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FELICES VOSOTROS , LOS MISERICORDIOSOS
Venid al Señor dándole gracias
Eucaristía de Acción de gracias – Familia Hospitalaria de San Juan de Dios
BASÍLICA DE NTRA. SRA. DEL MAR
BARCELONA 14 DICIEMBRE 2015
PRESIDE
José L. Redrado, OH
Obispo titular de Ofena
Secretario emérito Pontificio Consejo de la Pastoral de la salud
TEXTOS Eucaristía:
 Deuteronomio 8, 7-18 (Gracias por los dones recibidos)
 Salmo: El Señor es mi luz…
 Evangelio: Mateo 5, 1-12 (Las Bienaventuranzas)
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HOMILÍA
1. Dichosos, felices, bienaventurados. ¡Cuánto de esto querríamos ser!.
Amamos, buscamos apasionadamente la felicidad. A veces la llamamos
vida, paz, alegría, amor. A veces ponemos la felicidad en las riquezas, el
bienestar, el confort. Hombres y mujeres dichosos, felices.
El Evangelio que hemos proclamado nos ha dicho que son felices los
pobres, los que lloran, los misericordiosos, los perseguidos… (Mt. 5, 112).
Creo que Jesús no es un hombre de “marketing”, se ha equivocado, ha
cometido un error. Si quiere seguidores tiene que hacer promesas que
atraigan a la gente.
Os proclamo yo las verdaderas “bienaventuranzas”: felices los ricos, los que
tienen mucho dinero, los famosos, los que triunfan; felices los que se lo
pasan bien; felices los poderosos, los que deciden, felices… ¿Seguimos?.
Estas son las auténticas bienaventuranzas, las de la lógica de nuestra
sociedad. ¿Queremos éstas o las del Evangelio?
Las Bienaventuranzas proclamadas por Jesús tienen un sentido
revolucionario, ponen en crisis tantos de nuestros valores; son el anuncio de
la nueva ley fundada en el amor. Se trata de un mensaje de amor y de
servicio – amor a Dios y al prójimo, tan en sintonía con la hospitalidad.
Las bienaventuranzas son la carta de identidad del cristiano , viviéndolas,
llega a ser “ciudadano del cielo”. Las bienaventuranzas son un camino de
libertad, de generosidad, de compromiso, de dedicación, de presencia
responsable, activa y constructiva. Al final, ellos serán consolados,
saciados, encontrarán misericordia, heredarán la tierra, verán a Dios y serán
llamados hijos de Dios; ciudadanos del cielo, ¿queremos más?.
Pero la felicidad aquí en la tierra es una tarea lenta, trabajosa, difícil de
conseguir. Es una mezcla de salud y de enfermedad, de alegrías y tristezas,
de luces y sombras, de dolor y sufrimiento, de gozos y esperanzas; lo
importante es saber integrar lo que sucede, saberlo vivir.
La felicidad hay que conquistarla día a día, con ilusión; hay que trabajarla,
nadie nos la regalará, no la podemos comprar con dinero, la hemos de hacer
nosotros mismos desde la fidelidad, desde el servicio a los otros, desde el
amor, un amor que es dar, darse, donación.
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Hace tiempo leí la siguiente oración que resume un poco todo esto que
estamos reflexionando; dice así:
“Señor, te pido que los tristes sean alegres, que los infelices gocen de
felicidad, que los malos sean buenos, que los buenos sean santos, que los
santos sean simpáticos, felices”.
.
2. Quiénes han vivido estas bienaventuranzas. Jesús de Nazaret tradujo
en su vida este espíritu de las bienaventuranzas. Recordemos su
programa pastoral diseñado en la Sinagoga de Nazaret que llevó
puntualmente a la práctica: “El Espíritu del Señor sobre mí, porque
me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha
enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los
ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de
gracia del Señor”(Lc 4, 18-19). Recordemos que él no vino a ser
servido, sino a servir; recordemos que él ha vencido “perdiendo” y que
ha salvado al mundo “muriendo”.
