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COLOMBIA: CRISIS DEL CRECIMIENTO ECONÓMICO *
Expresión en el comportamiento de la oferta final 1990-2002
Julio Silva-Colmenares, Dr. sc. oec. **
Resumen
Como parte de un trabajo más extenso sobre el crecimiento económico reciente en Colombia, este
documento analiza los cambios observados en los dos componentes básicos de la oferta final: el
Producto Interno Bruto y las importaciones. Se presentan algunas explicaciones sobre el lento y
diferenciado crecimiento del PIB y se muestra que el apreciable aumento de las importaciones entre
1992 y 1997 no es tanto resultado de los cambios en las regulaciones sobre comercio exterior cuanto
de un ingreso desbordado de divisas que revaluó el peso colombiano y «abarató» las importaciones.
Al final, se discuten las características de la protección en el pasado y las implicaciones de una
mayor apertura de la economía, con los efectos que podría traer en la oferta final.
Abstract
As part of a research about recent economic growth in Colombia, this paper analyzes the observed
changes in the basic components of final supply: Gross Domestic Product and imports. The paper
presents explanations about the slowly and differentiated GDP growth by sectors, and shows that the
rapid increases of imports between 1992 and 1997, is not a result of changes of trade regulations but
a result of an important inflow of foreign currency, which revalued the Colombian peso making
imports cheaper. The final part of the paper, discusses the old model of economic protection and the
implications of a future open economy model, and its effects on final supply.
* Capítulo de un libro en preparación, cuyo título tentativo es COLOMBIA: CRISIS DEL
CRECIMIENTO ECONÓMICO Y ATRASO EN EL DESARROLLO HUMANO.
** Economista, contador público, administrador de empresas, PhD en economía y doctor en ciencias
económicas de la Universidad de Rostock (Alemania); vicepresidente de la Academia Colombiana
de Ciencias Económicas, miembro del consejo directivo de la Sociedad Colombiana de Economistas;
profesor titular emérito de la Universidad Autónoma de Colombia –UAC-; profesor visitante de
postgrado en varias universidades de Colombia; autor de más de 20 libros y folletos y de más de 200
ensayos y artículos científicos publicados en el país y en el exterior; en la actualidad, director de
postgrados en ciencias económicas y sociales de la UAC.
Contenido
1. La «caída» abrupta del crecimiento económico
1.1 Crecimiento previsto y observado del Producto Interno Bruto
1.2 Algunas explicaciones sobre lo ocurrido
2. Importaciones: del auge a la recesión crónica
2.1 El movimiento errátil de las compras en el exterior
2.2 Las importaciones y el crecimiento económico
2.3 Importaciones: ¿apertura comercial o apertura financiera?
3. Economía colombiana: entre la protección y la apertura
1. LA «CAÍDA» ABRUPTA DEL CRECIMIENTO ECONÓMICO
1.1 Crecimiento previsto y observado del Producto Interno Bruto
Si bien las causas de la crisis de crecimiento deben buscarse en el comportamiento de la demanda,
comenzamos el análisis por el lado de la oferta, donde aparece el efecto. Y este es el principal error
de muchos analistas: se quedan en el estudio de los efectos sin revisar las causas. Para ver la pérdida
de dinámica económica basta comparar las cifras previstas de crecimiento porcentual del Producto
Interno Bruto –PIB- total, componente fundamental de la oferta, con el crecimiento real observado,
añadiendo, para apreciar la contundencia de lo ocurrido, el cálculo de los montos a que habría
llegado el PIB total, de realizarse lo previsto, y el valor efectivo a que llegó, durante los ocho años de
los gobiernos Samper Pizano y Pastrana Arango. Se añade el PIB per cápita (por habitante) en pesos
constantes, aunque desde el punto de vista del ingreso es un indicador engañoso, por las diferencias
que oculta. Por tanto, más adelante se revisarán otros indicadores que manifiestan mejor el desarrollo
humano. De acuerdo con lo dicho en el capítulo anterior, en el caso del PIB total estamos hablando
de crecimiento económico bruto y del PIB per cápita de crecimiento económico neto, que es lo
que en el fondo interesa.
Aunque el gobierno Pastrana Arango bajó la tasa prevista de crecimiento del PIB total para el primer
año de su administración al 2%, teniendo en cuenta lo ocurrido al final de la administración Samper
Pizano, no alcanzó a prever que 1999 sería el peor año en las últimas tres cuartas partes del siglo 20
y que le tocaría el poco honroso «privilegio» de ser el gobierno en que las previsiones sobre
crecimiento económico estuvieron más distantes de la realidad. Debe tenerse en cuenta que las cifras
porcentuales de crecimiento económico bruto previstas (cuadro 1) corresponden a las utilizadas en
las versiones iniciales de los planes de desarrollo de cada gobierno, aunque las dos administraciones
las corrigieron con frecuencia, disminuyéndolas de acuerdo con las circunstancias. No obstante,
dejamos las iniciales, pues lo que interesa destacar en el análisis comparado es la brecha entre lo
previsto –para cada gobierno con una perspectiva de cuatro años-- y lo observado.
Cuadro 1 - CRECIMIENTO DEL PIB – PREVISTO Y OBSERVADO – 1995-2002
Años
PIB Previsto
Crecim.% a/
Valor b/
1994
67.532,9
1995
6,26
71.760,4
1996
4,64
75.090,1
PIB Observado
Población
e/
Crecim. % c/
Valor d/
67.532,9
37,8
5,20
71.046,2
38,5
2,06
72.506,8
39,3
PIB per
cápita f/
1.784,3
1.843,3
1.845,1
2
1997
1998
5,38
79.130,0
3,43
74.994,0
40,1
1.871,8
6,26
84.083,5
0,57
75.421,4
40,8
1.847,3
1995-98
5,63
2,80
1999
2,0
85.765,2
(4,20)
72.250,6
41,6
1.738,5
2000
3,5
88.767,0
2,92
74.360,3
42,3
1.757,0
2001
4,2
92.495,2
1,39
75.393,9
43,1
1.750,5
2002
5,1
97.212,4
1,50
76.524,8
43,8
1.745,8
1999-02
3,69
0,36
1995-02
4,66
1,57
1,85%
a/ Crecimiento porcentual anual, tomado de los Planes de Desarrollo
b/ Cálculos de Julio Silva-Colmenares, con base en 1994 y los porcentajes previstos de crecimiento.
Miles de millones de pesos de 1994
c/ Con base en información producida por Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas DANE- y el Departamento Nacional de Planeación –DNP-. Miles de millones de pesos de 1994
d/ Con base en información producida por DANE-DNP. La cifra de 2002 es provisional. Miles de
millones de pesos de 1994
e/ Población en millones de personas
f/ PIB per cápita anual en miles de pesos de 1994
Como se observa a simple vista en el cuadro 1, la pérdida de dinámica es harto preocupante. Durante
el cuatrienio 1995-1998 se preveía un crecimiento efectivo anual de 5,63% en el PIB total y sólo se
logró 2,80%, esto es, apenas la mitad; para el siguiente cuatrienio se previó un crecimiento del 3,69%
anual y alcanzó un ínfimo 0,36% efectivo anual, la décima parte de lo previsto; para el lapso 19952002, si se hubiesen mantenido las previsiones de los dos gobiernos, el crecimiento del PIB total
habría sido del 4,66% anual, cifra comparable con otros momentos en la historia del país pero
inferior a las necesidades del desarrollo humano, pero sólo se alcanzó el 1,57% anual, esto es, la
tercera parte. Al final de los ocho años, el monto real del PIB total en pesos de 1994, $76,5 billones,
es 20,7 billones inferior al PIB que se hubiese alcanzado de mantenerse el ritmo de crecimiento
previsto, o sea $97,2 billones.
La pérdida de dinamismo respecto a lo previsto, que a su vez está muy lejos del potencial, significa
más del 21% para 2002 de menor valor agregado generado por la economía, o sea de menor riqueza
creada. Tal resultado, como impacto sobre las personas es impresionante: como la población
aumentó en los ocho años en 6 millones de personas, esto es, no menos de 1,5 millones de hogares
nuevos, si hablamos de 4 personas por hogar, el crecimiento económico neto fue negativo en los
ocho años, pues el PIB per cápita disminuyó en 2,2% durante ese lapso, como puede calcularse
con base en el cuadro 1, y regresó a los valores constantes observados a principio de los años
noventa. Medido en dólares corrientes, el PIB per cápita cayó en cerca de 20% durante este lapso.
Si bien la información oficial sobre población no es confiable, pues ha habido mucha dificultad con
el desarrollo de los censos, incluidos problemas de cobertura geográfica por la prolongada
inseguridad en extensas zonas del país, así como negativa del Congreso para aprobar los resultados,
pues ellos cambian el «mapa electoral», puede calcularse el crecimiento neto con una mayor
proyección de tiempo hacia atrás. En el cuadro 2 se presenta el crecimiento económico anual, tanto
bruto como neto, para los períodos presidenciales desde el comienzo del Frente Nacional hasta el
tránsito al siglo 21. Aunque con las reservas del caso, teniendo en cuenta las observaciones
anteriores, se nota una tendencia a disminuir el ritmo, con una mayor inestabilidad a medida que se
acerca el final del siglo 20.
