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TRASTORNOS DISOCIATIVOS Profesor: Agustín Martín Asignatura: Intervención cognitivo-conductual en diversos cuadros psicopatológicos Grupo 6 Autoras: García Torres, Miryam Niño Robles, Noelia Penella Salas, Mónica Reyes Vargas, Natalia Introducción El concepto de disociación, es un término que genera, aún en la actualidad, cierta confusión. Por lo tanto, sería adecuado hacer un breve recorrido histórico sobre la construcción de dicho concepto, así como señalar algunas cuestiones nucleares presentes en el mantenimiento de ciertas dificultades para establecer criterios comunes que garanticen una mayor comprensión por parte de los distintos profesionales sobre este fenómeno psíquico, una mejora en la precisión de diagnósticos y de la posterior intervención en pacientes con Trastornos disociativos. Uno de los primeros autores en definir la disociación como síntoma, sería Pierre Janet a principios del siglo XIX tras sus estudios con pacientes histéricas. Para Janet, la disociación se toma como patológica, siendo ésta una predisposición constitucional en los individuos traumatizados (generalmente por abuso sexual). La disociación se presenta como un mecanismo de defensa frente a la ansiedad generada por las experiencias traumáticas, persistiendo ésta en forma de “ideas fijas subconscientes” en la mente del paciente, afectando a su humor y conducta. Desde esta primera aproximación teórica se hace alusión al término de estrechamiento de la conciencia, en la cual unas experiencias no se asociarán con otras (González, A. 2010). Desde ese momento, se suceden numerosas aportaciones sobre dicho fenómeno, sobre todo desde la corriente psicoanalítica, siendo la visión de los síntomas disociativos sugerida por Freud, desde su teoría de la Neurosis (1897), la que con mayor fuerza subyace en los distintos enfoques actuales de la disociación. Para Freud los deseos infantiles y fantasías juegan un papel importante en la estructura de la mente, siendo la represión de estos, provocando una escisión de la conciencia para apartar el material conflictivo, lo que genera en un futuro que dichos deseos y fantasías emerjan en forma de sueños, síntomas o símbolos. Todo esto influye en el ámbito de la psiquiatría moderna, generando prejuicios en algunos de estos profesionales en el momento del diagnóstico de los trastornos disociativos, al considerarse los síntomas disociativos como fantasías o llamadas de atención de los pacientes. Otro de los bagajes de dicha corriente psicoanalítica sería la del término “conversión”, el cual se mantienen en el actual Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-IV), desentonando en una clasificación supuestamente ateórica (González, A. 2010). La descripción clínica de síntomas, en la que se basan actualmente las clasificaciones internacionales, dejando al margen la explicación de los mecanismos etiopatogénicos, genera por otra parte, dificultades para una comprensión global de los fenómenos psíquicos. Sería el caso de trastornos conectados por su etiopatogenia con los trastornos disociativos como serían los trastornos conversivos, el TEPT y los trastornos por somatización, clasificados en distintos capítulos. Por otra parte el uso de palabra disociación en la literatura, hace que se utilice el mismo término para indicar conceptos tan diferentes con son síntomas, mecanismos psíquicos y trastornos mentales. El modelo médico-científico y su teoría de dualidad Mente-Cuerpo, ha llegado a separar trastornos tan ligados como los trastornos somatomorfos, conversivos y disociativos, basándose únicamente en que los dos primeros se expresan a través del cuerpo y el último por funciones psíquicas. Como puede apreciarse, sobre el concepto de disociación existen multitud de aportaciones, que como ya hemos hecho referencia dificultan establecer un punto de acuerdo y una comprensión exacta y global de los fenómenos disociativos. Etzel Cárdena (1994), propone una síntesis de las diversas aplicaciones que se otorgan a éste término (González, A. 2010): 1) Disociación como módulos o sistemas mentales no conscientes o integrados. Desde esta perspectiva no existe una mente unitaria, faltando en algún nivel la integración necesaria para que ello ocurra. Se pueden encontrar tres situaciones: a. Disociación como ausencia de percepción consciente de estímulos entrantes o conductas salientes. b. Disociación como la coexistencia de sistemas mentales separados que deben ser integrados en la conciencia de la persona, su memoria o identidad. c. Disociación entre la conducta saliente o percepción inconsciente con la introspección verbal que el paciente refiere. 2) Disociación como una alteración en la conciencia normal, que se experimenta como una desconexión del yo o del entorno. Sería equivalente a los síntomas de derealización y despersonalización. 3) Disociación como mecanismo de defensa. Consiste en un rechazo intencional, aunque no necesariamente consciente, de la información emocional dolorosa. Tras este recorrido teórico sobre el concepto disociación pasaremos a describir qué son los Trastornos Disociativos El trastorno disociativo (DSM-IV), antes llamado trastorno de personalidad múltiple (DSM-III), es un trastorno muy difícil de diagnosticar ya que existe comorbilidad con muchos otros como el Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT), el somatoforme, los trastornos psicóticos, de conversión y con los trastornos facticios. Por este motivo a menudo se diagnostica alguno de estos en lugar del Trastorno disociativo. La mayoría de los pacientes deben visitar múltiples profesionales antes de ser diagnosticados correctamente, debido a la falta de conocimientos que tienen los profesionales sobre este trastorno además de que esta patología tiene síntomas que coinciden con criterios para diagnosticar otros síndromes más conocidos y comunes. Por ejemplo: Algunos pacientes con un trastorno disociativo pueden quejarse de que escuchan voces, síntoma característico de la esquizofrenia. Por otro lado, también se encuentran síntomas parecidos en trastornos del estado del ánimo, de ansiedad y adicciones, aunque en este tipo de patologías, es más fácil detectar el hecho de que se trata de un trastorno de identidad disociativa. Esto es así dado que esta comorbilidad aparece en una parcela más reducida de síntomas que en los descritos anteriormente. A pesar de ser un trastorno con una prevalencia baja, solo lo tienen diagnosticado un 0,2% de la población mundial, la formación en él es muy importante. Ya que, considerando lo expuesto anteriormente, creemos que el porcentaje de prevalencia debería de ser superior. Existen los trastornos disociativos pero también los síntomas