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Transcript
SÓCRATES Y LOS SOFISTAS:
INTRODUCCIÓN
Los primeros filósofos y las primeras escuelas filosóficas griegas, tal como hemos
visto en el tema anterior, se caracterizan por ofrecer diversos modelos explicativos de la
realidad. Su mayor preocupación es conocer y estudiar la naturaleza —la fisis— de las
cosas, en el sentido expuesto. De ahí les viene a estos autores el nombre de físicos y la
denominación de periodo cosmológico al que ellos representan.
A pesar de sus innegables aportaciones, esta especulación filosófica no ha supuesto una
visión unitaria del mundo; al contrario, aquélla parece haber entrado en un callejón sin
salida a juicio de los filósofos de esta nueva época. Los problemas del hombre son
vistos ahora corno- provenientes no tanto del universo cuanto de la propia realidad
humana, inestable y, por consiguiente, problemática.
Y es que la sabiduría tradicional ahora es enjuiciada desde su validez práctica y desde
su eficacia para asentar la vida diaria del ciudadano.
Un texto del historiador JENOFONTE referido a Sócrates deja ver claramente esta
decepción y justifica la orientación de su pensamiento hacia una búsqueda bien distinta
del sentido de aquellas especulaciones. Y lo que se dice de SÓCRATES vale, en este
caso, para los demás sofistas.
Lejos de disertar como tantos otros sobre cuanto afecta a la naturaleza, lejos de buscar el
origen de lo que “los sabios” (sophós) llaman el mundo, o las causas necesarias que han
dado nacimiento a los cuerpos celestes, demostraba la locura de quienes se entregaban a
semejantes especulaciones. Es más, examinaba si se ocupaban de tales cosas
persuadidos de haber agotado los conocimientos humanos, y si creían prudente
descuidar lo que está al alcance de los hombres para meterse a profundizar los secretos
de los ciclos.
Siempre le sorprendía que no viesen que le es imposible al hombre penetrar estos
misterios, visto que quienes se alababan de más enterados entre ellos, lejos de ponerse
de acuerdo, parecían estar locos […] En sus inquietas averiguaciones sobre la
naturaleza, tinos se figuran que no existe sino una sustancia: otros, que hay sustancias
infinitas: éste, que todo está en ,movimiento perpetuo; aquél, que nada se mueve; para
unos, todo hace y perece: para otros, nada se engendra y nada se destruye.
Los que aprenden un oficio —decía aún—, esperan ejercerlo al punto, bien para su
provecho, ora para el de las personas a las que quieren obligar. Asimismo, los
escrutadores de la divinidad, ¿creen acaso que cuando conozcan bien las causas de
cuanto es, podrán producir a su capricho o necesidad los vientos, las lluvias, las
estaciones u otras cosas semejantes’?: ¿les bastará, acaso, sin necesidad de alabarse de
tanto poder, saber cómo todo ello se hace?
Así hablaba de quienes se preocupan a causa de tan vanas especulaciones.
JENOFONTE: Recuerdos Socráticos, en Sócrates, págs. 171- 172
Los sofistas, pues, juntamente con Sócrates, inician una temática que bien puede
encuadrarse en lo que se llama filosofía moral y política. Esta temática recoge las
preocupaciones que los propios ciudadanos atenienses manifiestan en sus
conversaciones en la plaza pública. La más importante aportación de estos pensadores
reside en iniciar una reflexión sobre las estructuras políticas y jurídicas de la sociedad
helénica y sobre los comportamientos morales del ciudadano. Éstas sí que son
cuestiones que sólo marginalmente habían sido tocadas por los físicos; en los sofistas
van a constituir, en cambio, el centro de atención y el objeto de la crítica racional
restringida hasta entonces a los temas cosmológicos. Cronológicamente, estamos en la
segunda mitad del siglo Va. C.
CIRCUNSTANCIAS HISTÓRICO-POLITICAS
Los sofistas constituyen un movimiento filosófico que se desarrolla en Atenas en la
segunda mitad del siglo y a.C. Tradicionalmente, el término sofista no se utilizaba en
principio para distinguir a ninguna escuela filosófica en especial, sino que tenía el significado de ‘sabio’ (sophós), persona que destacaba en cualquier saber, bien fuera éste
teórico o práctico. Se aplicaba, pues, en sentido genérico.
Referido a esta época el término tiene un sentido más específico: sirve para designar a
aquellos maestros del saber (sophistés) que se dedican a enseñar a otros cobrando como
quien ejerce otro oficio cualquiera. La labor intelectual de estos pensadores está dirigida
a satisfacer la demanda de los ciudadanos atenienses, muy interesados en participar en
la vida política de la Ciudad-Estado.
La aparición de este oficio obedece en gran medida a determinadas circunstancias
históricas del momento.
Esplendor de Atenas
Atenas consigue su máximo esplendor en la segunda mitad del siglo Va.C el llamado
siglo de Pericles, genial estratega, reformador radical de la democracia y gran mecenas
ateniense, muerto en 429 a. C., como consecuencia de la peste.