3
Cuadro 2 CRECIMIENTO ECONÓMICO BRUTO Y NETO 1959-2002
% Crecimiento económico
anual
Bruto
Neto
(PIB total)
(PIB per
cápita)
Alberto Lleras Camargo
1959-62
5,38
2,12
Guillermo León Valencia M.
1963-66
4,70
1,46
Carlos Lleras Restrepo
1967-70
5,75
2,48
Misael Pastrana Borrero
1971-74
6,89
3,62
Alfonso López Michelsen
1975-78
5,59
2,36
Julio César Turbay Ayala
1979-82
3,91
0,91
Belisario Betancur Cuartas
1983-86
4,01
1,93
Virgilio Barco Vargas
1987-90
4,98
3,06
César Gaviria Trujillo
1991-94
5,03
3,39
Ernesto Samper Pizano
1995-98
2,80
0,87
Andrés Pastrana Arango
1999-02
0,36
(1,40)
Fuente: Banco de la República (para PIB total) y Dane (para población). 1 Cálculos de Julio SilvaColmenares
Gobierno
Período
En resumen, en casi medio siglo tuvimos un primer ciclo largo de 20 años o cinco gobiernos (195978) con un crecimiento económico neto significativo pero no muy apreciable; durante este lapso el
crecimiento bruto fue de 5,66% anual, pero como la población creció al 3,18% anual, el
crecimiento neto se redujo al 2,40% anual. Luego un segundo ciclo, más corto, de 16 años o cuatro
gobiernos (1979-94) de menor crecimiento bruto, 4,48% anual, pero de similar crecimiento neto al
período anterior, 2,32% anual, pues el ritmo de aumento poblacional disminuyó al 2,11% anual, lo
que permitió mejorar algo los principales indicadores del desarrollo humano; finaliza este largo
período con un ciclo aún más corto, de 8 años o dos gobiernos (1995-2002), que es el objeto
principal de nuestro análisis, con una caída profunda en el crecimiento económico neto, pues alcanzó
una tasa negativa de 0,27% anual, a pesar de que el crecimiento de la población siguió cayendo y
bajó al 1,85% anual, pero el crecimiento bruto fue más bajo: 1,57% anual. Por tanto, los
resultados en desarrollo humano son muy dispares. En valores constantes de 1994 el PIB per cápita
pasó de casi $770.000 en 1958 a $1.210.000 en 1978 y algo más de $1.780.000 en 1994, para
disminuir a $1.745.000 en 2002. Se requirieron más de cuatro décadas para que el PIB per cápita
se duplicara; en cifras exactas, se multiplicó por 2,2 veces en 44 años.
A comienzos del siglo 21 parece muy difícil, y casi utópico, pensar en crecimientos económicos
brutos que estén entre el 5% y 6% anuales, pero lo cierto es que durante casi la mitad de la segunda
parte del siglo 20 (1959-78) hubo un aumento sostenido de la actividad económica que estuvo en ese
rango y durante otros 16 años el promedio bordeó el 4,5%. De otro lado, debe tenerse en cuenta que,
1
Este ejercicio tiene como base la serie del PIB en pesos de 1994 recalculada por el Grupo de Estudios del Crecimiento
Económico –Greco- del Banco de la República, dirigido por Miguel Urrutia Montoya, y retroproyectada hasta principios
del siglo 20. Por tanto, las tasas anuales difieren de las calculadas con base en pesos constantes de otros años, pero la
serie de Greco tiene la ventaja de una relativa homogeneidad para un período bastante extenso. Para más detalle, véase el
libro El crecimiento económico colombiano en el siglo XX. Banco de la República-Fondo de Cultura Económica,
Bogotá, 2002. 460 p.
4
si bien en los últimos años la tendencia a disminuir el ritmo de crecimiento es mundial, en algunas de
las llamadas «economías emergentes» se han mantenido tasas brutas por encima del 5% durante los
decenios de los ochenta y los noventa. Incluso en el PIB per cápita se aprecian tasas significativas;
según el Banco Mundial, el PIB per cápita de Asia oriental, excluido Japón, creció al 5,6% anual
durante los ochenta y al 6,4% anual durante los noventa, a pesar de la crisis de 1997-98. (Bustelo,
2003). Es decir, la economía colombiana ha venido perdiendo de manera progresiva la
capacidad de crecer.
Y volviendo al análisis de los años más recientes, no puede decirse que la diferencia entre lo previsto
y lo observado en la realidad obedezca a que el gobierno no tiene capacidad para hacer previsión
económica. La Presidencia de la República y el Departamento Nacional de Planeación han contado
siempre con profesionales de la más alta calificación académica, muchos de ellos formados en las
mejores universidades del mundo, que tienen a su disposición la más avanzada teoría
macroeconómica y los más modernos recursos econométricos, así como la información estadística
adecuada. Como se lee incluso en Cambio para Construir la Paz, para los cálculos se utilizaron los
siguientes modelos macroeconómicos: “(i) los de consistencia macroeconómica del DNP y el
Ministerio de Hacienda; (ii) el modelo de equilibrio general computable del DNP y (iii) el modelo
econométrico de la economía colombiana del DNP”. (DNP, 1999, 57). Por tanto, debe haber factores
más allá de la formulación técnica y de la política económica gubernamental aplicada que explican
tan profunda diferencia entre lo previsto y lo observado o, diciéndolo en otros términos, tan grave
equivocación. Pareciera que el deseo de los gobernantes va por un lado y la realidad colombiana por
otro. Este análisis pretende ser un aporte, así sea incipiente, a esa indagación.
El Plan de Desarrollo Hacia un Estado Comunitario del gobierno Uribe Vélez plantea que la
actividad económica se recuperará y como medida de esa recuperación propone tasas de incremento
en el PIB total que aumenten de 2,0% para 2003 a 3,3% para 2004, a 3,7% para 2005 y a 3,9% para
2006, para un crecimiento bruto durante el cuatrienio de 3,22% en promedio anual. Como se señala
más atrás, la economía colombiana tiene el potencial para crecer al 5% ó 6% anual y necesita
hacerlo, para empezar a pensar en la reducción de los altos niveles de desempleo y pobreza. Si bien
el crecimiento previsto del PIB del 3,22% anual durante el cuatrienio está lejos de ese ideal, significa
un esfuerzo apreciable respecto a lo observado en el período reciente, pues implica una tasa que es
nueve veces superior al promedio en el lapso 1999-2002 (0,36% anual) y más del doble del promedio
observado entre 1995 y 2002 (1,57% anual).
Como es natural, los diferentes sectores del PIB tienen dinámicas muy diversas, según ciclos de auge
o decaimiento que son propios de cada actividad o que responden a efectos inducidos por otros
comportamientos. Aunque no es objetivo de este trabajo, en el cuadro 3 mostramos el crecimiento o
decrecimiento bruto anual promedio en cada uno de los cuatrienios que van de 1991 a 2002, así
como la composición sectorial del PIB para los años de 1994 y 2002, pues hacia atrás no es fácil la
comparación, ya que a partir de 1994 se utiliza una nueva metodología de cuentas nacionales para el
cálculo del PIB total.
Cuadro 3 CRECIMIENTO INTERCUATRIENAL Y COMPOSICIÓN SECTORIAL
DEL PIB TOTAL 1991-2002
Conceptos
Increm. % anual por
cuatrienio
Composición
%
5
Años 1991-94 1995-98
Agropecuario, silvicultura, caza y pesca
1,60
0,78
Explotación de minas y canteras
(1,16)
10,17
- Actividades primarias
1,13
2,76
Electricidad, gas y agua
4,12
2,54
Industria manufacturera
2,12
1,07
Construcción y obras públicas
10,95
(4,24)
- Actividades secundarias
3,36
(0,19)
Comercio, reparación, restaurantes y hoteles
4,50
0,73
Transporte, almacenamiento y comunicaciones
4,73
4,65
Estab. financieros, seguros, inmuebles y otros
6,63
4,30
Servicios sociales, comunales y personales
3,56
8,41
- Actividades terciarias
4,95
4,87
Servicios bancarios imputados
8,64
8,80
Impuestos menos subsidios
25,96
1,55
TOTAL PIB
4,30
2,80
Fuente: DANE-DNP. Cálculos de Julio Silva-Colmenares
1999-02 1994
1,43 14,83
(0,19)
3,45
1,03 18,28
0,31
3,22
0,17 14,88
(6,21)
7,45
(1,27) 25,55
(0,87) 12,46
1,75
7,29
(0,34) 17,12
1,16 16,08
(0,37) 52,95
(6,73) (4,51)
(1,41)
7,73
0,36 100,0
2002
14,29
4,46
18,75
3,18
13,80
4,28
21,26
10,93
8,27
17,64
20,52
57,36
(4,22)
6,85
100,0
Del cuadro 3 se destaca a primera vista la existencia de problemas muy críticos en la producción de
bienes materiales (actividades primarias y secundarias), con un comportamiento muy errático. La
producción agropecuaria crece durante los doce años a un promedio anual por cuatrienio que está por
debajo de la tasa de incremento poblacional, siendo casi nulo el aumento durante la administración
Samper Pizano. Al contrario, la explotación minera muestra cifras negativas durante los gobiernos
Gaviria Trujillo y Pastrana Arango, en especial durante este último, y una tasa muy alta en el
cuatrienio 1995-98. El crecimiento de la minería es lo que explica que la producción primaria haya
aumentado por encima de la población en el lapso 1995-98; diciéndolo de otra manera, si se excluye
la minería, que en lo fundamental está orientada hacia la exportación, la producción de materias
primas y bienes de consumo de origen agropecuario no alcanza siquiera a atender el crecimiento de
la población, pero allí se originan algunas de las principales exportaciones del país. Esto permite
entender por qué el sector agropecuario disminuyó su peso relativo en el PIB del 14,83% en 1994 a
14,29% en 2002, mientras la explotación minera lo aumentaba en más de una cuarta parte, al pasar
de 3,45% a 4,46% en el mismo lapso. En conjunto, la actividad primaria aumentó un poco su
participación en el PIB, pues pasó del 18,28% en 1994 a 18,75% en 2002.