disociativos que son comunes en muchas patologías que no pertenecen a la familia de los trastornos disociativos. Debido a estos síntomas disociativos el CIE-10 coloca los trastornos disociativos en el mismo capítulo que los trastornos conversivos para resaltar estos síntomas de ambos. En cambio el DSM-IV coloca los trastornos disociativos tras los trastornos somatomorfos pero en un capítulo independiente, a pesar de que a veces en el ámbito académico los explican de forma conjunta, ya que estos trastornos también comparten síntomas llegando a ser bastantes semejantes. Dentro de los trastornos disociativos podemos encontrar diferentes patologías dependiendo de los síntomas que presente el paciente. Estas patologías son: Amnesia disociativa: la persona sufre una pérdida de memoria debido a un acontecimiento vital estresante. Se caracteriza por la presencia de amnesia retrógada y ausencia de amnesia anterógrada. Es decir, el paciente no es capaz de recordar hechos pasados, pero sí de incluir nuevos recuerdos a largo plazo. Fuga de identidad: El paciente que padece este síntoma experimenta una pérdida de memoria de toda la personalidad, es decir como si esa persona viviera la experiencia desde fuera (despersonalización). Trastorno de identidad disociativa: antes llamado trastorno de personalidad múltiple, consiste en que la persona tiene dos o más identidades que se mantienen de forma independiente entre sí, cada una con su patrón de actuación y de percibir el ambiente. Este trastorno puede incluir varios trastornos del espectro disociativo. Dado que el TID será el trastorno en el que basaremos este trabajo, lo ampliaremos de forma más detallada más tarde. Trastorno de despersonalización: se trata de una alteración de la percepción, la persona se ve a sí mismo desde fuera de su cuerpo, como un observador externo. Trastorno de disociativo no especificado: Dentro de este subapartado se encontrarían todos los trastornos disociativos que no cumplen los todos los criterios diagnósticos para pertenecer a ninguno de los anteriores. A continuación, nos centraremos en el trastorno en el que vamos a basar el trabajo, el trastorno de identidad disociativo (TID). Para ello, señalaremos los criterios diagnósticos del DSM-IV: A. Presencia de dos o más identidades o estados de personalidad (cada una con un patrón propio y relativamente persistente de percepción, interacción y concepción del entorno de sí mismo) B. Al menos dos de estas identidades o estados de personalidad controlan de forma recurrente el comportamiento del individuo. C. Incapacidad para recordar información personal importante, que es demasiado amplia para ser explicada por el olvido ordinario. D. El trastorno no es debido a los efectos fisiológicos directos de una sustancia (p. ej. comportamiento automático o caótico por intoxicación alcohólica) o a una enfermedad médica (p. ej., crisis parciales complejas) Modelos explicativos En el presente apartado se desarrollarán algunos de los diferentes modelos teóricos que han abordado el fenómeno de los Trastornos Disociativos. Neurobiológico Desde esta perspectiva, encontramos el modelo teórico de MacLean (1990). Este autor divide el cerebro en tres partes bien delimitadas que serian: el cerebro reptiliano, compuesto por el cerebelo y tronco cerebral, siendo su función controlar la musculatura, las funciones autonómicas y las reacciones primarias; el sistema límbico integrado por la amígdala, hipocampo e hipotálamo, en el cual aparecen los instintos, sus respuestas y las emociones; y por último, el neocórtex que se encarga de las funciones superiores como pensamiento, razonamiento, lenguaje y conocimiento. En los trastornos disociatiivos, se entiende que los elementos somatosensoriales del cerebro reptiliano se encuentran desconectados de las emociones (sistema límbico), y que ambos elementos, no estén asociados a una memoria declarativa (neorcórtex). Por otro lado, los distintos tipos de memoria, explicarían la amnesia disociativa de la siguiente manera. Existe una memoria explícita o declarativa, mediada por el hipocampo derecho y el córtex orbitofrontal, ésta sería la narrativa, que da sentido a la experiencia. No todos los elementos se procesan a este nivel. Sin embargo, existe también la memoria implícita, que almacena los datos emocionales, sensoriales y somáticos. Sin embargo, si el nivel de excitación es muy elevado, este proceso de almacenamiento puede bloquearse. Los recuerdos traumáticos se guardarían en esta memoria implícita, y no existiría una narrativa para los mismos. Estas memorias son imágenes, sensaciones y actos físicos que pueden ocupar todo el campo perceptivo del individuo, llegando a ser aterradores para el mismo. Por otra parte, puede ser que exista memoria declarativa, pero que exista una desconexión de la memoria implícita, es decir, que relate el suceso traumático desprovisto de emoción y como si tales hechos le resultaran indiferentes. Sociocognitivo Spanos (1994,1996) afirma que uno de los trastornos disociativos, exactamente el TID, es un fenómeno generado iatrogénicamente. A su vez, son diversos autores los que defienden esta teoría sociocognitiva por la que a través de manipulación experimenal o la sugestión, desde la entrevista, distintos instrumentos de evaluación, medios de comunicación o influencias socioculturales, pueden generarse respuestas y/o síntomas de un determinado trastorno. Sin embargo, otros autores como Kluft (1993) no creen que el TID pueda ser un artefacto iatrogénico, sino que en todo caso dichos factores iatrogénicos podrían complicar o empeorar el trastorno. Dell (2006), es otro de los autores que ha presentado ciertos hallazgos, a través de un estudio con el Inventario Multidimensional de Disociación (MID), que aportan evidencias empírica que refutan los pilares básicos en los que se construye la teoría sociocognitiva. En su estudio, de los 23 síntomas subjetivos recogidos, 15 eran desconocidos para los medios, pacientes e incluso para un amplio número de profesionales de la salud mental. (González, A. 2010) Otro de los estudios que ponen en duda el modelo sociocognitivo como explicación del TID, sería el llevado a cabo por Ross et al (2008). Dichos investigadores comparan dos muestras con similares tasas referidas de maltrato físico y abuso sexual en la infancia en dos países distintos: Canadá y China. De los 304 sujetos de nacionalidad China, evaluados, un 14% refirió abuso físico o sexual, en comparación a un 12% entre los canadienses (González, A. 2010). Ambos grupos presentaron niveles similares de disociación evaluada mediante la Escala de Experiencias Disociativas (DES) y la DDIS. Tomando estos resultados, y teniendo en cuenta que la difusión cultural del TID en China