Y los santos ¿qué han hecho? San Juan de Dios se prodigó en el
servicio a los enfermos. “Verdadero discípulo de Jesús, alimentó al
hambriento y vistió al desnudo; cuidó al enfermo, y acogió al
peregrino; ofreció consuelo al encarcelado y fue la ayuda y el padre
de todo doliente” (Prefacio de la Misa).
Y con Juan de Dios no podemos olvidar nuestros Hermanos que están en
el santoral: Juan Grande, Menni, Pampuri, los beatos Olallo y Kugler y
el batallón de nuestros Hermanos beatos mártires.
El mayor patrimonio que puede presentar la Familia Hospitalaria no son
las obras materiales – los hospitales y los centros sociosanitarios – que
son muchos; el mayor patrimonio es la santidad reconocida por la Iglesia
de un buen número de nuestros Hermanos; es la santidad no solo
reconocida por la Iglesia sino alcanzada y vivida por un número aún más
grande que no sabríamos contar de religiosos y profesionales laicos en el
arco histórico de 500 años de hospitalidad. Estos son los famosos.
Viene a nuestra memoria en estos momentos los nombres de nuestros
Hermanos Miguel Pajares, Manuel García Viejo, Patrick y George, Hna
Chantal y 13 procesionales laicos de nuestros hospitales de Liberia y
Sierra Leona que afrontaron la situación del Ebola con actitud
evangélica hasta el final de sus vidas. Ellos y muchos otros supieron
traducir la página evangélica proclamada hoy u otras páginas como el
Buen samaritano (Lc 10) o el juicio de las naciones (Mt 25).
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Durante 500 años la Familia hospitalaria ha vivido páginas llenas de
caridad, de amor al prójimo, traducidas con sencillez – como lo es el
Evangelio: dando de comer, de beber, visitar, estar al lado de quien
sufre, de quien tiene necesidad. Curar, cuidar, 500 años sembrando el
bien, sembrando Hospitalidad; “tejiendo complicidades”, como reza el
cartel de invitación. Labor inmensa, nuestra y vuestra, posible por la
implicación de un ejército de hospitalarios: Hermanos, trabajadores,
voluntarios, bienhechores y amigos.
Nosotros formamos parte de esta cadena ininterrumpida de hospitalidad
en crecimiento técnico, humano y espiritual. Lo que nosotros somos hoy
se lo debemos también a ellos, y con ellos escribimos este hermoso libro
de la hospitalidad. Un libro vivo, donde encontramos ciencia y caridad.
3. Eucaristía de acción de gracias. Hoy nos hemos reunido para celebrar
una Eucaristía de acción de gracias, trayendo a nuestra celebración “los
gozos y esperanzas, las tristezas y angustias… sobre todo de los
pobres y de los que sufren… Todo ello nos pertenece. Nada hay
verdaderamente humano que no encuentre eco en nuestros
corazones, en el trabajo diario de la hospitalidad” (Cfr. GS 1).
En esta Eucaristía presentamos al Señor nuestro agradecimiento por las
personas de bien que por diversos títulos se ha subido a la barca de la
hospitalidad en estos 500 años. Contamos con una cronología laudatoria,
un pasado que nos sirve de trampolín. Nuestra mente va hoy a las 55
naciones donde está presente la Orden; va al millar de religiosos, a los
55 mil profesionales, a los 10 mil voluntarios, bienhechores y amigos.
Todos , a una voz, gritamos, cantamos, oramos: Gracias, Señor,
Eterna es tu misericordia..
Esta Eucaristía no sería real, auténtica, si no encendiera en nosotros un
verdadero compromiso. Al final, diremos: “podéis ir en paz”. Volved a
la misión, a la hospitalidad, al día a día, llenos de alegría, de paz interior,
llenos de misericordia, de buenos propósitos: de servicio atento, eficaz,
humano, integral, de ciencia y caridad, llenos de amor.