Algo similar ocurre con la actividad secundaria o de transformación. Si se excluye la producción de
electricidad, gas y agua, los otros dos componentes, la industria manufacturera y la construcción
muestran resultados muy preocupantes, pues la declinación es continua. La industria manufacturera,
que todavía tiene como destino fundamental el mercado interno, aunque están creciendo las
exportaciones de algunos renglones, pasó de un crecimiento mediocre durante 1991-94, a apenas
algo más del 1% en el siguiente cuatrienio y a un estancamiento, en la práctica, en el lapso 19992002. La situación de la construcción es peor; por eso pierde peso en el PIB de manera acelerada: del
7,45% en 1994 al 4,28% en 2002. Como en la industria manufacturera la crisis no fue tan fuerte, su
participación disminuyó apenas en un punto porcentual, del 14,88% al 13,80%, mientras la
producción de electricidad, gas y agua mantuvo su participación, un poco por encima del 3%. En
conjunto, la actividad secundaria o industrial perdió participación en el PIB y cayó del 25,55%
en 1994 al 21,26% en 2002, pues en los dos últimos cuatrienios muestra tasas negativas de
crecimiento.
6
En cambio, en la actividad terciaria o de los servicios, en general, se observa lo contrario. En
conjunto, incrementa su participación en el PIB de manera sostenida y pasa del 52,95% en
1994 al 57,36% en 2002, en especial por el ritmo de crecimiento tan notable logrado en los dos
primeros cuatrienios. Pero el comportamiento es muy diferenciado por sectores. Mientras en el
comercio, reparaciones, restaurantes y hoteles se nota la caída en la demanda interna, pues pasa de
un incremento anual de 4,50% en 1991-94 a sólo 0,73% en 1995-98 y un decrecimiento de 0,87%
anual durante 1999-2002, el sector financiero tuvo tasas muy altas de crecimiento en los dos
primeros cuatrienios, no así en el último, que reflejó un decrecimiento anual del 0,34%, producto, es
posible, de la caída en las utilidades por las reservas que tuvieron que constituirse para respaldar una
cartera con muchas dificultades para el pago.
En los servicios sociales, comunales y personales es evidente la influencia del gasto estatal, el
que representa tres cuartas partes del sector: de un crecimiento de menos del 4% anual durante 199194, recién promulgada la Constitución de 1991, se duplica a más del 8% anual en el siguiente
cuatrienio, pero cae al 1,16% durante 1999-2002, cuando se hace apremiante la obligación de
contraer el gasto público para reducir un desestabilizador déficit fiscal muy alto. El sector de
transporte, almacenamiento y comunicaciones sigue el movimiento de la economía, pero con una
mayor tasa de crecimiento debido a la expansión de las telecomunicaciones, por lo que su peso en el
PIB sube del 7,29% en 1994 a 8,27% en 2002, tendencia que siguen los servicios sociales,
comunales y personales, que pasan del 16,08% en 1994 al 20,52% en 2002. Mientras el sector
financiero aumenta un poco su peso relativo, el comercio y similares pierde participación.
1.2 Algunas explicaciones sobre lo ocurrido
Si bien nuestra hipótesis principal sobre lo que hemos llamado la crisis de crecimiento de la
economía colombiana nos lleva a buscar las explicaciones en el comportamiento de la demanda, en
especial en la demanda interna, con énfasis en el consumo de los hogares, luego de esta sucinta
revisión sobre el crecimiento sectorial y su efecto en la composición del PIB es conveniente
presentar otras ideas o hipótesis sobre las causas de la situación existente en el tránsito de un siglo a
otro. En un sentido muy general, decía el ex ministro de Hacienda de Colombia e investigador de la
Universidad de Harvard Rodrigo Botero Montoya que en la “década de los años veinte del siglo
pasado se hablaba en Colombia de la prosperidad al debe. Lo que viene ocurriendo en el país de
1994 para acá podría denominarse la pauperización al debe. La mezcla explosiva de desorden fiscal y
endeudamiento externo que viene suministrándole el gobierno central al país desde 1994, tiene el
doble efecto de empobrecer a la población colombiana y comprometer el bienestar de las
generaciones futuras”. (Botero, R. 2002).
Al describir un fenómeno similar pero generalizado a Nuestra América, como denominaba José
Martí a la América al sur del río Bravo, decía también en 2002 José Antonio Ocampo, secretario
ejecutivo de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe –CEPAL- lo siguiente: “Con
una caída de la actividad económica cercana a uno por ciento en el 2002, América Latina completará
media década perdida de crecimiento económico. (...) La mitad de los países de la región ha tenido
en los últimos cinco años una contracción de su producción por habitante y todos los fenómenos de
rápido crecimiento económico de la década de los noventa se han detenido”. Desde la perspectiva de
la CEPAL, “se necesita más que una recuperación coyuntural. Se requiere, en efecto, una ofensiva
regional, y del mundo en desarrollo en general, hacia un orden económico internacional que
garantice mayores defensas contra las turbulencias financieras, una apertura comercial efectiva del
7
mundo industrializado, una transferencia tecnológica más acelerada y acuerdos internacionales en
materia migratoria”.(El Tiempo, 3 de agosto de 2002, p. 1-16)
Si volvemos a Colombia, en un foro organizado por el diario económico Portafolio en octubre de
2002 el director del Departamento Nacional de Planeación –DNP- del gobierno recién iniciado en
agosto de ese año, precisaba que “hoy el país se mueve en un entorno de bajo crecimiento, un
enorme desajuste fiscal, cierre de los mercados internacionales, una necesidad de mayor gasto en
seguridad y el propósito de acabar con las viejas costumbres políticas y administrativas. (...) Todo
esto llevó a un déficit fiscal, al aumento desproporcionado de la deuda, al desplome de la inversión,
la contracción del ingreso, así como a mayor desempleo, analfabetismo y pobreza”. (Portafolio, 21
de octubre de 2002, p. 32). Estos argumentos fueron reiterados por el gobierno Uribe Vélez cuando a
finales de ese año presentó el Plan Nacional de Desarrollo Hacia un Estado Comunitario, como lo
vimos en el capítulo inicial de este trabajo.
Si continuamos esta revisión sobre diversas maneras de ver el desarrollo reciente del país, hay que
destacar la paradoja que señala la revista Dinero. (2 de mayo de 2003, p. 32). En su opinión,
“Colombia atraviesa un buen momento desde la perspectiva internacional. Frente a tanto desorden en
la región, Colombia sobresale como país serio, capaz de manejarse a sí mismo y con grandes
expectativas sobre su crecimiento”. No obstante este panorama, enseguida pinta una situación interna
sombría: “La economía colombiana aún no levanta cabeza y está enfrentada a grandes
vulnerabilidades. Por cuenta de la baja demanda mundial y la crisis política de Venezuela, las
exportaciones están deprimidas y posiblemente sigan cayendo este año frente a 2002. La demanda
interna, por su parte, no tiene como crecer mientras el desempleo siga en niveles tan altos, por
encima del 17,6%, y mientras la gente que tiene empleo siga agobiada por el temor a perderlo en el
corto plazo. Sólo cuando esas condiciones cambien, la gente podrá consumir e invertir
tranquilamente”.
Por la misma época una encuesta adelantada entre empresarios reiteraba que es la caída de la
demanda su principal problema. Como lo reseñaba un diario económico, en medio del “sinnúmero de
dificultades que afrontan los empresarios colombianos para el buen desempeño de su labor existe
uno que desde 1999 se convirtió en el rey de todos: la baja demanda. Este obstáculo es tan grande
que supera con creces a temas que antes eran los enemigos históricos del mundo empresarial como la
inseguridad, el contrabando y las altas tasas de interés. De acuerdo con la encuesta de Opinómetro,
para el 32,5% de los empresarios la baja demanda es el mayor problema para su desempeño,
mientras que el 22,6% dijo que es la inseguridad”. (Portafolio, 6 de agosto de 2002, p. 19). El
empresario Mario Hernández Zambrano, que también es columnista del diario Portafolio, reiteró esta
idea, que apoya nuestra hipótesis, con las siguientes palabras: “¡Si no hay consumo, no hay
posibilidades de que la economía crezca… y no hay empleo!”. Y a continuación dijo que, así no lo
crean los teóricos, ante la volatilidad de nuestras exportaciones, el consumo interno es la opción más
importante. (Portafolio, 8 de abril de 2003, p. 38).