es casi inexistente, podría afirmarse que el TID posee una clara etiopatogenia traumática y se encuentra lejos de deberse a factores iatrogénicos, tal como se defiende desde el modelo sociocognitivo. Teoría del Apego Según Barach (1991), el fallo de los progenitores en responder las necesidades el niño influye en el desarrollo de la psicopatología disociativa. Esto incluiría el fallo en proteger a los menores del abuso o maltrato y por consiguiente de su posterior tendencia a disociarse o desconectarse de algún modo del hecho traumático (González, A. 2010). Diversos autores han identificado un determinado patrón de apego, tipo D, que se encuentra implicado directamente con el desarrollo de Trastornos Disociativos en niños. Los padres que generan esta forma de apego desorganizado/desorientado, suelen mostrar historias de trauma y de problemas psicológicos, lo que impide atender adecuadamente las necesidades de sus hijos, actuando como si fuesen estos últimos por si solos los que deban calmar su malestar (González, A. 2010). Los niños con este apego tipo D tienden a construir múltiples modelos del yo para hacer frente a las distintas reacciones de los progenitores. Esto conlleva que no desarrollen una visión de si mismos consistente y sólida. Todo ello, unido a un hecho traumático de abuso o maltrato puede generar una mayor probabilidad de padecer Trastornos Disociativos en el futuro. Teoría de la Disociación Estructural Según Vander Hart, et al 2003,2066, esta sería la teoría más elaborada y comprensiva sobre los cuadros postraumáticos, entre ellos la disociación (González, A. 2010). Para estos autores, la personalidad del sujeto se conforma de sistemas psicobiológicos o de acción. Estos se diferencian en a) sistemas orientados a la supervivencia (cuidado de los hijos, vínculos, alimentación, etc) y b) sistemas de defensa (lucha, huida y/o sumisión). De este modo, cuando se produce la disociación, una o más partes del sujeto se encarga de llevar una vida diaria normalizada (denominada parte/s de la personalidad normal) y la otra u otras se mantienen fijadas en la experiencia traumática y en las acciones defensivas (denominada parte/s emocional de la personalidad). Estas partes disociadas se pueden manifestar a través de: - Síntomas negativos (ausencia de algo que debería estar presente) somatomorfos, como la anestesia, o psicomorfos, como la amnesia. Estos síntomas se relacionan con la parte de la personalidad aparentemente normal (PAN), constituyendo pérdida de funciones o de rasgos de carácter. - Síntomas positivos (aparición de) también somatomorfos como las pseudcrisis convulsivas, o psicomorfos, como las alucinaciones auditivas o flash-backs. Dichos síntomas positivos se relacionan con la parte emocional de la personalidad (PE) y representan fenómenos de intrusión. Según esto, dichos autores señalan varios niveles de disociación: a) Disociación estructural primaria. Se basa en una alternancia entre el PE fijada al trauma y a los sistemas defensivos y la PAN que lleva adelante la vida diaria. En estos casos, aunque el paciente puede aparentar cierta normalidad, subyace una dinámica de evitación física y mental de la situación traumática que genera cambios de conducta, carácter y estado de ánimo. Este patrón de respuesta es característico ante reacciones de estrés agudo, TPET y algunos casos de amnesia disociativa. b) Disociación estructural secundaria. En este caso, la PE disociada a su vez en otras, representando cada una de ellas un sistema defensivo, se encuentra unida a una única PAN. Esto es característico en trastornos con traumas complejos prolongados y crónicos como el TPET complejo (para el que se ha sugerido una nueva denominación DESNOS: trastorno de estrés extremo no especificado, en el DSM-V) , trastornos de personalidad relacionados con el trauma y otros casos de trastornos disociativos no especificados (TDNE) c) Disociación estructural terciaria. En casos muy extremos tanto la PE como a PAN se disocian. Este sería el patrón de respuesta en el caso del TID. Esta concepción de disociación como fragmentación y fenómeno postraumático será la base desde la cual se abordarán los siguientes puntos, relacionados con la evaluación, diagnóstico y tratamiento del TID. Evaluación En el campo de los Trastornos disociativos, la utilización de instrumentos estandarizados, para la exploración de dicho fenómeno psíquico, puede resultar bastante revelador y operativo. Existen diferentes métodos, a través de los cuales se puede diagnosticar este trastorno, tales como instrumentos de screening, escalas autoadministradas y cuestionarios de evaluación y entrevistas estructuradas. A continuación se detallan los instrumentos psicométricos más relevantes de cada uno de estos tipos: 1) Instrumentos de Screening. Estos son escalas breves, autoadministradas, y sirven como indicadores de tendencias disociativas en las personas para, en el caso que se considerase oportuno, llevar posteriormente a cabo un estudio más pormenorizado. En este grupo se deben destacar la Escala de Experiencias disociativas (DES) y el Cuestionario de Disociación Somatomorfa (SDQ-20). a. La DES (Bernstein y Putman, 1986) es uno de los instrumentos más utilizados para esta tarea de screening. Consiste en una escala de 28 items que reflejan amnesia, otros fenómenos de absorción y de desrealización-despersonalización. Otros autores han investigado si la disociación medida por el DES debe considerarse como una dimensión continua (es decir, presente en toda la población) o como un taxón (una categoría a la que la persona pertenece o no). Waller, Putnam, y Carlson (1996) propusieron la segunda opción y señalaron que 8 de las 28 preguntas servían para discriminar la disociación patológica (que incluía formas de amnesia y despersonalización) de la disociación que se da en pacientes disociativos y la poblaciónen general (típicamente experiencias de absorción). (Cardeña, E. y Weiner, L.2004). Estos preguntas se se encuentran agrupadas en subescalas denominadas DES-Taxon o DES-T. b. El SDQ-20 se trata de un cuestionario estandarizado de 20 ítems que incluye síntomas positivos, como dolor o pseudocrisis, y negativos, como parálisis o anestesia. 2) Escalas autoadministradas diagnósticas y cuestionarios de evaluación: Dentro de esta categoría se debe destacar el Inventario Multidimensional de Disociación (MID) y el Examen del Estado Mental para la Disociación a. El MID es un cuestionario para la evaluación y diagnóstico, autoaplicada, que consta de 260 items, incluyendo 23 escalas disociativas y 6 de validez. El MID tiene correlaciones muy altas con el DES, DIS-Q, SCIDD, SDQ-20, y QED, tiene buena consistencia interna y una capacidad predictiva excelente para TD severos (Cardeña, E. y Weiner, L.2004) b. El Examen del Estado Mental para la Disociación consiste en una entrevista clínica ,no estandarizada, desarrollada por Loewnstein (1991) que permite una exploración exhaustiva de los siguientes síntomas disociativos: amnésicos, autohipnóticos, postraumáticos, procesuales, somatomorfos y afectivos. 