“Podéis ir en paz”, diremos. A hacer, ¿qué?. A hacer lo que hizo el
Buen samaritano: practicó la misericordia. Una invitación a no
quedarnos pasivos ante los hermanos que sufren; una invitación a
acompañar; una invitación a hacer lo que Jesús hacía; sentir lo que él
sentía; amar lo que él amaba. Juan de Dios fue un imitador ejemplar de
este Jesús en la asistencia a los enfermos.
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Esta Eucaristía nos invita e interpela, nos compromete a dar lo mejor de
nuestras vidas: el corazón. Un corazón que ama, un corazón que ve, un
corazón que se compadece.
De nuevo viene a mi mente la escena del Buen samaritano que no se
contenta con ver. Se compadeció, se le conmueven las entrañas, todo su
corazón, que no tiene miedo de amar. Un amor que no se limita a saber y
actuar, sino que es presencia, mirada, escucha, tono de la voz, manera de
curar y de cuidar. “Haz tú lo mismo”. Como lo hizo Jesús de Nazaret y
Juan de Dios. Con vuestra profesión de sanitarios – al nivel que sea- con
vuestro trabajo en el hospital o en el centro socio-sanitario tendréis
ocasiones infinitas de hacer el bien a mucha gente en un momento difícil
como es la enfermedad. Por tanto, ilusionaos con vuestra profesión.
Vivid intensamente la vida que tenéis delante. Vivid para dar vida.
4. Año Jubilar de la Misericordia. El Papa Francisco acaba de inaugurar
el Año Jubilar de la MISERICORDIA. Nuestras Iglesias diocesanas lo
mismo. Nuestros hospitales y centros de salud están llamados también
en este Año de la Misericordia a ofrecer signos de la presencia y
cercanía de Dios, signos de ternura, de alegría; signos de curación, de
sanación; que en este año se note en nuestros centros el calor del amor,
de la atención; descubramos que las personas que vienen a nosotros no
sólo necesitan curar heridas corporales, sino que esperan encontrarse con
personas acogedoras, grandes de corazón, ricas de amor, de servicio,
generosas, misericordiosas. Esforcémonos por crear este ambiente en
nuestros centros, acentuarlo, ofrecerlo. Esto es también hospitalidad.
Extendamos la mano, abramos puertas, invitemos a entrar, a participar
del amor y misericordia que se reparte abundantemente en estos lugares
de salud. Sin forzar, pero abramos, invitemos a entrar, a celebrar.
¡Ánimo!. Puertas abiertas, para entrar y salir. La puerta de la
Misericordia no tiene llave, está siempre abierta.
5. Navidad, Dios con nosotros. No quisiera que nos marcháramos de esta
Eucaristía sin deciros una palabra sobre la próxima fiesta de Navidad;
sea ésta: FELIZ NAVIDAD 2015.
Navidad es Dios como Salvador, un don que necesitamos acoger, vivir
y darlo a conocer. Esta es la auténtica Navidad. Hoy es difícil vivirla
porque ha sido robada por la sociedad de consumo, navidad de los
deseos (veo, compro, consumo). No nos dejemos robar la Navidad.
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Por ello, os invito a poner al centro en esta Navidad al festejado, a
Dios, al Emanuel, al Salvador; ese es el gran regalo, al centro, y los otros
regalos alrededor; probad y veréis cómo sois más felices, la felicidad que
hemos proclamado en el Evangelio; es difícil, pero no imposible; y, una
vez alcanzada, es más duradera.
La sociedad de consumo nos ofrece felicidad, pero es frágil, se rompe
fácilmente, no llena nuestros corazones.
Os invito a vaciar el corazón de tanto deseo de regalos y dejar sitio al
verdadero, auténtico regalo: Dios con nosotros-Jesús, el Salvador que
nos trae paz, amor, salvación. ¿Queremos mayor felicidad?.
BUENAS FIESTAS A TODOS
Feliz navidad
Bon Nadal a tothom
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