Download de la sociedad oftalmológica hispano-americana

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ARCHIVOS
DE LA SOCIEDAD OFTALMOLÓGICA
HISPANO-AMERICANA
1914 – Julio
Tuberculoma de la coroides
G. Leoz Ortín349
Sobre una oftalmía de los peces de los acuarios
Antonio Menacho358
Sobre la neuritis óptica oxicefálica
B. Carreras364
Un caso de glioma de la retina
Agustín Camisón370
ARCHIVOS DE OFTALMOLOGIA
H ISP A N O -A M E R IC A N O S
I. — T RA B A JO S O R IG IN A LES
TUBERCULOMA
DE
LA
COROIDES
por el D r . G . L e o z O
r t ín
L a tuberculosis oc u lar, que no hace m uchos años co nstituía casi
una rareza p a to ló g ic a , es hoy casi corriente en las consultas y c lín i­
cas de la espe cialidad o fta lm o ló g ic a , y ya no nos sorprende cualquier
caso de esta especie por m uy raro que nos parezca.
E sta aparente fre cu e n c ia actual de la tuberculosis de los ojos
y la
110
menos aparente escasez de hace poco m ás de m edio siglo,
no han sido en ningún m om ento de pendientes de una realidad n um é­
rica, sino consecuencia de errores de in te rp re tació n, consiguientes
a prejuicios adquiridos y de dificultad es de d iag nóstico.
L a abundancia de brionas oculares
sifilíticas
in flam atorias o
gomosas hacía creerlas m ás abundantes aun, por cuya razón, com o
sifilític as se diagnosticaban m uchas iritis y coroiditis, hoy p e rfe c ta ­
m ente de finidas com o tuberculosas, en cuyo grupo tienen tam bién
cabida todas las escrofulosas y la m ayor parte de las que, por no
saber a qué grupo endosar, se reunían
bajo el títu lo dem asiado
am biguo y muy sig nificativo al m ismo tie m po, de tórpidas o in si­
diosas.
N o debe llam arnos la ate nción esta confusión de procesos tan
distintos, ni tiene nada de p articu lar que confundieran un gom a y un
tu b é rc u lo de la coroides. A u n hoy m ism o no somos capaces muchas
veces de diferenciar clínicam e nte estas enferm edades, y tenem os
que recurrir a investigaciones
aclaren
(y
y
reacciones de lab orato rio que nos
no sie m p re ) lo que antes sólo estaba confiado a la sagaz
experiencia de los clínicos. L a idea general que se tenía del tu ­
b é rcu lo gigantesco e invasor que se extendía por iris
y que
y
coroides
obstruía la córnea después de llenar la cám ara anterior, o que
hacía excursión por la esclerótica tras de un proceso de re b land e c i­
m iento, era
que se tratab a
de una neoplasia
corriente
epitelial
o conjuntiva.
A s í, después del descubrim iento del bacilo de K o c k , en 1882,
el núm ero de las tuberculosis oculares, que, diagnosticadas por la his­
tolo gía del tu b é rcu lo , sólo se creían de un 2 por 20,000 ó 30,000, han
pasado a ser, según opiniones muy respetables, más frecuentes que
la mism a sífilis ocular. E n este co ncepto no te n d ría la m enor nove­
dad el caso a que voy a referirm e, pero, aparte de ser muy d iscu ti­
bles esas opiniones, si hacem os co m paración con los casos ordinarios
y con su evolución co rrien te, yo encuentro que es digno de m ención
por distintos conceptos y que nunca está de m ás rem over de vez en
cuando este punto de la pato logía ocular, m uy descuidado, a mi
entender, en nuestra lite ra tu ra especialista.
P oniendo las cosas en su punto y sin descarrilar en el vértigo de
la exageración m éd ica , direm os: que si no en tan ta proporción com o
en las enferm edades
comunes,
tam po co constituye una excepción la
tuberculosis de la córnea y de la conjuntiva. S in querer suprim ir, ni
pensarlo siquiera, las iritis
diab ética s, reum áticas, gotosas, e tc .,
co nstitucion ale s y de causa g astroin testin al, no hay más rem edio que
convenir en la fre cu e n c ia de las iritis tuberculosas agudas o cró­
nicas, francas o insidiosas, que m uchas veces no podem os ce rtificar
por la d ific u lta d de sum ar en la clie nte la pobre la clínica y el lab o ­
rato rio , pero sin asegurar que sean más numerosas que las sifilíticas.
P e ro la tuberculosis de la coroides, dígase lo que se diga, aun
siendo m enos escasa que la que llam am os co roid itis tuberculosa (p o r
diferen ciarla su c a rácte r de agudeza in fla m a to ria ), es m ucho menos
fre cu e nte ; y lo cierto es que a diario hacem os diagnósticos y más
diagnósticos de co roiditis diversas, sin que en sem anas ni en meses
apuntem os un solo caso b a cilar. Y aunque hubiera equivocación alguna
vez, sin em bargo, es bastante c a racte rístic a esta en tidad m orbosa
para creer que no puede pasar de sape rcib ida tantas veces, que haga
m odificar nuestro criterio .
T oda lesión tuberculosa (no tr a u m á tic a ) del ojo supone siempre
(esta es la opinión corriente y m ás ra c io n a l) otra tuberculosis a n te ­
rior, un foco a distancia, conocido o desconocido, origen de aquélla.
La invasión tuberculosa violenta, ba cilar y tóx ica, origina la
coroiditis
o irido coro iditis
in fla m ato ria,
precedida y acom pañada
de fenóm enos generales, escalofríos, fiebre, cefalalgia, q u e b ra n ta ­
m iento general, anorexia, e tc ., y con todos los síntom as locales de
una lesión análoga re um átic a o sifilític a, con las que pudiera co nfun ­
dirse por su agudeza. S i, por el co ntrario, la invasión es discreta, si
110
hubo m ás que alguna m etástasis, todo puede quedar en silencio
y el tu b é rculo se de sarrollará sin apenas hacerse ostensible, rev e­
lándose al oftalm o scopio com o los botones de una coroiditis disem i­
nada. T an to
en uno com o en otro caso todo puede volver a la
n orm alidad, y aunque la oftalm ía tuberculosa supone casi siem pre
una tuberculosis m ortal, sin em bargo, la curación no es im posible,
y en este caso, por lo que al ojo se refiere, lo más frecuente es que
queden algunos tubérculos disem inados o conglom erados, cuya po s­
terior evolución de cid irá el pronóstico.
Pues bien, después de estas generales consideraciones, re d u ­
ciéndonos ún ic am en te a la tuberculosis de la coroides, que es lo que
ahora nos interesa, direm os: que o a expensas del tu bércu lo que quedó
pasada la explosión de la co roid itis aguda, o lo que es más com ún,
a expensas del tu b é rcu lo que se fraguó por m etástasis silenciosa, es
el tubérculo primitivo, e!granuloma tubercu­
tuberculoma de la coroides, verdadero tum or im posible
com o se desarrolla
loso
o
m uchas veces de dife re n ciar clínicam ente.
E ste tu bércu lo gigante no siem pre es solo, sino que puede ir
ac o m pañ ado de otros m ás pequeños que o se fusionan con él o e v o ­
lucionan con vida más precaria, pudiendo tam bién desaparecer.
U nos y otros suelen crecer muy lentam ente, en su evolución
em plean sem anas y m ás co rrien tem e nte meses y aun años, pero
puede suceder que el
tuberculoma
sufra agudizaciones parciales por
otras enferm edades intercurrentes que activen su crecim iento , y au n ­
que realice progresos enorm es si la ag ravación reconoce por causa
una nueva invasión tuberculosa doblem ente eficaz en un terreno ya
enferm o,
Estas ag udizacio ne s pueden repetirse varias veces, y salvo una
regresión posible (au n q u e r a r a ), por ser susceptible de todas las
degeneraciones, sin discutir ahora si el crecim iento puede ser más
intensivo de delante a atrás, o, según la corriente nu tritiv a, de atrás
a de lante , com o es lo m ás frecue nte , el desarrollo progresivo
y
des­
tru cto r lo invade todo, destruye iris y córnea, o perfora la e scle rótica,
propagándose a conjuntiva m úsculos y tejido celular, convirtiendo en
un tube rculom a ún ico tod o el contenido orbitario, fenóm enos todos
que suelen ir acom pañados de varios ataques glaucom atosos.
E sta tuberculosis m aligna,
el granuloma,
es propia de la in fan ­
c ia, com o yo creo que de esa edad son propios tam bién la m ayoría
de los casos de tuberculosis ocular. Es más rara y menos grave en
la pubertad y más rara en los viejos
Y o he tratad o una enferm a
de sesenta y siete años, de tuberculosis del iris y de la córnea, que
curó. A c tu a lm e n te tengo en tra tam ie n to otra enferm a de cincuenta
y dos años con una tuberculosis córneoconjuntival muy extensa por
lo que a la córnea se refie re; pero los dos únicos casos que co nozco
de
tuberculoma
han recaído en una niña de nueve años y en un
niño de cinco.
E n aquélla, el tu b é rcu lo rad icaba en el ojo izquierdo y en la
parte superoexterna del iris en su porción ciliar o p e riférica. A l
p rin cip io , cuando vi a la e n fe rm ita , tendría el tum or un m ilím etro
cúbico de volum en. D e b e ría tener su origen en el ligam ento pectíneo
o en el m úsculo ciliar, pues hacía convergencia por el mismo ángulo
irido corn eal com o si hubiera atravesado el co nd ucto de S c h le m m ,
y la o ftalm o scopia nada nos revelaba que pudiera hacernos pensar
en una p ro lo ng ación de un tu b é rc u lo de los procesos ciliares. E n
pocos días cre ció hasta hacerse com o un cañam ón , y com o la en ­
ferm a estaba sum am ente depauperada y con aspecto de enrojecí1 jU arckw ort cita un caso de tu b e rc u lo sis m a lig n a de c oroide s que in v a d ió los tejidos
o rb ita rio s en un hom bre de sesenta
y dos años.
m iento prem aturo , creyendo que se tra ta ría de un gom a (pues por
entonces, hace seis o siete años, no había reacción de W a sse rm a n n ),
la dispuse tratam ie n to m ercurial. E n lugar de m ejorar, el tum orcito
fu é creciendo, siem pre hacia adelante, pues sin haber llegado al
borde pupilar, invadió una buena porción de la córnea, que destruyó
y perforó en pocos días, haciendo hernia el tum or.
E n estas co ndiciones, pudim os extirpar lo suficiente para que el
m icroscopio nos diera el diag nóstico de tuberculosis. A d e m ás del
tra tam ie n to general an titu be rcu lo so , se hicieron unas galvanopunturas, pero, con tod o , el tu b é rcu lo se hacía cada vez m ayor, y ya era
del tam año de un guisante cuando la enferm a desapareció de la co n ­
sulta a los dos meses de tratam ie n to . La m itad del iris estaba sin
invadir y tenía aspe cto san o; la pupila, libre por com pleto, dejaba
ver el fondo del ojo sano t a m b ié n ; la cám ara anterior, que se vaciaba
y rehacía con m ucha frecu e nc ia, estaba casi diáfana (ta l vez por la
misma in estab ilid ad del hum or acu oso) y la córnea presentaba so la­
m ente ligerísim a in filtra c ió n en las partes no atacadas. A pesar de
este cre cim iento relativ am en te ráp id o , no observé la m enor v a ria ­
ción en el estado general de la enferm a ni síntom as de tuberculosis
pulm onar, y, salvo una pequeña ag u d iza ció n que duró apenas dos
días, durante los cuales tuvo fie bre, todo evolucionaba con una p a r ­
sim onia insidiosa y fría, sin que hubiera ni un solo ataque glaucomatoso ni dolores de m ediana intensidad.
E ste otro caso es más im po rtante.
H ace catorce meses, me trajero n a la consulta un niño de cuatro
años, enferm o de los que nada m ás verlos se diag no stica de tum or
ocular. E l ojo derecho estaba tan aum entado de volum en, que
hacía casi im posible la oclusión palpe bral, pues el párpad o superior,
rechazad o y distendid o, apenas podía verificar ningún m ovim iento.
El polo anterior del ojo estaba rechazado hacia abajo y ad en tro, y
con toda c larid ad se veía que no había exoftalm o verdadero, nada
re tro o cu lar que propulsara el bulbo fuera de la ó rb ita , sino algo
intrínseco que, por haber dilatad o el ojo, hacía m ayor el contenido
que el co ntine nte orbitario.
La visión era nula y los m ovim ientos del ojo ru dim enta rios; la
tu m o rac ión , que desde luego se notaba que era in terior y bastante
regular en su form a, ten ía su m ayor ab u ltam ien to en la parte e c u a to ­
rial superoexterna y había desgastado en grado sum o la e scle rótica,
pero sin llegar a pe rfo rarla, apoyándose en el reborde orb itario y
desplazando el ojo en el sentido indicado. El polo anterior parecía
que no p a rticip a b a de la influencia de tal tu m oración , la córnea lige­
ram ente in filtrad a , pero sin ulcerarse (g rac ias al cuidado que el
padre ponía en pro te ge rla deslizando el párp ad o y sujetán dolo con
un v e n d a je ), estaba tran sparen te; la cám ara anterior algo aplastada
pero pe rfe ctam en te diáfana; el iris sin fenóm enos inflam atorios ni de­
generativos; la pupila algo m id riásica y el cristalino sin op acificación
aparente. S in em b argo , el enferm ito había tenido dos o tres a ta ­
ques de glaucom a agudo y la tensión in traocular estaba aum entada.
En estas condiciones, nos era relativ am en te fácil la inspección
in trao c u lar y, efe ctivam e nte , con el oftalm oscopio apreciam os que el
tum or tendría el volum en de una nuez regular, que su situación inte­
rior correspondía ex actam ente al ab om bam iento esclerotical y que
debería estar enquistado o encapsulado , dada la uniform idad de su
superficie. T odo esto más bien se adivinaba que se veía a través de
la retina grisácea y engrosada, desprendido casi en su tota lid ad y
adosada a la superficie del tum or que ocupaba todo el interior del
ojo, dejando ún icam en te una pequeña p arte inferointerna y anterior,
donde se veía el cuerpo vitreo sum am ente reducido y aun lo sufi­
cientem ente tran sparen te para perm itirnos ver una parte rosada que
de jaba adivinar la coroides. P a re c ía m entira que un ojo con sem e­
jan te tum or conservase tan sano su segm ento anterior.
N a d ie sabía cu án do pudo em pezar el m al. E l niño, fuerte y bien
de sarrollad o, no había tenido m ás enferm edades que el saram pión du ­
rante la lacta n cia. N a d a sabem os tam po co de cuándo ni cóm o perdería
la visión, sólo nos co ntó el padre que em pezó a notarle que el ojo le
crecía hacía más de un año, fecha desde la cual el cre cim iento era
m uy lento pero co ntinuo , sin que se hubiera quejado de nada hasta
hacía dos meses, que pad eció durante v einticuatro horas de dolores
m uy rabiosos que le hacían llorar desesperadam ente y que de re­
pente le de sapare cieron. E l notó que el ojo se le ponía m uy ensan­
grentado y que no podía resistir la luz. D esde entonces le re p itió
dos veces el ataque doloroso pero menos fuerte que el prim ero, si
bien desde la vez últim a (h a c ia diez d ía s) los dolores 110 le habían
de sapare cido por co m pleto y co ntinuam ente tenía ataques más pe­
queños que le interrum pían el sueño y que fueron los que hicieron
com prender al padre la necesidad de que lo viera un espe cialista,
por cuya razón vino a M a d rid , siguiendo el consejo que su m éd ico le
diera desde el prim er m om ento.
