Download 70.- EL RACIONALISMO DE DESCARTES.

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EL RACIONALISMO DE DESCARTES.
- Introducción:Transformaciones socioeconómicas:
mercantilismo
decadencia universidades
pérdida influencia teólogos
barroco: pérdida equilibrio emocional
Calderón: vida es sueño, mundo teatro
Surgimiento de nuevas evidencias: verdades matemáticas
Época racionalista caracterizada por: la duda, componente racionalidad dsllda.máximo.
la evidencia.
- La búsqueda del método:
Razón como fuente de cnto. y criterio de verdad
Sobre la razón apoya su método: punto de arranque y meta de su filosofía.
Bacon (1561-1626): Novum Organum, 1620
Descartes (1596-1650): Reglas para la dirección espíritu (1626- publicado en 1701;21
reglas) y Discurso del método (1637- 4 reglas)
Otros métodos: Spinoza: Tratado de la reforma del entendimiento
Leibniz: Ars combinatoria
Otra obras Descartes: 1637: Dióptrica, Meteoros y Geometría (publicadas con el Discurso
del Método).
1641: Meditaciones metafísicas.1647
1644 Principios Filosofía.: 4 libros: 1 fia. y 3 física (1647)
1649 Pasiones del alma
- El método cartesiano (2 primeras reglas: parte analítica–2 segundas reglas, parte sintética)
1.evidencia criterio verdad:claridad, distinción (opuesto probabilidad,verosimilitud)
se evitarán la precipitación y la prevención.
Se derivan tres preceptos:
no juzgar sin evidencia
no juzgar en base a ideas preconcebidas
no juzgar más allá de lo claro y distinto
2.dividir dificultades hasta alcanzar naturalezas simples(por intuición)
3.ascender de lo simple a lo complejo por medio de la deducción.
4.examinar (repasar) el proceso.
Método inspirado en el resolución-composición de Padua, pero sin experiencia (deductivo de
Euclides).
- La duda metódica.(16-11-19): duda de los sentidos,dela realidad, de los razonamientos, y
recurso a un geniecillo maligno
cogito, ergo sum (No novedad: ya en S.Agustín (si me equivoco, existo)
res cogitans: atributo: pensamiento
res extensa: atributo: extensión; modos: figura, movimiento y reposo
res infinita: atributo: perfección, omnipotencia, omnisciencia, etc.)
sustancia: lo que existe por sí, sin necesidad de ninguna otra cosa para existir.(en la
escolástica lo que es en sí)
- La existencia de Dios.
- ideas: adventicias, facticias e innatas
- idea innata (infinitud y perfección). (3ª. meditación)
- causalidad
- argumento ontológico (5ª.meditación)
Dios: fundamenta la evidencia
mantiene existencia sustancias (creación continua)
principio de movimiento.
- Existencia de las cosas materiales: veracidad divina
- Problema de la comunicación de las sustancias:
Descartes: glándula pineal.
Spinoxa: panteísmo: Deus sive natura
Laibniz: Monadología: armonía pre-establecida.
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El problema del método: la idea de substancia en Descartes y el problema de la veracidad divina.
LA BÚSQUEDA DEL MÉTODO.
Tras la caída de la concepción del mundo de la escolástica, que se fundaba en Aristóteles y en Sto. Tomás,
se necesita un nuevo criterio de verdad que venga a sustituir a la vieja autoridad; se necesita un nuevo método que reemplace
al silogismo expuesto por Aristóteles y usado durante toda la Edad Media. La escolástica pudo utilizar el razonamiento
silogístico porque disponía de principios generales alcanzados por medio de la fe, de la verdad revelada, o fundados en la
autoridad de Aristóteles o de la Iglesia. Pero el silogismo pierde toda su validez cuando la duda alcanza los principios
generales en que se basa.