Existen otras hipótesis que explican la caída en el crecimiento por causas que son más discutidas.
Así, por ejemplo, el ex director del DNP y ex ministro Mauricio Cárdenas Santamaría presentó a
finales de 2002 la hipótesis de que el retroceso se debe a una caída de la productividad relacionada
con la criminalidad, que desvía el capital y el trabajo hacia actividades improductivas o perjudiciales.
Pero diversos investigadores cuestionan la causalidad tan estrecha que plantea Cárdenas entre
reducción del crecimiento económico y disminución de la productividad, estimulada ésta por la
criminalidad, incluida la violencia. Aunque nadie niega la influencia de la violencia y la criminalidad
8
sobre el crecimiento y la productividad, lo cierto es que el país creció durante mucho tiempo en
medio del conflicto, por lo que debe haber otras razones explicativas de la situación actual.
Lo anterior no niega que la violencia y la criminalidad afectan la productividad, tanto por el lado del
capital humano como del capital físico, llevando incluso a una costosísima destrucción de ambos
factores de la producción. Efecto que se amplía cuando la guerra interna se «contagia» con el
problema global de la producción y transporte de narcóticos para un mercado mundial de «enfermos
por la droga» en crecimiento. Ese «contagio» hace que la confrontación pierda sustento ideológico y
expresión política para convertirse en una lucha por el mantenimiento y la ampliación de la
producción clandestina con un fuerte apoyo armado, alimentado por las ganancias extraordinarias de
la actividad ilícita.
La explicación con base en la influencia que ejercen la violencia y la criminalidad sobre la
productividad no puede ser lo determinante que algunos creen, ya que los costos internos no se
vieron afectados al alza ni una eventual disminución de la producción elevó los precios, como era
previsible, pues lo que ocurrió fue lo contrario a una inflación por presión de la demanda: a medida
que la producción se contraía, también caía el aumento anual de los precios, pues de incrementos
superiores al 30% a principios de la década de los noventa se llegó a tasas de un dígito a comienzos
del siglo 21; el índice de precios al consumidor –IPC- mostró un aumento de 7,65% durante 2001 y
de 6,99% durante 2002. Para complementar, existe una evidente subutilización de los factores de
producción: el equipo industrial está trabajando a menos del 75% de su capacidad, el desempleo
abierto ronda el 15% y el subempleo el 30%. Por eso, creemos más en explicaciones por el lado de la
demanda y no tanto de la oferta.
Desde este punto de vista nos parece más pertinente la explicación de Miguel Urrutia Montoya,
gerente del banco central, quien da más peso en la crisis a la disminución en el ahorro y la inversión
en capital fijo, sin desconocer que aumentar la productividad es prioritario. Urrutia Montoya insiste
en que el comportamiento reciente de la inversión en capital fijo afecta el potencial de crecimiento de
la economía. Como señaló en un foro organizado por el diario Portafolio en octubre de 2002, la
“inversión pasó de un promedio del 17% del PIB en el pasado, al 13% del PIB en el año 2000”.
Como recalca a continuación, una “menor acumulación de capital en los últimos años, reduce el
potencial de crecimiento de la economía”. En sus palabras, para “aumentar la productividad es
fundamental también mejorar la calidad de la inversión”, al tiempo que es “un error proteger sectores
ineficientes de baja productividad”. Y al preguntarse ¿por qué ha disminuido tanto la inversión?
Urrutia presenta varias razones: reducción de la inversión estatal debido al déficit fiscal; disminución
de la financiación externa, tanto directa como indirecta, para proyectos de inversión; fuga del ahorro
de los colombianos para inversiones en el exterior, y el bajo crecimiento de la demanda, que lleva a
un exceso de capacidad instalada y, por consiguiente, desestimula la inversión en maquinaria y
equipo.2
En verdad ha disminuido mucho la inversión en capital fijo. Basta recordar que en la primera parte
de los años noventa sobrepasó la cifra de 17% dada por Urrutia Montoya, y citada más atrás, pues
alcanzó a estar cerca del 25% del PIB, nivel que parece aceptable hoy, No obstante, hay países que
superan ese monto, como Nicaragua, Portugal, Irlanda, Jamaica, Hong Kong, Polonia y Hungría;
incluso la mayoría de los países desarrollados, que requieren menor esfuerzo de acumulación, en
términos relativos, mantienen tasas de inversión bruta superiores a las que muestra Colombia en los
El resumen de la intervención de Miguel Urrutia Montoya se tomó de la página en Internet del Banco de la República;
http://www.banrep.gob.co/ (consulta efectuada en noviembre de 2002)
2
9
últimos años. Más aún, países en crisis, como Argentina y Venezuela, también tienen un nivel
superior de inversión en capital fijo.3
La caída en la inversión guarda una relación muy estrecha con la disminución del ahorro, pues en
una economía cerrada la inversión tiende a ser igual al ahorro. Pero como en recesión las empresas y
las familias no invierten, la caída de la inversión se vuelve una bola de nieve que arrastra al ahorro.
Como dijo Roberto Steiner, director del Centro de Estudios Económicos de la Universidad de los
Andes en 2001, se crea un “círculo vicioso, porque país que no ahorra no crece y país que no crece
no ahorra”. (La República, 3 de septiembre de 2001, p. 2ª). Según cifras de Planeación Nacional, el
ahorro nacional bruto cayó del 14,6% como porcentaje del PIB en 1998 a 9,1% en 2001, mientras el
ahorro externo disminuyó también del 5,0% al 2,7%; en total y en tan corto lapso, la caída fue del
40%, en términos relativos, pues pasó del 19,6% en 1998 a 11,8% en 2001. En el caso del ahorro
nacional, la participación del estatal bajó del 3,5% al 2,8% y el privado del 11,1% al 6,3% entre los
mismos años, lo que evidencia una caída más brusca del ahorro privado que del público.
Pero la menor inversión de hoy no sólo afecta la capacidad de reproducción de mañana, con lo grave
que es para la productividad y la competitividad, sino que afecta también la demanda de hoy por
bienes de capital y otros insumos que se incorporan a la inversión, reduciéndose el crecimiento
económico en las ramas que sustentan esta oferta con producción nacional, al tiempo que cambia el
contenido de las importaciones y disminuye su valor. Es decir, la baja inversión no sólo afecta la
reproducción ampliada en el futuro sino que también es un problema de demanda en el
presente.
2. IMPORTACIONES: DEL AUGE A LA RECESIÓN CRÓNICA
2.1 El movimiento errátil de las compras en el exterior
Sin pretender un análisis exhaustivo sobre el comportamiento de las importaciones --el otro
componente de la oferta--, en el cuadro 4 se presenta su evolución durante los gobiernos Gaviria
Trujillo, Samper Pizano y Pastrana Arango, tanto en pesos colombianos constantes de 1994 como en
dólares corrientes, y su composición relativa según su principal uso o destino económico.
Cuadro 4 IMPORTACIONES – PESOS COLOMBIANOS Y DÓLARES – 1990-2002
Años
Miles de millones
de pesos
Valor a/
1990
1991
1992
1993
1994
5.673,8
5.867,3
8.294,7
11.367,4
14.127,3
1991-94
1995
1996
1997
3
15.153,1
15.500,2
16.460,2
Increm.
%
3,4
41,4
37,0
24,3
25,61
7,3
2,3
6,2
Millones de
dólares
Valor b/
5.589,4
4.958,1
6.579,1
9.831,5
11.881,2
13.853,2
13.683,5
15.377,6
Increm.
%
(11,3)
32,7
49,4
20,8
20,75
16,6
(1,2)
12,4
Participación (%) de bienes de
Consumo c/
Intermedios y
mat. prim. c/
capital
c/
10,0
12,7
14,5
18,5
19,7
53,7
56,0
51,7
42,5
40,4
36,3
31,3
33,8
39,0
39,9
19,3
18,7
19,3
44,4
47,8
42,8
36,3
33,5
37,9
Véanse gráficos ilustrativos al respecto en Portafolio, 21 de octubre de 2002, p. 32
10
1998
15.816,1
(3,9) 14.634,6
(4,8)
19,4
42,5
38,1
2,86
5,35
1999 11.912,6
(24,7) 10.658,6
(27,2)
18,9
46,7
34,4
2000 12.939,9
8,6 11.538,5
8,3
19,0
51,3
29,7
2001 14.388,8
11,2 12.833,8
11,1
19,8
45,4
34,8
2002 14.404,6
0,1 12.699,1
(1,0)
21,6
45,9
32,5
1999-02
(2,31)
(3,48)
1995-02
0,24
0,84
a/ Fuente: DANE y DNP. Miles de millones de pesos constantes de 1994. Para el tramo 1990-93,
que corresponde al anterior sistema de cuentas nacionales con base en precios de 1975, se partió del
dato de 1994 y se descontaron los incrementos anuales obtenidos sobre los valores en pesos de 1975.