¿ D e qué n aturaleza sería el tu m o r? El aspecto sano del niño
y la falta absoluta de antecedentes sifilíticos, excluía la pro bab ilid ad
de un gom a. A mi ver, lo más ac ertad o era pensar o en un quiste
h id atídico o en una neoplasia m aligna, casi con seguridad sarcomatosa, y aunque el examen o ftalm o sc óp ico ninguna seguridad nos diera
de la vida in traquística de una tenia equinococo (c o m o en el caso
tan notable d e scrito por F . B a lb u e n a ), sin em bargo, el aspecto b la n ­
quecino del tum or y hasta el tiem po de su evolución, lo mismo hacían
pensar en un sarcom a que en un cisticerco.
M e tom é un tiem po prudencial para observar m ejor el caso y
poder m edir su intensidad evolutiva, y siete días después, com o el
tum or perforase la e scle rótica, con todo e¡ aspecto de un sarcom a,
procedí a la enucleación.
Ñ o hubo necesidad de exenterar, a pesar de las dificu ltad es in he­
rentes a la reple ción o rb ita ria ; sólo pusim os gran cuidado en extirpar
la conjuntiva bu lb ar hasta los fondos de saco, pues m úsculos y tejido
celular estaban sanos.
El e n fe rm ito q u e d ó
curado en ocho o diez
días, sin ningún c o n tra ­
tiem po.
Abierto
el
ojo,
pude co nfirm ar lo que
con el
examen oftal-
m oscópico presum í; el
tum or tenía el tam año
ya
in d ic a d o ,
casi
la
llenaba
to ta lid ad
del
globo ocular y había
desprendido
casi
del
todo la retina. É sta, que
estaba engrosada y f i­
brosa, recubría el tu ­
mor, dán d o le e l aspecto
engañoso de algo quístico o encapsulado por
su co lo rac ión gris am a­
rillen ta, pues en re a li­
dad la tu m oración era
F ig . 1. — T u b e rc u lo sis p rim itiv a de la coroide s
C o rte de un tu b é rc u lo , en el que se ven con toda clarid ad
una p o rc ió n de c é lu la s g ig a n te s
ep ite lia le s.
y
de color pardo obscuro
y
de superficie no tan lisa
y
uniform e coino parecía. D e b ía haber
tenido su origen en la ora serrata, pues a ella correspondía el núcleo
del tu m o r,
y
ni la retina estaba invadida, y ni en el resto de la c o ­
roides, ni en la esc le rótic a,
y
lo que es m ás raro, ni en procesos
ciliares en co ntré tu m orcitos fijos, ni siquiera in filtración o englobam iento de las partes inm ediatas por el cre cim iento neoplásico. D e
donde se deduce que el neoplasm a cre ció de una m anera co nc éntrica,
com o por irrad ia ció n de un solo foco prim itivo.
A b ie rto el tum or, encontré dos focos de degeneración caseosa,
u no.de ellos com o un ga rbanzo p e qu eño ; por lo dem ás, su aspecto
nada ten ía de ca racte rístic o en ningún sentido.
H echo el examen histo lógico, en cortes teñidos por hem atoxilina
y eosina, se resolvió el problem a sin ninguna dud a:
se trataba de
una tuberculosis ocular;
d e una
m anera tan
y
patente
y clara se m anifestaba la es­
tru ctu ra del tu bércu lo, que en
rea lida d, conocida la h isto lo ­
gía de estas lesiones, no hacía
la m enor falta la presencia de
bacilos que viniesen a c o n fir­
m arla.
En la figura 1, microfotografía
obtenida
de un
buen
cam po en uno de los cortes,
se ven abundantes células g i­
gantes y epitelioides, y su as­
pecto total no puede ser más
característico de un g ra n u lo ­
F ig . 2. — T u b e rc u lo m a de la coroide s
;V, n ú c le o s ;
B , b a c ilo de Koch
ma infectivo.
P ero en co rtes teñido s con
fucsina fen ica da, para llenar
más detalles de la anato m ía m icro scóp ica de este tu b é rculo anular,
ya encontré bacilos por doquier, y como curiosas y aun notables o b tu ­
vimos otras dos m icro fotog rafías a 1,200 aum entos, las figuras 2 y 5,
de dos células gigantes polinucleares, en cada una de las cuales se
ve con toda clarid ad y de talle la corona de núcleo s; mas en una de
ellas, en la figura 2, un bacilo de K och dentro de dicha corona, y en
y en la figura 3, otros dos bacilo s fuera de la m ism a.
Y a que mi a fic ió n al la b o rato rio me facilitab a la investigación
por mí m ism o de lo tnacro y m icro scóp ico de este caso, una vez
recogidos todos estos detalles, que con tan poca frecuencia suelen
reunirse, me p a re ció oportuno y conveniente pu b licarlos, pues nunca
encontrarem os m ayores datos confirm ato rio s de la existencia y n atu­
raleza ba cilar
del tuberculoma gigante, el granuloma primitivo de
la coroides.
Y aun por otros conceptos lo creo tam bién digno de m ención,
pues en presencia de este enferm ito, sin antecedentes tuberculosos
en ninguno de sus parientes
próxim os ni lejanos, con as­
pecto sano y flo re c ie n te , sin
nada pulm onar, ni una a d e n i­
tis rec onocible; en una p a la ­
bra, sin el m enor indicio de
tara fím ica, en presencia, com o
digo, de este caso, es m uy te n ­
tad o ra, si no muy dem ostrable,
la idea de la po sibilidad de una
tuberculosis ocular prim itiva,
y tan to más cuanto que ha p a ­
sado
más de un año que le
operé y el niño está lleno de
alegría y de vida.
T am bién
llam a
la
ate n ­
ción la regularidad en el c re ­
cim iento
del tu b é r c u lo ,
que
debió ser ú n ic o 'd e sd e el p rin ­
cipio , el n otab le foco caseoso, raro en el tube rculom a ocular, la
falta de pro pagación o in filtración de las partes vecinas,
y sobre
todo
la in teg rida d del segm ento anterior del ojo , del tractu s uveal tan
tu b e r c u liz a r e
y d e lica do,
sin más accid entes que los dolores glauco-
m atosos por presión sobre los nervios ciliares,
el hum or acuoso, iris, cristalino
y
y en
el cual la córnea,
procesos ciliares, parecían p e rte ­
necer a un ojo sano.
N ing ún caso más puro de tub é rcu lo gigante de la coroides
y exclusivamente;
única
y si adm itim os, com o es más lóg ico , otro foco
tu berculoso anterior y a distancia, origen de este granulom a, nada m ás
racional que pensar en la siem bra o tran sp lan ta ció n por m etástasis.
N o tengo por que ju stific a r mi intervención radical al proceder
a la en ucleación. Aun-convencido de la casi im posibilidad d é l a p ro ­
pag ación tube rcu losa a través de la papila y del nervio óp tico hasta
el in terior del cráneo , a pesar de las opiniones de W ag e n m a n n , M a n ­
fred i, J u n , W e ism a n n , e tc ., etc ., y menos aún de la pro pagación de
un ojo a otro por vía q u ia sm ática, aunque G u ttm a n n , B raily , Costenk o lz e H irschberg citen casos de tal n aturaleza, sin ponerm e a discu­
tir o razo nar si la enucleación de un ojo puede salvar al otro de la
tuberculosis (d e sc o n tad a la po sibilida d de la irritación sim pática (o
si, com o dice V enn em ann , sería m ejor no prac tica rla m ientras el ojo
ata cad o no estuviera a tròfico y doloroso, para que así los nuevos
ataques respetasen m ejor al ojo sano, sirviéndole el ya tube rculizad o
com o de
pararrayos.
Sin pararm e ahora a pensar si es posible o no
la ge ne ralización de la tuberculosis in traescle rotical,
110
cabe a nadie
la m enor duda de que una tuberculosis orb itaria, donde el tejido c e ­
lular es tan ab u nd an te , puede generalizarse con gran fa c ilid a d a
expensas de las corrientes venosa y lin fática. A un descontando la
razón de los dolores glaucom atosos tan persistentes, desde el m o­
m ento, pues, en que el tuberculom a rom pió la e scle rótica en cuanto
la tuberculosis fué ab ie rta , sólo por este m otivo estaba ju s tific a d a la
e n u cle a ció n, que, por otra parte, no pudo ser m ás oportuna.
¿Madrid, 10 de A b ril de 1914.
S O B R E U N A O F T A L M ÍA D E L O S P E C E S D E L O S A C U A R IO S 1
por D . A n t o n io M e n a c h o
E sta b a el verano pasado en el lab o rato rio de las B ale ares estu­
dian do el globo ocular de los peces, cuando el d ire cto r del e sta b le c i­
m iento y querido m aestro m ío el D r. O . de B uen, m e llam ó la ate nción
acerca de una enferm edad ocu lar que pad ecían los peces estabulados
en los acuarios.
1
P u b lic a d o en el
Boletín ele la Sociedad Española de Historia Natural.
E sta enferm edad, que in utiliza
m uchos ejem plares, no se ha
observado nunca en los peces que viven libres, lo que obliga a creer
que es en su nuevo
habitat
donde adquieren la enferm edad, cuya
descripción som era pienso hacer en esta nota.
L a enferm edad en cuestión, consiste en un en turbam iento de la
córnea transparente, de pósito puriém ulo y fibrinoso en la cám ara
anterior, fu erte in ye cción vascular de la conjuntiva bulbar y ex tra­
ordinario aum ento del volum en del ojo, a expensas de la cám ara a n te ­
rior (e sta filo m a a n te rio r). El período de ascenso es muy ráp id o ; en
los casos más graves sobreviene la m uerte al segundo o tercer día;
otras veces, la enferm edad se hace co m patib le con la vida; en este
caso es m uy frecu e nte la pe rforación del ojo por adelgazam ie nto y
necrosis de la córnea. La cu ración co m pleta sólo se obtiene en casos
muy benignos.
El
in telig en te conservador del lab orato rio, D r. A . G a lá n , ha
observado, que pinchando el ojo de los peces enferm os se nota una
considerable regresión de los sínto m as, y se salva frecuentem ente la
vida del a n im a l; el hecho es c ie r to ; el v aciam iento del ojo y su
lim pieza m écanica hace que dism inuya considerablem ente el núm ero
de g érm ene s; precisam e nte en O fta lm o lo g ía hum ana se usa com o
recurso te ra p éu tic o en las pan o ftalm ías, la incisión crucial del ojo,
con o b jeto de de sem ba razarlo del pus contenido.
H asta ahora el personal del lab o rato rio ha visto casos de o fta l­
Serranas scriba (v a c a s e rran a),
Sargas annularis (e s p a r r a y ), Scorpoena scrof'a, S. por cus (escorp o ras), Pagellus bogaraveo (c a m p e c h a n o ), Erocoetus rondeleti
(p e z v o la d o r ), Moena vulgaris (x u c la ). Y o sólo tuve ocasión de
m ía en las siguientes especies:
observarlo en ias tres prim eras especies.
Scorpoena
Bolívar, barco del
E l prim er caso observado fu é el de una
pocos días antes en la cam paña que el
capturada
la b o ra to ­
rio , había hecho por las costas de Ibiza. A las cuarenta y ocho horas
de estabu lación se in ic ió el proceso, cuya evolución fu é tan ráp id a,
que al tercer día de enferm edad sobrevino la m uerte, previa ruptura
del ojo y de sapa rició n de la córnea y del cristalino. E x traje una
pequeña ca ntid ad del m agm a ocular que restaba, con la que hize
frotes
en po rta ob je tos, que después de secos y fijados, fueron co lo­
reados con azul de m etileno, fucsin a y pro ced im ie nto de G ra m . En
el cam po del m icroscopio se observan gran ca n tid ad de unos diplococos de form a especial, diplob acilo s, estre ptob acilo s, cocos sueltos
y algún estreptoco co .
L a figura 1.a es co pia de uno de los cam pos del m icroscopio,
dib u jad o con la cám ara clara de A b b é .
E ste examen m icro scóp ico y la observación clínica pusieron de
m anifiesto que la enferm edad que estudiábam os era de origen b a c te ­
riano. A h o ra b ie n ; los m icro bios patógenos, causa de la afección,
¿so n introd ucid os en el ojo gracias a la circu lación y a consecuencia
de una enferm edad general infecciosa (p a n o fta lm ía m e ta s tá tic a ), o
penetran en el ojo a favor de un traum atism o co rne ano ? A u n qu e el
cam b io de vida que para el anim al representa su ingreso en el ac u a­
rio (p re sió n casi nula co nstante, tem peratura diversa de la del m ar,
régim en a lim e n ticio , e t c .) , predispone a creer en una enferm edad
general que haya repe rcutid o en el ojo, el estudio ate nto del curso
d é l a dolencia, y lo que es más decisivo todavía el examen h is to ló ­
gico de la córnea en las prim eras horas de
la enferm edad (qu e
dem uestra la lesión c o rn e a l) y lo que direm os después acerca de la
producción experim ental de la o ftalm ía, nos acabó de de cidir por
considerar a é sta , com o una p an o ftalm ía — es de cir, com o una in fla ­
m ación séptica total del globo ocular — pro ducida por un tra u m a ­
tism o c o rn e a n o , co nse cutivo ya
sea al roce con las paredes del
ac u ario , ya a la agresión de otro
pez >. A b ie rta la puerta de e n tra­
da, los m icrobios del agua del m ar
o los que existen en los d e p ósi­
tos o en las paredes del acuario,
encuentran en el ojo excelente te ­
rreno de d e sa rro llo , y com o
.4
F¡g. 2.a
B
.-I, Fotografía de un o jo norm al de S arg u s;
8, fotografía de un ojo de S a rg u s con o f­
talm ía.
el
pez, por el cam bio de m edio se halla en desventajosas condiciones
de lucha
2 es fác ilm e n te dom inado por la in fección , que si queda lo c a ­
lizad a en el ojo, produce prim ero una queratitis hipopiónica ( in fla ­
m ación de la córnea con depósito pu rulento en la cám ara a n te rio r;
véase figura
2 .a ) , y u lte rio rm e n te una co roiditis supurativa, con
ectasia corneal; y e n caso co ntrario , esparciéndose por el organism o,
provoca
una septicem ia
generalizada
que acaba con la vida
del
anim al.
P a ra co m prob ar mis de ducciones, aislé en un acuario algunos
Serranits
y
Sargus,
y con una aguja tra u m a tic é las córneas de
los ojos derechos de todos ellos. A l día siguiente se iniciab a la infec­
ción en las córneas trau m atizad a s. C o m o convenía saber cuáles eran
las especies m icrobianas causantes de la enferm edad que d e sc rib i­
m os, recogí en capilares y con todas las reglas de la asepsia, el pus
contenido en dos de aquellos ojos infectados, y pro ced í a cultivar
1
S ab id a es la a v id e z con que los peces d e v oran los ojos de sus c ong én eres.
2
La enferm edad es m ás frec uen te en los peces recién capturad os que en lo s que lle v a n
tiem po de cau tiv ida d.
los productos recogidos en caldo y agar, preparados con agua de
m ar. A l cabo de doce horas, los cultivos habían prendido y presenta­
ban los siguientes caractere s: el caldo estaba en turbiado , el agar
estaba cu b ierto por un cultivo blanque cin o m uy extendido, y por
pequeños islotes am arillos.
C o nse guid os
estos resultados, pro ced í al
aislam iento
de las
especies ba cte riana s en placas de agar. Los m icrobios observados
fueron los siguientes: dip lo b acilo s en ab un ­
d ancia, diplococos menos abundantes y más
pequeños que los observados en los
frotes
'
algún estreptococo y cocos sueltos.
A
Ay corte
F ig .
3.“
L os peces infectados que dejé en su a c u a ­
B
e s q u e m ático de un
ojo n o r m a l; B , corte e s­
q u e m átic o de un ojo c o n o f­
talm ía.
rio .m ejoraron sensiblem ente, llegando a cu­
rar por co m pleto. E nto nces trau m aticé las
córneas izquierdas de dichos peces, poniendo
en la herida una gota del cultiv o bacteriano . La infección estalló con
tal gra v eda d, que dos de los tres individuos in fectados, sucum bieron
a los dos días, y al tercero le enucleé sus ojos poco después de in i­
ciada la in fe cc ión , con el o b jeto de hacer foto grafías del ojo sano
y del enferm o (v é ase figura
2 .a ).