Descartes (1596-1650) impulsa a la filosofía, y también a la ciencia, por el camino de la razón. Francis Bacon (15611626) encamina, por el contrario, el pensamiento moderno por la ruta de la experiencia. A pesar de representar, uno y otro,
los dos extremos de la filosofía moderna, concuerdan ambos, sin embargo, en sus críticas al silogismo, al que hacen
responsable del atraso de la ciencia. En “Reglas para la dirección del espíritu”, obra escrita en 1628 y publicada
póstumamente en 1701, Descartes dice del silogismo que “es completamente inútil para los que desean investigar la verdad
de las cosas, y sólo puede aprovechar, a veces, para exponer con mayor claridad a los otros las razones ya conocidas”. Vemos
como Descartes coincide con Bacon en su repudio del silogismo, pero discrepa en la afirmación baconiana de la experiencia
como criterio de verdad.
Un criterio de verdad es el patrón que utilizamos para determinar la falsedad o verdad de un juicio. Para Descartes,
el criterio empírico tiene sus límites, ya que si la validez de un principio general depende por entero de las cosas particulares
observadas, nunca podremos estar seguros de que un nuevo hecho no venga a desmentirnos. Entonces, ¿a dónde acudir si la
autoridad ha perdido su validez y la experiencia puede darnos una sorpresa?. A las proposiciones de las matemáticas. Las
proposiciones matemáticas no deben su verdad a la experiencia y están inmunes a cualquier desmentido de la experiencia. Por
esto se las ha llamado “verdades de razón”, pues no dependen de la experiencia, sino de la razón. Escribe en el Discurso:
“Gustaba, sobre todo, de las matemáticas por la evidencia y certeza de sus razones; pero me extrañaba que siendo sus
cimientos tan firmes y sólidos no se hubiera construido sobre ellas nada más elevado”. Las matemáticas le sirvieron a
Descartes de paradigma en la búsqueda de las primeras verdades absolutamente ciertas y que pudieran servirle de apoyo en la
reconstrucción de la totalidad del edificio de la ciencia y la filosofía.
El problema del método era una de las cuestiones capitales en los comienzos de la Edad Moderna. Ninguno de los
grandes pensadores dejó de preocuparse por encontrar un nuevo camino que condujera al descubrimiento de la verdad. Hubo
que esperar hasta principios del siglo XVII para que las dos más grandes contribuciones a la metodología científica y
filosófica vieran la luz. Francis Bacon publica en 1620 su “Novum Organum”; “El Discurso del Método” aparece en 1637.
Ambos filósofos insistieron en la importancia que tiene el método para el descubrimiento de la verdad, y coincidieron en
señalar que la escasez de conocimientos auténticos logrados por la humanidad en tantos siglos de búsqueda se debía,
principalmente, a la falta de un método seguro.
Es tan grande la fe que ambos han depositado en el método que llegan a restar toda importancia al talento y
la capacidad racional. Escribe Descartes en el “Discurso” que “no basta, ciertamente, tener buen entendimiento: lo principal
es aplicarlo bien”. A su vez, en las “Reglas” indica Descartes que “el método es necesario para la investigación de la verdad”
y que es “mucho más satisfactorio no pensar jamás en buscar la verdad que buscarla sin método; pues es seguro que esos
estudios desordenados y esas meditaciones oscuras enturbian la luz natural y ciegan el ingenio”.
Las dos obras citadas son las que Descartes dedicó al problema del método. Escribió primero las “Reglas para la
dirección del espíritu”, obra que vio la luz medio siglo después de su muerte (1701). El “Discurso” se publicó en 1637. Si
bien la naturaleza del método expuesto en ambas obras es la misma, en las “Reglas” se encuentra un estudio más detallado de
la cuestión (21 reglas). Por haber redactado el “Discurso” con posterioridad a las “Reglas”, puede el autor ofrecernos en él
una síntesis del método en cuatro concisas reglas, que podemos tomar como estructura fundamental para la exposición de la
metodología cartesiana.
EL MÉTODO CARTESIANO:
Establece Descartes, en primer término, la evidencia como criterio de verdad. Nos dice que no debemos
aceptar como verdadera cosa alguna si no sabemos con evidencia que lo es. La evidencia se define por sus dos caracteres
esenciales: claridad y distinción.
- Lo claro es aquello presente y manifiesto a un espíritu atento. Una idea es clara cuando está separada y no se la confunde
con las demás ideas.