3) Entrevistas estructuradas. Son considerados los instrumentos más fiables para realizar diagnósticos clínicos. Entre ellos se encuentran, la Dissociative Disorders Interview Schedule (DDIS), la Structured Clinical Interview fothe Dissociative Disorders (SCID-D), la Entrevista para Trastornos Disociativos y Síntomas relacionados con el Trauma (IDDT) y la Entrevista Estructurada para Trastornos de Estrés Extremo (SIDES). a. DDIS. Entrevista estructurada, de 132 preguntas, que proporciona información sobre los diagnósticos de TD, trastorno de somatización, personalidad limite, y depresión, además de síntomas de esquizofrenia, abuso de substancias, historia de abuso infantil, y síntomas asociados a los TD. Este instrumento tiene dos aspectos importantes por los que debe aplicarse con cautela. Por una parte, suele diagnosticar excesivamente trastorno disociativo en comparación con el SCID-D (Cardeña, E. y Weiner, L.2004), por otra, puede resultar demasiado dura, intrusiva o amenazante para los pacientes, al contener preguntas que indagan de modo exhaustivo historias de abuso sexual o físico en la infancia (González, A. 2010). b. SCID-D. Es considerado como unos de los instrumentos más sofisticados, evaluando la incidencia (pasada y presente) de la amnesia, despersonalización, desrealización, confusión de identidad, alteración de la identidad y otras reacciones asociadas como cambios abruptos del estado de ánimo y voces internas. Consta de una historia psiquiátrica y de 150 a 260 preguntas dependiendo de las respuestas de la persona. Esta entrevista tiene una gran utilidad para llevar a cabo diagnóstico diferencial entre TD, Trastornos somatoformes y Trastorno por Estés Postraumático. (Cardeña, E. y Weiner, L.2004) c. IDDT. Este instrumento recoge síntomas de posible rigen postraumático, síntomas de disociación somatomorfa y psicológica. Por otra parte incluye preguntas para detectar posibles simulaciones. d. SIDES. En esta entrevista estructurada se recogen siete áreas: regulación emocional, atención y conciencia, autopercepción, perecepción del perpetrador, relación con otros, somatización y alteración de los sistemas de significado. Esta escala está especialmente diseñada para víctimas de violencia o para personas que han sufrido un trauma grave o reiterado en la infancia. Aunque los instrumentos aquí explicitados son los más usados, existen otros que también se utilizan para la misma tarea, los cuales enumeramos a continuación: Dissociation Experiences Questionnaire (DIS-Q). Questionnarire of Experiences of Dissociation (QED). Multiscale Dissociation Inventory (MDI). Trauma Sympton Checklist (TSC). Antes de que se desarrollaran las escalas específicas para este trastorno, se usaba el MMPI, con un 68% de precisión. Por esta razón, existen algunas herramientas que están basadas en el cuestionario: o Perceptual Alteration Scale (PAS). o Phillips Dissociation Scale (PDS). o North Carolina Dissociation Index (NCDI). Por otra parte, según González Anabel (2010), para evaluar o diagnosticar un Trastorno Disociativo, muy lejos de hacer uso del DSM-IV o CIE-10, se toma como referencia otros criterios no tan explícitos, tales como: 1. Pacientes que presentan síntoma pero no encajan en los cuadros típicos. 2. El inicio del cuadro coincide en el tiempo con un desencadenante externo. 3. Los síntomas varían en respuesta a circunstancias ambientales. 4. El clínico interpreta la conducta del paciente como una “llamada de atención”. 5. Se detecta una ganancia o beneficio secundario. 6. El paciente presenta personalidad histriónica o teatral. 7. El clínico presenta reacción emocional negativa al paciente. Por el contrario, en casos de disociación no detectados, los factores que lo ocasiona serían: 1. Contra todas las expectativas de la mayor parte de los clínicos, en los pacientes predomina una actitud de ocultación o minimización. 2. El concepto de fantasía edípica freudiana hace que los síntomas disociativos se consideren debidos a fantasías o a engaño deliberado. 3. Las partes disociadas suelen presentarse de modo no evidente, normalmente a través de síntomas asociados a cuadros psicóticos u obsesivos. 4. La amnesia puede pasar desapercibida al ser minimizada por el paciente o al considerarse síntoma de mala concentración o atención secundaria debido a un bajo estado de ánimo o ansiedad. 5. Temor a inducir con la exploración. 6. No se dispone en general de una exploración psicopatológica suficiente de la disociación. Sólo se explora en casos en los que los síntomas son muy evidentes. Tratamiento La diferencia principal del tratamiento del TID con la de otros trastornos es que su objetivo central es la reestructuración, la integración. Antes de comenzar a explicar el tratamiento, sería bueno tener en cuenta algunas ideas claves que se deberán desarrollar a lo largo de todo el período de tratamiento. Durante el desarrollo evolutivo, el niño pasa de estados discretos de conciencia a la formación de una metaconciencia a través de la flexibilidad y complejidad del sistema. Esta metaconciencia regula, modula y unifica los diferentes estados de conciencia. El desarrollo evolutivo normal puede ser interrumpido por un trauma en la infancia y por un apego desfavorable lo que desencadenará una serie de consecuencias nefastas para la formación del sistema del yo en la persona, ya que se mantendrán diferentes estados de conciencia o estados del yo, lo que supone la fragmentación del sistema psíquico, impidiendo la capacidad de metaconciencia y dando lugar al Trastorno disociativo El tratamiento de estos desajustes no se centrará solo en unir las diferentes partes ya que el todo es más que la suma de las partes. Hay que fomentar el desarrollo de la metaconciencia mediantes una actitud reflexiva y de planificación Los principales objetivos que van a guiar la terapia y sobre todo sus inicios podrían resumirse en: 1. Establecer buena alianza terapéutica con todas las partes, lo que supone un trabajo global con todas las partes y además un trabajo individual con cada parte para que todas quieran formar parte de la terapia ya que si no lo conseguimos, algunas partes pueden desconectar durante la terapia. 