a estas unidades los
hablantes tiende a fijarlas
b) Iconicidad: los
fraseologismos potencias las
funciones expresiva y
apelativa. “El empleo de
determinada locución en
lugar de su equivalente
simple, imprime una mayor
fuerza ilocutiva al texto (a la
buena de Dios)
c) Valor socioloingüístico:
algunas de estas expresiones
se adscriben al registro
coloquial (como loco)
43 Estratos lingüísticos del español
La confrontación del ser humano con el mundo como experiencia, como expresión y
como explicación es manifiesta en las prácticas lingüísticas en tres grandes niveles: el
pragmático, o de la comunicación utilitaria (los acuerdos para la acción) donde lo
fundamental es la comprensión del signo por quien lo emite y su receptor; el científico,
cuyo mensaje atiende a procesos de veracidad comprobada a partir de la formalización
de conceptos aceptados por una comunidad epistémica determinada (la terminología da
muestra de ello) y, el poético consistente en la modificación de códigos semióticos
mediante fórmulas trópicas a fin de expresar eficazmente la emotividad. Ello explica la
presencia de subconjuntos o vocabularios en el léxico general, variantes dialectales por
ubicación geográfica, tecnolectos y sociolectos.
De acuerdo a los estudios realizados por algunos miembros del círculo de Praga
(Jakobson, Bühler, Mukarovsky), existen seis funciones lingüísticas que se
corresponden con los elementos participantes en el acto comunicativo (emisor, mensaje,
receptor, código, canal y referente) dichas funciones explican el desempeño del sistema
en el fin propuesto para cada uno de los niveles que hemos mencionado, estas son: 1)
Referencial o representativa: cuando un signo significa alguna cosa, alguna acción o
alguna relación entre las cosas que existen; 2) Emotiva o expresiva: aquí se manifiesta
el estado de ánimo del emisor, quien expresa su actitud ante lo que enuncia; 3) Conativa
o apelativa: pretende
producir un efecto en el receptor, que se comporte de manera
especial; 4) Fática o de contacto: hay mensajes que se centran en mantener el contacto
entre emisor y receptor por medio del canal, el inicio de la comunicación telefónica, por
ejemplo; 5) Metalingüística: el mensaje se centra en el mismo código, el discurso de la
ciencia y la tecnología dan prueba de ello; 6) Poética, también llamada estética por
Mukarovsky: se centra en el mensaje y en la forma en la cual éste se elabora, a ella se
adscribe el arte literario.63
Todas ellas están presentes en el habla desde la infancia y se encuentran en
menor o mayor grado en el mensaje, cuya caracterización dependerá de la función
predominante en él. Al imperar la función poética en la confección del discurso, el signo
63
Cfr. Roman Jakobson. “Lingüística y poética” en Ensayos de lingüística general. Barcelona, Seix
Barral, cap. XIV, pp. 347-395. (Biblioteca Breve, 381).
44 evade la relación directa con la realidad extralingüística dejando de lado su valor
referencial y dando paso a la construcción de nuevos significados.
Los cambios semánticos que operan en el léxico producto de la incidencia de
figuras retóricas en la comunicación cotidiana se conocen como “transferencia de
significado” o desviaciones de la norma. Los tropos más recurrentes son: la metáfora,
cuya base es la relación analógica, la metonimia, refiere las relaciones de contigüidad,
las hay de orden espacial como la traslación del nombre de un lugar a una cosa (Jerez,
un jerez), temporal, la siesta (descanso del medio día, en la antigua tradición “la hora
sexta”) y la sinécdoque basada en la relación de un todo con sus partes, género por
especie, obra por la materia y relación numérica (cabezas de ganado, sacó el acero
(espada)).
Operaciones:




Supresión, v.g.:
Aféresis (ora, por ahora), apócope (gran, por grande), sinéresis (navidad, por
natividad).
Adjunción, v.g.:
Prótesis (estrés, por stress), reduplicación (rodar y rodar), aliteración (zorras
sagaces).
Supresión/Adjunción, v.g.:
Arcaísmo (domeñar), retruécano (hambre de sueños, sueños de hambre), neologismo
(chatear).
Permutación, v.g.:
Anagrama (monada y nómada con los mismos elementos), hipérbaton (mas del
sepulcro mal cerrado un íntimo impulso liberóme).
Es competencia de la estilística analizar dichas transformaciones léxicas.
Haensch en la Lexicografía establece la existencia de los siguientes niveles de estilo en
la lengua:
 El vocabulario emergente de la lengua escrita, en el destacan los
subconjuntos del vocabulario poético o literario y el vocabulario culto no
literario como el de la ciencia
 El vocabulario pasivo y no marcado, aquél que se localiza en los grandes
corpus léxicos mas no se halla en uso constante
 El vocabulario de la lengua oral, del estilo hablado o coloquial (jergas y
caló) 64
64
Cfr. G. Haensch, et. al. La lexicografía. De la lingüística teórica a la lexicografía práctica. Madrid,
Gredos, 1982. (Biblioteca Románica Hispánica/III Manuales, 56), p. 236-239.
45 Se denominan diccionarios de estilo las obras de consulta en las que se trata el
uso de las palabras en su contexto, en ocasiones apoyadas por citas de autores; en ellos
suele utilizar la marcación diástrica o diafásica a fin de no utilizar la reducción binaria
oral-escrito: poet. (poético), vulg. (vulgar).65
65
Ibid., pp. 144, 184.
46 Apéndice
Breve noticia sobre la historia de la lengua española
Existen diversos criterios aplicables al momento de clasificar una lengua: la zona
geográfica que abarca, los grupos humanos que la hablan, su propio devenir histórico,
lenguas de donde proviene o cómo está estructurada. Para un acercamiento inicial,
parece pertinente aplicar únicamente los dos últimos, con el fin evitar otros factores
dentro de la focalización primaria.
Según el criterio morfológico, existen tres grupos de lenguas: el grupo
monosilábico, en donde las raíces (lexemas) son invariables, indican su relación con el
resto del sintagma mediante la posición sintáctica (p.e. chino, tibetano); el aglutinante,
en donde, como su nombre lo indica, las raíces aparecen yuxtapuestas pero sin formar
unidades independientes en cualquier situación, es decir, se forman palabras-frase a
partir de unidades significativas independientes (p.e. náhuatl, japonés); y el grupo de las
lenguas de flexión, donde a una raíz se funden unidades significantes menores no
independientes (morfemas), expresando con ello los accidentes de la unidad (p.e. las
lenguas indoeuropeas). Este grupo tiene dos grandes divisiones: lenguas analíticas y
lenguas sintéticas. En las primeras las relaciones sintácticas son expresadas mediantes
unidades externas a la palabra (preposiciones, por ejemplo). El español, el italiano, el
47 francés, entre otras, forman parte de esta subdivisión. En cambio, en las lenguas
sintéticas, las desinencias que se agregan a la raiz indican el papel sintáctico de la
unidad. A este subgrupo pertenece el latín, lengua de donde derivan las lenguas
romance.
Con el criterio genealógico se pretende desarrollar grupos de lenguas en
relación de derivación y origen; a estos grupos se les denomina familias y son once en
total, nombradas según la hipotética lengua madre de cada una: indoeuropea, semítica,
camítica, americana, hiperbórea, uraloaltaica, caucásica, dravítica, malayopolinésica,
australiana, bantú. Cada familia se va dividiendo en diversas ramas, que a su vez se
dividen en otras ramas; así, hasta llegar a las lenguas actuales, situadas en las últimas
ramas de la genealogía lingüística. La familia indoeurepea se divide en cinco ramas. El
español se encuentra dentro de la rama italocéltica:66
gallegoportugués culto
Latín rama itálica
rama céltica
catalán vulgar
arcaico
grupo osco