Habían concluido las Guerras Médicas con clara victoria de Atenas. Este éxito bélico,
a pesar de la desproporción entre los medios con que contaba la ciudad frente al
poderoso ejército persa, desarrolla en los atenienses un fuerte sentido nacionalista: si
han vencido a los persas, se debe al favor de los dioses y la superior areté de Atenas.
Según la mentalidad griega y sus ideales humanos, el triunfo es señal de virtud, de
excelencia. Triunfa quien se lo merece y goza del favor de los dioses. El triunfo de Atenas significa que su organización es mejor y que su causa es justa porque ha merecido el
apoyo de los dioses.
El secreto de este mérito lo atribuyen a que todos los ciudadanos con su contribución
solidaria han hecho posible el triunfo sobre el régimen de tiranía de los persas. Todos,
no sólo los aristócratas, han respondido con gran autodisciplina al sangriento trabajo de
la guerra.
Las Guerras Médicas afirmaron así la fe de Atenas en un Ideal mixto, que
concilia los rasgos de la areté aristocrática tradicional —valor, gloria, éxito, soph-
rosyne— con un concepto de la justicia, protegida por los dioses, como libertad y
noble disciplina de todos los ciudadanos. Por primera vez, la ciudad funciona como
una unidad por la cual cada individuo está vitalmente interesado, aceptando su lugar
en el orden existente.
F.
RODRIGUEZ ADRADOS: La Democracia ateniense. pag. 109
Cambios sociales
Esta participación, que tan buenos resultados ha dado en la guerra va a ser un factor de
cambio muy importante en la paz; si a la hora de la guerra, aristócratas y pueblo se han
confundido en la defensa de la polis común, consecuentemente, éste reclama ahora un
puesto de pleno derecho en el gobierno de la nueva sociedad ateniense.
A partir de ahora ya no es la herencia el valor determinante ni el único que da derecho a
participar en la vida pública. Esta se abre ahora a todos los ciudadanos (condición que
no tienen los esclavos). Se trata de una irrupción de las capas populares en la vida
pública: la democracia radical de PERICLES.
Pero el hombre que de hecho quiera tener una presencia relevante necesita prepararse.
Se hace preciso sustituir las artes de la guerra por la oratoria y el conocimiento de las
leyes.
La batalla se libra ahora en el ágora de la ciudad. La vida del hombre se ventila en las
asambleas, en la plaza pública, en los tribunales; ahí es donde es necesario hacerse
presente, discutir las leyes que convienen a la mayoría, desenmascarar los intereses
privados o de grupo que pueden esconderse tras los discursos y las leyes establecidas.
Todo esto requiere el saber práctico del discurso y de la elocuencia: “El que sabe y no
se explica claramente es como si no pensara” dice PERICLES. Se hace, pues, necesaria
una formación para esta nueva tarea.
CARACTERES DEL MOVIMIENTO SOFISTA
Exponente de una nueva situación
Estas circunstancias histórico-políticas que vive Atenas favorecen, pues, la presencia
en la vida pública de estos filósofos —los sofistas— que no hacen otra cosa que fijar su
atención en las cuestiones que preocupan a los ciudadanos. Ellos se ofrecen como
maestros de cultura y de virtud. Es el caso del sofista PROTÁGORAS:
Reconozco que soy un sofista y que educo a los hombres [. . .].
Joven, si me acompañas, te sucederá que cada día que estés conmigo regresarás a tu
casa hecho mejor, y al siguiente, lo mismo. Y cada día continuamente, progresarás hacia
lo mejor […].
Los otros (sofistas) abruman a los jóvenes. Porque, a pesar de que ellos huyen de las
especializaciones técnicas, los reconducen de nuevo en contra (de SU voluntad, y los
introducen en las ciencias técnicas, enseñándoles cálculos, astronomía, geometría,
música —y al decir esto miró de reojo a Hippias—. En cambio, al acudir a mí,
aprenderá sólo aquello por lo que viene. Mi enseñanza es la buena administración de los
bienes familiares, de modo que pueda él dirigir óptimamente su casa, y acerca de los
asuntos políticos, para que pueda ser el más capaz de la ciudad, tanto en el obrar como
en el decir.
PLATÓN: Protágoras. 317a-319a
Cabe afirmar que el movimiento sofistico es una traducción a nivel de pensamiento del
proceso de cambio al que se encuentra sometida toda la sociedad ateniense.
No fueron ellos quienes corrompieron la ciudad o desataron la crisis de valores, como
parece achacarles PLATÓN, sino que se limitaron a proporcionar a sus conciudadanos
los medios y las artes para lograr sus aspiraciones. Intentaron formular un nuevo
pensamiento racional sobre el que fundamentar una democracia que hasta entonces se
apoyaba en leyes casi religiosas y que era administrada por las grandes familias
aristocráticas. Su crítica va a descubrir que no eran tan claras ni seguras las bases en las
que se venía asentando.
Si ahora ya no es la herencia la que da derecho a la participación, ni las leyes tienen el
origen divino que se pretendía, es preciso formar individuos capaces de lograr el
gobierno de la ciudad por sus dotes de persuasión y leyes que se justifiquen por ser
convenientes para la comunidad.
