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Mirar la Cuaresma
con los ojos de María
CENIZA...
“Cuando llegó el tiempo de la purificación, los padres de Jesús
lo llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor…” (Lc 2,22).
Préstanos tus pies, María, para recorrer este día de Miércoles de
Ceniza y este tiempo de Cuaresma como un camino de purificación y de conversión.
Tú, María, fuiste al templo de Jerusalén para purificarte después
de haber dado a luz a Jesús. Cumpliste con la ley, dándole a
ésta un sentido muy profundo. No quisiste vivir tu vida de forma independiente y autónoma, al margen de Dios.
Le ofreciste lo que El te había dado. En vez de apropiarte del
don, consagraste para Él el fruto de tus entrañas.
En nuestra cultura va perdiendo sentido el rito de la ceniza y de
la purificación. Somos tan orgullosos que nos cuesta la conversión, nos parece una debilidad darle una nueva orientación a
nuestra vida. Contigo, María, queremos encontrar un sentido
nuevo a la conversión.
Iluminamos, María, para entender la purificación como una
oportunidad para vivir la vida con el Señor, como un tiempo
para descubrir que todo don es un regalo que Dios nos ha
puesto en las manos para todos.
Nos comprometemos, durante esta
Cuaresma, a usar más el pronombre
personal "nosotros", a prestar más
atención a los otros y a dejar en segundo plano nuestros intereses y el uso
del pronombre “yo”.
1
IGLESIA...
“Todos ellos se dedicaban a la oración en comunión, junto con
algunas mujeres, entre ella, María, la madre de Jesús…” (Hch 1, 14).
Préstanos tu casa, María, para vivir la Cuaresma en comunión contigo, como iglesia de Jesús, que se reúne en torno a ti, y
se presenta al mundo como una parábola de comunión.
Cuando la primera comunidad cristiana está dando sus primeros pasos, allí estás tú, María, en medio. Allí están los apóstoles, las mujeres que siempre permanecieron fieles a Jesús, algunos familiares y tú. Tú, siempre en medio de la Iglesia. Por medio
del Espíritu inició Jesús su vida humana en tu seno, y por medio
del Espíritu va a recibir la Iglesia naciente el coraje para anunciar
a Jesús al mundo. En profunda armonía, también regalo del Espíritu, os abrís desde la pobreza confiada al Padre en la oración. El
Espíritu está preparando un envío misionero inacabable.
Todos nosotros formamos parte de la Iglesia. Pero a menudo
vivimos sus cosas de forma crítica, distante, superficial. No la vemos como espacio habitado por la Trinidad. No pensamos que
María es Madre de la Iglesia.
Ayúdanos, María, a vivir intensamente el amor a la Iglesia, y
a hacer en ella las experiencias más vitales. Mantén siempre tu
calor para que entre los amigos de Jesús vivamos una experiencia de familia, y se estrenen cada día caminos de reconciliación y
de paz. Acompáñanos en la plegaria, para que puestos a la escucha, descubramos cada día que todo es gracia.
Viviremos la Cuaresma como un éxodo permanente,
desde nuestro aislamiento hacia la comunidad eclesial
2
PALABRA...
“Aquí está la esclava del Señor;
hágase en mí según tu palabra…” (Lc 1, 38).
Préstanos, María, tus oídos, para escuchar y guardar la Palabra en
el corazón durante esta Cuaresma.
Siempre que los evangelios
hablan de ti, María, se fijan en la actuación de Dios. De ti destacan tu
condición de sierva, que tiene los oídos atentos a lo que dice el Señor.
Por ser oyente de la Palabra y guardar en al corazón la Palabra, Isabel
te bendijo y te llamó bienaventurada. No siempre te fue fácil
acoger y entender esta Palabra. Tuviste que echar mano de la sabiduría del corazón para compaginar tu misión de madre con tu
condición de oyente y seguidora de los caminos de Jesús.
A nosotros no nos resulta fácil dejarnos hacer por la Palabra.
Confiamos mucho en nuestra inteligencia y prepotencia. Estamos lejos de una actitud de pobres abiertos a la sorpresa de
Dios.
Enséñanos, María, a ser oyentes de la Palabra.
Prepara nuestras vidas a la acción del Espíritu Santo. Despierta cada mañana nuestros oídos para escuchar palabras de vida.
María, leeremos con atención durante la Cuaresma
el Evangelio de cada día.
3
SOLIDARIDAD...
“Jacob engendró a José esposo de María,
de la cual nació Jesús…” (Mt 1, 16).
María, préstanos tus sentimientos de Madre de todos los vivientes, para vivir esta Cuaresma como una oportunidad de manifestar la solidaridad con todos los hombres y mujeres.