Si bien con este procedimiento no se garantiza exactitud aritmética, pues con el nuevo sistema de
cuentas nacionales cambia el balance de la oferta total, se mantiene para este lapso la tendencia en su
comportamiento, importante para el análisis. Valor de 2002, cálculo provisional de Julio SilvaColmenares con base en diversas fuentes
b/ Fuente: Banco de la República, con base en DANE y DIAN. (No coincide con el valor de la
Balanza de Pagos, pues excluye servicios importados). Millones de dólares corrientes. Valor de
2002, cálculo provisional de Julio Silva-Colmenares con base en diversas fuentes
c/ Distribución porcentual de las importaciones en dólares, según tres grandes grupos: bienes de
consumo, bienes intermedios y materias primas y bienes de capital. La distribución de 2002 es
provisional y fue calculada por Julio silva-Colmenares
1995-98
Como se observa a simple vista en el cuadro 4, las importaciones tienen durante los tres períodos
notables altibajos, con una tendencia disímil. Durante el primer cuatrienio crecen a tasas inusitadas,
pues el incremento anual promedio es del 25,61% en pesos y del 20,75% en dólares. Este resultado
es producto de dos procesos simultáneos y complementarios; la «apertura comercial» y la «apertura
financiera». Según la Contraloría General de la República (1996), la primera puede resumirse así:
“en el lapso poco menos de año y medio (marzo 1990-junio 1991) se efectuaron cuatro reformas
arancelarias que redujeron la tasa promedio de impuestos desde un 43,7% hasta un 11,4% y
disminuyeron el número de niveles arancelarios distintos, de 20 a prácticamente 4: 5%, 10%, 15% y
20%. Por otra parte, se liberó la casi totalidad del universo arancelario de controles administrativos,
mediante la eliminación de las listas de prohibida importación y de licencia previa: en diciembre de
1989 sólo 28,8% de las posiciones arancelarias eran de libre importación, mientras que en noviembre
de 1990, aproximadamente el 98% se encontraba en ese régimen de libertad”.
Al lado de la «apertura comercial» se dio la «apertura financiera» que, en términos sencillos, implicó
la liberación del mercado cambiario, con la eliminación del monopolio que tenía el banco central
para el manejo de las divisas y la determinación de la tasa de cambio, mayor presencia de los
intermediarios financieros en las relaciones monetarias con el exterior, legalizó las cuentas corrientes
en moneda extranjera y amplió las facilidades para la inversión extranjera y el endeudamiento
externo. Una cuantiosa presencia de divisas en el mercado doméstico, producto de la «apertura
financiera», llevó a una sustancial revaluación del peso, que llegó a casi el 30% para 1994 y 1995 y
el 50% para 1996, en comparación con el dólar estadounidense si tomamos como tasa de cambio de
equilibrio la existente en 1988; situación que sólo se revierte a partir de 1997, para alcanzar el punto
de equilibrio (paridad de poder adquisitivo) en 2000 y llegar a una devaluación efectiva de 15% en
11
2002, también respecto a 1988.4 En nuestra opinión, la apertura financiera fue más perjudicial
para la economía que la apertura comercial, por los efectos que produjo sobre la tasa de cambio,
la tasa de interés y el comportamiento monetario.
Para el segundo cuatrienio que incluye el cuadro 4 el crecimiento de las importaciones se reduce de
manera notoria y su monto disminuye para 1998 en términos absolutos, tanto en pesos como en
dólares; como producto de esta caída, el crecimiento medio anual efectivo fue de 2,86% en pesos y
de casi el doble, 5,35%, en dólares. Debe recordarse que para los dos primeros años (1995-96) las
importaciones tenían todavía el estímulo de la revaluación del peso colombiano. Debido a la recesión
crónica que se inicia en 1998 y a un mayor precio interno del dólar, las importaciones se
desestimulan y muestran una disminución media de 2,31% anual en pesos y de 3,48% en dólares
durante el tercer cuatrienio. Tal disminución lleva a que en el lapso de los últimos ocho años que
muestra el cuadro 4 las importaciones crezcan poco, pues en pesos colombianos constantes lo hacen
al 0,24% anual y en dólares corrientes al 0,84% anual.
Puede decirse que en el lapso 1991-94 se concentra la criticada «apertura de una sola vía», pero
estimulada más por una persistente revaluación del peso colombiano que por cambios en el arancel
y la política aduanera. Según Fernando Gaviria Cadavid (2001), teórico y analista del
comportamiento monetario, sin desconocer el efecto de los cambios arancelarios, hay que señalar la
importancia que tuvo la “vigencia de un dólar barato para los importadores”, a lo que se suman “las
insensatas elevaciones en las tasas de interés ordenadas por nuestras autoridades monetarias para
proteger una banda cambiaria que a la postre fue necesario eliminar”, por lo que la solución para la
“catástrofe que hoy vive Colombia” no se encuentra en la “abolición de la apertura económica y
menos aún en el regreso al proteccionismo (...)”. Por consiguiente, la disminución observada en el
valor agregado en los bienes y servicios de producción nacional a partir de 1998, así como el alto
desempleo de finales del siglo 20 y principio del 21, tampoco tienen como principal razón
explicativa las importaciones, aunque no puede desconocerse su efecto.
2.2 Las importaciones y el crecimiento económico
No deja de llamar la atención, por que desvirtúa el discurso que achaca la crisis económica al
aumento de las importaciones, lo ocurrido al mismo tiempo con el incremento del PIB total y el
consumo de los hogares. Durante el primer cuatrienio que muestra el cuadro 4, cuando las
importaciones crecieron a un ritmo rápido, el PIB total lo hizo al 4,30% anual, el PIB agropecuario al
1,60%, el industrial al 2,12%, la construcción al 10,95%, el comercio, restaurantes y hoteles al
4,50% y el transporte, el almacenamiento y las comunicaciones al 4,73% anual, como puede verse en
el cuadro 3. Esto cinco sectores representan más del 50% del PIB. Si bien puede decirse que este
crecimiento bruto fue ilusorio, como argumentan muchos, lo cierto es que se dio y las cifras son
incontrovertibles. Claro está que esto tampoco puede llevarnos al otro extremo: establecer una
relación directa de dependencia entre el comportamiento de las importaciones y el crecimiento
económico; entre otras cosas, porque a pesar del aumento de las importaciones, la producción
foránea no alcanzó a llegar al 20% de la oferta total, cuando en épocas de alta protección oscilaba
alrededor del 15%.
En cambio, durante el segundo cuatrienio, cuando el crecimiento de las importaciones cayó, el
aumento en el PIB total bajó al 2,80% anual pero a cuatro de los cinco sectores mencionados les fue
Cálculo de Julio Silva-Colmenares, teniendo como base los índices de precios al consumidor –IPC- de Estados Unidos
y Colombia
4
12
peor: la actividad agropecuaria creció a sólo el 0,78% anual, la industrial al 1,07%, el comercio y
similares al 0,73% y la construcción pasó a una tasa de decrecimiento del 4,24%; se salvó el
transporte, almacenamiento y comunicaciones que creció al 4,65% anual. Para el tercer período,
cuando las importaciones disminuyen en términos absolutos, tanto en pesos como en dólares, el PIB
se precipita a un crecimiento de apenas el 0,36% anual, al tiempo que la industria creció al 0,17%, el
sector agropecuario al 1,43%, recuperándose un poco respecto al cuatrienio anterior, y el transporte,
almacenamiento y comunicaciones al 1,75%; en la construcción se agravó la crisis, con una
disminución del 6,21% anual, y el comercio también mostró una tasa negativa del 0,87% anual.
Fenómeno similar ocurre con el consumo de los hogares: durante el primer cuatrienio crece al
4,14%, durante el segundo al 2,00% y durante el tercero al 0,47% anual, como lo veremos con más
detalle en acápite posterior.
Si bien las importaciones no crecieron durante el lapso 1995-2002 a los ritmos que dan a entender
quienes creen que es nuestra modesta apertura la causa de la pérdida de la dinámica económica, pues
en pesos colombianos constantes lo hicieron al 0,24% y en dólares al 0,84% anuales, mientras el PIB
total crecía al 1,57% anual en esos ocho años, sí se observa, a medida que disminuye su ritmo de
crecimiento, un cambio en su composición que debe analizarse con detenimiento. Puede significar,
de mantenerse, problemas en la reproducción ampliada por debilidad en la renovación del aparato
productivo, por un lado, y competencia peligrosa para la oferta interna de bienes consumo e
intermedios y materias primas, por el otro lado.
Según el cuadro 4, mientras la participación de los bienes de consumo en las importaciones ascendió
del 10% en 1990 a casi el 20% en 1994, duplicándose su peso relativo en cuatro años, esa proporción
se mantiene hasta el año 2001, con un ligero incremento en 2002. En valores absolutos, las
importaciones de bienes de consumo crecen de manera acelerada durante la primera parte de los años
noventa, pues más que se cuadruplicaron entre 1991 y 1994-95; aumentaron luego hasta casi
US$3.000 millones anuales en 1997-98, disminuyeron en los años de fuerte contracción y regresaron
en los años iniciales del siglo 21 a las cifras del comienzo de la segunda parte de los noventa.