Rama
italocéltica
español osco
umbro
provenzal francés galo antiguo
británico
gaélico
galés córnico
Como se puede observar, además del español, hay otras lenguas que tienen el
mismo camino genealógico (indoeuropeo→ rama italocéltica→ rama itálica→ latín
arcaico→ latín vulgar), son parte de la misma descendencia. Estas lenguas “hermanas”
son las lenguas romance, llamadas así por ser las lenguas habladas en el imperio
romano. En realidad, la lengua del imperio romano era el latín, sin embargo, éste, al
fundirse con el sustrato de la lengua antigua de las zonas conquistadas y sufrir las
modificaciones que los hablantes no cultos de manera inconsciente iban haciendo,
66
Cfr. Agustín Mateos Muñoz. Compendio de etimologías grecolatinas del español. 46ª ed. México,
Esfinge, 2006, pp. 19-22.
48 derivó primero en el llamado latín vulgar, y después, en una serie de dialectos que más
tarde, con la caida del imperio, al perder su influencia lingüística, evolucionarían a cada
una de las lenguas. Es importante no confundir el latín vulgar con el bajo latín, que era
el hablado por el pueblo; el latín vulgar es el primer paso de evolución del latín culto, y
era empleado en diversos estamentos.
Las lenguas romance, aunque no iguales entre sí, guardan una estructura muy
cercana. Basta ver la similitud de muchas de sus palabras:
Latín
Italiano
Español
Portugués
Francés
lac, lactis
latte
leche
leite
lait
pater, patris
padre
padre
pai
père
bos, bovis
bue
buey
Boi
bœuf
.mors, mortis
morte
muerte
morte
mort
asinus, asini
asino
asno
asno
âne
También la estructura verbal es muy cercana:
3ª p. sing., pretérito
1ª singular, futuro
imperfecto,
imperfecto,
indicativo, voz activa indicatico, voz activa
Italiano
Cantaba
canterò
2ª sing., presente
imperfecto,
imperativo, voz
activa
Canta
3ª plural., presente
imperfecto,
indicativo, voz pasiva
Español
Cantaba
cantaré
Canta
son leidos
Portugués
Cantava
cantarei
Canta
são leidos
Francés
Chantait
chanterai
Chante
sont lu
sono letti
Hablando de la cercanía y la lejanía con respecto al latín, el sardo es el más
cercano (menos evolucionado) y el francés el más alejado (más evolucionado). De las
diez lenguas romance, actualmente se han perdido el dálmata y el rético. El italiano es
una de las lenguas vivas en donde mejor se puede apreciar la herencia latina y la
evolución al mismo tiempo, pues, al estar prácticamente en el foco irradiador del latín,
el peso lingüístico de éste no acabó por hacerse sutil como en otros casos.
Dentro de las lenguas romance, el español es la más hablada. Adquirió su
nombre por ser la lengua de la Hispania. Esta fue incorporada a la zona cultural del
occidente romano en el año 218 a.C., durante la segunda guerra púnica. En el 206 a.C.,
con la caida de Gadis, los romanos emprenden la conquista del resto de la península,
que estará con ello sujeta a conflictos constantes. Ésta es la compleja etapa de
49 romanización de la lengua de la Hispania, lengua que, a su vez, es el resultado de
diversas influencias prerromanas sobre los pueblos preibéricos e ibéricos, por ejemplo,
los tartesios o turdetanos, fenicios, cartagineses, griegos, ligures, ártaros, y diversos
pueblos célticos, por decir algunos.67 Además del origen latino, en el español se
encuentran elementos de otras lenguas: el elemento esquerra (palabras con sufijo rro); el
elemento ibérico, céltico y celtibérico (terminación ez); fenicio y cartaginés (topónimos
como Cadiz o Málaga); los elementos griego (aproximadamente el 15% del léxico),
germánico (bélico, mariscal, espuela), árabe (cerca de 400 voces, como alhaja o
almohada), hebreo (María, José, rabino), y americano (náhuatl: guacal, maya: pibil, de
las antillas: maíz), además de las lenguas modernas (francés: hotel, italiano: soneto,
alemán: box, inglés: lider).68
Como toda lengua, el español ha pasado por diversos estadios hasta llegar a su
forma actual. Siguiendo un criterio histórico tenemos seis etapas de desarrollo:

Preliteraria (siglos VII al XI).

De iniciación literaria (siglos XII y XIII).

Preclásica (siglos XIV a la primera parte del XVI).

Clásica y barroca (siglos XVI y XVII).

Academicista o neoclásica (siglo XVIII).

Romántica y realista (siglo XIX).

Contemporánea (finales del siglo XIX y siglo XX).
Las etapas se determinan con base en la creación literaria, que es una de las
pruebas más confiables del estado de la lengua en cada época. Sin embargo, los cambios
acaecidos entre un periodo y otro corresponden no a un estamento cultural elevado, sino
al habla cotidiana del llamado “hablante común”. Éste es quien introduce los cambios
en la lengua, principalmente por la ley del menor esfuerzo (ley de economía), según la
cual una estructura sencilla siempre será favorecida en detrimento de una más compleja;
aunque también el énfasis o la influencia extranjera son causas frecuentes del cambio
lingüístico.
Morfológicamente, el cambio más importante del latín al español es el paso de
lengua analítica a sintética. La pérdida del caudal de desinencias del latín lleva al
español a una estructura morfológica cerrada hacia la unidad: ya no se indica la relación
con otras palabras, sólo características de la misma (género y número; tiempo, modo y
67
68
Cfr. Rafael Lapesa. Historia de la lengua española. Madrid, Gredos, 1973.
Laura Karina Cabrera Estrada. “Notas de clase de Filología hispánica”.
50 persona en verbos). En otras palabras, la morfología del latín es relacionante, la del
español particularizante. Ejemplo del paso a lengua analítica es la pérdida de formas
pasivas de los verbos latinos, sustituidos en español por perífrasis (amatur < es amado).
Puede haber cambio en uno o más niveles de la lengua (generalmente en varios
de manera conjunta) y muchas veces uno desencadena otro(s). Un ejemplo muy claro de
este fenómeno ocurre cuando la evolución articulatoria de alguna voz, es decir, un
cambio fonético, lleva a una modificación radical de la estructura morfológica, que
generalmente lleva a un cambio fonológico. En el paso del latín al español, dos son los
principales fenómenos fonéticos: yod y wau. Ambos fenómenos toman su nombre de
sonidos hebreos. Designan los comportamientos evolutivos de ciertos diptongos. No es
necesario que aparezcan inicialmente en latín; en muchos casos el diptongo se genera
cuando las vocales evolucionan de manera normal. El paso de las vocales del latín culto
al vulgar (de donde, como el esquema de la rama itálica muestra, derivó el español) fue
de la siguiente manera:69
Latín culto ae œ Ă
Latín vulgar ā
ą ĕ
Tónica a Átona a Final a ę ē
Ĭ
ie į e e ī
ō
ŭ
ū o ų i ue
i e ŏ
o o u u o En latín vulgar, las vocales breves pasaron a abiertas y las largas a cerradas. De ahí,
hacia el romance y luego hacia la lengua actual, evolucionaron según su posición dentro
de la palabra tal como muestra el esquema. Esa es la evolución normal. No obstante,
existen los llamados fenómenos especiales, dentro de los cuales se encuentran tanto
yod como wau, que provocan resultados distintos.
69
Cabrera. Op. Cit.
51 “Una vocal anterior dentro de un diptongo, esto es, una semivocal o una
semiconsonante, se conoce en filología como YOD”;70 en otras palabras, la yod es el
fenómeno generado por un diptongo con i (p.e. ea>ia) Provoca principalmente
palatalización de consonantes y cierre de vocales, además de causar el efecto de
asimilación (regresiva en la mayoría de los casos, pero también puede ser progresiva) y
crear sonidos inexistentes en el latín. Es el fenómeno con más particularidades y efectos
de toda la evolución fonética. Siguiendo a Concepción Company y a Marcela Flores,
cinco son sus causas: 1) presencia ya en latín, 2) tendencia antihiática del latin vulgar,
3) vocalización de una consonante velar agrupada, 4) síncopa o 5) metátesis.71 Según
fueron apareciendo en la lengua y según los efectos que producían, se clasifican cuatro
tipos de yod:

Yod primera. Proviene de las secuencias ty y ky y produce el sonido /θ/ <z>
(fortia: /fortja/ > /fórŝja/ > /fwérŝja/ > /fwérŝa/ > /fwérθa/ > /fwérsa/ <fuerza>).

Yod segunda. Tiene dos grupos:
1. ly y g´l, k´l, t´l > j (regula: régula > reg´la > reilla > rella > reja) No incluyo
la descripción fonética mas que en el primer ejemplo, por no ser el interés
central)
2. nn, ny > ñ (cunea > cunja > cuña).

Yod tercera. La conforman dos grupos:
1. gy, dy > y (arrugio > arrugjo > arroyo).
2. by, my > y, o by, my > by, my (habea > habja > haya; rubeo > rubjo > rubio).