Cada ser humano tiene detrás una misteriosa historia que se
pierde en el tiempo. No somos islas, sino que formamos parte de
una tradición. También tú, María, junto con José, tienes detrás
una genealogía. Vuestro pasado lo pueblan personas que tuvieron una relación viva con Dios, pero aparecen también mujeres
que transmitieron la vida entre dificultades. Con todos te sientes
unida. Pero tu maternidad te ha reportado una solidaridad universal con todas las generaciones. Nada humano te es ya ajeno.
En Jesús se ha abierto un horizonte nuevo e ilimitado en el que
todos pueden participar de la vida de Dios.
Hoy experimentamos el deseo de conocer nuestras raíces,
nos sentimos vinculados a nuestra tierra, a nuestra lengua y cultura. Pero a la vez sentimos deseos de una solidaridad universal y
no pocas veces sufrimos por los gemidos de una humanidad que
no termina de encontrar el camino de la unidad.
María, enséñanos a formar parte de la nueva humanidad, la
que ha surgido del fruto bendito de tu vientre, donde no hay
fronteras infranqueables y donde todos tenemos acceso a la vida
porque tú eres la Madre de todos.
En esta Cuaresma nos haremos negros con el negro, blancos
con el blanco, norteños con los del norte, sureños con los del
sur, para expresar que somos hermanos de todos.
4
SILENCIO...
“Su madre conservaba todo esta en su corazón…” (Lc 2, 51).
María, préstanos tu corazón, para vivir
la Cuaresma como un tiempo de silencio,
que nos permita asomamos al brocal de
nuestro pozo donde Dios ha escondido su
presencia.
A ti te gustaba hacer silencio para darle tiempo al corazón para saborear la acción de Dios en tu vida. Rumiabas dentro
los acontecimientos para captar su significado. El silencio era para ti un tiempo para Dios, una oportunidad para percibir el amor de Dios. El silencio te permitía implicarte con todo tu ser en aquello que sucedía.
A nosotros hoy nos cuesta mucho hacer silencio. No percibimos que las palabras mas verdaderas nacen en los tiempos de silencio y soledad. Además vivimos, casi siempre, envueltos en el
ruido, la prisa, el ajetreo. Se nos escapan las transparencias de
Dios que habitan cada momento.
Enséñanos, María, a hacer silencio en Cuaresma para descubrir lo esencial, que es invisible en la superficialidad, para enteramos de que somos amados por el Señor, para unirnos a ti y cantar al Señor “que ha hecho maravillas”.
En Cuaresma, aún sabiendo que estamos más habituados a las
palabras que al silencio, respetaremos un momento
de cada día para callar ante Dios.
5
ORACIÓN...
“Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu
en Dios mi salvador porque ha mirado la humillación
de su esclava…” (Lc 1, 46).
María, préstanos tus ojos, para vivir la
Cuaresma como un tiempo de oración, como una llamada a mirar y dialogar con el
Señor.
Tu oración brota de lo que Dios ha hecho
en ti, María. Es el fruto de una experiencia
profunda y hondamente comprendida. La acción de Dios, sus palabras, han conquistado profundamente tu corazón. Te sientes
demasiado pequeña para tanta fidelidad y misericordia como ha
tenido contigo. Estás llena de él; tu acequia se desborda por el
gozo.
Muchas veces pensamos que la oración es lo que brota de
nosotros hacia Dios, y por eso es tan pobre, tan raquítica. Nuestro orgullo y prepotencia cierran la puerta a los dones de Dios.
Olvidamos que si Dios no pone su semilla en nosotros, bien poco
puede salir de nuestra tierra.
María, enséñanos a mirar con atención, una y otra vez, lo
que Dios ha hecho en ti y en cada uno de nosotros. Despierta en
nosotros la sed de Dios, para que lo busquemos como la cierva al
manantial. Dirige nuestras alabanzas hacia al Señor, y nuestro
compromiso hacia el mundo para mirarlo con los ojos de la ternura de Dios, que son también los tuyos.
Dedicaremos en la Cuaresma tiempo para orar
y contemplar las maravillas que Dios ha hecho en nosotros.
6
CRUZ…
“Junto a la cruz de Jesús estaba su madre…” (Jn 19, 25).
María, préstanos tus manos de Madre, para
abrazar la cruz en la Cuaresma y encontrar en ella un lugar fecundo de comunión y de amor.
Junto a la cruz estabas tú, la madre de Jesús y el discípulo a quien Jesús
tanto quería. Ni siquiera se dicen vuestros nombres, como si lo más importante
fuera vuestra cercanía y relación con
Jesús. Y ahí, junto a la cruz, ¡qué detalle el de Jesús! A las personas mas cercanas a él, os pide que os unáis en una comunión estrecha y cordial.
La cruz es para nosotros experiencia de dolor, de ruptura interior, de escándalo. No pocas veces la cruz conlleva huída, desbandada... Ante la cruz queda al descubierto lo que llevamos en
el corazón.