2. Desmontar las cogniciones que mantienen las barreras entre estados de conciencia. Es decir, tratar con las distorsiones cognitivas de estos pacientes que, en este trastorno, son muy comunes: a. Los errores cognitivos clásicos b. Diferentes partes del yo son personas separadas c. La víctima es responsable del abuso d. Hay partes que pueden sobrevivir aunque el cuerpo muera e. Es malo sentir y expresar rabia f. La personalidad principal no puede manejar ni tolerar los recuerdos traumáticos g. El pasado es presente h. La personalidad principal merece ser castigada i. No es posible confiar en nadie 3. Cambiar discusión y lucha interna por diálogo y cooperación ya que el conflicto interno es algo nuclear causado por traumas o emociones muy intensas por lo que el paciente rechaza a las otras partes, esto requiere mucha energía interna constante lo que se traduce en una gran tensión y una baja eficacia mental. Para ello es necesario que el terapeuta tenga en todo momento una actitud de aceptación y neutralidad ante todas las partes, esto hará que el paciente cambie la visión de sí mismo. Sigue habiendo disociación pero ya no es una lucha. 4. Establecer sistemas de ayuda interna. Es decir, promover el autocuidado, para ello podemos hacer que las partes más maduras cuiden a las mas infantiles, esto supondrá mayor aceptación de todas las partes al ver que todas pueden ser útiles, los síntoma pasarán de ser rechazados a ser cuidados lo que conllevará a un nuevo sistema de funcionamiento. 5. Enfocar la colaboración entre las partes para conseguir objetivos en el mundo externo. Esto hará que el paciente se sienta mejor consigo mismo, supondrá mayor adaptación al entorno y por tanto mayor interacción. Para conseguirlos, el terapueta puede ayudarse de diversas técnicas o intervenciones, tantas cómo el terapeuta pueda idear en función de las características del paciente y del grado de confianza que hay entre ellos, a continuación se muestran algunas: 1. Mapas Consiste en hacer un dibujo en el que se plasmen todas las partes en diferentes círculos, hacer un diagrama del sistema da perspectiva. Puede que a lo largo de la terapia vayan surgiendo más que debamos añadir. 2. Metáforas Sirven para mejorar la cooperación y suavizar el conflicto interno que trae consigo el paciente. Uno de los ejemplos más usados es el del barco, que representaría al cuerpo, y los tripulantes, que representarían a cada una de las partes. 3. Contrato terapéutico El contrato terapéutico es importante que se establezca con todas las partes, especialmente con las negativas ya que estas pueden dificultar la terapia mas adelante si no están de acuerdo. 4. Crear espacios de diálogo interno Se pretende que la personalidad principal pueda crear una zona de seguridad y relajación donde poder encontrarse con sus demás estados y permitir el diálogo entre ellos. 5. Tareas que fomenten la coconsciencia y el trabajo en equipo Consiste en buscar actividades que se realicen mediante la colaboración entre las partes, las experiencias comunes entre ellas crearan conexiones entre redes neuronales mas conectadas, esto creará puente que irán erosionando la barrera amnésica.Para ello es vital la aceptación global de todas las partes por parte del terapeuta de modo que no juzgue las partes negativas y el paciente encuentre en él, una persona con la que poder hablar sin reservas. Desde el comienzo, es necesario crear una buena alianza con las partes negativas del paciente ya que si no pueden volverse en contra de la terapia al verse amenazadas por la figura del terapeuta y temen perder control. Por ello, es necesario que la actitud del terapeuta sea siempre de aceptación a todas las partes. Es paradójico ya que la disociación se produce para proteger a la personalidad principal de un material emocional excesivamente intenso (las partes negativas son el lugar donde va todo lo malo). El paciente necesita hacerse fuerte para que no le vuelvan a hacer daño por lo que estas partes también tienen rasgos abusadores y agresivos ya que es la forma en la que se entiende "ser fuerte". Inicialmente las partes fuertes, son partes protectoras pero el único modo que conocen de ejercer control y poder es dominando y dañando a las partes débiles. Con el paso del tiempo, frente al rechazo, esta parte se va volviendo más hostil y agresiva. Las características de cada parte dependerán de la etapa en que se creen. Aquellas creadas en la infancia serán partes infantiles donde principalmente predomina el miedo. Las generadas en la adolescencia se comportan como tal y predomina la rabia y las partes más adultas son introyecciones de los abusadores, que quieren dominar y controlar. Las funciones de estas partes negativas son diversas, principalmente podemos destacar: 1. Mantener las defensas disociativa a modo de protección de la persona principal pero lo hacen de manera inadecuada. Por el miedo de volver a sufrir como le ocurrió en la situación traumática, las partes negativas impiden a la persona confiar en los demás. 2. Contener sentimientos (o controlar el dolor)que son de una intensidad emocional demasiado fuerte para ser soportadas por lo que estas partes reprimen esos sentimientos, es una función adaptativa ya que en el momento del trauma la persona no tenia recursos para enfrentarse a esos sentimientos. 3. Mantener el apego con un cuidador ambivalente ya que es difícil querer a alguien que aunque te cuide también te maltrata por lo que en estas situaciones la personalidad se disocia y las partes negativas se quedan con los sentimientos de rabia, dolor y tristeza para que la personalidad principal pueda seguir manteniendo el vínculo con su cuidador. Hay que tratar de que estas partes colaboren ya que son principales en la terapia, para ello podemos hacerlo reforzando su fuerza y autosuficiencia, de modo que la personalidad principal comience a aceptarla y no las rechace, en el mismo sentido también debemos conseguir que la persona reconozca el vínculo de esta parte con la personalidad principal y una vez conseguido esto podremos reformular las acciones de estas partes como cuidadoras y protectoras. Es necesario contar con la colaboración de estas partes ya que serán principales para abordar el tema de la contención de las autoagresiones, para ello podemos usar intervenciones paradójicas para crear disonancias entre los objetivos protectores y los medios autoagresivos o abusivos. Es importante comprender que el trabajo con estos pacientes no es solo unir las partes del paciente, cada parte debe ir evolucionando y desarrollando procesos de mayor complejidad para conseguir metaconciencia. Ve su pasado con perspectiva y lo va dejando atrás para centrarse en su presente y se proyecta hacia su futuro, esto supone una mayor capacidad de mentalización. Dicho todo lo anterior, se exponen las tres fases del proceso de tratamiento: Fase 1. Estabilización y seguridad Los principales objetivos de esta primera fase se