G ra c ia s a la inclusión en celoidina, pude hacer cortes de uno de
los ojos enferm os. E n él no se hallab a rastro algún de córnea ni cris­
talin o, los exudados llenaban la cám ara posterior, y el iris replegado
y deform ado se hallaba en c o n ta cto con el m edio am biente.
La
figura 3 .a da una idea, com parando los dos esquem as, de las lesiones
descritas.
K oc h e sta b le c ió que para pronunciarse sobre la naturaleza p a tó ­
gena de las bacterias, es preciso satisfacer estas cuatro condiciones
e x p e rim e n ta le s :
« 1 .a
Q u e el germ en que se supone responsable de la enferm e­
dad se encuentre siem pre que dicha enferm edad se produzca, y que
no se halle en las otras enferm edades.
2 .a
Q u e pueda ser cu ltiv ad o.
1 L o c ual puede p ro b a r que los m edios n u tritiv o s e m p lea dos no eran los m ás a d e c ua ­
do s para el buen d e sa rro llo de la especie.
5 .a
Q u e in ocu lado a cortas dosis reproduzca la enferm edad
originaria.
4 .a
Q u e en los órganos correspondientes del estado m orboso,
pro vo cad o por la in fe cc ión , se halle el m ismo m ic ro b io ,»
D a d a la im po sib ilidad de obtener asepsia absoluta en los a c u a ­
rios, agua y tegum entos de pez, se hace im posible la in oculación de
una sola especie, ya que en el m edio existen los restantes
y
la herida
corneana ha de estar forzosam ente en co ntacto con el m ed io ; por
ello no puede asegurarse nada acerca de la especie productora de la
o fta lm ía ; pero sí puede afirm arse que el grupo m icrobiano hallado
cum ple con las cu atro condiciones establecidas por K och,
dada la constancia
y
y
que,
c a n tid ad en que se hallan, serán el d iplob acilo
o el diploco co , pro bablem ente los dos, los agentes de la oftalm ía
descrita.
S e ría conveniente — nosotros no lo hicim os por falta de tiem po —
hacer un estudio co m parativo del agua del mar lib re y de la co n te ­
nida en los acuarios, para ver si en éstos hay especies que no exis­
tan en el m ar, y proceder a la clasificac ión de las especies, cosa
im posible de realizar hoy día en el L ab o rato rio de las B aleares, ya
que el estudio co m pleto de las bacterias m arinas requiere un in stru ­
m ental que, a pesar del celo y buenos deseos del directo r del L a b o ­
rato rio, no puede obtenerse por ahora, dado lo exiguo del presu­
puesto
N o puedo
cita r b ilio g rafía,
porque
no se ha pub licad o nada
acerca el p a rtic u la r; sólo el D r. K rusius
mía infecciosa de la
Scorpoena ustulata,
1 habla de una aeroftal-
que no tiene nada que ver
con la oftalm ía que he estudiado.
1 « U b e r eine in feetiöse A e ro p h th alm ie bei F is c h e n » . D r. F. F . K ru sius
vergleichende Ophthalmologie.
E n ero, 1910).
(Archiv fü r
SOBRE
LA
N E U R IT IS
por el D
r
Ó P T IC A
. B. C
O X IC E F Á L IC A
arreras
La frecuencia con que a las deform idades craneales, ya raras de
sí, se añadían trastornos visuales caracterizado s en casi todos los
casos por una afe cció n del nervio óp tico de naturaleza n eurítica que
te rm in ab a, n atu ralm en te , por una atrofia más o menos com pleta de
dicho par craneal, hizo ac e p tar la existencia de una estrecha relación
entre am bos procesos, pues no podía adm itirse fuera la coexistencia
de las dos lesiones un hecho puram ente fo rtu ito , da da, sobre tod o, la
constancia de caracteres que ofrecía la evolución com binada del p ro ­
ceso craneal con el trastorno óptico. D e todas las deform idades cra­
neales, la que con m ayor frecuencia va unida a trastornos visuales es
la oxicefalia, acro ce fa lia o pirgocefalia, llam ada por los franceses
crane en pain de sucres y Turmschüdel por
los alem anes. A partir
de la prim era observación, pub licad a por M ichel en 1875, el núm ero de
ellas se ha m ultiplicado cada vez más y
hoy son pocos los oftalm ólogos que du­
ran te el ejercicio de su profesión no ha­
yan tenido ocasión de exam inar a alguno
de estos enferm os.
E l aspecto de los individuos afectos
de neuritis óptica oxicefáiica no puede
ser más característico. E sen cialm e nte la
deform idad craneal se caracteriza por un
alargam iento del cráneo en el sentido de
su altura con estrechez de la frente. En
los casos más típico s el cráneo parece
haber sufrido un aplastam iento, tan to en
sentido lateral com o en el ánteroposterior. L a frente huyente en su parte inferior se eleva después v e rti­
calm ente, de m odo que su perfil, en lugar de m ostrar la convexidad
de las abolladuras frontales, form a más bien un ángulo entrante., aun-
que muy abierto. L a región o ccip ital
está poco desarrollada.
Lo
propio ocurre con los arcos superciliares, lo que, unido a la poca
profundidad de la ó rb ita , explica la oxoftalm ía que en mayor o menor
grado suelen presentar esta clase de
enferm os. Las fotografías que acom paño
pertenecen a un caso típ ic o de la a fe c ­
ción que nos ocupa, aunque no de los
más exagerados, creo darán a mis co­
legas una idea m ucho más exacta de la
deform idad craneal, que toda d e s c rip ­
ción anatóm ica.
T ráta se de un m uchacho de trece
años de edad, natural de L lago stera.
Sus padres gozan de buena salud. La
m adre tuvo cuatro hijos, siendo el p r i­
mero de ellos nuestro paciente. E l se­
gundo fué una niña, co m pletam en te nor­
mal. E l tercero, varón, m urió a los seis
meses, no recuerda la m adre de qué
enferm edad. F in alm e n te , el cu arto , tam bién varón, cuenta hoy tres
años de edad y no ha presentado m anifestación p ato lógica notable
que pueda interesarnos. L a rusticid ad de la m adre no perm itía hacer
/¡¡¡granas en el in terro gato rio, del cual ningún dato (p o s itiv o ) pude
sacar que fuera digno de tenerse en cuenta. Los conm em orativos
personales del pacie nte no ofrecen tam poco nada que m erezca co n ­
signarse. L a de form id ad craneal se inició y evolucionó en los p rim e ­
ros años y cuando los padres se ape rcib ie ron de la de ficiencia visual
de su hijo, la agudeza de éste había ya sufrido una m erm a co nside­
rable.
U n especialista fué co nsultad o, el cual hizo un pro nóstico muy
som brío de la afe cción y ordenó al enferm o un tratam ien to recon s­
tituye nte . P o ste rio rm e nte , la dism inución de la agudeza visual se
detuvo y ha perm anecido estacionario hasta la fecha.
N u e stro enferm o presenta, adem ás de la deform idad craneal
ca ra c te rístic a , un ligero grado de ex oftalm ía, los globos oculares en
estrabism o divergente y anim ados de un nistagm us o scilatorio, atribu íb le , com o el estrabism o divergente, a la exigua agudeza visual.
Los m edios oculares son p e rfe ctam en te transparentes. Las pupilas
reaccionan a la in citación lum inosa d ire cta , si bien algo p e re zo sa ­
m ente, siendo la derecha la que con más len titud se contrae y q u e ­
dando un poco más d ilatad a que la del lado opuesto en su fase de
co ntracción m áxim a. L a rea cción consensual está tam bién co nse r­
vada, ocurriendo por lo que a la c o n trac ció n pupilar se refiere un
fenóm eno inverso al descrito en la reacción directa. N o pude for-
m arine idea exacta de la refrac ció n del globo por las dificu ltad es
que ofrecía el examen ob jetiv o por la esquiascopia en un sujeto
afecto de nistagm us. D e sgraciad am en te, tam po co podía obtener datos
m ediante el examen subjetivo, ya que el m étodo de D o nd ers no tiene
a p licación a los casos en los que sólo existe visión cua ntita tiv a.
El fondo del ojo ofrecía el aspecto de atrofia sim ple de la papila
del nervio óp tic o . E sta presentaba un color blanco nacarado, muy
brilla nte , que co ntrastaba singularm ente con la fuerte pigm entación
que ofrecían las dem ás regiones del fondo del ojo. Los d e sp laza­
m ientos p ara lác tico s perm itían apre ciar la existencia de una exca­
vación pap ilar bastante acen tu ada, tal com o suele presentarse en las
atro fias sim ples, sin que los vasos form aran esas acordaduras tan
pronunciadas en los casos en que la atro fia ó p tica se lia producido
secund ariam e nte a un proceso de hipertonía. Las arterias y venas
retinianas ofrecían un aspecto normal tanto en lo referente a su
calibre com o en lo tocan te a su color, traye cto, integridad de su t ú ­
nica externa, pues 110 pude de scubrir ningún resto de perivasculitis.
L a región m acular y la pe riferia retiniana eran co m pletam ente nor­
males.
El examen de la agudeza visual dió el siguiente resultado:
V - =
, O.
\
D.
Percibe los movimientos de la mano
a 0’50 metros.
f O.
I.
Percibe los movimientos de la mano
a 0’20 metros.
\
La m otilidad ocular era sensiblem ente norm al. L o m ismo puede
decirse de la tensión in trao c u lar. Interrogado por la m adre acerca
del porvenir visual de su hijo, díjela que ningún tratam ien to era capaz
de volverle la visión perdida, pues las lesiones eran irrem ediables
y 110 susceptibles de re tro g rad ación , pero tranquilícela al mismo
tiem po en sus tem ores de que sobreviniera la ceguera co m pleta con
el transcurso del tiem po, ya que la atrofia consecutiva a un proceso
n e u rítico está siem pre en relación con la intensidad del mismo y
cuando el proceso a trófico ha llegado a estacionarse por haber ya
alcanzado el grado que según la im po rtancia e intensidad de las
lesiones prim itivas le correspondía, suele siem pre m antenerse el
statu quo. P o r esta razón desaconsejé todo tratam ien to , que en este
período resultaría con seguridad co m pletam ente inútil.
D e scrito el caso que antecede y que considero muy típ ic o de la
afe cción que nos ocupa, voy a hacer, antes de co ncluir, algunas co n ­
sideraciones generales sobre la m ism a.
En prim er lu g a r: ¿ C u á l es la causa que origina la deform ación
cra ne a l? La m ayor parte de las investigaciones realizadas en este
sentido han dado un resultado n egativo. El facto r e tiológ ico sigue
envuelto en la brum a a causa de la inconstancia de los hallazgos
an atóm icos. N o puede encontrarse un solo an tecedente hereditario
que sea lo suficien tem en te constante para que pueda sacarse, de él
una conclusión. A lg unas veces, aunque raras, la herencia se ha m a­
nifestado por la existencia de la m ism a deform idad craneal en dos
individuos de una m ism a fam ilia . E n cuanto a los antecedentes per­
sonales se encuentran lim itados a la existencia de una ce falea anterior
y en algunos casos, de convulsiones. W irchovv y H irscliberg han
considerado a la neuritis ó p tica com o dependiente de una in flam ación
m eníngea, a la cual se ha atrib u id o tam bién la de form ación craneal.
K rauss invoca al raquitism o. A un cuando en ciertas autopsias dicen
haber enco ntrad o los nervios óp tico s muy adelgazados y com o co m ­
prim idos dentro de un agujero óp tic o dem asiado estrecho, las mensuraciones practicadas en m uchas otras autopsias de casos de oxicefalia
no han podido de m ostrar estrechez ninguna de los agujeros ópticos.
W ir c h o w opina que la causa de la de form ación reside en una afección
de la duram adre, que tiene por consecuencia una soldadura dem asiado
precoz de los huesos del cráneo. En rea lida d, la opinión de W ir c h o w
explica satisfactoriam en te la patogenia de las lesiones, puesto que,
al soldarse p rem aturam en te los huesos del cráneo debe producirse
un aum ento pasajero de la tensión in tracra ne al, que se m anifiesta por
el estasis pap ilar y que parecen co nfirm ar las cefaleas y las co n ­
vulsiones.
Q u iz á pueda parecer extraño que siendo com o es el proceso
óp tic o un estasis pap ilar o neuritis edem atosa, los enferm os ofrezcan
a m enudo el aspecto de atrofia sim ple del nervio óp tic o en lugar del
de atro fia po stn eu rítica. E sto depende de que, al iniciarse el des­
arrollo de la de fo rm id ad craneal y paralelam ente al m ism o el de la
neuritis ó p tica, el niño es todavía dem asiado pequeño para darse
cuenta de su a lte ra c ió n visual, y com o, por otra parte , el estasis
p ap ilar es co m patib le en m uchos casos, por lo menos al p rin cip io ,
con una agudeza visual relativ am en te buena, resulta de ello que cuando
los padres notan que el niño da m uestras de una visión defectuosa,
ha transcurrido ya bastante tiem po, el necesario casi siem pre, para
que al aspecto de estasis p a p ilar haya sucedido el de atrofia post­
n e u rítica , ca ra c te riza d o , adem ás del color blanco m ate o blanco
grisáceo que presenta la papila, por una cierta irre gularid ad de sus
bordes que aparecen difusos o bien presentan finos dentellones, pudiendo los vasos, en p articular las venas, ofrecer un ligero grado
de dilatación o de flexuosidad. P e ro , con el transcurso del tiem po,
puede tener lugar un
restitulio ad íntegrum
m ás o m enos com pleto
y entonces no es raro que esos exudados papilares y peripapilares
desaparezcan hasta el ú ltim o resto y los vasos vuelvan a recob rar su
aspecto norm al, en cual caso el cuadro que ofrece la atro fia papilar
se asem eja m ucho más al de una atrofia sim ple o genuina del nervio
óp tic o que al de una atro fia po stn eu rítica, que es lo que precisam ente
ha ocurrido en nuestro enferm o.
R e sp e cto al estado de la función visual después de la evolución
del proceso óp tic o , pueden encontrarse todos los grados interm edios
entre una visión casi normal (a pesar del m arcado aspecto atrófico
que puede presentar la papila aun en estos casos) y la ceguera com ­
pleta. A veces, uno de los ojos conserva una agudeza visual re la ti­
vam ente buena, m ientras su congénere está com pletam en te amaurótico. E sta de sigualdad en el grado de alteración visual de los dos ojos
es m uy frecuente. D e un m odo an álog o, el cam po visual, en los casos
en que es posible investigarlo, puede presentar m uchas variantes.
A veces m uestra una extensión norm al; en otros casos, reducciones
periféricas más o m enos acentuadas.
U n dato digno de tenerse en cuenta es que, a pesar del aspecto
de im b e cilid a d que las más de las veces presentan los ox icefálicos, el
desarrollo in te le c tu al no sufre generalm ente el m enoscabo y hasta,
seguram ente por un efecto de contraste, parecen m ejor dotados que
los dem ás niños de la mism a edad, com o ocurría, por ejem plo, en
nuestro caso.
Q u é d a n o s ún icam en te a considerar la cuestión del tratam ien to .
Es un asunto bastante arduo dada la ob scurid ad en que se halla en­
vuelto el facto r etiológ ico . Lo que sí debe recordarse es que ún i­
cam ente puede intentarse algo en el período de desarrollo de las
lesiones, ya que una vez llegado el período a trófico , es inútil cuanto
se haga.
C o m o son pocos los casos en los que el m éd ico ha sido cónsul-
tado en tiem po oportuno, la experiencia es tam bién poca para que
pueda preconizarse con fundados m otivos una terapéu tica d e te rm i­
nada. A lgunos autores aconsejan in stituir desde el principio un tr a ta ­
m iento m ercurial (M o r a x ).
S éam e pe rm itid o exponer, a propósito del tratam ie n to de esta
afe cción, una op inión personal.