Pero en la composición de los bienes de consumo hubo un cambio que es preocupante y debe
investigarse más. Mientras los bienes de consumo no duradero representaban en 1990 menos del
45%, al principio del siglo 21 ya bordean el 60%, más de US$1.500 millones anuales, quedando a los
duraderos alrededor del 40%, cerca de mil doscientos millones de dólares. Y el incremento en los no
duraderos no se explica por aumento en las importaciones tradicionales: trigo, sorgo y soya sumaron
en el trienio 2000-02 un promedio anual de US$270 millones, cuando a mediados de los noventa
llegaban a US$200 millones, al tiempo que harinas, preparados y aceites de pescados más bien
disminuyeron de US$75 millones anuales a mediados de los noventa a US$60 anuales en este último
trienio. Como se supone que las importaciones de bienes de consumo están orientadas, en lo
fundamental, hacia los hogares, no deja de ser paradójico que al tiempo que llegan a tal valor, el
consumo de los hogares más bien se contraiga, en especial a partir de 1995. Dado el peso que tienen
las actividades ilícitas en el país, la pregunta inevitable es: ¿habrá en ese comportamiento algo de
importaciones ficticias para «lavar dinero sucio»?
Mientras tanto, las importaciones de bienes intermedios y materias primas, así como de bienes de
capital, muy vinculados a la reproducción ampliada, perdieron peso relativo, con un comportamiento
diferenciado. El primer grupo pasó de representar cerca del 55% a principio de los años noventa a
una cifra alrededor del 45% a principios de la primera década del siglo 21. A pesar de esta
disminución relativa, su valor absoluto pasó de US$3.000 millones a cifras cercanas a US$5.900
13
millones en el mismo lapso. En el caso de los bienes de capital, fundamentales para la renovación y
la ampliación de la base productiva, la situación es crítica. De representar alrededor del 35% al
comienzo de la década de los noventa, llegaron hasta el 40% en 1993 y 1994, cuando el auge de la
apertura y los años de la revaluación, para caer a menos del 33% al final del lapso analizado. En
valores absolutos aumentó desde cerca de US$2.000 millones a principio de los años noventa a más
de US$5.000 millones en 1995, para caer a un promedio de US$3.500 millones en 1999 y 2000 y
ascender a algo más de US$4.000 millones entre 2001 y 2002.
En bienes de capital para la industria, que representa cerca del 60%, la situación es similar; de
importaciones de US$1.300 millones en 1990, se llegó a casi US$3.800 millones en 1997 y 1998,
para caer a cifras por debajo de US$2.400 millones en los años finales del período. Como lo muestra
la evidencia empírica, en la industria no se han desarrollo proyectos nuevos, para aumentar la oferta,
y la inversión se concentra en la renovación o mejoramiento de los equipos, para aumentar la
productividad y disminuir costos. Una encuesta industrial de Fedesarrollo dice que “los empresarios
han preferido renovar sus equipos, más que hacer inversiones para ampliar su capacidad de
producción. Entre otras razones, esta última decisión ha sido tomada debido a la precaución que
tienen los industriales ante la baja demanda interna y a que el crecimiento de la economía mundial
también se ha dado a un ritmo lento”. (La República, 5 de marzo de 2002, p. 5A).
2.3 Importaciones: ¿apertura comercial o apertura financiera?
Según la revista Dinero, la apertura de comienzo de los años noventa ocurrió más en los discursos
que en la realidad. De acuerdo con el economista agrícola Carlos Felipe Jaramillo no fue “la
apertura, sino la revaluación del peso, la causa de que el sector redujera su crecimiento a 1,2%
promedio anual entre 1990 y 2001, luego de crecer 2,9% en los años 80”. Además, el país desarrolló
el sistema de protección agropecuaria conocido como de franja de precios, que es casuístico,
acomodaticio y tiende a favorecer a quienes tienen más cercanía al poder estatal. Por eso se le
identifica como poco transparente. Como dice el informe de Dinero, “si bien el sector agrícola
registra aranceles de 14,8% en promedio, en el caso de los productos pertenecientes al sistema de
franjas los aranceles se incrementan a un nivel promedio de 54%. (...) Aunque su objetivo original
era atenuar los efectos de los cambios bruscos en los precios internacionales sobre el mercado
doméstico, el instrumento ha servido más para elevar la protección del sector que para neutralizar las
fluctuaciones de los precios internacionales. Así, por ejemplo, en un producto como el azúcar, donde
el arancel es de 20%, la protección derivada del sistema de franjas lleva la protección a casi 70%”,
lo que “permite cobrar precios altos en el mercado local y ha generado un enorme problema de
competitividad para las industrias de esta cadena, como dulces y chocolates”.
“Los efectos negativos de la protección agrícola aparecen en muchos frentes, dice el informe citado.
Los economistas Alvaro Balcázar, Martha Lucía Orozco y Henry Samacá, en una investigación
realizada para el Banco Mundial y la FAO, estimaron que en 2001 los consumidores colombianos
pagaron cerca de US$1.460 millones como costo de proteger al agro. (…) Este costo, además, es
creciente, pues la cifra había sido de US$401 millones en promedio entre 1991 y 1993. Así, es
evidente que el sistema de protección extrae cada vez más recursos de nuestros bolsillos”. (Revista
Dinero, 30 de mayo de 2003, pp. 30, 32 y 34). Como dice con franqueza el ex ministro Rudolf
Hommes, esta protección llega al bolsillo de “los agricultores más ricos (84% de ese subsidio
beneficia directamente a los productores de arroz, azúcar, maíz y leche)”. Esta investigación, dice
Hommes, significa un “poderoso desafío analítico” a la “visión tradicional de los agricultores ricos
14
que han determinado el rumbo de la política durante la mayor parte del tiempo y se han generado
rentas improductivas incalculables”. (El Tiempo, 6 de junio de 2003, p. 1-19).
Como dijo en su columna habitual del diario La República (7 de mayo de 2003, p. 4A) el ministro de
Comercio, Industria y Turismo, Jorge Humberto Botero, sin negar la “defensa racional y selectiva
del campo en las negociaciones internacionales”, hay que tener en cuenta que “los excesos de
protección se transmiten a los precios domésticos y disminuyen las posibilidades de consumo de los
sectores populares. En esta materia, pues, resulta indispensable realizar un balance adecuado entre la
tutela de los intereses de los productores, en especial de los campesinos, y el bienestar de los
consumidores, No se pierda de vista que el 70% de la población vive en zonas urbanas, que la
actividad agropecuaria genera sólo el 12% del PIB y que el 75% de los pobres habita en las
ciudades”.
Pero además hay que tener en cuenta que mientras en los países desarrollados los gobiernos sufragan
los subsidios proteccionistas, con cargo a los impuestos, en un país como Colombia son los
consumidores quienes los pagan a través de los precios finales. Por tanto, hay que buscar
mecanismos más transparentes, democráticos y equitativos para proteger la producción que deba ser
protegida, con acciones estatales que ayuden a elevar la productividad y la competitividad y no a
preservar mercados cautivos, lo que lleva a mayor concentración del ingreso.
Como lo muestra el cambio en el uso o destino económico, así como las importaciones por secciones
del arancel, según los reportes del Banco de la República, fueron las importaciones de bienes de
capital las sacrificadas, seguidas por los bienes intermedios y las materias primas, mientras crecen
los bienes de consumo, con énfasis en los no duraderos. Por tanto, seguimos pensando que en la
crisis de crecimiento económico, que se agudiza en la segunda parte de los noventa, tienen más peso
factores internos, estructurales, que los factores externos, más coyunturales, sin que esto signifique
desconocer que los cambios en las relaciones económicas con el exterior tengan algún efecto.
Queremos insistir que por magnificar a veces a los «enemigos» externos no se ven las causas
internas, lo que favorece a quienes se han beneficiado de ellas.
Las cifras analizadas muestran que las importaciones tendrían menos culpa en la recesión crónica de
la que les achaca el discurso contrario a la búsqueda de un mercado más abierto y menos
monopolizado, discurso muy popular en Colombia. Y que más bien es la recesión, con una
disminución drástica en la demanda, en especial para inversión, lo que explica la caída en las
importaciones. Es decir, las importaciones tuvieron el comportamiento convencional de décadas
anteriores: crecieron mientras la economía crecía, sin que quiera decirse que son la causa eficiente
del crecimiento, y se estancaron y disminuyeron cuando la economía entró en recesión. Igual
fenómeno se observa respecto a la revaluación: las importaciones crecían mientras se mantuvo la
revaluación y disminuyeron cuando se corrigió y pasamos a una devaluación efectiva. En cambio, no
puede decirse que la caída en las importaciones obedezca a un «cierre» de la «apertura comercial»,
pues en realidad las normas que rigen el comercio exterior no tuvieron modificaciones sustanciales
durante la segunda parte de los años noventa.
Por eso creemos que el déficit comercial de 1993 a 1998, que llegó a más de US$20.000 millones,
con el predecible efecto sobre la producción nacional, no es tanto producto de la apertura comercial
(disminución de aranceles y cambios en las normas de importación) cuanto de la apertura
financiera (facilidades para el ingreso de capital-dinero, incluidos préstamos para el gobierno
nacional) que revaluó el peso y, por ende, abarató las importaciones y encareció las exportaciones.