centraran en conseguir una buena alianza terapéutica con todas las partes para que el trascurso de la terapia sea lo más efectiva posible. También será necesario un trabajo de psicoeducación sobre el trastorno para que el paciente entienda lo que le está pasando y pueda dar un poco de sentido a lo que le ocurre en este sentido también sería beneficioso dar información sobre el proceso de tratamiento para que el paciente sea capaz de crear un marco de trabajo seguro donde pueda contar sin temor o pudor todo lo que considere oportuno y pueda mostrar todas las partes. En los casos en los que haya autolesiones también sería necesario tratarlas en esta primera fase ya que suponen un peligro para el paciente En este primer momento, el tratamiento puede verse afectado por una serie de obstáculos como el nivel de deterioro que presenta el paciente lo que dificultará el trabajo con él, también el entorno del paciente aunque en la mayoría de los casos suele ser un punto de apoyo, puede que este sea un problema porque el paciente siga inmerso en ambientes de malos tratos o relacionados con la situación traumática que generó la disociación. Además, en los casos en los que las conductas autolesivas sean provocadas directamente por el trauma, lo mejor será abordar el trauma antes. Las principales intervenciones usadas en esta primera parte del tratamiento pueden resumirse en las siguientes: 1. Psicoeducación Consiste en que el paciente conozca y comprenda su situación, que pueda dar sentido a lo que le ocurre. Para ello es bueno dar información sobre los síntomas y sobre el tratamiento. Será mucho más fácil si el paciente es capaz de contar y explicar los síntomas al terapeuta, de aquí la importancia de una buena alianza terapéutica y el no juzgar al paciente, aceptar todas las partes y no reaccionar ante lo negativo ya que esto hará que el paciente se cierre más y ya de por sí los pacientes con este tipo de trastornos suelen tener gran dificultad para confiar en los demás debido a desajustes en su sistema de apego y por los traumas experimentados. 2. Autocuidado Es importante explorar este área del paciente ya que suelen tener el ritmo sueño-vigilia cambiados, las comidas irregulares y puede que lo vean como algo normal. Y es entendible ya que ellos llevan mucho tiempo funcionando así. Además es probable que por el trauma tengan una gran culpabilidad y por eso abandonaran su cuidado personal o que por el poco cuidado que recibieron de niños (desajustes en el apego), no hayan aprendido las cuestiones de autocuidado básicas. En este sentido deberemos trabajar: a. Cuidado a sí mismo y a los demás b. Detectar las necesidades propias y satisfacerlas adaptativamente. c. Pedir lo que se necesite y negarse a peticiones exageradas d. No realizar conductas o tener relaciones perjudiciales e. Cuidarse cuando se está mal Resumiendo, consistiría en instaurar un sentimiento de aceptación y de amor incondicional hacia uno mismo. 3. Parar las conductas autolesivas. Las conductas autolesivas surgen como un intento de manejar las emociones, el trauma y las relaciones así como un intento de comunicar lo que los pacientes muchas veces no son capaces de verbalizar. Para controlarlas, en un primer momento hay que tener en cuenta que si las autolesiones ocurren fuera de la conciencia, y si es así, hay que reconectarlas con la parte responsable. Tras esto, habría que valorar qué función cumplen y si es posible, negociar una tregua, aunque sea temporal para poder realizar el tratamiento de modo seguro. Para ello se podría elaborar con el paciente un plan de acción ante los impulsos y también sería oportuno explorar las distorsiones cognitivas que alimentan a las conductas autolesivas. 4. Orientación a la realidad Consiste en mantener al paciente en el aquí y en el ahora conectando con sus sensaciones corporales. La desconexión pudo ser adaptativa en el momento del trauma pero no cuando se aplica a la vida diaria por lo que hay que instaurar en el paciente la presentificación y que sea capaz de desarrollar una conciencia dual, del yo observador y del yo experimentador para que no tenga una reexperimentación del trauma. 5. Recursos positivos. Consistiría en hacer consciente al paciente de sus puntos fuertes y de los recursos de los que ya dispone, en este sentido el terapeuta puede valerse de la técnica conocida como “Lugar de curación”. También sería necesario ayudar al paciente a conectar con sus recursos positivos, es decir, con las habilidades que la persona tiene, las personas que le han hecho sentir bien y las habilidades que quiere desarrollar. En este punto también podrían incluirse técnicas de fortalecimiento del yo 6. Medicación La medicación es administrada en función del síntoma, por lo general, suelen ir bien antidepresivos y ansiolíticos, por su efecto sedante y porque reducen la activación. Por otro lado, los neurolépticos no tendrán efectos ya que las alucinaciones no se deben a un déficit neurológico. 7. Trabajar con las partes en objetivos de la estabilización Consistiría en buscar una organización estructural que permita que unas partes cuiden de otras de manera que todas se impliquen. Y también sería necesario evitar que las partes agresivas boicoteen la terapia 8. Trabajo con el trauma desde la fase de estabilización En este punto no hay que profundizar pero si cuestionar las cogniciones que mantienen el trauma. Los pacientes se ven como débiles por lo que paso, debemos desterrar esta idea, deben pasar por la evolución: culpable-victimasuperviviente 9. Aprovechar las crisis Es importante delimitar si las crisis se deben a algo ocurrido en la terapia, conocer que lo desencadenó, cómo actuó el paciente y prevenir crisis futuras. Fase 2. Procesamiento del trauma Siempre en necesario abordar el trauma pero no desde el principio. Antes hay que estabilizar y capacitar al paciente. Para distinguir si el paciente está preparado o no, hay que valorar: a. b. c. d. e. Nivel de funcionamiento personal y profesional La presencia de un diagnóstico del eje II Fase del ciclo vital y la presencia de crisis vitales externas Abuso de sustancias Persistencia de la situación de abuso En esta fase hay que tener en cuenta una serie de aspectos generales para el trabajo con el trauma. En este sentido habría que ayudarle o guiarle para que comprenda que ese trauma es ya parte del pasado y no del presente. También sería necesario erradicar su idea de verse culpable o víctima de la situación para llevarle a un rol de superviviente, es decir, pasar de una respuesta reactiva a proactiva. Uno de los principales objetivos en el proceso del trauma sería unir memorias implícitas y explicitas en una narrativa comprensible de los eventos y de las secuelas del incidente