- Lo distinto es aquello que es preciso y diferente de todo lo demás. Una idea es distinta cuando sus partes están separadas
entre sí, esto es, la idea tiene claridad interior.
Una idea puede ser clara y no distinta. Pero si es distinta, se supone que también es clara. Lo opuesto a una idea
clara es una idea oscura, y lo opuesto a una idea distinta es una idea confusa.
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La evidencia es el criterio de verdad. Caracteriza al conocimiento científico y se opone a la probabilidad y a la
verosimilitud. Por eso rechaza Descartes los conocimientos probables o tan sólo verosímiles. El acto del entendimiento por el
cual se alcanza un conocimiento evidente es la intuición, que veremos más adelante.
Habrá que evitar dos vicios fundamentales en la búsqueda de la verdad: tomar por verdadero lo que no lo es, y
negarse a aceptar la verdad de lo que es evidente. Llama Descartes a lo primero “precipitación”, y a lo segundo “prevención”.
- La precipitación consiste en tomar por verdadera una idea que es confusa, no distinta.
- La prevención consistirá en negarse a aceptar una idea a pesar de ser clara y distinta.
La primera regla del “Discurso” se divide en dos partes: en la primera se establece que la evidencia es el criterio de
verdad; en la segunda se enumeran los requisitos necesarios para alcanzar la verdad. De ella podrían derivarse tres preceptos:
1- no juzgar antes de que el juicio se nos aparezca como evidente.
2- no juzgar a base de ideas preconcebidas.
3- no juzgar más allá de lo que se nos aparece como claro y distinto.
Al formular esta primera regla, Descartes introduce un nuevo criterio de verdad: ya no consiste en la adecuación del
pensamiento con la realidad (concepto escolástico), sino que es una propiedad de las ideas en sí mismas: la verdad es
inmanente al espíritu.
En sentido estricto, el método propiamente dicho comienza con la segunda regla del “Discurso”, que dice así:
“Dividir cada una de las dificultades que examinare en tantas partes como fuere posible y en cuantas requiriese su mejor
solución”. La división de las dificultades tendrá un límite, y ese límite estará representado por lo que llama en las “Reglas”
“naturalezas simples”. La división tiene como fin alcanzar tales “naturalezas simples”, que son los elementos indivisibles que
constituyen el último término del conocimiento, más allá del cual no podemos ir. Las “naturalezas simples” representan el
último término del análisis y el primero de la síntesis. Son captadas por intuición.
La intuición es, para Descartes, una captación simple e inmediata del espíritu, tan fácil y distinta que no deja lugar a
dudas. No debe confundirse la intuición ni con la percepción sensible, ni con el juicio. La intuición es más simple y más
cierta que la deducción; nos da certeza absoluta.
Nos cuenta Descartes que el método seguido por los geómetras fue el que le inspiró. Éstos parten de las cosas más
sencillas y fáciles de conocer para elevarse, por medio de “largas cadenas de trabadas razones”, para llegar a las cuestiones
más difíciles y complejas. De todas las ciencias, según Descartes, tan sólo la matemática logra alcanzar demostraciones
ciertas y evidentes; bueno será, entonces, que tomemos a esta ciencia como modelo.
Descartes se inspira en el método de “resolución y composición” de la escuela de Padua, en el que también se inspira
Galileo. Pero Descartes no hace alusión alguna al experimento, dando preferencia al análisis conceptual y a la deducción
racional. En este sentido, su método se relaciona con el deductivo de Euclides (pero expresado con una terminología cercana
al paduano): una larga cadena de deducciones a partir de unos principios simples y evidentes (definiciones y axiomas).
En resumen, el método cartesiano consiste en los siguientes pasos:
1.- Evidencia como criterio de verdad.
2.- Dividir las dificultades hasta alcanzar las naturalezas simples, por intuición.
3.- Ascender por deducción de lo simple a lo complejo.
4.- Examinar todo el proceso para asegurarse de no haber olvidado algo.
- LA DUDA METÓDICA.(16-11-1
):
El atributo “metódico” sirve para indicar que la duda que él propugna no debe confundirse con la duda de los
escépticos; más bien se dirige en contra de éstos.