D esde el m om ento que se trata de una neuritis edem atosa o sea
un estasis pap ilar, para cuya patogenia se invoca un aum ento de la
tensión in tracrane al, resultado de una soldadura precoz de las s u tu ­
ras, que reconocería com o causa una afe cción de la duram adre, según
W irc h o w , y no encontrándonos en m anera alguna en estado de poder
com batir esta afe cción m eníngea por desconocer su etio lo g ía, no nos
queda otro recurso que luchar co ntra la hip ertensión craneal que es
la que, según parece, origina la neuritis edem atosa. P or este m otivo
creo yo indicados en estos casos de neuritis ox icefálica, las m ism as
intervenciones paliativas que se prac tica n en los enferm os afectos
de estasis pap ilar bajo la dependencia de neoplasia intracraneal,
que obra elevando la tensión del líquido céfalo rraq uíde o gracias a su
aum ento progresivo de volum en, y en este sentido opino podrían
em plearse: la punción lum bar, la tre p a n a ción craneal y la punción
del cuerpo calloso o
Bcilkenstich
de los alem anes, que tan buenos
resultados ha dado en casos de estasis pap ilar, sobre todo en el p e ­
ríodo inicial.
Com o
110 dispongo de litera tura m éd ica sobre la afe cción que
me ocupa, ignoro si alguna prueba se ha hecho en estos últim os
tiem pos en el sentido que acabo de in dicar. E n todo caso, dada
la relativa rareza de la a fe cció n , es preciso aguardar algún tiem po
para que el núm ero de experiencias prac tica das perm itan ad optar
una orien tación precisa en lo que a la terapéu tica se refiere.
A b ril, 1914.
II. — N O T A S CLÍNICAS
UN C A S O
D E G L IO M A D E L A
por A
gu st ín
C
R E T IN A
a m is ó n
A excepción de algunos tum ores que sólo com o rarezas son c ita ­
dos por los clásicos, los que tienen asiento prim itiv am en te en la
retina son tum ores m alignos, llam ados gliom as, cuya naturaleza ha
sido ob jeto de innum erables trab ajo s, y sólo después de los m étodos
de C a ja l, G o lg i y W e ig e rt ha podido estudiarse su característica
histo lógica.
H e tenido ocasión de observar dos casos en muy corto espacio
de tie m po: del prim ero no me fué posible lograr un análisis h isto ló­
gico
y por eso no le incluyo en este artículo . C lín icam e n te no o fre ­
ció ninguna d ific u lta d d iag nóstica, por el estado avanzadísim o del
m al, lo cual le resta tam bién el interés que tienen estos tum ores en
sus com ienzos, por la posible confusión con otra serie de procesos
pare cid os, a los que por tal m otivo
se llam a
pseudogliom as.
El
segundo enferm o es éste cuya historia
expongo a co ntinuación :
F ide l P o sada, de tres años de edad,
natural de R áb a g o (S a n ta n d e r ). Sin nin­
gún antecedente fam iliar.
S e crió siem pre s a n o ; a los dos años
pad eció coqueluche, sin nada e x trao rd i­
nario en su curso. C u a tro o cinco meses
después (sin
que puedan
precisar
la
fe c h a ) notaron los que rodeaban al niño
que en el ojo derecho,
una lu m o rac ión de color de
caramelo,
por dentro, había
según refiere el padre, que
fu é aum entando de volum en con inyección p e riq u e rática cada día
m ás intensa, al mismo tiem po que la córnea se o p acificab a notable-
m ente. Po co a poco, y sin dolores, fu é aum entando de volum en el ojo,
hasta que el m édico le obligó a venir a operarse al hospital de San
R a fa e l, donde yo le vi el día 1.° de F eb re ro del presente año.
El ojo izquierdo es norm al, sin m anifestación ninguna al o fta l­
m oscopio. El derecho, enorm em ente e x o ftálm ico, doloroso a la p re ­
sión, duro y distendido hasta el extrem o de haber ocasionado un des­
garro en el ángulo palpe brai ex te rn o; sin em bargo, conserva una
m ovilidad relativa. La córnea ha sido m o rtificad a, pero está libre de
la invasión tum oral, que no es ap re cia b le al exterior en ningún punto
del globo ocular. La conjuntiva, engrosada y con estasis venoso,
sangra al m enor c o n ta c to . N o hay ganglios preauriculares ni subm axilares.
C o m o puede verse por la historia clínica y por la foto grafía del
euferm ito, teníam os ante nosotros uu gliom a de la retina, en el p e río ­
do de ex oftalm o y ectasia
bulbi y
muy próxim o ya a m anifestarse
exteriorm ente perfo rando el globo.
A pesar de la poca fre cu e n c ia con que se ofrece el gliom a de la
retina, pues se ve uno en tres m il o más enferm os de ojos, se han p re ­
sentado dos a mi observación en el espacio de cuatro meses próx i­
m am ente, los únicos que he visto por cuenta propia. E n los dos he
investigado cuidad osam e nte algún an tece de nte fam ilia r, sobre todo
de los dem ás herm anos, por ver si com probaba lo que no es muy
raro observar en distinto s m iem bros de una m isma fam ilia, es decir,
la repe tición del proceso en Varios herm anos, hasta cu atro de siete
que com ponían una fam ilia en el caso de L érche , y de tres y dos, en
m uchas otras pub licacion es. E n mis enferm os el c a rácte r
fam iliar
110 ha existido en ninguno. E n cam b io , a los dos, el tum or apareció
a la misma ed ad ; es de cir, en los tres prim eros años de la vida, dato
en el que coinciden la m ayor parte de los observados, lo cual viene
en apoyo del origen co ng èn ito del m al.
C re o que no debe pensarse siquiera en la cu ración espontánea
del gliom a, a pesar de las observaciones pub licad as y aun algunas
con análisis histo lógico, com o el caso de K le jn , el cual refiere el de
un niño al que se enucleò un ojo por gliom a, m ientras que el o tro ,
tam bién afe cto de este m al, se curó atrofiándose. E l análisis h isto ló ­
gico de este ojo, que fu é asim ism o enucleado tiem po después, dem os­
tró
la existencia
de
restos de gliom a
atrófico .
En
todos
estos
enferm os se im pone un tratam ie n to q uirúrgico, aunque si bien es v er­
dad, éste no ha de ser tan radical en todos los casos ni ofre ce ig u a ­
les garantías pronósticas en unos u otros períodos del tum or.
P o r regla general puede decirse que en el prim er período y m ien­
tras aquél perm anece lim ita do a la retina sin haber traspasado sus
lím ites, la
enucleación
puede ser suficiente.
En
este
punto, sin
em bargo, no hay acuerdo entre los autores, porque m ientras Lagrange cree que en el prim er período la enucleación puede asegurar una
cura rad ica l, H irschb erg , por el co ntrario, hace un mal pronóstico
aun con ex enteración eje cutad a tres meses después de la aparición
del reflejo de ojo de gato am au ró tico . E n los com ienzos del segundo
período, cuando el ojo em pieza a hacerse ex o ftálm ico, puede lim i­
tarse la in terv en ción a la enu cleación, pero siem pre siguiendo el co n ­
sejo de A d am de prevenir a la fam ilia de la necesidad de una posible
ex enteración, y eje cutando ésta si después de enucleado el ojo y se c ­
cion ado m uy atrás el nervio óp tic o , se notara alguna pro paga ció n
ex trao cular de la neoplasia. En todos los dem ás casos debe procederse a exenterar la ó rb ita , única m anera de ponerlos al abrigo de
una repro ducción , que,
así y todo, por desgracia, no puede evitarse
en la m ayor parte de los casos, pues según las estadísticas, entre
ellas la de W in te rs te in e r, que es de las más favorables, el núm ero
de curaciones no alca nza m ás de un 15’7 por 100. N o se está s e ­
guro de una re p ro d u c ción hasta después de pasados cuatro o cinco
años.
E n nuestro enferm o, y aun cuando el tum or
110 había perforado
el globo, d e cid í p rac tica r la ex enteración de la ó rb ita extirpando en
bloque todo su co nte nido , incluso el periostio , caute rizan do después
con el term o el nervio ó p tic o a su en trad a en la ó rb ita y rellenando
ésta con gasa y o d o fó rm ica. La curación tuvo lugar sin novedad.
E l tum or no había pe rfo rado el globo ni se ap re cia ba m acro scó­
p icam en te ninguna invasión en la po rción de nervio óp tic o que se
ex tirpó con el ojo. A l ab rir éste aparecía el tum or de color blanco
ligeram ente am arille nto y muy blando , sin ningún núcleo de consis­
tencia dura, que ocupaba to d o el cuerpo vitreo, habiendo propulsado
el cristalino o p a c ific a d o y el iris,
hasta
la cara posterior de la
córnea. E l gliom a no había llegado aún a ésta. S eg ún la división que
hace H irschb erg , respecto a la situación del tum or, el de nuestro
enferm o era e n d ó fito , ocu pan do casi todo el ojo.
E l análisis histo lóg ico , llevado a cabo por el d o cto r H errera
O r ia , de m ostró, en prep araciones teñidas con la hem atox ilina,
la
existencia de num erosas células redondas, pequeñas y con grueso
núcleo, que ofre cían el aspecto de un sarcom a de pequeñas células
redondas. É stas aparecen ag rupadas alrededor de los vasos, que son
num erosos; las células se hacen m enos diferen ciables y m ucho más
raras a m edida que se apartan de aquéllos, siendo m ás bien detritus
nucleares.
C o n el m éto d o de Q o lg i se distinguen algunas células con ex­
pansiones ru dim enta rias que recuerdan fielm ente las células de la
neuroglia.
E n ninguna de las preparaciones exam inadas hemos podido en ­
co ntrar las células que d e scrib e W in te rs te n ie r en las form as de
gliom a que él llam a n euroe pite liom a, es decir, células cilind ricas que
se agrupan en form a de rosetas circunscribien do espacios vacíos,
hacia los cuales dirigen algunas sus expansiones, que las prestan un
parecido a los conos y bastones de la retina.
E n nuestro caso, com o se ve por el análisis histo lógico, es in d u ­
dable la n atu rale za gliom ato sa del tum or. E sta es la form a de gliom a
que B o rst
1 denom ina gliom a sarcomatodes, para diferen ciarle de
los gliosarcom as, en los cuales existe una m ezcla de neoplasias;
unas que asientan en tejidos de origen ecto d érm ico y otras que nacen
en tejidos de origen m esodérm ico. A quel tum or, a pesar de la form a
y riqueza ce lu la r, es un tum or esencialm ente nervioso, lo que no
puede ofrecer hoy dudas después de los m étodos de co loración .
1 D ie L e h re von den G e s c h w ü ls te n .— 1902.— Tom o I, p á g . 255.
I I I . — S O C IE D A D E S C IE N T Í F IC A S
SOCIEDAD
OFTALMOLÓGICA
DE
VIENA
S e s i ó n d e 2 d e J u n i o d e 1913
Retinitis meíastásica benigna. — D r .
R o s s le r
ROssler presenta una mujer, de cuarenta y seis años de edad, que
cayó enferma de angina catarral el 18 de M ay o; pronto el ojo derecho se
puso rojo y doloroso, y pierde la visión en el transcurso de pocos días.
D iez días después se manifestaron dolores en el ojo izquierdo. En esta
circunstancia, la enferma fué a la clínica. En el ojo derecho no encon­
tram os más que una queratitis antigua, mientras en el ojo izquierdo pre­
sentaba inyección de la conjuntiva y esclerótica, pequeños copos de
pigmento sobre la cara posterior de la córnea, el humor acuoso turbio,
la pupila irregularmente dilatada (a tro p in a) a causa de sinequias poste­
riores. El cristalino y vitreo son transparentes y permiten reconocer la
siguiente imagen: la papila normal, con excavación fisiológica; la retina,
alrededor de la papila, está edematosa, ofreciendo una diferencia de
refracción de 1 a 5 D . ; estaba turbia, sobre todo, la zona junto a la
m ácula. Las venas están un poco dilatadas y tortuosas, no presentando,
no obstante, ninguna interrupción. Hay numerosas hemorragias pequeñas
de la retina. La periferia del fondo del ojo, es norm al. La enferma cuenta
los dedos a un metro de distancia. El examen general permite reconocer
una angina folicular en Vías de curación, el corazón normal, indicios de
azúcar en la orina, nada de albúm ina, pero un aumento de indicán La
noche de la tnisma fecha sobreviene un ataque de glaucoma agudo, con
una tensión de 65 milímetros, la córnea estaba opaca. Com o la eserina
tío era eficaz, se debió practicar una punción. Por la tarde, después de
la punción, fué posible el examen oftalm oscópico, encontrando la retina
más hinchada (u n a diferencia de 4 D .), sobresaliendo bruscamente de la
excavación fisiológica. La enferma contaba los dedos a dos metros. El
humor acuoso no presentaba nada anormal. Se trata de una retinitis
metástásica benigna. A.venfel ha examinado un caso parecido, bajo el
punto de vista anatóm ico y bacteriológico. En un caso de Holmes (1907)
presentó una flebitis en las dos retinas, consecutiva a un furúnculo de
la nuca. En el ojo derecho, el curso fué favorable, y el otro ojo se perdió
por supuración.
Schisse/e publicó en 1909 un caso de iritis, escleritis y retinitis en
un enfermo, en la sangre del cual se habían hallado estreptococos. La
retinitis desapareció y se restableció la visión perfectamente.
Meisner ha visto un hombre que fué atacado de angina, tras la cual
apareció una neuritis en ambos ojos, con hemorragias; diez días después,
el proceso había desaparecido casi por completo.
Róssler presenta una mujer de veinte años, que en Septiembre de 1912
presentaba un centelleo delante del ojo izquierdo. La agudeza y campo
visual, eran normales. El 30 de Mayo de 1913, vuelve a la clínica; la
visión había dism inuido, lentamente en un principio, rápidam ente des­
pués. V = % , en el ojo derecho, y dedos a un metro, ojo izquierdo; la
papila del ojo derecho estaba hinchada hasta la altura de 2 D ., la retina
turbia, los vasos tortuosos y difusos (neurorretinitis). La parte anterior
del vitreo izquierdo estaba lleno de opacidades finísimas, la papila roja,
agrandada, las venas dilatadas, limitadas por líneas blancas, la retina
blanquecina. No se percibían focos de flebitis. El campo Visual es notable:
presenta una pequeña zona central rodeada de un escotoma anular que
la separa de la zona periférica, normal. E l tipo de campo visual es seme­
jante a los de retinitis pigmentaria y coroiditis sifilítica. En dicho caso, la
opacidad de la retina cubre los focos de coroiditis. Fuchs y Leber han des­
crito casos en los cuales, después de adquirir la retina su transparencia
normal, se han descubierto numerosos focos de coroiditis. Por lo demás,
el caso presentado es típico de la coroiditis sifilítica descrita por Foerster.
Fuchs cree que, en este caso, la neurorretinitis es la consecuencia de
la coroiditis. Ha Visto casos en que se presentaron numerosos focos
de coroiditis después de desaparecer la opacidad de la retinitis.
Fuchs presenta un estudiante, de veintiocho años, que hace diez años
sufrió la parálisis del nervio facial de un lado, y hace cinco o seis años,
la misma lesión en el otro lado, que aun subsiste en parte. Desde la apa­
rición de estas parálisis, no ha tenido llanto psíquico. No obstante,
cuando el enfermo toma manjares calientes o bien cuando toma el ali­
mento, los ojos lagrimean, sobre todo el izquierdo. A consecuencia de
la parálisis, los párpados no pueden cerrarse del todo, y el enfermo se
ve precisado a empujar, con la ayuda de sus dedos, los alimentos, del
espacio lateral de las quijadas a la boca, puesto que los músculos de las
m ejillas son insuficientes. Las vías lagrimales están normales. El oído
está afectado, los sonidos agudos no son percibidos; este síntoma se
halla, frecuentemente, en las parálisis faciales de origen alto.