traumático. Consistiría en dar sentido. También habría que eliminar la hiperactivación autonómica que están en conexión con dichas memorias. Y por último, relegar el evento traumático al pasado. El procesamiento del trauma no debe abordarse desde el principio ya que como se ha reflejado antes, si la persona no está preparada puede producirse una retraumatización de la situación. Hay que tener en cuenta que no estamos trabajando con una mente integrada, por lo que debemos buscar trabajar con todas en una misma dirección para ello, necesitamos técnicas para modular la intensidad emocional como por ejemplo ir haciendo paradas, realizando abreacciones fragmentadas o mediante aproximaciones graduales teniendo especial cuidado en el cierre de las sesiones. También puede ser útil promover la colaboración entre partes fuertes y débiles o realizar una síntesis del recuerdo traumático En los pacientes puede que estén disociados, no sólo los recuerdos del trauma sino también los aspectos conductuales, emocionales, sensorioperceptivos y cognitivos, por lo que debemos unirlos y hacerles conscientes de todos estos aspectos. En esta fase, el terapeuta también dispone de ciertas técnicas específicas entre las que se pueden destacar las siguientes: 1. Pantalla Se le pide al paciente que imagine en la consulta que hay un monitor y que invite a sentarse a la mesa a todas las partes y que en el monitor se van a ir proyectando las diferentes imágenes del trauma (para disminuir la disociación y que todas las partes compartan el mismo contenido). También se le dice que cada parte dispone de un control remoto y que pueden parar la proyección cada vez que lo deseen si el contenido emocional es muy fuerte para ellas. Es importante que durante la terapia se le vaya preguntando al paciente por su estado emocional y por cómo se va sintiendo. 2. Técnicas para el manejo de las abreacciones emocionales. Aquí se podrían incluir todas las explicadas en la fase de estabilización como el lugar de curación o la de orientación a la realidad. Es importante ir al ritmo del paciente y ser especialmente cautelosos para no producir una reexperimentación. En este sentido, sería interesante dividir en fragmentos la abreacción (Ciscunstancias desencadenantesTrauma-Consecuencias), es recomendable comenzar por el último fragmento ya que si se empieza por la primera el paciente tenderá a seguir el orden natural y puede que retraumatice la situación. 3. Síntesis del recuerdo traumático Como se ha explicado antes, sería un intento de unificar el recuerdo. Con pacientes con fragmentación grave se puede emplear una “síntesis paralela” que consistiría en reunir por escrito toda la información del recuerdo traumático, después se dividiría en 10 segmentos y más tarde, mediante hipnosis el terapeuta va contando de 1 a 10 desde el inicio del evento hasta que termina. Durante la hipnosis todas las partes están activas y pueden ir siendo partícipes de todo el trascurso de la historia logrando un recuerdo más unificado. Fase 3. Integración y postintegración La integración es lo contrario a disociación. En el caso de los pacientes disociativos, estos rechazan lo que le ha pasado, rechaza su pasado y por tanto no puede vivir su presente. La integración supone superar esta circunstancia. Es la esencia de lo que somos, uniendo pasado, presente y futuro en los diferentes contextos. Esta integración incluye distintos aspectos: Es la unión de diversos elementos pero también la diferenciación de otros (no asimilar el rol de abusador tras un maltrato). Implica tolerar necesidades, ideas, y emociones contrapuestas, que forman parte de la experiencia cotidiana. Implica capacidad de mentalización, percibir nuestra propia mente y la de los otros. Supone un nivel de autoconciencia: Capacidad de sentir la experiencia como propia (personificacion) y realizar acciones adaptativas en el presente (presentificación). Poder percibir nuestro pasado, presente y futuro en perspectiva. Durante el estudio de estos trastornos ha existido una pregunta que sigue vigente: ¿Todos los pacientes pueden alcanzar la integración?, La respuesta es depende, el punto final del tratamiento lo pone el paciente. Hay un gran porcentaje de pacientes que tras el tratamiento adecuado consiguen la integración, otros al conseguir una buena relación entre las partes prefieren no seguir con la terapia y otros que no consiguen mejorar y abandonan antes de tiempo La evolución del sistema interno hacia la integración se produce en varias fases que se detallan a continuación: 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. Estadio de reconocimiento Fase de desarrollo de comunicación entre las partes Desarrollo de la empatía Coconsciencia Aventuras cooperativas Mostrar la interioridad Progresiones cronológicas Fusión El terapeuta, una vez que ha comenzado el tratamiento, tiene varios indicadores que le van guiando para conocer si el paciente está avanzando hacia la integración. Entre estos indicadores se podrían destacar los siguientes: Fenómenos de convergencia Aparición espontanea de partes disociadas en el curso de las sesiones Presentación de síntomas físicos vagos Aparición espontanea de una parte hostil Signos de cooperación de una parte anteriormente hostil Cuando la personalidad principal empieza a oír voces por primera vez, significa que las barreras amnésicas se están erosionando y que aumenta la comunicación entre las partes 7. Aumento de la comunicación interna 8. Aumento de la coconsciencia 9. Copresencia y signos claros de cambio en el aislamiento de las partes 10. Las partes principales no pueden ser distinguidas por el terapeuta 11. Las partes no pueden distinguirse unas de otra 12. El paciente pide la integración de algunas partes 13. Integración espontanea 1. 2. 3. 4. 5. 