De lo primero que duda es de los datos de los sentidos, porque ha observado que muchas veces los sentidos le han
engañado, “y es prudente no fiarse nunca por completo de quienes nos han engañado una vez”, (“Meditaciones metafísicas”).
No sólo dudará de los sentidos, sino que también dudará de la imaginación, ya que lo que imaginamos casi siempre es
producto de la fantasía. Descartes, en su esfuerzo por eliminar todo posible error, logrará mostrar, incluso, que las verdades
matemáticas no son absolutamente indudables. Señala, en primer término, que muchos hombres se han engañado sobre
cuestiones matemáticas y “admitieron como certísimas y evidentes por sí, unos principios que a nosotros nos parecen falsos”.
Por otra parte, Dios, que es omnipotente, puede hacer con nosotros lo que le plazca, e ignoramos si El no desea que nos
engañemos siempre, aún en aquellos casos que nos parecen evidentísimos. Y si pareciera contradictorio que Dios, que “es la
bondad suma y la fuente suprema de la verdad”, nos pudiera engañar, podemos suponer que un cierto espíritu maligno, “no
menos astuto y burlador que poderoso”, sea quien nos engañe.
El recurso dialéctico del geniecillo maligno permite a Descartes dudar de todas las cosas, por más ciertas y evidentes
que parezcan. En tal momento, nada logra resistir la duda, y cuando un escepticismo completo parece ser la lógica
consecuencia de todo un largo proceso de riguroso análisis y se ve al espíritu zozobrar en un mar de dudas, Descartes hace
pie en el primer principio absolutamente cierto e indudable que buscaba.
Cogito: En efecto, si duda de todo, al menos es cierto que duda, es decir, que piensa. Y si piensa, existe en tanto que
ser pensante. Es el famoso “pienso, luego soy”, que da a Descartes no sólo una primera verdad indudable, sino también el
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punto de arranque de toda su filosofía. Ésta es una proposición realmente verdadera y absolutamente indudable, ya que
cuando quiero dudar de su verdad, lo único que consigo es afirmarla, pues si dudo, pienso, y no puedo pensar sin ser. Aun el
genio maligno, por muy poderoso que fuera, no podría engañarme en este punto, ya que para que pueda engañarme tengo que
existir. El podrá engañarme y hacerme creer que es real lo que veo, cuando en verdad se trata de una mera ilusión. Pero,
engañado en la verdad, yo existo como ser pensante, y su poder, por más grande que sea, se estrella frente a esta verdad.
Sustancia: Con el descubrimiento del “cógito” Descartes da comienzo a la metafísica subjetivista moderna: o sea, a
una metafísica que toma como fundamento el ser del pensamiento, no el de los objetos ideales o reales (como hacían Platón,
Demócrito y Aristóteles). Con ella se reconoce al pensamiento una situación privilegiada, la de substancia que no requiere
nada distinto de ella misma a lo que ser referida o que le sirva de soporte. El pensamiento así entendido no resulta sólo la
primera verdad, sino también el punto de partida de cualquier verdad ulterior.
¿Qué es lo que hace que la proposición “Pienso, luego soy” sea verdadera? Descartes dice que no hay nada en ella
que nos asegure que se trata de una verdad, si no fuera que veo claramente que para pensar es preciso ser. Y de ahí extrae la
regla general que le guiará en los sucesivos pasos de la investigación de la verdad: “las cosas que concebimos muy claras y
distintamente son todas verdaderas”. Como vemos, el criterio de verdad se caracteriza por dos notas esenciales: la claridad y
la distinción.
Tenemos ya una proposición absolutamente verdadera por ser indudable, y un criterio de verdad preciso y claro. Con
ambos instrumentos Descartes se lanzará a la elaboración de todo su sistema filosófico.
Res cogitans: Descartes ha establecido la existencia de la cosa pensante, pero si se observa el desarrollo de la
filosofía cartesiana, vemos que ha pasado de una verdad cierta e indudable (existencia del pensamiento como actividad) a
algo que no se sabe de dónde se ha extraído: la “cosa” que piensa. La introducción del concepto “cosa” (res) parece ser
consecuencia de un resabio del prejuicio substancialista que da por supuesto que no puede haber actividad o cualidad sin que
haya un ente substancial que lo sostenga.