Yod cuarta. La conforman cuatro subgrupos:
a. ct > ch (tructa > truita > truicha > trucha).
b. ks > j (axe > aise > eise > eje).
c. (metátesis) ry, sy, py > yr, ys, yp (area > arja > aira > eira > era).
d. (síncopa) (probavi > proba´i > probai > provei > probé).
Tal como la definen Company y Flores, “la WAU es una vocal alta posterior
/w, u/ en diptongo”,72 es decir, un diptongo con u (au, eu). Sus efectos varían según el
tiempo que permaneció activa. Entre más moderna sea, menos estragos causará a la
vocal del diptongo, pues habrá un mayor número de fenómenos antes de su formación.
70
Concepción Company Company y Marcela Flores Cervantes. Manual de filología hispánica. I.
Fonética y fonología históricas. Colaboración de Axel Hernández Díaz. México, UNAM/Insituto de
Investigaciones Filológicas, 2001 (Manuales de Medievalia, 1), p. 47.
71
Cfr. Ibid.
72
Ibid., p. 73.
52 La wau más antigua es la que provoca el mayor cierre vocálico. Hay cuatro causas de
aparición:
1. Presencia desde el latín (tauru > touru > toro).
2. Metátesis (vidua > vidwa > viuda).
3. Diptongación de vocal media posterior tónica (post > pwest > pues).
4. Vocalización de una consonante velar agrupada (alteru > alt´ru > altru > autro >
outro > otro).73
Sin embargo no todas las palabras del español o de otras lenguas son producto
de evolución. Las palabras cultas o cultismos, son voces literarias que, al introducirse
tardíamente en el léxico, no participan de los fenómenos evolutivos normales. Suelen
ser apenas diferentes de la palabra original, presentando tan solo actualizaciones con el
fin de adaptarse a las formas modernas. En el caso del español son palabras muy
cercanas a las del latín escrito (templum > templo). Además de los cultismos están los
semicultismos. Son voces que entraron en el caudal léxico latino pero que, por algún
motivo no terminaron el proceso evolutivo. Un ejemplo de semicultismo es milagro (de
miraculus), pues no llegó a mirajo, como debería haber hecho. El léxico particular de
diversas instituciones tiende a manejar muchos cultismos y semicultismos, dada la poca
variabilidad que suelen tener sus prácticas establecidas. Así la iglesia y el mundo
jurídico presentan una tendencia a la estaticidad propicia para este tipo de voces. La
literatura es otra institución en donde suelen encontrarse cultismos y semicultismos en
una función muchas veces estética. También cabe mencionar que hay palabras que
cuentan con dobletes, es decir, presentan tanto su forma evolucionada (palabra
tradicional) como su forma culta. Entre ellas podemos encontrar calidu, de donde
derivan cálido (cultismo) y caldo (palabra tradicional).
73
Para los ejemplos de yod y wau, cfr. Ibid. y Cabrera. Op. Cit.
53 Conclusiones
Actualmente, el campo de la enseñanza-aprendizaje de una segunda lengua se encuentra
prácticamente dominado por los estudios de carácter comercial; de manera errónea, se
considera que el estudio de una lengua ha de orientarse al ejercicio de la conversación
“situacional”, la cual comporta el máximo nivel y es más bien fruto del aprendizaje de
vocabularios por repetición. Se ignora por completo que el conocimiento del sistema
deviene en la posibilidad de proporcionar al alumno, sí las herramientas para
comprender la praxis lingüística en diversos contextos, pero también en el favorecer el
desarrollo de una creatividad léxica.
Si hubiésemos de trazar una línea respecto a la directriz de las obras
encaminadas al desarrollo de dichas competencias, muy probablemente tendríamos que
atender a una progresión como sigue: partiendo de la descripción de estructuras
lingüísticas (sonidos- palabras- enunciados) procedemos a intentar recrearlos en el
discurso. Ésta ha sido la intención que ha permeado el presente texto, que siempre
enfatizó el enfoque pedagógico en cada uno de los contenidos.
Recapitulando, a lo largo de la obra atendimos a la analítica de la estructura
interna de la palabra, definiendo al morfema como la mínima unidad significativa de la
cual puede estar compuesta (los hay libres, cuando ostentan autonomía y no precisan de
su enlace con otros morfemas y, “trabados”, al ser unidades dependientes como los
sufijos, prefijos e interfijos); ello nos permite identificar distintos tipos de palabras, lo
cual introdujo nuestro segundo capítulo en donde precisamos cómo se crean dichas
estructuras a partir del estudio de los mecanismos de derivación y composición léxica
para, finalmente, saber qué tipo de relaciones pueden formar las palabras entre sí, a fin
de transmitir eficazmente un mensaje; nos interesamos por las relaciones de sinonimia y
antonimia, homonimia y polisemia, así como por la analítica de unidades mayores que
ostentan un significado de orden cultural en la lengua (fraseologismos).
Esperamos que los temas propuestos hayan sido de fácil aprehensión y sean
útiles para ampliar su conocimiento respecto al sistema, base de todo estudio formal
sobre la lengua española. 54 Registro de fuentes
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