El lagrimeo puede proceder de la zona cortical cerebral, como reflejo
del trigém ino y de la retina. En los casos de parálisis facial muy alta,
Goldzicher ha encontrado que el lagrimeo provocado en el cerebro está
suprim ido. Se ha podido hallar por delante, en la parte media del núcleo
del nervio facial, un núcleo que sirve de origen a las fibras secretorias
de la glándula lagrimal. Las fibras siguen el curso del nervio facial, des­
pués penetran en el conducto del nervio petroso superficial mayor, y
llegan a la glándula lagrimal. Así como en otras redes nerviosas se en­
cuentran com binados movimientos sinérgicos, porque la inervación
invade las partes vecinas, en el caso presente, la inervación del nervio
facial invade el nodulo salival. El mismo Fuchs ha notado que la aduc­
ción forzada, en los casos de ptosis, va acompañada de una dilatación
excesiva de la abertura palpebral. El caso presente es análogo, pues
cuando el enfermo siente inervarse el nervio facial, provoca una inerva­
ción del núcleo salival.
N euritis retrobulbar intracraneal. — D r .
M u s z y u s ic i
Muszyuski presenta un caso de neuritis retrobulbar acompañado de
parálisis del nervio óculom otor. La enferma se presentó en la clínica el
17 de M ayo; dos meses antes había sufrido influenza, con dolores en la
mitad derecha de la cabeza y maxilar del mismo lado. E l examen rinológico dió un resultado negativo. El empaste de unos dientes cariados, 110
tuvo resultado sobre el dolor de cabeza. Sin antecedentes sifilíticos. El
ojo derecho está 1 '/2 m ilím etro más alto que el izquierdo, la pupila más
pequeña, la reacción lenta. La presión y los movimientos del ojo, son
dolorosos. La enferma no ve más que los movimientos de la m ano; per­
cepción lum inosa a un metro, localización incierta. El ojo izquierdo es
normal V = % • El antro maxilar ni los senos etmoidales presentan sín­
tomas de empihema. Se encuentra, 110 obstante, una periostitis del pala­
dar óseo. Las reacciones de W asserm ann y de Pirquet, y el examen de
orina, dan un resultado negativo. En consecuencia, se empezó por una
cura diaforética. El 26 de M ayo sobrevino una parálisis de los músculos
externos del ojo derecho, con exoftalmía (exoftalm óm etro O . D. 19 m ilí­
metros y O . I. 17 m ilím etros).
El 27 de M ayo, sin percepción luminosa, presenta una hiperalgia del
trigém ino, una parálisis del óculom otor, salvo los músculos internos,
una ligera afección de los nervios facial y acústico. El 1." de Ju n io el
g lobo estaba casi inmóvil. S e empezaron las inyecciones de mercurio.
S e trata en este caso, probablem ente, de una neuritis retrobulbar intra­
craneal por delante del quiasma, a consecuencia de una periostitis de la
base craneana. Fuchs ha descrito dos casos de oftalm oplegia puramente
externa; en uno de ellos se trata de una inflamación de la aragnoides.
Iridociclitis espontánea. — D r .
M eller
J. Meller discute dos casos de iridociclitis espontánea, con imagen
anatómica muy semejante a la inflam ación simpática. Fuchs ha descrito
en su trabajo sobre la uveítis endógena crónica, cinco tipos de los que
los tres primeros se asemejen mucho, puesto que no hay form ación de
tejido cicatricial; el cuarto tipo se asemeja bastante a la oftalm ía sim pa­
tizante; en el quinto tipo la retina está también lesionada y sobrevienen
necrosis. Los dos casos presentes, que se asemejan más al tipo cuarto,
no son los únicos casos conocidos. Botteri ha publicado dos, Kitamura
uno, y Weigelin otro. En un caso de Botteri y los otros dos casos, la
afección fué bilateral. Uno de los casos presentes atacó también los dos
ojos. En dos casos de Meller fué practicada una iridectomía, pero sola­
mente a consecuencia de una intensa iridociclitis.
En uno de sus trabajos precedentes, Metler ha m ostrado que la in­
fección de los ojos con el virus hipotético de la oftalmía simpática, puede
verificarse por la vía endógena. Así, también Elschnig lia llegado, como
deducción de sus trabajos serológicos, a una afirm ación semejante.
En el primer caso se trata de una enferma de cincuenta y cuatro años
de edad, que enfermó hace cinco meses.
Primeraménte se presentaron los dolores, después la Vista dism i­
nuyó. La causa de la enfermedad no fué conocida. En el mes de Ju lio
de 1900, el ojo derecho presentaba el aspecto de una iridociclitis de las
más intensas, con abundancia de precipitado, iris abom bado y tensión
elevada. La enferma no percibía más que los movimientos de la m ano; la
percepción luminosa era buena. El ojo izquierdo no presentaba más que
una membrana pupilar congènita. A causa de la tensión elevada se prac­
ticó una iridectom ía en el ojo derecho y la tensión disminuyó. Sin em­
bargo, se tuvo que enuclear el globo a causa de nuevos dolores y de
pérdida total de la Visión. Presentaba muchos vasos de nueva form ación
sobre el iris atro fiado ; la pupila estaba ocluida por una membrana que
ocluía también el colobom a. El ojo izquierdo era completamente normal.
En los cortes microscópicos el iris apareció transform ado en una
masa de tejido de granulación, que ha destruido el epitelio pigmentado.
El cuerpo ciliar está muy invadido, la parte lisa es la que más lia sufrido.
Hacia.la esclerótica se encuentra una capa llena de linfocitos, mientras
que más adentro se encuentran, como en el iris, numerosos nódulos de
células epitelioides. C om o en la oftalm ía simpática el tejido patológico
pasa a través de la esclerótica a lo largo de las formaciones perforantes
(nervios, venas vorticosas). La misma esclerótica es infiltrada y sobre
su superficie externa se encuentran nodulos idénticos a los nódulos in­
fraoculares. La parte posterior de la coroides está poco atacada, pero
presenta antiguos focos de retinocoroiditis, reconocibles por la solda­
dura de las dos membranas.
En el segundo caso se trata de un hombre, de cuarenta y siete años,
que había gozado de buena salud hasta hace tres semanas. A la edad de
Veintidós años tuvo una úlcera que fué tratada por el yodoforino y que
no produjo consecuencias. En 1909 apareció una Violenta inflam ación en
el ojo izquierdo, que redujo la visión al cabo de tres semanas a la sola
percepción luminosa. El ojo derecho estaba sano V = ü/o. La imagen clí­
nica del ojo izquierdo era la siguiente: La córnea opaca, el iris borroso,
sobre la superficie corneal posterior numerosos precipitados; la pupila
redonda, la tensión elevada. Se trató el ojo por la atropina y la dionina,
aspirina y una cura diaforética. Hacia el final de O ctubre de 1909, se hizo
necesaria una iridectom ía a causa de la hipertonía. Después de la opera­
ción m ejoró algo. En el mes de Enero de 1910 sobrevino una nueva in fla­
mación, la Visión estaba perdida, por tanto, el enfermo recusó la enu­
cleación propuesta. El 20 de Enero, el otro ojo fué también atacado de
la enfermedad; estaba liiperemiado y presentaba fotofobia, el iris y la
agudeza visual eran normales. La inflam ación se desarrolló rápidamente
y al cabo de poco tiempo no quedaba más que percepción luminosa
a 40 cent, sin localización. El fondo del ojo no era visible. En el mes de
M arzo el ojo izquierdo fué enucleado sin influir en el proceso del ojo
derecho. Se desarrolló una adherencia total del iris al cristalino y
quedó com pletam ente ciego.
La imagen histológica del ojo enucleado presenta una gran seme­
janza al primer caso, no obstante, en una dirección se encuentra su foco
necrotico, y es precisamente en la ora serrata.
E l conferenciante se estuerza más bien en señalar las diferencias
entre estos casos y la oftalm ía simpática, que sus semejanzas.
Una de estas diferencias sería la infiltración de la esclerótica; no
obstante, encontramos este fenómeno en la oftalmía simpática. E l estado
del iris y cuerpos ciliares, sobre todo la afección de la parte lisa del
cuerpo ciliar, se asemeja completamente a la imagen caracterizada por
Fnclis. La coroides está más indemne, pero se hallan casos semejantes
en la oftalm ía simpatizante. Los focos de necrosis en el segundo caso se
hace semejarse al tipo V de Fuchs, no obstante, Ftichs mismo ha dicho
que se podrá encontrar porciones necróticas en la uveílis simpatizante,
cuando el tejido, nuevamente form ado, fuere insuficientemente nutrido.
Es muy interesante el que en uno de los ojos se hallen trazas de una a n ­
tigua retinocoroiditis, lo que prueba que la ùvea había estado enferma
anteriorm ente. La imagen histológica no presenta diferencias esenciales
entre los casos presentados y la oftalm ía simpatizante. En un 66 por 100
de casos descritos, sobrevino una afección en el otro ojo, lo que aumenta
la semejanza clínica de estos casos con la oftalmía simpatizante y sim ­
pática. Así como en muchos ojos que se han operado, no se puede a tr i­
buir a la operación toda la imagen histológica, puesto que la inflam a­
ción estaba completam ente desarrollada antes de operar, debe tenerse
presente que en el primer caso la enucleación siguió prontamente a la
irridectom ía. El solo argumento en contra sería el de que la infección no
llegó a consecuencia de una herida. En el caso de W eigelin, el ojo p ri­
meramente atacado había permanecido sin reacción durante diez y seis
años, antes de que la enfermedad apareciera en el otro ojo; el examen
del primer ojo demostró infiltraciones recientes que no pudieron existir
durante diez y seis años; preciso es com pararlas con las infiltraciones
recientes que se encuentran en los ojos simpatizantes, presentando una
irritación después de muchos años de reposo.
La opinión de Elschnig de que la oftalm ía simpàtica no se distingue
más que por la iritis espontánea, va demasiado lejos. Podem os consi­
derar, cuando más, la oftalm ía simpatizante, como una form a de tiveítis
idiopàtica. Es sabido que es por com pleto distinto de la oftalm ía anafiláctica. El conferenciante ha dem ostrado ya que la oftalm ía sim patizante
puede sobrevenir sin preparación con tal que la ùvea haya sufrido alguna
lesión considerable (caso de neurosis del inelanosarcom a). El conferei!-
ciante opina que se trata de una infección endógena, que el virus está en
todo el organism o y que penetra simultáneamente en los dos ojos. Sea
por sensibilización del segundo ojo consecutivo a la herida del congé­
nere, sea por el aumento de la fuerza del virus en el ojo herido, el se­
gundo ojo se afecta a su vez. Una inflam ación simpatizante prim aria no
se presenta en ojo sano. El conferenciante cree que si no ha demostrado
por completo la identidad absoluta de los casos presentados con la
uveítis sim patizante, la lia hecho muy probable. Ha observado también
un tercer caso en el que no lia podido efectuar el examen anatómico.
Se trata de una mujer, de cuarenta y seis años, que había estado bien de
salud, hasta que cayó enferma de una iridociclitis muy intensa en el ojo
izquierdo; cuatro meses después de iniciada la enfermedad, presentaba
una fuerte hipertonía que obligó a una iridectomía, y diez y ocho días
después apareció una inflamación del ojo derecho. Este ojo se perdió, y
el curso de la afección fué el mismo que el de la oftalm ía simpática.
La tendencia que dom ina al presente de hallar una etiología tu ­
berculosa en todas las afecciones de la úvea, es exagerada. Fuchs lia
observado un caso en que la neuroscopia no perm itió encontrar ningún
foco tuberculoso; no obstante, el enfermo había presentado una reacción
febril a la inyección de prueba de la tuberculina. En consecuencia, la
reacción febril a la inyección de prueba de la tuberculina sin reacción
local, es insuficiente para probar la naturaleza tuberculosa de una afec­
ción ocular.
No conocemos síntomas clínicos que permitan diferenciar las iridociclitis malignas de las uveítis simpatizantes.
Ulbrich pregunta si los cortes microscópicos han sido examinados
buscando los bacilos tuberculosos.
Meller dice que 110 , pero promete que hará dicha investigación.
I V . — P R E N S A O F T A L M O L Ó G IC A
Archives d’Ophtalmologie
2.° SEMESTRE DE 1913
Análisis, por el Prof. T. B l a n c o , de Valencia
J u l io d e
Pronóstico del glauconta crónico.
1913
— P r o f . F é l ix
L agrange
Basándose en doscientos ochenta y cuatro casos de glauconia que ha
podido observar en estos últim os años, y prescindiendo de todo lo que
los autores han dicho acerca del asunto, pretende exponer lo que ha po­
dido aprender respecto a la gravedad y al pronóstico general del glaucoma crónico.
El porvenir de un glaucomatoso puede conocerse merced a los datos
sacados del estado general, del examen objetivo y subjetivo de los
ojos, y del resultado conseguido en ellos por la norm alización de la
tensión.
I. Estado general. — Debe llamar la atención el sistema nervioso.
Respecto a éste, se deben dividir los glaucom atosos en tres grupos.
Los neurópatas, cuyo sistema vasomotor es teatro de excitaciones
anormales, que pueden congestionar el ojo súbitamente.
Los hipertensos, con angioesclerosis general.
Los de sistema vascular enfermo, con sistema nervioso no intacto o
casos mixtos de los dos anteriores.
S on los más graves los primeros por las sorpresas que producen.
Son los candidatos a las peores complicaciones.
Los vasculares están expuestos a hemorragias intraoculares, pero el
glaucoma liertiorrágico es más raro que el agudo del neurópata y éste
tiene mucho más que perder que el otro, al que se extingue en la hemo­
rragia final un resto de visión que de largo tiempo venía ya extin­
guiéndose.
En el neurópata hay trastornos tróficos más profundos del sistema
nervioso. P or ello causa más inquietud su pronóstico a Lagrange.
C ita, en apoyo, una observación inédita de glaucoma muy adelantado,
en que persistió la pérdida de Visión por los progresos de la atrofia óp­
tica, a pesar del buen resultado que para la tensión tuvo una esclerectoiridectomía.
II. Estado objetivo del ojo. — Son más graves los que presentan
cambios bruscos de tensión.
La escasísima profundidad de la cámara anterior es otro dato que
acentúa la gravedad. Debe en ellos ser amplia la excisión del iris y lo más
periférica posible, para dar salida al líquido que infiltra la supracoroides.
La supresión de la acom odación, en los sujetos aun jóvenes, es in­
dicio de gravedad.
Las pápilas muy pálidas, con relativamente escasa excavación, tienen
análoga significación. Estos enfermos están expuestos a escotomas paracentrales, si 110 los tienen ya, y en ellos sigue progresando el trastorno
trófico del nervio óptico, a pesar de una buena fistulización de la cámara
anterior.
Lo propio ocurre si las arterias tienen pequeño calibre, que no se
norm aliza después de la operación.
La córnea pequeña y la conjuntiva friable de los esclerosos, son de
mal agüero.
III. Síntomas
subjetivos. — Son peores, porque indican mayor im-
presionabilidad los casos en que el enfermo insiste mucho en las obnubi­
laciones y círculos irisados.
Los que se quejan de hemeralopia, acusando una gran dism inución
del sentido luminoso.
C ita otra historia en apoyo de la afirm ación que precede.
La estrechez pronunciada del campo por el lado nasal, aunque no se
toque al iris; que en estos casos su excisión suele producir una inhibi­
ción del fascículo macular.
El escotoma paracentral pequeño y el anular sobre todo, indicando
las lagunas tróficas del nervio, amenazan la mácula, y tienen por ello
mucha gravedad.
La dism inución, y sobre todo, la desaparición del sentido crom ático,
tiene mucha gravedad tam bién.
IV.
Resultados de la normalización de la tensión. — M ejora el
estado m oral; disminuye la excavación, lo que constituye un síntoma muy
favorable: en una cuarta parte de los casos mejora el campo visual, lo
que es también muy buen síntoma pronóstico.
No puede, naturalmente, m odificar los trastornos tróficos, que sue­
len continuar progresando, a pesar de todo lo que puede la terapéutica,
si bien hay que reconocer que esto sólo ocurre en un 5 por 100 de los
casos, pues sin serlo todo, la hipertonía en el glaucoma constituye para
Lagrange la mayor parte del mal.