Convencionalismo frente a la naturaleza:
La existencia de la naturaleza como generadora de un saber, de unos valores y de
unas leyes universalmente válidas venía siendo aceptada por la sociedad griega como
algo inamovible y fuente de seguridad.
También los sofistas estaban dispuestos a aceptar que las leyes naturales eran
intocables, fijas y necesarias.
Pero su originalidad reside en poner abiertamente en duda que muchas de las cosas que
habían venido siendo aceptadas como originadas por una llamada «ley natural», sean
otra cosa que realidades puramente convencionales. Habían viajado demasiado y habían
conocido demasiadas constituciones en distintas ciudades como para aceptar sin más la
idea de la naturaleza como generadora de un saber, de unos valores y de unas leyes
universalmente válidas cuando se hace evidente que muchas cosas, presuntamente
naturales, no son otra cosa que construcciones humanas.
La misma Constitución ateniense, que era considerada de índole casi sagrada, aparece
ahora, al menos en gran medida, como resultado de factores históricos y de intereses de
grupo. Y lo mismo cabría decir de las demás leyes de la ciudad.
En este contexto hay que entender la discusión teórico-práctica que los sofistas
establecen entre naturaleza y nomos, es decir, la contraposición de lo que realmente es
naturaleza o ley natural que, de existir, sería un criterio absoluto, inamovible jurídica y
moralmente, frente a lo que es puro convencionalismo o institución del hombre, como
tal mutable, acomodaticio y relativo.
Más aún del análisis de la naturaleza misma se deduce que no sólo son distintas
naturaleza y ley sino que muchas veces se contradicen. Así, las leyes consagran la
fuerza de los débiles cuando la naturaleza parece confirmar lo contrario: bajo 1a
consideración de que son naturales, en realidad defienden posiciones ventajosas e
intereses del grupo dominante.
Esta discusión ilustra perfectamente la desconfianza en la validez del saber tradicional
en la existencia de un conocimiento seguro de la naturaleza, y más en concreto puesto
que interesaba un saber práctico, de la existencia de leyes con valor fijo y universal que
aseguraran lo bueno y lo justo para el hombre. Removido el fundamento, lo natural
cuasi religioso, que hasta entonces había servido para el establecimiento de normas y de
valores fijos, deja paso ahora a la justificación en función de la conveniencia y el
acuerdo; si no existe una ley general, cualquier conducta puede ser justificable.
Relativismo y escepticismo
Las circunstancias que hemos descrito favorecieron el interés por un saber
pragmático que sirviera al hombre en su vida ordinaria. En este sentido se afirma que
la sofistica representa una etapa del pensamiento en que preocupa poco lo especulativo:
más que la pregunta por el ser de las cosas, preocupan las cosas mismas tal como
aparecen y se manifiestan en su realidad y problematicidad concreta. La desconfianza
en la posibilidad de conocer qué es la naturaleza ha derivado hacia la conformidad con
un conocimiento simplemente válido de la naturaleza. Preocupa la consecución de un
conocimiento que valga, que sirva al hombre y le restituya, por la vía de la práctica, la
confianza que la especulación le ha negado.
La inexistencia de un saber unitario y universal tenía que traducirse en la imposibilidad
de una ley universalmente válida. Por esta razón, el concepto de verdad es sustituido
por el de validez, del mismo modo como el concepto de ley universal había sido
sustituido por el de convención.
Más que la verdad abstracta de las cosas, interesa su valor, su utilidad. La auténtica
sabiduría como el auténtico sabio son tales en la medida en que sirven para hacer pasar
al hombre a una opinión o a un estado mejor.
Un buen médico, por ejemplo, es aquel que sabe lo suficiente como para hacer que el
enfermo experimente una mejoría o recobre la salud; o es un buen orador político quien
sabe convencer a los ciudadanos de que las cosas justas y buenas son precisamente
aquellas que la práctica confirma como útiles a la ciudad.
Desembocan así en lo que se llama un relativismo marcadamente escéptico, que se
define como una posición intelectual según la cual es imposible obtener verdades
universales. No cabe establecer una relación fija, una correspondencia constante entre
algo objetivo, es decir, independiente del sujeto, y el propio sujeto. Las cosas se
perciben desde las diversas situaciones de cada uno, y a su vez, la variabilidad de las
cosas hace cambiar también la visión que de ellas tiene el individuo. Eso explica que alguien junto a mi pueda decir que hace calor cuando yo acabo de afirmar que hace frío.
Así expone SÓCRATES la opinión del solista PROTÁGORAS:
Sostengo que la verdad es tal como la he descrito, y que cada uno de nosotros es la
medida de lo que es y (de lo que no es; que hay, sin embargo, una diferencia infinita
entre un hombre y otro hombre, en cuanto las cosas son y parecen unas a éste y otras a
aquél, y lejos de no reconocer la sabiduría, ni los hombres sabios, digo, por el contrario,
que uno es sabio cuando mudando la faz de los objetos, los hace parecer y ser buenos a
aquel para quien parecían y eran malos antes.