A continuación, Descartes necesita demostrar la existencia de Dios, para apoyar en El la existencia del mundo. Para
ello tiene que partir de la única verdad que posee: la certeza de la propia existencia como algo pensante.
Descartes emplea como sinónimos las palabras sustancia y cosa (res), lo que indica que la sustancia es lo concreto
existente. Lo propio de la sustancia es la existencia completa. Y opera como los geómetras al definir la sustancia: construye la
definición de un modo totalmente a priori, y no considera que tenga que justificarla:
“Cuando concebimos la sustancia, concebimos solamente una cosa que existe de tal manera que no tiene necesidad
sino de sí misma para existir”, (Principios)
De esta definición se seguirá que sólo Dios es sustancia, puesto que las criatura necesitan de Dios para existir (Dios
da la existencia y se la conserva a todas las criaturas). De ahí que Descartes diga que el concepto de sustancia no se aplique
del mismo modo a Dios y a las criaturas, y que, por lo tanto, haya dos clases de sustancias:
- infinita: Dios, a quien le conviene absolutamente la definición.
- finitas: (almas y cuerpos), que no necesitan de nada más para existir, salvo de Dios (por tanto una sustancia finita
no necesita para existir de ninguna otra sustancia finita).
A cada sustancia le corresponde un atributo, que constituye la esencia de la sustancia y se identifica con ella. El
atributo del alma es el pensamiento y el del cuerpo la extensión. Los modos son las diversas formas como está dispuesta la
sustancia. Los modos del cuerpo son la figura y el movimiento (y el reposo), (se acepta la subjetividad de las cualidades
secundarias).
El concepto cartesiano de sustancia transforma el concepto escolástico. En ambos casos se define la sustancia por
relación a la existencia, pero de modo diverso. Para los escolásticos es lo que existe en sí, es decir, lo que no necesita de un
sujeto para poder existir, ya que ella es el sujeto de los accidentes. Para Descartes es lo que existe por sí, sin depender de la
existencia de ninguna otra sustancia (salvo de Dios). Además, al identificarse la sustancia con su atributo, puede ser
concebida perfectamente mediante una idea clara y distinta.
LA EXISTENCIA DE DIOS:
El planteamiento subjetivista de la filosofía de Descartes le impide pasar directamente del ser del sujeto que conoce
al del objeto conocido. Para llegar del Yo al Mundo, el camino recorrido por descartes atraviesa una etapa intermedia de
fundamental importancia: el ser divino.
Descartes distingue en el sujeto tres tipos fundamentales de ideas:
- Adventicias: provienen del mundo externo y resultan extremadamente falaces (p.ej. el sol se nos aparece como un
pequeño disco luminoso).
- Facticias: ideas que fabricamos nosotros mismos de manera arbitraria (sirena, dragón).
- Innatas: ideas que no proceden de los objetos externos ni de nuestra voluntad, sino de la sola facultad de pensar;
ideas a las que el espíritu no puede quitar ni agregar nada, pero que se imponen de manera necesaria.
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Entre las ideas innatas que poseo está la idea de Dios. “Bajo el nombre de Dios entiendo una sustancia infinita,
eterna, inmutable, independiente, omnisciente y omnipotente”, (Meditaciones). Pero, ¿cómo puedo yo, que soy un ser finito,
haber producido la idea de un ser infinito si lo más no puede derivarse de lo menos?. Es necesario concluir que Dios existe,
pues sólo una substancia infinita puede ser la causa de la idea de ser infinito que encuentro en mí, (prueba ofrecida en la
tercera meditación).
El segundo argumento echa mano de la causalidad. Estas dos pruebas fueron objeto de numerosas críticas: “Las
objeciones”. “Las segundas objeciones” fueron recogidas y redactadas por el padre Marin Mersenne (1588-1648).