15
Como dijo en una entrevista a mediados de 2003 el Contralor General de la República, Antonio
Hernández Gamarra, ministro durante el gobierno de Samper Pizano y miembro de la Junta Directiva
del Banco de la República, el origen de la crisis se encuentra en la “política de apertura de la cuenta
de capital” de principio de los años noventa, lo que generó “una avalancha de dólares. Esa avalancha
provoca una revaluación que, junto con la apertura de las importaciones y la reducción de los
aranceles, le dan un golpe mortal a la industria y la agricultura nacionales. Allí está la génesis de la
crisis”. (Lecturas Dominicales, El Tiempo, 25 de mayo de 2003, p. 4).
Creemos que entre «apertura financiera» y déficit comercial se creó un círculo diabólico: a mayor
apertura, más revaluación con más importaciones y mayor déficit comercial, lo que a su vez obligaba
a mayor apertura hacia el capital dinerario proveniente del exterior. Para confirmar el «peso» que
tiene el déficit en cuenta corriente y la «solución» que se encontró con la cuenta de capital, en el
cuadro 5 presentamos el movimiento resumido de la balanza de pagos, en donde se observa que las
reservas internacionales no disminuyeron debido a la compensación que produjo la cuenta de capital,
en especial por incremento del endeudamiento externo, la llegada de inversión extranjera y algún
capital «golondrina», cuyos poseedores parecen más bien buitres.
Cuadro 5 BALANZA DE PAGOS Y RESERVAS INTERNACIONALES 1990-2002
(Millones de US$)
Años
CUENTA CORRIENTE a/
CUENTA
RESERVAS
DE
INTERNACIONA
CAPITAL
LES
Ingresos Egresos
Saldo
Saldo
Valor neto
1990
10.053
9.510
543
(16)
4.501
1991
11.188
8.842
2.346
(829)
6.420
1992
11.429
10.553
876
127
7.713
1993
11.648
13.867
(2.219)
2.930
7.869
1994
13.744
16.857
(3.113)
2.789
8.095
1995
15.436
19.823
(4.387)
4.741
8.446
1996
15.727
20.511
(4.784)
6.676
9.933
1997
16.070
21.817
(5.747)
6.586
9.905
1998
15.294
20.146
(4.852)
3.313
8.740
1999
16.595
15.924
671
(645)
8.101
2000
18.599
17.979
620
(2)
9.004
2001
18.242
19.656
(1.414)
2.225
10.192
2002
17.521
19.099
(1.578)
1.172
10.841
Total 191.546 214.584 (23.038)
29.067
Fuente: Banco de la República, según lineamientos del Manual V de Balanza de Pagos del FMI
a/ Tanto en ingresos (exportaciones totales) como en egresos (importaciones totales), incorpora el
movimiento de bienes, servicios y transferencias
Como resalta en el cuadro 5, en los años cuando la balanza en cuenta corriente (comercio neto de
bienes y servicios) es favorable, el saldo de la cuenta de capital puede ser negativo, pues no es tanta
la urgencia para conseguir recursos líquidos en el exterior. Durante el bienio 1990-91 la cuenta
corriente fue superavitaria en casi US$2.900 millones, mientras la cuenta de capital fue deficitaria en
cerca de US$850 millones; al final del período, durante el bienio 1999-2000 volvió a ocurrir algo
similar. En cambio, durante 1993-98, seis años, la cuenta corriente fue deficitaria en más de
16
US$25.100 millones, lo que obligó al país a buscar o a atraer recursos del exterior para mantener el
saldo de las reservas internacionales en niveles normales para «tranquilidad» de los acreedores
externos. Para los trece años, el déficit acumulado en la cuenta corriente pasa de US$23.000
millones, mientras hay un superávit en la cuenta de capital de un poco más de US$29.000 millones,
diferencia que explica el incremento en las reservas internacionales netas.
Como es también evidente a simple vista, el período en que se acumula tan cuantioso déficit en
cuenta corriente corresponde a los años de mayor revaluación del peso colombiano (véase cuadro 6),
por lo que se acentúa la hipótesis de que tal déficit no puede explicarse sólo por la «apertura
comercial», o sea por los cambios arancelarios y para-arancelarios realizados en los dos primeros
años del gobierno Gaviria Trujillo, sino en especial por la «apertura financiera», esto es, facilidades
para el ingreso de capital dinerario por diversos medios, ejecutada al mismo tiempo. Pero no todo el
déficit de la cuenta corriente corresponde al comercio de bienes (importaciones y exportaciones),
como puede verse en el cuadro 6, en donde mostramos tales movimientos, acompañados de la
revaluación (devaluación), tomando como punto de equilibrio la tasa de cambio de 1988, después del
ajuste cambiario efectuado por el gobierno de Belisario Betancur.
Cuadro 6 COMERCIO DE BIENES Y
REVALUACIÓN (DEVALUACIÓN) EFECTIVA 1990-2002
Años
COMERCIO EXTERIOR DE BIENES
Exportaciones Importaciones
Balanza comercial
Millones US$
Millones US$
Millones US$
Dif. s/BCC a/
REVALUACIÓN
(DEVALUACIÓN)
EFEC. % s/1988 b/
1990
6.721,7
5.589,4
1.132,3
589,3
(11,16)
1991
7.114,6
4.958,1
2.156,5
(189,5)
(2,68)
1992
6.900,0
6.579,1
320,9
(555,1)
2,25
1993
7.116,1
9.831,5
(2.715,4)
(496,4)
11,67
1994
8.398,7
11.881,2
(3.482,5)
(369,5)
28,97
1995
10.126,0
13.853,2
(3.727,2)
659,8
26,51
1996
10.587,0
13.683,5
(3.096,5)
1.687,5
46,36
1997
11.522,9
15.377,6
(3.854,7)
1.892,3
31,62
1998
10.890,2
14.634,6
(3.744,4)
1.107,6
26,81
1999
11.575,4
10.658,6
916,8
245,8
11,00
2000
12.933,7
11.538,5
1.395,2
775,2
(1,20)
2001
12.044,8
12.833,8
(789,0)
625,0
1,86
2002
11.907,7
12.699,1
(791,4)
786,6
(14,89)
total
127.838,8
144.118,2
16.279,4
6.758,6
Fuente: Banco de la República
a/ Como diferencia absoluta entre saldo o balanza en cuenta corriente –BCC- (cuadro 5) y balanza
comercial (cuadro 6). O sea 23.038,0 -16.279,4 = 6.758,6. Corresponde al aporte de factores
diferentes al comercio de bienes (intereses, dividendos, etc) a la balanza en cuenta corriente.
b/ Corresponde a la revaluación (devaluación) efectiva tomando como punto de equilibrio la tasa de
cambio al finalizar 1988, con base en el IPC de Colombia y Estados Unidos. Cálculos efectuados
por Julio Silva-Colmenares.
Como se desprende del cuadro 6, el déficit comercial explica el 70% del déficit en cuenta corriente
durante esos trece años, correspondiendo el resto, más de US$6.700 millones a la combinación de
otros factores, como intereses y dividendos, tanto de ingreso como de egreso. Para los seis años de
17
alto déficit en cuenta corriente, 1993-98, la parte que corresponde al déficit comercial se eleva al
82%, lo que corrobora que la apertura financiera, principal culpable de la revaluación, estimula más
las importaciones que los cambios que introdujo a principio de los años noventa la apertura
comercial. Como lo comprueba la última columna del cuadro 6, los años de mayor revaluación
coinciden con el período 1993-98.
3. ECONOMÍA COLOMBIANA: ENTRE LA PROTECCIÓN Y LA APERTURA
Si bien la suma de PIB e importaciones da como resultado la oferta total, en su análisis debe tenerse
cuidado, pues no son magnitudes homogéneas, ya que el PIB es sumatoria de valores agregados y las
importaciones corresponden a precios finales. El cuadro 7 presenta el peso de cada uno de estos
componentes respecto a la oferta total. De acuerdo con esas cifras, y con la salvedad anterior, la
proporción de las importaciones como componente de la oferta total aumentó hacia 1994 y 1998,
como efecto de la «disparada» de las importaciones a mediados de los noventa, pero para el año 2002
vuelven a bajar. Estas cifras permiten reiterar que la economía colombiana no tiene una fuerte
«apertura comercial hacia afuera».
Cuadro 7 COMPOSICIÓN DE LA OFERTA TOTAL – 1990-2002
(Miles de millones de $ de 1994)
Conceptos/
años
1990
a/
%
1994
%
1998
% sobre
2002
%
sobre
sobre
O.F.
sobre
O.F.
O.F.
O.F.
PIB total
735,3
86,5 67.532,9
82,7 75.421,3
82,7 76.524,8
84,2
Importaciones
114,3
13,5 14.127,3
17,3 15.816,1
17,3 14.404,6
15,8
Fuente: Dane y Banco de la República. Cálculos de Julio Silva-Colmenares
a/ Los valores de 1990 están en miles de millones de pesos constantes de 1975, pues no es fácil hacer
la conversión a pesos de 1994, por los cambios que tiene el nuevo sistema de cuentas nacionales.