6. En esta fase, al igual que en las anteriores, el terapeuta cuenta con diversas técnicas que le ayudarán a avanzar con el paciente, entre ella se pueden destacar el uso de metáforas, la hipnosis o la terapia EMDR. Como se ha comentado al inicio de esta fase, no todos terminan integrándose, de los que lo consiguen, algunos se manejan bien solos y no necesitan más sesiones, otros necesitan un seguimiento, otros no ven tan atractivos vivir de modo integrado y otros son vulnerables ante estresores ambientales y pueden tener recaídas pero son más fácilmente abordables, más que la primera vez y algunos son reticentes a volver a terapia y no vienen hasta que ya tienen una crisis importante. En todos los casos, es importante mostrárselo como un proceso largo de aprendizaje para que no se lo tomen como un fracaso. Una vez que se ha conseguido la integración en el paciente, el tratamiento no ha concluido, el terapeuta debería seguir con una fase de seguimiento o de tratamiento postintegración. Los objetivos de esta última parte podrían delimitarse a: 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. Afrontar los cambios fisiológicos asociados con la integración Afrontar los cambios psicológicos asociados con la integración Trabajar transversalmente Abandonar evasiones autohipnóticas Modificar mecanismos adaptativos y de afrontamiento Hacer ajustes interpersonales Hacer cambios vitales mayores Aunque como se ha comentado, algunos pacientes no llegan a integrarse, esto no debe ser tomado por el terapeuta como un fracaso ya que el objetivo no es la integración, lo que hay que conseguir es que el paciente tenga conductas adaptativas, hay que tener claro que el terapeuta actúa como guía pero es el paciente el que elije la meta. Caso práctico El caso que se expondrá a continuación ha sido extraído del libro: Gonzáles, A. (2010) Trastornos Disociativos: diagnóstico y tratamiento. Madrid. Ed. Pleyades -Historia del caso Paula ingresa en el hospital con 20 años. Ha tomado una sobredosis de pastillas de diverso tipo la semana anterior, aunque no presenta ideación suicida en el ingreso; dice que no le preocupa morir. En los días anteriores también se ha hecho cortes superficiales en los brazos y el abdomen con un cuchillo de cocina. Se queja de dormir mal y de que la vida no merece vivirse. Tiene antecedentes de bulimia, en ese momento estabilizada. Bebe cuando sale, aunque no consume regularmente tóxicos. No tiene pareja y evita las relaciones íntimas. Tiene mal apoyo familiar: una hermana con la que no tiene contacto vive en el extranjero, otro hermano es toxicómano y no mantiene buena relación con su madre. Fue tratada por bulimia con 16 años. También sufrió un ingreso psiquiátrico con 19 años por una autoagresión, tras lo cual no siguió consultas. Ella es la segunda de cuatro hermanos. Su padre tuvo una historia de abuso de alcohol y agresividad hacia la familia. La madre se fue con sus hijos y dejó a su marido cuando la paciente tenía 5 años. Posteriormente cambiaron innumerables veces de casa durante su infancia, cada vez que su madre cambiaba de pareja. En la exploración está ansiosa, preocupada y poco centrada. Hace solo comentarios cortos y evita el contacto visual. Está aparentemente depresiva y afirma no tener ideas suicidas, aunque teme poder dañarse a sí misma si se queda sola en casa. No tiene síntomas psicóticos floridos. Durante el ingreso mejora rápidamente y se siente feliz de poder haber visto su vida en perspectiva. Niega ideas suicidas o deseos de dañarse a sí misma. Fue diagnosticada de trastorno adaptativo depresivo.(…) Durante su estancia en el hospital ocultó a los médicos sus intensas y frecuentes alucinaciones auditivas, y consiguió controlar sus cambios de estado mental y encubrir sus lagunas de memoria, por el temor a que la encerraran en la institución de modo prolongado o permanente. -Síntomas que permiten el diagnostico Historia traumática grave (padre alcohólico y agresivo y continuos cambios de domicilio), alucinaciones auditivas, cambios de estados mentales y lagunas de memoria serían los principales ya que estos cumplen con los criterios a, b y c del DSM-IV para el trastorno disociativo de personalidad. -Evaluación En esta paciente el diagnostico parece claro ya que admite los principales criterios para esta enfermedad pero para verificarlo sería aconsejable que se le pasaran algunas pruebas como: El Inventario Multifásico de Personalidad de Minnesota (MMPIII) que debería de mostrar factores de evitación y pranoidismo para apuntar en la dirección de un TID, además también sería aconsejable hacer con el paciente la entrevista estructurada para trastornos disociativos aunque la respuesta a la mayoría de las preguntas de esta entrevista las podemos encontrar en la historia mencionada antes. El material para evaluar un TID es escaso por lo que nuestra mejor herramienta es la entrevista y la observación del paciente durante la misma. También se debe explorar el autocuidado de esta paciente para asegurarnos de que es correcto. -Tratamiento Con esta paciente se debe de usar un tratamiento para que no continúe autolesionandose para poder llevar a cabo un tratamiento correcto debemos explorar porque la paciente esta cometiendo estas lesiones si es como forma de manejar el trauma, como forma de regulación emocional o sólo porque es su forma de relacionarse dependiendo de esto podremos elaborar un plan de acción ante estas conductas revisando las consecuencias de las autolesiones y usando técnicas de relajanción A esta paciente en concreto también le vendría bien terapia en grupo ya que esto ayudará a fortaleces sus redes de apoyo ya que sus relaciones familiares son muy malas. Sería conveniente utilizar la técnica de reestructuración cognitiva con las ideas depresivas que presenta la paciente ya que estas ideas parecen producir sus conductas autolíticas. La paciente presenta cambios de personalidad por lo que debemos darle autoinstrucciones para que pueda identificar la disociación y usar objetos familiares para alejarla de los estados que la llevan a las emociones producidas por su trauma. También sería apropiado enseñarle habilidades de afrontamiento para que le ayuden a autofortalecerse. Otra parte importante de la terapia será trabajar con los pensamientos que ella tiene sobre su culpabilidad o vulnerabilidad (también habrá que explorar antes sus sentimientos respecto al trauma) para eliminarlos. Por último procederemos a integrar todos sus estados mentales para ello comprobaremos si existe una parte que cuide a las demás y de ser así utilizaremos su ayuda -Resultados esperables El pronóstico de la paciente no es muy bueno ya que presenta conductas autolesivas, pocas fuentes de apoyo y también presenta un historial de fracasos en su diagnostico. Aunque la paciente al final de la historia niega las ideas suicidas pero parece ser que es más por temor a ser encerrada que a la verdadera superación de las mismas. Los resultados esperados son algo confusos ya que pro su historial de fracasos terapéuticos se podría pensar que la paciente no tiene confianza en los terapeutas y que su vida peligra de forma muy grave. Si se logran superar estos dos puntos los resultados esperados podrían llegar a ser muy buenos logrando la integración total de todas las partes de su personalidad lo que provocaría la desaparición de su amnesia y sus cambios de estado mental. Bibliografía Gonzáles, A. (2010) Trastornos Disociativos: diagnóstico y tratamiento. Madrid. Ed. Pleyades Cardeña, E. y Weiner, L. (2004). Revista de psicotrauma. La evaluación de la disociación.Hunter, M. (). Manual médico para el personal cubano del salud sobre trastornos disociativos.