Termina diciendo que, antes de la fistullzación, es grave el glaucoma
por la marcha progresiva que le es propia, y después de la operación
sigue siéndolo en los neurópatas, los que tienen pronunciadas esclerosis
locales, y los que, con una tensión ya normal, continúan ahuecando sus
lagunas del nervio óptico.
Ausencia de reabsorción de la catarata trau m ática. Intervenciones
D r.
A.
B o u r g e o is
A los hechos de reabsorción espontánea publicados, desea el autor
oponer otros en los que no ha ocurrido tan favorable terminación.
Prefiere una extracción lineal simple empleando su cucharilla espe­
cial, que dice da gran facilidad a la expulsión de las masas blandas.
Cita cinco casos en apoyo de su opinión.
Aconseja esperar sólo un mes o mes y medio, y si no hay reabsor­
ción espontánea, intervenir; sobre todo en los casos de accidente del
trabajo.
Debe operarse en frío. Se conocerá que lo están mediante el síntoma
indicado por Becker y recordado por Maschke, consistente en: cocainizado el ojo, se aplica, según costumbre, la pinza en el lim bo; si se pro­
duce hemorragia localizada y fácilmente reabsorbida, no hay que temer;
si se produce hiperemia periquerática, debe esperarse la aparición de
iritis, y, por lo tanto, aplazar la intervención.
El tétanos consecutivo a los traum atism os órbitooculares
D r . V in s o n n e a u
S ó lo hay unos diez y nueve casos publicados hasta de ahora de téta­
nos originado por esta clase de traumas. A ellos añade el autor un caso
personal referente a un sujeto de diez y ocho años, que se produjo una
simple erosión en la conjuntiva, complicada luego con panoftalmia.
Enucleación con anestesia clorofórm ica. Durante la operación no se
observa nada en la cavidad orbitraria que haga pensar en cuerpo ex­
traño.
Al día siguiente se notan los primeros síntomas de tétanos, que se
atribuyen al empleo del abrebocas y al mal estado de la dentadura. Por
la noche del segundo día, es ya evidente el tétanos cefálico.
La muerte ocurre durante una crisis convulsiva, ocho días después
de la lesión conjuntival, y antes que las contracturas se extendieran a los
miembros inferiores.
Sostiene el autor que debe emplearse la sueroterapia preventiva
siempre que el agente traum ático sea telúrico.
Q ue debe hacerse la enucleación en el adulto y la exenteración del
globo en el niño, para evitar la asimetría en el desarrollo o crecimiento
de las órbitas.
Estos casos son a su juicio más graves cuando aparecen más pronto;
cuando van acompañados de parálisis facial; cuando la herida es pro­
funda e interesa tejidos Vasculares de la órbita, está sucia de tierra y
presenta rápidam ente infecciones asociadas.
Son también más graves los casos de cuerpo extraño persistente en
la herida; los de inyección preventiva tardía; los de predominio de deter­
minada especie de toxina.
Varía la gravedad con la manera y lugar de la inyección de suero y
con las Variedades clínicas.
Retinitis séptica y panoftalm ia m etastàtica
D r . A. C a n t o n e t
M ujer de cincuenta y tres años atacada bruscamente de fiebre.
En un ojo retinitis séptica, según el autor, y en el otro una panoftal­
mia, que no son sino grados de un mismo proceso.
A pesar de la muerte rápida de esta enferma, que no perm itió evolucióncom pleta a los procesos oculares, lo que la constituye en un excelente
caso para estudiar la anatomía patológica, no se hizo nada en este
sentido.
En el ojo en que se diagnostica la retinitis séptica, no se vió con el
oftalm oscopio más que una hemorragia en flámula; lo que no parece bas­
tante para afirm ar tal proceso, faltando las manchas exudativas.
A gosto
M eningitis ópticas en la sífilis reciente. —
P r o f . F. d e L a p e r s o n n e
S on , en realidad, vaginalitis ópticas, particularmente aragnoidales,
a las que se atribuye la neuritis óptica precoz seguida de atrofia postneurítica; noción que tiende hoy a generalizarse a todos los casos de
sífilis nerviosa en evolución.
Apoya esta idea la linfocitosis que existe en las afecciones sifilíticas
en evolución en la retina y nervio óptico; lifocitosis que desaparece en
el período regresivo.
No siempre tiene la misma intensidad en todo el trayecto del nervio;
por esto se ve en clínica unas veces una retrobulbar, otras una edema­
tosa y otras una papilitis.
El pronóstico puede ser favorable si se acude al principio, antes que
la infiltración haya penetrado muy profundamente por los espacios interfasciculares del nervio.
Tratam iento atenuado: en las lesiones regresivas, atrofias tabéticas,
coriorretinitis yantiguas iridocoroiditis; inyecciones intramusculares, por
bajo de la línea trocantérea, de aceite al sublimado al 1 por 100. Un cen­
tímetro cúbico cada dos días, en series de veinte a treinta inyecciones.
Si no se puede hacer esto, emplea fricciones de ungüento napolitano,
cuatro gramos diarios, cuidando la boca y empleando simultáneamente
los yódicos al interior.
Tratam iento intensivo: para el mayor número de sífilis oculares y
cerebrales; inyecciones intravenosas de cianuro hidrargírico, series de
quince a veinte en días alternos. Solución acuosa, a la misma titulación y
cantidad.
A seguida, inyección intravenosa de salvarsán, si el filtro renal está
íntegro. Veinticinco a treinta centigramos de salvarsán, o treinta a cua­
renta de neosalvarsán, en veinte centímetros cúbicos de agua estéril,
recientemente destilada.
Se repite cada ocho días hasta tres o cuatro inyecciones y luego otra
serie de quince a veinte intravenosas de cianuro.
Cuando hay que ir más de prisa, como en las meningitis ópticas pre­
coces, es preferible comenzar por el salvarsán y después las de cianuro,
pues sólo asociando las dos medicaciones se obtienen resultados rápidos
y durables.
Descripción e interpretación de un feto hum ano cíclope
M. G
eorges
L eplat
O jo que parecía único, pero que contenía dos cristalinos bien lim ita­
dos, indicio de la dualidad de órganos fusionados.
Del estudio que hace de la ciclopia, con motivo de este caso de la
colección del D r. Keiffer, deduce que :
Si el ojo es único y sin colobom a, se puede considerar que hubo
fusión de las dos vesículas en un estadio muy precoz y coalescenza de
los dos esbozos de cristalino, o una sola formación cristaliniana a expen­
sas del ectodermo.
S i la fusión se hizo algo más tarde, el ectodermo forma dos cristali­
nos; el ojo es único y sin colobom a.
S i es más tardía aún, hay dos cristalinos en un bulbo único, pero
con coloboma.
La dualidad se marca tanto más cuanto más tardía fué la fusión.
Gom a sifilítico del quiasm a. —
D o c t o r e s B o n n e f o y y O p in
Caso sumamente típico, seguido de autopsia y, por lo tanto, com­
pleto e instructivo por demás.
Lesión gomosa en plena evolución, que no se m odificó por no seguir
la enferma ningún tratam iento, llevando una marcha rapidísima.
E studio anatómico detallado, acompañado de grabados numerosos.
Debe ser leído en el original, pues no se presta a un análisis útil
prescindiendo de las ilustraciones.
La córnea oval y la esclerótica azul de los heredosifilíticos
D k. A n t o n e l l y
C ita algunos casos de córnea oval a mayor eje vertical, indicio de
lieredosífilis, según Fuchs, que observó algunos en individuos con que­
ratitis parenquimatosa y otros muchos sin esta coincidencia.
R elata luego cinco observaciones personales.
Se inclina a creer depende esta anom alía de exigüidad relativa del
diám etro horizontal, por mala conform ación del bisel marginal, que lleva
a la form a circular, o decididamente al óvalo a mayor eje Vertical. T odo
ello dependería de mala conform ación desarrollada en el período fetal
por un retraso.
También un retraso explicaría la delgadez congènita de la esclerótica,
que deja transparentar el pigmento uveal, y da al globo el color azulado
propio de estos ojos en la región limbociliar.
La córnea oval (exactamente circular ya parece a simple vista oval
vertical) puede presentarse en uno o en ambos ojos, con o sin microcórnea (frecuente) o megalocórnea (r a r o ) y otras malformaciones. G ene­
ralmente tiene astigm ia inversa, y suele ir rodeada de zona escleral azu­
lada lim bociliar.
Una y otra anom alías son un retraso fetal, pues así están ordinaria­
mente estas partes en los últim os periodos de la Vida intrauterina, según
Koenigstein.
El nistagmus-mioclonia. — D
octores
A u b in e a u y L e n o b l e
Dan este nom bre a un síndrom e congènito. D e oscilaciones horizon­
tales, iguales en amplitud y velocidad, que se exageran o se despiertan
por los movimientos laterales y la fijación voluntaria. V ariable a cada
examen y aun pudiendo desaparecer en alguno.
Frecuente como fam ilial y como hereditario.
Pueden estar interesados los músculos de los párpados, cara, nuca,
cuello y los de los miembros superiores.
Lim itado unas veces a fibrillas, a hacecillos, o bien a grupos de
músculos, con sacudidas más o menos rítmicas y convulsivas.
Generalmente están exagerados los reflejos y normal la sensibilidad.
Es probable existan lesiones corticales, pero 110 hay de ello ninguna
prueba.
Terminan el artículo con las conclusiones siguientes:
I. — Hay un grupo de mioclonias, caracterizado por la presenciá de
nistagmus.
II. — El nistagmus puede ser la única manifestación de un estado
mioclónico.
Lesiones queráticas en el acné rosáceo de la cara
D o c t o r e s B a i l l i a r t y B l u t f .l
C om ienzan los autores por hacer un resumen histórico del asunto y
entran luego en la descripción de la enfermedad, ocupándose de la etio­
logía, estudio clínico y evolución.
C inco historias clínicas en estilo telegráfico.
Finalizan con el tratam iento, para el que citan un artículo de A. Darier, publicado en La dinique Ophtahnologique de 1912.
En una de sus historias han practicado una iridectomía bilateral que
calmó los dolores; calma obtenida, en mi sentir, a muy elevado precio.
S e p t ie m b r e
M ixocondrom a sarcom atoide de la órbita. —
Pr o f . van
D uyse
C ita los pocos casos, dudosos en su mayoría, que se han publicado,
y luego una notable historia clínica de tumor intraorbitario en una niña
de once años.
Ex tirpación; recidiva; nueva extirpación.
Estudio histológico de ambos tumores, acompañado de cuatro bue­
nos grabados.
Lesiones oculares por polvos y vapores de betún
D o c t o r e s H. T r u c y C . F l r i g
D o s casos clínicos de lesiones producidas por polvos de betún, in­
ducen a los autores a hacer este estudio. En ambos se produjo conjunti­
vitis de tendencia edematosa, queratitis intersticial, queratitis ulcerosa,
iritis, leucomas persistentes e hipopión en uno de ellos ( había epífora
previa en am bos).
En todas las lesiones queráticas se observa predominio en la por­
ción correspondiente a la hendidura palpebral.
Aconsejan a estos obreros lim pieza cuidadosa al dejar el trabajo y
gafas protectoras durante y después de él, al salir al sol.
El nistagm us. —
D r.
H.
C oppez
E studio de patogenia, que termina afirm ando que:
Hay dos variedades esenciales de nistagmus.
El nistagmus a resorte, que representa una desviación conjugada en
movimiento.
El ondulatorio que corresponde a un tétanos incompleto, que acaso
a las veces sea un movimiento utilitario.
El sarcom a capsulado de la órbita y su extirpación con conservación del
globo por medio de las incisiones curvilíneas del reborde orbitario. —
D r . F. T e r r ie n .
C inco observaciones clínicas en apoyo de la incisión curvilínea de
R ollet, que, según Terrien, resulta suficiente en la mayoría de los casos,
y cuando no, es exploratoria, y se termina la operación con una evisceración.
Reabsorción espontánea de la catarata senil. —
Dr.
L.
Ve r r e y
C aso notable ocurrido en un miope de — 10 D ., que fué operado
diez y nueve años antes por extracción en el otro lado.
V = -i-. No mejora con lentes, y en el de la reabsorción hay también
la misma agudeza con + 1’50 D.
Estas cataratas no son propiam ente seniles, pues aparecieron cuando
el enfermo tenía cuarenta y tantos años y miopia muy pronunciada, con
lesiones coroidianas en la vecindad de la región ciliar, con dos accesos
com probados de hipertonía desarrollados posteriormente.
A estos últim os da el autor gran im portancia en el proceso de reab­
sorción, por lo frecuentes que son en los casos publicados de tan feliz
terminación, así como la falta del epitelio capsular, com probada en los
pocos que han sido autopsiados.
O ctubre
Lesiones oculares por polvos y vapores de betún
D o c t o r e s H. T r u c y C. F l e i g
C ontinuación del trabajo analizado en el mes anterior. En éste rela­
tan los autores varios hechos experimentales con todo detalle y term i­
nan con las conclusiones siguientes:
Las lesiones observadas en el hombre y ya indicadas en el artículo
anterior, suelen dejar leucomas persistentes.
E l estado ocular anterior parece constituir una causa predisponente
y la luz solar una coadyuvante u ocasional, que debe tenerse en cuenta
para la profilaxis.
E l empleo experimental de estos polvos produce en el conejo lesio­
nes de bléfaroconjuntivitis glándulociliar hipertrófica, queratitis intersti­
cial con leucomas persistentes, queratitis ulcerosa, episcleritis e iritis.
Todas estas lesiones son menos intensas en el perro.
Las lesiones experimentales son cualitativamente iguales a las obser­
vadas en el hombre.
S i los polvos no son asépticos, las lesiones son más intensas y rápi­
das en su desarrollo.
Los vapores de betún sólo producen en el conejo conjuntivitis ligeras.
La acción depende de un factor mecánico, un factor m icrobiano y un
factor químico. Este últim o parece preponderante.
Estudio m orfológico acerca de la coagulación del hum or acuoso
D o c to r e s
F.
T e r r ie n
y
D a n tr e lle
En él se ha podido com probar los hechos siguientes:
El humor acuoso normal no se coagula.
El líquido de segunda punción se coagula en un minuto. El coágulo
se retrae y el suero contiene gran cantidad de albúmina.
Indican luego las condiciones de técnica que han seguido para estu­
diar el coágulo.
Al m icroscopio se observan en él arborizaziones como hojas de helecho, form adas por cristales de cloruro de sodio.
E l coágulo aparece como un retículo que engloba cristales octaédri­
cos, insolubles en el agua, ácido acético, etc. Hay algunos muy raros en
form a de paralelepípedo.
Nunca contiene el coágulo ningún elemento celular (en el conejo al
menos).
La menor irritación del globo ocular hace al acuoso de primer pun­
ción coagulable, propiedad que desaparece luego en pocas horas.
Condiciones experimentales especiales, que citan, pueden hacer coa­
gulable el acuoso ¡n vivo dentro de la cámara anterior.
De todas sus investigaciones deducen que:
La vasodilatación iridociliar constituye la primera fase o tiempo del
mecanismo de defensa del ojo frente a un trauma. Permite el paso
del plasma y con él el fibrinógeno y anticuerpos al acuoso, como reacción
de defensa. Fórm ase así el tapón fibrinoso en las heridas queráticas.
Cuerpos extraños infraoculares y las iritis tuberculosas, producen
gran tendencia a la coagulación del acuoso, constituyendo un dato de
algún Valor diagnóstico en casos dudosos.
La ¡nelanosis conjuntiva!. Nevus pigm entario de la conjuntiva
D octores
B e a u v ie u x
y
M uratet
E studio com pleto de un caso observado en una mujer de treinta y
nueve años.
Examen histológico de la pieza extirpada. El pigmento localizado
principalmente en la parte más profunda del epitelio conjuntival, en gra­
nulaciones redondas libres y en el interior de las células epiteliales, conjuntivales, estrelladas, etc.