En la “Quinta meditación” Descartes ofrece otra prueba de la existencia de Dios: es el llamado “argumento
ontológico”, que puede enunciarse como sigue: Tengo la idea de un ser absolutamente perfecto. Su existencia es inseparable
en él de su esencia, como es inseparable de la idea de montaña la idea de valle. Por tal razón, tan contradictorio sería concebir
a un ser sumamente perfecto, al que faltase la existencia, como intentar concebir una montaña sin valle.
Descartes afirma que es imposible concebir a Dios sin su existencia, es decir, concebir un ser sumamente perfecto
sin una de las perfecciones, ya que, para él, la existencia es una perfección.
En los tres argumentos expuestos, Descartes intenta probar la existencia de Dios partiendo de la propia existencia
como ser pensante, mientras que la tradición aristotélico-escolástica hacía descansar una de las pruebas más importantes en la
existencia del mundo sensible y en la necesidad de que el mundo, y el orden que en él advertimos, tengan una causa primera.
Descartes, en cambio, encerrado en su propia conciencia, tendrá que apoyarse en Dios para probar la existencia del mundo
exterior, invirtiendo por completo el orden tradicional.
Dios ocupa la clave de bóveda del sistema cartesiano:
- El criterio de evidencia encuentra su última garantía en Dios; si las ideas claras y distintas son siempre verdaderas
es porque Dios -que es un Dios bueno y veraz- no ha podido dotar al hombre de una facultad de conocimiento que le induzca
al error.
- Las sustancias se mantienen en la existencia gracias a una creación continua.
- el mundo se mueve gracias al primer impulso recibido de Dios (quien también conserva constante la cantidad de
movimiento-reposo otorgada al mundo).
Todo el sistema cartesiano reposa, pues, sobre la existencia de una sustancia infinita. Este recurso permanente a la
divinidad será característico de todos los sistemas racionalistas.
EXISTENCIA DE LAS COSAS MATERIALES:
Una vez que se ha demostrado la existencia del yo pensante y la existencia de Dios, falta ahora demostrar la
existencia de las cosas materiales. Descartes tendrá que echar mano a su doctrina de la “veracidad divina” para tener la
seguridad de que las cosas materiales existen efectivamente y no son una mera ilusión.
He aquí el razonamiento de Descartes: Hay en mí la facultad de sentir las ideas de las cosas sensibles. Esa facultad
de recibir depende de la facultad de producirlas. Y esa facultad de producir ideas no puede estar en mí, ya que muchas veces
esas ideas se han presentado sin que yo contribuyera a ello, a veces, incluso, en contra de mi deseo. Es necesario que tal
facultad se halle en alguna sustancia diferente de mí. Y tal sustancia será un cuerpo o Dios mismo. Pero como Dios me ha
dado una poderosa inclinación a creer que las ideas que tengo parten de las cosas corporales, y Dios no es capaz de
engañarme, será, pues, que las cosas corporales son las que provocan tales ideas. Por todo lo cual hay que concluir que las
cosas corporales existen. Como vemos, la prueba de la existencia de cada cosa y de la totalidad del mundo físico, supone la
prueba anterior de la existencia de Dios y la imposibilidad de que Dios nos engañe.
Con la separación absoluta del mundo de los cuerpos del de las almas, la independencia de las ciencias de la
naturaleza está metafísicamente garantizada. Pueden desarrollarse libremente sus propias indagaciones, sin temer que los
resultados alcanzados interfieran en los problemas tradicionales concernientes al alma y Dios.
Las novedades de la filosofía cartesiana radican en la afirmación de la razón como criterio fundamental de verdad y
fuente principal de conocimiento, y en el descubrimiento de la conciencia como realidad primera y punto obligado de partida
del filosofar. Por tal razón, Descartes está, a la vez, a la cabeza de dos movimientos fundamentales de la filosofía moderna: el
racionalismo y el idealismo. El idealismo cartesiano consiste en volver la espalda al mundo exterior y comenzar el examen de
la realidad a partir de la conciencia y de las ideas que en ella habitan. La demostración de la existencia de Dios como paso
previo para la demostración de la existencia del mundo, son ejemplos típicos de esta inversión total de actitud.
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