Esta circunstancia no afecta el propósito del cuadro, que es ver los cambios relativos en la
composición de la oferta total.
Por tanto, las causas esenciales de la recesión crónica reciente son endógenas y la búsqueda de
soluciones no debe orientarse tanto hacia la oferta, como lo recomienda la macroeconomía
neoclásica, soporte del neoliberalismo, a la que también, por extraña paradoja, se aferran algunos
furibundos antineoliberales, sino hacia la composición y dinámica de la demanda interna, sin que
ello niegue la necesidad de estudiar a fondo los cambios que ocurren en la oferta y la demanda
externas. Diciéndolo con otras palabras, el estancamiento en la producción de bienes y servicios,
incluso en las importaciones, obedece a factores que han llevado a una fuerte contracción de la
demanda interna, a lo que se agrega el peligro latente de un estancamiento con deflación en Estados
Unidos y Europa, así como la crisis permanente de Japón, lo que puede llevar a una recesión
mundial.
Para concluir esta sección del trabajo, midamos en términos generales lo que puede denominarse el
proceso de «internacionalización» de la economía colombiana, entendido como la relación comercio
exterior/PIB, relación llamada también grado de apertura. La suma de importaciones y exportaciones
pasó de representar el 18,3% del PIB en 1965 al 20,4% en 1985, lo que muestra un proceso lento en
esos veinte años; luego se acelera el ritmo, siendo mayor el crecimiento de las importaciones, y la
proporción llega al 35,8% en 1994, asciende un poco en 1998 al 37,8% y regresa al 36% en 2002. La
18
relación se duplicó en el último tercio del siglo 20, pero no es desproporcionada respecto a lo
ocurrido en países similares a Colombia.
A raíz de la eventual constitución del ALCA, o mercado libre de las Américas, así como de un
posible acuerdo bilateral de Colombia con Estados Unidos, se ha reanudado la discusión sobre la
forma más adecuada de proteger a la producción nacional, en especial a la agropecuaria, ante la
competencia externa y sobre los estímulos adecuados para aumentar y diversificar las exportaciones,
con el propósito de integrarse mejor a la economía mundial. En realidad, el Estado colombiano ha
sido más activo en proteger el mercado interno, que en estimular una oferta que sea competitiva en el
mercado externo. En el caso de la protección aduanera, diversas investigaciones han comprobado
que los medios utilizados no cumplieron con la finalidad prevista en cuanto a precios, calidad y
oportunidad de la oferta disponible y más bien generaron «mercados cautivos» para «productores
protegidos», lo que desembocó en un mercado interno cerrado y monopolizado, con precios altos y
baja calidad, a costa de unos «consumidores desprotegidos» con ingresos precarios. Como hemos
insistido en diversos medios y es una de las tesis centrales de nuestro libro La Salida, Colombia
requiere un mercado más abierto y democrático. Como recalca el ministro de Hacienda durante la
primera parte de los noventa, Rudolf Hommes Rodríguez, una “economía cerrada, llena de
privilegios para los amigos del régimen y de los burócratas, no solamente es menos democrática y
vigorosa que una abierta, sino que está destinada a estancarse y eventualmente a derrumbarse, por
puro efecto termodinámico”. (Portafolio, 3 de junio de 2003, p. 46).
Pero no sólo falló esta protección comercial, sino que otras modalidades de intervención del Estado,
que se suponía impulsarían el desarrollo social y el bienestar de las personas, sólo ayudaron a un leve
crecimiento económico y una modesta diversificación del aparato productivo pero en cambio
facilitaron la consolidación de grandes conglomerados de empresas bajo una férrea estructura
monopolística, ya sea exclusiva o compartida. El resultado de tal acción durante más de medio siglo
llevó a lo que hemos llamado el Estado privatizado. Ya desde los años cuarenta, con la acción
promotora que auspició el Instituto de Fomento Industrial –IFI- fue palpable que los beneficiarios de
estos recursos subsidiados tenían nombre propio. Otro tanto ocurrió con el manejo casuístico y
preferencial que dio a la política monetaria, crediticia y de cambios desde 1951 hasta 1991 el Banco
de la República, en especial durante la época de la Junta Monetaria, bajo el supuesto de que tales
facultades, como lo estableció ya en 1951 el decreto-ley 756, se utilizarían para estimular
condiciones propicias al desarrollo de la economía colombiana.
Lo cierto es que a partir de 1982, con la proliferación de Fondos administrados por el Banco, y que
por extraña paradoja carecían de fondos propios pues se alimentaban del crédito externo, la emisión
primaria o el encaje bancario, se llegó a una situación que “hizo que se perdiera toda transparencia en
el manejo de los subsidios crediticios”, como lo dijera en un Foro realizado en octubre de 2001 en la
Academia Colombiana de Ciencias Económicas el exdirector del banco central, Antonio Hernández
Gamarra (2001), y quien tiene razones valederas para sostener esta afirmación. En sus palabras,
muchos quisieran volver al régimen de 1951, “es decir, a un banco central que emita para, por ese
medio, favorecer a ciertos sectores de la vida nacional con el reparto del señoreaje o, lo que es peor,
con la asignación adhoc del impuesto inflacionario”. Dos años después, cuando Hernández Gamarra
era Contralor General de la República, insistía en que “para impulsar el crecimiento necesitamos
estabilidad macroeconómica, sin vaivenes en la tasa de cambio y en la tasa de interés, con rigor
fiscal, sin otorgarles privilegios a los poderosos a través de la emisión por parte del Banco de la
República y con la intención clara de orientar el crédito del sector financiero, mediante el
19
fortalecimiento de la inversión forzosa, a recuperar y elevar la inversión privada en el país”.
(Lecturas Dominicales, El Tiempo, 6 de julio de 2003, p. 2).
Al hablar de globalización e internacionalización, es pertinente lo dicho por Amartya Sen en un
artículo publicado en Estados Unidos y que transcribió en forma parcial el diario Portafolio. En su
opinión, la “globalización es un proceso histórico que ha ofrecido en el pasado abundantes
oportunidades y dividendos visibles, y continúa haciéndolo hoy. (…) El problema central no es la
globalización en sí, ni la utilización del mercado en cuanto institución económica, sino la (…)
distribución desigual de los dividendos de la globalización misma. La pregunta, por tanto, no reside
en si los pobres del mundo pueden obtener o no algo del proceso de globalización, sino bajo qué
condiciones pueden obtener una parte realmente justa. Urge (…) erradicar los errores que resultan
tanto de las omisiones como de las constricciones que tienden a reducir drásticamente las
oportunidades de los pobres en todo el mundo. La globalización merece una defensa razonada, pero
también requiere una reforma razonable”. (Portafolio, 15 de julio de 2003).
Con el propósito, en especial, de recuperar la decaída inversión en capital fijo, el gobierno Uribe
Vélez prevé una tasa anual de incremento de las importaciones de 2,1% para el cuatrienio, lo que es
consistente con tal finalidad. No obstante, debe tenerse en cuenta que la aceleración de la
devaluación, como ocurrió en los primeros meses de la administración Uribe Vélez, desestimula las
importaciones y que en el cuatrienio 1999-2002 más bien disminuyeron. Además, los empresarios
son reacios a embarcarse en proyectos de expansión o diversificación de la oferta cuando no tienen
claridad sobre el comportamiento futuro de la demanda, aunque no puede desconocerse que un dólar
«caro» es un buen estímulo para la sustitución de importaciones, si bien por otro lado nos empobrece
más, incrementa los costos de producción, hace más penoso el endeudamiento con el exterior y
«abarata» el capital fijo existente en el país.
Como es natural, nadie está en contra de las metas que en cuanto a crecimiento del PIB total y de las
importaciones trae el Plan Hacia un Estado Comunitario, pues sin crecimiento económico aumenta
el desempleo y se agudiza la pobreza, así se suavicen las condiciones del mercado laboral y se
fortalezcan los propósitos «remediales» del gasto social. Pero veamos a continuación si el
comportamiento pasado de la demanda permite pensar en el incremento previsto para la oferta y si
tienen consistencia otras previsiones económicas del gobierno Uribe Vélez, relacionadas en lo
fundamental con la demanda, y su capacidad para solucionar la «crisis de crecimiento».
Bibliografía
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enero de 2002, p. 1-13
Bustelo, P. (2003) Perspectivas económicas de Asia oriental en 2003-2004: ¿un milagro que se
desvanece? en diario (Internet) La Nación (Buenos Aires), 12 de mayo de 2003
Contraloría General de la República (1996), en Revista Economía Colombiana, No. 256 (enerofebrero 1996), p. 6
Departamento Nacional de Planeación –DNP- Plan de desarrollo Cambio para Construir la Paz,
DNP, Bogotá, 1999.
Gaviria Cadavid F. (2001) A caza de los culpables, en La República, 16 de noviembre de 2001, p. 4
20
Hernández G. A. (2001). La banca central en la Constitución de 1991. Conferencia pronunciada en
la Academia Colombiana de Ciencias Económicas, Bogotá DC., 10 de octubre de 2001. pp. 6, 9, 12,
13 y 14 (Tomado de la versión multicopiada).
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