Tiene las reacciones del pigmento melánico.
O pinan los autores que la tnelanosis conjuntival no es una entidad
bien definida sino que, generalmente congènita, form a parte del grupo
de los nevipigmentarios; de los que tienen la estructura y los caracteres
evolutivos.
Cordón arterial prepapilar penetraudo en el cuerpo vitreo
P r o f . M árquez
S e trata de una señorita de veintidós años.
La anom alía asienta en el O . I. y está form ada, al parecer, por un
vaso que se enrosca en tirabuzón alrededor de otro y en su extremo
anterior se continúan cual si fuesen uno solo.
Es vaso arterial, permeable, que parece originarse en la nasal retiniana inferior y que no tiene nada que ver con la arteria hialoidea.
Pigm entación a n u la r de la retina
D
r
. C
h.
L afon
A nom alía notable en una señora de treinta años. Sifilítica, con Iritis
parenquimatosa en el O. I.
La pigmentación existe en ambos fondos oculares, en forma de anillo
oval, a mayor eje horizontal, pasando por la papila y mácula. De un
ancho de papila del lado nasal y algo menor en el otro extremo. El diá­
metro del anillo es de unas siete papilas en sentido horizontal y cinco en
el vertical.
Paralelamente a esta lesión se com probó un escotoma anular, del
que la enferma no se había dado cuenta.
Ligera hemeralopla desde la infancia.
La anom alía parece ser congènita, o por lo menos aparecida en la
primera infancia. El autor tiene sus dudas respecto a la posibilidad de
que se trate de un caso de retinitis pigmentaria atipica y cree necesario
un examen dentro de unos diez años (?), para decidirse a form ular un
diagnóstico categórico si para entonces comprobase agravación en el
síndrome.
N o v ie m b r e
Los fenóm enos de oxidación del cerebro durante la visión
P ro f. A rnaldo
A ngelucci
La mayor exposición de los animales a la luz produce una reacción
de oxidasa mayor de sus cerebros.
Los lóbulos pósteriores muestran más marcada reacción que los
anteriores.
La luz monocrom ática roja durante una hora y la obscuridad, p ro ­
ducen la misma reacción. La azul produce la misma que la luz blanca.
En los cerebros de los mamíferos, en que ha experimentado, no ha
com probado diferencias entre el cerebro del animal sometido a la luz y
el del testigo tenido en la obscuridad.
La oxidación retiniana y cerebral, por la influencia de la luz, se
muestran análogas en los Vertebrados inferiores. En el conejo, tampoco
ha podido com probar diferencias en la retina, en cuanto al poder oxi­
dante de la sometida a la luz con respecto a la que no lo ha sido.
Parecen seguir estos fenómenos una marcha paralela a la manera
como se com porta (desaparición) el rojo retiniano, pero existe también,
aunque en grado menor, en las retinas sin rojo (to rtu g a).
Cuando se experimenta en un ojo, y el otro del mismo animal está
en la obscuridad, los fenóm enos de oxidación se extienden a este últim o
tam bién: lo que hace suponer que la oxidación cerebral depende de los
cambios desarrollados en la periferia.
Relaciones eutre las afecciones fam iliales del nervio óptico y las del sis­
tema nervioso. — P r o f . H. F r e n i í e l
Trabajo interesantísimo bajo múltiples aspectos, terminado por las
conclusiones siguientes:
Las atrofias ópticas no hereditarias, sino limitadas a una sola gene­
ralización, que revisten aspecto de atrofias simples, parecen tener una
cierta tendencia a asociarse en los mismos sujetos con las enfermedades
fam iliales del sistema nervioso.
La diplejia cerebral y la enfermedad de Friedreich, se acompañan
a menudo de atrofia óptica en muchos miembros de la misma familia, y
las enfermedades que se acompañan con frecuencia de atrofia aislada
del nervio óptico (tabes, esclerosis en placas, etc.) raras veces coinciden
muchos casos de la una y de la otra, en muchos miembros de la misma
familia.
Las afecciones fam iliales no hereditarias del nervio óptico principian
a menudo en la infancia. La gravedad de estos casos precoces acaso ex­
plique en parte por que no se observan en muchas generaciones. Las
fam iliales hereditarias principian en la juventud o en la edad adulta y
son, de mucho, más benignas.
La consanguinidad parece tener un papel im portante en la etiología,
en las familias en que hay asociación de localizaciones cerebroespinales
y del nervio óptico,
La etiología infecciosa y la inflam atoria, parece pueden ser descar­
tadas.
La degeneración familial interesa a la vez las neuronas centrales y
las periféricas, de las proto a las deuteroneuronas, ert sentido ascendente
y descendente.
La term oterapia de las úlceras progresivas de la córnea.— D
r.
L.
W e e ic e r s
Estudio clínico y experimental de este modo de tratamiento, que el
autor emplea con la técnica que sigue a continuación, y de la que se
muestra muy satisfecho, por su eficacia y escasa destrucción de elemen­
tos queráticos.
Técnica: Anestesia; b le fa róstato ; galvano a mediana incandescen­
cia, paseado lentamente sobre toda la superficie de la úlcera, muy cerca
de ella, pero sin tocarla; insistiendo particularmente a nivel del rodete
progresivo. Un minuto. Se interrumpe la operación y se humedece la
úlcera, con suero fisiológico estéril o simplemente quitando el blefarós­
tato y cerrando el ojo.
Nueva aplicación durante otro minuto, que acaso se repite tercera
vez, después de nueva humectación de la úlcera, en los casos más graves.
Raras veces hay que repetir la aplicación al día siguiente o al otro,
según afirma el autor.
Diagnóstico de las opacidades traum áticas del cristalino sin herida de
las m em branas externas. — D r . P r e l a t
Pueden ser opacidades permanentes o cataratas y opacidades tran­
sitorias; especie de edema intersticial, que se puede reabsorber dejando
intacta la lente y que siempre es de aparición precoz. Las dos clases de
opacidades pueden sumarse en un mismo cristalino.
Las transitorias desaparecen generalmente antes de medio año.
Debe evitarse confundirlas con las reabsorciones totales de cristalino
opaco, que pueden hacerse en ese espacio de tiempo en los sujetos
jóvenes.
La mayor dificultad está en el diagnóstico etiológico, pues la opaci­
dad puede ser anterior r.l trauma y puede éste ser imaginario también,
así como puede una catarata ser traumática y olvidarse el pequeño cho­
que que la produjo cuando su aparición es tardía.
Se ocupa luego de todos los datos ya cononocidos que inclinan el
ánim o a la idea de una acción traum ática, que en la generalidad de los
casos se aceptará últimamente por el procedimiento de la eliminación,
cuando todo otro origen deba ser excluido.
Am aurosis q u ín ic a . —
D o c to r e s
F.
T e r r ie n
y
A u b ln e a u
Caso de esta rarísim a variedad de am aurosis en una mujer de cua­
renta y sies años.
Aspecto oftalm oscópico de atrofia postneurítica, pero con estrechez
marcada de arterias y venas, y extensas zonas de perivasculitis.
Gran mancha atrófica macular en el lado de las lesiones más marca­
das, y obscura, con aspecto de coriorretinitis central en el otro ojo.
No hay, pues, tal amaurosis, sino las lesioues ya conocidas como pro­
pias de estos casos de intoxicación quínica.
El aquí descrito term inó por una ceguera casi completa, a poco de
dejar las inyecciones de estricnina que le mejoraron notablem ente al
principio.
D ic ie m b r e
Angiom a cavernoso de la órbita. —
P ro f.
L a g ra n g e
Enferma largo tiempo seguida y detalladamente estudiada, hasta
desde el punto de vista histológico.
Joven de veintiséis años, robusta, que ya fué notada de exoftalmía
a los dos meses de edad.
T odo inclina a creer se trata de un derm oide; se elimina la idea de
angioma y después resulta serlo. A pesar de la gran competencia de La­
grange, se comete error por lo difícil que es en todo caso el diagnóstico
clínico de la naturaleza histológica de una neoplasia.
Operación de K ronlein seguida de excelente resultado por la conser­
vación de la Visión.
El autor insiste particularmente en la marcha largo tiempo estacio­
naria y la rápida evolución posterior; en la presencia en el tumor de
islotes linfoides numerosos de formación nueva y rápida, que explican la
marcha, y en la utilidad del proceder seguido para obtener una extirpa­
ción fácil e inocente.
E l trabajo va acom pañado de grabados excelentes que lo ilustran
sobremanera.
Lesiones oftalm oscópicas del vitreo en el gliom a de la retina
D r . T rantas
Se trata de un punteado finísim o, visible en las partes en que la
retina despegada form a un fondo blanco, sobre el que destacan los pun­
tos, y empleando a la imagen derecha más dioptrías positivas que las
necesarias para ver la retina misma, es decir, colocándose en las condi­
ciones convenientes para ver detalles en el espesor del vitreo.
S on am ariiloclaro, algo luminosos al explorarles así. Se desplazan
al moverse el ojo tanto como él, conservando entre sí sus distancias.
('ita dos casos en que los ha comprobado.
La liquefacción del vitreo es un fenómeno posterior a la aparición
de nódulos libres en el misino, que acepta el autor con otros que le han
precedido, sin decidir si son gliom atosos o inflam atorios, inclinándose
más a lo primero.
Esa alteración punteada, que es el primero en describir, 110 existe
en todos los casos de glioma y sí en algunos de hemorragia de retina.
Por encontrar cinco casos d e ’estrabismo, en quince de glioma, dice
que todo niño estrábico debe ser examinado al oftalm oscopio. Y a lo
hacíamos antes de tener esta nueva razón para ello.
A nom alía congènita- del iris. — D r . A .
V e rre y
W e s tp h a l
Sujeto que sufrió algunos meses antes un traumatismo por fragmen­
tos de piedra, en ambos ojos. Interesante por ser lo que se observa en
el iris, a juicio del autor, residuos de membrana pupilar y acaso vesti­
gios de la hendidura fetal del globo ocular.
Señala y discute todas las interpretaciones posibles del caso, y por
lo que hace a la membrana pupilar, indica que en su enfermo sus restos
no estaban en relación con el pequeño círculo arterial del iris, sino con
el borde pupilar del mismo.
Un caso de pénfigo ocular. — D r . H.
Le
Rodx
Interesante por lo raro de esta localización del pénfigo.
Tratado con compresas calientes, atropina y pomada amarilla, se
dominan con rapidez las crisis, quedando la córnea en muy buen estado
de transparencia. Feliz resultado que el autor atribuye a la pronta inter­
vención, pues se trataba de una niña largo tiempo hospitalizada cuando
apareció la localización ocular.
Un caso de tortícolis de origen ocular. —
D r . M. C. P i e r o l a
T ortícolis consecutivo a un estrabismo vertical sursum del O . I.
Cabeza inclinada a la derecha para compensar y neutralizar la
diplopia.
C uración del tortícolis al corregir el estrabismo.
Dos nuevos casos de opacidades nodulares de la córnea, (enferm edad
de G roenow ). — D o c t o r a E l e n a P u s c a r i n
En uno de ellos hizo análisis m icrogràfico de un fragmento de cór­
nea separado con el trépano de Hlppel.
Hay atrofia del epitelio y degeneración Vacuolar de los núcleos de
las células epiteliales; destrucción parcial dé l a membrana de Bow m an;
pelotones granulosos subepiteliales; disociación de las laminillas queráticas; aumento de tamaño de los espacios intersticiales; transform ación
granulosa, probablemente coloide, de las células fijas. Lesiones que
explican el aspecto macroscópico de la córnea.
Se trata de alteraciones degenerativas sin vestigios de proceso flo ­
gistico; de modo que hay que buscar su causa en trastornos de la nutri­
ción general, 110 olvidando las alteraciones en la sensibilidad querática,
probablemente producidas por el estado de los nervios.
V. — ÍNDICE Y ANÁLISIS BIBLIOGRAFICOS
Bl proceso de desintegración por catarata del cristalino y su reproducción
« in v itro » . — D r . H o f f m a n n
Sabido es que el proceso inicial de la catarata consiste en la apari­
ción de cuerpos mielínicos, am isótropes, que presentan las reacciones
características de estas formaciones. Hoffmann demuestra que se trata
de un fenómeno de autolisis; los cristalinos sometidos a una autolisis
aséptica o antiséptica, se cargan de cuerpos mielínicos idénticos a los
que se han encontrado en el proceso de la catarata incipiente. Esta se­
mejanza sólo existe en cuanto a la presencia y a la repartición de los
cuerpos mielínicos birrefrigentes; en lo concerniente a los lipoides monorrefringentes, los fenómenos son diferentes.
Debe, pues, admitirse, que el proceso esencial de la catarata es una
ferm entación. El origen del fermento es la propia fibra cristalina, no el
epitelio anterior. Se trata de un fermento endocelular análogo a la erepsina y a los fermentos intracelulares estudiados por SalkoW sky. —
( Aliinch. Med. Woclien., 17 de M arzo de 1914.)
Las afecciones oculares en la diabetes sacarina
D r . J.
M én dez
y
J im é n e z
En su Tesis para el D octorado, hace el Sr. Méndez un completo es­
tudio de esta cuestión desde el punto de vista expositivo. Se pronuncia
contra la individualidad nosológica de la catarata diabética, ya que los
diabéticos tienen la catarata correspondiente a su edad, y refiere cuanto
se relaciona con la operación de la catarata en los diabéticos. Estudia a
continuación las retinitis, neuritis óptica, iritis, parálisis y diferentes
afecciones que reconocen por su génesis la misma causa.
Avaloran el trabajo cincuenta y cuatro casos clínicos.
Síntom as oculares de la enfermedad de Raynaud
D r . B l a a t j w (B ú fa lo )
En la enfermedad de Raynaud (asfixia local y gangrena simétrica de
las extrem idades) se observan síntomas oculares interesantes. La en­
ferma observada por el autor presentaba una conjuntivitis, que al examen
m icroscópico de la secreción y las culturas, presentaron eslafilococus
a/bus. La presión sanguínea fue siempre normal.
Cassirer presentó un enfermo de cincuenta y nueve años atacado de
asfixia localizada a la mano derecha. D urante los ataques, que duraban
una o dos horas, la visión era buena, debilitándose luego y volviendo a
ser normal cuando reaparecen los ataques. Durante los intervalos de los
accesos el examen oftalm ológico dió los datos siguientes: la arteria
central de la retina y sus ramas son más delgadas en su origen junto a la
papila que en el resto de su curso; las pulsaciones venosas existen aún
pero menos intensas. La observación de Raynaud permite observar estos
síntomas: vasoconstricción arterial a la inmediación de la papila, pulso
Venoso bien marcado; muy frecuentemente miosis.
Según G roenow , existe rara vez la coexistencia de arterioesclerosis
ocular con la enfermedad de R aynaud; durante los accesos se presentan
los trastornos oculares con vasoconstricción de las arterias de ia retina;
las venas pueden ser normales o presentar pulsación. En una observación
inglesa debida a Blaud, el fondo del ojo estaba tan pálido que no se
pudo reconocer los vasos; la orina contenía mucha albúmina y sangre.
E l enfermo presentaba enturbiamiento visual y se quejaba de no poder
leer. Stevenson ha podido com probar la ausencia de lesiones retinianas;
su paciente tenía accesos de ceguera temporal sin dolores. —(Sammlungzwangloser. Abhandlungen, 1913.)
Estudio experim ental del tracom a
D o c to r e s
C.
N ic o lle ,
por el
A.
G uenod
y L.
B la iz o t
(Extracto analítico
Dr. Juan Santos Fernández)
Las primeras investigaciones acerca del tracoma en el Instituto Pasteur de Túnez se remontan a 1807. La primera dificultad fué encontrar
el animal reactivo, cóm odo y común. La opinión de los autores, desde el
primer momento, respecto a los cuerpos descritos por Halberstaedter
y Von Prow azek es la que tienen actualmente, que no son específicos
del tracoma.