(...)Lo mismo sucede respecto de la educación; debe hacerse que los hombres pasen
del estado malo a otro bueno. El médico emplea para esto los remedios, y el sofista los
discursos. (...) Lo que parece bueno y justo a cada ciudad es tal para ella, mientras
forma este juicio: y el sabio hace que el bien, y no el mal, sea y parezca tal a cada
ciudadano. Por la misma razón, el sofista
capaz de formar de este modo a sus
discípulos es sabio y merece que ellos le den un gran salario.
PLATÓN, Teeteto o de la ciencia, 166ª, 167ª.
El hombre como medida de todas las cosas queda establecido como principio de
verdad llevado a las últimas consecuencias y expresa la relatividad del conocimiento y
de las opiniones verdaderas. La verdad se ha convertido en algo tan variable como la
visión que cada uno tiene de las cosas, que, al variar a su vez, condicionan también al
mismo individuo y le llevan a actuar de distinta manera según las circunstancias. La
base para la confusión, al menos, estaba servida.
Supuesta la premisa de que las leyes no eran de origen divino, era lógico que cada uno
sacara sus propias conclusiones.
PRINCIPALES FILÓSOFOS SOFISTAS
En la sofistica griega suelen distinguirse dos etapas: positiva y creadora la primera,
más negativa y decadente la segunda. Hay quienes añaden una tercera, ya en plena
época romana (s.I al IV), caracterizada por su interés casi exclusivo por la oratoria.
Conviene advenir la dificultad que conlleva agrupar a personajes de los que apenas
conservamos nada escrito y cuyo pensamiento tenemos que reconstruir a partir de lo que
de ellos dejaron dicho otros, particularmente PIATóN y ARISTÓTELES que se
muestran además especialmente críticos con ellos. Sin embargo parecen reconocer la
importancia de su discurso y de su influencia a juzgar por la fuerte polémica que
SÓCRTATES y PLATÓN mantienen con ellos en los Diálogos platónicos, tres de los
cuales llevan nombre de sendos sofistas.
Primera sofística:
Generalmente se considera que esta primera época abarca hasta el año 440 a.C.
Anteriores a la Guerra del Peloponeso (declarada en 431 a.C.) estos sofistas llegan a la
Atenas de Pericles e intentan establecer una base más racional de la sociedad y de los
nuevos valores que parecen abrirse paso. En principio esta crítica no es, en su raíz y por
sistema, de carácter disolvente, sino depuradora de conceptos y,-realidades. Incluso
cuando establecen la discusión en torno a la ley, no parece que sea su intención la
directa negación de los dioses o la verdad sino la verificación racional de estos
conceptos. Tienen el mérito Indudable de haber hecho girar las preocupaciones
filosóficas hacia los problemas humanos. Se les reconoce igualmente importantes
aportaciones en el campo de la lingüística, el derecho, la ética..
Protágoras:
PROTÁGORAS de Abdera (h. 485-410 a.C) es, sin duda, el más conocido, el primero
en llamarse sofista.
Según él, no existe la verdad absoluta. Aparece como autor de la afirmación, el hombre
es la medida de todas las cosas tal como lo recoge Platónen el Teeteto, cuyo texto
citábamos en el apartado 3 y que parece ser el principio fundamental de su pensamiento.
De influencia heraclitiana, al parecer, aplica el devenir a la conducta: el verdadero
sabio sabe acomodarse a cada situación, juzgarla desde la circunstancia concreta. Lo
que afirma así es verdadero, puesto que el hombre es la medida. Desde este supuesto,
nadie puede achacar error al otro, porque ninguna opinión es más verdadera que otra.
Paliaba, sin embargo este claro relativismo afirmando que aunque no existe opinión más
verdadera, si cabe que una sea mejor que otra si así aparece a juicio de una mayoría.
Quien está convencido de que robar es bueno, por ejemplo, tendrá tal cosa por verdad
mientras siga creyéndolo así. La Inmensa mayoría de quienes les parecerá malo eso
deberán esforzarse en convencerle no de que eso es falso sino de que lo contrario es
mejor.
En cuanto a lo religioso se expresaba así:
En lo que se refiere a los dioses, no dispongo de medios para saber si existen o si no
existen, ni el aspecto que tienen: porque hay muchos obstáculos para llegar a ese
conocimiento, incluyendo la oscuridad de la materia y la cortedad de la vida humana.
DIÓENES LAERCIO, L 9. 51 (DK Frag. 4)
PROTÁGORAS había formado parte de una comisión encargada de dar una nueva
constitución a una colonia ateniense —Turi- al sur de Italia: no es extraño, pues, que su
opinión respecto al origen de las mismas esté lejos de la consideración casi divina de los
antiguos y se acerque a una justificación de pura conveniencia social: sostenía su
necesidad, pero sólo desde la perspectiva de su utilidad social. Otros sofistas no
admitían siquiera esta necesidad y defenderán el derecho natural del más fuerte a
imponer su dominio.