Enséñanos, María, a estar junto a la cruz de Jesús y a escuchar junto a ella su invitación a vivir la comunión con todos los
que sufren, sean de la raza, religión o nación que sean.
Buscaremos cada día de la Cuaresma en el periódico
una noticia de personas que sufren;
nos uniremos y oraremos por ellas.
7
SEÑAL...
“Apareció una figura portentosa en el cielo…” (Ap 12, 1).
Préstanos, María, el esplendor de tu
rostro para vivir la Cuaresma sin sucumbir a las dificultades que aparecen
en nuestro camino.
Tu, María, eres una señal luminosa
puesta en el corazón de la humanidad.
El sol te sirve de vestido, la luna de
pedestal; adorna tu cabeza una corona de doce estrellas. Todo en ti es luminoso y puro, porque todo
lo has recibido de Dios. Dios mismo te ha vestido de hermosura.
Jamás perderás tu esplendor y dignidad. Eres pionera de nuestra
dignidad.
Gracias a tu Hijo, Rey y Señor, la humanidad ha alcanzado su
meta: la plena comunión con Dios, la plenitud de la vida divina.
Nosotros vivimos en el aquí y ahora. Somos peregrinos, expuestos a la dificultad. Los nuevos tiempos, como todos los tiempos, nos presentan retos y desafíos. En las encrucijadas del camino, no siempre sabemos por donde avanzamos.
Sé para nosotros, María, un faro luminoso en el cielo que nos
oriente en el camino de la vida. Infúndenos coraje en las dificultades y apoyo en toda debilidad. Atráenos, Señor, y correremos
en pos de ti.
Al despertarnos cada mañana de los días de la Cuaresma
recordaremos el nombre de María.
8
LIMOSNA...
“La madre de Jesús le dijo: No les queda vino…” (Jn 2, 3).
María, préstanos tu ternura, para ponernos en camino y
ofrecer a los necesitados un don en esta Cuaresma.
Tú, María, tenías los ojos abiertos, no para mirarte a ti y
atender sólo tus necesidades, sino para mirar a todos los que te
rodeaban. En una boda percibiste una situación de necesidad.
Los novios no tenían vino para la fiesta. No sólo te diste cuenta,
sino que además intentaste remediar esa situación. Comunicaste
lo que pasaba a Jesús y pusiste en él la confianza. Dijiste a los
criados "Haced lo que él os diga". Y comenzó una nueva fiesta.
Nosotros vemos muchas necesidades, pero no siempre nos
interpelan. Creemos que superan de tal modo nuestras
posibilidades que, al final, terminamos por no escuchar nada ni
remediar nada.
María, enséñanos a descubrir que
frente a toda necesidad siempre
podemos hacer ese poquito que está en
nosotros. Nuestro pequeño gesto puede
dar, como el tuyo, inicio a la acción de
Jesús y de tantos hermanos y hermanas,
que esperan quien los despierte. Dinos
que el fruto de la Cuaresma es la alegría y que la fiesta tiene que
tocar al mundo cada día para que no se muera.
Entregaremos a los pobres la mitad de lo que gastemos
en Cuaresma en cosas no necesarias.
9
ALEGRÍA...
“Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo…” (Lc 1, 28).
Préstanos, María, tu gozo, para
que vivamos la Cuaresma como un
tiempo de alegría.
La primera palabra que te dirige el
ángel es "alégrate". Dios te invite a la
alegría. Pero la alegría no puede ser
impuesta, por eso te tomas tiempo
para que crezca y se desarrolle dentro
de ti, y llegue a ser una alegría viva,
profunda, penetrante. Tu alegría es la mejor respuesta a Dios. Tu
alegría es la mejor respuesta a Isabel, que también se alegra,
¡tan impresionadas estabais por la obra de Dios!
Nuestra forma, de vivir las cosas de Dios no siempre va
acompañada del gozo. Y sin alegría se hace costosa la entrega y
el servicio. Necesitamos recuperar la salvación y comprenderla
cada vez mejor, dejémonos impactar y llenar por ella. La
coherencia de vida no tiene nada que ver con la tristeza.
Que tu alegría sea para nosotros, María, el saludo con que
despiertas nuestras entrañas. Salúdanos, María, con el gozo de
Dios y se despertarán nuestras entrañas. Comunícanos el Espíritu
que te llena y se llenarán del Espíritu nuestros vacios.
Aprovechemos el tiempo de Cuaresma para regalar sonrisas
a los demás: cuestan poco y oxigenan el aire; se reparten,
pero siempre dejan fragancia en quien las ofrece.
10
María, la mujer de la que nació Jesús,
es quien mejor nos puede guiar para vivir la Cuaresma
como un tiempo de gracia…
Recorrer con ella cada etapa del camino,
cada momento, es garantía cierta de que llegaremos
al gozo de la Pascua…
Diócesis de Tarazona
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