A excepción del hombre y del cuadrumano no hay especie animal
sensible al Virus que nos ocupa. S ólo los ciegos incurables pueden ser
objeto de experimento en el hombre sin incurrir en una falta grave. En
tres casos lo ha efectuado Addario *. No se ha sacado nada en limpio
por la manera de la inoculación que fué violenta y lo será mientras no
se esté de acuerdo respecto en la manera de empezar el tracoma. Los
fenómenos de la inoculación, no son otros en los antropoides.
Los autores pretenden que la primera inoculación indiscutible del
tracom a en un antropoide, les pertenece; la realizada en un chimpancé
en 1910. Las obtenidas por Prow azek se hicieron en el orangután,
en Java.
A pesar de haber obtenido la inoculación en el curso y forma adop­
tada, los autores entienden que el chimpancé es costoso para investiga­
ciones, que éstas necesitan ser largas y para éstas se han servido de
monos inferiores, de especies comunes.
A pesar de todo, se advierte que el progreso realizado en este sen­
tido exige descubrir o adquirir una especie animal que pueda servir de
reactivo y permita el estudio experimental, im posible de realizar en el
hombre, en razón de la gravedad del mal. Los animales comunes para
uso de Laboratorio, ofrecen una resistencia absoluta al tracoma, aunque
en el chimpancé reviste la enfermedad los mismos caracteres si bien más
benignos, el precio de éstos hace su empleo imposible.
Los autores pretenden haber encontrado el animal reactivo en Alacacas innus, creen que la enfermedad reviste en él el tipo humano y
ocupan las granulaciones el párpado superior, cerca del cartílago tarso.
Pretenden que el agente del tracoma es un microbio filtrante que se
destruye a 50° durante treinta minutos. No resiste la desecación a .32“ y
conserva actividad en glicerina neutra y helada siete días.
Entienden que las inoculaciones subconjuntivales de virus, recogido
merced al curetaje de las lesiones, es el proceder más conocido de com ­
batir el tracoma, sin que deje de tener sus inconvenientes; pero es lo
único que se puede hacer contra el tracoma, la sola arma específica.
1 C . A d d arlo , de P a le rm o .
nas 321-331.)
(Archivio d'Oftalmologia,
O c tu b re , 1906, núm e ro 4, p á g i­
V I. — V A R I A
Síutom as oculares de los tum ores cerebrales
En el diagnóstico de los tumores cerebrales, los síntomas oculares,
por razón de su frecuencia y de su precocidad y puede decirse también
de su realidad objetiva, adquieren una importancia de primer orden:
1.° Síntomas de certeza: estasis papilar. —Tal es su importancia
que se le podría definir como síntoma fundam ental. El estasis se en­
cuentra en muchas otras afecciones: fracturas de la base del cráneo,
absceso del cerebro, trom bosis de los senos, meningitis, etc., pero puede
decirse que jamás falta en los tumores cerebrales.
S ólo la bilateralidad del estasis perm ile afirm ar el origen intra­
craneal. Es un punto capital la ausencia de trastornos funcionales,
cuando menos al principio: el examen oftalinoscópico deberá practicarse
sistemáticamente en todo sujeto que se suponga atacado de tumor cere­
bral. Hay, sin embargo, tres elementos que con frecuencia se en­
cuentran: 1.° El agrandnm iento del punctum ccecum; 2.° Un ligero grado
de estrechamiento periférico del campo visual; 3.° Obnubilaciones pasa­
jeras de la Visión.
S i el estasis se produce a veces con gran lentitud, si puede perma­
necer largo tiempo sin acarrear trastornos visuales apreciables, al co n ­
trario, la regresión desde que se hace manifiesta, evoluciona de ord i­
nario rápidam ente y se establece la atrofia muy pronto. Al propio
tiempo disminuye la agudeza Visual, se reduce el campo visual y se hace
definitiva la ceguera.
Desde el punto de vista del tratamiento, el origen puramente mecá­
nico del estasis explica el favorable resultado que, sobre su evolución
ejercen las operaciones decompresivas. La punción lumbar, menos peli­
grosa que la craniectomía, deberá ensayarse desde el principio.
2.° Síntomas de localización. — Su coexistencia con el estasis,
puede ayudar a precisar el emplazamiento del tum or, pero son por si
solos, insuficientes para confirm ar la existencia de éste. Los principales
síntomas son: la desigualdad de! estasis papilar; la atrofia del nervio
óptico; la hemianopsia; tas parálisis de los nervios craneales (que
ayudan singularmente al diagnóstico topográfico del tu m o r);
las modi­
ficaciones de la pupila y la exoftalmía.
Todos estos síntomas pueden encontrarse también en m ultitud de
otras afecciones, y su valor depende de la coexistencia del estasis pa­
pilar.— (Comunicación del I I Congreso de Pediatría, 3 y 4 de O c.
tubre de 1913.)
El ” 606” no esteriliza la sífilis '. —
D r . A. L e v i -B ü r y
P or el interés que reviste en O ftalm o lo gía cuanto se relaciona
con el tratam iento de la sífilis, damos in extenso el trabajo del
Dr. Levy-Bury:
«E n terapéutica antisifilítica no hay ninguna cuestión que apasione
tanto, aun en este momento, como el tratamiento abortivo de la sífilis,
cuando la infección parece estar localizada al chancro y al sistema lin fá ­
tico tributario de la región afecta.
Así es, que los métodos preconizados para esterilizar el organismo
son numerosos y diferentes, desde la sencilla escisión del accidente
primitivo, hasta las inyecciones mercuriales o arsenicales hechas en el
sitio mismo del chancro, com binadas con tratamientos intensivos por
Vía bucal o muscular.
Estos diferentes procedimientos han dado excelentes resultados, en
el sentido que han impedido a menudo la aparición de accidentes secun­
darios, pero no han conseguido jamás esterilizar la sífilis.
C uando la aparición del «606» todos los tratamientos abortivos
conocidos hasta entonces parecieron destinados a desaparecer delante
del nuevo compuesto arsenical descubierto por Ehrlich. E l dioxiamidoarsenobenzol estaba dotado de una acción parasiticida tan enérgica que
una sola inyección de esta sal, hecha a dosis suficiente debía esterilizar
el organismo y resumir ella sola todos los tratam ientos preconizados
hasta aquel día. Pero pronto el entusiasmo del primer momento se con­
virtió en un escépticismo grande, por las numerosas recidivas que se
señalaron en todas partes.
Se intentó entonces suprim ir estas recidivas m ultiplicando el número
de las inyecciones intram usculares: el mismo fracaso.
Se hizo más, se pensó devolver al «606» su acción esterilizante,
puesta ya demasiado en duda, inyectándolo directamente en la vena.
C o n la inyección intravenosa las esperenzas fueron defraudadas una Vez
más; se tuvieron que deplorar recidivas a veces muy precoces. Se intentó
Vanamente retocar las dosis y como anteriormente aumentar el húmero
de las inyecciones.
Se procuró entonces atacar la infección lo más cerca posible de su
comienzo, y se recurrió a las indicaciones que proporcionaba la serorreacción de W asserm an. Era preciso hacer las inyecciones intravenosas
1 C o m u n ic a c ió n al X V II C o n g re s o In te rn acional de M e dicin a celeb rado en L ondres.
de «606» en los enfermos cuyo chancro no datase de más de quince días
y cuya serorreacción era aún negativa. Es precisso tratar estos enfer­
mos con las dosis más altas posibles y proseguir las inyecciones; se
plocamó entonces otra vez la acción esterilizante del «606» talmente
esterilizante, que los casos de reinfección o de soi disaiit reinfección
eran frecuentes.
Con imparcialidad y sin idea preconcebida, hemos buscado por
nuestra parte colocarnos en las mejores condiciones posibles para con­
seguir la esterilización de la sífilis. Entre los numerosos casos prim iti­
vos que hemos encontrado, hemos elegido un cierto número de chancros
muy recientes, en enfermos cuya serorreacción era aún negativa.
Hemos inyectado muy altas dosis de salvarsán, 60 centigramos por
término medio, repetidas casi cada ocho días, durante tres o cuatro
semanas consecutivas.
A pesar de esto ni una vez, ni en los casos más favorables, hemos
llegado a esterilizar la sífilis. P or lo que, si es preciso reconocer al
«606» una acción curativa poderosa y rápida, pero ciertamente incons­
tante también; es preciso tam bién admitir que no posee un poder este­
rilizante, y que también él es incapaz de hacer abortar la sífilis.
Las observaciones que publicam os nos parecen ser una prueba evi­
dente de lo que acabamos de decir.
(S ig uen diez observaciones que suprim im os).
Com o acabamos de ver, hemos inyectado nosotros nuestros enfer­
mos a una época lo más cerca posible de la aparición del chancro: tres
días, cinco días, seis días, siete días, ocho días, catorce días y quince
días; en todos estos enfermos la serorreacción de W asserm ann era aún
absolutam ente negativa.
En la observación VIII, la serorreacción que era aún negativa con el
antígeno ordinario de hígado, daba ya sin embargo un resultado positivo
con el antígeno químico de Desmouliéres, mucho más sensible, pero es
el único caso, por otra parte, en que el tratam iento no se empezó hasta
quince días después de la aparición del chancro.
Por otra parte, las dosis que nosotros hemos empleado pueden ser
señaladas como dosis fuertes; 40 a 60 centigramos de salvarsán y 45
a 75 centigramos de neosalvarsán. Debe tenerse en cuenta que hemos
debutado desde el primer m omento en algunos casos por una dosis de
60 centigramos de salvarsán.
En ocho de nuestras observaciones hemos utilizado el salvarsán y
dos veces solamente el neosalvarsán.
El número de las inyecciones no ha sido jamás inferior a dos (obser­
vación III), en que los accidentes secundarios aparecieron antes de la ter­
cera inyección, y una vez fué de siete (observación V III).
Las inyecciones han sido hechas por térm ino medio con un intervalo
de ocho días, algunas veces de seis días y menos aún en un caso ( obser­
vación V III).
A pesar de esto, todos nuestros enfermos, salvo tres, han presen­
tado accidentes secundarios y estos accidentes han sido particularmente
graves y generalizados.
Estos accidentes, por otra parte, han aparecido bastante rápid a­
mente después de la primera inyección: siete días en un caso (observa­
ción 111), tres semanas en otro (observación I V) , un mes, un mes y
medio, dos meses y cinco meses en los otros casos. Los tres enfermos
(observaciones Vil, VIII, X ) que no han presentado aún ninguna manifes­
tación sifilítica, por contra han visto pasar progresivamente del signo n e­
gativo al positivo; estos tres enfermos han recibido su últim a inyección,
el uno hace dos aflos (observación V II), otro hace cuatro meses (observa­
ción VI II ) y el últim o hace algunos días solamente (observación X ) .
Pero los tres han presentado una reacción positiva. Es preciso señalar
que el enfermo de la observación VII, que estuvo dos años sin presentar
el más pequeño accidente, estuvo sometido a un tratam iento mercurial
regular.
Ante tales hechos, se ve uno obligado a adm itir que es extraordina­
riamente difícil, por no decir imposible, esterilizar la sífilis aun atacando
la infección desde su com ienzo, cuando aun parece una enfermedad
local, y hasta empleando dosis fuertes y repetidas de salvarsán.
Y
que no venga a decirse que hemos caído sobre una serie desgra­
vada; por el contrario, nos hemos esforzado en procurar encontrarnos
en condiciones ideales, testigo nuestra observación IX , en la que hemos
empezado el tratamiento al cuarto día de existir el chancro, caso tal vez
único de precisión posible de diagnóstico.
Los casos de curación y de reinfección publicados estos últimos
tiempos son sospechosos, por que los dos criterios de que disponemos
para afirm ar la esterilización de la sífilis son aún insuficientes.
La ausencia de accidentes sifilíticos, la presencia de una serorreacción de W asserm ann negativa no demuestran que el tratam iento haya
hecho abortar la sífilis.
La cuestión es mucho más difícil de juzgar.
La infección sifilítica puede, en efecto, permanecer latente durante
años, sin desaparecer jam ás completamente. El tratam iento lia atenuado
la sífilis, no la ha curado. La aparición tardía de lesiones a Veces graves
viene demasiado a menudo a desmentir las esperanzas que había hecho
nacer un largo plazo sin accidentes. No vemos el mismo hecho pro du­
cirse en las sífilis concepcionales, que pueden permanecer silenciosas
durante años, hasta sin ningún tratamiento, para manifestarse después
por una hemiplejía o cualquier otro accidente grave.
En cuanto a la reacción de W asserm ann negativa después del tra­
tamiento por el «606», sabemos con qué facilidad puede volver positiva;
es preciso recordar igualmente los casos bastantes numerosos, en que
se han Visto accidentes sifilíticos hacer su aparición en pleno período
negativo.
En el momento actual, lo que nosotros eremos poder decir, es que
nos parece que el salvarsán no es capaz de esterilizar la sífilis y
que, a pesar de las condiciones la más favorables de experimentación en
que nos liemos colocado, no hemos podido ni una sola vez realizar la
steri/isatio magna, preconizada por Ehrlich y afirmada por algunos
autores.»
Noticias
La próxima Asamblea de la Sociedad O ftalm ológica Hispano-Americana tendrá lugar en Barcelona los días 25-28 de Septiembre próximo,
durante las fiestas de la Merced, según acuerdo tomado en la anterior
reunión. E n virtud del mismo, continuarán celebrándose bienalmente, en
distintas capitales de provincia, procurando de este modo el concurso
de los Oculistas de toda la Península.
Para facilitar la redacción de la orden del día, se suplica la remisión
de los títulos de las comunicaciones a la mayor brevedad, al señor Se­
cretario, Dr. Leoz y O rtín (C u e sta de S an to Dom ingo, 20, principal,
M adrid), y para facilitar la tarea de la inform ación de la Prensa profe­
sional, se suplica a los autores de comunicaciones, que se sirvan hacer
de ellas un resumen sucinto, que no debe ocupar más de una cuartilla.
Es de esperar que el concurso de todos ios miembros de nuestra
Sociedad O ftalm ológica sea eficaz, pero particularmente el de los que
ejercen en Barcelona, donde la Asamblea ha de tener lugar.
C om o resultado de las gestiones hechas por el Dr. L andolt, las seis
grandes redes de caminos de hierro francesas, han concedido una re­
ducción de 50 por 100 a los congresistas franceses que se dirijan a San
Petersburgo, habiéndolo hecho extensivo a los españoles y portugueses.
Para beneficiarse de dicha ventaja, los miembros del Congreso se ser­
virán dirigirse al D r. D o r, 9, rué Président C arnot, en L yón, contes­
tando a las siguientes preguntas:
1.a ¿P o r cuál de los itinerarios le conviene cruzar la Francia?
2.a S i le acom pañará su esposa.
El C om ité de Redacción de los Anuales d’Ocnlistiqtie, compuesto,
desde 1897, por los doctores M orax, Sulzer y Valude, se amplía, desde
el 1.° de J u lio de 1914, con el Profesor Gallem aerts (de Bruselas), y los
doctores Dupuy-Dutem ps y Rochon-Duvigneaud, oftalm ólogos de
los hospitales de París y de la fundación R othschild.
FOLLETOS
R E C IB ID O S
Vertiere Bydragen tot de geschiedenis cler Optotypen,
Ed. Pergens, de Maeseyck.
Über alte Brillen, por el D r. Ed. Pergens
mologische Optik). Año I, cuaderno 6.
por el doctor
(Zeitschrift. f. ophthal-
Ueber altere Niederdeutsche Benennungen zar Anatomie, Physiologie and Phatologie der Augen, por el Dr. Ed. Pergens (Ja n u s ).
Zitr Geschichte enus optischen Instruments, por el Dr. Em, Berger,
de Ginebra.
Über Hornhant-Pigmentierung besin Meerschweichen,
por el doc­
tor J . Rubert.
Lichtsiun-Untersiichungen bei tieren,
S oc ie da d A n ó n im a L a N
e o t ip ia
por el Dr. Freytag (M unich).
. — R a m b la de C a ta lu ñ a , 11G, T elé fon o 7908. -r- B arce lona