SUPERACIÓN DE LA SOFÍSTICA: SÓCRATES
Corrían malos tiempos para la democracia ateniense. SÓCRATES es sometido a
juicio en el año 399 a.C. Los atenienses habían conocido el esplendor del siglo de
PERICLES y habían gustado las mieles de la victoria sobre Persia, pero ahora conocían
el sabor amargo de la derrota ante Esparta. Se pensaba que las causas que habían
llevado a la ciudad a tal desastre era, la degradación de las costumbres y la pérdida de
los ideales tradicionales.
Los sofistas, con su relativismo al afirmar al hombre corno medida de todas las cosas,
representan en gran manera esta crisis, que ha desembocado en la sofística de finales de
siglo en la que pululan demagogos y advenedizos que fascinan con la brillantez de su
discurso a los jóvenes, a quienes enseñan en sus escuelas de pago.
Por si fuera poco, el revisionismo de los sofistas, que no perdona ni a la ley, ni a la
moral, los dioses o la familia y aun la misma polis, chocaba con el conservadurismo de
la aristocracia, simpatizante de Esparta. En esta crítica y en la discusión teórica entre
naturaleza y nomos, los aristócratas veían tambalearse el fundamento de su status de
casta privilegiada por naturaleza y confirmada por leyes inmutables. La circunstancia de
la guerra los han empobrecido y relegado, favoreciendo los nuevos Ideales democráticos
que encaman artesanos y comerciantes.
SÓCRATES
SÓCRTATES considera, en contra de los sofistas, que las leyes son protectoras del
individuo y del Estado merced al pacto personal que el ciudadano ha establecido con las
leyes de su ciudad. Pero, frente a la nobleza de raza o de fortuna, defiende los valores
intelectuales y morales.
A pesar de esto no puede sustraerse a la acusación de impiedad y de corruptor de los
jóvenes que lo siguen. “Les sorbes los sesos y los hijos te hacen más caso a ti que a sus
padres”, le decían, porque los iniciaba en el arte de pensar por su cuenta, convertido,
como a él le gustaba denominarse. en tábano de Atenas. Si bien no está probado que él
fuera proespartano -en la Apología afirma que nunca conspiró contra la ciudad—,
parece probable que si lo eran los Jóvenes de buena familia que frecuentaban su
pensamiento,
Tampoco dialogo cuando recibo dinero y dejo de dialogar si no lo recibo, antes bien
me ofrezco para que me pregunten, tanto el rico como el pobre, y lo mismo si
alguien quiere responder y reescucha mis preguntas. Si alguno de estos es luego un
hombre honrado o no lo es, no podría yo, en justicia, incurrir en culpa; a ninguno de
ellos les ofrecí nunca enseñanza alguna ni les instruí. Y si alguien afirma que en
alguna ocasión aprendió u oyó de mí en privado algo que no oyeran también todos
los demás, sabed bien que no dice la verdad.
PLATÓN: Apología, 33b
Para quienes no tuvieran otra información ni otro conocimiento que el que aparece en
las comedias de ARISTÓFANES, la fuente más popular, SÓCRATES podía ser
confundido con un sofista más, rodeado de jovenzuelos a quienes encandilaba y con los
que compartía largos diálogos. Pero desarraigado de su familia, alardeaba de su
pobreza, el mejor testimonio de la gratuidad de su ministerio. Los sofistas ofrecían
sabiduría: él decía buscarla y afirmaba su ignorancia y la necesidad de que cada uno
“alumbrara” en sí mismo la verdad o el logos de las cosas.
Comparte con ellos la idea de la bondad natural del hombre que, si bien puede obrar
mal, es sólo como consecuencia de su ignorancia, pero no de su malicia. También los
sofistas de la primera época mantenían como él una fuerte confianza en la razón: esa fue
su más importante aportación: el intento de fundamentar la práctica política en bases
racionales. El problema fue que esta depuración racional derivó hacia una exclusiva valoración de las propias razones, enfrentando las apetencias del individuo con las
exigencias de la sociedad. El diálogo sobre las cosas que interesaban al ciudadano se
convirtió en disputa donde lo que importaba era el mantenimiento de las propias
opiniones.
SÓCRATES no acepta esta escisión entre lo individual y lo colectivo, afirmando que
el bien del individuo y de la sociedad deben coincidir.
Es necesario recuperar el diálogo, abandonar 1a frivolidad de la disputa y valorar la
palabra como expresión del pensamiento. Para ello, se impone una seria reflexión sobre
las cosas para buscar su logos: es preciso un conocimiento que nos permita definirlas,
decir lo que las cosas son.
Mantiene un convencimiento profundo en la existencia de la verdad de valor
universal, no sujeta a las variables del Individuo y de las cosas. A esta afirmación, le
lleva tanto la razón que posee cada uno como el sentido que para él tiene la existencia
de los dioses. Ellos han dejado a nuestro alcance muchas cuestiones sobre las que no
quieren ser molestados. Esta voluntad de los dioses avala también la existencia de
valores absoluto que estarían así apoyados en su racionalidad y en esa voluntad divina.
De esta manera, SÓCRATES incorpora a su sistema el elemento religioso tradicional,
si bien aderezado con aspectos racionales.
LA ÉTICA, TAREA FUNDAMENTAL
SÓCRATES había convertido su vida en una permanente investigación, sobre la
condición humana. Ya dijimos, en la introducción del tema, que el movimiento sofistico
y la reacción humanista que lo caracteriza eran en gran parte fruto de la decepción
producida por la sabiduría tradicional. Sócrates también participa de esta decepción. Ni
siquiera entra en la discusión del acierto o desacierto teórico de las doctrinas de los
cosmólogos, sino más bien, las descalifica por su inutilidad para resolver los problemas
que preocupan al hombre y a la sociedad.
En cuanto a él, entreteniéndose sin cesar con aquello que está al alcance del hombre,
examinaba lo que es piadoso y lo que es impío, lo que es honrado y lo que es
vergonzoso, lo que es justo y, por el contrario, injusto; en qué consiste la sabiduría y en
qué la locura, el valor y la pusilanimidad: lo que es el Estado y un hombre de Estado;
qué es el gobierno y cómo se manejan sus riendas. En fin, discurría a propósito de todos
los conocimientos que vuelven al hombre virtuoso, y sin los cuales pensaba que
realmente se merecía el nombre de de esclavo.
JENOF0NTE: Recuerdos Socráticos. pág. 172
Este texto, que es continuación de1 que poníamos en la introducción del capítulo,
es importante para entender la actitud que adopta SÓCRATES ante la sabiduría de su
tiempo y para conocer cuál es la tarea que se marca. Muchos siglos después.
NIETZSCHE, duro crítico de SÓCRATES, lo califica de sepulturero de una gran
metafísica, la de los presocráticos.
Tras una etapa en la que, al parecer, se interesó por temas de la física, centró su
investigación en las cuestiones éticas. Afirma que la sabiduría que sirve al hombre
no le va a venir de fuera, del conocimiento que tenga del cosmos, al que por mucho
que conozca nunca va a manejar, sino del propio hombre, de su mente, de su nous.
La razón estriba en que la realidad del hombre no es de índole cosmológica sino que
éste es, ante todo., un ser moral.
Los sofistas se prestaban a debatir y defender cualquier asunto de la vida
pública relacionado con el hombre. A SÓCRATES le interesa únicamente la
discusión que tenga por objeto el conocimiento de lo bueno y lo malo, de la justicia y
de la virtud.
Asume como programa de sabiduría una máxima del Oráculo dc Delfos escrita
en el templo de Apolo: conócete a ti mismo.
Que el hombre conozca a través de sí mismo es lo más Importante. Y la cuestión que
más le interesa es saber qué debe hacer para ser felizes la recompensa terrena que
espera al hombre justo y bueno.
Nuestra investigación ha de partir siempre de las cosas que conocemos. Así, si de lo
que se trata es de saber qué es la justicia, por ejemplo, nuestra investigación ha de
examinar las cosas que llamamos justas para, a partir de ahí, averiguar racionalmente
qué es lo que hace que llamemos justas a determinadas acciones. Y eso será la
justicia.
En este punto de partida coincide también con los sofistas: como ellos establece
su reflexión a partir de las cosas y situaciones usuales que vive el hombre.
La importancia de la vida pública había hecho que la verdad sobre con la verdad
de las opiniones sobre las cosas. Como las opiniones eran muchas, prevaleció el
convencimiento de que ese aparecer de las cosas se identificaba con la visión que
cada uno tenía de la realidad.
Por ese motivo, SÓCRATES quiere partir de las cosas, pero no tal como se afirman
en la vida pública, sino tal como las descubre en si cada hombre con la razón,
independientemente de las circunstancias hay que aplicar la razón al descubrimiento
de lo que son las cosas.
ARISTÓTELES reconocerá a SÓCRATES el mérito de haber seguido un camino
inductivo hacia la definición, buscando lo que cada cosa es, lo que la constituye.
El campo al que él aplica esta búsqueda es el de las preocupaciones éticas.
Advertimos así claramente un cambio de dirección en el pensamiento filosófico, Con
SÓCRATES, el pensamiento incorpora un nuevo campo de reflexión: la reflexión
ética. Y esto por dos razones:
a)
Porque al predominio de la preocupación por la naturaleza lo sustituye ahora la
cuestión de la naturaleza moral del hombre y, en concreto, el conocimiento de la virtud.
b)
En segundo lugar, porque la filosofía socrática supone una nueva forma de
vida: vivir buscando lo que son las cosas ordinarias en si mismas, lo que las define.
Intelectualismo moral:
Posiblemente lo más llamativo de las teorías socráticas sea la identificación que éste
hace entre conocimiento o sabiduría, y virtud.
ARISTÓTELES afirma que la teoría moral socrática se asienta en estos tres
principios:
a) identificación entre virtud —entendida como excelencia moral— y conocimiento. En
consecuencia, todas las virtudes conocidas comúnmente como distintas se reducen a una
sola, el conocimiento.
b)
La mala conducta moral es, en todos los casos, error de conocimiento,
ignorancia.
c) Obrar mal es siempre involuntario. No es posible lo que luego ARISTÓTELES
llamaría acrasia, conocer el bien y hacer, sin embargo, el mal.
Ya dejamos dicho en el apartado anterior que SÓCRATES mantenía la necesidad de
precisar lo que las cosas son como condición indispensable para restablecer la
comunicación y hacer posible el diálogo en torno a los temas morales, que son los que
particularmente te preocupan.
Pero existe para él otra razón más de esta necesidad; hacer posible la conducta y la
educación moral del hombre. Solamente sabiendo qué es lo justo se puede obrar
justamente. El conocimiento de la virtud es lo que permite al hombre llevarla a la
práctica en la vida social, mientras que su ignorancia le impide obrar conforme a ella,
Este punto de vista se denomina intelectualismo moral y podríamos definirlo como
aquella teoría filosófica moral según la cual el saber y la virtud coinciden.
Enseñanza de la virtud:
Según esto, la virtud puede y debe ser enseñada. Más aún, siendo el fin de la filosofía
la educación moral del hombre, deberíamos tener un conocimiento tan depurado y
preciso de las virtudes y de la conducta que debe adoptar el hombre que pudiéramos
enseñarlo como se enseñan las matemáticas. De esta manera, nadie se comportaría mal.
“Nadie yerra el golpe queriendo”, afirma.
No dejan de ser paradójicas estas propuestas que chocan, al menos a primera vista,
con nuestra experiencia. Sin embargo, resultan, más comprensibles si las situarnos en el
contexto socrático. Conviene advertir lo siguiente.
En primer lugar, no parece lógico que SÓCRATES no observara conductas en las que
se hace algo malo conscientemente. Lo que ocurre es que no parece satisfacerle
tampoco la interpretación inmediata que se da a ese hecho: “obras mal porque quieres,
porque buscas hacer lo malo”.
Frente a esto, lo que él parece aflorar es que existe en nosotros un deseo tan arraigado
del bien y de la felicidad que uno, cuando va a obrar mal, tiene que engañarse en el
sentido de considerar que aquello es bueno, que reporta bien. Si obra así, es porque hay
una falsa estimación del bien, porque considera como bueno lo que no es tal.
Si alguien, por ejemplo un tirano, lleva a cabo actos tan perversos que no respeta
personas ni propiedades, puede admitirse que hace lo que quiere, pero no lo que desea,
porque lo que desea es la felicidad y esa, obrando así, no sólo no la encuentra sino que
cada vez se aleja más de ella. Desconoce la evidencia de que esos bienes del cuerpo
proporcionan un bienestar infinitamente inferior que aquellos que proporcionan
felicidad al alma. La culpabilidad que por esas conductas contrae el alma acarrea más
infelicidad que el placer del poder o de la riqueza. “Es peor mal cometer una injusticia
que soportarla,” dice el personaje SÓCRATES en el diálogo Gorgias de PLATÓN.
Quien obra mal comete un error de cálculo: buscando la felicidad no hace más que
dar pasos hacia la Infelicidad.
El arte del ciudadano:
En segundo lugar. SÓCRATES AC sitúa en una perspectiva práctica enfoca el
asunto desde el punto de vista de la tecne griega del saber técnico, artesanal, del saber
práctico, no intelectual. De ahí toma sus ejemplos para hacerse entender. Así —dice—
un mal médico es tal por falta de conocimientos; sino cura al enfermo, es porque no
sabe. Un buen artesano es aquel que domina su oficio y, por lo tanto, hace las cosas
bien. De un zapatero, pongamos por caso, cuando es bueno, cuando hace o arregla -bien
los zapatos, decimos que domina su oficio. Pero, si trasladamos esto al campo moral y
cívico, debemos decir que sólo será buen ciudadano, buen gobernante, quien sepa bien
lo que es la justicia, la virtud, lo bueno.
El arte del ciudadano, el oficio que debe conocer y dominar, es el de la virtud:
conociéndola, la practicará, será un buen ciudadano y así la sociedad será justa y estará
bien gobernada.
EL MÉTODO SOCRÁTICO
Es algo más que un dato anecdótico que SÓCRATES gustara de afirmar que habla
heredado el oficio de su madre. Ello encierra tanto una manera determinada de entender
el saber como la función de la enseñanza y el camino para acceder a la verdad de las
cosas. La verdad no es enseñable, pero cabe que alguien ayude a otro a descubrir la
verdad de la que cada uno es portador.
Mi arte de partear tiene las mismas características que el de las parteras, pero se
diferencia en el hecho de que asiste a los hombres y no las mujeres, y examina las
almas de los que dan a luz, pero no sus cuerpos. Ahora bien, lo más grande que hay
en mi arte es la capacidad que tiene de poner a prueba por todos los medios si lo que
engendra el pensamiento del joven es algo imaginario y falso o fecundo y verdadero.
PLATÓN: Teeteto. 150 b
Según SÓCRATES, la ignorancia es el peor mal que un hombre pueda padecer,
y por eso es preciso salir de ella, querer salir de ella cuanto antes una vez que se es
consciente de esa situación. Ese es el primer objetivo de su método: poner al
interlocutor en el aprieto de tener que reconocer su ignorancia y, así, disponerlo a
buscar la cosa que ignora y aceptar la ayuda que se le ofrece. Porque el hombre es
justo y feliz no sólo cuando encuentra la verdad, sino ya cuando se dispone e inicia
su búsqueda.
La mayeútica:
La mayeútica, como específico método socrático que se propone ayudar a que cada
uno “dé a luz” la verdad de que es portador, consta de dos momentos o partes:
negativa y demoledora la primera, positiva y constructiva la segunda.
En un primer paso, se trata de descubrir la falsedad de las opiniones corrientes que se
sostienen sobre las cosas, en particular, sobre tas que interesan al ciudadano —la
justicia, la sensatez, la mesura, el saber, la virtud...—, o, al menos, la poca seguridad
que el interlocutor tiene de las mismas. Mediante hábiles preguntas intenta
convencerle de que tiene opiniones y acepta afirmaciones que, al someterlas a un
examen detenido, en realidad llevan a la contradicción y a un callejón sin salida. Ésta
es la parte negativa del método y que SÓCRATES llama erística. Es aquí donde
SÓCRATES hace gala de una fina ironía que, con frecuencia, exaspera a su interlocutor y siempre lo confunde.
Me he extendido, mi buen Teeteto, contándote todas estas cosas, porque supongo,
como también lo crees tú, que sufres el dolor de quien lleva algo en su seno.
Entrégate, pues, a mí, que soy hijo de una partera y conozco ese arte por mi mismo,
y esfuérzate todo lo que puedas por contestar a lo que yo te pregunte, Ahora bien, si
al examinar alguna de tus afirmaciones, considero que se trata de algo imaginario y
desprovisto de verdad, y, en consecuencia, lo desecho y lo dejo a un lado, no te
irrites como las primerizas, cuando se trata de sus niños. Pues, mi admirado amigo,
hasta tal punto se ha enfadado mucha gente conmigo, que les ha faltado poco para
morderme, en cuanto los he desposeído de cualquier tontería.
PLATÓN: Teeteto151 b.
Un segundo momento, una vez que el hombre conoce su limitación, consiste en
“alumbrar” (maieúo), mediante la aplicación constante del razonamiento expresado en
el diálogo, la verdad sobre las cosas, lo que son realmente la virtud, la justicia, lo bueno,
etc. Esta parte conduce a la definición o el acuerdo al que, mediante el discurrir en
común, han llegado todos los participantes.
El diálogo —intercambio de logos— bien llevado desemboca en el descubrimiento por
parte de los interlocutores, de la definición acertada de lo que se busca, SÓCRATES
está convencido de que el hombre posee en sí una capacidad cognoscitiva segura por
voluntad de los dioses. En efecto, hay saberes que la divinidad se ha reservado pero hay
otros muchos conocimientos que ha dejado a nuestro. Entre éstos está lo concerniente al
arte de gobernar y al establecimiento de las cosas convenientes para la ciudad. El
resultado que se obtenga de la discusión -en la que se irá poniendo de manifiesto la
relatividad y parcialidad de las opiniones particulares y, consecuentemente, la necesidad
de buscar aquello en lo que todos coinciden— será lo que rija como valor en esa
sociedad. De esta manera, el acuerdo, al que se llega después y como consecuencia del
diálogo, adquiere valor universal frente a la opinión y el interés particular: “es
verdadero lo que aparece a todos como verdadero”.
HISTORIA DE LA FILOSOFÍA. NOÉSIS. Caballero,M. Echano, J de. Martínez,
E. Montarelo, P. Navlet, I.
CAP: LA FILOSOFÍA MORAL: LOS SOFISTAS Y SÓCRATES.
ACTIVIDAD:
 ¿Escucharon alguna vez decir que una persona es un sofista?
Busquen en un diccionario la definición de este término. ¿Qué
elementos han sido dejados fuera del concepto actual del
término?.
 A partir del método socrático, analicen la siguiente expresión:
Por tu mediación dije más de lo que tenía en mi pensamiento.
Platón, Teeteto.
 En Apología de Sócrates, se expone el juicio por el cual
Sócrates es condenado a muerte. Responde:
 ¿Cuáles son las acusaciones contra Sócrates?
 Enuncia los argumentos con los que Sócrates enfrenta esas
acusaciones.
 Explica cómo descubrió Sócrates cuál era su misión en la vida.
¿Es importante que una persona conozca su vocación y viva en
concordancia?. Fundamenta tu respuesta.
 Sócrates tuvo la oportunidad de retractarse y también de
escapa. ¿Por qué no lo hizo y eligió morir? ¿Estás de acuerdo
con su elección? Fundamenta tu respuesta.
 Si fueras el abogado defensor de Sócrates, ¿qué dirías en el
alegato final antes del veredicto?